La Iglesia se trasladó de Jerusalén a Roma gradualmente a lo largo del siglo I. Pedro estableció la Iglesia en Roma y murió mártir allí durante la persecución de Nerón a mediados de los años 60. Testimonios de Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía y otros confirman que Pedro y Pablo estuvieron activos en la Iglesia de Roma y murieron como mártires allí. Para el siglo II, Roma se había establecido claramente como la sede de la Iglesia.
La Iglesia se trasladó de Jerusalén a Roma gradualmente a lo largo del siglo I. Pedro estableció la Iglesia en Roma y murió mártir allí durante la persecución de Nerón a mediados de los años 60. Testimonios de Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía y otros confirman que Pedro y Pablo estuvieron activos en la Iglesia de Roma y murieron como mártires allí. Para el siglo II, Roma se había establecido claramente como la sede de la Iglesia.
La Iglesia se trasladó de Jerusalén a Roma gradualmente a lo largo del siglo I. Pedro estableció la Iglesia en Roma y murió mártir allí durante la persecución de Nerón a mediados de los años 60. Testimonios de Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía y otros confirman que Pedro y Pablo estuvieron activos en la Iglesia de Roma y murieron como mártires allí. Para el siglo II, Roma se había establecido claramente como la sede de la Iglesia.
Roma? Responde el P. Miguel ngel Fuentes, I.V.E. http://www.teologoresponde.com.ar/
Pregunta:
R.P. Miguel ngel Fuentes, V.E. Soy brasileo. Con
frecuencia consulto la pgina en internet de la Catholic.net donde alimento mis conocimientos. Ahora, pues, necesito de informaciones respecto del traslado de la sede de la Iglesia (de Jerusaln?) para Roma: cuando y en que circunstancias ocurrieron. Gracias por la atencin.
Respuesta:
Estimado:
Respecto del traslado de la sede de la Iglesia de Jerusaln a
Roma, el libro de los Hechos de los Apstoles termina su relato cerca de la actividad de Pedro en la iglesia madre de Jerusaln con la frase, enigmtica, de que 'se march a otro lugar'(Act 12, 17). No se ve ni el motivo de la marcha de Pedro, ni adonde se dirigi.
Nada puede afirmarse en concreto acerca de los puntos del
camino que lo llev a Roma, de la fecha de su llegada a la capital del imperio, ni sobre la duracin de su estancia. Es, en cambio, seguro que tom parte en el concilio de los apstoles en Jerusaln, que ha de fecharse poco despus de mediados de siglo, y que luego estuvo algn tiempo en Antioqua (Act 15, 7; Gal 2, 11-14).
El fundamento y sostn de la tradicin romana petrina lo
integran tres testimonios originales, muy prximos entre s cronolgicamente y que, tomados en conjunto, tienen una fuerza afirmativa que, prcticamente, se equipara a la certeza histrica. El primer testimonio es de origen romano, y se haya en la carta que Clemente, en nombre de la iglesia de Roma, enva a la de Corinto. Clemente viene a hablar, en el captulo V, de casos recientes en que los cristianos, 'por envidia', sufrieron tormentos y hasta la muerte, De entre ellos descuellan Pedro y Pablo: 'Pedro, que, por inicua emulacin, hubo de soportar ni uno ni dos, sino mucho ms trabajos y, despus de dar as su testimonio, march al lugar de la gloria que le era debido'[1]. Con el sufri el martirio una gran muchedumbre 'de elegidos', entre ellos mujeres cristianas, que fueron ejecutadas vestidas de Danaides y Dirces. Se trata de una alusin a la persecucin bajo Nern y ello nos permite relacionar la muerte de Pedro y situarla cronolgicamente a mediados de los aos sesenta. Clemente no da dato alguno sobre la forma y lugar de la ejecucin, y su silencio sobre el pormenor supone evidentemente en sus lectores conocimientos de los acontecimientos; a l mismo, como pasados en el lugar de su residencia y en sus mismos das (en su generacin), le eran sin duda personalmente familiares.
El fondo esencial de ese testimonio lo hallamos tambin en
una carta que, unos veinte aos ms tarde, fue dirigida desde oriente a la iglesia de Roma. Ignacio de Antioqua, obispo de la iglesia de la gentilidad de ms rica tradicin, que poda como nadie estar informado sobre la vida y muerte de los apstoles, ruega a los cristianos de Roma no le priven de sufrir el martirio intercediendo por ante las autoridades romanas. Ignacio aclara su ruego la frase respetuosa: 'Yo no os mando como Pedro y Pablo'[2]. Luego stos tuvieron un da con la Iglesia de Roma una relacin que les dio una posicin de autoridad, es decir, permanecieron all como miembros activos de la comunidad, no pasajeramente, como visitantes casuales. El peso de este testimonio est en el hecho de que una afirmacin venida del lejano oriente cristiano confirma inequvocamente lo que la iglesia romana sabe acerca de la estancia de Pedro en ella.
Prximo a la carta ignaciana a los romanos, se nos ofrece
un tercer documento, como testimonio a favor de la estancia y martirio de Pedro en Roma: la Ascensio Isaiae (4,2s), cuya redaccin cristiana data de hacia el ao 100. sta habla en estilo de anuncio proftico de que la plantacin de los doce apstoles ser perseguida por Beliar, el asesino de su madre (Nern), y uno de los doce ser entregado en sus manos. Esta profeca se aclara por un fragmento del Apocalipsis de Pedro, que hay que atribuir igualmente a los comienzos del siglo II. Aqu se dice: 'Mira, Pedro, a ti te lo he revelado y expuesto todo. Marcha, pues, a la ciudad de la prostitucin, y bebe el cliz que yo te he anunciado'. Este texto combinado, que demuestra conocer el martirio de Pedro en Roma bajo Nern, confirma y subraya considerablemente la seguridad de la tradicin romana. A estas tres afirmaciones fundamentales se aaden an dos alusiones que redondean el cuadro de la tradicin petrina. El autor del ltimo captulo del evangelio de Juan alude claramente a la muerte de Pedro por el martirio, y sabe evidentemente que fue ejecutado en la cruz (Jn 21,18s), si bien se calla respecto al lugar de martirio,. En cambio, en los versculos finales de la primera carta de Pedro se seala a Roma como su lugar de residencia, pues la carta se dice estar escrita en 'Babilonia; ahora bien por 'Babilonia' hay que entender antes que nada a Roma, como lo sugiere la ecuacin Roma-Babilonia del Apocalipsis de Juan (14, 8; 16ss) y de la literatura juda apocalptica y rabnica.
La tradicin romana petrina no se rompe en el curso del
siglo II y es atestiguada ampliamente por testimonios de los ms variados territorios por los que se ha propagado el cristianismo; as, en oriente, por el obispo Dionisio de Corinto; en occidente, por Ireneo de Lyon, y en frica, por Tertuliano. An es ms importante el hecho de que no haya iglesia cristiana que pretenda para s esta tradicin ni se levante una voz contempornea que la combata o ponga en duda. Esta ausencia casi sorprendente de toda tradicin concurrente ha de estimarse sin duda como un factor decisivo en el examen crtico de la tradicin romana.
Puede ver al respecto: Hubert Jedin, 'Manual de Historia de
la Iglesia', Herder, Barcelona 1980, tomo I, pp. 186-188. Hemos tomado la respuesta de manera prcticamente literal.