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(1879-1937)
EL LORO PELADO
(Cuentos de la selva, 1918)
presentarse en el comedor con esa figura? Vol entonces hasta el hueco que
haba en el tronco de un eucalipto y que era como una cueva, y se escondi en
el fondo, tiritando de fro y de vergenza.
Pero entretanto, en el comedor todos extraaban su ausencia:
Dnde estar Pedrito? decan. Y llamaban: Pedrito! Rica, papa,
Pedrito! T con leche, Pedrito!
Pero Pedrito no se mova de su cueva, ni responda nada, mudo y quieto.
Lo buscaron por todas partes, pero el loro no apareci. Todos creyeron
entonces que Pedrito haba muerto, y los chicos se echaron a Llorar.
Todas las tardes, a la hora del t, se acordaban siempre del loro, y
recordaban tambin cunto le gustaba comer pan mojado en t con leche.
Pobre, Pedrito! Nunca ms lo veran porque haba muerto.
Pero Pedrito no haba muerto, sino que continuaba en su cueva sin
dejarse ver por nadie, porque senta mucha vergenza de verse pelado como
un ratn. De noche bajaba a comer y suba en seguida. De madrugada
descenda de nuevo, muy ligero, iba a mirarse en el espejo de la cocinera,
siempre muy triste porque las plumas tardaban mucho en crecer.
Hasta que por fin un da, o una tarde, la familia sentada a la mesa a la
hora del t vio entrar a Pedrito muy tranquilo, balancendose como si nada
hubiera pasado. Todos se queran morir, morir de gusto cuando lo vieron bien
vivo y con lindsimas plumas.
Pedrito, lorito! le decan. Qu te pas, Pedrito! Qu plumas
brillantes que tiene el lorito!
Pero no saban que eran plumas nuevas, y Pedrito, muy serio, no deca
tampoco una palabra. No hacia sino comer pan mojado en t con leche. Pero
lo que es hablar, ni una sola palabra.
Por eso, el dueo de casa se sorprendi mucho cuando a la maana
siguiente el loro fue volando a pararse en su hombro, charlando como un loco.
En dos minutos le cont lo que le haba pasado; un paseo al Paraguay, su
encuentro con el tigre, y lo dems; y conclua cada cuento, cantando:
Ni una pluma en la cola de Pedrito! Ni una pluma! Ni una pluma!
Y lo invit a ir a cazar al tigre entre los dos.
El dueo de casa, que precisamente iba en ese momento a comprar una
piel de tigre que le haca falta para la estufa, qued muy contento de poderla
tener gratis. Y volviendo a entrar en la casa para tomar la escopeta,
emprendi junto con Pedrito el viaje al Paraguay. Convinieron en que cuando
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