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Facultad de Medicina
Universidad de San Martín de Porres
Chiclayo – Perú
EVOLUCION DEL HOMBE
Hay toda una diferencia del mundo entre que pongamos la verdad
en primer lugar o en el segundo
WHATELEY
PASTEUR
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EVOLUCION DEL HOMBE
INDICE
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EVOLUCION DEL HOMBE
Teorías de la evolución
A pesar de que el viejo Anaximandro de Mileto (siglo VI a.C.) había ya intuido la idea de
evolución de los seres vivos, el pensamiento occidental ha defendido, hasta pasado medio siglo
XIX, una concepción fijista de la vida. Según el fijismo, tanto la naturaleza como las
especies vivas son una realidad definitiva y acabada: los seres vivos son formas
inalterables, siendo hoy tal y como fueron diseñadas desde su comienzo. Obviamente, el
fijismo iba apareado al creacionismo. Incluso el gran botánico sueco, Carl von Linné (1707-
1778), autor de la célebre clasificación u ordenación de todos los seres vivos en géneros y
especies, atendiendo semejanzas y proximidades entre formas de vida, nunca escribió sobre la
posibilidad de un origen común de las especies parecidas. Las especies habían sido creadas
de un modo separado e independiente.
En estos mismos años, uno joven inglés, Charles Darwin (1809-1882), estaba reflexionando
sobre multitud de observaciones hechas durante los cinco años de viaje acerca de la tierra a
bordo del barco [Beagle]. La infinitud de observaciones anotadas en su diario, le decían que la
vida es evolución y que unas especies se originan de otros.
lentitud. Darwin asumió este planteamiento de Lyell: los cambios biológicos en el pasado se
explican por las mismas causas que actúan en el presente. Otro libro influyó en el joven
pensamiento de Darwin, el Ensayo sobre el principio de población de Thomas Malthus (1776-
1834), en el cual habla de la inevitable lucha por la vida y de la ventaja que en ésta tienen los
individuos más bien dotados; de aquí emerge la célebre idea de la selección natural.
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• Las formas de vida no son estáticas sino que evolucionan; las especies cambian
continuamente, unas se originan y otros se extinguen.
Charles Darwin, en su libro de 1871 titulado El origen del hombre y sobre la selección en
relación con el sexo, aplica directamente al homo sapiens las anteriores ideas evolucionistas.
Obviamente, las teorías evolucionistas desencadenaron polémicas y violentos críticas; para
mucha gente constituía un insulto intolerable a la raza humana. Con el darwinismo, el ser
humano ya no era un ser especial y diferenciado, sino, como el resto de los seres vivos,
resultado de un mismo proceso vital.
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Auguste Weismann, un alemán seguidor de Darwin, diferenció, por primera vez, dos tipo de
células: las somáticas y las germinales. Demostró la imposibilidad de transmitir los cambios
adquiridos, cambios que no estaban registrados en las células germinales. Con esta distinción,
Weismann excluía la herencia de los caracteres adquiridos propia del lamarkismo: el
alargamiento del cuello de las jirafas no se podía explicar por los persistentes esfuerzos
adaptativos.
El nacimiento de una nueva ciencia, la genética, dio pie a una reactivación del fijismo. Las leyes
de Gregor Mendel, redescubiertas a comienzos del siglo XX, parecían un golpe fatal al
evolucionismo. (El monje checo, Gregor Mendel, 1822-1844, había descubierto el 1865 las
leyes que llevan su nombre; las publicó en un diario local pero fueron totalmente ignoradas). El
mismo efecto produjeron las investigaciones de Thomas Hunt Morgan (1866-1945) sobre los
cromosomas y los genes. Leyes de Mendel y cromosomas parecían obedecer más a un
principio de constancia y regularidad que a un principio de cambio.
Un retorno a las ideas evolucionistas se hizo viable con las observaciones del botánico
holandés Hugo de Vries (1848-1935), las cuales daban testimonio de la aparición súbita de
variantes en el proceso de reproducción de ciertos tipo de plantas. Concluía que nuevas
especies elementales aparecían a consecuencia de mutaciones o variaciones bruscas. De
Vries cuestionaba tanto el gradualismo como el mecanismo de la selección natural.
En el primer tercio del siglo XX, dominaba una continua lucha de datos y afirmaciones entre
fijistas, lamarkistas, darwinistas, geneticistas, etc. Gracias a los esfuerzos de Dobzhanski, Ernst
Mayr y G.G. Simpson, entre otros, nació una concepción general e integradora, la teoría
sintética de la evolución; la nueva teoría perfeccionaba la de Darwin a la luz, principalmente, de
la teoría cromosómica de la herencia iniciada por Mendel y de la genética de poblaciones.
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Segunda, la selección de los portadores de dotación genética más favorable para hacer frente
a las presiones ecológicas; éstos, estadísticamente hablante, tienen una probabilidad de
supervivencia y de procreación más alta que el resto de la población.
Hoy, el consenso entorno de la teoría sintética está debilitado. Ciertamente, es una teoría que
se presenta con firmeza, pero con importantes dificultades u obstáculos. Dos muestras. El
genetista y neodarwinista J. B. S. Haldane (1892-1964) argumenta que no se explica la
permanencia de una especie cuando parte de sus individuos han evolucionado hacia formas
más aptas constituyendo otra; una dificultad que es conocida como el «dilema de Haldane». El
paleontólogo y neodarwinista S. J. Gould, partiendo del voluminoso registro fósil actual, no ve
justificado hablar de proceso evolutivo gradual: la evolución ha avanzado mediante cambios
súbitos, a saltos. Así, pues, hoy hay muchas y diversas maneras de considerarse darwinista.
Pero ya el papa Pio XII, en la encíclica Humani Generis, pontificó que el texto del Génesis se
había de interpretar, que sólo indicaba que Dios intervino en la formación del mundo y del
hombre, el 'cómo' es una cuestión que ha de aclarar la ciencia: en la Biblia no hay que buscar
explicaciones científicas. Igualmente, creación y evolución son contradictorias si a la idea
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científica de evolución asociamos la idea filosófica de autonomía o de autosuficiencia de
este proceso.
Para muchos creyentes, una creación desarrollada por evolución es tan admirable como el
relato bíblico del Génesis. En esta línea es preciso entender la obra del paleontólogo y
pensador cristiano Pierre Teilhard de Chardin(1881-1955), el objetivo de la cual fue conciliar
cristianismo y evolucionismo. Concibe el hombre, no de un modo autónomo, sino en el marco
de la naturaleza, formando parte de un universo en evolución ascendente, irreversible y lleno
de intencionalidad: el universo, tal y como su nombre dice, tiende 'hacia Uno', un Absoluto o
punto Omega que está implicado en todo el proceso evolutivo.
Para los azaristas, esta argumentación no es más que una ilusión antropocéntrica. El hombre
se cree un ser necesario, inevitable, un producto esperado desde siempre; la argumentación
finalista no sería más que un desesperado esfuerzo para negar la contingencia humana. Para
los azaristas como Jacques Monod y otros, los fracasos que la evolución muestra son prueba
de falta de intencionalidad: la aparición del Homo sapiens es el resultado de una enorme
lotería.
La grandeza de Darwin
Los pocos miles de años de vida humana no constituyen sino una etapa
insignificante en relación al largo periodo en que se ha realizado la
evolución de los seres vivos. La grandeza de Charles Darwin está en
haber inferido este largo proceso de la vida. Imaginemos que una efímera,
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éste insecto que no vive más que un día, observase diferentes momentos de la vida
humana: vería recién nacidos, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, viejos, pero no
descubriría ningún desarrollo ni cambio. La efímera Charles Darwin ha sabido ver más allá. De
la ordenación sistemática de las especies existentes, es decir, de la clasificación de los
animales, desde los organismos unicelulares, pasando por las diferentes formas de animales
marinos, y siguiendo con los peces, anfibios, reptiles, aves, mamíferos, hasta el 'hombre, de
esta ordenación sistemática, Darwin ha inferido una ordenación histórica de su génesis: la vida
comenzó con unos primitivos seres vivos unicelulares y, en el curso de millones de años, ha
continuado en formas cada vez más complejas hasta llegar al ser humano.
Creer es la palabra, el concepto que asociamos con aquello que imaginamos que existe pero
que no podemos probar, ¿cuantas veces usamos ésta palabra todos los días?. Creemos en
cuestiones de orden divino pero también lo hacemos respecto de aquellas cosas de las cuales
estamos “casi” seguros y que abarcan todo tipo de cosas y situaciones cotidianas. Separar las
creencias según su trascendencia o grado de probabilidad es algo que hacemos casi
automáticamente. Entendemos que aquellas creencias relacionadas con la fe tienen un valor,
una importancia distinta respecto de aquellas que representan una opinión de la cual no
estamos tan seguros, también son diferentes de las que nos motivan a hacer algo; creo que
puedo hacerlo, etc. La pregunta entonces es: ¿qué tan distintas son las diferentes creencias?
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Richard Dawkins, biólogo evolutivo, profesor de zoología y de divulgación científica de la
Universidad de Oxford, ha dicho que; “Los Darwinianos que buscan el valor de
supervivencia de la religión se están haciendo la pregunta equivocada. En cambio, nos
debemos centrar en algo en la evolución de nuestros antecesores que no hubiera sido
reconocido como religión, pero que está listo para ser reconocido como tal en el
contexto modificado de la sociedad civilizada”.
Encontrar la razón por la cual creemos, de algún modo explicaría porqué somos como somos,
es por ello que la búsqueda de la respuesta correcta es tan importante. Mi propuesta tiene
como hipótesis inicial sostener que toda creencia, sin importar su contenido, tiene un mismo
origen, Para poder creer cualquier cosa tiene que existir antes una razón, una facultad que nos
permita hacerlo, esto es lo que hay que encontrar.
Cuando las personas dicen que la creencia en dios es una necesidad humana justificando de
este modo la religiosidad, lo que están haciendo es creer dos cosas, primero que existe una
necesidad humana y luego que ella se satisface con la creencia en dios. Si bien justificar una
creencia con otra es algo habitual, tal argumentación no nos sirve para encontrar la causa
primera, el origen de la capacidad de creer, hallar la facultad que nos permite hacerlo nos dará
las pistas acerca de la evolución humana, entonces la pregunta que hay que responder es:
¿por qué creemos?
La respuesta es tan simple como la pregunta, creemos porque somos capaces de imaginar,
entendiendo por esta capacidad no sólo la que nos permite unir distintos recuerdos para
generar nueva información, sino aquella acción voluntaria por medio de la cual buscamos crear
respuestas y soluciones a los más variados problemas.
Cuando imaginamos que algo es posible, estamos dándole un sentido, un propósito a éste
acto, podemos decir que dios existe y también que es posible construir una maquina. La
diferencia es que para hacer la maquina tenemos que comprobar que las cosas que creímos
eran ciertas. Imaginar que algo es posible es exactamente igual que creer.
Imaginar es la acción de mayor libertad que pueda existir, no tiene limites, como así tampoco
sus consecuencias. A partir del proceso mental de combinar la información que poseemos,
podemos suponer la existencia de lo posible y lo imposible, lo real y lo ficticio. Entonces la
pregunta siguiente es: ¿por qué imaginamos?.
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entonces la razón evolutiva es evidente, nos ha servido para aprender a buscar y
encontrar formas de sobrevivir en diferente hábitat.
La dependencia del aprendizaje para la sobrevivencia es sin duda alguna una especialización,
tanto es así que no existe ser humano alguno que pueda sobrevivir sin aprender
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En conclusión, el largo camino de los antepasados de los seres humanos actuales, habría
comenzado con la especialización en el aprendizaje como método de supervivencia. Este
proceso, potenciado por las ventajas de su constitución morfológica, los habría llevado a
depender crecientemente de la información aprendida, y a la perdida gradual de funciones
instintivas. La información que nos ha permitido sobrevivir y prosperar es aquella que hemos
obtenido a través de un largo proceso de ensayo y error, esto no significa que sea la correcta,
la verdadera, y ni siquiera la mejor, sólo ha sido la que ha resultado útil para que pueda existir
la población actual.
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Creacionismo: Defiende que el universo fue creado en seis días, según el capítulo 1 del libro
bíblico del Génesis, que cada una de las especies biológicas es el resultado de un acto
particular de creación divina. Quienes sostienen esta teoría usan la Biblia como libro de ciencia
y no saben distinguir bien entre mitología, ciencia, géneros literarios, etc. No aceptan el azar o
la casualidad en el universo, sino que creen que todo lo que sucede lo proyectó Dios hasta el
grado que nada, por muy insignificante que sea el hecho, ocurre sin un propósito del Creador.
Diseño Inteligente (D.I.): Defiende que Algo / Alguien / Una Inteligencia / Dios / ha creado el
universo con un diseño inteligente implícito, con unas leyes tan particulares, precisas,
puntuales, minuciosas y exactas a todos los niveles que sin tal precisión sería imposible que las
estrellas se hubieran formado; que la Tierra estuviese a la distancia justa del sol como para
posibilitar su vida
En consecuencia, hay científicos que con los datos actuales de la física, la cosmología, la
biología o las matemáticas argumentan que lo más lógico es deducir que tuvo que haber Algo /
Alguien / Una Inteligencia / Dios / Un Diseñador Inefable del universo detrás de toda esta
inmensa realidad; un Diseñador que diseñó de una manera tan inteligente su gran obra, que
incluso incluyó en el diseño la posibilidad de que después de millones y millones de años se
diera la vida y que poco a poco de esa vida surgiera la Vida Consciente de sí misma y del
universo, Vida Inteligente capaz de preguntarse «¿por qué existe, con qué fin y el Diseñador?».
Según los partidarios del D.I., las ciencias aportan datos suficientes como para sostener la tesis
que detrás de la creación universal hay una Inteligencia que diseñó o proyectó el universo con
la posibilidad implícita de que surgiera en en su interior vida capaz de ser consciente de sí
misma y probablemente de ir a más. Los defensores del D.I. aceptan la teoría de la evolución e
incluso admiten el azar o la casualidad, pero entendiéndolo como "mecanismo" del mismo plan
o diseño inteligente.
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Conclusiones finales
Nadie es neutro en sus afirmaciones aunque se precie de ser científico. Nuestras afirmaciones
están teñidas de construcciones e imaginarios sociales que nos determinan. Me presento ante
ustedes como un creyente que, desde su formación científica como paleontólogo, que ha
dedicado años al estudio de los procesos evolutivos de la vida sobre el planeta.
Tengo la convicción de que muchos cristianos hoy, no es que tengan dudas de fe sino lo que
suelen tienen es más bien ignorancia, falta de formación. Por eso, hoy en una sociedad abierta
y secularizada es muy necesaria la formación humana y teológica, la lectura crítica, la reflexión
y el intercambio de puntos de vista.
Desde esta postura no dogmática y abierta que hoy mantienen muchos científicos (sean o no
creyentes), estimo que se está tendiendo una mano a las religiones y a los teólogos para hacer
posible el diálogo.
Estas palabras de Juan Pablo II, escritas en 1987, son suficientemente expresivas y
significativas de lo que deben ser los intentos de los cristianos bien formados que viven en una
sociedad secularizada e impregnada por el pensamiento científico: “la ciencia puede purificar
a la religión del error y de la superstición; la religión puede purificar a la ciencia de
idolatría y falsos absolutos. Cada una puede atraer a la otra hacia un mundo más amplio,
en el que ambas puedan florecer".
¿Es posible ser cristiano y aceptar al mismo tiempo el origen evolutivo del universo, la vida y de
la especie humana? ¿Son compatibles EVOLUCIÓN BIOLÓGICA Y CREACIÓN DIVINA? ¿Es
posible un diálogo y un encuentro entre las teorías científicas sobre el origen humano y la
doctrina teológica de la creación? Y de una manera más general, ¿hay una exclusión entre las
posibilidades de aceptar la EVOLUCIÓN y continuar siendo CRISTIANO? ¿No se trata de un
FALSO dilema?
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