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ALOCUCION A LA POESIA
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qué prado ameno, qué repuesto bosque a tu celeste inspiración propicias?
harás tu domicilio? ¿en qué felice Mas oye do tronando se abre paso
65 playa estampada tu sandalia de oro 95 entre murallas de peinada roca,
será primero? ¿donde el claro río y, envuelto en blanca nube de vapores
que de Albión los héroes vio humillados, de vacilantes iris matizada,
los azules pendones reverbera los valles va a buscar de Magdalena
de Buenos Aires, y orgulloso arrastra con salto audaz el Bogotá espumoso.
70 de cien potentes aguas los tributos 100 Allí memorias de tempranos días
al atónito mar? ¿o donde emboza
su doble cima el Avila entre nubes, tu lira aguardan; cuando, en ocio dulce
y la ciudad renace de Losada? y nativa inocencia venturosos,
¿ más te sonreirán, Musa, los valles sustento fácil dio a sus moradores,
75 de Chile afortunado, que enriquecen primera prole de su fértil seno
rubias cosechas y suaves frutos; 105 Cundinamarca; antes que el corvo arado
do la inocencia y el candor ingenuo violase el suelo, ni extranjera nave
y la hospitalidad del mundo antiguo las apartadas costas visitara.
con el valor y el patriotismo habitan? Aun no aguzado la ambición había
80 ¿O la ciudad que el águila posada
sobre el nopal mostró el azteca errante, el hierro atroz; aun no degenerado
y el suelo de inexhaustas venas rico, 110 buscaba el hombre bajo obscuros techos
que casi hartaron la avarienta Europa? el albergue, que grutas y florestas
Ya de la Mar del Sur la bella reina, saludable le daban y seguro,
85 a cuyas hijas dio la gracia en dote sin que señor la tierra conociese,
Naturaleza, habitación te brinda los campos valla, ni los pueblos muro.
bajo su blando cielo, que no turban 115 La libertad sin leyes florecía,
lluvias jamás, ni embravecidos vientos. todo era paz, contento y alegría;
¿O la elevada Quito Cuando de dichas tantas envidiosa
90 harás tu albergue, que entre canas cumbres Huitaca bella, de las aguas diosa,
sentada, oye bramar las tempestades
hinchando el Bogotá, sumerge el valle, 140 del Ecuador: canta el vistoso cielo
120 de la gente infeliz, parte pequeña que de los astros todos los hermosos
asilo halló en los montes: coros alegran; donde a un tiempo el vasto
el abismo voraz sepulta el resto. Dragón del Norte su dorada espira
Tú cantarás cómo indignó el funesto desvuelve en torno al luminar inmóvil
estrago de su casi extinta raza 145 que el rumbo al marinero audaz señala,
y la paloma cándida de Arauco
125 a Nenqueteba, hijo del Sol, que rompe en las australes ondas moja el ala.
con su cetro divino la enriscada Si tus colores los más ricos mueles
montaña, y a las ondas abre calle. y tomas el mejor de los pinceles,
En Bogotá, que, inmenso lago un día, 150 podrás los climas retratar, que entero
de cumbre a cumbre dilató su imperio; el vigor guardan genital primero
130 de las ya estrechas márgenes, que asalta con que la voz omnipotente, oída
con vana furia, la prisión desdeña, del hondo caos, hinchó la tierra, apenas
y por la brecha hirviendo se despeña. sobre su informe faz aparecida,
Tú cantarás cómo a la nuevas gentes 155 y de verdura la cubrió y de vida.
Nenqueteba piadoso leyes, y artes, Selvas eternas, ¿quién al vulgo inmenso
135 y culto dio; después que a la maligna que vuestros verdes laberintos puebla,
y en varias formas y estatura y galas
ninfa mudó en lumbrera de la noche, hacer parece alarde de sí mismo
y de la Luna por la vez primera
surcó el Olimpo el argentado coche.
Ve, pues, ve, a celebrar las maravillas
160 poder presumirá nombre o guarismo? 185 o del cucuy las luminosas huellas
En densa muchedumbre viese cortar el aire tenebroso,
ceibas, acacias, mirtos se entretejen, y del lejano tambo a mis oídos
bejucos, vides, gramas: viniera el son del yarabí amoroso!
las ramas a las ramas,
165 pugnando por gozar de las felices Tiempo vendrá cuando de ti inspirado
auras y de la luz, perpetua guerra 190 algún Marón americano ¡oh, diosa!
hacen, y a las raíces también las mieses, los rebaños cante,
angosto viene el seno de la tierra. el rico sueño al hombre avasallado,
y las dádivas mil con que la zona
¡Oh! ¡Quién contigo, amable Poesía, de Febo amada al labrador corona;
170 del Cauca a las orillas me llevara, 195 donde cándida miel llevan las cañas,
y el blando aliento respirar me diera y animado carmín la tuna cría,
de la siempre lozana primavera donde tremola el algodón su nieve,
que allí su reino estableció y su corte! y el ananás sazona su ambrosía;
O, si ya de cuidados enojosos de sus racimos la variada copia
175 exento, por las márgenes amenas 200 rinde el palmar, de azucarados globos
del Aragua moviese el zapotillo, su manteca ofrece
el tardo incierto paso, la verde palta, da el añil su tinta,
o reclinado acaso bajo su dulce carga desfallece
bajo una fresca palma en la llanura, el banano, el café el aroma acendra
180 viese arder en la bóveda azulada 205 de sus albos jazmines, y el cacao
tus cuatro lumbres bellas, cuaja en urnas de púrpura su almendra.
¡Oh, Cruz del Sur! que las nocturnas horas
mides al caminante
por la espaciosa soledad errante;