El intento (la necesidad) de definir el ámbito histórico propio de nuestra América va acompañado, como es habitual en casos similares, por la búsqueda de la denominación que mejor corresponda a ese ámbito: esa denominación contribuye a mostrar el grado de conciencia que se tiene de aquello que se aspira a aprehender. El hecho, sin embargo, no debe exagerarse: aunque uno de los primeros países en constituirse como nación en el mundo moderno haya sido España, el término «español» no es español, sino provenzal, como señaló el profesor suizo Paul Aebischer (Estudios de toponimia y lexicografía románica, Barcelona, 1948) y glosó con complacencia, y su gota de delirio, Américo Castro.
El intento (la necesidad) de definir el ámbito histórico propio de nuestra América va acompañado, como es habitual en casos similares, por la búsqueda de la denominación que mejor correspond…