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“La Náusea”

Muchas veces tratamos de encontrarle un sentido a la vida, sobre todo en


aquellos momentos en donde carecemos de optimismo. Jean Paúl Sartre es uno
de esos tantos filósofos y escritores, que se valen de este tipo de motivos para
realizar obras literarias de índole introspectiva, situando a sus personajes en
contextos puntuales, con el objetivo de transmitir una forma de ver la vida, mas
allá de crear belleza a través de la palabras. El libro “La Náusea” es uno de estos
casos, situándose en la categoría de existencialista.

Escapando de lo que la hace bella, el libro muestra como repugna la


existencia del ser humano, contaminado por el yugo de la cotidianeidad que
embalsama el quehacer social y de la cual no podemos escapar. Esto se denota
ejemplificadamente en la excesiva y apasionada dedicación que da Antoine
Roquentin, el protagonista de la obra, a su trabajo investigativo acerca de la vida y
obra del Monsieur Rollebon, razón por la cual esta alojado en París y que deriva
en un fétido y nauseabundo mirar hacia lo que lo rodea, ese reloj que nos controla
diariamente. Hacia la aceptación y/o sumisión de la sociedad para con los
“principios inalterables” dentro de nosotros, que etiquetan a la gente como, estable
o no, dentro de la misma sociedad.

Podríamos decir, no obstante, que lo que gatilla esta forma de pensamiento,


tanto en el personaje principal como en el autor, son sus faltas. Estas, de diversa
índole, evidentemente, provocan que sus respectivas visiones, en si solo de
Sartre, sean una consecuencia de sus nefastas experiencias. En este caso,
Roquentin resulta ser victima del desconsuelo amoroso provocado por Anny, su
amor eterno. Por ende, todo se reduce a un mar de subjetividad en el intento de
encontrar el por que de la vida. En este caso, lo subjetivo es representado en una
visión contraria a la bella existencia del ser, para pasar a describirla como algo
pobremente mundano, sin gracia alguna, con total hipocresía frente a la vida,
contaminado por la cotidianeidad y la falsa demostración de estabilidad para poder
sentirse un “ser” en este mundo. En consecuencia, todo aquello provoca una
debilidad inherente al ser humano.

Es débil el ser humano por ser alguien que necesite de la compañía de los
demás para sentirse realizado, o simplemente para sentirse un “ser” dentro de
esta. Es débil por que necesita de la creencia en un ser superior, para así suplir
sus constantes cuestionamientos frente a la vida, las cuales, de alguna u otra
manera, no encuentra en nada ni nadie. Es débil el ser humano por ser un ente
que cree que, rompiendo los “principios inalterables”, que por si no fuera poco, son
creaciones de ellos mismos, deja de “ser”, y pasa a “no ser”. Es esto, al fin y al
cabo, lo nauseabundo. La sumisión hacia los márgenes invisiblemente existentes
dentro de la sociedad. Por ende, lo nauseabundo va mas allá de la misantropía sin
razón aparente. En el libro, el poco contacto social posee un trasfondo subjetivo
de desolación y/o no satisfacción de las necesidades mínimas en términos
afectivos, y que resulta en una mirada rebuscada de la sociedad, optando por el
punto de vista negativo.

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