Professional Documents
Culture Documents
Introducción
Hombre Moderno es el hombre que es fruto de la llamada “civilización
moderna”. Esta es la civilización resultante, la creada sobre los escombros de la antigua
civilización fundada en el cristianismo. El hombre moderno es el resultado, el fruto de
ésta.
Proceso por el cual se fue formando la civilización moderna:
Cristiandad Renacimiento Reforma protestante Iluminismo
Revolución Francesa Revolución Soviética El nuevo orden mundial (hoy en
día).
(Aclaración: estos no son bloques compactos)
Paso crucial: en el medioevo el hombre era considerado el centro de todo.
A partir de Galileo sólo será algo minúsculo dentro de la pequeñez de la tierra. Pascal:
“el silencio eterno de estos espacios infinitos me espanta”.
Otro paso: el hombre quiere recuperar su protagonismo perdido. Esto se
concretaría en el antropocentrismo moderno, el humanismo renacentista y la Ilustración.
El hombre quiso volver al centro de la creación marginando a Dios.
La infinitud del universo, afirmada por la nueva cosmología, se fue
transformando en la infinitud potencial de la propia mente, incluso hasta creadora. La
mente humana es idéntica a la razón divina.
Hoy en día quedan cristianos pero no cristiandad, es decir, una sociedad
impregnada con el espíritu del Evangelio. Lewis sostiene que estamos en una época
post-cristiana, fruto de un salto histórico cualitativo.
Enrique Rojas dice que el hombre contemporáneo se parece mucho a los
productos light: comida sin calorías, manteca sin grasa, cerveza sin alcohol, azúcar sin
glucosa, tabaco sin nicotina, leche descremada. Un hombre descafeinado, un hombre sin
sustancia, sin contenido.
I La falta de interioridad
Su escasa interioridad es lo primero que se advierte en el hombre
moderno.
Interioridad = aquel recóndito fondo del alma que es afectado cuando
decimos que algo nos ha entrañado en el corazón, que algo nos ha impresionado,
conmovido.
Dice Sciacca que el hombre de hoy vive más exteriormente que
interiormente. Que recuerda todas sus citas, menos la que tiene consigo mismo. Ha
perdido la capacidad de recogimiento y concentración, la meditación y el silencio. Hoy
se refleja la superficie de las cosas en lugar de reflejar sobre las cosas la profundidad de
nuestro espíritu. Merton: “el hombre ha perdido la capacidad de estar a solas consigo”,
Pascal, habla de la “huída de sí mismo”.
3
II El desarraigo
El hombre de hoy es un hombre que ha perdido sus arraigos. Es un
hombre individualista (producto de la revolución moderna) y absolutamente colectivista
(producto de la revolución soviética). Conclusión de esto: no es un ser orgánico, que es
cuando el hombre se integra en un organismo como miembro de un cuerpo, cuando
tiende puentes que lo trascienden y enriquecen. El hombre inorgánico es un ser aislado,
al que hay que sustentar y darle vida.
Las dos revoluciones disocian al hombre de sus religaciones, de sus
familias, de su profesión, de su Patria, de Dios...
Algunas manifestaciones de dicho desarraigo:
• La pérdida de la formación doctrinal, de la intuición. Se perdieron
los valores, el sentido íntimo, intuitivo. Todo esto hace percibir el fin, lo cual
hoy no se puede. Ejemplo: en el pasado las construcciones se integraban al
paisaje, hoy se procede al revés.
• Hoy el hombre mira el futuro olvidándose del pasado, de la
herencia recibida. Goethe: “sólo es grande quien se concidera heredero”
• Exaltación desmesurada de la libertad.
• La pérdida de raíces hace que el hombre se encuentre
desorientado, que se mueva en la oscuridad, sin puntos de apoyo, sin metas, sin
planes. El hombre fugitivo que siempre está de viaje. Ya no hay amores
permanente.
• El hombre moderno se olvida de lo que está a su alcance. Esto
lleva a que el hombre viva en el lejano abstracto, lo cual lleva a que se inserte al
mundo de las utopías.
• El hombre tiene que llenar esta brecha: con lo abstracto y lo que
no tiene memoria: la vida solo es una sucesión de acontecimientos, una
acumulación de hechos inconexos e incomunicados.
• Cuando el hombre sale del estado orgánico, pasa al estado
mecánico y no hay comunicación, sino soledad.
• Hace una analogía entre el hombre moderno y el antiguo y la
planta natural y la artificial.
4
III La masificación.
La masificación es una forma de homogeneidad, que forma al hombre-
masa, el cual es un hombre hecho de prisa e idéntico al otro.
La masa designa a un modo de ser hombre que se da hoy a todas las
clases sociales.
Masa: lo que vale solo por su peso. Realidad que se manifiesta por
ausencia y no por presencia. Ausencia de formas, de colores, de cualidades.
Masa en lo social: se da cuando un grupo de personas se agolpan en base
a idénticos sentimientos, deseos, actitudes, perdiendo, por esto, su personalidad. La
persona se convierte en u conglomerado de individuos uniformes e indistintos, que
al hacerse bloque no se multiplican sino que se adicionan.
Dos tipos de masificación:
• TRANSITORIA: cuando los hombre en algunos momentos
pierden su capacidad de pensar libremente y tomar decisiones, adhiriendo al
conglomerado.
• CRÓNICA: cuando la gente pierde de manera casi habitual sus
características personales. Se adhiere al conglomerado.
El hombre masificado ha renunciado a la vida autónoma, se encuentra cómodo
en ello. Adhiere a las opiniones mayoritarias sin pensar. Es un hombre sin carácter, sin
compromiso, sin responsabilidad. Es más, odia a todo lo que “huela” a personalidad. La
conducta masificada es la renuncia al propio yo. El individuo no tiene ya que elegir.
Es fruto del hombre-masa, fruto de su envidia y resentimiento, la
minusvaloración y el descrédito de la palabra nobleza, porque las personas nobles se
exigen, asumen deberes y obligaciones, cosas que no hacen los hombre masas.
El hombre-masa se ha perdido en el anonimato del SE. Ya no es “Juan
dice”, sino “Se dice”... De esta manera se esconde la responsabilidad.
Peculiaridad del hombre-masa: la DESPERSONALIZACIÓN, la
ausencia de interioridad. El hombre-masa no tiene vida interior: aborrece el
recogimiento, huye al silencio, necesita del ruido, la calle, la TV (hay veces que se
prende todo el día, aunque ni se le preste atención).
Nuestra época masificante prefiere la cantidad a la cualidad (ejemplo, ha
hecho del número el árbitro del poder político). De esta forma el individuo, se vuelve
cosa, en su ser uniforme y sin subjetividad, en una cifra, en materia de encuesta.
Los medios de comunicación constituyen el principal alimento del
hombre-masa.
Lo peor es que al hombre masificado le hacen creer que por su unión con
la multitud es alguien importante.
IV El igualitarismo.
Es una consecuencia de la inmersión en la masa. Se nivelan los estados
sociales, los sexos y las personas.
Hay hombres y mujeres estandarizados en todas las partes del mundo
(mismo peinado, lenguaje...)
5
V La adición televisiva.
El homo sapiens, producto de la cultura oral y escrita, se va convirtiendo
en homo videns.
Toda la vida encuentra su centro en la pantalla.
El acto de ver está atrofiando la capacidad de entender. Hay muchas
palabras, que representan conceptos e ideas que no tienen correlatos visibles, su
contenido es intraducible en imágenes.
Cuando la TV suple a la lectura, produce imágenes y anula los conceptos,
así atrofia la capacidad de abstracción y con ella la capacidad de entender.
En las universidades y colegios, los profesores advierten un retroceso
muy notable en la capacidad de atención, de memoria, de intuición, de juicio. O sea un
descenso muy generalizado de la concentración y de la madurez intelectual.
El imperialismo de la imagen va demoliendo el reino de la palabra y de la
inteligencia, con el acrecentamiento de la estupidez y de la necedad.
La proliferación de la imagen, precipita la tendencia a la pasividad.
Estamos en la edad “post-pensamiento”.
6
VI La urbe macrocéfala
En buena parte el hombre de hoy es un hombre modelado por el espíritu de la
ciudad.
Platón hablaba sobre la necesidad que las ciudades sean humanas, a la medida
del hombre, haciendo posible el conocimiento mutuo de los ciudadanos y la amistad
(base de la política)
Las primeras ciudades fueron pequeñas, en comunión con el paisaje. Se
conocían entre los habitantes. Todo esto no sucede en las macro-ciudades. Estas están
estructuradas con mente cartesiana “espirit de geometrie”. (Ej. La Plata en la cual hasta
los nombres se reemplazan por números).
Las ciudades macrocéfalas constituyen un verdadero atentado contra lo humano.
Hay una incapacidad de “aquerenciamiento” que caracteriza al hombre moderno.
El hombre moderno se va convirtiendo de un “ser que habita” a un “ser que
ocupa”.
Jorge Simil habla de la influencia de los medios de trasportes públicos: los
hombres se miran mutuamente, minutos y horas y no se hablan. La mayor de las
relaciones sensibles quedan confiadas, casi exclusivamente, al sentido de la vista.
Algo parecido ocurre en las fábricas.
Hoy se ve, pero no se oye. Dice Simil que la vista suele captar lo más general,
mientras que el oido nos permite adentrarnos en las particularidades, ya que es este
sentido el que mejor trasmite los estados de ánimo.
Sciacca habla de la “soledad en compañía”, la más insoportables de las
soledades. La conversación se sustituye por las charlas. Porque para conversar hace falta
tiempo y hoy nadie lo tiene.
7
VIII El consumismo
Cuando el dinero, más allá de su fin natural, que es determinar la equivalencia
entre las cosas, domina la ciudad, esta se convierte en un gran mercado y su habitante,
en un ser productor y consumidor, regulado por estrictas normas cuantificables de
rendimiento y eficacia. El “homo oeconomicus” tiene dos caras: el empresario y el
consumidor. El empresario tiene como principal intento, no siempre el afán de lucro,
sino el interés de su empresa. La empresa es para él como un ser de carne y hueso. El
hombre de negocios no sabe de otro anhelo, no conoce otra preocupación que ver su
9
IX El hedonismo
Esta palabra viene del vocablo griego: edoné, que significa placer.
Propiamente es un sistema filosófico, que hace consistir el bien en el placer. El
hombre encuentra su felicidad en el placer. El hombre, según los hedonistas, está sujeto
a la soberanía del instante.
El placer físico tiene superioridad sobre el moral. Excluye la moderación en su
búsqueda. El hombre de nuestro tiempo busca pasarla de la mejor manera posible, a
costa de lo que fuere. Esta búsqueda omnímoda e insaciable del placer se convierte en
una necesidad inconsciente. El hombre necesita un placer inmediato que invada toda su
sensibilidad. Se ha buscado liberar el campo del sexo, que ocupa un lugar privilegiado
en aquella búsqueda ansiosa del placer. Se confunde sexo con amor. Es un amor light.
10
Un amor así entendido considera a la mujer como un mero objeto del placer como si
fuera un material descartable, que se usa y se tira. Al sexo practicado sin compromiso se
lo llama amor y al bienestar se lo equipara con la felicidad.
La erradicación social del pudor, el cual es la atmósfera protectora del sexo, es el
síntoma de este desenfreno. El pudor es la tendencia y el hábito de conservar la propia
intimidad de los extraños. Se dice que una persona no tiene pudor cuando se comporta
en público como si estuviera sola y en privado. El pudor se expresa en los tres ámbitos:
la viviendo, el vestido y el lenguaje. La vivienda el hombre la construye para proteger
su intimidad. Si se invita a un amigo es para compartir dicha intimidad.
La masificación, el desarraigo, el igualitarismo… tienen no poco que ver con la
pérdida del pudor.
El hombre actual sufre mucho y estos padecimientos se vuelven insoportables.
La apertura de la propia intimidad se presenta como una liberación.
La relación sexual ya no es una entrega de la intimidad, sino un “abandono del
cuerpo”.
Cuando uno pierde el pudor pierde la intimidad y por lo tanto pierde su
posibilidad de encontrarse con Dios, porque este encuentro sólo se puede realizar en el
centro mismo de la intimidad personal.
El hedonismo es una actividad que no tolera ningún tipo de cuestionamiento. La
tendencia al hedonismo es la consecuencia más cabal del desarraigo y del vacío que
caracterizan al hombre moderno.
Los fines de semanas se convierten en un período de evasión de las
preocupaciones presentes y futuras, con la consiguiente sumisión en los placeres que
dañan al espíritu. Se compra el olvido con el alcohol, el ruido, el placer sexual, la
droga… Cuántas veces caminando por las calles nos ha impresionado ver tantos rostros
sin profundidad, sin realidad. La civilización del goce es la muerte de los rostros.
X El relativismo
Esta tendencia se caracteriza por una interpretación muy peculiar del concepto
de verdad. La norma de verdad no es el objeto sino que son otras cosas, por ejemplo la
psicología del sujeto. Toda verdad es relativa en el sentido en que sólo es válida en
relación con el sujeto que piensa.
Para la filosofía realista, el objeto es la medida de verdad válida para todos los
sujetos. La verdad se vuelve relativa en el sentido de que existe para una persona y
puede, simultáneamente, no existir para otra. Se rechaza la universalidad de la verdad.
Esto lleva a afirmar que todas las posiciones son igualmente válidas. Esto quiere decir
que todo se reduce a la opinión.
Existe también un relativismo en el campo de los valores. No hay valores
absolutos. El hombre se siente permanentemente tentado a formarse una tabla propia de
verdades y valores.
Figura clave del relativismo: Hume, que a la pregunta de cómo determinar el
valor de algo, distingue cuatro cualidad valiosas: cualidades útiles para la comunidad,
para nosotros, inmediatamente agradables a nosotros e inmediatamente a otros. Se
puede ver como la verdad y el valor dependen de la utilidad y del agrado que las cosas
produzcan. Para Hume el primado no es la inteligencia, sino la inclinación. El
sentimiento es el criterio último de valoración moral.
En el hombre actual relativista han influido diversas corrientes de pensamiento:
el pragmatismo, el fideísmo, el evolucionismo (la verdad es algo en permanente
trasformación), el historicismo, el democratismo liberal.
11
XI La informalidad
Los inconformistas son los informales. Sus precursores son los cínicos griegos
(los hippies griegos) Es una rebelión profunda que va más allá de los político y de los
social. Es una rebelión contra las formas, a las que se acusan de ser “formalidades”.
Pero las formas no solo expresan el fondo, sino que las enmarcan. La vulgaridad hoy se
extiende cada vez más. La vulgaridad en los modales acaba por hacer vulgar el corazón
y la inteligencia. En el fondo, estos revolucionarios, aparentemente tendidos hacia el
futuro, son solemnes retrógrados. Van contra el progreso. Lo informe lleva a los
informe y, en el límite, lo informe es la muerte. La solución es llevar las formas a la
enseñaza al ámbito social y político.
Belleza Hermosura “Fomosita” forma
El arte moderno ha desterrado la estética de las formas. Lo mismo ocurre en la
pintura y en la música.
Hay que restaurar el valor de las formas en el ámbito de lo sagrado. En algunos
sectores de la Iglesia se ha ido perdiendo la vivencia de lo sagrado, el sentido de
reverencia y del misterio… Algunos creyeron que se debía renunciar a toda forma
exterior. Parece que hoy en la Iglesia, se hace lo posible por relegar todo lo que pueda
hablar al corazón.
Frente al culto de la informalidad, los superiores ejercen el permisivismo,
postura lógica con el hombre relativista ya que como no hay verdad es tolerante. La
permisividad es como una especie de religión que consiste en no coartar ninguna
libertad, aunque sea abusiva. Rojas dice que “de la tolerancia interminable nace la
indiferencia pura”
XII El naturalismo
Esta es la tendencia principal de la sociedad y del individuo actual. El
naturalismo brota de errores anteriores de la reforma protestante, que rechaza el
orden sobrenatural.
12
XIII El inmanentismo
El hombre moderno es esencialmente inmanentista.
La inmanencia es la actitud del hombre que vive en la tierra como si fuera esta
su patria definitiva. Inmanencia viene del latín “in manere”, permanecer en. Es lo
contrario al trascendentalismo, que es la disposición de ir más allá.
13
El principio de inmanencia impregna los distintos campos del saber y del actuar.
Esto se ve claramente en el campo de la filosofía moderna, principalmente en el
idealismo alemán. Cuyo punto de partida es el cogito subjetivo. Esto lleva al hombre a
cerrarse a sí mismo y su pensamiento se vulva activo y creador. En adelante el hombre
es el punto de partida y de llegada. Este principio inmanentista trata de meterse en la
teología. Dice Caturelli que el método inmanentista conduce al ateismo.
Este prescindir de Dios, tanto en la filosofía como en la teología encuentra sus
últimas resonancias en el orden temporal.
La concepción inmanentista rige en el liberalismo y el marxismo. En el campo
del pensar político, dos autores han ejercido un influjo considerable en nuestro tiempo:
Antonio Gramsci, en el que su pensamiento se funda sobre tres presupuestos filosóficos:
el materialismo, el historicismo y el inmanentismo, el cual, es para Gramsci, el telón de
fondo de todo el edificio marxista. Y el otro autor es Francis Fukuyama, el cual se
atreve a afirmar que ha llegado el fin de la historia y el consiguiente estado de felicidad
en la tierra. Este es el proyecto del Nuevo Orden Mundial: el paraíso en la tierra de
Mark, que no se realizó en la Unión Soviética, se cumplirá gracias al liberalismo. Pero
para ello, dice Fukuyama, hay que dejar de lado la religión o salvo que se diga que no
propaga la verdad, sino una verdad. Habrá que prescindir del catolicismo porque
propaga la trascendencia y postula la felicidad más allá de la tierra.
Ya esto lo había predicho San Agustín en De Civitate Dei: la Ciudad de Dios se
caracteriza por el primado de Dios y la subordinación del hombre; la Ciudad del mundo,
afirma el primado del hombre y la subordinación de Dios. Hay que elegir: o amar a Dios
o amar al hombre.
El hombre inmanente que ha perdido la esperanza y, por lo tanto, pasa
constantemente de la presunción a la desesperación.
Que el hombre pueda alcanzar la felicidad es una falacia. El hombre tiene alas de
águila, no de gallina. Pero eso siempre le será necesario dejar abierta la puerta a la
trascendencia.
Einstein dice que el que considera que su vida carece de sentido no solo es un
desdichado, sino que apenas tiene capacidad para vivir.
El que mejor trató este tema fue Viktor Frankl. Habla de “Frustración
existencial”, que ocurre cuando el hombre actual no sufre tanto pensando que vale
menos que los demás, sino más bien, que su existencia no tiene sentido. Y para colmo
no sabe como llenar ese “vacío existencial”.
Jung dice que la neurosis es “el sufrimiento del alma que no ha encontrado su
sentido”.
El hastío, según Santo Tomás, es un “entristecerse” ante el bien espiritual. La
asedia no permite echar raíces.
Diversas son las evasiones que intentan quienes han perdido su voluntad de
sentido: el placer, las diversiones, el alcohol. Todos son “rodeos” en busca de la
felicidad que se escapa. En el 100% de los casos de drogadicción, aparece el complejo
de vacuidad.
El hombre existencialmente frustrado experimenta una imposibilidad para llenar
el tiempo libre: la famosa “neurosis dominguera”. Dicha frustración se relaciona con la
sensación de aburrimiento. El que vive en la frustración existencial ignora cómo encarar
el sufrimiento, no le encuentra sentido alguno. Esto lleva al nihilismo, cuya esencia es la
negación del sentido del ser.
Frankl exhorta a salir de esta chatura frustrante, apelando a la autotrascendencia
de la existencia humana.
Conclusión
La “modernidad” siguió viviendo de viejas verdades cristianas, a pesar de su
alejamiento del espíritu evangélico que caracterizó a la Edad Media. Lo que la “post-
modernidad” señala no sería sino el término de lo en la modernidad quedaba aún de
Cristiano. El hombre postmoderno sucede al moderno, haciendo suyas sus principales
ideas, pero ya sin la menor conexión con sus antecedentes cristianos.
“Estamos viviendo los días de la muerte en el mundo y en la Iglesia. El mundo
marcha hacia una planificación universal, hacia un proselitismo mundial en una mezcla
16
de confusión de todas las ideas, de todas las religiones… una sociedad mundial sin
fronteras, sin Iglesia y pueblo, sin jerarquía, sin otros valores que los inferiores al sexo y
al dinero… En la sociedad nadie pensará en el pecado y en la virtud, nadie en Cristo y
en Dios. Será una sociedad materialista y atea, todos estarán totalmente absorbidos en el
trabajo, la cultura, el placer, el sexo, la diversión… El Evangelio será silenciado. Se
hablará del hombre, del alimento terrestre, del perfeccionamiento físico y psíquico de la
humanidad, de la paz, de la felicidad terrestre… Nada del más allá, ni de religión, ni de
lo sobrenatural.” (P. Julio Meinvielle. 1969)
Como resultado de todo lo sucedido, no sólo ha desaparecido Dios del hombre
naturalista, hedonista… sino también, en cierta manera, el mismo hombre. La ausencia
de la divinidad lo deja al hombre en una espantosa soledad. El hombre de nuestro
tiempo no se encamina hacia la cumbre, sino hacia el abismo y lo hace convencido de
que es un triunfador.
Dice San Agustín: “lo pero que le puede pasar a un enfermo es creerse sano” y
esto es lo que sucede hoy. Según Rojas “la sociedad actual va a la deriva pero
orgullosamente, radiante de caminar hacia atrás, a un cierto galope deshumanizado.”
La solución no será nada sencilla. Decía Pio XII: es todo un mundo que hay que
rehacer desde su fundamento, de salvaje, hacerlo humano y de humano hacerlo divino.
La crisis actual es un crisis, esencialmente, antropológica, más aún, metafísica.
A pesar de todo, el hombre, de por sí, es algo grande. Es imagen de Dios, una
imagen llamada a hacerse semejanza por la Gracia y la práctica de las virtudes. Hoy se
hace necesario volver a exponer la grandeza metafísica y teológica del hombre.