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La representación de la mujer en el discurso oculto de resistencia de los dominados:

Scott en su texto “Los dominados y el arte de la resistencia”, estudia las relaciones de poder
que se dan en sociedades estratificadas, por raza, condición socioeconómica y género, fijando su
interés en aquellas “prácticas y rituales para denigrar, ofender y atacar los cuerpos, que, generados en
forma rutinaria por la esclavitud, la servidumbre, el sistema de castas, el colonialismo y el racismo,
constituyen una gran parte, según parece, de los discursos ocultos de las víctimas”1.
Infrapolítica como práctica social donde se posibilita identificar la representación de la mujer
en esas prácticas sociales***
Teniendo en cuenta que el papel de la mujer en la historia oficial es subordinado e
invisibilizado, su ausencia como sujeto político en la transformación de la sociedad nos invita a
identificar su participación política en los espacios ocultos y cotidianos, allí donde Scott identifica la
infrápolitica bajo formas lingüísticas de expresión, como, por ejemplo: la literatura, las canciones
populares, el rumor, los eufemismos etc., y que están presentes en cada pueblo, comunidad o
sociedad.
Es decir que el consentimiento y la sumisión configurarían en los análisis de Scott la función
del disfraz y el anonimato como formas de resistencias ocultas, que dista de constituirse como una
postura sumisa frente al poder y que se relaciona más con una conducta que pretende proteger, por
un lado, las intenciones de los discursos ocultos de los subordinados y por otro del ojo vigilante de
las clases dominantes a las actitudes políticas en los espacios ocultos de las clases populares. De esta
manera podemos referirnos al discurso oculto como toda conducta “fuera de escena”, "el lugar
privilegiado para un discurso no hegemónico, disidente, subversivo y de oposición"2,
Desde este concepto podemos identificar críticamente la representación de la mujer, en los
ámbitos de la vida cotidiana para definir las formas de resistencia disfrazada, discreta e implícita, que
acompaña los discursos públicos de los subordinados.
En este sentido, es relevante la mirada de Scott, porque posibilita “cómo podríamos mejorar
nuestra lectura, interpretación y comprensión de la conducta política, muchas veces casi inaprensible,
de los grupos subordinados”3, por ello los conceptos como discurso oculto e infrápolitica, aportan
elementos contextuales que nos permiten resignificar las formas en que se representa la participación
de la mujer en la configuración de los discursos de resistencia.
Desde esta perspectiva partimos de dos expresiones literarias, expuestas por el autor y que
describen los contextos históricos que denotan relaciones de poder de servidumbre y explotación en
los sujetos subordinados, el primero se ubica en el periodo de pre guerra civil en Estados Unidos, el
cual es recreado a través del testimonio de Mary A. Livermore, publicado con el título: “Mi Historia
de la Guerra” del año 1887 y el otro es “Adam Bede” escrito por Mary Anne Evans en 1859.
El primer ejemplo destaca un personaje denominado, Aggy, esclava del sur de los Estados
Unidos, cuya actitud es narrada por una institutriz blanca de Nueva Inglaterra y quien después de
presenciar silenciosamente el fuerte castigo de su amo a su hija, sentencia: “¡Oh, Señor! Apura el día
en que los blancos reciban los golpes y las heridas y los dolores y los sufrimientos, y en que los buitres
se los coman mientras ellos yacen muertos en las calles”4. Las apasionadas frases narradas por la
esclava Aggy equivalen a una maldición, a una forma de expresar el anhelo de emancipación desde
una perspectiva visionaria, que augura el fin de la esclavitud como forma de dominación.
La finalidad de la actitud de Aggy podría entenderse simplistamente como una reproducción
del estatus de dominación bajo una actitud de silencio y subordinación. Sin embargo, al fijar la
atención en las tramas imaginarias, fantasías, odios y deseos de revertir el poder, estos sentimientos

1
James C Scott, Los dominados y el arte de la resistencia (Tafalla (Nafarroa; México D.F: Txalaparta ; Era,
2003), 20.
2
Ibid. 25
3
Ibid. 23
4
Ibíd., 28.
y emociones se materializan en lo que podríamos denominar, infrápolitica como “el espacio social
del discurso en el que ofrece a estas emociones la posibilidad de adquirir una forma colectiva, cultural,
de manifestarse”5.
El otro ejemplo lo representa la señora Poyser, personaje de Adam Bege de George Eliot. En
este caso Scott elige la cita donde ella "estalla, con la desesperada decisión de decir lo que tiene que
decir de una vez por todas, aunque después les fueran a llover avisos de desalojo y no tuvieran otro
refugio que el asilo para los desamparados"6. Decir una verdad al poder dominador radica
especialmente en dos aspectos: el primero, alude a un acto de espontaneidad desatado por un estado
emocional, como la cólera; el segundo está relacionado con el contenido de la declaración, como
producto de un discurso oculto que el autor asocia a imaginarios de indignación preexistentes en el
grupo de subordinados. “El discurso oculto colectivo se vuelve relevante gracias a su posición de
clase, común a todos ellos, y a sus lazos sociales”7.
Scott plantea que a pesar de que se pueden develar discursos ocultos en diversos contextos
altamente polarizados o estratificados, muchos de ellos “…se quedan en eso: en discursos ocultos de
la mirada pública y nunca actuados. Y no es fácil decir en qué circunstancias el discurso oculto tomará
por asalto la escena”. La relevancia histórica de la mujer, como el caso de la señora Poyser, radica
especialmente en que emerge como sujeto catalizador de ciertos discursos ocultos en el espacio
público, en este caso el autor lo denomina “desafíos simbólicos”.
El rol de la mujer en la configuración del discurso oculto como práctica de resistencia de los
dominados, está ligado al cuerpo como producción simbólica, ya que desde esta visión elementos
como el ocultamiento y la actitud explosiva ante el poder, adquieren un espacio de incidencia desde
la infrápolitica, el espacio cotidiano, desde el uso de lenguajes y expresiones propias. El autor cita a
Ranajit Guha en razón de este tipo de desafíos simbólicos, como ejemplo el desacato u otras formas
de subversión “… son muchas veces el primer signo de una verdadera rebelión”
Si partimos del planteamiento anterior y argumentamos que “La práctica de la dominación y
de la explotación produce normalmente los insultos y las ofensas a la dignidad humana que a su vez
alimentan un discurso oculto de indignación” se podría inferir que este esquema se reproduce en las
formas de silenciamiento de la mujer en los espacios privados y ocultos de la cultura popular. Desde
el marco de análisis de la infrápolitica, se develan las bases de los movimientos contemporáneos de
emancipación femenina que poco a poco han irrumpido la normalidad sobre el control de la
construcción de la auto representación de la mujer sujeto subordinado activo.

5
Ibíd.,70.
6
Ibíd., 30.
7
Ibid. 32.

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