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ce xilis Halen Hor Edmond - " fone iLo que daria ahora por no haber hablado de cien- Cia fiecién aquella noche! Si no Jo hubiéramos hecho, en estos momentos no estarfa ohsesionado con esa bizarra ¢ imposible historia que nunca podré ser comprobada ni refutada. Peto tratindose de cuatro escrjtores profe ionales de relatos fantisticos, suponge que ¢! resultaba ineludible. A pesar de que logramas pos ponerlo durante toda la cena y los tragos que to mamos después, Madison, gustoso, conté a grandes rasgos su partida de caza, y una discusién sobre los pronésticos de los Dodgers Mas tarde me vi obligado a desviar la conversacion al terreno de Ia fantasia. No era mi intencion hacer algo asi. Pero habia bebido un escocés de mas, y eso siempre me vuelve analitico. ¥ me divertia la perfecta apa- riencia de que los cuatro éramos personas comu- nes y corrientes. | —Camuflaje protector, bo es —anuncié—. | ‘ iCuanto nos esforzamos por actuar como chicos buenos, normales y ordinarios! 40 Brazel me mir6, un poco molesto porla abrup- ta interrupci6n. —éDe qué estis hablando? —De nosotros cuatro —respondi—, Qué esplén- dida imitacion. de-ciudadano’ hechos y derechos! Pero no estamos contentos con eso... ninguno de nosotros. Por el contrario, estamos violentamente insatisfechos con la ‘Tierra y con todas sus obras; por eso nos pasamos la vida creando uno tras otro, mundos imaginarios. pongo que el pequefo detalle de ha- cerlo por dinero no tiene nada que ver —inquirié. Brazell escéptico. —Claro que si —-admiti—. Pere todos crea- mos nuestros mundos y pueblos imposibles mu- chisimo antes de escribir una sola linea, verdad? juso. desde nuestra infancia, zno? Por ese no estamos 2 gusto aqui, —Nos sentiriamos mucho peor es: algunos de los mun: que describimos —replicé Madison. el cuanto d la conversacién. Estaba de costumbre, copa en mano encion mos poco de éi, pero lo apreciabamos y admiraba mos sus historias. Habia escrito algunos relatos fascinantes, minuciosamente elaborados en su to- talidad sobre un planeta imaginario, —Lo mismo me ocurrié a mi en una oca- sién —dijo a Madison Qué? —pregunt6 Madison, —Lo que acabas de sugerir... Una vez escri bi sobre un mundo imaginario y luego me vi obli- gado a vivir en él —contest6 Carrick. 41 Madison solt6 una carcajada. —Espero que haya sido un sitio mas habita- ble que los escalofriantes planetas en los que yo planteo mis embustes. — Carrick ni-siquierasonri6, —De haber sabido que viviria en él, to h: bria creado muy distinto —murmuré. Brazell, tras dirigit una mirada significativa a la copa vacia de Carrick, nos guiié un ojo y pidi6, con voz melos: —Cuéntanos como fue, Carrick. Carrick no aparté la mirada de su copa mientras la giraba entre sus declos al hablar. Se entre una frase y otra Sucedi6 inmediatamente después de que me mudara junto a la Gran Central de Energia. A primera vista, parecia un lugar ruidoso, pero, en. iealidad, se vivia muy tranquile en las afueras de ‘a ciudad. ¥ yo necesitaba tran bir mis historias. . “Me dispuse a trabajar en la nuevs serie que abiz comenzado, una coleccidn de relatos que ocu jan en aquel mundo imaginavio, Empecé por crear detalladamente todas las caracteristicas fisi- cas de ese mundo, y del universo que lo contenia ‘sé todo el dia concentrado en ello. Y cuando ierminé, jalgo en mi mente hizo clic! “Esa breve y extrafa sensacion me parecié una sdbita materializacion. Me quedé alli, inmo- vilizado, al tiempo que me preguntaba si estaria enloqueciendo, pues tuve la repentina seguridad de que el mundo que yo habia creado durante todo el dia acababa de cristalizar en una existencia concreta, en alguna parte. 1 ; 42 “Por supuesto, ignoré esa extraia idea, sali de casa y me olvidé del asunto. Pero al dia si- _-guiente sucedi6 de nuevo. Dediqué Ja mayor parte del tiempo a la creacién de los habitantes del mundo de mi historia. Sin duda los habia imagina~ do humanos, aunque decidi que no fueran dema- siado: civilizados, pues eso imposibilitaria los conflictos y la violencia indispensable para mi rama ‘Asi pues, habia gestado mi mundo imagi- nario, un mundo de gente que estaba a medio civi- lizar. Imaginé todas sus crueldades y supersticiones. Erigi sus barbaras y pintorescas ciudades. Y, justo cuando terminé, aquel clic resoné de nuevo en mi mente “Entonces si me asusté de verdad, pues sen- ti con mayor fuerza que la primera vez esa extrai conviccién de que mis suedos se habian materta lizado para dar paso a una realidad sélida. Sabia que era una locura; sin embargo, en mi mente t convicci6n, Si en verdad habia creado un mu n universo con s6lo imaginaslos, ¢dénde s# hallaban? Desde luego no en mi propio cosmos No podria contener dos universos..., compietam distintos el uno del otro. “Pero, iy si este mundo y este universo de mi imaginaci6n se habian concretado en la reali- dad en otro cosmos vacio? ¢Un cosmos localizado en una dimensi6n diferente a la mia? {Uno que contuviera solamente dtomos libres, materia infor- me que no habia adquirido forma hasta que, de alguna manera, mis concentrados pensamientos les hicieron tomar las imagenes que yo habia sofiado? ~ Por qué los relatos que yo ima; 43 ‘Medité esa idea de la extrafia manera en que se aplican las leyes de la logica a las cosas imposibles. waba-no se habian vuelto realidad en ocasiones anteriores y s6lo ahora habian empezado a hacerlo? Bueno, para eso habia una explicacion plausible. Vivia cerca de la Gran Central de Energia. Alguna insospectiada corriente de energia emanada de ella dirigia mi imaginacion condensada, como una fuerza superainplificadora, hacia un cosmos vacio donde conmocioné la masa informe y la hizo apropiarse de las formas que yo sofiaba “;Creia en eso? No. Por supuesto que no, pero lo sabfa. Hay una gran diferencia entre el conoci- miento y la creencia; como alguien dijo: “Fodos los hombres saben que un dia morirén y ringuno cree gue llegara ese dia’. Pues conmigo ocurrié Jo mis- mo, Me daba cuenta que no era mundo fantastico hubiese adquiria: fisica en un cosmos dimensional diferente, aunque, al mismo tiempo, yo tenfa 12 extrafla conviccion de que asi era “Y entonces se me ccurrié algo que me pareci6 entretenido e interesante. :¥ si me creaba a mi mismo en ese otro mundo? {También seria yo real en él Lo intenté. Me senté ante mi escritorio y me imaginé a mi mismo como uno mas entre los millones de individuos de ese munde ficticio; pude crear todo un trasfondo familiar e hist6rico cohe- fente para mi en aquel lugar. ;Y algo en mi mente hizo clic” ie Carrick hizo una pausa. Todavia contempla- ba la copa vacia que agitaba lentamente entre sus dedos | 44 Madison le incité a continuar: —¥ seguro despertaste alli y una hermosa muchacha se acercé aU, y preguntaste: “gDénde estoy?” ‘ —No sucedié asi —respondié Carrick som- brfo—. No fue asi en absoluto. Desperté en ese otro mundo, si. Pero no fue como un despertar real ‘Simplemente, apareci alli de repente. ‘Seguia siendo yo. Pero era el yo imagina do por mi para ese otro mundo. Se trataba de otro yo que siempre habia vivido alli.... del mis- mo modo que sus antepasados. Verdn, yo lo ha- bia creado todo. “Y mi ouro yo era tan real en ese mundo ints ginario creado por mi come !o habia sido en el n propio. Eso fue lo peor. Todo en ese mundo a medio civilizar era tan vulgar dentro de su realidad. Hizo una nueva pausa. ‘Al principio, me result6 extrano. Can las calles de aquellas barbaras ciudades y miré rostros de las personas con un imperioso de seo de gritar en voz alta: ‘jYo los i é todos! jNinguno de ustedes existia hasta que + ios sonél’, “Sin embargo, no lo hice, No me habs crefdo. Para ellos, yo no era mas que un miembro insignificame de su raza. Como podian creer que ellos, sus tradiciones y su historia, su mun- do y su universo, habian surgido sibitamente gracias a mi imaginacin? “Cuando ceso mi turbacién inicial, me des- agradé el lugar. Lo babia creado demasiado bar- baro. Las salvajes violencias y crueldades que me habian parecido tan seductoras como mate- 45 ‘ial para una historia, eran aberrantes y repulsivas al vivirlas en mi propia came, Sélo deseaba volver a mi mundo. “GY no pude regresar! No habia forma. Tuve la vaga sensacién de que podria imaginarme de vuelta en mi mundo asi como habia imaginado mi viaje-a ese otro. Pero fue en vano. La extrafia fuer za que habia propiciado el milagro no funcionaba en la direccin contraria. “Lo pasé bastante mal al percatarme de que estaba atrapado en un mundo desagradabie, exte- nuado y birbaro. Primero pensé en svicidarme Sin embargo, no lo hice. El hombre se adapta a todo. ¥ yo me acoplé Io mejor que pude al mundo creado por mi.” —iQué hiciste alli? Qui cién cumpliste? —pregunté Brazel Carrick se encogid de hom —No dominaba las i del mundo que habia cread pie el de contar hi cows equ f jes y destrezas mi pro : aste! a escri- bir historias fantésticas? E] asintio, sombrio. —No me qued6 mas remedio. Era lo Gni- co que podia hacer. Escribi hisicries sobre mi propio mundo real. Para esa gente, mis relatos eran de una imaginaci6n desbordante... y les gustaron. ____ Nos echamos a refr. Pero Carrick permane- ci6 mortalmente serio. 7 Madison Mev6 Ja brofna hasta sus Gltimas consecuencias. < -creado? 6 4 2 como te las arreglaste para regresar fi- nalmente a casa desde ese otro mundo que habias, —iNunca regresé a casa! —respondi6 Carrick con un amargo suspiro. El ruido de un trueno Ray Bradbury \ El letrero de la pared parecia temblar bajo una deslizante pelicula de agua caliente. Eckels sintio, sus ojos parpadear, y el letrero ardi6 en esta mo mentinea oscuridad. SAFARI EN EL TIEMPO, S: A. SAFARIS A. CUALQUIER ASO DELPASADO —* USTED FLIGE Fi, ANIMAL NOSOHROS LO LIEVAMOS ALLE USTED LO MATA Una flemia tibia se formé en la garganta de Eekels; trag6 saliva y la empujé hacia abajo. Los misculos de su boca formaron una sonrisa mien- tras alzaba lentamente la mano, y en ésta onded un cheque de diez mil délares ante el hombre del escritorio. —jEste safari garantiza que yo regrese vivo? ——No garantizamos nada —dijo el oficial—, excepto los dinosaurios. —Se volvio—. Este es el senor Travis, su guia de Safari en el Pasado. Elle dira 50. a qué debe disparar y en qué momento, Si le dice que no debe disparar, no dispare. Si desobedece sus instrucciones, hay una severa multa de otros. diez mil délares, ademas de una posible accion del gobierno a su regreso. Eckels vio en el otro extremo de la vasta oficina Ia confusa maraia zumbante de cables y cajas de acero, y la aurora ya anaranjada, ya pla- teada, ya azul. Habia un sonido como de una gi: gantesca hoguera donde ardfa el tiempo; todos los afios y todos los calendarios de pergamino, todas las horas apiladas en lamas. El roce de una mano, y este fuego se vol- veria, maravillosamente y en un instante, sobre si mismo. Eckels record6 las palabras de los anun- cios en la carta, De las brasas y cenizas, del polvo y los carbones, como doradas salamandras, sal- taran los viejos afios, los verdes aitos; las rosas endulzaran el aire, las canas se volverin negro €bano, las arrugas se desvaneceran; todo sera de nuevo semilla, huird de la muerte, retornard a sus principios; los soles se elevardn en los ciclos de occidente y se ocultaran en orientes glorio- sos, las lunas se devoraran a si mismas, todas las cosas se meteran unas en otras como cajas chi- nas, los conejos entrarén en los sombreros, todo volver4 a la fresca muerte, la muerte de la semi- lla, la muerte verde, al tiempo anterior al princi- pio. Bastara el roce de una mano, el mas leve roce de una mano. ‘ncreible! —murmuré Eckels con la luz de la maquina iluminando su delgado rostro—.Una verdadera maquina del tiempo. —Sacudi6 la cabe- za—, Te hace pensar. Si las elecciones hubicran 51 ido mal ayer, yo quiz4 estaria aqui huyendo de los resultados. Gracias a Dios gané Keith. Sera un buen -presidente-de los Estados Unidos. oe —Si —dijo el hombre-detras del escritorio. ——Tenemos suerte. Si Deutscher hubiese ganado, tendriamos la peor de las dictaduras. Es el antitodo; militarista, anticristo, antihumano, antiintelectual. Ia gente nos llam6, ya sabe, y entre broma y bro- ma decian que si Deutscher sé convertia en presi- dente querian ir a vivir a 1492. Por supuesto, no nos ocupamos de organizar evasiones, sino safaris. De todos modos, el presidente es Keith. Ahora su timica preocupaci6n es. Eckels terminé la frase: —Matar mi dinosaurio. —Un Tyrannosaurus rex. El Lagarto de! Trueno, el mas increible monstruo de lz Firme este permiso. Si le pasa algo, no somos rs- ponsables. Esos dinosaurios son voraces. Eckels enrojecié, enojado. —iQuiere asustarme! —Francamente, si. No queremos que vaya nadie que entre en p4nico al primer tiro. El ano pasado murieron seis jefes de safaris y una do- cena de cazadores. Estamos aqui para darie la mayor emocién que un cazador pueda preten- der. Lo enviaremos sesenta millones de afios atrés para que disfrute de la mejor caceria de todos los tiempos. Su cheque esta todavia aqui, Rompalo. 7 El sefior Eckels miré ef cheque. Se le crispa- ban los dedos. —Buena suerte —dijo el hombre detras del escritorio—. Seftor Travis, es todo suyo. 52 Cruzaron el salén silenciosamente, llevan- do sus armas con ellos, hacia la maquina, hacia el metal plateado y la luz atronadora _ Primero un dia y luego una noche y lue- go un dia y luego una noche, y luego dia-no- che-dia-noche-dia. jUna semana, un mes, un aio, una década! 2055, 2019. {199 recieron! La maquina rugi6 Se pusieron los cascos de oxigeno y pro- baron los intercomunicadores. Eckels se balanceaba en el acojinado asien- to, con el rostro palido y la mandibula tensa, Sintié un temblor en los brazos, bajo Jos ojos y vio que sus manos apretaban el rifle. Habia otros cuatro hombres en la maquina. Travis, el jefe del safari, Lesperance, su asistente, y otros dos cazadores, Billings y Kramer. Se miraron unos a otros y los aflos centellearon a su alre- dedor —;Pueden estos rifles matar a un dinosaurio’ —se ny6 decir a Eckels -~Si da usted en el sitio preciso —dijo Travi radio del casco. —Algunos dinosaurios tie- nen dos cerebros, uno en la cabeza y otro en columna vertebral. Nos mantenemos alejados de ésos. Seria tentar a la-suerte. Tire las primeras dos veces a los ojos, si puede, cegindolo, y luego dis- pare al cerebro. La maquina aull6. El tiempo era una pe- licula que corria hacia atrés. Pasaron soles, y luego diez millones de lunas huyeron tras ellos. —Imaginese —dijo Eckels—. Los cazado- res de todos Jos tiempos nos envidiarian hoy. Al lado de esto, Africa parece Mlinois. 53 Ia méquina disminuyé la velocidad; su grito se convirtio en un susurro. La maquina se detuvo. El sol se detuvo en el cielo, la niebla que habia envuelto a la méquina se desvanecio, y alli se encontraban eltos; en“un tiempo viejo, un tiempo muy viejo en verdad, tres cazadores y dos jefes del safari con sus metalicos rifles azules sobre Jas rodillas. —Cristo no ha nacido atin —dijo Travis—’ Moisés no ha subido a la montafia a hablar con Dios. as piramides estén esperando ser construidas. Recuer- de que Alejandro, César, Napoledn, Hitler... ningu- no de ellos existe. Los hombyes asintieron. —Fs0 —sefial6 el sefior Travis— es la jun- gla de sesenta millones dos mil cincuenta y cinco afios antes del presidente Keith. Les mostré un sendero de metal que se perdia en la verde selva, sobre una sucesion pantanos, entre palmeras y helechossgigantes. —Y eso —dijo— es el sendero, instalado por Safari en el Tiempo para su uso Flota 2 diez centimetros del suelo. No toca ni siquiera una br na, una flor o un 4rbol. Es de un metal antigravi- tatorio. El propésito del sendero es impedir que toquen este mundo del pasado. No se salgan del sendero. Repito. No se salgan. ;Por ningiin motivo! Si se caen del sendero hay una multa. ¥ no tiren contra ningan animal que nosotros no aprobemos. —

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