Professional Documents
Culture Documents
origen=Array[origen]&ubicacion=C-I-
5&palabra_clave=&q=&url=CI5230.htm
HUGO SEGAWA
Los años inmediatos después de la Segunda Guerra Mundial fueron especiales para la cultura y la
educación latinoamericanas. Fueron los años de la consolidación de estructuras universitarias en varios
países del subcontinente, producto de la madurez de los esfuerzos consignados desde el inicio del siglo
XX o poco antes. Los establecimientos de enseñanza superior en todo el mundo desde el comienzo del
siglo XIX se venían caracterizando como teatros para el despuntar de los movimientos liberales y la
afirmación e integración nacionales. Representaron el escenario de la formulación de las ideologías, del
desarrollo intelectual, el espacio político de las grandes confrontaciones que acabaron por marcar el
debate nacional e internacional a lo largo de todo el siglo XX.
Las grandes ciudades universitarias del siglo XX se establecieron con la reunión de unidades aisladas -
dispersas en edificios distribuidos en el corazón de las ciudades- en un único lugar alejado del núcleo
urbano tradicional, en un proceso de agrupamiento de escuelas, servicios y alojamientos. Son ejemplos
de esos conjuntos en América Latina las ciudades universitarias en Río de Janeiro y São Paulo (Brasil),
Concepción (Chile), Tucumán (Argentina), Caracas (Venezuela), Ciudad de México (México), Bogota
(Colombia) y Quito (Ecuador). Dentro de estas y otras iniciativas marcantes del período después de la
Segunda Guerra, tres campus universitarios se destacan por sus historias y realizaciones, marcando
distintas visiones e iniciativas, pero teniendo todas un sustrato común: la creación de referencias propias
de la modernidad. Las trayectorias de las ciudades universitarias de Río de Janeiro, México y Caracas
son narrativas de tan peculiares manifestaciones de la modernidad.
Los treinta y seis días de la segunda visita de Le Corbusier a Brasil, entre 13 de Julio y 18 de agosto de
1936, rindieron seis conferencias en la Escuela Nacional de Música, el desarrollo de los nuevos diseños
básicos del Palacio del Ministerio de Educación y Salud publica y la Ciudad Universitaria de la
Universidad de Brasil, y ninguna realización concreta, debido a una serie de intrigas. Como se sabe, Le
Corbusier dejó una propuesta para la sede del Ministerio en un terreno no viable junto al mar, y el equipo
liderado por Lucio Costa desarrolló el proyecto definitivo, que se hizo efectivo en una esplanada del
Castelo y se tornó una referencia de la arquitectura moderna mundial.
Roberto Burle Marx fue un importante colaborador del equipo, contribuyendo, tanto en el proyecto
paisajístico del campus como creando murales de azulejos en los edificios. El proyecto original de
Moreira no fue implantado integro, su separación de la dirección del escritorio técnico, por problemas de
salud, no aseguraron la continuidad plena de lo que sería la mas fiel aplicación de la doctrina urbanística
corbusieriana, sin la mano derecha del maestro franco-suizo.
La primera universidad mexicana data del siglo XVI, pero es en 1867 la fechada por los republicanos y
refundada en 1910, en ocasión de la conmemoración del centenario de las luchas por la independencia
del país. A lo largo de décadas se alentó la idea de reunir las unidades dispersas y los servicios
universitarios en un único local. En 1943 fueron adquiridos los terrenos para tal fin en la entonces
distante región de Pedregal de San Ángel, al sur de la ciudad. Tres años después, se creaba la Comisión
Constructora de la Ciudad Universitaria, que convocó en una concurrencia publica las propuestas para
un plano general de una ciudad universitaria. Esta iniciativa movilizó a la Escuela Nacional de
Arquitectura, que promovió un concurso interno, en el cual fue seleccionada la idea preliminar de tres
estudiantes Teodoro González de León (hoy, uno de los más importantes arquitectos mexicanos,
Armando Franco y Enrique Molinar- y sobre el cual profesores y otros estudiantes se basaron para la
elaboración de un diseño final para su presentación al concurso oficial. Esta propuesta de estudiantes y
profesores salió victoriosa y en líneas generales, sus directrices fueron adoptadas para el desarrollo del
plano de la Ciudad Universitaria para la Universidad Nacional Autónoma de México.
El proyecto definitivo fue elaborado por un equipo creado en 1949, dirigido por los arquitectos Mario Pani
y Enrique del Moral, responsables de la organización de un gran escritorio para el desarrollo del proyecto
y construcción de la nueva Ciudad Universitaria. Mario Pani, formado en la Escuela de Bellas Artes de
París en 1934, fue uno de los más importantes arquitectos mexicanos, pautándose por la perspectiva
urbanística racionalista asociada a las propuestas arquitectónicas innovadoras en México de mediados
del siglo XX. Participó en importantes programas gubernamentales como el Plan Nacional de Hospitales
(1942-46) y el Comité Administrador del Programa Federal de Construcciones Escolares (1944-47), entre
otros, y en grandes conjuntos habitacionales inspirados en los preceptor del CAM como la Unidad
Habitacional Presidente Miguel Alemán (1948-49) y la Unidad Habitacional Presidente Juárez (1951-52).
Enrique del Moral, también uno de los grandes arquitectos mexicanos del período, se formó en la
Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM, actuó igualmente en programas hospitalarios, escolares y
en varias colaboraciones con Mario Pani.
Uno de las principales características de la Ciudad Universitaria fue su concepción de conjunto con
admirable sentido de unidad, asimilando la diversidad de las actitudes arquitectónicas de los miembros
del equipo con cerca de setenta arquitectos bajo la dirección de Pani y del Moral. La complejidad del
desarrollo y de los plazos políticos hicieron urgente la rápida elaboración de los proyectos y ejecución de
las obras, posibilitando una inauguración simbólica de la Ciudad Universitaria al final del mandato del
presidente Miguel Alemán, en 1952. Entretanto, su ocupación efectiva solo se inicio dos años después, a
pesar de la aparente unidad, que podría caracterizar una obra concebida por un único autor. La Ciudad
Universitaria fue el resultado de la creación colectiva, en la cual las diferentes partes conforman un todo
relativamente bien ajustado entre si, sin caer en una heterogeneidad desarticulada. En el plano general,
la funcional estructura de circulación y rígida separación entre vehículos y peatones es la evidencia de
un saneamiento riguroso de huella modernista que convive con una inusitada y grandiosa plaza
ortogonal, ordenador del conjunto mayor; cuya escala y relaciones con las masas construidas se
inspiraban en la espacialidad de los conjuntos urbanos prehispánicos, como la Calzada de los Muertos
de Teotihuacan. Edificios y áreas abiertas están situadas en diferentes niveles exigiendo un hábil
ejercicio de la modelación de las superficies, buscando el aprovechamiento y el adecuado manejo de la
capa volcánica que caracterizaba aquel territorio. La concordancia y la continuidad de esos diferentes
planos se hicieron efectivos con extensas escalinatas, anfiteatros, rampas y retiros- de evidente
referencia grafica a los sitios prehispánicos- con una utilización de la roca magmática labrada en el
propio lugar aplicada como pavimentos, en los parámetros, en los basamentos, en los muros, en las
escaleras, en terrazas. EI Estadio Universitario fue una realización en la cual el uso de taludes, el
recubrimiento de piedra a manera de ancestrales pirámides- sugieren un objeto de factura humana
precolombina. Intervenciones que se integraban al telúrico paisaje de la región de El Pedregal, remitido a
la imaginación tectónica mexicana.
Los diferentes edificios, proyectados y ejecutados a lo largo de décadas, registraron diferentes posturas:
la Facultad de Ciencias (proyecto de Raúl Cacho, Eugenio Peschard, Félix Sánchez Bayón) y los
institutos con el edificio en lamina cuya fachada remite a la arquitectura brasileña en un bloque de aulas
marcado por el mural de José Chávez Morado; la torre de vidrio de la Rectoría (proyecto de Mario Pani,
Enrique del Moral, Salvador Ortega Flores) con el monumental mural de Siqueiros en un bloque bajo; los
alegóricos e intrigantes mosaicos de Juan O'Gorman en la Biblioteca Central; el discreto y limpio
volumen opaco de la Escuela de Arquitectura (de José Villagrán Garda, Affonso Liceaga, Francisco
García Lascurain); el bloque racionalista de aulas de Humanidades (de varios arquitectos), son
contrapuestos entre si y con realizaciones telúricas como el Estadio Universitario (Augusto Pérez
Palacios, Raúl Salinas Moro, Jorge Bravo Jiménez; Diego Rivera, suplentes) y los frontones de Alberto T
Irai. No predomino el International Style seco ni los excesos pictóricos del muralismo ni los relevos de
gusto prehispánico. Jorge Alberto Manrique hace una excelente síntesis del ambiente en el que se
realizó la arquitectura de la Ciudad Universitaria. Esa mezcla representaba la introducción de una
modernidad nacionalista y la superación de un nacionalismo conservador que se establecería en las
primeras décadas del siglo, con manifestaciones de tipo neocolonial o neoazteca. El conjunto era, en
mas de un sentido, la culminación de mas de veinte anos de arquitectura moderna mexicana, y también
de un gran intento de tono nacionalista. «El nacionalismo era el gran fantasma que recorría la cultura
mexicana posrevolucionaria. Los críticos pedían a los artistas que crearan una escuela mexicana
recogiendo tanto del paisaje -el físico mexicano- como de los tipos, las costumbres y los hechos
históricos -la moral- y los artistas respondieron con más o menos fortuna. Redescubrir a México,
reencontrar las verdaderas raíces mexicanas, se convirtió en una preocupación generalizada. El
Renacimiento mexicano dio un onda de preocupación nacionalista, que venia del interés por las artes
populares al estudio del pasado prehispánico y su arte, la investigación antropológica e histórica, la
pintura, la escultura y las antes graficas, las letras, la música y la danza. De concierto nacionalista a lo
largo de treinta años, especialmente en las décadas de los treinta y cuarenta que se había oficializado y
tomado, por vía de su utilización por parte del Estado, un sentido triunfalista, la arquitectura estaba
excluida. Los regímenes posrevolucionarios posteriores a la Segunda Guerra Mundial intentaban
mostrar una imagen moderna y nacional (lo que tenia sus puntos de contradicción según la manera que
se presentaba). En general, la cultura mexicana involuntariamente respondía a esa imagen. Solo la
arquitectura era ciertamente moderna, pero nada convincentemente nacional. Se debe entender la
aventura arquitectónica que es la Ciudad Universitaria a la luz de ese momento cultural, y da ‘más
conciencia’, lo que pasaba sobre ella porque no mostraba con evidencia el aspecto nacionalista que
atravesaba y pretendía dar sentido a la escena mexicana» .10
La relación del complejo universitario de la Universidad Central de Venezuela (UCV) estuvo rodeada de
intrigas políticas en razón de las circunstancias históricas en que el proyecto y la obra se desarrollaban.
La creación del campus de la UCV data de 1943, con la constitución de una comisión para el
planeamiento de la Ciudad Universitaria. Esta comisión fue encargada de los análisis preliminares del
programa del campus y del Hospital Universitario y de la selección del terreno - que determinó la antigua
Hacienda Ibarra, en aquel momento era un área distante al centro de la capital. Tales estudios
demandaron un reconocimiento de experiencias análogas, como el entonces recién inaugurado campus
de la Universidad Nacional en Bogotá, proyecto urbanístico de Leopold Rother. La falta de unidad en la
arquitectura de esa ciudad universitaria orientó la decisión de delegar la dirección de los proyectos del
campus venezolano en un profesional, recayendo la tarea en Carlos Raúl Villanueva. 11 El más
importante arquitecto venezolano, formado en 1928 en la Escuela de Bellas Artes de París desarrolló
prácticamente toda su carrera como arquitecto del estado, e instituciones públicas entre 1929 y 1939
trabajó en el Ministerio de Obras Públicas; de 1940 a 1960 fue arquitecto del Banco Obrero, período en
que proyectó conjuntos habitacionales en el Silencio (1941-43), el Paraíso (1952-54), El 23 de Enero
(1955-57); y a partir de 1944, y por más de 20 años fue responsable por los proyectos de la Ciudad
Universitaria de la UCV, como representante del Ministerio de Obras Públicas. Villanueva participó en la
comisión inicial preparatoria del proyecto universitario, introduciéndose en la tarea que culminó en la
creación de su obra principal.
El joven Villanueva, recién llegado de Europa, practicó una arquitectura historicista en el principio de su
carrera. La primera propuesta de diseño urbano de la Ciudad Universitaria ostentaba una
monumentalidad clásica, propia de la disciplina compositiva Bellas Artes, que a lo largo del tiempo fue
siendo abandonada por soluciones menos rígidas, obedeciendo a la resolución paulatina de las
exigencias, al punto de diluirse al pasar de los años la determinación de un esquema previo. El esquema
de composición por espacios monumentales fue siendo sustituido por una trama de paseos cubiertos y
agrupamientos de edificios, proporcionando un sentido mayor de protección y continuidad de los
espacios. La sensación de continuidad se asociaba a un mayor control ambiental, mediante soluciones
variadas de sombras, filtrado de la luz intensa y protección a la lluvia, características del trópico húmedo
del clima caraqueño. Los espacios y edificios del campus testimonian la trayectoria del Villanueva
académico al moderno: las primeras realizaciones, de mediados de los años cuarenta, concentradas en
el complejo hospitalario (Hospital Clínico, Instituto de Medicina Experimental, Instituto Anatómico,
Instituto Anatomo Patológico), mostraban un arquitecto en el debate del racionalismo europeo,
alejándose del historicismo; a partir de los años cincuenta, la exaltación de las estructuras como
expresión arquitectónica (Estadio Olímpico, Estadio de Baseball, canchas de tenis, piscina olímpica, y el
Aula Magna) asignaban su madurez arquitectónica. Es desde ese momento la marca mayor de la Ciudad
Universitaria de la UCV, la propuesta de la Síntesis de las Artes.
Las primeras iniciativas de Villanueva en esta ambiciosa proposición de integrar en gran escala la
arquitectura con la pintura y escultura en la Ciudad Universitaria datan de 1952. El debate de las artes
plásticas en los años posteriores a la Segunda Guerra giraban en torno a la polémica del realismo versus
abstraccionismo. En América Latina la politización del medio artístico en ese momento trajo otra
discusión: la del nacionalismo versus internacionalismo. En ese debate, el muralismo mexicano
constituía una referencia articuladora del enganchamiento social y nacionalista de los artistas
latinoamericanos. Pedro León Castro (de las excepciones de los artistas presentes con obras figurativas
en la Ciudad Universitaria venezolana) afirmaba el abstraccionismo como el instrumento del
imperialismo. La refinada sensibilidad de Villanueva apuntaba por el arte abstracto como compañero de
su arquitectura y forma de diálogo con la contemporaneidad, no viendo con buenos ojos la experiencia,
entonces en rumbo de la Ciudad Universitaria de México. Los contactos del arquitecto con la vanguardia
artística francesa le hicieron llevar a Caracas obras de Jean Arp, Andre Bloc, Alexander Calder, Wifredo
Lam, Henri Laurens, Fernand Leger, Antoine Pevsner, Víctor Vasarely y encomendar obras a artistas
venezolanos que estudiaban o estudiaron en reconocidos atelieres parisienses, como Mateo Manaure,
Alejandro Otero, Pascual Navarro o Carlos González Bogen.12 Las obras producidas en Paris, antes de
embarcarlas a finales de 1953 para Venezuela, fueron expuestas en el Museo de Arte Moderno de París.
No todas las obras fueron encomendadas con un lugar definido en el espacio de la Ciudad Universitaria.
Las «Nubes», la obra-prima de Calder en el Aula Magna, surgieron de un dialogo del artista con el
ingeniero acústico Robert Newman, en marzo de 1954; la Plaza Cubierta, el Aula Magna y la Biblioteca
Central fueron inauguradas con la apertura de la Décima Conferencia Interamericana de Chanceleres,
llamando la atención de todo el mundo. Sin embargo definida arquitectónicamente y urbanísticamente en
un momento de democracia en los años cuarenta, la inauguración parcial de la Ciudad Universitaria se
dio durante la dictadura del general Pérez Jiménez (quien prestigio a Villanueva y su osado proyecto),
sirviendo como pieza de propaganda de un régimen hacia el cual había evidente oposición de
intelectuales y artistas. Concluido el encuentro internacional, el gobierno se desintereso por los artistas
extranjeros, volteándose a la adquisición de obras de artistas locales. Al pasar por varios gobiernos y
regímenes, Carlos Raúl Villanueva fue criticado por su condescendencia con la dictadura, lo que le costo
en el futuro serias restricciones político-ideológicas. Entretanto, a pesar de ello, las enseñanzas y el
legado de la realización de una obra sin par de integración en gran escala de la arquitectura, pintura y
escultura de vanguardia, constituyendo en la practica un gran museo de arte contemporáneo de la
escala de una Ciudad Universitaria, nacieron de la conciencia de Villanueva de que estaba legando a
Venezuela una realización trascendental de arquitectura, urbanismo y arte modernos.
Notas:
1 MELLO JR. «Donato. Um campus universitario para a cidade do Rio de Janeiro», arquitectura Revista,
Rio de Janeiro, 1985, v, I,p. 54
2 Idem, p. 58; SCHWARTZMAN, Simón, BOMENY, Helena Maria Bousquet, COSTA, Vanda Maria
Ribeiro, Tempos de Capanema, Sao Paulo, EDUSP/Paz e Terra, 1984, p.99.
3 SANTOS, Cecilia Rodríguez dos, PEREIRA, Margareth Campos da Silva, PEREIRA, Romao Veriano da
Silva, Vasco Caldeira da. Le Corbusier e o Brasil. Sao Paulo, Tessela Projeto, 1987, p.137.
4 COSTA, Lucio, Registro de uma vivencia. Sao Paulo, Empresa das Artes, 1995, p.172-189.
5 SANTOS, Cecilia Rodríguez dos et al. Op.Cit, p. 179
6 Depoimento de Lucio Costa oa autor
7 TOGNAN, Marcos, «Arquitectura fascista e o Estado Novo, Marcello Piacentini e tradiçào monumental
no Rio de Janeiro». In: RIBEIRO, Luiz Cesar de Queiroz, PECHMAN, Roberto (org) Cidade, povo e
nacao, génese do urbanismo modernmo. Rio de Janeiro, «Civilizacao Brasileira», 1996, p. 157-64
8 AMARAL, Aracy «O muralismo mexicano como marco de múltipla articulaçao. En seu, Arte e meio
artístico: ente a feijoada e o x-burguer» Sao Paulo, Nobel, 1983, p.280-287
9 MANRIQUE, Jorge aLberto: El futuro radiente: la Ciudad Universitaria, GONZALEZ GOSTAZAR,
Fernando (Coord.) La
10 MANRIQUE, Op.Cit, p. 139
11 SATO, Alberto. «Villanueva: a local genius and genius loci». Docomomo Journal, jun. 1995, Eindhoven,
N°13, p. 46
12 GASPARINI, Marina. La ciudad universitaria de Villanueva: las obras de una obra. OBRAS de arte de la
Ciudad Universitaria de Caracas, Caracas, Universidad Central de Venezuela/MonteAvila/Conac, 1991,
pp. 15-31