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Advertencia

La distribución de esta traducción queda prohibida sin la


previa aprobación de la Administradora de “El Mundo de la Luna
Roja”, y de sus traductores y correctoras.

Esta obra posee CONTENIDO HOMOERÓTICO, es decir tiene


escenas sexuales explicitas de M/M.

Apoyemos a los autores que nos brindan entretenimiento y


fomentan nuestra imaginación comprando sus libros.

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Sinopsis
Dusty tiene la gracia de un elefante en una cacharrería. Podría
tropezar hasta con el aire, y tenía arañazos y rasguños que lo
demostraban. Su reunión con Alexander Sheffield termina siendo,
como casi todo lo demás en su vida, un desastre total.

Pero Alexander queda cautivado por el peligroso Dusty, tanto


que, de hecho, contrata al hombre para ser su asistente personal,
incluso si sólo lo hace para evitar que se haga daño. Dusty sólo
necesita un poco de orientación en su vida, un poco de orden, y
Alexander es el hombre indicado para dárselo. Ahora bien, si puede
estar en la vida de Dusty el tiempo suficiente sin que, el hombre
propenso a los accidentes se lastime, Alexander tiene planes para
él, que convertirán a Dusty en su ‘para siempre’.

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Capítulo 1
—¡Mira por dónde vas, imbécil!

Dusty se limpió el sudor de la frente mientras corría, en


bicicleta, por las calles de la ciudad. Ignorando los airados gritos y al
beligerante hombre. Era mensajero, y tenía un paquete que
entregar. Cayera lluvia, aguanieve, granizo, o hiciese un sol
malditamente abrasador que derritiera su cerebro, Michelson Inc.
iba a tener ese sobre.

Avanzó a través del denso tráfico y por poco un taxista lo


golpea en la rueda trasera, cuando doblaba la esquina.

—¡Si llegó a golpearte, te denuncio! —gritó el taxista mientras


agitaba su puño en el aire.

—Primero tendrías que pillarme —Dusty gritó mientras corría


directamente hacía un expendedor de periódicos, chocando contra
él, y aterrizando a su lado.

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‘Joder, eso le había dolido’.

—¿Está bien? —preguntó un hombre que pasaba, pero no se


detuvo.

Dusty gimió y luego se puso en pie, sacudiéndose los


pantalones. Hizo una mueca cuando se dio cuenta que se había
raspado y rasguñado las palmas de sus manos y los nudillos. Gracias
a los dioses que llevaba casco, aunque la cosa lucía más golpeada y
maltratada que un coche de carreras, rodilleras, y coderas.

Se acercó a su bicicleta, inspeccionó las ruedas, y se sintió


aliviado al ver que no tenían ningún daño serio. Tener que comprar
una nueva, sería un asco. Ya había pasado por eso tres veces este
año.

Y sólo estaban en mayo.

Saltando de nuevo sobre su bicicleta, Dusty comenzó a bajar


de la acera, corriendo hacia su destino. Iba retrasado, y necesita
llevar ese sobre a su propietario.

—¡Sal de la maldita acera, idiota!

5
Dusty saltó de la acera, condujo por la avenida de Adán, y se
sintió feliz cuando vio el gran edificio, imperiosamente, delante de
él. Su fachada estaba construida en su mayor parte de cristal, tenía
un patio delantero grande, de modo que Dusty tenía lugar para
estacionar su bicicleta, y disponía de un directorio fácil de seguir.

Sin embargo, no era la primera vez que entregaba algo en esa


empresa.

Dusty trató de estirar su pierna por encima de la bici, y viajar


en uno de los pedales como había visto que hacían los otros
mensajeros, hasta llegar a su destino y luego simplemente
presionar el pedal, pero no funcionaba exactamente como él
quería.

Nunca lo hacía.

De todos modos, siguió intentándolo.

El bajo de su pantalón se quedó atrapado en el otro pedal, y


pronto se encontró tendido en el suelo, con su bicicleta golpeando
contra él, mientras la rueda trasera seguía rodando.

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‘Joder, eso le había dolido’.

Miró a las personas que entraban y salían del edificio. Algunos


giraban sus ojos, pero ninguno se ofreció a ayudarlo o le preguntó
si estaba bien. Estaba acostumbrado a los golpes y contusiones que
adquiría en su trabajo. Pero, a lo que no se acostumbraba era a que
la gente fuera con tanta prisa, que ni siquiera tuvieran la gentileza
de agacharse y darle una mano.

Sólo les llevaría cinco segundos.

Nunca entendería a las personas que corrían por la vida sin


tomarse el tiempo para disfrutarla. ¿O por qué la gente no podía
tomarse ni cinco segundos en ser amable con alguien más? La
bondad era libre, pero parecía que mucha gente lo obviaba.

La sociedad en su conjunto desconcertaba a Dusty.

Enderezó su bicicleta cerca de la puerta y le puso el candado,


luego se apresuró hacia la fila de ascensores. Colocando su bolsa de
mensajero hacia delante, sacó el sobre, y luego dejó caer la maldita
cosa. Cuando se agachó para recogerlo, le dio una patada, y vio con

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horror como se deslizaba a través del vestíbulo principal, y
dirigiéndose hacia las escaleras mecánicas.

—¡No! —gritó y se fue tras él. Si perdía el sobre, iba a ser


despedido. El Sr. Wheeling estaba bastante cansado de que Dusty
volviera a mensajeros competentes y le dijera que había perdido
otro paquete.

Estaba patinando sobre fino hielo.

Dusty suspiró de alivio cuando un hombre piso el sobre, el


pulido zapato wingtip1 evitó que el sobre fuera devorado por los
plateados dientes de la escalera mecánica.

—¿Es tuyo? —preguntó el hombre mientras se inclinaba por


la cintura y cogía el sobre.

Mierda. Dusty había hecho un centenar de entregas a ese


hombre. El Sr. Jacob Lyndhurst estaba allí sosteniendo el sobre, con
una irónica sonrisa en su rostro.

1
Los zapatos Wingtip disponen de una puntera que llega a un punto en el centro, y se extiende hacia los
lados de los zapatos, en una forma que se asemeja algo a las alas.

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—Gracias —dijo, mientras se acercaba y tomaba el sobre de
papel de la mano del Señor Lyndhurst.

—Trate de mantener un férreo control sobre él, Dusty —dijo


Lyndhurst con un brillo de risa en sus ojos color gris claro, mientras
se alejaba.

Dusty parpadeó ante el hombre y luego lo sacó de sus


pensamientos mientras se acercaba a los ascensores. Había otras
personas allí esperando. Siempre que hacía una entrega allí, el
pasillo de los ascensores, estaba lleno de gente.

Vio a una mujer con un cochecito, un señor mayor, y unos


pocos hombres, con lo que parecían ser unos trajes muy costosos,
con la mirada fija en los números situados encima de los
ascensores. No estaba seguro de lo caro que eran los trajes, porque
Dusty no tenía ninguno. Se quedaba con los pantalones vaqueros y
camisetas.

Eran mucho más fáciles de remplazar cuando derramaba algo


y arruinaba sus ropas.

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Cuando el ascensor de la izquierda se abrió, los ocupantes
salieron y los hombres, en sus trajes de apariencia cara, se
apresuraron dentro, Dusty se hizo a un lado, sonriendo a la mujer
con el cochecito y al señor mayor, agitando una mano hacia el
ascensor. —Adelante.

Era joven. Dusty podría coger el siguiente, correr por el


pasillo, y aún llegar a tiempo. Ellos dos no podrían.

—¿Podrían sostener la puerta por favor? —preguntó la mujer


a los hombres que ya estaban en el ascensor, pero actuaron como
si hablara en otro idioma. Cuando las puertas comenzaron a
deslizarse, dejando a la mujer por detrás, Dusty se acercó y puso su
mano en las puertas, impidiendo que se cerraran.

—Puedes pasar.

—Tengo una reunión a la que llegar —espetó uno de los


hombres con traje.

—Y todavía estará allí —murmuró Dusty.

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Los hombres de traje intimidaban a Dusty, pero una mujer y
un bebé siendo desairados lo superaban. Lidiaría con sus enojadas
miradas para echarles una mano.

—Gracias, joven —dijo ella, sonriendo a Dusty, y luego miró a


los hombres en el ascensor.

Su gratitud hizo que todo valiera la pena.

Dusty corrió hacia el ascensor de al lado, sosteniendo la


puerta para que el hombre mayor entrara, a continuación, pulsó en
el botón 5. Tarareaba para sí mismo y se preguntaba si su pez
tendría suficiente comida, mientras el ascensor subía sin
problemas, hacia el quinto piso.

Una vez que las puertas se abrieron, Dusty salió... y, a


continuación, tropezó. El sobre salió volando de su mano, mientras
el caía sobre su rostro.

‘Joder, eso le había dolido’.

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—¿Estás bien? —le preguntó la recepcionista que se
encontraba de pie, detrás de su escritorio, mirando a Dusty con los
ojos muy abiertos.

—Sí —respondió Dusty mientras recogía su dignidad y el


sobre del suelo. Sonrió cortésmente, y observó la placa de
identificación, Karen—. Tengo un paquete para el Señor Sheffield.

Dusty metió la mano en su bolsa de mensajero y sacó el


portapapeles con los formularios adjuntos donde los destinarios
debían firmar, entregándoselo a Karen.

Finalmente, ella levantó una ceja mientras miraba el triste


estado de los documentos adjuntos y del portapapeles. A Dusty se
le había caído tantas veces él portapapeles, que este, tenía su
propia cuota de golpes y contusiones.

—Necesito que me firmes esto.

—Karen, he terminado con las entrevistas por hoy. Envía a


casa a cualquier otra persona que se presente —dijo un hombre
mientras salía de su oficina.

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—Sí, Señor Sheffield.

—¿Es para mí? —El hombre se volvió hacia Dusty, asintiendo


hacia la envoltura apretada en la mano de este.

Todo lo que Dusty podía hacer era mirar a los ojos amatistas
más deslumbrantes que nunca hubiera visto. El hombre se acercó a
él, su poderoso cuerpo, delgado y musculoso, se movía con
facilidad. Cuando el Sr. Sheffield se detuvo, Dusty se dio cuenta de
que el hombre se alzaba sobre él por lo menos veinte centímetros.

Wow.

El Sr. Sheffield chasqueó los dedos delante de la cara de


Dusty. —¿Te pregunté si esa entrega es para mí?

Dusty parpadeó un par de veces, y luego sintió el calor de su


cara a un nivel que rivaliza con los rayos del sol. —Oh, sí, lo es. —
Dusty extendió su mano con el sobre y golpeó al hombre justo en la
nariz.

—¡Oh, dios mío! —Dusty se quedó blanco, horror lo dominó.


Estaba seguro que iba a perder su trabajo después de esto.

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—¡Señor Sheffield! —gritó Karen.

—¡Maldita sea! —gruñó el Señor Sheffield cuando puso una


mano sobre su nariz y luego la alejó, obviamente, comprobando si
tenía sangre.

—¿Está usted bien? —preguntó Dusty, dando un paso


adelante y llegando a... se tropezó, y golpeó con su mano la nariz
del Sr. Sheffield.

—¡Mierda! —gritó el Señor Sheffield.

—¡Oh, infiernos! —murmuró Karen.

—Estoy muy jodido —susurró Dusty.

Dusty se tapó la boca con la mano, mirando con ojos muy


abiertos y horrorizados como el Sr. Sheffield se apoyaba en el
mostrador de la recepcionista.

—¿Está usted-

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—No te acerques —advirtió el Sr. Sheffield, mientras sostenía
una mano para protegerse de Dusty—. Si tratas de ayudarme una
vez más, podría necesitar una ambulancia.

Dusty dio un paso atrás y se inclinó lentamente hacia el


mostrador, colocando el sobre en la lisa superficie, asegurándose
de no tocar al hombre. —Esto es para usted, Señor.

Los ojos amatistasdel Sr. Sheffield se ampliaron ligeramente, y


luego su mano bajó lentamente por su nariz mientras sus ojos
escudriñaban a Dusty de pies a cabeza. —¿Cómo te llamas?

‘Oh, diablos’. El Sr. Sheffield iba a demandar a mensajeros


competentes. Dusty estaba a punto de perder su trabajo. De
inmediato comenzó a pensar en quién más podría contratarlo,
mientras contestaba al hombre herido.

—Dusty, Señor.

Ahora los ojos amatista se entrecerraron, hasta convertirse


casi en ranuras, mientras el Sr. Sheffield dio un paso más cerca de
Dusty. Oh, mierda. El hombre le iba a pegar en la nariz. Dusty dio

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un paso atrás, levantando el portapapeles delante de su rostro
mientras se encogía. —Me sangra muy fácilmente, Señor.

—¿Qué? —El tono estaba llenó de desconcierto.

Dusty bajó, un poco, el portapapeles y se quedó mirando por


encima del borde, viendo confusión en los ojos del hombre. —Le
dije que me sangra con facilidad, Señor. Así que, si se me va a
golpear en la nariz, es posible que desee poner primero, una toalla
en la limpia alfombra.

El Sr. Sheffield miró a Karen y luego otra vez a Dusty, con


rígida postura mientras sus manos se deslizaban en los bolsillos de
sus arrugados pantalones. —No te iba a pegar, Dusty.

—Oh —dijo Dusty mientras se inclinaba hacia adelante y con


mucho cuidado puso el portapapeles en el mostrador—. Si alguien
es tan amable de firmar el formulario, me podré ir de aquí.

El Sr. Sheffield echó un vistazo al portapapeles, poniendo la


misma mirada perpleja que Karen había puesto al verlo, y luego
regresó sus ojos a Dusty. —¿Cómo te has hecho daño?

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Dusty se había perdido. ¿De qué diablos estaba hablando el
hombre?

—Tus manos.

Dusty levantó sus manos hacia arriba y les echó un vistazo,


viendo los arañazos y rasguños que las decoraban. Incluso, algunas
de las marcas, tenían costras de sangre. —Oh, me caí, Señor.

—¿Siempre eres tan propenso a los accidentes? —preguntó el


Sr. Sheffield.

Dusty sonrió mientras miraba al guapo hombre. —Por


supuesto. Eso sucede cuando eres un desafió de la coordinación,
Señor.

—Cuando eres, ¿un qué? —preguntó el Sr. Sheffield, con,


nuevamente, una perpleja mirada en su rostro.

—Es un torpe —dijo Karen desde detrás de su escritorio,


mostrándole a Dusty una cálida sonrisa.

El Sr. Sheffield le dio a Dusty otra mirada de arriba a bajo y


luego negó. —Si crees que puedes conseguir llegar a mi oficina sin

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lesionarte —comenzó, y luego señaló a una puerta color caoba—,
ve y toma asiento hasta que yo te acompañe. Trata de no romperte
el cuello.

Dusty estaba un poco confundido en cuanto a por qué el


Señor Sheffield lo quería en su oficina, pero obedientemente, se
dirigió hacia la puerta. Tal vez iba a proponerle firmar algún
documento legal que dijera que el Señor Sheffield no demandaría a
mensajeros competentes, si Dusty nunca volvía a aparecer por allí,
de nuevo.

Lo cual significaba que todavía iba a ser despedido.

Una vez más.

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Capítulo 2
Alexander Sheffield estaba perplejo mientras miraba a Dusty
en su oficina. Hizo una mueca, un momento después, cuando oyó el
golpe de algo haciéndose añicos contra el suelo de su oficina.
Cuando los pequeños pedazos de vidrio azul se deslizaron por el
suelo hacía su línea de visión, Alexander supo que el jarrón que
había comprado en Hong Kong el año pasado, probablemente,
estaba roto en mil pedazos.

—Um... —Dusty apareció en la puerta, torciendo sus labios


mientras hacía todo lo posible por evitar los ojos de Alexander—.
¿Era muy caro ese jarrón? Me pagan el martes. Lo puedo
remplazar.

Infiernos si podía. Alexander cerró los ojos y trató de controlar


su respiración. No tenía sentido decirle al atractivo hombre que el
jarrón que había roto contra el suelo, probablemente, costaba más
de lo que ganaba en un año entero. El jarrón ya estaba roto, no
había nada que hacer al respecto.

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—No te preocupes por eso, Dusty —dijo Alexander cuando
abrió los ojos y los dirigió hacia el hombre herido—. Era sólo un
florero. Ahora, ve a sentarte como te he dicho.

—Sí, Señor.

Alexander se sintió como si golpease su cabeza contra un


muro cuando Dusty hizo una pausa y se dio la vuelta, estrellándose
contra el marco de la puerta como si hubiera perdido el equilibrio.
Pudo observar como Dusty se golpeaba la cabeza no menos de tres
vecesal tratar de enderezarse.

—Dusty.

Dusty levantó la cabeza apresuradamente. —Sí, Señor.

—Ve a sentarte. —Al parecer, su orden no había sido lo


suficientemente clara—. ¡Ahora!

—Sí, Señor. —Dusty comenzó a dar marcha atrás hacia la


oficina, pero se detuvo a mitad de camino, mirando por encima del
hombro—. ¿Um, Señor?

Alexander apretó sus puños. —¿Sí, Dusty?

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—¿Tiene usted una escoba? Hay cristales azules por todo el
piso y-

Alexander levantó la mano cuando se volvió para mirar a su


secretaria. —Llama a mantenimiento. Pídeles que envíen a alguien,
de inmediato, para recoger los cristales de mi oficina.

—Sí, Señor Sheffield.

Enseguida Karen cogió el teléfono y empezó a marcar,


Alexander tomó el sobre que Dusty le había entregado y comenzó a
caminar hacia su oficina. No tenía idea de por qué había exigido a
Dusty que fuera a sentarse en su oficina, a excepción, de la
necesidad de asegurarse que el hombre no se hiriera más de lo que
ya lo estaba.

Alexander se detuvo en la puerta de su oficina y, observó el


caos, que se había apoderado de su organizada vida. Pequeñas
piezas de vidrio azul cubrían el suelo de baldosas, de un extremo a
otro de la oficina. Si eso no fuera suficiente, Dusty estaba junto al
escritorio de Alexander tratando de recoger algunos papeles del
piso y apilándolos sobre el escritorio.

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—Dusty te dije que te sentaras.

—Sí, Señor.

La boca de Alexander se abrió cuando Dusty simplemente se


dejó caer al suelo, al lado de la mesa. Y vaya si cuando lo hizo, no se
golpeó la cabeza con la dura madera de caoba. Este hombre
necesitaba un cuidador.

O una habitación acolchada.

Por suerte, el hombre todavía llevaba el casco en la cabeza.


Tal vez, era necesario mantenerlo allí de forma permanente.

Alexander apenas se abstuvo de gruñir mientras cerraba la


puerta de su oficina y se acercaba al lugar donde Dusty estaba
sentado en el suelo. Simplemente le tendió la mano hasta que
Dusty recogió el resto de los papeles que había tirado y se los
entregó.

Alexander los apiló en su escritorio, caminó hacia su silla y se


sentó, dejando a Dusty en el suelo junto a su escritorio. Se recostó

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en su silla y se frotó la barbilla mientras miraba fijamente al
hombre.

Dusty era lo suficientemente atractivo, condenadamente


atractivo. Tenía ese reflejo de imprudente duendecillo en su rostro.
Cuando se levantó, se desabrochó el casco, y se lo quitó, Alexander
casi se traga la lengua. Largo y abundante pelo castaño brillante,
cayó gloriosamente sobre la espalda del hombre. El oscuro pelo
enmarcaba el rostro del hombre de tal manera que Alexander se
moría por acercarse y apartar hacia atrás los mechones para poder
conseguir una buena mirada de esos dulces ojos azules, que tanto
le decían a Alexander.

Alexander no estaba seguro de qué decirle ahora que estaban


solos, ni siquiera estaba seguro de por qué lo había exigido. A no
ser, por el hecho de que Dusty lo intrigaba más allá que cualquier
otra persona que pudiera recordar en su historia reciente.

Los nombres de Doby Rathom y Brian Jenkins, vinieron


rápidamente a su mente. Eran los, recientemente adquiridos
sumisos de dos de sus amigos. Taylor McKinley, era el Dom de

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Doby, y Jacob Lyndhurst era el Dom de Brian, ambos los habían
declarado recientemente sus sumisos, dejando a Alexander y a su
amigo, Michael Grafton, como los solteros del grupo.

Pero tal vez Alexander podría cambiar eso.

Dusty y su torpeza planteaban un reto a Alexander, y a él, le


gustaban los desafíos. Tal vez esto era, justamente, lo que
necesitaba para que su vida dejara de ser tan aburrida que bien
podría parecer que estaba en estado de coma.

—¿Dusty?

—¿Sí, Señor?

Alexander hizo una mueca cuando Dusty levantó la cabeza tan


rápido que algo crujió, pudo oírlo. —¿Estás bien?

—Oh. —Dusty sonrió, y fue una gran sonrisa, una verdadera


sonrisa—. Estoy bien, Señor. Gracias por preguntar.

—Eres muy amable, ¿no?

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Los ojos de Dusty se ampliaron por un segundo. —Por
supuesto, Señor. Es de mala educación no ser educado.

‘Okaaay’.

Alexander juntó las manos sobre su abdomen y se quedó


mirando a Dusty. No estaba muy seguro de que palabras usar para
decir lo que quería. No tenía idea de si el hombre era gay, y mucho
menos si estaba interesado en el tipo de cosas de la D/s.

—¿Tienes accidentes muy menudo, Dusty?

—Oh, sí, Señor. —Sonrió, Dusty como si encontrara el tema


muy divertido—. No puedo caminar una manzana sin tropezar con
algo.

¡¿Dios mío, cómo había sobrevivido este hombre?!

—¿Tienes seguro médico? —Por favor, que lo tenga,


Alexander oró en silencio.

—No, Señor. No puedo permitirme el lujo de contratar uno


por mi cuenta, y mensajeros competentes no lo ofrece.

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‘Bien, infiernos.’

—¿Te gusta ser mensajero en bicicleta?

Dusty se encogió de hombros. —Está bien. Me gusta conocer


gente nueva todos los días y montar en bicicleta. Sin embargo, paso
un poco de frío en invierno y no es fácil montar en bicicleta a través
de la nieve.

Alexander se quedó boquiabierto. —¿Andas en bicicleta a


través de la nieve? —Cuando Dusty asintió, Alexander, una vez más
se preguntó cómo había sobrevivido el hombre—. ¿Qué edad
tienes, Dusty?

—Veintitrés, Señor.

¿Había sobrevivido durante veintitrés años? Tal vez había


milagros en el mundo. Pero tenía que haber un límite, y Alexander
tenía miedo de que Dusty estuviera llegando al final de su cuota de
milagros.

—Dusty, me gustaría ofrecerte un trabajo como mi asistente


personal. Incluye seguro médico y, estoy seguro, que también

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ganarías más. Pero te lo advierto, las horas son largas. Se espera
que estés a mi lado cada vez que lo requiera, para velar por todas
mis necesidades, y nunca puedes llegar tarde al trabajo.

—¿Un asistente personal, Señor? —Señaló Dusty, elevando


sus cejas de color marrón oscuro, justo antes de apartar la mirada
de Alexander—. No sé nada de ser un asistente personal, Señor. Me
temo que no sería muy bueno en el trabajo.

—Creo que serías perfecto para el trabajo, Dusty, y se te


formará en cualquier cosa que no sepas. Lo más importante es que
recuerdes seguir mis órdenes de inmediato, sin importar lo que te
pida.

—Pero, Señor-

Alexander levantó la mano. Podía ver el argumento que venía,


y sabía que iba a tener dificultades para convencer a Dusty si lo
dejaba pensarlo demasiado. Resolvió no dejar la decisión en sus
manos y actuó.

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Tomó el teléfono y marcó a Karen. —Karen, tráigame la
documentación necesaria para el contrato de mi asistente personal
y cancele el resto de entrevistas. Dusty va a cubrir el puesto.

—¿Dusty, Señor Sheffield? —Karen parecía sorprendida.

—Sí, Dusty, ahora haz lo que te he pedido.

—No se lo pidió, Señor —soltó Dusty—. Simplemente le dijo


que lo hiciera.

Alexander entrecerró los ojos en Dusty. —Karen, te ruego que


me traigas el papeleo para el contrato de Dusty. Gracias. —Colgó el
teléfono y volvió su atención al hombre.

Alexander apretó sus dientes por ser reprendido, hasta que


vio la sonrisa de Dusty, y luego aspiró una bocanada de aire con
tanta rapidez que casi se ahoga. Dusty por él mismo era lindo. Pero,
con esa sonrisa en su rostro era como caminar por el cielo.

Alexander se quedó sentado cuando Karen entró en su


oficina, con el sobre con los papeles para los nuevos empleados,
apoyado contra su pecho, mientras miraba por la oficina con los

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ojos muy abiertos. Con mucho cuidado, cruzó la habitación, de
puntillas esquivando los vidrios mientras se acercaba a Dusty para
entregarle el sobre.

Dusty se levantó de un salto, dejando caer al suelo el casco... y


luego se tropezó con él. Alexander saltó en su asiento mientras
Dusty yacía delante de Karen.

—Gracias —dijo Dusty cuando estiró su mano y tomó el sobre


de la secretaria de Alexander.

—Eso es todo, Karen. —Alexander no sabía qué más podía


decir. Dusty estaba allí, sentado en el suelo con su pelo desplegado
por su espalda, y luego rodó a su lado, levantándose con el paquete
en la mano.

—¿Debo rellenarlos aquí, Señor?

Alexander no estaba seguro si debía decir sí o no. ¿Sería capaz


de apuñalarse con la pluma si lo dejaba rellenar el papeleo en casa?
—Toma asiento en la pequeña mesa de allí y rellénalos. —Era
mejor errar en el lado de la precaución.

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Cuando Dusty comenzó a caminar por la habitación,
Alexander dio un respingo. Estaba seguro de que Dusty no podría
dar esos diez pasos sin romper: A, su cuello, B, algo en la oficina de
Alexander, o C, todo lo anterior.

Alexander suspiró.

Definitivamente tenía trabajo con él.

—¿Tiene usted una pluma, Señor? —preguntó Dusty, y


Alexander se apresuró a levantarse de su asiento y acercarle una.
Normalmente, no se la acercaría a ningún sumiso, pero infierno si
Alexander no tenía miedo de que el pequeño hombre se matara
antes de que terminara el día.

—Gracias, Señor. —Dusty agarró la pluma y tiró de las hojas


de papel del sobre y luego frunció el ceño.

—¿Algún problema, Dusty?

Dusty hojeaba los papeles, con los ojos cada vez más amplios,
hasta llegar al último, y entonces empezó a menear la cabeza.

—Dusty, te hice una pregunta.

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—Bueno, Señor. —Dusty volvió la cabeza, su pelo largo y
sedoso fluía alrededor de los hombros. Alexander estuvo
malditamente cerca de gemir por la visión, con ganas de saber
cómo se sentirían esos hilos cubriendo su cuerpo mientras Dusty
montaba su polla—. Cuando rellené mi solicitud para mensajeros
competentes, era sólo una página, por delante y por detrás. Aquí
hay quince páginas. ¿Qué es lo que usted necesita saber, además
de mi número de la seguridad social y mis anteriores empleos?

—Sólo tienes que rellenar lo que puedas, y luego repasaremos


lo que hayas dejado en blanco.

—Eso suena bastante fácil. —Dusty, humedeció la punta de la


pluma con su lengua, y luego comenzó a escribir. Alexander sintió
que era lo suficientemente seguro, dejar al sumiso por su cuenta.
Sólo estaba rellenando papeles.

¿Cómo podía hacerse daño a sí mismo haciendo eso?

Caminando de regreso a su escritorio, Alexander comenzó a


trabajar en los archivos que había abierto antes de salir de su

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oficina y ser asaltado. Mientras tecleaba, le daba miradas de vez en
cuando a Dusty.

Un trabajador de mantenimiento llamó a la puerta y luego


entró en la oficina. Alexander no tuvo que mostrar al hombre lo
que había que hacer. Era muy evidente.

—Puedo ayudarle con eso.

—¡Siéntate! —Alexander ladró la orden. No necesitaba que se


rompiera nada más, en su oficina—. Termina de rellenar el papeleo.

Dusty echó un vistazo al trabajador y luego de vuelta a su


papel. —Ya he terminado.

Eso fue muy rápido.

Alexander se acercó a Dusty y agarró las hojas, ojeándolos con


el ceño fruncido. —Dusty, sólo rellenaste tu dirección, los empleos
anteriores, y las referencias.

—Usted me dijo que rellenara lo que pudiera.

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Alexander se frotó el puente de la nariz, tratando de aliviar el
súbito y palpitante dolor entre sus ojos. Este iba a ser un día largo.

33
Capítulo 3
Dusty estudiaba al Señor Sheffield, mirándolo por encima del
papeleo. Exudaba masculinidad y poder, por lo que Dusty quería
sentir esas fuertes y seguras manos en todo su cuerpo. El hombre
era cada maldito sueño húmedo que Dusty había tenido alguna vez,
con toda su lujuria carnal y bañado en virilidad.

Dusty deslizó su silla acercándola hacia el Señor Sheffield,


inhalando la cara colonia del hombre. Dioses, hasta la colonia del
hombre olía bien. Era ligera, almizclada, y Dusty tenía ganas de
lamer el cuello del hombre sólo para poder olerlo más cerca.

—¡Tenemos que rellenarlo, Dusty!

—Está bien, Señor. —Dusty descansó su barbilla sobre su


palma y miró al hombre más asombroso de la tierra. Estaba tan
ocupado soñando despierto acerca de como sería, el alto y
dominante hombre, en la cama, que Dusty no se dio cuenta, que su

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codo se había ido deslizando suavemente hacia delante sobre la
mesa bien pulida, hasta que casi chocó con el poderoso cuerpo.

—Siéntate derecho en la silla y presta atención, Dusty.

—Oh, está bien, Señor. —Dusty vaciló, ya que no llevaba ropa


interior y estaba tan duro por el Señor Sheffield. El hombre
seguramente vería su erección si se sentaba derecho. Y estaba muy
seguro que tener una erección no era uno de los requisitos del
trabajo.

Era una pena, porque podría haber cumplido ese requisito con
facilidad.

—Dusty, siéntate con la espalda recta.

—Sí, Señor. —Dusty se sentó lentamente, mirando hacia


abajo a su regazo, y casi gimió cuando sus pantalones vaqueros
presentaban su peor pesadilla.

Estaba duro como una roca.

Pero si el Señor Sheffield se dio cuenta, no dijo ni una palabra.

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—¿Tienes a alguien a tu cargo Dusty?

—¿Larry cuenta, Señor?

Las cejas del Señor Sheffield se alzaron, pero rápidamente


enmascaró cualquier emoción que sintiera. —Eso depende de
quién es Larry.

—Es mi pez, Señor. —Dusty echó un vistazo hacia el escritorio


del Señor Sheffield, preguntándose si el hombre se enojaría si se
levantaba para recoger su casco. Ya había perdido seis de ellos, y
estaba seguro que el Sr. Wheeling no le daría otro. Tenía el logo de
la empresa impreso en colores brillantes y luminosos. A Dusty le
gustaban los colores, pero los arañazos y abolladuras deslucían el
verde lima.

—No puedes declarar una mascota, Dusty. —Mr. Sheffield


anotó algo en el papel y luego se detuvo—. No la declaraste en el
pasado, ¿verdad?

Dusty volvió lentamente la cabeza hacia atrás y tragó saliva


cuando vio la mirada de preocupación en el rostro del Señor

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Sheffield. Se encogió de hombros ligeramente. —Tal vez. Me ocupo
de él, Señor.

El Señor Sheffield soltó la pluma, girando completamente


hacia Dusty, apretando tanto las cejas que Dusty se sorprendió que
no se conectaran. —¿Cuánto tiempo has estado declarando a Larry,
Dusty?

—Sólo en los impuestos del año pasado, Señor.

El Señor Sheffield dio un largo suspiro mientras agarraba la


pluma de la mesa. —Vas a tener que modificar los impuestos del
año pasado, Dusty.

Lo que sea que eso signifique.

—Además de las mascotas, ¿cuántos viven en la casa?

—Solo yo, Señor. —Dusty se echó a reír, y la risa se convirtió


en un sonido un poco extraño. Esperaba que el Señor Sheffield no
lo oyera—. Pero Dizzy me hace compañía. Ella es para partirse de
risa. —Se dio una palmada en la rodilla.

—¿Y Dizzy sería?

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—Mi gata atigrada, Señor. Ataca a cualquier bolsa de papel
que lleve a casa y luego corre dentro y fuera de ella mientras-

—Presta atención, Dusty.

Dusty se enderezó, juntando las manos delante de él en la


mesa. —Lo siento, Señor. A veces me dejo llevar hablando de Larry
y Dizzy.

—Eso está bien, Dusty. Pero hay un momento y un lugar para


cada conversación. Ahora tenemos que terminar de rellenar los
formularios.

—Está bien, ¿cuál es la siguiente pregunta, Señor? —Dusty se


inclinó hacia delante, mirando lo que el Sr. Sheffield ya había
escrito. Hombre, el tipo tenía una caligrafía impecable. Era tan
limpia que parecía impresa en lugar de a mano.

—Sólo tienes escrito L como tu apellido. Voy a necesitar tu


nombre completo.

Dusty se echó hacia atrás, mirando hacia abajo a sus manos.


Empezó a jugar con sus uñas. —Ese es mi nombre, Señor.

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—¿Tu apellido es L? ¿Una simple letra?

Dusty podía decir que el Sr. Sheffield no lo creía. Era evidente


por el tono de su pregunta. Y el hombre tenía razón. Pero no había
manera en el infierno que Dusty le dijera al Señor Sheffield su
nombre completo. Había sufrido muchas burlas sobre su verdadero
nombre durante años así que ponía L en todas sus solicitudes. El
Señor Sheffield era el primero en cuestionarlo.

—¿Podemos dejar esa pregunta, Señor?

Alexander levantó una ceja, pero asintió y volvió a mirar los


papeles. —La responderemos luego, Dusty.

—Sí, Señor.

—¿Dónde está tu apartamento, Dusty?

—Oh. —Esa era una pregunta fácil—. En una manzana entre la


calle Quinta y la principal. Un edificio de ladrillo rojo. Vivo en el
tercer piso, Señor.

—¿Tercer piso? ¿Tiene ascensor?

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—No, Señor. El ascensor no funciona desde antes que me
mudara, y eso es realmente muy malo. La Señora Jenson vive justo
debajo de mí y es demasiado vieja para subir todos esos escalones
cada día. Realmente debería trasladarse a un apartamento en la
planta baja. —Los ojos de Dusty se abrieron cuando vio como los
dedos de Alexander se apretaban alrededor de la pluma en su
mano—. ¿Señor?

—¿Cuántas veces te has caído por las escaleras, Dusty?

Dusty dejó escapar un sonido mediorisa medio gruñido. —Por


lo menos una vez a la semana, Señor. El administrador sigue
prometiendo que va a poner una barandilla pero- —Dusty se
encogió de hombros—. Simplemente no ha sucedido todavía.

Dusty saltó, cuando la pluma en la mano de Alexander de


repente se rompió, la tinta negra se roció por la mesa y los papeles
que acababa de rellenar. Miró fijamente, con los ojos abiertos,
como la tinta poco a poco se extendía sobre el papel,
convirtiéndola en un color gris abigarrado en vez de blanco
inmaculado.

40
—¿Servilletas, Señor? —preguntó Dusty mientras se ponía de
pie y empezó a buscar algo con que limpiar el desorden. De alguna
manera, sabía que era culpa suya. Podría no haber tocado la pluma,
pero aun así. Cosas como ésta, parecían ocurrir siempre que estaba
cerca.

Dusty vio una caja de kleenex en la mesita situada entre dos


sillas en la pared del fondo. Empezó a correr por la habitación para
agarrarlos cuando sus pies resbalaron en algunos vidrios azules que
el trabajador de mantenimiento se había dejado atrás.

Sus brazos se agitaban en el aire mientras trataba de


mantener el equilibrio. Justo cuando empezó a caer, sintió que
alguien lo agarraba del brazo. Dusty se giró y buscó quien lo
sostenía. Hizo una mueca cuando sintió que Alexander perdía el
equilibrio. Un momento más tarde, ambos cayeron al suelo con un
fuerte ruido sordo.

Dusty levantó lentamente la cabeza, absolutamente seguro de


que acababa de perder el trabajo que Alexander le había ofrecido.
Estaba acostado justo encima del hombre, después de todo. —Lo

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siento mucho, Señor Sheffield. Sólo quería coger los Kleenex. Eso
era- —El resto de las palabras de Dusty fueron amortiguadas por la
mano de Alexander.

Dusty cautelosamente alzó los ojos para mirar a Alexander a la


cara. Oh infierno. El rostro del hombre estaba enrojecido. Era un
rojo profundo, que le recordaba a Dusty el color de un pez Tetra.
Los había azules, también, pero a Dasty le parecían más bonitos los
rojos.

Alexander se incorporó lentamente, manteniendo la mano


sobre la boca de Dusty. —Ni una sola palabra, Dusty. ¿Entiendes?

Dusty asintió.

Cuando Alexander apartó la mano, Dusty apretó los labios tan


fuerte como pudo. Realmente quería este trabajo. Le gustaba su
trabajo como mensajero, pero pasaba mucho frío en invierno y
mucho calor en verano. Además, estaba cansado de siempre chocar
su bici. Seguramente no podría ser tan torpe dentro de un edificio
de oficinas.

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Dusty echó un vistazo alrededor de la oficina mientras
Alexander se ponía en pie. Bueno, tal vez también podría meterse
en problemas en un edificio de oficinas. Pero intentaría no hacerlo.

Dusty parpadeó cuando la mano de Alexander apareció de


repente en su línea de visión. Extendió la mano tentativamente y lo
agarró, pero luego dejó escapar un pequeño grito cuando
Alexander, de un tirón lo puso de pie, junto a él.

Oh, infiernos

Alexander Sheffield tenía una erección.

Y el abdomen de Dusty se presionaba contra ella.

Dusty tragó saliva y lentamente levantó los ojos hacia arriba


hasta que llegó a las mejillas de Alexander. No estaba dispuesto a
mirar al hombre a los ojos. Todavía no. —¿Todavía tengo el trabajo,
Señor Sheffield?

—Sí, Dusty, lo tienes. Sin embargo, creo que tenemos que


cambiar algunos de los requisitos de tu trabajo.

—¿Mis requisitos de trabajo, Señor?

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—¿Cuánto quieres este trabajo, Dusty?

—Oh, mucho, Señor.

—Creo que es demasiado peligroso dejarte por tu cuenta. —


Dusty no estaba seguro de si eso era una buena cosa cuando las
oscuras cejas de Alexander bajaron—. Si quieres el trabajo,
entonces voy a necesitar tus servicios las veinticuatro horas del día.
Eso significa que tienes que recoger tus cosas y mudarte a mi
apartamento en el que estarás disponible siempre que te necesite.

Las cejas de Dusty se dispararon. —¿Quiere que me mude con


usted?

44
Capítulo 4
Alexander no podía creer que acabara de pedirle a Dusty que
se fuera a vivir con él, acababa de conocer al tipo. ¿Estaba loco? Le
gustaba el orden en su vida. Le gustaba que todo estuviera en su
lugar.

A Alexander le gustaba su cordura.

—¿Todos los asistentes viven con sus jefes? —Dusty


preguntó, mientras presionaba las palmas de sus calientes manos
sobre el pecho de Alexander, haciendo que la temperatura en la
sala subiera unos grados.

—No, cada jefe de departamento tiene sus propias reglas.


Como lo que necesito de ti es muy extenuante, y consume mucho
tiempo. Sería mejor así.

¿Realmente lo sería? Alexander no estaba seguro, pero la idea


de Dusty haciéndose daño, en los tres tramos de escaleras, volvía a
Alexander loco. No le había pasado desapercibido que el casco de

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Dusty estaba destrozado y lleno de arañazos. Sólo esperaba que el
hombre llevara la maldita cosa todo el tiempo.

—Sólo para que me quede claro, Señor, ¿me va a pagar por


horas?

—No, tendrás un salario, Dusty.

Dusty se apartó y se puso en cuclillas delante de Alexander,


con los brazos descansando sobre sus muslos. Sus ojos azules
saltaron a la ingle de Alexander y luego se trasladaron rápidamente
a la alfombra. —¿Voy a tener mi propia habitación, Señor?

No, si puedo evitarlo.

—Sí, Dusty. Tendrás toda la privacidad que desees. —Hasta


que Alexander tuviera a Dusty bajo su tutela y le mostrara al
hombre lo mucho que, realmente, necesitaba orientación. Si
Alexander no intervenía, Dusty iba a terminar matándose a sí
mismo, y probablemente simplemente caminando por una maldita
habitación.

—¿Qué pasa con Larry y Dizzy?

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Cierto, los animales domésticos. Alexander no era un hombre
al que le gustaran las mascotas, pero iba a tolerar a un pequeño
gato y a un pez. ¿Cuánto daño podían hacer un pececito y un gato
atigrado? —Me parece justo mientras asumas la responsabilidad de
su cuidado, Dusty. No voy a tener bolas de pelo ensuciando el piso,
ni a tolerar una pecera sucia. Estas son tus mascotas. Espero que
tomes el apropiado cuidado de ellos.

—Ya lo hago, Señor.

—Entonces está decidido. Ve a recoger sus cosas. Voy a enviar


un coche a buscarte en una hora. —Dijo Alexander, sacudiendo el
cristal azul de sus pantalones. Iba a tener que llamar a
mantenimiento y darle una charla a alguien por el desorden que
todavía quedaba.

—¿Señor?

Alexander miró hacia arriba para ver Dusty mirando a su


entrepierna una vez más. Sabía que estaba muy dura, pero tener a
Dusty acostado encima de él había sido inesperado, y Alexander no
pudo retener la reacción aunque hubiera querido.

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Y no quería. Alexander quería que Dusty viera lo que le
provocaba. Y por la reacción del chico, Dusty lo aprobaba. Ahora
todo lo que Alexander tenía que hacer era mostrarle la vida D/s. Y si
era posible comprarle al hombre un poco de plástico de burbujas,
plástico de burbujas transparente, por supuesto, para que lo usara
cuando caminara.

Si todo iba bien, Alexander sería capaz de enseñar a Dusty


como centrarse y no ser tan torpe hasta el punto de herirse.
Mirando al impresionante joven, al ver los moretones que cubrían
varios brazos, Alexander oró para llevarlo a cabo.

—¿Sí?

—¿Cómo puedo saber qué coche va a ser para mí? ¿El


conductor mantendrá un cartel con 'L Dusty', como hace la gente
en los aeropuertos?

—No —dijo Alexander mientras caminaba alrededor de su


escritorio, y pulsaba el botón de su teléfono para llamar a su
secretaria.

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—¿Sí, Sr. Sheffield?

—Prestaré mi coche a Dusty. ¿Puedes por favor enviar a


Symon?

—Sí, Señor Sheffield.

—¿Quién es Symon? —Dusty preguntó.

—Mi chofer. Sabrá qué coche es, porque te llevara a casa para
recoger sus cosas.

—¿Usted tiene un chofer? —Dusty hizo una especie de bufido


que Alexander se había ido dando cuenta que era la risa natural del
hombre. Era algo lindo—. Ostras, tengo uno de esos, también, pero
lo llamo mi conductor del autobús.

Alexander escondió la sonrisa cuando Symon llamó a la puerta


de la oficina y entró, juntando las manos detrás de su espalda.
Symon era muy eficiente. —¿Quería verme, Señor?

De alguna manera la palabra Señor no tenía el mismo efecto


sobre Alexander que cuando era Dusty quien la utilizaba. Su polla

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tarareaba cada vez que las cinco letras salían de los labios de Dusty.
Que lo asparan si no lo tenía suplicando a finales de la semana.

—Sí, por favor lleva a Dusty a donde tiene que ir y luego


llévalo a mi apartamento. Y quiero que mantengas tus ojos en él en
todo momento. No dejes que nada le pase.

Symon asintió. —Sí, Señor Sheffield.

—Tío, seguro que tiene un montón de gente a su disposición,


Señor Sheffield.

Era cierto, pero sólo había una persona que le interesara a


Alexander —Mi trabajo tiene sus ventajas Dusty.

Alexander no dio un suspiro de alivio hasta que la puerta se


cerró detrás de Dusty y Symon. Se sentó en su silla y apoyó la
cabeza hacia atrás, mirando el techo. Se estaba buscando
problemas con Dusty mudándose con él. Lo sabía. Pero no podía
pensar en ninguna otra forma de mantener a Dusty a salvo.

El hombre era una zona catastrófica andante.

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—¡Cristo! —Alexander alcanzó su teléfono y marcó un
número que conocía bien—. Stephen, soy Alexander Sheffield.
Necesito que tus hombres y tú vayan a mi apartamento tan pronto
como sea posible y eliminen cualquier cosa rompible, todos los
floreros, mesas de vidrio, y cualquier otra cosa en la que alguien
pudiera caer, tropezar o dañarse con ella.

—Ahora mismo, Señor Sheffield.

—Es posible que también deban quitar los objetos afilados de


la cocina.

—¿Va usted a tener un bebé, Señor Sheffield? —La pregunta


fue hecha con un ligero temblor en la voz de Stephen.

—Se podría decir eso —murmuró Alexander. Se aclaró la


garganta cuando la línea se mantuvo en silencio—. No, un amigo
viene a quedarse conmigo, y es un poco propenso a los accidentes.
—Wow, eso era un eufemismo—. Sólo estoy tratando de
mantenerlo a salvo.

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—Muy bien, Señor Sheffield, voy a poner un equipo de
limpieza a trabajar en ello.

—Gracias, Stephen. Eres una joya.

Y debía serlo por lo que Alexander le pagaba por limpiar su


casa dos veces por semana. Le costaba un ojo de la cara, pero hacía
un trabajo condenadamente bueno. Y ofrecía garantía y seguridad.
En los cinco años que Alexander había estado utilizando los
servicios de Stephen, nunca había tenido ni un solo problema.

Alexander dijo adiós a Stephen, a sabiendas de que se


ocuparía de adecuar su apartamento, y volvió su atención a su
trabajo. Sospechaba que tendría que llevar trabajo a casa si quería
tener terminado, el último análisis financiero, antes del fin de
semana. Tenía planes para el fin de semana, y no incluían nada ni
nadie aparte de Dusty, y preferiblemente desnudo y satisfecho
sexualmente.

Bueno, al menos Alexander estaría sexualmente satisfecho.


Dusty podría no estarlo.

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—¿Mr. Sheffield?

Alexander levantó la vista de sus papeles para ver a Karen de


pie en su puerta, mordiéndose el labio. Se preguntó por qué
simplemente no lo había llamado, en lugar de aparecer en su
puerta. Era un comportamiento muy inusual.

—¿Sí, Karen?

—Symon está al teléfono, Señor.

El miedo lleno a Alexander mientras cogía el teléfono sobre el


escritorio. Sus dedos agarraron el receptor con tanta fuerza cuando
se lo llevó a su oreja, que perdió la sensibilidad en ellos casi de
inmediato. —¡¿Cómo se ha herido Dusty ahora?!

53
Capítulo 5
Dusty hizo una mueca al ver a Symon abrir la puerta del
apartamento, dejando pasar a Alexander. Los ojos amatista del
hombre, instantáneamente, se fijaron en Dusty, escaneándolo de
pies a cabeza. Dusty bajó lentamente la bolsa de hielo, que tenía
sujeta con su mano contra su cabeza, y envió al hombre una débil
sonrisa.

—Me olvidé de mi casco.

Alexander negó. —Dusty, ¿qué voy a hacer contigo?

Dusty tenía algunas ideas, pero no creía que fuera, el mejor


momento, para mencionarlas. Su nuevo jefe parecía tener un
problema con el comportamiento torpe de Dusty. Si Alexander
pretendía mantenerse en torno a Dusty, probablemente debería
acostumbrarse a ello.

—¿Todavía tengo el trabajo, Señor?

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Bueno, ¿era malo que las fosas nasales de Alexander se
dilataran?

—Sí, Dusty, todavía tienes el trabajo. —Alexander miró


alrededor de la habitación, haciendo una mueca cuando vio todo lo
que estaba roto—. ¿Lo tienes todo preparado?

—La mayor parte, Señor.

Los ojos de Alexander regresaron a Dusty, reduciéndose a


pequeñas ranuras. —¿La mayor parte?

—Todavía tengo un par de cosas que coger del cuarto de


baño, Señor.

—Entonces ve a buscarlas.

—Sí, Señor. —Dusty subió de un salto y se dirigió hacia el


baño.

—¿Ah, Señor?

Dusty gimió al oír la voz de Stephen. Sabía que el hombre iba


a chismorrear sobre él. Se levantó rápidamente y se apresuró hacia

55
el cuarto de baño, cerrando la puerta detrás de él y luego se inclinó
hacia atrás apoyándose contra ella.

Oh hombre, a este ritmo, nunca mantendría su empleo. Y


trabajar para Alexander parecía traer muchos beneficios. Por un
lado, y tal vez el más importante, estaría alrededor de Alexander
Sheffield, este le hablaría con sus dulces ojos, podría verlo caminar
y Dusty podría tener un millón de fantasías con sólo observar el
caminar del hombre.

Vivir con el hombre, así como ser su asistente personal, era la


guinda de un pastel muy grande. Un pastel de Alexander, con
glaseado de chocolate, espolvoreado con azúcar y todo. Dusty se
dio una palmada en la boca cuando empezó a reír y uno de sus
famosos bufidos salió en su lugar.

Dusty chilló y se dio la vuelta cuando alguien llamó a la


puerta.

—Dusty —gritó Alexander a través de la gruesa madera—.


Abre la puerta.

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Dusty se inclinó y, lentamente, giró el pomo de la puerta,
abriéndola sólo una rendija. Se inclinó para mirar por la rendija
cuando Alexander abrió. Dusty dio un salto atrás para que la puerta
no le golpeara el rostro y rápidamente perdió el equilibrio.

Se golpeó la cabeza con el borde de la bañera y las luces


brillaron ante sus ojos. Se dejó caer al lado de la bañera, deseando
estar en cualquier lugar, excepto, en donde se encontraba, con un
dolor de cabeza impresionante y su nuevo jefe mirándolo fijamente
con obvia desaprobación.

Sí, estaba dejando una gran impresión en el hombre. Dusty


había perdido la cuenta de cuántas veces había roto algo o se había
hecho daño a sí mismo, desde que conoció al hombre. Estaba
condenado. Por mucho que quisiera este nuevo trabajo, una parte
de Dusty quería estar cerca de Alexander, para que el hombre
reconociera que existía, y tal vez mostrara un poco de interés.

A este ritmo, Alexander iba a alejarse y, tal vez, a pedir una


orden de restricción para mantenerlo lejos de él. Dusty suspiró

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mientras se sentaba y se frotaba la parte de atrás de su cabeza. A
este ritmo, nunca iba a tener sexo.

—¿Estás bien? —le preguntó Alexander mientras entraba en


el cuarto de baño y se ponía de rodillas delante de él.

—Estoy bien, Señor —respondió Dusty, sintiéndose de


repente como si todo el mundo lo llamara idiota.

—Ven aquí, déjame echar un vistazo.

Cuando Alexander trató de tirar de él más cerca, Dusty lo


evitó. No quería a Alexander besando sus pupas. Quería que
Alexander lo besara en los labios. —Estoy bien, Señor.

—Dusty.

Los ojos de Dusty se quebraron al escuchar el severo tono que


escuchó en la voz de Alexander. Simplemente no podía dejar de
mirar al hombre. Su voz era tan dominante que envió escalofríos de
placer por el cuerpo de Dusty hasta sus pies.

—¿Sí, Señor? —susurró.

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—Inclínate hacia delante y déjame ver tu cabeza.

A pesar de sus anteriores protestas, Dusty se encontró


inclinándose hacia adelante. Hizo una mueca cuando los dedos de
Alexander sondearon el blando bulto en la parte posterior de su
cabeza. No era el primer tropiezo que había tenido, y sin duda, no
sería el último.

—Bueno, no se ve tan mal. No hay sangrado, sólo un golpe —


dijo Alexander—. Creo que una bolsa de hielo debería funcionar.

—Gracias, Señor. —Dusty sintió la mano de Alexander debajo


de su barbilla, levantando su cara hacia arriba. Levantó la mirada
vacilantemente para bloquearla con la de su jefe. Wow, estaban
tan cerca. Dusty sintió el aliento de Alexander sobre sus mejillas.

—Puedes darme las gracias siendo más cuidadoso, Dusty.

—Eso no significará que estas cosas no ocurran, Señor —


explicó Dusty, sintiéndose un poco desesperado—. Solo ocurren.
No importa lo cuidadoso que sea, ocurren.

—Quiero que hagas algo por mí, Dusty.

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—Cualquier cosa, Señor.

—Cierra los ojos.

Dusty frunció el ceño por un momento y luego, lentamente,


bajó los párpados. No sabía lo que le esperaba, pero sin duda no
sería la sensación de los labios de Alexander presionando contra los
suyos. Dusty respiró hondo y se echó hacia atrás, con los ojos
entreabiertos.

—¿Señor?

—Cierra los ojos, Dusty.

Los ojos de Dusty se sentían tan amplios que no sabía si iba a


ser capaz de cerrarlos. Pero lo intentó, bajando lentamente, de
nuevo, sus párpados. Esperó, permaneciendo quieto, rezando, y
cruzando los dedos, también los de los pies.

Y ahí estaba.

Dusty gimió con fuerza, cuando sintió el suave golpe de la


lengua de Alexander lamiendo la comisura de sus labios.

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¡Infiernos! Alexander Sheffield, el hombre más sexi que jamás
hubiera conocido, lo estaba besando. Dusty ansiosamente abrió la
boca cuando sintió la lengua de Alexander apretando contra sus
labios, como si estuviera pidiendo aceptación. Aceptaría cualquier
cosa que el hombre quisiera hacerle.

Por fin, siiiii.

El cuerpo de Dusty empezó a temblar, cuando la boca de


Alexander se inclinó sobre él, y la lengua del hombre se adentró en
el interior de su boca, explorándola, conquistándola. Oh, maldita
sea, el hombre sabía besar. Dusty dobló los dedos de los pies
cuando sintió la mano de Alexander en su pelo.

A Dusty le dolía el cuerpo desde la parte superior de la cabeza


hasta los dedos de los pies. Sentía como si un gran orgasmo
estuviera a punto de ocurrir. Su polla estaba amenazando con
romper las costuras de sus pantalones vaqueros y estallar si el beso
continuaba por mucho más tiempo. Nunca nadie lo había besado
así.

61
Cuando Dusty, sintió la mano de Alexander apretando contra
su dura polla a través de sus pantalones vaqueros, fue todo lo que
necesitó. Dusty gritó y se arqueó en el aire, presionando su polla
con más firmeza contra la mano de Alexander, y dándole libertad al
placer que lo barría atravesándolo.

Ya se avergonzaría por haberse corrido con sólo un beso, más


tarde. En este momento, sólo quería disfrutar de la sensación de
Alexander apretándole la polla una y otra vez como si el hombre
tratara de prolongar el orgasmo de Dusty.

Cuando la razón regresó lentamente a Dusty, y el esperma en


sus pantalones se volvió frío, el horror comenzó a llenarlo ante lo
que acababa de hacer. Sintió que la sangre de su rostro se
calentaba, mientras trataba de levantar los ojos hacia Alexander,
pero simplemente no tenía el coraje. Si no había perdido el trabajo
debido a su torpeza, ciertamente lo perdería por correrse ante su
nuevo jefe.

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—Oh, Señor —le susurró Dusty mientras intentaba
escabullirse de los brazos de Alexander—. Lo siento mucho. Yo...
yo...

—Tranquilo, Dusty.

Dusty apretó los labios mientras Alexander se dirigía a él, pero


se negó a mirar al hombre directamente. Sin embargo, lo miró a
través de los mechones de pelo que caían sobre sus ojos, cuando el
hombre se puso de pie.

—Levántate, Dusty.

Dusty se levantó. Bajó la mirada hacia el suelo.

—Termina de preparar tus cosas.

Los ojos de Dusty se abrieron rápidamente. —¿Todavía me


quiere, Señor?

Alexander sonrió, y oh, fue la más sexi sonrisa que hubiera


visto nunca. Cuando Alexander extendió una mano y la enroscó
alrededor de la parte inferior de la cara de Dusty, este se apoyó en
ella.

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—Sí, Dusty. Todavía te quiero. —Dusty casi gime cuando la
mano de Alexander cayó—. Ahora, acaba de recoger tus cosas.
Estaré en la sala de estar, y espero que termines sin más lesiones,
¿entendido?

Dusty no podría haber detenido su sonrisa aunque el mundo


estuviera en llamas. —Sí, Señor.

Vio cómo Sheffield salía del baño, y Dusty no pudo evitar


mirar el buen culo del hombre. Maldita sea, si el hombre no tenía el
mejor culo en pantalones arrugados. Era agradable y firme y tan-

—Termina tu equipaje, Dusty —gritó Alexander desde la otra


habitación.

Equipaje, correcto.

Dusty se agarró el pelo y retorció los mechones rápidamente


hasta que tuvo una larga trenza por la espalda, y luego la ató con
una goma elástica. Le gustaba mucho su pelo largo, pero a veces le
estorbaba. Y por la forma en la que transcurría su día, necesitaba
mantener su cabello lejos de su cara.

64
Dusty no necesitaba ningún accidente más.

No estaba seguro de si debería pensar en el Señor Sheffield


como Alexander, pero se había corrido con tan sólo un beso de ese
tipo. Eso debería valer para llamarlo por su nombre de pila.

Aunque fuera sólo en su cabeza.

Reunió los elementos del botiquín y luego los colocó en una


pequeña caja. Mirando a su alrededor, Dusty vio que lo tenía todo.
Cogió la caja y cuidadosamente abrió la puerta del baño,
caminando hacia la sala de estar. Alexander estaba mirando por la
polvorienta ventana, con las manos detrás de su espalda.

Dusty se detuvo y se quedó mirando las manos de Alexander.


Recordando donde habían estado, sólo unos pocos minutos antes.
Y vaya si no las quería sentir otra vez. Eran ágiles, largas y fuertes.
Quería sentirlas envolviéndose alrededor de su polla, tirando de
ella mientras Dusty cantaba a los cielos.

65
—¿Ya terminaste? —Alexander se volvió, y sus labios se
abrieron ligeramente. Miraba a Dusty como si nunca lo hubiera
visto antes.

Dusty se giró y miró hacia atrás, sólo para asegurarse que no


había causado algún tipo de catástrofe, mientras caminaba desde el
baño. —¿Hay algún problema, Señor? —preguntó Dusty mientras
se daba la vuelta.

Alexander se aclaró la garganta, moviéndose hacia las pocas


cajas que Dusty había apilado. —No, nada en absoluto. —Pero los
ojos del hombre, volvieron a mirarlo, de ese extraño modo. Este se
encogió de hombros mientras se sentaba sobre una de las cajas.

—Todo hecho.

—Muy bien —dijo Alexander y luego asintió hacia Symon. El


conductor tomó algunas de las cajas y comenzó a llevarlas hasta la
puerta.

—Puedo ayudar —dijo Dusty y cogió una caja.

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—No —casi gritó Alexander mientras levantaba la mano, con
la palma hacia fuera—. Sólo quédate ahí. Symon puede cargar el
coche.

—Pero son sólo unas pocas cajas, Señor.

—Lo sé —murmuró Alexander.

Dusty no estaba seguro de qué pensar, así que se dio la vuelta


hasta que vio a Dizzy. Estaba sentada junto a la mesa, lamiéndose
su pata. Dusty se agachó y la agarró, acunándola en sus brazos.

—¿Qué pasa con Larry? ¿Symon, también, lo bajará?

—¿Dónde está la pecera? —preguntó Alexander.

Dusty señaló por encima de la ventana. —Ahí mismo.

Alexander cruzó la habitación y tomó la pequeña pecera,


sosteniéndola con el brazo extendido como si Larry fuera una
piraña come-hombres o algo así. Dusty resopló de risa. —No lo
atacará, Señor.

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Una de las cejas de Alexander se levantó lentamente mientras
lo miraba. —Si te pertenece, no apostaría por eso.

Eso sólo hizo reír, a Dusty, más fuerte, y entonces el pequeño


comenzó a bufar. Curvó sus labios, preguntándose si Alexander iba
a burlarse de su risa como cualquier otra persona en la tierra habría
hecho.

Alexander le sonrió, y Dusty se convirtió en un simplón. Se le


puso una sonrisa de oreja a oreja al ver el brillo en los ojos de
Alexander. El hombre, el hombre era simplemente increíble. Symon
regresó, pero no dijo una palabra mientras Dusty y Alexander
cesaban de sonreír. Se sintió como si su mundo se iluminara por
sólo ese pequeño gesto.

Symon agarró la última de las cajas y luego se dirigió hacia la


puerta.

—Creo que, ahora, podemos irnos —dijo Alexander mientras


llevaba la pecera a la puerta. Todavía estaba a cierta distancia, pero
Dusty sabía que Alexander no dejaría caer a Larry. El hombre no

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parecía del tipo propenso a los accidentes. El hombre caminaba con
una facilidad que Dusty sólo podía desear poseer.

Dusty cerró la puerta detrás de él, llevando a Dizzy


fuertemente entre sus brazos mientras seguía a Alexander. Cuando
llegaron al segundo piso, Dusty vio a la Señora Jenson subir las
escaleras, con algunas bolsas de supermercado en la mano.

—Aguanta a Dizzy. —Dusty empujó su atigrado gato en el


brazo libre de Alexander mientras se apresuraba a tomar las bolsas
de la mujer mayor. Pensó por un segundo que Alexander iba a
protestar por haberle dado a su gato, pero el hombre no dijo una
palabra mientras Dusty llevaba las bolsas a la puerta de la Señora
Jenson.

—¿Has hablado con alguien acerca de mudarse a la planta


baja, Señora Jenson? —preguntó Dusty, mientras esperaba a que la
Señora encontrara las llaves en su bolso de paja y abriera la
puerta—. Sería mucho más fácil para usted.

—Por enésima vez, Dusty, no. Me gusta donde estoy. He


vivido en este apartamento durante diez años. No quiero

69
mudarme. —Ella le acarició la mejilla y luego abrió la puerta. Dusty
suspiró. Odiaba ver su lucha cuando no tenía que hacerlo. Pero la
entendía, en cierta medida. Dejó las bolsas en la mesa de la cocina
y le dio un beso en la mejilla.

—Voy a mudarme, Señora Jenson. Asegúrese de llamar a


Tommy cuando necesite hacer algo en la casa. No voy a estar aquí
para ayudar.

Tommy era el nieto de la Señora Jenson, y la ayudaba tanto


como podía. Dusty la ayudaba cuando Tommy no podía hacerlo.

—Lo haré, querido. ¿Vas a vivir con ese hombre joven y guapo
del pasillo? —Ella se rio mientras comenzaba a desempacar los
comestibles.

—Sí, Señora. Soy su asistente personal.

Los ojos de la Señora Jenson se agrandaron, y luego una


sonrisa apareció en su marchito rostro. —Muy bien, Dusty. Siempre
supe que estabas destinado a grandes cosas.

—Dusty.

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Dusty se volvió al oír a Alexander llamándolo por su nombre.
Su nuevo jefe estaba de pie en la puerta, sin soltar el cuenco con el
brazo extendido, pero Dizzy se arrastraba detrás de los hombros de
Alexander. —Tenemos que marcharnos.

Alexander no parecía feliz cuando volvió la cabeza para


fruncirle el ceño a Dizzy.

—Bien, Señor —Palmeó el hombro de la Señora Jenson y


luego se despidió de ella mientras cogía a Dizzy de los hombros de
Alexander y luego hizo una mueca cuando sus garras se quedaron
atrapadas en la camisa del hombre.

—Con cuidado, Dusty —dijo Alexander mientras este liberaba


cuidadosamente el gato.

—Lo siento, Señor. —Salió del apartamento de la Señora


Jenson y se dirigió hacia el coche, gracias a Dios entró sin ningún
accidente en el camino. Tal vez, todavía, había esperanza para él.

71
Capítulo 6
Alexander dio un suspiro de alivio cuando entró en su
apartamento. No hubo ningún incidente con Dusty en el coche, ni
subiendo en el ascensor. Ahora, si podía conseguir establecer al
hombrecillo sin que rompiera nada, sería un hombre feliz.

—Aquí está tu habitación —dijo Alexander mientras abría la


puerta de la habitación de invitados y guiaba a Dusty dentro—.
Siéntete libre de mirar alrededor, mientras ordeno la cena.

Era tarde, y necesitaba terminar los informes si quería jugar


con Dusty.

—¿Ordenar la cena, Señor? —preguntó Dusty mientras se


sentaba con Dizzy en el suelo.

—Sí, suelo pedirla en un restaurante muy bueno en esta calle.


—Alexander colocó la pecera en un mueble y salió de la habitación
de Dusty—. Dúchate, y nos vemos en la cocina.

72
—Sí, Señor. —Dusty miró alrededor y luego se dirigió hacia el
baño.

Alexander salió, dejando al joven a su suerte y oró para que


Dusty no se lastimara mientras se duchaba. Fue a llamar al
restaurante y se dio cuenta que se había olvidado de preguntarle a
Dusty que prefería para comer.

Alexander volvió a entrar en la habitación de Dusty y se


detuvo. Allí, de pie en toda su gloria, desnudo, estaba Dusty. Su
larga trenza cayéndole por la espalda, hizo que Alexander quisiera
gruñir. Cuando había visto a Dusty en el cuarto de baño de su
apartamento, con el pelo recogido hacia atrás, Alexander estuvo
malditamente cerca de correrse en sus pantalones.

El cabello castaño oscuro era impresionante, pero recogido


era igual de sexi, si no más. Tenía ganas de acercarse y girar el largo
mechón de pelo alrededor de su mano y darle un tirón.

—¿Necesitaba algo, Señor?

73
Sí. Necesitaba a Dusty sobre sus rodillas, chupando su polla.
—¿Qué te gustaría comer? —Maldita sea, le estaba costando no
mirar la expuesta ingle de Dusty. Tenía algo de vello rodeando su
polla, pero no demasiado, como si el hombre lo mantuviera corto.
Era de un color marrón oscuro, coincidiendo con el pelo de la
cabeza. Reprimió las ganas de tragárselo con la vista.

Después de todo, era un Dom. Debía tener más control que


esto. Alexander dirigía. No seguía. No lloriqueaba como un
adolescente inexperto a los pies de nadie. Pero vaya si Dusty no lo
estaba frustrando.

A Alexander, no le gustaba sentirse fuera de control. Todo


tenía que estar orden. Todo tenía que estar en su lugar. Y las
estrictas normas habían sido hechas para ser seguidas. Se suponía
que Dusty era el que debía estar frustrado, no él.

Dusty era el sumiso.

No Alexander.

—Comeré cualquier cosa, Señor.

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Alexander sólo podía esperarlo.

—Muy bien —dijo. Apretó los labios para no gemir cuando


miró a la polla de Dusty una vez más, antes de obligarse a alejarse.
Alexander hizo la llamada al restaurante y luego sacó los archivos
de su maletín. Los dejó sobre su escritorio en su estudio, abrió su
portátil y se puso a trabajar.

Dusty llenaba su mente mientras golpeaba las teclas. Se


imaginaba todas las cosas que iba a hacerle a Dusty, y todas las
depresiones y sinuosas líneas que iba a explorar. Giró la cabeza,
soltando un poco la tensión, mientras continuaba trabajando en los
informes.

—¿Señor?

Alexander se giró y casi se traga la lengua. Dusty llevaba el par


de pantalones más cortos y apretados que había visto. El hombre se
quedó allí, con su polla y sus huevos tan marcados que Alexander
podía ver cada curva. Tuvo que aclararse la garganta antes de
responder. —¿Sí?

75
—La cena está aquí.

Alexander podía sentir su ira en aumento. Se dio la vuelta en


su silla, con los ojos enfocándose en los pequeños pantalones
cortos azul marino. —¿Abriste la puerta en eso? —Señaló con la
cabeza hacia el trozo de tela que apenas cubría las partes de Dusty.

Una sonrisa se formó en los labios de Dusty y luego echó un


vistazo a su ropa interior, si el pequeño trozo de material, incluso
podría ser llamado así.

—Diablos, no —Dusty resopló de risa—. Tenía una toalla


alrededor de mi cintura, Señor.

Como si eso era una mejor opción. Alexander se levantó,


controlando sus emociones, colocando una tapa sobre ellas
mientras cruzaba la habitación. —Vamos a comer.

Cuando Dusty se volvió para irse, hizo que Alexander se


tragara su lengua. Las nalgas de Dusty sobresalían de la parte
posterior de los apretados calzoncillos azules, los montículos

76
acampanados se veían muy bien. Las manos de Alexander se
morían de ganas de llegar y golpear una nalga, o ambas.

Sus ojos se quedaron clavados en el culo de Dusty hasta que


llegaron a la cocina. De acuerdo, el hombre era peligroso, pero esa
palabra había adquirido un nuevo significado cuando Dusty se
sentó en la pequeña mesa para dos.

—Nunca antes he probado la comida de este restaurante —


dijo Dusty mientras comenzaba a quitarle las tapas a varios platos—
. ¿Es buena?

—Sí, Antonio sirve una excelente comida. Solía pedir la


mayoría de mis comidas en De Monique, pero perdieron a su chef,
junto con la mayoría de los camareros, el mes pasado. Dado que
Phillip se trasladó a Antonio, yo también

—¿Come siempre comida de restaurantes para llevar?

Alexander levantó la vista de su plato, asintiendo. —Trabajo


muchas horas, Dusty. No tengo mucho tiempo para cocinar y esas
cosas.

77
Dusty frunció el ceño. —¿Quién cuida de usted, entonces?

—Stephen viene dos veces por semana a limpiar. Envía mis


trajes a la tintorería una vez a la semana y compra las provisiones
que pueda necesitar. Aparte de eso, ¿qué necesito?

—No, eso está mal. Si va a trabajar tan duro, necesita a


alguien que cuide de usted. —Las cejas de Dusty se juntaron
mientras su ceño se profundizaba... y de pronto se suavizó cuando
el hombre empezó a sonreír—. Es por eso que me contrató, ¿no?
Voy a cuidar de usted.

—Te contraté para ser mi asistente personal.

—Lo sé, pero usted dijo que me necesita las veinticuatro


horas del día, y para ser honesto, al principio, no entendía por qué.
—Alexander tuvo un sentimiento de inquietud cuando la sonrisa de
Dusty creció—. Ahora, sé por qué.

—Dusty.

—No se preocupe, Señor, me aseguraré de que esté bien


cuidado. Usted me contrató para ser su asistente personal las

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veinticuatro horas del día. Me aseguraré de que todas sus
necesidades sean atendidas de modo que usted no tenga que
preocuparse ni de una sola cosa.

Alexander se quejó. Tuvo un loco impulso de palmear su cara.


Dusty no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. En realidad no lo
hacía. Alexander quería muchas cosas de Dusty, y maldición,
ninguna de ellas tenía algo que ver con su colada.

—Cena, Dusty. Hablaremos de tus deberes, más tarde.

—Sí, Señor.

Alexander parpadeó en estado de shock cuando Dusty


prácticamente vibraba en su asiento. —¿Cuánto azúcar has tomado
hoy, Dusty? —Tenía que haber una razón para el rebote del
hombre.

—No mucho, se lo juro. Tomé un zumo de naranja y un tazón


de cereales para el desayuno, pero eran Cheerios y no creo que
tengan mucho azúcar. Tomé un sándwich de jamón con queso
cheddar para el almuerzo y una manzana. Podría haber tomado

79
patatas, pero se quedan atascadas entre los dientes, especialmente
los nachos.

Alexander lentamente bajó su tenedor y miró boquiabierto a


Dusty mientras el hombre solo seguía y seguía. Lo miró para ver si
respiraba, porque seguro que no había sucedido todavía.

—Oh, y tomé un café antes de llevarle el paquete a su oficina.

—¿Café? —La voz de Alexander fue tan alta que pareció que
se quedaba estrangulada en la garganta.

—Oh, sí, por lo general tomo tres o cuatro al día. Me ayuda a


seguir adelante.

—No más café, Dusty. —Y no habría debate sobre eso. Café y


Dusty no eran una buena combinación y Alexander no quería
comprobarlo. Nunca—. Si necesitas algo caliente para beber,
puedes tomar té de hierbas descafeinadas.

—¿No más café?

¡¿Dios mío, eso en los ojos de Dusty eran lágrimas?!


Alexander suspiró y soltó su tenedor. A este ritmo, nunca iba a

80
conseguir terminar de comer. Apoyó los codos en la mesa y juntó
las manos.

—Los codos sobre la mesa, no.

Las cejas de Alexander se alzaron. —¿Perdón?

—No debe poner los codos sobre la mesa mientras está


comiendo. Es de mala educación.

—De mala educación, claro. —Alexander bajó los brazos a su


regazo—. Mira, Dusty, sobre el café. Si eres bueno, puedes tomar
una taza los fines de semana. Pero sólo una. Si puedes manejar eso
sin hacerte daño, entonces hablaremos de tomar más.

—Sí, Señor.

Alexander hizo una seña al plato a medio comer de Dusty. —


¿Terminaste con eso, Dusty?

—Sí, Señor. No como mucho —El rostro de Dusty palideció de


repente mientras miraba desde el plato a Alexander y viceversa—.
Señor, ¿va a descontar mis comidas de mi sueldo porque-

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—Relájate, Dusty, todas las comidas y el mantenimiento se
incluyen en el trabajo. Llámalo ventajas.

—¿Eso incluye a Symon?

—¿Qué pasa con él? —gruñó Alexander. De pronto tenía


visiones de Symon y Dusty en la parte de atrás de la limusina, y
quería tirarse al piso y mover sus pies como un niño de dos años
cuando le negaban su juguete favorito.

—¿No lo voy a recibir como ventaja también?

—¡Seguro que no lo harás!

Dusty suspiró profundamente y se encogió de hombros. —


Está bien, Señor. Era sólo una idea. Todavía puedo ir a trabajar en
bicicleta.

Alexander necesitaba un trago.

82
Capítulo 7
Dusty trató de no estar nervioso mientras seguía a Alexander
a la sala de estar, pero no pudo evitar torcer sus manos. Alexander
estaba molesto con él, y Dusty lo sabía. Podía sentirlo. Lo podía ver
en la rígida postura de su espalda cuando el hombre fue al
aparador y se sirvió una copa.

Dusty no sabía lo que había hecho mal.

Tal vez no debería haber comido tanto. Si Alexander estaba


pagando por sus comidas y su mantenimiento y dándole un sueldo,
el hombre estaba siendo más que generoso. Dusty tendría que
recordar que no debía abusar. Tal vez, cuando cobrara su primer
sueldo, podría comprar una nevera pequeña, ponerla en su
habitación y empezar a comprar su propia comida. Entonces
Alexander no tendría que darle de comer tanto.

Y ¿qué pasa con Dizzy y Larry? ¿Cómo iba a pagar por su


comida antes hasta que llegara su primer cheque? No podía pedirle

83
a Alexander que pagara por sus mascotas. Eso sería demasiado.
Dusty gritó cuando tropezó con la alfombra y cayó derrumbado,
golpeándose su nariz en el duro suelo.

Joder, eso le había dolido.

Oh, le iba a quedar una marca.

Dusty se arrastró de rodillas y comprobó su nariz para


asegurarse de que no estaba sangrando.

—¿Estás bien? —preguntó Alexander mientras se arrodillaba


junto a Dusty—. Déjame ver.

Dusty levantó la cabeza y miró a los ojos amatista de


Alexander mientras el hombre inspeccionaba su nariz. —No estás
sangrando.

Dusty vio que Alexander se levantó, cruzó la habitación y se


apoyó en la mesa donde estaban las botellas de licor. Cruzó un
brazo sobre su pecho, colgando el vaso de líquido ámbar en la otra
mano. —Ponte de pie, Dusty.

Dusty se puso en pie y comenzó a caminar hacia Alexander.

84
—Párate.

Dusty se congeló.

—No te dije que vinieras aquí. Te dije que te pusieras de pie.

—Sí, Señor. —Dusty estaba confundido como el infierno.

—Quiero que cierres los ojos, Dusty. Pero no te muevas.

Dusty meneó la nariz, temblando un poco, y luego bajó los


párpados. —¿Y ahora qué, Señor?

—No hables, Dusty.

No se me permite hablar. Lo tenía.

—Quiero que te concentres en mi voz, y sólo en mi voz.

Dusty se esforzó por escuchar cuando Alexander se quedó en


silencio. Estaba empezando a preguntarse si el hombre había salido
de la habitación. Sintió como si hubieran pasado horas antes de que
Alexander volviera a hablar.

—¿Estás concentrado, Dusty?

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Dusty abrió la boca para responder, y entonces recordó la
instrucción de Alexander de no hablar, por lo que asintió.

—Entonces quiero que des un paso, sólo uno, hacia mi voz,


Dusty.

Dusty sabía que Alexander ya no estaba de pie junto al


alcohol. Su voz estaba en algún lugar a la derecha de Dusty. Se dio
la vuelta, y luego dio un paso hacia adelante.

—Muy bien, Dusty. No quiero que pienses en lo que estás


haciendo. No quiero que te concentres en lo que te rodea. Todo lo
que quiero que hagas es escuchar mi voz.

Podía hacer eso. Pero estaba empezando a preguntarse si


Alexander estaba tratando de hipnotizarlo. La voz del hombre había
descendido a un tono bajo y seductor, cargado de dulces
intenciones.

—Ahora, da otro paso, pero sólo uno.

Dusty levantó la pierna y dio otro paso, plantando sus pies en


el suelo.

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—No muevas ni un músculo.

Dusty se estremeció ligeramente cuando la voz de Alexander


sonó detrás de él. Las palabras lo habían acariciado por encima del
hombro, como si Alexander se hubiera sumergido en la cabeza de
Dusty para hablarle en su oído. Se moría de ganas de abrir los ojos,
pero no quería enfadar a su nuevo jefe. Además, Dusty estaba
intrigado con el pequeño juego de Alexander.

—Da un paso más, Dusty.

Dusty comenzó a dar un paso, pero se detuvo. La voz de


Alexander ya no estaba a su derecha. Estaba a su izquierda. Dusty
se volvió y dio un paso.

—Otro.

Esto se prolongó durante diez pasos más, Alexander nunca


estaba en el mismo lugar que antes. Dusty se sentía frustrado con
el juego y estaba duro como el infierno por la seductora voz. No
estaba seguro de lo que el hombre estaba haciendo, pero maldito si

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no prefería algún tipo de sexo en lugar de dar pasos ciegos por toda
la habitación.

—Abre los ojos, Dusty.

Los ojos de Dusty se abrieron, lentamente, y entonces


parpadeó un par de veces. La iluminación de la habitación era
tenue y Alexander estaba de pie a su derecha, con una sonrisa en
su rostro.

—Mira a tu alrededor.

Dusty miró a su alrededor, y luego se quedó sin aliento al ver


todas las botellas de vino puestas en el suelo, esparcidas por la
habitación. No estaba seguro de lo que quería decir, excepto que
tal vez Alexander necesitaba dejar la bebida. Si había bebido tanto
en una noche...

—Anduviste con éxito por la habitación sin tirar una sola


botella, Dusty.

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—¿Lo hice? —se preguntó con un poco de temor.
Normalmente, habría destrozado la mitad de ellas y pateado el
resto al otro lado del cuarto—. ¿Cómo?

—Es muy simple —dijo Alexander mientras cambiaba de pie


detrás de Dusty, con el pecho tocando su espalda—. No tienes
control. Te falta orientación. Estoy ofreciéndome para guiarte, para
enseñarte el control. ¿Estás dispuesto a aceptar la oferta, Dusty?

—¿La enseñanza trae algún beneficio? —Contrajo sus labios,


esperando que su jefe no adivinara qué ventaja quería realmente.
El hombre era increíble, espectacular, y tenía un bonito culo para
agarrar. Dusty gimió cuando Alexander le dio un tirón a su trenza.
Hizo que le corrieran escalofríos por todo el cuerpo y luego se
estrelló contra su polla. Le gustaba que jugaran con su pelo. Todo
su cuerpo se estremecía cuando alguien jugaba o tiraba de ellos.

Alexander se inclinó, una risa suave salió de sus labios. —Oh,


sí, definitivamente, habrá ventajas muy satisfactorias.

¡Al diablo con eso, necesitaba saber!

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—¿Qué tipo de beneficios? —Sus palabras fueron más bien un
susurro. Le gustaría que fueran las ventajas de un sueño que Dusty
sólo se atrevería a realizar con Alexander.

Dusty tenía citas. Ese no era el problema. Ese nunca había


sido el problema. No, el problema era conseguir una segunda cita.
Una vez que veían, cuán torpe era, prometían llamar, pero nunca lo
hacían. Incluso hubo un chico que le dijo que estaba demasiado
aterrorizado para acostarse con Dusty porque no quería terminar
tenso.

No era tan torpe.

Y ahora aquí estaba él, el encantador, sofisticado y algo


neurótico Alexander Sheffield, y estaba viviendo con el hombre. Eso
se podía calificar como una segunda cita.

¿No?

Dusty sabía que estaba trabajando, ¿pero qué si dormían


juntos y hería Alexander? Estaba bastante seguro de que el hombre
lo echaría por mutilarlo.

90
Pero, oh, cómo quería dormir con el hombre.

Simplemente no apostaría a que el hombre quisiera retenerlo.


Podía ver a Alexander dándole patadas en la mañana, o tal vez
inmediatamente después.

Comenzó a moverse, inclinando sus nalgas hacia las manos de


Alexander, cuando el hombre se apoderó de ellas. —Beneficios que
tú y yo podríamos, verdaderamente, disfrutar.

Apostaba que podrían.

Tragó saliva, su cuerpo zumbaba con entusiasmo, y su polla


también, mientras asentía. —Privilegios, me gustan, Señor.

Dusty gimió una protesta cuando su jefe se apartó. Quería


sentir aquellos dedos agarrando otras partes de su cuerpo,
preferentemente en su parte delantera.

—Tu primer deber será el de aprender a meditar.

Bueno, no esperaba eso. De todas las cosas que hubiera


podido imaginar, la meditación ni siquiera estaba en la lista. Ni
siquiera en la parte inferior. —¿Meditar, Señor?

91
—Sí —dijo mientras caminaba alrededor de Dusty hasta estar
frente a él—. Aprenderás a centrarte en ti mismo, para canalizar tu
mente.

Iba a aprender a hacer ¿qué?

—Vas a encontrar la paz interior. Te mostraré cómo ser más


eficiente, menos propenso a los accidentes, y con nuestras
lecciones, pronto serás capaz de cruzar una habitación con
facilidad.

Dusty resopló una carcajada, evitando que las risitas pasaran


de sus labios. —Buena suerte con eso, Señor.

Alexander apretó un dedo contra los labios de Dusty,


acallándolo inmediatamente. —Si crees que vas a fracasar,
entonces ya has fracasado. Debe creer que puedes caminar con
éxito a través de una habitación sin romper nada, ni siquiera tus
huesos.

Dusty no estaba muy seguro de eso, pero no se lo iba a decir.


El hombre se veía demasiado seguro allí, de pie, con un brillo de

92
determinación en sus ojos. Además, sería agradable no golpear
nada ni caerse. El hecho de que fuera un torpe nato y que lo
hubiera aceptado no significaba que le gustara.

—Ahora, quiero que te pongas de rodillas sobre la almohada,


a mis pies, con las palmas sobre los muslos, y que cierres los ojos.

Maldita sea, y él pensando que, el hombre iba a decirle que se


arrodillase sobre la almohada a sus pies y que se la chupase.

Oh, bueno.

Se arrodilló e hizo una mueca. Tal vez debería haber ido un


poco más lento... y no haber perdido la almohada. Extendiendo la
mano, sacó la almohada de debajo de sus rodillas e hizo lo que
Alexander le había ordenado. Puso sus manos sobre sus muslos,
con las palmas hacia abajo, y luego cerró los ojos, exhalando un
largo suspiro.

No podía hacer esto.

—Quiero que despejes tu mente. Quiero que te concentres en


mi voz y nada más.

93
Dusty expulsó los pensamientos de cómo iba a alimentar a
Larry y Dizzy. Ahuyentó los pensamientos de dejar su trabajo de
mensajero y confiar en que Alexander no lo despidiera. Pero tenía
dificultad para ahuyentar los pensamientos, de lo bien que se
sentiría que Alexander lo jodiera con cada centímetro de su polla. Y
apostaba a que el hombre tenía una polla enorme. El tipo era lo
bastante alto y musculoso para tener por lo menos veinte
centímetros.

Veinte gloriosos-

—No te estás concentrando, Dusty. Tu polla se ha puesto tan


dura que se está poniendo roja.

Y Alexander diciendo esas palabras en voz alta no ayudaba.


Tuvo que clavar sus uñas en los muslos para no agarrar su dura
polla y tirar de la maldita cosa y acabar con todo eso de la
meditación.

—No puedo concentrarme, Señor. No con... —Dusty no


estaba seguro de cómo decir las palabras, por lo que acabó
señalando hacia su polla—. Esto. —No había abierto los ojos, pero

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no necesitaba hacerlo para escuchar el gemido procedente de
Alexander.

—Llegará un momento en que serás capaz de meditar


mientras te estoy follando.

Tenía muy serias dudas sobre eso.

—Pero al ver que eres nuevo en las lecciones —comenzó a


decir, mientras deslizaba su mano hacia abajo más allá de la cintura
de los pantalones cortos de Dusty, rozando sus dedos sobre la
cabeza de su polla, por lo que todo su cuerpo se inclinó por el tacto.

—Tendremos que deshacernos de esto si esperamos


continuar tu lección. —Hay estaba, de nuevo, la voz profunda y
sensual de Alexander. Dusty estaba empezando a darse cuenta de
que la voz del hombre se volvía más suave y profunda cuando
estaba excitado.

Siseó cuando Alexander untó su líquido pre-seminal en la


cabeza, y estaba muy orgulloso de sí mismo seguir teniendo los ojos
cerrados.

95
Mira, podía seguir instrucciones.

96
Capítulo 8
Alexander tuvo que morderse los labios para no gemir cuando
Dusty se relajó en sus brazos, mientras, empujaba sus caderas hacia
delante. Dios, el hombre era demasiado sexi para expresarlo con
palabras. Cuanto más tiempo pasaba con él, más quería al pequeño
hombre, con torpeza y todo.

Saber que Dusty lo deseaba, era una ventaja, y el hombre no


podía ocultar cuanto lo hacía. Su polla se endurecía cada, maldita
vez, que Alexander le hablaba. Era jodidamente perfecto.

Si, tan sólo, aprendiera a quedarse quieto.

—Quiero que te quites los pantalones.

Su cara se volvió un poco roja, pero rápidamente se quitó los


pantalones y los echó a un lado. La forma en la que la polla de
Dusty, rebotaba por los alrededores, mientras se quitaba sus
pantalones, era un espectáculo, tan bueno, que Alexander tuvo un

97
momento difícil para no correrse en sus pantalones, lo cual le dio
una idea.

Alexander abrazó al hombre contra su pecho, acunándolo


entre sus muslos. Empezó a rozar, suavemente, con sus manos el
pecho desnudo de Dusty, encantado de que el hombre no se
hubiera puesto la camiseta, incluso si no estaba muy contento de
que el repartidor lo hubiera visto de tal manera.

—Ahora, concéntrate —murmuró Alexander contra su oreja—


. Quiero ver cuánto tiempo puedes mantener tu orgasmo en la
bahía.

Los ojos del pequeño hombre se abrieron de golpe. —Usted


quiere que yo haga, ¿qué?

Alexander hizo una mueca. —Quiero que aprendas a


controlarte. Una forma de hacerlo es negarte a ti mismo.

—Está loco.

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—Sólo cierra los ojos y concéntrate, Dusty. Si puedes resistir
durante diez minutos, te voy a dar una de esas ventajas de las que
hablamos.

Dusty se apaciguó. —¿Ventaja? ¿Qué tipo de ventaja?

La comisura de la boca de Alexander se curvó hacia arriba. No


era el momento de decirle que tenía previsto follarlo contra el
suelo. El hombre necesita aprender a tener paciencia en todo. Sólo
esperaba que, él mismo, tuviera la paciencia suficiente como para
durar los diez minutos enteros.

Iba a estar cerca.

—Si realmente quieres saberlo, tendrás que evitar correrte


durante diez minutos.

—Pero-

—Tu elección. Todo esto puede terminar en este momento y


puedes volver a tu habitación para masturbarte, o puedes evitar
correrte durante diez minutos y ser recompensado. ¿Qué decides?

99
—Por la forma en la que Dusty se mordía el labio inferior, parecía
dudar sobre que hacer.

—¿Tan sólo diez minutos?

—Diez minutos, ni un segundo más.

—¿Y todo lo que tengo que hacer es no correrme?

—Eso es todo.

Dusty arrugó la frente por un momento y luego asintió. —Está


bien, voy a intentarlo, pero no prometo nada.

—Intentarlo es lo suficientemente bueno.

—¿Qué quiere que haga?

—Simplemente échate en mis brazos y permanece lo más


quieto posible, sin importar lo que yo haga.

—¿Tengo que estar en silencio?

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—No, puedes hacer tanto ruido como quieras. —Sí, Alexander
podría sobrevivir a eso—. Ahora, cierra los ojos, y recuéstate entre
mis brazos.

Apretó los labios para no gemir cuando Dusty se echó hacia


atrás en sus brazos como si el hombre hubiera sido hecho para
estar allí. Tenían un ajuste perfecto. La cabeza del pequeño hombre
se acurrucaba debajo de su barbilla, y la punta de la larga trenza
rozaba su mano.

Dioses, esto iba a ser duro.

Alexander enredó la trenza de Dusty alrededor de una mano y


tiró de su cabeza hacia atrás. Se inclinó y lamió una pequeña línea a
través de la comisura de los labios de Dusty. Este comenzó a abrir la
boca, pero de repente dejo de hacerlo, dejándola suavemente
cerrada.

—Buen chico.

Dusty estaba aprendiendo.

101
Alexander le dio un nuevo tirón a la trenza del hombre,
inclinando su cabeza aún más hacia atrás. Le acarició con sus dedos
el rostro, a partir de las cejas, moviéndose lentamente por la nariz y
los labios. Cuando llegó a la barbilla, tiró de ella hacia abajo hasta
que la boca de Dusty se abrió.

Y luego, entró a matar. Inclinó su boca sobre la de Dusty,


tomándola en un apasionado beso con un solo golpe de su lengua.
Dusty gimió, y Alexander sintió como el cuerpo del hombre se
tensaba y luego se relajaba.

Barrió la boca de Dusty con su lengua, todo el hambre que


había estado sintiendo desde que conoció al hombre salió a relucir.
Besarlo fue demasiado sencillo. Alexander necesitaba conquistar a
Dusty, mostrarle quién era el Dom, y quién no.

Pero besarlo no era suficiente. Alexander necesitaba tocarlo.


Mantuvo una mano en el pelo de Dusty y usó la otra para
atormentarlo. Empezó con los pezones del hombre. Su piel era tan
pálida que sus pezones, eran rosados, en lugar de oscuros como los
de Alexander.

102
Imaginaba que el contraste, entre la pálida piel de Dusty y su
bronceada piel, se vería increíble, y de repente, tenía que verlo.
Empujó al hombre, sentándolo, sin darse cuenta de que Dusty ni
siquiera había tratado de abrir los ojos.

—Mantén los ojos cerrados, Dusty —dijo, mientras se ponía


de pie y empezó a quitarse la ropa. Sabía que se daría cuenta que él
estaba desnudo en el momento en el que sus pieles entraran en
contacto, pero quería que fuera una sorpresa hasta entonces.

Rápidamente recogió la ropa, la dobló y la puso en el sofá.


Antes de volver junto a Dusty, sacó un condón y una botella de
lubricante del cajón de la mesita de noche, agradecido de tener las
cosas a mano, incluso, si el lubricante estaba cerrado.

No se perdió el ligero temblor que sacudió a través de Dusty,


cuando abrió el lubricante. —No te muevas —le recordó.
Inmediatamente se quedó quieto, lo cual fue una sorpresa para
Alexander. No pensó que Dusty pudiera aguantar tanto tiempo
quieto, y sólo habían pasado tres minutos de los diez.

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Alexander se puso de rodillas detrás de él. —¡De rodillas,
Dusty!

Una vez que Dusty estaba de rodillas, Alexander utilizó sus


manos para separar sus muslos. —Esta posición se llama de reposo.
Es la posición que quiero que adoptes cada vez que te diga que
medites o que asumas la posición de reposo. Por lo general, las
manos deben de estar sobre los muslos, pero por ahora, quiero tus
brazos colgando a los lados.

Dusty asintió.

Se movió hacia adelante hasta que su frente estaba pegada a


la espalda de Dusty. No se perdió la repentina inhalación de este.
Sabía que se había dado cuenta que, Alexander, estaba desnudo.
Pero no se movió. Decidió recompensarlo otra vez. Se inclinó y rozó
con sus dedos los huevos del hombre. Su profundo gemido,
estimuló a Alexander, que desplazó sus dedos, acariciando la piel
de Dusty, hasta alcanzar su apretado agujero.

104
Esta vez, fue Alexander el que tembló. Pudo sentir lo apretado
que estaba Dusty con un solo golpe de su dedo. El hombre podría
estrangular su polla con ese culo tan apretado.

¡Oh, gracias a los dioses!

Alexander no estaba seguro de poder durar el resto de los


diez minutos. Estaba mostrando mucho menos control que Dusty. Y
no tenía ninguna intención de detener el ardiente fuego que
quemaba a través de su cuerpo.

Cogió el lubricante y se echó un poco sobre ambas manos.


Con una de ellas envolvió la polla del otro hombre y comenzó a
sacudirla, poco a poco, mientras se agachaba entre los muslos de
Dusty, y con la otra mano, extendió el lubricante alrededor de su
dulce entrada, hasta que todo estuvo cubierto.

Y luego comenzó a presionar con sólo la punta de un dedo.

Dusty comenzó a maullar, pero no se movió.

—Lo estás haciendo muy bien —murmuró Alexander contra la


oreja del pequeño hombre—. Estoy muy orgulloso de ti.

105
Dusty se estremeció, pero mantuvo los labios apretados.

Mantuvo una estrecha vigilancia sobre la cara de Dusty,


mientras deslizaba un dedo en su apretado agujero. Quería
asegurarse que no le dolía mucho, pero también quería comprobar
que el hombre se estuviera divirtiendo.

La cara de Dusty se puso rojo escarlata, pero aun así, no se


movió ni dijo una palabra. Dioses, era jodidamente perfecto.
Alexander sintió una loca necesidad de follarse al hombre, en ese
mismo momento, de perder todo su control, y hacer precisamente
eso. Pero, sabía que si lo hacía antes de que los diez minutos
pasaran, Dusty nunca aprendería a controlarse.

A Alexander le sorprendió como, el cuerpo de Dusty, parecía


succionar su dedo. Era casi codicioso, y caliente como el infierno. El
segundo dedo, que deslizó en su culo, fue absorbido, rápidamente,
junto con el primero.

Desde su posición, detrás de Dusty, no podía ver,


exactamente, lo que este estaba haciendo, pero seguro que lo
sentía. Dusty apretaba el anillo de músculos alrededor de sus

106
dedos, masajeándolo suavemente. Alexander no podía esperar
para remplazar sus dedos por su polla.

Estos iban a ser los diez minutos más largos de la historia.

—¿Quieres otro dedo, Dusty? —Dusty comenzó a jadear. Esa


fue la única señal que dio, de que, tan siquiera escuchara las
palabras de Alexander.

—Vas a necesitar por lo menos cuatro antes de que pueda


follarte. Tengo veinticinco centímetros, y estás muy apretado.

—Veinticinco centímetros de- —Dusty apretó los labios y


tragó con tanta fuerza que Alexander lo pudo sentir.

Sonrió y deslizó otro dedo en el culo, Dusty. —Folla mis


dedos, Dusty.

Por un momento, no se movió y Alexander tuvo miedo que el


hombre no quisiera que lo follara, pero luego sus caderas se
levantaron y golpearon, de nuevo, contra las manos de Alexander.
Cada vez que se inclinaba, la polla de Dusty se frotaba a través del
estrecho círculo de los dedos de Alexander.

107
Los movimientos cada vez eran más rápidos, arriba y abajo,
dentro y fuera. Cuando sus movimientos comenzaron a ser
erráticos, Alexander supo que Dusty estaba perdiendo el control. Y
para ser honesto, estaba sorprendido de que hubiera aguantado
tanto tiempo como lo había hecho.

Alexander sintió como los músculos internos de Dusty


reprimían a sus dedos cuando trató de sacarlos. Rápidamente
añadió un cuarto dedo en el culo del hombre y los movió a su
alrededor antes de curvarlos hacia arriba, hasta que encontró el
punto dulce.

Dusty gemía y se puso tenso.

Miró el reloj. —Sólo cincuenta segundos más, Dusty. Sólo


tienes que esperar cincuenta segundos.

Metió los cuatro dedos, dentro y fuera del apretado culo un


par de veces más y luego los sacó. Cuando Dusty comenzó a
inclinarse, Alexander lo agarró y lo mantuvo en sus manos y las
rodillas.

108
—Quieto.

Cuando se echó hacia atrás, la vista ante sus ojos le robó el


aire de sus pulmones. El fruncido y rosado agujero brillaba por el
lubricante. Podía verlo contraerse, pulsante, casi como si lo invitaba
a entrar.

Las manos de Alexander temblaban mientras desgarraba el


envoltorio del condón y, luego, rodó la goma sobre su dolorida
polla. Estaba tan duro que se preguntó si cuatro dedos serían
suficientes. Su polla se sentía, como un tubo de acero, en sus
manos.

—Treinta segundos, Dusty —dijo Alexander mientras alineaba


su polla en la entrada del hombre y lentamente se abría paso al
interior. Su cabeza cayó hacia atrás, sobre sus hombros y un largo
gemido de necesidad, salió de sus labios cuando el cuerpo de Dusty
lo absorbió.

Dudaba que, incluso, tuviera que moverse. El cuerpo de Dusty


parecía saber exactamente qué hacer, ya que latía alrededor de su
polla, masajeándola, apretándola. Alexander había estado con una

109
gran cantidad de hombres en su vida, pero nunca había sentido
este nivel de placer antes. Nunca antes había encajado también con
alguien.

—Solo diez segundos más.

Miró hacía donde, su cuerpo y el de Dusty, se unían, viendo


como comenzaba a moverse, sacando su polla hasta que, apenas, la
cabeza permanecía en el interior del apretado anillo de músculos.
Parecía como si, en cada embestida, todo su cuerpo fuera a ser
engullido. Un estremecimiento sacudió su cuerpo, comenzando en
la punta de su cabeza y extendiéndose hasta los dedos de sus pies.

No podía dejar de empujar nuevamente, y luego otra vez,


moviéndose cada vez más rápido, embistiendo tan fuerte en el
interior de Dusty, que el hombre apenas podía apoyar sus rodillas.

Repentinamente, supo que esta iba a ser la follada más corta


de su historial. Sus huevos se habían establecido cerca de su
cuerpo, y su polla se sentía como si fuera a explotar en cualquier
momento.

110
Agarró nuevamente la trenza del hombre y la envolvió
alrededor de su mano hasta que la tensión hizo que Dusty inclinara
la cabeza hacia atrás. Se inclinó juntando aún más sus cuerpos,
mientras mantenía el rápido ritmo de las embestidas.

—Diez minutos, Dusty. Eres un buen chico. Ahora, puedes


tener tu recompensa. —Agarró la polla de Dusty, tirando de ella tan
rápido como pudo—. Córrete.

Dusty gritó.

Su espalda se arqueó.

Su culo se apretó alrededor de la polla de Alexander hasta el


punto de dolerle. Y entonces se corrió, su semen salió disparado de
la cabeza de su polla y cubrió la mano de Alexander. Un largo e
interminable gemido fue arrancado de los labios de este, cuando el
orgasmo de Dusty precipitó el suyo.

Se corrió duro, llenando tanto el condón en torno a su polla


que temía que la maldita cosa pudiera estallar. Ni siquiera sabía,
que podía tener tanto semen en su cuerpo.

111
Mientras él, se separaba del cuerpo de Dusty, se quitaba el
condón, lo ataba y lo arrojaba en el cercano cubo de basura, Dusty
se había tendido en el suelo, y roncaba suavemente.

Alexander sonrió y lo alzó en sus brazos. Lo llevó a su


dormitorio y luego se dirigió al cuarto de baño a por una toalla,
para limpiarlos a ambos, antes de meter al pequeño hombre en la
cama y subirse a su lado. No solía dormir con sus amantes, pero con
Dusty, podría hacer una excepción.

El pequeño hombre lo había hecho mucho mejor de lo que


esperaba. No podía esperar para su próxima lección.

112
Capítulo 9
Dusty se sacudió, una pequeña pelusa, de la solapa del traje
que Alexander le había comprado. No podía recordar haber usado
antes, algo tan fantástico, o tan caro. Estaba bastante seguro, que,
costaba más de lo que ganaba, en un mes, como mensajero.

Pero, Alexander quería que vistiera muy bien, dado su nuevo


cargo como asistente personal, y eso era lo que haría. No creía que
hubiera nada que su jefe pudiera ordenarle, que no hiciera, incluso
con entusiasmo. El hombre era una maravilla.

Y, aunque sólo habían pasado un par de días desde que se


habían conocido, estaba bastante seguro, que estaba
enamorándose. Se sentía casi vertiginoso.

—Date prisa, Dusty —dijo Alexander desde la otra


habitación—. Symon está aquí, y si no salimos ya, vamos a llegar
tarde al trabajo.

113
Todavía no podía creer que Alexander realmente fuera a
mantenerlo. Pensó que el hombre lo echaría, la mañana después,
de su primera noche juntos. Demonios, ni siquiera había
desempacado previendo que tendría que irse.

Pero Alexander no lo había amenazado con llevarlo a juicio, ni


había corrido tan rápido y tan lejos como pudiera. Se tomó su
tiempo con Dusty, tuvo tanta paciencia que rivalizaba con la de la
Madre Teresa, y nunca le gritó.

Estaba muy muy feliz, con la parte de no gritar. El Señor


Wheeling había acaparado el mercado de gritos. No creía que los
adultos debieran resolver sus problemas a chillidos. Eso era algo
que se podía esperar que los niños hicieran, pero, no los hombres y
mujeres adultos.

—Ya voy —contestó desde su habitación. Se inclinó para


acariciar la cabeza de Dizzy, echó un poco de comida en la pecera
de Larry, y luego salió de su dormitorio.

114
Alexander lo estaba esperando en la puerta. Pudo sentir que
una gran sonrisa se formaba en sus labios... hasta que se cayó al
lado de la mesa de café.

Joder, eso le había dolido.

—Dusty —lo llamó Alexander mientras se acercaba a él—.


¿Estás herido?

Su orgullo lo estaba. —No, Señor.

Alexander suspiró y se puso de pie. —Entonces tenemos que


irnos. Vamos a llegar tarde.

Se levantó del suelo, sacudiéndose el traje, tratando de ganar


tiempo para poder recuperarse. Era la primera vez que Alexander
había utilizado ese tono con él. Estaba irritado y molesto.

Estaba luchando contra las lágrimas, así que se alejó de


Alexander y se dirigió a la puerta, incapaz de hacer frente al
hombre. Era un torpe, lo admitía, pero su jefe lo sabía antes de
preguntarle si quería ser su asistente.

Y cualquier otra cosa que estuviera pasando.

115
—Quiero que hoy medites durante una hora en el trabajo.
Tenemos que asegurarnos que no te atrasas en tus clases.

—Sí, Señor.

Por mucho que le gustara, ser siempre amable y considerado,


que amara ayudar a los demás, y que siempre tratara de devolver
los favores, en ese momento, sentía la imperiosa necesidad de
darse la vuelta y sacarle la lengua a Alexander.

Sus sentimientos fueron lastimados por el tono brusco de


este. Podía ser torpe, y un poco ingenuo, pero no era imbécil tenía
sentimientos. Era consciente de lo que era y como era. No trataba
de ocultarlo. Por lo tanto, sentía que Alexander no tenía derecho a
estar enfadado con él cuando sucedían cosas como estas.

Mientras esperaban al ascensor, mantuvo su cabeza volteada,


lejos de su jefe. Bajaron hasta el coche que los esperaba y se
dirigieron al trabajo en silencio. No podía pensar en nada bueno
que decir en este momento, por lo que no dijo nada en absoluto.

116
Todavía consideraba que Alexander era maravilloso, y sabía
más allá de toda duda que se estaba enamorando del alto y guapo
hombre, pero, en estos momentos estaba molesto con él. Su
enfado aumentó cuando Alexander, se sentó junto a él en el coche
como si no pasara nada, como si no hubiera dañado sus
sentimientos.

Se detuvieron en el aparcamiento subterráneo, y Dusty tuvo


cuidado con cada paso que daba. No quería volver a escuchar
molestia o irritación en la voz de Alexander nunca más. El ascensor
se abrió, y dejándolos en el piso donde trabaja Alexander.

—Buenos días, Señor Sheffield y Señor L —dijo Karen


sonriendo cálidamente a Dusty.

Dusty estaba molesto, pero no era un maleducado. Le


devolvió la sonrisa y le hizo un gesto con la mano, corriendo detrás
de su jefe. No se dio cuenta que el hombre se había parado.

Mierda.

117
Alexander lo miró, levantó una ceja, y luego dirigió su
atención a Karen. Bordeó a Alexander y entró en su oficina. Se
sentó en el pequeño escritorio que su jefe le había mostrado unos
días antes e inmediatamente comenzó a trabajar.

—¿Pasa algo malo, Dusty? —preguntó Alexander mientras


cerraba la puerta de la oficina y luego colocaba algunos archivos
sobre el escritorio de Dusty.

—No, Señor. —Siguió escribiendo.

Alexander no dijo ni una palabra más mientras se sentaba


detrás de su escritorio.

Miró furtivamente, hacia Alexander, varias veces, durante la


mañana. Francamente, a la hora del almuerzo, su ira se había
convertido en depresión. Alexander no le había dicho ni una
palabra, ni había dicho nada acerca de su tono.

Estaba empezando a pensar que tal vez debería haberse


quedado con su bicicleta... y su trabajo de mensajería. El glamour
tenía que haber desaparecido con Alexander. Siempre era así,

118
cuando los hombres se cansaban de él y de sus accidentes. Le
sorprendió que hubiera aguantado tanto tiempo.

—¿Puedo ir a almorzar, Señor? —preguntó Dusty mientras


metía unas cuantas carpetas en el archivador.

Alexander levantó la vista de su escritorio, mirando un poco


confundido. —¿Ya es la hora del almuerzo?

Dusty asintió, mirando hacia el suelo. Quería salir de allí. Tenía


que poner un poco de espacio entre Alexander y él. No podía
soportar otro segundo de este angustioso silencio que él mismo
había iniciado.

—Voy a pedírselo a Karen —dijo Alexander mientras


levantaba la mano para presionar el botón de la recepcionista.

—Si le parece bien, prefiero comer en la cafetería.

Alexander bajó la mano, uniéndola a su otra mano,


entrelazando sus dedos, y apoyándolos sobre su abdomen. —Fuiste
contratado para ser mi ayudante las veinticuatro horas al día,

119
Dusty. Prefiero que comas aquí, donde puedo mantener un ojo en
ti.

No estaba muy seguro de dónde surgió su ira, ni qué hacer


con ella, lo desconcertaba, pero por el momento, todo lo que podía
ver era rojo. Cerró los puños a su lado, el miedo, la ira, el dolor y el
rechazo se hicieron un ovillo formando un nudo en la boca de su
estómago. —Entonces, ¿qué, no puedo ni ir a mear sin que esté
pegado a mi cintura? ¿Por qué no puedo ir a comer con todos los
demás, como un empleado normal? ¿Es mi dueño ahora, Señor
Sheffield? ¿Me vas hacer traerte las zapatillas mientras me revuelco
alrededor de usted? ¡Si usted va a deshacerse de mí, hágalo ya!

Alexander se había levantado de su asiento y había caminado


alrededor del escritorio antes de que Dusty pudiera parpadear.

¡Oh, mierda!

Dusty corrió alrededor de su escritorio, golpeándose la rodilla


en la madera, pero tenía que alejarse de Alexander. —Piña —gritó
mientras corría—. Piña.

120
Alexander se quedó inmóvil, ladeando la cabeza hacia él, sus
oscuras cejas estaban inclinadas hacia abajo, frunciendo el ceño. —
¿Qué demonios significa piña?

—¡Es mi palabra segura! —gritó Dusty mientras corría hacia la


puerta, pero tropezó con sus pies, aterrizando en sus manos y sus
rodillas, de inmediato, el dolor se disparó a través de su cuerpo. Al
mismo tiempo, sentía como si sus emociones se estrellaran contra
escarpadas rocas, por lo que gritó cuando Alexander lo levantó del
piso.

—Oh, dios —gritó mientras golpeaba con sus puños el pecho


de Alexander—. No.

—Dusty —gritó Alexander, pero no quiso ponerlo en


libertad—. Cálmate.

—No puedo —lamentó, mientras sus compuertas se abrieron


y comenzó a sollozar. Alexander le pasó una mano por la espalda,
mientras lo llevaba al pequeño sofá en su oficina, se sentó, y puso a
Dusty sobre su regazo.

121
—Has estado muy callado durante todo el día. ¿Qué está
pasando?

—Soy un fracaso miserable —se lamentó una vez más—. ¿Por


qué quiere mantenerme a su alrededor? Nadie quiere estar cerca
del ‘muerde el polvo, Dusty’.

Alexander lo empujó hacia atrás, inclinando su barbilla y


secándole las lágrimas de sus ojos. —¿Es por eso que te haces
llamar Dusty?

Dusty asintió, sentía que su vida caía directamente por el


inodoro. Alexander le iba a dar la patada. El hombre iba a decirle
que usara su bicicleta y recogiera sus cosas. Lo sabía.

—Dusty, habla conmigo. ¿Qué está mal?

—Todo —dijo, mientras poco a poco los sollozos se


convirtieron en un mar de lágrimas—. Usted se irritó conmigo esta
mañana por la caída, y luego me irrité con usted por eso, decidí
escarmentarlo con mi silencio. Y entonces mi rabia se convirtió en
miedo de haberlo empujado demasiado lejos. Así que me enfadé y

122
le grité. Y entonces, sentí miedo cuando me persiguió alrededor de
mi escritorio.

Alexander se rio entre dientes. —Esas son un montón de


agotadoras emociones para un solo día, Dusty. ¿Dices que todo
esto empezó porque pensaste que estaba irritado contigo por la
caída de esta mañana?

Asintió. —Me di cuenta que estaba molesto. Pero no puedo


evitar ser lo que soy, Señor. Usted sabía que era un torpe cuando
me contrató.

Alexander suspiró, empujando la larga trenza sobre el hombro


de Dusty. —Puedo ser un poco intenso a veces. Pero nunca quise
volverte loco de este modo, Dusty. Me disculpo.

Tenía la sensación de que Alexander nunca se disculpaba, que


era demasiado poderoso para admitir que había errado. Pero,
estaba diciéndole, que se había equivocado.

Wow.

123
—Siento haber tratado de fastidiarlo con mi silencio. Me
estaba comiendo por dentro no hablarle. Me gusta hablar con
usted, Señor. —Curvó sus labios, al ver la diversión en los ojos
amatista de Alexander.

—Eso es agua pasada, Dusty. Sin embargo, todavía vas a


meditar, y si alguna vez tienes un problema con algo que haya
dicho o hecho, házmelo saber. No te lo guardes dentro.

Dusty asintió, sintiendo un gran alivio sobre él, como un


tsunami gigante. —Lo haré.

—Ahora, en tus rodillas. Vas a chuparme la polla como castigo


por tu malcriado exabrupto.

¿Eso era un castigo?

Dusty resopló. —Si me va a castigar, entonces sería mejor que


escogiera algo que no me gusté hacer, Señor.

Alexander se rio entre dientes, mientras soltaba a Dusty y


separaba sus piernas. —Oh, tengo la intención de aplicarte su
castigo completo, en el momento en el que lleguemos a casa.

124
Dusty no podía estar más contento de oír la palabra casa. Era
música para sus oídos.

—Pero dime, Dusty. ¿Por qué crees que quiero deshacerme


de ti?

Se encogió de hombros. —Nadie me quiere una vez que


comprueban lo propenso que soy a los accidentes. Nunca he tenido
una segunda cita. Los hombres prometen llamar, pero no lo hacen.
Es algo a lo que ya me he acostumbrado.

Alexander entrecerró los ojos, envolviendo la trenza de Dusty


alrededor de su puño. Estaba empezando a pensar que su trenza
era el fetiche particular de su jefe. Vio con asombro como
Alexander se echó hacia atrás y liberó su polla, cogiendo la base y
orientando la cabeza hacia la boca de Dusty. —Abre tu boca, Dusty.

Obedeció de inmediato. Gimió, sus párpados aleteando


mientras Alexander presionaba su longitud contra sus labios.

125
—Ahora escucha con atención, mocoso. No tengo ninguna
intención de deshacerme de ti. Te tomé como mi asistente
conociendo muy bien tu problema de coordinación.

Casi se ahoga tratando de no reírse. Alexander había utilizado


su frase. Se abrió más, dejando a su lengua golpear, arriba y abajo,
la polla de Alexander, la punta, lamiéndole la cabeza de su polla.

Alexander se quejó y luego abrió los ojos para mirar hacia


abajo a Dusty. —Sácate de la cabeza que voy a deshacerme de ti.
No voy a hacerlo. ¿Entiendes?

Asintió, chupando la dura polla mientras presionaba las


palmas de sus manos contra las rodillas de su jefe. Empezó a
inclinar su cabeza, apretando la aspiración cada vez que se retiraba.
Alexander apretó su agarre a la trenza de Dusty, mientras
impulsaba sus caderas hacia delante.

—Y si te portas bien, el resto del día —dijo y luego se empujó


profundamente contra la boca de Dusty—, podría hundir esta polla
de veinticinco centímetros en tu culo, de nuevo, esta noche.

126
Dusty puso los ojos en blanco, cuando le vinieron a la cabeza
las imágenes de Alexander follándolo, hasta sacar la torpeza de él.
Eso sí que sería una verdadera proeza.

—Oh, mierda. —Alexander tiró de la trenza hacia atrás,


gimiendo en voz alta mientras, introducía su polla en la parte
posterior de su garganta. Chorros calientes de esperma brotaron en
la boca de Dusty, y se tragó la semilla de Alexander hasta que no
hubo más, y luego se echó un poco hacia atrás para limpiar con su
lengua la cabeza.

Alexander parpadeó, desenredando poco a poco su trenza de


su puño. —Ahora, como he dicho antes, voy a llamar a Karen para
que nos consiga el almuerzo.

Dusty se echó hacia atrás, sonriendo a Alexander mientras, su


maldito pecho, estaba a punto de explotar.

Alexander lo iba a mantener.

¡Jodido infierno! Alexander Sheffield, el hombre más sexi que


jamás hubiera conocido.

127
Capítulo 10
Alexander mantuvo firme su mano, en medio de la espalda de
Dusty, mientras caminaban hacia la puerta de Antonio. Sabía que
estaba nervioso. Podía sentir como, los pequeños temblores que
sacudían al hombre, aumentaban de intensidad a más se cercaban
al restaurante.

—Calma bebe —susurró a su oído—. Recuerda tú calma.


Céntrate. Concéntrate en mi voz, y sólo en mi voz.

—¿No podemos irnos a casa? —preguntó Dusty desesperado,


con un ligero temblor en su voz. Antes de llegar a las puertas, Dusty
se giró sobre sus talones y miró a Alexander—. Por favor, Señor,
voy a meditar. Te la voy a chupar, cualquier cosa. Vámonos a casa.

Curvó, por un momento, su mano a un lado de la cara de


Dusty y luego la deslizó hacia atrás, hasta alcanzar su trenza,
envolviéndola alrededor de su mano y apretando su agarre. Podía

128
ver como Dusty inhaló rápido y como el placer se apoderó de su
rostro.

—Vas a estar bien, Dusty. Te lo prometo.

Instantáneamente, los azules ojos de Dusty se llenaron de


preocupación. —Pero, Señor.

—¿Qué es lo que te preocupa, Dusty?

Estaba bastante seguro, que tanto el pequeño ceño fruncido


de Dusty, junto con la dulzura de sus ojos, eran las jodidas cosas
más lindas que hubiera visto nunca. Y esas eras algunas de las
razones por las que Alexander había organizado esta pequeña cena
con sus amigos. Quería que Jacob, Taylor y Michael conocieran a la
persona más importante en su vida. Y quería que Dusty se
encontrase con sus amigos.

—No quiero avergonzarlo, Señor, y ambos sabemos que eso,


va a pasar.

—No, no lo hará. En primer lugar, porque nada de lo que


puedas hacer, podría avergonzarme, por muy torpe que fueras. En

129
segundo lugar, porque no vas a ser torpe. Tú, mi pequeño y dulce
hombre, eres muy simpático cuando te olvidas de estar nervioso, y
voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para asegurarme que te
olvides.

Dusty parpadeó mientras levantaba la cabeza. —¿En serio?

—¿Te gustaría una demostración?

Dusty se lamió los labios mientras dejaba caer sus ojos en la


boca de Alexander. —Está bien —gruñó.

Sonrió y se inclinó para capturar los dulces labios de Dusty. Un


toque de menta flotó a través de la lengua, un sabor que había
llegado a asociar con el hombre. Gimió cuando este abrió
automáticamente su boca para él.

No importaba lo que lanzara en dirección a Dusty, el hombre


lo aceptaba fácilmente. Se pasaba horas de rodillas sobre un cojín,
meditando. Incluso había conseguido buenos resultados en
mantener la calma cuando Alexander jugaba con él.

130
Y esa podría ser su forma favorita para jugar con Dusty. Se
sentaba en una silla y veía como este caía en un estado meditativo
y después se desplazaba al suelo para reunirse con él, tocarlo y
acariciarlo.

En un principio, Dusty instantáneamente se desmoronaba, y


se solía correr sobre ellos. Pero poco a poco, aprendió a controlarse
a sí mismo, aguantando más y más tiempo sin correrse. Alexander
siempre lo recompensaba follándolo hasta la extenuación.

Tan fantástico como era el sexo, y era verdaderamente de


otro mundo, observar como Dusty ganaba confianza, aprendía a
centrarse en sí mismo y se convertía en el hombre elegante que
Alexander sabía que era, era la cosa más gratificante para él.

En las pocas semanas que llevaban viviendo juntos, Dusty


había crecido a pasos agigantados. Incluso, habían conseguido
evitar la sala de emergencias, excepto una vez, cuando el pequeño
hombre había experimentado uno de sus colapsos y se había caído
de cabeza contra la puerta de la limusina. Pero esos colapsos,
ahora, eran por lo general, pocos y distantes entre sí.

131
Salvo esta noche.

Alexander separó, a regañadientes, sus labios de Dusty


cuando oyó reír a alguien cerca. Se volvió para ver a Taylor y Doby
de pie junto a la puerta principal de Antonio. Taylor tenía una
amplia sonrisa en su rostro. Doby se reía detrás de la mano sobre
su boca.

—Taylor, Doby. —Alexander asintió en su dirección antes de


mirar hacia abajo a Dusty con su rostro sereno—. Este es mi bebé,
Dusty.

Taylor asintió respetuosamente. Doby rebotó justo encima.


Dusty se dio la vuelta y retrocedió contra Alexander, con una
mirada aturdida en su rostro.

—Hola, soy Doby. —Estiró su mano—. Taylor es mi maestro.


También trabajo en su departamento de MichelsonInc, aunque a él
no le gusta que se lo diga a la gente, pero pensé que ya que eres el
asistente personal de Alexander estaría bien. —Doby miró por
encima del hombro—. Está bien, ¿no, Señor?

132
Taylor asintió, dando a Doby una mirada indulgente. —Está
bien, Doby, pero sólo por esta vez.

—Está bien, Señor, gracias. —Sintió como Dusty se presionaba


más contra él, cuando Doby se dio la vuelta para enfrentarlos—. Así
que, ¿cómo obtuviste el nombre de Dusty? En realidad nunca he
conocido a nadie que se llame Dusty, aunque supongo que no es
tan extraño. Mi nombre es Doby después de todo, y ese sí que es
un nombre muy muy extraño. Pero a mi Maestro le gusta, así que
supongo que eso es todo lo que importa, aunque prefiero cuando
me llama bebé y da órdenes a mí alrededor, lo que prácticamente
hace todo el tiempo.

Doby no respiró durante su discurso, lo cual era una hazaña


increíble. Cuando hizo una pausa momentánea y respiró hondo,
Taylor se adelantó y cubrió la boca de Doby con su mano.

—Es suficiente mocoso —dijo Taylor—. Creo que estás


asustándolo.

Alexander no creía que Dusty, realmente, tuviera miedo, sólo


estaba un poco aturdido. Doby era una persona única, y el único

133
que parecía ser capaz de domarlo, era Taylor. Alexander seguro que
no deseaba la tarea. Prefería a su pequeño propenso a los
accidentes.

—Vamos a entrar y sentarnos —sugirió Alexander—. Jacob,


Brian y Michael ya deberían estar aquí.

—Jacob me llamó y me dijo que llegaría un poco tarde, algo


sobre Brian estando un poco ocupado. —Había una sonrisa en la
voz de Taylor, y Alexander sabía exactamente lo que el hombre
quería decir con sus palabras. Brian probablemente estaba muy
ocupado.

Puso, de nuevo, su mano sobre la espalda de Dusty, para


entrar en el restaurante. Mantener constante contacto con alguna
parte de su cuerpo parecía calmar al hombre como nada más
podía.

—Señor McKinley, Señor Sheffield —dijo el anfitrión, cuando


entraron—. ¿La mesa de siempre?

—Gracias, Raúl —dijo Alexander—. Eso sería perfecto.

134
—Por aquí, caballeros.

No le pasó desapercibido, que Raúl no se dirigiera a Doby o a


Dusty, pero no esperaba que lo hiciera. Raúl estaba en la escena
D/s, aunque no era un Dom. Sabía que los hombres que
acompañaban a Alexander y Taylor eran sumisos. Hubiera estado
fuera de lugar que Raúl hablara con Doby o Dusty sin permiso. Sólo
esperaba que a Dusty no le importara que, básicamente, lo
ignorara.

Cuando llegaron a su mesa, Alexander esperó a que Dusty se


deslizase en el circular asiento y luego se deslizó a su lado. Doby se
sentó a su otro lado, con Taylor tomando asiento al lado de Doby.

—¿Tienes hambre, Dusty?

—No mucha, Señor. —Dusty lo miró con una pequeña mueca


en su cara. Mantuvo sus manos fuertemente enlazadas en su
regazo—. Tengo un nudo en el estómago.

—¿Por qué tienes un nudo en el estómago?

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Dusty miró por encima de la mesa y luego al resto de la
decoración de alta gama del restaurante. —Aquí hay tantas cosas
que se pueden romper. —Susurró—. ¿Qué pasa si me tropiezo o
me caigo o —Dusty tragó saliva con fuerza—. Incluso el agua la
sirven en copas de vino, Señor.

—Dusty, mírame. —Cuando el hombre no lo obedeció de


inmediato, lo agarró la barbilla y lo giró hacia él—. Tengo completa
fe en que vas a hacer que me sienta orgulloso. No hay nada por lo
que estar alterado.

Los ojos de Dusty parpadearon hacia la mesa otra vez, en


concreto hacia el conjunto de artículos de vidrio, de aspecto frágil,
sobre el mantel negro. —Pero, Señor.

Alexander metió su mano bajo la mesa y agarró la polla de


Dusty a través de sus pantalones. Los ojos de Dusty golpearon hacia
él.

—¡Señor!

—Relax, Dusty. Respira como te he enseñado.

136
Su cuerpo permaneció rígido en su asiento durante un largo
rato mientras Alexander frotaba, suavemente, el bulto cada vez
mayor en los pantalones del hombre. Cuando Dusty estaba
completamente duro, su respiración se había relajado y la tensión
en sus hombros se había desvanecido.

Alexander miró a Taylor cuando oyó una risa ahogada. Taylor


asintió, diciéndole en silencio, que había visto lo que había hecho y
que aprobaba como Alexander había controlado a su sumiso.

Era bueno saber que, en este ámbito, Alexander se había


ganado la aprobación de su amigo, pero no lo había hecho por eso.
Lo había hecho por Dusty.

Cuando Jacob, Brian y Michael llegaron, la mano de Alexander


estaba dentro de los desabrochados pantalones de Dusty, y sus
dedos se envolvían libremente alrededor de su gruesa polla. No
quería llevar al hombre al borde, sólo darle algo más en lo qué
pensar. Mantuvo su mano allí, acariciándole la dura longitud cada
pocos minutos. De vez en cuando, golpeaba su dedo pulgar sobre la

137
punta o exprimía la polla entera, pero no quería poner a Dusty
completamente al límite.

Sólo quería distraerlo.

Y parecía estar funcionando mucho mejor de lo que había


imaginado. Pidieron la cena y hablaron mientras esperaban que su
comida llegara. Doby y Brian charlaban como viejos amigos,
mientras que Dusty los escuchaba y de vez en cuando arrojaba una
palabra aquí y allá.

Incluso, Dusty, había bebido de las copas de vino y se había


comido su cena, sin derramar una gota, dañarse a sí mismo o a
cualquier otra persona. Alexander estaba tan orgulloso que lo
podría haber gritado a los cuatro vientos.

Para cuando los postre llegaron y Taylor, Alexander, Jacob, y


Michael disfrutaban de una copa de coñac después de la cena,
Dusty parecía haberse asentado. Estaba haciendo buenas migas
tanto con Doby como con Brian, para deleite de Alexander.

138
Entonces las cosas parecieron calmarse. Taylor colocó unas
esposas forradas en piel en las muñecas de Doby, conectándolas
entre sí. Doby se acurrucó en el lado derecho de Taylor. Jacob ató
un trozo de cuerda alrededor de las dos muñecas de Brian. Los ojos
de Alexander se le salieron de la cara, ante el profundo suspiro
satisfecho que oyó venir de Brian cuando el hombre inclinó su
cabeza en el hombro de Jacob. Tal vez la cuerda y los puños,
provocaban en Brian y Doby, la misma reacción, que su toque
provocaba en Dusty.

Alexander se volvió para ver la reacción de Dusty ante la


cuerda en las muñecas de Brian y los puños en las de Doby, sólo
para ver con total sorpresa como Dusty le sonreía con malicia y sin
esfuerzo se deslizaba bajo de la mesa.

Un momento más tarde, Alexander sintió que bajaban su


cremallera.

—Dusty —graznó Alexander.

—Mi recompensa por no haber roto nada —dijo Dusty entre


sus piernas y luego los cálidos labios envolvieron su polla

139
Podía ser un restaurante de lujo, pero todos los tipos de
lascivos juegos, pasaban debajo de sus mesas, y el personal fingía
no ver nada. Los ojos de Alexander se entrecerraron, pero todavía
podía ver a Taylor, Michael, y Jacob observándolo atentamente. Su
boca les mostró una sonrisa mientras Dusty aspiraba su polla hasta
la parte posterior de su garganta.

Gracias a los dioses el mantel llegaba al suelo.

—Entonces, Alexander, ¿tienes planes para este fin de


semana? —preguntó Jacob, con una sonrisa en sus labios, pasando
sus manos por el pelo de Brian.

Alexander abrió la boca para contestar, pero Dusty eligió ese


momento para raspar suavemente los dientes sobre su polla. Lo
único que salió de sus labios fue un siseo. Metió una mano de
debajo de la mesa y agarró la trenza de Dusty, dándole un fuerte
tirón.

El gemido de Dusty se oyó en torno a la mesa. Los ojos de


Doby se dispararon hacia arriba, Brian sonrió ampliamente, pero
ninguno de los dos dijo una palabra.

140
—Ninguno —logró contestar, mientras Dusty se echaba hacia
atrás, arrastrando sus labios a lo largo de la polla. Estaba
lamiéndola como un cono de helado, y Alexander no podría haber
detenido su gemido aunque hubiera querido.

Oh diablos, Dusty era muy bueno chupando pollas.

El hombre debería ganar un maldito premio por lo bien que su


lengua estaba lamiendo sus huevos. Alexander lanzó su otro brazo
sobre el respaldo del asiento, mientras su cabeza rodó sobre sus
hombros.

—Maldita sea —se rio Jacob.

Abrió un ojo, miró al hombre, y luego poco a poco lo volvió a


cerrar. Estaba demasiado ocupado disfrutando de la talentosa
boca, como para mantener una conversación ahora mismo. En
estos momentos, toda su atención estaba en el hombre entre sus
piernas. La lengua lamió, nuevamente, la polla de Alexander,
formando círculos alrededor de la cabeza, luego los labios de Dusty
chuparon el eje completo de Alexander hasta su garganta.

141
—¡Mierda! —Disparó, con los ojos cerrados mientras su polla
entraba en erupción, su semilla brotaba de la cabeza y Dusty se
bebía con avidez hasta la última gota. Alexander jadeó cuando
abrió los ojos, pero se las arregló para sonreírles a todos en la
mesa.

Sobre todo porque todos estaban sonriéndole.

Su polla estaba de vuelta en sus pantalones. A continuación,


Dusty se deslizó de debajo de la mesa, llegando a su lado y
agarrando la mano de Alexander la deslizó debajo de la mesa. Un
segundo más tarde, sintió la dura polla de Dusty de nuevo en la
mano.

Dusty le sonrió inocentemente.

Alexander se echó a reír y puso un beso de aprobación en los


hinchados labios de Dusty. El hombre era simplemente increíble.
Había recorrido un largo camino en sólo unas pocas semanas, y
Alexander era un hombre jodidamente feliz.

142
—Disculpen —dijo Michael mientras se deslizaba de la mesa—
. Enseguida vuelvo.

Alexander vio que Michael se acercó a la multitud y comenzó


a hablar con Raúl.

—¿Crees que está celoso? —preguntó Jacob con una leve


sonrisa.

—Realmente espero que sí —dijo Alexander mientras se


sentaba de nuevo, arrastrando a Dusty a su lado. El hombre
inmediatamente se deslizó otra vez, pero mantuvo la mitad inferior
de su cuerpo en una posición que permitía a Alexander sostener su
polla.

—¿Por qué quieres que Michael este celoso? —preguntó


Dusty—. Eso no es muy agradable.

Taylor arqueó una ceja mientras Jacob se echaba a reír.

—Porque —explicó Alexander—, Michael no es lo que alguien


consideraría un playboy, pero es muy coqueto y arrogante. Si
tuviera un sumiso a su lado en este momento, puedes apostar que

143
nos lo restregaría en la cara. El hombre es rico, poderoso, pero está
solo.

—¿Cómo puede estar solo si es rico? —preguntó Brian—.


Tiene dinero para comprar lo que sea o a quien quería.

—No —respondió Jacob mientras tiraba de las cuerdas


alrededor de las muñecas de Brian—. Michael no quiere a
cualquiera. Quiere encontrar a su sumiso perfecto como lo hemos
hecho nosotros. Por lo tanto, gasta su dinero en ostentosos
juguetes en su lugar. Realmente necesita encontrar un hobby.

Alexander negó entre risas mientras cogía su vaso y bebía un


sorbo. Soltó la polla de Dusty mientras posaba el vaso. —Dusty,
necesito que vayas al coche y consigas el archivo que he dejado en
el asiento de atrás.

Dusty metió su mano bajo la mesa, se arregló el pantalón, y


luego se deslizó de la mesa, caminando con gracia alrededor de las
mesas hacia la puerta principal. Alexander reventó de orgullo por
su pequeño sumiso. Tenía toda la confianza del mundo —¡Mierda!

144
—Alexander voló de su asiento al oír, lo que sonaba como un
choque de coches, en el exterior.

Los otros hombres se apresuraron a seguir a Alexander


mientras corría hacia la puerta. Su corazón estaba en su garganta.
Sintió como sus rodillas flaqueaban cuando vio a Dusty, sentado de
culo, en el aparcamiento, moviendo la cabeza hacia atrás y hacia
adelante.

Corrió hacia su sumiso y se dejo caer a su lado, sus ojos


parpadearon sobre el cuerpo del hombre, tratando de evaluar los
daños. No vio ningún hueso roto ni contusiones, gracias a Dios. —
¿Dónde estás herido, Dusty?

—En ninguna parte, Señor. Salí de su camino a tiempo, pero


me tropecé con mis pies.

Alexander miró hacia el coche que estaba cruzado en medio


de la calle, con su parte delantera derecha, chocando con un coche
aparcado.

Su coche.

145
Jodida mierda.

—¿Qué pasó? —le preguntó Taylor al conductor, cuando el


hombre salió del dañado coche, agitando con enojo un dedo hacia
Dusty.

—¿En qué demonios pensabas, Fernando?

—¿Señor Wheeling? —preguntó Dusty mientras sus ojos se


abrían.

—¿Fernando? —preguntó Alexander.

La cara de Dusty se volvió de siete tonos de rojo distintos,


mientras asentía y luego dio un largo suspiro. —Mi verdadero
nombre es Fernando Xavier Fontaine Lebowitz.

Alexander se arrodilló allí aturdido por un momento y luego


envolvió sus brazos alrededor de Dusty, abrazándolo cerca y
agradecido de que el hombre no estuviera herido. —Ese nombre es
demasiado grande para un pequeño hombre como tú. Creo que
Dusty me gusta más. Es más fácil de pronunciar.

146
—Estoy de acuerdo, Señor —dijo Dusty sonriéndole—. Pero
tiene que prometerme que no le dirá a nadie mi verdadero
nombre, ni siquiera a Karen.

—Te lo prometo —dijo Alexander mientras se echaba a reír.

—¿Qué pasa con mi coche? —gritó el Señor Wheeling—.


Fernando caminaba directamente hacia mí. ¡Tuve que pisar el freno
y desviarme para no golpearlo!

—¿Es eso cierto, Dusty? —Alexander preguntó mientras


arrastraba a su sumiso más cerca, listo para patear en el culo al
Señor Wheeling por todos los gritos que estaba dando. Nadie le
gritaba a su Dusty.

Dusty se encogió de hombros. —No estaba prestando


atención, Señor. Podría haber ocurrido de esa manera.

—Me haré cargo de las reparaciones necesarias —dijo


mientras miraba al Señor Wheeling. Pensó que el hombre estaba a
punto de gritar de nuevo. Tenía la cara todavía roja como el
infierno, pero el hombre sólo asintió.

147
—Te enviaré el presupuesto.

Ayudó a su asistente a levantarse y le sacudió el traje, luego


pasa un brazo a su alrededor mientras cruzaban la calle hacia el
restaurante.

—¿Está bien? —preguntó Michael cuando Alexander se


acercó a la puerta.

—Está bien —respondió Alexander, envolviendo su puño


alrededor de la trenza de Dusty y se sentía mejor sabiendo que su
pequeño hombre estaba de pie a su lado, a salvo de la
destrucción... por el momento. El férreo control que ejercía sobre el
pelo de Dusty era como un salvavidas. Significaba que el hombre no
podía separarse de él, más de unos pocos centímetros, y a
Alexander le gustaba eso, un montón. Dusty no podría salir
lastimado.

El sonido del coche estrellándose estaba grabado en su


cerebro. No creía que, jamás, pudiera olvidar el fuerte y chirriante
ruido, ni el inconfundible sonido de metal contra metal. Lo
perseguiría en sus pesadillas en los años venideros.

148
Realmente era sencillo. Sólo tenía que asegurarse que Dusty
nunca dejara su lado. Nunca. Realmente era la única manera de
mantenerlo a salvo. Su relación actual necesitaba ser actualizada.
Aunque Dusty dormía en su cama casi a tiempo completo, sabía
que tenía que mudar, de forma permanente, al hombre a su
dormitorio. Se estremeció al pensar en lo que podía pasarle a Dusty
en medio de la noche. Podía tropezar caminando hacia el cuarto de
baño y abrirse la cabeza con un buen número de cosas, la bañera,
el marco de la puerta, el lavabo. La lista seguía y seguía.

Envolverlo en plástico de burbujas podría no ser suficiente.

Dusty podría-

—¿Señor?

Alexander bajo su mirada a Dusty, lo cual era fácil de hacer ya


que la cabeza de Dusty estaba inclinada hacia atrás hasta el
momento. Hubo una ligera mueca en el rostro Dusty, como si
estuviera dolorido. Alexander se maldijo a sí mismo, al darse
cuenta, que su mano estaba envuelta con tanta fuerza en el pelo
del hombre que este ni siquiera podía moverse.

149
—Lo siento, Dusty —dijo mientras aflojaba, un poco, su
agarre, pero sólo un poco. No tenía la fuerza personal suficiente
como para dejar que se alejara demasiado de él, no en estos
momentos.

—Estoy bien, Señor.

—Lo sé. —Esta vez Dusty estaba bien, pero ¿qué pasaría la
próxima vez, o la siguiente después de esa? ¿Cuántas veces podría
resultar lesionado Dusty antes de que le ocurriera algo drástico de
lo que no se pudiera recuperar?

Dusty dejó caer sus ojos. —Lo está lamentando, ¿verdad,


Señor?

Alexander frunció el ceño. —¿Lamentando que, Dusty?

Las lágrimas caían de sus pestañas mientras levantaba la


cabeza para mirarlo de nuevo. Su rostro se había vuelto ceniciento.
—Está lamentando que mantenerme —susurró.

150
Alexander se sorprendió con la fuerza que Dusty utilizó para
alejarse de él. Sabía que debía haberle dolido. Todavía tenía varios
cabellos castaños en la mano.

—Dusty, ¿de qué demonios estás hablando? —espetó


mientras cogía, de nuevo, la trenza de Dusty, pero el hombre se
apartó de su alcance, sorprendiendo a Alexander cuando el hombre
hizo el movimiento sin tropezar con nada. Dusty podría tropezar
con el aire.

—Está bien, Señor. —Dusty le mostró una sonrisa temblorosa


mientras daba un paso hacia atrás—. Sabía que este día llegaría.
Siempre lo hace. Estoy sorprendido que tardará tanto en llegar. —
Dusty sorbió y se limpió los ojos. Ni siquiera trató de ocultar que
estaba llorando—. Si usted me da un par de días hasta que
encuentre otro lugar, le prometo que, para el fin de semana, me
habré ido.

El mundo de Alexander se desplomó bajo sus pies al escuchar


esas palabras. —¿Me estás dejando?

151
En todo caso, el rostro de Dusty palideció aún más de lo que
ya estaba. —Prefiero dejarlo, antes que escucharle decirme que me
vaya.

De pronto, imagino su vida sin Dusty y no le gustó lo que vio.


No habrían más momentos tranquilos viendo como Dusty se
centraba en sí mismo, ni más fantásticas mamadas, ni más sexo de
fuera de este mundo. Tampoco volvería a sentirse pleno, mientras
observaba como Dusty se convertía en el hombre sensual y seguro
que Alexander sabía que era.

No habría más Dusty.

Gruñó y apretó los puños saliendo rápidamente detrás de


Dusty antes de que pudiera escapar. Agarró la trenza del hombre y
la envolvió alrededor de su mano de tal manera que Dusty solo
tenía dos opciones: o inclinaba la cabeza hacia atrás o perdía el
pelo, porque Alexander no estaba dispuesto a dejarlo ir.

Nunca.

152
—Escúchame, Fernando Xavier FontaineLebowitz, y
escúchame bien. —Alexander estalló con satisfacción al ver como
los ojos de Dusty se abrían plenamente al oír el áspero tono con
que pronunciaba su nombre y el tono áspero con el que le
hablaba—. Eres mío. Y siempre serás mío. No vas a irte. De hecho,
tendrás suerte de conseguir estar a diez metros de mi lado en los
próximos diez años. Por lo tanto, sácate la disparatada idea de
alejarte de mí, de tu cabeza, porque no va a suceder.

Alexander no esperó a que Dusty contestara. Sólo empujó al


pequeño hombre hacia la entrada del restaurante y a través de las
puertas. Asintió hacia Raúl mientras caminaban dentro. Raúl señaló
una puerta al otro lado del vestíbulo, frente a la entrada del
restaurante.

Buen hombre. Tendría que darle una buena propina más


tarde... mucho más tarde.

Escoltó a Dusty hasta la puerta y la abrió. Rápidamente


escaneó la habitación y era exactamente lo que estaba buscando.
Dioses, amaba este restaurante. Tenía todo, buena comida, un

153
servicio impecable y un escondido ambiente con un sofá con
cojines, una mesa y un cuarto de baño a un lado. Demonios, incluso
tenía una pequeña cesta con condones y paquetes de lubricante de
un solo uso.

Era perfecto.

Guio a Dusty dentro de la habitación y rápidamente cerró la


puerta detrás de él. Soltó la trenza del hombre y le dio un pequeño
empujón, sin ni siquiera preocuparse porque Dusty pudiera
tropezar. Tenía cosas más importantes de qué preocuparse, como
convencer a Dusty que se pertenecían hasta el día en el que se
murieran, e incluso después de eso.

Alexander se apoyó contra la puerta y cruzó los brazos sobre


el pecho. —Desnúdate.

Era una orden sencilla, una sola palabra, pero pareció aturdir
a Dusty. El hombre se volvió hacia él, con la mandíbula colgando
casi hasta el pecho.

—¿Qué? —Dusty susurró.

154
—Ya me has oído, Dusty.

—¿Aquí? —Dusty extendió sus brazos para abarcar toda la


habitación—. ¿Ahora?

—En este momento.

—Pero-

—Dusty. —Una vez más, una simple orden, una palabra


simple. Pero esta vez, puso a Dusty en movimiento. Vio, con gran
satisfacción, como Dusty lentamente se desabrochaba la camisa y
luego los pantalones. Se quitó toda su ropa y cuidadosamente las
dobló y las puso sobre la mesa antes de volver a colocarse delante
de Alexander, con las manos colgando a los costados.

—Asume la posición, Dusty.

Dusty se mordió el labio, mirando indeciso los cojines del sofá.


Alexander se acercó, cogió uno y lo arrojó al suelo. No se perdió la
mirada que le dio a través de sus pestañas mientras se colocaba
sobre el cojín, asumiendo la posición de reposo.

155
Sólo cuando Dusty se había establecido, con sus muslos
extendidos y las manos apoyadas en ellos, Alexander se apartó de
la puerta y empezó a dar vueltas alrededor del hombre. Una vez
que estuvo detrás de Dusty y fuera de su vista, cogió un condón y
dos de los paquetes de lubricante, los metió en su bolsillo y se
arrodilló en el suelo detrás de él.

Sintió como Dusty se agitó cuando colocó sus manos en la


parte superior de los delgados hombros del hombre y comenzó a
acariciarle los brazos. Dioses, amaba sentir esa suave piel debajo
sus manos. Era como tocar seda, seda caliente.

—Tú eres mío, Dusty —dijo con una voz, mucho más suave,
de la que había usado antes—. ¿Sabes por qué eres mío, Dusty?

—N-No, Señor.

—Tú eres mío porque eres perfecto para mí. —Disfrutó al ver
como el pequeño cuerpo se estremecía, sabiendo que había sido
provocado en parte, por sus palabras y en parte por la forma en la
que acariciaba su piel—. Cuando pienso en ti, no lo hago en

156
términos de unos días o unas semanas. Lo hago en términos de
toda una vida a tu lado.

—¿Toda una vida, Señor? —murmuró Dusty.

—Sí, Dusty, una vida —sonrió cuando este se apoyó sobre la


mano con la que le acariciaba la mejilla—. Te quiero para toda la
vida, con torpeza y todo.

—Soy muy torpe, Señor. Eso no va a desaparecer


repentinamente.

Alexander se echó a reír. —Sospecho que no, pero vas a


mejorar con el tiempo.

—Pero- —Dusty se mordió el labio de nuevo, sus ojos vagando


lejos—. ¿Y si no es así, Señor? ¿Qué pasa si sigo siendo torpe para
siempre?

—Aún te querría, Dusty. Siempre te querré. —Envolvió sus


brazos alrededor del cuerpo del hombre y lo apretó contra su
pecho. Extendió la mano y agarró la barbilla de Dusty, inclinándolo
hacia a él, y luego esperó hasta que, por fin, su mirada se levantó

157
para encontrarse con la suya—. Te amo, Fernando Xavier Fontaine
Lebowitz.

Los ojos de Dusty se humedecieron mientras inhalaba


fuertemente. —¿Me ama? —Dusty preguntó con acento tranquilo,
como si no pudiera creerlo.

—Sí, Dusty, Te amo. Amo todas tus rarezas, tu torpeza, tu


hermosa sonrisa, tu glorioso pelo, y la forma en la que respondes a
mis órdenes. —Alexander se puso serio de nuevo—. Joder, me
encanta la forma en la que me miras.

Las cejas del pequeño hombre se juntaron, provocando el más


lindo gesto en su rostro. —¿Señor?

—Me miras como si fuera la persona más importante en tu


mundo.

—Lo eres —el rostro de Dusty se enrojeció mientras agachaba


su cabeza—. Te amo, Alexander.

158
Le sorprendió que Dusty usara su nombre de pila, pero, las
otras dos palabras, lo hicieron aún más. Eran mucho más
importantes. Ponían de nuevo en orden, su mundo entero.

Abrazo fuertemente a Dusty, sumergiéndose en la sensación


de tener al hombre de sus sueños en sus brazos, amándolo.

—Sabes que tienes que ser castigado por ser un vándalo. —


No era una pregunta. Iba a suceder. Sólo esperaba que Dusty
disfrutara de todo lo que le hiciera.

—Por favor, Señor.

Alexander gimió e hizo retroceder a Dusty sobre la almohada.


Le tomó todo su enorme y afinado control para ponerse de pie y
caminar lejos de Dusty, pero sabía que lo que tenía en mente era lo
que tanto quería. Podía ver el entusiasmo en los ojos azul suave de
Dusty.

Alexander se acercó al sofá y se sentó. Acarició sus muslos,


observando con expectación fervorosa como Dusty se arrastró por
el suelo hasta él. —Sobre mis muslos, Dusty.

159
Santo infierno, el culo de Dusty era perfecto, sobresaliendo en
el aire, como lo hacía, cuando Dusty colocó su cuerpo sobre los
muslos de Alexander. Este pasó su mano sobre los suavemente
redondeados globos, por un momento, disfrutando de la suave y
sedosa piel, y luego metió la mano en su bolsillo para sacar el
condón y los envases de lubricante. Puso el condón y un envase a
un lado y abrió el otro.

—No te corras, Dusty.

—No, Señor. —Dijo Dusty, pero las palabras sonaron


estranguladas.

Alexander sonrió. —Si te corres antes de que te de permiso,


no te follare después. —Estaba mintiendo, porque tenía toda la
intención de hundirse profundamente en Dusty en los próximos
cinco minutos, pero este no necesitaba para saberlo.

—Sí, Señor.

Rápidamente vertió un poco de lubricante sobre sus dedos y


luego lo extendió en la grieta del culo de Dusty. Este se estremeció.

160
Alexander sabía que la cosa estaba fría, pero también sabía que
pronto se habría calentado, junto con el culo de su sumiso.

Introdujo una de sus manos entre las nalgas. Posicionando un


dedo en el apretado agujero, sin aplicar demasiada presión, pero lo
suficiente para que el anillo de músculos comenzara a palpitar.

—Ser malcriado es muy malo, Dusty —dijo Alexander


mientras levantaba su otra mano y la dejaba caer sobre las nalgas
del chico.

Un fuerte grito ahogado fue la única respuesta del hombre.

—Nunca vas a volver a cuestionar mi deseo de seguir contigo.


—Le dio otra nalgada, mirando cómo se enrojecía su culo. Dioses,
era un maravilloso espectáculo de mierda. Tendría que haberlo
nalgueado antes. Si, la dura polla presionando contra sus muslos
era una indicación, Dusty también lo estaba disfrutando—.
¿Entendido?

—¡Sí, Señor! —Dusty soltó un agudo chillido al mismo tiempo


que Alexander empujaba un dedo contra el apretado anillo de

161
músculos. Alternó entre empujar su dedo dentro y fuera del culo de
Dusty, con las nalgadas.

—Te amo.

¡Nalgada!

—Te voy a mantener junto a mí.

¡Nalgada!

—No me importa si, eres tan torpe que tienes que ser
envuelto en plástico de burbujas para el resto de su vida, lo cual es
una clara posibilidad. Aún eres mío y voy a mantenerte. —
Alexander continuó golpeando el culo de Dusty mientras introducía
más dedos en él, extendiéndolo. Y Dusty tendría que estar bien
extendido para lo que Alexander tenía en mente.

—¿Esta-

¡Nalgada!

—-Entendido?

162
—¡Sí! —Dusty gritó tan fuerte que estaba seguro que los
clientes en el restaurante lo oyeron.

Y eso aumentó su propia excitación.

Alexander estaba tan duro, por la forma en la que el culo se


había enrojecido, por los profundos gritos del hombre y por la
forma en la que Dusty respondía ante él, como nunca antes lo había
estado. Todo ello combinado con el conocimiento de que Dusty lo
amaba era suficiente como para hacerlo perder el control.

—Asume la posición, bebé —dijo Alexander mientras


empujaba a Dusty hacia el suelo. Un segundo después de que
estuviera fuera de su regazo, Alexander se bajó la cremallera de los
pantalones y los empujó hacia abajo. Cogió el condón y lo hizo
rodar sobre su dolorida polla. En el momento en que abrió, de un
tirón, el tubo de lubricante, Dusty estaba de rodillas delante de él,
observando cada movimiento que hacía.

Alexander rápidamente lubricó su polla y luego hizo un gesto


hacia su regazo. —Súbete, Dusty. Me vas a montar.

163
Dusty trepó como si su vida dependiera de ello. Pasó la pierna
sobre el muslo de Alexander y empezó a descender embistiéndose
a si mismo contra la dura polla. Alexander mantuvo apretados
firmemente sus labios hasta que el trasero de Dusty descansó sobre
sus muslos. Quería embestir al hombre y enterrar su polla hasta el
fondo y nunca volver a salir. Sentía la necesidad de marcar al
hombre como suyo, para que cualquiera que lo mirara supiera que
le pertenecía.

—¿Te gustaría llevar mi collar, Dusty? —Ni una sola vez, en


todos sus años, había tenido la necesidad de poner un collar a un
sumiso. Jugó con ellos, los entrenó, pero ni una sola vez quiso
mantenerlos de forma permanente.

No hasta ahora.

Ahora, quería atar a Dusty a él, para que el hombre nunca


volviera a pensar en dejarlo. Deseó haber tenido un collar en esos
momentos. Estuvo a punto de llorar cuando Dusty asintió
ansiosamente y no tenía nada con que cimentar el momento en las
mentes de ambos.

164
Tenía un collar.

No era tan elaborado como el que le hubiera gustado poner


en su sumiso, pero era lo que tenía en la mano. Alexander
observaba la reacción de Dusty, mientras se levantaba y se
desabrochaba el collar alrededor de su cuello. Dusty abrió mucho
los ojos y un pequeño gemido se hizo eco alrededor de ellos.
Alexander se inclinó hacia adelante y puso el collar alrededor del
cuello de su sumiso, enganchándolo en la parte posterior.

Cuando se echó hacia atrás y miró a Dusty, se sorprendió al


ver grandes lágrimas goteando sobre la cara del chico, mientras el
hombre pasaba suavemente los dedos sobre la cadena de oro.

—¿Dusty? —¿Habría cambiado de opinión?—. Sé que no es


muy elegante. Voy a conseguirte uno mejor cuando-

—¡No! —gritó Dusty, y su rostro palideció cuando se dio


cuenta de que había gritado. Sus dedos se cerraron alrededor del
collar—. Por favor, quiero este.

—Pero no es un collar real, Dusty.

165
—Sí, lo es —Dusty susurró—. Es real y me lo dio y- —Dusty
meneó la cabeza rápidamente—. Por favor, Señor, quiero
conservarlo.

—Por favor. Nunca he tenido a nadie que me dé algo como


esto. Nunca nadie me ha querido conservar.

A Alexander le dolió el corazón. —Yo lo haré, Dusty. Te juro


que lo haré.

—¿Puedo quedármelo entonces?

Alexander sonrió mientras tomaba las nalgas de Dusty en sus


dos manos. Le encantaban los pequeños silbido que se escapaban
de los labios de Dusty cuando apretaba su tierna carne. —Siempre
voy a mantenerte cerca.

—Siempre, ¿de verdad?

—Siempre, Dusty.

Dusty se estremeció y empezó a moverse. —Por favor, Señor,


necesito-

166
—Sé lo que necesitas, Dusty. Siempre voy a saber lo que
necesitas. —Alexander comenzó a moverse, empujando sus
caderas hacia arriba y conduciendo su polla en el apretado culo
mientras subía y bajaba a Dusty sobre su polla. Este rápidamente
captó la idea y comenzó a moverse así, prácticamente saltando
arriba y abajo sobre el regazo de Alexander.

Alexander estaba tan duro que sabía que no tardaría en llegar.


Declararle sus sentimientos a Dusty, y saber que eran
correspondidos, junto con la sensación de ponerle su collar a su
sumiso, lo envió al borde.

Metió la mano entre ellos y agarró la polla de Dusty. Un


desesperado grito cayó de los labios del hombre cuando a
acariciarlo, lo cual era un placer por sí solo. Pero no tanto como ver
como su pequeño hombre se volvía loco, moviéndose rápidamente
arriba y abajo, empalándose a sí mismo en la polla de Alexander lo
más rápido que podía.

—Dios, eres tan perfecto —susurró Alexander mientras lo


observaba empalándose con su polla. Tenía la piel enrojecida, su

167
respiración rápida y esporádica. Sus labios entreabiertos mientras
jadeaba pesadamente entre pequeños gemidos. Pero fue el
asombro en los ojos de Dusty, el afán y la anticipación en ellos, lo
que fascinó a Alexander.

—Córrete para mí, Dusty —ordenó, sabiendo que su propio


orgasmo estaba cerca. Y maldición si Dusty no echó para atrás su
cabeza y se corrió como Alexander le había ordenado.

El olor del esperma de Dusty, que salpicó toda la mano de


Alexander y su abdomen, junto con la forma en la que los músculos
internos del hombre se cerraron sobre su polla, lo enviaron
derecho al borde. Gruñó, poniéndose rígido cuando su cuerpo
explotó de adentro hacia fuera. Luces brillantes aparecieron ante
sus ojos mientras se perdía en el orgasmo más intenso que jamás
recordaba haber tenido.

Metió la mano por detrás de Dusty y agarró la larga trenza del


hombre, envolviéndola alrededor de su mano, y luego levantó su
cabeza para darle un beso. ¿Alguna vez, había sentido algo tan

168
bueno y maravilloso? Dusty le daba todo lo que había deseado en
un sumiso y algo más.

Era jodidamente perfecto.

—Te amo, Dusty —susurró contra los labios del hombre.

—Yo también lo amo, Señor —susurró Dusty a su vez.

—Bien. —Sonrió Alexander—. Y no es Señor, es Maestro.

Los labios de Dusty, se extendieron formando la sonrisa más


dulce que hubiera visto en su vida. Estaba lleno de amor, orgullo y
completa felicidad. —¡Sí, Maestro!

169
Stormy cree que la única cosa más sexi que un hombre con
botas de vaquero es dos o tres hombres en botas de vaquero.
También cree en el amor a primera la vista, en los compañeros del
alma, el amor verdadero, y los finales felices.

Generalmente, la puedes encontrar acurrucada en la cama


con un libro en la mano y un perrito en su regazo, o en su portátil,
creando al siguiente sexi hombre de una de sus historias. Stormy le
da la bienvenida a los comentarios de los lectores. Puedes
encontrarla en su web www.stormyglenn.com.

Para todos los títulos de Stormy Glenn, por favor visite

www.bookstrand.com / tormentoso-glenn

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