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65- Articulo 24 de agosto 2007-08-24

EL MÁXIMO ENEMIGO DE LAS ARTES ES LA FRAGMENTACIÓN


DE LOS VALORES.

La historia manifiesta una constante búsqueda de los atributos de valor artístico. Esta
necesidad por el disfrute, es propia, en el desarrollo de cada estrato individual y social
del potencial humano. Todos esperamos el beneficio del sentir nuestras necesidades
satisfechas, y las necesidades de admirar, asombrarse, complacerse y disfrutar, son
naturales para cada ser humano.

Esa misma necesidad por complacencia ha gestado el desarrollo de los oficios a lo largo
de la historia. El ser humano espera siempre lo mejor, y lo mejor es aquello que lo
satisface. Esta realidad constante es en si misma, la que deriva los diversos estratos de
satisfacción. La satisfacción es siempre proporcional a la exigencia de la necesidad.
Pero no todas las necesidades son iguales en su exigencia y eso es lo que deriva en los
diferentes objetos de valor. Un diamante vale mucho en el mercado de valores, pero no
vale para salvar a quien se ahoga en el océano, en este caso vale más una llanta de
tractor que un diamante.

La ignorancia de esta realidad en el mercado de las bellas artes ha trastocado al mundo


de la estética, fragmentándolo en tal manera que los profesionales de la misma han sido
marginados por la masiva postulación de fragmentos insuficientes que pretenden, con
sus fragmentos los beneficios de lo completo, de lo máximo.
¿Cómo pretender que un fragmento valga lo mismo que la totalidad? ¿Cómo esperar
que una línea, un color, o una mancha, valgan igual que una imagen? ¿Cómo esperar
que un oficio valga tanto como la investigación, o un descubrimiento tanto como un
experimento?

Nos orgullecemos de los grandes beneficios derivados de los descubrimientos, así


como del desarrollo sensible de la capacidad de percepción de nuestros líderes
intelectuales y representantes sociales, pero en el plano de la estética nos encontramos
con una situación social totalmente dicotómica. Por un lado, existe la necesidad de
admirar el beneficio de la complacencia derivada de la imagen, del sonido o del
volumen, y por otro lado, existe el criterio de repudiar a los objetos que satisfacen esa
necesidad, repudiar la armonía, la concordancia o lo adecuado.

La necesidad estética exige del beneficio derivado de la armónica concordancia


producida entre el apreciador y el reconocimiento de la validez del objeto apreciado.
Pero, curiosamente, en las artes plásticas se ha generalizado la defensa del priorizar las
discordancias en lugar de las concordancias, la ruptura en lugar de la unidad, la sorpresa
vulgar en lugar del asombro genial y las diferencias en lugar de las armonías.

Es natural que se pretendan nuevas aventuras, pero no debemos exigir de estas


experiencias el beneficio del descubrimiento. Son muchos los intentos por encontrar
petróleo, pero a nadie se le ocurriría exponer y vender los objetos utilizados en la
búsqueda del petróleo y pretender que se le pague, por las herramientas utilizadas en el
intento, un precio igual al del yacimiento de petróleo. El petróleo es el beneficio del
descubrimiento y no las herramientas.
En las artes plásticas ocurre algo curioso, se pretende que el valor de las herramientas
sea igual al beneficio del descubrimiento. Esto se debe a la ignorancia de los valores
contenidos en las artes plásticas.

Las artes plásticas contienen valores derivados de sus proposiciones temáticas. No vale
lo mismo una proposición emblemática universal válida siempre y para todos los
humanos, que una proposición individual, válida únicamente para quien la postula. Si,
por ejemplo, propongo la realización del tema de la cueca, posiblemente sea reconocida
mi propuesta por quienes reconocen la cueca de mi obra, pero ¿cómo van a apreciar el
tema de la cueca aquellos que nunca la han escuchado o visto, o no saben de la
existencia de la cueca? La cueca es una proposición fragmentaria que será apreciada
temáticamente por quienes reconocen a la cueca. Pero si en lugar de ella propongo, por
ejemplo, el tema de la ansiedad, seguramente todos los humanos podrán reconocerse en
ella y apreciarla como propia. Esto transforma a la ansiedad en una proposición temática
emblemática, es decir por todos compartida. Y esto es independiente de que la ansiedad
sea atractiva o rechazada por quienes la padecen.

A nivel de proposición temática, existen temas de carácter universal o emblemático y


temas de características fragmentarias o individuales que deben complementarse entre
sí. Por ejemplo, si, se propone la ansiedad como tema y esa propuesta no contiene
ninguna conexión con el autor, la proposición puede ser apreciada por todos los
humanos como propia, pero el autor habrá postulado un tema impersonal, puesto que no
quedó manifiesto en el su ansiedad. Por lo tanto, el valor temático máximo de la
proposición ha de contener los atributos de ser siempre y para todos válido y, en ese
“todos”, se ha de incluir también al autor de la propuesta.

Existen otros valores en el arte de la plástica, como son el valor compositivo de la idea
y de la imagen, el valor gráfico de la precisión y de la destreza en el trazo, el valor tonal
de los claros y oscuros, de los altos y bajos contrastes y el valor cromático de los
colores cálidos y fríos, así como el valor del oficio depurado o de la improvisación.
Estos valores, siempre y cuando existan en armónica relación entre sus
complementariedades, producen beneficios que satisfacen a la necesidad del apreciador.

Podría decirse que estos valores son objetivos, puesto que se pueden comparar
visiblemente unos con otros. Pero también existen en la plástica otros valores
subjetivos, como por ejemplo, la originalidad, la comunicación o la suma de
atribuciones sensibles, significativas o serviciales de la obra. Por ejemplo: si la obra ha
pertenecido a un líder nacional, o si ha participado en una exposición de prestigio, o ha
sido parte de una subasta en la que su precio ascendió hasta el extremo de ser adquirida
por una enorme suma de dinero. Estos atributos se suman al atractivo de poseer dicha
obra, y puede ocurrir que un trabajo de escasos valores objetivos adquiera el atractivo
del mercado, aún sin contener valores temáticos universales, o sin contener el desarrollo
máximo de las habilidades de un oficio. Pero esto es parte del mercado de valores, y no
tiene nada que ver con los valores propios del oficio del artista.

Por valor se entiende la cualidad contenida en el objeto que satisface la necesidad del
sujeto que lo aprecia. ¿Apreciamos todos lo mismo? No, no lo hacemos ni en la
intensidad ni las particularidades de lo apreciado pero todos sentimos lo mismo del
beneficio de lo observado, todos sentimos complacencia o displicencia, y todos
sentimos el acomodo de la complacencia que nos satisface y el desacomodo de la
displicencia que nos insatisface.
Valor es una cualidad que se establece en la correlatividad, concordia o coincidencia
entre el objeto observado y el sujeto que lo aprecia. Sin el sujeto que aprecia o sin el
beneficio derivado del objeto observado no puede establecerse el valor. El valor existe
en potencia en toda existencia, pero esa potencia se realiza en la apreciación del sujeto.

Existen valores en potencia que son siempre validos para todos los apreciadores
(plenitud, justicia y cumplimiento) y existen diversos grados en la intensidad de la
apreciación que diferencian la evaluación de ese potencial. Por ejemplo, los valores que
satisfacen a las necesidades emocionales son muchos, y en su apreciación podemos
entenderlos como relativos a la capacidad de cada uno, pero el sentimiento de plenitud
es por todos perseguido y es insuperable. No existe satisfacción o gozo que supere el
estado de plenitud. Lo pleno es pleno, no exige ni necesita de más. Lo mismo ocurre
con lo justo: toda razón pretende el encuentro con lo verdadero, y en ese sentido, puede
que lo cierto para uno, no sea tan cierto para el otro, pero lo justo es justo, concordante
y adecuado para toda justicia. De igual modo que lo completo o lo cumplido. ¿Podría
hacerse algo más perfecto, más servicial o más adecuado que lo cumplido o lo completo
de acuerdo al deber de la razón que así lo justifica? Lo completo, lo justo y lo pleno no
exigen de más y por lo tanto, podemos referirnos a estos valores como los valores
máximos insuperables, que por ser por todos perseguidos, y por ser validos siempre y
para todos, transforma a estos valores en absolutos.

Al comprender la realidad de estos valores máximos insuperables y absolutos como


constante en la necesidad, en el interés y en el deseo del ser humano, podemos entender
la razón del porqué el arte es el medio utilizado en la consecución de estas máximas
constantes. El arte, cuando pierde la orientación de su destino máximo, pleno, justo y
cumplido, se transforma en fragmento, en relativo a la interpretación de cada uno. Pero
como hemos demostrado, los valores absolutos de plenitud justicia y cumplimiento del
deber, no son propios ni relativos a cada uno, son las necesidades propias de cualquier
proposición, necesidades que por lo demás esperan siempre ser satisfechas y quien logra
la satisfacción de la necesidad, del interés y del deseo del apreciador, establece el valor
de complacencia máxima o plenitud, de certeza máxima o justa razón y del
cumplimiento máximo del deber necesario.
Las artes plásticas deben recuperar la orientación estética, fijando su atención en el
establecimiento ético de una moral madura. Sin el cumplimiento del desarrollo moral
del artista, difícilmente podremos descubrir al artista maduro, sin el desarrollo ético de
las relaciones que establece el creador de una proposición, difícilmente podremos hablar
de un arte justo y sin la maduración en el cumplimiento del deber de satisfacer a las más
altas necesidades validas siempre y para todos, difícilmente podremos calificar al autor
de ser “artista”.

Martín Soria

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