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L O S N O V E N T A

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A rqu íme de s
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a Einstein
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Las caras ocultas de la
invención científica

Pierre~uillier

LOS NOVENTA

pone al alcance de los lectores una colección con los ,más variados
temas de las ciencias sociales. Mediante la publicación de un libro
~
para la
Cultura
Consejo y Nacional
las Artes
AlianzA
EDITORIAL

semanal, esta serie proporciona un amplio espectro del pensamien-


to crítico de nuestro tiempo.
MÉXICO, D.F.
LA PENOSA ASCENSIÓN DE LA TEOR(A ATÓMICA 331

IX. La penosa ascensión de la teoría atómica en que se decidió a creer en ellos precisamente en un
momento en el que ya no se consideraban como peque-
ños cuerpos indivisibles. En efecto, a finales del siglo
XIX se había descubierto el electrón. Contrariamente a
lo que sugiere la etimología de la palabra, el átomo ya
no podía considerarse como un elemento último, abso-
lutamente indisociable. La teoría atómica clásica, por su-
puesto, no quedaba suprimida lisa y llanamente; en cier-
to sentido, incluso quedaba confirmada. Pero cambiaba
de significado. Ya no resultaba posible, en adelante, to-
mar al pie de la letra lo que Maxwell escribía en 1875
en la Encyclopaedia Britannica: «el átomo (ato"!O~) es
un cuerpo que no puede cortarse en dos».

Un escepticismo muy difundido


La teoría atómica surgió a comienzos del siglo XIX.
Pero, durante mucho tiempo, tropezó con la resistencia El caso de Ostwald es un caso extremo; a menudo se
de numerosos químicos. Muchas otras teorías le hacían la cita su escepticismo acerca de los átomos como un her-
competencia: equivalentismo, átomos-remolino de Ke- moso ejemplo de ceguera, e incluso como un escándalo.
vion, química matemática de Brodie ... ¿De qué modo Si dirigimos la vista hacia atrás podemos tener la impre-
acabó por imponerse la teoría atómica? sión de que todo químico razonable tuviese la obliga-
ción, en el siglo XIX, de creer en la teoría atómica. ¿No
«Se puede ahora considerar la hipótesis atómica como es, en efecto, esta teoría la que ha permitido perfeccionar
una teoría científicamente bien fundada». Así se expre- las nociones de masa atómica, valencia o estructura? Vis-
saba el químico Wilhelm Ostwald en 1908, es decir, un to de lejos, resulta tentador suponer que la teoría de
siglo después de la formulación de la teoría atómica por Dalton ofrecía un marco «evidente» y «natural» para to-
John Dalton 1. Durante mucho tiempo Ostwald había das las investigaciones químicas que se desarrollaron des-
dudado de la realidad de los átomos; la paradoja estriba de 1808 a 1897. De hecho, la teoría atómica siempre
tropezó con la oposición más tenaz. Las reticencias de
Ostwald, históricamente, no tienen nada de excepcional.
1 Dalton tuvO la idea de la teoría atómica en 1803. La primera parte Hace solamente un centenar de años, los átomos aún
de su gran obra A new system 01 chemical philosophy apareció en 1808. suscitaban violentos debates 2. Cierto es que siempre
Sobre Dalton ver Harvard case histories in experimental science, and
the progress of science, D. S. L. Cardwell ed., Manchester University
Press, 1968. 2 Ver The atomic debates, W. H. Brock ed., Leicester University

330
LA PENOSA ASCENSIÓN DE LA TEORfA ATÓMICA 333
332 DE ARQufMEDES A EINSTEIN

hubo defensores de la teoría atómica; pero vamos a ver imaginario mediante el cual Stahal pretendía explicar la
combustión. De forma irónica hacía la observación de
que muchos químicos importantes la rechazaban o la
que al carbono se le habían atribuido distintos pesos ató-
interpretaban de forma muy poco ortodoxa. Más aún, se
le enfrentaban otras teorías como la de los «remolinos>} micos: tan pronto 6, como 13 O como 12. Y firmemente
de William Thomson o la química «matemática» de Bro- concluía: «la teoría atómica no tiene ninguna base expe-
rimental». No todo el mundo iba tan lejos. El clan de
die. En el siglo XX, estas concepciones ya se han olvida-
los atomistas era importante, por 10 ~enos si se toma la
do o parecen marginales. Tal vez sea una lástima ... por-
palabra «atomista}} en un sentido muy amplio. Es im-
que, además de tener un interés histórico, corresponden
portante resaltar este. punto, ya que incluso los partida-
a problemas fundamentales que todavía hoy no tienen
rios de los átomos distaban mucho de ponerse de acuer-
una solución perfecta.
do entre ellos. Como dice Kekulé en 1867, el contenido
Tomemos el caso de Francia. La teoría de Dalton, ay de la teoría era incierto. Había, por ejemplo, al menos
comienzo del siglo XIX, fue acogida con bastante frialdfd
cuatro puntos de vista sobre la «atomicidad» (hoy diría-
por los científicos más influyentes de la época: Laplace
mos valencia 3). Unos consideraban que era una propie-
y Berthollet. En 1837, el químico Jean-Baptiste Dumas
dad fundamental y fija; otros pensaban que el misn\o
declara: «Si estuviera en mis manos, borraría la palabra
elemento podía tener, según los casos, una «atomicidad»
átomo de la ciencia, persuadido de que va más allá de la
de 1, 2, 3, etc.; otros clasificaban los elementos en dos
experiencia}>. Wurtz, sucesor de Dumas en la Facultad
de Medicina, es un atomista declarado. Pero, incluso des- grupos, los del primero con «atomicidades» pares y los
del segundo impares ... Kekulé observaba a propósito de
pués de 1860, tiene que luchar para que se admita la idea
esto que los matemáticos y físicos, ante esta disparidad
de átomos y moléculas. En la oposición se encuentra,
entre otros, Sainte-Claire Deville: «No admito ni la ley de ideas, acababan considerando la química «con des-
dén».
de Avogadro, ni los átomos, ni las moléculas; me resisto
a creer en lo que no puedo ver ni imaginap>. Marcellin
Berthelot se mantuvo largo tiempo en un rechazo obs-
tinado. A causa de estos antiatomistas Francia adoptó la
teoría atómica con mucho retraso. Sólo en 1893 se in-
cluyó oficialm~nte en los programas de enseñanza secun-
daria; ahora bien, en 1893, la clasificación de Mendeleiev Press, 1967; Y sobre la controversia francesa de 1877: P. Colmant,
tenía ya más de veinte años y los electrones iban a hacer «Querelle a I'Institut entre equivalentistes et atomistes>" Revue des
questions scientifiques, 143, 4, 493-519. El compendio de textos origi-
su aparición en escena ... nales editado por D. M. Knigth, Classical scientific papers, American
Este fenómeno de «resistencia» fue especialmente no-
Elsevier, 1968 resulta de gran utilidad. De forma general, consultar J.
torio en Francia, pero no exclusivamente. Por ejemplo, R. Panington: A history of Chemistry, 4 volúmenes aparecidos, Mac-
al otro lado del canal de la Mancha, Edmund J. Mills millan, 1961-1970 ..
3 Sobre la noción de valencia, ver el interesante libro de C. A. Rus-
emprendía en 1871 un duro ataque. Los átomos, afirma-
sel: The History oi Valency, Leicester University Press, 1971.
ba, son aún más increíbles que el flogisto, ese fluido
LA PENOSA ASCENSIÓN DE LA TEORÍA ATÓMICA 335
DE ARQufMEDES A EINSTEIN
334

Iffrt, • El largo vagabundeo de la teoría atómica

El problema, por otra parte, quedaba oscurecido por


la ambiguedad del vocabulario. Dalton hablaba de áto-
mos simples y átomos compuestos; Avogadro no hablaba
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más que de moléculas. Para un bachiller de hoy, estos
conceptos están claros. Pero hasta que no existió una
teoría sólida sobre la valencia, las dificultades fueron nu-
merosas. La idea de que un gas tan sencillo como el
hidrógeno pudiese ser diatómico (en el sentido moderno
/ de la palabra) no resultaba nada evidente. Para Dalton,
el hidrógeno se escribía 0 ; en notación moderna eso
significa H, es decir, que el átomo de hidrógeno, para
él, se confundía con la molécula. Del mismo modo, el
agua se escribía 0 O (es decir, HO). Esto provenía de
su concepto sobre la sencillez: había enunciado diversas
reglas que, a grandes rasgos, exigían que siempre se diese
a un compuesto la fórmula más «sencilla» posible. En el
caso de dos cuerpos que puedan dar diferentes compues-
tos, es evidente que este sistema presenta diversas difi-

cultades. El alcohol, por ejemplo, se escribía A (es

El sueco Berzelius (1779-1849) fue el primero que utilizó las letras para
representar los elementos químicos. Dalton empleaba un sistema de sig-
nos cowuencionales que permitía representar los «átomos simples» y los
«átomos compuestos». En esta lámina, tomada del New System of Che-
mical Philosophy (1808), podemos ver varios ejemplos:
1: hidrógeno; 2: nitrógeno; 3: carbono; 4: oxígeno; 5: fósforo; 6: azu-
fre; 21: agua; 22: amoníaco; 26: óxido nitroso; 31: ácido sulfúrico; 33:
alcohol; 34: ácido nitroso; 37: azúcar.
Para Dalton, el hidrógeno y el oxígeno eran gases monoatómicos (en
lenguaje moderno). Se puede observar también que, en virtud de su
concepción de la simplicidad de los cuerpos químicos, Dalton da para
el agua una fórmula que hoy se escribiría HO y para el alcohol la
fórmula CHJ. (Colección Viollet.)
LA PENOSA ASCENSiÓN DE LA TEORíA ATÓMICA 337
336 DE ARQufMEDES A EINSTEIN

decir, un átomo de hidrógeno y tres átomos de carbo- de los que nos valemos tomando primero como piedra
la teoría de Avogadro y de Clausius» 4. Kekulé, por el
no). Y aparecía un verdadero obstáculo cuando era ne-
cesario determinar los distintos pesos atómicos. Las «re- contrario, insistía en la. necesidad de distinguir «la mo-
léculafísica de la molécula química».
glas de sencillez» de Dalton podían parecer perfectamen-
te lógicas; pero su lógica, desgraciadamente, no era la de
la naturaleza.
Hicieron falta varias decenas de años para que la si- Las entidades teóricas: ¿realidades o ficciones?
tuación se aclarase. No resultó fácil y las famosas reglas
a menudo fueron criticadas como uno de los principales Las dificultades que acabamos de mencionar se refie-
ren al ajuste técnico, por decido así, de la teoría: ¿cómo
puntos débiles de la teoría de Dalton. La confusión au-
mentó además con otro malentendido: Dalton jamas ad- se pueden determinar los pesos atómicos, las valencias,
etc.? Pero la misma noción de átomo también planteaba
mitió la ley de Gay-Lussac sobre la combinación de vo-
lúmenes ni la hipótesis de Avogadro. Sin embargo, la otros problemas: ¿son reales los átomos? ¿Cuál es el
solución venía de este lado: en 1858, Cannizzaro hizo la alcance exacto de la teoría atómica? Prácticamente, mu-
observación de que la hipótesis de Avogadro constituía chos químicos se convertían a la nueva teoría cuando
la clave del problema de los pesos atómicos. Desde en- veían que traía ventajas. Pero la adopción práctica de la
teoría no implicaba necesariamente la creencia en la exis-
tonces fue posible colocar en su sitio todas las piezas del
tencia real de los átomos. Existe en ello una ambigiiedad
rompecabezas. Para un químico del siglo xx, la solución
de Cannizzaro es de una «evidencia» luminosa; y resultó que conviene evidenciar: se puede utilizar una teoría de
forma cotidiana sin admitir verdaderamente la realidad
sencillo reconstruir la historia de una forma armoniosa
de las «entidades teóricas» a las que remite esa teoría.
y lógica. En la realidad, las cosas sucedieron de otro
modo. En 1860, en el congreso de Karksruhe, la situa- Esta actitud estuvo muy en boga en el siglo XIX, tanto
ción aún era confusa: no se llegó a ningún acuerdo sobre en Francia como en Inglaterra. Para designar estas for-
mas atenuadas de la teoría atómica, los historiadores
los pesos atómicos, únicamente se admitió que cada quí-
mico continuase empleando su propio sistema ... Sólo Brock y Knight hablan de la «textbook tradition». De
hecho, muchos manuales presentaban «el átomo» como
hubo un punto positivo, aunque de una importancia ca-
una palabra cómoda para expresar diversos resultados
pital: Cannizzaro distribuyó un texto en el que se indi- experimentales; pero, hablando con propiedad, la exis-
caba la buena vía. Mendeleiev estaba allí (tenía veintiséis tencia de los átomos no estaba reconocida. Se utilizaba
años), así como Lothar Meier. Este último escribiría más la teoría atómica en un sentido muy restringido, como
tarde: «la venda cayó de mis ojos ... ». Como las relacio-
un lenguaje útil o como un instrumento intelectual que
nes entre la física y la química no siempre eran buenas,
merece la pena destacar que Cannizzaro, por su parte,
era resueltamente interdisciplinar (como diríamos hoy):
4 Clausius había deducido la hipótesis de Avogadro de la teoría
«Debemos explicar y legitimar los diferentes criterios au-
cinética de los gases.
xiliares (calor específico, isomorfismo, analogía química)
DE ARQufMEDES A EINSTEIN LA PENOSA ASCENSIÓN DE LA TEORfA ATÓMICA 339
338

ciones que podían ser fecundas: la falta de fe de los quí-


provisionalmente podía prestar servicios 5. El qUlmlco micos disminuía el valor heurística de la teoría atómica.
W. T. Brande escribía este típico texto: «La teoría ató-
mica o teoría de las proporciones definidas se ha visto Pero el ejemplo del propio Dalton muestra que un com-
promiso incondicional también puede conducir a blo-
mezclada en muchas hipótesis; pero resultaría muy útil
queos. De una forma ideal, se podría llegar a conciliar
y conveniente considerarla como una colección indepen-
diente de hechos.» las des-áctitudes: en el plano especulativo, desconfiar de
entusiasmos ciegos por ideas todavía dudosas y, en el
Esto plantea una importante pregunta: ¿en qué los he-
plano práctico, tomar en serio esas mismas ideas para
chos son independientes de las teorías? En el presente
hacer que «den» todo lo que pueden dar. De hecho, y
caso, ¿se puede admitir que la ley de las proporciones
por razones evidentes, este equilibrio entre la convicción
definidas y la ley de las proporciones múltiples no ex-
y la crítica resulta muy delicado. Una vez que el tiempo
presen más que h€fchos, contrastando así con el carácter
ha transcurrido, resulta fácil reprochar a unos que no
especulativo y arriesgado de la teoría atómica propia-
han dudado lo suficiente, y a otros que fueron demasia-
mente dicha? La respuesta dada en 1832 a esta pregunta
do escépticos. Pero en un principio, para hablar como
por el irlandés Michael Donovan es del mayor interés:
Popper, la investigación práctica consiste en proceder me-
es falso, asegura, que las leyes de combinación sean sim- diante «conjeturas y refutaciones» sucesivas: resulta inú-
plemente enunciados de hechos; encierran tantos presu- til creer que se puede prescindir de esas oscilaciones di a-
puestos teóricos como la teoría de Dalton, incluso aun-
que no se hagan explícitos. En cierto modo Donovan
tiene toda la razón: las famosas «leyes» van más allá de
John Da/ton (1766-1844)
la experiencia y ya contienen mucha «teoría». Resulta fue conocido primeramen-
por tanto algo inocente pensar que son meramente em- te por sus trabajos sobre las
píricas y teóricamente neutras. Una vez reconocido esto, mezclas gaseosas, el vapor
conviene también resaltar que eran posibles muchas in- y la expansión de los gases
por el calor. hte profesor
terpretaciones teóricas de esas leyes. La noción de «áto- y conferenciante reputado.
mo» no era una noción bien definida; y en particular La idea de «átomo» no era
(como se vio posteriormente) no había ninguna razón nueva, pero él supo utili-
zar/a como base de una
absoluta para creer positivamente y sin reservas en la
existencia de átomos materiales, indisociables, diferentes teoría eficaz, apta para lle-
varla a la práctica de for-
para cada elemento, etc. Ni que decir tiene que al dudar ma experimental. Median-
de los átomos se corría el peligro de retrasar investiga- te varillas y bolas de ma-
dera pintadas de diferen-
tes colores construyó unos
s Preferimos no hablar de «positivismo» y de «positivistas», ya que modelos parecidos a los de
estos nombres se utilizan a menudo de forma equivocada, con sentidos la estereoquímica moder-
tan diversos como imprecisos. Histórica y conceptualmente, estos em- na. (Colección Viollet.)
pleos incontrolados pueden suscitar confusiones graves.
340 DE ARQufMEDES A EINSTEIN LA PENOSA ASCENSIÓN DE LA TEORfA ATÓMICA 341

lécticas entre la audacia especulativa y la prudencia críti-


ca 6.

Hasta en la teoría del propio Dalton


existían ambiguedades
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Incluso ateniéndose a las afirmaciones de Dalton, el of.'-
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significado de la teoría no resulta evidente. Parece que
se pueden dar dos interpretaciones diferentes: una drás-
tica afirmando que la materia se compone de átomos
indestructibles e irreducibles, y otra más moderada pre-
sentando los átomos como unidades químicas que tal vez
se puedan descomponer. En el primer caso, el átomo se
define como «aquello que no puede ser disociado»; en
el segundo, como «aquello que, si llega a ser disociado,
daría algo cualitativamente diferente» 7. Dado que esta'
distinción no parecía muy clara a sus contemporáneos,
no hay que extrañarse de las vacilaciones consiguientes.
Esto explica el éxito que, en el siglo XIX, llegó a tener
el equival'áltismo. Era la versión prudente (e incluso En 1813, Willian Hyde realizó '.,
para los químicos una «escala si-
edulcorada) del atomismo. En lugar de hablar de áto-
nóptíca de equivalencia». En rea-
mos, se daban los pesos del cuerpo A capaces de com- lidad es una especie de regla de
binarse con un peso definido del cuerpo B. Unas tablas cálculo: gracias a la parte central
de «equivalentes» ofrecían las diversas combinaciones co- móvil, resulta fácil saber qué peso
nocidas. Era comúnmente admitido que se trataba de de cada componente está conteni-
do en un peso cualquiera de un
una simple descripción de la experiencia, sin connotacio- compuesto dado. No se trata de
nes teóricas. Naturalmente, esta interpretación se puede átomos, sino sencillamente de
discutir; además, las fórmulas químicas apuntaban clara- equivalentes, es decir, de pesos ca-
mente a la existencia de átomos o moléculas en el sentido paces de combinarse. En la posi-
daltoniano. El equivalentismo estricto, por añadidura, ción indicada, la escala permite
ver, con una lectura directa, que
alrededor de 60,7 gramos de óxi-
(, K. R. Popper: Conjectures and refutatíons: the growth of scientific do de hierro contienen unos 13,6
knowledge, Harper Torchbooks, 1968 (1' edición: 1962). ?,ramos de oxígeno y 47,1 gramos
de hierro.
7 Ver The atomic debates, ya citado, págs. 7 y 8.
343
342 DE ARQUÍMEDES A EINSTEIN
¡LÁ PENOSA ASCENSIÓN DE LA TEORrA ATÓMICA

privaba al «modelo» atómico de sus cualidades explica-


tivas. A Dalton le gustaba construir «átomos compues- opusieron
complicadq'.~l sistema de Dalton, que juzgaban demasiado
tos» (nuestras moléculas) mediante bolas y varillas; era William Prollt, por'ejemplo, había adelantado la hipó-
una orientación fecunda, en particular para poner de re- tesis de que todos los pesos atómicos eran múltiplos del
lieve el isomerismo, ya que para una equivalentista no peso atómico del hidrógeno: el hidrógeno era la «materia
existía explicación al hecho de que cuerpos que tuvieran primera» de la que los demás elementos no eran más que
la misma composición presentasen propiedades diferen- compuestos. Lo molesto era que, para obtener esos múl-
tes. La noción de estructura, por el contrario, ofrecía tiplos, Prout debía de andar a empujones con cifras que
una solución. Pero Dalton no llegó muy lejos en esta eran generalmente aceptadas. Este tipo de atrevimiento
dirección, entre otras cosas porque pensaba que los áto- a veces da resultado; en otros casos, como el presente,
mos del mismo tipo se repelían. Unicamente en la se- fracasa ... Dada la imprecisión de las medidas de la época,
gunda mitad del siglo XIX se hicieron progresos decisi- la tentativa de Prout no resultaba absurda en principio,
vos (trabajos de Kekulé y Couper en 1857-1858, de Van't pero aún así desató controversias. Berzelius afirmó que
Hoff y Le Bel en 1874). Resulta innegable que el éxito «en. ningún caso, cuando el peso atómico de un cuerpo
de la estereoquímica favorecía una concepción «realista» simple se aproxima al múltiplo del de otro cuerpo, se
del átomo (y había sido posible gracias a ella). debe hacer el número dado por la experiencia igual a ese
múltiplo». Dumas, sin tomar partido a favor o en contra
de Prout, hacía ver en 1843 que los pesos atómicos del
oxígeno y del hidrógeno estaban efectivamente en la re-
Opositores tenaces: los partidarios lación de un número entero. Pero en 1860 el químico
de la unidad de la materia belga Jean Servais Stas hizo abandonar la hipótesis de
Prout: no era más que «pura ilusión». Hoy día, al pensar
Una de las ideas de Dalton era que los fenómenos en los protones, electrones y nelltrones, podemos ver
químicos se explicaban mediante la existencia de elemen- que, en cierto sentido, la intuición «unitaria» contenía
tos de tipos diferentes. Esto llevaba a admitir la existen- un germen de verdad. Resulta sorprendente a este res-
cia de decenas de átomos irreducibles: el átomo de oxí,.. pecto que el propio Prout imaginase una posible des-
geno es diferente al de hidrógeno, que a su vez es dife- composición del hidrógeno: este último podía estar com-
rente del átomo de nitrógeno, sin encontrar nada que sea puesto de pequeños cuerpos situados «más abajo en la
común a estos constituyentes de la materia. Este punto escala». Más aún, consideraba la posibilidad de que las
fue rápidamente discutido por toda una serie de quími- «submoléculas» pudiesen parecerse a «materias impon-
cos a los que extrañaba esta diversidad. La naturaleza, derables como el calor». Uno es muy libre de ver en ello
según ellos, debía proceder por las vías más sencillas: una anticipación profética; en todo caso; en 1834 se tra-
tras esta aparente multiplicidad de elementos, debía exis- taba de especulaciones totalmente a priori.
A la corriente «unitaria» van unidos nombres como el
tir algo más simple y más fundamental. De diversas ma-
neras, los partidarios de «la unidad de la materia>' se de H umphry Davy o Thomas Graham. Este último no
344 DE ARQUíMEDES A EINSTEIN LA PENOSA ASCENSIÓN DE LA TEORíA ATÓMICA 345

admitía más que un único. constituyente de la materia; velocidad que lleva». Edmund J. Mills, un químico bas-
todas las diferencias que podemos apreciar entre los ele- tante metafísico, criticaba la teoría atómica, en 1871, por-
mentos venían de diferencias en las condiciones de mo- que estaba basada en la discontinuidad. Negaba que la
vimiento de esta partícula última. Proponía un modelo ley de las proporciones definidas y la de las proporcio-
dinámico que también puede parecer moderno hoy en nes múltiples probasen la existencia de los átomos; y
día: «cuando más rápido es el movimiento, mayor es el
espacio ocupado por el átomo, de una forma algo similar
ál modo en que la órbita de un planeta depende de la

Adolphe Wurtz Henri Sainte-Claire M arcelin Berthelot


(1817-1884). Deville (1818-1881). (1827-1907)

En 1877 se desarrolló un agitado debate en la Academia Ciencias de


Friederich August Kekule Lord Kelvin (/824-1907). París entre atomistas y equivalentistas. Troost, equivalentista, desenca-
( 1829-1896). denó la polémica al presentar una comunicación sobre un «nuevo mé-
todo para establecer el equivalente en volumen de substancias vapori-
Edward Frankland fOl'muló la teoría de la valencia a mediados del zables». Wurtz, que estaba a la cabeza de los atomistas, refutó las ideas
siglo XIX (1852-1860). Pero creía que la valencia de un elemento podía de Troost. Pero Sainte-Claire Deville había tomado partido por este
variar. El químico alemán Friedrich August Kekulé pensaba por el con- último; y el 28 de mayo de 1877, Wurtz reaccionó con firmeza: «El
trario que la valencia de un elemento era constante. En 1857-1858, de mantenimiento del principio de equivalencia en la notación química
form,a simultánea con Archibald Scott Couper, atribuyó al carbono la haría volver la ciencia a los tiempos de Dalton, de Wollaston y de
valencia 4. También es célebre por haber propuesto en 1865 la fórmula Richter. Sería un anacronismo, más aún, un retroceso, y la ciencia no
retrocede».
hexagonal del benceno.
En 1867, Lord Kelvin propuso un modelo particular de átomos: el «áto- Berthelot voló en auxilio del equivalentismo; el atomismo, según él, no
mo remolino». Pensaba que era difícil explicar la elasticidad de la ma- era más que una hipótesis arbitraria y muy discutible. En la misma
teria si se admitía que estaba compuesta de pequeñas partículas sólidas Academia, la polémica se desvió pronto. Pero Wurtz pronto publicaría
y compactas y planteó la idea de un átomo dinámico, formado por una en la editorial Masson, en 1879, un libro fundamental sobre la Teoría
especie de anillo tubular de fluido en movimiento. Este modelo sin atómica. Los equivalentistas librarían en adelante un combate de reta-
duda llegaba demasiado tarde para que los químicos se interestlran por guardia. No obstante hubo que esperar a 1891 para que Berthelot con-
él. sistiese en emplear la notación atómica.
DE ARQufMEDES A EINSTEIN
LA PENOSA ASCENSIÓN DE LA TEORíA ATÓMICA 347
346

bajo el estricto punto de vista de la lógica, no le faltaba los gases. Podía explicar mejor, según él, las vibraciones
razón. Empleaba .una analogía: al igual que en geometría puestas de manifiesto por la espectroscopia y los fenó-
se pueden producir puntos de discontinuidad al aunar menos de elasticidad. No parece que los químicos hayan
en forma correcta varios movimientos continuos, tam- prestado mucha atención a la nueva teoría cinética de la
bién las discontinuidad es observadas en química pueden materia; seguramente les pare~ía demasiado especulativa.
muy bien derivarse de continuidades más profundas. La otra teoría tuvo más repercusión; fue propuesta
Milis va aún más lejos: no solamente duda de los átomos hace algo más de cien años (1866-1877) por Sir Benjamin
sino también de la materia. ¿No decía Leibniz que «los Collins Brodie 9. El cambio propuesto era radical: las
átomos materiales son contrarios a la razón»? Y Fara- letras griegas empleadas por Brodie ya no representan
day, más recientemente, ¿no resaltó el carácter extrema- elementos sino operaciones. Así, al efectuar cierta opera-
damente hipotético de los supuestos átomos? Más vale ción sobre la «unidad de espacio» se obtiene hidrógeno:
ver en ello una «ilusión materialista». La materia,-de he- a. Mediante una segunda operación se obtiene agua: as.
cho, no es más que «fuerza sometida a ciertas determina- Este sistema se concibió deliberadamente para remplazar
ciones» 8. a la teoría atómica. En adelante, resultaba inútil presu-
poner unos átomos tal vez inexistentes; se designaba a
las sustancias haciendo referencia a unas operaciones bien
De los remolinos a la química matemática conocidas por los químicos. Otra ventaja, según Brodie:
la nueva teoría se presentaba como un verdadero instru-
Existen otras dos teorías que también merecen men- mento de cálculo, como una álgebra. A menudo, por
cionarse. Una de ellas es la de William Thomson (alias parte de los filósofos y los químicos, la ausencia de una
Lord Kelvin): la teoría de los «átomos remolino» (vortex química matemática (y por lo tanto verdaderamente
atoms, 1867). La idea se remontaba al menos a Male- «científica» ... ) se había deplorado a menudo. Ahora se
branche: «Que la materia sutil o etérea está necesaria- llenaba esta laguna -e incluso de forma refinada-o Bro-
mente compuesta de pequeños remolinos.» Para elaborar die había tomado su formalismo de Boole (cuyo Análisis
este nuevo modelo, Kelvin se basó entre otras cosas en matemático de la lógica se había publicado en 1847). Este
los trabajos de Helmholtz relativos a los movimientos formalismo, a decir verdad, ofrecía no pocas dificultades
de remolino en un fluido homogéneo e incomprensible. técnicas; además estaba muy alejado de los hábitos inte-
El átomo obtenido aparecía como una especie de remo- lectuales de los químicos. Durante la década de 1870, la
lino tubular que formaba un anillo. Kelvin proponía su teoría atómica iba a adquirir una coherencia que explica
teoría como una profundización de la teoría cinética de el fracaso de Brodie.
No solamente no podía expljc:lr el isomerismo, sino
8 Como muchos otros químicos de esta época, Milis se refiere a los
átomos especiales que había inventado el jesuita Boscovich en el si- 9 Para saber más sobre el caso poco conocido pero interesante de
glo XVll1: meros puntoS matemáticos dotados de inercia y susceptibles Brodie, ver The atomic debates y los Classical scientific papers ya cita-
de atraerse o repelerse según cierta ley. dos.
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LA PENOSA ASCENSIÓN DE LA TEORfA ATÓMICA 349


348 DE ARQufMEDES A EINSTEIN

que su notación sugería por ejemplo que el cloro y el el papel de la electricidad, de las relaciones entre química
yodo eran compuestos: ax 2, aro 2. El propio Brodie in- inorgánica y química orgánica, etc. Si se quiere hacer
terpretó además sus símbolos de operaciones como si se un recuento de las «influencias» de orden filosófico, se
tratase de elementos; y sugirió que «en un tiempo o un debería mencionar la corriente alemana de la Naturphilo-
lugar alejado», era posible la existencia de «porciones de sophie: Davy, Faraday, MilIs y Ostwald, por ejemplo,
materia» más elementales que las que conocemos. Al re- parecen haberle rendido tributo. Pero para la epistemolo-
ferirse a los trabajos de Miller y Huggins en espectros- gía, la aventura de los átomos constituye, incluso bajo esta
copia astronómica, adelantaba la idea de que a muy altas forma incompleta, un rico tema de reflexión, aunque no
temperaturas podían existir determinados constituyentes fuese más que por las paradojas que presenta. Para el quí-
simples en estado aislado; lo que provocaba las combi- mico del siglo XX, resulta por ejemplo sorprendente que
naciones que daban lo que llamamos cuerpos simples era Dalton no aceptara las ideas de Gay-Lussac y de Avoga-
el descenso de temperatura. Williams Crookes, en 1886, dro. La lógica de la historia no es la de los manuales: exis-
vuelve sobre esta idea. Al formular explícitamente una ten retrasos sorprendentes, rodeos inesperados. Al final
comparación con el evolucionismo biológico, propuso del siglo XIX, Mendeleiev no admitirá que los átomos
un verdadero evolucionismo químico (uno de los prin- puedan estar compuestos por partículas ri1áselementales;
cipales argumentos era el descubrimiento del helio solar y no obstante nos parece que era el medio más sencillo y
por Norman Lockyer). Una vez más, una teoría que se mejor para explicar las periodicidades de la famosa cla-
tenía como «falsa» daba origen a suposiciones ciertamen- sificación. En este aspecto, los químicos «retrasados» ad-
te estimulantes. En todo caso resulta notable la variedad quieren retrospectivamente una clara ventaja ...
de hipótesis que aparecieron. El éxito de la teoría ató- Las relaciones entre las diversas disciplinas también
mica no debe ocultamos la diversidad y a veces el gran pueden constituir un tema de atención. La física (en par-
interés de las especulaciones no ortodoxas 10. ticular la teoría cinética de los gases) es la que ha pro-
porcionado las claves esenciales; pero, en aquel tiempo,
la síntesis no resultaba fácil. La astrofísica, como ya he-
Paradojas e historicidad de la investigación mos visto, también desempeñó su papel; y se podrían
citar igualmente la lógica y la biología. Pero, de forma
Ni que decir tiene que los casos que acabamos de men- más general, la teoría atómica ofrece la oportunidad de
cionar no ofrecen un panorama completo de la química reflexionar sobre el papel histórico de las teorías. La idea
atómica en el siglo XIX: no hemos hablado del problema de los átomos, en sí misma, no era nueva: había sido
de las «afinidades» químicas! de las investigaciones sobre sostenida sistemáticamente desde Leucipo y Demócrito
hasta las especulaciones corpusculares de Newton; ade-
más, incluso se trataba de una idea «falsa» ya que los
10 Sobre los desarrollos filosóficos y teóricos importantes a los que
átomos pueden disociarse. Pero todo esto resulta acce-
dio lugar el pensamiento newtoniano de 1687 a 1815, ver la importante
obra de R. E. Schofield: Mechanism and materialism, Princeton Uni- sorio. Lo que importa es que Dalton supo teorizar la
versity Press, 1970. noción de átomo en el momento oportuno, de una for-
350 DE ARQufMEDES A EINSTEIN

ma que la hacía eficaz en el trabajo experimental. Al x. ¿ Era Darwin darwiniano?


resaltar la importancia de la medida del peso, orientaba
la práctica de los químicos hacia la buena dirección: no
hacia la Verdad absoluta, sino hacia trabajos precisos y
discusiones igualmente precisas. Maxwell expresó muy
~ien el carácter histórico de estas conjunciones favora-
bles entre teorías y métodos: «En el progreso científico,
se llega a un momento determinado en el que un método
q~e corresponde a (una) teoría resulta útil.» Dalton fue
precisamente el hombre de una situación determinada:
tuvo la suerte, teniendo en cu~nta las técnicas de su épo-
ca, de lanzar la idea que debía revelarse operatoria y
constructiva. Qué importa si su átomo sufrió posterior-
mente nuevas metamorfosis.

Darwin se ha convertido en una especie de monstruo


sagrado. Porque es un «gran hombre de ciencia», un teó-
rico «genial»; pero también porque modificó la imagen
que los hombres se hacían de ellos mismos. Hoy resulta
un tópico comparar la revolución darwiniana a la revo-
lución copernicana. Una había desplazado nuestro pla-
neta del centro del universo; la otra hizo perder al hom-
bre la supremacía que se arrogaba sobre los animales.
Además, Darwin, aunque no se lo haya propuesto, ha
sido el fiador dehdarwinismo social» (que pretende apli-
car a la vida social el principio de la selección natural).
Estas razones explican el que Darwin suscitara una cu-
riosidad tan excepcional. Los historiadores de la ciencia
han escudriñado los menores detalles de su vida, han in-
vestigado sobre sus «fuentes» y analizado sus concepcio-
nes geológicas, biológicas y antropológicas. Nosotros ha-
remos hincapié en la habilidad que supo desplegar para
dar cierta coherencia a su teoría. Teoría que es más com-
pleja de lo que generalmente se cree.

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