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Marco normativo para el análisis


de los ámbitos de la opresión

IRENE GARCÍA AGUILERA*


Universidad Autónoma de Madrid

Resumen: Ofrezco un pequeño marco normativo que ayude a loca-


lizar y comprender mejor los ámbitos en los que se desarrolla cualquier
opresión humana. Se trata de tres ámbitos: i) la sociedad, ii) la ciuda-
danía, y/o iii) las instituciones públicas. El modo en que se pueden
reforzar unos ámbitos a otros torna complejas las denuncias de opresión
que articulan muchos movimientos sociales contemporáneos. El objeto
y estrategia de las reivindicaciones están llamados a cambiar según el
ámbito último en el que se origina la opresión. Surge entonces la pre-
gunta acerca de lo que debiera ser exigible en la sociedad, ciudadanía e
instituciones, respectivamente, si de lo que se trata es de evitar una
opresión.
Palabras clave: Opresión, sociedad, ciudadanía, instituciones,
derechos.

Introducción

La opresión humana constituye un fenómeno harto complejo por


cuanto que definir sus contenidos, el sujeto que los sufre y los agentes
o estructuras causantes y responsables de ello resultan todas cuestiones
más difíciles de dirimir de lo que parece a simple vista. De la dificul-
tad se hacen eco los movimientos sociales que se articulan para denun-
ciar una opresión. En estos movimientos no siempre existe acuerdo
sobre la naturaleza de lo que denuncian, ni sobre los ámbitos o contex-
tos originarios en los que la opresión se desarrolla. Esto es crucial ya que
están llamadas a cambiar las estrategias para abordar y evitar una opre-
sión dependiendo de lo anterior.

* Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Com-


plutense de Madrid, y actualmente doctoranda en el programa “Teoría Política, Teoría
Democrática y de la Administración” de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde
abril de 2006, becaria del Programa de Formación de Profesorado Universitario (FPU)
del Ministerio de Educación y Ciencia. Área principal de interés: teoría política en tole-
rancia, derechos e inmigración.

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Con el presente artículo ofrezco un pequeño marco de análisis que


ayude a arrojar luz –ordenar conceptualmente, al menos – al asunto de
los ámbitos o contextos de la opresión. La atención a estos contextos
radica en la importancia que delimitar los mismos tiene en la lucha
contra la opresión. Verlo formalizará algo que todos intuimos, es decir,
que todos y todas sabemos de alguna u otra manera pero que la reali-
dad nos suele complicar de forma insospechada. La opresión siempre se
contextualiza necesariamente en uno o varios de los siguientes ámbitos:
I) la sociedad1, II) las instituciones públicas, III) la ciudadanía. Estos
tres ámbitos se encuentran interrelacionados, llegando de hecho a poder
reforzarse unos a otros.
El artículo se estructura en dos partes. La primera está dedicada a
explicar en qué consisten los ámbitos de la opresión y sus posibles rela-
ciones (se pondrán ejemplos extraídos de la realidad con respecto a las
personas migrantes). La segunda parte, más breve que la primera, dota
al marco teórico de un carácter normativo al reflexionar sobre lo que
debiera ser exigible en cada ámbito –sociedad, ciudadanía e institucio-
nes, respectivamente– si de lo que se trata es de evitar la opresión
humana. Este último asunto nos adentrará en el terreno de la pura Teo-
ría política normativa, la cual lleva tiempo necesitando estar más aten-
ta al fenómeno de la lucha contra la opresión.

1. Los tres posibles ámbitos de una opresión

1.1. Distinguiendo los ámbitos


Antes se ha avanzado que toda opresión se contextualiza necesaria-
mente en alguno o algunos de estos ámbitos:

I) La sociedad,
II) Las instituciones públicas, y
III) La ciudadanía.

¿Qué quiere decir esto si precisamente los conceptos en cuestión


son ampliamente disputados en la literatura, en especial el de sociedad
y ciudadanía? Un par de ejemplos son lo mejor para responder. Pense-
mos en dos casos de opresión como las que suponen ser agredido física-
mente y ser discriminado en el acceso a una vivienda por el origen
nacional. Pues bien, estas dos opresiones –reconocidas como tales en
instrumentos internacionales de derechos humanos; así la Convención

1
En la redacción original empleaba el término “sociedad civil”, pero por suge-
rencia de algunos compañeros del VIII Congreso de la Aecpa –a quienes agradezco de
veras sus comentarios– he decidido prescindir del calificativo “civil”. La etimología
del término remite a “ciudadanía”, lo que generaría confusión respecto a lo que aquí
se trasmite.

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Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabaja-


dores Migratorios y de sus Familias2– se desarrollan por lo que toca a
sus posibles ámbitos de la siguiente manera:
En primer lugar, si quien agrede físicamente a otro o quien discri-
mina en el acceso a la vivienda, respectivamente, son particulares o civi-
les, el ámbito de las opresiones se circunscribe a la sociedad. En la socie-
dad española concretamente encontramos ejemplos de agresiones físicas
y discriminación en el acceso a la vivienda por motivos de origen. El
informe RAXEN Especial 2006 calcula que las agresiones protagoni-
zadas por grupos racistas dirigidas contra personas inmigrantes, junto
a indigentes, homosexuales y prostitutas, superan las 4.000 agresiones
anuales3. Y el informe “Racismo, xenofobia y antisemitismo en Espa-
ña” del Centro de referencia del Observatorio del Racismo y la Xeno-
fobia de la Unión Europea da cuenta de las negativas sistemáticas que
existen a alquilar pisos a inmigrantes4.
El contexto de las opresiones que nos ocupan da un salto a las ins-
tituciones públicas, si en lugar de particulares son representantes o
agentes de las instituciones quienes agreden y discriminan respectiva-
mente. Esto supone en realidad un medio salto al ámbito institucional,
situándose a caballo entre éste y el anterior de la sociedad, en la medi-
da que los agentes agredan y discriminan violando la legalidad estable-
cida. Así, imaginemos que en el Estado democrático y social de Dere-
cho policías o fuerzas de seguridad agraden a personas detenidas o, en
el caso de la discriminación en el acceso a la vivienda, discrimina un
funcionario encargado de la aplicación de un programa de acceso a
vivienda pública protegida.
El verdadero salto o salto completo de la opresión al ámbito institu-
cional tiene lugar cuando precisamente las instituciones no garantizan
suficiente protección frente a lo anterior, frente a la opresión en general.
El ámbito institucional de una opresión viene dado, pues, por toda omi-
sión de la debida protección y garantía de los derechos humanos de las
personas (derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales).
Se contemplan diversas vías y grados de opresión de ámbito insti-
tucional. Continuando con los dos ejemplos de opresión elegidos, exis-
ten casos de impunidad de torturas y malos tratos con un componente
racista a manos de las fuerzas españolas de seguridad, y ello se debe a
un conjunto de factores: la falta de investigaciones independientes,

2
Aprobada en 1990 por la Asamblea General de la ONU, hasta 2003 no se
depositaron las 20 ratificaciones necesarias para entrar en vigor. Las ratificaciones son
todas de países emisores de migrantes, no de receptores. Véase el Informe de Amnistía
Internacional “Vivir en las sombras. Una introducción a los derechos humanos de las
personas migrantes” (Living in the Shadows. A primer on the human rights of migrants),
2006. Índice AI: POL 33/007/2006.
3
Referencia tomada del Informe “España entre la desgana e invisibilidad. Políti-
cas del Estado español en la lucha contra el racismo”, abril 2008. p: 9.
4
Referencia tomada de Ibidem. p: 8.

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imparciales y exhaustivas, informes médicos incompletos o inexactos, la


falta de pruebas suficientes, los retrasos excesivos de los procesos, la
imposición de sentencias nominales, la concesión de indultos, la laxa
aplicación de sentencias, así como la perpetuación de la detención en
régimen de incomunicación5. Todos estos factores comparten entre sí su
apartarse del espíritu de la ley vigente. El debido ordenamiento jurídi-
co del Estado de Derecho se concibe precisamente protegiendo a las
personas frente las torturas y malos tratos.
Ahora bien, y aunque pueda resultar obvio, conviene recordar que
no siempre los ordenamientos jurídicos de los países se han articulado
o articulan en los términos de proteger y garantizar derechos para evi-
tar la opresión. Vías muy singulares de opresión en el ámbito institu-
cional tienen lugar por ello cuando la opresión se desarrolla siguiendo
lo previsto por el ordenamiento jurídico. Se trata de las vías de la opre-
sión institucionalizada, que se caracterizan cual drama kafkiano por la
legalización de la ausencia de respeto, protección y garantía de los dere-
chos humanos por parte de las instituciones. La opresión instituciona-
lizada puede así consistir tanto en crear como respaldar o legitimar vio-
laciones de derechos.
Un modelo clásico de opresión institucionalizada es el sistema de
apartheid que existió en Sudáfrica en el siglo XX, donde las leyes eran
racistas. La Ley del Trabajo de Nativos (Resolución de Conflictos Labora-
les) de 1953, por ejemplo, prohibía la participación de trabajadores negros
en huelgas; o la Ley de Nativos No 66 de 1956 negaba a las personas
negras el recurso de peticionar y ejercer acciones legales en las cortes en
caso de ser expulsados de sus viviendas y reubicados forzosamente en otras
áreas del país. La opresión institucionalizada no resulta hipotética en el
siglo XXI siquiera del llamado Primer Mundo. Retomando los ejemplos de
las opresiones que suponen ser agredido físicamente y discriminado en el
acceso a una vivienda por el origen nacional, si bien no encontramos casos
afortunadamente de institucionalización de lo primero, sí los hallamos de
la discriminación en el acceso a la vivienda. Cuando hay vivienda pública
disponible en los Estados, el acceso por parte de las personas no-naciona-
les se suele limitar legalmente a los refugiados y personas migrantes que
sean residentes permanentes, dándose el caso además de que éstos últimos

5
En Ibídem. p: 9. En el Informe de AI se recoge por cierto un ejemplo que ilus-
tra dramáticamente la impunidad referida y sus factores. Se trata del caso del sene-
galés residente Mamadou Kane, cuyo recurso contra la concesión de indulto parcial a
los agentes locales de Vigo que el 16 de marzo de 1997 le secuestraron con violencia
racista ha sido desestimado por el Tribunal Constitucional el pasado 18 de enero de
2008. El indulto a los agentes se aprobó por el Consejo de Ministros en 2005. Hoy
los cuatro policías –que nunca han cumplido penas de cárcel– siguen ejerciendo. Para
casos de malos tratos de índole racista por parte de fuerzas de seguridad, véase tam-
bién los informes de AI “España: Crisis de Identidad. Tortura y malos tratos de índo-
le racista a manos de agentes del Estado”, Índice AI EUR 41/001/2002/s, 2002,
http://www.amnesty.org/es/library/info/EUR41/001/2002 y “Sal en la Herida. La
impunidad efectiva de agentes de policía en casos de tortura y otros malos tratos”,
2007. Índice AI: EUR 41/006/2007
http://www.amnesty.org/es/library/info/EUR41/006/2007/es

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figuran en los últimos puestos de las listas de espera6. Esto viola la Con-
vención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los
Trabajadores Migratorios y de sus Familias, de acuerdo a la cual al menos
los inmigrantes regulares deben gozar de igualdad de trato respecto de los
nacionales en relación con el acceso a la vivienda, con inclusión de los pla-
nes sociales de vivienda y protección contra la explotación en materia de
alquileres.
Pero ampliando ejemplos de opresión institucionalizada, en la
reforma del año 2000 de la ley española de extranjería, se restringieron
los derechos humanos de reunión, asociación, manifestación, sindica-
ción y huelga de las personas indocumentadas. El Tribunal Constitu-
cional sentenció a finales del 2007 la inconstitucionalidad de tales res-
tricciones mas no las declaró nulas o fuera del ordenamiento jurídico7.
Por otro lado, en las instituciones de la Unión Europea se está ahora
mismo gestando una terrible opresión institucional con respecto a las
personas migrantes si sale adelante el proyecto de directiva que prevé
rebajar el control de las autoridades judiciales en los procesos de reten-
ción de los llamados sin papeles y que, además, establece el límite máxi-
mo de detención en 6 meses, ampliable a 18 en casos especiales.
Gobiernos como el francés defienden incluso poder expulsar a menores
con independencia de su situación escolar8.
Toda opresión institucionalizada resulta muy especial cuando el
ordenamiento jurídico que legaliza la opresión en cuestión es elaborado
y aprobado de forma democrática, es decir, por una mayoría ciudadana.
El contexto de la opresión entonces va más allá de las instituciones. La
opresión presenta también otro ámbito: la ciudadanía. Antes de anali-
zar, no obstante, al ámbito ciudadano como contexto de opresión, no se
puede finalizar el examen del ámbito institucional sin tener en cuenta
que resulta también muy especial aquella opresión en el ámbito insti-
tucional que consiste precisamente en la violación de los derechos polí-
ticos de las personas, sea por vías jurídicas o de facto. Tratamos en este
caso de regímenes dictatoriales o no plenamente democráticos, los cua-
les pueden tener un carácter u otro. Lo que es seguro es que todos vio-
lan ab initio los derechos políticos de las personas y por ello infligen una
opresión, anulando al ámbito ciudadano.9
Finalmente, una opresión tiene por contexto la ciudadanía o
dimensión ciudadana de las personas cuando éstas apoyan programas

6
Informe de Amnistía Internacional “Vivir en las sombras. Una introducción a los
derechos humanos de las personas migrantes” (Living in the Shadows. A primer on the
human rights of migrants), 2006. Índice AI: POL 33/007/2006. p: 63.
7
Véase Ibídem. p: 17.
8
http://www.elpais.com/articulo/internacional/directiva/europea/papeles/depen-
de/voto/Espana/elpepiint/20080507elpepiint_8/Tes, a 7 de mayo del 2008.
9
Es probable que la anulación ciudadana que las dictaduras cometen conduzca a
la violación de más derechos de las personas, aparte de los políticos. Varía de un tipo de
dictadura a otra qué derechos son esos otros probablemente violados y con qué magni-
tud se produce la violación en cuestión.

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políticos que aspiran a institucionalizar la opresión o, en el caso de exis-


tir la institucionalización, apoyan su mantenimiento. Cambian los
tipos y grados de apoyo a la institucionalización de una opresión. Al
respecto, podría discutirse si se puede considerar apoyo, aún en su grado
menor, la falta de oposición o condena al menos de la opresión. Como
fuere, en la medida que los sistemas democráticos afortunadamente se
afianzan o consolidan, el ámbito ciudadano adquiere mayor importan-
cia en el análisis de los contextos de la opresión.
A modo de ejemplo de desnuda opresión en el ámbito ciudadano,
crece en la actualidad el apoyo ciudadano a partidos fascistas, con pro-
gramas de carácter xenófobo dirigido a la inmigración (el Frente Nacio-
nal de Jean-Marie Le Pen en Francia, el Vlaams Belang belga, el Parti-
do Liberal austriaco, los búlgaros de Ataka...). Algunos de estos
partidos llegan a formar parte de los gobiernos de Estados europeos.
Ahora mismo se destacan la Liga Norte y Alianza Nacional en Italia,
ocupando un buen número de carteras ministeriales. El propio líder de
Alianza Nacional, Gianfranco Fini, preside la Cámara italiana de los
Diputados.
La opresión contextualizada en el ámbito ciudadano se distingue
de la ejercida en el ámbito social. Mientras en la sociedad una persona
cometería ella misma como particular la opresión –así, por ejemplo,
recordemos, agrediendo físicamente o discriminando en el acceso a la
vivienda por motivo del origen nacional del otro –, en el ámbito ciu-
dadano lo que haría es desear o apoyar la propia institucionalización de
la opresión (es decir, apoyar la legalización misma de las agresiones o
discriminaciones en el acceso a la vivienda por motivo del origen
nacional).

1.2. Las relaciones entre los ámbitos y


la cuestión del ámbito originario de la opresión

Que los posibles ámbitos de una opresión –social, ciudadano e ins-


titucional, respectivamente – sean distinguibles, no significa que no
dejen de estar a menudo estrechamente relacionados. Las relaciones ínti-
mas entre la sociedad, ciudadanía e instituciones públicas lo explican:
I) Por un lado, cuanto acontece en la vida de las personas como par-
ticulares en la sociedad condiciona sus posicionamientos políticos. Lo
social condiciona a lo político-ciudadano en este sentido. A su vez, el
ámbito ciudadano determina a su vez –o se espera que determine– a las
instituciones democráticas;
II) Por otro lado, cuanto se codifica en el ámbito institucional
impacta en la vida de las personas como particulares en la sociedad. Asi-
mismo, cuanto se codifica en el ámbito institucional condiciona las for-
mas y expresiones de los posicionamientos políticos de las personas. Las

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instituciones llegan a definir incluso quién es legalmente ciudadano y,


así, quién puede tener posicionamientos políticos que determinen a las
instituciones mismas.
Una relación de feedback o retroalimentación entre la sociedad, ciu-
dadanía e instituciones puede observarse. Por ello, en el caso de produ-
cirse opresión en alguno de los ámbitos, si justamente no hay reacción
en los otros ámbitos en contra de la opresión en cuestión, la misma se
refuerza. Esto se ha reflejado en los ejemplos que antes manejábamos.
Atendíamos sin ir más lejos a la discriminación institucionalizada de
las personas no-nacionales en el acceso a la vivienda. Pues bien, si en los
ámbitos ciudadano y social no se producen reacciones en dirección
opuesta a la opresión, ésta se encuentra reforzada o reproducida en
dichos ámbitos (en el ciudadano, con el apoyo político de las personas
a la opresión institucionalizada, y en el ámbito social con el propio ejer-
cicio de la discriminación ejercida por los particulares). Venimos a ver
que los tres contextos o ámbitos señalados con respecto a una opresión
se hallan íntimamente relacionados entre sí pudiéndose reforzar unos a
otros. Esto torna compleja la opresión a la hora de denunciarla.
Cuando se analiza una opresión, la gran cuestión a dilucidar es el
ámbito originario en el que la opresión toma cuerpo. En principio pare-
ce que, dependiendo de la opresión concreta que analicemos, cambia el
ámbito originario. Unas veces la opresión se origina en la sociedad y, de
ahí, crece en un movimiento ascendente hacia alcanzar a las institucio-
nes (fue el caso del ascenso de los movimientos fascistas europeos en la
década de los veinte y treinta del siglo XX). Otras veces la opresión
irradia más bien desde las instituciones a la sociedad en un movimien-
to descendente. Como fuere, la mayoría de las veces la opresión acaba
presentando movimientos circulares, siendo difícil saber dónde empezó
en un momento dado.
Varias ideologías se caracterizan por teorizar que, precisamente, un
determinado ámbito fue o es el originario de todas las opresiones. Las
ideologías se caracterizan además por proponer diferentes remedios o
soluciones al respecto. Esto nos lleva a que las ideologías no sólo resul-
tan dispares en la concreta definición de lo que es opresión10; sino tam-
bién en el ámbito originario en el que sitúan a la misma. Sin ánimo de
ser exhaustivos:
I) El anarquismo teoriza sobre las instituciones estatales como el
ámbito originario de la opresión y condena por ello estructuralmente la
existencia del Estado;
II) El liberalismo político, en cambio, si bien tiene en cuenta al
Estado como opresor –y de ahí que busque limitar, tasar y separar a sus

10
En términos muy reducidos, para las ideologías de izquierda, por ejemplo, cons-
tituye una opresión intolerable la violación de los derechos sociales y económicos de las
personas. Para las ideologías de derecha, en cambio, lo intolerable es la falta de orden
social.

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poderes– no rechaza la existencia misma del ámbito institucional. No


lo hace precisamente porque las instituciones no son, para el liberalis-
mo, el ámbito originario de la opresión. Tal ámbito es la sociedad. La
teoría liberal del pacto social que legitima la existencia del Estado o
Leviatán se articula por ello;
III) El republicanismo, por su parte, si ha de ser original como pen-
samiento político, es por fijar la atención en los ámbitos social e insti-
tucional como contextos originarios de la opresión y subrayar al ámbi-
to ciudadano como el gran remedio. Para el republicanismo, la libertad
e igualdad sólo se pueden garantizar si existe una ciudadanía activa
implicada en los asuntos públicos (Una gran parte del liberalismo polí-
tico confluiría en esta premisa, tornándose democrático y llegando a
articular la participación política como un derecho del individuo. Mas
la idea liberal de que la sociedad es ámbito originario de la opresión
afloraría de nuevo, en cualquier caso, con el surgimiento de tribunales
constitucionales en los Estados democráticos. Los controles constitucio-
nales intentan ante todo “asegurar” que la voluntad ciudadana –enrai-
zada en última instancia en el ámbito social –cuando alcanza el poder
de las instituciones públicas no institucionalice opresiones).
El asunto del ámbito originario de una opresión y la solución al res-
pecto resulta complicado. Como fuere, los intentos de “lucha” contra la
opresión se vienen caracterizando en la historia por que en alguno de los
tres ámbitos –sociedad, ciudadanía y/o instituciones – se produce una
reacción o denuncia contra la opresión. Así destacan los movimientos
sociales/ciudadanos que denuncian opresiones. El núcleo de sus denun-
cias y reivindicaciones se hace eco del asunto de identificar al ámbito
originario de la opresión. El movimiento afro-americano en Estados
Unidos en la década de los 60 y 70, por ejemplo, concentró el núcleo
de sus esfuerzos en combatir la segregación racial existente en la socie-
dad. La sociedad parecía ser el ámbito originario de la opresión racista
contra la que se luchaba. Y es que justamente los comportamientos
racistas de los que también –por supuesto – participaban los agentes
institucionales se producían básicamente de facto y no de iure, es decir,
violaban la legalidad vigente de la igualdad trato y derechos reconoci-
dos por la Constitución americana. Los movimientos sociales que, en
cambio, luchan contra opresiones de ámbito originalmente institucio-
nal, así por ejemplo en las dictaduras militares (pensemos en el caso
actual de Myanmar, antigua Birmania), necesitan centrar el núcleo de
su actividad en organizar una revolución que derroque a las institucio-
nes mismas.
Los movimientos, sea con la exigencia de reformas sociales, la
organización de revoluciones que derroquen a unas determinadas ins-
tituciones, o sea en su caso con la demanda de reformas ciudadanas (si
es la definición del propio ámbito ciudadano de participación lo que
pide cambiarse; véanse las leyes de reforma electoral, de ampliación

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del sufragio, de cambio de la fórmula electoral…), se la juegan


mucho. Los movimientos pueden equivocarse en la identificación del
ámbito originario de la opresión. Se reitera lo complicado que resul-
ta ubicar tal ámbito cuando precisamente las relaciones íntimas entre
la sociedad, ciudadanía e instituciones hacen que la opresión en cues-
tión se suela encontrar reproducida en todos los ámbitos. Resulta
acaso una obviedad, pero se trata de una obviedad que no hay que per-
der de vista.
Existen opresiones cuyo ámbito supuestamente originario deja
incluso de serlo cuando los contenidos de la opresión conectan con los
de otras opresiones que tienen una naturaleza y ámbito diferentes. Pen-
semos en la explotación laboral11 de las personas migrantes en nuestras
sociedades. Concretamente en España, los inmigrantes extracomunita-
rios se “concentran en un número reducido de sectores económicos
como la agricultura, construcción, hostelería y servicio domestico, sec-
tores que se caracterizan por salarios inferiores a la media, tasa elevada
de empleos temporales, jornadas de trabajo prolongadas, un gran ries-
go de accidentes laborales y una mayor vulnerabilidad en casos de cri-
sis económicas”12. Pues bien, esta explotación laboral conecta con opre-
siones de otro tipo y ámbito distintos al social. Tengamos en cuenta que
quienes explotan –sobre todo quienes explotan a los llamados sin pape-
les – lo hacen por su consciencia de la impunidad o quasi-impunidad
que rodea al acto. Se apoyan en el miedo de las personas migrantes a
denunciar la opresión ante las instituciones, por cuanto que éstas –de
iure –pueden iniciar procesos de expulsión. La impunidad de la opresión
se sostiene asimismo en el carácter leve de multa administrativa que la
explotación laboral de las personas migrantes conoce en varios ordena-
mientos jurídicos13.
No es casualidad que una gran parte de la opresión de ámbito social
sufrida por las personas migrantes pueda tener su raíz en la opresión de
ámbito institucional. Las estructuras del Estado-nación invitan a no
tomar suficientemente en serio los derechos humanos de los no-naciona-
les14. La ausencia de rigurosidad en la protección y garantía de los dere-
chos de los no-nacionales convierte a éstos, así, estructuralmente, en
“carne de cañón”/ vulnerables a cuantas opresiones se desarrollan en el

11
Escribo explotación laboral más allá de la explotación congénita en todo trabajo
organizado bajo las formas de producción capitalistas. Esta forma de organizar la eco-
nomía humana explota innatamente a quien vende su fuerza de trabajo, debido a la
razón de ser del capital. Para la extracción de plusvalía y cuestiones conexas, véase
GILL, Louis (2002): Fundamentos y límites del capitalismo, Editorial Trotta, Madrid.
12
Informe “Racismo, xenofobia y antisemitismo en España”, del Observatorio
Europeo de racismo y xenofobia. La referencia está tomada del Informe de AI “España
entre la desgana…”. p: 9.
13
El caso del ordenamiento británico ha inspirado la última película de Ken Loach
y Paul Laverty, En un mundo libre (It´s a free World).
14
Véase BENHABIB, Seyla (2004): The Rights of Others, Princeton University Press.

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ámbito social. Los no-nacionales caminan entre nosotros por ello más
desnudos/vulnerables a la opresión que el resto. La vulnerabilidad es
estructural15. Nacen amputados además los mecanismos de protesta
política contra este reforzamiento entre opresiones, ya que precisamen-
te lo primero que a las personas migrantes se les niega institucional-
mente –por la naturaleza de lo que se juegan las estructuras del Estado-
nación– es la ciudadanía.
Conviene tener presente por todo esto que, si hay casos de opresión
en los que los tres ámbitos –sociedad, ciudadanía e instituciones, res-
pectivamente– pueden reforzarse entre sí, ésos casos son en nuestros
días los que sufren las personas migrantes.

2. La reflexión normativa

Resulta vital que nos preguntemos a continuación por lo que debie-


ra ser exigible en la sociedad, ciudadanía e instituciones, si de lo que se
trata es de evitar la opresión humana en los respectivos ámbitos. Lo exi-
gible cambia desde luego de un ámbito a otro. Comencemos viéndolo
en lo relativo a los ámbitos social e institucional. Mientras a las perso-
nas como particulares de la sociedad se nos exige que no oprimamos a
otros –debemos respetar sus derechos–, a las instituciones públicas se les
exige, no sólo respeto a los derechos, sino también su protección y garan-
tía (si no fuera así, precisamente no merecería la pena legitimar la exis-
tencia misma de las instituciones).
Hasta aquí el asunto parece fácil. Sin embargo se complica cuando
las categorías de derechos, sus contenidos y garantías necesitan concre-
tar su identificación en la realidad. Varias preguntas surgen entonces y,
con ellas, el desacuerdo humano: ¿Qué es un derecho? ¿Qué contenidos
tienen o debieran tener los derechos? ¿Son contenidos legítimos, por
ejemplo, las formas occidentales de entender el derecho a la integridad
física? O ¿es un contenido legítimo del derecho a la propiedad la pose-
sión privada de los medios de producción de una sociedad? A su vez,
¿cómo se identifica una concreta violación de derechos? ¿Qué procedi-
mientos son los más justos a seguir para la denuncia de la violación
identificada? ¿Qué garantías deben tener los derechos? Y ¿existe opre-
sión más allá de la violación de derechos?
Cabría aún responder a más preguntas para llegar a definir y con-
cretar lo que parecía fácil: I) que las personas como particulares en la
sociedad debemos respetar los derechos de los demás (no violarlos); y II)

15
Ruego se separe esto de la postura de la agencia particular o carácter que las per-
sonas migrantes tengan cada una como sujetos particulares en la sociedad. Como cual-
quier persona, los inmigrantes participan de las glorias y mezquindades que la natura-
leza humana conoce. Por lo mismo, las culturas y religiones de las personas migrantes
pueden presentar los mismos aciertos y desaciertos que cualquier cultura y religión
(Ninguna cultura –así, las típicamente occidentales– resulta idílica).

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que las instituciones públicas deben respetar, proteger y garantizar dere-


chos. Todo lo que rodea pues al fenómeno de la opresión necesitamos
concretarlo para saber precisamente lo que debemos respetar como par-
ticulares y cómo lo respetado debe asimismo protegerse y garantizarse por
las instituciones públicas. En este punto, dirijamos la mirada a la refle-
xión sobre lo éticamente exigible en el ámbito ciudadano. Justamente
si se espera que haya algún ámbito que pueda articular la convivencia16
en sociedad encontrando a la vez respuestas aceptables a las preguntas
anteriores sobre la opresión y derechos, ése es el ámbito ciudadano. Es
de hecho el ámbito ciudadano de todas las personas, y así el ámbito ciu-
dadano-democrático el concebido para operar como puente legítimo
entre la sociedad y las instituciones.
Antes vimos que una opresión tiene por contexto la dimensión ciu-
dadana de la persona cuando ésta apoya programas políticos que aspi-
ran a institucionalizar la opresión en cuestión o, en el caso de existir ya
tal institucionalización, aspiran a mantenerla. Conviene recordar esto
porque justamente parece que evitar la opresión en el ámbito ciudada-
no-democrático quedaría satisfecho con que la mayoría no apoye pro-
gramas políticos opresores. Sin embargo, esto supone una petición de
principio en los casos donde se trata que la sociedad concrete y acuerde
qué deben respetar como particulares y de qué maneras deben proteger y
garantizar los derechos las instituciones públicas. En otras palabras, evi-
tar la opresión en el ámbito ciudadano-democrático no queda satisfecho
con que las personas no apoyen programas políticos opresores si precisa-
mente la propia identificación de esos programas está en juego (si pre-
cisamente no se tiene claro a todo lo que rodea al fenómeno de la opre-
sión). ¿Qué resultaría exigible en consecuencia en el ámbito ciudadano
para los casos de no claridad?
La certeza de las sociedades y sus instituciones acerca de lo que
constituye opresión y cómo evitarla y paliarla constituye desde luego un
proceso largo y penoso, más o menos cumulativo. Aprendemos a nom-
brar como daño fenómenos que acaso antes no lo hacíamos17. El apren-
dizaje es frágil en todo caso18. Lo que comparten no obstante todas las
opresiones –cualesquiera que sean sus contenidos y ámbitos– es la anu-
lación o limitación de las posibilidades que las personas merecen para
vivir sus vidas libremente y de una forma digna. Esto explicaría que
resulte exigible en el ámbito ciudadano –si se trata de evitar la opre-
sión– escuchar y tomar en serio y, así, deliberar los posicionamientos polí-

16
Aunque obvio, vale la pena recordar que el asunto de la articulación de la con-
vivencia es vital en la medida que su ausencia o ruptura supone el enfrentamiento arma-
do con la barbarie e implícitas violaciones de derechos de las personas que ello engen-
dra.
17
Véase THIEBAUT, Carlos (1999): De la Tolerancia, La Balsa de la Medusa Visor:
Madrid. p: 99.
18
Ibídem.

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ticos de las personas acerca de lo que ellos consideran opresión y cómo


evitarla y paliarla. Escuchar la voluntad y experiencias de los implica-
dos, forma parte del proceso de acordar y concretar todo lo que rodea a
una opresión, habitualmente compleja y delicada a la hora de ser con-
ceptualizada.
Sobre la deliberación ciudadana existe actualmente abundante lite-
ratura19. Ninguna concluye, sin embargo, que puedan existir garantías
para que la opresión no tome lugar en el ámbito ciudadano, es decir, para
que las personas no dejen de apoyar programas políticos que pretenden
crear o mantener la institucionalización de una opresión. Pero, precisa-
mente, “cuanto más la vida pública y el proceso de decisión política
motiven a las personas a justificar sus convicciones y acciones dando
cuentas de ellas al resto de ciudadanos, más desnudo se podrá descubrir
al poder que es arbitrario y déspota”20. En esto último reside al menos
la esperanza de la democracia deliberativa. No es casualidad que los
derechos de participación política de las personas deben cubrir siempre
que éstas puedan expresar lo que consideran qué oprime o hace daño
injustamente a sus vidas o las de los demás y, por lo mismo, lo que con-
sideran que las instituciones públicas deben hacer al respecto21.
Si lo pensamos bien, todas estas categorías que estamos viendo que
resultan exigibles –cuando se trata de evitar la opresión humana– en la
sociedad, instituciones y ciudadanía, respectivamente, son algo así
como “ventanas” –diferentes ventanas– que dan a un mismo “paisaje”:
el de la ausencia en cuestión de la opresión (ver gráfico).

19
Sin ánimo –ni mucho menos– de ser exhaustiva, véase COHEN, J. (1989)
“Deliberative Democracy and Democratic Legitimacy,” en Hamlin, A. y Pettit, P. (eds):
The Good Polity. Oxford: Blackwell. pp. 17–34; DRYZEK, J. (1990): Discursive Demo-
cracy: Politics, Policy, and Political Science. New York: Cambridge University Press. ELS-
TER, J (ed.) La democracia deliberativa. Barcelona: Gedisa., HABERMAS, J (1992) “Tres
modelos de democracia sobre el concepto de una política deliberativa”, Debats, 39: 18-
21. BENHABIB, Seyla (1992): “Models of Public Space: Hanna Arendt, the Liberal
Tradition, and Jürgen Habermas”, en Habermas and the Public Sphere, ed. Craig Calhorn
(MIT Press). NINO, C (1997) La constitución de la democracia deliberativa, Barcelona:
Gedisa.
20
YOUNG, Iris Marion (2000): Inclusion and Democracy, Oxford University Press.
p: 35. Cita traducida
21
Véase el asunto de la fundamentación de los derechos politicos del individuo en
BALDWIN, Thomas (1985): “Toleration and the right to freedom”, in S .Mendus and
J.Horton (eds) Aspects of toleration

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MARCO NORMATIVO PARA EL ANÁLISIS DE LOS ÁMBITOS DE LA OPRESIÓN

Gráfico: Categorías exigibles para evitar la opresión


en los ámbitos social, ciudadano e institucional

Recordemos, para finalizar, que los “pisos” en los que se ubican


nuestras “ventanas” –a saber, son los pisos social, ciudadano e institu-
cional– se suelen hallar estrechamente conectados entre sí, según vimos
en páginas anteriores. Pues bien, de la misma manera que de esas cone-
xiones entre los ámbitos o “pisos” derivaba la posible retroalimentación
entre opresiones acontecidas en unos u otros, se deriva también la posi-
ble retroalimentación o feedback esta vez en un sentido positivo: entre
las “ventanas” mismas o categorías exigibles en cada ámbito para evitar
la opresión. Pero esto ya es otra historia y contarla desborda el propósi-
to del artículo.

3. Conclusiones
Lo que se ha ofrecido es apenas un pequeño marco de análisis que
ayude a arrojar luz –ordenar conceptualmente – el asunto de los ámbi-
tos o contextos de la opresión. En estos ámbitos –sociedad, institucio-
nes y ciudadanía, respectivamente– nos centramos en la primera parte,
viendo que:
I) Una opresión se localiza en la sociedad cuando son particulares
quienes cometen violaciones de derechos;
II) La opresión se sitúa a caballo entre la sociedad y las institucio-
nes, si son agentes institucionales quienes violan los derechos apartán-
dose de la legalidad vigente;
III) El puro ámbito institucional sólo se identifica cuando las insti-
tuciones públicas no abordan todo lo anterior y, en general, no prote-

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gen ni garantizan los derechos de las personas. En el caso concreto de


ser los derechos políticos los dañados, veíamos que las instituciones
resultan por ello dictatoriales o no-democráticas. A su vez, el caso con-
creto en el que el daño a los derechos responde a un ordenamiento jurí-
dico elaborado y aprobado de forma democrática, esto último nos con-
ducía a considerar también la ciudadanía como tercer posible ámbito o
contexto de la opresión;
IV) La dimensión ciudadana de las personas constituye ámbito de
la opresión cuando éstas apoyan programas políticos que aspiran a ins-
titucionalizar la opresión o a mantenerla en el caso de ya existir tal ins-
titucionalización. Cambian los tipos y grados de apoyo a la institucio-
nalización de una opresión.
Establecido lo anterior, en el artículo se prosiguió viendo que pueden
guardar relaciones íntimas entre sí los 3 posibles contextos de una opre-
sión, en la medida que existen relaciones íntimas entre la sociedad, ciu-
dadanía e instituciones. Se mencionaba, al respecto, que los ámbitos de la
opresión pueden llegar a reforzarse unos a otros. Un ejemplo paradigmá-
tico actual acontece por los casos de las personas migrantes en nuestras
sociedades. Paralelamente a esto, tratamos el asunto de la dificultad de
identificar el ámbito verdaderamente originario de una opresión, es decir,
aquel a partir del cual comienza el movimiento de retroalimentación
entre ámbitos. La importancia de dilucidar al ámbito originario se refle-
ja en el núcleo central de la actividad y reivindicaciones de los movi-
mientos sociales que denuncian precisamente una opresión.
Finalmente, el artículo se ha rematado con una segunda parte dedi-
cada a consideraciones normativas –político-éticas– acerca de lo que
debiera ser exigible en la sociedad, instituciones y ciudadanía, respecti-
vamente, si de lo que se trata es de evitar la opresión. Tras notar –aun-
que de forma muy vaga– lo complicado que resulta conceptualizar
cuanto rodea al fenómeno de la opresión, los derechos y sus concrecio-
nes, se concluyó lo siguiente:
I) Las personas como particulares en la sociedad debemos respetar los
derechos de los demás (no violarlos);
II) Las instituciones públicas deben respetar, proteger y garantizar los
derechos; y
III) Las personas –en nuestra dimensión ciudadana– debemos no
apoyar programas políticos que aspiren a institucionalizar la opresión o
a mantenerla. Por lo mismo, las personas debemos escuchar y debatir
seriamente los posicionamientos políticos de aquellos que denuncian
opresiones no reconocidas o siquiera conceptualizadas aún por la socie-
dad y sus instituciones.

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