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PREGÓN

DE LA
SEMANA SANTA
DE
CONSTANTINA
2009
ALBERTO
CUEVAS
CANEO

Parroquia de Santa María


de la Encarnación.

Constantina, 29 de marzo de 2009


Ay placita de Llano del Sol
donde de niño jugaba,
rincón de las correrías
de mi infancia serrana,
llega ya la primavera,
llega ya Semana Santa,
y Constantina entera
se arrodilla a tus plantas.

Ay placita de Llano del Sol


donde de niño jugaba,
tu puerta grande se abrirá
en tan sólo una semana
cuando un niño nazareno
al Señor le grite ¡Hosanna!
en la mañana del domingo
de sol, olivos y palmas.

Y saldrá la Borriquita
a saludar tus fachadas,
el día se hará una fiesta
con el pasacalles de la banda,
brillará la ilusión, la alegría
y las risas en las caras
de nazarenitos anunciando
que ha llegado Semana Santa.

Ay placita de Llano del Sol


donde de niño jugaba
en la tarde del domingo
verás pasar rojas capas
de nazarenos que van
hacia la Doctrina Cristiana
tras un Cristo sentaito,
con humildad en su cara
paciencia en sus manos
y amargura en las entrañas,
andando como nadie
va marcha tras marcha,
sin cansarse su cuadrilla
que con el izquierdo avanza.
Multitud entre azahares
en este domingo de palmas,
que detrás viene un palio
entre varales de plata
incensarios y navetas,
que sale la niña guapa,
aquella que en su niñez
Álvarez Duarte tallara,
la que soñaron Jerónimas
al pasar por sus ventanas,
la que en el hospital
reparte salud y calma
y esa tarde de abril
tiene carita de porcelana,
se pasea con un manto
bordado por filigranas,
y va tras su hijo sentaito
camino de la Doctrina Cristiana.

Ay placita de Llano del Sol


donde de niño jugaba,
en muy poquitas horas
pasarán por tus plantas
Amargura, Dolores y Soledad,
tres advocaciones marianas
y aunque no pase la Esperanza,
te asomarás a ver
el encuentro con su hijo
el viernes por la mañana,
aquel que la noche antes
subió a verte desde Santa Ana
con un sinfín de penitentes
cargando cruces pesadas,
hermanos guardando silencio,
en noche de Jueves Santo
besando la madrugada.

Ay placita de Llano del Sol


donde de niño jugaba
es ya es Viernes Santo
la tarde se hace morada
y en la cruz enclavado
el amor de Cristo avanza.
Este año van para abajo
camino de Santa Ana
para subir por Calle del Marqués
entre la estrechez de las ventanas
que el Cristo del Amor
muerto va por las fachadas
y detrás viene su Madre,
por mujeres acompañada
vistiendo sobria mantilla
con traje de luto ataviadas.
Hilera de cera triste
da luz a su triste cara
con dolores por su pueblo
y con pena hasta en el alma,
que en noche de Viernes Santo
no falte el rezo de sus hermanas.

Ay placita de Llano del Sol


donde de niño jugaba
en la tarde del sábado
de soledad vistes tu cara,
porque en un paso de misterio
María pasa callada,
mira a su hijo Yacente
y a su figura amortajada
y a los mismos hermanos
que vestían rojas capas
y hoy visten traje negro
con seriedad en sus caras,
Amargura en el corazón,
Humildad y Paciencia en sus miradas.
Poquito a poco con ella
se nos marcha la semana,
la que empezó el domingo
entre olivos y palmas,
pasó por calle Feria
y por Santa Ana,
el viernes se hizo morada
y el Sábado Santo acaba
en la placita de Llano del Sol
donde de niño jugaba.

Reverendo Señor Cura-Párroco, Reverendo Señor Diácono,


Excelentísimo Señor Alcalde y miembros de la Corporación Municipal de la
Ciudad de Constantina, Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades, Hermanos
Mayores y Juntas de Gobierno de las Hermandades de la localidad, Junta
Auxiliar, Camareras y Jóvenes Cofrades de MI Hermandad de la Amargura,
cofrades y amigos todos, Señoras y Señores:

Gracias. Esa es la primera palabra que debo pronunciar tras subir a este atril. Gracias
por supuesto a todos ustedes por su presencia hoy aquí. Pero gracias, antes que nada ni a
nadie más, a mis padres. Y perdonadme si no os miro a la cara en estos momentos pero
temo echarme a llorar como aquel niño que os daba las malas noches en su cuna.

Gracias, porque sois los responsables de que hoy me asome a este balconcito del
Domingo de Pasión. Gracias por formarme como persona y darme una carrera
universitaria. Gracias por tantos años de trabajo en el Casino de Labradores para
sacarme adelante. Gracias por ser como sois. Sin vosotros este pregón ¡jamás! hubiera
sido posible.

Y ya, desde lo familiar de este atril, que fuera testigo de mi bautizo y desde el que leí el
día de mi Primera Comunión, debo dar las gracias a Fini, mi presentador, por sus
palabras de cariño y también porque haya aceptado, a iniciativa mía, que el Concejal de
Festejos presente por primera vez a un pregonero de esta fiesta.

Quiero agradecer también la presencia hoy aquí conmigo de un nutrido grupo de


familiares, amigos y compañeros de trabajo venidos desde Sevilla y otros lugares de
Andalucía. Cuando esté pregón finalice y nos fundamos en un emocionado abrazo,
sabed que no me estaréis abrazando una sola vez, sino una por cada kilómetro que
habéis recorrido para estar a mi lado en este día tan importante para mí.

Y por supuesto, y cómo no, debo dar las gracias por mi nombramiento como Pregonero,
a la Junta de Gobierno de mi Hermandad de la Amargura y sobre todo al Hermano
Mayor, sobre todo a Francis. Tú has sido desde el primer momento quien ha apostado
por mí con mayor convencimiento y has confiado ciegamente en un joven que a día de
hoy sólo tiene 26 años.

Recuerdo ahora con emoción la noche del pasado Domingo de Ramos, cuando, tras el
abrazo emocionado en el que nos fundimos, me comentaste, casi sin querer decirlo muy
alto, que este año a la Hermandad le tocaba designar Pregonero, y ya habías pensado en
mí.

Aquella noche de septiembre, en la que te presentaste al Cabildo General como


Hermano Mayor, quizás no imaginabas que hoy, año y medio después ya ibas a tener tu
primer regalo por parte de la Virgen, una hermosa niña de ojos verdes y nombre Isabel,
a la que pronto veremos corretear por la Parroquia como correteaste tú de la mano de tu
padre allá por la década de los 70.

Esa noche de domingo, fue cuando tuvo su nacimiento este Pregón, ratificado por el
Cabildo de Oficiales el día de San Fernando del año pasado y engendrado casi en su
integridad en Sevilla. Esa ciudad a la que hemos tenido que marcharnos ya, señor
Alcalde, más de dos generaciones de constantineros.

Jóvenes que un día cargamos nuestras maletas, guardamos nuestros sentimientos y con
alguna que otra lágrima en los ojos, salimos de aquí buscando unos estudios, un futuro,
una vida mejor. Jóvenes y mayores a los que ahora nos resulta muy difícil, volver a
nuestro pueblo. ¿Quién de ustedes no tiene a algún familiar lejos de aquí?

Miles de hijos de Constantina,


miles de hijos de mi pueblo,
miles de kilómetros,
miles de amores a lo lejos,
miles de emigrantes
por los senderos,
Córdoba, Barcelona o Sevilla,
destinos de nuestro destierro.

Constantina tiene
lo que no compra el dinero
tiene un aire
serrano y curandero
tiene paz y amor
y a la Virgen del Robledo.

Un día pasasteis papafrita


y os visteis en el extranjero
desde este atril
os recuerda el pregonero
y desde aquí
recibid nuestros besos,
nuestro cariño
y nuestro recuerdo.
Recibid el olor a azahar,
recibid el olor a incienso,
recibid desde la lejanía
un puñado de caramelos.
Recibid el calor
del pueblo entero
y recibid nuestro amor
emigrantes constantineros.

Mi vinculación con la Semana Santa de Constantina se halla unida de manera


inseparable a la Hermandad de la Amargura. Una Hermandad, a la que pertenezco desde
hace más de veinte años, una Hermandad en la que salí por primera vez de nazareno
aquel Domingo de Ramos de 1989 ante la atenta mirada de mi abuela Carmen y de la
mano de mi siempre querido y añorado Manolito “alegría” y cuya túnica sigue vistiendo
mi hermana cada domingo de Ramos. Desde aquella tarde de domingo no he faltado
ningún año a mi cita nazarena, y quiera Dios que nunca falte.

La Cuaresma de 1994, y teniendo sólo 11 años, decidí, junto a un grupo de amigos,


ingresar en los Jóvenes Cofrades. Entre ellos se encontraban Juan Pitislavi, Oscar
Muñoz y los Hermanos Matachana.

En nuestro colegio, la Doctrina Cristiana, dos de nuestros profesores, Javier Cano y


Manolo Prieto, amargurismo puro en sus nombres, supieron inculcarnos la ilusión por la
tarde mágica del Domingo de Ramos.

En el Grupo Joven pasé mis mejores años, allí conocí también a Ventura, Flete, Carlitos
o Rocío. Juntos, fuimos haciéndonos poquito a poco hombres en aquella Casa-
Hermandad de la calle Izquierdo número siete. Y hoy, 15 años después, gran parte de
aquel grupo de chiquillos pertenece a la Junta de Gobierno de la Hermandad.

Pero en toda esta mi historia de cofrade, si a alguien le debo el haber saltado a la


primera línea de la Hermandad es a Enrique Martavi, el Hermano Mayor que allá por la
primavera de 2002, confió para el cargo de Secretario Primero en un por entonces
estudiante de segundo de Periodismo.
A Enrique, la Virgen quiso regalarle durante su mandato una esposa cofrade y sencilla
como él, que le cambió la vida para siempre.

En mis 26 años, en toda mi vida, siempre he tenido como fiel guía de mi camino a mi
Virgen de la Amargura, y hoy, ella ha querido prestarme su pañuelo para que lo lleve al
lado de mi corazón. Por eso, hoy más que nunca me gustaría besar su cara.

Quisiera besar tu cara


Amargura de mis amores,
a las cinco de la tarde
cuando las capas ondean,
cuando nos reunimos
en tu misa nazarena,
cuando el prioste enciende
todas tus velas,
o en mitad de la misa
cuando el pasacalles suena,
o cuando miro al niño
que nunca salió
y este año se estrena
y en él sueño ver algún día
a un hijo mío con su túnica nazarena,
acompañándote por el pueblo
donde aunque él no naciera,
pero que clavao irá en su pecho
ese domingo de primavera.

Quisiera besar tu cara


Amargura de mis amores,
cuando los hermanos Vargas
van repartiendo la cera,
y los diputados nombran
una a una a las parejas,
cuando se abren las puertas
y el sol abraza la cruz de guía
que de la Doctrina Cristiana saliera,
aquella que los Martes Santos,
por la calle Feria subiera,
y que hoy sigue siendo
de tu salida la pregonera.

Ya nos vamos pa la calle


y un Padre Nuestro ya suena.
En el frío de la iglesia
solita tú te quedas,
aunque yo me vaya
camino de la Alameda,
un cachito de mí
contigo siempre se queda.
Te juro que voy con tu hijo
pa que el romano no lo hiera,
y lo deje pensar tranquilo
por la calles constantineras,
mientras el sayón sigue cavando
con obediencia suprema,
lo que le ordena el romano
camino de calle Feria.

Quisiera besar tu cara


Amargura de mis amores,
cuando estoy lejos de aquí,
la tarde de un domingo cualquiera,
y no dejo de pensar
en los domingos que quedan
para verte por las calles
de mi Constantina nazarena.
Es entonces cuando sueño
con el domingo de penitencia,
con ese domingo único
en que tu pueblo te espera,
en Pino de Oro
calle Mesones o en la Alameda.

Quisiera besar tu cara


Amargura de mis amores,
Al verte en la Carretería
cuando dejas que te imploren,
las monjitas carreteras
que te miran con honores.
Antes, en la Fuente del Ladrón,
se escucharon los clamores,
clamores al ver tu manto,
clamores de escultores,
clamor de Álvarez Duarte,
soñando con tus colores,
con tu cara de niña guapa
con tu cara hecha de amores,
que Álvarez Duarte no sabe
como te hizo con tantas perfecciones,
ni tampoco se explica
como entre tantos escultores,
él tuvo la dicha de tallar
tu carita de esplendores.
Y entre tanto gentío,
y entre tantos clamores
quisiera besar tu cara,
Amargura de mis amores,
en la calle de la Feria
bajo una lluvia de flores.

La mañana del Domingo de Ramos estallará la fiesta en Constantina. La Junta de


Gobierno de la Hermandad de la Borriquita, con la humildad por bandera, con insignias
y enseres sencillos pero con un corazón que no les cabe en el pecho, lucha, sonríe, busca
ayuda y trabaja sin cesar para seguir teniendo año a año la dicha de abrir las puertas de
nuestra Semana Mayor. ¡Qué orgulloso estaría el Padre Félix si os viera!

Nuestro pueblo ve a Cristo muerto el Viernes y el Sábado Santo, cansado por Santa Ana
en la madrugada del Jueves y resignado por la Alameda en la anochecida del Domingo.
Pero cuando Constantina realmente ve reír a Cristo es en la mañana del Domingo de
Ramos. Una mañana que trae siempre un sol entre sus manos, un sol del que estoy
enamorado.

Domingo de luz en el pueblo,


que temprano ha despertado
ese sol de Constantina
en el domingo soñado.
Un sol que brilla
por todos lados,
sol de un domingo único
de un Domingo de Ramos.

Bajando por el Rihuelo,


por la Alameda ha pasado
la luz de este sol serrano,
de este sol que nos anuncia,
con su brillo inmaculado,
que Jesús en su Borriquita
ya se ha montado,
se ha rodeado de chiquillos
y por Llano del Sol ha paseado.

Tras la salida,
una fiesta ha estallado
globos, palomitas, caramelos,
que en Constantina Jesús ha entrado.
Por el pueblo lo saludan
jóvenes y ancianos,
lo saludan costaleros
costal y faja en sus manos,
y lo saluda la Virgen
que del Robledo ha bajado
y sin que nadie la vea
hasta una palma ha tomado.

En calle Mesones,
el pueblo está entregado
la Fuente de los Patos
agua bendita ha derramado
y los pájaros de los árboles
con el ruido no se han asustado,
ni el tambor de la banda
ha podido espantarlos,
porque se han quedado mirando
la cara linda de Cristo
en Jerusalén entrando.

Cuando La Borriquita haya entrado,


el sol seguirá a nuestro lado,
un sol que ahora anuncia
una tarde de tintes colorados,
con el sol como testigo,
siempre el gran invitado,
el sol de este domingo
del que estoy enamorado,
y al que el sol de mi pueblo
tiene siempre iluminado.
El sol más bonito que conozco,
el sol de Constantina
en Domingo de Ramos.

La Constantina cofrade emigrará a Sevilla tras el Domingo de Ramos, y allí nos


veremos en San Gonzalo, en El Museo, en San Benito, o esperando ver a Antoñito
delante del paso de la Virgen de su Hermandad de las Penas. Pero volveremos el Jueves
Santo para estar puntuales a las 12 de la noche en las puertas de Santa Ana.

La Junta de Gobierno de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús lo tendrá todo dispuesto


para ese día y para esa hora, sin importarles haber pasado duras horas tras la barra de
una caseta en la Feria de Muestras o montar con todo el calor de julio su Velá de Santa
Ana. Tardes y noches de sacrificio que desembocan en la gloria de las 12 de la noche
del Jueves Santo.

Nazareno de Santa Ana


luna llena en el cielo,
túnica morada al vuelo,
silencio en la madrugada.

Noche fresca estrellada,


oscuridad por calle El Peso,
mujeres que te mandan besos
como promesa entregada.

Noche de cirios y cruces


sobre el ruán y el esparto,
van pasando como sombras
por la esquinita del Chato.

Sobriedad absoluta
la zancada de tu paso,
por Calle del Marqués
andar serio y racheado,
que hasta Simón de Cirene
te quiere ir ayudando
ha cogido tu cruz
y juntos vais caminando
camino de la Parroquia
donde hasta las campanas
silencian sus cuartos.
Noche de cirios y cruces
Sobre el ruán y el esparto.

Y el Viernes por la mañana, Esperanza, y un encuentro. Si algún día tuviésemos que


recoger en un álbum de fotos estampas clásicas de Constantina, seguro que incluiríamos
fotos de la Torre, el Castillo o la Ermita del Robledo. En ese álbum, veríamos también
seguro, una foto del encuentro.

Un encuentro que trasmite Esperanza a un Cristo que dará sus últimos pasos con vida
calle El Peso abajo para ser crucificado a las tres de la tarde y bajar con Amor por la
misma calle ya muerto en la atardecida.

Esperanza, flor de Santa Ana,


madre de Jesús Nazareno,
rosa del jardín mañanero,
estrella de la mañana.
Verdes capirotes claman
que el Viernes Santo ha llegado
a ese tu barrio soñado,
tras una noche entera,
esperando casi en vela,
a tu hijo con la cruz cargado.

Sale tu palio del jardín,


por calle El Peso avanza,
y nunca pierde la Esperanza
su olor a lirio y jazmín.
Que va a llegar por fin
al encuentro con el Nazareno,
que viene caminando sereno,
acompañado de su Cirineo
en una estampa de museo
ante todo el pueblo en pleno.
Reina, madre y soberana,
puerta segura del cielo,
alba de la comarca serrana
Calle El Peso arriba,
verde esperanza en tu cara.
San Juan se estremece al verte
en la mañana temprana,
con todo el pueblo lleno,
tras tu hijo moreno,
Esperanza de Santa Ana,
madre del Nazareno,
y ¡estrella de la mañana!

Las Hermandades están sostenidas por hombres y mujeres de cualquier profesión que,
tras acabar su jornada laboral o en días de descanso, lo dejan todo por servir a nuestra
Semana Santa.

Tras los pasos de Constantina, se esconden infinitas horas, infinitas, de trabajo. Rifas,
lotería de Navidad, tiros al plato, cualquier cosa es buena para seguir con esta tradición
adelante. Barras de cotillones, velás o conciertos, mientras todo el mundo disfruta, hay
gente que se sacrifica sin mayor ánimo de lucro que el de servir a una Hermandad.

Hay miles de historias de personas relacionadas con la Semana Santa, pero hay algunas
que siempre me han emocionado. Historias como la de mi amigo José Manuel Pérez,
que con tan sólo 18 añitos recién cumplidos se convirtió en Hermano Mayor de la
Hermandad de la Borriquita. Con Yedri como principal apoyo, pero con tan sólo 18
añitos y una Hermandad a sus espaldas.

O la historia de Raúl Chavero, costalero de palio ejemplar, hasta el día en que vio
peligrar el futuro de su cuadrilla y decidió dejar el costal y la faja para dirigir como
capataz los pasos de palio de Constantina, reorganizando y volviendo a llevar a la gloria
a su gente.

Hay nombres que con el sólo hecho de pronunciarlos suenan a Semana Santa, como los
de Emilio Sagrario y Antonio Ajenjo, en su Hermandad de Nuestro Padre Jesús. Y
Emilio, que suele ver el Pregón cada año en su casa por la tele a través de KTV, si el
pregonero lo nombra, y sólo si lo nombra, viene corriendo hasta la Parroquia para
felicitarlo. Por eso Emilio, hoy, aquí estás mencionado ya, para poder abrazarte cuando
termine este mi pregón.

Y José Luís Ortiz con quien comparto todas mis hermandades, y especialmente, mi
Hermandad sevillana, la Hermandad de la Macarena. Juntos vestimos la misma túnica
muchas madrugadas de Viernes Santo sevillano, en la noche en la que Cristo es
sentenciado por el barrio macareno, entre plumas de armaos y antifaces morados de
terciopelo.
Seguro, José Luis, que no queda ni una sola asociación e n el
pueblo a la que no hayas ayudado nunca, y seguro, José Luis, que Constantina algún día
sabrá darte tu justo reconocimiento.

Y qué decir de la Pregonera Juvenil de este año, qué decir de Beatriz, hija de
constantinera pero natural de Cantabria, cada año coge un autobús desde su tierra hasta
Constantina, doce horas de camino, doce horas de viaje, para no faltar a su cita cofrade
del Domingo de Ramos a las cinco de la tarde.

Pero de entre todas estas historias, hay una que me emociona más que ninguna otra. Es
la historia de un hombre que allá por 1990 se convirtió en Hermano Mayor de la
Hermandad de la Amargura. Es la historia de una vida entregada por y para la
Hermandad, la historia de Andrés Manuel Marín.

El 26 de julio de 1997 tuvo lugar el acto más importante de sus dos mandatos, la
Procesión Extraordinaria de Nuestra Señora de la Amargura con motivo del
cincuentenario de la reorganización de la Hermandad. Aquella tarde, el pregonero portó
una naveta durante todo el recorrido, desde esa posición privilegiada, pude comprobar
cómo la Junta de Andrés traía a Constantina una de las procesiones más esplendorosas
que jamás hubiera podido imaginarse.

Ese 26 de julio de 1997, Luís Álvarez Duarte, escultor que talló a Nuestra Señora de la
Amargura, acompañó en la presidencia del paso a Andrés durante todo el recorrido. Y
petalada en la calle feria como no habrá otra y la Calle del Marqués con la Amargura, y
Andrés al lado de Álvarez Duarte…. Y 26 de julio.

Terminó el 26 de julio de 1997 y el mandato de Andrés concluía en 1998. Y 26 de julio


de 1998. Sí, habéis oído bien 26 de julio de 1998. Pasillos del Hospital Maternal Virgen
del Rocío de Sevilla, Loli, la mujer de Andrés, está a punto de dar a luz en 26 de julio,
casualidades de la vida dirían algunos, Loli en el paritorio y en la Soledad y en la
angustia que dan los pasillos de espera, Andrés esperando ser padre. ¿A qué no saben
ustedes quien aparece ahora? Pues sí, ante la sorpresa de Andrés, aparece por los
pasillos Luís Álvarez Duarte con su mujer también a punto de dar a luz. Y así lo quiso
la Virgen de la Amargura, así lo quiso ella y nadie más. Juntos en el mismo pasillo, en
el mismo hospital, como juntos habían estado delante de su Virgen el año antes, juntos
los dos fueron padres en 26 de julio.

La vida entera
entregada a tu Hermandad.
Un 26 de julio
la Virgen te lo quiso pagar.
Y sus manos escultoras
te fueron a acompañar
en lo frío, en lo oscuro
de los pasillos de un hospital.
Patricia, tu niña,
Patricia tu caminar,
que así lo quiso la Virgen,
así Ella y nadie más,
un 26 de julio
vino del cielo a bajar
y a tu niña sobre la tierra
te la quiso regalar.

El viernes, las puertas de la Capilla de Nuestro Padre Jesús se cerrarán al filo de las tres
de la tarde. Los dulces de Severino Rosa o de las Monjas Jerónimas nos ayudarán a
hacer algo más lenta nuestra espera hasta cruzarnos con el primer nazareno de túnica
morada que nos anunciará que Jesús ya ha muerto en Constantina.

Por Amor y con Amor


Viernes Santo en tu madero,
clavado de pies y manos
por las calles de tu pueblo.
Goteo de sangre roja,
la que brota de tu cuerpo
y cae sobre el clavel
que con amor te pusieron.

Una Hermandad humilde


y con origen obrero,
Hermandad con una calle
y un Santo Cristo en su azulejo
Hermandad de los costaleros,
Hermandad del Cristo del Amor
y San José Obrero.

Hermandad por la que luchó


gente buena de mi pueblo
Hermanos Mayores que fueron
los Cantarrana, Gloria Fajardo,
o Fernando Botero

El Viernes Santo por la tarde


por el Castillo asoman luceros,
la tarde se hace triste
porque Cristo ha muerto,
toma color morado
y baja por calle El Peso,
como un reguero de luz,
cuatro hachones pregoneros
de la muerte de un Dios
al que tuvieron prisionero

Sólo vas en tu paso,


solito con tus costaleros,
cornetas y tambores
calman tu sufrimiento,
túnicas moradas
como morado tu cuerpo,
que la tarde ya pregona
por los senderos
lo que dice el Viernes Santo
al pueblo entero:
que por amor y con amor
Cristo muere en un madero.

Tras el Cristo del Amor, la tarde del Viernes Santo se escribe desde hace siglos en
Constantina con un traje de mantilla, se escribe en negro luto del manto de la Virgen de
los Dolores. Se escribe sobre un palio de malla al que Antonio Difort quiso pintarle una
obra de arte para que Constantina nunca olvide su labor artística.

Tras ese palio, tras ese manto, se esconde un grupo de mujeres jóvenes. Un grupo de
mujeres que tomó las riendas, sin saber lo que era la estructura interna de una
Hermandad, sin saber montar el paso, pero teniendo algo que podía con todo: su mirada
a la cara de la Virgen de los Dolores, que hizo que superaran todos los obstáculos que
encontraron.

Ahora, apunto de celebrar elecciones, Marirró, verás cumplido por fin tu sueño de ser
Hermana Mayor y tus lágrimas de tristeza de hace cuatro años, se han convertido en
lágrimas de alegría.

En vuestro recorrido destaca, esa calle de Constantina conocida como “la del marqués”
y que por los avatares de la vida lleva varios años sin acariciar los varales de su Virgen.

Seis años sin poder ser,


y este lo vamos a ver,
la Virgen de los Dolores
tras el Cristo del Amor,
por la Calle del Marqués.

Negro luto de viernes


en la cara que más brilla,
negro luto de viernes
con sudor en tu cuadrilla.
En la tarde noche
tu pueblo se arrodilla
y te pide con cariño
que cuides siempre esta orilla.

Negro luto de viernes


en tu manto de maravilla,
negro tu manto
como negra tu canastilla.
Negro luto de viernes
las lágrimas de tu mejilla,
negro luto de viernes
en tu cara de chiquilla,
y negro luto de viernes
en tus hijas de mantilla.

Y el Sábado Santo, Soledad y Santo Entierro, Santo Entierro y Soledad. Las dos
advocaciones más antiguas de la Hermandad de la Amargura. Desde sus inicios en el
Convento de San Francisco, hasta la Parroquia han pasado por la Iglesia de la
Concepción o por la Doctrina Cristiana, para seguir más de 455 años después dando una
lección de fe en el atardecer del Sábado Santo.

Soledad de una madre ante un hijo muerto. Soledad sólo consolada por un trío de
capilla. Soledad en un entierro. Soledad como la que sienten los niños bielorrusos que
Aproni trae en verano, los jóvenes de Asnadis o los enfermos de cáncer. Asociaciones a
las que Constantina jamás podrá pagar su labor.

Soledad que sentirán la cámara y el caballo del “Titi” cuando este año llegue la feria.

Soledad que sentimos día a día en los problemas cotidianos de la vida como el paro, o
los accidentes de tráfico, Soledad como la que siente la familia de Javi, ese joven de
sólo 17 años que hace dos meses se dejó la vida en la carretera de Cazalla.

Soledad también en los enfermos de alzhéimer, Soledad como la que siente mi abuela
Manoli, aquí presente hoy a mi lado, pero casi ausente en su mente.

-¿Verdad, abuela?
-Mira donde me tienes, dando el pregón de nuestro pueblo.
-¡Anda que estás poco guapa hoy y tu Pepe a tu lao!
-¿Me ves, abuela? Aquí tienes al nieto que criaste y aunque dentro de un rato no te
acuerdes y vuelvas a sentirte sola como la Virgen de la Soledad, quédate para siempre
con este ratito de pregón que va por ti y por todos los que alguna vez se han sentidos
solos.

De entre todas las advocaciones de mi Hermandad, si con alguna de ellas me siento


reflejado es con la del Cristo de la Humildad y Paciencia. Y la verdad no se bien el
porqué, no sé si es por el andar de su cuadrilla, o porque me quedé prendido de la voz
de Pedro, Manolo o Cacho llamando al martillo. No sé si es por el andar que marca
Kico debajo del paso o quizás por las plumas al viento del romano o por la sentencia
que porta en su mano.

Tal vez, sea amargurista de Cristo porque llevo años preguntándome como sería aquella
tinaja de aceite que lo salvó durante la guerra. No sé que tendría esa tinaja, no se que
tendría ese molino de aceite, no sé que tendrían pero a mí me dieron amor eterno a mi
Cristo, agarrado de su manigueta.

Cristo de la Humildad y Paciencia,


Cristo erguido y sentado,
Cristo en la peña cansado,
eres mi mayor creencia,
guía de mi Estación de Penitencia
y estampa de mi cabecera.
Todo el año en espera
para el domingo verte
ya cerquita de tu muerte
bajando por la Alameda.

Cristo en la peña sentado,


Cristo de la Amargura,
Cristo que con dulzura
vienes siempre a mi lado.
Por ti me siento arropado
cuando estoy en Sevilla,
esa mi otra orilla
que de ti me separa,
porque a mi sólo me ampara
la reja de tu capilla.

Cristo sentaito,
Barrio Nuevo ya te espera
pa que la cuesta subieras
poco a poco y finito,
que no hay na más bonito
que el andar de tu cuadrilla,
costero a costero tu canastilla
pa romper con el izquierdo
y dejar para el recuerdo
esa chicotá sencilla.

Cristo del Aceite,


qué bonita tu figura
en el dintel de la puerta
cuando la partitura
de la marcha Padre Nuestro
va recordando a Ventura

Y tras tu peña,
la reina de la blancura
con Paciencia te siguió,
con su mucha ternura
en una tinaja te guardó,
y este domingo de dulzura
a Constantina te mostró,
porque este pueblo de hermosura
de la Humildad le llamó
al Cristo de la Amargura.
Por las calles de este rinconcito de Sierra Morena, al que Dios quiso ponerle por nombre
Constantina, han procesionado en Semana Santa un total de cinco Cofradías. Pero hay
una más, una Cofradía que no vemos pero intuimos, una Cofradía lejana en el espacio
pero cercana en los corazones, esa Cofradía que está en nuestros anhelos, la Cofradía
del Cielo.

A pesar de mi juventud, he visto como muchos cofrades se han ido marchando poco a
poco hacia allá. Muchos se han llevado su Hermandad a la tumba, como el bueno de
Ricardo Suria con el escudo de su Hermandad de Jesús en la lápida o el eterno
Mayordomo amargurista Ventura, enterrado junto a su esposa, cuyos nombres separa
una Amargura tallada sobre el frío mármol.

Las trabajaderas de los pasos de Constantina echan también en falta a dos buenos
costaleros. Eduardo Ávila en las de Cristo y en las de palio, su patero, en las de palio,
Enrique Lemos.

En mis años de joven cofrade coincidí con dos hermanos que prematuramente tomaron
el camino del cielo, Rafa Ávila y Marié.

También vi, cómo un compañero de clase en el Instituto, un joven cofrade ejemplar de


la Hermandad de Nuestro Padre Jesús, David Fernández, con un corazón que no le cupo
en el pecho, tomó la última calle del Marqués arriba con su cruz de penitente, para
quedarse para siempre en Llano del Sol a ver el encuentro en la mañana del día
siguiente.

Tampoco cae en el olvido la camarera perpetua que se fue junto a su Virgen de la


Amargura una tarde de otoño de 2003, aquel domingo de octubre en el que hasta la
Virgen se vistió de luto por ella.

Quedaban pocos días para el mes de noviembre y desde Sevilla llegó la noticia de que
Dolores Álvarez había muerto. La Camarera Mayor no lo dudó un momento y vistió a
su Amargura de luto colocándola junto al Cristo de la Humildad que la noche antes
había tenido sus cultos.

Desde el altar mayor, la Virgen, como una amiga más, como una doliente más,
presenció el entierro de una mujer cuyas manos la habían vestido durante décadas.
Dolores no faltaba una madrugada de Sábado de Pasión al rito del chocolate y los
roscos. Hoy, sigue sin faltar a la cita, seguimos notándola en la frialdad de la mesa de
mármol de la sacristía y después del chocolate calentito se acerca al paso, se sube y le
da el último retoque al rostrillo de la Virgen.

Cofradía de los anhelos,


Cofradía que está en los cielos,
Cofradía a la que se fueron
jóvenes, camareras y costaleros,
Cofradía que vive
estas fechas en el cementerio
en nuestros corazones
vuestra presencia es un hecho,
con nosotros siempre estáis,
susurrándole a los vientos,
lo que afirma
Dios en su madero
y la Virgen pregona
desde el Robledo.
que existe ya un camino
de Constantina al Cielo.

El domingo todo acaba


Porque Cristo resucita.
El pueblo entero
Vuelve a su rutina
Y sueña con agosto
cuando el Robledo se avecina,
Cuesta del Rebollar abajo,
entre olivos y encinas,
el primer domingo del mes,
a su pueblo Constantina.

Y soñaremos con ver


a la Virgen de cara fina,
la noche del quince,
en que todo se arrodilla,
al paso de su Patrona,
al paso de la Virgen linda,
Robledo de mis anhelos,
Robledo que nos aglutinas,
Robledo pura y limpia,
Robledo de Constantina.

Ya en mi despedida
pregono a los cuatro vientos
que mientras viva,
en mi corazón llevaré siempre:
Humildad y Paciencia infinita,
a mi Virgen guapa y joven,
a mi Amargura divina.
Y aunque esté en Sevilla
y aquí poco resida,
dentro tendré eternamente
esta mi patria chica,
este pueblo de Sierra Morena,
este valle que se empina,
este trocito de cielo,
esta Torre tan fortísima,
el frío de tus mañanas,
tu feria, tu agosto,
el olor de tus esquinas,
mi calle Mesones
y mi Fuente de los Patos cristalina.

Hoy te entrego por siempre


un amor que late
en mi Parroquia bendita,
un amor que en plena
sierra se origina,
un amor a un pueblo
que mi vida domina,
un amor verdadero,
un amor que nunca termina,
un amor pregonero,
de la Pasión que se avecina,
un amor de corazón,
un amor que me ilumina,
mi amor y mi pregón,
para ti, Constantina.

He dicho.

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