Me ha causado una desagradable sensación, la extraña aversión del filosofo José
Pablo Feinmann a la comunidad de bloggers. Nos ha calificado, a todos los que buscamos desarrollar nuestras ideas a través de este medio, como unos “pelotudos”. Pero tal vez, este agravio no deba preocuparme. Pues ya ha descalificado a los porteños, a quienes ha caracterizado como fascistas y reverendos pelotudos. Ha desacreditado a algunos pensadores y hasta los mismos militantes con los que compartía sus ideas. Escudándose bajo sus supuestos títulos filosóficos, se cree libre de esa estupidez, que como una plaga nos acosa a quienes no tenemos prensa ni recursos. A través de la difusión, que le da su cercanía al poder, se dedica a denostar a quienes sólo podemos expresarnos mediante una pequeña y mísera página. Pero gracias al desarrollo tecnológico y la libertad que desea censurar, este despreciable medio, nos permite tratar de gritarle algo a nuestro desolado mundo. Por más títulos que este filósofo pueda ostentar, ello no lo hace mejor que el resto de los pensadores, que buscamos expresar nuestras humildes ideas. La filosofía es una forma de vida más que un título que se recibe. Filósofo es el que ama la sabiduría, respeta a su prójimo y busca apasionadamente la verdad. Se trata de una persona que se admira del orden del mundo y el universo. De un ser humano que ve la riqueza que posee cada individuo, respeta la diversidad y busca comprender al que es distinto. Filósofo es el que ama la sabiduría, respeta a su prójimo y busca apasionadamente la verdad. Tener un título de filosofía, no es una franquicia imprescindible para ser famosos o inteligentes, ni nos da derecho a decir cualquier cosa. No nos da el privilegio de publicar en la feria del libro o ser reconocidos en los medios. La filosofía es un largo camino, que se va haciendo a lo largo de un riguroso estudio y una dilatada experiencia. Su fin no es meramente utilitario, sino que en última instancia se reduce a la contemplación de la verdad. El verdadero filósofo no está al servicio de ideología alguna, ni puede ser comprado por unos pocos pesos. Es más amigo de la verdad, que de cualquier otro bien que se le pueda presentar. Decía Herder: “Usted señora no sabe, cuánta filosofía se esconde detrás de un minué”. Es decir, que hasta las situaciones más triviales y pueriles, son dignas de nuestro estudio y análisis. La sabiduría puede estar en un acontecimiento mucho más discreto, que en un par de tomos de algún ignoto filósofo. Hasta un pobre cartonero de la esquina de mi casa, puede tener una filosofía mucho más profunda, que la de aquel que tiene dos doctorados. La filosofía no es cuestión de títulos, sino de un profundo encuentro con la verdad, que se oculta tras la realidad. A veces hay gente que tiene un intelecto muy profundo y agudo, pero no ha tenido la posibilidad de estudiar. Hay una cierta filosofía natural del ser humano, ya que como dice Aristóteles, todos los seres humanos buscamos conocer. Pero lamentablemente, aquellos que han estudiado en universidades públicas, que todos hemos pagado con nuestro impuestos, terminan teniendo actitudes contrarias a las que debería tener un verdadero filósofo. Da lástima ver que este filósofo totalitario y poco abierto, sea fruto de la tan soñada universidad pública. Creo que aún no ha entendido, que la mente funciona si está abierta a lo diverso. La cerrazón y el odio a lo que nos parece distinto, no nos permite progresar en el conocimiento de la verdad. No es cuestión de encerrarse en tres o cuatro verdades que consideramos absolutas, sino de una apasionada búsqueda del saber. A veces, la filosofía puede tender a transformarse en una mera elucubración mental, que nos hace creer superiores a los demás. Puede convertirse en una especie de encierro que nos oculta la realidad. En muchos casos, es la soberbia del filósofo la que termina conduciendo a la ruina del intelecto. Hay muchos brutos ilustrados, que creen que por haber leído a Marx o a Hegel, son más sabios que el resto de los mortales. Pero su orgullo los aleja de una auténtica actitud filosófica. Cuando san Benito habla de la ordenación del abad dice que “odie los vicios pero ame a los hermanos. Aún al corregir, obre con prudencia y no se exceda, no sea que por raspar demasiado la herrumbre se quiebre el recipiente”1. Es decir, que hasta aquel que está en el vicio y el error, debe ser respetado por nosotros. Pues su confusión puede ayudarnos a ver nuestras propias faltas. Las mismas pestes que denunciamos, también pueden afectar nuestro corazón. En muchos casos, nosotros también tenemos esos vicios que criticamos en los otros, aunque algo reprimidos y moderados. El verdadero enemigo, a veces no está afuera, sino en nuestro interior. Aquél a quien ataco, me puede mostrar mi lado más oscuro. Con esto quiero decir, que la vanidad y el deseo de figurar, también están presente en el más impasible filósofo. Por ello, creo que la actitud de nuestro dictatorial filósofo, parte de su envidia. No se anima a manifestar que le gustaría tener tanta prensa como Tinelli o vender tantos libros como Pablo Cohelo. Pues a su programa financiando por el gobierno, no lo ven ni sus familiares. Mientras que su odio a la feria del libro, se debe a que apenas si puede vender tres o cuatro libros, mientras la cocina de la hermana Bernarda vende de a miles. Tal vez sea, porque esta modesta monja, aprendió que la humildad puede ser buena consejera y que la sabiduría se aprende tanto en la cocina como en la oración profunda. No se puede decir que la feria del libro es un gran circo, una burbuja donde se consume basura. Pues allí hay muchos chicos y escuelas que tienen su primer contacto con los libros. Se trata de uno de los eventos culturales más importantes del país. De un impresionante mercado de sabiduría, donde cada uno tiene la libertad de leer lo que quiera. Un centro de desarrollo intelectual en donde se respira libertad y cultura. En ella, sucede lo mismo que en el ciberespacio, donde encontramos una infinidad de conocimientos de manera rápida y sencilla. Tal vez, nuestro ilustrado filósofo, con su actitud autoritaria y tiránica, quisiera evitar ese desarrollo democrático del conocimiento. Y con un absurdo miedo, ante el que piensa distinto, trata de tontos a quienes las frecuentan. En un mundo intelectual, donde la competencia por publicar es altísima y donde cada vez se lee menos, los blogs han sido una herramienta interesante para publicar ideas. Odiar los “blocks” como lo hace el filósofo Feinmann o aborrecer las páginas web es como odiar al lenguaje, porque a veces podemos establecer diálogos intrascendentes. Rechazar la feria del libro porque allí se publiquen libros de alguna modelo de pensamiento débil o de la vedette de turno, significa también rechazar los cientos de autores, que tienen verdades muy profundas para transmitir a su sociedad. Cualquier persona que tenga algo para decirle a la sociedad, nos merece su respeto, por más que su nivel intelectual sea semejante al de un orangután. Y así como puede haber algún blog mediocre, también hay mucho desequilibrado que dice cosas sin sentido, como es el caso nuestro supuesto filósofo, que sólo busca criticar. Puede ser que a quienes escribimos en los blogs, un buen jefe de redacción nos de “una patada en el culo”. Puede ser que nos echen de algún diario por la pésima prosa que tenemos o que arruinemos nuestra lengua. Pero el lenguaje de nuestro alienado filósofo, parece ser más cercano al nivel de un analfabeto, que al del culto Borges. Creo que su nivel intelectual deja mucho que desear, si en menos de dos minutos, repite por lo menos siete puteadas, que ni siquiera el profesor D’elia es capaz de emitir. No es de esperar, que un amante de la sabiduría, corrompa el lenguaje de semejante manera. Pero 1 San Benito, Regla de los monjes, capítulo 64. “Oderit vitia, diligat frates. In ipsa autem correptione prudenter agat et ne quid nimis, ne dum nimis eradere cupit aeruginem fragantur vas”. nos parece, que esta agresiva corrupción del lenguaje de los bloggeros es infinitamente inferior, a perversión de seguir defendiendo las trastornadas ideas de izquierda que Feinmann ampara. Creo que es mucho más agraviante, desequilibrado o idiota, aquel que toma a un adolescente y les inculca ideas resentidas y corruptas, con el fin de generar la lucha de clases. Es mucho más vil, predicar el odio, la violencia y el resentimiento contra nuestros hermanos, que equivocarse en un acento o en un punto. Pero es peor aún, si se hace un culto de la muerte y se envía al matadero a los pobres adolescentes ansiosos de ideales de equidad. En nombre de una ilustrada ideología, algunos han programado a muchos jóvenes para cometer terribles atrocidades. No hay nada más grave, que ocultar nuestra cobardía detrás de una oscura filosofía, mientras se ha enviado a otros a un suicidio colectivo. Muchos de esos filósofos, que han predicado aquella letal ideología, hoy se dan el lujo de insultar y oprimir a los que piensan distinto. Detentan el poder, pero en sus manos ocultan un pasado repleto de sangre y terror. En nombre de los derechos humanos y el pensamiento, no solo persiguen a los bloggers sino a la iglesia, al campo y a la oposición. Con sus falsos discursos en nombre de la legitimidad popular y democrática, ya no usan a los adolescentes, sino a los pobres. Dicen defender a los indigentes, en nombre de la justicia social. Pero sólo les interesa cuidar sus bolsillos, ahogar al que tiene la suerte de triunfar en sus actividades y mantener el poder sin importar que terminen incendiando toda una nación. En el fondo son unos resentidos, cuyo complejo de inferioridad los incita a anular al que es distinto. Y creo que destruir el lenguaje, es infinitamente inferior a destruir un país.