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3. Una larga espera En 1825 terminaba Ia guerra de independencia; de- jaba en toda América espafiola un legado nada liviano: ruptura de las estructuras coloniales, provocada a la vez por una transformacién profunda de los sistemas mercan- tiles, por Ja persecucién de los grupos més vinculados a Ia antigua metrépoli, que habfan dominado esos siste- mas, por la militarizacién que obligaba a compartir el poder con grupos antes privados de él....En el Brasil una transicién més apacible parecia haber esquivado esos cambios catastréficos; en todo caso, la independencia consagraba all{ también el agotamiento del orden co- lonial. De sus ruinas se esperaba que surgiera un orden nue- vo, cuyos rasgos esenciales habfan sido previstos desde el ‘comienzo de Ia lucha por la independencia. Ahora bien, éste se demoraba en nacer. La primera explicacién, Ta mis optimista, buscaba en Ja herencia de la guerra Ta causa de esa desconcertante demora: concluida Ia Tu- cha, no desaparecfa la gravitacién del poder militar, en el que se vela el responsable de las tendencias centrf- 134 Una targa espera BS fugas y Ia inestabilidad politica dispuestas, al parecer, a perpetuarse. La explicacién era sin duda insuficiente, ademés tendfa a dar una imagen engafiosa del. pro- biema: puesto. que no se habtan producido los cambios esperados, suponia que la guerra de independencia habia cambiado' demasiado poco, que no habla provocado una ruptura suficientemente honda con el antiguo orden, cuyos herederos eran ahora los responsables de cuanto de negativo seguia dominanddel panorama hispanoame- ricano. La nocién, al: parecer impuesta por la realidad misma, de que se habian producido en Hispanoamérica cambios sin duda diferentes, pero no menos decisivos que los previstos, si esté muy presente en los que deben vivir _y sufrit cotidianamente el nuevo orden hispano- ameticano, no logta, sin embargo, penetrar en los es- quemas ideoldgicos vigentes (salvo en figuras cuya cre- ciente adhesin a un orden colonial imposible de resu- citar condena a la marginalidad), Sin embargo, los cambios ocurridos son impresionan- tes: po hay sector dela. vida hispanoamericana que no a mas visible de. haya. sido. lo. por, Ii eign. las novedades es Ja violencia: como se ha visto ya, en la medida en que Ja revolucién de las élites criollas: ur banas no logra éxito inmediato, debe ampliarse progre- sivamente, mientras idéntico esfuerzo deben realizar quienes buscan aplastarla, i En_cl Rio de la Plata, en Ve- nezuela, en México, més limitadamente en Chile 0 Co- fombia, Ja movilizacién_ militar implica i movilizacién_politica, que se hace en condiciones dema- siado angustiosas para disciplinar rigurosamente a los que convoca a la lucha, La guerra de_independen: transformada_en_un r lemasiado_tiei imidas, se transforma en el rela: to de «sangre y horror» del que los cronistas patriotas y realistas nos dan dos imégenes simétricamente muti- ladas: Ja violencia popular anénima e incontrolable. e§- invocada por unos y otros como responsable vinica de los: ertores, més caritativamente juzgados, desu propio ban? 136 Capitulo 3 do. La explicacién es incompleta; al Jado de la violencia plebeya surge (en parte como imitacion, més frecuente- mente como reaccién frente a ella) un nuevo estilo de accidn de la élite ctiolla que en quince afios de guerra saca de sf todo un guspo dec ofcidles eaiay cbligedos @ me. nudo a vivir y hacer vivir a sus soldados del pais —rea- listao patriota— que ocupan, tertni 2 espititu de cuerpo répida doy son a la ‘vez un_incubo y un instrumento de poder para el sector que ha desencadenado la revolucién y entiende seguir gobernindola. La altaneria de los nuevos oficiales da lu- jejumbrosos fesde Caracas hasta Buenos fest no s6lo son periodistas juzgados insolentes los golpeados de modo afrentoso, sino a veces magistrados y eclesiésticos quienes sufren con Ia resignacién nece- saria ese mismo destino... Pera los que suften esas ofen- fas.ng dejan de utilizar a esos-mismos jefes en-la tepie- sign_de las disidencias, sea las de signo realista (y en Pasto es Ia salvaje violencia patriota la que mantiene en vida Ja guerrilla de los montafieses realistas), sea Jas que se dan en el frente revolucionario (y los ejérci- tos de Buenos Aires dejarén un recuerdo imborrable en la vecina y aftiguista Santa Fe, donde incendian todo 4 su paso y donde altos oficiales’ portefios no juzgan por debajo de su dignidad arrebatar a golpes a los més ricos santafesinos: un miserable botin de joyas devotas). se violensie-Ueea-o.domigatle vida cotidiane, y los que recuerdan Tos tiempos coloniales en que era posible recorrer sin peligro una Hispanoamérica casi vacia de hombres armados, tienden a tributar a los gobernantes es- pafioles una admiracién que renuncia de antemano a en- tender el secreto de su sabio régimen. E] hecho es que eso no es ya posible: Jucgo dela guerta es necesario difundir Tas_armas_por tod k in « ila fio_a la vez costoso paws: desde Tos generses que, somo dl ‘sefor Tudhomme, consagran su espada a defender Ia rept blica 0, si es necesario, a combatirla, hasta los oficiales Una larga espera 137 de guardias rurales —que no siempre dejan pasar la opor- tunidad de transformarse en bandidos, si la posibilidad de lucro es grande— los jefes de dos se in- dependizan bien pronto de qui i orga fara conservar su favor, éstos deben tener- fos tatisfechos: esto significa gartat en. armas (y. mds ain en el pago de quienes las llevan) lo mejor de las rentas del Estado. i ai dependencia_con_d y casi nunca se atreven a deshiacerse de ellos. Pero ara pagarlos tienen que recutrir a més violencia, como medio de obtener recursos de pafses a menudo arruina- dos, y con ello dependen cada vez més del exigente apoyo militar. AL Jado de ese ejército, en Jos paises que han hecho la guetsa fuera de sus frontemms (es el caso de“Ta Argentina, en parte de Venezuela, Nueva Gra- nada, Chile) se ilicias nist 7 dar el ; é3tas, més cercanas a las estructuras tegionales de poder y también menos costosas, comien- zan a veces su ingreso en la lucha politica expresando la protesta de las poblaciones apobiades por el peso del ejército regular; a medida que se internan en esa lucha se hacen también ellas més costosas; ese es el precio de una organizacién més regular, sin Ja cual no podrian rivalizar con el ejército. Los_nuevos estados suelen entonces gastar més de lo ue s05 recursos permujien, ello sobre todo pom es fon: eiército consuma menos de la mi- tad de esos gastos. Lo que Ia situacién tiene de anomalo es muy generalmente advertido; lo que tiene de inevi table, también, ii is érica_pti- La_imagen de una Hispanoamérica_pri- signera_de los guardianes del orden (y a-menudo cau- Santes del desorden) comiznea 1 difundisses aunque no Wp cane ofa genie Sélo en parte puede explicarse Ia hegemonfa militar como un proceso que se alimenta a s{ mismo, y su perduracién como una con- secuencia de la imposibilidad de que los inermes desar- men a los que tienen las'armas. La gravitacién de los cuerpos armados, surgida en el momento mismo en que 138 Capitulo 3 se da WpgeslespoctatizaciSn sin dude limitada pero seal, de la vida politica y social hispanoamericana, suiduda pot stun paca de ct damocani, tex fen_pronto se transforma en-una garantia contra una ‘tension excesiva ex foceso: por eso (y no sélo orgue parece inevitable) aun quiencs deplorsn algunas de las modalidades de la militarizacién hacen muy poco por ponerle fin, Esa_democratizacign caracteriza_muy_—in ate, y sdlo se apreciaré Con justeza su aleance si se tiene constantemente presente, junto con Ia situacién postrevolucionaria, la anterior al comienzo del proceso. Adecuado 0 rio el término elegido para designarlos, basta, en efecto, un examen cuidadoso para advertir que los cambios ocurridos en este aspecto han sido importantes. Ha cambiado Ia significacién de I itud: si bien < los aibevos estador se mucstrah remises a abolicla (pre fieren saluiones de compramiso que inciuyen le prob bicién de Ia trata y Ia libertad de los futuros hijos de esclavos, innovaciones ambas de alcances inmediatos més Timitados de lo que podria juzgarse), Ja iga a_manumisioi Z ias; las guerras civi- les sern luego ocasién de otras... Esas manumisiones tienen por objeto conseguir soldados: apatte su objetivo inmediato_busean en_alaiin—caso-_muy_sxpliciamense salvar_el_equilibrio racial, aseeurando, que también Jos ‘Regros dardn su cuots de-muctios ala lucha: es el argue mento dado alguna vez por Bolivar en favor de la medi- da, que encuentra Ja hostilidad de los duefios de escla- vos. La esclavitud doméstica pierde importancia, la agricola se defiende mejor en las zonas de plantaciones que dependen de su supervivencia: todavia en 1827 es To bastante importante en Venezuela para contar con la obstinada defensa de los terratenientes. 6 haber perdido buena p desu. como en Ia costa peruana, la prod Una larga: espera 139, dad_bgia (en la segunda regién catastréficamente); lo mismo ocurre en las zonas mineras de Nueva Granada, que habfan parte, la re le plazo la esclavitud no puede en Hispanoamérica sobre- vivir a la trata, y con las trabas puestas a ésta, el_precio de los e: —alli donde se los utiliza en actividades productivas— gul i (en la costa peruana parece triplicar en él decenio posterior a Ja revolucién). Antes de ser abolida (en casi toda Hispanoamérica hacia mediados del siglo) la institucién de la esclavitud se vacia de su anterior importancia, Sin duda, los negros emancipados no serén reconocidos como iguales por la lacién blanca, ni aun por la mezclada, pero tienen‘un lugar profundamente cambiado en una sociedad que, si no es igualitaria, organiza sus desigualdades dé manera diferente que la colonial. Jz sevolucién_he-cambiado también el sentida deta livisién en castas. Sin duda, apenas si ha tocado la situa. Gién de las mas le Jas masas indias de México, Guatemala y el ‘macizo_andino; s_de_densa_poblacién_indf- na, el estatut ticular de tarda en desaparecer atin de los textos legales, y tesiste ain mejor en los hechos. Ese conservat ismo_de_la_ etapa _inmec josterior_a [a revolucién impli i Medias donde sobrevive [a comunidad apiete Cet davia ‘extensas en México, lo son mucho més en las tietras andinas) no_son_sustancialmente_disminui el_avance de _los_hacendados, de Jos comerciant trados urhanos_que_aspiran_a_conquistar_tiertas. Més ‘que cualquier intencién tutelar de las nuevas auto- tidades (que, por el contrario, en la mayor parte de los casos son por principio hostiles a la organizacién comu- nitaria) es Je coyuntura la_que i aaninacin tual: el deblisaminto 0) sla falta —en las nuevas naciones de poblacién fisdigjena” numerosa— de_una_expansidn in ern. sobre todo. de-1a, haga inmediatamente codiclables Jas tietras indigs, expli- 140 Capitulo 3 can que éstas sigan en manos de comunidades labriegas atrozmente pobres, incapaces de defenderse contra fuer. tes presiones expropiadoras y ademés carentes a menudo de titulos escritos sobre sus tierras. Frente al mantenimiento del estatuto real (y a menu- do también del legal) de la poblacién indigena, son los i ites, en general los legalmente postergados en las sociedades urbanas o en las rurales de trabajo libre Ios que aprovechan mejor la transfor- macién sevolucionayas aut cuando los coasts de Beat mera etapa independiente siguen registrando la divisién en castas, 1a disminucidn a veces vertiginosa de los ha- itantes registrados como de sangre mezclada nos mues- tra de qué modo se reordena en este aspecto la sociedad posttevolucionatia. Simulténeamente se ha dado otro cambio, facilitado por el debilitamiento del sistema de castas, pero no identificable con éste: ha_vatiado J, lucionarias y Jos sectores, no sdlo s urbanos) sino, también de incos pobies, desde_los.cuales habia sido muy. dificil ¢Lacceso_a_clJas. Ya lg guetta, como se ha visto, creaba osibilidades nuevas, en las filas realistas ain més que en Tas revolucionarias: [purbide, nacido en una familia blanca humilde en México, y en el Peni Sa Castilla o Gamarra pu x situaciones. que antes Tes Tubieran_sido_inaccesibles. Este proceso se da también alli donde la fuerza militar es expresién di- recta de las poderosas en la regién (asf, en Venezuela después de 1830, y en el Rio de Ia Plata luego de 1820), pero agui ef cambio se vincula més bien que con la ampliacién de: los sectores ditigentes a partit de las viejas lites urbanas con otro desarrollo igualmente inducido por la revolucién: i éstas S. La revolucién, porque armaba a vastas masas huma- nas, introducia un_nuevo cavilibrio de poder en_que Ja és és Ss: necesaria- mente éste-debia favorecer (agtes.que.a la muy. reducida Una larga espera 141 pobleci6n urbana) .Ja.rural, en cast todas partes absu- foramente mayoritaria. Y_ como, consecuencia de. ello, ‘a los dirigentes. prerrevolucionatios dela. sociedad. rural: aT respecto, la “atencién concedida ‘a los episodios revo- lucionarios ‘més radicales puede llamar a error en la me- dida en que hage suponer que en el campo ocurrieron en esta etapa cambios radicales y duraderos del orde- namiento social. Por el contrario, e1 no_ha i jefarura_cenula, por tanto. comespondicade (en_el_nue- Yo, otden_ politico come co-plaiisio)-a los_nsonleiatios Qa sus agentes instalados al frente de las explotaciones; ‘unos y otros solfan dominar las milicias organizadas para asegurar el orden rural, un-op algunas de_las zones ekapa revolucionaria esa_hegemonia_no desaparcre: se mantie- ne, por ejemplos-en-algenar del Moral argentino. que siguen a Artigas. Lo que es més importante: los resul- tados de Ja radicalizacién revolucionatia son effmeros, en la medida en que ésta slo preside 1a organizacién para a guerra; Ja reconversi6n a una a devolver poder a Tos terratenientes; en su Banda Orien- tal, deshecha por Te guerra, Artigas (cuya preocupacién pot dar mejor lugar en el nuevo orden a los postergados del antiguo no puede discutirse) impone a todos los ha- itantes no. ata Ta le salarindos por un propietario; pone asi en manos de éstos la clave del nuevo orden rural. Sin duda, no puede hacer otra cosa si quicre que la economia de su provincia vulva ofrecer répidamen- te saldos exportables, pero muy de_qué mo mientos rurales debieron colaborar_en_Ja_destruccion de su Bta ig obra. Otros Jo hicieron con celo atin mas vivo lesde que descubrieron las ventajas personales que po- dfan derivar de dirigir Ja reconstruccién del orden social: en Venezuela los antiguos guerrilleros transformados en facendados proporcionan el personal dirigente a Ja re- publica conservadora. 142 Capitulo 3 Sin duida, la revolucién no habla pasado por esas tie- ras sin provocar bajas y nuevos ingresos en el grupo terrateniente; las ha provocado también en otras dreas de historia politico-social menos agitada. Pero ha tenido otra consecuencia acaso més imy yr _terrateniente, al asciende_en_la sociedad _postrevolucionaria. Frente a él las élites urba- Ee no S00 deben adaotitie a les consesaneheeee ascenso: el_curso del proceso_revolucionario las ha judicado modo pie dio ol hace lo mas al hacerles suttir Tor pI meros embates de Ia represién revolucionaria.o realista. Ademés la ha empobrecido: Ia guerra devora en primer témino Tas fortunas muebles, tanto las privadas como las de las instituciones cuya riqueza, en principio colec- tiva, es gozada sobre todo por los hijos de la-élite ur- bana: la Iglesia, los conventos, las corporaciones de co- merciantes 0 mineros, donde las hay. Los consulados de comercio, por ejemplo, se transforman en intermediarios entre los’ comerciantes y un poder politico de exigencias cada vez més exorbitantes, cuya agresiva mendicidad es temida por encima-de todo. Sin duda, la guérra consume esenfrenadamente los-panados-y- Tats de Tas terres ae cruzay cuando ze Tistalaen una comarca puede dejar reducidos'a sus habitantes al hambre crdnica, que en algunos casos dura por afios luego de la pacificacién. Pero aun_asi_deja intacta Ja semilla de una riqueza ra fet_reconstudar es Teter a pane te {wee as clases terratenientes ran rehacer su fortuna tanto mas fécilmente porque su peso politico se. ha hecho mayor. Pero Ja tevolucién no priva solamente a las élites trbanae de Sn parte, por orta parte muy desigualmente la, de su riqueza, Acaso sea més grave que oder y prestigio al sistema institucional con in, ¥ que hubieran que- fominar solas, sin «tener que compartirlo. con los intrusos peninsulares favorecidos por Ia corona. La vic~ toria ctiolla tiene aqui.un, resultado paraddjico: la lucha Una larga espera 143 ha destruido lo que debia ser el premio de los vence- dores. Los poderes revolucionarios no sélo han. debido reemplazar el personal de las altas magistraturas, colo- cando en ellas a quienes Jes son leales; las ha privado de modo més permanente de poder y prestigio, transfor- méndolas en agentes escasamente auténomos del centro de poder politico. En las vacancias de éste, luego. de 1825 no severd ya 2 masistratuias municioale © judi- ciales Tenar el primer plano.como en el periodo 1808- 1810; Ja revolucién ha traido’para ellas una decadencia irremediable. - Un_proceso anilogo se_da en Ja Iglesia: la colonial estaba muy vinculeda a Ta corona, y no se salva de la politizacién_revolucionaria. Un jefe de Ia revolucién de. Buenos Aires sefiala las nuevas tareas del cuerpo ecle- sidstico: liberado de la opresién del antiguo régimen, debe poner su elocuencia al servicio del nuevo; quien no lo haga se revelard indigno de Ja libertad, y seré privado de ella, No son amenazas vacias: la’ depura- cién de obispos y pérrocos, expulsados, apresados, rem- plazados por sacerdotes patriotas designados por el poder civil, transforma no sélo la composicién del clero hispanoamericano, sino acid der_politico. Este cambio es esponténeo a la vez que fdacido; los nuevos ditigentes de ln Iglesia son menudo apasionados petriotas, y no son sélo las con- sideraciones debidas al poder politico del cual dependen Jas que Jos hacen figurar en primer término en las do- naciones para los ejércitos revolucionarios, ofreciendo ornamentos preciosos y vasos sagrados, esclavos conven- tuales y ganados de las tierras eclesidsticas. Asi, la-Jglesia se empobrece_y se subordina al 2 a México, en Guatemala, en Nueva Granada, en la sierra ecuatotiana). En otras partes esto io ocurre, y el proceso es agravado por las deserciones de curas y frailes; es el caso del Rio de Ja Plata, donde sacerdotes y conventuales, tras de laicizaciones que las: 144 Capirulo 3 autoridades eclesiésticas suelen conceder abundantemente, sobresalen desde Buenos Aires hasta el fondo de las provincias, en Ja politica y en el ejército. En todo caso, €l proceso no es frenado desde facta: si la Iglesia colo- nial ha dividido sus lealtades entre Roma y Madrid, la revolucionaria ha quedado aislada a la vez de ambos centros. El Papa no reconace otra_saberano legitimo,que ghey de Espatia; los nuevos estados se proclaman hee leros de Tas prerrogativas de éste en cuanto al gobierno de la Iglesia en Indias; ¢l_resultado es que administra. dotes de sedes episcopales (ni el bien ‘ni los nuevos gobiennos se aieven a nombrar obispos) y-pitrocos son lesignad idos—= por_las_autari- fits polites_cop_gtitetias politicos, Lo mismo que las dignidades civiles, las eclesidsticas han perdido buena parte de las ventajas materiales que solfan traer consi- 80; han perdido atin. més en prestigio. En estas condiciones, debilitadas en las bases econé- micas de su poder por el costo de la guetta (y por la rivalidad triunfante de Jos comerciantes extranjeros), des- pojadas de las bases institucionales de su prestigio so. cial, las di i iciSn_muy subordinada en un nuevo orden politico, us tar. Los més pobres dentro de’ esas lites hallan en’ esa adhesién rencorosa un camino para Ia supervivencia, poniendo las técnicas administrativas a menudo sumatias, que son su tinico patrimonio su- pérstite al servicio ‘del nuevo poder politico; los que han salvado parte importante de su riqueza aprecian en Ja hegemonfa militar su capacidad para mantener el or- den interno, que aunque limitada y costosa es por el momento insustituible; se unen entonces en apoyo del orden establecido a los que han sabido prosperat en medio del cambio tevolucionatio: comerciantes extran- jeros, generales transformados en tertatenientes... La impopularidad que las nuevas modalidades politicas en- cuentran en Ia élite urbana, haya sido ésta realista o patriota, no impiden una_cierta _divisién de_funciones en la que ésta acepta resignadamente Ja saya. Una larga espera 145 Esta divisién de funciones. sigue imponiéndose por una raz6n adicional, La revolucién, aunque ha cambiado algunos de los modos en que solia manifestarse, no ha suprimido un rasgo esencial de Ia realidad hispancame- ricana: también luego de ella sigue siendo imprescindi- ble el apoyo del poder politico-administrativo para al- canzar y conservar la riqueza. se da una continuidad muy marcada? ahora como antes, Ja tierra se obtiene, no principalmente por dinero, sino por gl fay iti io_con: it. En los urbanos fa continuidad no excluye cambios més importantes: si en tiempos coloniales el favor por exce- Tencia que se buscaba era la posibilidad de comerciar con ultramar, ésta ya no plantea serios problemas en tiempos postrevolucionatios. En cambio, la_miser ctea_en todas partes una nube de_prestamistas a rmino, los _agiotistas exec ico_a_Bi Nites, pero en todas partes utilizadas: aparte Tos subidos inteteses, las garantias increfbles (en medio de la guerra civil un gobierno cedfa desde las rentas de aduana hasta la propiedad de las plazas puiblicas de su capital para ganar 1a supervivencia, y a la vez la interesada adhesin de esos financistas aldeanos @ su causa politica), era Ia voluntaria ceguera del gobierno frente a las hazafias de esos reyes del mercado Io que esos préstamos garanti- zaban. En uno y otro caso, Ja relacién entre el poder politico y los econémicamente poderosos ha variado: el poderfo social, expresable en términos de poder militar, de los hacendados, la relativa superioridad econémica de Tos agiotistas Ios coloca en posicién nueva frente a un estado al que no solicitan favores, sino imponen con- cesiones. Esos cambios derivan, en parte, de que en Hispano- américa hubo un ciclo de quince ‘afios de guerra revo- lucionatia, No fue ése, sin embargo, el tinico hecho im- portante de esos tres lustros: desde 1810 toda Hispano- américa, se_abrié plenamente ‘al. comercioextranjero; I guerra se acompafia entonces de una brutal transforma. isn de las estructuras mercantiles, que se da tanto en Halperin, 10 146 Capitulo 3 las zonas realistas como en las dominadas por Jos patrio- tas: si éstos han inscrito la libertad de comercio en sus banderas revolucionarias, sus adversarios dependen de- masiado del favor inglés para poder hacer una politica sustancialmente distinta, y terminan por abrir sus puer- tas al comercio. extranjero, sea mediante concesiones abiertas, sea mediante autorizaciones lirhitadas multipli- cadas en sus efectos por Ja indulgencia con que se las aplica, He aquf un cambio esencial en Ia relacién entre His- panoamérica y el mundo; el modo en que se dio explica en parte sus resultados: eg_Ja primera mitad del si (salvo en los dos afios abebradoe que precedieron” al derrumbe de la bolsa de Londres en 1825), ni Inglaterra i guropeo alguna tealizaron.apteciables inversiones gapitales en Hispanoamérica. La negativa a empren- let ‘esa aventura solia justificarse por altivas censuras al desorden postrevolucionario; esta explicacién encon- traba en Hispanoamérica un amplio eco, que mostraba cémo las telaciones con las nuevas’ metrépolis se apoya- ban en una“dependencia ideolégica més sdlida que la de Ja dltima etapa colonial. En efecto, si las insuficiencias del nuevo orden hispanoameticano eran tristemente evi- “ dentes, aun asf Ig causa primera.d gativa a i venit 2 panoamericana_debia buscarse—cn Ja economia metropo- litana_misppa. Aun Tos economistas més amigos de lo nuevo, al llegar al umbral de lo que debfa ser un nuevo pacto colonial para Hispanoamérica, habian abundado en reservas frente a la temible fuerza —a Ia vez destruc- tora y creadora— de la Europa que comenzaba su re- vélucién industrial. Lo que esas reservas no habian pre- visto eran los desfallecimientos de esa fuerza, y crap precisamente éstos los decisivos: durante toda la primé. ra mitad del siglo x1x Hispanoamérica entra en contacto con una Inglaterra, y secundariamente con una Europe que sélo_puede cubsir_con_dificultac tos de capi fiatia en. i yen Estados Unidos. Una larga espera 147 Esa Inglaterra, esa Europa que quieren artiesgar'poco en Hispanoamérica, sin duda porque el riesgo: es grande, pero sobre todo porque les queda poco qué arriesgar, buscan, en cambio, cosas muy precisas de la nueva re- lacdn ane se ue abierto. ena medivios del-sisla-salua la_excepcién_de Jas_tierras_ atlénticas .del_azticar,no_son fos frutos de Ja. agricultura, y.la. ganaderia hispanoame: ricana los que interesan alos. nuevos duefos. del_mer-. ado; los de la mineria, si ma8.atractivos, no lo son tanto como para provocar las inversiones de capital necesatias para devolver su antigua productividad 2 las fuentes de metal ‘precioso. Lo_que se busca_en Latinoamérica son sobre todo o deseniboques a la expatiacion. mettopaitans, y junto con ellos un dominio de los circuitos mercantiles locales que acentie Ia situacién favorable para la metré- poli. Hasta 1815, Inglaterra vuelca sobre Latinoamérica un abigarrado desborde de su produccién industrial; ya, os s_mercados atinoamsticanasaestionabia s,.¥ el comienzo de Ta concurrencia continental y el wellicare de la extadounidense dnvitan a, los intercses histéricos a un balance —muy pesimista— de esa primera etapa, Para los nuevos paises que habjan entrado en con- tacto directo con Ia Europa industrial en esos afios deci- sivos, ese balance hubiera sido més matizado, pero tam- poco le hubiese faltado una impresionante columna de pérdidas. Pérdidas alos au we habiandominsdo ‘ps gettucuuas-meteanuiles.coloniales, Estos habfan sido febilitados por la divisién entre un_sector peninsular uno criollo; el segundo, que habia esperado prosperar con ja ruina de su rival, se vio en cambio atrastrado’ por ella; ¢ra_ demasiado, debi para resistir solo a Jos conguis- tadores ultram: del mercado. Lo debilitaba més su vulnerabilidad a las presiones de un. estado indigente (los extranjeros —sobre todo Tos ingleses— estaban me: jor protegidos por el deseo de contar con:la benevolenciai de su gobierno y por el temor a las represalias del poser: naval). Jos _circuitos, comerciales en_l jor; 148 Capitulo 3 la ruta de Cadiz es cortada por la guetra y la revolucién; a partir de 1814, el retorno de Europa continental al comercio mundial hace desaparecer las oportunidades ‘ocasionalmente proporcionadas por economfas coloniales antes aisladas de sus proveedores habituales. Y la nueva ruta dominante, la de Londres (luego de 1820, de Li verpool) concede todas las ventajas al rival ultramarino de ‘los comerciantes criollos. Lo mismo en cuanto al transporte oceénico: la reconciliacién con Inglaterra, si no climinaba a los més aguerridos competidores de la marina mercante’briténica (es el caso de Ia norteameri- cana) aplastaba los esbozos de marinas locales que habfan comenzado a darse en algunos puertos hispanoamericanos. También en_los circuitos internos de Hispanoamérica a guerra de’independencia introdujo innovaciones a las cuales los debilitados grandes mercaderes locales no pasieron adeptarse eficesmente: s-tnda a cstaaliaise yenel sur de la del Pacifico significé un paso mas en Ja ‘Spertura directa al comercio_ultramarino_que_habfa_co- iad Io Ta efor forma. ee aa fpataiso, los puertos jel sur del Pera y los lel norte de México se trans- forman en centros de ese comercio; en ellos los agen- tes avanzados de la penetracién mercantil briténica triunfan con tanta mayor facilidad de posibles rivales locales por cuanto también para éstos el ambignte es extraio: derrotados en Buenos Aires, en Lima o en Ve- racruz, los comerciantes criollos de esos puertos encon- trarfan dificil desquitarse en Valparaiso, en Ilo 0 en Tampico... Esa derrota tiene efectos irreversibles: en toda Hispanoaméric Foret i fel_comercio_Jocal iedaré_en_manos extranjeras; luego de cincuenta afios SSE Mio Valbstaiso, los apelidos. ingeses abundarén en Ja aristocracia local. Aun fuera de los puer- tos Ja situacién de los comerciantes extranjeros ¢s pri- vilegiada; en su viaje a México, al comienzo de Ia década del 40, Fanny Calderén de Ia’ Barca podia notar cémo en todas partes Jas casas més ricas de los pueblos habfan pasado a manos de comercianites ingleses. Ast Ja ruta Una larga espera 149 de Liverpool reemplaza a la de Cédiz, y sus emisarios pasan a dominar el mercado como-lo habfan hecho los del puerto espafol. El cambio sin duda no se detiene aquf: el comercio de la nueva metrépoli es en muchos aspectos distinto del espafiol. Nunca aparece mas dife- Tente que en sus comienzos: entre 1810 y 1815, los rciantes ii figuistar los mer. cados_y col ii jal_cada vez _m: fo. Son los afios de las acciones audaces, cuando os mercaderes-aventureros tivalizan en Ja carrera hacia Tas comarcas que la guerra va abriendo, en las que quie- ren recoger «la crema del mercado. En esos afios es destruida la estructura mercantil heredada; no. scrén siempre los productores quienes la afioren, pues los nue- vos duefios del comercio introducen en los circuitos un circulante monetario que sus predecesores se habfan cui- dado de difundir: de este modo la econom{a confirma a la politica impulsando a Ja emancipacién del productor rural frente al mercader y prestamista urbano, de 1815 Ia relacign isis, Por una paite, Ta depresidn metropolitana obliga a cuidar los precios a que se compran los frutos locales; por otra, la capacidad de consumo hispanoamericana, calculada con exceso de optimismo en los afios pasados, ha sido col- mada. Pero a la ver ban-aparsido competidases a Tos eves sefiones del mercado, y frente a Ia rivalidad nor- teameticane los ingleses comienzan seal ‘debi- lidades se escondfan bajo sus aparentes cartas de triunfo. Emisarios de una economfa industrial, que en parte ha financiado sus aventuras de conquista mercantil, su deber primero es volcar cantidades relativamente constantes de productos industriales (sobre todo textiles) en un mer- cado de capacidad de consumo muy variable. Constan- temente_abrumados por yz stocks, se _defienden ma de. jeamnen ES Tals peauefiog tad en stockg-eava compan puedenvarlar de acuerdo con’ ley aduencles acl mcr. Jo" en” minima’ parte actan como cado, puesto que 150 Capitulo 3 representantes de una industria necesitada de desembo- ques fijos. Frente a esos rivales, los britdnicos, identifi. cados con un comercio cuyo volumen y composicién per- manecen estables, tienden cada vez mAs o continuar las actitudes de los ‘antiguos dominadores del mercado co. lonial latinoamericano; no es casual que, luego de 1825, se hagan abundantes las tomas de posicién briténicas sobre Hispanoamérica, en que se hace amplia justicia al antiguo régimen, En muchos aspectos Inglaterra es, en efecto, la he- redera de Espafia, beneficiaria de una situacién de mo- nopolio que puede ser defendida chora por medios més econédmicos que juridicos, pero que se contenta de nuc- vo demasiado fécilmente ‘con reservarse los mejores Iu- eros de un tréfico mantenido dentro de niveles relativa- mente fijos. La Hispanoaméri 2. de Ta expansién del comercio ultramarino, ha aprendido a consumir més, en parte porque _ ‘traniera Enzi - ales_tocales (esos sarapes hechos en Glasgow al gusto mexicano, que son en Saltillo més baratos que los de Saltillo; esos ponchos hechos en Manchester al modo de la pampa, malos pero también baratos; Ia cuchilleria «toledana> de Sheffield; el algodén ordinario de la Nue- va Inglaterra que, antes que el briténico, triunfa sobre el de los obrajes del macizo andino). Pera.al_ lado de gs i stents,

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