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Universidad Nacional Autónoma de México

University of California Institute for Mexico and the United States

De revoluciones, repúblicas y naciones. Miradas sobre América Latina desde la Nueva


Historia Política
Author(s): Mirian Galante
Source: Mexican Studies/Estudios Mexicanos, Vol. 22, No. 2 (Summer 2006), pp. 417-448
Published by: University of California Press on behalf of the University of California
Institute for Mexico and the United States and the Universidad Nacional Autónoma de
México
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/10.1525/msem.2006.22.2.417
Accessed: 05-05-2016 23:30 UTC

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R E V I E W E S S AY

De revoluciones, repúblicas y naciones.


Miradas sobre América Latina desde
la Nueva Historia Política*
Mirian Galante
Consejo Superior de Investigaciones Científicas

En pos de la quimera: reflexiones sobre el experimento constitucional


atlántico. By José Antonio Aguilar Rivera. México: Centro de Investi-
gación y Docencia Económica-Fondo de Cultura Económica, 2000.
En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en
México (1808–1824). By Alfredo Ávila. México: Centro de Investigación
y Docencia Económica-Taurus, 2002.
El republicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual
y política. Edited by José Antonio Aguilar y Rafael Rojas. México: Fondo
de Cultura Económica, 2002.
The Birth of Modern Mexico, 1780–1824. Edited by Christon I. Archer.
Wilmington: Scholarly Resources Inc., 2003.
La escritura de la independencia. El surgimiento de la opinión pública
en México. By Rafael Rojas. México: Centro de Investigación y Docencia
Económica—Taurus, 2003.
Democracy in Latin America 1760–1900. By Carlos A. Forment. Chicago:
University of Chicago Press, 2003.
Para la libertad. Los republicanos en tiempos del imperio, 1821–1823 By
Alfredo Ávila. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2004.
La trascendencia del liberalismo doceañista en España y en América Edited
by Manuel Chust e Ivana Frasquet. Valencia: Biblioteca Valenciana, 2004.
El imperio sublevado: monarquía y naciones en España e Hispanoamérica.
Edited by Víctor Mingués y Manuel Chust. Madrid: Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 2004.
The Divine Charter: Constitutionalism and Liberalism in Nineteenth-
Century Mexico. Edited by Jaime E. Rodríguez O. Boulder: Rowman &
Littlefield Publishers Inc., 2005.

* Este trabajo se ha podido realizar gracias al disfrute de un contrato dentro del proyecto
de investigación “Iconografía, conocimiento-a-distancia y escala imperial en la ciencia es-
pañola (siglos XVIII y XIX )” (06/HSE/0395/2004), financiado por la Comunidad de Madrid.

Mexican Studies/Estudios Mexicanos Vol. 22, Issue 2, Summer 2006, pages 417–448. ISSN 0742-9797
electronic ISSN 1533-8320. ©2006 by The Regents of the University of California. All rights reserved.
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versity of California Press’s Rights and Permissions website, at www.ucpress.edu/journals/rights.htm.
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418 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

Revolución, independencia y las nuevas naciones de América Edited by


Jaime E. Rodríguez O. Madrid: Fundación Mapfre Tavera, 2005.

Keywords: Bibliographic review, Latin America Contemporary History, New


Political History, political culture, republicanism, liberalism, civil society, revo-
lution, independence, nation

Palabras clave: Revisión bibliográfica, Historia contemporánea América Latina,


Nueva Historia Política, cultura política, republicanismo, liberalismo, sociedad
civil, revolución, independencia, nación.

El objectivo de este ensayo es hacer una reseña crítica sobre una selec-
ción de libros publicados en los últimos cinco años y que comparten el
interés por la historia política del siglo XIX latinoamericano. Dada la varie-
dad temática y la diversidad de perspectivas desde las que emprenden
sus análisis, se ha creído conveniente esbozar al inicio una panorámica
general de las últimas transformaciones de la historia que atañen a la pro-
blemática común de los libros comentados. Posteriormente, se procede
al tratamiento de los textos, clasificados en dos grupos atendiendo a su
diversa naturaleza: el primer grupo prioriza los modelos teóricos desde
los que aborda el análisis histórico; el segundo parte de una especial preo-
cupación por comprender los acontecimientos y los desarrollos históri-
cos en referencia al propio contexto cultural en el que se produjeron.
Las reflexiones finales tan sólo constatan la vigencia de un debate an-
tiguo que ha encontrado nuevos canales de expresión gracias a la Nueva
Historia Política.

Un nuevo escenario para la discusión histórica


La revolución epistemológica experimentada en el seno de las ciencias
sociales en los últimos 30 años ha convulsionado los estudios históricos,
provocando la proliferación de una multiplicidad de nuevos temas, en-
foques y metodologías. A su vez, ha permitido la recuperación de pers-
pectivas de análisis que habían permanecido poco frecuentadas ante el
predominio de los enfoques economicista y social, esencialmente de
corte marxista, aunque no exclusivamente. En este contexto, la reno-
vación de la denominada Nueva Historia Política (NHP) puede conside-
rarse tanto causa como efecto de un revisionismo que ha hecho estallar
los fundamentos sobre los que se había asentado la disciplina, especial-
mente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
La transformación de la historia política en la Nueva Historia Política

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 419

ha implicado una metamorfosis en la propia comprensión de la política


y de su papel en el estudio del desarrollo de las sociedades humanas.
Así, el paso de la política a lo político ha supuesto una reubicación de
los principales objetos de estudio, perspectivas de análisis y presupuestos
de partida, cambios debidos tanto al interés que algunos teóricos sociales
( politólogos, sociólogos o filósofos) han mostrado por la historia como
campo de prueba en el que contrastar sus propuestas teóricas, como a
la incorporación de metodologías de estas ciencias sociales por parte de
los historiadores. Desde una perspectiva relacional que hace hincapié
en que los distintos ámbitos que conforman una sociedad, el económico,
el cultural, el social y el político, se influyen mutuamente y de manera
desigual dependiendo de las coyunturas y en función de los dinamismos
propios y de los desarrollos autónomos de cada uno de ellos, la política
deja de ser considerada como un sector separado, aislado y en numerosas
ocasiones opuesto a la sociedad, y pasa a considerarse como una modali-
dad de la práctica social. Con esta torsión se han redescubierto las prác-
ticas políticas de la sociedad civil. La historia del Estado, del poder y de
la lucha por conquistarlo y conservarlo, las instituciones en las que se
concentra y las revoluciones que lo transforman han dejado paso a es-
tudios interesados en las elecciones, los partidos, las asociaciones, los
estudios biográficos, la opinión pública, las ideas políticas, la lingüística
o la guerra. En definitiva, la historia de los tronos y de la dominación ha
sido sustituida por la historia de las gentes y de las sociedades1.
En este nuevo espacio mestizo y heterogéneo conformado por las
reflexiones compartidas de distintas ciencias sociales, los trabajos so-
bre la historia del liberalismo han experimentado un salto cualitativo
gracias en gran medida al debate entre liberales y comunitaristas, pero
también, en definitiva, al cuestionamiento del individualismo posesivo
y de su papel en los procesos de definición teórica, institucional y nor-
mativa del Estado2. Estas discusiones y enfoques han puesto de relieve
el proceso de naturalización de la identidad del Estado moderno con el
individualismo y las teorías contractualistas, así como un progresivo
olvido de otros factores que históricamente pudieron ser igual de rele-
vantes en la conformación del Estado. Así, hasta fechas recientes y en
algunos casos todavía en la actualidad, la mayoría de las investigaciones
históricas dedicadas al estudio del proceso de formación de los Estados

1. Para una buena aproximación a las propuestas de la NHP, René Remond (dir.),
Pour une histoire politique (Paris: Ed. du Seuil, 1988).
2. Sobre el individualismo posesivo, C. B. McPherson, The Political Theory of Pos-
sessive Individualism: Hobbes to Locke (Oxford: Clarenon Press, 1962). Para una intere-
santísima crítica que deconstruye el tópico del sujeto propietario como sustento y razón
del liberalismo, Colin Bird, The Myth of Liberal Individualism (Cambridge: Cambridge
University Press, 1999).

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420 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

nacionales han primado la atención al liberalismo entendido como una


doctrina política construida básicamente en torno a la defensa y garan-
tía de las libertades individuales3. Sin negar la validez de esta concep-
ción, en los últimos años se han singularizado otros contenidos de este
lenguaje político que en su momento de definición histórica pudieron
tener similar protagonismo y a los que la historiografía tradicional no
había prestado tanta atención.
El interés se concentra actualmente en el estudio de los mecanis-
mos de intervención de la sociedad en la conformación del Estado nación
y muy especialmente en la definición de un nuevo soberano que per-
mitiera la participación de los sujetos, ya fuera de manera individual o
colectiva, en los mecanismos de toma de decisiones de la comunidad
política. Históricamente el origen de este proceso se identifica con las
revoluciones atlánticas que supusieron el nacimiento del pueblo como
nuevo sujeto soberano y el reconocimiento de los gobiernos represen-
tativos como los únicos legítimos. En este nuevo contexto, la reivindi-
cación de la participación activa de los ciudadanos en la vida pública se
convirtió en un elemento fundamental en la definición política, institu-
cional y normativa de los nuevos Estados. En este sentido puede decirse
que el lenguaje liberal y el republicano compartían horizontes4.
En el caso concreto de los estudios sobre la construcción del Estado
nación en América Latina, los primeros pasos en esta nueva dirección
histórica se produjeron en los análisis de los procesos electorales, pero
ha sido sobre todo en el estudio de las independencias latinoamericanas
en donde más se han desarrollado estos nuevos planteamientos, poniendo
de relieve la insuficiencia del modelo dependentista y cuestionando al-
gunos tópicos historiográficamente consolidados. A partir de estos temas,
numerosos han sido los textos que problematizan sobre las nociones de
Estado y sociedad civil y sus papeles respectivos en ese ámbito caracter-
izado como de lo político. Para medir los alcances de estas transforma-
ciones sirva la selección de textos aquí presentada, todos ellos publica-

3. A menudo además se ha puesto de relieve el carácter moderno del liberalismo.


Uno de los primeros en hacerlo fue Benjamin Constant en su famoso discurso Sobre la
libertad de los antiguos y de los modernos pronunciado en París en 1819, que tanto eco
encontró a un lado y a otro del Atlántico. Benjamin Constant, Sobre la libertad de los an-
tiguos y de los modernos (Madrid: Tecnos, 2002).
4. A estos efectos resulta muy útil la distinción de John Rawls entre el republicanis-
mo clásico y el humanismo cívico: el primero entiende el republicanismo como la reivin-
dicación de la participación activa de los ciudadanos en la vida pública, mientras que el
segundo alude a la participación política como una forma determinada de vida y hace de
ella una doctrina comprehensiva. Atendiendo a esta categorización, entre liberalismo y
republicanismo no existiría incompatibilidad. John Rawls, El liberalismo político (Barce-
lona: Crítica, 1996), 193–196.

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dos en los últimos cinco años, en los que intervienen algunos de los más
prestigiosos historiadores sobre América Latina, especialistas en áreas
concretas pero cuyos trabajos son referentes de y se abren a la inter-
locución con los de otras áreas. Publicados en diferentes latitudes (Estados
Unidos, México y España principalmente), dan una idea sobre la dimen-
sión del alcance geográfico e institucional de un debate que, expresado
en distintos idiomas, aún no está ni muchos menos finiquitado.
El presente ensayo se articulará atendiendo a uno de los dilemas in-
herentes a la propia tarea histórica y que la profusión de modelos teóri-
cos no ha hecho sino acuciar: primar los modelos teóricos desde los que
interrogar y analizar las fuentes o priorizar el contexto histórico en el
que se gestaron para conocer mejor su significación. Así, atendiendo a
este criterio, se pueden clasificar estos trabajos en dos grupos. El pri-
mero reúne los libros que parten de modelos teóricos abstractos cons-
truidos desde las reflexiones desarrolladas en la sociología, la poli-
tología y la filosofía política y que a menudo se fundan igualmente en
modelos estereotipados de desarrollos ideales de las sociedades humanas.
Todos ellos comparten esa mirada desde fuera de los procesos lati-
noamericanos, sopesándolos en función de su adecuación o no a dichos
modelos. Su investigación está fuertemente dirigida por los postulados
teóricos desde los que la emprenden, estableciendo con ello un punto
de referencia y una lógica explicativa externa y a menudo anterior desde
la que abordan el tratamiento del material histórico que, en ocasiones,
puede llegar a resultar escaso. Los trabajos del segundo grupo, por su
parte, comparten más bien un deseo por enraizar culturalmente los acon-
tecimientos acaecidos en las repúblicas americanas tras el proceso
emancipador; en ellos se reconstruyen los sucesos históricos en el seno
de un contexto, de una tradición común a todos ellos, la hispana, pero
atendiendo a su vez a las coyunturas concretas y particulares de cada
región. Este corpus historiográfico no rechaza de partida cualquier velei-
dad teórica y cuenta asimismo con una reflexión metodológica sobre su
propio trabajo; no obstante, su interés principal se concentra en la aproxi-
mación a las fuentes en su propio contexto histórico de producción más
que en su comparación con modelos teóricos apriorísticos.
Los textos seleccionados para la presente revisión serán clasificados
según este criterio con el objeto, como ya se ha indicado, de calibrar,
ponderar y especialmente de caracterizar los alcances y déficits de la
Nueva Historia Política (NHP) en lo que respecta a los estudios del área
iberoamericana. Los dos grupos aquí perfilados representan dos mane-
ras distintas de aproximación a la historia, con intereses, métodos de traba-
jo y, por supuesto, con resultados diversos. En cada uno de ellos, además,
pueden encontrarse calidades y cualidades diferentes.

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422 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

Del modelo a la historia


La reflexión sobre el conocimiento histórico y el auge de la multidisci-
plinariedad en las ciencias sociales han contribuido, sin duda, a enri-
quecer el debate sobre los métodos de trabajo en la investigación his-
tórica provocando un importante cuestionamiento sobre los modos de
análisis y de sistematización de la información proporcionada por las
fuentes. Sin embargo, este interés en ocasiones ha provocado que al-
gunos estudios antepongan al contexto histórico de producción de las
fuentes un arquetipo teórico desde el que éstas son seleccionadas, anali-
zadas, evaluadas e interpretadas. Este aprioristico teorico es especial-
mente significativo cuando se trata de modelos cerrados que establecen
una lógica externa sobre cómo deberían discurrir los procesos históri-
cos para que tengan plena significación. El carácter de estos modelos
tiende a ser de una doble naturaleza: por un lado, modelos ideales de de-
sarrollo social, político y económico, forjados tomando como referen-
cia las sociedades que se consideran exitosas en algún sentido y que se
fijan como patrones sobre los que evaluar los desarrollos de las demás;
por otro lado, modelos abstractos autorreferenciales elaborados por la
sociología, la politología o la filosofía política, basados en su observación
de fenómenos contemporáneos y que se intentan aplicar a otros mo-
mentos históricos. En el primer caso, suelen ser los estereotipos de las
sociedades sajonas y la francesa los espejos sobre los que medir el éxito
o el fracaso en el asentamiento de los Estados liberales en América Latina;
en el segundo, se trata de modelos explicativos elaborados que han con-
centrado su interés principalmente en la construcción de una vida
pública en América Latina y que básicamente lo han hecho desde dos
perspectivas, analizando la reivindicación de la participación activa de
los ciudadanos en ella, esto es, reconstruyendo el espacio compartido
por la tradición liberal y la republicana, o estudiando el proceso de con-
formación de dicha vida pública desde la sociedad civil, la sociedad
económica, la sociedad política o la esfera pública. A menudo los mo-
delos abstractos se construyen sobre un modelo de desarrollo cultural
particular.
La reciente difusión de los estudios que desde diferentes perspec-
tivas tratan de recomponer el ideal y las prácticas republicanas5 ha evi-
denciado, según algunos autores, una importante laguna de los trabajos

5. Cabe citar en este sentido las aportaciones de John Greville Agard Pocock, Quentin
Skinner, Philip Pettit, Jürgen Habermas o Maurizio Viroli. J.G.A. Pocock, The Machiavel-
lian Moment: Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition
(Princeton and London: Princeton University Press, 1975); Quentin Skinner, The Foun-
dations of Modern Political Thought (Cambridge: Cambridge University Press, 1980);

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dedicados al análisis de la fundación de los Estados nacionales en


América Latina que, concentrados en el protagonismo del liberalismo,
han desconocido otras dimensiones del proceso que pudieron ser igual-
mente significativas. El republicanismo es presentado como una tradi-
ción cultural y política que se define como atlántica y que alude a ex-
periencias y reflexiones que tuvieron lugar tanto en Europa como en
América; ello no implica, sin embargo, que a todas las geografías se les
reconozca el mismo protagonismo en la definición de dicha cultura. Así,
la pretensión de estudiar la historia intelectual y política de América
Latina dentro de la historia de Occidente queda a menudo relegada a la
aplicación de modelos interpretativos de desarrollo exógenos a ella y
por tanto no muy útiles para su propia comprensión. La mirada atlántica
tiende a reducirse en esos casos a la mirada del eje franco-sajón.
En este sentido, podemos identificar un grupo de trabajos que abor-
dan el estudio del republicanismo en América Latina siguiendo los pos-
tulados de la escuela de Cambridge6. Estas aportaciones pueden con-
siderarse como las primeras tentativas relevantes que tratan de introducir
en la historia latinoamericana una corriente historiográfica que aplica
una metodología sumamente refinada y que es igualmente compleja en
sus contenidos. Probablemente sean ambos motivos los principales cau-
santes de que la mayoría de los estudios seleccionados que tratan de re-
componer el lenguaje republicano atendiendo a los presupuestos de esta
escuela confundan su complicado método de análisis con la identifi-
cación de los principales temas que constituyen su objeto de estudio,
temas que se han definido como resultado de la aplicación de dicha me-
todología para el caso británico. Asimismo, algunas de estas propuestas
son ambiguas, confusas o no definen con suficiente claridad lo que en-
tienden por republicanismo y no pocas de ellas tienden a simplificar y
esquematizar en exceso la compleja relación existente entre el lenguaje
republicano y el liberal. La escasez del material histórico sobre el que
en ocasiones asientan sus hipótesis tampoco ayuda a caracterizar las tex-
turas e intensidades del lenguaje republicano. Por último, comparten di-

Philip Pettit, Republicanismo (Barcelona: Paidós, 1999); Jürgen Habermas, Facticidad y


validez (Madrid: Trotta, 1998); Maurizio Viroli, Por amor a la patria (Madrid: Acento,
1997).
6. De forma muy sintética puede apuntarse que la conocida como escuela de Cam-
bridge, liderada por Skinner y Pocock, argumenta que el pensamiento político se conforma
desde el contexto de una tradición discursiva, desde los paradigmas, vocabularios y lengua-
jes de legitimación ya existentes a los que puede recurrir. De entre su ingente bibliografía,
Skinner, The Foundations; J.G.A Pocock, “Virtue, Rights, and Manners. A Model for His-
torians of Political Thought” en Virtue, Commerce, and History: Essays on Political
Thought and History, Chiefly in the Eighteenth Century (Cambridge: Cambridge Uni-
versity Press, 1985), 37–51.

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424 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

ficultades propias de la historia intelectual derivadas de su mínima in-


corporación de aspectos referidos a las prácticas sociales, que en deter-
minados momentos pueden jugar un papel decisivo en la redefinición
del lenguaje de las identidades culturales. Tal es el caso del aumento de
la participación política en América Latina a principios del siglo XIX , que
supuso el desarrollo de ciertas prácticas sociales y políticas que afectaron
a las reflexiones sobre el republicanismo. Precisamente esta ausencia les
lleva a priorizar el papel de la elite como actor político7, dificultándoles
ver el arraigo social de cualquier concepto o práctica política.
El primer libro que abordó de manera monográfica el desarrollo de
la cultura republicana en el ámbito latinoamericano siguiendo la pro-
puesta de la escuela de Cambridge apareció en 2000 de la mano de José
Antonio Aguilar Rivera. Su título muestra ya parte de sus hipótesis de
partida: En pos de la quimera: reflexiones sobre el experimento cons-
titucional atlántico8.
El autor se propone revisar las experiencias latinoamericanas a “la
luz de las reinterpretaciones que han sido puestas recientemente en los
campos de la teoría política y la historia de las ideas” y que aluden prin-
cipalmente a la sustitución del lenguaje liberal por el republicano.
Desde aquí Aguilar procede a cuestionar algunos de los lugares comunes
sobre el desarrollo político de México y de otras naciones hispanoame-
ricanas con un acierto relativo9.
Tomando como punto de partida el atraso de la sociedad hispano-
americana como consecuencia de la herencia colonial y, en definitiva, su
carácter tradicional, el libro incide en la contradicción de que dicha so-
ciedad tratara de dotarse de una constitución y de unas instituciones que
sólo resultaban viables en sociedades estables y modernas. De esta ma-
nera, Aguilar no sólo plantea la incompatibilidad en el contexto hispano-
americano del republicanismo y el liberalismo, sino que critica reitera-
damente que se optara por un modelo de constitución liberal que no fijaba
la existencia de amplios poderes de emergencia (cap. II), mientras que
el republicano hubiera aportado este aspecto imprescindible para garan-
tizar la estabilidad en una región esencialmente inestable. Las instituciones
políticas adoptadas en esta geografía aunque no fueron responsables del
caos político, “sí contribuyeron a exacerbarlo”10.

7. Así, por ejemplo, a menudo consideran que sólo algunos líderes singulares, como
Bolívar, reflexionaron sobre el republicanismo clásico. Véase en este sentido el texto de
José Antonio Aguilar Rivera, En pos de la quimera. Reflexiones sobre el experimento cons-
titucional atlántico (México: FCE-CIDE, 2000), 54.
8. La referencia completa, en nota 7.
9. Aguilar, En pos, 13 y 23 respectivamente.
10. En opinión de Aguilar, el desfase entre la estructura institucional y la realidad
política debilitó la legitimidad constitucional. Así, la elección de la doctrina de límites fun-

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 425

El autor reitera esa visión negativista de las sociedades latinoame-


ricanas que tanto eco encontró con el desarrollo de las teorías depen-
dentistas, pero que en la actualidad está siendo profundamente revisada.
En su propuesta presenta las sociedades y los sistemas políticos de forma
absoluta como modernos o tradicionales, pero además como dos blo-
ques autónomos y compactos que establecen entre sí únicamente una
relación monolítica, generalmente en términos de oposición. De esta
manera, la interpretación de Aguilar dificulta una visión más compleja
y detallada de las realidades sociales que siempre son heterogéneas y en
no pocas ocasiones contradictorias, pero también de los modelos políti-
cos que tampoco carecen de paradojas internas y de distinciones, ma-
tices y diferencias en su seno. Asimismo, obvia la posibilidad de una in-
teracción entre parcelas de ambos espacios que permitiera redefinir el
funcionamiento o la naturaleza de cada uno de ellos. En cualquier caso,
su idealización del modelo estadounidense, cuya sociedad es considera-
da excepcionalmente estable, instaura una suerte de jerarquización de
las sociedades en las que las demás, especialmente la latinoamericana,
salen sistemáticamente mal paradas.
Junto con la ausencia de los criterios que le permiten clasificar una
sociedad o un sistema político como moderno o tradicional, se echa de
menos en el libro una definición de lo que el autor identifica como mo-
delo político republicano o liberal que sin duda ayudaría al lector a no
reducir el primero a la existencia de poderes de emergencia en el entra-
mado institucional de un Estado o permitiría asimismo entender mejor
por qué era imposible que el modelo constitucional liberal establecido
en los países latinoamericanos pudiera funcionar. Por último, cabe cues-
tionar esa mirada negativa sobre la construcción del Estado liberal en
América Latina. En este sentido, el autor sigue sopesando el éxito o el fra-
caso del establecimiento de los sistemas representativos en América Latina
en función de las variables que tuvo el proceso de consolidación de la
democracia representativa a fines del siglo XVIII en el mundo sajón, asu-
miendo con ello, primero, que el modelo liberal fue construido en aque-
llas latitudes y que Hispanoamérica sólo pudo modificar periféricamente
o visibilizar algunos contenidos o contradicciones de éste11 y, segundo,
que los problemas e intereses que afectaban a dicha región necesaria-

cionales para establecer la separación de poderes fue equivocada, porque los constituyentes
debían haber elegido la de pesos y contrapesos, dado que en México no existía una insti-
tución facultada por la constitución para moderar el conflicto. Al no existir un mecanismo
de equilibrio, “los pronunciamientos servían para restaurar los equilibrios políticos per-
didos entre las facciones”. Aguilar, En pos, 81–97.
11. En concreto, el caso latinoamericano pone en evidencia, según Aguilar, la via-
bilidad histórica de las constituciones que omitieron el papel de los poderes de emergencia.
Aguilar, En pos, 203.

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426 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

mente debían constituir por igual los principales objetivos políticos del
mundo hispanoamericano. Por ello el libro no llega a dar el giro en la
manera de mirar el desarrollo político de los países latinoamericanos
considerándolos en sí mismos, sino que sigue viéndolos como imitadores
o dependientes de lo que ocurría en los centros en los que supuestamente
se estaban generando estos modelos constitucionales perfectos. Esto ex-
plica por qué Aguilar, en lugar de seguir aquellas intuiciones que le lle-
van a apuntar la originalidad y anticipación de los casos latinoamericanos
en la instalación de los gobiernos representativos, en concreto en la ex-
tensión de los derechos políticos, se limita a relativizar el carácter idiosin-
crásico de los contenidos elitistas de la representación política en América
Latina y los presenta como inherentes al propio sistema de representación.
Si, tal y como reconoce el autor, las realidades políticas hispanoameri-
canas fueron las primeras en practicar una representación mucho más
amplia12, quizá habría que reconsiderar el papel de imitador, periférico
o dependiente que él mismo les presupone.
Dos años después de aquella publicación, el propio Aguilar junto
con Rafael Rojas han coordinado un volumen con el mismo objetivo de
“repensar la historia de los Estados hispanoamericanos a la luz de la ex-
periencia atlántica” y con igual finalidad de “reconcebir a Hispanoamérica
como parte constitutiva del mundo occidental”13. Bajo el título de El re-
publicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y
política, este libro presenta una estructura que va de lo general a lo par-
ticular, de la reflexión teórica a la empírica en tres partes en las que se
tratan de manera consecutiva, primero, las diversas acepciones o valores
del republicanismo y su relación con el liberalismo, después, las expe-
riencias republicanas americanas en general, para acabar, en último lu-
gar, con el caso específico de las tentativas mexicanas.
En el apartado dedicado a las reflexiones teóricas, merece un lugar
destacado el trabajo de Bernard Manin, que problematiza sobre la exis-
tencia de varias tradiciones republicanas al analizar detalladamente
cómo Montesquieu identificaba dos tradiciones distintas, la romana-
espartana, que consideraba incompatible la virtud y el comercio, y por
tanto los lenguajes republicano y liberal, y por otro lado, la de Cartago
y Atenas que no rechazaba el comercio. Establece Manin un nuevo punto
de partida que podría resultar muy sugerente para estudios sobre el re-
publicanismo en el ámbito latinoamericano, que hasta la fecha, debido

12. Sobre estos asuntos, Aguilar, En pos, 166.


13. José Antonio Aguilar y Rafael Rojas, “Introducción: La república en Hispanoamé-
rica”, en El republicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política
(México: FCE, 2002), 8.

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 427

probablemente a su deuda con el modelo sajón, prestan especial aten-


ción a la tradición romana. Las calidades en la discusión teórico con-
ceptual restante acerca del lenguaje republicano en Hispanoamérica os-
cilan entre concepciones monolíticas, simplistas y reduccionistas que
tienden a consolidar la dicotomía republicanismo—liberalismo como ex-
presión del conflicto comunitarismo—individualismo (Israel Arroyo) o
a considerar al liberalismo como pensamiento derivado del republica-
nismo (Luis Barrón) y aquellas mucho más refinadas que distinguen
entre una idea “epidérmica” o “formal” de república o que diferencian
entre “repúblicas antiguas” y “modernas” (Aguilar).
El problema de la confusión entre la propuesta metodológica de la
escuela de Cambrigde y los temas derivados de ella tras su caracteri-
zación del republicanismo británico se hace patente en los apartados
dedicados a los estudios de caso. Excepción a esta generalidad es el texto
de Elías Palti que, aplicando magistralmente este método, logra carac-
terizar las diferentes texturas y torsiones del lenguaje político en la Ar-
gentina de fines del XIX . Su detallado estudio de las premisas discursi-
vas, esto es, “de los desplazamientos ocurridos al nivel de sus supuestos
subyacentes”, de los lenguajes políticos liberal o republicano empleados
por Vicente F. López y Bartolomé Mitre le llevan a confirmar el “carác-
ter por último contingente de los fundamentos de todo orden institu-
cional postradicional”14.
Por su parte, los trabajos sobre “las repúblicas mexicanas en el siglo
XIX ” tienden a reforzar la hipótesis de la inexistencia de una cultura re-
publicana en México. El trabajo de Alfredo Ávila sigue una tendencia
común a todos ellos, al desvincular la cultura republicana mexicana de
la hispana; la incompetencia de los políticos mexicanos llegó, a su juicio,
al límite de pretender imitar el republicanismo norteamericano, pero su
desconocimiento del mismo les llevó a establecer un republicanismo
francés. La particularidad mexicana, según este autor, de favorecer la
superioridad legislativa frente a las otras dos ramas de poder, implicaba
su oposición a la igualdad y equilibrio que proponía el pensamiento
liberal. Aguilar insiste en su hipótesis de la visión epidérmica de la re-
pública en América Latina y recupera el pensamiento de uno de los au-
tores hispanoamericanos que más reflexionaron sobre la idea de repú-
blica (Vicente Rocafuerte15 ). Rojas, por su parte, viene a consolidar la

14. Elías Palti, “Las polémicas y el liberalismo argentino. Sobre virtud, republicanis-
mo y lenguaje”, en Aguilar y Rojas, El republicanismo, 167– 209.
15. Para una revisión sobre Rocafuerte, véase Jaime E. Rodríguez O., The Emergence
of Spanish America. Vicente Rocafuerte and Spanish Americanism, 1808–1832 (Berke-
ley: University of California Press, 1975).

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428 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

imagen del “carácter exógeno y ancilar del republicanismo en His-


panoamérica”16, y en definitiva de la ausencia de un proyecto estatal
de construcción de la ciudadanía17.
En definitiva, las aportaciones de ambos volúmenes quedan limitadas
por una aplicación insatisfactoria de un método de trabajo que podría
dar mucho más de sí, puesto que permitiría superar la necesidad del re-
curso a la comparación con un modelo ideal de desarrollo, definido prin-
cipalmente en clave sajona y que no hace sino perpetuar el consabido
tópico historiográfico de la deficiencia, fracaso o incapacidad de moder-
nización de las estructuras en América Latina. Así, atrapados por el “para-
digma del modelo”, la mayoría de estos estudios han coartado el poten-
cial “revolucionario” de esta corriente historiográfica, al reducirlo a la
sustitución de una comprensión rígida y poco permeable del paradigma
liberal por otra similar del republicanismo, reemplazando la tradicional
oposición liberales-conservadores por la de liberales-republicanos y re-
produciendo con ello la lógica dicotómica de la historiografía latino-
americana tradicional. Debe reconocérseles a estos trabajos, sin embargo,
la valentía en sus propósitos, en su intento por traer una nueva biblio-
grafía y nuevos métodos de trabajo al mundo latinoamericanista y el de-
seo por formalizar una propuesta que sin duda puede llegar a aportar
una mirada distinta y, en este sentido, complementaria sobre los desa-
rrollos políticos americanos.
Entre los trabajos que han concentrado sus esfuerzos en el análisis
de la construcción de una vida pública en América Latina desde distintas
perspectivas, la monografía que Rafael Rojas ha publicado recientemente
como una coedición de CIDE-de-Taurus, La escritura de la indepen-
dencia. El surgimiento de la opinión pública en México18, se propone
estudiar el paso de un orden corporativo—de representación doméstica—
a un espacio público nacional, atendiendo a los mecanismos de socia-
bilidad que contribuyeron a la creación de una opinión pública, pero tam-
bién a la participación de ésta en la definición política del país.
El libro presenta una primera parte muy sugerente, la dedicada a la
sociabilidad, en la que el autor muestra, fundándose en una intensa labor
de archivo, la estrecha relación entre el desarrollo de las logias masónicas
y la progresiva aparición y aceptación de una lógica de partidos. En este
sentido puede considerarse este trabajo como uno de los que mejor han
caracterizado el movimiento de las logias masónicas, su progresiva poli-

16. Rafael Rojas, “La frustración del primer republicanismo mexicano”, en Aguilar
y Rojas, El republicanismo, 415.
17. A pesar de intentos como los de la escuela de moral cívica establecida por Luis
Ochaviano Chousal o el Instituto Federal Mexicano.
18. Rafael Rojas, La escritura de la independencia. El surgimiento de la opinión
pública en México (México: CIDE-Taurus, 2003).

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 429

tización y su influencia en la creación de una opinión pública compleja


que progresivamente fue incorporando el principio de deliberación como
un principio aceptable para la definición de una política nacional, domi-
nando con ello el temor a que la discusión y faccionalización de las elites
pudiera suponer una fragmentación irremediable del cuerpo político.
Sin embargo, la visión de Rojas sobre algunos aspectos adolece de
cierta rigidez que le impide complejizar y matizar sus propias categorías
de análisis, lo que le lleva a conclusiones que entran en conflicto con lo
que otros trabajos han demostrado. En este sentido, su distinción entre
la sociabilidad de la guerra y la sociabilidad representativa no reconoce
la existencia de mecanismos de representación que se fueron consoli-
dando en el fragor de la insurgencia; como consecuencia, el autor sostiene
que la marcha de los diputados a Cádiz “impidió el montaje de la repre-
sentación al interior del reino”, por lo que “la construcción política de la
independencia tuvo que desarrollarse al margen de la sociabilidad repre-
sentativa”19. Con este tipo de afirmaciones, no sólo niega la existencia de
los mecanismos de representación que, con mejor o peor suerte, se fueron
desarrollando en el bando insurgente, sino que además no da la relevan-
cia pertinente al papel desempeñado por los ayuntamientos, por las
diputaciones provinciales pero también por los propios procesos elec-
torales que tuvieron lugar en Nueva España como resultado de la crisis
monárquica de 1808. Sin atender a estos aspectos, es esperable la difi-
cultad con la que se encuentra el autor para poder justificar la aparición
de las tendencias federalistas en México y que finalmente acaba expli-
cando como una reacción contra el Imperio de Iturbide.
Esta dificultad conceptual que el trabajo no logra resolver se hace
más patente en la segunda parte del estudio, que aborda la conforma-
ción de un gobierno republicano en México. Asumiendo la identificación
absoluta del republicanismo como cultura cívica con el republicanismo
como forma de gobierno, Rojas concluye que la existencia de experien-
cias monárquicas e imperiales en Hispanoamérica durante los primeros
momentos independientes muestra el fracaso del republicanismo en el
sentido de tradición cultural. El republicanismo que existió en México
tuvo un carácter exógeno, no nació de una reflexión constitucional sobre
las ventajas de un sistema de gobierno republicano, sino que se derivó
de la fuerza de las provincias que destruyeron el imperio de Iturbide, y
que impusieron un federalismo que se definió en clave republicana, ex-
clusivamente antimonárquica. Como colofón, el autor acaba identifi-
cando la sustitución del discurso liberal por el republicano como el trán-
sito del Antiguo Régimen al mundo moderno20.

19. En Rojas, La escritura, 41–42.


20. Especialmente en Rojas, La escritura, 197–199.

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430 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

La imposición del modelo sajón en la definición de la cultura re-


publicana, por último, le impide ahondar más en lo que Erika Pani ha
denominado republicanismo católico, que no se estructuraba en torno
a la idea de propiedad, ni a los ingresos, ni en la ilustración, sino en cate-
gorías procedentes del antiguo régimen (el padre de familia) enraizadas
en la cultura hispana y que constituyeron el referente sobre el que se
consolidaron los derechos políticos de las constituciones estatales de
1824 y 182821. Siguiendo en esta dirección precisamente se podría
mostrar el arraigo cultural de la ciudadanía en México. Sin embargo, Ro-
jas insiste en presentar el republicanismo mexicano como una adaptación
fracasada y superficial que nació únicamente del deseo de aspirar a la
modernidad política materializada en el ejemplo de Estados Unidos.
En esta misma línea de textos dedicados al estudio de la formación
de la esfera pública de opinión política en América Latina encontramos
igualmente el controvertido texto de Carlos A. Forment, Democracy in
Latin America 1760–1900 22. Este libro defiende de manera pertinaz la
hipótesis de que en América existió la ciudadanía como práctica social,
pero que nunca fue institucionalizada.
La fascinante revisión sobre el corpus teórico que ha abordado el
estudio de la vida pública, la amplitud de esta mirada analítica, la rica,
pertinente y bien elaborada fundamentación teórica de su propuesta y
el aparentemente coherente y riguroso método empleado en la investi-
gación histórica convierten a este libro en uno de los más atractivos y
sugerentes de este grupo. Sin embargo, las expectativas generadas en el
lector por esta enjundiosa presentación teórica no se ven satisfechas en
los estudios de caso.
Los problemas empiezan con la inexistencia de precisiones con-
ceptuales que facilitarían la comprensión de nociones tan usadas como
“democracia” o “catolicismo cívico”, o que permitirían conocer el cri-
terio empleado para saber si una asociación era cívica o no; de la misma
manera, quizá no estaría de más evidenciar la relación existente entre el
pensamiento de Tocqueville y los cuatro tipos de estudios tocquevillianos
que él identifica. Pero los principales desaciertos de este texto tienen

21. En esta misma dirección, sobre la condición de “vecino”, su resemantización y


su papel en la definición y aprendizaje de prácticas propias de una ciudadanía moderna,
Marta Irurozqui, “De cómo el vecino hizo al ciudadano en Charcas y de cómo el ciudadano
conservó al vecino en Bolivia, 1809–1830”, en Jaime E. Rodríguez O. (coord.), Revolu-
ción, independencia y las nuevas naciones de América (Madrid: Fundación Mapfre Tave-
ra, 2005), 451–485. Erika Pani, “Ciudadanos, cuerpos, intereses. Las incertidumbres de la
representación. EE.UU, 1776–1787–México, 1808–1828”, Historia mexicana, 209 (2003):
65–115.
22. Carlos A. Forment, Democracy in Latin America 1760–1900 (Chicago and Lon-
don: The University of Chicago Press, 2003).

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 431

que ver con algunas ausencias inexplicables. En primer lugar, resulta lla-
mativa la omisión del tratamiento del problema de la instituciona-
lización de la ciudadanía. El autor adopta esta hipótesis de partida como
un axioma indiscutible que ni argumenta historiográficamente ni docu-
menta con fuentes, usurpando y en cierta manera negando un debate
en el que están implicados buen número de latinoamericanistas. Desde
una actitud presentista y elusiva de los trabajos históricos más recientes
sobre este tema, Forment se reafirma sistemáticamente en su consi-
deración inicial de que los procesos electorales en América Latina
fueron tentativas fracasadas que no permitieron la institucionalización
de las prácticas democráticas, al excluir a la mayor parte de la población
y al ser, además, fraudulentos. No atiende a trabajos que demuestran que
para el contexto de la época el nivel de inclusión en el disfrute de los
derechos políticos fue relativamente elevado, ni a otros que confirman
que el nivel de participación ciudadana en ellos fue además alto23; por
último, tampoco considera a aquellos que han demostrado cómo dichas
prácticas corruptas y fraudulentas permitieron que la población adqui-
riera conciencia sobre la importancia de la reivindicación de sus dere-
chos políticos24.
En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, el autor evita
cualquier tipo de referencia a la propia tradición político cultural hispana
en general y mexicana y peruana en los casos de estudio. Su maniquea
visión del mundo colonial le impide comprender mejor las dinámicas
del momento postindependentista, ya que al haber desarraigado prácti-
cas y hábitos existentes en la tradición cultural hispana sólo puede ex-
plicar su aparición de la nada como resultado del deseo de emulación
de lo que acontecía en su vecino del norte. En esta dirección cabe men-
cionar, por ejemplo, que cuando se habla del desarrollo de los ayun-
tamientos en Perú en la segunda mitad del siglo XIX como parte de un
proceso de descentralización y de democratización de la vida política
del país, el autor afirma que esta tendencia se produjo por deseo de imi-
tación de lo acontecido en América del Norte y se obvia cualquier refe-
rencia al proceso de dispersión de la soberanía que tuvo lugar en el ám-
bito americano de influencia hispánica, que se concretó en la creación
de ayuntamientos, y que tan bien ha sido estudiado por Antonio Annino

23. Por ejemplo, François Xavier Guerra, “El soberano y su reino. Reflexiones sobre
la génesis del ciudadano en América Latina”, en Hilda Sábato (coord.), Ciudadanía política
y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina (México-FCE,
1999), 33–62.
24. Marta Irurozqui, A bala, piedra y palo. La construcción de la ciudadanía política
en Bolivia, 1825–1952 (Sevilla:Diputación de Sevilla, 2000) y La ciudadanía en debate
en América Latina. Discusiones historiográficas y una propuesta teórica sobre el valor
público de la infracción electoral (Lima: IEP, 2005).

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432 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

para Hispanoamérica en general25, y por Víctor Peralta o Valentín Pani-


agua26 para el caso peruano. Esta falta de contextualización histórica se
ve agravada en el manejo de las fuentes, que nunca son puestas en
relación con el momento en el que fueron escritas y con la disputa de
intereses que entonces tenía lugar.
Por último, no puede dejar de constatarse la existencia de nu-
merosas contradicciones internas en el desarrollo de los estudios de
caso, en los que a menudo se describe la participación de diferentes ac-
tores en las instituciones estatales de tal manera que muestran su in-
serción en la lógica institucional del Estado, pero cuya presentación
acaba siempre con alguna sentencia del autor en el sentido de que en
realidad dichas prácticas no llegaban a ser lo que podrían, debido a que
se desarrollaban en un contexto autoritario, algo reiterativo especial-
mente en la descripción del proceso peruano. En definitiva, los ele-
mentos aquí apuntados no dejan de causar cierta frustración en el lec-
tor que siente cómo se ha desaprovechado un potentísimo aparato
teórico en un intento casi obsesivo por consolidar el tópico del fracaso
en las experiencias latinoamericanas.
Interesado igualmente en la creación de los mecanismos de partici-
pación de la sociedad política, el trabajo de Alfredo Ávila muestra una ex-
cesiva dependencia del modelo tocquevilliano de desarrollo social. Su
primera monografía relevante En nombre de la nación.La formación del
gobierno representativo en México (1808–1824)27 es una clara muestra
de ello. La extraordinaria labor de archivo realizada para este trabajo, esto
es, la cantidad y calidad del material histórico sobre el que se sustenta esta
investigación y la elección del período de estudio parecieran apuntar que
Ávila iba a atender al análisis del desarrollo mexicano en su propio con-
texto referencial, en términos de tradición cultural compartida y de
coyuntura particular. Sin embargo, la preasunción del modelo tocquevil-
liano de evolución política y una valoración excesivamente presentista de

25. Antonio Annino, “Soberanías en lucha”, en A. Annino, Luis Castro, François Xavier
Guerra (coords.), De los Imperios a las Naciones:Iberoamérica (Zaragoza: Ibercaja, 1994),
229–253; “Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos, 1812–1821”, en An-
tonio Annino (editor), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. De la for-
mación del espacio político nacional (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1995),
177–226; “Ciudadanía ‘versus’gobernabilidad republicana en México”, en Hilda Sábato (co-
ordinadora), Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de
América Latina (México: Fondo de Cultura Económica-El Colegio de México, 1999), 62–93.
26. En, por ejemplo, Víctor Peralta Ruiz, “Elecciones, constitucionalismo y revolu-
ción en el Cuzco, 1809–1815”, Revista de Indias 206 (1996): 99–131; Valentín Paniagua
Corazao, Los orígenes del gobierno representativo en el Perú. Las elecciones (1809–1826)
(Lima: PUCP-FCE, 2003).
27. Alfredo Ávila, En nombre de la nación. La formación del gobierno represen-
tativo en México (1808–1824) (México: CIDE-Taurus, 2002).

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 433

la representación y sus mecanismos determinan su apreciación del pro-


ceso histórico mexicano de conformación de un gobierno representativo.
Desde una lectura de Tocqueville que postula que las tendencias
modernizadoras del absolutismo (la tendencia a la igualdad entre los hom-
bres al eliminarse los fueros y los privilegios estamentales y regionales,
y la tendencia a la centralización) se completaron con la revolución que
sustituyó al monarca por el pueblo como sujeto de la soberanía, el au-
tor establece una suerte de lógica necesaria del proceso de moderni-
zación política que, a su juicio, para ser exitoso debía pasar por ambas
fases (absolutismo-revolución) y asumir similares características: una con-
cepción de la nación como un todo infragmentable convertida en el
único sujeto soberano, una representación que se correspondiera con
esta concepción de la nación y una organización estatal centralista.
Ávila cae en la tentación de explicar el desarrollo político hispánico
en clave de desarrollo a la francesa, más concretamente, según la visión
tocquevilliana de desarrollo francés, y por ello en su narración destaca
los aspectos que lo hacen asimible a ella: la llegada de la dinastía bor-
bónica a la monarquía española y su tentativa de imposición de una ad-
ministración homogeneizadora y centralizadora, y la revolución his-
pánica, que define el nuevo sujeto político, el pueblo, en lugar del rey.
Sin embargo, la particularidad hispana que atañe a la organización de
los territorios no encajan en ese modelo explicativo; las reivindicaciones
de las soberanías particulares de los distintos territorios conformadores
de la monarquía continuamente son vistos por el autor como inadecuadas
para una modernidad que él mismo ha definido en clave centralizadora.
En definitiva, son presentadas como conservadoras de los intereses de
clase de la elite provincial.
En este libro el problema de la representación en México se plantea
desde tres negativas o insuficiencias: en primer lugar, la inexistencia de
una tradición de representación política en la Monarquía Hispana; en se-
gundo lugar, la “revolución territorial” explicada por Annino y Marco
Bellingeri no supuso en realidad la extensión de las instituciones con
carácter representativo; en tercer lugar, la extensión de los derechos
políticos fue relativa. El autor asegura que las Cortes del Antiguo Régi-
men representaban intereses corporativos y no un pueblo soberano, en
términos de igualdad, por lo que este tipo de “representación [. . .] era
funcional”. Sin embargo, el que estas Cortes no “representaran” a un
pueblo concebido de manera unívoca, sino desde la manera sectorial y
multiforme en que la propia sociedad del mundo moderno se autocon-
cebía y que permitía englobar los intereses de la mayoría (gremios, igle-
sia, indígenas, ayuntamiento) no parece negar el carácter político de
dicha representación. De la misma manera, su análisis de que la exten-
sión y proliferación de las instituciones de carácter representativo en el

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434 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

territorio de la monarquía se debió exclusivamente a que las elites vieron


la aparición de estas instancias como plataformas desde las que poder
garantizar la salvaguarda de sus intereses obvia, por un lado, la legiti-
mación jurídica que subyacía a dichas demandas de representación terri-
torial y, por otro, la ampliación de las prácticas de representación a
nuevos sectores sociales que se ejercitaron en ellas. En este sentido, el
problema de la explicación de las tendencias federalistas se vuelve tan
espinoso y queda tan descontextualizado que el autor acaba conside-
rándolo derivado del ensayo de definición constitucional de 1823, que
hizo temer al resto del país el excesivo protagonismo del centro, y no
como consecuencia de unas demandas de autonomía y de reivindicación
de derechos territoriales que implosionó con la propia crisis monárquica
y cuya secuencia ha sido tan bien estudiada por Nettie Lee Benson, en-
tre otros28. El federalismo acaba siendo para Ávila una estrategia más de
los propietarios y los comerciantes para evitar que un grupo “central,
desvinculado de sus intereses y, por lo tanto, sin su representación, los
gobernara”29. Por último, la crítica al carácter no suficientemente in-
cluyente de la constitución gaditana responde a parámetros que no corres-
ponden con los criterios de la época en ninguna latitud30.
En definitiva, de este libro se desprende que ni existió una ciudadanía
en México31, ni tampoco se instauró un sistema moderno liberal de re-
presentación, sino que en el fondo tanto una como otro fueron estrate-
gias formales de las que se sirvieron algunos sectores tradicionales y otros
nuevos actores sociales para mantener sus privilegios y poderes. Se con-
solida con este texto el tópico de la ficción democrática o de la exis-
tencia de una ciudadanía imaginaria en México que tan arraigado está
en la historiografía y en la propia autopercepción de la historia nacional
mexicana y latinoamericana en general32, pero cuya verificación resulta
cuando menos discutible.
Algunos de estos problemas hasta aquí apuntados reaparecen en la
siguiente monografía de Alfredo Ávila, Para la libertad. Los republicanos
en tiempos del imperio, 1821–1823 33, aunque probablemente sean más
patentes debido a la escasa claridad propositiva de la misma.

28. Nettie Lee Benson, The Provincial Deputation in Mexico. Harbirger of Provin-
cial Autonomy, Independence, and Federalism (Austin: University of Texas Press, 1992).
29. Ávila, En nombre, 273.
30. Ávila, En nombre, 109.
31. Ávila, En nombre, 287.
32. Fernando Escalante, Ciudadanos imaginarios: memorial de los afanes y
desventuras de la virtud y apología del vicio triunfante en la República Mexicana:
tratado de moral pública (México: El Colegio de México, 1992).
33. Alfredo Ávila, Para la libertad. Los republicanos en tiempos del imperio, 1821–
1823 (México: UNAM, 2005).

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 435

En esta misma valoración negativista del proceso mexicano, el au-


tor no puede evitar incidir sistemáticamente en las supuestas deficien-
cias del sistema de representación mexicano para cuestionar tanto el al-
cance de las posibilidades de participación política como el aumento de
dicha participación tras Cádiz, y para ello realiza valoraciones que re-
sultan inapropiadas para el contexto de la época. Este cuestionamiento
se efectúa en dos niveles: en el componente social de los actores que
podían o no participar en política (el escaso protagonismo de los veci-
nos en las urbes) y en el papel de las organizaciones políticas básicas,
como los ayuntamientos y los cabildos abiertos en Nueva España34. De
la misma manera, se aprecia una cierta simplificación en los motivos que
justifican la elección de la arquitectura constitucional del país, al con-
siderar que las elites mexicanas desconocían el modelo de república que
estaban obsesionadas por imitar, el norteamericano, por lo que acabaron
simulando el francés. Un problema central del libro es que no acaba de
describir el mundo republicano de la época, que aparece como un bloque
único y compacto, sumamente idealizado en el que la lucha por la
república se identifica sistemáticamente con la “lucha por la libertad”,
sin explicar en qué consistió esa lucha ni qué se entendió por libertad.
En este sentido, cabe señalar igualmente que, pese a lo que el autor de-
fiende, una lectura de los debates parlamentarios de la época muestra
claramente que no todos los republicanos querían consolidar un legis-
lativo fuerte y debilitar al poder ejecutivo, sino que alguno hubo que de-
fendía con sumo fervor la dictadura. Por último, cabría mencionar que
aunque es cierto que todos los hombres de Estado del momento, re-
publicanos o no, creían que la voluntad nacional era una e indivisa, no
todos estaban de acuerdo sobre cómo se construía o representaba dicha
voluntad nacional: como sumatorio de la de cada territorio o como ex-
presión de una nación unívoca y abstracta. De nuevo una lectura de las
actas parlamentarias deja clara constancia de estas divergencias.
En definitiva, libro un tanto confuso y contradictorio que parece res-
ponder más bien a una idealización romántica del complejo y hetero-
géneo mundo republicano. Debe resaltarse, sin embargo, el acierto en
la elección de un tema, el de las conjuras, apenas tratado por la historio-
grafía y que amplía el ámbito de estudio de la participación política ha-
cia campos inéditos que parecen muy fructíferos. Esta monografía rea-
firma la hipótesis de que en el movimiento insurgente y las posteriores
conspiraciones se produjo un reconocimiento absoluto y una defensa a
ultranza de que la legitimidad política sólo podía asentarse sobre los
mecanismos de representación política modernos. Aunque no queda muy
claro si ése era el objetivo último del autor.

34. Ávila, Para la libertad, 208.

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436 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

Los trabajos hasta aquí presentados pretenden resignificar las inter-


pretaciones sobre el proceso de construcción del Estado en América
Latina en el siglo XIX atendiendo a los nuevos enfoques y temas incor-
porados, en gran medida, gracias a la revisión experimentada en los úl-
timos años en el seno de las ciencias sociales. Así, junto con la propuesta
de nuevos métodos de análisis y de reflexión cabe destacar la variedad
y abundancia de temas que plantéan, algunos sumamente originales, la
mayoría prácticamente inéditos. En algunos casos, les falta quizá una
mejor aprehensión de los conceptos y las técnicas que emplean; en otros,
una mayor liberación de la rigidez de algunos de los modelos teóricos
sobre los que construyen su investigación. Sin embargo, el principal es-
collo con el que se encuentran es la definición de una mirada propia-
mente histórica, es decir, contextualizada, formada desde parámetros ex-
plicativos y comprensivos de la información que las fuentes aportan, y
que permite establecer una lógica de significación que evita caer en valo-
raciones extemporáneas.

Del contexto al texto: la reconstrucción de la tradición


hispánica
Muy numerosos han sido los trabajos que también han abordado el es-
tudio del proceso de conformación de los Estados modernos en América
Latina atendiendo a las pautas de la NHP, pero dando un protagonismo
central al trabajo de archivo y a la reconstrucción del contexto de
gestación de dichas fuentes. Con una visión más propiamente histórica,
tratan de comprender las dinámicas de transformación del orden colo-
nial en el liberal no desde la lógica del “deber ser”, sino desde la óptica
de la progresiva y contingente transformación de lo viejo en lo nuevo.
Por ello detallan la coexistencia y amalgamación de palabras, significa-
dos o hábitos, estableciendo una lógica relacional que rechaza una mi-
rada dicotómica que tiende a simplificar, estereotipar y dirigir fuerte-
mente el análisis histórico y que tanto éxito ha tenido en la historiografía
latinoamericanista. Estas contribuciones atienden al análisis de los pro-
cesos simbólicos en relación con las prácticas sociales, y centran su in-
terés en cuestiones como la resemantización de algunos conceptos clave
para la nueva definición política (libertad, ciudadanía, representación,
soberanía, legitimidad) o en el análisis de la gestación y difusión de los
imaginarios nacionales, entre otros. Más que objetos de estudio concretos
(término, concepto o práctica) y, sobre todo, más que su caracterización
como modernos o antiguos, les interesa su uso o su significación en su
contexto de aplicación.
Estos textos han configurado un nuevo escenario en el que insertar
los estudios sobre América Latina. Por un lado, analizan el proceso de

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 437

introducción de los principios liberales en Hispanoamérica conectán-


dolo con el período de la colonia en una visión temporal que se inicia-
ría con la génesis de las nuevas ideas ilustradas (fines del XVIII ) y que
abarcaría hasta mediados del siglo XIX . De la misma manera, el ámbito
de estudio no se adecua a la geografía política resultante de estas trans-
formaciones, sino que se refiere a la existente en el momento en que
dichas transformaciones tuvieron lugar. De esta manera, se ha consoli-
dado un nuevo ámbito para el análisis que ha sido individualizado como
“hispánico”, que se ha definido principalmente en clave cultural y que
comprendería los territorios que integraron entre los siglos XVI y XIX lo
que se conoció como Monarquía Hispánica y que compartían una misma
tradición de pensamiento y de prácticas políticas.
En este contexto, la crisis monárquica de 1808 ha cobrado una di-
mensión nueva al considerarse el detonador de una revolución que afectó
por igual a todo el territorio de la monarquía y que, por un lado, per-
mitió la aparición del pueblo como sujeto soberano y la consolidación
del principio de representación política como el único de legitimación
posible, y, por otro, inició el proceso de disolución general de la monar-
quía hispana, en palabras de Jaime E. Rodríguez O.35, o el de moderniza-
ción, según François Xavier Guerra36. En este nuevo escenario, las inde-
pendencias americanas ya no se pueden explicar por sí solas, como
expresión de un anhelo nacionalista de las elites americanas, sino que
se entienden como desarrollos particulares integrados en un proceso re-
volucionario de mayor dimensión que afectó a todo el mundo hispánico.
De igual modo, el proceso gaditano de 1812 aparece como un hito fun-
dador de la definición de la modernidad política del área hispana, al
fraguarse entonces un liberalismo que entroncaba, aunque con torsiones
importantes, con el sistema de representación existente durante la fase
final de la colonia. A partir de entonces, en el ámbito de las prácticas so-

35. Jaime E. Rodríguez O., The Independence of Spanish America (Cambridge: Cam-
bridge University Press, 1998); “La constitución de 1824 y la formación del Estado mexi-
cano”, Historia Mexicana 40 (1991): 507–535; “La transición de colonia a nación: Nueva
España, 1820–1821”, Historia Mexicana 43, (1993): 265–322; “Nacionalismo y ciudadanía
en México, 1808–1825”, Tiempos de América 1 (1997): 95–113; “From Royal subject to
Republican citizen: the role of autonomists in the Independence of Mexico”, en Jaime Ro-
dríguez (ed.), The Independence of Mexico and the Creation of the new Nation (Los
Ángeles: UCLA Latin American Center, 1989), 19–43.
36. François Xavier Guerra, Modernidad e independencias, Madrid, Colecciones
Mapfre, 1992, aunque este mismo espíritu subyace en otros trabajos suyos o en el libro
por él coordinado, Revoluciones hispánicas. Independencias americanas y liberalismo
español (Madrid, Editorial Complutense, 1995); “La desintegración de la Monarquía his-
pánica: revolución e independencias”, en Annino, Castro Leiva y Guerra (eds.), De los im-
perios, 195–229; “La independencia de México y las revoluciones hispánicas”, en El libera-
lismo en México (Hamburgo-Münster, AHILA, 1993), 15–48; “El soberano”, 33–61.

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438 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

ciales, mentales y políticas, convivieron lo antiguo con lo nuevo sin


generar necesariamente contradicciones. Resultado de esa incorporación
del nuevo lenguaje con valores antiguos, por ejemplo, fue la gestación
y difusión del nuevo concepto de soberanía del que se apropiaron los
municipios para argumentar en defensa de sus territorios. Las prácticas
y disposiciones gaditanas serán fundamentales para comprender el pos-
terior desarrollo político de cada país emancipado.
Con todo ello se ha ido perfilando un mapa político que recogería
un área en cuyo seno podría reconocerse una cultura política común en
la que, a pesar de las significativas diferencias existentes entre cada una
de las entidades que la conformaban, no sólo se plantearon cuestiones
y problemas similares, sino que las soluciones con las que intentaron re-
solverlos fueron igualmente parecidas.
Un texto representativo de esta corriente historiográfica en el que
se incluyen los principales temas, perspectivas, métodos de análisis e
hipótesis, así como buena parte de los americanistas que están trabajando
en esta dirección es el coordinado por Jaime E. Rodríguez O., Revolu-
ción, independencia y las nuevas naciones de América37. Este volumen
mantiene el título del congreso celebrado en la Universidad de Cali-
fornia, en Irvine, en marzo de 2003, y reúne las aportaciones de sus
participantes.
Animado por un fuerte espíritu revisionista y desde una perspectiva
que atiende al carácter contingente de las realidades sociales, en las que
coexisten las rupturas y las continuidades, esta compilación pretende ilu-
minar la complejidad de un proceso revolucionario que afectó a distin-
tos focos de la cultura occidental, entre los que se encontraba el mundo
ibérico, y que supuso la construcción de Estados sobre los conceptos de
soberanía popular, gobierno representativo y régimen de derecho.
El reconocimiento e identificación en el seno de la tradición política
hispana de los principios políticos y jurídico constitucionales—presentes
al menos desde fines de la Edad Media—sobre los que se asentó la revo-
lución atlántica suscita reflexiones diversas. Así, a Mónica Quijada le lle-
va a cuestionar la validez explicativa de una comprensión unívoca de la
modernidad política, mientras que a José María Portillo le hace recon-
siderar que dichos principios tuvieran, para el caso hispano, un carác-
ter revolucionario.
La crisis de 1808 destapó una revolución que recolocó al pueblo
como único y legítimo soberano, y que se expresó en la proliferación
de instancias de representación de dicha soberanía, primero, en las Jun-
tas de gobiernos locales en 1808, después, en la convocatoria a Cortes

37. Jaime E. Rodríguez O., (coord.), Revolución, independencia y las nuevas na-
ciones de América (Madrid: Fundación Mapfre Tavera, 2005).

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 439

generales y extraordinarias en 1810 y, por último, en el proceso gadi-


tano de 1812. Todas éstas fueron experiencias compartidas en toda el
área hispana que marcarían las independencias latinoamericanas y los
desarrollos políticos posteriores de los recién nacidos Estados, tal y como
teoriza Virginia Guedea o explican Rodríguez O. y Peralta para los casos
de la provincia de Guayaquil y del Virreinato del Perú, respectivamente.
De hecho, los procesos secesionistas son entendidos no como el resul-
tado de anhelos nacionalistas o como expresión de la lucha de clases,
sino como consecuencia del fracaso en el intento liderado desde América
y expresado en las Cortes hispanas de 1812 y 1820 de creación de una
federación que englobara los territorios de la Monarquía (Ivana Frasquet,
Portillo). La irresolución de este conflicto provocó una dispersión terri-
torial de la soberanía de importantes repercusiones incluso después de
las independencias americanas. Resultan muy llamativas las similitudes
entre este proceso para el caso de la Monarquía hispana y el del Impe-
rio portugués (Márcia Regina Berbel).
La extensión de los gobiernos representativos supuso una nego-
ciación con los imaginarios (Víctor Mínguez), las prácticas e instituciones
del mundo colonial que se resemantizaron para dar un contenido apre-
hensible y verosímil a las novedades sobre las que se fundaron los Esta-
dos americanos independientes. El problema de la representación reper-
cutió en dos niveles: los territorios y la población.
El problema de la fragmentación y dispersión de la soberanía por todo
el territorio que supuso el auge de los poderes locales planteaba las difi-
cultades de articulación de estas entidades en un ámbito de referencia
mayor y estructurado, el nacional. Conviene aclarar, sin embargo, que esta
dispersión en términos políticos no implicó necesariamente la desarti-
culación de los mercados internos ni el caos comercial. Manuel Miño Gri-
jalva desmonta para el caso mexicano la vieja imagen de la feudalidad,
desarticulación o descentralización económica como condiciones pri-
meras de la federalización del sistema político mexicano. Jordana Dym
muestra cómo la ideología de la “soberanía municipal”, la basada en los
pueblos, esto es, en ciudades y estados, fue transformada por los líderes
centroamericanos entre 1808 y 1823 en un ideal basado en un pueblo
que se correspondía con el Estado nación, como un medio para lograr la
transición a un gobierno autónomo y un sistema republicano.
La representación de la población, por otro lado, evidenció las com-
plejidades y contradicciones de la puesta en marcha de mecanismos de
inclusión de amplios sectores de la población, que hubieron de apre-
hender, poner en práctica y, en definitiva, identificarse con los nuevos
valores cívicos. Se emprendió un gran esfuerzo pedagógico, centrado
en la construcción y difusión de nuevos referentes de autopercepción
ciudadana adscritos al nuevo Estado liberal definido en clave igualitaria

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440 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

y secularizante, y en el que se combinaban la identificación con lo local


y el sentimiento de pertenencia a una nación (Mariana Terán). Sin em-
bargo, a veces el proceso de definición de la ciudadanía se encontraba
con situaciones de facto que dificultaban la tarea, como fue la aceptación
de la existencia de la esclavitud en el caso brasileño, en donde finalmente
esta contradicción se resolvió mediante una formalización de la categoría
de ciudadano que reconocía una posibilidad futura de inclusión de los
esclavos a dicha condición, antes incluso de la desaparición de la insti-
tución de la esclavitud (Kirsten Schultz)38.
Las propias prácticas sociales fueron, sin duda, las que más con-
tribuyeron a la definición y extensión de estos valores cívicos. Así, Marta
Irurozqui muestra cómo la condición de ciudadano no constituyó una
mera categoría jurídica formal, superficial y sin arraigo cultural, sino que
nació con un contenido específico estrechamente vinculado a la multi-
secular condición de vecino. El paso de un orden antiguo a otro moder-
no se sirvió de referentes preexistentes para dotar de contenido a las
nuevas figuras del régimen liberal, pero, a su vez, y gracias a esta rese-
mantización, las figuras de la sociabilidad prerrevolucionaria pudieron
pervivir en el imaginario colectivo impregnándolo de su propia especi-
ficidad. Gracias a este proceso, los derechos y deberes inherentes a la
condición de ciudadano no resultaban tan ajenos y extraños a la pobla-
ción que ahora era reconocida como tal. Pero si la vecindad fue un ve-
hículo útil para la significación y transmisión de los valores cívicos, no
menos útil fue la socialización vinculada con la participación ciudadana
en la defensa de la comunidad política. La creación de la milicia cívica
en México pero especialmente su orientación democratizante e inclu-
siva tras el reglamento de 1827 resultó muy eficaz desde un punto de
vista militar, ideológico y político, al convertirse en un medio sumamente
eficiente para trasladar a la población los valores nacionales y liberales
mexicanos, pero a su vez provocó numerosas tensiones y conflictos iné-
ditos hasta entonces en la sociedad y el ejército mexicanos (Manuel
Chust). El contexto de guerra en el caso de Colombia y Venezuela (Clé-
ment Thibaud) presentó ambigüedades semejantes, puesto que si la in-
corporación de esclavos, castas y el pueblo al ejército supuso una ex-
tensión de la autoconciencia ciudadana a estos nuevos sectores, la
identificación del ciudadano con el ciudadano en armas y el protago-
nismo del ejército en los procesos políticos del momento llevó a la elite
del país a refundar las instituciones representativas en el Ejército, de-
bilitando el papel del Congreso. En este sentido, se habría formado un

38. La exclusión inicial remitía a la diferencia en clave cultural más que étnica o física
y por ello los procesos de aculturación y, en definitiva, de occidentalización de los africanos
podían permitirles adquirir la condición de ciudadanos.

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 441

pueblo digno para servir de fuente a la soberanía moderna, pero no se


consiguió consolidar la base institucional para un Estado republicano.
Este libro demuestra cómo la revolución atlántica no se produjo en
el mundo ibérico por imitación de fenómenos que acontecían en otras
latitudes sino que se debió tanto a una trayectoria político cultural
autónoma como a una coyuntura histórica determinada, en la que el con-
tacto con otras experiencias revolucionarias o el conocimiento y difusión
de teorías políticas de otros ámbitos fueron algunos de los elementos
que pudieron afectarla, pero no sus causantes o detonantes últimos. Se
ratifica con él el arraigo de tendencias seculares que la crisis de 1808
hizo aflorar de manera abrupta y violenta por un vastísimo y heterogé-
neo territorio que hasta entonces había formado un todo. El volumen,
además, amplía la visión del mundo atlántico, de las revoluciones atlán-
ticas, al incorporar en una misma mirada otros procesos apenas abor-
dados de manera conjunta, como es el radical proceso de emancipación
haitiano o el rico y escasamente divulgado caso brasileño. En este sen-
tido, la recuperación de una mirada atlántica de mayor alcance resulta
muy sugerente.
Con similar visión, pero centrado exclusivamente en los desarrollos
hispanos, en 2004 apareció el volumen editado por Víctor Mínguez y
Manuel Chust, El imperio sublevado. Monarquía y naciones en España
e Hispanoamérica39, estructurado sobre una secuenciación cronológi-
ca de dicha revolución hispánica en tres momentos: el monárquico, su
fractura y la redefinición de los nuevos Estados.
Tras el análisis de algunas de las estrategias políticas ( John H. Elliot),
historiográficas (Richard Kagan) e iconográficas (Mínguez) de la monar-
quía para perpetuar su legitimidad en el mundo hispánico de los siglos
XVI al XVIII los artículos abordan el quiebre de ese orden constituido y
sus consecuencias con respecto a los procesos secesionistas en América
Latina. Las argumentaciones de Rodríguez O. sobre el arraigo cultural
del liberalismo y constitucionalismo hispánico, la definición de la crisis
monárquica de 1808 como un detonante que propició la desarticulación
territorial y el establecimiento de los gobiernos representativos, la rele-
vancia del proceso gaditano en la definición de un liberalismo hispano
y, en definitiva, la relación que estos procesos tuvieron tanto con los
desarrollos emancipadores como con las andaduras independientes de
estos nuevos Estados son confirmadas a lo largo de los estudios de caso.
Las simpatías hacia el estudio mexicano concentran los matices, torsiones
y alcances de estas directrices interpretativas, ya sea mostrando la
adaptación y resignificación de una simbología regia de fuertes impli-

39. Víctor Mínguez y Manuel Chust (eds.), El imperio sublevado. Monarquía y na-
ciones en España e Hispanoamérica (Madrid: CSIC, 2004).

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442 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

caciones católicas al universo de legitimación liberal (Chust, Frasquet),


ya poniendo de relieve la génesis del proceso de definición territorial
federal ( Josefina Zoraida Vázquez).
Volumen irregular, en el que se encuentran aportaciones como las
de Carlos Martínez Shaw, que explica el desarrollo social español desde
una dialéctica marxista rígida y que a su vez desconoce o elude la litera-
tura y los debates más recientes sobre el papel de América en la defini-
ción de la Monarquía hispánica y sobre las explicaciones de los proce-
sos emancipadores, junto con artículos de la finura de Tulio Halperin
Donghi. Este autor, basándose en los trabajos de Marcela Ternavasio,
reabre el debate sobre el excesivo protagonismo que las nuevas inves-
tigaciones están dando a la transformación de la noción de repre-
sentación como la clave del proceso que condujo del antiguo orden al
republicano y pone de relieve que ése fue un aspecto de un proceso
multidimensional en el que intervinieron otros elementos que no deben
ser olvidados por la historiografía. A su vez, refuerza la hipótesis de que
debe ser en las prácticas cotidianas en donde realmente se debe buscar
una racionalidad de intereses de los distintos actores políticos y no tanto
en el estudio de una retórica política (representación moderna versus
representación tradicional) que a menudo oculta la lucha por la apro-
piación del poder.
Ese mismo año, en 2004, veía la luz La trascendencia del libera-
lismo doceañista en España y en América40 que concentraba aún más
su interés en un aspecto concreto de la transformación que convulsionó
el orden hispano a principios del siglo XIX .
El libro sostiene que la crisis de 1808 abrió un nuevo escenario en
el que coincidieron proyectos políticos distintos (absolutismo, ilustración,
revolución burguesa e independencia americana) que representaban la
coexistencia de tendencias seculares con otras que suponían una frac-
tura de la lógica institucional, jurídica y estatal existente. Los trabajos en
él compilados refuerzan la significación del proceso gaditano como un
hito fundamental en la definición del liberalismo hispano, con caracte-
rísticas específicas en el contexto occidental del liberalismo derivadas en
gran medida de la heterogeneidad de los territorios y poblaciones repre-
sentados en las Cortes. Los artículos aquí recogidos muestran igual-
mente las proyecciones posteriores de las ideas fraguadas en Cádiz en
cada uno de los territorios que habían conformado la monarquía. Todos
ellos asientan, desde diferentes perspectivas temáticas (organización te-
rritorial e institucional del Estado, imaginarios y pensamiento político,

40. Manuel Chust e Ivana Frasquet (eds.), La trascendencia del liberalismo doce-
añista en España y en América (Valencia: Biblioteca Valenciana-Colección Historia/
Estudios, Generalitat Valenciana, 2004).

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 443

fiscalidad, ejército o género), la idea de que el liberalismo hispánico que


se forjó en Cádiz supuso una ruptura con las tendencias precedentes y
que marcó un nuevo momento que definiría unas nuevas reglas del juego
que condicionaron el desarrollo político, social y económico ulterior de
cada uno de los Estados recién emancipados. Este liberalismo hispano,
así pues, tuvo un carácter esencialmente revolucionario.
El libro quizá debería modificar su título puesto que si bien es cierto
que la propuesta general alude a la doble dimensión americana del pro-
ceso gaditano, la participación americana en la configuración de un libe-
ralismo a la hispana y la repercusión de Cádiz en la definición nacional
posterior de cada Estado recién nacido, en realidad la casuística ameri-
cana aparece únicamente representada en los estudios de caso por Mé-
xico. De nuevo aquí cabe resaltar la reaparición del debate sobre el pro-
blema de la territorialidad, en el que Chust defiende que las actitudes
autonomistas de los americanos entroncaron con una tradición de fueros
y libertades precedente, mientras que Villacañas sostiene lo contrario.
Confirmando ese enorme interés tanto entre lectores como entre
investigadores por el caso mexicano, cabe mencionar, por último, dos
de los estudios más recientes que han tratado de explicar desde estos
planteamientos historiográficos el desarrollo de la revolución liberal en
esta geografía.
Un buen ejemplo de los alcances de esa nueva historia que amplía
la visión de lo político a las prácticas sociales, elementos simbólicos, cons-
trucción de imaginarios y que, sobre todo, recupera una dimensión de
lo político que atiende más a la diversidad de actores y menos a los de-
sarrollos institucionales, a la relacción entre estos actores y no a la oposi-
ción de unos frente a otros, es el caso de The Birth of Modern Mexico,
1780–1824 41. Así, asumiendo parte importante de esta corriente histo-
riográfica aquí perfilada, con una fortísima labor de archivo y atendiendo
a un período en el que sobre todo predominan las mixturas y resignifi-
caciones de lo antiguo con lo moderno, los artículos aquí recogidos
conectan directamente el proceso independentista mexicano con el fin
de la colonia, recomponiendo un contexto de inestabilidad y descon-
cierto, en el que el rumor y la transmisión de información mediante el
boca a boca se vuelven elementos fundamentales para comprender el
estado de incertidumbre en un momento de conciencia de cambios pro-
fundos del orden existente por trescientos años. Los autores que par-
ticipan en este volumen proponen una relectura que desmitifica la idea
de la crisis y decadencia del dominio español en este período y en de-
finitiva recoloca la interpretación de los movimientos independentistas

41. Christon I. Archer (ed.), The Birth of Modern Mexico, 1780–1824 ( Wilming-
ton: Scholarly Resources Inc., 2003).

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444 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

como consecuencia de las reivindicaciones de un espíritu nacional se-


paratista de las elites criollas frente a los peninsulares, como una ex-
presión más de la lucha de clase entre dominadores ( peninsulares) y los
dominados (criollos).
Por último, The Divine Charter 42 es un volumen editado por Jaime E.
Rodríguez O. que recoge una serie de artículos que, basados en investi-
gaciones de archivo extensas, muestran el carácter endógeno de la re-
volución hispana y las particularidades del proceso de asentamiento del
liberalismo en México, las reformas que supuso tanto en su dimensión
política como económica.
El protagonismo del editor en esta línea de investigación se puede
apreciar no sólo en el espíritu que inspira el libro, su tesis de partida o la
estructura sobre la que se desarrolla, sino también y especialmente en
sus dos aportaciones al contenido del mismo. La introducción recompone
tanto desde el punto de vista de la teoría y de las prácticas políticas como
desde la teoría económica los principales hitos de la cultura política his-
pana, y especialmente los que se produjeron en el Virreinato de la Nueva
España, en donde, a su juicio, se introdujo el nuevo gobierno liberal, re-
presentativo, más completamente “que en ninguna otra región de la
Monarquía española, incluyendo a la península española”43. En su expo-
sición, este texto, recurriendo a una bibliografía en parte no muy difun-
dida, cuestiona los tópicos más manidos sobre los que se ha construido
la imagen del mundo hispano de la Edad Moderna. La colaboración de
Rodríguez O. se completa con un trabajo que constituye uno de los pocos
en los que se ha intentado explicar el funcionamiento de las instancias
de representación en el ámbito local y provincial, así como la compleja
y difusa relación entre éstas y las de ámbito nacional, en un contexto,
como el oaxaqueño, en el que los poderes locales llegaron a ser tan fuertes
como para establecer un gobierno provincial autónomo nuevo—la Junta
Provisional Gubernativa en Antequera—que podía llegar a disputar el
poder a las recién constituidas Cortes mexicanas. Por último, muy suge-
rente resulta su explicación de la doble noción de el pueblo que fue
acuñada en Cádiz y que condicionó el desarrollo independiente de Mé-
xico: una, en el sentido de la gente (el populacho), identificada con el
ciudadano y con las políticas populares; la otra, en el sentido de la región,
identificada con los derechos e intereses locales. Ambas eran usadas de
manera intercambiable, confusa y contradictoria44.

42. Jaime E. Rodríguez O., (ed.), The Divine Charter (Oxford: Rowman & Littlefield
Publishers Inc., 2005).
43. Jaime E. Rodríguez O., “Introduction. The Origins of Constitutionalism and Lib-
eralism in Mexico”, en Rodríguez O., (ed.), The Divine, 14.
44. Jaime E. Rodríguez O., “Ningún pueblo es superior a otro: Oaxaca and Mexican
Federalism”, en Rodríguez O.(ed.), The Divine, 98.

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 445

Al considerar los hechos en su contexto histórico original, al no ex-


plicar los desarrollos desde sus consecuencias o derivaciones posterio-
res, sino en el momento y el lugar de su gestación se produce la recu-
peración para la historia del país de aspectos que se han considerado
propios de una historia extranjera, como la del lejano Norte de México
antes de su incorporación a Estados Unidos (Andrés Reséndez) o la del
imperio de Maximiliano (Robert Duncan) que adquieren ahora un nuevo
significado. En este sentido, la minuciosa labor de archivo permite tam-
bién cuestionar una visión monolítica del papel de la iglesia (Brian Con-
naughton) y del ejército como opositores permanentes a la difusión y
asentamiento de los principios liberales en México (Christon I. Archer,
Chust) que no por muy reiterada deja de ser menos maniquea.
Pero si parecen confirmarse las modificaciones de las estructuras
sociales y políticas, más dudas se suscitan en lo referente a las estruc-
turas económicas, o al menos al tempo de estas transformaciones. El es-
tablecimiento de un sistema fiscal liberal basado en los impuestos di-
rectos regidos por los principios de igualdad, uniformidad fiscal y
proporcionalidad impositiva ( José Antonio Serrano Ortega) parece que
no fue suficiente para garantizar las necesidades pecuniarias del Estado,
que optó por mantener los impuestos aduaneros como fuente de in-
gresos. Esta decisión derivó en la puesta en práctica de una política pro-
teccionista de dudosos beneficios para el desarrollo del país (Sandra
Kuntz). Por su parte, Marcelo Carmagnani defiende que la colaboración
entre el Estado y las clases que sustentaban económica e ideológicamente
una política dirigida al progreso permitió la creación de un espacio eco-
nómico común que respondía a los intereses generales y que en defini-
tiva buscaba una imagen unificada de la sociedad, hasta el punto de que
al final del XIX los que proponían una cultura liberal entendieron que a
los excluidos se les debía dar la oportunidad para ser incluidos.
Junto con las aportaciones de Rodríguez O., la recomposición de la
doble perspectiva del proceso liberal, la económica y la política, cons-
tituyen significativas contribuciones del libro. La introducción da cuerpo
al contenido de esa cultura hispánica que a veces no es lo suficiente-
mente explicitada por historiadores de esta corriente; el estudio de caso
oaxaqueño muestra no sólo la puesta en práctica de dicha tradición, sino
las particularidades de su casuística; la recuperación de los procesos
económicos completa la mirada poliédrica superando un rechazo a la
historia económica a la que a veces no se atiende por prejuicios ex-
temporáneos, y sin la cual no puede comprenderse el liberalismo en su
amplitud.
La riqueza analítica aportada por la deconstrucción de las “raíces
hispánicas”de los procesos independentistas ha recompuesto un libera-
lismo a la hispana, con un carácter esencialmente revolucionario, que

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446 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

se fraguó en un contexto compartido por espacios heterogéneos a lo


largo de, al menos, tres siglos. Esta visión, sin embargo, aún debe com-
pletarse, aún debe emprender tareas que permitan dar una mayor am-
plitud, matizar y dar contenido histórico a esta transformación. Cabe,
por ejemplo, reconstruir, si existieron, posibles diálogos entre los dife-
rentes países del ámbito latinoamericano. La mirada en ocasiones exce-
sivamente bipolar que reconoce a “la península”y a “América”como los
dos principales actores intervinientes en la revolución hispana no se ha
correspondido con otros trabajos de carácter horizontal que desarrollen
el estudio de las posibles relaciones, influencias y paralelismos que
pudieron tener entre sí los procesos que de manera simultánea se esta-
ban produciendo en las distintas latitudes latinoamericanas. Igualmente,
el excesivo protagonismo del caso mexicano ha supuesto una menor de-
dicación a lo que pasó en latitudes aparentemente menos atractivas, pero
cuyo análisis ayudaría a matizar y completar las visiones de este proceso.
Por último, aparecen períodos apenas tratados cuyo estudio permitiría
iluminar los claroscuros de dicho liberalismo, como lo haría, por ejem-
plo, una visión detallada del período del regreso de Fernando VII al poder,
al que demasiado a menudo se le dedican tan sólo un par de líneas de
valoraciones generalistas.

A modo de conclusión
La mayoría de los trabajos aquí presentados nacen de la intención de reno-
var la historia de América Latina. A todos ellos les mueve un deseo por
mirar el proceso de construcción del mundo político americano desde
otra perspectiva, con otra mirada que incorpore el reconocimiento de
la sociedad y de los actores individuales como agentes que ayudaron a
transformar y definir dicho mundo. No todos, sin embargo, enfocan los
acontecimientos históricos de la misma manera ni concentran su aten-
ción en los mismos elementos.
Algunos de los principales temas particularizados con sumo detalle
por estos trabajos son: la recuperación de la mirada republicana; la re-
composición de varios escenarios en los que se identifican nuevos ac-
tores que se relacionan entre sí y que juntos van conformando ese espa-
cio público que participa activamente en la política; la caracterización de
los mecanismos de representación que permiten canalizar esas deman-
das de intervención en la toma de decisiones de la comunidad así como
su evolución en el tiempo; la definición de una cultura en sentido am-
plio y con profundas raíces históricas en la que se pueden reconocer
principios teóricos y prácticas políticas sobre las que se fundamentarán
las revoluciones hispánicas; y las similitudes y diferencias entre los de-
sarrollos de dichas revoluciones en las distintas latitudes de esa cultura

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Galante, De revoluciones, repúblicas y naciones 447

común. Todas estas propuestas abren fecundas vías desde las que se es-
tán reformulando cuestiones que interesan a la historiografía latino-
americanista desde hace décadas. Estas nuevas maneras de aproxi-
mación a la problemática de la formación de lo político en el siglo XIX
latinoamericano están comenzando a dar frutos muy sabrosos aunque
todavía les quedan muchos otros que dar.
Atendiendo a los distintos estilos cognitivos 45 desde los que em-
prenden su investigación histórica, los trabajos aquí reseñados han sido
clasificados en dos grupos. El primero aborda el estudio de la instauración
del Estado liberal en América Latina con parámetros históricamente poco
apropiados, desde modelos y conceptos que son definidos para un con-
texto teórico o histórico distinto del que pretenden analizar. Sus herra-
mientas analíticas a menudo son sumamente sugerentes y aportan un
valiosísimo potencial crítico que sin duda podría enriquecer el estudio
de esta problemática. Sin embargo, probablemente ese presentismo del
que parten o esos modelos teóricos que intentan poner en práctica les
imponen lógicas de interpretación que no ayudan a comprender los pro-
cesos en sí sino que tienden a hacer valoraciones desde fuera, lleván-
doles a menudo a consolidar el tópico historiográfico del fracaso latino-
americano. Fracaso que desde el punto de vista político identifican con
la inestabilidad institucional (incapacidad para consolidar un poder cen-
tral único al que consideran máxima expresión de la soberanía popular),
la ausencia de una democracia definida en términos del siglo XXI o en el
enfrentamiento permanente entre el Estado (según estos autores, de-
fensor de los intereses de la elite) y la sociedad civil. Es más, la negativa
a reconocer el posible arraigo cultural de las ideas y prácticas sociales
que se activaron a principios del siglo XIX en América Latina, cierta ac-
titud de desconfianza hacia la política—posiblemente debida a sus expe-
riencias presentes—, y la no aceptación de que algunos de los supuestos
causantes del fracaso del liberalismo latinoamericano pueden encon-
trarse también en aquellas sociedades supuestamente exitosas, como Es-
tados Unidos, Inglaterra o Francia, pudieran hacer pensar que algunos
de estos autores más bien parten de esa idea del fracaso latinoamericano
y la van justificando históricamente con sus trabajos46.
Desde una aproximación históricamente más precisa, calibrada y que
explica los desarrollos en su propio devenir y no desde teleologías im-
puestas, el segundo grupo de trabajos enfatiza los alcances obtenidos

45. Albert O. Hirshman, “The Search for Paradigms as a Hindrance to Understand-


ing”, World Politics 22 (abril 1970): 329–243.
46. En esta misma dirección, Hirshman, “The Search”, elabora de manera contun-
dente y certera una profunda crítica científica e ideológica de la validez explicativa y la
utilidad política de los trabajos históricos que han otorgado excesivo protagonismo a los
paradigmas.

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448 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

por el liberalismo hispano desde una perspectiva económica, social y,


por supuesto, política. La caracterización de una tradición política y cul-
tural compartida en todo el ámbito hispano, la crisis monárquica de 1808
como activadora de la potencialidad revolucionaria de dicha tradición y
el proceso gaditano constituyen tres eslabones de una misma cadena que
consolidaron al pueblo como soberano y al sistema representativo como
el único sobre el que asentar un gobierno legítimo. Las independencias
americanas, la proliferación de instancias de representación por todo el
territorio hispánico, pero también la ampliación de los derechos políti-
cos a amplios sectores de la población fueron procesos inscritos en esta
misma lógica.
Sin entrar en discusión sobre la utilidad explicativa, al menos his-
toriográficamente, de definir unas realidades en términos de éxito o de
fracaso, cabría recordar que los hechos históricos nunca son unidireccio-
nales ni absolutos, sino ambiguos, complejos y a menudo contradicto-
rios. La propia reflexión sobre la disciplina tiende a exigir matices im-
prescindibles que permitan más describir y comprender a las sociedades
y menos catalogarlas y jerarquizarlas entre sí. De igual manera, la con-
ciencia de que el liberalismo es un lenguaje político amplio y heterogé-
neo, con expresiones y significaciones particulares en cada período
histórico y en cada geografía, así como el reconocimiento de la existencia
de debates internos y contradicciones en el seno de cada una de sus con-
creciones históricas han puesto de relieve lo inagotable que resulta su
estudio. Asimismo, las intensas discusiones teóricas actuales acerca de
cuál puede o debe ser su papel en el diseño de las políticas futuras man-
tienen vivo el interés por el estudio de la gestación e institucionalización
de las principales propuestas liberales. Esta complejidad teórica y utili-
dad política han permitido que, en el caso de América Latina, el estudio
de la historia del liberalismo en sus diferentes expresiones haya sufrido
un empuje sin precedentes, ampliando perspectivas que ahora permiten
reconocer nuevos actores e identificar nuevas relaciones. En este sen-
tido, la NHP ha aportado nuevos canales de discusión para un debate
que, aunque viejo, sigue teniendo una fuerte carga ideológica.

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