LA EVALUACIÓN DE LOS APRENDIZAJES:
HERRAMIENTA PARA FORTALECER LA FORMACIÓN INTELECTUAL Y
CÍVICA
Las competencias en educación
tema en boga en los últimos años al punto
que todas las instituciones educativas,
independiente el nivel, hablan de llevar a
cabo sus procesos educativos bajo este
enfoque. El mismo ente rector de la
educación, Ministerio de Educación, en
sus discursos predica acerca del deber que
todo docente debe desarrollar sus clases
bajo dicho enfoque. La escuela pública e
instituciones educativas privadas llevan
dentro de sus propuestas pedagógicas el
termino competencia, lo cual no es
contraproducente, al contrario, es
totalmente justo y necesario para una
sociedad en donde lo que se necesita son
profesionales competentes que impulsen el
desarrollo económica, político y social del
país.
La gran mayoría de docentes –ya
en la práctica- reducen el concepto de
competencia solamente al conjunto de
conocimientos y habilidades olvidando el
sentido pleno de la educación en su
referencia a la persona (Filosofía de la
Educación, 2007) es decir que la
formación de alumnos competentes va más
allá de la dimensión cognitiva,
comunicativa, corporal o socio política;
dentro de la formación competente de una
persona también ha de tomarse en cuenta
la formación moral a través de virtudes
intelectuales partiendo de la distinción
entre razón teórica y práctica.
Fuentes del Pensamiento Pedagógico
Docente: Raúl H. Velis, Ph. D.
Estudiante: Dennis Adonay Zepeda Rivera
Durante el proceso didáctico, debe
garantizarse la capacidad de desarrollo de
cada uno de los contenidos (conceptuales,
procedimentales y actitudinales), que
configuran la competencia, ya que ésta es
la clave para que el alumno sea capaz, en
otro momento, de afrontar situaciones
parecidas, aunque no iguales (MINED,
2015); el docente debería de contemplar
dentro de sus estrategias metodológicas
actividades capaces de potenciar virtudes
intelectuales de la razón práctica, como la
sindéresis y el arte, pero también la
evaluación de los aprendizajes se vuelve
una herramienta útil, adecuada y oportuna
para la aplicación de dichas virtudes, en
especial aquellas actividades que el
Ministerio de Educación manda a los
docentes a desarrollar a diario con sus
estudiantes, las llamadas actividades
cotidianas, ya que estás son una
herramienta de reflexión diaria y que le
permiten extraer correcciones en el futuro
inmediato, no solo a nivel de procesos
académicos, sino también conductuales.
Por otra parte las actividades
integradoras, también se vuelven una
herramienta para potenciar las virtudes
intelectuales, en este caso especial las
virtudes de la razón teórica, debido a que
este tipo de evaluación del aprendizaje no
solo se limita con el saber conocer, hacer
sino también le da importancia al saber ser,
promoviendo acciones y la posterior
reflexión sobre la actuación dada en el
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transcurso del desarrollo de la actividad.
La actividad integradora tiene dentro de su
filosofía evaluar si el estudiante ha logrado
el objetivo de construir determinados
saberes: saberes de conocimiento, saberes
de procedimiento o capacidad de
demostrar que se es capaz de hacer algo, y
saberes actitudinales o de
comportamiento, o lo que es igual, “saber
ser”.
Entre las virtudes intelectuales que
se pueden potenciar por medio de las
actividades integradoras son la
abstracción, la generalización, la
conceptualización y la judicación o hábito
de la ciencia. A través del primer paso que
implica la actividad integradora,
simulando una situación problema o real,
se estimula la virtud de la abstracción, ya
que dicha situación ejercita las potencias
de la sensibilidad interna; por medio de la
generalización permitirá al niño, niña o
joven planificar la situación problema que
requerirá solución y la conceptualización
permitirá desarrollar un planteamiento
concreto vinculado con los indicadores de
logros y los objetivos (competencias) que
se persiguen con la actividad; y finalmente
la judicación, que asiste a la formación de
juicios y, por tanto, al descubrimiento y
enunciación de la verdad (MINED, 2015),
es otra virtud intelectual que puede ser
fomentada por medio de la autoevaluación
y coevaluación, herramientas de la
evaluación educativa vinculadas a la
calidad de los procesos educativos, pero
sobre todo a la reflexión crítica mediante
el estudiante construye juicios de valor
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acerca de su aprendizaje y al mismo
tiempo estimula la retroalimentación
constante de su aprendizaje personal y
grupal (MINED, 2015).
Para la UNESCO, en su informe,
“La Educación Encierra un Tesoro”, Jack
Delors define los cuatro pilares de la
educación, entre los cuales están “aprender
a convivir”, es decir al desarrollo de la
comprensión del otro, es decir preparar al
estudiante para la solución de situaciones
en conjunto, y quizás el más importante,
“aprender a ser”, que alude a la búsqueda
del florecimiento de la propia
personalidad, actuando con autonomía y
responsabilidad, trasladando lo aprendido
de manera correcto y de manera integral.
Todo educador debe tomar en cuenta los
cuatro pilares, porque no es suficiente el
aprender a conocer y el aprender a hacer,
de lo contrario se estaría en una educación
utilitarista; para ello el docente puede
apoyarse de una formación cívica debido a
que hay hábitos operativos que pueden ser
desarrollados perfectivamente, tomando
como herramienta, entre otras, la
evaluación educativa. Y es que por medio
de la evaluación educativa –en especial las
actividades integradoras y cotidianas- se
puede abrir el camino hacia acciones
sociales impulsadas hacia el amor y la
compasión hacia los demás (piedad),
reconociendo el mérito al trabajo realizado
por los estudiantes (honor); acatando la
autoridad del docente, a su reglamento de
evaluación, criterios de evaluación,
normas del equipo de trabajo (observancia
y obediencia); a través de la
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autoevaluación y coevaluación se puede
trabajar con la virtud social de la
veracidad. Las actividades integradoras
permiten en los estudiantes cultivar
liberalidad y la afabilidad, aportando cada
uno en el equipo sus capacidades
entablando y sembrando una amistad que
conlleva a otros valores como la
solidaridad y empatía y la gratitud; y
finalmente dentro de cada equipo de
trabajo deberá el docente de manejar
normas de convivencia que permiten a
cada uno de los miembros reflexionar
sobre su trabajo, su responsabilidad y
aportes; y tener claro las consecuencias al
no estar trabajando como se debería no con
el fin de infligir un daño al que está
quebrantando el reglamento sino por el
contrario buscar la manera que este se
revindique en lo que ha fallado.
económico y social, la sociedad también
demanda de personas con principios y
valores y es así que dentro del proceso
educativo la escuela debería de tomar en
cuenta la formación intelectual a través de
las virtudes intelectuales de la razón
teórica y práctica, y además la formación
cívica por medio de las virtudes sociales ya
que estas guardan un fin en común, el
desarrollo de capacidades ciudadanas
enfocadas en el aprender a ser y convivir
juntos.

A modo de conclusión

La educación promueve la libertad

y la autonomía personal y genera
importantes beneficios para el desarrollo
(UNESCO, 2017), en este contexto la
escuela es el medio por excelencia para
que niños y niñas salgan de la pobreza y es
que desde finales del siglo XX se han
comenzado a introducir ideas como la
globalización, la nueva era de la
información y otras asociadas a una etapa
económica neoliberal para la cual la
sociedad demanda de personas
competentes capaces de enfrentar los
nuevos retos, de lo contrario se estaría
haciendo más amplia la brecha entre
pobres y ricos, pero más allá del enfoque

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Bibliografía
Delors, J. (1996). La Educación Encierra un Tesoro. España: UNESCO.

Filosofía de la Educación. (2007).

MINED. (2015). Evaluación al Servicio del Aprendizaje y El Desarrollo. San Salvador: ALBACROME,
S.A DE C.V.

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