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Lecciones psicoanaliticas sobre MASCULINO Y FEMENINO Paul-Laurent Assoun J Nueva Visién CoLEgccION Freup ) Lacan Dirigida por Roberto Harari Paul-Laurent Assoun Lecciones psicoanaliticas sobre MASCULINO Y FEMENINO Ediciones Nueva Vision Buenos Aires Assoun, Paul-Laurent Lecciones psicoanaliiticas sobre masculino y femenino - 1° ed. - Buenos Aires: Nueva Vision, 2006 128 p.; 20x14 cm. (Freud 0 Lacan) Traduccién de Viviana Ackerman ISBN 950-602-536-3 1. Pasicoanalisis |. ASckerman, Viviana, trad. II. Titulo CDD 150-195 ‘Titulo del original en francés: Lecons psychanalytiques sur Masculin et Féminin © Ed. Economica, 2005 Traduccién de Viviana Ackerman LS.B.N.-10: 950-602-536-3 1S.B.N.-13: 978-950-602-536-6 Toda reproduccién total o parcial ‘de esta obra por cualquier sistema —incluyendo el fotocopia- do- que no haya sido expresamente autorizada por cl editor constituye una infraccién a los derechos del autor y sera reprimida con penas de hasta seis afios de prisidn (art. 62 de la ley 11.723 y art. 172 del Cédigo Penal). © 2006 por Ediciones Nueva Visién SAIC, Tucuman 3748, (1189) Buenos Aires, Republica Argentina. Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723. Impreso en la Argentina / Printed en Argentina INTRODUCCION “Si nos fucra posible renunciar a nuestra envoltura corporal y una vez convertidos asi cn seres s6lo pensamiento, proce- dentes, por ejemplo, de otro planeta, observar con la mirada nueva y exenta de todo prejuicio las cosas terrenas, lo que mas extrafariamos seria, quizd, la existencia de dos sexos que, siendo tan semejantes, evidencian, no obstante, su diversidad con signos manifiestos.”! Asi formula el creador del psicoandlisis la cuestion de la diferencia sexual, en términos falsamente o mas bien sabia- mente ingenuos. Para nosotros, “terrestres”, va de suyo que hay hombres y mujeres. El género humano se compone de dos mitades, y “la existencia de dos especies entre las especies entre los hombres” (die Existenz zweier Geschle- chter unter den Menschen) es del orden de la evidencia. Ello procede del hecho de que estamos arraigados en nuestra corporcidad. Sugerencia notable: es el arraigo en lacorporei- dad (Leiblichkeit) lo que produce esta evidencia “prerreflexi- va” de lo sexual. A partir del momento en que existe la carne (Leib) hay lo “masculino” y lo “femenino” —manera de recor- dar que el cuerpo esta sexuado, anclado en Ja sexuaci6n y que es a partir de alli y por medio de esa brujula como el sujeto sc orienta en el espacio. Dado que existe el cuerpo, lo sexual ' Freud, S., “eorias sexuales infantiles” en Obras completas, Biblio- teca Nueva, Madrid, 1981, t. 11, p. 1263. G.W. VII, 174. estd presupuesto, ya que el arraigo corporal pre-supone la diferencia sexual, confirmada por la adhesién al cuerpo. Es en tanto sexuados como somos de este mundo. Lo cierto es que, si fuera posible desprenderse de esta pertenencia corporal y ponerse en la mirada, como “seres s6lo pensamiento”, como en la primera mafiana del mundo, este planeta en el que evolucionamos mas bien distraida- mente, lo primero que nos saltaria a la vista seria Ja diferencia sexual, ese “hecho fundamental” (Grundtat- sache) redescubierto como en un efecto de sorpresa. Una evidencia enigmatica Asi significa Freud dos cosas en un mismo impulso: por un lado, que la oposicién hombres / mujeres se plantea en parte en este punto, a la manera de un real primordial; por el otro, remite a “una pura diferencia de pensamiento”. Por un lado salta ala vista: “Masculino 0 femeninoes la primera diferen- ciacién que ustedes hacen al enfrentarse con otro ser huma- no...”;? por el otro, nada es mas opaco, incluso abstracto: “la masculinidad o la feminidad es un cardcter desconocido”. Es en tanto “diferencia de pensamiento” como, junto a la clara diferencia hombres / mujeres, surge la pareja “mascu- lino / femenino”. Este pasaje de lo sustantivo a lo adjetivo constituye un punto de oscilacién que abre toda una proble- matica: justamente va a aparecer que no todo lo masculino esta en el hombre, como tampoco lo femenino es el predicado exclusivo dela mujer. Es esto lo que, por de pronto, exige una légica de la sexuacion. 3A qué pensamiento corresponde entonces la dualidad de lo masculino y lo femenino, captada en su real inconsciente? Tal es la pregunta que despunta y que tiene consecuencias clinicas incalculables: basta recordar que la clinica analitica entera atestigua una vacilacién de esta evidencia bajo las 2 Freud, S., Nuevas lecciones introductorias al psicoandlisis, Leccion XXXII, en Obras Completas ob. cit., t. 11, p 3165; G. W. XV, 120. -—— formas de la neurosis, de la psicosis y de la perversién -sin contar los momentos de “duplicidad sexual” que represen- tan las figuras de la homosexualidad, del travestismo y dela transexualidad — jen estos ultimos casos el extraterrestre See podria dudar en cuanto a su identificacién el ser! _Si Freud recuerda esta intriga es para subrayar que el nino, por su lado, no se obsesiona con esto: en su “vision del mundo” se opera la doble ecuacién espontanea padre = hom- bre, madre = mujer; ahora bien, padre y madre van de suyo en la escena familiar; por lo tanto, el género humano se reparte naturalmente en dos mitades, tanto hemisferios del mundo como del universo humano. Al menos es la posicién de partida del nifio: luego, ese “hecho sexual” Ilegaré a re- velarse dramaticamente problematico. Al punto que el sin- toma —bajo su forma multiple- es un testimonio de la problematizaci6n de esta dualidad y de sus efectos profun- dos y activos. En efecto, revela que el sujeto “no se hace” tan facilmente aesta dualidad, de lo cual da pruebas su relaci6n sintomatica con la sexualidad. Por lo demas, si la diferencia (Verschiedenheit) es flagran- te, se observard que, en la formulacién freudiana, no es absoluta: los dos sexos también son “idénticos” en cierta medida, lo que esboza la pregunta: jen qué medida la dualidad sexual redefine la unidad del hecho antropoldgico? éAcaso la “antropologfa” no esta dividida en su entorno por el “hecho sexual”? La funcién m/f: lo sexual y lo viviente De hecho, es en el registro calificativo (médnnlich vs weiblich) donde la pregunta encuentra el “saber del inconsciente”. Por lo tanto, este adjetivo esta sustantivado como “mas- culinidad” (Méannlichkeit), en oposicién a “feminidad” (Weiblichkeit 0 Feminitdt). Se hablara, sustantivando el calificativo, de lo “Masculi- no” (das Mannliche), opuesto a lo “Femenino” (das Weiblis- che). Se observara una diferencia de régimen Ea las lenguas germanicas, se pasa en una continuida : Mannal mdnnlich, del Weib al weiblich, mientras queen las lenguas romances, si se mantiene la continuidad en el resi dela “femenina’ alo “femenino”, se produce un desenganc e, del “hombre” (homo) a lo “masculino” (masculinus). Muta- cién del radical que podria constituir una indicacién simbé- ae esta doble funcién, Freud designa lo que se pone en juego en el otro extremo de. su trayecto, en una nota de uso personal que permanecié inédita durante mucho tiempo: “En cuanto al origen de Eros -posibilidad que con el naci- miento de lo viviente haya tenido lugar simultaneamente desagregacion de sustancia m y f que, como lo ae Platon, quieren desde entonces reunirse. Aunque oe 0 encaja. Origen de Eros y de la muerte seria lo mismo. Pero, {de dénde proviene la simultaneidad de Jos dos aconteci- mientos?”* Formidable esbozo de la cuestién, entregada en estilo telegrafico, como si el creador del psicoandlisis ae sara consigo mismo en la antesala de la muerte acerca de esta perplejidad elemental: la cuestién de lo viviente es inseparable de la cuestién de lo sexual. Imposible panes se la pregunta por el origen de la vida sin chocar con la cuestién deladvenimiento de lo sexualalo viviente. Peroéste no es pensable sino en términos de corte y de “desagrega- cién” —“seccién” o “sexién” de donde surge esta dualidad m/ w(mannilich / weiblich)-, siendo un enigma la “simultanei- mbos acontecimientos”. Hee ooae pensar en ultima instancia la posibilidad de esta irrupcién de lo sexual en lo viviente? Si hay desagregacion, entonces Eros hacaido en la trampa de Tanatos. Masculino y femenino estan ubicados en el lugar estratégico de la seccién sexual. El propésito de las presentes Lecciones es atravesar este enigma y hacer oirla alusi6n freudiana final. itada Ilse Grubrich-Simitis, + Nota del 22 de setiembre de 1938, citada por Ilse ! Les manuscrits de Freud, Presses Universitaires de France, 1997, p. 116. 10 El “hombrecito” sélo descubre esta tiltima cuestion, como lo hemos visto y lo verificaremos sobre la marcha, en un momento que decide de la suerte de su deseo. Es entonces cuando se conecta con la cuestién del origen. Esto cae en el momento adecuado: genus, género, es también el origen. Los “cuatro discursos”: lingiiistica, biologia, sociologia... psicoandalisis Todo esto constituye cl meollo inconsciente del problema. Necesitamos retroceder ante esta cuestién para ver proyec- tarse en ella cl momento analitico. Digadmoslo de entrada: el terreno esta tan minado que aqui los discursos se exacerban. Empero, no hay treintay seis que sean consistentes sobre la cuestién de lo masculino y lo femenino. Esta esta atrapada en la lengua, en la sociedad, y por ultimo en la psique. Una nota de los Tres ensayos sitta el problema con claridad: “Ha de tenerse en cuenta que los conceptos ‘mascu- lino’ y ‘femenino’, cuyo contenido parece tan inequivoco a la opinion vulgar, son, desde el punto de vista cientifico, ex- traordinariamente complejos...”.‘ Toleran al menos tres “di- recciones”: un sentido de actividad y de pasividad, un senti- do biolégico y un sentido socioldgico. Si se quiere denominar al primero “psicolégico”, también hay que convenir, como Freud lo diré brutalmente poco después a sus primeros discipulos, que “{...] los conceptos de‘masculino’ y ‘femenino” no valen nada en psicologia”® —ja menos que la psicologia no valga nada para abordar la cuestién de lo masculino y lo femenino! Todo ello parece hecho para desalentar también toda referencia psicoanalitica. Mas bien hay que ponderar este clivaje entre “la opinién vulgar”, que se sittia en él con ‘Freud, S., Tres ensayos para una teoria sexual, en Obras completas, ob. cit., t. 1, p. 1223; G.W. V 121. * Sesion de la Sociedad Psicoanalitica de Viena del 23 de febrero de 1910, on Les premiers psychanalystes. Minutes de la Société psycha- nalytique de Vienne, Ediciones Gallimard, t. 1, 1978, p. 422. lL cierto confort y la cuestién que esto le abre al “punto de vista cientifico”. {Es por la prueba de lo masculino y lo femenino como la psicologia se convierte en psicoandlisis! Luego se vera como el psicoandlisis pone el pie en ese saco de nudos, con Freud en el rol de Tiresias que trataria de no perder el norte y de no pagar con alguna ceguera su clarividencia, teniendo por unica brijula el saber clinico del inconsciente... La cuestion gramatical: el género Tal vez haya que tomar el impulsomas lejos auno demanera mas literal. Desde mucho tiempo antes de que el saber del inconsciente se inmiscuyera en el asunto, lo masculino y lo femenino vienen trabajando su lengua. Por consiguiente, hay que empezar por abrir la gramatica. La lengua se topa con la cuesti6n del género de las palabras. Se trata de la clasificacién morfolégica de estas categorias gramaticales que son los sustantivos y los pronombres (“él”, “ella”). Es el género de las palabras el que dicta las reglas de la “concor- dancia” —jcon un predominio masculino de la concordancia en plural, premonitorio dela dificultad inconsciente! {Signi- fica esto que la lengua asimila los nombres de los objetos a seres machos o hembras? Decir que las palabras tienen un sexo no expresa sino una parte de la cuestion. Puesla lengua “masculiniza” y “feminiza” a su antojo. Pero ademas hay un fenémeno que viene a trastocar la norma gramatical. El “epiceno” es un fenémeno que indica que la lengua fracasa esporddicamente al accionar la dife- rencia de género, incluso descuidando su regla. El término epikoinés quiere decir “comun”, lo cual traduce laidea de que un mismo vocablo asume las dos funciones, las confunde o mas bien las suspende. En primer lugar, se denomina epiceno un sustantivo que resulta comtn al macho y a la hembra de una especie: “Aguila”, “codorniz”, “sapo”. No hay m4s que una voz para designar el espécimen macho y el espécimen hembra de la especie nombrada. 12 Ensegundo lugar, se designa conel término “epiceno” una palabra —sustantivo, pronombre o adjetivo— que no varia segiin el género: “persona”* puede designar a un hombreoa una mujer; “tt” no dice nada del sexo; “orden” puede aplicar- se a un vocablo femenino o masculino. Los epicenos son las excepciones que confirman la reglade la categorizacién gramatical fundada en la distincién natu- ral o convencional. Palabras literalmente bisexuales: son hermafroditas lingtifsticos que muestran la precariedad de “la identidad de género” en el orden de la lengua. La cuestion biolégica: macho y hembra Al menos deberiamos situarnos en la dualidad ofrecida por Ja vida entre lo que se llama “macho” y “hembra” -la cual, seguin Freud, “tolera la determinacién mas clara”: “Mascu- lino y femenino aqui estan caracterizados por la presencia de células respectivamente seminales y ovocitos” (Samen, Eizellen). O también: “Masculinos son el producto sexual masculino, el espermatozoo y su vehiculo; femeninos, el ovulo y el organismo que lo hospeda’”.6 He aqui material para Ja base histolégica orgdnica enunciada por “la ciencia anaté- mica”. La testosterona, producto de los testiculos, es el andrégeno que viene a atestiguar lo masculino, en simetria con el estrégeno, portador de lo femenino. La dualidad masculino/ femenino se escribe por medio de la diferencia genética, la que hace jugar la oposicién cromosémica XY / XX. Pero atin queda la pregunta: {por qué y como se ha sexuado lo viviente? ,Cémo se paso de los eucariotas, que se reproducen por clonacién y simple mitosis, a esos seres susceptibles de meiosis y de fecunda- cién, de modo que se requiere un partenaire? La pregunta * Elejemplo presentado en el original francés es enfant, que puede ser tanto “nifio” como “nifa”. El caracter epiceno de esta palabra sera retomado mas adelante por el autor. [N. de T.} © Freud, S., Nuevas lecciones introductorias al psicoandlisis, Leccién xxxil, en Obras completas, ob. cit., t. il, p. 3165; G. W. XV, 121. 13 sigue abierta; obsérvese cuanto de ella permanece oeulto: si los “testiculos” son los “pequefios testigos” visibles, disimu- lan lo esencial. El macho, en la vertiente del comportamiento, esta carac- terizado por “una actividad muscular mas potente, la agresividad, la mayor intensidad de la libido” -lo que se encuentra en la virilidad cuando viene a parodiar esta caracterizacién biolégica que Freud toma la precaucién de relativizar subrayando que hay especies en las cuales estos parametros supuestamente distintivos de los machos se encuentran en las hembras —advertencia en la que sobre- vuela la sombra de la “mantis religiosa”. La diferencia sexual se percibe en el momento en que se constituye el dimorfismo sexual, es decir la diferencia de talla, de masa grasosa, de pilosidad y el conjunto de Jo que se da en llamar los “caracteres sexuales secundarios”. Se polariza en forma de lo “genital” —cl del macho como saliente y convexo, el de la hembra discreto y céncavo (mientras que el cuerpo de la mujer presenta una convexidad mamaria, el hombre no puede esperar sino de una convexidad muscular la compensaci6n a esta concavidad toracica). Salvo advir- tiendo que el surgimiento del sexo femenino adquiere una sobre-visibilidad, reforzada por la “marca organica” de la efusion de la sangre menstrual. La cuestion social: la vestimenta Dirijamos la mirada hacia lo social. Esta vez, se trata de division de las funciones. En cada sociedad, los cédigos “masculino” y “femenino” se encuentran asignados por la estructura del parentesco. La afiliacion a lo masculinoy alo femenino esté regulada, en las sociedades tradicionales, por ritos de iniciacién debidamente codificados. En la légica de la modernidad social, todo documento de identidad lleva una mencién, justo después del apellido y los nombres de pila, del sexo, y ordena declararse de un lado o del otro de la 14 frontera donde lo sexual hace indice social. Funcién de asignacion altamente coercitiva. Estamos en el registro de lo “convencional”, en oposicién alo “natural” que implica la biologia. Lo social, sin embargo, esta trabajado por un secreto enloquecimiento: necesita fijar a cualquier precio ]o masculino y lo femenino por medio de los signos. En primer lugar, la vestimenta, pero también el peinado. Basta con leer los carteles: “masculino y femenino”, dupla que reina en los letreros de las peluquerias. Las géndolas de confeccién indumentaria prefieren “hombres / mujeres”. En cuanto a la “segregacién urinaria”, como por contraste, la oposicién empuja hacia arriba (“damas”/“caba- lleros”). Una vez mas, he aqui un punto de mezcla y trastocamien- to: puede medirse el aleance transgresivo del travestismo si se advierte que viene a introducir una confusién. Se com- prende la sensibilidad a la prerrogativa de la vestimenta para discernir lo “masculino” de lo “femenino”, que expresa la famosa proscripcién deuteronémica: “No levara la mujer vestidos de hombre, ni cl hombre vestidos de mujer, porque e] que tal hace es abominacién a Yavé, tu Dios”. “E] habito hace al monje”: jel proverbio es muy audaz, cuando se sabe que uno de los temas mitolégicos mas desarrollados es el de la mujer disfrazada de monje oel dela santa travestida para cumplir con su vocacion!* Puede adop- tar, como coronaci6n de su carrera transgresora, el lugar del papa. Para pruebas, obsérvese el ritual que ha sucedido ala historia de “la papisa Jeanne” y que impuso la verificacién de los testiculos (“pequenios testigos”)’ jlo cual recuerda que la tiara no hace al papa! Por lo demas, el papa protege tan poco lo femenino que reintroduce la potencia tutelar de la Diosa Madre en la figura mariana. * La Biblia, Deuteronomio, 22, 5, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1977, p. 231. *B. Patlagean, “L’histoire de la femme déguisée en moine dans la premitre hagiographie byzantine” en Etudes médiévales, 1976. * Alain Bourau, La papesse Jeanne, Aubier, 1988 De la confusién de los géneros al mito en accién Puede apreciarse Ja leccién de esta primera exploracién, hecha para dar vértigo. La dualidad masculino / femenino esta perturbada en el plano gramatical por el fenémeno de los epicenos, en el plano bioldégico por el de los hermafroditas o andréginos y en el plano social por el del travestismo. En cada nivel, la norma dual —género gramatical, género social, género biolégico— se encuentra dividida y revelada por una anomalia. Este micleo oscuro del problema es el espacio que viene a ocupar el mito. De Hermafrodito a Tiresias, la escritura mitol6gica hace los maximos esfuerzos para entregar una version de aquella historia. Tenemos pues nuestra cuestién enmarcada. Aqui resulta esencial Ja distincién de los discursos: si hay un punto cronico de confusién [Verworrenheit], es el de lo masculino y lo femenino. En la materia, la culpa recae especialmente en Adler: en él, “los sentidos biolégico, social y psicolégico de lo ‘masculino’ y lo ‘femenino’ quedan aqui fundidos en un estéril producto mixto [Mischbildung] ”.° Esta “confusién de los géneros” designa el punto de mezcla, de Verwirrung, que el psicoandlisis esta llamado a asumir. Como se sabe, es su vocaci6n: el psicoandlisis se especializa en este resto de los discursos bio-, socio- e incluso psicolégicos, sin dejar por ello la ultima palabra a los mitolégicos, al tiempo que encuentra sus avances por la via de la ciencia. Nose propone ni evitar la cuestién de ese “desecho” que intentan borrar los discursos de la ciencia, ni disolverlo en la magia de un relato. El psicoandlisis provee la “criba” que permite discriminar los sentidos “biolégico”, “social” y “psicolégico”, es decir la hipotesis del inconsciente. © Freud, S., “Historia del movimiento psicoanalitico”, en Obras completas, ob. cit., t. 11, p. 1923. 16 Masculino y femenino puestos a prueba por el inconsciente En una primera parte, necesitaremos despejar la problema- tica freudiana, situando y tomando prestadas las entradas en este laberinto. La primera puerta de entrada es el punto de trastocamiento, es decir la bisexwalidad. Ello nos dara acceso, a partir de este nucleo oscuro, a la cuestién, es decir a la funcion pulsional de la pareja masculino / femenino, que abre ala cuestion de lo activo / pasivo y de lo falico/cas- trado. Por ultimo, ello implica abordar la cuestién en la vertiente de la dialéctica edipica que provee, con la introduc- cién de la alteridad, la coyuntura del advenimiento a lo masculino y/o alo femenino, de la identificacién y del fan- tasma. Bisexualidad, pulsién, edipo: es lo que permite situar los avances basicos. Asi se demuestra, en cada una de estas etapas, el incremento del nucleo de verdad inconsciente del mito y su desmitificacién en la vertiente de lo real incons- ciente. Esto impone la verificacién, en una segunda parte, por medio de las figuras clinicas, de cémo la dialéctica toma cuerpo en el ordenamiento estructural del sintoma. La psicopatologia cobra sentido en psicoandlisis a partir de estas funciones. Neurosis, psicosis y perversion se ordenan, si se me permite la expresién, en torno de las respuestas organizadas a esta pregunta. Aqui se trata no de las entida- des psicopatologicas, sino de las ecuaciones basicas de la conflictividad de lo masculino y lo femenino. Enunatercera parte, volveremos alo que se pone enjuego de la cuestién —lo que lleva a volver a interrogar, como do- ble detonador, los efectos de retorno por una parte en los destinos socioclinicos, y por la otra en el registro del cuerpo— lo que permite ver el pasaje que posibilita retomar la proble- miatica freudiana por la via de la légica lacaniana de Ja se- xuacion. Entonces habra Hegado el momento de calibrar la “penetraci6n” freudiana de la cuestion. 17 Una cuestion y lo que en ella se juega El hecho de que hayamos cruzado la bifurcacién de lo mascu- lino y lo femenino, de la angustia" al masoquismo” pasando por la prueba de las fobias,” antes de dar la medida a las relaciones entre cuerpo y sintoma,"' imponia encararla en si misma, de modo tal que las presentes Lecciones, prolongando este movimiento, sitten la red donde se entretejen estos hilos, lo cual conduce, a través del “ser masculino”," al interrogante “zqué quiere la mujer?”.'* Lo que se pone en juego en esta puntualizacién sobre la cuestién resulta considerable. Digdmoslo de una buena vez: la confusion de los discursos, enérgicamente biologizada o indiscriminadamente culturalizada, llega al colmo en este terreno. Esimperativoconstatarlo, puescl aporte del psicoana- lisis se caracteriza por ser tomado con una gran ligereza en el campo de los discursos que, a la sombra de lo viviente o de la cultura, se ponen a salvo del enigma, auncuandose trata de los mas “abiertos”. El discurso analitico no es solamente un com- plemento en este dominio; a condicién de ser correctamente restituido, es la inica posicién que se confronta, en tanto van- guardia, con la angustia de este interrogante articulando un saber. Por eso vuclve a interrogar ese punto oscuro de (dis)yuncién de lo viviente con la cultura. A buen entendedor... 4 P.-L, Assoun, Legons psychanalytyques sur Langoisse, leccién 1x, “L’homme et la femme: le sexe de Fangoisse”, pp. 75-79.| Lecciones psicoandiliticas sobre la angustia, Buenos Aires, Nueva Visién, 2003] PL, Assoun, Lecons psychanalytyques sur le masochisme, leccion v1, “Le masochisme et le féminin’, pp. 60-66 Lecciones psicoaniliticas sobre el maso- quismo, Buenos Aires, Nueva Visién, 2005.| P.-L, Assoun, Lecons psychanalytyques sur les phobies. 1! P.-L, Assoun, Corps et symptome. Lecons de psychanal site somatique du symptéme: le féminin”, pp. 312 sq | Lecei sobre cuerpo y sintama, Buenos Aires, Nueva Visién, 1998.| “P.-L. Assoun, “L’étre-homme inconscient, Figures freudiennes du masculin”, en “Le Masculin”, Trames n° 28, Editions Trames Associa- tion, 1999, pp. 15-31. “ PLL, Assoun, Freud et la femme, Calmann-Lévy, 1983, 4° ed., Payot, 2003.{Freud y la mujer, Buenos Aires, Nueva Visién, 1994. | °, leecién xv, “Le Wes psicoandliticas 18 Primera parte TEORIA LAS FUNCIONES Leccién I BISEXUALIDAD Y BISEXUACION La bisexualidad es un asunto que, con toda la confusién que entrafia, viene a plantear la cuestién de lo masculino y lo femenino y a tornarla insoslayable. No hay otra entrada, y ninguna otra resulta tan obligada como ésta. Se la aborda por medio de una doble paradoja. Extrafia nocién la de sexo (Geschlecht): fuertemente iden- titaria, ya que designa una categoria identificatoria —se es “hombre” o “mujer”, obligado(a) a presentar Ja propia iden- tidad al mismo tiempo que la “partida” de nacimiento-, incluye, con la distincién del otro sexo, la referencia a una alteridad: se “tiene” un sexo porque no se tiene el otro. La bisexualidad (Bisexualitét) redobla la paradoja, for- zandonos a pensar la presencia de una dualidad de sexos (Zweigeschlechlichheit) en el interior de una sola y misma individualidad. En psicoandlisis no hay otra teoria de la individuacion que este in-dividuo... dividido por el sexo. De entrada, esto se relaciona con la pregunta siguiente: gen qué medida la bisexualidad afecta, mas alldé de lo organico, lo que se designa como psique? Entonces, {cémo pensar la bisexualidad y entender la idea de una “bisexualidad psiquica”? He aqui el Schibboleth planteado desde el principio en la cuestion masculino / femenino. 21 Lo viviente y el mito éCémose plantea la cuestion de la bisexualidad para Freud? En un primer momento, como se sabe, la encuentra via Fliess, en la fase de eclosion del psicoandlisis. Jamas se insistira lo suficiente en el hecho de que Wilhem Fliess fue su iniciador-mediador en este tema y que Freud jamas lo perdera de vista, aunque esta historia, que se inaugura tan claramente, concluye con un olvido, cayendo en Ja “psicopa- tologfa de la vida cotidiana”. Sostener que existe lo bisexual es afirmar que hay, en el mismo ser 0 en el mismo proceso, “lo” masculino y “lo” femenino. Pero vemos que nosindica la entrada analitica en la cuesti6n: lo bisexual —esa “complicacién” inherente a la dualidad masculino / femenino-, debe ser encarado y atra- vesado para ubicar la cuesti6n de las funciones inconscien- tes, de lo masculino y lo femenino en su propio lugar. En este terreno, el mito precede de lejos al psicoandlisis y la biologia la precede escasamente. La biologia capta la bisexualidad bajo la forma de un ser que posee los dos érganos, macho y hembra, o caracteristicas histolégicas y / u hormonales mixtas. Estos dos aluviones —mitol6égico y biolégico— van a encon- trar en la contribucién de Wilhem Fliess un eslab6n inter- medio. El abordaje biolégico gira alrededor de la cuestién factica; la palabra mitolégica respeta su enigma sin salir del relato. Es en este punto donde la especulacién fliessiana va a cobrar todo su sentido. El hermafrodita: del relato mitico... Es la figura del hermafrodita la que presta su rostro y su cuerpo a la bisexualidad. Es bajo]a estampa del monstruo ~el hermafrodita andrégino— como se expresa la tematica de la duplicidad sexual en un primer momento. Por ende, hay que partir del relato mitico que lo comprueba. 22 El personaje mitico de Hermafrodito nacié de la violacion. de un joven muchacho por parte de una mujer, la nayade Salmacis. Sitén es hermafrodita: “por una derogacion delas leyes de la naturaleza, ser ambiguo, Siton fue ya hombre, ya mujer”. Nifo violentado por una nayade disoluta, nacido, por metamorfosis, del coito: “Asi como al replegarse la misma corteza en dos ramas, se las ve, cruzando, unirse y crecer juntas como una misma rama, andlogamente, desde que sus miembros se han mezclado en un abrazo tenaz, yano son dos seres, y no obstante participan de una doble natura- leza; y sin que se pueda decir que es una mujer ni un nifo, el aspecto no es nicl de una ni el del otro, al mismo tiempo que es e] de ambos”.' Obsérvese elaspecto confusionantedel coito. El niiio es un “semimacho”. Hijo de Hermes (Mercurio) y de Afrodita (Venus), anhela, luego de su desventura, que “todo hombre que se haya bafiado en esta fuente ya no salga de ella sino como hombre a medias y que no bien toque esas aguas, pierda al instante sus fuerzas”. Por consiguiente, Hermafrodito es una mujer-nifio o un nifio-mujer. {Qué ha ocurrido? Este nifio apenas puber, inseguro en su sexo, invadido por la pulsion de una femini- dad violenta que irrumpe brutalmente en la virilidad, se convierte en un hombre, no sin retener almismo tiempoalgo de suinfancia ¢ integrando en élla feminidad de supartena I- re. Relacién contranatura entre una mujer lasciva y un nino macho inocente violentamente “avivado”. En ningun mo- mento puede descarla como hombre. Lo que aparece, al cabo de esta copula desordenada, es un injerto de Jo femenino en la masculinidad. Ella lo hace hombre obstaculizandole si- multéneamente la ruta del sexo masculino. Recuérdese que el hermafrodita nace de una violencia 0 de una hiperactivi- dad de lo femenino que toma por objeto “al hombre en ciernes”. \Ovidio, Les Metamorphoses, libro wv, Garnier, 1966, pp. 119-121. 23 ... ala cuestién biolégica En espejo, la ciencia de Jo viviente se deja captar por la du- plicidad sexual. Simbélicamente, Freud toma contacto, a partir de sus afios de estudiante de medicina, con el herma- froditismo biolégico bajo la forma mas concreta, la de las células sexuales de las anguilas que va a disecar a Trieste a partir de 1876.2 Asi pues, habraé experimentado desde el comienzo la cuestién de lo masculino y lo femenino, resbala- diza como una anguila... “Nadie” [personne] jamas ha descu- bierto una anguila macho adulta, nadie jams vio, a pesar de los innumerables esfuerzos desplegados a lo largo del si- glo, los testiculos de la anguila’: jesta conclusion dela tesina de 1877 podr{fa ser premonitoria del cardcter problemati- co de lo masculino experimentado mas tarde en el “ser hablante” [parlétre]! Freud dara su formulacion en su ensayo sobre Jo sexual: “Pero la ciencia conoce casos en los que los caracteres sexuales aparecen borrosos (verwischt), dificultando la de- terminacién del sexo ya en el terreno anatémico”.’ El herma- froditismo se presenta como la reuni6n de caracteres mascu- linos y femeninos en las partes genitales.* Incluso puede afirmarse que cierto grado de hermafroditismo anatémico constituye la norma. Se lo sittia bajo la forma de huellas del aparato del otro sexo, de supervivencias de 6rganos sin funcioén y de transformaciones funcionales. A propésito dela hibridez (Zwitterschaft, Zwitterbindung), se constata una disposicién bisexual originaria que se ha desarrollado en Monosexualitdt con los restos del sexo atrofiado. Freud, al redactar los Tres ensayos, exclama, dirigiéndose 2E. Jones, La vie et oeuvre de Sigmund Freud, t. I, cap. 1v, Presses Universitaires de France, 1958; 1970, pp. 41-42. |Vida y obra de Sig- mund Freud, Barcelona, Anagrama, 2003.] + Freud, S., Tres ensayos para una teoria sexual, en ob. cit., t. i, p. 1176.;G. W. V, 40. ‘Cf. Taruffi y Neugebauer; Gley, Les aberrations de l’instinct sexuel (1884), Chevalier, Inversion sexuelle (1893); Krafft-Ebing, Arduin, Hirschfeld, Herman, Fliess, Weininger, Geschlecht und Charakter, 1903. 24 a Fliess: “[...] evito tanto como puedo el tema de la bisexua- lidad”, salvo en dos lugares donde ello no es posible: “la explicacién de la inversién sexual” y “la tendencia homo- sexual en los neurépatas”.® Aprovecha para recordar que “hermafroditismo e inversién son totalmente independien- tes uno del otro: La inversion en el hombre es completamen- te compatible con la mas completa masculinidad psiquica”. En el otro extremo, a propésito de las “metamorfosis de la pubertad”, observa que “(...] ha sido posible realizar asi el experimento (E. Steinach) de transformar un macho en hembra, y viceversa [...]’.6 En consecuencia, Freud no se muestra desinteresado por estas manipulaciones bioldgi- cas: “Es perfectamente posible que nuevas experiencias revelen que la disposicién normal dela glandula puberal sea hermafrodita, merced a cello la teoria de la bisexualidad de los animales superiores encontraria un fundamento anato- mico”. : El punto aparece reafirmado aunque problematizado a propésito de la “psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”: “Los casos de homosexualidad masculina [...] cumplian la condicién, no siempre dada, de presentar un marcado hermafroditismo somatico”.’ La Leccion sobre la bisexualidad La problematica de la bisexualidad se remonta al horizonte del pensamiento de los afios 1860-1900, y Freud se deja atrapar por dicha cuestién desde los origenes, en los afios decisivos de la creacién del psicoanélisis, en 1895-1897, por intermedio de Wilhem Fliess, quien la elabora en una obra 5 Freud, S., Carta a Fliess del 23 de julio de 1904, en “Pour ma propre cause”, reproducido en Une question incontournable. La bisexualité (Freud Fliess Weininger). Lysimaque, 1994, p. 34. Freud, S., Tres ensayos para una teoria sexual, en ob. cit., tI, p. 1220. 7 Freud, S., “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”, en ob. cit., t. 11, p. 2561, G. W., XII, 301 (en referencia a Steinach) 25 publicada en diciembre de 1896, Les relations du nez avec les organes génitaux. Simbolicamente, para la Pascua de 1897, en su segundo “congreso” de Breslau, Freud, ya familiariza- do con la nocién, recibe de alguna manera su jniciacién de la Bisexualitdislerhe fliessiana —mientras que en el momento en que se desencadene la controversia resonante sobre el plagio, hara gala de un extrano olvido sintomatico—. No deja de tener interés la observacién de la dualidad de los términos cuasisinénimos: Bisexualilat, que enuncia el caracter binario de la sexualidad y Zweigeschlechtichkeit, que enuncia la “dualidad” [duellité; zwei) del sexo como género (Geschlecht-lichkeit) y de “contra-sexuidad” (Gegen- geschlechilichkeit), término del que Fliess va a apropiarse mediante una infima pero no insignificante modificacién de las letras: Zwiegeschlechtigkeit (donde la “g” reemplaza la “ch” de la ortografia corriente).* {Qué es lo que Freud etiqueta como “bisexualidad”, en tanto lector de Fliess y luego de la cosa inconsciente? Algo que puede juzgarse en los textos en los que se elabora dicha nocién, desde ‘La relation du nez avec les organes génitaux (1897) hasta Le cours dela vie: fondement d’une biologie exacte (1906) y De lavie et de la mort (1909) -con el texto titulado Masculin et féminin (1914) como la recapitulacion. Para Fliess se trata de representar lo viviente como atravesado por estas dos tendencias: al quedar constituido lo “masculino”, éste hace pasar al estado latente lo “femeni- no”, asi como lo “femenino” se constituye haciendo pasar lo “masculino” al estado latente. La torpeza* sexual La idea de la bisexualidad tiene un doble correlato, morfol6- gico y relativo a la nocién de proceso. En efecto, Fliess En este apartado el autor juega con la homonimia entre el sustantive gauche (“izquierda”) y cl adjetivo gauche (“torpe”). [N. de T-| ’Porge, E., Vol d'idées? Wilhem Fliess, son plagiat et Freud suivi de Pour ma propre cause de Wilhem Fliess, Editions Denoél, 1994. 26 atribuye gran importancia a la idea de bilateralidad, y la relacién “derecha” / “izquierda” viene a figurar la realidad bisexual: “en el hombre y en la mujer el lado derecho corresponde a la sustancia del mismo sexo, y el izquierdo al del sexo opuesto”.° Por otra parte, lo bisexual se inscribe en el cuerpo bajo la forma de “ciclos”: si el modelo es el del ciclo menstrual distintivo de lo femenino, ciertamente debe ha- ber un ciclo simétrico masculino, que Fliess sittia en medio de una especulacién numerol6gica y que estima tiene 23 dias. Calculo destinado a encontrar la escritura de la rela- cion sexual: 28 y 23 vienena cifrarla duracién de vida deuna “unidad de materia” respectivamente “femenina” y “mascu- lina” y que encuentra su prueba orgdnica en un uterus masculinus, localizado en la préstata."° Es este hombre gelinkt (“entorpecido” 0 “vuelto torpe” [gauche]) el que resulta més adecuado para figurar el enig- ma bisexual: “Si un hombre es ‘gelinkt’, entonces es mas femenino en todo suhabitus”, sin excluir la eventualidad de agregar que “si una mujer es gelinkt, entonces es mas masculina que la media de sus compaferas de sexo acentua- das a la derecha”."' Fliess habra tenido la intuicién de la torpeza [gaucherie] fundamental de lo sexual. Su teoria de la simetria despeja la idea de una disimetria radical. La angustia histérica hacia “los torpes” [les gauches]” podria esclarecerse mediante esta apuesta sexual inconsciente. La Doppelgeschlechtigkeit Esta trilogia—bisexualidad, bilateralidad, biprocesualidad— es lo que constituye la “doctrina’” fliessiana, que se encierra “Flies, W., “Droite et gauche”, 1925, reproducido en Erik Porge, Freud Fliess. Mythe et chimére de Uauto-analyse, Anthropos/ Economica, 1996, p. 101. Kliess, W., Masculin et féminin, 1914, traducido al francés on Littoral n° 23 / 24, 1987, Eres, p. 64. ‘Tbidem, p. 65. _ "Pierre-Michel Bertrand, Histoire des gauchers. Des gens & Venvers, Editions Imago, 2001. 27 en este neologismo, Doppelgeschlechtigkeit, “doble sexua- cién permanente’ que “atraviesa la vida entera”, es decir “el hecho de que todos los hombres estén constituidos de sus- tancia femenina, y todas las mujeres de sustancia mas- culina”."* En el hombre, domina lo masculino (la sustancia mascu- lina); en la mujer, domina lo femenino (Ja sustancia femeni- na). Pero precisamente la otra parte, para cada uno de los dos sexos, exige ser representada con obstinacién. Precisamente, es del maestro Fliess de quien Freudrecibe esta ensefianza completa que los plagiarios habrian des- membrado: Weininger robandole la bisexualidad y Swoboda la periodicidad, inducida de una ley demografica. Pero, {qué uso le va a dar? En la traduccién puede verse lo que hard mas tarde: Fliess, al afirmar “la constitucién bisexual de los individuos humanos”, supone que “en todo individuo el combate de los caracteres sexuales seria el motivo de la represién”. En efecto “El sexo mas fuertemente formado, dominante en la persona, habria reprimido en la representacién psiquica al sexo inferior”. Entonces : “El nucleo del inconsciente, lo reprimido, seria en cada ser humano aquella parte suya que pertenece al sexo opuesto (das Gegengeschlechtliche)”.4 En resumen: “En el hombre, lo reprimido inconsciente debe ser levado a las mociones pulsionales femeninas; inversamen- te, en la mujer”, lo reprimido inconsciente debe ser llevado a las mociones pulsionales masculinas. Cuando Freud le declaraa Fliess: “Y me precipité literal- mente sobre tu acentuacién de la bisexualidad, idea tuya que cuento entre mis temas mas importantes, desde el dia de la ‘defensa’”,!® esta proporcionando una primera indicacién: no solo la bisexualidad es tan importante como la defensa, sino que puede ser registrada por el creador del psicoanalisis s6lo para ser inscripta en una teoria dela “defensa”, dela que *Fliess, W., “Droite et gauche”, ob. cit., p. 100. “Freud, S., “Pegan a un nifio”, en ob. cit, t. , seccién VI, p. 2478; G.W., XH, 222. 6 Freud, S., cartade Freud aFliess del 4 deenero de 1898, ibidem, t. 1, p.3596. 28 se sabe que es la pieza maestra original de la teoria de la conflictividad. Lo que le interesa a Freud en la bisexualidad no es tanto la respuesta —“organolégica”— que constituye como la problematizacién —“psico”-légica— que elabora. Si bien admira sinceramente la “grandiosa sinceridad” de la idea —ya no perdera de vista en lo sucesivo “la bisexualidad general del hombre”,’* y acudira a ella para otorgarle una mayor complejidad. La histeria o la bisexualidad del fantasma El momento en que se opera este desprendimiento es lo que atafe particularmente al fantasma en su funcién histérica. Se trata de aquello que se puede considerar el viraje de 1909, en el escrito donde la bisexualidad adquiere un poder de nominacion: “Un sintoma histérico es expresién, por un lado, de una fantasia masculina y, por otro, de otra femeni- na, ambas sexuales e inconscientes”.” Puede apreciarse nitidamente lo que esta en juego: “Esta significacién bisexual de los sintomas histéricos, comprobable de todos modos en numerosos casos, es una prueba mas de mi afirmacién anterior de que en los psicoanalisis de sujetos psiconeurdticos se transparenta con especial claridad la supuesta bisexualidad original del individuo”.* Esta todo dicho: jel texto bisexual del fantasma histérico traduce la aptitud del neurético para traicionar la “disposicién bisexual” de la especie humana! El fantasma histérico constituye la verdadera “pieza jus- tificatoria” de la bisexualidad. Esto es lo que sittia a la “fantaseadora” [“fantaste”| en posicién de representar simultaneamente los dos roles: tales el © Freud, S., “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”, en ob. cit., t. 11, p. 2551; G. W., XII, 283. "Freud, S., “Fantasias histéricas y su relacién con la bisexualidad”, en ob. cit., t. 11, p. 1352; G. W. VIL, 197. Tbidem, p. 1352. 29 caso de la histérica que, imitando la agresién sexual, “sujetala ropa interior con la mano contra el cuerpo (como mujer) y con la otra mano trata de arrancarla (como hombre)”. Nadie resulta mas adecuado para emblematizar el fantas- ma bisexual sublimado que Leonardo da Vinci, artista del sexo, que mezcla en la representacién del acto sexual elementos masculinos y femeninos, con errores anatémicos reveladores.'* Pero tenemos el segundo viraje, el de 1919, con el examen del fantasma paradigmatico en “Pegan a un nino”: “(La primera de estas teorias es anénima.] [...] Se apoya en la constitucién bisexual de los individuos humanos, y afirma que la lucha de los caracteres sexuales es en todos y cada uno de ellos el motivo de la represién”.”” Por consiguiente, el niicleo de Ja represién seria el “contrasexo”. En consecuencia, no es casual que la puesta al dia del trabajo bisexual del fantasma indique que Iegé la hora de poner en su lugar a Fliess y a Adler, por cierto dandose la espalda; lJego la hora, en efecto, de ajustar las cuentas al mismo tiempo con el campeon de lo bisexual biolégico y con el del “complejo de la masculinidad”. Freud procede a efectuar un verdadero “testeo” de las dos teorias sobre el texto del fantasma en la seccién vi de “Pegan a un nifio”, refutando a ambos para realizar su propia inteleccién del asunto, cuyos alcances en cuanto a la légica de la repre- sién y al estatuto de lo masculino y lo femenino en las neurosis tendremos ocasién de apreciar mas adelante (infra, lecciones IV y V). La identificacién bisexuada Detras del] fantasma se revela Ja identificacidn. Por medio de la identificacién, el sujeto endosa alternati- yamente el rol “masculino” y/o “femenino”. Aqui encontra- “ Froud, S., “Un recuedo infantil de Leonardo da Vinci”, en ob. cit.. t. n, seccién I, p. 1577, G. W. VIII, 137-138 (en referen a Reitler). *" Freud, S., “Pegan a un nifio”, en ob. cit., t. 1, seccion VI, p. 2478: G. W. XI, 222. 30 mos una referencia al “masturbador’”, que “en sus fantasias conscientes procura infundirse tanto en el hombre como en ja mujer de la situacién fantaseada”” lo cual supone la identificacién altcrnativa con los dos partenaires. El mastur- bador masculino sélo puede obtener la ganancia esperada representando, en su teatro, el doble rol, el del hombre y el dela mujer. Es su manera de “reciclar” la escena primaria en su economia autoerética y con un doble feeling. Es lo que impone pensar la bisexualidad de las formacio- nes inconscientes. Asi, se sorprende “la inclinacién del sueno a utilizar bisexualmente los simbolos sexuales”, lo cual “{...] revela un rasgo arcaico, dado que la infancia desconoce la diferencia de los genitales y atribuye los mismos a ambos sexos “22 Mas alla del “simbolismo sexual bisexual”, hay que destacar que “en muchos suefios se produce una modifica- cién general de los sexos, de manera que lo masculino queda presentado por lo femenino y alainversa”.” El ejemplo dado no fortuitamente concierne a la identificacion: “preferir ser un hombre” sirve para expresar “el anhelo de una mujer”. Confirmacién de que el ejemplo es la cosa misma. El “error de Fliess” y la equivocacién de Adler Por lo tanto ya es hora de evaluar esta teoria de una “grandiosa simplicidad”,* lo cual tiene lugar entre 1918 y 1919, entre el caso de! Hombre de los lobos y el estudio del fantasma de “Pegan a un nino”. Por lo demas, Freud elige en cada oportunidad ajustar sus cuentas al mismo tiempo con Fliess, el amigo perdido, y con Adler, el discipulo apéstata, es decir con Ja bisexualidad y con la “protestamasculina”. Lo 2! Freud, S., “Fantasias histéricas y su relacion con la bisexualidad”, en ob. cit., t. i, p. 1352; G. W. VIL, 197, “Freud, 8., La interpretacion de los suenos, cap. v1, E, . en ob. cit., t. 1, p. 564, agregado de 1911. 2Tbidem, agregado de 1925. [La traduccién es nuestra. N. de la T.| 2 Froud, S., “Pegan a un nifo”, en ob. cit., seccién v1, G. W., xu. [La traduccion es nuestra. N. de la T.} 31 que seria “comin” a estos dos pensamientos tan diferentes —jqué abismo entre el pensador de lo bisexual y el creador de la “psicologia individual”!— seria “la sexualizacién del proce- so de la represién”. La compleja economia del Hombre de los lobos permite precisar el problema: “Por lo tanto, la acentuacién de la bisexualidad como motivo de la represién seria insuficien- te”.2°5Mas precisamente, el error de Fliess consiste en “expli- car la oposicién de los sexos como la ocasién propiamente dicha y la Urmotiv de la represién”, lo que equivale a “sexualizar la represi6n”. Por el contrario, ésta es justamen- te una accién psiquica, tal como lo expresa Freud cuando afirma “[...] me niego a sexualizar la represién de ese modo; es decir, a explicarla por motivos biolégicos en lugar de por motivos puramente psicoldégicos”.?° La “complicacién” bisexual E] hecho de que “ciertos elementos del aparato sexual masculino sean también, aunque atrofiados, parte integran- te del cuerpo femenino, e inversamente” le permite a Freud observar, en el campo histoldgico, que “la ciencia ve en esta circunstancia un signo de una bisexualidad [Zwiegesch- lechtlichkeit, de una Bisexualitét], como si el individuo no fuera hombre 0 mujer, sino siempre ambas cosas, s6lo que alternativamente una mas que otra”.”* Hay aqui un “carac- ter desconocido” que la anatomia no puede concebir. Freud lo expresa en la ltima formulacién, en el Compen- dio de psicoandlisis, ala manera de un lamento en forma de constatacién: “En la vida psiquica sélo hallamos reflejos de esa gran polaridad, cuya interpretaci6n se ve dificultada “Freud, S., “Una neurosis infantil: el Hombre de los lobos”, en ob. cit., t. HW, p. 2002, seccion ix; G. W., XII, 145. * Freud, S., “Analisis terminable e interminable’, t. 111, p. 3362; G. W. XVI, 98. “Freud, S., Nuevas lecciones introductorias al psicoandlisis, Leccién xxxiul, en ob. cit, t. 1, p. 3165; G. W. XV, 121 32 por el hecho, hace mucho tiempo sospechado, de que ningun individuo se limita a las modalidades reactivas de un solo sexo, sino que siempre concede cierto margen a las del sexo opuesto, igual que su cuerpo Ileva, junto a los érganos desarrollados de un sexo, también los rudimentos atrofiados y a menudo inttiles del otro. Para diferenciar en la vida psfquica lo masculino de lo femenino, recurrimos a una equivalencia empirica y convencional, precaria a todas lu- ces. Llamamos masculino a todo lo fuerte y activo; femenino, a cuanto es débil y pasivo. Este hecho de que la bisexualidad sea también psicolégica pesa sobre todas nuestras indaga- ciones y-dificulta su descripcién”.*® Como si con ello signifi- cara lo siguiente: “la bisexualidad es tal que necesariamente viene acomplicar nuestra tarea”. La formula parece circuns- cribir la potencia de la bisexualidad, cuando ésta emite una sefial destinada a los partidarios de lo Bisexual. Para Freud se trata, contra esos bardos de lo Bisexual, esos gnésticos del sexo, de Ilevarlos a un real y de estar a la altura de la tarea de complejizacién que se impone. La doble deuda: Freud con Fliess Freud menciona un extrafio olvido: dirigiéndose a Fliess, en el verano de 1900 (en aquel momento estaba muy interesado en la precisién de los procesos de plagio, conflicto de anterioridad en el que cuentan todas las fechas), le dice sin miramientos que “laneurosis es ininteligible sin la hipétesis de una bisexualidad originaria del individuo”,” a lo cual Fliess replica que él ya se lo habia dicho literalmente dos afios y medio antes —con lo que su interlocutor tiene que terminar por estar de acuerdo-. Es facil comprender la estupefaccién de Fliess al oir de la boca de suamigo(no por demasiado tiempo mas) el enunciadoliteral de su propia palabra. Hermoso simbolo de que Freud recibe de » Freud, S., Compendio del psicoandlisis, en ob. cit., t. 1, p. 3406; G. W. XVI, 115. Freud, S., Psicopatologia de la vida cotidiana, cap. vil, G. W.1V. [La traduccién es nuestra; N. de la T.] 33 Fliess su propio mensaje: se lo atribuye tanto mds inconscien- temente cuanto que habia hecho suya la idea de Fliess. Confir- maci6n de que esta cuestién se expone al proceso por plagio, en la medida en que plantea la cuestién de la atribucidn: jsoy yo quien lo dijo primero! Por ende, Freud se reconoce tanto mas serenamente como “plagiario” del amigo Fliess cuanto que recibe de su clinica la confirmacion de la pertinencia de la idea: hablara de la bisexualidad de los individuos como formando parte de las “presuposiciones clinicas del psicoandlisis”,”” sin excluir la eventualidad de proceder mediante una rectificacién mayor, que desplaza el eje de la represi6n hacia el conflicto entre el yo y la moci6n sexual —todas cuyas consecuencias veremos en la teoria freudiana de las neurosis (infra, El yo y lo sexual). Por otra parte, Freud observa, reconociendo que “la idea misma es tuya”: “Recordaras que ya hace anos, cuando todavia eras rindlogo y cirujano, te dije que la solucién radicaria en la sexualidad, y que ti me corregiste afos después, scfialandome que residia en la bisexualidad. Com- prucbo ahora que tenfas raz6n”."' Por lo tanto, contra la acusacién de plagio, Freud sugiere insidiosamente un plagio reciproco, remitiendo a Fliess una pregunta: équién plagiaa quién? Freud habria sido el primero en afirmar la primacia de Jo sexual, y Fliess seria “el autor de la bisexualidad”, y estas aguas son Ilevadas hacia el molino de Freud, quien se reserva el derecho de “desbiologizarlas” y de “fundamentar- las psicologicamente”. En consecuencia, es légico y provocador que le anuncie a Fliess, justo antes de su separacion: “{...] mi proximo trabajo se llamara La bisexualidad humana, abordara el problema en suraiz y dird la ultima palabra que me sca dado decir so- bre el tema: la ultimay lamas profunda. Por el momento sélo cuento con una cosa: con el principio fundamental que desde hace algun tiempo vengo cimentando en la idea de que la “Proud, S., Multiple interés del psicoandlisis, segunda parte C, G. W. VIE, 411. [La traduccion es nuestra. N. de la T.| “Froud, S., Carta de Freud a Fliess del 7 de agosto de 1901, en Los origenes del psicoundlisis, ob. cit. t. m1, p. 3651. 34 represién —mi problema central- sélo es posible merced a una reaccién entre dos corrientes sexuales [...]”, lo cual culmina en “el aspecto psiquico de la bisexualidad”. Cierta- mente, la bisexualidad es una idea tomada prestada y la gran llamarada de la polémica del plagio (1903-1906) ven- dra a dramatizar su apuesta.” Asi pues, vemos cual es el nervio del diferendo. Para Fliess, la bisexualidad era una Ilave, para Freud es lo que viene a revelar la estructura compleja de la cerradura. También se trata de una constatacién antropolégica: el hombre es un animal bisexual, mas precisamente: “[Tam- bién] el hombre es un animal de indudable disposicién bisexual”.*? Dicho de otro modo: “el individuo expresa una fusién (Verschmelzung) de dos mitades simétricas, de las cuales, tras ]a opinién de muchos investigadores, una es puramente masculina y la otra es femenina”. El aporte esencial de la bisexualidad queda para mas adelante. En primer lugar, puede verse su efecto irreversible de desplazar la dualidad hombre | mujer hacia la dualidad masculino / femenino. Labisexualidad hace estallar, en efecto, la idea de “hombre” y de “mujer”. Como lo entendié Weininger desde el fondo de su propio callején sin salida: “Las dos partes que tratan dereunirse para la union sexual siempre son una un hombre, y la otra una mujer enteros y acabados(un Hy una M), pero que se encuentran repartidos segtin una proporcién cada vez diferente entre los dos individuos de la pareja”.* Asi, el hombre y la mujer entran “enteros” en la relacién sexual, pero en cada ocasi6n (en cada hombre, en cada mujer, en cada acto sexual, en cada tipo de relacién entre un hombre y una mujer), “una proporcién diferente en cada ocasién” de masculino y de femenino es lo que se reparte entre “los dos individuos de la pareja. En segundo lugar, se plantea la cuestién del tropismo femenino de la dualidad. "Freud, S., Los origenes del psicoandlisis, en ob. cit., t. m, p. 3651 “Freud, §., El malestar en la cultura, seccién tv, en ob, cit., t. 1, p. 3043: G. W. XIV, 465, n° 1. “Weininger, 0., Sexe et caractére, p. 42. 35 Ello nos dispone para comprender la idea tan incongruen- te de que “ [...] la disposicién bisexual, postulada por noso- tros como caracteristica de la especie humana, es mucho més patente en la mujer queen el hombre”,** conquista cuyo peso podremos ponderar mas adelante. De este trabajo de lo bisexual surge una impresién fuerte. Lo propio de lo femeni- no es la dualidad de los estados. Se puede referir a lo femenino lo que se sostiene en un doble estado formula cuyos alcances podremos calibrar al cabo del presente tra- ecto—. : Alabisexualidad, factor de complicacion inevitable por su cardcter estructural, Freud rinde un ultimo homenaje al constatar que “la doctrina de la bisexualidad aun esta envuelta en las tinieblas” [im Dunkel]. Pero precisamen- te la wnica manera de esclarecerla es restablecer la “co- nexi6n con Ja doctrina pulsional”, lo que nos deja acorralados en virtud de la determinacién de las “funciones” masculino / femenino. 5 Freud, S., “Sobre la sexualidad femenina”, en ob. cit. t. 11, p.3079;G. W. XIV, 520. : “Freud, S., Kl malestar en la cultura, seccion tv, en ob. cit., t. 111, p. 3043, nota 1701. G. W. X1V, 466. 36 Leccién IL MASCULINO, FEMENINO: LAS FUNCIONES INCONSCIENTES “La vida sexual esta dominada por la polaridad masculino- femenino”.’ Pero he aqui que se produce la siguiente paradoja: jla inteleccién de la cuestién de lo masculino y lo femenino se torna irresistible, cuando no victoriosa, no bien nos percata- mos de la idea de que no vale nada —o no gran cosa-~ en el plano “psicolégico”! Esto remite al “meollo” de lo sexual: “La sexualidad es un hecho biolégico que, aunque de una ex- traordinaria importancia para la vida psiquica, es dificil concebir psicologicamente”. Por ultimo, “{...] pero sélo la Anatomia —mas no la Psicologia— puede revelar la indole de lo masculino y de lo femenino.” Dicho de otro modo: “La diferenciacién no es psicolégica”, y “no podéis dar a los conceptos [Begriffe] de lo masculino y lo femenino contenido ninguno nuevo” .* Lo cierto es que si bien esto“no nos procura ningun nuevo conocimiento”,*“ estamos habituados, consta- ta Freud, a utilizar también masculino y femenino como cualidades psiquicas [seelischen Qualitdten]’ dado que “he- ‘Freud, S., Nuevas conferencias introductorias al psicoandlisis, xxxu.; G.W. XV, 141. [La traduccion es nuestra. N. dela T. 2Freud, S., Hl malestar en la cultura, seccion wW, en ob. cit., t. IIL, p. 3043, nota 1701; G. W. XIV, 465, nota 2 Freud, S., Nuevas conferencias introductorias al psicoandilisis, xxii, en ob, cit., t.lIL, p. 3165; G. W. XV, 122. ‘Ibidem.p. 3166. | | 1 mos transferido a la vida psiquica la tesis de la bisexuali- dad”.? Por ende, si “{...] solemos decir que todo hombre presenta tendencias instintivas, necesidades y atributos, tanto masculinos como femeninos [...]”° este “habito” no puede carecer de fundamento. En consecuencia, hay que avanzar. : ‘ Y lo que nos ayuda es la pareja activo / pasivo. Mediante esta metafora material la “doctrina de la bisexualidad” [die Lehre der Bisexualitét] empieza a encontrar su conexién con la “doctrina pulsional” [Trieblehre]. Activo y pasivo: el par volatil Es un hecho quela elucidacién delomasculinoy lo femenino pasa por unareflexién sobre lo activo y lopasivo. La ecuacion nos es entregada en un texto decisivo: “La esencia de lo que se denomina ‘masculino’ o ‘femenino’ en el sentido conven- cional, bioldgico, empieza por recordar Freud, el psicoandli- sis no puede esclarecerlo; toma los dos conceptos y los sitta en la base de sus trabajos”. Pero veamos el segundo tiempo: “Al intentar una mayor reduccién, la masculinidad se le convierte cn actividad y la feminidad en pasividad, y esto es muy poco”.” : “Rs demasiado poco”, pero se puede agregar que es mejor que nada. Hablar en términos de “activo” y “pasivo” es el tinico medio de no callarse cuando se quiere abordar “psico- légicamente” lo masculino y lo femenino, es decir dar cabida a su inscripcién psiquica. : i Por lo tanto, cuando el andlisis insiste en trabajar, anali- ticamente, como se debe, estas nociones que asume como un *Ibidem, p. 3165. : ‘ “Proud, §., El malestar en la cultura, seccién IV, en ob. cit., p. 3043, nota 1701; G. W., XIV, 465 “Freud, S., Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina, en ob. cit., t. il, p. 2561; G. W., XII, 301 (en referencia a Steinach). 38 dato—recibido como una convencién y un saber de base de lo viviente— {qué ocurre? Su materia se convierte en un pro- ducto volatil. El verbo empleado por Freud [verwischen] significa a la vez evaporarse —es decir el hecho de transfor- marse en gas para un liquido— y volatilizarse. Lo “activo”, por lo tanto, no es sino el vapor de lo “masculino”, asi como lo “pasivo” es e] vaho de Jo femenino. Otra formulacién metaférica: “[...] esta antitesis sexual se agota en la de actividad y pasividad, aunque se suele identificar con exce- siva ligereza la actividad con lo masculino, la pasividad con lo femenino, parangén que de ningin modo se confirma invariablemente en el reino animal”.* Verbassen designa, para un color, el hecho de difuminarse, al punto de perder nitidez o de “empalidecer”. Por consiguiente, “activo” y “pasivo” son la versién vaporosa y deslavada de lo “masculino” y lo “femenino”. Lo cierto es que s6lo en este “precipitado” o en este calco uno y otro adquieren alguna concrecién psiquica. Lo que provee la plomeria meta- psicolégica es esta “soldadura’” [Verlétung] de la actividad con la masculinidad y de Ja pasividad con la feminidad... La actividad pulsional puesta a prueba por la pasividad Chocamos con una paradoja, que concierne al ser mismo de la pulsién. La “pulsién” es ese impulso [Trieb] activo por definicién. Hablar de “pulsién activa” resulta un pleonasmo; hablar de “pulsién pasiva” es una contradiccién en los términos. Por consiguiente, hay que entender cémo Freud se explica al respecto: “{...] hablamos de cualidades y tendencias ani- micas ‘masculinas’ y ‘femeninas’, aunque las diferencias de sexo no pueden aspirar, en realidad, a una caracteristica psiquica especial”.’ Como es necesario referirse a ello “como “Freud, S., El malestar en la cultura, seccién IV, en ob. cit., t. 1, p 3043, nota 1701; G. W., XIV, 465-466, n. 2. 39 _cereeanseoom psicélogos”, es forz0so traducir al registro activo/pasivo: “Lo que nombramos ‘masculino’ y ‘femenino’ en la vida [im Leben] se reduce para la concepcién psicolégica a los carac- teres de la actividad y de la pasividad”. Ahora bien, estas “propiedades no deben ser referidas alas pulsiones mismas, sino asus fines”. La puntualizacién es la siguiente: sostener que hay pulsiones activas y pulsiones pasivas no significa nada: las pulsiones son “pedazos de actividad”. En cambio, es legitimo hablar de pulsiones con finalidad pasiva, que tendrian que ver con lo femenino. En otros términos: “{...] la antitesis de masculino y feme- nino, introducida por Ja funcién reproductora no puede existir atin en la fase de la eleccion pregenital de objeto. En su lugar, hallamos la antitesis constituida por las tenden- cias de fin activo y las de fin pasivo, la cual ira luego a soldarse con la de los sexos”.”° Esta nomenclatura precaria va a convertirse en un precio- so operador metapsicolégico. Es entonces cuando la metap- sicologia ofrece una referencia, la de ese destino pulsional que se designa como “inversién en su contrario” [Verkehrung im Gegenteil] , es decir el “cambio de una pulsién de la actividad en pasividad” (Wendung eines Triebes von der Aklivitdt zur Passivitét]. Pero la transformacién atane ‘la finalidad de la pulsién”. Asi sucede en el pasaje del sadismo al masoquismo y del voyeurismo al exhibicionismo, cuyos efectos clinicos se vera (infra, El masoquismo o la pasién de lo femenino), pasaje de finalidad activa —“atormentar, con- templar” —al fin pasivo —“ser atormentado, ser contempla- do-”.1 Pasaje de un modo gramatical (das Aktivum] al otro [das Passivum], sin excluir la posibilidad de pensar la extraordi- naria operacion gramatical masoquista-exhibicionista que ’ Freud, S., Multiple interés del psicoandlisis, segunda parte, en ob. cit., tn, p. 1861; G. W., VIL, 411 ‘wPreud, S., “La disposicién a la neurosis obsesiva”, en ob. cit., t. 1, p- 1741; G. W. VIII, 448. “Freud, S., “Los instintos y sus destinos”, en ob. cit., t. I, p. 2045; G. W., X, 219-220. 40 transforma el verbo en la forma activa [das aktive Verbum|] en verbo en forma pronominal [ein reflexives Medium): en- tonces hacerse ver 0 hacerse tener * se vuelve una finalidad pulsional.” Hay un principio que concierne a “cada dominio de la experiencia dela vida psiquica”: “{...] una impresién pasiva- mente recibida evoca en los nifios la tendencia a una reac- cion activa”. En fin, “trata de hacer é] mismo lo que le han hecho aél”. “Rebeldia contra la pasividad” y “preferencia por el rol activo” son elementos basicos del comportamiento de los dos sexos, aunque Freud observe que “(...] este viraje de la pasividad a la actividad [...]”" esta desigualmente acen- tuado en los nitios y que, de este “comportamiento” precoz tenemos el derecho de extraer conclusiones prospectivas “sobre la fuerza relativa de la masculinidad y de la femi- nidad’. La agresividad signa la actividad, a riesgo de relevar su caracter reactivo, el rechazo de dejarse hacer. Los memora- bles “gritos” neuroticos —obsesivo e histérico, tal como Ja explosién del hombrecito de las ratas cuando arrojaalacara del padre todos los objetos posibles— vienen a llevarle a la expresion esta reactividad. El odio puede ser en este caso un vector de contraactividad. De la “comunidad” pulsional... Asi pues, es haciendo jugar este diferencia activo / pasivo como es posible, en suma, situar lo femenino y lo masculino en un marco explicativo. “Imagino las dificultades que plan- tea al lector la precisa distincion inhabitual, pero imprescin- * Se faire avoir, literalmente “hacerse tener” (o “ser perjudicado”) debe traducirse como “ser eagado”, en un registro vulgar castellano que en francés corresponde a un registro familiar. [N. de T.] "Freud, S., “Los instintos y sus destinos”, cit.. ' Freud, S, “Sobre la sextalidad femenina”, en ob. cit., t. ml, p. 3084.;G.W. XIV, 529. “Thidem, p. 3084. 41 dible, de activo-masculina y pasivo-femenina, [...]”.!° Pero no sc trata de ceder: hay que conservar lo cortante [tran- chant] de esta distincién-separacién [Scheidung] en calidad de antidoto para la “mezcla” cuyos dafios hemos visto. Se pucde agregar que esta distincién zanjada [lranchée] en- cucntra su complemento y su contrapeso en lo bisexual. Lo que define la bisexualidad es esta reverberacién: “En la constante comunidad de tales instintos ‘activos’ y ‘pasi- vos’ cn la vida animica se refleja la bisexualidad de los individuos, postulado clinico del psicoandlisis”."* .. ala mezcolanza neurética La consideracion de la dialéctica activo/ pasivo alaluzdela bisexualidad permite centrar la cuestion. El cxamen de la economia pulsional del Hombre de los lobos resulta valiosisimo por la mezcolanza de las pulsioncs pasi- vas y activas que revela. En su tupida carrera libidinal, lo vemos pasivo con la hermana y luego con cl padre, activo con Ja madre, hiperac- tivo con los sirvientes... gCémo cxplicarlo? Empicza padcciendo la seduccion enérgica de la herma- na, verdadera mercenaria con pollera, que lo cabalga a la manera de los husares. No obstante: “[...] no habia desem- pefiado él con su hermana el papcl pasivo, sino que, por el contrario, se habia mostrado agresivo quericndo ver desnu- da a su hermana, y sicndo rechazado y castigado, lo cual habja provocado en él aquellos accesos de célera de los que tanto hablaba la tradicién familiar”.'’ Esto no le impide entregarse a fantasmas de indole nitidamente masoquista, que culminan en la flagelacion del pene: “[...] tales tenden- 15 Freud, S., “Historia de una neurosis infantil”, seccién [X en ob. cit., t. ul, p. 2003; G.W. XII, 146. Freud. S., “Multiple interés del psicoand ob. cit., t. II, p. 1861; G. W. VII, 411. “Freud, S., “Historia de una neurosis infantil”, seccion III, en ob. cit., t. II, p. 1948; G. W., XL, 43. segunda parte,C, en 42 cias pasivas hubicran de aparcccr al mismo tiempo que las activas sddicas o inmediatamente después de cllas”.'* Lo cual explica la heterogeneidad de su vida psiquica y de sus posicionamientos, es decir cl “flotamicnto [Schwanken] ince- sante” de las dos “posiciones libidinales”. Es asi como surge el circuito complejo: “Todo ocurre como si la seduccién leva- da adelante por la hermana lo hubicra Ilevado al rol pasivo y le hubiera dado una finalidad sexual pasiva”. Bajo la influencia persistente de este acontecimiento, su camino esta trazado a partir de la hermana por encima de Nania, “J desde la actitud pasiva con respecto a la mujer hasta la actitud pasiva con respecto al hombre L...)’."° En suma, estamos frente a un zigzag riguroso. De alli cl cuadro de un hombrecito de los lobos agresivo y colérico, que alterna con un ser sumiso. Y esto va desde la atraccion claramente masoquista de la posicién pasiva —identificacién con la ma- dre sufriente— hasta la posici6n hiperactiva que cncuentra frente a los traseros de los domésticos, pasando por ese rechazo dc la posicién pasiva que se inscribe como angustia. Verdadera “ducha escocesa” o “hamaca” de masculino y femenino. Queda cl cénit atestiguado por cl “suefio de angus- tia” del que emana su sobrenombre: signa “{[...] una explosion directa de angustia ante aquclla actitud femenina con res- pecto al hombre(...]””°(cl padre): “el Hombre” de los lobos, en este sentido, ciertamente es... juna efigie de lo femenino! Todo esto se ira aclarando cuando clucidemos la posicién neurética (infra, Lo femenino del sintoma o la verdad de la represion). La postura hacia la castracién: de la “actitud” a la “sublevacién” Lo que queda esbozado a través de esta alquimia activo / pasivo es una actitud o postura hacia la castracién que “Tbidem, p. 1952 “Tbidem, p. 1952. “"[bidem, p. 1979 43 decide la filiacién a lo masculino y / 0 a lo femenino. La expresién recurrente en Freud es Einstellung: El término no es anodino. Designa una actitud interna [innere Haltung], una manera de pensar [Denkweise] 0 de sentir (Gesinnung, que tiene una connotacién de “credo”). En consecuencia, afirmar que hay una “actitud activa o pasiva [aktive, passive Einstellung] es designar la manera de posicionarse respecto de la castracion, es de alguna manera la filosofia intima sobre _ la cuesti6n: de la actitud masculina resuelta a la feminizaci6n —que va hasta el “placer de Ja castracién’- pasando por la famosa “sublevacién’ “masculino” y “femenino” que expresan la manera como el sujeto “piensa” la castracién. Esta postura o actitud no puede evaluarse sino respecto de un movimiento fundamental de “sublevacién” [Strduben] —metafora recurrente que constituye en Freud un indicador de lasubjetividad—. Lo que debe ser pensadoen lo que genera la castracién como “obstaculo” o “peligro” es, en oposicién ala tendencia [Streben] que va hacia un objeto, una tenden- cia contra. Espina clavada, obsérvese, en toda psicologia de las “tendencias”. La actitud hacia lo masculino se determina por este movimiento de “rechazo” literalmente motor hacia ese peligro de pasivizacion. Puede apreciarse su principio: “La repulsa de la actitud femenina es, por lo tanto, conse- cuencia de la resistencia a la castracién [das Streben gegen die Kastration] [...)’.” La pubertad, momento de verdad de lo masculino y lo femenino En la génesis de esta “actitud” y de la constituci6n correla- tiva de las funciones, aparece una cesura: “Sdlo con el término de la evolucién en la pubertad llega a coincidir la polaridad sexual con masculino y femenino.”” 21 Freud. S., Una neurosis demoniaca en el siglo XVII, en ob. cit. t. 1, p. 2688; G.W. x11, 336 . 2 Freud., S., “La organizacién genital infantil”, en ob. cit. t. mi, p. 2700.;G.W. xiu, 298. Es el momento en que las cosas se clarifican, si cabe la expresién: “Lo masculino coincide con el sujeto, la actividad y la posesién del pene; lo femenino perpetua el objeto y la pasividad”. Es entonces cuando “la vagina es apreciada como el lugar de alojamiento [Herberge, literalmente: el albergue] del pene”. Asi, todo parece encajar, al punto que podemos preguntarnos por qué el momento de la pubertad Ilamado adolescencia, en que los péndulos estan en hora, se presenta también como el momento maximo de opacidad de lo sexual.* Sucede que a partir de entonces “muchachos” y “chicas” disponen de las cartas del juego: situandose en la vertiente sujeto-activo-pene, estan conminadosa afiliarse alo mascu- lino-es el muchacho “sin ambages” o la chica que se toma por un muchacho; 0 en la vertiente femenina (objeto-pasivo) que se realiza por el lado del muchacho por la feminizacién y en la chica en la funcién de acogida 0 de alojamiento vaginal del pene. Esto aclara lo que, para uno y otro sexo, se pone en juego en la primera relacién sexual. Es “la hora H”, en que los relojes deben ponerse de acuerdo, sin que quede excluida la eventualidad de advertir que dicha hora no se inscribe en el mismo cuadrante, en el masculino y en el femenino... Entonces ocurre por un lado que el pene puede penetrar sin peligro, y que, por el otro es o no bienvenido. Se comprende también por qué, en esta hora de gloria del objeto falico que marca “el despertar de la primavera”, los ob- jetos anteriores, oral y anal, se encuentran redistribuidos, mientras que “arden” la mirada y la voz. Del “flechazo™ que sacude al sujeto frente al enigma opaco del otro sexo a las “vyocalizaciones”, la mudanza viene a signar la captura de lo sexual, introduciendo la diferencia de octavo... y la voz de la pasién. ® Assoun, P.-L. , “Désordres et ratages. Un printemps oii éclot quelque chose de neuf”, en “Désordres amoureux de l’adolescence”, L’Ecole des parents, Revue de la Fédération Nationale des Ecoles des Parents et des Educateurs, nimero especial, noviembre de 2004, pp. 56-61. 2 Agsoun, P.-L., Lecons psychanalytiques sur le regard et la voix, ob. cit., pp. 139 y ss. [Lecciones psicoandliticas sobre la mirada y la voz, Buenos Aires, Nueva Visién, 1997.] % Tbidem, pp. 155 y ss. 45 La impotencia o el sintoma masculino E] fenoémeno més apto para permitir captar el embrollo de lo masculino y lo femenino en su anudamiento activo / falico y pasivo/castrado es el de la incapacidad 0 la impotencia sexual. Por el lado del hombre, 1a “impotencia” es el momento en que lo masculino se encuentra acorralado, en que se halla pasivizado de facto, sufriendo cruelmente una situaci6n en la que se lo supone actor. Freud da de ello una definicién tan clara como realista en “Sobre la degradacién general de la vida erotica”. Para que sea licito hablar de “impotencia psiquica” [psychische Impo- tenz], debe verificarse que “los érganos ejecutivos de la sexualidad rehtsan su colaboracién al acto sexual, no obs- tante aparecer antes y después perfectamente intactos ya pesar de existir en el sujeto una intensa inclinacién psiquica a realizar dicho acto”.’° Esta discordancia —entre una apetencia psiquica intensa, unas ganas de actividad por un lado y un desfallecimiento practico sentido como una pasivizacién dolorosa por cl otro— puede describirse, desde el punto de vista de lo vivencial, por medio de la “sensacién de un impedimento en su interior” y como la “percepcion de una contra-voluntad, que perturba la intencién consciente”. Lo que funciona como una alerta es el hecho de que -en contraste con alguna “anafrodisia” general-, la impotencia suele ser selectiva. En otras palabras, los “érganos” que se revelan no “ejecutivos” con algunos “objetos”, se vuelven eje- cutivos Ilegado el caso cuando se Jes proponen otros objetos, presentando una operacionalidad inesperada. FE] enigma se aclara si se toma en cuenta la génesis de la vida libidinal, a través del examen de sus “corrientes” cuya reunion asigna un comportamiento amoroso “normal”, “tier- no” y “sensual” procedente de la eleccién de objeto infantil 2°Freud, S.. “Sobre la degradacién general de la vida erdtica”, en ob. cit., t. I, p. 1700; G. W. XII, 173. 46 primario. gDénde se origina el hecho de que, en la impoten- cia, se hayan desconectado? La pubertad marca “el ascenso de una corriente erdtica que ya no desconoce sus objetivos”. Mas alla de la barreradel] incesto, se trata de la busqueda de objetos ajenos. Es tam- bién el momento de Ia fijacién de los fantasmas inconscien- tes incestuosos. Para evitar esta “incestuosidad” interviene la degradacién psiquica del objeto sexual, medio de protec- cion principal (preservativo psfquico), que libera la ternura por los objetos. El acceso alo masculino se hace por medio de la actividad. {Qué significa esto? gSe trata del hecho de ser el polo activo —motor— de la relacién sexual? {Es el hecho de la ereccién o de la aptitud para la ereccién? En realidad, la impotencia es irreductible ala “disfunci6n eréctil” en la que en Jo sucesivo encuentra su refugio médico. “Hacer de hombre” equivale a inscribirse en la fase sujetodel significante falico, es suponer que ese significante trabaja para él. Es al abordar la relacién bajo el signo de este activismo falico cuando el sujeto accede al “ser-hombre”. En consecuencia, es lo que paradéjicamente hace posible el dejarse-ser pasivizado que es la ereccién cuyo mecanismo fisiolégico (relajacién de los musculos del pene) muestra el caracter desactivante. E] deseo pucde distenderse —“des- bandarse”— como si entonces el hombre pudiera dejarse evar hacia el objeto de su deseo. Mientras que el sujeto “demasiado activo”, crispado en el control, ejerce la accion fisiolégica que entorpece el acto decisivo para la cépula. Puede apreciarse la complejidad de esta nocién de “activi- dad”, susceptible de ser parasitada por una fijacién maso- quista (infra, Homosexualidad en masculino). Lo femenino frigido Del otro lado, la frigidez histérica bien podria esclarecerse como la resistencia a esta reivindicacién masculina, cuando el cuerpo de la mujer se resiste a soltar la presa. La frigidez, esa forma femenina de la impotencia sexual, se presenta como un rechazo obstinado del cuerpo al goce se- xual, “rechazo de lo sexual” [Sexualablehnung}. El cuerpo de la mujer se niega a la vez a su partenaire y a la sensaci6n. Hay un aspecto de intratable obstinacién en este rechazo: “Estos casos de frigidez meramente inicial y pasajera cons- tituyen el punto de partida de una serie gradual que culmina en aquellos otros, lamentables, de frigidez perpetua, contra la cual se estrellan todos los esfuerzos amorosos del mari- do”. 4C6émo orientarse en esta delicada cuestién? En apa- riencia, la mujer frigida es hiperpasiva, esta paralizada e inhibida en el acto sexual. No obstante, todo bien mirado, en su crispacién puede discernirse una violenta puesta en acto. La primera pista indicada por Freud es la de la distincion: la “anestesia” se instala durablemente cuando “la zona del clitoris se rehtisa a abandonar su excitabilidad”. Asi, “[...] conocido es que la anestesia en la mujer es, con frecuencia, sdlo aparente y local. Son anestésicas en la entrada dela vagina, pero en modo alguno inexcitables en el clitoris y hasta en otras zonas”.*Si es cierto que “la persistencia de la excitabilidad clitoridiana disminuye la funcién sexual dela mujer, haciéndola anestésica para el coito”, esto atestigua una actividad secreta, si cabe la expresion, de la anestesia vaginal. Pero he aqui una segunda pista. Detras de esta anestesia se halla una fuerte fijacién al modo de goce pregenital y alas figuras parentales. Tales mujeres intensamente fijadas a sus padres se tornan “esposas frias y permanecen sexual- mente anestésicas”.*" La renuncia a “la sensibilidad sexual femenina”®! es correlativa de una fijacién infantil, de modo que “la frigidez cuenta entre las condiciones genéticas de la neurosis”. La fijacién a la madre y a la eleccién de objeto “Freud, S., “El taba de la virginidad’, en ob. cit., t. III, p. 2449. 28 Freud, S., Tres ensayos para una teoria sexual, en ob. cit., t. 2, p- 1224; G.W. V, 122 ” Freud, S., “Teorias sexuales infantiles”, en ob. cit., t. II, p. 1266. “Freud, S., Tres ensayos para una teoria sexual, en ob. cit., t. II, p. 1227; G. W. V, 128 Freud, S., “El sueno y la telepatia’, en ob. cit.,t. II, p. 2643; G.W. XIII, 185. 48 materno original abrela conjetura de un cuerpo mortificado, soberanamente indiferente a la penetracién. Aunque Freud menciona un factor constitucional,® cier- tamente lo que decide la frigidez es una toma de posicion simbolica, es decir el rechazo del suceddneo:* la mujer frigida se negaria al hombre para reservarse al padre enla memoria fantasmatica. El calor del fantasma incestuoso viene a refrigerar el cuerpo mal ofrecido a sus insuficientes sustitutos. Mas aca se encuentran “llamativas relaciones entre la me- lancolia y la anestesia [sexual”].**“Cabe preguntarse aqui por qué la anestesia es una caracteristica tan predominante en la mujer. Ello se debe al papel pasivo que ésta desempefia, [...].”*° Simultaneamente hipersolicitada por el deseo masculino y “mantenida a un nivel bajo”, la “tensién sexual” se expone en la mujer a un destino de melancolizacién. Queda por analizar una tltima pista, en suma Ja mas especifica, la que descubre la problematica de la “desflora- cién’” y del “tabu de la virginidad”. Sila anestesia acompafia frecuentemente el primer acto, también es susceptible de mantenerse luego. E} rechazo a la penetracién conmemora la envidia del pene y la célera de la desfloracion. La frigidez es la forma fria e intratable de la “célera”: el cuerpo frigido esta todo él sublevado contra la pasivizacin. En su rabia de ser una mujer, ella se niega a “dejarse tomar” y se venga friamente inscribiendo, en ultimo andlisis, la angustia en su partenaire. Mientras que el hombre impotente o eyaculador precoz se encuentra en espejo identificado con su partenaire, lo cual genera una fijaci6n masoquista. ” Freud, $., Nuevas conferencias de introduceién al psicoandlisis, en ob. cit., t. TIL. “Freud, S., “El tabit de la virginidad”, ibidem; G. W., XII, 174. “\Freud, S., Los origenes del psicoanalisis - Manuscrito G, en ob. cit. t IIT, p. 3503. “Freud, S., ibidem, p. 3506. 49 La castracién-Jano En consecuencia, lo que se esboza al cabo de este trayectono es otra cosa, ciertamente, que la postura hacia la castracion. En ella se encuentra una bifurcacién capital, entre la castracién objeto de la angustia [Kastrationsangst] que corresponde a “la actitud masculina” y la castracién como generadora de placer (Kastrationlust], colmo de paradoja que abre la cuestién de “la actitud femenina”.*® Este doble rostro de Ja castracién cuestiona la funcion inconsciente de la sexuaci6n. Ello permite poner en escena ese doble juego con la castracion, en el cual hombre y mujer participan segtin las modalidades del juego de distribu- cién parental al cual nos remitiremos a continuacién. “Freud, S., Una neurosis demoniaca en el siglo xvn, cap. IIT, en ob. cit., t. IH; G. W. XT, 338. 50 Leccién II MASCULINO Y FEMENINO PUESTOS A PRUEBA POR EL EDIPO Se recordaré que la distincién entre “masculino” y “femeni- no” noes originariamente problematica para el nifio (supra, Una evidencia enigmatica). Llegé la hora de preguntarse cuando y por lo tanto por qué se torna tal. Asi, se ha vuelto claro que la cuesti6n de lo masculino y lo femenino —que se ha dado como morfolégica— no puede esclarecerse sino en la dindmica que aquélla organiza en el devenir del sujeto. Conviene centrarse en el momento en que se impone como cuestionamiento, reservandonos la posibilidad de retomar- la desde la escena primaria de la prueba escopica. La prueba escépica Hay que situar la distribucién de las cartas del juego en el momento del “descubrimiento” de la diferencia sexual. Esc momento exploratorio es aquel en que uno y otro sexo la reciben en pleno rostro. Ahora bien, digdmoslo finalmente: Jo que organiza la danza de las miradas es menos la diferencia sexual en sf misma que e] “miembro” saliente [mdnnliche Glied]. No se trata del sexo masculino en su integralidad anatémica: “Resulta sorprendente constatar cudn poca atencién suscita en el nifo Ja otra parte del érgano genital masculino, los testiculos, con lo que se le atribuye.” Al punto que “seguin 51 EE EEE ee ee eee eee Eee los andlisis, no se podria adivinar que algo diferente del pene pertenezca también al 6rgano genital”.! Es importante tener presentes estas mismas especulaciones, no carentes de trivialidad, como garantia materialmente simbélica de virilidad; no es dificil ocultar que pesan poco en la revelacién de la diferencia, dado que el apéndice falico las eclipsa de- cisivamente. Los dos nifios, “masculino” y “femenino”, sdlo tienen ojos para él. Mas atin: resulta especialmente visible para la nifia, que lo percibe inmediatamente, lo cual desencadena una decision: “Al instante adopta su juicio y hace su decision. Lo ha visto, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo”.? Lo que sorprende cuando los dos representantes de la especie humana, hombre y mujer, se entrevén —“reciben con la vista” [ins Gesicht] la diferencia—, es “una interesante oposicién de comportamiento [Gegensatz im Verhalten]. La diferencia sexual se decide a partir de cierta mirada. Este pasaje extraordinario muestra el contraste entre un muchacho ausente y evasivo, indeciso y emotivo, bajo el efecto de una “tempestad de afecto temeroso”, mientras que la muchacha, en este terreno, esta sincronizada con el acontecimiento, decidida y en este sentido racional y prag- matica. “He visto, he sabido y he querido”: es con este espiritu de decisién propio de la conquista de César como entra la nifia en la cuestion falica y franquea el Rubic6n. Obsérvese que la pequefia mujer entra en el complejo de masculinidad... sin complejo, mientras que el “varén” ates- tigua en este dominio un “espiritu de escalera” que bien podria pesar en su destino ulterior. Comienza por suspender la percepcién, y recién después de haber entrado en la prueba de la castracién y bajo la amenaza [Kastrationsdro- hung] sera capturado por la imagen: jacaso no podra pade- cer un destino analogo? Por lo tanto, la pequefia mujer es contemporanea de su percepcion, alli donde el hombrecito ‘Freud, S., “Teorias sexuales infantiles”, G.W. XIII, 294. La traduc- cién es nuestra. °Freud, S., “Algunas consecuencias psiquicas de la diferencia sexual anatémica”, en ob. cit., t. III, p. 2899; G.W. XIV, 23-24. 52 aborda la diferencia con un corrimiento, incluso un desfasa- je revelador y en un sentido irreversible. Con lo cual es posible revisar la “caracterologia” de una mujer de afecto abil, opuesta a la caracteristica viril, el ser duenio de si. Puede observarse que el “miembro masculino” viene a funcionar como un “test” cuyos resultados son sor- prendentes. La “envidia del pene” en la mujer no es una disposicion ontolégica: es una envidia que lacapturaen esta primera mirada y a partir de entonces ya no la abandonara. La coyuntura edipica Todo ello va a especificarse con la coyuntura edipica —lugar donde se determina la “postura” [Einstellung)] y donde se distribuyen lo masculino y lo femenino. Esta tiene por efecto un desprendimiento de la prehistoria preedipica, que provee la distribucién primaria de las cartas. Freud no desdefia la postulacién de una predistribucién constitucional de los lugares —disposici6n bisexual [bisexue- lle Anlage]-, pero es en la relacién con el otro, en su dimen- sion objetal e identificatoria, como va a especificarse decisi- vamente. d {Cémo llega el “pequefio Edipo” macho a afiliarse a su sexo? {Cémo sucede que un pequeno ser, con “tendencias bisexuales”, se convierta en mujer? {Cémo, al hacerlo, al confrontarse con sus partenaires en la distribucion parental, descubre él 0 ella lo que esta en juego de su problematica, es decir la castracion? La afiliacién a lo masculino y a lo femenino es, en Ultima instancia, una resultante de este debate. Los actores son lo que Freud designa con la expre- sién “nifio varén” [enfant masculin] o “nifia mujer” [enfant féminin). f Es el momento en que “[...] la bisexualidad interviene [einmengt] en los destinos del complejo de Edipo.”* Por lo tanto éste es el contexto existencial que permite determinar las relaciones de fuerza entre bisexualidad y represion. ‘Freud, S., Fl Yo y el Ello, en ob. cit., t. III, p. 2713; G.W. XII, 261 53 Esto supone situar masculinizacion y feminizacién por un lado en relacién con el descubrimiento de la diferencia sexual, y por cl otro en la relacién con los partenaires del drama parental: la Madre se plantea como el agente primi- tivo preedipico, que prodiga cuidados y ejerce una accion pasivizante, antes de ceder el lugar al agente paterno en el drama propiamente cdipico, seguin las modalidades diferen- ciales del sexo. Edipo bisexual Volvamos a partir precisamente del resultado del proceso. Se puede hacer un ajuste importante con la formula completa del edipo masculino: el pequeno hombrecito “no slo tiene una actitud ambivalente hacia el padre y una cleccion de objeto tierna para con la madre” (esto es el “complejo de Edipo simple”), que es una “simplificacién o esquematizacién que por lo demas esta practicamente justi- ficada”), “sino que se comporta al mismo tiempo como una nifiita, mostrando la actitud tierna femenina hacia cl padre y la actitud celosa-hostil correspondiente hacia la madre’. Esto esclarece muy precisamente cn qué punto la bisexuali- dad resulta un factor de “complicacién” necesario (supra, La doble deuda: Freud con Fliess): Esta intervencién [Eingreifen] de la bisexualidad hace dificil discernir las relaciones de las elecciones de objeto ¢ identificaciones primitivas” y “aun mas dificil describirlas de manera concebible”. Puede apreciarse en el pasaje una rectificacién capital de Freud: “la ambivalencia constatada en la relacién con los padres” no se deberfa solamente al desarrollo de la actitud de rivalidad a partir de la identificacién, sino que deberia “ser referida a Ja bisexualidad”. “Yo mismo me estoy habituando a concebir todo acto sexual como un proceso entre cuatro individuos [...?feseri- bia Freud al acusar recibo de la bisexualidad. Asi pues, lo vemos hablando en presente, como auscultor de] complejode ‘Fyeud, S., Los orfgenes del psicoanilisis, en ob. cit., t. ITI, p. 3625. 54 Edipo, de las “sus cuatro tendencias integrantes”.’ Es la realizacion de un ciclo. Se puede juzgar ef polvorin que representa el supery6, si se advierte que esta constituido por esta doble identificacién con estructura cuaternaria. Es también este dosaje lo que decide las “disposiciones sexuales” y el clivaje hetero-homosexualidad (infra, Ho- mosexualidad en masculino, Homosexualidad en femeni- no). La prueba de intimidaci6n “Los resultados de la amenaza de castraci6n son diversos e incalculables: afectan a todas las relaciones de un nifio con su padre y con su madre y postcriormente con los hombres y las mujeres en general.” °Lo que decide la historia es la intimidacion: “Las mas de las veces, la masculinidad del nifio no resiste a esta primera intimidacién” [Kinschiich- terung]. Pero he aqui el efecto lateral: “Si un fuerte componente femenino, como nos expresamos, se presenta en él, adquicre fuerza por medio de la intimidacién de la masculinidad”. En otras palabras: “Caeen una actitud pasiva hacia cl padre, tal como se la atribuye a la madre”. Puede apreciarse la complejidad de-los efectos de la intimidaci6n, es decir del efecto (fantasmatico) dela amena- za: es porque habria sido suficientemente intimidado por el padre que el pequerio Edipo volver a la renuncia que va a permitirlc oricntar su actividad hacia otras mujercs-objetos diferentes de la mujer-objcto prohibida ~la madre— , con la reserva restante de actividad. Por consiguiente, la intimidacién juega un rol de refuerzo de Jos componentes femeninos que es susceptible de hacer que cl sujeto se deslice hacia la pasivizacién que se basa en la identificacién con la madre supuestamente pasiva hacia el padre. *Freud, S., El Yo y ed Ello, en ob. cit., t. III, p. 2713; G.W. XIII, 262. 55 Se comprenderé la importancia de este dejarse-intimi- dar, el cual decide la orientacién hetero u homosexual (infra, Homosexualidad en femenino). Es el pequefio “hombre de los lobos” quien proporciona la ilustracién de esta lucha “a cuchillazos” entre tendencias activas y pasivas. En él “{...] la victoria de la masculinidad se muestra tan sélo en que el sujeto reacciona con angustia alos fines sexuales pasivos de Ja organizacién predominante (masoquistas, pero no femeninos)”.’ Por ende, nose trata de una “mocién sexual masculina” sino “solamente de una mocion sexual pasiva y de una sublevacién contra ésta”. El complejo de Edipo en femenino Ubiquémonos “en frente”, del lado de la nifia. El trauma escépico que abre el “complejo de masculini- dad” [Mannlichkeitskomplex] se basa en el hecho de que “la nifia no considera su falta de pene como un caracter sexual, sino que la explica suponiendo que en un principio poseia un pene igual al que ha visto en el nifio, pero que lo perdid luego por castracién”.* Por lo tanto, si la nifia hace un complejo de su no-masculinidad, es por falta de comprensién (de una determinacion sexual) y por exceso de explicacion, bajo el efecto del prejuicio falico. Ningtin curso de “educacién sexual” podra recuperar este inicio titubeante y torcido. Luego, es menester recordar la bisexualidad en segundo grado dela mujer: “Este [el hombre] cuentacon unasolazona sexual dominante, con un solo érgano sexual, mientras que la mujer tiene dos: Ja vagina, érgano femenino propiamente dicho, y el clitoris, érgano analogo al pene masculino”.® ud, S., Compendio del psicoandilisis, en ob. cit., t. III, pp. 3407- W. XVII, 117 7 Freud, S., Historia de una neurosis infantil, en ob. cit., t. II, p. 2003; G.W. XII, 146. ‘Freud, S., “La disolucidn del complejo de Edipo”, en ob. cit., t. III, p. 2761; G.W. XII, 400. “Freud, S., “Sobre la sexualidad femenina”, en ob. cit., t. III, p. 3079; GW. XIV, 520. 56 Esto corta en dos su “desarrollo”: “La vida sexual de la mujer se divide siempre en dos fases, la primera de las cuales es de cardcter masculino, mientras que sololasegun- da es especificamente femenina”."° Tras haberse encontrado sometidaa la “primacia del falo” y tras haber “vivido mascu- linamente”," se ve comprometida, mas alla del “descubri- miento de la castracién” y de su “herida narcisista”!? en la “conquista”* de la feminidad. ‘Téngase presente que ]o feme- nino en la mujer es una “segunda vida”... Freud afirmacon cierta formalidad que “[...Jen generalla mujer tolera la masturbacién peor que el hombre, [...]”* para subrayar que es la supresién de esta “actividad mascu- jina” lo que se plantea como la condicién del “desarrollo de la feminidad”.'* El asunto se ve severamente complicado por el hecho de que “la nifia-mujer” {enfant-fille] tiene como sitio originario el lazo-con-la-madre de cuyo goce pasivizante resulta vital sacudirse. Como lo recuerda Freud, “las primeras vivencias total o parcialmente sexuales del nifio en relacién con su madre son naturalmente de caracter pasivo. Es ésta la que lo amamanta, lo alimenta, lo limpia, lo viste y lo obliga a realizar todas sus funciones fisiolégicas”* —lo cual indica la existencia de una lluvia de “pasividades”. Esto vale para el nifio varony para la nifia mujer pero, en esta ultima, adopta un carizdramatico. De alli“lasorprendente actividad sexual de la nifia en relacién con su madre”."° Esto comienza con el juego de las mufiecas que consiste en intercambiar los roles, en un ritual: la nifia, sometida a la * En castellano en cl original. [N. de T.| ‘Fyeud, S., “Sobre la sexualidad femenina”, en ob. cit, t. III, p. 3079. 1 Freud, S, “Nuevas conferencias introductorias al psicoandlisis’, xox, [La traduccién es nuestra. N. de la T.1 “Freud, S., “Algunas consecuencias psiquicas de la diferencia sexual anatémica”, en ob. cit., t. III, p. 2899. “Freud, S., ibidem, p. 2900 \Preud, $. “Sobre la sexualidad femenina”, en ob. cit., t. 1; G.W. XIV, 520.. 3 Fyeud, S., Ibidem, pp. 3084-3085. ““Thidem, p. 3085 manipulacién materna, se pone en el lugar activo y la ubica simbélicamente en el rol de la mufieca a la que cuida con esmero y a la que mantiene a su merced. Es este actuar- contra-materno lo que abre como en un contraataque un activismo falico de los mas intensos: “Finalmente, en la fase falica aparecen también poderosos deseos activos dirigidos hacia la madre”," los cuales culminan en el deseo de hacerle un nifo a la madre o mas bien de reemplazar al procreador que acaba de hacer a ese nuevo nifio—hermanao hermano'*queella querria “haber hecho”-."’Es a partir de la reaccién empederni- da contra la amenaza de convertirse en el objeto de la madre donde nace la llamarada de actividad que adquiere un caracter furibundo en la mujer... jsupuestamente pasiva! Lo femenino en célera Aqui hay que despejar el rol esencial del “ataque de agresi- vidad” como ese momento de hiperactividad rabiosa hacia la inclinacién amorosa y su componente de pasivizacién. E] primer enemigo es la madre. La agresividad femenina se forja en el lazo materno. Freud la hace culminar simboli- camente en el rechazo de las manipulaciones de limpieza que signa la transformacién insurreccional del amor en odio.”” E] segundo objeto de hostilidad es el padre, al final del estado de gracia cuya importancia ya se vera, cuando un castigo [Ziichtigung] inmerecido crea el sentimiento de injusticia.2! Una vez que ha sido “expulsada de todos los cielos”, ella efectiia la nueva separacién. El tercer enemigo potencial es el hombre. La pérdida dela “Thidem, p. 3086. “P.-L. Assoun, Fréres et socurs. Legons de psychanalyse, Anthropos, Economica, 2" ed., 2001. [Traduccién castellana: Lecciones psicoandliti- cas sobre hermanas y hermanos, Buenos Aires, Nueva Vision, 2000.1|La traducci6n es nuestra. N. de la T.}. "Freud, S., “Sobre la sexualidad fememnina’, sect. III, G. W. XIV, 532. [La traducci6n es nuestra. N. de la T.] *"Tbidem. {La traducci6n es nuestra. N. de la T.|. *'Tbidem. {La traduccion es nuestra. N. de la T.I. 58 virginidad “[...] desencadena también una reaccién arcaica de hostilidad contra 61” [el hombre desflorador. feed : Es lo que hace a la extratia forma de fidelidad por medio del odio de la mujer hacia su desflorador.” ‘Darse” se hace pagar por un resentimiento de los mas durables, cuyas hucllas se pueden encontrar en el nucleo del carifio mas vivo. El furor seria en la mujer el sintoma patognoménico de la angustia de castraci6n. Por lo demas, encuentra su paren Ja agresividad reaccional enel hombre, quien viene amarcar con violencia la sublevacién contra el rol pasivo. Aqui y alli, es la pasividad sublevada lo que constituye el principio dela violencia. Vaterbindung y voto falico Hay que conceder la mayor importancia a esta observacién de Freud: “La transicién al objeto paterno se lleva a cabo con ayuda de las tendencias pasivas [passive Strebungen], enla medida en que hayan escapado_ al aniquilamiento (Ums- turz)’2\Por consiguiente, es mediante estas pulsiones pasi- vas que han sobrevivido a esta tormenta de actividad como la nina [l'enfant féminin] puede atravesar su ruta hacia el padre, y luego hacia el hombre. A menos que consiga man- tener su actividad y darle un nuevo florecimiento orientan- dola hacia un objeto amado del mismo sexo (infra, El feti- chismoo el talisman sexual). Este recurso al padre es el que asegura cl pasaje del goce clitoridiano al goce vaginal. En oposicién a K. Horney al referirse a la “envidia secun- daria del pene”, “utilizada para la defensa contra las mocio- nes femeninas”, Freud sostiene tenazmente que esas prime- ras mociones libidinales —en este caso faléfilas— “tienen una intensidad propia, superior siempre a cuanto sobreviene “Proud, S., El tabi dela virginidad, en ob. cit., t. HI, p 2453; G.W. XII, 179. bidem. Eee : : “Proud, S., “Sobre la sexualidad femenina”, en ob. cit., t. HI, p 3086; GW. XIV, 533. después, una intensidad que en realidad sélo puede ser calificada de inconmensurable”.* Lo que da para pensar es “una relacién de oposicién entre la relacién con el padre [Vaterbindung] y el complejo de masculinidad”, expresién de “la oposicién general entre actividad y pasividad, masculinidad y feminidad”. La feminizacién respecto del padre Pero precisamente, nos sorprendemos al constatar que, en ambos sexos, lo que se pone en juego es el destino de la feminizacién. Es lo que decide el “complejo paterno”, jdesde el caso de Haitzmann al de Wilson! Es el caso de la “neurosis demoniaca” que da ocasién a las formulaciones mas vibrantes de Freud sobre la cuestién: “No hay apenas ninguna de las tesis psicoanaliticas sobre la vida animica infantil que resulte tan repulsiva e increible al adulto normal como la actitud femenina del nifio con respec- to al padre y la fantasia de embarazo que le sigue”. Ello nos conduce al aspecto femenino de la aparicién del Diablo, prétesis del padre. Freud no deja pasar por alto la pregunta: “Mas {por qué el padre rebajado a la categoria de demonio muestra en su cuerpo una caracteristica de la feminidad?”.”’ Es que “la actitud femenina hacia el padre sucumbié a la represion, no bien el varén comprende que la competencia con la madre por el amor del padre tiene por condicién la renuncia al miembro genital propio, por lo tanto la castracién”. Entonces encuentra su forma de expresién invertida en el “fantasma opuesto” de “castrar al propio padre”. Es esta pasivizacién lo que resurge en este rasgo femenino de la figura paterna de la ternura, desplazada de Ja madre al padre. Obsérvese la extraordinaria modificacion de este inter- »5 Tbidem, p. 3089; G.W. XIV, 537. 6 Freud, S., “Una neurosis demoniaca en el siglo XVII”, en ob. cit., t. HI, p. 2688; G.W. XII, 337. Freud, S., tbidem, p. 2687; G.W. XII, 336. 60 cambio reciproco edipico de lo masculino / femenino. Esta simbolizado por estas dos figuras fantasmaticas de un hijo confrontado con la feminizacién respecto del padre y una hija fecundante activa respecto de la madre. Angustia y represion Esta prueba de masculinizacién / feminizacién permite si- tuar el afecto de los afectos que es la angustia,*lo cual posibilita oir la formula abrupta segan la cual “la libido es masculina”, mientras que “la angustia es femenina”” o in- cluso que la angustia constituye el elemento femenino, en relacion con la represion, elemento masculino. En la medida en que encuentre su verdad como angustia de castracién —en rigor, un pleonasmo, en tanto y en cuanto la angustia propiamente dichaes de castraci6n-, la angustia define justamente ese punto limite entre pasivacién —en la medida en que el sujeto padece de manera dolorosa una potencia extrafia— y activacion —en la medida en que se subleva contra ésta—. Es alli donde reencontramos esta especie de invaginacién de la castracién que, como resaltador supremo, suscita la angustia y, como “atraccién” violenta, asocia ese “extrafio placer” que es el “placer de la castraci6n”. Nada mas apropiado en este sentido que situar al sujeto dividido por lo sexual. Una vez mas nos vemos remitidos a la légica conflictiva de la diferencia sexual, segin las modalidades contrastadas de la neurosis, la psicosis y la perversion. &P.-L. Assoun, Lecons psychanalytiques sur Vangoisse % Sesion de la Sociedad Psicoanalitica de Viena del 24 de abril de 1907, en Les premiers psychanalystes. Minutes de la Société psycha- nalytique de Vienne, Gallimard, t. I, 1976, p. 20. 61 dae Segunda parte CLINICA LAS ESTRUCTURAS Leccién IV LA NEUROSIS O LO FEMENINO REPRIMIDO Se recordara lo que Freud entendié por bisexualidad, al punto de atribuirsela: “estos problemas neuréticos no tienen solucién posible sino aceptando ante todo y por completo [ganz und voll] una bisexualidad original en todo indivi- duo”.t En otros términos, la cuestién neurética, el hecho neuré- tico mismo, son ininteligibles sin esta “hipétesis” [Annahme] de la bisexualidad, es decir ese “flotamiento” del individuo en virtud de su participacién en la seccién sexual, de su “seccio- namiento”. Pero dicha participacién no se deja apreciar sino refractada en la légica de la represién como “accién psiquica” maestra. Por lo tanto, las funciones masculino /femenino en la neurosis se dejan evaluar por esta puesta en perspectiva en la conflictividad psicosexual edipica. La escena primaria “Para explicar por qué el resultado es a veces la perversion y otras la neurosis, me valgo de la bisexualidad universal del ser humano.” He aqui la “piedra angular”. ‘Freud, S., Psicopatologia de la vida cotidiana, cap. VI, en ob. cit., t. I, p. 846; G.W. IV, 159-160. 2Carta de Freud a Fliess del 6 de diciembre de 1896, carta 52, en Los origenes del psicoandlisis, en ob. cit., t. IIT, p. 3554. 65 La dialéctica de lo activo / masculino y de lo pasivo / femenino va a encontrar aqui tanto la oportunidad de ilus- trarse como de verificarse. Como se sabe, el sintoma neurético se comporta como “formacién de compromiso” entre la mocién pulsional y la prohibicion. Pasivizado por elimpedimento, el sujeto neur6- tico reencuentra una actividad en y por el sintoma. Los dos dialectos —obsesivo y fobohistérico- encuentran aqui un esclarecimiento. “Siendo indiscutible quela histeria presen- tauna mayor afinidad conla feminidad, del mismo modo que la neurosis obsesiva con la virilidad {...]?: obsérvese que para Freud se trata de una certidumbre de base. Idea afirmada de entrada: “La importancia del elemento activo de la vida sexual en la etiologia de las obsesiones y lade la pasividad en la patogenia de la histeria parecen incluso revelar laraz6n de la conexién més intima dela histeria con el sexo femenino y de la preferencia del masculino por la neurosis obsesiva”.‘ Correlativamente, no ha cesado de afirmar:el dominio de lo activo en el obsesivo, tanto en el plano de la disposicion pulsional donde prevalece “la activi- dad procurada por la pulsién de dominio” sddico-anal (para- lelamente a la “la actividad [...] aportada por el instinto general de aprehensi6n”, “la corriente pasiva es alimentada por el erotismo anal, cuya zona erégena corresponde a la antigua cloaca indiferenciada”),® como en el plano de las modalidades de participacién activa en Ja seducci6n y en la escena primaria, el predominio de lo pasivo en la histérica, abierto(a) a la demanda seductora y que habria padecido el deseo del otro. A partir de esta afinidad histérico / femenino, obsesivo / masculino, concluira que “la pérdida del amor del objeto, como condicién de angustia, desempefia en la histeria un “Freud, S., Inhibicion, sintoma y angustia, cap. VILL, en ob. cit, t. TIL, p--2866, G.W. XIV, 174. ‘Freud, S., “La herencia y la etiologia de las neurosis”, en ob. cit., t. I, p. 285; G.W. I, 421. 2 Freud, S., “La disposicién ala neurosis obsesiva”, en ob. cit., t. Il, p. 1741; G.W. VIII, 448. 66 papel andlogo al de la amenaza de castraci6n en las fobias y al del miedo al superyé en la neurosis obsesiva”.® Es lo que funda el lugar comin sélido de una masculini- dad de la neurosis obsesiva y de la feminidad radical de la histeria. {El hombre tendria una inclinaci6n a la obsesién, asi como la mujer una preferencia por la conversién? Lugar comin que conviene no recusar de entrada, sino endosar en un primer momento para mostrar, conforme al imperativo planteado (supra, La doble deuda: Freud con Fliess) cémola bisexualidad viene a complicarla seriamente, lo que vuelve a interrogar correlativamente al hombre histérico y a la mujer obsesiva, esos tipos “recesivos” pero reveladores. No hay, por lo demas, neurosis obsesiva sin un “fragmento de histeria”, como tampoco hay histeria sin un componente obsesivo. Se recordar —antes de embarcarnos en los “dialectos” neuroticos de lo masculino y lo femenino- que el sujeto de la escena primaria esta condenado a una posicién pasiva por principio, ya que padece la seduccién y / 0 el espectaculo, salvo que desarrolle la actividad reaccional del sintoma. En efecto, considérese “una de las situaciones bdsicas del deseo infantil: la observacion por el nifio del acto sexual entre adultos. Sucede que “durante dichos momentos se apoderan del infantil espectador masculino dos impulsos: el activo, de ocupar el lugar del hombre, y el contrario, pasivo, de identi- ficarse con la mujer” entendiendo que “las dos tendencias agotan las posibilidades de placer que resultan de la situa- cién”.’ La mujer enferma de lo femenino La mujer histérica esta enteramente articulada con este cuestionamiento del ser-mujer. Responde a ello, como he- “Freud, S., Inhibicion, sintoma y angustia, cap. VILL, en ob. cit, t. IIL, p. 2866; G.W. XIV, 174 eae etd *Freud, 8., Historia del movimiento psicoanalitico, seccién I, cit., t. IL, p. 1923; G.W. X, 98-99. eee eeae 67 mos visto (supra, La histeria o la bisexualidad del fantas- ma), mediante una doble identificacié : con su sentido seguro del teatro, “hace de hombre” y “juega a ser mujer”. Esto revela, de paso, que el teatro, lugar de las mascaras, es radicalmente el lugar de una puesta en escena, segun las modalidades tragicas y/o cémicas, dela ambigiiedad sexual. Por las vias del cuerpo(conversién) y dela angustia, logra dar expresién a este conflicto que encuentra, en la escena primaria su condicién traumatica. El “trauma’ signa el “mal encuentro” donde se revela este desequilibrio. a El sujeto del sintomaesta afectado por esta indecisién que figura tan bien el personaje goethiano de Mignon evocado por Freud en el momento en quese confronta al comienzo con el sujeto de la escena primaria traumatica: gYa ti, pobre nifio [enfant], qué te han hecho? *(“Nifa” [enfant], ‘varon’ {enfant]? Goethe, con una notable intuicién, le ha dado un estatuto sexual “neutro”, mas alin que equivoco —epiceno (supra, La cuestion gramatical: el género). La histérica muestra el] estatuto de todo sujeto, hombre oO mujer, tomado en la dimensién femenina de la desventaja.’ El hombre histérico: la macha histeria Nunca se insistira demasiado, en espejo, sobre el giro freu- diano de la teoria de la histeria, en los origenes del psicoa- nalisis, que consiste en sacar a la luz al hombre histérico, aquel que Freud vaairadescubrir alos hospitales vieneses. La escena primaria propiamente prehistérica es la sesién de la Sociedad de Medicina de Viena del 14 de octubre de Carta de Freud a Fliess del 22 de diciembre de 1897, citada en Jeffrey Moussaief Masson. Le réel escamoté, Aubier, 1984, p. 132. : *Assoun, P.-L., Le préjudice et Vidéal. Pour une clinique sociale du trauma, Anthropos / Economica, 1999. : : 1 Assoun, P.-L., “La male histérique. Le masculin et ses masques' ven Cahiers de l’Association freudienne internationale, “L’hystérie masculine”, Journées d’étude samedi 20 et dimanche 21 novembre 1999, pp. 11-30. 68 1886, en la que Freud lee su informe, “De la histeria mascu- lina”, con el cual vaa venir a histerizar el discurso académi- co. Aqui el que habla es el alumno de Charcot para decir que las manifestaciones sintomaticas (perturbaciones visuales, sensoriales y motrices, zonas histerégenas) se presentan tanto en el hombre como en la mujer. Cicrtamente, es a Charcot a quien declara deber el descubrimicnto de “la frecuente aparicién de la histeria en sujetos masculinos”."! Y lo que alega eneste sentido es el accidente de trabajo, como por ejemplo un obrero cafdo de un andamio observado en la Salpétriére. Pero también es el accidente de ferrocarril. Después de las reacciones escépticas y condescendientes, Freud se ve desafiado por Meynert a mostrarle un caso de histeria masculina. Por lo tanto lo encontramos, al igual que Didgenes con su linterna, jbuscando en los rincones del hospital general a ese hombre histérico!? Historia mas bien burlesca, pues no se trata simplemente de encontrar la rara avis; es que una vez localizada, es negada como tal por la medicina establecida —es la reaccion estilo Diaphoirus de ese cirujano que le recuerda a su joven colega que, dado que Hysteron significa “histérica” (“atero”], jlo que busca es una contradicto in adjecto! Por ende, un hombre histérico es propiamente un Unsinn, un no-sentido cuyo pensamiento compromete, no obstante, toda Ja teoria freudiana de la histeria.'* “;Cémo puede un hombre ser histérico?” [Wie kann dann ein Mann hysterisch sein?]. Se trata de una pregunta de la que se aduenara el psicoandlisis para sostener que silo es. Es con Ja “histeria masculina” [die mdnnliche Hysterie] como Freud se ve “empujado a la oposi- cién”, ocupando de facto y asumiendo una posicién histérica en relacién con ce] discurso de los amos-maestros [maitres]. Finalmente, es fuera del hospital donde Freud descubre “an caso clasico de hemianestesia histérica en un hombre”. Ahora bien, jno nos encontramos con que lo wnico que recoge Freud, S., Autobiografia, cap. I, en ob. cit., t. III, p. 2764; G.W. XIV, 37. “Jones, E., La vie et oeuvre de Sigmund Freud, PUF, t. 1, cap. Xt, p.255. “Freud, S., Autobiografia, cap. L., en ob. cit.; G. W. XIV, 39. 69 we se es indiferencia? Prucba de que al satisfacer la demanda se la convierte en desprecio.” Es en la “neurosis de guerra” donde Freud reencuentra la figura del hombre histérico, “falso simulador” magnifica- mente ilustrado por el caso Kauders.“ La verdadera diferencia de la histeria masculina y feme- nina es la diversidad de las escenas sociales: es en la obra de trabajo o en el campo de batalla, es decir “al calor de la accién” donde, bajo el efecto del trauma, se establece el mecanismo de la pasivizacién masculina. “Asi se comprobé la histeria en sujetos masculinos, especialmente en indivi- duos de Ja clase obrera, con insospechada frecuencia”.® Constatacién clinica: Freud declara muy temprano que “en todos los casos de histeria por mi analizados (entre ellos dos de histeria masculina) he hallado cumplida esta condicién especifica de la histeria —la pasividad sexual en tiempos presexuales-, condici6n que, ademas de disminuir conside- rablemente la significacién etiolégica de la disposicién here- ditaria, explica la frecuencia infinitamente mayor de la histeria en el sexo femenino”.’* El terror viene a hacer zozobrar al sujeto, rompiendo la crisalida de la histeria: tales son los “casos clasicos de histeria traumatica que Charcot demostré en pacientes del sexo masculino, y en los cuales un individuo no histérico anteriormente cae de pron- to en la neurosis después de un susto tinico e intenso, como un accidente de ferrocarril, una caida, etc.”." Se trata de un rasgo distintivo de la histeria masculina: surge bruscamen- te, horadando la escena social, mientras que la histeria femenina entreteje de alguna manera la cotidianidad o la desgarra con sus “estallidos”. Freud, siguiendo una perspicaz sugerencia de Abraham, establece que el sujeto entra en la “psiconeurosis de guerra” «Bissler, K., Freud sur le front des névroses de guerre, PUF, 1979. 15 Freud, S., “Charcot”, en ob. cit., t. I, p. 35; G.W. I, 32. \ Freud, S., “Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defen- sa”, seccion I. en ob. cit., t. I, p. 286; G.W. I, 380-381. "Freud, S., Estudios sobre la histeria, en ob. cit., t. 1, p.52; G.W., XVII, 10. 70 menos por el miedo al enemigo que por el horror suscitado, en “el yo de paz” del sujcto, por los riesgos a los que lo exponen los “golpes de audacia” [Wagnisse] de su impetuoso “yo de guerra” viril.'® Por ultimo, no se debe perder de vista que “la tendencia inconsciente a la inversién no falta nunca en la histeria masculina”." Por otra parte, la histeria masculina se revela selectivamente en el seno de las “masas de hombres”, bajo el “mono de trabajo” 0 uniforme. Masculino represor y masculino reprimido El proceso neurético encuentra aqui su explicacién metapsi- col6gica. Freud subraya que la entrada enla fase delatencia se manifiesta, en la neurosis obsesiva, por la ereccién de un superyé de “una severidad inexorable” que exige larenuncia al onanismo infantil precoz. Entonces interviene la siguien- te paradoja: “El hecho de que precisamente, en interés dela conservaci6n de la virilidad (miedo a la castraci6n), quede impedida toda actividad de esta ultima, encierra una con- tradiccién”.* Sin excluir la siguiente precisién: “ello se debe ya al modo normal de eliminacién del complejo de Edipo” y que el obsesivo no es sino su modo exagerado y de alguna manera afanoso. En efecto, es la preocupacion por la defensa de lo mascu- lino falicolo que exige esta renuncia. Por ende, unainstancia de masculinidad reprime a otra. El neurotico obsesivo esta atrapado en sandwich entre los dos movimientos. Alli surge, en el resquicio, una posicién femenina. Freud, S., “Introduccién al simposio sobre las neurosis de guerra”, en ob. cit., t. III, 2542. “Freud, S., Tres ensayos para una teoria sexual, I, en ob. cit., t. II, p. 1190; G.W. V, 165. ” Freud, S., Inhibicién, sintoma y angustia, en ob. cit., t. TI, p. 2850;G.W. XIV, 144. 7 i Lo melusinesco o lo femenino obsesivo Estos desarrollos vuelven a convocar a la clinica. Si el obsesivo padece de sus obsesiones, actiia: realiza actos ritua- les 0 acciones compulsivas. En su articulo “Los actos obsesi- vosy las practicas religiosas” donde despliega, estableciendo un paralelismo con las “practicas religiosas”, una suntuosa fenomenologia de la ritualizacién obsesiva, Freud utiliza una expresi6n metaférica intrigante: melusinehafte Abges- chiedenheit. Digamos provisoriamente: “aislamiento melu- sinesco”. Veamos el pasaje donde Freud destaca el cardcter privado de estas actividades compulsivas, registro de las “activida- des solitarias” al margen del comportamiento social. Lo que describe, en el momento de abordar el caracter radicalmente “secreto” de la escenificacién ritual, es una verdadera divi- sién dela agenda del obsesivo entre lo que se puede designar respectivamente como “actividad social” y “practica obsesi- va”: “La ocultacién se hace, ademas, mas facil a muchos enfermos, por cuanto son perfectamente capaces de cumplir sus deberes sociales durante una parte del dia, después que han consagrado, en un aislamiento melusinesco, un cierto numero de horas a sus misteriosos manejos”.”! La expresi6n no es poética, es clinicamente justa 0, si se quiere, poéticamente justa. El hombre obsesivo es, en sus momentos, una Melusina... {Qué es lo que viene a hacer el hada Melusina, esta metafora eminente de lo femenino, en pleno drama obsesivo? Esto recuerda que el histérico(a) no es el tinico(a) ena- morado(a) de la puesta en escena. Aqui tenemos una en el obsesivo. Este no puede cumplir sus rituales sino en secreto, es decir en esta “separacién” o “puesta aparte melusinesca” ([melusinenhafte Abgeschildentheit]. Es conocido el rigor del arte de la metafora en Freud.” Por “Freud, S., “Los actos obsesivos y las practicas religiosas”, en ob. cit., t. IL, p. 1338; GW. VI, 131 » Assoun, P.-L., “Métaphore et métapsychologie. La raison métapho- “3 N lo tanto, tenemos la obligacién de preguntarnos por qué convoca una metdfora de lo femenino en esta coyuntura donde quien esta concernido es, de un modo manifiesto, el hombre obsesivo. E] autor de las “acciones compulsivas” y de los ritos asociados no s6lo debe ser discreto 0 esconderse, sino que debe realizar una operacién de la cual la mujer-hada Melu- sina brinda la imagen precisa y de alguna manera también el referente. Se sabe que Melusina, mujer serpiente, des- pués de complejos avatares de su historia metamérfica, habia sido puesta en la situacién de llevar una doble existen- cia, ligada a una doble forma: como “mortal”, existencia visible y caracterizada por una agradable presencia social y como “mujer-serpiente” durante sus “retiros’, en los queno se admitia ninguna mirada, ni siquiera (sobre todo) la desu esposo.” Se puede denominar femenino aquello que se desdobla, o mas precisamente aquello que tolera dos estados de ser sin disolverse. También se sabe que la “clausula del secreto” ha sido despejada por Freud como condicién general de Ja vida amorosa de la mujer. Esto vale para el “hombre melusines- co”,4quien es de alguna manera un hombre en la practica social y “una mujer” en su escena privada. El personaje de Hamlet, el hombre del secreto, podria ser una figura emi- nente de lo femenino en este sentido. Encontramos aqui la coyuntura menstrual, que materia- liza Ja posibilidad de alteracién y de retiro periédicos como una marca de lo femenino. rique chez Freud”, en “Passion de la métaphore”, Figures de la psycha- nalyse, n? 11, Eres, 2005, pp. 19-33. *DiArras, Jean, Mélusine, 1392 Stock, 1979; 1991. “ Assoun, P.-L., “L’homme mélusinesque. Du féminin dans la névrose obsessionnelle masculine”, Journées d’étude Espace analytique, 2004, en prensa. La mujer. obsesiva: la obsesi6n en femenino Esto coloca en espejo la cuestién de la neurosis obsesiva en la mujer. En Freud no se encontrar un estatuto dela mujer obsesiva al mismo nivel que el del hombre histérico. Sin embargo alli esta, en el paisaje clinico. {Como hay que situarla en el “tablero”? gComo un dialecto obsesivo de la lengua de la histeria femenina -de modo que habria un “fragmento de obsesionalidad” en la histeria, asi como hay un “fragmento de histeria” en la neurosis obsesiva masculi- na-—o bien como una masculinizacién de Ja posici6én? Para adoptar la inflexién obsesiva, la mujer habra debido ocupar un rol activo, tanto en Ja posicién libidinal (sadico-anal) y en Ja seduccién como en la identificacién paterna. La “hija del padre”, entonces, tendria una vocacion de adoptar una posicion obsesiva. Esto significa un retorno en lo real del deseo incestuoso —bajo forma foboobsesiva— y de la ambi- valencia. Alli la demanda del Otro esta exacerbada, lo cual da cuenta de los efectos de la severidad superyoica de estilo masculino y de los florecimientos de la angustia al ras de la praxis social. Para uno y otro sexos, el supery6 adquiere su figura severa en la disolucién del complejo de Edipo y en la historia que sigue a la pubertad. Eventual- mente, los rasgos obsesivos del padre pasan a la hija. Esta identificaci6n que viene a volver obsesiva la demanda de amor, lo cual sigue constituyendo la tendencia de fondo de lo femenino~—salvo cuando el miedo a la pérdida se reviste de una coraza caracterial—, se produce cuando la nifia se dirige al padre, momento determinante de la dialéctica edipica en lo femenino (supra, La feminizacién respecto del padre). La fobia: el panico de lo femenino Obsérvese finalmente en la fobia una tercera figura neur6- 74 tica, el encuentro dela castraci6n que retorna alo real,*una puesta a prueba: el sujeto experimenta esta impotencia en situacién. Padece dicha situaci6n, al precio de caer en un tiempo de mortificacién. EI ataque de angustia en forma de panico”* marca esta posicion. E] paradigma de ello es el momento del juego de los nifos, sefialado por Héléne Deutsch, en que uno de los hermanos, jugando “en el piso acuclillado, encorvado”, con el hermano “saltando encima de él por atras”, lo sostiene s6lidamente por la cintura gritando: “yo soy el gallo y tu, la gallina”.’ Hay alli una ley: “nadie quiere hacer de gallina”, de donde surge la angustia. La forma propiamente f6bica de la angustia, con esa vivencia caracteristica de estar “acorralado”, revelael temor central de feminizacion: ya sea claustrof6bicamente ence- rrado, agorafobicamente expuesto, zoolégicamente amena- zado, lo que siente es lo siguiente: el hecho de estar a la merced del Otro y de ya no “poder poder”, a lo cual responde mediante el panico. Experimenta una dolorosa pasiviza- cién, ya sea que se encuentre a la merced del chofer que lo lleva a un lugar hacia el cual debe dejarse conducir, ya sea que deba quedarse inmobilizado, en un tiempo muerto y mortificante, en una fila de espera. Lo punzante, lo penoso, es la pasividad y su movimiento de rechazo: entonces, ya no queda sino una forma de actividad posible, la angustia. Pero una vez constituida, la fobia se presenta como una reacci6n, una actividad reaccional a esta pasividad, un saber-hacer-con ella en esa situacién. Enelcentrooscurodela fobia, se halla el miedodelos miedos, el de ser “comido”, en realidad de ser acoplado [coitado] por la arcaica divinidad paterna y /o por el “cocodrilo” materno. El combate fobico sittia en la “vanguardia” este objeto revulsivo con el cual libra un combate... de retaguardia. 25 Assoun, P.-L., Lecons psychanalytiques sur les phobies. 6 Tbidem. = Deutsch, H., “Un cas de phobie de poule”, 1930, en La psychanalyse des névroses, Payot, pp. 79-88. Cf. P.-L. Assoun, Lecons psychanalytiques sur les phobies, ibidem, p. 79. 75 El yo y lo sexual Lo que ensewian el intercambio de la histeria y la neurosis obsesiva y su repercusién fébica es la dialéctica, en el corazon de la represién, entre el yo y lo (bi)sexual. Esto permite comprender la puntualizacién decisiva a propésito del Hombre de los lobos, referencia relativa al doble teclado: “Parece, en efecto, evidente que es el conflicto entre las tendencias masculinas y las femeninas, o sea la bisexualidad, lo que engendra la represidn y la produccién de la neurosis”. Pero sucede que “esta concepcidn es lacu- nar” y que es necesario introducir una correccién esencial que comprometa toda la “teoria de las neurosis”: “De las dos tendencias sexuales, hay una que esta orientada hacia el yo lichgerecht], y la otra en perjuicio del interés narcisista: es por ello que sucumbe a la represién”. ¢Cémo traducir la expresién ichgerecht? Gerecht es lo que se ha apropiado y que de alguna manera es legitimo. Por lo tanto, es lo que esta legitimado por el yo, del yo. Asi pues, tenemos aqui el caso mas simple, el mas visible —ya que la teoria dela “protesta masculina” ha sacado de ello su buen provecho: es aquel en el que la tendencia yoica es masculina, El mismo yo es “protesta masculina”, de modo que la nocién adleriana pierde valor explicativo general. Freud introduce aqui la idea capital de “masculinidad nar- cisista”. Esto significa que la tendencia ichgerecht es mascu- lina, de modo que el sujeto hombre 0 mujer-, para salvar su masculinidad psiquica, se subleva contra las tendencias contrarias dafiinas y su pérdida femenina: “Es también en ese caso el yo, por lo cual la represién es puesta a trabajar, en beneficio de una de las tendencias sexuales”. Se reconoce aqui la fiera figura del yo masculino, el cual busca dominar las cosas recusando la peligros tendencia femenina. Salvo que se recuerde que no es mas que un asunto del hombre: “En las hembras también Ja aspiracién a la masculinidad resul- ta sinténica con el yo [ichgerecht] en cierto periodo —es decir, * Freud, S., “Historia de una neurosis infantil (Caso del “Hombre de los lobos”)”, en ob. cit., t. I, p. 2002. 76 en la fase falica, antes que haya empezado la evolucién de la feminidad [Feminitdt]”. * Freud recusa con humor la caricatura adleriana seguin la cual “el sujeto infantil -masculino o femenino-— llegua a basar su plan de vida en una despreciaci6n original del sexo femenino y a proponerse como linea directiva [Leitlinie}el deseo de ser un hombre completo”.*° Lo que constituye el mo- tor de la supuesta protesta masculina es en realidad “la perturbacién del narcisismo primitivo por la amenaza de castracién”.** En resumen: “En los varones la aspiracién a la masculini- dad [Mannlichkeitstreben] es, desde el principio, sinténica con el yo [ichgerecht]; la actitud pasiva, puesto que presupo- ne una aceptacién de Ja castracién, se halla reprimida enérgicamente”. Estas “sobrecompensaciones” juegan un rol esencial en el estar-en-el-mundo del hombre que se inscribe hasta en la escena analitica (infra, El fin de andlisis ola verdad de lo masculino / femenino). Dicho de otro modo: “E] psicoandlisis estudia la protesta masculina en conexién con el complejo de castracién, pero no puede sostener su omnipotencia ni su omnipresencia en las neurosis”.** Lo femenino del sintoma o la verdad de la represioén Sila “protesta masculina” no deja de presentar interés para tener en cuenta este “caso”, Adler comete el craso error de ercer que “la represién adquiere siempre el caracter de la ““Preud, S., “Andlisis terminable e interminable”, en ob. cit., t. TI, p. 3363; G.W. XVI, 97. “Freud, S., “Historia del movimiento psicoanalitico”, en ob. cit., t. II, p. 1923; G.W. X, 99. “\Freud, S., “Historia del movimiento psicoanalitico”, en ob. cit., t. IL, . 1924. Po youd, S., “Analisis terminable e interminable”, seceién VIII, en ob. cit., t. IIL, p. 3363; G.W. XVI, 97 “Freud, §., “Una neurosis demoniaca en et siglo XVII”, en ob. cit., t. IIL, p. 2689; G.W. XII, 338. 7 masculinidad”. Esta unilateralidad, que se obsesiona en “la estrechez celosa del yo”, en el fondo equivale a no apreciar como corresponde “el hecho de la represién” y el examen del funcionamiento fantasmatico permite enunciar el veredicto: es formalmente “incompatible con la repre- sién”. Esto revela la necesidad de reintroducir lo femenino, sin lo cual el trabajo del sintoma resulta ininteligible. Obsérve- se que el feminismo estaria mejor inspirado si tomara por blanco esta representacién mas que lade Freud, que reintro- duce los derechos inconscientes de la feminidad recordando que “en toda unaserie de casos es la masculinidad la que queda sometida a la represién por el mandamiento del yo”. La teoria de la castracién suele ser confundida con una variante de la protesta viril, cuando es exactamente al revés. En términos mas concisos: “La neurosis —“esa jovencita venida de lejos”— “siempre tiene un cardcter ‘femenino”.** Contra la idea adleriana de que los sexos, masculino y femenino, quieren “desalinearse” de lo femenino y mante- nerse en la linea de lo masculino, tenemos la solemne aclaracién freudiana: “ {...] aplicar la teoria de la protesta masculina. A mi juicio, el resultado de esta tentativa seria el de hallar, como motivo de la represién, la tendencia a abandonar (Abriickenwollen] la linea femenina [weiblichen Linie]. Lo represor seria, pues, siempre un impulso instinti- vo masculino, y lo reprimido, un impulso femenino del mismo orden. Pero también el sintoma seria resultado de un impulso femenino”.** El vals-duda del Hombre de los lobos (supra, ... a la mezcolanza neurética) cobra aqui todo su sentido: ya la masculinidad se impone como protesta contra el sujeta- 4 Freud, S., “Historia de una neurosis infantil (Caso del “Hombre de los lobos”)”, cap. IX, en ob. cit., t. II, p. 2002; G.W. XII, 145. “Freud, S., Les premiers psychanalystes. Minutes de la Société psycha- nalytique de Vienne, 23 de febrero de 1910, t. II, Gallimard, 1978, pp.421- 422, % Freud, S., “Pegan a un nifio”, seccién VI, en ob. cit., t. III, p. 2479.;G.W. XII, 223. 78 miento y la sumisién al otro —convirtiéndose entonces enun verdadero gallito-, ya cede a “la actitud homosexual” que se torna tan “intensiva” que “el yo del pequefio sujeto no consigue dominarla [Bewéiltigung] y se defiende de ella por medio de la represion”.*’ Entre los dos casos extremos — victoria de la masculinidad y sumisién masoquista— se encuentran momentos de “sublevacién” [Stréuben] contra la mocion sexual pasiva, verdadero foco de la dinamica. Por lo tanto, el eje decisivo es justamente “el conflicto entre el yoy la libido”.** Es la omisién de este punto de vista lo que agobia la concepcién fliessiana de la bisexualidad de abstracci6n, mientras que la exageracién de su rol condena a una “psicologia del yo”. De modo que la neurosis permite comprender que lo que le faltaba ala idea dela bisexualidad no era nada menos que el yo como actor, es decir como sujeto de la represién. * Freud, S., “Historia de una neurosis infantil (Caso del “Hombre de los lobos”)”, cap. IX, en ob. cit., t. Il, pp. 2002-2003; G.W. XH, 146. % Freud, S., ibidem, p. 2002. 79 Leccién V : LA PERVERSION O MASCULINO Y FEMENINO PUESTOS A PRUEBA POR LA DENEGACION {Como situar el punto de basculacién de la neurosis a la perversion, es decir aquello que, en “la experiencia sexual precoz”, decide la perversién 0 la neurosis, con el trasfondo de “la bisexualidad universal del ser humano”?! El fantasma, termémetro de lo masculino y lo femenino: neurosis versus perversién Es el fantasma lo que constituye un atajo, en la medida en que, al sostener el goce neurotico, se lo supone “realizado” por el perverso. E] texto “Pegan a un nifio” brinda simulta- neamente la elaboracion neurotica y lo que decide “la géne- sis de las perversiones sexuales”, subtitulo del escrito que indica lo que se pone en juego en el articulo. No basta con hablar de “rasgo perverso” del fantasma (neurético); convie- ne comprender como la neurosis y su “negativo”, la perver- sion, organizan una relacién diferencial con el par masculi- no / femenino. Hemos visto que es en este texto donde Freud pone a prueba las hipotesis de Fliess-Adler, las cuales despliegan en él toda su insuficiencia (supra, La histeria o la bisexuali- 1 Freud, S., carta de Freud a Fliess del 6 de diciembre de 1896, carta 52, en Los origenes del psicoandlisis, en ob. cit., t. Il, p. 3554. 81 one dad del fantasma). Fracasan cuando se efecttia la prueba del andlisis del texto, pues el fantasma es de tal naturaleza que pone en aprietos las teorias no psicoanaliticas, lo cual significa que el fantasma es el Lugar mismo de vectorizacion de lo masculino y lo femenino. Ello queda de manifiesto desde el titulo “Pegan aun nifio”, que remite a una sinopsis. La pasividad, en el corazén mismo del fraseo fantasmatico —como voz gramatical— * proporciona la idea de una pasividad estructural que se articula con un “generador”. En el fraseo final, “Pegan a un nifio” [“Un nifo es golpea- do”] estamos en la modalidad pasiva, pero su significacion es sddica. En fraseo original “el padre pega al nifio”, se ve aparecer Ja voz activa. En lo que atane al fraseo intermedio, el que nos entrega la verdad del fantasma y el eslabén inconsciente, “yo soy golpeado por mi padre”, lo pasivo queda patente, pero tam- bién es alli donde se realiza el goce inconsciente mas activo, mientras que “tiene, pues, un indudable caracter masoquis- ta”. Es aqui donde se revela la verdad estructural, es decir que en el fantasma el sujeto se activa para ponerse en posicién de objeto. La actividad fantasmatica se desarrolla a partir de este hacerse-objeto. Obsérvese el desfasaje sistematico entre la “forma” y la significacién.? Ahora bien, sucede que “la conciencia de culpabilidad es siempre el factor que transforma el sadismo en masoquis- mo.”4Mas explicitamente: “La transformacién [Unwandlung] del sadismo en masoquismo parece ser un producto del influjo de la conciencia de culpabilidad, que colabora a la * El titulo del citado articulo en francés es “Un enfant est battu”, cuya traduccién literal seria “un nifo es golpeado”. En la estructura grama- tical francesa se trata de la voz pasiva, mientras que en espafiol el sintagma “pegan a un nifio” es impersonal. [N. de la T.] ? Freud, S., “Pegan a un nif”, en ob. cit., t. IIL, p. 2469; G. W., XI. 8 Ybidem. ‘Tbidem, p. 2471. 82 represion [Verdrangungsakt]’.' Por ende, jes la accion psi- quica principal de la represién lo que nos impone esta “pasivizacién”! Umkehrung de la actividad en pasividad en el caso del varén, sustitucion de la actividad por la pasividad en el caso de la nina.° Pero he aqui la gran Jeccién de la historia, en relacién con lo masculino y Jo femenino: “C..]la fantasia de flagelacién se deriva en ambos casos del ligamen incestuoso al padre”.* Ademés, puede verse la importancia de este trabajo del fantasma para poner en evidencia el rol del factor de la pasividad por un lado para el “Edipo negativo” masculino (supra, La coyujntura edipica), y por el otro para el rol del padre en el edipo femenino (supra, La feminizacién respecto del padre). El masoquismo o la pasién por lo femenino El] masoquista interviene en esta historia con una autoridad excepcional: a él le caben no sélolas palmas del martirio sino el titulo de campeon de la pasividad. Como prueba de ello, recordemos su definicion adjetivada: “[...] el contenido ma- nifiesto consiste en que el sujetoes amordazado, maniatado, golpeado, fustigado, maltratado en una forma cualquiera, obligado a un obediencia incondicional, ensuciado o humi- llado”8 Mas alla, “el concepto de masoquismo retine todas las actitudes pasivas [passive Einstellungen] conrespecto a la vida erotica y al objeto sexual, siendo la posicién extrema la conexién de la satisfaccién con el voluntario padecimiento de dolor fisico o animico producido por el objeto sexual”,® “cuyo unico goce [el de los masoquistas] *Ibidem, p. 2474 © Tbidem. ‘Ibidem, p. 2477. *Freud, S., “El problema econémico del masoquismo”, en ob. cit., t. II, pp. 2753-2754; G.W. XIII, 374 * Freud, S., Tres ensayos para wna teoria sexual, 1, “Las aberraciones sexuales”, en ob. cit., t. II, p. 1185; G.W. V, 57. 83 ella lll alalalalelaialelalalelalalaaalaaeeeeaennehesniiniaial consiste en recibir del objeto amado todas las humillaciones y sufrimientos”."° De suerte que es licito referir al masoquis- mo toda pasivizacién de la actitud. Una vez mas, es en la textura del fantasma donde aparece la siguiente posicién: el masoquista aspira a ubicarse en “situaciones caracteristicas de la feminidad”, es decir a “ser castrado”, “ser coitado”, “desflorado”, pero también a “dar a luz” (acto pasivizado). Momentos, todos ellos, en que el otro queda “reducido ala merced”. Siel hombre masoquista copia a la mujer, es para sostener y labrar un acta de su goce. Esto permite pensar “[...] las misteriosas tendencias masoquistas del yo.”!! Tanto mas “misteriosas” cuanto que se ha visto su rol de polo de masculinidad —con la noci6n de “masculinidad narcisista” (supra, El yo y lo sexual). Por consiguiente, hay que pensar que el yo es un Jano: es de él de donde emana la “sublevacién’”, sefial de masculinidad y es en él donde yace la tendencia masoquista. Si en los casos de impotencia masculina nos asombramos al constatar “[...] una refinada actitud masoquista [maso- chistische Einstellung], hondamente arraigada quizd desde mucho tiempo atras”,” ello vale asimismo, obsérvese, para la posiciOn criminal. En efecto, una vez mas encontramos Ja sorpresa, en los criminales sexuales, —dado que la agresién sddica se sostiene en una identificaci6n, en una Einfiihlung con la victima— que se revela en el momento en que “se dejan (por la instancia legal). * Para la expresién se faire avoir, véase nota p. 41. [N. de la T.] © Freud, S., Lecciones introductorias al psicoandlisis, en ob. cit., t. IL, p. 2313; G.W. XI, 316. ‘Freud, S., Mas alld del principio del placer, en ob. cit., cap. I, p. 2511;G. W. XII, 11. 2 Rreud, S.,“Pegan a un niiio”, en ob.cit., t. IIL, p. 2476. cap. VI, G. W. XII, 218. {Assoun, P.-L., “L’inconscient du crime. La ‘criminologie freudienne” en “Le crime’, Recherches en psychanalyse, Revue de ’Ecole Doctorale Université Paris-7 Denis-Diderot, 2004, pp. 23-24. 84 Homosexualidad en masculino 4Cémo pensar la homosexualidad, esa eleccién de objeto determinada de un objeto del mismo sexo, en relacién con lo masculino y lo femenino? Freud toma la precaucién de distinguir “la actitud sexual” [geschlechtliche Einstellung] y la eleccién de objeto, en un pasaje sobre el que deberfan meditar muchos otros discursos que nutren, incluso se nutren, de esta confusion: “{...) un hombre enel que predominan las cualidades masculinasy cuya vida erética siga también el tipo masculino puede, sin embargo, ser invertido en lo que respecta al objeto y amar tnicamente a los hombres y no a las mujeres. En cambio, un hombre en cuyo caracter predominen las cualidades femeninas y que se con- duzca enel amor como una mujer debfa serimpulsado, por esta disposicién femenina, a hacer recaer sobre los hombres su eleccién de objeto, y, sin embargo, puede ser muy bien hetero- sexual y no mostrar con respecto al objeto un grado de inversion mayor que el corrientemente normal.” “ El examen del trabajo del fantasma “Pegan a un nifo” habia confirmado que la “actitud femenina” no tiene por correlato una “eleccién de objeto homosexual”.’* Esto rechaza la visién que, mas alld de la moda uranista, sostiene el estereotipo de “un alma femenina que por ello debe amar al hombre, caida [geraten] por desgracia en un cuerpo masculino” o de “un alma masculina que se ve irresistiblemente atraida por la mujer, lamentablemente confinada en un cuerpo femenino”. Freud implementa una “serie complementaria” que supo- ne la distincién de tres elementos: “caracteres sexuales somaticos (hermafroditismo fisico)”, “cardcter sexual psi- quico” —que corresponde a la actitud femenina o masculina-; por ultimo, modo de eleccién de objeto.” “Freud, S., “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”, en ob. cit., t. III, p. 2560; G.W. XII, 299-300. Freud, S., “Pegan a un nifo”; G.W. XII, 221. “Freud, S., “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”, ob. cit cap. [V; G.W. XII, 300. 85, Asi pues, la primacia de la masculinidad no lleva fatal- mente a la heterosexualidad. E] momento determinante que conduce a la heterosexualidad 0 a la homosexualidad es la eleccion de objeto. Y lo que decide de ello es Ja identificacién. Freud describe con toda claridad a contrario el aconteci- miento homosexualizante: “un joven fijado de manera inha- bitualmente larga e intensiva en el sentido del complejo de Edipo ala madre”. Este rasgo no basta en modo alguno para definir al homosexual; también vale para el futuro hetero- sexual. El arbitraje tiene lugar en la pubertad, tiempo en el que hay que “cambiar ala madre por otro objeto sexual”. Alli se ubica una inversién [ Wendung] subita: “el joven no renun- cia ala madre, sino que se identifica con ella, se transforma en ella y busca objetos susceptibles de reemplazar a su propio Yo y a los que amar y cuidar como él ha sido amado y cuidado por su madre”. Esto es lo que resulta determinante; queda por afadir la “tendencia a una eleccién de objeto narcisista, mas facil de ejecutar que el cambio hacia otro sexo”, asi como “la alta valoracién concedida al érgano viril y la incapacidad de renunciar a su existencia en el objeto erdtico”, en fin, la imposibilidad de amar un objeto carente de pene.* Homosexualidad en femenino Seria importante asomarse ahora por el lado de lo femenino y observar la disimetria que caracteriza al proceso. Una joven, como se recordara, empieza a amar locamente a esa otra mujer que es su madre y se desvia 0 se distrae de ella lo suficiente bajo la referencia al padre. También se recordara que la joven se ha vuelto tan falica que quiere hacerle un hijo a la madre. En la homosexual llamada “Freud, S., Psicologia de las masas y andlisis del yo, en ob. cit., t. TH, p. 2587; G.W. XIII, 119. Freud, S., “Sobre algunos mecanismos neuréticos de los celos, la paranoia y la homosxualidad”, en ob. cit., t. IIL, p. 2616, G. W. XIII, 204- 205. 86 “activa”, hay que pensar, por un lado, que ese voto falico se ha mantenido y que, por el otro, el padre, como objeto inconsciente, no ha “actuado” para suscitar en ella las ganas de volverse pasiva respecto de un hombre. La homosexual “pasiva”, a su vez, decide dejarse amar por una mujer que asume la posicién falica, pero sin la violencia del falo mas- culino. Esto esclarece la eleccién de objeto resuelta por “la joven homosexual”, de quien sabemos que se inclina hacia la Dama de sus perisamientos en el momento en que se siente excluida del juego edipico por el aumento del deseo en la pareja parental. Lo mas notable es que empieza a amar a su Objeto segun el “tipo de eleccién de objeto masculino”. En otros términos, su comportamiento amoroso se asemeja fuertemente a “la primera fogosa pasién de un adolescente por una artista famosa”, no obstante desafiarlo bajo la mirada del padre, cuyo deseo conyugal esta demasiado encendido. Freud lo expresa claramente: “Un individuo femenino que se ha sentido masculino y ha amado en forma masculina no se dejara imponer el papel femenino si ha de pagar esta transformaci6n, no siempre ventajosa, con la renuncia a la maternidad”.”’ El problema es el siguiente: tras haber dis- frutado del goce masculino, ,nuestra joven enamorada pue- de renunciar a él sin sélidos dafios? Prueba de ello es que el deseo homosexual activo en la mujer se equipara, como Lacan lo ha subrayado vigorosamente, a una posicién mas- culina heterosexual: se puede denominar “heterosexual” [héterosexuel(le)] a quienquiera ame y desee a una mujer, jsea cual fuere su sexo! Mas precisamente: “Llamemos heterosexual, por definicién, Jo que ama a las mujeres, sea cual fuere su propio sexo”.”! ™ Freud, S., “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina’”, en ob. cit., t. III, p. 2554; G.W. XII, 288 “Thidem, p. 2561. Lacan, J., L’Etourdit, en Scilicet, n’ 4, 1973, p. 23.{“L’Etourdit” en Escasién, n°1, Buenos Aires, Paidés, 1984.1 El fetichismo o el talisman sexual Recuérdese la escena primaria de la perversién, que decide la institucién de la perversién: el sujeto recibe una revela- cién que lo pasiviza severamente.” El “activismo” perverso esta destinado a superar ese momento de “desmoronamiento escépico”. La accion enérgi- ca del desmentido [Verleugung] -nada mas “enérgico” que esa accién— va a abrir una instigacion al acto. No hay que ser tan amnésico como el perverso y olvidar que esto ha comen- zado por una terrible amenaza de pasivizacién. El futuro perverso sufre la castracién de la madre y va a hacer en lo sucesivo todo lo que esté a sualcance para suplir a toda costa [“de pies y manos”] esta falta, dado que ha jurado—juramen- to sellado por el acto de la denegacién— proveer un faloa la madre. La mutilacién del pie de las chinas atestigua a qué precio se hace el modo de produccién fetichista de lo femenino. No se puede desatender que, ademas de la exacerbacién fetichista distintiva de la perversion, la clausula fetichista sella el deseo heterosexual, como lo atestigua la referencia del deseo masculino a/a ropa interior femenina.* E) fetiche, en este sentido, es un talisman contra el peligro de la cas- tracion y un vademécum que regula la relacién de lo mascu- lino con lo femenino. El gnosticismo sexual Puede apreciarse el aporte original de la perversion al asunto: la “vision del mundo” del perverso esta totalmente articulada con esta cuestion, es decir da cuenta dela escision traumatica de lo masculino y lo femenino. Se encuentra un trasfondo maniqueo que interroga esta dualidad. E] * En el original, le dessous (“ropa interior”), es decir “lo que esta abajo”. [N. dela T.] 2 Freud, S., “El fetichismo”. Assoun, P.-L., Le fétichisme, “Que sais- je?”, PUF, 2° ed., 2001 88 perverso suefia, al cabo de su trayecto transgresor, el cual adopta formas gnésticas de enfrentamiento del Bien y el Mal, con superar la desgracia de la diferencia sexual. Para ello se erige en poeta de lo Bisexual cuya posicién analitica Freud se ocupa muy bien de situar (supra, La doble deuda: Freud con Fliess). El objeto del perverso es, por eleccién, el dela ambigiiedad sexual. Es el caso de “Lolita”,”* ese ser que manifiesta una feminidad incipiente y se mantiene a distancia de la mujer como promesa para siempre incumplida: es en esos parajes donde se cristaliza el deseo perverso. Lo que resulta distin- tivo del perverso es la pretensién de pasar sin cesar de lo masculino a lo femenino, de jugar con la diferencia sexual para demostrar que él se burla de la castracién. Es en este sentido que, negandose a pasar por la caja dela culpabilidad (como lo haria el neurético, demasiado buen pagador), paga con su persona, atribuyéndose la misién de curar al género humano de esa enfermedad. Se trata, en la misma l6gica, de superar la diferencia sexual, ese “mal ontolégico”. Himno al Uno curado de la diferencia y de la alteridad. Asi pues, uno termina por sentir, en la transgresién perversa, el incienso quemado de la Diosa Madre, “el Otro para siempre en su 7 24 goce”. “Nabokov, Vladimir, Lolita 7 ™ Lacan, J., Préface a Wedekind, L’Eveil du printemps, Gallimard, 1977. 89 Leccién VI LA PSICOSIS O LO MASCULINO FORCLUIDO La psicosis cobra todo su sentido en esta dialéctica de lo masculino y lofemenino, en la medida en que nos topamos aqui con la mas directa prueba de verdad, contra la que el sujeto psicético se estrella haciéndose afiicos. Lo que resulta “recha- zado”, junto con “el mundo exterior”,' es lo mismo que permite referirse a la diferencia sexual, es decir al operador de la castracién que el neurético utiliza y del que el perverso sabe burlarse. Este defecto de inscripcién de la dualidad masculino /femenino es lo que lo hace salirse del camino.” Reconstruir el mundo de modo que pueda vivir en él supone dar una respues- ta, por medio del delirio, a este terrible error. La cuestién ha sido puesta al desnudo. El “caso Schreber” puede servir de paradigma para esta enorme crisis 0 descarrilamiento. El presidente o la bella pasiva Lo que da el envién de la historia es precisamente un pensamiento o “representacién” cuya expresién hay que ‘Freud, S., “La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis”, en ob. cit, t. III, p. 2746. 2 Assoun, P.-L., “Le délire architecte. Figures freudiennes de la construction”, en Délire et construction, bajo la direccién de Franck Chaumon, Editions Erés, 2002, pp. 11-22. 91 detenerse a escuchar: “que debia de ser muy agradable [recht schén] ser una mujer en el momento del coito [Beis- chlaf unterliege|”* A Freud no se le escapé esta confesién que provee el germen del delirio futuro. Ess “en torno de este fantasma de deseo {Wunschphanta- sie] donde estallé el conflicto”.* Aqui Schreberse ve dictar los términos de lo que se puede considerar como la suprema pasivizacion. Beischlaf es el coito [Koitus] 0 “cohabitacién carnal” [Kohabitation]: se entiende por ello el “suefio” [Schlafl que se encuentraen la expresion “acostarse juntos”. Unterliegen es, en efecto, padecer en el sentido literal de yacer [liegen] debajo [unter] y en el sentido figurado de pa- decer una derrota. Lo que se esboza es la imagen de una mujer sometida por su vencedor macho y “cubierta” por él, rindiendo las armas bajo el efecto de esta accion conquista- dora. Se puede ver precisamente en qué lugar se sitaa Schreber: el de una bella cautiva fulminada por su Alejan- dro. Conflicto de roles entre el presidente y la bella cautiva que deberan cohabitar de ahora en mas ... jen la misma “persona”! Piénsese asimismo en la creenciaen los demonios, machos (incubos) o hembras(sticubos), que supuestamente poseen al durmiente impotente: acontecimiento que decide la pesadi- lla. Tal es el encuentro de este goce desubjetivizante. El afecto que surge de este espectaculo, de esta represen- tacién teatral, se basa en las siguientes palabras: recht schon, “radicalmente bello”. Afecto estético que signa una promesa a la manera de Tiresias (infra, Los dos goces: el informe Tiresias). “Idea singularmente bella” la de “ser una mujer en el momento del coito”. He aqui el fraseo de un goce inigualable que no obstante, y precisamente a causa de ello, despierta al durmiente y contra cl cual se subleva. Signo de que aun no estA maduro «Freud, S., Observaciones psicoanaliticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides"), autobiogrdficamente descrito, en ob. cit., t. I, p. 1489; G.W., VILL, 244. ‘[hidem. {La traduccién es nuestra. N. de la T.| 92 para ubicarse a la altura de este rol. Se expresa con lucidez en su informe: “Esta idea era tan extrafia a toda mi natura- leza que si se me hubiera ocurrido en plena conciencia, la habria rechazado con indignacién, puedo asegurarlo; des- pués de lo que vivi desde entonces, no puedo descartar la po- sibilidad de que alguna influencia externa haya jugado para imponerme esta representacién”.® i El tiempo de realizar lo que esta haciéndose: ésta es la ‘sublevacién” que va a disparar el conflicto devastador: rebelién contra la intencién del Dios paterno de “evirarlo” lentmannen] y de “castrarle, utilizarle como mujer”.® La cenestopatia o el martirio sexual Aqui la psicosis se demuestra como el retorno en la Leiblich- keit de la forclusién de lo sexual. Esto se lee luego en la constitucién del sintoma. Antes atin de la constitucién del delirio, lo que revela lo que se esta jugando es el violento trance hipocondriaco.” La idea innegable e insoportable del hombre identificado con la “bella pasiva” que habia cautiva- do al sujeto a Ja salida del suefio debia haber emergido y haber sido reprimida para resurgir a través del cuerpo. De ello da pruebas el terremoto descripto por Schreber en el momento desu admision, segun el informe médico: “Duran- te los primeros arios de su vida, habria hecho la experiencia de tener algunos érganos del cuerpo completamente destrui- dos”.’ Asi pues, habria vivido todo un periodo sin estémago, 5 Schreber, D.-P., Mémoires d'un névropath il, 197 ,D-P., pathe, Seuil, 1975, cap. IV, p. 46, a traduccion es nuestra, N. dela. fie “Froud, S., Una neurosis demontaca en el siglo XVIL, en ob. cit., t p. 2688; G.W. XIII, 338. ee vox Asoum. P-L, “Le refoulé organique. Le travail inconscient de organe”, en Trames,n’30-31, abril de 2001, “In’y ari é ieee eaten oy: n’y ariende plus réel que “Weber, Expertise médico-légale, 9 de diciembre de 1899, en D-P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, ob. cit., en “Annexes”, p. 306. 93 sin intestinos. Cuerpo delicuescente, putrefacto, despeda- zado, amputado. De lo que esta hablando esta exploracién desastrosa es de un cuerpo hiperpasivizado, fulminado por Ja accién omniinvasiva de una violacién divina, atin en estado demoniaco, que padece una mutacién generadora de una indecisién radical del sexo. Pero he aqui —acontecimiento literalmente milagroso— que ésta queda reparada providencialmente por obra de otra accion que emana del mismo Otro divino, el de los rayos regenerado- res. E] desmoronamiento de losexual se vive en un clima de “fin del mundo” [Weltuntergang]. Es entonces cuando viene a situarse en un primer plano la “feminizaci6n”. De la Entmannung a la Verweiblichung Esta “eviracion” se significa a partir del momento en que los rayos divinos ironizan sobre cierta “Miss Schreber”,® jvoca- cién de Miss Mundo, estrella universal! A medida que “los nervios femeninos o nervios de la voluptuosidad” penetran en masa en el cuerpo, lo que era vivido como Ja “ignominia amenazante” de un “abuso sexual” por otros hombres se convierte en una idea viable. “Mantenerse en el campo viril” se vuelve insostenible. Entonces, lo que describe es una verdadera transexuacion: transformaciones de las par- tes genitales, “retraccién verdadera del mundo viril”, ex- traccion de los pelos de la barba, reduccién que se acerca al “tamano del cuerpo de una mujer”.'' La “compostura” o atavio, donde “la distincién de lo masculino y lo femenino se hacia en gencral automaticamente”,’’juega un rol visible en esta metamorfosis. A tal punto el adorno hace a la mujer... Llega a tomar como testigo al espectador virtual: “Me atrevo a afirmarlo: quienquiera que me viera de pie ante un espejo -sobre todo si la ilusién se sostiene en algunos “Schreber, D.P., ob. cit., cap. IX, p. 114. '[bidem, p. 115. 4" [bidem, cap. XI, p. 131. "Thidem, p. 143. 94 accesorios propios del ornato femenino-— estaria convencido de tener ante sf un busto femenino”.° La solucién procede de la sumisién a este designio enig- matico: “Se decidié entonces ala resistencia contra lacastra- cién” y “a acomodarse [sich fiigen] al rol femenino pensado paraél por Dios. Asi pues, “dedicé algunas horas por diaasu feminidad”."* Esta es, pues, la versién schreberiana del “Hagase Tu Voluntad”, radicalizada como “lo Ordenado por Tu Voluntad es”."° ¥ lo que “Dios” exige es “un estado constante de goce”.'® Consultemos la “deposicién” de Schreber en el momento de cristalizaci6n de su delirio: “Lo esencial de su misién redentora residira primero y ante todo en el cumplimiento de su transfor- macién en mujer. No es que él desee esta transformacién en mujer; se trata mas bien de una necesidad inscripta en ce] orden mismo del universo y a la cual, sencillamente, no puede sustraerse —en cuanto a él, preferiria, y cuanto, seguir mante- niendo su posicién de hombre, y seguir colmado de honores, tal como se lo otorgé la existencia. Pero para él, como para el resto de la humanidad, el mas alla no podra ser reconquistado sino a ese precio, al precio de esta transformacién en mujer que lo aguarda, que intervendréa por la via del milagro divino y que llevara acaso afios o decenas de afios”.* El cambio* o la misién Por consiguiente, Schreber esta dispuesto a sacrificar su preciosa masculinidad —cuyas prerrogativas sociales y mun- danas tiene bien presentes, y a las que por ende sigue apreciando- en aras de la salvacién del mundo. A partir del * En el original, revirement (“cambio de direccién”, “cambio brusco y completo en Ja direceién”). El vocablo entra en una relacién de parono- masia con évirement, “eviracién”. |N. de la T.| “Tbidem, p. 228. “Ibidem, p. 339 Tbidem, cap. VIII, p. 197. ‘6Tbidem, p. 230 "Weber, 9 de diciembre de 1899, en ob. cit., p. 306. momento en que “ha inscripto en (sus) estandares el culto de la feminidad”, debe hacer el duelo por las “vias de la ambici6n viril”, especialmente por su ex actividad profesio- nal, a la cual se sigue considerando vinculado con toda su alma. Su exaltacién de la feminidad no le deja perder de vista en ningan momento la prima social de la masculini- dad. Paga con su persona, se presta a la castracién. Como prueba, obsérvese el siguiente detalle: “producir el efecto de un ser femenino””’ supone renunciar a los bigotes, emblema de la virilidad en lo sucesivo inadecuado y desplazado. “Instigacién-a-ser-mujer” de la psicosis que esboza en espejo el transexualismo (infra, La “duplicidad sexual”) como suplencia que hace escapar a la psicosis. : La “instigacion-a-ser-mujer"” introducida en L’Etourdit (1972) es el nombre dado a la orientacién femenina del goce en la psicosis (en contraste con Ja orientacién falica). Iden- tificacién precoz y masiva con la madre; uso de ropa femeni- na, autocontemplacién en el espejo. “Al no poder ser el falo que le falta ala madre, le queda la solucién de ser la mujer que carece de hombres.” Lo que muestra de manera irreemplazable “al espiritual e ingenioso paranoico” es que “la mente de Schreber” reen- cuentra, al cabo de su martirio, una actividad fecundante. La asuncién de la pasividad recupera asi una ola expansiva de la iniciativa en el jugar a la madre universal. Freud establece una correlacién entre el “fantasma de deseo femenino” con “la ausencia de hijo” [Kinderlosigkeit], es decir con la imposibilidad del acceso a la paternidad. No es causal que sea a través del alejamiento de la sefiora Schreber como pierde su compostura en la masculinidad. Al hacerlo, se resittia “en la actitud femenina hacia el padre de los primeros afios de la infancia”.”* 8 [bidem, p. 151. ’Tbidem, p. 165. 2” Lacan, J., L’Etourdit, en Autres écrits, Seuil. “Freud, S., Observaciones psicoanaliticas sobre un caso de paranoia (“Dementia paranoides”), autobiograficamente descrito; G.W. VII. 294. (La traduccién es nuestra. N. dela T.| 96 Gramiatica de la psicosis: el Maskulinum disintaxico Paranoia y erotomania muestran los destinos sexuales a través de las disintaxia pronominales. Lo que podria pensarse son las diversas figuras de la desunién de las dos polaridades masculino / femenino y amor / odio. Cuestionamiento del Maskulinum, término que designa en aleman el género gramatical. Delirio de celos, delirio de persecucion y erotomania se organizan como variaciones sintacticas alrededor del enunciado forcluido: “Yo, un hom- bre (una mujer), amo a un hombre (a una mujer)”. Sin excluirla eventualidad de precisar: “Los celos deliran- tes contradicen al sujeto; el delirio persecutorio, al verbo, y ja erotomania, al complemento.”” La funcion verbal remite ala alternancia amar/ odiar, el pronombre sujeto y el objeto a Ja alternativa masculino / femenino. Es esta experimentacién de lo imposible de la diferencia sexual lo que demuestra la psicosis: del cuerpo esquizofré- nico transformado en “molusco” por no poder ser sostenido por la inscripcién de la diferencia sexual, hasta la explosion manjiaca, donde el sujeto celebra un triunfo sobre la castra- cién en una omnipotencia mas alla del corte masculino / femenino: es entonces cuando juega el doble rol, al precio de engullir, por esta falta gramatical, el mundo real. “[bidem, en ob. cit., t. II, p. 1519. 97 Tercera parte APUESTAS, FIGURAS Y DESTINOS Leccién VII EL CUERPO, LO MASCULINO Y LO FEMENINO El cuerpo es el horizonte fundamental de lo masculino y }o femenino, en la medida en que ha demostrado estar atrave- sado y dividido por la castracion. Es lo que queda corroborado por la conversion histérica, por el trabajo del delirio en el cuerpo psicdtico o por la movilizacion del goce corporal en el dispositivo de la perver- sion. Queda el sintoma impropiamente denominado “psico- somatico”, ya que marca mas bien el retorno del goce fisico enel sujeto, a su cuerpoen estado de defensa. Al repensar la relacién cuerpo /sintoma por medio del inconsciente, “esla- bon faltante” entre psique y soma,' Freud muestra la inci- dencia de lo sexual en el cuerpo mas alla de la logica autoconservadora. Este es el punto en el que Freud rompe con la concepcién médico-bioldgica del cuerpo. El momento somatico del fantasma: el masoquismo corporal Asi pues, el sintoma se forma cuando, en ocasién de una “lesion” o “inflamacién’, “los fantasmas que estan al acecho ‘Carta de Freud a Groddeck del 5 de junio de 1917, en Georg Groddeck, Ca ef Moi, Gallimard, 1977, p. 44. 101 se aduefian de un medio de expresién”.? Ahora bi e i n : ra bien, hemo: visto la bisexualidad estructural del fantasma (supra. La ee o la bisexualidad del fantasma). Por consiguiente : aqui el organo devenido, por incorporacién del fantasma, 7 teatro del conflicto. Mas que con una impotencia para antasmatizar, estamos frente a un destino somatico del fan- nee sexualizacién paraddjica. sujeto sufre entonces de una afeccién de la 1 jue se aoe que oepleee la relacién de lo activo y lo pane en a economia pulsional. Pero simultaneame ween nte el fantasma a perturbacién sexolégica —desde la eyaculacién precoz ala impotencia pasando por la frigidez— manifiesta selecti- vamente esta activa posicién masoquista, en un “método” de resistencia pasiva. Es después de esta identificacién feme- nina cuando el sujeto se rehtisa a ejecutar el acto. Lo menstrual y lo femenino: el cuerpo del tabu Se conoce una patologia “psicosomatica periédica”, inscripta en el cuerpo. La menstruacion, “marca organica” principal de lo sexual en la especie humana, es también lo ne distingue absolutamente lo femenino y lo atestigua de ala. na manera. Es por ello que Freud lo aborda solidariamente enla doble vertiente de lo femenino y de la filogénesis. ‘Ahora ya me atrevo a creer que comprendo la neurosis de angustia: el periodo catamenial seria su prototipo fisiolégi- co; la propia neurosis, una intoxicacién que requiere el fundamento fisiolégico de un proceso organico”.* La mens- truacién presenta una paradoja: por una parte, Freud la situa del lado del estado generador de excitacion ‘sexual —lo que se demuestra por la coincidencia y la correlacién entre 2 Freud, S., Lecciones introductorias al psicoandlisis, leccis , S., psicoandlisis, x15 GW. XI, 406. La traduecidn o# nuestra Nedelat) ieinueil “Freud, S., Carta de Freud a Fliess del 1" : origencs del palesandlisis, en ob. cit t. Ill, p.3542, Tee 102 Ja acentuacién del sintoma histérico y el periodo menstrual—* por la otra, es un momento selectivo de aislamiento y de angustia. {Por qué la interrupcion de la menstruacién viene acom- panada de un “aumento de la libido”? Freud es explicito; “{_._Jnuestra enferma se encuentra en la edad critica, la cual trae consigo una subita e indeseada exaltacién de la necesi- dad sexual”.°Se trata de un verdadero pattern metapsicol6- gico: la “transformacion de la mujer por las perturbaciones de la menstruacién y dela menopausia” proveen el “modelo normal” de un aumento de “la fuerza pulsional” y dela “vida pulsional en el ello”, “por encima de la capacidad de defensa del yo”. El acontecimiento de la menopausia repite por lo tanto el acontecimiento de la menarca, como en una suerte de fuera-del-tiempo del cuerpo. Puede apreciarse que esta circunstancia propia de lo femenino tiene un alcance filogenctico. Freud sitta en ella una “transformacion” principal que arranca lo humanoa lo animal, es decir “la regresién dela excitacion olfativa por la cual el proceso de la menstruacién actua en la psique masculina”.* Es también lo que articula el “tabu de la mens- truacién”, situado en el terreno de Jo impuro (Unreinliche]. El totem es de la misma sangre que el hombre, y por ello la proscripcién de la sangre [Blutbann](en relacién con lades- floracién y con la menstruacién) prohibe el comercio sexual con la mujer que pertenece al mismo tétem.’ Se puede ver que lo femenino es considerado aparte, mientras que a ‘Freud, S. y Breuer, J., Estudios sobre Ja histeria, caso Lucy. G. W. 1, 171. 5 Freud, S., “Mis opiniones acerca del rol de la sexualidad en la ctiologia de la neurosis”; G. W. VIII, 328. Lecciones introductorias al psicoandilisis, XVI; G. W. x1, 260. ® Freud, S., Lecciones introductorias al psicoandilisis, xV1., en ob. cit., t. II, p. 2280; G. W. XI, 260 7 Freud, S., “Analisis profano (Psicoandlisis y medicina)”, cap. VII, en ob. cit., t. ITI, p. 2948; G.W., XIV, 276. *Freud, §., El malestar en la cultura, cap. IV. [La traduccién es nuestra. N. de la T.}; G.W., XIV, 458. “Freud, $., Totem y tabti, cap. IV; G.W. IX, 146. 103 pérdida del caracter periddico de la excitabilidad sexual” animal corre pareja con “el cambio en la relacién entre la menstruacién femenina y la excitacién masculina”.”” El tiempo y el cuerpo Es también el lugar donde puede situarse una problematica del envejecimiento digna de los elementos inconscientes que estan en juego." Toda la evocaci6n anterior muestra la historizacién de lo masculino y lo femenino. Se lo puede expresar recordan- do que la dosis de masculino y de femenino va variando a lo largo de las distintas etapas de la vida Asi pues, Freud puntualiza el aumento de masculinidad en el cuerpo femenino que envejece, lo cual queda atestigua- do por lareactivaci6n de componentes sAdico-anales." Simétri- camente, el “demonio de mediod{a”* masculino™ atestigua los efectos de desintrincacién: el sujeto se rehtisa a suscribir ala ley de castracion, adoptando un semblante de adolescencia, cuyo alcance hemos visto para lo masculino y para lo feme- nino. El cuerpo, en el plano del fantasma, se encuentra rejuvenecido, y ese “bafio de juventud” se debe a la conexién con un objeto flamante que, bien mirado, da cuerpo a un coadyuvante falico. * La expresién francesa le démon de midi (“el demonio del mediodia”) se refiere al apetito sexual que suele acometer ahombresy mujeres, pero sobre todo a los hombres, alrededor de los cuarenta afios, es decir en la mitad de la vida, lanzdndolos a sucumbir a tentaciones sexuales que no pocas veces rae afantasmas alos que no se habian entregado anteriormente. [N. ela Tr. 1 Freud, S., Compendio del psicoandlisis, en ob. cit., t. HII, p. 3405; G.W., XVII, 75. 4 Aggoun, P.-L., “Le vieillissement a Pépreuve dela psychanalyse”, en Comment accepter de vieillir?, bajo la direccién de Alain Houziaux; Paul- Laurent Assoun, Jean-Denis Bredin, Marie de Hennezel, Les Editions de YAtelier, 2003, pp. 59-86. Bissler, K., Freud sur le front des névroses de guerre, Presses Universitaires de France, 1992. 1“ Assoun, P.-L., “Le démon de midi al’épreuve de la psychanalyse”, en Synapse, n° 99, 1993. 104 El cuerpo intoxicado Por tltimo, gqué es lo que justifica el uso del “quitapenas”"* que es la droga? Al hacerse independiente, mas que de las coerciones del mundo exterior, del gran problema de la castracién, el sujeto se sittia fuera del sexo 0, mas precisa- mente, se desconecta, por medio de su goce téxico, de la tensién masculino / femenino. Es lo que permite entender la profunda intuicién clinica de Lacan de que la droga es el medio de “romper el matrimonio con el pipi”. Mediante su juego peligroso, contraviene el juego del sexo, cl cual requie- re registrarse en el campo masculino o en el femenino. Realiza una posicion de excepcién, acceso a un goce que distrae del trabajo de desear. El retorno de lo femenino {Qué demuestra la somatizacién inconsciente? Por un lado, hay “complacencia” del cuerpo en el sintoma; por el otro, “rechazo”. Esto permite entender la idea de que el momento somiatico del sintoma constituye el retorno, tanto en el hombre como en la mujer, de lo femenino rechazado. Es propiamente el momento en que e] sujeto se ve recordando que tiene un cuerpo, asi como el acontecimiento amoroso recuerda al sujeto que es un cuerpo. \W Agsoun, P.-L., “Le briseur de souci ou Pindépendance toxique ‘Theses sur l’inconscient toxicomane”, en Markos Zafiropoulos, Christine Condamin, Olivier Nicolle, L’inconscient toxique, Anthropos / Economi- ca, 2001, pp. 91-118. eccién VIII ; ‘DESTINOS SOCIOCLINICOS 1 LO MASCULINO Y LO FEMENINO Ahora que hemos calibrado la medida de la apuesta estruc- tural de la pareja masculino / femenino, es momento de - encarar la manera como esta ligada a la coyuntura social donde interviene bajo la modalidad edulcorada de la “iden- - tidad sexual’ y de sus disfunciones. Si el discurso psicoana- |{tico de lo masculino y lo femenino se distingue del discurso social, opera, en cambio, una penetracién en lo colectivo. El sexo perturbado La coyuntura actual es una suerte de diseminacién que parece sugerir un vals que va colocando lo “masculino” y Jo “femenino” en todos sus estados. Confusién que la teoria queer de “la perturbacidn de género” (gender trouble) Nevaa Ja expresi6n, dejando “la orientacion sexual” a la arbitrarie- dad de una bisexualidad tan difusa como erratica. De allila ebriedad de un sexo fuera de la norma, no just sex, por este atravesamiento de la frontera, imaginaria border line con el que la retérica posmoderna esta encaprichada. El saber freudiano ayuda a reencontrarse en el efecto de mascarada, que es el estilo general de la posmodernidad, desde el travestismo hasta la transexualidad. Estas figuras —desde los “bisexuales” hasta los transexua- les, pasando por Jos travestis- ocupan la delantera de la 107 escena, ocultando, mediante una retérica de la identidad transgredida, una confusién de lo “social”, lo “biolégico” y lo “psicolégico”, decididamente reincidente (supra, Masculino y femenino a prueba del inconsciente), que hemos visto desplegarse desde la escena paradigmatica de la neurosis. Por consiguiente, hay que abordarlos desde una problemd- tica de la identificacién, desde una puesta en todos sus estados. Masculino, femenino y lazo social Primero conviene evaluar el marco general. Resulta notable que la elaboracién freudiana de las condiciones inconscien- tes del lazo social’ cuestione, en cada etapa, lo masculino y lo femenino. El examen de la “moral sexual cultural’, que sittia alas mujeres como “portadoras de intereses sexuales dela huma- nidad”, pone en evidencia esa represién de lo femenino que culmina en el “tipo cultural” de “la mujer anestésica” y “mal casada”.? Situémonos en el corazén del lazo social: lo que encontra- mos es el ajuste de cuentas entre hombres que culminaen el asesinato del padre. Lo femenino, por lo tanto, es rechazado a esos confines desde donde va a regresar, en la “transposi- cién mendaz de los orfgenes”, como figura exacerbada de la culpabilidad.’ La Diosa Madre aparece, no obstante, como el envés irreductible de lo masculino patriarcal.* Freud se toma el trabajo de aclarar que la diferencia sexual no ha de ser considerada como tal en la institucién social: “Carece de todo sentido preguntar si la libido que 1 Assoun, P.-L., Freud et les sciences sociales. Psychanalyse et théorie de la culture, Armand Collin, 1993. 2 Freud, S.,“La moral sexual cultural yla nerviosidad moderna”; G.W. VIII, 161. [La traduccién es nuestra. N de la T.] ‘Freud, S., “Psicologia de las masas y andlisis del yo”, cap. XI, GW. XIII. [La traducci6n es nuestra. N. de la T.1. ‘Freud, S., “Grande es Diana Efesia”. 108 mantiene la cohesién de las multitudes es de naturaleza homosexual o heterosexual, pues la masa no se halla dife- renciada seguin los sexos y hace abstraccion [absieht], parti- cularmente, de los fines de la organizacion genital de la libido”. Consecuentemente, seria un error hacer jugar lo masculino y lo femenino como metaforas inmediatas, ala ma- nera de la ‘psicologia de las masas’ de Le Bon, instalando un lider viril frente a una multitud pasiva, con una afectividad 1abil y contagiosa segtin una modalidad femenina. Asi pues, si el modo de funcionamiento inconsciente del ejército esta fuertemente “masculinizado” en su modo de goce colectivo, no es sin razén que se lo identifique con “la Gran Muda”, es decir con una figura de lo femenino caracterizada por una potencia silenciosa. Recuérdese que el nticleo del lazo social es accesible a partir de la hipnosis, relaci6n que muestra el efecto de un agente hipnotizador ejerciendo su influencia en un paciente hipnotizado y asi pasivizado. El lider esta en el lugar del ideal del yo colectivo; hace sentir sus efectos de masa, de idea- lizacién y luego de identificacién reciproca. En el plano del “malestar en la cultura”, por Ultimo, la biparticién Eros y Tanatos® reproduce algo dela oposiciénde lo femenino y lo masculino. Sin embargo, nos quedamos con la impresién general de que lo femenino es empujado a los bordes del lazo social desde donde vuelve a interrogar la masculinizacién de la norma social. E) doble tabu, de la virginidad y de la mens- truacién (supra, Lo menstrual y lo femenino: el cuerpo del tabi) podria simbolizar este envés femenino de lo social. Asi pues, es en este contexto donde las formas de duplici- dad sexual, verdadera “corte de los milagros” de la anomia sexual, pueden ser interrogadas. 5 Freud, S., “Psicologia de las masas y andlisis del yo”, cap. XII, en ob. cit., t. III, p. 2608; G.W. XIII, 158. Freud, §., El malestar en la cultura, en ob. cit., t. III, p. 3017. La “duplicidad sexual” Encontramos aqui a los “bisexuales”: “Ya sabemos que en todas las épocas ha habido, como ahora hay, personas que pueden tomar como objeto sexual a miembros de su propio sexo lo mismo que del opuesto, sin que un impulso interfiera con el otro”.’ Si bien Freud recuerda aqui la bisexualidad estructural (“todos los hombres son en este sentido bisexua- les”) de la que hemos partido, en este punto se trata de los sujetos que efectivamente hacen una eleccion dual de objeto. Esta doble eleccidn de objeto cuestiona menos de lo que se supone en cuanto al linaje de la identificacion. El “bi”, para Namarlo segin el procedimiento lingitistico de la troncacion, tan apreciado por el hombre “hipermoderno”, esta situado por completo en la vertiente de la homosexualidad. Por lo tanto se le aplica lo que ya se ha dicho (supra, Homosexua- lidad en masculino, Homosexualidad en femenino), no sin agregar ese “arrepentimiento” del lado de la mujer que deja subsistir una eleccién de objeto alternativo. Masculino y femenino puestos a prueba por la transexuaci6n No es casual que el transexualismo ocupe el podio. Resulta sorprendente que el término, ajeno a Freud, haya sido introduci:o en el discurso de la sexologia y de la endocrino- logia por Harry Benjamin* antes que Stoller le otorgara estatuto’ por su teoria de “la identidad nuclear de género” (core gender identity). Se trata de fijar aqui la incidencia de la cuestion tran- sexual en la problematica freudiana de lo masculino y lo femenino. ‘Freud, S., “Andlisis terminable e interminable”, seccién VI, en ob. cit., t. IIL, p. 3358; G.W. XVI, 89. % Gomunicacién del 18 de diciembre de 1953 en la Academia de Medicina de Nueva York, dedicada al travestismo y al transexualismo. “Stoller, Robert, Une contribution a l'étude de l'identité de genre, 1964, t. 1; Sexe et genre, 1968, t. 2; Recherches sur Videntité sexuelle, 1975. 110 El transexual se sitta de un modo tal que se siente perteneciente al otro sexo. “Conviccién de un sujeto biolégi- camente normal de pertenecer al otro sexo” que culmina regularmente en la demanda de intervencién quirtrgica y endécrina (hormonal). Ciertamente, en el transexual hay una apelacién al Derecho. El fenémeno transexual, ese trance de la sexuacion, tuvo por efecto paradéjico hacer reintroducir una categorizacién identitaria. El género (gender) recobra su sentido gramati- cal (supra, La cuestién gramatical: el género), que permite clasificar las palabras (articulos, desinencias), no sin deno- tar la identidad sexual (moral, politica y cultural) por oposi- cién al sexo biolégico —posesién del érgano, estatuto hormo- nal, caracteres sexuales secundarios- y no sin pensar lo que suele designarse como “disforia de género” (Fisk). El género se define como “la cantidad de masculinidad o de feminidad que se encuentra en una persona”. Asi pues, “la identidad de género comienza con el conocimiento y la per- cepcién, conscientes 0 inconscientes, de que se pertenece a uno y no al otro”, El transexual revelaria la identidad de género, mas aca del sexo biolégico: como MF, “él” nose siente hombre y vilipendia el 6rgano peniano (con el que juegan y del que gozan el homosexual y el travesti); como FM, “ella” no se siente mujer y vilipendia el érgano vaginal. De alli su discurso: habria un “error de la naturaleza”, contra el cual é] (ella) apela a la cirugia para rectificar ese error en su cuerpo. Altransexual se lo supone seguro de su (verdadero) sexo (jen contraste con el neurdtico!). Esta doctrina transexualista desestabiliza de alguna ma- nera los principales desarrollos freudianos: en el lugar de la compleja teoria de la identificacién, se llega a afirmar que la feminidad se adquiere mediante el contacto de la madre lo que Stoller denomina “pulsiones protofemeninas”— y que puede contaminar al varén, via una huella (imprinting) de la unién simbélica con la madre, asi como del conjunto de la conducta del entorno hacia el nifio. Ciertamente hay una confusién identificatoria con la madre: asi Freud tomaba nota de la consecuencia de la idea ill de la bisexualidad: “El género se desgarra en la diferencia sexual”: hay que recordar el enunciado hegeliano contra toda tentacién de requerir el género como garante de alguna identidad. : : El indice simbélico de ello es la resistencia de la voz, que afecta a lo sexual en lo que una octava separa una voz de hombre dela de una mujer, en lo que se da en llamarla ‘altura”. He aqui el drama de los transexuales: la voz es. el elemento del cuerpo més reacio a prestarse a Ja reasignacion sexual. {Como puede ser, para un sujeto dotado del pene envidia- do, que aspire a la beatitud de desembarazarse de 61? Mas all de la referencia a la psicosis ~habiendo sido Schreber el precursor metafisico de la transexuacién (supra, El cambio o la misién)-, puede pensarse en una jdentificacién hiper- materna (o hiperpaterna, en el caso jnverso), que hace del falo un objeto molesto y ajeno. Estamos tocando, tanto como en el masoquismo, ese Kastrationlust (supra, La castracion Jano) donde culmina el ideal transexual. _ No hay manerade darle un lugarala cuestién transexual, en su verdadera dimensi6n inconsciente, sino desplazando el eje de una categorizacion identitaria auna légica de la sexuacion (infra, Loridiculoy elextravio, La sexuacion y sus funciones logicas, Lo masculino “reventado”) radicalizando la teoria de la identificaci6n. El travestismo: el carnaval del sexo Situado por la sexologia como “pulsion de disfraz” (Hirschfeld, 1910), el travestismo designa el comportamiento que consiste en tomar el modo indumentario distintivo del otro sexo. Cuando habla de disfraz, Freud lo refiere lisa yllanamen- te a uno de los procedimientos de lo “c6mico”."° Después de todo, hay que partir de la evidencia de que Ja gente se disfraza para hacer reir: {0 acaso un hombre disfrazado de Froud, S., El chiste y su relacién con el inconsciente, eap. VIL; G.W. VI, 221 112 mujer no se expone al ridiculo? Se pone en la posicién del payaso. No es el “éxito” de la operacién lo que se cuestiona: sabemos que algunas formas de travestismo pueden saturar la feminidad —al punto que el travesti reconstituye una mujer “mas verdadera que la naturaleza” y que una “hiper- feminidad” puede hacer suponer una operacién de travestis- mo-. El fondo cémico de la operacién de travestismo es que se burla despiadadamente de la diferencia sexual, que reve- la, mediante su mascarada, la comedia de los sexos. Si el hombre disfrazado puede imitar a la mujer, {no sera que ésta suspende su ser en la vestimenta y en el maquillaje, lo que confirma la humorada freudiana segiin la cual “la mitad de la humanidad podria ser ubicada entre los fetichistas de la ropa”, al estar las mujeres afiliadas a la moda? Por la moda, femenino y masculino se revelan renovadamente recortados, en cada época, por los cénones dela alta costura. Esto esclarece en espejo el disfraz convencional de la pros- tituta, quien satura la imagen fetichizada de la feminidad para jugar su rol de carnada falica. La multiplicacién de las formas de disfraz remite, mas alla de algun juego con la identidad, a la cuestién central: el hombre travesti es el payaso de la madre falica. “Hace de mujer” como se “hace de payaso”. Provisto de los atributos vestimentarios —formas variadas de emperifollamiento y de accesorios y adornos— practica su identificacién, no sin ocultar bajo la falda el sexo que revela el atributo del hijo, el “miembro”, el mannliche Glied con el que la equipa de modo ficticio y del que, gracias a su intermediacién, ya no carece, jQué sorpresa si hiciera surgir de pronto de debajo de las puntillas, al igual que Polichinela desu caja, el sexo filial, especie de postizo materno! Aqui tenemos la esceni- ficacién cémica, digna de Baubo." También se comprende "Sesion de la Sociedad Psicoanalitica de Viena del 24 de febrero de 1909, “La génése du fétichisme”, publicada en Psychoanalytic Quaterly, LVI, 1988; trad. fr. Revue d’histoire de la psychanalyse, n’ 2, PUF, 1989, pp. 421-433. Freud, S., “Un paralelo mitoldgico a una imagen obsesiva plastica”, en ob. cit., t. III, p. 2429. 3 "ce REHM la fuerza del clivaje que supone esta comedia de los viejos os. oa manera del caballero de Edn, espia y travesti, el travesti es un “agente doble”, a la vez mimo dela madre y ti- tere falico. Por otro lado, adoptae incorpora elestilo y los tics de la madre tras haberla espiado cuidadosamente. Al envol- verse en estos aparejos, muestra que masculino y femenino se sostienen en un rol. Dedica su puesta en escena de guifol al drama de la castracion jugando el doble rol, el dela mujer castrada y el de la madre falica. En fin, el travesti es el bufon de la castracién —lo cual ilustra el juego de “la loca” cuyo éxito de espectaculo es harto conocido. Del otro lado, puede sopesarse el aleance transgresor del disfraz de la mujer que se pone un traje masculino: esta “imitacién” es el elemento principal de la acusacién contra Juana de Arco. Enel otro extremo de la historia, la figura de “la Garconne”," la que, desafiante de los “cortadores de trenzas” se hace cortar el pelo ~gesto cuya violencia trans- gresiva cuesta calcular-, viene a introducir una mezcolanza cuyo alcance también podemos apreciar. El dandy, asu vez, encuentra Ja manerade encarnar una figura de excepcién cuya originalidad, por su singularidad indumentaria y su estilo inimitable, jviene a superar victo- riosamente a lo femenino! La feminidad como mascarada Si el hombre se traviste en ocasiones, la mujer esta en una relacién de estructura con el travestismo: prueba de ello es lo que Joan Riviére describe bajo el nombre de “feminidad como mascarada”" a través de su caso paradigmatico. — La imagen que da esta mujer es un emblema de la mujer Jiberada. Encuentralamanera demangjar, al mismo tiempo ‘sMargeritte, Victor, La Gargonne, 1922. Gallimard, Folio, 1978. “Rivisre, Joan, La féminité comme mascarade (Womanless as @ Mascarade, International Journal of Psychoanalysis, 1929), en Féminité mascarade, Seuil, 1994, pp. 197-213. 114 que el éxito profesional, su rol de ama de casa, y exhibe ademas excelentes relaciones con el marido. Maneja la palabra y la escritura. Pero he aqui que algo viene aensom- brecer este cuadro: la eclosién de una viva angustia después de sus apariciones en publico y de sus conferencias. Pese a sus cualidades intelectuales, sus dones practicos, su indu- dable capacidad de interesar a un auditorio y de Nevar adelante una discusién, la vemos presa, durante la noche siguiente a su jura, de una crisis de ansiedad, de un temor de haber cometido alguna torpeza o desacierto. Esto se manifiesta mas adelante mediante la necesidad compulsiva de solicitar la atencién y los cumplidos de los hombres. Efectivamente, en este conjunto se encuentran en especial las figuras correspondientes al estilo paterno. Estas gracias, remilgos y manifestaciones de coqueteria llegan hasta cai- das de ojos compulsivas. Joan Riviere diagnostica una rivalidad respecto de la madre y del padre. Una vez que ha mostrado que posee el pene del padre, aparece el miedo a la venganza. “La femini- dad podia ser asumida y llevada como una mascara, a la vez para disimular la existencia de la masculinidad y las repre- salias que temia si se descubria lo que estaba en su pose- sién”. El disfraz de mujer, la exhibicién ultrajante de la feminidad, son utilizados como medio para evitar la angus- tia de haberse guardado el falo paternoy... jpara disfrazarla posicién masculina subyacente! El autor alega, en espejo, el comportamiento social incon- gruente de esa otra mujer: mujer de interior, inteligente, se encuentra intimidada por los hombres que ejercen una prerrogativa, artesanos, empresarios, tapiceros, mozos de café, choferes de taxi, comerciantes, médicos, abogados, y busca en sus personas conciliarse y aplacar al padre, presen- tandose bajo la mascara de la feminidad convencional, testimonio de amor y protesta de inocencia. Esto revela que hay ocasiones en que hay que saber “hacerse la tonta” para inseribirse de manera “adaptada” como mujer en el juego social. La mujer se identifica en esta ocasién con el padre y utiliza la masculinidad asi adquirida poniéndola a disposi- 115 aaa eeielal i ceo SUR cin de la madre: se convierte en el padre para entregar el falo ala madre. ‘Amén de esta conducta de escape, Ja feminidad se revela creadora de lazo social -por ejemplo los salones organizados alrededor de figuras femeninas tutelares, en contraste con los circulos, donde se encierran los hombres. Lo masculino como fanfarronada También se disfraza el hombre “sin ambages”, el antitravesti. Sus emblemas son el uniforme militar y la sotana del sacerdote, cuyo rol esencial se constata en las “masas de hombres”, esas “masas artificiales” o instituciones donde se practican las formas de idealizacion y de identificacién. Es por ello, asimismo, que la impotencia acosa a Jo masculino como su decadencia social regularmente descripta por la escritura literaria," es decir esa “angustia del hombre liga- da ala posibilidad de no poder”.'°Entonces, la hora de gloria de] macho se convierte en la de su desdicha... En espejo, la figura del “hipermacho”" muestra esta verdad ubuesca de que la “hipermasculinidad” hace surgir, bajo la forma de gue- rrero maquillado (el “indio” de Jarry), los afeites de la feminidad. Marcar el paso: éste es el ritmo de lo masculino militari- zado ¢ instituido, lo que supone lanzar en cadencia y al unisono el pie correcto (que resulta ser... j“el pie izquierdo”!). Es también la posibilidad de la cojera. Lo que surge de todo ello es, segun una clinica situada por la etnologia de lo masculino y lo femenino, que no puede sino describir su escritura, el “pata coja”.*"*En los mitos, cuentos y represen- * En el original, el cloche-pied, tomado de la expresion adverbial @ cloche pied, “con una pata coja”. [N. de la Tl Citton, Yves, Impuissances. Défaillances masculines et pouvoirs politiques de Montaigne @ Stendhal, Aubier. ‘Lacan, J., Le Séminaire 10. L’angoisse, 1963 Jarry, A., Le surmale Needham, Rodney, Unilateral figures, 1980, comentado por F. Heritier, en Masculin, Féminin, Odile Jacob, 116 taciones graficas de Australia, Europa, Africa, Tierra del Fuego, ete., se ve surgir la representacién de la pierna humana derecha rematada por una cabeza de toro, es decir unamitad de hombre cortada verticalmente vista lasmas de Jas veces desde el lado derecho, pronta para ponerse en movimiento, con el brazo extendido, la pierna ligeramente flexionada, lista para saltar o para deslizarse sobre la pierna unica de “manco”, en un saltito a pata coja, acompariada de la pérdida dela sandalia. Fuerza genésica del golpe acrecen- tadae intensificada, como un rayo con un punto de impacto hiperconcentrado. Lo que la etnologia sitta como un motivo de intriga, para el psicoandlisis es un viejo conocimiento: el sujeto incons- ciente nunca pensé de otro modo lo masculino: como cuerpo- falo. Lo masculino encuentra la figuracién brincadora de su potencia... como “manco”, remitiendo al juego de la “pata coja” de la sexuaci6n. jLa “bota de las siete leguas” podria ser Ja expresién dindmica de este unipiernismo! Falo enmascarado que permite hablar, segin una homo- fonia perceptible en el régimen lingiiistico latino, de las mascaras de lo masculino. El simbolismo félico confirma que, en espejo de la mascarada de lo femenino, Jo “masculi- no” esta “reducido a ser su propia metafora’. | | | Leccién IX MASCULINO Y FEMENINO DE FREUD A LACAN: 7 LOGICA DE LA SEXUACION La problematica freudiana de lo masculino y lo femenino encontré en Lacan un razonador tan agudo que va a culmi- nar en una légica de la sexuacién equivalente, en el fondo, a liberar la polaridad masculino/femenino de sus connotacio- nes mitolégicas. El] marcador significante: el viceversa Cuando Lacan afirma que “en el psiquismo no hay nada por lo cual el sujeto pueda situarse como ser de machoy ser de hem- bra”,! transcribe y traduce literalmente, con su estilo propio, los enunciados freudianos (supra, Masculino, femenino: las fun- ciones inconscientes); entendemos que los reproduce en su letra. No basta con sostener que no hay marcador propiamente “psicolégico” de lo masculino y lo femenino; de hecho, no hay marcador subjetivo de lo que se podria denominar un “ser de macho” y un “ser de hembra”. Entonces, {dénde encontrar un des-marcador? En una primera aproximacién, en el significante. El] problema reflota por el hecho de que no hay significante ‘Lacan, J., Le Séminaire, livre XI, Les quatre concepts de la psycha- nalyse, p. 186. {La traduccién es nuestra. N. dela T.| 119

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