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als et ee AUSTERLITZ ~ LA BATALLA DE LOS TRES EMPERADHORES A 7A aa ¥ ” ry pe ‘1 Titulo original: Austeritz nen esta presentacin: mayo de 2013 Edicion anterior: abril de 2008 Publicado originalmente por Editions Albin Michel, 2005 © Editions Albin Michel, 900! © de la traducci6n de Emilio Muniz Derechos exclusivos de edicién en espanol reservados para todo el mundo, y propiedad de Ia traducei6n: © 2008 y 2013: Editorial Planeta, S.A. Avda. Diagonal, 062-004- 08034 Barcelon Editorial Ariel es un sello editorial de Planeta, 8. A. wwwwarieles www.espacioculturalyacademico.com ISBN: 978-84944-00978 Depésito legal B.7.644 - 2013 Impreso en Espana por Book Print Digital, S. A. El papel utilizado para la impresién de este libro, es cien por cien libre de coro ¥ esta calificado como papel ecolégico. No se permite la repre informitico, ni su trans 1m total @ parcial de este libro, nis incorporacis dn en cualquier forma o por cualquier medi mecnico, por fotocopia, por grabacién u otros métodes, sin el permiso previo y por escrito del editor La infraccion de los derechos mencionades puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art 270 y siguientes del Cédigo Penal) -aéste electrénico, Dinfjase a CEDRO (Centro Expaiiol de Derechos Reprognificos) si necesita fotocopiar o escanear algiin fragmento de esta obra. Pucde contactar con CEDRO a tranés de la web www.conlicencia.com 9 por teléfone en el 91 702 19 70 / 932720447 Capitulo I Introduccion a la batalla Voy a referirme a una época en la que Mozart hacia cantar en el escenario las glorias militares para conmemorar una partida c6- mi hacia la guerra, donde las exaltaciones guerreras formaban parte de las gestas de los reyes y de las buenas familias, inspiraban a los pintores y a los imagineros, y eran narradas por los cronistas oficiales, como fue el caso de Racine con respecto a Luis XIV. Una época donde los que hacian la guerra, ya fueran nobles de es- pada o dignos de serlo, o ni siquiera nobles sino condottieras de ge- nio, mantenian alto su pabellén en la sociedad, hasta el punto de que a los mejores se los disputaban a precio de oro, fuera cual fuese su nacionalidad, como ocurrié con el mariscal Saxe al ser vicio de Luis XV, y a menudo se los tentaba para que influyeran en la politica, como le sucedié al gran Condé y al mariscal de Tu- renne, comprometidos con las guerras de religién y con la Fron- da. La guerra tenia buen cartel y dominaba la historia de los F: tados, abierta de par en par la historia de las batallas por los nue- vos historiadores de la década de 1930. No hay mas que ver con qué lentitud ha salido del campo de investigacién de los medios universitarios el relato tradicional de las batallas. La Gran Guerra, que transcurrié entre 1914 y 1918 habia pasado por ellos, es cie to, con sus 10 millones de victimas. Sin embargo, en 1805, a na- die se le hubiera ocurrido condenar las batallas, reprocharles que arrastrasen a los hombres a la muerte, salvo, tal vez, a Voltaire ya los enciclopedistas, que las consideraban despreciables y conde- nables, Pero no de manera especifica; a su modo de ver no eran

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