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HAMLET1

La más extensa de las obras de Shakespeare además de referente por encima de sus
otros escritos. Muchos son los elementos para destacar en Hamlet, amor, desamor,
reflexiones sobre el sentido de la vida, dolor, amargura y muerte entre otros.
La historia tiene como eje central la vida de Hamlet, quien siendo príncipe de
Dinamarca, se enfrenta a dos situaciones traumáticas como son la muerte de su padre
el rey Hamlet, y el inesperado compromiso matrimonial de su madre Gertrudis con
Claudio (Hermano del Rey Hamlet), a la sazón coronado como nuevo rey del pueblo
danés.

Transcurrido el tiempo, en escena aparece una sombra que se identifica como Hamlet
rey de Dinamarca, el cual le hace saber al joven príncipe los verdaderos móviles de su
muerte, en la que involucra directamente a Claudio, quien en complicidad con
Gertrudis asesina al monarca vertiéndole veneno en el oído mientras éste dormía; acto
seguido le da instrucciones precisas de no vengarse de su madre y dar el apropiado
castigo a su asesino.

La historia de Hamlet bien podría hacerse extensiva a la humanidad en su conjunto,


que en todo tiempo experimentando convulsiones fuertes en sus estructuras políticas,
económicas, sociales y culturales, comporta además múltiples variables que por su
densidad y complejidad harían demasiado dispendioso el discurrir en ello. Sin
embargo no es alejado de la realidad afirmar que todas las dinámicas sociales tienen
su germen en cada ser humano, quien es el encargado de imprimir en su entorno las
características que le son propias. Es entonces que personajes como Hamlet,
construidos a partir de un contexto determinado, traspasa los límites estrictos de la
dramaturgia para identificar al ciudadano común de nuestro tiempo que siendo
expuesto a situaciones críticas, es capaz de desencadenar eventos tanto o más
dramáticos que los expuestos en la obra.

Claudio y Hamlet (El príncipe) ambos actores protagónicos de la historia aunque en


planos opuestos. Hamlet, cuya alma afligida no acepta la pérdida de un ser querido y
el rey, monarca legítimo ante los ojos del pueblo pero que no cesa en su empeño por
mantener oculto un alevoso e infame crimen, que puesto en evidencia habría de
costarle más que el trono, es decir, su propia vida.
A partir de éstos personajes puede hacerse e l diagnóstico de la humanidad, no es solo
una historia dentro de la historia, es la puesta en escena del sentido de la existencia,
el uso que se hace del poder, valores, moral, espiritualidad o ausencia de ella son
recogidos en la figura del joven príncipe y demás participantes del drama trágico.

Hamlet se lee como una obra portentosa, que se da a la tarea de tratar con amplitud
los alcances del espíritu humano. Un escenario macabro en el que el odio y la
venganza se convierten en el aliciente de los perso najes hasta el punto que una
pérdida inicial se torna en el detonante de una cadena de acontecimientos que ponen
término a la vida de muchos.
Es la imagen de nuestra sociedad envuelta en eventos de sangre y destrucción
respaldados por un profundo deseo de dominación que exacerbado por la usura, no
conoce límite alguno, superando la incluso justificable satisfacción de una necesidad
básica, implicando la desestabilización del entorno merced a conseguir lo que se
quiere.
Igual que en tierras americanas durant e la conquista corrido el siglo XV, los españoles
hallando en estas tierras abundantes riquezas, no escatiman esfuerzos a la hora de
saquear mas allá de lo que la cordura permite manejar, exponiendo incluso su
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seguridad e integridad personal.

Asimismo como Claudio, tantos hay en el mundo codiciando los haberes ajenos o
modos de vida, entre tantas cosas que pueden ser objeto de deseo y que dicho sea de
paso no solo generan un clima evidente de inestabilidad e inseguridad al entorno, sino
que además producen (desde el plano emocional) un corrosivo y profundo sentimiento
de infelicidad a quienes son movidos a obrar vilmente.
Vale la pena transmitir textualmente el monólogo de Claudio (REY DE DINAMARCA )
quien en el acto tercero, escena XXII (HAMLET - fragmento) expone con claridad la
atrocidad de su crimen y la culpa que lo asedia que no le permite en modo alguno
encontrar sosiego:

"¡Oh, mi culpa es atroz, su hedor sube al cielo llevando consigo la maldición más
terrible; la muerte de un hermano! No puedo recogerme a orar, por más que
eficazmente lo procuro; es más fuerte que mi voluntad el delito que la destruye. Como
el hombre a quien dos obligaciones llaman me detengo a considerar por cual
empezaré primero y no c umplo ninguna. ¿Pero si éste brazo execrable estuviese aún
más teñido en la sangra fraterna, faltará en los cielos suficiente lluvia para volverlo
cándido como la nieve misma ? ¿De qué sirve la misericordia si se niega a ver el rostro
del pecado? ¿Qué hay e n la oración sino aquella duplicada fuerza capaz de
sostenernos al ir a caer, o el de adquirir el perdón habiendo caído? Sí, alzaré mis ojos
al cielo, y quedará borrada mi culpa...Pero ¿Qué género de oración habré de usar?
Olvida, Señor, olvida Señor el ho rrible homicidio que cometí... ¡Ah! Que será imposible
mientras viva poseyendo los objetos que me determinaron a la maldad; mi ambición,
mi corona, mi esposa..."

Las acciones llevan consigo un efecto que en el caso que precede fue altamente
negativo; instantes de remordimiento seguidos de autojustificación, sí, se admite el
haber cometido una falta terrible, se invoca al cielo indagando si quizás una plegaria
pudiera redimir tanta maldad, pero por otro lado, está la seducción de la corona, las
ventajas asociadas al trono, tal vez creyó no estar listo para asumir públicamente su
responsabilidad, jamás permitiría el hecho de ser cuestionado, mucho menos
enjuiciado y sentenciado.

Es propio de todo ser humano el errar, incluso el asumir así sea de forma person al la
autoría de las equivocaciones, pero enfrentar los efectos de una acción no puede
menos que amilanar al más temerario de los hombres, sobretodo silos hechos son de
tal magnitud que conmueven más de un interés. Asumir las consecuencias de una
falta o error se constituye en toda la extensión de la palabra en un desafío para cada
quién. En Claudio no se halló la entereza para lograrlo y sus acciones posteriores
erradicaron cualquier intención reivindicatoria. Se entiende que para el monarca los
muchos actos de contrición no lograrían aliviar su conciencia en tanto estaba
completamente aferrado a todo aquello que adquirió respaldado por un crimen.

El príncipe tras el aciago momento de la pérdida, empieza a juzgar todo su mundo


como cosa vana, el reino ente ro cual prisión aparece lleno de oscuridad y terror. Su
madre casada a dos meses de la muerte del rey y el asesinato mismo, alientan los
deseos de retaliación, bien que reconstruye la escena del crimen mediante una obra,
causa profundo malestar en su tío C laudio, efecto deseado por el prícipe quien
empieza a ser considerado como falto de cordura por sus allegados.
El crimen no ha de quedar impune, alguien está llamado para hacer justicia y que
mejor que el hijo de la victima para reparar la afrenta. Una tra s otra confrontación
soterrada y evidente a veces, llevan con precipitud al día en que se consuma la
venganza, tristemente, aunque por breves momentos se desease detener la carrera
hacia la muerte, se hace tarde.
Al final podemos sacar como lección de tod o este repertorio artístico, aquello que el
mismo Hamlet expresara: " Se puede escoger a voluntad, Pero hay que saber por qué
y para qué se escoge", y antes de destruirnos por no soportar el peso de una afrenta,
¿por qué no decidir por el perdón, es acaso que no tenemos una sola vida para vivir y
para errar?..
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