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El ttulo en este captulo hace anamnesis del concilio Vaticano II, el cual, al
iluminar el enigma del hombre con el misterio del Verbo encarnado, que es Cristo.
(GS N. 22). En esto el concilio explica tambin cmo hay que entender esta
restauracin de la semejanza con Dios: El hombre cristiano, conformado con la
imagen del Hijo, que es el primognito entre muchos hermanos, recibe las
primicias del Espritu, las cuales le capacitan para cumplir la ley nueva del, amor
(GS N. 22). Por consiguiente, el hombre, por medio de Cristo tiene acceso hacia el
Padre, por tanto no se puede entender un hombre nuevo sin Dios y sin Cristo
(Ef 2,12). Es decir, no se puede concebir, efectivamente, una nueva relacin con el
Dios inmutable, sin que el hombre cambie; ese cambio es efecto de la accin
divina y fundamento de las nuevas relaciones personales que el hombre ha
establecido con la santsima Trinidad a travs de Jesucristo. Por ello, es
importante la renovacin de esta semejanza divina tiene que ser considerada bajo
dos aspectos. Uno atae al ser, que significa un hombre que se hace partcipe de
la naturaleza divina o, como dicen los Padres, divinizado; otro aspecto referido al
tener, que significa el hombre que posee las primicias del Espritu, esto se
entiende como Gracia creada. Por tanto, una exposicin adecuada de la doctrina
revelada sobre la renovacin de la semejanza divina en el hombre requiere que la
situacin del hombre en Cristo aparezca, no como un conjunto de dones
separados entre s; la Gracia increada y las diversas Gracias creadas, sino como
una nueva existencia, estructurada orgnicamente.( Flick, Maurizio Alszeghy,
Zoltan, tratado: Antropologa Teolgica, Editorial Sgueme, 1999. Pag 232).
Para concluir, se puede decir que todos los seres humanos desde ya somos
imagen de Dios a imagen de Cristo, aunque todava no sea manifiesto lo que
llegarn a ser sobre todo al fin de los tiempos, cuando el Seor Jess vendr
sobre las nubes del cielo, para que Dios sea todo en todos (1 Cor 15, 28). Y
la Imago Dei puede ser por tanto considerada, en un sentido real, todava en
devenir; es decir, en un estado dinmico. Esto queda como muestra nuestra
conformacin a la imagen de Cristo en el cual cumple, por tanto perfectamente
solamente en nuestra resurreccin al final de los tiempos, en el que Cristo nos ha
precedido y no ha ya asociado a s a su Madre, Santsima, la virgen Mara; el
espejo sin mancha donde se mira Dios en Jesucristo con su Encarnacin.