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Gayo Plinio saluda a su amigo Sura
1. La falta de ocupaciones me brinda a m la oportunidad de aprender y a ti la de
ensearme. De esta forma, me gustara muchsimo saber si crees que los
fantasmas existen y tienen forma propia, as como algn tipo de voluntad, o, al
contrario, si son sombras vacas e irreales que toman forma por efecto de nuestro
propio miedo.
2. A que crea que existen los fantasmas me mueve sobre todo esto que he odo
que le ocurri a Curcio Rufo. Todava joven y desconocido haba formado parte
del squito del nuevo gobernador de la provincia de frica. Al declinar el da
paseaba por el prtico: le sale al paso la figura humana de una mujer muy alta y
hermosa. Ante su estupor ella le dijo que era frica, mensajera de las cosas
futuras. Le dijo tambin que l ira a Roma, que llevara a cabo su carrera poltica
y que volvera a esta misma provincia con el poder supremo, donde finalmente
morira. 3. Todas estas cosas se cumplieron. Pasado el tiempo, cuando llegaba a
Cartago y sala de la nave se cuenta que se le apareci la misma figura en la
playa. Como l mismo haba sido presa de la enfermedad, tras augurar la
adversidad que le esperaba en relacin con las cosas buenas ya cumplidas,
abandon su esperanza de curacin a pesar de que ninguno de los suyos la haba
perdido.
4. Pero no es acaso ms terrorfico y no menos admirable lo que voy a exponer
ahora, tal como me lo contaron? 5. Haba en Atenas una casa espaciosa y
profunda, pero tristemente clebre e insalubre. En el silencio de la noche se oa
un ruido y, si prestabas atencin, primero se escuchaba el estrpito de unas
cadenas a lo lejos, y luego ya muy cerca: a continuacin apareca una imagen, un
anciano consumido por la flacura y la podredumbre, de larga barba y cabello
erizado; llevaba grilletes en los pies y cadenas en las manos que agitaba y
sacuda. 6. A consecuencia de esto, los que habitaban la casa pasaban en vela
tristes y terribles noches a causa del temor; la enfermedad sobrevena al insomnio
y, al aumentar el miedo, la muerte, pues, aun en el espacio que separaba una
noche de otra, si bien la imagen haba desaparecido, quedaba su memoria
impresa en los ojos, de manera que el temor se prolongaba an ms all de sus
propias causas. As pues, la casa qued desierta y condenada a la soledad,