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“Han generado un clima de crispación”

La palabrita apareció de repente (quién sabe a qué cultor de las zonceras se le ocurrió) y se
instaló con rapidez. Su primera aparición, de acuerdo con nuestra investigación, data de julio
de 2005, y en boca de la senadora nacional electa por portación de apellido. No sabemos
quién le enseñó a pronunciarla.

Meses después, desde las páginas del diario centenario, el columnista calvo consideró que
“ningún político carece de una dosis de paranoia, pero el problema es que el Presidente y su
esposa llevan la persecución supuesta a la tribuna o la exposición pública y la convierten en
certeza absoluta. El resultado termina construyendo un clima de crispación entre el Gobierno y
la prensa, que es, a la vez, el más notable que se vivió en los últimos veintidós años de
democracia”. Ya por entonces la palabra había ganado su espacio e iba por buen camino para
convertirse en una zoncera psicologista de cola de panadería.

“El otro conflicto es el clima político de crispación, de temor y de cierta arbitrariedad que se
instaló durante la administración Kirchner”, destacó el mismo periodista meses después, y
apoyado por un cardenal: “La crispación no contribuye a la cultura del encuentro”. ¡Madre de
Dios!

Las entidades periodísticas/lobistas no iban a perderse la oportunidad de aportar su granito de


arena y denunciaron “este clima de crispación y agresividad” en el que según ellas se debatía
la Ley de Servicios Audiovisuales. Incluso conspicuos y virulentos que hoy no se pueden ni ver
unieron por entonces sus voces para alertar “un clima de crispación y violencia planificada por
el Gobierno”.

Pero probablemente el éxtasis de la instalación de la zoncera llegó en 2008, luego de un


encuentro pastoral cuyo comunicado hizo que el diario centenario titulara: “Percibe la Iglesia
un clima de crispación”.

“Crispación” tiene dos acepciones: 1) contracción repentina y pasajera de un músculo y 2)


irritación, exasperación. Y como uno sabe que el músculo del gobierno no se ha contraído,
debe pensar que la referencia, sin duda, va por la segunda definición.

En este caso, evidentemente se trata de un tema de “transferencias”, en el sentido psicológico


de la palabra, porque basta con verles las caras a quienes sostienen estas zonceras; basta con
observar su entrecejo fruncido (a pesar de los litros de botox), su gesto de disgusto
permanente, su actitud de estar todo el día oliendo bosta para comprender que sólo una gran
frustración como la que padecen los puede llevar a tales supuestos.

Ellos verdaderamente están crispados en su impotencia de dañar al gobierno. Los que estamos
de este lado sólo sentimos “CRIS-PASIÓN”, o sea, una inmensa pasión y un profundo
compromiso con la tarea que lleva adelante nuestra Presidenta. ¿Suena muy alcahuete? Y a mí
que me importa…

Zoncera Nº 37, del libro “Zonceras Argentinas y otras yerbas” de Aníbal Fernández.

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