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los centros restantes, lo que tanto por las universidades, como por el Estado,
era deseado vivamente como única manera de sacar a los estudios del
estancamiento en que se encontraban, y proceder a una auténtica
modernización del modelo.
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Aunque el Santo Tribunal no se atrevió a iniciar el proceso contra ninguno
de estas personalidades, sin embargo se coartó hasta cierto punto la libertad
de expresión y de difusión de ciertas ideas. Y dentro de esta situación, sobre el
Claustro salmantino pesaban ciertas sospechas por su ideología avanzada, de
aquí que se tratara de fomentar su intervención discreta.
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Salamanca, el padre Rafols, al rector de Cervera, Lázaro de Dou, en vísperas de
esta reforma:
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experimental que humanístico, de acuerdo a las ideas que proclamaba la
“Ilustración”.
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lo de filosofía y su explicación, medicina, leyes, cánones, teología, y por último
venían las reglas para mejor ejecución -71 en total- referidas a:
la elección de rector
la designación de sustitutos
prueba de cursos
jubilación de catedráticos
“teatros e instrumentos”
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La personalidad política del ministro José Antonio Caballero
Hay que decir que se trata de una figura lamentablemente borrosa, poco
conocida, y en general, enjuiciada de un modo muy negativo por los
comentaristas que han escrito sobre su actuación política. Vamos a seguir en
este capítulo el libro “La España de las reformas. El reinado de Carlos IV”.2
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“La España de las reformas. El reinado de Carlos IV”, escrito por CORONA
BARATECH, E. y ARMILLAS VICENTE, José A. en Madrid, 1984.
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completamente enfrentados al estamento político, y al que tuvo que ganárselos
con prebendas y gran habilidad política, además, tenía muy pocos recursos: el
personal subalterno. Por ejemplo, la Secretaría de Guerra sólo disponía de 8
oficiales en 1798 y en 1805 de 18, número insuficiente para todas las labores y
reformas que se pretendía realizar.
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Las circunstancias políticas son la causa de su aparente ultramontanismo,
pero su labor concreta en ciertos asuntos, como el de la reforma de la
enseñanza, y su actitud final de “afrancesado”, nos lo presentan como personaje
de ideología “ilustrada”, y de una rara habilidad política, que le permitió sacar
adelante reformas que otros, de mucha más fama que él, no consiguieron hacer
prosperar.
Pero juzgando con más imparcialidad años después, sobre todo ahora, a
partir de la obra de Gil de Zárate, fue alabado por todos los escritores de la
misma tendencia, que emitieron un juicio favorable sobre él, considerándole
como un claro precedente de las reformas Liberales. Cambio de posición que fue
acompañado por el que adoptaron los escritores tradicionalistas, que ahora sí,
pasaron a considerar al Plan Caballero como fruto del volterianismo y
despotismo ministerial, desenfocando y tergiversando su ideología. En este
sentido destaca especialmente por sus ataques contra Caballero, el clásico
historiador Vicente de la Fuente, quien califica al ministro como “el funesto
marqués de Caballero, que había metido estúpidamente a la Iglesia de España
en un cisma por su tiranía jansenista”.
“uno de los mil leguleyos que […] se coló en el Poder […] agente de
perdición contra todo lo bueno, que jamás en su vida concibió un solo
sentimiento religioso […]”
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“La España de las reformas. El reinado de carlos IV”, escrito por CORONA
BARATECH, E. y ARMILLAS VICENTE, José A. en Madrid, 1984. pp. 505-590.
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“su primera hazaña fue lanzar al ministro Jovellanos del lugar donde yo le
había traído y luego colocarle”
“Poco amigo del clero, pícaro más bien que no devoto […], miró con enojo
[…] a todos los hombres que en su tiempo fueron colocados por su saber
[…] en las dignidades y en los primeros puestos de la Iglesia […], buscó
adrede ignorantes y antiguallas para llenar las plazas eclesiásticas.
“La ley que le llama a mi hijo a sucederme debe ser revocada; uno de sus
hermanos será más digno de reemplazarle en mi corazón y en el trono”.
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“La España de las reformas”, E. Corona Baratech y José A. Armillas Vicente,
1984.p. 511.
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“La España de las Reformas. Reinado de Carlos IV”, por E. Corona Baratech y
José A. Armillas Vicente, 1984. Pp. 511 y ss.
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“En el informe enviado por Lavauguyon a Murat se acusa al marqués de
Caballero de haber enviado una circular a los pueblos vecinos del real sitio
(Aranjuez) para que éstos se opusieran a la marcha del rey (Carlos IV ¿) a
Sevilla, lo que mueve una vez más a rechazar el presunto temor a la maniobra
napoleónica, por tratarse de una persona tan próxima a los monarcas como su
ministro de Gracia y Justicia, que les acompañaba en sus viajes…”
“Así los hombres mas nulos y de menos valer comenzaron á dirigir la nave
del estado, cuyo rumbo siempre incierto y desatinado contribuyó á que
tantas veces se estrellara contra los horribles peñascos de los partidos.
Cuando apenas hubiera bastado un grande ingenio para luchar contra el
poder y la sagaz perspicacia del emperador, oponía la España la ignorancia
y el delirio á los talentos y la experiencia del hombre más grande del siglo.
En lucha tan desigual no podía menos Bonaparte de obtener todas las
ventajas, y aun cuando después compramos con nuestra sangre la victoria,
fue para librar los despojos á la rapacidad de las otras naciones, gracias á
la impericia y á la ingratitud.
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puesto en las manos del enemigo por el caballerizo mayor marques de
Astorga6.
Vemos por el texto, en qué mala posición deja el anciano monarca Carlos
IV a todos sus ministros. El ministro Caballero, uno de los principales, tuvo que
entregar la “espada de Francisco I”, y continuar en el gobierno hasta su
disolución…
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Cita del libro: “Ap. Libro 2, núm. 26”
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