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DE LA
SEMANA SANTA
DE
CONSTANTINA
2009
ALBERTO
CUEVAS
CANEO
Y saldrá la Borriquita
a saludar tus fachadas,
el día se hará una fiesta
con el pasacalles de la banda,
brillará la ilusión, la alegría
y las risas en las caras
de nazarenitos anunciando
que ha llegado Semana Santa.
Gracias. Esa es la primera palabra que debo pronunciar tras subir a este atril. Gracias
por supuesto a todos ustedes por su presencia hoy aquí. Pero gracias, antes que nada ni a
nadie más, a mis padres. Y perdonadme si no os miro a la cara en estos momentos pero
temo echarme a llorar como aquel niño que os daba las malas noches en su cuna.
Gracias, porque sois los responsables de que hoy me asome a este balconcito del
Domingo de Pasión. Gracias por formarme como persona y darme una carrera
universitaria. Gracias por tantos años de trabajo en el Casino de Labradores para
sacarme adelante. Gracias por ser como sois. Sin vosotros este pregón ¡jamás! hubiera
sido posible.
Y ya, desde lo familiar de este atril, que fuera testigo de mi bautizo y desde el que leí el
día de mi Primera Comunión, debo dar las gracias a Fini, mi presentador, por sus
palabras de cariño y también porque haya aceptado, a iniciativa mía, que el Concejal de
Festejos presente por primera vez a un pregonero de esta fiesta.
Y por supuesto, y cómo no, debo dar las gracias por mi nombramiento como Pregonero,
a la Junta de Gobierno de mi Hermandad de la Amargura y sobre todo al Hermano
Mayor, sobre todo a Francis. Tú has sido desde el primer momento quien ha apostado
por mí con mayor convencimiento y has confiado ciegamente en un joven que a día de
hoy sólo tiene 26 años.
Recuerdo ahora con emoción la noche del pasado Domingo de Ramos, cuando, tras el
abrazo emocionado en el que nos fundimos, me comentaste, casi sin querer decirlo muy
alto, que este año a la Hermandad le tocaba designar Pregonero, y ya habías pensado en
mí.
Esa noche de domingo, fue cuando tuvo su nacimiento este Pregón, ratificado por el
Cabildo de Oficiales el día de San Fernando del año pasado y engendrado casi en su
integridad en Sevilla. Esa ciudad a la que hemos tenido que marcharnos ya, señor
Alcalde, más de dos generaciones de constantineros.
Jóvenes que un día cargamos nuestras maletas, guardamos nuestros sentimientos y con
alguna que otra lágrima en los ojos, salimos de aquí buscando unos estudios, un futuro,
una vida mejor. Jóvenes y mayores a los que ahora nos resulta muy difícil, volver a
nuestro pueblo. ¿Quién de ustedes no tiene a algún familiar lejos de aquí?
Constantina tiene
lo que no compra el dinero
tiene un aire
serrano y curandero
tiene paz y amor
y a la Virgen del Robledo.
En el Grupo Joven pasé mis mejores años, allí conocí también a Ventura, Flete, Carlitos
o Rocío. Juntos, fuimos haciéndonos poquito a poco hombres en aquella Casa-
Hermandad de la calle Izquierdo número siete. Y hoy, 15 años después, gran parte de
aquel grupo de chiquillos pertenece a la Junta de Gobierno de la Hermandad.
En mis 26 años, en toda mi vida, siempre he tenido como fiel guía de mi camino a mi
Virgen de la Amargura, y hoy, ella ha querido prestarme su pañuelo para que lo lleve al
lado de mi corazón. Por eso, hoy más que nunca me gustaría besar su cara.
Nuestro pueblo ve a Cristo muerto el Viernes y el Sábado Santo, cansado por Santa Ana
en la madrugada del Jueves y resignado por la Alameda en la anochecida del Domingo.
Pero cuando Constantina realmente ve reír a Cristo es en la mañana del Domingo de
Ramos. Una mañana que trae siempre un sol entre sus manos, un sol del que estoy
enamorado.
Tras la salida,
una fiesta ha estallado
globos, palomitas, caramelos,
que en Constantina Jesús ha entrado.
Por el pueblo lo saludan
jóvenes y ancianos,
lo saludan costaleros
costal y faja en sus manos,
y lo saluda la Virgen
que del Robledo ha bajado
y sin que nadie la vea
hasta una palma ha tomado.
En calle Mesones,
el pueblo está entregado
la Fuente de los Patos
agua bendita ha derramado
y los pájaros de los árboles
con el ruido no se han asustado,
ni el tambor de la banda
ha podido espantarlos,
porque se han quedado mirando
la cara linda de Cristo
en Jerusalén entrando.
Sobriedad absoluta
la zancada de tu paso,
por Calle del Marqués
andar serio y racheado,
que hasta Simón de Cirene
te quiere ir ayudando
ha cogido tu cruz
y juntos vais caminando
camino de la Parroquia
donde hasta las campanas
silencian sus cuartos.
Noche de cirios y cruces
Sobre el ruán y el esparto.
Un encuentro que trasmite Esperanza a un Cristo que dará sus últimos pasos con vida
calle El Peso abajo para ser crucificado a las tres de la tarde y bajar con Amor por la
misma calle ya muerto en la atardecida.
Las Hermandades están sostenidas por hombres y mujeres de cualquier profesión que,
tras acabar su jornada laboral o en días de descanso, lo dejan todo por servir a nuestra
Semana Santa.
Tras los pasos de Constantina, se esconden infinitas horas, infinitas, de trabajo. Rifas,
lotería de Navidad, tiros al plato, cualquier cosa es buena para seguir con esta tradición
adelante. Barras de cotillones, velás o conciertos, mientras todo el mundo disfruta, hay
gente que se sacrifica sin mayor ánimo de lucro que el de servir a una Hermandad.
Hay miles de historias de personas relacionadas con la Semana Santa, pero hay algunas
que siempre me han emocionado. Historias como la de mi amigo José Manuel Pérez,
que con tan sólo 18 añitos recién cumplidos se convirtió en Hermano Mayor de la
Hermandad de la Borriquita. Con Yedri como principal apoyo, pero con tan sólo 18
añitos y una Hermandad a sus espaldas.
O la historia de Raúl Chavero, costalero de palio ejemplar, hasta el día en que vio
peligrar el futuro de su cuadrilla y decidió dejar el costal y la faja para dirigir como
capataz los pasos de palio de Constantina, reorganizando y volviendo a llevar a la gloria
a su gente.
Hay nombres que con el sólo hecho de pronunciarlos suenan a Semana Santa, como los
de Emilio Sagrario y Antonio Ajenjo, en su Hermandad de Nuestro Padre Jesús. Y
Emilio, que suele ver el Pregón cada año en su casa por la tele a través de KTV, si el
pregonero lo nombra, y sólo si lo nombra, viene corriendo hasta la Parroquia para
felicitarlo. Por eso Emilio, hoy, aquí estás mencionado ya, para poder abrazarte cuando
termine este mi pregón.
Y José Luís Ortiz con quien comparto todas mis hermandades, y especialmente, mi
Hermandad sevillana, la Hermandad de la Macarena. Juntos vestimos la misma túnica
muchas madrugadas de Viernes Santo sevillano, en la noche en la que Cristo es
sentenciado por el barrio macareno, entre plumas de armaos y antifaces morados de
terciopelo.
Seguro, José Luis, que no queda ni una sola asociación e n el
pueblo a la que no hayas ayudado nunca, y seguro, José Luis, que Constantina algún día
sabrá darte tu justo reconocimiento.
Y qué decir de la Pregonera Juvenil de este año, qué decir de Beatriz, hija de
constantinera pero natural de Cantabria, cada año coge un autobús desde su tierra hasta
Constantina, doce horas de camino, doce horas de viaje, para no faltar a su cita cofrade
del Domingo de Ramos a las cinco de la tarde.
Pero de entre todas estas historias, hay una que me emociona más que ninguna otra. Es
la historia de un hombre que allá por 1990 se convirtió en Hermano Mayor de la
Hermandad de la Amargura. Es la historia de una vida entregada por y para la
Hermandad, la historia de Andrés Manuel Marín.
El 26 de julio de 1997 tuvo lugar el acto más importante de sus dos mandatos, la
Procesión Extraordinaria de Nuestra Señora de la Amargura con motivo del
cincuentenario de la reorganización de la Hermandad. Aquella tarde, el pregonero portó
una naveta durante todo el recorrido, desde esa posición privilegiada, pude comprobar
cómo la Junta de Andrés traía a Constantina una de las procesiones más esplendorosas
que jamás hubiera podido imaginarse.
Ese 26 de julio de 1997, Luís Álvarez Duarte, escultor que talló a Nuestra Señora de la
Amargura, acompañó en la presidencia del paso a Andrés durante todo el recorrido. Y
petalada en la calle feria como no habrá otra y la Calle del Marqués con la Amargura, y
Andrés al lado de Álvarez Duarte…. Y 26 de julio.
La vida entera
entregada a tu Hermandad.
Un 26 de julio
la Virgen te lo quiso pagar.
Y sus manos escultoras
te fueron a acompañar
en lo frío, en lo oscuro
de los pasillos de un hospital.
Patricia, tu niña,
Patricia tu caminar,
que así lo quiso la Virgen,
así Ella y nadie más,
un 26 de julio
vino del cielo a bajar
y a tu niña sobre la tierra
te la quiso regalar.
El viernes, las puertas de la Capilla de Nuestro Padre Jesús se cerrarán al filo de las tres
de la tarde. Los dulces de Severino Rosa o de las Monjas Jerónimas nos ayudarán a
hacer algo más lenta nuestra espera hasta cruzarnos con el primer nazareno de túnica
morada que nos anunciará que Jesús ya ha muerto en Constantina.
Tras el Cristo del Amor, la tarde del Viernes Santo se escribe desde hace siglos en
Constantina con un traje de mantilla, se escribe en negro luto del manto de la Virgen de
los Dolores. Se escribe sobre un palio de malla al que Antonio Difort quiso pintarle una
obra de arte para que Constantina nunca olvide su labor artística.
Tras ese palio, tras ese manto, se esconde un grupo de mujeres jóvenes. Un grupo de
mujeres que tomó las riendas, sin saber lo que era la estructura interna de una
Hermandad, sin saber montar el paso, pero teniendo algo que podía con todo: su mirada
a la cara de la Virgen de los Dolores, que hizo que superaran todos los obstáculos que
encontraron.
Ahora, apunto de celebrar elecciones, Marirró, verás cumplido por fin tu sueño de ser
Hermana Mayor y tus lágrimas de tristeza de hace cuatro años, se han convertido en
lágrimas de alegría.
En vuestro recorrido destaca, esa calle de Constantina conocida como “la del marqués”
y que por los avatares de la vida lleva varios años sin acariciar los varales de su Virgen.
Y el Sábado Santo, Soledad y Santo Entierro, Santo Entierro y Soledad. Las dos
advocaciones más antiguas de la Hermandad de la Amargura. Desde sus inicios en el
Convento de San Francisco, hasta la Parroquia han pasado por la Iglesia de la
Concepción o por la Doctrina Cristiana, para seguir más de 455 años después dando una
lección de fe en el atardecer del Sábado Santo.
Soledad de una madre ante un hijo muerto. Soledad sólo consolada por un trío de
capilla. Soledad en un entierro. Soledad como la que sienten los niños bielorrusos que
Aproni trae en verano, los jóvenes de Asnadis o los enfermos de cáncer. Asociaciones a
las que Constantina jamás podrá pagar su labor.
Soledad que sentirán la cámara y el caballo del “Titi” cuando este año llegue la feria.
Soledad que sentimos día a día en los problemas cotidianos de la vida como el paro, o
los accidentes de tráfico, Soledad como la que siente la familia de Javi, ese joven de
sólo 17 años que hace dos meses se dejó la vida en la carretera de Cazalla.
Soledad también en los enfermos de alzhéimer, Soledad como la que siente mi abuela
Manoli, aquí presente hoy a mi lado, pero casi ausente en su mente.
-¿Verdad, abuela?
-Mira donde me tienes, dando el pregón de nuestro pueblo.
-¡Anda que estás poco guapa hoy y tu Pepe a tu lao!
-¿Me ves, abuela? Aquí tienes al nieto que criaste y aunque dentro de un rato no te
acuerdes y vuelvas a sentirte sola como la Virgen de la Soledad, quédate para siempre
con este ratito de pregón que va por ti y por todos los que alguna vez se han sentidos
solos.
Tal vez, sea amargurista de Cristo porque llevo años preguntándome como sería aquella
tinaja de aceite que lo salvó durante la guerra. No sé que tendría esa tinaja, no se que
tendría ese molino de aceite, no sé que tendrían pero a mí me dieron amor eterno a mi
Cristo, agarrado de su manigueta.
Cristo sentaito,
Barrio Nuevo ya te espera
pa que la cuesta subieras
poco a poco y finito,
que no hay na más bonito
que el andar de tu cuadrilla,
costero a costero tu canastilla
pa romper con el izquierdo
y dejar para el recuerdo
esa chicotá sencilla.
Y tras tu peña,
la reina de la blancura
con Paciencia te siguió,
con su mucha ternura
en una tinaja te guardó,
y este domingo de dulzura
a Constantina te mostró,
porque este pueblo de hermosura
de la Humildad le llamó
al Cristo de la Amargura.
Por las calles de este rinconcito de Sierra Morena, al que Dios quiso ponerle por nombre
Constantina, han procesionado en Semana Santa un total de cinco Cofradías. Pero hay
una más, una Cofradía que no vemos pero intuimos, una Cofradía lejana en el espacio
pero cercana en los corazones, esa Cofradía que está en nuestros anhelos, la Cofradía
del Cielo.
A pesar de mi juventud, he visto como muchos cofrades se han ido marchando poco a
poco hacia allá. Muchos se han llevado su Hermandad a la tumba, como el bueno de
Ricardo Suria con el escudo de su Hermandad de Jesús en la lápida o el eterno
Mayordomo amargurista Ventura, enterrado junto a su esposa, cuyos nombres separa
una Amargura tallada sobre el frío mármol.
Las trabajaderas de los pasos de Constantina echan también en falta a dos buenos
costaleros. Eduardo Ávila en las de Cristo y en las de palio, su patero, en las de palio,
Enrique Lemos.
En mis años de joven cofrade coincidí con dos hermanos que prematuramente tomaron
el camino del cielo, Rafa Ávila y Marié.
Quedaban pocos días para el mes de noviembre y desde Sevilla llegó la noticia de que
Dolores Álvarez había muerto. La Camarera Mayor no lo dudó un momento y vistió a
su Amargura de luto colocándola junto al Cristo de la Humildad que la noche antes
había tenido sus cultos.
Desde el altar mayor, la Virgen, como una amiga más, como una doliente más,
presenció el entierro de una mujer cuyas manos la habían vestido durante décadas.
Dolores no faltaba una madrugada de Sábado de Pasión al rito del chocolate y los
roscos. Hoy, sigue sin faltar a la cita, seguimos notándola en la frialdad de la mesa de
mármol de la sacristía y después del chocolate calentito se acerca al paso, se sube y le
da el último retoque al rostrillo de la Virgen.
Ya en mi despedida
pregono a los cuatro vientos
que mientras viva,
en mi corazón llevaré siempre:
Humildad y Paciencia infinita,
a mi Virgen guapa y joven,
a mi Amargura divina.
Y aunque esté en Sevilla
y aquí poco resida,
dentro tendré eternamente
esta mi patria chica,
este pueblo de Sierra Morena,
este valle que se empina,
este trocito de cielo,
esta Torre tan fortísima,
el frío de tus mañanas,
tu feria, tu agosto,
el olor de tus esquinas,
mi calle Mesones
y mi Fuente de los Patos cristalina.
He dicho.