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AL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

Don Carlos Ricardo Estévez Sanz, Procurador de los


Tribunales de Madrid con número de colegiado P29079002053,
actuando en nombre y representación de los Diputados y
Diputadas del Parlament de Catalunya: Carles Puigdemont i
Casamajó, Jordi Turull i Negre, Lluís Puig i Gordi, Clara
Ponsatí i Obiols, Josep Rull i Andreu, Elsa Artadi i Vila,
Albert Batet i Canadell, Laura Borràs i Castanyer, Eusebi
Campdepadrós i Pucurull, Narcís Clara i Lloret, Josep Costa
i Rosselló, Francesc de Dalmases i Thió, Maria Isabel
Ferrer i Álvarez, Lluís Font i Espinós, Josep Maria Forné i
Febrer, Imma Gallardo Barceló, Gemma Geis i Carreras, Anna
Geli i España, Lluís Guinó i Subirós, Montserrat Macià
Gou, Aurora Madaula i Giménez, Marta Madrenas i Mir, Jordi
Munell i Garcia, Teresa Pallarès Piqué, Eduard Pujol i
Bonell, Francesc Xavier Quinquillà Durich, Josep Riera i
Font, Mònica Sales de la Cruz, Marc Solsona i Aixalà, Anna
Tarrés i Campa, Francesc Xavier Ten i Costa, Joaquim Torra
i Pla, lo cual acredito mediante escritura de poder que se
acompaña en el presente escrito COMPAREZCO y DIGO:

Que en el Boletín Oficial del Estado núm. A-1140-2018, de


27 de enero de 2018, aparece publicada la parte dispositiva
de un supuesto auto acordado por el Pleno del Tribunal
Constitucional, en fecha 27 de enero actual, en la
impugnación de disposiciones autonómicas (Título V LOTC)
promovida por el Gobierno de la Nación, contra la
resolución del Presidente del Parlamento de Cataluña, por
la que se propone la investidura de D. Carles Puigdemont i
Casamajó como candidato a President del Govern de la
Generalitat de Catalunya, publicada en el Boletín Oficial
del Parlamento de Cataluña n.º 3, de 23 de enero de 2018, y

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la resolución del Presidente del Parlamento de Cataluña de
fecha 25 de enero de 2018 por la que se convoca sesión
plenaria el 30 de enero de 2018, a las 15:00 horas, esta
última exclusivamente en cuanto a la inclusión en el orden
del día del debate del programa y votación de investidura
del Diputado D. Carles Puigdemont i Casamajó, publicada en
el Boletín Oficial del Parlament de Catalunya n.º 6, de 26
de enero de 2018.

Que teniendo en cuenta la trascendencia del mencionado


auto, en cuanto pudiera ser limitativo de derechos
fundamentales de los Diputados y Diputadas del Parlament de
Catalunya, y la apreciación de diferentes vicios de nulidad
que adolece la mencionada resolución, sea dicho con los
debidos respetos, formulamos las siguientes,

ALEGACIONES:

Primera. Situación de indefensión de mis representados.

El auto impugnado, ha sido objeto de publicación en el BOE


únicamente en su parte dispositiva. No obstante, el mismo
decreta el carácter ejecutivo de una resolución, sin que
los interesados y personados en el procedimiento, puedan
conocer su fundamentación jurídica y su motivación, por lo
cual, se sitúa a mis representados en una clara posición de
indefensión con vulneración flagrante de los derechos
fundamentales que el propio Tribunal tiene por misión
defender.

La jurisprudencia y la doctrina administrativista han


estimado que la motivación de cualquier decisión, y el
conocimiento de sus destinatarios, marca la diferencia
entre lo que se considera discrecional y lo que se

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considera arbitrario, porqué si los interesados desconocen
la motivación que sustenta tal resolución, porque no existe
o porque no se ha publicado ni notificado individualmente,
el único sustento de la decisión será la voluntad de quien
la adopta.

La discrecionalidad, en cualquiera de sus variantes, parte


de la posibilidad de elegir entre un mayor o menor abanico
de opciones o, si se prefiere, resulta que su ejercicio
permite una pluralidad de soluciones justas, o de optar
entre alternativas que, en general, sean igualmente justas
desde el punto de vista del Derecho o, tal vez mejor,
«razonables», desde el mismo punto de vista, por lo que el
ejercicio de la potestad discrecional presupone una opción
entre varias posibles, y una «razonabilidad» en un marco
socio-cultural determinado, pero, precisamente por ello, la
decisión discrecional exige, como inseparable de ella, la
motivación, que es la que garantiza que se ha actuado
racionalmente, y no arbitrariamente, y la que permite un
adecuado control de los actos discrecionales, exigiéndose
así una motivación «suficiente» que, al menos, exprese
apoyo en razones que permitan conocer cuáles han sido los
criterios esenciales fundamentales de la decisión
(sentencia del TC 14/1991).

Al desconocer los fundamentos jurídicos y la motivación del


auto de 27 de enero, que recordemos que se refiere a
actuaciones parlamentarias que deberían celebrarse el día
30 de enero, se sitúa a mis representados en una flagrante
posición de indefensión, vulnerando el derecho a la tutela
judicial efectiva. Además, la falta de fundamentos
jurídicos supone que el documento no revista la forma legal
de auto conforme a la legislación procesal.

3
Segunda.- La adopción de medidas cautelares sin haber
resuelto la admisión a trámite de la impugnación vulnera
las norma procesales del procedimiento.

Efectivamente, el auto objeto de impugnación dispone que,


“a los efectos de resolver sobre la admisión o inadmisión
de la presente impugnación, oír al impugnante, Gobierno de
la Nación, al Parlamento de Cataluña y a las partes
personadas para que, en el plazo común de DIEZ días,
aleguen lo que consideren conveniente sobre su
admisibilidad. A tal fin dese traslado al Parlamento de
Cataluña y a las partes personadas del escrito de
impugnación presentado por el Abogado del Estado en nombre
del Gobierno de la Nación y del escrito presentado por el
Procurador de los Tribunales don Carlos Ricardo Estévez
Sanz, así como de la documentación que los acompañan.”

A continuación, en el apartado cuarto, resuelve “4.


Adoptar, mientras se decide sobre la admisibilidad de la
impugnación, la medida cautelar consistente en la
suspensión de cualquier sesión de investidura que no sea
presencial y que no cumpla determinadas condiciones.”

Diversas son las causas de nulidad que se invocan, conforme


al siguiente detalle:

1. “Tener por promovido”, y “por personado y parte” en un


proceso presupone necesariamente haber admitido a
trámite la impugnación planteada.

“Tener por promovida” la impugnación de disposiciones


autonómicas (título V LOTC), y “tener por personado y
parte” a 33 Diputadas y Diputados, representados por

4
Procurador, presupone necesariamente haber admitido a
trámite un proceso jurisdiccional.

El Tribunal Constitucional es un órgano de naturaleza


jurisdiccional y ningún órgano jurisdiccional puede
adoptar medidas jurisdiccionales fuera de un proceso.

El art. 117.3 de la Constitución circunscribe el


ejercicio de la potestad jurisdiccional de Jueces y
Magistrados “en todo tipo de procesos”, lo que excluye
el ejercicio de esa potestad fuera de ellos.

En la medida que el TC es también un órgano


jurisdiccional, necesariamente ha de ejercer sus
funciones dentro de un proceso.

En ese mismo sentido el art. 161 de la Constitución,


al fijar las competencias del Tribunal Constitucional
dice literalmente que “El Tribunal Constitucional
tiene jurisdicción en todo el territorio español y es
competente para conocer:…”

Por tanto, el TC y sus miembros sólo pueden ejercer


sus funciones jurisdiccionales dentro del proceso. A
mayor abundamiento, recordar que en el único supuesto
que se prevé la adopción de medidas cautelares se
exige audiencia de las partes o al menos admisión a
trámite del recurso (art. 56 LOTC).

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2. El TC carece de toda cobertura legal para configurar
una fase de pre-admisión de los procesos
jurisdiccionales no prevista en la legislación
vigente.

El TC ha de actuar sujeto a la Constitución y a su


propia Ley Orgánica.

3. Tanto si se admite a trámite una Impugnación de


disposiciones autonómicas (título V LOTC), como si se
pre-admite, causa efecto la suspensión prevista en el
art. 161.2 de la Constitución y el art. 77 de la LOTC.

El art. 77 LOTC prevé que “La formulación de la


impugnación comunicada por el Tribunal producirá la
suspensión de la disposición o resolución recurrida
hasta que el Tribunal resuelva ratificarla o
levantarla en plazo no superior a cinco meses, salvo
que, con anterioridad, hubiera dictado sentencia.” Por
tanto, es la mera “formulación” la que produce la
suspensión. Así lo ha reconocido y aplicado también el
Tribunal Constitucional de forma constante, puesto que
en todos los precedentes existentes hasta la
actualidad ha determinado que los efectos suspensivos
producidos por la invocación del art. 161.2 CE, tanto
en la Impugnación de disposiciones sin fuerza de Ley y
resoluciones de las Comunidades Autónomas prevista en
el propio artículo 161.2 de la Constitución, como en
los demás procesos de recurso de inconstitucionalidad
o de conflicto de competencias, se producen desde el
momento de la interposición de la acción, es decir,
desde la presentación por parte de la Abogacía del
Estado del escrito de interposición en el registro del
Tribunal Constitucional, si bien dentro de los cinco
meses siguientes puede decidir si levanta o mantiene

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la suspensión hasta la resolución final del
procedimiento.

4. Ni la LOTC ni la legislación procesal vigente permiten


al TC adoptar medidas cautelares:

a. Antes de iniciar o al margen de un proceso


jurisdiccional. La LOTC sólo habilita al Tribunal
a adoptar medidas cautelares en el caso del
recurso de amparo y su art. 56 prevé que, “En
supuestos de urgencia excepcional, la adopción de
la suspensión y de las medidas cautelares y
provisionales podrá efectuarse en la resolución
de la admisión a trámite.” Por tanto, incluso por
aplicación supletoria de las normas procesales
del recurso de amparo, el TC no podía adoptar
medidas cautelares sin la previa admisión a
trámite.

b. Si no es previa instancia de parte, de


conformidad con la Ley de Enjuiciamiento Civil
(de aplicación supletoria).

c. Sin audiencia de parte, como es exigible en


general, y sin justificación alguna para la
omisión de este trámite, lo cual es causa de
evidente indefensión.

5. El TC no puede declarar nulo un acto preventivamente


porque el art. 92.1.II LOTC exige estar en sede de
ejecución y audiencia previa de los interesados.

Las medidas de ejecución de sus propias resoluciones


sólo se pueden adoptar en los términos del artículo 92.

7
Así mismo, el apartado 5 del artículo 95 LOTC dispone
que si se tratara de la ejecución de las resoluciones
que acuerden la suspensión de las disposiciones, actos o
actuaciones impugnadas -supuesto en el que no nos
encontramos- y concurrieran circunstancias de especial
transcendencia constitucional, el Tribunal, de oficio o
a instancia del Gobierno, adoptará las medidas
necesarias para asegurar su debido cumplimiento sin oír
a las partes. En la misma resolución dará audiencia a
las partes y al Ministerio Fiscal por plazo común de
tres días, tras el cual el Tribunal dictará resolución
levantando, confirmando o modificando las medidas
previamente adoptadas.”

Tercera.- El Tribunal Constitucional no tiene atribuciones


para interpretar preventivamente el Reglament del Parlament
de Catalunya.

La jurisprudencia del Alto Tribunal es clara a la hora de


delimitar sus funciones. Destacamos, entre otras, la STC
114/1995 “(FJ 2): “(…) al Tribunal Constitucional, como
intérprete Supremo de la Constitución, corresponde decir la
última palabra sobre la interpretación de la misma. Sin
embargo, sólo puede hacerlo en el marco de los distintos
procesos constitucionales y, por supuesto, dentro de los
límites de dichos procesos, que son los de su jurisdicción.
Por tanto, en algunos casos concretos, no puede
pronunciarse por carecer de cauce para hacerlo…”

O la STC 64/1990 (FJ1): “el cauce procesal establecido en


el Título V, «De la impugnación de disposiciones sin fuerza
de ley y resoluciones de las Comunidades Autónomas prevista
en el art. 161.2 de la Constitución», de la Ley Orgánica

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del Tribunal Constitucional, ya que la indefinición legal
de los motivos impugnatorios que en él pueden hacerse valer
-«sea cual fuere el motivo en que se base», dice el art.
77- permite al Gobierno impugnar, como aquí hace,
disposiciones autonómicas de rango infralegal por razones
no competenciales (STC 44/1986, fundamento jurídico 1.º),
siempre, claro es, que las supuestas vulneraciones en que
se base la impugnación sean constitucionales -versen sobre
«materia constitucional» (STC 16/1984, fundamento jurídico
4.º)- y no meramente legales, pues no ha de olvidarse que
la competencia de este Tribunal «se circunscribe al examen
de la constitucionalidad y no de la legalidad» (STC
54/1982, fundamento jurídico 7.º). Los arts. 76 y 77 de la
Ley Orgánica del Tribunal Constitucional configuran a tal
fin un procedimiento que, aun cuando coincidente en sus
trámites con el conflicto positivo de competencias (por
remisión del art. 77 a los arts. 62 a 67 de la Ley
Orgánica), encuentra sustantividad propia precisamente en
supuestos, como el presente, en los que el Gobierno imputa
a una disposición sin fuerza de ley de Comunidad Autónoma -
o, en su caso, a una resolución de alguno de sus órganos-
un vicio de inconstitucionalidad que, no consistiendo en la
infracción del orden constitucional de distribución de
competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas,
no podría ser, en razón del rango infralegal de la
disposición impugnada, eficazmente denunciado a través del
recurso de inconstitucionalidad, únicamente procedente
contra «disposiciones normativas o actos con fuerza de Iey»
[art. 2.1 a) de la LOTC ], ni se avendría tampoco, en razón
del objeto de la pretensión deducida, a los límites del
conflicto positivo de competencias, legalmente contraído a
las controversias que opongan al Estado y a las Comunidades
Autónomas o a éstas entre sí acerca de la titularidad de
las «competencias asignadas directamente por la

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Constitución, los Estatutos de Autonomía o las Leyes
Orgánicas u ordinarias dictadas para delimitar los ámbitos
propios del Estado y las Comunidades Autónomas» (art. 59
LOTC).”

El Tribunal Constitucional ha de actuar siempre dentro de


los cauces del litigio ante él planteado. Más allá de la
irregularidad que constituye la fórmula de “tener por
promovida” sin pronunciarse sobre la admisión de la
impugnación promovida por el Gobierno del Estado al amparo
del Título V de la LOTC, adoptando en un proceso, por
tanto, aún inexistente, medidas cautelares, cabe señalar
que –de acuerdo con dicho Título V- esta concreta tipología
de proceso ha de tramitarse por los cauces del conflicto
positivo de competencias (arts. 62 a 67 LOTC).

Siendo ello así, debe indicarse que en relación con los


conflictos positivos de competencias la LOTC no prevé otra
medida cautelar que la de la suspensión de los efectos de
la disposición impugnada. Suspensión que, caso de ser
promovido el conflicto por el Gobierno del Estado,
únicamente está prevista como resultado de la invocación
del artículo 161.2 CE y no sujeta a ponderación por parte
del Tribunal, sino de aplicación automática como
consecuencia de la admisión del conflicto.

Habida cuenta de la remisión que el Título V LOTC efectúa a


los cauces del conflicto positivo de competencias, resulta
patente que ninguna otra medida cautelar puede ser acordada
en relación con las impugnaciones del referido título,
puesto que cualquier otro tipo de medida cautelar quedan
reservadas en la LOTC al recurso de amparo.
Las medidas cautelares adoptadas por el TC en relación con
la impugnación que tiene por promovida (aunque no aún

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admitida), más allá de su clara improcedencia desde el
punto de vista procesal, adelantan una interpretación
normativa que excede igualmente la finalidad de las medidas
cautelares.

Finalidad que no es otra sino el aseguramiento del objeto


del proceso, es decir, que la ejecución de la disposición o
resolución impugnada no haga perder al litigio su fin
legítimo. Pues bien, siendo el objeto de la impugnación la
propuesta de un concreto candidato a la investidura como
Presidente de la Generalitat y cuestionando el Gobierno del
Estado que la persona propuesta pueda ostentar la condición
de candidato, no cabría acordar otra medida cautelar sino
aquella que suspenda la posible investidura de tal
candidato, quedando claramente fuera del ámbito de la
justicia cautelar el prever las condiciones en que la
investidura del candidato propuesto (que, debe reiterarse,
es precisamente el objeto de discusión por el Gobierno del
Estado) pueda llevarse a cabo.

Por demás, la medida cautelar acordada incorpora una


interpretación de las previsiones del Reglament del
Parlament de Catalunya sobre el debate de investidura que
constituyen claramente el objeto del proceso, lo que supone
un adelanto interpretativo sobre el fondo que no tiene
cabida en sede de adopción de medidas cautelares, y menos,
adoptadas inaudita parte.

Cuarta.- No puede restringirse el derecho al sufragio sin


una sentencia firme condenatoria.

Las medidas acordadas limitan el derecho al sufragio,


pudiendo entender que dicha limitación se realiza en la
vertiente de sufragio activo y pasivo, derecho fundamental

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de participación política previsto en el artículo 23 CE,
derecho del voto y de la elegibilidad, que dicho Tribunal
Constitucional entiende por intrínsecamente vinculados (por
todas STC 45/1983), limitación en cuanto se impide la
efectividad del voto de la ciudadanía, el cual confluye en
determinadas personas elegidas y mayorías del “cuerpo
legislativo”. Concretamente, el derecho de sufragio pasivo
sólo queda restringido en los casos previstos en el
artículo 6.2 de la Ley Orgánica de Régimen Electoral
General para los condenados en sentencia en los supuestos
allí previstos.

Con las medidas acordadas se impide al Diputado Puigdemont


acceder a una de las facultades más relevantes inherentes
al cargo representativo, el cual tiene derecho a ejercer,
de acuerdo con el 23.2 CE en condiciones de igualdad, sin
que pueda ser removido “si no es por causa y de acuerdo a
los procedimientos legalmente establecidos” (STC 107/2016
por todas), y a ejercer sin perturbaciones su mandato, de
acuerdo con el artículo 3 del Protocolo I del Convenio
Europeo de Derechos Humanos. Además, se impide también el
ejercicio del cargo representativo al resto de Diputados a
los cuales se les impide votar libremente a uno de los
candidatos.

Se produce pues una limitación de derechos fundamentales de


oficio, sin audiencia de parte, y fuera de los supuestos
legales. En particular, resulta de una arbitrariedad
palmaria la sujeción a autorización judicial de la
asistencia de un parlamentario a su propio debate de
investidura como candidato a la presidencia. Ello infringe
no solo sus derechos sino las prerrogativas de la cámara,
la expresión representativa de la voluntad popular, así

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como la separación de poderes. Todo ello perturbando
gravemente el funcionamiento del sistema parlamentario.

Así mismo, la privación expresa de derechos de


participación política de determinados parlamentarios en
base a la supuesta existencia de una orden judicial de
busca y captura e ingreso en prisión constituye otra
arbitrariedad de la misma magnitud, pues no solo no prevé
el ordenamiento jurídico la referida figura legal (busca y
captura) sino que no se encuentra en ningún caso entre los
motivos que restringen o limitan el derecho de sufragio y/o
participación política. Hay, en definitiva, una intromisión
ilegítima de la jurisdicción penal en el funcionamiento de
una cámara parlamentaria.

Lo anterior puede incardinarse en un “trato


discriminatorio” del Tribunal Constitucional hacia
determinadas opciones políticas por causas objetivas
reconducibles al artículo 14 CEDH, por “opiniones
políticas”. Entendiendo que el Tribunal Constitucional está
dispensando un trato desigual a los votantes, a los
candidatos y a los Diputados electos que no está basado “en
una apreciación objetiva de circunstancias de hecho
esencialmente diferentes” (STEDH 23 de julio de 1968, Caso
relativo a algunos aspectos del régimen lingüístico de la
enseñanza en Bélgica c. Bélgica).

La orden de impedir o paralizar iniciativas parlamentarias


dirigida al Presidente y la Mesa de una Asamblea
Legislativa, de admitirse, una clara extralimitación del
ejercicio de la función de control de constitucionalidad,
puesto que la intervención del Tribunal supondría tanto
como entrar a fiscalizar la expresión de una voluntad
política que, en cuanto tal, como la propia jurisprudencia

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constitucional ha reconocido, es libre y puede tener
cualquier contenido (SSTC 48/2003 y 31/2010 y ATC
135/2004).

Quinta.- Respecto al requerimiento del apartado 7:

a. Carece de amparo legal.

La orden de impedir o paralizar iniciativas parlamentarias


dirigida al Presidente y la Mesa de una Asamblea
Legislativa, de admitirse, es una clara extralimitación del
ejercicio de la función de control de constitucionalidad,
puesto que la intervención del Tribunal supondría tanto
como entrar a fiscalizar la expresión de una voluntad
política que, en cuanto tal, como la propia jurisprudencia
constitucional ha reconocido, es libre y puede tener
cualquier contenido (SSTC 48/2003 y 31/2010 y ATC
135/2004).

Además, según la jurisprudencia constitucional, las


atribuciones del Reglamento a la Mesa y a los Diputados
electos siempre deben ser interpretados conforme a su
derecho de “ius in officum”, y la interpretación del
Reglamento de la Cámara debe ser interpertada conforme a
ese derecho, incurriendo, de lo contrario en
inconstitucionalidad.

Las indicaciones realizadas por el Tribunal Constitucional


a la Mesa, sin sentencia previa, sin justificación legal,
interfiriendo en las competencias parlamentarias, por mera
indicación política del poder ejecutivo estatal, limita
gravemente derechos de los diputados, incurriendo en una
limitación inconstitucional del “ius officium”:

Como se ha reiterado en el fundamento jurídico 2 b) de la


STC 208/2003, de 1 de diciembre, “no cualquier acto que
infrinja la legalidad del ius in officium lesiona el

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derecho fundamental, pues sólo poseen relevancia
constitucional a estos efectos los derechos o facultades
atribuidos al representante que pertenezcan al núcleo de su
función representativa parlamentaria, como son,
indudablemente, el ejercicio de la función legislativa o de
control de la acción del Gobierno, siendo vulnerado el art.
23.2 CE si los propios órganos de las Asambleas impiden o
coartan su práctica o adoptan decisiones que contraríen la
naturaleza de la representación o la igualdad de los
representantes. Tales circunstancias imponen a los órganos
parlamentarios una interpretación restrictiva de todas
aquellas normas que puedan suponer una limitación al
ejercicio de aquellos derechos o atribuciones que integran
el status constitucionalmente relevante del representante
público y el deber de motivar las razones de su aplicación,
so pena, no sólo de vulnerar el derecho fundamental del
representante de los ciudadanos a ejercer su cargo (art.
23.2 CE), sino también de infringir el de éstos a
participar en los asuntos públicos (art. 23.1 CE). En este
sentido, además de las resoluciones que tomamos como guía
en la presente exposición de la doctrina constitucional en
la materia, interesa mencionar las SSTC38/1999, de 22 de
marzo, FJ 2; 107/2001, de 23 de abril, FJ 3 a); 203/2001,
de 15 de octubre, FJ 2; y el ATC 118/1999, de 10 de mayo”.

b) Es contrario a las premisas del Reglament del Parlament


de Catalunya.

El principio de separación de poderes bajo el cual se


articula el sistema político y jurídico no permite
articular mandatos dirigidos directamente a los órganos del
Parlamento respecto a la aplicación e interpretación del
Reglamento parlamentario, en cuanto que dichas funciones
corresponden exclusivamente a la propia Cámara. Cabe

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recordar que es el Parlament quien tiene la facultad de
elaborar y aprobar su Reglamento en ejercicio de su
autonomía reglamentaria que expresamente le reconoce el
artículo 58 del Estatuto y es el propio Reglamento el que
atribuye a la Mesa las funciones relacionadas con la
interpretación y aplicación del mismo en todo lo que haga
referencia a la organización y funcionamiento de la Cámara,
artículos 37.3, letras “a, d, e” y “j”. Así, la aplicación
de los artículos 93, 146 y 147, correspondientes a la
posible delegación de voto y la sesión de investidura del
presidente de la Generalitat.

c) Atenta contra la autonomía parlamentaria y la


inviolabilidad de los parlamentarios.

Ya la temprana STC 51/1985 (FJ 6) incide en cuál es el


ámbito de la inviolabilidad parlamentaria:

“al entendimiento estricto debe hacerse a partir de una


comprensión del sentido de la prerrogativa misma y de los
fines que ésta procura. Desde este enfoque, como se ha
señalado doctrinalmente, las prerrogativas parlamentarias
son «sustracciones al Derecho común conectadas a una
función», y sólo en tanto esta función jurídica se ejerza,
pueden considerarse vigentes. Salvando todas las
diferencias, hay que reiterar lo que dijo ya este Tribunal
en su Sentencia 61/1982, de 13 de octubre (fundamento
jurídico 5.°) sobre la institución del «antejuicio», cuando
precisó que la legitimidad de la garantía se ha de
reconocer, en la medida en la que su estructura la haga
adecuada a su objetivo «sin que en ningún caso pueda ser
desvirtuada para convenirla en origen de privilegio».

El interés, a cuyo servicio se encuentra establecida la


inviolabilidad es el de la protección de la libre discusión

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y decisión parlamentarias (en este sentido, Sentencia de la
Corte Constitucional italiana de 27 de marzo de 1975, núm.
81), decayendo tal protección cuando los actos hayan sido
realizados por su autor en calidad de ciudadano (de
«político» incluso), fuera del ejercicio de competencias y
funciones que le pudieran corresponder como parlamentario.
Así, las funciones relevantes para el art. 71.1 de la
Constitución no son indiferenciadamente todas las
realizadas por quien sea parlamentario, sino aquellas
imputables a quien, siéndolo, actúa jurídicamente como tal.

Con carácter general, ésta debe ser la interpretación del


ámbito funcional en que se proyecta la garantía de la
inviolabilidad. Un entendimiento estricto que, por lo
demás, no impide las necesarias matizaciones, reconociendo
(como se ha hecho alguna vez en la experiencia
parlamentaria extranjera) que la prerrogativa puede
amparar, también, los actos «exteriores» a la vida de las
Cámaras, que no sean sino reproducción literal de un acto
parlamentario.”

Asimismo, la STC 78/2016 (FJ 3) recuerda que: “esta


prerrogativa tiene por finalidad “preservación de un ámbito
cualificado de libertad en la crítica y en la decisión” en
el interior de la Cámara (STC 51/1985, de 10 de abril, FJ
6), está concebida como garantía de esa libre discusión y
decisión frente a posibles perturbaciones externas,
configurándose como un privilegio de naturaleza sustantiva
que garantiza la irresponsabilidad jurídica de los
parlamentarios por las opiniones manifestadas en el
ejercicio de sus funciones, entendiendo por tales aquellas
que realizan en actos parlamentarios y en el seno de
cualquiera de las articulaciones de la Cámara a la que
pertenezcan o, por excepción, en actos exteriores a la vida
de esta que sean reproducción literal de un acto

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parlamentario, “siendo finalidad específica del privilegio
asegurar a través de la libertad de expresión de los
parlamentarios, la libre formación de la voluntad del
órgano legislativo al que pertenezcan” (STC 243/1988, de 19
de diciembre, FJ 3).”

El requerimiento del apartado 7 del Auto TC 27.1.2018


supone una clara injerencia en la inviolabilidad
parlamentaria, por cuanto la propuesta del candidato a la
investidura supone una decisión inalienable del President
del Parlament, en virtud de la Ley 13/2008, de la
Presidencia de la Generalitat y del Gobierno, y la forma en
que se lleve a cabo el debate de investidura una decisión
de la Mesa efectuada de acuerdo con las previsiones del
Reglament.

d) Usurpa las atribuciones de los órganos competentes del


Parlament de Catalunya

No han sido infrecuentes las decisiones en las que se ha


corregido la actuación de las Mesas, como principal órgano
rector de aquéllas, en el sentido de invitar a admitir
iniciativas parlamentarias de todo tipo, que habían sido
previamente inadmitidas. Sin embargo, en todas esas
resoluciones se reconoce un ámbito de libertad a las Mesas
para, además de comprobar que las iniciativas se ajustan a
los requisitos formales, enjuiciar si las mismas respetan
otros aspectos de los reglamentos parlamentarios y de la
normativa constitucional. En estos casos nos hallamos ante
actos de aplicación de los reglamentos por parte del órgano
de gobierno de la Cámara dictados en un terreno
perteneciente al núcleo mismo de la autonomía parlamentaria
que debe ser respetado por este Tribunal (por todos,
ATC 614/1988 de 23 de mayo, FJ 2).

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En realidad, el enjuiciamiento sobre actos de la Mesa de un
Parlamento se ciñen a constatar la posible vulneración de
los derechos de representación e “ius in officium” de los
diputados electos, de acuerdo con el artículo 23.2 CE y el
Reglamento del parlamento, que los garantiza, para
preservar el pluralismo democrático fundamento de nuestra
sociedad.

De acuerdo con el ATC 125/2005, “lo que hay que juzgar, por
tanto, es si la interpretación de los reglamentos que ha
hecho la Mesa del Congreso de los Diputados en el supuesto
que nos ocupa cabe dentro de la necesaria autonomía
parlamentaria reconocida constitucionalmente y, a pesar de
ser discutible, no lesiona el derecho fundamental alegado.”

Las instrucciones dirigidas por el TC a la Mesa del


Parlament no son medidas de ejecución amparadas en artículo
92 LOTC, (o menos aún en el artículo 87 que se cita), son
medidas que se han acordado fuera de procedimiento, sin
sentencia y sin ninguna motivación o justificación que las
avale, y aún menos desde el punto de vista de protección de
los derechos de los parlamentarios, sino todo lo contrario,
con menoscabo de su legítimo ejercicio, o, al menos, de una
parte de los diputados que significan la mayoría
parlamentaria.

Así, la práctica parlamentaria efectivamente instaurada en


el seno de la Cámara no puede resultar tan restrictiva que
impida u obstaculice desproporcionadamente las facultades
reconocidas a los parlamentarios en el ejercicio de sus
funciones constitucionalmente garantizadas, entre las que
se encuentran, como hemos reiterado ya, el control del
Gobierno (STC 177/2002, de 14 de octubre, FJ 7).STC
109/1990).

19
En tanto en cuanto el TC determina en el Auto de 27.1.2018
la forma en que pueda llevarse a cabo la sesión de
investidura, al margen de todo litigio constitucional y,
por tanto, no ejerciendo como supremo intérprete de la
Constitución sino como institución constitucionalmente
prevista, incurre no sólo en una clara extralimitación de
funciones, sino que usurpa las que corresponden a otras
instituciones constitucionales, en este caso al Parlament
de Catalunya y, concretamente, a su President y a la Mesa
del mismo.

Por lo tanto, nos reservamos las acciones que correspondan


por si esta actuación pudiera ser merecedora de reproche
penal, y por si se acredita, tal y como han informado
algunos medios de comunicación
(https://politica.elpais.com/politica/2018/01/28/actualidad
/1517164077_657245.html), que existieron presiones o
connivencia de la Vicepresidencia del Gobierno con los
magistrados para reunir el pleno del Tribunal en
determinada fecha o adoptar una decisión concreta.

En su virtud,

SOLICITAMOS:

Que se admita el presente escrito de alegaciones contra el


“auto” acordado por el Pleno del Tribunal Constitucional,
en fecha 27 de enero actual, en la impugnación de
disposiciones autonómicas (Título V LOTC) promovida por el
Gobierno de la Nación, contra la resolución del Presidente
del Parlamento de Cataluña, por la que se propone
la investidura de D. Carles Puigdemont i Casamajó como
candidato a President del Govern de la Generalitat de
Catalunya, publicada en el Boletín Oficial del Parlamento

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de Cataluña n.º 3, de 23 de enero de 2018, y la resolución
del Presidente del Parlamento de Cataluña de fecha 25 de
enero de 2018 por la que se convoca sesión plenaria el 30
de enero de 2018, a las 15:00 horas, esta última
exclusivamente en cuanto a la inclusión en el orden del día
del debate del programa y votación de investidura del
diputado D. Carles Puigdemont i Casamajó, publicada en el
Boletín Oficial del Parlament de Catalunya n.º 6, de 26 de
enero de 2018, y en virtud de las mismas se acuerde su
radical nulidad e ineficacia.

Otrosí, digo,

Que atendiendo a los motivos de nulidad de pleno derecho


esgrimidos en el presente escrito, y a la vulneración de
los derechos fundamentales que provocaría la ejecución de
las medidas cautelares contenidas en el mencionado auto,

SOLICITAMOS:

La inmediata suspensión cautelar del auto acordado por el


Pleno del Tribunal Constitucional, en fecha 27 de enero
actual, en la impugnación de disposiciones autonómicas
(Título V LOTC) promovida por el Gobierno de la Nación,
contra la resolución del Presidente del Parlamento de
Cataluña, por la que se propone la investidura de D. Carles
Puigdemont i Casamajó como candidato a President del Govern
de la Generalitat de Catalunya, publicada en el Boletín
Oficial del Parlamento de Cataluña n.º 3, de 23 de enero de
2018, y la resolución del Presidente del Parlamento
de Cataluña de fecha 25 de enero de 2018 por la que se
convoca sesión plenaria el 30 de enero de 2018, a las 15:00
horas, esta última exclusivamente en cuanto a la inclusión
en el orden del día del debate del programa y votación de

21
investidura del diputado D. Carles Puigdemont i Casamajó,
publicada en el Boletín Oficial del Parlament de Catalunya
n.º 6, de 26 de enero de 2018.

Otrosí segundo, digo,

Que teniendo en cuenta que el pleno del Parlament de


Catalunya está convocado para el día 30 de enero a las
15:00h, solicitamos la resolución expresa de la presente
solicitud antes del inicio de la sesión plenaria, en justa
coherencia con la celeridad conferida al debate sobre la
admisión de la impugnación.

Barcelona, 29 de enero de 2018.

El Procurador,

Jaume Alonso-Cuevillas Sayrol


ICAB 13.234

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