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Coordinación: René Drucker Colín


Editora Responsable: Patricia Vega

Lunes 9 de agosto de 1999

Establecerá la ISSI su sede en México

Información al servicio de la investigación


Mirna Servín

La universidad y la industria maquiladora en México


Otra cara de la gratuidad

Victoriano Garza Almanza

La universidad y la industria maquiladora en México

Otra cara de la gratuidad


Victoriano Garza Almanza

Cuando la guerra de Vietnam emergió como un escenario de riesgo para los corporativos
estadunidenses en Asia durante los 60, paralelamente surgía un nuevo panorama de
desarrollo industrial en el norte de México. La desaparición del Programa Bracero y el
desempleo de miles de jornaleros dio lugar a la creación de iniciativas progresistas por
parte del gobierno federal, una de las cuales fue la apertura a la industria extranjera de
manufactura o maquiladora.

De 1966, año en que se


asienta en Ciudad Juárez,
Chihuahua, la primera
maquiladora, hasta 1999, el
camino ha sido tortuoso.
Uno de los elementos que
caracterizaron el inicio fue
la desconfianza de los
inversionistas hacia la
capacidad del mexicano;
por tal motivo, por cada
planta que ponían en
México levantaban otra
similar en Estados Unidos;
eso les permitía comparar el
desempeño de los greasers
con el estándar de allá. Este
modelo se denominó twin
plants. Con el tiempo advirtieron lo innecesario del esquema y la idea fue abandonada.

A partir de las negociaciones y consecuente aprobación del TLC, la maquiladora


incrementó sus operaciones en México mostrando unos entendibles altibajos entre 1994-
1996, hasta casi sextuplicar en la actualidad el número de plantas que había en 1990.

La maquiladora ha traído enormes beneficios para el país de hecho, la situación de México


no es tan crítica como la de otras naciones latinoamericanas por ese factor, pero también
grandes inconvenientes: ha acarreado contaminación, migración sur-norte y campo-ciudad,
miseria periurbana, crecimiento acelerado del norte, desabasto de servicios públicos,
fraudes contra hospitales por falta de instancias legales o cortes internacionales que reciban
demandas contra las maquiladoras y los crímenes contra más de 175 mujeres en Ciudad
Juárez.

Educación y maquila

Los resquemores de los corporativos contra el mexicano menguaron: el obrero nacional es


garantía de calidad internacional. Ahora ven otras necesidades de sus empleados, y cada
vez ofrecen mayores prestaciones por su trabajo y lealtad. La educación ha tomado
importancia: los trabajadores capacitados hacen la diferencia en los sitios de trabajo.
Comenzaron por ofrecer oportunidades para que terminaran primaria, secundaria o
preparatoria técnica. Con tal propósito establecieron acuerdos con escuelas y centros
técnicos como Conalep y Cebetis.

Al principio, el atractivo que los inversionistas encontraron fue la abundancia de mano de


obra barata la cual no sólo existe en México y su vecindad con Estados Unidos. Después,
otro factor inexistente en muchas naciones apuntaló el incremento de las maquiladoras: la
presencia en el mercado laboral de miles de profesionistas universitarios, resultado de la
sobreproducción de las universidades mexicanas.

Maquila y universidad

Muchas de las universidades y tecnológicos que actualmente existen en ciudades


fronterizas fueron diseñados o reorientaron sus programas educativos para abastecer de
profesionistas a la industria maquiladora. Con el tiempo, por la demanda de personal con
estudios superiores, las maquilas se colmaron de pasantes y estudiantes que dejaron a
medio término la universidad.

La oportunidad y la buena paga eran suficiente excusa para dejar inconclusa una carrera.
Conforme el advenimiento de nueva tecnología, las maquiladoras no descuidaron la
capacitación del personal; sin embargo, la educación de esa gente ya era insuficiente: no
sólo se requería su titulación, sino que accedieran a programas de posgrado.

En respuesta a esa necesidad, universidades y tecnológicos crearon programas de maestrías


nocturnas para estudiantes de tiempo parcial, para producir especialistas y no científicos. La
demanda rebasó la oferta de las universidades locales, por lo que, con las nuevas técnicas
de educación vía Internet, empresas como Delphi crearon sus propias universidades
virtuales intramuros.

Según las necesidades de la empresa, un grupo de expertos del corporativo decide cuál será
la currícula de la maestría; entonces se convoca a universidades y tecnológicos para que
hagan pasarela y muestren sus mejores profesores y equipos de sistemas, así como
capacidad de llevar la educación a esos nuevos claustros.

Instituciones como el Poli-técnico, la UNAM, el Tecnológico de Saltillo, entre otros, han


entrado a ese nuevo concepto de universidad, donde los estudiantes no hacen examen de
admisión, pero sus empleadores pagan bien por su educación.

Está claro que la acumulación de cursos o la obtención de la maestría por técnicos y


administradores significan mayor salario o bonos. Muchos profesionistas han crecido así
con las empresas, pero si quedan desempleados podrán estar inhabilitados para trabajar en
otras, pues están hechos a la medida de la maquila nodriza. Una especie de concepto
huxleyano. Así, todos ganan: la empresa, el empleado y la universidad. Todo queda como
en familia.
La maquila ya no sólo exporta sus productos terminados sino que, a menudo, sus mejores
ingenieros son enviados a Sudamérica y Asia para fundar esquemas operativos o hacerse
cargo de nuevas plantas.

Hay empresas, como Surgikos de Johnson & Johnson, que jactanciosamente llaman a su
programa de capacitación "Universidad Surgikos".

La formación de cuadros de profesionales para la maquila es otra cara de la llamada


educación gratuita. ¿Gratuita para quién? ¿Y si el país se llena de maquiladoras, como está
sucediendo, así como abandonamos el campo dejaremos los centros de investigación para
generar profesionistas en pro de una maquila mexicana? Dentro de esa
superespecialización, el individuo sale de la universidad técnicamente adiestrado, pero sin
bagaje cultural.

Actualmente, enrolarse profesionalmente en la maquiladora tiene sus asegunes; si un


senecto como yo, mayor de 40 años y con un doctorado, pero sin experiencia en la
iniciativa privada, se acerca a pedir trabajo: o miente en su edad y en su título se los debe
quitar o se queda sin empleo.

Colofón: "Los intereses de la universidad moderna no son los de la propiedad privada sino
los del bien público...": Pedro Henríquez Ureña, 1915.

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