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PIROMANÍA

Desde los principios de la vida humana el fuego ha estado presente de varias formas
en nuestro diario vivir, ya sea en forma amenazante, usado como arma defensiva o como
acompañante en los distintos rituales o ceremonias, sin embargo algunas personas pueden
olvidar lo peligroso que puede resultar y dejarse llevar por sus impulsos de provocarlo
sin considerar las consecuencias que esto podría acarrear. Tanto las normas sociales como
la educación que recibimos nos enseñan a controlar nuestros impulsos permitiendo que
solo se manifiesten aquellos que no constituyen ningún peligro para nosotros y para los
demás, sin embargo cuando no somos capaces de controlar estos impulsos amenazantes
podemos hablar de una patología.
La piromanía en el DSM se encuentra clasificada dentro de los trastornos del control
de los impulsos, dentro de este grupo entran la cleptomanía, el juego patológico, el
trastorno explosivo intermitente, el trastorno explosivo aislado, la tricotilomania. Otros
trastornos potenciales podrían ser la automutilación repetitiva, el comportamiento sexual
compulsivo entre otros. Kososn y Dvoskin describen la piromanía como una conducta
incendiaria sin motivación, por lo tanto en caso de existir dicha motivación no estaríamos
hablando de un pirómano sino más bien de un incendiario.
El fracaso recurrente en resistir los impulsos para incendiar y la fascinación que
produce hacerlo constituyen los rasgos esenciales presentes en la piromanía. Así mismo
la intoxicación alcohólica, disfunciones sexuales, un cociente intelectual inferior al
promedio, resentimiento hacia las figuras autoritarias son algunos de los síntomas
asociados con la piromanía. El inicio de la piromanía generalmente es en la infancia
siendo más frecuente en varones, sin embargo cuando este tiene su inicio en la
adolescencia o en la edad adulta el incendio provocado suele ser muy destructivo.
En lo referente a su etiología existen diversas explicaciones, Freud consideraba que la
provocación de incendios tiene que ver con la masturbación y la excitación sexual.
Biológicamente su origen se explica por una posible relación entre las concentraciones
de monoaminas, la hipoglucemia reactiva y la impulsividad (Virkkunen etal. 1987). De
igual manera la fiebre, traumas y encefalitis podrían actuar como factores precipitantes.
En cuanto al diagnóstico es necesario que el sujeto haya producido incendios deliberados
y conscientes más de una vez, por otra parte el diagnostico no se puede realizar cuando
es el incendio es debido a un trastorno de conducta, un trastorno mental orgánico,
esquizofrenia, un trastorno antisocial de la personalidad, entre otras situaciones. Para el
tratamiento de la piromanía en su mayoría se usa un enfoque psicoanalítico (Macht y
Mack, 1968) sin embargo resulta difícil ya que los sujetos poseen una tendencia a no
hacerse responsables del acto, en el ámbito conductual se ha utilizado la terapia aversiva
para tratar este trastorno (Granth y Marshall, 1979) así como el uso del refuerzo positivo
con amenazas de castigo (Bumpas et al., 1983).
Como conclusión podemos decir que a pesar de que la piromanía es un trastorno
relativamente poco frecuente es necesario distinguirla de otros comportamientos
incendiarios presentes en personas con esquizofrenia, trastorno bipolar, Alzheimer u otras
enfermedades mentales. Al ser un trastorno del control de los impulsos donde se
encuentran implicados mecanismos neurobiológicos el tratamiento debería incluir
conjuntamente medidas farmacológicas y psicoterapéuticas.

Paúl Andrés Vera Carpio. Universidad del Azuay


Gea, P. M. Piromanía.

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