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La palabrita apareció de repente (quién sabe a qué cultor de las zonceras se le ocurrió) y se
instaló con rapidez. Su primera aparición, de acuerdo con nuestra investigación, data de julio
de 2005, y en boca de la senadora nacional electa por portación de apellido. No sabemos
quién le enseñó a pronunciarla.
Meses después, desde las páginas del diario centenario, el columnista calvo consideró que
“ningún político carece de una dosis de paranoia, pero el problema es que el Presidente y su
esposa llevan la persecución supuesta a la tribuna o la exposición pública y la convierten en
certeza absoluta. El resultado termina construyendo un clima de crispación entre el Gobierno y
la prensa, que es, a la vez, el más notable que se vivió en los últimos veintidós años de
democracia”. Ya por entonces la palabra había ganado su espacio e iba por buen camino para
convertirse en una zoncera psicologista de cola de panadería.
“El otro conflicto es el clima político de crispación, de temor y de cierta arbitrariedad que se
instaló durante la administración Kirchner”, destacó el mismo periodista meses después, y
apoyado por un cardenal: “La crispación no contribuye a la cultura del encuentro”. ¡Madre de
Dios!
Ellos verdaderamente están crispados en su impotencia de dañar al gobierno. Los que estamos
de este lado sólo sentimos “CRIS-PASIÓN”, o sea, una inmensa pasión y un profundo
compromiso con la tarea que lleva adelante nuestra Presidenta. ¿Suena muy alcahuete? Y a mí
que me importa…
Zoncera Nº 37, del libro “Zonceras Argentinas y otras yerbas” de Aníbal Fernández.