Kanikosen: El pesquero
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Más de 1.600.000 ejemplares vendidos en Japón.
"Vamos hacia el infierno". Así empieza la historia del Hakko Maru, un pesquero que faena en las gélidas aguas de Kamchatka, al este de Rusia, y de su tripulación: una variopinta colección de curtidos lobos de mar arruinados por la bebida y las mujeres, estudiantes universitarios en deuda con el Estado y campesinos pobres al borde de la inanición.
Mientras la ventisca muerde la cubierta y convierte a los barcos en fantasmas, el patrón de la expedición pesquera obliga a los tripulantes a trabajar hasta el agotamiento y les aplica castigos brutales si se atreven a protestar. Poco a poco, se extiende el germen de la revuelta y, a pesar de que buques de la Armada Imperial Japonesa patrullan la zona para mantener el orden entre los pescadores, estalla el inevitable motín.
Kanikosen es un clásico de la literatura japonesa. Se publicó por primera vez en 1929 y en la actualidad ha experimentado un espectacular resurgimiento que lo ha llevado a las listas de más vendidos en Japón, pues los lectores modernos se han identificado con los modestos personajes que protagonizan esta novela.
"La reedición de esta novela corta en el 2008 provocó un boom editorial sin precedentes en Japón [] Hoy sobrevive como una obra de enorme valor literario."
El País
"Un clásico de la literatura proletaria."
El Mundo
"La versión japonesa de Las uvas de la ira."
Matthew Ward,Seekjapan
"Una novela de hace 79 años que habla de una rebelión entre la tripulación de una pesquero se ha convertido en un inesperado éxito entre los jóvenes japoneses."
The Guardian
"Un best seller inesperado que retrata la creciente ansiedad de la clase trabajadora ante la precariedad laboral."
The New York Times
"Le garantizamos que una vez empezado no se puede dejar de leer."
The Straits Times
"Una novela proletaria de hace 79 años triunfa entre los jóvenes desempleados."
The Japan Times
"Ya no existen los empleos para toda la vida y no está claro que la gente vaya a cobrar sus pensiones. Creo que es esa inseguridad la que hace tan atrayente este libro."
Profesor Hirokazu Toeda, de la Universidad Waseda de Tokyo
"Una obra maestra."
Le Monde des Livres
"La triunfal resurrección de un autor japonés."
Le Magazine Littéraire
"La juventud japonesa se ha apasionado por esta novela."
Courier International
"Un best seller inesperado."
Japan Today
"Los jóvenes se reconocen en ese contexto de desigualdades radicales."
Yomiuri Shinshun
"La novela de Kobayashi se ha vuelto a poner de moda y sus ventas se han elevado por encima de la gran mayoría de los demás libros."
The Independent
"Un best seller."
Reuters
"Algunos libros han cambiado la faz del mundo. Unos los conocemos y otros, lejanos, no los conocíamos."
Gala
"La calidad literaria de esta obra explica por qué es capaz de interesar a los lectores a pesar del paso del tiempo."
Siné Hebdo
"Una novela fenómeno."
Le Temps
"Traducida al francés la obra maestra de una gran figura de la ."
La Croix
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Kanikosen - Takiji Kobayashi
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KANIKOSEN, EL PESQUERO
Takiji Kobayashi
Traducción de Shizuko Ono y Jordi Juste
Kanikosen, el pesquero
V.1: marzo de 2020
Título original: 蟹工船
© de la traducción, Shizuko Ono y Jordi Juste, 2010
© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2020
Todos los derechos reservados, incluido el derecho de reproducción total o parcial en cualquier forma.
Diseño de cubierta: Compañía
Publicado por Ático de los Libros
C/ Aragó, 287, 2.º 1.ª
08009 Barcelona
info@aticodeloslibros.com
www.aticodeloslibros.com
ISBN: 978-84-17743-75-8
THEMA: FBA
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
Contenido
Portada
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Página de créditos
Sobre este libro
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Apéndice
Takiji Kobayashi asesinado por la policía
Notas de los traductores
Sobre el autor
Kanikosen, el pesquero
1 600 000 ejemplares vendidos en Japón
«Vamos hacia el infierno». Así empieza la historia del Hakko Maru, un pesquero que faena en las gélidas aguas de Kamchatka, al este de Rusia, y de su tripulación: una variopinta colección de curtidos lobos de mar arruinados por la bebida y las mujeres, estudiantes universitarios en deuda con el Estado y campesinos pobres al borde de la inanición.
Mientras la ventisca muerde la cubierta y convierte a los barcos en fantasmas, el patrón de la expedición pesquera obliga a los tripulantes a trabajar hasta el agotamiento y les aplica castigos brutales si se atreven a protestar. Poco a poco, se extiende el germen de la revuelta y, a pesar de que buques de la Armada Imperial Japonesa patrullan la zona para mantener el orden entre los pescadores, estalla el inevitable motín.
Kanikosen es un clásico de la literatura japonesa. Se publicó por primera vez en 1929 y en la actualidad ha experimentado un espectacular resurgimiento que lo ha llevado a las listas de más vendidos en Japón, pues los lectores modernos se han identificado con los modestos personajes que protagonizan esta novela.
«La versión japonesa de Las uvas de la ira.»
Matthew Ward
«Una novela que habla de una rebelión entre la tripulación de un pesquero se ha convertido en un inesperado éxito entre los jóvenes japoneses.»
The Guardian
«Un best seller inesperado que retrata la creciente ansiedad de la clase trabajadora ante la precariedad laboral.»
The New York Times
«Le garantizamos que una vez empezado no se puede dejar de leer.»
The Straits Times
«Ya no existen los empleos para toda la vida y no está claro que la gente vaya a cobrar sus pensiones. Creo que es esa inseguridad la que hace tan atrayente este libro.»
Hirokazu Toeda, Universidad Waseda de Tokio
1
—Vamos hacia el infierno.
Apoyados en la barandilla de cubierta, dos pescadores contemplaban la ciudad de Hakodate, cuya bahía abrazaba el mar como el caparazón de un caracol. Uno de ellos escupió los restos de un cigarrillo que había apurado hasta quemarse los dedos. La colilla hizo unos cómicos tirabuzones y cayó rebotando por el costado del barco. El cuerpo del hombre apestaba a sake.
Los barcos de vapor flotaban sobre sus anchas panzas rojas; otros, que todavía estaban en proceso de carga, se inclinaban hacia un lado igual que si desde el mar algo les tirara de una manga. Como si el frío mar fuera un extraño tapiz, sobre él se mecían anchas chimeneas amarillas, grandes boyas en forma de campana, lanchas yendo y viniendo entre barco y barco como chinches, hollín y trozos de pan y fruta podrida. El viento empujaba las olas y un humo con un pesado olor a carbón. De vez en cuando se oía, retumbando directamente sobre las olas, el ruido de un torno.
Justo frente a ese barco conservero de cangrejos, el Hakko Maru, había un velero con la pintura desconchada. Las cadenas del ancla emergían de la proa por dos agujeros que parecían los orificios nasales de un buey. En la cubierta había dos extranjeros que fumaban en pipa y desfilaban como muñecos de cuerda. Parecía un barco patrullero ruso. Obviamente, vigilaba a los cangrejeros japoneses.
—No tengo ni un chavo. ¡Mierda! ¡Mira!
Mientras lo decía, se inclinó hacia un lado, cogió la mano de su compañero, la llevó hacia su cadera y la puso sobre el bolsillo de los pantalones de pana que llevaba bajo su chaqueta de algodón. Dentro, parecía haber una pequeña caja.
El otro se quedó callado mirando a su compañero.
—Ji, ji, ji —se rio este—. Son naipes.
En la cubierta principal, el capitán, que parecía al menos un almirante, paseaba fumando. A poca distancia de su nariz, el humo que exhalaba daba un agudo giro y se dispersaba en volutas que se llevaba el viento. Un marinero que caminaba arrastrando sus sandalias de suela de madera entró corriendo en la cabina de proa cargado con un cesto de comida y salió rápidamente de ella. Los preparativos habían terminado y el barco estaba listo para zarpar.
Los dos pescadores miraron hacia la oscura bodega en la que se veía a los obreros como si fueran pájaros que asomaban la cabeza en el nido. Eran todos chicos de catorce o quince años.
—¿De dónde eres tú?
—De la calle… —Como todos. Eran niños de los barrios pobres de Hakodate, y estaban muy unidos entre sí.
—¿Y esa litera?
—Nanbu.
—¿Y esa?
—De Akita.
En cada litera eran de un sitio diferente.
—¿De qué parte de Akita?
—Del norte —respondió uno por cuya nariz salía algo parecido a pus y que tenía el borde de los ojos enrojecido.
—¿Campesinos?
—Eso es.
El aire olía a cerrado y a fruta podrida. Además, en el compartimento de al lado se guardaban docenas de barriles de conservas, cuyo fuerte olor también se percibía en la bodega.
—Un día vas a dormir abrazado a papaíto —dijo uno de los pescadores mirando hacia los chicos y se rio a carcajadas.
En un rincón oscuro, una madre con aspecto de jornalera, que vestía chaqueta y pantalones de algodón y llevaba un pañuelo atado en forma triangular en la cabeza, pelaba una manzana. Se la daba de comer a un niño que estaba tumbado boca abajo en la litera. Mientras miraba cómo comía el niño, ella masticaba la espiral formada por la piel que acababa de pelar. Otras mujeres hablaban entre sí y deshacían sus hatillos junto a los niños. Eran unas siete u ocho. Había otros niños, llegados de fuera de Hokkaido, a los que nadie había venido a despedir, y que miraban de vez en cuando furtivamente hacia allí.
Una mujer con el pelo y la ropa cubiertos de polvo de cemento sacó una caja de caramelos y repartió un par a cada uno de los niños que había cerca.
—Sed buenos en el trabajo con mi Kenkichi —les decía. Sus manos eran grandes, ásperas y deformes como las raíces de un árbol.
También había otras mujeres que sonaban la nariz a sus hijos, les secaban la cara con una toalla o charlaban entre ellas.
—Tu hijo está sano, ¿eh?
—Bastante.
—El mío está muy débil. No sé qué puedo hacer. Porque…
—En todas partes pasa igual, ¿no?
Los dos pescadores apartaron con alivio la cabeza de la escotilla por la que miraban la bodega. Sin saber por qué, se notaban de mal humor y, en silencio, regresaron desde el agujero de los obreros hacia la proa, donde estaba su propio «nido», en forma de trapecio. Ahí, cada vez que levantaban o bajaban el ancla, las vibraciones los lanzaban unos contra otros como si los hubieran arrojado dentro de una hormigonera.
En la oscuridad, los pescadores estaban hacinados como cerdos y, como en una pocilga, el olor daba ganas de vomitar.
—¡Qué peste! ¡Qué peste!
—¿Pero tú qué te crees? ¡Si somos nosotros! ¡Que también olemos bastante a podrido, eh!
Un pescador que tenía la cabeza roja y redonda como un tomate bebía sake, que se servía de una botella grande a un tazón que tenía el borde mellado, mientras masticaba un trozo de calamar seco. A su lado, había otro marinero tumbado hacia arriba comiendo una manzana y leyendo una revista de relatos que tenía la cubierta rota.
Cuatro hombres habían formado un círculo y estaban bebiendo sake; otro pescador que todavía no había bebido lo suficiente se les unió.
—… pues eso. ¡Cuatro meses en el mar! ¿Qué más podía hacer?
Su cuerpo era fuerte y tenía la mala costumbre de