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Andrés Bello

Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida

¡Salve, fecunda zona, el banano, primero


que al sol enamorado circunscribes de cuantos concedió bellos presentes
el vago curso, y cuanto ser se anima Providencia a las gentes
en cada vario clima, del ecuador feliz con mano larga.
acariciada de su luz, concibes! No ya de humanas artes obligado
Tú tejes al verano su guirnalda el premio rinde opimo;
de granadas espigas; tú la uva no es a la podadera, no al arado
das a la hirviente cuba; deudor de su racimo;
no de purpúrea fruta, o roja, o gualda, escasa industria bástale, cual puede
a tus florestas bellas hurtar a sus fatigas mano esclava;
falta matiz alguno; y bebe en ellas crece veloz, y cuando exhausto acaba,
aromas mil el viento; adulta prole en torno le sucede.
y greyes van sin cuento Mas ¡oh! ¡si cual no cede
paciendo tu verdura, desde el llano el tuyo, fértil zona, a suelo alguno,
que tiene por lindero el horizonte, y como de natura esmero ha sido,
hasta el erguido monte, de tu indolente habitador lo fuera!
de inaccesible nieve siempre cano. ¡Oh! ¡si al falaz rüido,
Tú das la caña hermosa, la dicha al fin supiese verdadera
de do la miel se acendra, anteponer, que del umbral le llama
por quien desdeña el mundo los panales; del labrador sencillo,
tú en urnas de coral cuajas la almendra lejos del necio y vano
que en la espumante jícara rebosa; fasto, el mentido brillo,
bulle carmín viviente en tus nopales, el ocio pestilente ciudadano!
que afrenta fuera al múrice de Tiro; ¿Por qué ilusión funesta
y de tu añil la tinta generosa aquellos que fortuna hizo señores
émula es de la lumbre del zafiro. de tan dichosa tierra y pingüe y varia,
El vino es tuyo, que la herida agave el cuidado abandonan
para los hijos vierte y a la fe mercenaria
del Anahuac feliz; y la hoja es tuya, las patrias heredades,
que, cuando de süave y en el ciego tumulto se aprisionan
humo en espiras vagorosas huya, de míseras ciudades,
solazará el fastidio al ocio inerte. do la ambición proterva
Tú vistes de jazmines sopla la llama de civiles bandos,
el arbusto sabeo , o al patriotismo la desidia enerva;
y el perfume le das, que en los festines do el lujo las costumbres atosiga,
la fiebre insana templará a Lico. y combaten los vicios
Para tus hijos la procera palma la incauta edad en poderosa liga?
su vario feudo cría, No allí con varoniles ejercicios
y el ananás sazona su ambrosía; se endurece el mancebo a la fatiga;
su blanco pan la yuca ; mas la salud estraga en el abrazo
sus rubias pomas la patata educa; de pérfida hermosura,
y el algodón despliega al aura leve que pone en almoneda los favores;
las rosas de oro y el vellón de nieve. mas pasatiempo estima
Tendida para ti la fresca parcha prender aleve en casto seno el fuego
en enramadas de verdor lozano, de ilícitos amores;
cuelga de sus sarmientos trepadores o embebecido le hallará la aurora
nectáreos globos y franjadas flores; en mesa infame de ruinoso juego.
y para ti el maíz, jefe altanero En tanto a la lisonja seductora
de la espigada tribu, hincha su grano; del asiduo amador fácil oído
y para ti el banano da la consorte; crece
desmaya al peso de su dulce carga; en la materna escuela
de la disipación y el galanteo

la tierna virgen, y al delito espuela donde halaga la flor, punza la espina?


es antes el ejemplo que el deseo. Id a gozar la suerte campesina;
¿Y será que se formen de ese modo la regalada paz, que ni rencores
los ánimos heroicos denodados al labrador, ni envidias acibaran;
que fundan y sustentan los estados? la cama que mullida le preparan
¿De la algazara del festín beodo, el contento, el trabajo, el aire puro;
o de los coros de liviana danza, y el sabor de los fáciles manjares,
la dura juventud saldrá, modesta, que dispendiosa gula no le aceda;
orgullo de la patria, y esperanza? y el asilo seguro
¿Sabrá con firme pulso de sus patrios hogares
de la severa ley regir el freno; que a la salud y al regocijo hospeda.
brillar en torno aceros homicidas El aura respirad de la montaña,
en la dudosa lid verá sereno; que vuelve al cuerpo laso
o animoso hará frente al genio altivo el perdido vigor, que a la enojosa
del engreído mando en la tribuna, vejez retarda el paso,
aquel que ya en la cuna y el rostro a la beldad tiñe de rosa.
durmió al arrullo del cantar lascivo, ¿Es allí menos blanda por ventura
que riza el pelo, y se unge, y se atavía de amor la llama, que templó el recato?
con femenil esmero, ¿O menos aficiona la hermosura
y en indolente ociosidad el día, que de extranjero ornato
o en criminal lujuria pasa entero? y afeites impostores no se cura?
No así trató la triunfadora Roma ¿O el corazón escucha indiferente
las artes de la paz y de la guerra; el lenguaje inocente
antes fió las riendas del estado que los afectos sin disfraz expresa,
a la mano robusta y a la intención ajusta la promesa?
que tostó el sol y encalleció el arado; No del espejo al importuno ensayo
y bajo el techo humoso campesino la risa se compone, el paso, el gesto;
los hijos educó, que el conjurado ni falta allí carmín al rostro honesto
mundo allanaron al valor latino. que la modestia y la salud colora,
¡Oh! ¡los que afortunados poseedores ni la mirada que lanzó al soslayo
habéis nacido de la tierra hermosa, tímido amor, la senda al alma ignora.
en que reseña hacer de sus favores, ¿Esperaréis que forme
como para ganaros y atraeros, más venturosos lazos himeneo,
quiso Naturaleza bondadosa! do el interés barata,
romped el duro encanto tirano del deseo,
que os tiene entre murallas prisioneros. ajena mano y fe por nombre o plata,
El vulgo de las artes laborioso, que do conforme gusto, edad conforme,
el mercader que necesario al lujo y elección libre, y mutuo ardor los ata?
al lujo necesita, Allí también deberes
los que anhelando van tras el señuelo hay que llenar: cerrad, cerrad las hondas
del alto cargo y del honor ruidoso, heridas de la guerra; el fértil suelo,
la grey de aduladores parasita, áspero ahora y bravo,
gustosos pueblen ese infecto caos; al desacostumbrado yugo torne
el campo es vuestra herencia; en él gozaos. del arte humana, y le tribute esclavo.
¿Amáis la libertad? El campo habita, Del obstrüido estanque y del molino
o allá donde el magnate recuerden ya las aguas el camino;
entre armados satélites se mueve, el intrincado bosque el hacha rompa,
y de la moda, universal señora, consuma el fuego; abrid en luengas calles
va la razón al triunfal carro atada, la oscuridad de su infructuosa pompa.
y a la fortuna la insensata plebe, Abrigo den los valles
y el noble al aura popular adora. a la sedienta caña;
¿O la virtud amáis? ¡Ah, que el retiro, la manzana y la pera
la solitaria calma en la fresca montaña
en que, juez de sí misma, pasa el alma el cielo olviden de su madre España;
a las acciones muestra, adorne la ladera
es de la vida la mejor maestra! el cafetal; ampare
¿Buscáis durables goces, a la tierna teobroma en la ribera
felicidad, cuanta es al hombre dada la sombra maternal de su bucare ;
y a su terreno asiento, en que vecina aquí el vergel, allá la huerta ría...
está la risa al llanto, y siempre, ¡ah! siempre ¿Es ciego error de ilusa fantasía?
Ya dócil a tu voz, agricultura,
nodriza de las gentes, la caterva

servil armada va de corvas hoces. de insecto roedor no lo devore;


Mírola ya que invade la espesura sañudo vendaval no lo arrebate,
de la floresta opaca; oigo las voces, ni agote al árbol el materno jugo
siento el rumor confuso; el hierro suena, la calorosa sed de largo estío.
los golpes el lejano Y pues al fin te plugo,
eco redobla; gime el ceibo anciano, árbitro de la suerte soberano,
que a numerosa tropa que, suelto el cuello de extranjero yugo,
largo tiempo fatiga; erguiese al cielo el hombre americano,
batido de cien hachas, se estremece, bendecida de ti se arraigue y medre
estalla al fin, y rinde el ancha copa. su libertad; en el más hondo encierra
Huyó la fiera; deja el caro nido, de los abismos la malvada guerra,
deja la prole implume y el miedo de la espada asoladora
el ave, y otro bosque no sabido al suspicaz cultivador no arredre
de los humanos va a buscar doliente... del arte bienhechora,
¿Qué miro? Alto torrente que las familias nutre y los estados;
de sonorosa llama la azorada inquietud deje las almas,
corre, y sobre las áridas rüinas deje la triste herrumbre los arados.
de la postrada selva se derrama. Asaz de nuestros padres malhadados
El raudo incendio a gran distancia brama, expiamos la bárbara conquista.
y el humo en negro remolino sube, ¿Cuántas doquier la vista
aglomerando nube sobre nube. no asombran erizadas soledades,
Ya de lo que antes era do cultos campos fueron, do ciudades?
verdor hermoso y fresca lozanía, De muertes, proscripciones,
sólo difuntos troncos, suplicios, orfandades,
sólo cenizas quedan; monumento ¿quién contará la pavorosa suma?
de la lucha mortal, burla del viento. Saciadas duermen ya de sangre ibera
Mas al vulgo bravío las sombras de Atahualpa y Moctezuma.
de las tupidas plantas montaraces, ¡Ah! desde el alto asiento,
sucede ya el fructífero plantío en que escabel te son alados coros
en muestra ufana de ordenadas haces. que velan en pasmado acatamiento
Ya ramo a ramo alcanza, la faz ante la lumbre de tu frente,
y a los rollizos tallos hurta el día; (si merece por dicha una mirada
ya la primera flor desvuelve el seno, tuya la sin ventura humana gente),
bello a la vista, alegre a la esperanza; el ángel nos envía,
a la esperanza, que riendo enjuga. el ángel de la paz, que al crudo ibero
del fatigado agricultor la frente, haga olvidar la antigua tiranía,
y allá a lo lejos el opimo fruto, y acatar reverente el que a los hombres
y la cosecha apañadora pinta, sagrado diste, imprescriptible fuero;
que lleva de los campos el tributo, que alargar le haga al injuriado hermano,
colmado el cesto, y con la falda en cinta, (¡ensangrentó la asaz!) la diestra inerme;
y bajo el peso de los largos bienes y si la innata mansedumbre duerme,
con que al colono acude, la despierte en el pecho americano.
hace crujir los vastos almacenes. El corazón lozano
¡Buen Dios! no en vano sude, que una feliz oscuridad desdeña,
mas a merced y a compasión te mueva que en el azar sangriento del combate
la gente agricultora alborozado late,
del ecuador, que del desmayo triste y codicioso de poder o fama,
con renovado aliento vuelve ahora, nobles peligros ama;
y tras tanta zozobra, ansia, tumulto, baldón estime sólo y vituperio
tantos años de fiera el prez que de la patria no reciba,
devastación y militar insulto, la libertad más dulce que el imperio,
aún más que tu clemencia antigua implora. y más hermosa que el laurel la oliva.
Su rústica piedad, pero sincera, Ciudadano el soldado,
halle a tus ojos gracia; no el risueño deponga de la guerra la librea;
porvenir que las penas le aligera, el ramo de victoria
cual de dorado sueño colgado al ara de la patria sea,
visión falaz, desvanecido llore; y sola adorne al mérito la gloria.
intempestiva lluvia no maltrate De su trïunfo entonces, Patria mía,
el delicado embrión; el diente impío verá la paz el suspirado día;
la paz, a cuya vista el mundo llena
alma, serenidad y regocijo;
vuelve alentado el hombre a la faena,
alza el ancla la nave, a las amigas
auras encomendándose animosa,
enjámbrase el taller, hierve el cortijo,
y no basta la hoz a las espigas.
¡Oh jóvenes naciones, que ceñida
alzáis sobre el atónito occidente
de tempranos laureles la cabeza!
honrad el campo, honrad la simple vida
del labrador, y su frugal llaneza.
Así tendrán en vos perpetuamente
la libertad morada,
y freno la ambición, y la ley templo.
Las gentes a la senda
de la inmortalidad, ardua y fragosa,
se animarán, citando vuestro ejemplo.
Lo emulará celosa
vuestra posteridad; y nuevos nombres
añadiendo la fama
a los que ahora aclama,
«hijos son éstos, hijos,
(pregonará a los hombres)
de los que vencedores superaron
de los Andes la cima;
de los que en Boyacá, los que en la arena
de Maipo, y en Junín, y en la campaña
gloriosa de Apurima,
postrar supieron al león de España».

ALOCUCION A LA POESIA

fragmento de un poema titulado “América”1


Divina Poesía, tachonan la carroza de la noche;
tú de la soledad habitadora, 20 y el rey del cielo entre cortinas bellas
a consultar tus cantos enseñada de nacaradas nubes se levanta;
con el silencio de la selva umbría, y la avecilla en no aprendidos tonos
5 tú a quien la verde gruta fue morada, con dulce pico endechas de amor canta.
y el eco de los montes compañía; ¿Qué a ti, silvestre ninfa, con las pompas
tiempo es que dejes ya la culta Europa, 25 de dorados alcázares reales?
que tu nativa rustiquez desama, ¿A tributar también irás en ellos,
y dirijas el vuelo adonde te abre en medio de la turba cortesana,
10 el mundo de Colón su grande escena. el torpe incienso de servil lisonja?
También propicio allí respeta el cielo No tal te vieron tus más bellos días,
la siempre verde rama 30 cuando en la infancia de la gente humana,
con que al valor coronas; maestra de los pueblos y los reyes,
también allí la florecida vega, cantaste al mundo las primeras leyes.
15 el bosque enmarañado, el sesgo río, colores No te detenga, oh diosa,
mil a tus pinceles brindan; esta región de luz y de miseria,
y Céfiro revuela entre las rosas;
y fúlgidas estrellas 50 las gracias atractivas
35 en donde tu ambiciosa de Natura inocente,
rival Filosofía, a los hombres cantaste embelesados;
que la virtud a cálculo somete, y sobre el vasto Atlántico tendiendo
de los mortales te ha usurpado el culto; las vagorosas alas, a otro cielo,
donde la coronada hidra amenaza 55 a otro mundo, a otras gentes te encamina,
40 traer de nuevo al pensamiento esclavo do viste aún su primitivo traje
la antigua noche de barbarie y crimen; la tierra, al hombre sometida apenas;
donde la libertad vano delirio, y las riquezas de los climas todos
fe la servilidad, grandeza el fasto, América, del Sol joven esposa,
la corrupción cultura se apellida. 60 del antiguo Oceano hija postrera,
45 Descuelga de la encina carcomida en su seno feraz cría y esmera.
tu dulce lira de oro, con que un tiempo
los prados y las flores, el susurro
de la floresta opaca, el apacible
murmurar del arroyo transparente,
¿Qué morada te aguarda? ¿qué alta cumbre, bajo sus pies, y etéreas auras bebe

1
qué prado ameno, qué repuesto bosque a tu celeste inspiración propicias?
harás tu domicilio? ¿en qué felice Mas oye do tronando se abre paso
65 playa estampada tu sandalia de oro 95 entre murallas de peinada roca,
será primero? ¿donde el claro río y, envuelto en blanca nube de vapores
que de Albión los héroes vio humillados, de vacilantes iris matizada,
los azules pendones reverbera los valles va a buscar de Magdalena
de Buenos Aires, y orgulloso arrastra con salto audaz el Bogotá espumoso.
70 de cien potentes aguas los tributos 100 Allí memorias de tempranos días
al atónito mar? ¿o donde emboza
su doble cima el Avila entre nubes, tu lira aguardan; cuando, en ocio dulce
y la ciudad renace de Losada? y nativa inocencia venturosos,
¿ más te sonreirán, Musa, los valles sustento fácil dio a sus moradores,
75 de Chile afortunado, que enriquecen primera prole de su fértil seno
rubias cosechas y suaves frutos; 105 Cundinamarca; antes que el corvo arado
do la inocencia y el candor ingenuo violase el suelo, ni extranjera nave
y la hospitalidad del mundo antiguo las apartadas costas visitara.
con el valor y el patriotismo habitan? Aun no aguzado la ambición había
80 ¿O la ciudad que el águila posada
sobre el nopal mostró el azteca errante, el hierro atroz; aun no degenerado
y el suelo de inexhaustas venas rico, 110 buscaba el hombre bajo obscuros techos
que casi hartaron la avarienta Europa? el albergue, que grutas y florestas
Ya de la Mar del Sur la bella reina, saludable le daban y seguro,
85 a cuyas hijas dio la gracia en dote sin que señor la tierra conociese,
Naturaleza, habitación te brinda los campos valla, ni los pueblos muro.
bajo su blando cielo, que no turban 115 La libertad sin leyes florecía,
lluvias jamás, ni embravecidos vientos. todo era paz, contento y alegría;
¿O la elevada Quito Cuando de dichas tantas envidiosa
90 harás tu albergue, que entre canas cumbres Huitaca bella, de las aguas diosa,
sentada, oye bramar las tempestades

hinchando el Bogotá, sumerge el valle, 140 del Ecuador: canta el vistoso cielo
120 de la gente infeliz, parte pequeña que de los astros todos los hermosos
asilo halló en los montes: coros alegran; donde a un tiempo el vasto
el abismo voraz sepulta el resto. Dragón del Norte su dorada espira
Tú cantarás cómo indignó el funesto desvuelve en torno al luminar inmóvil
estrago de su casi extinta raza 145 que el rumbo al marinero audaz señala,
y la paloma cándida de Arauco
125 a Nenqueteba, hijo del Sol, que rompe en las australes ondas moja el ala.
con su cetro divino la enriscada Si tus colores los más ricos mueles
montaña, y a las ondas abre calle. y tomas el mejor de los pinceles,
En Bogotá, que, inmenso lago un día, 150 podrás los climas retratar, que entero
de cumbre a cumbre dilató su imperio; el vigor guardan genital primero
130 de las ya estrechas márgenes, que asalta con que la voz omnipotente, oída
con vana furia, la prisión desdeña, del hondo caos, hinchó la tierra, apenas
y por la brecha hirviendo se despeña. sobre su informe faz aparecida,
Tú cantarás cómo a la nuevas gentes 155 y de verdura la cubrió y de vida.
Nenqueteba piadoso leyes, y artes, Selvas eternas, ¿quién al vulgo inmenso
135 y culto dio; después que a la maligna que vuestros verdes laberintos puebla,
y en varias formas y estatura y galas
ninfa mudó en lumbrera de la noche, hacer parece alarde de sí mismo
y de la Luna por la vez primera
surcó el Olimpo el argentado coche.
Ve, pues, ve, a celebrar las maravillas

160 poder presumirá nombre o guarismo? 185 o del cucuy las luminosas huellas
En densa muchedumbre viese cortar el aire tenebroso,
ceibas, acacias, mirtos se entretejen, y del lejano tambo a mis oídos
bejucos, vides, gramas: viniera el son del yarabí amoroso!
las ramas a las ramas,
165 pugnando por gozar de las felices Tiempo vendrá cuando de ti inspirado
auras y de la luz, perpetua guerra 190 algún Marón americano ¡oh, diosa!
hacen, y a las raíces también las mieses, los rebaños cante,
angosto viene el seno de la tierra. el rico sueño al hombre avasallado,
y las dádivas mil con que la zona
¡Oh! ¡Quién contigo, amable Poesía, de Febo amada al labrador corona;
170 del Cauca a las orillas me llevara, 195 donde cándida miel llevan las cañas,
y el blando aliento respirar me diera y animado carmín la tuna cría,
de la siempre lozana primavera donde tremola el algodón su nieve,
que allí su reino estableció y su corte! y el ananás sazona su ambrosía;
O, si ya de cuidados enojosos de sus racimos la variada copia
175 exento, por las márgenes amenas 200 rinde el palmar, de azucarados globos
del Aragua moviese el zapotillo, su manteca ofrece
el tardo incierto paso, la verde palta, da el añil su tinta,
o reclinado acaso bajo su dulce carga desfallece
bajo una fresca palma en la llanura, el banano, el café el aroma acendra
180 viese arder en la bóveda azulada 205 de sus albos jazmines, y el cacao
tus cuatro lumbres bellas, cuaja en urnas de púrpura su almendra.
¡Oh, Cruz del Sur! que las nocturnas horas
mides al caminante
por la espaciosa soledad errante;

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