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BREVE CRONOLOGÍA DE MANUEL DÍAZ RODRÍGUEZ

1871: El 28 de febrero nace en “Los Dolores”, la hacienda familiar; la propiedad


está cerca de Chacao (por entonces un pequeño pueblo cercano a Caracas; hoy en
día la Capital de Venezuela lo ha absorbido y es un Municipio del Área
Metropolitana) y ocupa parte de lo que hoy es Altamira. Sus padres son Juan Díaz
Chávez y Dolores Rodríguez, inmigrantes canarios que llegan a Venezuela en 1842

1878: La familia se traslada a Caracas. Díaz comienza sus estudios de primaria;


finalizará cuatro años después

1882-86: Estudia Bachillerato

1886-91: Estudia medicina en la Universidad Central de Venezuela.

1892-93: Viaja a Europa para realizar cursos de postgrado; conoce París y recorre
toda Italia; en Viena se interesa en las teorías de Sigmund Freud

1894: Regresa a Caracas.

1895: Vuelve a París, pero en Caracas publica los “Bocetos psicológicos” en la


revista “El Cojo Ilustrado” Ese año Freud publica, en colaboración con Breuer, los
“Estudios sobre la histeria”.

1896: A principios de año publica en París, “Sensaciones de viaje”, un libro que


consiste en seis estampas de ciudades italianas y una de Constantinopla. En junio
regresa a Caracas, donde publica “Confidencias de Psiquis”, su primer libro de
cuentos (aunque algunos autores señalan la fecha de aparición de este volumen en
1897). Colabora con frecuencia en revistas y periódicos, tales como “El Cojo
Ilustrado”, “Variedades” y “Actualidades”. Artículos y ensayos acerca de su obra
circulan en publicaciones como “Tanagra” y “Perfiles”

1898: En Caracas publica “De mis romerías”, otro libro de viajes; en cada estampa
asocia la belleza de las ciudades a la belleza de las mujeres que habitan en ellas.
Por este motivo, se inicia una controversia con la Iglesia y con algunos escritores
conservadores, que consideran al libro una obra pagana y sensual; intentan, en
vano, boicotear el premio que la Academia Venezolana de la Lengua le ofrece a
Díaz; al final, el galardón se le entrega el 28 de octubre.

1899: Edita “Cuentos de color”, ya plenamente modernista. El 7 de julio se casa


con Graziela Calcaño, hija del escritor Eduardo Calcaño; se van de viaje de bodas a
París. Cipriano Castro lanza su Revolución Restauradora; por la fuerza toma el
poder e inicia un gobierno dictatorial; igual que otros intelectuales, Díaz será
enemigo del régimen castrista. Por entonces Freud ya tiene listo el manuscrito de la
“Interpretación de los Sueños”, pero retrasa la publicación durante un año, para que
coincida con el nacimiento del siglo XX

1901: La editorial parisina de los Hermanos Garnier publica “Ídolos Rotos”, que le
merece a Díaz el calificativo de “desarraigado”. Regresa con su esposa a Caracas.
1902: Muere el padre de Díaz; la madre reclama su presencia para administrar la
hacienda “Los Dolores”. En Madrid publica “Sangre Patricia” (que inicialmente había
pensado llamar “Uvas del Trópico”); internacionalmente se le compara con Valle-
Inclán y Rodó. Tres años después, nace su hija Yolanda.

1908: Cae la Revolución de Castro. En París, la editorial Ollendorff publica


“Camino de Perfección”, un libro de ensayos; la ilustración de la portada de la
edición príncipe es obra del famoso pintor venezolano Tito Salas.

1909: Es nombrado Vice-rector de la Universidad Central de Venezuela. Dirige el


diario “El Progresista”; en este periódico también participan destacados
intelectuales anti castristas como Pedro M. Arcaya, Rufino Blanco Fombona y el
poeta César Zumeta.

1910: Viaja a Buenos Aires en calidad de representante de Venezuela en la IV


Conferencia Panamericana

1911: Muere su madre. Es nombrado Director de Educación Superior del Ministerio


de Instrucción Pública

1914: Ante la inminencia de la Primera Guerra Mundial, idea la creación de un


Congreso de Neutrales; el proyecto no se logra y el conflicto estalla.

1915: Es Senador por el Estado Bolívar.

1916: Es nombrado Ministro de Fomento.

1918: Publica en Caracas “Sermones líricos” otro libro de ensayos.

1919: Es nombrado Ministro plenipotenciario en Italia.

1922: En Madrid, la editorial de Juan Pueyo publica “Peregrina o el pozo


encantado” (que había ideado con el título “Barro Criollo”), su tercera novela. La
edición también contiene tres cuentos: “Las ovejas y las rosas del Padre Serafín”,
“Música Bárbara” y “Égloga de verano”

1923: Regresa a Venezuela.

1924: Es designado individuo de número de la Academia Venezolana de la


Historia.

1925: Es nombrado Presidente (hoy el mismo cargo se llama Gobernador) del


Estado Nueva Esparta. Su secretario es el escritor Enrique Bernardo Núñez

1926: Es nombrado Presidente del Estado Sucre. El 9 de diciembre se incorpora a


la Academia Venezolana de la Historia; el discurso de aceptación lleva por título
“Ayacucho en la Revolución Hispanoamericana”

1927: Apenas ha cumplido 56 años, pero su salud se halla debilitada por causa de
una infección en la garganta; en mayo se marcha a Nueva York, en busca de
mejoría, pero muere el 24 de agosto; sus restos permanecen en aquella ciudad
hasta septiembre, cuando sus restos son repatriados y sepultados en el Cementerio
General del Sur, en Caracas.
1935: Sus familiares editan el libro “Entre las colinas en flor”, libro póstumo que
reúne textos dispersos e inéditos de diversa índole.

Aunque en Venezuela se ha leído poco –y mal- la obra de Manuel Díaz Rodríguez


es reconocida como una de las mejores prosas narrativas de un período en el que
predominó fundamentalmente la poesía

Miguel de Unamuno, a propósito de la aparición de “Sangre Patricia”, escribió lo


siguiente: “Para quien informa al público acerca de las obras literarias de tal clase o
tal país, es un feliz hallazgo que se publique alguna a la que poder elogiar casi sin
restricciones. Tal me sucede con ésta. Inauguré esta sección bibliográfico-crítica de
literatura hispanoamericana tratando muy principalmente de Manuel Díaz Rodríguez
y de su novela Ídolos Rotos y ya desde entonces esperaba que se me volviese a
presentar ocasión de alabar como se merece la labor de este venezolano que honra
a las letras españolas llamando así a las letras escritas en lengua española. Sangre
Patricia es aún mejor que Ídolos Rotos, más cuidad de estilo, más concisa, más
poética”

Amado Nervo escribió estas palabras: “Díaz Rodríguez es medularmente bueno y


alto, si se me permite el adverbio”
Jorge Isaacs
Jorge Isaacs (Santiago de Cali, Valle del Cauca, 1 de abril de 1837 - Ibagué, Tolima, 17
de abril de 1895) fue un novelista y poeta colombiano, conocido sobre todo por su
novela María, una de las obras más destacadas del romanticismo hispanoamericano.

Su padre era George Henry Isaacs, un judío inglés procedente de Jamaica, que se instaló
primero en el Chocó, donde se enriqueció con la explotación minera aurífera y el
comercio con Jamaica, y después en Cali. Allí, tras convertirse al cristianismo y obtener
la ciudadanía colombiana, casó con Manuela Ferrer Scarpetta, hija de un oficial de la
Marina española. De la unión de ambos nació, en 1837, Jorge Isaacs. El padre fue
propietario de dos haciendas cerca de Cali, llamadas "La Manuelita" y "El Paraíso".
Ésta última, propiedad de la familia entre 1855 y 1858, será el escenario de la obra más
importante del escritor, su novela María. "El Paraiso" está conservado hoy día como
museo, con numerosas referencias a esta novela.

Se sabe poco de su infancia. Se educó primero en Cali, luego en Popayán, y por último
en Bogotá, entre 1848 y 1852, durante los años de gobierno de José Hilario López. En
su poesía, Isaacs evoca el Valle del Cauca como el espacio idílico en que transcurrió su
infancia, y la marcha a Bogotá debió suponer para él un paso difícil. Regresó a Cali en
1852, parece ser que sin haber terminado sus estudios de bachillerato. En 1854 luchó en
las campañas del Cauca contra la dictadura del general José María Melo, por espacio de
siete meses. Su familia atravesó por entonces una difícil situación económica a causa de
la guerra civil. En 1856 se casó con Felisa González Umaña, que contaba por entonces
catorce años, y que le daría abundante descendencia.

Intentó dedicarse al comercio, sin demasiado éxito, y probó suerte con la literatura. Sus
primeros poemas datan de los años 1859-1860; en la misma época, emprende la
escritura de varios dramas históricos. En 1860 tomó de nuevo las armas para combatir al
general Tomás Cipriano de Mosquera, que se había levantado contra el gobierno central,
y combatió en la batalla de Manizales. En 1861 murió su padre; terminada la guerra,
Isaacs regresó a Cali para encargarse de los negocios paternos, llenos de deudas. Tuvo
que desprenderse de las haciendas "La Rita" y "La Manuelita".

Sus desventuras económicas le llevaron en busca de abogados a Bogotá, donde encontró


eco su actividad literaria. Leyó sus poemas a los miembros de la tertulia "El Mosaico",
quienes decidieron costear su publicación (Poesías, 1864). En 1864 supervisó los
trabajos del camino de herradura entre Buenaventura y Cali; durante el año en que
desempeñó este trabajo, comenzó a escribir su novela María. En esta época también,
debido a lo insalubre del clima, contrajo el paludismo, enfermedad de la que terminaría
por morir a los 58 años de edad.

María se publicó finalmente en 1867, y tuvo un éxito inmediato, tanto en Colombia


como en otros países de Latinoamérica. Isaacs se convirtió en una figura muy conocida
en su país, y dio comienzo a una dilatada carrera periodística y política. Como
periodista, dirigió en 1867 el diario La República, de orientación conservadora
moderada, donde publicó artículos de tema político. Militó al principio en el partido
conservador, pero después se unió al partido radical y, en 1870, fue nombrado cónsul
general en Chile. A su regreso, intervino activamente en la política del Valle del Cauca,
tanto como editor de periódicos como representando a su departamento en la Cámara de
Representantes. Intervino de nuevo en las luchas políticas de 1876, en las que tomó de
nuevo las armas. Fue expulsado de la Cámara de Representantes en 1879, a raíz de un
incidente en que Isaacs, ante una sublevación conservadora, se proclamó jefe político y
militar de Antioquia.

Tras este incidente, se retiró de la política, y publicó, en 1881, el primer canto de un


extenso poema que no llegó a concluir, titulado Saulo. Nombrado secretario de la
Comisión Científica, exploró el departamento de Magdalena, en el norte de Colombia,
hallando importantes yacimientos de carbón, petróleo y hulla. Los últimos años de su
vida los pasó retirado en la ciudad de Ibagüé, en el estado de Tolima, proyectando una
novela histórica que habría de ser su obra maestra y que jamás llegó a escribir. Murió el
17 de abril de 1895.

Obra

La obra literaria de Isaacs se reduce al libro de poemas que publicó en 1864 y a su única
novela, María (1867), considerada una de las obras más destacadas de la literatura
hispanoamericana del siglo XIX. La novela, basada en experiencias autobiográficas,
tiene un tono elegíaco, y narra la historia de los amores trágicos de María y su primo
Efraín, en el valle del Cauca. Como el propio autor, Efraín debe abandonar el Cauca
para seguir estudios en Bogotá. Deja en el Cauca a su prima María, de la que está
enamorado, y con la que vive un romance a su regreso, seis años después. Efraín y
María están juntos durante tres meses, al cabo de los cuales el joven debe viajar a
Londres para completar su educación. Cuando regresa, dos años después, descubre que
María ha muerto. Efraín no encuentra consuelo, y parte, sin saber muy bien a dónde.

La obra se ha relacionado con Chateaubriand, pero puede encontrarse también en ella un


sentimiento ominoso de la existencia que recuerda a Edgar Allan Poe. La novela destaca
por el sentimiento del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa. Puede
considerarse precursora de la novela criollista de las décadas de 1920 y 1930.
Resumen: La novela María como obra representativa del metagénero sentimental hispanoamericano. Jorge
Isaacs logra crear un climax romántico, dominado por la exaltación de la naturaleza, la categorización
sentimental, el tono larmoyant, el convencionalismo social, la presencia del «infierno verde» de la selva, la
estructuración del mundo rural, el convencionalismo paternalista frente a los grupos étnicos indios y negros.

Índice

Introducción a María , de Jorge Isaacs

Jorge Isaacs y su obra

La elaboración de «María»

El espacio geográfico

Técnicas descriptivas

Estructuración socioeconómica

Tipología romántica de los agentes

Hemos seleccionado la novela María como obra representativa del metagénero sentimental
hispanoamericano. Jorge Isaacs logra crear un climax romántico, dominado por la exaltación de
la naturaleza, la categorización sentimental, el tono larmoyant, el convencionalismo social, la
presencia del «infierno verde» de la selva, la estructuración del mundo rural, el
convencionalismo paternalista frente a los grupos étnicos indios y negros. La crítica positiva se
ha mantenido desde las reseñas contemporáneas hasta las valoraciones de hoy.
Seleccionamos, como ejemplo, el viejo juicio de Rubén Darío(1): «La novela americana no ha
pasado de una que otra feliz tentativa. La María del colombiano Jorge Isaacs es una rara
excepción. Es una flor del Cauca, cultivada según los procedimientos de la jardinería
sentimental del inefable Bernardino. Es el Pablo y Virginia de nuestro mundo... Dos
generaciones americanas se han sentido llenas de Efraínes y Marías».

Jorge Isaacs y su obra


Varios factores determinantes actúan en el carácter y la producción literaria de Jorge Isaacs:
la ascendencia judía de su padre, Jorge Enrique Isaacs; la herencia española de su madre,
Manuela Ferrer; su enraizamiento telúrico colombiano, en el estado del Cauca. Su entrañable
identificación [2] arranca de su nacimiento en Cali, en 1837, y se consolida con constantes
retornos: en sus intentos de reconstruir la hacienda familiar, después de la muerte de su padre;
como inspector del camino del río Dagua; el regreso a la hacienda «El Paraíso», enfermo de
paludismo, en 1865; y unos años después de la publicación de María, como superintendente
de Instrucción Pública de Cauca y Popayán.
El segundo ambiente que influye poderosamente en la obra de Isaacs es Bogotá. Sus
estudios secundarios en el Colegio del Espíritu Santo, su ingreso en la Facultad de Medicina, el
deambular por la ciudad, por los círculos literarios, le descubren nuevos horizontes: el contacto
con las obras literarias, el aprendizaje poético juvenil, la afición al periodismo, la dedicación a la
política, la práctica de sus excelentes cualidades oratorias. Colabora en la revista El Mosaico y
publica el volumen Poesías (1864), tres años antes que su novela. A lo largo de treinta años se
mantendrá fiel al género lírico, orientado por las influencias de Shelley, Lamartine, Victor
Hugo...
Dos actividades absorbentes frenan la producción literaria de Jorge Isaacs: el activismo
político, de lucha abierta en grupos liberales y como representante en la Cámara Nacional, y la
búsqueda de minas de utópico rendimiento, a lo largo de la costa atlántica, desde La Guaira al
golfo de Darién, hasta su retiro en Ibagué, la capital del estado de Tolima, en 1895.

La elaboración de «María»
La génesis de la novela María tiene tres bases: los modelos de la Weltanschauung
romántica, la geografía del Cauca y las experiencias autobiográficas. La residencia familiar de
«El Paraíso», orientada hacia el valle y las verdes colinas, le proporciona los elementos
topográficos y ambientales. El autobiografismo se proyecta sobre Efraín. Este agente-narrador,
lo mismo que el novelista, abandona el valle del Cauca para estudiar en un colegio bogotano.
Intenta cursar Medicina, escribe poesías, trabaja en la hacienda. Se repite, además, la
coincidencia de que su padre procede también de Jamaica; se convierte al catolicismo al
contraer matrimonio; es creador de nuevas formas de riqueza; sufre reveses económicos; quizá
pueda identificarse con el irlandés que explota minas de oro en el Chocó. Considero clave para
establecer este autobiografismo el capítulo VIII: el agente cuenta cómo su padre vino muy
joven a Sudamérica y se casó con la hija de un capitán de un navío español, después de
adjurar del judaísmo, y establece el parentesco con María, hija del primo Salomón, nacida en
Jamaica y traída al Cauca después de su orfandad.
Las fuentes literarias están en el metagénero de las autobiografías sentimentales europeas.
Los modelos más influyentes proceden de Paul et Virginie, a pesar de la opinión contraria del
profesor Warshaw. Donald McGrady basa la influencia de la novela de Saint-Pierre, además de
en la estructuración general de la narración, el sentimentalismo y una serie de rasgos
secundarios, en la equivalencia de los siguientes elementos funcionales:
retrato de Virginia María
comitiva fúnebre de entierro de María
Virginia
enfermedad de Pedro enfermedad de Efraín, después de la muerte de la
amada
[3] desesperación de desesperación de Efraín
Pedro
Otra fuente inspiradora de la prosa del novelista colombiano es Chateaubriand. Efraín, en
sus clases a María y a Emma, emplea como libro de lectura El genio del Cristianismo, y la
protagonista se identifica con el climax romántico del novelista francés: «Las páginas de
Chateaubriand iban lentamente dando tintas a la imaginación de María... los pensamientos del
poeta, acogidos en el alma de aquella mujer tan seductora en medio de su inocencia, volvían a
mí como eco de una armonía lejana y conocida cuyas notas apaga la distancia y se pierden en
la soledad». En otra ocasión el agente, ante el valle majestuoso y callado, lee el episodio de
Atala, y las mujeres sienten la «melancolía aglomerada por el poeta para hacer llorar al
mundo», se estremecen y lloran con la desgarradora despedida.

El espacio geográfico
El novelista selecciona zonas concretas del departamento Valle del Cauca, traza varios
itinerarios a lo largo de su geografía, para tomar contacto con panoramas y paisajes distintos:
el valle regado de riachuelos, las colinas, las verdes pampas y los bosques frondosos, abiertos
hacia las estribaciones de la Cordillera Central y los pliegues y senos de la Occidental. Si
seguimos por un mapa las andanzas del agente-narrador, notamos algunos imprecisos
desplazamientos geográficos, como el del Zabaletas al Amaine. Pero, en general, la acción
está rigurosamente ambientada en las proximidades de Cali. Recordemos cómo Efraín, cuando
va a buscar al médico, pasa a la izquierda de las cabañas de Santa Elena, cruza
trabajosamente el río Amaine, rodea el Nima y atraviesa la villa de Palmira. Isaacs sólo
contempla los pueblos de la comarca en lejana perspectiva: «Sobre los montes occidentales,
limpios y azules, amarillearon luego los templos de Cali, y al pie de las faldas blanqueaban...
los pueblecillos de Yumbó y Vijes».
Además de los núcleos y los itinerarios geográficos, el novelista selecciona franjas
contextuales del concreto cerco de la realidad (CR); este mundo referencial seleccionado lo
convierte en legible, en materia novelada positiva (N+), frente al adtexto o contigüidad de la
obra, no novelada (-N). Sobre el cerco narrativo (CY) se dinamiza el proceso agencial de María
y Efraín. Veamos la síntesis diagramática de la interrelación entre la realidad y lo novelado:

El novelista tiene presente, al escribir su novela, las vivencias infantiles y juveniles. A través
del protagonista-narrador describe los remansos del río, los senderos bordeados de árboles,
los caminos de la montaña, las perspectivas de los valles, los rumores y peligros de la selva;
visita los platanales, los maizales, los desmontes, el fondo de las cañadas; se detiene en las
cabañas montañesas, participa en frugales comidas familiares...
Demuestra, por otro lado, un profuso conocimiento de la fauna y la flora colombianas; deja
ver una experiencia directa de las formas de vida rural. Sus vivencias personales modifican la
óptica temperamentalmente romántica del protagonista-narrador, objetivizan, a veces, su visión
del paisaje. Puede servirnos de ejemplo la interpretación realista de la hacienda de don Ignacio:
[4] «Atravesé un corto llano en el cual el rabo-de-zorro y el friega-plato y
la zarza dominaban sobre los gramales humillados y pantanosos; allí
ramoneaban algunos caballejos molenderos rapados de crin y cola,
correteaban potros y meditaban burros viejos, tan lacrados y mutilados por
el carguío de leña y la crueldad de sus arrieros que Buffón se hubiere
encontrado perplejo al tener que clasificarlos entre los cuadrúpedos».
Al lado de la vegetación exuberante, abovedada, del valle, del fondo selvoso de las cañadas,
del bosque medio civilizado, el novelista nos sugiere las selvas sombrías de la costa, las
frondas lejanas, los manglares de la ribera. A medida que se alejan de la costa, los bosques se
adensan, se enmarañan, intensifican su policromía. Esta selva se puebla de peligros, de
víboras, «terror y pesadilla de los viajeros», tigres enfurecidos perseguidos por los cazadores.
La naturaleza del Cauca ofrece, además, realidades impresionantes: los peñascos escarpados
de la Víbora, las impetuosas corrientes del río Dagua, el derrumbe del Arrayán...

Técnicas descriptivas
Este espacio geográfico de María está transformado por los procedimientos descriptivos
seleccionados por el novelista. Los elementos referenciales se embellecen por la sensibilidad
subjetivada del «pacto autobiográfico», por la percepción interna del «yo» del agente-narrador;
su mirada es la que selecciona y delimita el campo; los componentes del paisaje, al afluir a su
conciencia, pierden parte de su exterioridad, se fijan en la prosa con una intención romántica de
encantamiento. Nos encontramos ante un ejemplo tardío de estimativa romántica, de
deslumbramiento, de ensoñación, impuesta por los románticos europeos. Al postulado de
origen kantiano de que la belleza y el arte dependen del juego libre de la imaginación se une un
realismo transfigurado, derivado, en cierta manera, de las teorías de dos filósofos alemanes, la
«intuición intelectual» de Fichte y el «alma universal» de Schelling.
El novelista colombiano adapta los esquemas románticos, los clisés descriptivos de
Chateaubriand y Senancourt, para interpretar la plástica exuberancia de la naturaleza tropical
americana. Sobre las perspectivas del valle del Cauca elabora varios modelos: el llano, el río, la
selva, las montañas. Pero sus visiones son ejemplos de la artificialización de la naturaleza, en
distintas horas del día y en distintas estaciones del año. Podemos comprobarlo con la lectura
de las descripciones de los capítulos II, IX, XV, XXXVIII, XXXIX, XLIII y LVIII. Pero debemos
resaltar que estos paisajes están lejos de la sistemática estructuración de los escenarios. El
propio escritor confiesa la influencia del estado emocional: «Las grandes bellezas de la
Creación no pueden a un tiempo ser vistas y cantadas: es necesario que vuelvan al alma
empalidecidas por la memoria infiel» (capítulo II).
Mediante el «pacto autobiográfico», Jorge Isaacs transmite al agente narrador su
interpretación lírica de la naturaleza. Efraín proyecta sobre ella la nostalgia de la emigración,
los sentimientos amorosos, los estados de felicidad y sobresalto; desde su perspectiva interna,
reconstruye ámbitos de belleza edénica; está dotado de una hipersensibilidad especial para
resaltar las percepciones sensoriales, cromáticas, olfativas o auditivas, adecuadas a cada
situación, a cada alternancia sentimental. La función connotativa, de claro enfatismo romántico,
se produce en dos campos sémicos diferentes: cromático y auditivo:
Función connotativa
Cromática Auditiva
«gemidos del viento»
[5] «mantos de terciopelo azul»

«tardes doradas»
«lejanos ecos»
«resplandores de topacio»
«vagos rumores»
«plata líquida» (río)
«suspiros del viento»
«luz fosfórica de las luciérnagas errantes»
«acentos quejumbrosos, profundos y
(luz lunar que) «argenta las espumas de los lentos»
torrentes»
«sollozos del río»
«muros pálidamente iluminados»
«silbido siniestro»
Con frecuencia, el juego sensorial se amplía con modificadores directos, subsintagmas
nominales, imágenes plásticas. Podemos espigar isotopías de intensificación policroma:
«Sobre los ropajes turquíes de las montañas blanqueaban algunas
nubes desgarradas, como chales de gasa nívea que el viento hiciese
ondear sobre la falda azul de una odalisca, y la bóveda diáfana del cielo se
arqueaba sobre aquellas cumbres sin nombre, semejante a una urna
convexa de cristal azulado incrustada de diamantes...»
«La luz de los arreboles moribundos del ocaso se confundía bajo un
cielo teñido de lila con los rayos de la luna naciente, blanqueados como los
de una lámpara al cruzar un globo de alabastro...»
Los procedimientos descriptivos para lograr la plasticidad polisensorial surgen, con
frecuencia, de la proyección sentimental del agente narrador. A veces, los encuadres más
luminosos le «parecen tristes» a Efraín; la imagen de la amada está representada en los
elementos de la naturaleza, que se embellecen con su presencia; pero también transmite
estados de «frenesí», de «dolorosa ansiedad». El estado emocional de su marcha trasciende,
también, al entorno: «Mi corazón iba diciendo adiós a cada uno de estos sitios, a cada árbol del
sendero, a cada arroyo que cruzaba». Incluso el claro de luna, al reflejarse en las riberas del
Dagua, es un presagio fúnebre; expande «resplandores trémulos y rojizos, como los que
esparcen los blandones de un féretro sobre un pavimento de mármol y los muros de una sala
mortuoria». Asimismo, a la luz lunar, descubre Efraín «el paño fúnebre medio rodado de la
mesa donde su ataúd descansó; los restos de los cirios que habían alumbrado el túmulo» de
María...
La selva de las riberas del Dagua se adensa, se enmaraña, al alejarse de la costa, se
convierte en una múltiple fuerza germinadora, en «un infierno verde», precedente de los
novelistas José Eustasio Rivera, Rómulo Gallegos, Uribe Piedrahita, Botelho Gosálvez, Alejo
Carpentier. Ya a comienzos de siglo, los escritores europeos habían sentido la poderosa
atracción de la selva virgen americana: pero en Jorge Isaacs no es el gusto por lo exótico, sino
la absorbente realidad del bosque colombiano. Para describir sus peligros, el novelista emplea
algunos encuadres realistas, objetivos; tenemos un buen ejemplo en la precisión de las
características de la serpiente «viejota»: «Gruesa como un brazo fornido, como de tres varas
de largo, de dorso áspero, color de hoja seca y salpicada de manchas negras; barriga que
parecía de piezas de marfil ensambladas, cabeza enorme y boca tan grande como la cabeza
misma; nariz arremangada y colmillos como uñas de gato».
Pero esta larga culebra, confundida entre los árboles frondosos, es un peligro alucinante
para el viajero, como podemos comprobar en esta dinámica secuencia del capítulo LVII:
[6] «Agarrada de alguna rama o bejuco con una uña fuerte que tiene en
la extremidad de la cola, endereza más de la mitad del cuerpo sobre las
roscas del resto; mientras la presa que acecha no pasa a distancia tal que
solamente extendida en toda su longitud la culebra pueda alcanzarla,
muerde a la víctima y la atrae a sí con una fuerza invencible; si la presa
vuelve a alejarse a la distancia precisa, se repite el ataque hasta que la
víctima expira; entonces se enrolla envolviendo el cadáver, y duerme así
por algunas horas. Casos han ocurrido en que cazadores y bogas se salven
de ese género de muerte asiéndole la garganta a la víbora con entrambas
manos, luchando contra ella hasta ahogarla, o arrojándole una ruana sobre
la cabeza; mas eso es raro, porque es difícil dístinguirla en el bosque, por
asemejarse armada a un tronco delgado en pie y ya seco».
Encontramos también en María procedimientos costumbristas, escenas populares, que
tienen cierta relación con el Museo de cuadros de costumbres, publicado en dos volúmenes en
Bogotá, en 1866, por el círculo de la revista El Mosaico. Y los enfoques realistas reaparecen en
la textura de los bogas del Dagua; la indumentaria de Emigdio; las comidas familiares; el rodeo
en el corral, la polvareda levantada por la torada en movimiento, la marca candente aplicada a
los toros tendidos, la figura del rico hacendado. La cacería del tigre, en la selva del Cauca,
tiene el dinamismo de un relato realista y nos hace pensar en la posterior cacería de osos, en
Peñas Arriba, de Pereda. Efraín acompaña a los campesinos en el rastreo. Después de
destripar dos perros, el tigre, herido, serpentea la cola, eriza el dorso, sacude la enorme
cabeza, lanza bufidos roncos, ruge a cada disparo, hasta caer fulminado, arrojando sangre
espumosa por la boca.

Estructuración socioeconómica
La localización geográfica de María impone la exploración de las estructuras
socioeconómicas del mundo rural y de las condiciones de convivencia entre los grupos étnicos.
Este enfoque, a pesar de su asistematización, analiza las diferencias entre los latifundios de las
planicies y el minifundismo de la sierra. La hacienda «El Paraíso», de la familia Isaacs, sirve de
modelo para la descripción del latifundio de «tierra caliente» de la familia de Efraín, adquirido
durante la guerra de la emancipación. Aunque el padre ocupa la posición de señor feudal, se
diferencia de los hacendados autoritarios de la época, como don Jerónimo; practica el
paternalismo con sus esclavos. También Efraín sostiene relaciones amistosas con la familia
campesina de la montaña y es recibido en ella con respetuosa sumisión. La superioridad
socioeconómica está patente en la mansión cómoda y lujosa, con servidores y esclavos; tiene
amplias propiedades, extensas dehesas con ganado vacuno, buenos celaderos, muchas
fanegadas de caña; a la propiedad ha llegado, incluso, el progreso industrial, con el montaje de
una fábrica de azúcar. Al lado de este latifundio en transformación tenemos la hacienda del rico
propietario don Ignacio, que trabaja directamente sus tierras. Uno de sus hijos estudia en
Bogotá, pero vuelve a cultivar el campo y tiene que renunciar a su amor ciudadano, porque la
mujer de la capital viviría desarraigada en el medio rural, se echaría a perder en la trasplana.
La oposición campo - ciudad está también claramente expresada así por don Ignacio: «Los
bogotanos le tienen miedo al sol y a los toros bravos».
La otra cara del mundo sociocultural campesino está representada por las pequeñas
viviendas rústicas, con cocinas de caña menuda, poyos de guadua cubiertos de esteras de
junco y pieles de oso. A veces, las casas de los chagreros son una estampa realista, de
revuelta arca de Noé, alborotada por patos, gallinas, pavos criollos, cerdos, loros maiceros y
gritos espantando animales. Pero predominan los tonos suaves, la sencillez, la limpieza, el
orden, la idealización... Después de los blancos de la sierra, en una escala descendente, está
la familia de Custodio, mulatos libres que viven en una casucha de piso de tierra y techumbre
de paja, y cultivan su chagra, o pequeña propiedad, y hablan una lengua popular, llena de
formas diastráticas, de alteraciones [7] de la norma fonética y morfológica.
La base de la pirámide social está representada por el mundo negro: los bogas del Dagua,
los criados libres y los esclavos. Pero no se producen conflictos violentos. Las barreras
clasistas apenas están apuntadas en el amor imposible de Edigio por una hapanguita, porque
su padre sólo quiere señoras. La nota dominante es la convivencia, la casi paradisíaca
coexistencia de los distintos estamentos. Convivencia patriarcal entre hacendados, servidores,
mestizos, mulatos y negros. No ha sido abolida la esclavitud, pero no hay hombres de presa, ni
gamonales crueles, ni conflictos vecinales. Estamos aún lejos de la novela de conflictos
económicos y raciales del siglo XX. Podemos pensar, en cambio, en la idealización de la
literatura indianista. El convencionalismo se descubre, sobre todo, en la visión del mundo
negro. El novelista convivió con los negros de la servidumbre de su casa, como la mayor parte
de los escritores americanos de la época, pero idealiza sus formas de convivencia. Efraín
confiesa su admiración por la mulata Salomé y por la negra Remigia, siente hondo pesar por la
muerte de Feliciana, mientras que María manifiesta su ternura por el negrito Juan.
Jorge Isaacs delimita los distintos grupos, diferenciados por factores étnicos y niveles
económicos, pero en su exploración convencional dominan la convivencia amistosa y el
paternalismo:

Este planteamiento idealizador, carente de abierta conflictividad con las interrelaciones


étnicas regidas por el paternalismo, chocan con la novela indigenista y neoindigenista del siglo
XX. Pero también significa un retroceso con respecto a las novelas antiesclavistas de la
primera mitad del XIX: Sab (1841),de Gertrudis Gómez de Avellaneda: Francisco, de Anselmo
Suárez y Romero: Cecilia Valdés (1839), de Cirilo Villaverde. También la idealización del
hacendado choca con el cruel gamonal, creado por Clorinda Matto de Turner en Aves sin nido
(1889) e intensificado por Alcides Arguedas en Raza de bronce (1919) y por Jorge Icaza en
Huasipungo (1934).

Tipología romántica de los agentes


Los escritores románticos, con su «mentalidad impetuosa», alteran la psicología humana,
crean una nueva tipología al exaltar los sentimientos, al acumular la soledad, la melancolía, el
desarraigo, el delirio amoroso. Con las autobiografías sentimentales se difunden diversos tipos
de introvertidos melancólicos. Esta tipología arraiga en Europa con el Werther, de Goethe;
René, de Chateaubriand; Obermann, de Senancourt; Jacobo Ortis, de Fóscolo; Stello, de
Vigny; y se difunde en América, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, con la novela
sentimental.
Jorge Isaacs aprovecha la herencia de las autobiografías sentimentales para la
caracterización y comportamiento amoroso de la pareja de agentes. Efraín se ajusta a la
tipología romántica; gira constantemente dentro de dos círculos: sentimentalismo y amor
apasionado. De la influencia de [8] estas dos órbitas deriva la doble escala de actitudes, de
reacciones. Se mueve en una vía purgativa, intensificada por la emigración, por la grave
enfermedad, por la muerte de María. Esta función irreversible genera una violenta conmoción,
la suspensión sensorial, la idea de suicidio. Pero el desenlace no tiene la fatalidad de algunas
novelas románticas. Efraín cierra su andadura novelística, entre cantos y vuelos de aves
agoreras, cabalgando «a galope por enmedio de la pampa solitaria, cuyo vasto horizonte
ennegrecía la noche». Podemos diagramar así el proceso:

También sobre María se acumulan los signos caracterizadores típicamente románticos. La


melancolía en sus diversas formas: mal du siècle, Weltschmerz, desengaño. A pesar del amor
correspondido, menudean sus cambios de carácter: alegría, tristeza, sombríos presagios,
desmayantes emociones. Además de su parentesco con Atala y Virginia, o con Graziella, de
Lamartine, por su incurable enfermedad y por su muerte, María puede considerarse como una
Margarita Gautier rezagada. Por otro lado, no podemos olvidar la base autobiográfica; en
adición a la inspiración de las experiencias amorosas de Isaacs, es como una síntesis lírica de
algunos de sus poemas, como «Elena», «Teresa», «Virginia del Páez»... Para algún crítico,
María es una fuente del «Nocturno III» del modernista José Asunción Silva.
Pero lo significativo es que María está moldeada, idealizada, por el temperamento de su
amado, el agente-narrador. La presencia constante de María en el medio familiar está
impresionando a Efraín para elaborar su tipología. En un nivel, aparece transmutada en figura
idealizada, como mujer-ángel, como «emanación del alma»; en otro, se va humanizando,
corporeizando, con la acumulación de datos físicos; surge, incluso, con rasgos sensuales,
como mujer «apta para prestarse a todas las modulaciones de la pasión». En conclusión, su
tipología responde al procedimiento acumulativo de esta constelación seleccionada, de signos
caracterizadores positivos: [9]

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