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Hamlet Ensayos psicoanaliticos Carlos Sopena (editor) - > EDITORIAL Actualidad de siempre SINTESIS Consulte nuestra pagina web: www.sintesis.com En ella encontraré el catdlogo completo y comentado Disefto de cubierta: Manuel Gracia Gascon © Carlos Sopena (editor) © EDITORIAL SINTESIS, S. A. Vallehermoso, 34 - 28015 Madrid. Tels 91 593 20.88 bef fwwwwsintesis.com Reservados todos los derechos. Esta prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil pre registrar o transmicir esta publicacisin, integra 0 parcialmente, por cualquier sistema de recuperacién y por cualquier medio, sea meciinico, electrdnico, magnético, electrosprico, por torocopia fos en las le reproducie, © por cualquier otro, sin Ia autoriz in previa por escrito de Editorial Sintesis, S. A. Depésito Legal: M-3.832-2004 ISBN: 84-9756-160-0 Impreso en Espaiia - Printed in Spain Indice Presentacién .. : 7 1. A propésito de Hamlet .. a> Carlos Sopena 2. Hamlet, la tragedia del deseo .. ood, Elina Wechsler 3. Hamlet y Ofelia ..... 41 Vicente Palomera 4, Reflexiones psicoanaliticas sobre Hamlet 51 Jaime Szpilka 5. Hamlet y el nacimiento de la subjetividad ... 75 Daniel Schoffer 6. Hamlet a varias voces .. 101 Juan Carlos Capo 7. To see or not to see ..... uu7 Aurelio Gracia 6 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos 8. ;Saber 0 no saber? ...... Mariela Michelena 9, Hamlet y Don Juan Horacio Amigorena Traduccién de Daniel Marcinez 10, Fragmentos melancélicos Edmundo Géimez-Mango Bibliografia . Notas «0... Relacién de autores ... 127 139 161 175 18 185 Presentact6n Es TRENADA HACE CUATROCIENTOS ANOS, Hamlet es la obra mais representada en el mundo y sobre la que se han escrito infinidad de libros y articulos. Freud, que solia recurrir a la tragedia para formu- lar sus teorfas, tuvo presente a Hamlet en los tiempos en que estaba renunciando a su “neurética” y descubriendo el complejo de Edipo. Como es sabido, la interpretacién que hizo entonces y que sosten- drfa hasta el final de su obra, es que Hamlet no puede vengarse del hombre que climiné a su padre y ocupé el lecho junto a su madre, realizando asf sus propios deseos infantiles. O sea, que no puede cas- tigar a quien ha hecho lo que él hubiera deseado hacer. Muchos otros psicoanalistas han reflexionado también sobre Hamlet: Ernest Jones, Otto Rank, Ella Sharpe, Jacques Lacan, Nicolas Abraham y un lar- go eteétera. Las relaciones del psicoandlisis con el teatro y la literatura han sido desde el comienzo muy estrechas. Al escribir La interpretacién de los sueitos, Freud piensa en el teatro cuando propone la metéfora de la otra escena para referirse a la escena inconsciente. ¥ a pesar de que se que- jaba de que sus historiales clinicos eran lefdos como si fueran novelas, no tuvo inconveniente en llamar “novela familiar” a las fantasticas his- torias familiares inventadas por los neurdticos, para decir que estén estructuradas como una novela. 10 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos ficativos de la obra, de los que se desprenden diversas interpretaciones. Cada uno recrea en cierta forma a Hamlet a partir de sus vivencias, de su pensamiento y capacidades imaginativas, que al entrar en didlogo con el texto escrito le dan nueva vida, creando nuevas figuraciones y tramas de sentido. Hamlet, que aprecia este acto de amistad, nos recompensa modificéndonos y enriqueciendo nuestea experiencia. El libro que ponemos a consideracidn del lector tiene el atractivo de la diversidad de lecturas del enigma que nos propone Hamlet, pues cuenta con la colaboracién de psicoanalistas de diferentes orientacio- nes tedricas y de distintas zonas geograficas. Agradezco a todos ellos el haber hecho posible el libro que hoy presentamos. Los trabajos aqui reunidos son, por su orden, los siguiente En “A propésito de Hamlet”, quien suscribe esta presentacién cons- tata que para la gran mayorfa de los exegetas de la obra va de suyo que lo que habria que explicar es el aplazamiento de la venganza. En este sentido, ellos han estado tan obsesionados como el propio Hamlet con lo que tendefa que hacer. Propone un cambio de perspectiva que con- siste en hacer el esfuerzo de no adoprar el punto de vista del espectro, quien lo dnico que le interesa es ver cumplida su venganza, en cuyo caso en vez de preguntarnos por qué Hamlet da tantas vueltas deberia parecernos mucho més inexplicable que haya acatado sin oponer repa- ros un mandato a todas luces insensato, como lo prueba el desenlace de la ragedia en una muerte generalizada. El cambio de pregunta abre un panorama distinto. En “Hamler, la tragedia del deseo”, Elina Wechsler plantea que cl sometimiento al deseo de la madre produce, sintomdticamene, que no llegue la hora para el propio deseo. No se trata de que Hamlet no quicra ni que no pueda, sino de que no puede querer. Con lo que se enfrenta por tanto no ¢s s6lo con el deseo por su madre sino también con el deseo de su madre, un deseo que va mas alld de ella misma, mas allé de él. Hamlet esta alienado. EI falo, significante del deseo de la madre, se ha encarnado en Claudio y él, que no ha renunciado a ser- lo, no puede matarlo. To be or not to be, ser o no ser el falo. Para la autora lo que Hamlet presenta es la melancolizacién de una estructu- ta neurética Vicente Palomera concibe a Hamlet y Ofelia como el desdobla- miento de un mismo personaje —uno a través de dos- que en ocasio- Presentacion nes invierten sus papeles. Otra forma de duplicidad puede apreciarse en la estrategia obsesiva de idealizar primeto y luego degtadar al obje- to, estrategia que segtin Lacan seria un modo de poner obstaculos en el camino del encuentro con la dama, a fin de ignorar el hecho de que no hay relacién sexual. El autor concluye que la relacién de Hanilet con Ofelia ilustra bien la disyuncién entre su concupiscencia mental y su amor mortificado y, entre los dos, la via dificil por la cual inten ta mantener un deseo problematico e imposible. Ofelia, que perma nece oculta en las brumas de Elsinore, seria una metafora de lo pore que a veces llegan a saber los analistas de las mujeres que encarnan le partenaires-sintoma de sus analizantes obsesivos. Jaime Szpilka centra sus “Reflexiones psicoanaliticas sobre Haw let” en el célebre mondlogo “Ser o no ser: he aqui el problema’, al qs relaciona con la profecia oracular del padre del Hombre «le fas ats “Este chico seré un gran hombre o un gran criminal”. En ambos cases apatece la clisica manera disyuntiva del obsesivo: “o... 0”. que se com plejizaré cada vex més a medida que el autor va haciendo wn medita- do seguimiento de los textos freudianos sobre la identificacién, Al final de ese recorrido se pone de relieve que lo que esta en juego en la nor- malizacién subjetiva esté ligado al “ser y no set” més que al “ser 0 no set”, ya que lo especificamente humano pasa por el hecho de no poder verminar de ser. De la entrevista solicitada por un misterioso personaje a un viejo psicoanalista de Copenhague quedan unos folios escritos que nadie ha lefdo. En “Hamlet y el nacimiento de la subjetividad”, Daniel Schof- ar ha puesto en sus fer revela el contenido del manuscrito, que el az manos. El lector habré adivinado que dicho personaje era Hamlet que, cansado de que todos hablaran de él, reclamaba el derecho de ser escu- chado. Del relato surge, entre otras cosas, la diferencia de Hamlet con Edipo, el héroe de la tragedia clsica, a quien el conflicto se le plantea- ba en torno a su filiacién. Mientras Edipo crefa que era Uno, que no estaba escindido en su yo, Hamlet es la encarnacién del conflicto y duda porque encuentra en si mismo lo que tiene que combatir. Ham- let, que se constituye como sujeto a partir de este conflicto, es el pro- totipo del héroe trdgico moderno, que sabe que cuando uno quiere actuar de acuerdo con la conciencia y la razén, cn realidad puede estar comandado por su deseo inconsciente y por su pasién. 12 Hornlet. Linwayes psicoonaliticos En “Hamlec a varias voces”, Juan Carlos Capo comienza conside- rando el cnfoque de la obra que hicieron Bertold Brecht, los surrea- listas y el tedrico teatral polaco Jan Kott, para destacar, por ultimo, el punto de vista de los psicoanalistas, como Freud y Lacan. En una segun- da parte se refiere a los avatares de Hamlet en la comarca teatral mon- tevideana, en las Asperas décadas de los afios sesenta y setenta. A par- tit de entrevistas, indaga sobre la huella que ha dejado en hombres de teatro que han dirigido, adaptado o representado a Hamlet. En “To see or not to see” Aurelio Gracia centra su reflexién sobre Hamlet en la versién cinematogrifica de Kenneth Branagh (1996). La mayor parte de la accién de esta pelicula se desarrolla en el gran salén de los espejos del palacio. En la primera escena del Acto IIL, Clau- dio y Polonio se ocultan detrds de una puerta-espejo para espiar la con- versacion de Hamlet con Ofelia. Pero un ruido (que introduce Bra- nagh, pues no esté en Shakespeare) avisa de una presencia real detrés del espejo. A partir del momento en que el espejo permite “ver” algo més que lo que le es mostrado, cambia el discurso de Hamlet, que atra- viesa el espejo para alcanzar a quienes se ocultan detras de él. El autor sostiene que esta escena pone de manifiesto el papel articulador de la funcién imaginaria con lo real y lo simbélico, los otros dos registros functamentales. Mariela Michelena propone en “;Saber 0 no saber?” una posible lectura de Hamlet como el drama de las preguntas, la tragedia de la auriosidad, de querer y no querer enterarse. La revelacién del espectro hace que Hamlet ya no pueda creer en la pureza de su madre y, por consiguience, en la de ninguna mujer. A esta cruda revelacién, que lo cnloquece, Hamlet busca oponerle la ficcién teatral de “La Ratoneta’, una obra dentro de la obra, que muestra la verdad con la distancia sufi- ciente, en una simultaneidad entre el saber y el no saber que permite reconocer el propio drama. En “Hamlet y Don Juan” Horacio Amigorena confronta a ambos personajes consideréndolos como mitos que teflejan los conflictos fun- damentales de la existencia. Hamlet, encadenado al primer objeto de amor, y Don Juan, que ama a todas las mujeres, representan la polari dad antagénica en la que se construye el deseo masculino. Otra acti- ud dispar la presentan ante las palabras: Hamlet intertoga a las pala- bras, buscando la idea perdida en el laberinto del lenguaje, mientras Presentacién que Don Juan desconfta de ellas duce disfrazando la verdad, mientras que Hamlet nos la arroja, desnuda, a la cara. Ninguno de los dos sabe enterrar a sus muertos, que vuelven como espectro 0 como estatta animada para conducitlos a la muerte. Por tiltimo, en un libro dedicado al triste principe danés no podia faltar una reflexidn sobre la melancolfa. En “Fragmentos melancéli- cos”, Edmundo Gémez-Mango articula la teoria psicoanalitica con la experiencia psiquidtrica y de la literatura, subrayando el papel itreemplazable del complejo melancélico en el conocimiento de lo psiquico, en una experiencia del alma que no puede ser vivida més que en la enfermedad. La autoacusacién del deprimido, cuando se reconoce pequeiio, egoista, insincero, dependiente, aprehende, nos dice Freud, una verdad psiquica con més agudeza que ottos que no estin enfermos. Les deseo una buena lectura. Carlos Sopena 13 A propésito de Hamlet Aunaue NO ES UNA PERSONA REAL, Hamlet es todo un cardcter, existiendo una serie de rasgos que son definidos como hamletianos. Al acercarnos a él tratando de elucidar las razones ocultas de su extrafio comportamiento, debemos tener presente que es un personaje muy abierto, que puede tomar diversas formas sin dejar de ser el mismo. De hecho, no sdlo esté el Hamlet de cada actor sino, inclusive, el de otros autores, como el de Jules Laforgue, por poner un ejemplo, del que Macterlinck ha podido decir que en ocasiones resulta mas ham- Ietiano que el de Shakespeare. Desde el comienzo de la obra Hamlet se muestra profundamente deprimido y en las primeras palabras que pronuncia cuando esta solo manifiesta un ansia de morir: ;AA, si esta carne demasiado, demasiado sblida se fundiese, se derritiese y se disolviese en un rocto! ;Oh si el eterno no hubiera fijado su ley contra el suicidio! ;Oh Dios, oh Dios! ;Qué fati- gosus, rancias e intitiles me parecen todas las costumbres de este mundo! j Qué asco me da! Ah, qué asco, qué asco! Este largo soliloquio finaliza con reproches a la reina Gerttudis por su precipitacidn en contraer un nuevo matrimonio, que le ha hecho cambiar bruscamente la imagen que tenia de ella, Hendndolo de perplejidad y amargura. Pero aunque suefia con la muerte, Hamlet ceme que ella sea una pesadilla de la que no seria posible despertat, El conflicto trigico arran- 16 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos ca desde el momento en que se le aparece el espectro del padre y le revela que ha sido asesinado por su hermano, el actual Rey y esposo de la Reina. Apelando al amor filial exige ser vengado con la muerte de Claudio. Hamlet se precipita a acatar el mandato pero luego dara muchos rodeos antes de realizar lo prometido. Se ha discutido mucho si el espectro es 0 no es una alucinacién de Hamlet. Aunque los primeros en verlo son Horacio y Marcelo, también es cierto que su aparicién responde a un deseo previo de Hamlet, quien dice a Horacio: Mi padre... me parece ver a mi padre. iDonde, sehor? En la visién de mi alma, Horacio. En ese momento éste le dice que ctee haberlo visto esa noche, por lo que podriamos suponer que es Hamlet quien al invocar al padre provoca su retor- no como muerto vivo. Mas adelante, cuando sus amigos tratan de evitar que siga al espectro, Horacio dice: Se vuelve frenético con sus imaginaciones. La sombra del padre vuelve a presentarsele en la escena del Acto III que se desarrolla en la habitacién de la Reina, la que al no ver con quién él est hablando piensa que esti loco: Ay zedmo estes t1, que pones tus ojos en el vacio y conversas con el aire sin cuerpo?, dice Ger- trudis. Esta escena, que podria ser un argumento a favor del cardcter alucinatorio del espectro, sin embargo no lo es, pucs como nos lo recuerda A. C. Bradley, los fantasmas de la época isabelina podian limitar su aparicién a una sola persona. De todas maneras, mas que un habitante de otros mundos, la sombra del padre es algo que se halla en el alma de Hamlet, en su animo sombrio y en sus oscuros presentimientos. Hamlet y Edipo La mayoria de los estudios psicoanaliticos han tratado de explicar. la tardanza de Hamlet en dar cumplimiento al mandato del especteo paterno; consideran que padece una inhibicién incomprensible, tan- to para los espectadores como para el propio protagonista. Freud, que desde sus primeros trabajos traté de comprender el arte y la literatura a partir de sus descubrimientos, interprets que lo que inhibe la accion de Hamlet es la culpabilidad inconsciente, pues no puede castigar en A propésito de Hamlet | ! el rey Claudio lo que coincide con sus propios deseos parricidas e inces tuosos reprimidos y siempre activos de su infancia. Aunque en Exquema del psicoandlisis, de 1938, reafirma que ha soli cionado el enigma del irtesoluto principe danés refiriéndolo al com plejo de Edipo, esa temprana explicacién no deberfa de haber sido ph ‘actoria para el autor de Duelo y melancolia, de Muis silt namente satis! del principio de placer y de El yo y el ello. Lacan no seguité a Freud en su interpretacién basada en ba culps bilidad edipica inconsciente, por considerar que esta tiltima pris haber servido para explicar no sélo la inhibicién de Hamlet sine ane bien el efecto opuesto, es decir, una precipitacién en consumer bi ven ganza, que habria aplacado su propia culpabilidad al castiyaar luera cls st mismo al verdadero culpable. En su seminario El deseo y ste interpretacién, de 1958 (9, sean como objeto de estudio el petsonaje de Hamlet y traté de dliluc ich sus “vagabundeos” desde la teorfa del falo, que ocupa un lugar conual en la estructuracién del deseo. Seftalé que tras el desprecio y la desva lorizacibn que hace de Claudio, Hamlet intenta ignorar que debe haber algo bastante fuerte que une a la reina Gertrudis con su actual mari- do, el que por tener lo que ella desea encarna al falo, significante de la potencia que él no osa destruir. Para Lacan éste es el punto alrededor del cual gira y vacila la accién de Hamlet. Esta interpretacién plantea, a mi modo de ver, algunos interro- gantes. ;No se dice, acaso, que también habia algo bastante fuerte que unia a la Reina con su difunto esposo? Si, ella se colgaba de él como si el deseo se hubiera aumentado con aquello de que se nutria, y, sin embar- go... dice Hamlet en su primer soliloquio. Sin embargo, Gertrudis no hizo duelo por la muerte del Rey, lo que nos desconcierta tanto como asu hijo, porque da la impresién de que no se le ha perdido algo sig- nificativo, de ser una mujer sin falta. Tal vez ella no habia estado tan colgada de su primer marido como crefa Hamlet, movido quizés por el deseo de sostener a la pareja formada por el Padre Ideal y Ia Madre Falica, pareja poseedora de todas las perfecciones y poderes, de la que no puede hacer el duelo. Gertrudis es otro petsonaje problemitico y no ficil de describir; aunque manifiesta buenos sentimientos y ama a Hamlet, al que qui- siera ver casado con Ofelia, no es seguro que guardara fidelidad a su \7 18 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos esposo cuando él vivia ni que no fuera cémplice del asesinato, aunque esta tiltima sospecha tiene escaso fundamento. Es la prisa indecorosa de su madre en volverse a casar lo que escandaliza a Hamlet, pues, como sefiala E. Wechsler, la madre sobrestimada, que estaba unida al Padre Ideal, se le aparece de pronto entregada a una sexualidad que considera indigna y desenfrenada, y que lo angustia al extremo de pro- ponerle un tratamiento de abstinencia. Todos se preguntan por qué Hamlet no acttia, pero la situacin en que se encuentra no ¢s sencilla, pues ha recibido el mandato de come- ter un crimen que es del orden de un parricidio, ya que se trata de su tio y el Rey. Responder a un crimen con un nuevo crimen tampoco parece ser la mejor manera de restablecer la justicia y poner remedio ala podredumbre que habia invadido al reino y que puede haber teni- do su origen en la muerte de Fortimbrés de Noruega, que perdis en un combate con el rey Hamlet su vida y sus tierras, ganadas por éste supuestamente en buena ley, segtin lo que se habia pactado. Pero todos no son de la misma opinién, pues el joven Fortimbris se considera con derecho a tecobrar, si es preciso por la fuerza, las tierras arrebatadas a su padre. N. Abraham, que ha estudiado las influencias transgeneracionales, después de “investigar” el pasado secteto de los personajes de la obra, hizo la conjetura de que en su duelo con Fortimbras ef rey Hamlet habria utilizado una espada envenenada como la que afios mds tarde cmpuiiard Laertes. Los efectos patégenos que produce en la genera- cidn siguiente la existencia de un secreto familiar inconfesable, que bloquea los procesos de simbolizaci6n, explicarian en opinién de este autor la oscuridad de la tragedia y la confusion de Hamlet, a quien no puede resultarle facil vengar a un padre asesino. Segtin J. Herder, citado por S. Viderman, la tarea de Hamlet no podia limitarse a vengar a su padre mediante la muerte del asesino. Para que la venganza estuviera a la medida del crimen, éste debia ser probado y denunciado, aportando la prueba irrecusable de la fecho rfa de Claudio, impidiendo que el pueblo menospreciara los méviles de la venganza atribuyéndola a una baja rivalidad por la posesin del trono. Como decfa antes, para la mayorfa de los exegetas va de suyo que lo que babrfa que explicar es el aplazamiento de la venganza. En este A propésito de Hamlet sentido, ellos han estado tan obsesionados como el propio Hamlet con lo que tendria que hacer. Propongo un cambio de perspectiva que con- siste en hacer el esfuerzo de no adoptar el punto de vista del espectro, aquicn lo tinico que le interesa es ver cumplida su venganza, en cuyo caso en vez de preguntarnos por qué Hamlet da tantas vueltas deberia parecernos mucho mas inexplicable que haya acatado sin oponer rep. ros un mandato a todas luces insensato, como lo prueba el deseril.c« de la tragedia en una muerte generalizada. El cambio de pregunta ne. abre un panorama distinto. Hamlet esta decidido por anticipado a obedecer, fuera cual fu ra la demanda, por lo que desecha los prudentes consejos de sits an gos y no admite ninguna dilacién en ir a reunirse con la sorbic su padre. Mi vida no me importa el precio de un alfiler, exAamva, y deja arrastrar hasta un lugar aparcado donde el espectra le dice que su obligacidn es vengarlo. También le dice que esta condenacde jut los curbios delicos que ha cometido, pero Hamlet no prepuinta cua les han sido esos delitos ni si han tenido relacién con cl aiyico fin de su vida. Como ha sefialado J. Allouch (1977), Hamlet no quiere saber nada de los defectos del Rey cuando todo su empefio parece pucsto en res- taurar la figura de un Padre Ideal en el preciso momento en que debe- rfa hacer un duelo. Segiin este autor, hay un no dicho que inaugura toda la tragedia y Hamlet hace un juramento de fidelidad incondi- cional fundado sobre un no dicho. Lacan dice que en Hamlet no se habla mas que de duelo y desta- ca el importante papel de los ritos funerarios en la elaboracién del due- Jo, pues producen simbolos que permiten “velar” la pérdida real. Estos rituales no se cumplen del todo en el caso de Polonio ni en el de Ofe- dificultades politicas y aparecer, pues lia, enterrados precipitadamente para sorte religiosas. El rey Hamlet es un mucrto que se resiste a des 2 quedan cuentas por arreglar, bastando unas pocas apariciones de su sombra para marcar a toda la obra con un aire sombrio que inquieta ala vee que fascina. Mis que la culpabilidad edipica en la que Freud bas6 su interpre- tacién, encontramos una deficiencia simbslica que se traduce en la sca de un padre imaginario que retorna como sobreinvestidura nar n muerto vivo, haciendo imposible el duelo. Se pueden apreciar los efec- 19 20 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos tos invasores de una identificacién en la que predomina la dualidad y la confusi6n de lugares con el objeto, que culmina en una escisién yoi- ca, ¥ que es opuesta a la identificacién simbélica, discriminadora, que se desarrolla en el seno de la triangularidad edipica, que es un proce- so en el que el yo se separa del objeto y queda diferenciado del super- yo y del ideal del yo. Esta identificacién es la que puede abrir el cami- no a la elaboracién del duelo. A mi juicio, corresponde enfatizar que Hamlet y el espectro sellan un pacto perverso, que no sélo esta fundado en un no dicho, exigien- do obediencia absoluta sin plantear ninguna pregunta, sino que ade- més es un pacto basado en Ia muerte y la venganza, que refleja una perturbacién de Ia relacién con la funcién normativa de los imperati- vos culturales. Hamlet y Narciso Al acatar el mandato paterno sin hacer preguntas ni producir una respuesta que salvaguardara su posicién subjetiva, Hamlet refuer- za un vinculo narcisista con un objeto idealizado que le ha asigna- do una misién que él concibe como algo grandioso a lo que estarfa predestinado: Los tiempos estén desquiciadas; ah condenada desgracia jhaber nacido yo para enderezarlos! En estas palabras se conj ugan el suftimiento y el goce, la condenada desgracia y el ocupar un lugar de excepcidn, que justifica cualquier sacrificio y convertirse en el brazo ejecutor de la venganza, desestimando las dudas 0 los escrti- pulos que pudieran surgir al respecto. La obra que hace representar para poner en evidencia la culpabilidad de Claudio, en la que inser- ta escenas de su autoria, dice que se titula “La ratonera”, titulo que él inventa y que puede reflejar la situacién sin salida en la que se siente inmerso. Dicha situacién es el efecto de la identificacién narcisista con un” padre mitico que viene a ser una sintesis de Hiperion, Jtipiter y Mer- curio. Tanta idealizacién no est4 exenta de ambivalencia ni impide que el objeto pueda convertirse en un perseguidor implacable. El reverso de esa figura incomparable es un supery6 que exige lo imposible y sin limite, que no va a estar nada satisfecho con la “pereza” de Hamlet, A propésito de Hamlet amonestindolo incesantemente; éste, en lugar de cuestionar lo que se le demanda, se autorreprocha llamandose cobarde, flojo, y se enfure- ce consigo mismo por no poder deciditse. Es la relacién narcisista con el padre la que le hace perder su juicio critico y sus defensas. Es probable que la enigmética inhibicién de Hamlet responda tan bign a la aplastante exigencia del Padre Ideal, al que no puede haces otra cosa que obedecerlo y decepcionarlo. Su acto debe ser tun pet jarlo, Cuando encucat 1 fecto que nunca llega el momento de real Claudio rezando piensa que ésa es la ocasién de hacerlo bien, aunep no tan bien porqtie matindolo en ese momento de contricién fo civta perar a sorprenderlo cn estate ria al cielo; para hacerlo mejor debe de pecado y asegurarse de que iré al infierno. Pero es mis convincente pensar que Hamlet no realizat lo qe je metié al espectto por set la tinica manera de preservar su liletiael yo subjetividad. Despues de su juramento, conserva la dud y ba espera de que todo no haya sido mas que un engaiio: EL espiriti yure he vote puede ser el Diablo, y el Diablo tiene poder para tomar uni fiqura agre dable, si, y quizd, por mi debilidad y mi melancolta, conio es tan poten- te con rales espiritus, me engaria para condenarme, Pero una ver confit- mada la culpabilidad de Clatidio, cuando tiene todos los motivos pata actuar, Hamlet se ampara en la inmovilidad. Los términos de su juramento de fidelidad tienen algo de autoin- molaci6n a un ser divino :Recordarte? Si, de la tabla de mi memo- ria borraré todos los recuerdos triviales y necios, todos los dichos de los libros, todas las formas, todas las impresiones pasadas que han copiado alli la juventud y la observacion; y slo tu mandato vivird en el libro yel volumen de mi cerebro, sin mezclarse con materia mds baja: sh, sh or el Cielo. Aunque la obediencia al padre cra mucho mis severa en jos dias de Shakespeare que en los nuestros, en estas palabras hay algo excesivo que sobrepasa al tipico sometimiento neurético a la volun- tad paterna. Hamlet se va camente con el mandato superyoico del espectro, cuyas palabras son un Hamado directo a la pulsidn, al margen de las funciones normati- vas y las de autoconservacidn. Bl efecto traumatico de esas palabras. no s6lo priva a Hamler de recuerdos, haciendo imposible el duclo, sino que trastoce toda su organizacién subjetiva, sostenida en una vida repre- aa de sus pensamientos ¢ intereses para llenarse tini- 21 22 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos sentacional que anuda lo psiquico con lo somtico y con la realidad, y cuya alteracién produce el desprendimicnto de los objetos de inves. tidura, extinguiendo el deseo y liberando pulsién de muerte. Si antes del encuentro con el espectro Hamlet amaba a Ofelia, a partir de ese momento la trata de una forma despectiva y cruel, aban- donandose a un goce sadomasoquista que incrementa el proceso auto- destructivo; terminard destruyendo al objeto de su amor y de su deseo que lo ligaba a la vida. Al no haber puesto limites a su entrega a la som- bra del padre tampoco puede ponetlos a su agresién, como se aprecia en la escena en que expulsa violentamente a Ofelia de su vida, envidn- dola a un convento. No es castralidad que en Duelo y melancolia Freud se acuerde de Ham- let. Al referirse a la autodenigracién como rasgo clinico principal de la melancolia, pone como ejemplo una de sus frases: Dad a cada hombre el srato que se merece, y :quitn se salvaria de ser azotado?Y en otto momen- to le diré a Ofelia: Yo mismo, soy medianamente honrado y, sin embargo, me podria acusar de tales couas que mds valdria que mi madre no me hubie ra parido. Como es sabido, la autodenigracin encubte la denigracin del objeto, que ha sido incorporado; la dualidad y la ambivalencia que caracterizan al combate melancélico con el objeto son presentadas en la obra de un modo manifiesto, pues lo que en ocasiones es para Hamlet la sombra venerada del padre, en otras es tratada con burla y desprecio, llanindole viejo topo, buena pieza o el compadre del sétano. Otro hecho sorprendente es que Hamlet, deponiendo su habitual suspicacia, dé su asentimiento a participar en el torneo organizado por cl rey Claudio, sin sospechar que es una pérfida trampa que le preparan sus enemigos. E] sabe con qué intenciones habia sido enviado a Ingla- terra y que para salvarse debié actuar con astucia, cambiando el despa- cho real que lo condenaba por otro que enviaba a la muerte a Rosen- crantz y a Guildenstern. Regresé a Elsinor reforzado, pues habia logrado frustrar los planes de Claudio; sin embargo, es éste quien vuelve a tomar la iniciativa, ya que Hamlet no emprende actividad alguna. Horacio lé advierte que perder esa apuesta, a lo que responde que tiene un mal presentimiento. Si a vuestro dnimo no le gusta una cosa, obedecedle, repli- ca Horacio, pero una vez, mas serin intitiles las advertencias de quienes tratan de protegerlo: Si ésta es la hora, vendrd de todos modos; estar dis- puestos es todo, puesto que nadie es duero de lo que deja. A propésito de Hamlet Finalmente, la tan anunciada mucrte del Rey no es el resultado de un plan meditado por Hamlet, sino la consecuencia inevitable de una serie de sucesos inesperados y repentinos, totalmente independientes de su voluntad. Cuesta seguir a Lacan cuando afitma que en la escena del cemen terio en la que Hamlet salta a la fosa y lucha con Laertes, se produce el levantamiento de la procrastinacién (dilacién del acto) debido a que en un santiamén hace el duelo de Ofelia y accede a una efectiva posi cidn de sujeto deseante. Lacan valora positivamente que Hamlet pase a la accién, pues considera que su problema es que no acti. Su intey pretacién es, a mi modo de ver, bastante optimista, pues la reaccion de furia agitada de Hamlet mas que una superacién de la procrastina cién parece representar la otra cara de la inmovilidad melancélica. Por un lado, nadie cree a Hamlet cuando, completamente trastornado, alardea ante Laertes de haber amado a Ofelia como cuarenta mil her manos. Por otro lado, es dificil admitir que el duelo consista en un acto y no en un trabajo psiquico que requiere su tiempo. Tanto la agre- sion a Laertes como la fuerza fatidica que lo impulsaré a participar en el coco pergefiado por Claudio, cuando presiente que va a morit, no parecen ser expresién de un deseo liberado por la realizacién del due- lo, Haciendo una lectura ms atenta del texto, L. Vigotski subraya la diferencia: Hamlet dice estar dispuesto a batirse, que no es lo mismo que estar decidido. Aunque sea posible encontrar sintomas obsesivos y también histé- ricos en Hamlet, lo que parece predominar es la patologia narcisista, presentando una estructura melancélica caracterizada por el conflicto entre el yo y el supery6, y que Freud (1924) consideré como el para de transfe- digma de las neurosis narcisistas, distintas de las neuros rencia y de las psicosis. En es hay una regresidn al narci- sismo primitivo 0 una insuficiente reorgani cisis La investidura isista, se hace en desmedro de la investidura obje- tal, a pesar de lo cual la ambivalente relacién con el objeto se mantie- ne desplazada al interior. La defensa melancélica no repudia la reali- dad, como ocurre en las psicosis, sino que la despoja de toda ilusién por un retiro de libido que también empobrece al yo tas NCUrOsis acién edipica del mo. Diversos autores posfreudianos asimilaron el narcisismo a las psi- ncolia dentro de las “depresiones psicéti- cosis e incluyeron a la mels 23 24 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos cas”, privandola de su posicién intermedia que la relaciona con las otras entidades clinicas e ignorando que su estructura psicopatoldgica es tan cercana a la de las psicosis como a la de la neurosis obsesiva, Como se comprendera, utilizo como referencia la nosografia freudiana de 1924, pues no hubiera empleado el término melancolta si ello implicara con. siderar a Hamlet como psicético. De todas maneras, la enigmatica personalidad de Hamlet trasciende a nuestros esquemas psicopatoldgicos. Hamlet y el bufén 2Y si la locura de Hamlet fuera més simulada que verdadera, no otra cosa que un papel conscientemente asumido? ;Su predileccién por el teatro no le har confundir la vida con una representacibn esce- nica? Su locura es menos que locura y mas que fingimiento, scan T. S. Eliot. Muchas veces se 1 ; ¢ ef loco para burlarse y desconcertar a quienes le rodcan, actuando de una manera bufonesea. Podria decit- Se que se comporta como el fool de la obra, recurtiendo a juegos de palabras o frases enigméticas que el traductor debe explicar para que el lector pueda entenderlas. Cuando Rosencrantz le pregunta dénde esta el cuerpo de Polonio, responde: Fl cuerpo esté con el Rey, pero el Rey no esta con el cuerpo. Ell Rey es una cosa. Y poco después tiene lugar el siguiente didlogo: Rey.— Ea, Hamlet, zdénde esté Polonio? Hamlet. En una cena, Rey ;En una cena? Dénde? Hamlet.— No donde come dl sino donde es comido: cierts blea de gusanos politicos estén ahora mismo con él. El bufén es ante todo el loco, el guardisin del lugar de la verdad, segiin Lacan, y Hamlet desempefia ese papel, al punto de presumir de loco. Antes del torneo final, al pedir excusas a Laertes por el inciden- te del cementerio, dice: Todos los presentes saben y por fiverza lo habéis vido decir, que he sido castigado con una lamentable locura. Puede habla de la muerte de Polonio con gran distanciamiento ¢ ironia, del mismo A propésito de Hamlet modo que puede hablar de su propia locura, mientras que otras veces las palabras irénicas se mudan en reproches violentos, sobre todo cuan- do se dirige a su madre. Asimismo, las ambigtiedades y sutilezas puc den ser dejadas de lado para presentar la cuestién de la verdad al des nudo, sin ambages, como expresién del pesimismo incurable de un cemperamento melancélico. En la escena del cementerio es notable la emocién que le produc« el recuerdo de Yorick, el bufén del Rey, que le hace evocar su inane ia éD6nde estén ahora tus burlas, y tus cabriolis. y y tiempos mis felic tus canciones, y tus chispazos de alegrta, que solian hacer a tod la mens lanzar una risotada? Tampoco es mera casualidad que el | Larter sh J. Laforgue sea hermano por parte de madre de Yorick, hijos ambe: de una hermosa gitana que echaba la buenaventura. G. Miguez y S. Quirici, que han estudiado la funcidn del bution en Shakespeare, su diversidad y evolucién, subrayan que el bufén sha kespeareano es un personaje cémico y obsceno sdlo en la vertiente del clown dry, pero no lo cs en absoluto en el tipo sf cuya astucia y suti- Ieza lo convierten en el mas hicido de los personajes de determinadas obras. El primero, en tanto que provocador de la risa, estaba llamado a satisfacer al gusto popular, pero Shakespeare continué enriquecién- dolo con nuevas perspectivas hasta llegar al bufén de El rey Lear, que para las citadas autoras es el mas elaborado, y que a diferencia de los otros no tiene la actitud de desapego e indiferencia afectiva ante los sucesos dramaticos que tienen lugar en su entorno. Seguin A. C. Bradley, Hamlet es cl tinico de los héroes trigicos que puede ser considerado como un humorista. E{ humor es para él una forma de buscar la indiferencia y encontrar un alivio a su Ani- mo demasiado cargado. A través del humor denuncia una realidad a la que a la vex trata de tomarla de otra manera y perdonarle su con- traste con el ideal. Aunque bromce frecuentemente, Hamlet conser- va un aire serio y no acttia como un payaso que trata de mitigar cl infortunio haciendo teit, sino que con toda su verbosidad y sui sar- casmo meditado presenta una desgarrada visién de la realidad. Por un lado, posee el distanciamiento que le permite denunciar la ambi- cién de poder que conduce al crimen, pues él no se muestra intere- sado en convertirse en Rey y, por otro, esta completamente identifi- cado con la causa de su padre muerto, al extremo de sacrificar su 25 26 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos bienestar y su vida por cumplir la misién imposible que le ha sido encomendada. Al comienzo de la obra Laertes dice a Ofelia que no debe confiar en las promesas de Hamlet, que es vasallo de su nacimiento y no due- fio de su voluntad, pues debe cefiirse a los votos y consentimientos de ese cuerpo de que ¢l es cabeza. Pero estas palabras de advertencia son desmentidas por el comportamiento de Hamlet, que no piensa ni acttia como corresponderia a su condicién de principe, sino que se ubica en una posicién de cierta marginalidad desde la que cuestiona las cos tumbres y las normas de la corte, con las que no se muestra identifi- cado. Es un principe peculiar hasta la anomalia. Cual de las distintas facetas de nuestro protagonista se aproxima més al coraz6n de su misterio? Al empefio de los psicoanalistas en atra- parlo en las redes de nuestras teorias, Hamlet podria replicar lo mis- mo que a quienes pretendfan arrancarle su secreto. :Piensas que soy mds fitcil de hacer sonar que una flauta? A\ final debemos soltar la presa, pues no hay f6rmula explicativa que consiga capturar el alma del desdicha- do principe, cuyo misterio y encanto se han conservado y perduraran a lo largo de los siglos. 2 Hamlet, la tragedia del deseo En todos los tiempos han gustado de disfrazarse con los atribur tos de la locura aquellos que tenian algo que decir y no podian decir lo sin peligro. Del mismo modo que el suefio, procede cn el drama de Shakespeare cl desdichado principe que se ve forjado a fingir la demencia, y siendo asi, podemos decir de él lo que, sustituyendo las circunstancias verdaderas por otras chistosamente incomprensibles, dice Hamlet de si mismo: “No estoy loco sino cuando sopla el Nor- deste, cuando sopla el Sur distingo perfectamente una garza de un halen”. Freud, La interpretaciin de los suetios. Edipo y Hamlet Cronos que devora a sus hijos, Zeus que castra a su padre, Ate- nea, Narciso, pero sobre todo Edipo y Hamlet, desempefian un pun- to de apoyo evidente a lo largo de la claboracién tedrica y clinica freu- diana. Su constante recurtir a la tragedia, mas que valor de ejemplific cidn, tiene valor de prueba, de testimonio de los paradigmas tedricos. Se trata del pasaje de la ficcién literaria a la hermenéutica psicoana- litica. 28 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos La mitologfa y su plasmacién trégica le revelan cristalizaciones psi- quicas que lo llevan a da postulacién del complejo de Edipo como una for- macién humana universal, ligada al destino’, tal como apunta en su articulo sobre la cuestidn del andlisis profano. Freud se siente, y lo recalcard una vez mas en este singular didlogo con un interlocutor imaginario, mds deudor del mito y del poeta que de la medicina o la psicologia de su época. Cuando eleva a la catego- ria de universal la premisa edipica, nos descubre que el oriculo expre- sael deseo de todo ser humano, de todo nifio, y aun, de todo lector y espectador. Asi: En la tragedia, por ejemplo, no ahorran a este tiltimo las impre- dolorosas, no obstante lo cual puede sentirlas como un cle- Pero seré al final del capitulo TI de Ms allé del principio de placer donde introduciré la nocién de compulsién de destino (Schickasalss wang) para mostrar la potencia de la pulsién de muerte que lleva al paciente neurdtico a repetir el desengaito edipico, que deja como secue- la un dafio permanente en calidad de cicatriz narcisisea, clave del com- plejo de inferioridad de los neuréticos. El intento edipico, emprendido con seriedad trdgica, escribe Freud, se ha ido a pique. No ha podido realizarse. Sin embargo, se repite el intento a pesar de todo, una compulsién esfuerza a ello. Se repite a pesar del displacer, se repite més alld del principio del placer. Compulsidn a la repeticién solidaria ya con la teorizacién de la pul- sin de muerte, con la tendencia mitica del sujeto humano a buscar fallando, siempre, lo que nunca llegé a satisfacerse y ya no se realizar jamas. Compulsién a ka repeticién solidaria con la pulsidn resignada por la prohibicién paterna y que, como tal, dejar por siempre ese resto entre lo que se satisface y lo que no se satisface que llamamos deseo. Es alli donde extiende el concepto a la vida de personas no neuré- ucas: En estas hace la impresién de un destino que las persiguiera, de un sesgo demonfaco en su vivenciar; y desde el comienzo el psicoa- nilisis juzg6 que este destino fatal era antoinducido y estaba determi nado por los influjos de la primera infiancia (In cursiva es nuestra). Hamlet, la tragedia del deseo Este “eterno retorno de lo igual” sera ejemplificado esta vez por una epopeya épica: la Jerusalén liberada, del poeta italiano renacen- tista Torcuato Tasso. El destino, piedra basal de la tragedia, cobra ya toda su dimensién psicoanalitica al ser leido como determinismo inconsciente, no tan sdlo ya del neurdtico sino del sujeto humane como tal Lo que el psicoanilisis escablece es por tanto el aspecto repetitives de las historias personales. Mientras en la compulsion neurdtica (ob siva) el sujeto juzga estos actos como absurdos y sin embar el sujeto de la Schicksalzwangse ve apresho Ose ve compelido a cumplirlos n que ignora como tal. Ast, sigue diciende: por una compul: acion buniina teva Se conocen individuos en quienes toda idéntico desenlace: benefacrores cuyos protegi¢ tos pasado cierto tiempo, y entonces parecen destinadlos a apntar ene ra laamargura de la ingraticud; hombres en quienes coda amistal ter mina con la traicién del amigo; otros que en su vida repiten incontables veces el acto de elevar a una persona a la condicién de eminente auto ridad para si mismos o atin para el ptiblico, y tras el lapso sefialado la destronan para sustituirla por una nueva; amantes cuya relacién tier nna con la mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en idén- nal dos se muestian nye El sujeto se coloca una y otra vez en la misma posicién, pero no la reconoce. A la popular afirmacin: “se trata del destino”, Freud res- ponders con contundencia “se trata de la repeticién inconsciente”, tal cs lo que nos muestra la tragediz Bl efecto de la tragedia griega no reside on la oposicién entre el destino y fa voluntad de los hombres, sino en la particularidad del material en que esa oposicidn es mostrada. Tiene que haber en nues- tra interioridad una vor predispuesta a reconocer el imperio fatal del destino de Edipo’. La obra de Séfocles, mas explicitamente que otros textos literarios, saca a la luz, sin deformacién y sin censura, los deseos incestuosos y parricidas, claves de la existencia de fa hasta alli negada sexualidad infantil, de la hasta alli incongruente produccién onitica, de la has alli desconocida fantasmética inconsciente. 29 30 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos La fascinacidn de Freud por la obra solocteana, que de hecho con- sideraba leyenda griega, se debia a su curicter explicit, no sometido ala represién. Esta puesta en escena, sin represién en la tragedia grie~ ga, reprimida en la tragedia moderna, creara una connivencia entre mito, tragedia y psicoanilisis presente a lo largo de toda la obra freu- diana. Mientras que en Edipo Rey el fantasma es realizado como en un suefio (o deberfamos decir, en rigor, como en una pesadilla), en la hesi- tacin de Hamlet permanecerd reprimido, y se dejard advertir sdlo través del sintoma, como en Ia neurosis. Asi, escribiré en Traumdeutung: La misma materia esta tratada de otro modo: alli se descubre toda la diferencia que separa la vida psiquica de dos épocas culeurales dife- rentes entre si, y se verifica el progreso secular de la represién en la vida afectiva de Ia humanidad#. La modernidad nace con un sujeto que admite la culpa, con un héroe tragico que a diferencia del griego ya sabe que ser es ser otro, que admite no saber por qué hace lo que hace o no hace lo que deberia hacer. El héroe de la tragedia moderna no se siente digno de vivir. Hamlet se transformard en el paradigma del neurdtico tragico freu- diano. Se siente culpable y por tanto lo es, a diferencia de Edipo, cuya culpa era dicha por el ordculo. Edipo no sabia. Hamlet sabe algo mas aunque el fantasma permanezca oculto. Freud se refiere ya a Edipo y Hamlet en la carta 71 a Fliess de octu- bre de 1897. Autoanilisis, direccién de su libido infantil vuelta hacia matrem, celos hacia el padre, y la consideracién de la tragedia misma como representacién exacta de tal pasién. De Edipo Rey pasard a referirse sin transicién a Hamlet al que diagnosticara de histérico por su sentimiento de culpabilidad, la busqueda de autoe: sexual Este engranaje de las dos tragedias se perpetuara a lo largo de toda su obra. En Los suetios de la muerte de personas queridas volverd a refe- tirse ampliamente a la saga de Edipo Rey como fantasma universal de cumplimiento del deseo infantil: tigo y el rechazo hacia Ofelia como objeto - Hamlet, fa tragedia del deseo La accién del drama no es otra cosa que la revelacién, que avan: za paso a paso y se demora con arte ~trabajo comparable al de un ani- isis~ de que el propio Edipo cs el asesino de Layo... El destino de Edi po nos conmueve tinicamente porque podria haber sido el nuestro. ntes de que naciéramos el ordculo fulminé sobre nosotros esa todos nosotros nos estuvo deparado diigir la pi mera mocién sexual hacia la madre y el primer odio y desco vielentes hacia el padre® A continuacién promovera a Hamlet al rango prototipico de hi neurosis. Interpreta su pardlisis en matar a Claudio, el hombre que habéa matado a su pade y ocupado el trono y el lecho junto a str mali hu reina Gertrudis, como un escriipulo de conciencia derivado del deseo inconsciente reprimido: Claudio hizo lo que inconscientemente ¢ mrs mo hubiera querido hace Hamlet lo puede todo, menos vengarse del hombre «ue eliminé a.su padre del lugar junto a su madre, del hombre que le muestra la realizaciGn de sus deseos infantiles reprimidos®. La reiterada postergacién del acto es leida ya como acto sintoma- tico, junto a la idea de progreso secular de la represidn, antes citada, y Ins raices inconscientes del acto creativo. Hamlet, trégico moderno, apunta Freud, no ¢s un enfermo men- tal sino que se vuelve tal por el acto a realizar; todos somos suscepti- Iles de encontrarnos con el mismo conflicto que él, de ah su estatu- to de héroe; el conflicto edfpico esta en la obra tan reprimido que no yenera resistencias al goce del espectador. En la Introduccion al psicoandlisis, de 1916, volverd a Edipo y Ham- let diferenciando esta vez nédulo infantil en el héroe clasico y fantas- ma retroactivo en el héroe moderno, insistiendo en que cada neuréti- co ha sido un pequetio Edipo que se ha convertido en un Hamlet. En sui Autobiografia se referira a Edipo como tragedia de destino y a Hamlet como tragedia de cardcter: El destino faral y el oriculo no eran sino las materializaciones de la necesidad interior; que el héroe pecart sin saberlo y contra sus pro- positos cra, evidentemente, la expresién correcta de la naturaleza inconsciente de sus aspiraciones criminales. Comprendida esta trage- 31 32 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos dia de destino, no habfa més que un pase para el esclarecimiento de fa cragedia de carécter de Hamlet, pivzt quc se admiraba de tres siglos, pero sin poder indicat sit sentido ni colegir los motivos del dramaturgo. Era bien llamativo que este neurético creado por el lite- rato fracasara en cuanto al complejo de Edipo como sus numerosos compaiieros del mundo real: en cfecto, Hamlet se enfrenta con la tarea de vengar en otro los dos crimenes que constituyen ef contenido de la aspitacién del Edipo; ello vuelve posible que su propio, oscuro, se timienco de culpa le paralice el brazo. Hamlet fue escrito pot Sha kespeare muy poco después de la muerte de su padre”, de hacia En su inacabado Figuema de 1938, volveré a replicar vivamente a sus oponentes que el misterio del principe dubitativo se disipa si se lo refiere a Edipo. Edipo es el actor mitico del incesto y el parricidio realizado, lo que autorizard més tarde a Lacan a formular que lo que Edipo no tuvo fue precisamente un complejo de Edipo. Si Edipo expresa, por la transgre- sién de la ley, el castigo de la castracién en lo real, Hamlet expresa, con la inhibicibn sintomatica neurética, el remanente enmascarado del deseo infantil, indestructible, y la formacién de compromiso sintomittica. Hamlet no es ya el amante de la madre ni el asesino del padre, sino el neurético angustiado por lo irreductible del deseo inconsciente que lo teva a retrasar Ia venganza porque sigue deseando la muerte del padre-fantasma. Neurosis, pues, en relacign clara y estrecha con tragedia, y aun, con la génesis de la culpa y de la conciencia moral por la inscripcién psiquica de la interdiccién paterna en la subjetividad y en la culeura. La ley del devenir psiquico ha sido captada en toda su significs cién por la tragedia. Tal es la propuesta freudiana. El oraculo expresa la norma de la orientacién infantil de la libido y Hamlet, Edipo repri- mio, el fracaso del héroe neurético que no ha podido salir vencedor del complejo tanto en su componente incestuoso como parricida. Hamlet. To be or not to be... El falo El principe de Dinamarca se siente culpable de no poder vengar a un padre que pide venganza a pesar de no ser inocente. Vacila, duda, Hamlet, fa tragedia del deseo esté en posicién de hijo y por tanto, entre paréntesis como hombre. /agabundea, no va recto, se hace el loco. EI héroe tiene una conflictiva relacién con la castracién. Hamlet, paradigma freudiano del héroe neurético, seré retomado en este sen ‘ido por Lacan en su seminario El deseo y su interpretacién® donde, sit thandonar las categorfas edipicas, introduciré otras. Lacan insiste en que al no ser Hamlet un caso clinico, al no ser un icurético sino mostrar la neurosis, puede considerarse su desco tanto hiscérico como obsesivo. Resulta préximo a la estructura del obsesive por mantener a distancia la hora del encuentro. Ofelia s6lo puede scr rctomada como objeto una vez muerta, ya que el fantasma obsesive pone el acento sobre el encuentro con la imposibilidad. Pero més atin: aquello que podemos llamar efecto Hamlet es cfc. to de estructura. Hamlet no es un caso clinico, es todos los casos. un particular que despeja las coordenadas de todo sujeto en su cniren tamiento con el Edipo, el falo, la falta y la castracién. Convocado por Freud en el terreno edipico, el drama de Shakes- peare convoca a Lacan como estructura privilegiada para formular la pregunta por el sujeto, y mids especificamente, por el lugar del deseo. Si Edipo muestra la realizacién del deseo, Hamlet muestra la dificul- tad de la conquista de un lugar para el deseo. Ambas categorias atafien a la estructura del sujeto como tal y pivo- nato mitico del padre, el deseo de la wean sobre tres elementos: el ases madre y el falo, s El padre totémico funda la ley sustituyendo el deseo de la madre ignificante del desco. por el nombre del padre. Este giro edipico constituye al sujeto. Se tra- ta de que el hijo edipico quiso matar al padre, pero también se trata de que su existencia como sujeto se sostiene en ese padre, otro rival. Es una necesidad estructurante. EU dolor culpable por la muerte del padre encu- bre el dolor de la existencia. El crimen es el de haber existido en ese deseo de muerte”. El sujeto se enfrenta en primer lugar con el falo en su relacién con el deseo de la madre, y no en funcién de su propio deseo por la madre. Antes de ser simbolizado como falta que afecta a la madre y relacio- narlo con la presencia real del padre, el falo es concebido de entrada olucién imaginaria para el punto oscuro que constituye el uué quiere?, :qué he de ser para respon- como un objeto del deseo materno. ¢ 33 34 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos der a su deseo?, tales son las preguntas del sujeto cuando empieza a indagar su lugar en el deseo del Otro. Ast, al situarse en la problemé- tica del Edipo y de la castracién se propone en un primer momento como respuesta al deseo de la madre, como encarnacién del falo ima- ginario, y entonces tropieza con el obstaculo, con el no del padre, no que significa que él no puede colmar con su ser la falta materna. can estd com- pletamente centrado en una degradacién del deseo materno y en la consiguiente destitucién del falo que de ello resulta para el sujeto. Lacan ubicaré por tanto uno de los puntos clave de esta tragedia en el deseo de la madre, una madre abandonada ella misma a un deseo prematuro: El anilisis del drama de Hamlet propuesto por La Hamlet Ella se aferraba a dl, y su ansia de amor crecia con el pasto que la iba manteniendo... y ahora, después de un m No quiero pensarlo. Fragilidad, tienes nombre de mujer Un mes apenas, cuando ni siquicra han perdido el brillo los patos que calzaba al acompafiar el cadaver de mi padre. {Hay que ahorrar, Horacio! La carne guisada cn el funeral fue buen eneremés para la boda"®, Claudio, su tio paterno y nuevo marido de la madre, se perfi para colmo de la interrogaci én, como infinitamente inferior al padre. Hamlce se pelea todo el tiempo con el deseo de su madre, insistird Lacan. Vacila, pues el interés materno por su tio Claudio parece ina- movible. Su conocida formula ef deseo del hombre es el deseo del Otro tiene aqui plena vigencia El sometimiento al deseo de la madre produce, sintomaticamen- te, que no Ilegue Ia hora para el propio deseo. No se trata de que Ham- let no quiera ni que no pueda, sino de que no puede queter. De ahi la postergacidn, de ahi la huida. Con lo que Hamlet se enfrenta por tanto no es sélo con el deseo porsu madre (fijacién edipica, clave de la lectura freudiana) sino tam- bién con el deseo desu madre. Un deseo de la madre que va mas alla de ella misma, mas alld de él. Hamlet esté alienado; el falo, significance Hamlet, la tragedia del deseo del deseo de la madre, se ha encarnado en Claudio y él, que no ha renunciado a serlo, no puede matarlo. J be or not to be, ser 0 no ser vl falo. Hamlet permanece cautivo en el deseo de su madre. A mayor nar- isismo, mayor cautiverio. El narcisismo esta presente en las neurosis, nuestro protagonista es un nostélgico del ser. Escribe Lacan en La direc- ion de la cura: Kise falo cuya recepcién y cuyo don son para ef neurético igual- 21 sea que sepa que el otto no lo tiene o bien que mente imposibles, lo tiene, porque en los dos casos su desco esti en otra parte: es el de culino o femenino, acepte tener- serlo, y &s preciso que el hombre, 1 lo y no tenetlo, a partir del descubrimiento de que na fo es!" (la cur- nuestra), Tras el asesinato del padre, el falo atin resplandece imaginariamente acarnado por Claudio, a quien protege ese halo misterioso por encar nar la potencia. Tal resplandor ha detenido la accién. El confuso lenguaje de Hamlet es el del héroe dominado por las pasiones edipicas extremas, tironeado entre el mandato paterno y el encor brutal hacia una madre que ha caido abruptamente del lugar le lo sobreestimado a lo rebajado. El adulterio de Gertrudis no admi- te miscricordia pues ha alterado de un plumazo la distancia hasta alli cficaz del fantasma entre la santidad y la sexualidad materna!?, dos valores de la madre edipica. Y no vaydis al fecho de mi tio. IY si no tencis virtud, fingidla! La rucina que es un monstruo que consume los sentimientos, es también angel a mas de demonio. {Nada de lo que os he dicho, por supuesto! Dejad que ese cebén de rey vuelva a levaros al Iecho, que os pellizque, lascivo, en las majillas; que os Hlame ratoncito mio, y que pot un par de inmundos besos 6 por sobaros el cuello con sus maldicos dedos os haga referir lo aqui ocurrido, que no estoy realmente loco, que mi locu! B cs astuci 35 36 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos Hijo celoso de una made, desde luego, pero seguramente algo mis. Hijo confuso ante el descubrimiento de la sexualidad de la madre que la muerte del padre ha dejado abruptamente al descubierto sin el tamiz que el prestigio del matrimonio otorga al sexo. Punto de vacilacién, derrumbamiento de la consistencia del fantasma. La feminidad impiidica y degradada recacré sobre Ofelia, repre- sentante de todas las mujeres, y el objeto femenino sélo volver a dig. nificarse al precio de la muerte. Nada més sorpresivo para Hamlet que encontrarse, de frente y sin adre hasta alli sobrestimada gracias a los emblemas tapujos, con una t del Rey padre, stibitamente arrojada a una sexualidad que se le apare- ce como indigna y descarnada. La batalla verbal entre Hamlet y Ger- trudis recorre ese rencor edipico. Ofelia no puede ser comada como mujer pues hacerlo la converti- ria en madre, la que engendra pecadores, la que soporta las calumnias. El cortocircuito imaginario signa el horror sexual a la mujer, primero amada y luego degradada como objeto al caer el velo amoroso que cubre al objeto causa de deseo. Hames. (A Ofelia) Yo no te amaba. Enciérrate en un convento. ;Para qué habriais de é 7 parir hombres del pecado? Y si alguna vez te casaras, ahi va esta maldicién como dote: sé tan casta como ef hielo, tan pura como la nieve, que no te has de librar de lx calumnia, ;A.un convento! ;Vete! ;Adids! Y si has de casarte, hazlo con un necio, pues de sobra saben los discretos en qué clase de monstruos los convertis... ;A un convento! Sé que ustis afcites. Lo sé. Que Dios os concedié un rostro, y que os hackis componer otro distinto; sé que andas contonéandote y que usas un cierto acento, y pones motes a todo lo que Dios erfa; y que eres liviana, y quieres parecer ingenua...'" Pues si el objeto de deseo inconsciente esta perdido como tal en la estructura del aparato psiquico, el objeto mundano no sera mas que seftue- Hamlet, la tragedia del deseo 1.., causa, en todo caso, de deseo. Lo imposible de alcanzar, aquello de lo jue el sujeto esta privado, funda la orientacién del sujeto dividido hacia | abjeto en quien recae de manera radical e! cortocitcuito imaginario. La revelacién inicial del padre espectral sobre la verdad de su muer- «es el otro hilo de la madeja. Padre traicionado, asesinado en la flor ‘sus pecados, que hace de él un padre castrado. No hay garantia en cl Hcurso del Otro, tampoco en el padre, pues también él porta el pec hu, la deuda impaga: Espectto Soy el espectro de tu padre condenado a vagar a través de la noche y aayunar en el dia, rodeado de llamas, hasea haber purgado los lamentables crimenes cometidos en vida, y ast extinguirlos El mensaje del Ghost no es nada més ni nada menos que la ¢ nacién del Otro, la falta de un significante tanto en lo simbélico como el deseo del Otro. El padre de Hamlet sabe que esté muerto y que, Hamado a garantizar el orden, ha sido atravesado por el desorden. Al evelarle esta verdad a su hijo, le hace compartir este saber y produce una desestabilizacién de la estructura. Por las revelaciones del Ghost paterno sabe demasiado de las miserias del deseo como para poder reconocerse en él. Episodios melancélicos en las neurosis El viejo anhelo de ser el falo subsiste en las neurosis como resto aarcisista y puede producir episodios melancdlicos en determinadas situaciones. La aparicién de los fendmenos melancélicos, y aun, manfacos, en Hamlet, no serfan indicios de una estructura melancélica sino de un episodio melancdlico en una neurosis!>. La experiencia clinica indica que pueden observarse episodios melan célicos en sujetos neuréticos, siendo tanto la problematica del amor como la problemética del duelo sus desencadenantes, y que esto no los 37 38 Hemlet. Ensayos psicoanaliticos convierte en melancélicos. Hamlet nos convoca a indagar tal relacién, tan observable en la clinica. La melancolia incluye los fenémenos caracteristicos del duelo, pero se diferencia del mismo por lo irresoluble de su suftimiento y por desen- cadenarse sin relacién con las circunstancias de la vida. La pérdid ja del objeto erdtico constituye una excelente ocasién para hacer surgir la ambivalencia de las relaciones amorosas. El agujero en lo real producido por la pérdida del objeto moviliza todo el sistema significante. Lo simbélico se conmociona en tanto que en la pérdida se presentifica el vacio constituyente de la estrucutra sub- jetiva. Si la pérdida del objeto de amor reactiva la pérdida originaria ¢s por la implicacién narcisista que tiene todo objeto de amor. Dicho de otro modo, no habria duelo si no se tratara de un objeto que ataiie al Ideal, desde donde recibe la marca de lo insustituible. El sintoma melancélico del comienzo de la obra puede ser pensado por la desti- tucién del valor falico del objeto. El personaje de Hamlet es acechado por el animo melancélico fren- tea la destitucidn del valor félico del Ideal cuando descubre que el objeto del deseo de su: madre, quie él mismo creyé ser, es un deseo indig- no, imptidico. Deseo que ahora se le aparece como degradado, con- fundido con la satisfaccién bestial de una necesidad. En el deseo de la madre el objeto de deseo est, para Hamlet, des- tituido de todo prestigio falico, desnudo en su realidad obscena: se le presenta entonces como escandalosamente indigno de la menor idea- lizacién, Todo aquello que hasta el momento le pareeia prucba de belle- zay de verdad se convierte en falso. Hamlet es victima de un fatal desengaiio EI saber de Hamlet consiste en saber que en el Reino de Dina- marca hay algo podrido que concierne no sélo al asesinato abomi- nable del padre sino fundamentalmente a la doble revelacién de la falta y del goce materno. La misma destitucidn se produce en relacién a Ofelia, que despo- jada de la idealizacién que le conferia el amor, se manifesta como puro objeto. Caida de los semblantes, del velo falico que rodea al objeto amoroso al que se dirige cl desco. El momento decisive de su drama, en el que, segiin Lacan, Ham- let puede reintegrar su deseo y recuperar su condicién de hombre, se Hamlet, la tragedia del deseo + waluce en la escena del cementerio, cuando, al contemplar la exhi- issn por parte de Laertes de su pena teatral, él mismo, por identifi- «ton, se sience afectado por la pérdida. Hamlet, sometido a Laertes, su. doble narcisista, en quien se cen rl punto crucial de su agresividad, puede sélo en ese momento iden- sea su pena, al duelo por la hermana muerta, y pasar a la accién eircncandose al rival secretamente admirado. Este marco especular, is, subsiste junto a lo simbdlico, que, sic isista, no es ajeno a las neuros us slofecto, no posibilita un duelo asumido. «Jué se puso en juego en Hamlet en este trance? No se trata de ino, en la medida en que el obje- |. micorporacién del objeto perdido s \ le su deseo se convierte en un objeto imposible, recobra de nuevo el ucter de objeto de deseo, En otros términos, s6lo la muerte devuel flica y Hamlet recupera la estabilidad de su 4 Ofelia su dignidad natasma. Lo que se desmorona en [a fase anterior al episodio melancélice hares la relacién con el objeto real, sino la relacidn con el falo, ahora i-sradado o destituido. El objeto real ha quedado al desnudo y apa- cen toda su indignidad. Si Hamlet sabe lo que Edipo no sabia, también es cierto que pre- here no saber, pues cuanto mas sabe menos quiere saber. Por eso se ve Hlevado a hacerse el loco. El suceso inesperado rompe la armonia y con slice de modo itrevocable a la catdstrofe. Hamlet lucha por una res- Lniracién imposible: un padre sin faltas, una madte sin macula. Ya no «posible. Por eso: Algo huele a podrido en Dinamareca... 39 3 Hamlet y Ofelia Nymph, in thy orisons Be all my sins remembered “Uno a través de dos” Frank Kermode, en uno de los mejores estudios dedicados a Ham- lot, escribe que “Hamlet y Ofelia” es un desdoblamiento calculado y «lcmuestra que, en verdad, el lenguaje de la tragedia de Hamlet esta \epleto y dominado por esos desdoblamientos propios de la figura reté- rica conocida como hendfadis (consistente en emplear para expresar un concepto dos nombres coordinados). La aparicién de Hamlet en cl aposento de Ofelia es un desdoblamiento de la aparicién fantasm- ica de su padre, efecto que vuelve, de nuevo, en las personas de Rosen- crantz y Guildenstern. Como pone de manifiesto Kermodhe, toda la obra esté repleta de hendfadis, Shakespeare no hace sino intensificar -de un modo casi patoldgico~ esta figura retérica. Este recurso del len- guaje tiene, entre otros, un efecto dramatico: ralentiza la acci6n, a veces hasta el punto de llegar a irritar a a audiencia. Estas hendfadis estén en todas partes. “To be or not to be” no serfa mas que su quintaesen- cia, sin duda la més conocida del gran puiblico. 42 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos La divisién que pueden producir estos desdoblamientos ha halla- do también un uso muy notable en otros dominios del arte. Franz Boas, tomado por Claude Lévi-Strauss’, muestta cémo la mascara pue- de funcionar como una hendiadis. Se trata en Lo esencial de mascaras 0 tatuajes faciales, donde un tema comtin es lo que Boas llama split representation, que Lévi-Strauss traduce por “desdoblamiento de la representacidn” y que se caracteriza por la representacién de un ser vis to de cara por dos perfiles, por la dislocacién de los detalles, por la esti- lizacién intensa de los rasgos, por la expresién simbdlica de los atei- butos de un individuo Por nuestra parte, se trata de poner de relieve la incidencia de los efectos de divisién sobre la “mascara” del héroe de la tragedia shakes- peareana, Hamlet, el dands. Sharpe y Lacan Ante todo, nada més alejado de nuestro propésito que entrar como clefantes en ese gran bazar de la literatura bajo el pretexto de hacer aplicado”. Hamlet es un personaje literario, no teal, y psicoandlisis sdlo se “aplica” a sujetos “de carne y hueso”. Razén por ln cual, trataremos de tomar partido por la posicién adoptada por Lacan cn las Lecciones sobre Hamlet’. Se trata pues de psicoanilisis teérico y no del psicoandlisis aplicado a una obra de arte. Menos atin a su autor. En efecto, se trata de situar lo que Lacan llama estructura, es decir, el lenguaje y los efectos del Lenguaje. Siguiendo el ejemplo de ra los psi- este autor se tratarfa de ver lo que la obra nos puede ens coanalistas sobre el problema del desco. Pero, antes de proseguit, hagamos un paréntesis para recordar el camino por el que Lacan Ilegé a dedicar siete lecciones de su Semina- rio a Hamlet. Lacan estaba trabajando la teoria de la transferencia de la psicoanalista britdnica Ella E Sharpe, autora conocida, entre otros, por varios trabajos sobre Shakespeare. De hecho, se habia dedicado.a comentar un caso de Sharpe tomado de su libro Dream Analysis, ein el que un paciente, probablemente un abogado, tenia problemas de elocucién, sintoma muy molesto para alguien dedicado a defender causas. Era, mas exactamente, un hombre que tenia problemas para Hamlet y Ofelia defender su causa. Las interpretaciones de la analista apuntaban a la tivalidad edipica con su padre y a alentarlo a que expresara su agresi- vidad. El comentario de Lacan pone de relieve que en la vida de este hombre no habia ninguna rivalidad agresiva (registeo imaginario), que para el paciente el padre estaba muerto. Lo esencial no estaba de ese lado y Lacan comenta que lo esencial era saber dénde estaba el falo, saber quién ticne cl falo (registro simbélico). Para este paciente, quic nes lo tenfan eran las damas y un suefio lo puso de manifiesto. En cl suefio es la analista quien lo tiene. La interpretacién del suefio de par te de Ella Sharpe apunté a que expresara su agresividad. Esto produ ce un acting out: al salir de un partido de tenis, su compafiero de jue go se mofa de su juego y el paciente lo acorrala y le advierte que no vuelva a burlarse de él nunca mas. La analista ve en esto la confirma cién de su interpretacién. Lacan no es de la misma opinién y obser va que, por el contrario, de lo que se trata no es de que tenga razon peledndose fisicamente con el adversario, sino de que este hombre tie ne dificultades en defender su causa conforme a las reglas, segtin las vias de la palabra. Esta separacién entre la dimensién de lo imaginario y de lo sim- bélico preside su comentario sobre Hamlet, apartindose de una le ura centrada en el desco edipico por la madre y acentuando la equi- vocidad del genitivo, el deseo de la madre, en el momento en que Hamlet esta en pleno duelo. Esto acerca la lectura de Lacan a criticos ms recientes como North- cop Frye, quien sefiala‘ que el centro de gravedad de la tragedia es como escribe Skakespeare— la reaccién de Hamlet frente a stt madre, ante esa “wicked speed” de la reina Gertrudis. En efecto, lo que Ham- let pone de manifiesto es como observa Lacan— que “el deseo del hom- bre es el deseo del Otro”. Hamlet “se dirige al Otro” —ahi su madre, el sujeto primordial de la demanda — “no con su propia voluntad, sino con la voluntad de su padre” de la que él es el soporte, cl representan- te, “voluntad también del orden, del pudor, de la decencia”. Hamlet sostiene frente a su madre un discurso que va “mas alli de ella misma’, intentando que abjure de su goce. Es un llamado a la abstinencia. El conjuro que Hamlet lanza mas alla del Otro intenta alcanzar el nivel del cédigo de la ley, pero recae al nivel escricto de este Otro real don- de no puede recibir mas que el significado, a saber, la respuesta de la 43 44 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos madre: “Soy lo que soy, conmigo no hay nada que hacer, soy una ver- dadera genital... eso del duelo no es para mi”. Asi es como Lacan deco- difica el mensaje de Hamlet. La omnipotencia, imaginaria, del Otro esta ahi y Hamlet no pue- de sino someterse. Hamlet no puede reducir el deseo de la madre has- ta abandonar sus requerimientos. Su accidn recae. Somete su deseo al de la madre. Frente a este cierre del deseo que es la satisfaccidn de la necesidad, delante de “esta glotoneria, esta voracidad”, ahi donde no hay lugar para la falta, su propio deseo se ve anulado. El problema es que Hamlet no consigue enconerarse con su pro- pio deseo porque, al haber rechazado a Ofelia, ya no tiene deseo. ;Cémo se articula este rechazo en el encuentro con Ofelia? La escena del convento Lo mas extraordinario es que Shakespeare introduce, y hace depen- der, la escena con su madre del encuentro con Ofelia, encuentro que tiene lugar en la escena més enigmatica de toda la tragedia, la cono- cida como “escena del convento”. Hamlet rechaza a Ofelia, como resultado —dice Lacan— de “la confusidn de los objetos” 0, tomando otra expresién posterior, como efecto de “la contaminacién de la mujer por la madre”?. Curiosamente, Harold Jenkins emplea, pocos afios después, los mismos términos al escribir “by what his mother is he feels himself contaminated”®. Este es el momento més intenso. perder a Ofelia, egando a tergiversar incluso el at. Ahi es donde se precipita el sin- Pierde su desec acto de venganza que debe realiz toma de la duda, sintoma que le permite seguir interrogando el deseo de la madre. En las diversas interpretaciones de Hamlet, este sintoma ha supues- to numerosos problemas, ya que todos los estudiosos permanecen des- concertados por el tratamiento que el héroe da a Ofelia en la “escena del convento”. Ya el Dr. Johnson’ vio en ella la “crueldad lasciva ¢ int: til” de Hamlet hacia alguien joven, piadosa y bella. Dover Wilson* defiende a Hamlet razonando su reaccién frente a las calabazas que le da Ofelia. Northrop Frye ve a Ofelia como instrumento politico, mero sefiuelo de Polonio. Finalmente, es Jenkins, quien llega a sentirse tan Hamlet y Ofelia desconcertado como la misma Ofelia ante la conducta de Hamlet Hagamos nuestro el desconcierto de Jenkins para situar mejor el pro- blema. En el comienzo de la tragedia -sobre este punto todos los especia- listas estan de acuerdo— Hamlet ama a Ofelia. El cardcter de este amor nos lo confiesa la misma Ofelia en tres breves alocuciones a su padre, quien le pide que diga la “verdad”. Ella diré que Hamlet ha dado muchas pruebas de su amor, de modo honorable y con votos sagrados del cielo. Estos sagrados votos seguiran con nosotros hasta el final de la obra. Ofelia es la mujer que Hamlet ha querido esposar. Sin embargo, el final desastroso de una esperanza inicial est4 atra- vesada por un encuentro enigmatico: la escena del convento. El impac- to de esta escena es enorme. Es muy notable que antes de que tenga lugar el encuentro casi en el medio de la obra-, nunca te ver a Hamlet y a Ofelia juntos, aunque sabemos, desde el comicn zo, que dicho encuentro ser inevitable. Shakespeare ~cual Hitchcock “avant la letere”— hace uso de la técnica del suspense ~gracias al cristal de la lengua destacado por Kermode- para hacer crecer nuestra curio- sidad y asegurar que, cuando sf se encuentren, el encuentro tenga el r s¢ nos permi Aximo efecto. Cuando, al final, los amantes se encuentren, por primera vez en la obra, estaremos todos en vilo. Sabemos ya que Ofelia ha aceptado primero, y luego rechazado, las palabras de amor de Hamlet. Polo- nio cree que ésta ¢s la razén por la cual Hamlet se ha vuelto loco, lo que Hevard a Lacan a calificar a Polonio de “psicoanalista salvaje”. Es lo que, de un modo patecido, sefialara Jenkins sin conocer la lectura de Lacan. Cuando Ofelia repite su rechazo del amor de Hamlet devol- viéndole sus regalos de amor la situacién alcanza el climax, hasta el punto en que los papeles se invierten. Si Ofelia era quien rechazaba que Hamlet accediera a ella, ahora es él quien repudia el amor entre ambos. Hamlet no se queja de que le devuelva los regalos. Sorpren- dentemente, no es el receptor de los dones de amor sino el donante quien muestra ser cruel, de modo que en lugar de ser él quien le reprocha a ella su inconstancia, es ella quien se lo reprocha. Todo lo cual va en contra de lo que Polonio nos habria llevado a creer. Has- ta el punto que Dover Wilson, por ejemplo, dice que Ofelia, la que 45 46 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos acaba de darle calabazas a Hamlet, “lo acusa ahora de frialdad hacia ella’. Pero esto no hace mas que dejar en la ignorancia el hecho de que es Hamlet quien “ha desconocido las muestras de su propio amor”. Frase reveladora, ya que indica el lugar del deseo perdido de Hamlet, deseo que, como sabemos, s6lo podré recobrar en una esce- na de celos, precisamente en el momento en que ve a Laertes, en el cementerio, en un estado de profundo dolor, es decir, cuando es pues- to en presencia de un otro. Lacan sefiala esto diciendo que Hamlet recupera su deseo bajo el modo de la identificacién histérica, es decir, por intermedio del deseo del Otro. No es pues Ofelia, sino la misma tragedia la que nos presenta el ena- jenamiento como obra de Hamlet. La mujer que devuelve los regalos es la misma que antes hablé del amor de Hamlet. Hay un cierto eco iré- nico en la obra cuando vemos que, después de saber que el padre hubie- ra prevenido a Ofelia (“No creas en sus promesas’), sea ahora Hamlet quien le diga: “No deberia haberme creido”. La teorfa de los criticos segtin la cual aquello que trastorna a Hamlet es la crueldad de Ofelia no puede dar cuenta de esto. Entonces, gqué pasa con la teoria de que Hamlet trata a Ofelia como lo hace porque ella lo ha traicionado? Lo que es més extraordinario y significativo es que Hamlet repro- cha a Ofelia no que techace su amot, sino que lo haya aceptado bajo la ilusin de que él se lo oftecié, Esto que Jenkins explica slo como una parte necesaria de la trama de la tragedia, nos ensefia algo sobre la dimensidén problematica del deseo en la obsesion. Esa es la ambi- giiedad que se nos presenta. Ofelia es para Hamlet 0 una condena 0 un don. Es en esa vacilacién donde se juega la extrafia actitud de Ham- let hacia Ofelia. El deseo como imposible Para mantenernos en esta interrogacién, Lacan propone dos indi- caciones. Por un lado, Hamlet nos presenta la dimensién del deseo del histérico, en el sentido en que Hamlet tiene que volver a encontrar el lugar de su deseo. En efecto, paraddjicamente, rechaza el objeto de su deseo. Y, por este rechazo, mantiene su deseo, ;c6mo? Creandose un deseo insatisfecho. Pero, mas fundamentalmente, Hamlet pone Hamlet y Ofelia también de relieve la dimensién del deseo del obsesivo, en la medida en que soporta ese deseo como imposible, es decir, poniendo el acen- «0 sobre el encuentro con esa imposibilidad. En efecto, no podra reen- contrarlo mas que a la hora de su verdad, que sera, también, la hora de su muerte, cuando haya alcanzado su fantasma, cuando haya tein- tegrado su objeto de deseo, Ofelia, pero en vanto que ella ya se habr:i convertido entonces en imposible (“Ofelia est muerta’, es “demasia do tarde”). Ofelia muerta es la ocasién para que el hétoe pronuncic como lo ha sefialado A. Vicens- su cogito y asuma su ser: This is | Hamlet the Dane. Tal como nos lo presenta Hamlet, estar obsesionado significa cncon 2 vacilacin que pone en escena el héroe, esta trarse atrapado en e: atrapado en un circuito, en un mecanismo cada vez mas cxigente, on el que, cuando se entra, parece que no haya salida, que no tenga fn Cada vez que Hamlet tiene que realizar su acto, cumplir con su debe, aparece Ia angustia. Es una angustia que se plantea en términos de “spodré hacerlo?”. La clinica nos ensefia que el obsesivo, una vez hecha una accidn, siente un deseo corcurante de ir a verificar lo que ha hecho, aunque luego no se atreva a dar ese paso por micdo a pasar por loco. Asi es, por ejemplo, como el “hombre de las ratas”, se vefa comprometido en circuitos cada vez mas complejos, mas amplios, de pruebas, precau- erinto obsesivo se presenta como un tor- n, se convierten en, ciones, justificaciones. El bellino interior donde la tranquilidad, la satisfacci imposibles para quien entré en A. Sin embargo, no hay nada deliran- te porque no hay ninguna conviccién, sélo una especie de necesidad ambigua que lo deja dolido y desamparado por tener que ceder siem- pre a una insistencia que viene de él mismo y que no puede explicar. En esta perspectiva, la tragedia de Hamlet nos ensefia, también, como la vida del obsesivo puede estar totalmente minada, devastada por el sufrimiento y el desarrollo de la neurosis. La dama obsesionante Recordemos, ahora, al “hombre de las ratas”, estudiante de la Facul- tad de Derecho de Viena, que no podia acabar la carrera. Su inhibi- 47 48 | Hamlet. Ensayos psicoanaliticos | yes ps cién para terminar los estudios y licenciarse, tenia una funcién, evitar tener que elegir esposa, y muy precisamente la que ya habia elegido. La cuestin de elegir la esposa, central en el obsesivo, es un pro- blema complejo: ja quién elegir por esposa? El “hombre de las racas” ya habia elegido ala que conocemos como “la dama de sus pensa- mientos”, aunque el término “dama’ no sea quizds el mejor ya que era “Ia elegida’, como lo es Ofelia para Hamlet, de seguir los comentarios de la reina Gertrudis. Lacan hablé de “la dama obsesionante”, a propésito de la poética trovadoresca. En el Seminario sobre la ética del psicoanilisis, relacio- na la problematica de la dama en la erdtica trovadoresca con la fun- cién de la dama en la obsesién. :Por qué? Porque encarna la dama idea- lizada, al tiempo que feroz, es decir, tan idealizada que apenas si tiene existencia. La técnica del amor cortés apuntaba a organizar la inaccesibilidad del objeto amoroso. Es lo que indica, una vez mas, Lacan en su Semi- nario XX, Atin. El amor cortés es una manera muy refinada —dice Lacan— de “suplir la ausencia de relacién sexual fingiendo que somos nosotros los que la obstaculizamos”"”, En suma, el hallazgo —central en toda esta literatura trovadoresca— es la invencién de un objeto extra, distante y omnipresente. No conocemos ningtin estudio que haya establecido una hipétesis sobre la relacién de Hamlet y Ofelia a partir de esta perspectiva y, sin embar- go, creemos que vale la pena intentatlo. Por qué? Porque precisamente la relaci6n de Hamlet con su dama pone en escena la relaci6n con un objeto fantasmaticamente constituido. Es lo que nos muestra la per- plejidad de los criticos ante las reacciones de Hamlet ante Ofelia. Jenkins llega, finalmente, a escribir que “la objecién que Ham- let ie hace a Ofelia es que ella es una mujer...”. Aunque Hamlet ve en Ofelia la naturaleza de una mujer y todos los pecados que le per- tenecen, su primer discurso dirigido a ella en el encuentro se refiere no alos pecados de ella sino a los suyos propios: Ninfa, cn tus ple- garias, jamds olvides mis pecados. Esto que cs tomado como un s casmo por los criticos, el Dr. Johnson lo tomé como un dis “grave and solemn” y —afiade Jenkins— “si se trata de un sarcasmo, como otros sarcasmos de Hamlet, oculta algo debajo”. Esta obser- vaciGn es esencial. urso Hamlet y Ofelia En efecto, Ofelia para Hamlet es nn objeto muy préximo, un ver~ dadero idolo para él. Elle habla en este registro y fa corteja hace tiem- po. Luego, la somete asus demands. Mla lu contraria, Lo saca fuera de si. El, al final, se ena de rabia y se muestra cruel. Ofelia aparece, U final, como un ser mortificado por la idealizacién y, también, en esta dimensién, como objeto de “degradacion”. Ofelia es un semblante fuera de la vida y, como el dios Jano, tiene una doble faz: por un lado, objeto ideal inalcanzable y, de otro lado, es objeto de una verdadera inversién, puesto que, no s6lo en sus pen- samientos, sino en su palabra es insultada. En un sentido figurado, la degrada. La escena del convento introduce un escenario donde casti gaa la dama y asu padre, Polonio. Se venga de Ofelia poniendo en cuestidn su honestidad, manteniendo que no se puede esperar que las mujeres bellas se mantengan castas, etc. Entonces, nos encontramos en pleno vaivén entre idealizacién degradacién. ¢Cual seria la funcién de toda esta estrategia obsesiva de idealizar primero y luego degradar? La lectura sugerida por Lacan sobre la dama en la poesia trovadoresca nos da una manera nueva de pensar el problema: seria el modo de tratar el hecho de que no hay relacion sexual. Todo est hecho para evitar que no hay relacién sexual, fingiendo poner obstaculos en el camino del encuentro con la dama. Esta interpretacién de Lacan es muy sagaz. Mediante esta estrategia se consigue clevar a la mujer a la dignidad de objeto inaccesible y, de este modo, se consigue evitar —o tener que constatar— la “no-relacién sexual”. Los obstdculos que traban el acceso a la dama, es decir, lo que ayu- ia instalar un objeto idealizado e inalcanzable, permite sostener el deseo como imposible. Ofelia para Hamlet? Podeiamos decir que el {Quien seria entone amor de Hamlet por Ofelia era tal que apenas nos entrega nada de su dama. Rodeada, en verdadera formacién coral, por Polonio, Laertes, Claudio, Gertrudis y dl mismo, Ofelia permanece oculta entre las bru- mas de Elsinore. Los especialistas no tienen una idea clara de quién es. Shakespeare dibuja una silueta lejana, algo mas que un espejismo, casi un semblante de la muerte. De su persona, sus cualidades y caracte- risticas no hay mucho en la obra. De todo lo que constituiria la encar- nacién de alguien no hay apenas nada, En el fondo, la relacién de 49 50 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos Hamlet con Ofelia ilustra bien la disyuncidn existente entre su con- cupiscencia mental y su amor mortificado, y, entre los dos, la via difi- cil por la cual intenta mantener un deseo problematico ¢ imposible. Hamlet es clegido por el destino y Ofelia es arrastrada por él en su rela- cién mortificada con la vida, ese mortal coil inmortalizado, al final, por el genio de Shakespeare. Podrfamos concluir diciendo que ese objeto fantastico que encar- na Ofelia para Hamlet podria ser una buena metifora para indicar lo poco que, a veces, Ilegan a saber los analistas acerca de la naturaleza real y las caracteristicas de las mujeres que encarnan los partenaires- sintoma de sus analizantes, cuando tratan con la neurosis obsesiva ;Recordemos a Ofelia para levantar ese velo de fingida ignorancia en los analizantes! 4 Reflexiones psicoanaliticas sobre Hamlet En la carta 71 a Fliess (Freud, 1966), fechada en Viena cl 15 de «tubre de 1897, Freud enuncia la fuerza del poder cautivante de Pdi po rey, que desafiando todas las objeciones intelectuales contra cl pro- iunciamiento oracular, comprende la imposibilidad de que el drama «lel destino no fracase miserablemente. Y agrega que cada uno de los oyentes del drama fue en su germen y en su fantasia un Edipo igual, y io puede mis que retroceder espantado ante el suefio que se cumple cn el drama en una cierta realidad objetiva, con todo el esfuerzo de desa- lojo y suplantacién que separa a su estado infantil de la realidad adul- a actual. Y agrega que la misma cuestién puede estar en el fundamen- wo de Hamlet. No al propésito consciente de Shakespeare, sino a la figuracién imaginaria que seguramente en dl produjo un estimulo real. Como si se hubiera identificado inconscientemente con cl héroe de su iragedia. En ese sentido podriamos tratar de alguna manera la obra como una formacién del inconsciente de Shakespeare mismo. Asi, Freud se pregunta cémo justificar la hamletiana sentencia “Asi es como la consciencia moral hace de todos nosotros unos cobardes”, y la vacilacién en vengar al padre matando al tio usurpador, cuando cn realidad manda a la muerte sin escriipulos a sus cortesanos y mata 52 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos sin dudarlo a Laertes. Solamente se podria entender respondiendo con la tortura que le proporciona el recuerdo oscuro de meditar él mismo el crimen contra el padre por la pasion hacia su madre. Su conscien cia es su culpa inconsciente, su enajenaci6n sexual en el didlogo con Ofelia es la enajenacién tipicamente histérica desestimando lo instin- tivo, y su castigo finalmente lo lleva a suftir el mismo destino que el padre al ser envenenado por el mismo rival. Es interesante destacar que Freud insiste en interpretar la creacién fantaseada de Shakespeare, desencadenada por un determinado estt mulo de su vida, donde reconoce en el personaje de la creacién los paradigmaticos fenémenos obsesivos de vacilacién y de duda, junto a los rasgos conspicuos de la identificacién histérica con los rasgos par ciales del objeto rival. Ya en 1900, en La interpretacién de los suefios (1962a), despues de hacer la mas clara y penetrance defensa del valor del complejo de Edipo en la constitucién subjetiva, Freud nos dice que el Hamlet de Shakespeare hund. Y aqui introduce una original explicacién de emo en diferentes perio- dos de la cultura el material idéntico se manifiesta de maneras dif rentes, en funcidn del progreso de la represidn en la vida de la huma- nidad. Como si fiel a su singular escepticismo quisiera insistir en que el progreso cultural consiste finalmente en una mayor capacidad de distorsién, de desplazamiento y de disimulo de un contenido pri- mordial que en si mismo permanece como invariante estructural. Asi, si en Edipo, al igual que en los suefios, la fantasfa correspondiente al deseo infantil es realizada, en Hamlet permanece reprimida, y sola- mente se puede averiguar su existencia ~Freud agrega que las cosas s encadenan aqui como en las neurosis— por sus consecuencias inhibi- torias. Como si en Hamlet se presentara en negativo lo que en Edi- po rey tiene una positividad flagrante. sus rafces en el mismo suefio que Edipo rey. Asi, Freud destaca que toda la pieza gira alrededor de la vacilacion de Hamlet en realizar la venganza que le esté deparada, aunque las razones de la misma el texto no las aclara, como tampoco lo aclaran los muiltiples ensayos de interpretacién. Asi, cita a Goethe, para quien Hamlet representaria al sujeto paralizado por un predominio excesivo del pensamiento sobre la accién, mientras que para otros serfa un ejem- plo tipico de la irresolucién del trastorno de personalidad neurasténi- Ke lessoues, psicoanaliticas sobre Hamlet «a, Freud, sin embargo, insiste cn que cn ningtin momento Hamlet parece un sujeto incapaz para la accion, ya que abate con furia a Polo- nrio escondido tras los tapices, y mand «la muerte con total impuni- dad a los dos cortesanos que habian maquinado su propia muerte. De thi que se hace mas interesante aun la interrogacién acerca de la espe- vificidad de la inhibicién referente al cumplimiento del mandato del espectro del padre. Asi, Freud comenta que Hamlet lo puede todo menos vengarse del hombre que maté a su padre y ocupé el lecho junto a su madre, en ‘anto representa ni mas ni menos que la realizacién de sus propios fan- ‘asmas edipicos reprimidos. De alli, que el horror que deberia empu- jarlo més claramente a la venganza vira hacia un escrtipulo excesivo de la consciencia, en tanto se reprocha a si mismo no ser mejor que el pecador al que debe castigar. Por eso no se opone a que Hamlet pue- da ser catalogado como histérico, dada la repugnancia reactiva frente alo sexual que muestra tan bien en el coloquio con Ofelia. ¥ final- mente Freud intenta articular toda la pieza con el hecho de que fuera escrita inmediatamente después de la muerte del padre de Shakespea- re, por lo cual el pleno duclo debié reavivar los fantasmas edipicos parricidas del autor. No quiero pasat por alto el interesante comentario que Freud hace sobre el progreso cultural y el velamiento o encubrimiento mayor que se produce en un material como consecuencia de una sofisticacién mayor de la represién misma. Asi, la invariante estructural del Edipo se sostiene detras de los diferentes avatares de las presentaciones mani- fiestas, y valdria la pena preguntarnos si seguirfa sosteniendo hoy la misma hipétesis para dar cuenta de las diferentes presentaciones, podria mos decir posmodernas, del suftimiento humano actual, estados limi- tes, anorexias, bulimias, adicciones, vacio existencial inespecifico, etc. 2Serfan también tantas piezas deformadas por el “progreso” de la cul- tura como lo fue Hamlet respecto a Edipo rey? 2 La deformacién de Hamlet respecto a Edipo rey es bastante fla- grante. El sujeto rechaza absolutamente cualquier deseo incestuoso 53 54 Hamlet. Ensoyos psicoonaliticos hacia la madre. Ella es la que, presa de su deseo sexual, admite répi- damente las nuevas nupcias con el hermano de su antiguo marido. El padre no es el rival sino el aliado que exige la venganza de la cual Ham- let debe ser el instrumento. El asesino es el ro. Y finalmente la queja por la infidelidad materna se refiere no tanto a la traicién personal de ser abandonado por otro amor sino a la traicién sufrida por el padre mismo. En El hombre de las ratas (1962b) Freud nos relata la extrafia con- ducta del paciente que se aficioné a la fantasia de que el padre atin viva y podia retornar de la muerte. Estudiaba hasta altas horas de Ia noche y entre las 12 y la 1 abria la puerta que daba al zagudn como si su padre estuviera alli, y luego regresaba para contemplar en el espejo del vestibulo su pene desnudo. El “loco” accionar se volvia entendible solamente bajo la premisa de que esperaba al padre a la hora de los espectros. Su padre se habia mortificado en vida por lo mal estudian- te que sut hijo era. Ahora se alegrarfa retornando como espectro para verlo estudiar, pero por otra parte quedaria desafiado y burlado con la exhibicién desnuda de la genitalidad incestuosa y masturbatoria del hijo, Freud hace entonces una construccién donde el paciente apare- cfaa los 6 afios cometiendo un desaguisado sexual ligado al onanismo y tecibiendo del padre una severa reprimenda, que dejé como secuela una profunda inquina contra el padre, fijando para siempre su papel de gran perturbador de la satisfaccién sexual. Como respuesta a la cons truccién el paciente relata que coincidiendo con la muerte de la her- mana mayor fue pegado por el padre, preso de la ira pero no cono- ciendo atin palabras suficientemente insultantes recurrié a los nombres de objetos comunes que se le ocurtfan para insultarlo “lampara, paitue- lo, plato, etc.”. Interesante comprobacidn de cémo fa ofensa va unida a reducir al otro a la condicién de puro objeto banal. El padre con- movido dejé de pegarle y expresé “este chico set un gran hombre 0 un gran criminal”. El paciente opind que la impresién de esa escena fue profunda y duradera tanto para el padre como para él. El padre nunca mis le peg6, pero la historia derivé en un rasgo alterado de caréc- ter en el paciente. Por la angustia ante la magnitud de su ira se volvié desde entonces cobarde. Como que en la disyuntiva de ser un gran hombre o un gran criminal, que presenta casi una estructura oracular, se condensa ef contenido dominante de una deuda impagable con el Reflexiones psicoanafiticas sobre Hamlet pwlre, Deuda que de alguna manera evoca la que Hamlet tiene con { padre en tanto no puede terminar de vengar su muerte. ; Qué implicaba la furia elemental del hombre de las ratas antes de \. profecia oracular? No entraria acaso en la categoria de los hechos ‘uc llamamos naturales y comprensibles en el desarrollo vital? Pero el hruco en cambio quedé marcado por la profecia paterna: “Serd un van hombre 0 un criminal”. Un héroe 0 un criminal. Era la estruc- ina basica del oréculo y también la de la ley que lo gobernaria de alli 1 mas en general. Y aqui prende su més honda ambigiiedad, ya que 1 fisyuncién entre un gran hombre o un gran criminal aparece como un interval que disimula la necesariedad de la conjuncidn. Ya que en iecto sino es un criminal tampoco podré ser un gran héroc. Para set un gran hombre tiene que ser un criminal, pero de todos modos, inclu to cn la estructura oracular de la ley, haga lo que haga y sea lo que sea “ia siempre finalmente un criminal. Si es un gran hombre “mata” al puelre y si es un criminal “mata” al padre, y si no es un gran héroe ni un criminal también finalmente mata al padre. Y aqui nos encontramos con una enctucijada interesante (Szpilka, 179) que es la de cémo cumplir un deseo propio que es finalmente un deseo del Otro y que implica, al mismo tiempo que la sumisin al miandato, el asesinato del mandante. ;No es acaso que el propio deseo ‘Jel padee, al poner su ideal como mandato manda ser asesinado? ;No rd que uno siempre es asesinado por aquel que sumisamente es envia- «loa cumplir nuestro Ideal del yo? ;No se deja uno matar gustosamente por cumplir su Ideal o por aquel a quien manda cumplirlo? La estruc- tas en la terrible situacion ‘ura oracular colocaba al hombre de las r: de la deuda impagable. El padre introduce al “gran hombre” en el mis- mio momento en que desencadena la futria elemental. Un gran hom- lire -el mito del héroe— no deja de pasar por el hecho de ser también un criminal. ;Qué salida le queda al sujeto? ¢Cémo detentar la fun- cidn Falica sin castrar al padre o sin ser castrado por él? Asi solamente queda la trampa o disyuntiva paralizance, en tanto retira al sujeto de ‘oda posibilidad de accién, incluso la de ser en lugar de un gran hom- bre un comin hombre mediocre. Asi la neurosis obsesiva se constitu- ye como la caricatura de la sujecién en el lugar justo de la encrucija- «la, La disyuncidn “o...0” es el sitio de su detencién, de su salvacién y dle su muerte, Si se queda en el hiato, en el espacio de los puntos sus- 55 56 Hamlet, Ensayos psicoanaliticos pensivos, el sujeto salva y se salva en el acto mismo en que se paral za, aunque en la pardlisis nunca termina de encontrarse, como diria J. Lacan (1982), con la hora de la verdad. Asi se constituye en cl paradigma de la insoluble encrucijada ora- cular en la que se ve sumido al hombre del mito en la disyuncién légi- ca que nunca debe acabar, donde paralizado en el deseo de una duda anuncia sus sintomas en los dos tiempos de una diacronia recurrente, hombre 0 mujer, amor u odio, amor o dinero, etc. Por eso la disyun- cidn sostenida aparece como salvacién para una alternativa ausente. Quedar detenido entre un antes y un después o quedar dividido entre un antes y un después, implica la mascarada de ese “dialecto” de la his teria, como lo denominaba Freud, que es el lenguaje obsesivo. Dis- yuncién que aparece como solucién de compromiso frente a la inelu- dible condicién necesaria: “Un gran hombre 0 un gran criminal”, en lugar de “un gran hombre siy sélo si un gran criminal”. Por eso la new- rosis obsesiva aparece como antitesis de la histeria aunque sea uno de sus dialectos, ya que en esta tiltima lo insoluble insiste como conjun- cién, con todas las consecuencias de la condensacién, en una cons- tancia del “y...y”, cuyo paradigmatico ejemplo seria tanto hombre como mujer. Cuando la furia elemental a la que Freud alude en Fl hombre de us ratas se articula a la profecta oracular del Orro, entra en ef plano del deber, en la compulsién y en el mandato. Y Freud insiste en que cl paciente le relaté que su padre nunca mas volvi6 a pegarle, pero que paradéjicamente su caricter suftié un cambio radical, ya que devino cobarde, No lo acobardé el ataque fisico del padre, ni siquiera su fur elemental, ya que no era en el plano de la agresién animal natural y comprensible que el sujeto quedaba marcado. Lo que lo marcé con una impresién permanente que Ilené de sentido toda la situacién fue finalmente la profecia oracular, De otra manera no podrfa explicarse que deviniera cobarde en cl momento en que dejan de pegarle para siempre. Es decir, que no temia dafiat al padre por su futia elemental ni tampoco el daiio real que su padre podria infligirle, sino que sufrié las consecuencias de su sujecién al mito oracular mismo. Fue el orécu- lo paterno el que lo creé como valiente y al mismo tiempo cobarde, endeudandole en una deuda que la duda disyuntiva congelaba y para- a sujetarse a la ley, ya que . El sujeto debia cometer un crimen pa Kejlewanes psicoanaliticas sobre Hamlet | 57 sino hubiera culpa zqué sentido tendria fi ley? El ordculo paterno orde- aba detras de la aparente disyuncidn “u" gf an hombre 0 un crimi- nal”. Alli mismo el sujeto ya “mats”, ya contrajo una deuda articu- Lindose a la ley y ya devino cobarde. Y es tecién sobre ese fondo que la valentia comienza a tener un cierto sentido humano, Y sobre ese fondo Freud prosigue su investigacién mostrando las peculiaridades de los sujetos obsesivos et telacién con la realidad, la upersticién y la muerte. Asf la predileccion por la incertidumbre y la luda hace que adhicran sus pensamientos preferentemente a temas cn fos que la incertidumbre es universal, coMO por ejemplo la filiacién paterna, la vida después de la muerte, la Memoria, ete, Y también la vida pulsional se transforma en fuente de U2 sempiterna ambivalen cia, donde tanto se oscila entre el amor y ¢l odio hacia la misma per ‘ona como entre el amor hacia un objeto del sexo opuesto acompaiia do del odio hacia la del mismo sexo como viceversa. Asi el odio contra la persona amada va unida en pareja a la fidelidad hacia el padre, etc. Vero lo que mas dice Freud que le extraia ¢s el Constante conflicto de imbivalencia, ya que causa asombro la coexistencia crénica de odio y imor hacia la misma persona. Se esperaria que el amor venciera al odio » se consumiera por éste. Y la coexistencia de los opuestos solamente cs posible con la cooperacién de lo inconsciente. El amor no pudo extinguir al odio, sdlo pudo esforzarlo hacia el inconscience, donde es capaz. no sélo de conservarse sino de crecet. El amor consciente se hin- cha en esas circunstancias por via de reacci6n hasta alcanzar una incen- sidad inusitadamente elevada, con el fin de mantener a su opuesto en la més estricta represién. Y una divisién premacuta de estos opuestos ocurrida en la prehistoria infantil, con represion fundamentalmente uel odio, seria la condicién para esta constelacién de la vida amorosa. Y si un amor intenso se contrapone ligado a un odio de fu i valente, la consecuencia inmediata tien€ Que set una pardlisis de la voluntad y una incapacidad para decidir en todas las acciones en don- de el amor es un motivo esencial. Ayudado por el desplazamiento, la patilisis de la accién se difun- de poco a poco por todo el obrar. Asi se cae bajo cl imperio de la com- pulsién y la duda. Es una duda en cuanto al amor y que ademas se ha desplazado a lo més indiferente. Y Freud s€ pregunta cacaso quien duda cn cuanto a su amor no puede o no debe dudar con més razon atin de 58 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos otras cosas de menor valia? Y también por una especie de regresidn, actos preparatorios sustituyen a cualquier resolucién definitiva, con lo cual un pensar compulsivo ocupa constantemente el lugar de una a eficaz sobre el mundo. El pensar se sexualiza, y el placer sexual que podria acompafiar a un cierto contenido correspondiente, se vuclve hacia el acto de pensar mismo, con lo cual un resultado cognitivo es sentido como satisfaccién sexual propiamente dicha. Y asf la cones entte la pulsién epistemofilica con los procesos pensantes contribuye a que la energia pulsional quede capturada més en el pensamiento que en cualquier accién. Y Freud termina de definir como compulsivo- obsesivos a aquellos procesos de pensamiento que a consecuencia de la inhibicién de los opucstos en el extremo motor de los sistemas pen- santes, se emprenden con un ga ion on to de energia que ordinariamente sola mente se destina al actuar, vale decir, unos pensamientos que regresi- vamente tienen que subrogar a acciones. 3 En Hamlet toda la gama de fenémenos que Freud describe para la neurosis obsesiva en El hombre de las ratas se pueden reconocer. Todo comienza con la aparicién del espectro del padre. El padre muer- to no esté muerto y el sujeto obsesivo tanto oscila entre acusarse de haber sido el asesino, llendndose de autrorreproches, aunque en rea- lidad detras se impone el fantasma de la realizacién de deseos, como juega con la inmortali de vencer. Por otro lado, se produce la deformacién mencionada por Freud, donde no es Hamlet quien lleva a cabo la muerte de su padre, no debe luchar aparentemente con la paradoja imposible del manda to del ideal, sino que debe cumplir la venganza de la muerte del padre realizada por un otro, su tio. Es otro el que mata al padre y realiza’el incesto, y es a un otro a quien se debe matar para cumplir el manda- to del ideal. Por otro lado, no es el propio sujeto el que reconoce sus deseos incestuosos y por ende su ambivalencia hacia el padre, sino que es la madre la que con sus bajos deseos promueve la gran traicién: Confusién tipica en el sujeto fijado filicamente a la misma, en donde se anudan el deseo del propio sujeto con el deseo de la madre misma. d, donde aparece un padre que nunca se pue Keflessines psicoanaliticas sobre Hamlet ia madre es la criticada y atacada por desear a un otro que el padre, toda la ambivalencia del sujeto se desplaza a la imposibilidad de umplir el mandato de la venganza. Pero la identificacién inconsciente con el padre es lo que se des- ica en Hamlet a través de toda la andanada de reproches que sufre madre, donde otra vez se reconocen entramados los deseos inces- -uosos hacia ella con la hostilidad inherente a su Edipo invertido. omo si él mismo hubiese sido el padre traicionado y engafiado que © queja amargamente de la traicién de su mujer. No es la madre el abjeto deseado con quien engafiar al padre, ya que él mismo es el padre a quien la madre engaia con un otro asesino y parricida. Y -lesde esa identificacién inconsciente con el padre Hamlet tanto defor- aia su propio Edipo y su propio incesto como al mismo tiempo iaconscientemente lo realiza, quedando inhibido y bloqueado para intentar cualquier relacién amorosa en el mundo real que trascien- la esa fijacion. La petsistencia del espectro del padre, el padre muerto vivo, apa- vece en el anilisis que realiza Lacan de un suefio trabajado por Freud Lacan, 1970), como paradigma de la divisién subjetiva. Un hombre jue cuida al padre durante meses en su larga enfermedad mortal, sue- nade manera repetida en los meses siguientes a la muerte que el padre vuelve a estar vivo y le habla como Io hacia antes de morir. ¥ el sohan se siente de manera sufriente que su padre ya estaba muerto, solamente ue no lo sabfa. Y Freud interpreta el suefio afiadiendo “segtin su deseo” il “estaba muerto”. Es decir, poniendo énfasis en el fantasma parrici- da del sujeto sofiante. Lacan intenta dar un paso mas no conformin- dose con quedarse solamente en el tema del parricidio seguido por los rutorreproches, ya que el deseo de la muerte del padre ya era cons- ciente en el sofiante también durante la larga enfermedad. De alli que plantea que los deseos de muerte del padre son solamente una especie ile pantalla imaginaria ante fa aproximacidn o ante el enfrentamiento de la muerte, constituyente del propio sujeto, es decir, ante su propia hora de la verdad. Asi los deseos de que muera el padre serfan ademas del fantasma parricida un medio de plantear como tivalidad imagina- tia el momento en que el propio sujeto desfallece en su propia con- formacidn subjetiva. Como si la estructura imaginaria de la rivalidad ocultara revelando la propia division subjetiva. 59 60 Hamlet. Ensayos psicoanaliticos E. Porge (2001) siguiendo a Lacan y comentando exhaustivamen- te el caso, insiste en que para el sujeto lo que esta realmente en juego es su propio dolor de existir, dolor que se ascmeja al que expresa Edi- po en Edipo en Colono, al proferir el me fhunai (un PUVOL, “mejor no haber nacido”). Como si lo que el sofiante no quisiera ver en absoluto ves que asumiendo el dolor del padre sin saberlo, pretende mantener jante sf en el objeto esa ignorancia, que consiste en que es mejor no saber que serfa preferible no haber nacido. Como que al final de la existencia no hay mds que el dolor de existir, siendo preferible asumirlo como que es un dolor del otro. Y el dolor de la existencia esta absolu- tamente condicionado por la articulacién significante. En el stefio. referido el significante reprimido es el “segtin” —“Nach”= de “estaba muerto segtin su deseo”. El “el no lo sabia” atribuido al padre repre- senta en realidad al sujeto del inconsciente, ubicado en el lugar de no sabiéndose, y no sélo al ignorado deseo de castracién del padre. Con lo cual no habria mejor signo del sujeto que su propia abolicién como sujeto. Asi Lacan (1966) define la cuestién diciendo que como ser de no-ente adviene el Yo (je) como sujeto, que se conjuga por la doble aporia de una subsistencia verdadera abolida por su saber y un discurso donde es la muerte la que sostiene la exi rencia Asi se articulan y conjugan en Hamlet tanto la extraiia y anémala figuracién edipica, que muchas veces parece tomar tintes especificos de un Edipo negativo o invertido, como las incidencias del significan- te en ka constitucin subjetiva. Articulacién que muchas veces intento realizar en lo que considero la tinica normalizacién lograda, fa que enun- cia el padre en su prohibicién incestuosa en el “esto no puede ser”, poniendo a costa de la interdiccién del goce con lo real materno, la imposibilidad de ser por efecto del significante, en tanto el mismo ser deviene efecto mitico retrospectivo del habla, por lo que finalmente termina no pudiendo terminar de ser (Szpilka, 2002). Como si lo edi- pico fuera en su constitucién como secreto la tiltima estacién en la que el sujeto se constituye para eludir el secreto final, para no dar la cara al secreto de la nada que lo constituye como humano. Como que todos los secretos que supuestamente se detentan no fueran més que ta bos del tinico y gran secreto que nos detenta a nosotros y nos tiene atra- pados. No es que tengamos un secreto sino que el secreto nos tiene a ‘nosotros, y ese secreto puede Ilamarse tanto lo inconsciente como lo Rejlecones psicoanaliticas sobre Hamlet veal, aunque en realidad implique la sujeci6n a la nada, a la falta en ser castracién— que por mor del significante nos constituye como huma- nos, Como que el secreto que no queremos revelar es en realidad el ecreto que no se nos revela a nosotros, como nada y sinsentido de nues- «ra propia existencia. Como que fiel a su estructura obsesiva, Hamlet acila una y otra vez entre los secretos de alcoba entre su madre, su tfo y su padre, en lugar de dar la cara y enfrentar al secreto de la falta en> or, de la muerte y de la nada que en realidad lo posee a él. “Toda la Escena IV del Acto I gira en torno a “que la misma suerte . comin a todos, y el que vive debe morir, pasando de la naturaleza : la eternidad” y a “mortales, ved aqui vuestra irrevocable suerte”. Pero justamente la Escena V del mismo acto implica la elaboracién de la muerte del padre en una tipica escena edipica negativa de identifi ibn con la desconsolada viuda que Gertrudis no fue. Asi Hamlet dice {Si esta masa de carne sdlida pudiera ablandarse y liquidarse disuclta n lagrimas!”, luego de lo cual Ilena de acusaciones a su madre culmi tando con el “;Fragilidad, tienes nombre de mujer!”. SC Como si desde la destealtad materna nacieran todos los fr: sen ia articulacidn del “logos” con el ser. ;Cémo confiar en que la palabra lice lo que es si no se puede confiar en la palabra de amor? Pero todo est trastocado, ya que no es la traicién que sufre el hijo al descubrir “infidelidad” de la madre en su amor por el padre lo que estd aqui cn juego sino la infidelidad de la madre al padre a quien Hamlet inten- ia reivindicar desistiendo de su lugar de rival y asistiendo como leal enamorado. Se evidencia aqui la doble identificacién, con el padre que wcusa a la madre de su frivola deslealtad y con la madre enamorada del padre en el lugar de la madre de la traici6n. Como si dijera en un mis- mo movimiento tan tipico de las formaciones del inconsciente “te acu- no a mi padre como so como si fuera mi propio padre engafiado y 3 Ui no supiste amarlo”. Con lo cual los dos componentes del Edipo, el negativo y el positivo, aparecen en todo su apogeo, siendo la madre y la mujer en general (como ocurre luego con Ofelia) totalmente des- preciada y desdefiada y el padre ensalzado en la mas rotunda afirma- cién de amor homosexual. Asi en la Escena XII del mismo acto se ter- mina de consumar la distorsién cuando la sombra, alma del padre de Hamlet, clama al hijo la venganza de su muerte a mano de su herma- no, muerte que sobre todo es suftida en tanto “Perdi la vida cuando 61 62 Hamict. Ensayos psicoanaliticos mi pecado estaba en todo su vigor, sin hallarme dispuesto para aquel trance, sin haber recibido el pan cucaristico, sin haber sonado el cla- mor de agonia, sin lugar al reconocimiento de tanta culpa, y tuve que presentarme al tribunal eterno con todas mis imperfecciones sobre la cabeza..., no consientas, no, que el télamo real de Dinamarca sea el lecho de la lujuria y del abominado incesto”. Aqui Hamlet debe car- gar por un lado y lavar por el otro los pecados del propio padre y debe castigar ademas un incesto totalmente desplazado sobre el tio. Asi en la Escena XIII del Acto I Hamlet insiste: “Si, yo me acor- daré, yo borraré de mi fantasia todos los recuerdos frivolos, las sen- tencias de los libros, las ideas ¢ impresiones de lo pasado que la juven- tud y la observacién estamparon en ella. ‘Tu precepto solo, sin mezcla de otra cosa menos digna viviré en mi entendimiento. Si, por los cie- los te lo juro... ;Oh mujer, la mas delincuente! ;Oh malvado, malva- do, malvado risuefo y execrable malyado... A lo menos en Dinama ca hay un hombre asi y ése es mi tio...”. ¥ luego: “No existe en toda Dinamarca un infame... que no sea un gran malvado”. ¥ otra vez en la Escena XI del Acto If clama su cobardia en donde anida también iente con su madre: “jPero yo, toda stt identificacién femenina incons miserable esttipido y sin vigor, suefio adormecido, permanezco mudo y miro con indiferencia mis agravios! ;Nada merece un tey con quien se cometié el més atroz.de los delitos para despojarle del cetro y de la vida? Soy cobarde yo?... Pero gqué he de ser tan necio? :Sera genero- so proceder el que yo, hijo de un padre querido de cuya muerte ale vosa el cielo y el infierno me piden venganza, afeminado y debil, desa- hogue con palabras el corazén, prorrumpa en execraciones vanas, como una prostituta vil o un grumete?”. Los pecados del padre se desplazan sobre Claudio, con fo cual puede mantencr la idealizacién del articu- lado con sus propias pulsiones homosexuales. 4 Y llegamos finalmente al curioso y farnoso monélogo de la Esce- na IV del Acto III: “Ser o no ser: he aqui el problema”. Se lanza una proclama donde lo que se juega es justamente a mi juicio la condicion central de la existencia, y que aparece otra vez en la clasica manera dis- ! Rejlexunes psicoanaliticas sobre Hamlet. | 63 I ntiva del obsesivo “o...0”. El ser conto clecto mitico retrospectivo ‘ Thabla aparece en toda su fragilidad como lo que finalmente no pue- 1 terminar de set. Por eso aparece previamente la profunda descon- ‘na en la palabra en la Escena VII del Acto II en “Palabras, palabras, ilabras”. Las palabras son vanas para decir al ser, pero el ser es impo vole firera de las palabras. Para eso tiene que haber una palabra crei- |. una palabra que diga realmente al ser, y esa palabra solamente se 1s. woriza como palabra de amor, como que solamente en ella se pue- | confiar. Normalmente establecemos con las palabras una doble relacién on la palabra de amor materna se constituye esencialmente la creen: ven la imaginerfa del uno. Como que su palabra implica la confian- | imaginaria en que el uno es y es posible. “Eres solamente para mio «+ solamente pata ti” 0 “eres el tinico amor de mi vida” o “eres mi teso- 1.0 todo lo valioso de mi vida”, pueden set algunas de las tfpicas fra- «que revisten a la imaginerfa total de “His majesty the baby”. Son labras del narcisismo miticamente logrado que fundamentalmente juntalan el fantasma de la unidad del ser, sobre las que se construyen 1.-pués también la unidad de todas las cosas del mundo. Con Ia palabra del padre en cambio ocutre lo contrario, una des- ‘iucién imaginaria y la aparicién del mundo del significado y del sen- vulo y el sinsentido. Pero el mundo del significado y del sentido ya smplican una melladura en la relacién con lo real y son fruto de una materdiccién del goce con la madre. Surgen de la prohibicién pacerna ue gira alrededor de “con esta mujer no puede ser, ésta es tu madre” Uvzpilkea, 2002). Desde esta posicidn el sujeto siente que ser se consti- tuye alrededor de scr culpable, y ya en el nombre que identifica al suje- ta “eres éste o aquél, eres Pepito o Juanito”, lo que se evidencia en la nominacién es que el sujeto es aquella criatura sexual animal que nun-

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