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Tradicione

Las "Tradiciones de Huamanga", son relatos que se conserva para la posteridad en


forma de Tradiciones, constituyendo ésta como una de las fuentes de nuestra historia.
El contexto cultural que se desarrolló en la ciudad dio lugar al progresivo surgimiento
de una historia urbana llena de anécdotas y explicaciones legendarias de muchos
acontecimientos de la vida de la ciudad, como de la vida particular de muchos de sus
pobladores. Esta historia se transmitía y aún hoy se transmite oralmente,
incorporando personajes o desapareciéndolos o magnificando algunos hechos y
circunstancias de acuerdo al momento cuando se relata y transmite a las nuevas
generaciones, ese mensaje de la historia urbana rescatado del tiempo.

La vida de los pobladores en el tiempo y acontecimientos sociales de calles y plazas


enlazan el pasado con el presente de la ciudad. Su transmisión oral permite que el
relato se transforme en el tiempo. Pero de una u otra manera el relato y la anécdota
constituyen un acercamiento a la historia y una explicación de las costumbres
tradicionales de la ciudad de Huamanga.
Así en Huamanga se presentó la tradición entre sus pobladores, lo que actualmente se
continúa practicando entendida como un mecanismo social de trasmisión de noticias,
composiciones literarias, ritos, costumbres y explicaciones históricas. Transmisión oral
de narraciones anónimas pero que contituyen parte de la vida de la población.
Todo este conjunto de narraciones que muchas veces se llegan a perder en el olvido
contituyen parte de la memoria colectiva de la vida de la ciudad y solamente es
posible conservarlas mediante un paciente trabajo de recopilación a partir de los labio
y el recuerdo de los huamanguinos.
A esta amorosa tarea he dedicado gran parte de sus fuerzas el Profesor Juan de Mata
Peralta Ramírez, quien nació en Huamanga y ha vivido en ella toda su existencia. Ha
conocido su ciudad, ha recogido del recuerdo de sus pobladores historias y anécdotas
ha consultado antiguas publicaciones y archivos en la búsqueda de informaciones,
para reunir recuerdos y explicaciones de los hechos humanos de su ciudad natal.

Juan de Mata Peralta Ramire


Tres
Máscaras

En los años de 1706, existía una misión opulenta en Huamanga, en el jirón que
hoy lleva su nombre.

Isabel, bella mujer, hija del Marqués de "La Totora", era enamorada de un joven
noble y de buen parecer físico, al cual correspondía ella, pero su padre, quería
casarla con un vejete, el Marqués de Valdelirios, por que era rico y de título
nobiliario.

Tanto insistía el padre de Isabel para esta unión, que llegó a oídos de su
enamorado, el joven Ricardo; quien escaló la casa para raptarla a la chica, pero
antes de poder entrar a la mansión de su enamorada, fue detenido por un
embosado, quien le retó a un lance de espada. El joven le aceptó, y era nada
menos que el vejete pretendiente de la mano de Isabel. La lucha fue recia y
reñida. Al escuchar el chasquido de las espadas, acudieron Isabel y su padre,
quienes miraban estupefactos el duelo. Después de cuarenta minutos de
altercada pelea, recibió una estocada mortal el Marqués de Valdelirios, cayó
pesadamente al suelo, y en un charco de sangre era difunto.

Al ver esto, el padre de Isabel. Marqués de Totora, recogió la espada del difunto
y retó él, al joven. Se trabó nueva lucha, pero después de veinte minutos de
crueles maniobra, cayó también el Marqués de La Totora de una estocada cruel,
porque Ricardo era un ágil espadachín.

Isabel al ver este incidente fatal, retó a su enamorado, quien le expresó


enfáticamente su odio al joven. Dijo: "hasta este momento te he amado mucho,
pero ahora que has matado a mi padre, te odio en el alma". Ahora, lucharé
hasta que muera yo, o tú... miserable.

La joven pidió perdón, pero la chica fue inflexible.

Ricardo tiró la espada, se arrodilló, y esperó paciente el último segundo de su


vida. Dijo: "mátame querida, así podré resarcir mi crimen".

Isabel le hundió la espada en el pecho de Ricardo, y luego se vio al día


siguiente, ese cuadro macabro, de tres difuntos, todos de noble alcurnia
huamanguina.

La Marquesita Isabel de la Torre, entró al convento de Santa Clara, se hizo


monja, e hizo penitencia de su crimen, y murió ya anciana a los sesenta años de
edad.

Los familiares de uno de los difuntos, años después, hizo colocar en la esquina
que entre los jirones: "Tres Máscaras" y "Bellido", triple efigie de piedra labrada,
para recuerdo de los lances de honor de los Marqueses de la Totora, de
Valdelirios y el Joven Ricardo.

Juan de Mata Peralta Ramirez

Cinco
Esquinaso

Huamanga tierra de los relatos misteriosos, que al igual del Cuzco, es motivo
para escribirle esta tradición.
Cinco Esquinas es ahora lugar de mucho tránsito de carros y gentes, por esta
avenida o calle, es lugar por donde salen los carros a Andahuaylas, Chincheros
y Cangallo.

En la actualidad, existe una Cruz muy venerada, puesto en una pequeña urna,
situada en la esquina que forma el ángulo del convento de los PP. Franciscanos.

Esta imagen es venerada y festejada especialmente por los panaderos.

Por los años de 1774, vivía en esta ciudad, un señor español de muchas
campanillas, pues pudo haber sido un Conde o Marqués, por lo menos, poseía
varias haciendas y tenía mucho dinero. Vivía en una casa magnífica, situada en
la calle "Tambo" actual jirón "2 de Mayo", tercera cuadra.

Era un jugador empedernido, y también un copista de los notables. Jugador de


profesión, algunas veces perdía, pero las más de las ocasiones ganaba.

A pesar de sus malos instintos, era devoto y de buena fe. Todas las noches,
cuando se retiraba, el camino forzado hacia su casa era "Cinco Esquinas".
Cuando pasaba por allí, casi siempre se encontraba, con un viejecito, que le
pedía una limosna. El caballero le daba algunos reales y santas pascuas.

Una noche, se retiraba del club, después de haber perdido hasta el último
céntimo; su gran anillo de diamantes y hacienda de Pomacocha; iba aburrido y
triste. El viejito le pide una limosna "Vea ya mi buen viejito, que no tengo ni un
centavo, la única cosa que me ha quedado es este revolver, puedes empeñarlo
o venderlo, es tuyo y haz lo que quieras". "Muchas gracias", dijo el vejete.

Al día siguiente, su buena esposa, mujer de alta alcurnia, española y devota,


acudía a la Misa en la catedral. Después de la Misa, se arremolinó la gente al
altar del Santísimo; la señora asoma a dicho altar, y momento impresionante,
reconoce el revolver de su marido. El arma tenía un mango de nácar con dos
letras, monograma del dueño.

Todos decían: clérigos y legos; han robado la Custodia, o por lo menos sus
brillantes, ópalos o zafiros, pero al revisar, nada faltaba.

La señora al regresar a su casa, le reprende severamente, pues la gente decía:


al robar la Custodia, el ladrón por olvido había dejado su revólver.

Le decía la matrona: "Eres jugador, bebedor, pero me maravillo, que hayas


llegado al terreno de la ignominia, de ser ladrón de las cosas sagradas, no
faltaba más, para la desdicha de tu esposa". Y llorando con una amargura
indecible. El caballero cavilaba y decía: "seguro, uno de los compañeros de
juego me habría sustraído mi revolver y habría dejado en la Catedral al robar
dichos objetos o joyas". Averiguaba... nada para sacar en limpio. Al fin, recordó
que su revolver, le dio al limosnero. "Seguramente éste era un maleante,
decíase, que disfrazado de mendigo, me ha recibido el revólver, todavía todas
las noches me pedía limosna". Al buscar al mendigo. Cosa perdida y pesquisa
inútil e infructuosa.

A propósito salía de noche para agarrar al viejo, y nada por encontrarlo.


Felizmente, para poner término a sus dudas, el señor le iluminó su mente, que
el limosnero era el mismo Señor de cielos y tierra.

Convencido de la revelación divina, seguro de la verdad, publicó delante de sus


amigos y mucha gente piadosa, que el limosnero era Dios. Hombre verdadero:
Cristo Jesús.

En recuerdo de lo sucedido, hizo levantar aquella urna, con una cruz y la efigie
de Jesucristo, como hasta ahora se venera respetuosamente, la Cruz de Cinco
Esquinas.

Juan de Mata Peralta Ramirez

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