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LOS

REMEDIOS

DE LA

ABUELA

Jean Michel Pedrazzani


Este libro fue pasado a formato Word y con LETRA AMPLIADA para facilitar la difusión,
y con el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más.
HERNÁN

PRIMERA EDICIÓN 1977

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Prólogo

Antaño, el ferrocarril parecía a la mayoría de los mortales una aventura costosa y llena de peligros, siendo
preferida la seguridad de un buen caballo enganchado al cabriolé familiar. Y, como sea que la sabiduría
popular quería que un viajero sagaz cuidara de su propia montura, se economizaba el animal simplemente
desplazándose poco.
Mi abuela nunca se quejó de ello. Los dos kilómetros que separaban su casa de la aldea bastaron
siempre ampliamente para llenar sus sueños de evasión. Incluso a veces le ocurría que encontraba el
trayecto demasiado largo, cuando, recorriendo el pedregoso camino con su cesta de provisiones al brazo,
no tenía la fortuna de encontrarse con un vecino lo suficientemente atento como para reservarle un lugar en
la parte de atrás de su carreta.
La buena mujer llegó a centenaria, lo que me valió la alegría de pasar junto a ella numerosas
vacaciones y le permitió enseñarme un montón de cosas.
Naturalmente, jamás pude pedirle que me iniciara en las complejas leyes de la física, ni que me hiciera
penetrar en los sutiles arcanos de la filosofía; pero en cambio resultó una maravillosa profesora del «saber
vivir», en el sentido más literal del término. Y en el más noble también, ya que me enseñó una auténtica
ética, muy distinta de este sucedáneo, esta «calidad de vida» de la que se habla hoy en día.
Ecologista antes de tiempo, esa vieja dama que jamás abandonó su aldea, excepto para asistir a la
boda de un primo lejano, reglaba sin forzarse su existencia al ritmo de la naturaleza, levantándose con el
sol y acostándose al mismo tiempo que sus gallinas. Supe después que un médico alemán, el doctor
George-Alfred Tienes, había elevado esta forma de reposo cotidiano a la altura de una terapéutica,
bautizándola con el nombre de «sueño natural». Lo cual, pese al éxito innegable, no dejó de provocar la
ironía de sus colegas.
En cuanto a las enfermedades, puedo decir que mi abuela prácticamente las ignoró a todo lo largo de
su existencia. Eso no quiere decir que fuera más robusta que cualquier otra mujer, sino que simplemente se
negaba a «escucharse» o a conceder importancia a cualquier indisposición.
Sobre todo teniendo en cuenta que en aquella época era preciso que el caso fuera extremadamente
grave para decidirse a consultar al médico. Lo cual por otro lado resultaba lógico, ya que los facultativos,
que por aquel entonces conservaban aún un cierto buen sentido, no acudían más que muy raramente al
arsenal quimioterápico, y se contentaban con recetar remedios naturales que pudiera administrarse uno
mismo.
Y Dios sabe que mi abuela conocía un gran número de estos «remedios caseros», tan injustamente
desacreditados hoy en día. Tenía recetas para todo. Para los dolores de barriga, las migrañas, las verrugas,
las pupas e incluso las heridas graves. Gracias a su ciencia, las desolladuras de mis rodillas se curaban sin
dolor; las indisposiciones pasajeras _consecuencia muy a menudo de una gula desenfrenada— se
desvanecían en un abrir y cerrar de ojos; incluso los resfriados desaparecían mediante sabrosas
decocciones.
Su farmacia consistía en varios tarros de perfume sutil, y su Codex se hallaba resumido en un viejo
cuaderno donde se hallaban, mezcladas, las recetas de cocina y las tisanas. ¿De dónde le venían sus
conocimientos? Habría sido incapaz de responder a esta pregunta. Como máximo habría podido indicar que
tal o cual preparación había sido puesta a punto por un lejano antepasado, y que los secretos le habían sido
transmitidos por su propia madre. Las demás correspondían a lo que siempre se había practicado en la
región y que ella había ido anotando de sus conversaciones con sus vecinos.
He recuperado este maravilloso cuaderno. Forma la base de este libro. Es pues a partir de esta
documentación excepcional que he establecido mi plan y orientado mis investigaciones, con la preciosa
colaboración del escritor
Francois Lancel.

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J. M. P.

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Comer para vivir

El pequeño restaurante, al borde de la carretera nacional, tiene un aspecto atractivo. La fachada está
recorrida por la viña loca. Las contraventanas rojas y las ventanas blancas han sido repintadas
recientemente. Un gran aparcamiento espera a los vehículos de estos eternos nómadas que son los
camioneros. Todos se paran. Con plena confianza.
Sin embargo, estos forzudos hombres con camiseta color azul que se sientan tranquilamente ante su
plato se sentirían enormemente sorprendidos si se les dijera que la cocina que están devorando con el
apetito de todos aquellos que efectúan trabajos duros, es la peor enemiga de su salud. Aquí, se sienten
como en su casa. Comen como en su casa y, por definición, esto quiere decir que comen algo bueno, sano.
Pero las papas fritas que cogen con los dedos de la gran bandeja han sido cocidas en un aceite
recalentado veinte veces, y están tan mal escurridas que dejan sus labios untados. La ensalada que las
acompaña, además de provenir de un hortelano que practica el cultivo intensivo, ha sido condimentada con
un vinagre de alcohol coloreado; el huevo duro que han tomado en los entremeses (entradas) estaba
adornado con una mayonesa de tubo tan apagada e insípida que ha sido necesario salarla de nuevo y
espolvorearla abundantemente con pimienta para darle algo de sabor; el flan que se van a tomar dentro de
un momento, como postre, ha sido hecho en una fábrica y se conserva tan sólo gracias a los aditivos
químicos.
En cuanto al pan, que comen a enormes bocados, no vale mucho más que el resto. Es blanco, de
acuerdo, pero esto no es una cualidad. Sobre todo teniendo en cuenta que se debe al ácido ascórbico y no
ya a la levadura que realzaba el pan de antaño.
El vino con el que llenan sus vasos de pyrex no debe su grado alcohólico más que a sabias mezclas,
cuando no a una alquimia más o menos prohibida que, añadido tras añadido, lo ha convertido en un líquido
que no tiene más que un lejano parentesco con el producto de la vid.
Cuando se marchen, tras el tradicional café al ron, tendrán la impresión de haber comido bien, de haber
recuperado fuerzas. En realidad, habrán sobrecargado inútilmente su organismo de aceites y de grasas que
deberán eliminar; deteriorado un poco más el estado de sus mucosas gástricas, ya bastante corroídas por
todos los productos de síntesis que entran hoy en la composición de los alimentos; comprometido sus
reflejos tanto por la difícil digestión que se prepara, como por los pequeños excesos de alcohol que se han
permitido.
Al final del camino, cuando llegue la edad del retiro, encontrarán aguardando el colesterol, la úlcera, las
infiltraciones grasas del hígado. Como aguardarán también a los hombres de negocios que, entre comidas
gastronómicas y cenas de negocio, ven su silueta redondearse y subir su tensión arterial. O al empleado de
oficina con prisas que, al mediodía, no se concede más que un bocadillo en la barra del bar de la esquina
para tener así tiempo de hacer sus cosas.
Lo más grave es que ni el dueño del restaurante ni el del bar son responsables de ello. La culpa
incumbe a nuestra forma de vivir, a nuestras prisas, a la superpoblación del planeta que obliga a los
cultivadores a utilizar todos los recursos de la química para aumentar artificialmente el rendimiento de su
suelo, a los pesticidas, a los insecticidas, a los herbicidas, selectivos o no.
Se han efectuado análisis en focas del polo norte y en pingüinos de la Antártida. Han revelado la
presencia, en cantidades relativamente importantes, de un producto inasimilable y tremendamente
peligroso, el D.D.T., cuando estas regiones nunca han sido objeto de un tratamiento a base de este
veneno.
Ésta constituye la prueba de que todo nuestro universo está contaminado, que el productor más íntegro,
que busca honestamente hacer crecer sus verduras «biológicas», avanza inexorablemente hacia un
fracaso. Naturalmente, siempre es preferible consumir alimentos en los cuales se ha evitado en el mayor
grado posible los contactos con estas sustancias nocivas. Pero es preciso saber que ya es imposible no
encontrar sus huellas, sean cuales sean las precauciones que hayan sido tomadas.
Más que nunca, «el hombre cava su tumba con sus dientes». Dientes por otro lado deteriorados, con
sus encías debilitadas de tanto masticar pollos de carne blanda y bistecs (bifes) pasados por el
reblandecedor.
La sabiduría, en esta situación, consistiría en intentar minimizar las posibles consecuencias de este
estado de hecho. Pero podemos constatar que no se hace nada. Peor incluso, parece que todos nos las
ingeniamos en agravar aún más sus efectos no tomando ninguna precaución de higiene alimentaria;
tragando no importa qué, no importa dónde, no importa cómo, sin preocuparnos de las desastrosas
consecuencias que esto puede tener en nuestro organismo. Los desarreglos que resultan de ello se han
vuelto tan comunes, tan corrientes, que se ha creado una nueva rama de la medicina. Recibe el nombre de
dietética, y se propone simplemente volver a enseñarnos a comer, no solamente para ayudarnos a
mantener «la línea», sino sobre todo para proporcionarnos los medios necesarios para luchar
victoriosamente contra las úlceras, cánceres y otras enfermedades llamadas «de la civilización».
Numerosos investigadores, pues, se han abocado a examinar lo que consumimos. Han dosificado las
vitaminas y las sales minerales, analizado los menores componentes y estudiado todas las reacciones
químicas que pueden producirse, tanto al nivel de la cocción como al de la digestión; a resultas de lo cual,
han establecido tablas, verdaderos vademécum de la higiene alimentaria, donde se hallan relacionadas las
calorías y las raciones alimenticias correspondientes en función de la altura, del peso y de la actividad de los
individuos. A partir de estos documentos, cada cual puede, en principio, determinar el régimen que mejor le
conviene, el que le mantendrá en forma sin hacerle aumentar de peso. Se llegan a establecer así «menús
dietéticos», cuya primera singularidad es parecerse sorprendentemente a las comidas que confeccionaban
nuestros abuelos: equilibradas, digestivas, y sin embargo muy nutritivas.
A condición naturalmente de no seguir los preceptos de algunos iluminados. Ya que la dietética, como
cualquier otra empresa humana, puede ser a la vez la mejor y la peor de las cosas.
No nos dejemos deslumbrar por los pretendidos beneficios de la cura vegetariana integral. Evitemos
caer en el error inverso que consiste en no practicar más que un régimen estrictamente cárnico. Tanto las
verduras como la carne contienen elementos que son indispensables para nuestro equilibrio, ya se trate de
vitaminas o de sales minerales, de lípidos o de prótidos.
Como siempre, la verdad se halla a medio camino entre dos tesis antagónicas. Una sucinta revisión de
los diversos argumentos lo demuestra.
Así, los vegetarianos integrales reprochan en primer lugar que la carne es extraída de «cadáveres». A lo
cual los partidarios del régimen cárnico responden que una verdura cortada también está muerta. Pero los
primeros se apresuran a añadir que un consumo intensivo de bistecs (bifes) y costillas de cordero
engendra una excitación peligrosa, que es seguida de un estado depresivo que no puede ser combatido
más que engullendo de nuevo un soberbio asado. Así, según ellos, el consumo de la carne arrastra al
hombre a una espiral infernal que lo lleva a un punto de no retorno. Esto es un error, replican los defensores
del régimen cárnico: la carne aporta al organismo una acidez necesaria que no se encuentra en absoluto en
los productos del campo. Pasarse sin ella es pues romper un complejo equilibrio y poner en peligro todo el
delicado mecanismo de la digestión.
¿Pero por qué matar para alimentarse, prosiguen los primeros, cuando algunos vegetales poseen
cualidades nutritivas, calóricas en particular, netamente superiores a las de la carne? Las calorías no lo son
todo, ponderan sus adversarios; las vitaminas también cuentan. Y no están en las verduras. La B 12, por
ejemplo, sólo se encuentra en el hígado, los riñones y algunos despojos (achuras).
Cierto, admiten los consumidores de soja —que se las arreglan sin la B 12—; pero la carne, no dejando
al organismo más que unos pocos residuos que eliminar, arrastra consigo una pereza intestinal altamente
perjudicial. Menos perjudicial, en cualquier caso, que las hinchazones de vientre provocadas por una
acumulación de celulosa y por las fermentaciones que arrastra la alcalosis provocada por la falta de acidez,
responden sus detractores.
Tras lo cual, agotados todos los argumentos, cada cual se vuelve a su régimen, persuadido de tener
razón pero sin haber conseguido convencer a nadie. Lo cual es perfectamente lógico en la medida en que,
tanto por una parte como por la otra, se prescinde voluntariamente del hecho de que el hombre es
omnívoro: dicho de otro modo, que come de todo y que necesita todo lo que come. Estudios llevados a
cabo sobre su dentadura y sobre la organización de su sistema digestivo lo han probado ampliamente.
Ni enteramente vegetariano, ni exclusivamente cárnico, el régimen ideal debe ser equilibrado si se
quiere que contribuya a mantener el cuerpo en buena salud. De todos modos, hay que observar que no es
necesario consumir carne todos los días y en todas las comidas, como tenemos tendencia a hacer.
Nuestros antepasados —¡siempre ellos!—, cuyas condiciones de vida eran infinitamente más penosas
que las nuestras, no la incluían en su menú más que dos o tres veces por semana, y más espaciadamente
si remontamos el curso de la historia. ¿No fue necesario aguardar al «buen rey Enrique» para que el caldo
de gallina se convirtiera en el plato dominical por excelencia? Esto quiere decir, y de forma muy evidente,
que incluso para los campesinos era imposible sacrificar más a menudo a una de sus gallináceas, lo cual no
impedía en absoluto a esos vegetarianos por obligación vivir hasta edades avanzadas y ser tan fuertes
como los ricos y afortunados por cuyas mesas desfilaban piernas de ternera y de cordero, pollos y demás
aves suntuosamente preparadas.
Se puede objetar por otra parte que las aves en cuestión, criadas naturalmente, no debían tener ningún
punto en común con nuestros tristes pollos de hoy en día, repletos de hormonas y protegidos de las
agresiones microbianas a golpes de antibióticos. Su valor nutritivo, evidentemente, se resiente de ello. Al
igual que su sabor. Pero la reciente reglamentación que regula el empleo de hormonas, tanto para el pollo
como para la ternera, debería bastar para proteger la salud del consumidor. En cuanto al empleo de los
antibióticos, no tienen por qué hacer correr un peligro en particular, al menos si creemos al profesor
Trémoliere.
En efecto, este eminente sabio había hecho notar que «las dosis empleadas para curar a un pollo
enfermo son del orden de los 50 a 60 miligramos por sujeto en una intervención; las administradas al
hombre para curar una infección microbiana son del orden de los 500 a 1.000 miligramos diarios...» Lo cual
significa, si nos tomamos la molestia de hacer unos cuantos cálculos, que deberíamos consumir una
tonelada de carne de pollo para asimilar la dosis reservada a un paciente en tratamiento. Y ello además a
condición de que nos comiéramos esos pollos crudos, ya que, y esto es algo que se olvida demasiado a
menudo, la cocción destruye los antibióticos.
Pese a todo, la cocción no puede eliminar todos los elementos nocivos que se hallan acumulados en la
carne, principalmente aquellos que han sido ingeridos por el animal al mismo tiempo que su alimento. Esto
es cierto para todos los insecticidas o herbicidas empleados en el campo a fin de proteger los cultivos y
cuyos rastros quedan en los granos e incluso en el forraje que se utiliza para alimentar al ganado.
La carne, ya sea de pollo, de ternera, de buey o de no importa cuál otro animal, se halla pues «cargada»
de materias peligrosas, como las focas y los pingüinos de los que hablábamos un poco más arriba y que
habían sido contaminados por el D.D.T.
Hay ahí un peligro cierto, que sin embargo no conviene exagerar. Por supuesto, han sido detectados
casos de intoxicaciones alimenticias graves, principalmente tras el consumo de pescados o mariscos cuya
carne contenía cantidades elevadas de mercurio o de cobalto. Los metales pesados como éstos no pueden
ser eliminados por un organismo vivo. Por el contrario, se van acumulando en los tejidos, donde
permanecen, y cuando se consume un pescado o un molusco contaminado, lo que se ingiere es la suma
total de las cantidades infinitesimales recogidas a lo largo de los días. Es esta suma global la que,
naturalmente, es peligrosa para el hombre.
Este mecanismo acumulativo es hoy en día bien conocido y, como consecuencia de algunos dramas
recientes —en particular en el Japón—, todos los países industrializados han dictado reglamentaciones,
tanto en lo que se refiere a la localización de los lugares de pesca como al vertido en el mar de residuos
industriales, para que tales accidentes, muy raros después de todo, no puedan en principio volver a
producirse.
Más insidiosa en cambio es la contaminación microbiana consecutiva a una mala conservación de los
alimentos. El pescado, como se sabe, está particularmente expuesto a ella, pero la carne no está exenta.
Así, es preferible desconfiar en principio de la carne picada y las hamburguesas, en las cuales los gérmenes
han tenido tiempo de desarrollarse, así como los bistecs (bifes) pasados por el ablandador. Este aparato,
que desgarra las fibras para quitarles su dureza, introduce evidentemente a través de sus dientes gérmenes
peligrosos hasta el corazón mismo de la carne. Si ésta no es consumida inmediatamente, estos microbios
pueden desarrollarse y provocar un principio de putrefacción. En consecuencia es esencial exigir del
carnicero que pique o ablande la carne ante los ojos de su cliente, en el mismo momento de la venta.
En cuanto al pescado, el problema es distinto y está en relación con los tiempos de almacenaje. En
efecto, ya no estamos en una época en la cual «la marea» necesitaba varios días para alcanzar las grandes
ciudades. Hoy en día, los camiones refrigerados hacen de noche el trayecto entre los lugares de pesca y
los grandes centros urbanos. Se puede pues decir que todos los pescados presentados en los puestos de
venta son en principio pescados frescos. Pero tan sólo en principio, ya que hay que tener en cuenta el
volumen de las ventas, que no siempre permite al comerciante agotar inmediatamente su stock. Así, los
pescados pueden efectuar durante varios días consecutivos el trayecto entre el expositor y la heladera, lo
cual perjudica considerablemente su frescor. En estas condiciones, parece preferible orientarse hacia los
pescados congelados directamente en los lugares de pesca. Éstos, al menos, presentan toda clase de
garantías de salubridad.
La desconfianza que manifiestan aún demasiadas amas de casa hacia los alimentos congelados no
tiene absolutamente ninguna razón de ser en lo que se refiere al pescado. Apenas un poco más caro que la
carne, y tan rico como ella en proteínas, presenta la ventaja de contener menos lípidos y, en consecuencia,
ser más digestivo, con la ventaja de que la congelación no le priva, evidentemente, de ninguna de sus
cualidades.
La misma desconfianza conduce a mirar mal a las carnes en conserva, de las que se imagina han
perdido todas sus propiedades esenciales. Nada es más falso, y la mayor parte de ellas presentan incluso
garantías bacteriológicas superiores a las que pueden hallarse en las vitrinas de las carnicerías.
Otra forma de conserva: la charcutería (fiambrería), cuya utilización «intensiva» debería en cambio estar
prohibida. En primer lugar porque su contenido en colesterol es importante, pero sobre todo debido a su
fabricación industrializada, que hace que se encuentren en ella una importante cantidad de conservantes y
de colorantes químicos.
El mismo problema de frescor se plantea en lo que se refiere a huevos y derivados lácteos, todos los
cuales son muy ricos en proteínas.
Ricas en proteínas son también las leguminosas, como las lentejas, al igual que los cereales. Hasta tal
punto que habría que recomendar a los sedentarios que evitaran las primeras, dejándoselas a los
deportistas y a los trabajadores manuales que ejercen oficios duros. Los cereales, por su parte, raramente
son consumidos en su estado natural, sino más bien bajo la forma de productos elaborados tales como las
pastas alimenticias o el pan. Este pan que, durante siglos, fue considerado como el alimento por
excelencia.
Con el aceite y el vino, encontramos el fundamento mismo de la civilización mediterránea. En Roma, la
plebe se sublevó para que se le distribuyera pan y se organizaran juegos. Las mayores conquistas del
Imperio fueron emprendidas para abastecer de cereales la insaciable metrópoli. Más tarde, en la Edad
Media, una mala cosecha de trigo era anuncio seguro de hambre y de trastornos. La misma Revolución
Francesa fue en parte provocada por el hecho de que en París faltaba el pan, y es célebre la famosa réplica
de María Antonieta, ¡que para calmar a los insurrectos proponía una distribución de brioches (panes de
Viena)!
En 1870, durante el sitio de París, mientras la población se veía reducida a comerse los caballos,
cuando no las ratas, se fabricaba un pan en el cual se mezclaban elementos tan heteróclitos como la bala
de avena, el aserrín e incluso, algunas veces, un poco de harina...
De esta mística del pan nos han quedado gran número de expresiones proverbiales del tipo «ganar el
pan con el sudor de su frente», «ser bueno como el pan blanco», «quitarle a uno el pan de la boca», etc. Así
como una obsesión que hace que las mujeres hermosas, preocupadas por su línea, huyan incluso del más
pequeño trozo.
Pero, si bien ha adquirido blancura a lo largo de los siglos, el pan ha perdido al mismo tiempo la mayor
parte de sus cualidades nutritivas. La barra «fantasía» que consumimos hoy en día apenas tiene nada en
común con el pan que se fabricaba, no hace aún mucho tiempo, en los hornos campesinos. La
industrialización de la panadería, por supuesto, ha permitido incrementar la producción, evitando así el
racionamiento o el alza de los precios, pero no ha podido hacerlo más que en detrimento del propio pro -
ducto.
Existen pues, notables diferencias entre el pan ligeramente moreno de antaño, cuya dorada corteza
estaba salpicada de manchas de salvado, y nuestras pálidas imitaciones de hoy en día. Al nivel del material
básico en primer lugar, de la harina, por supuesto.
Actualmente, el trigo es molido en molinos que separan los distintos elementos constitutivos del grano.
Así, el salvado y el germen son retirados, cuando en realidad constituyen los elementos vitales del trigo.
Una harina muy blanca, una harina flor, como se la llama, ha sido cernida en un 75%, es decir que un 25%
de sus elementos básicos han sido retirados, mientras que si el cernido no se hubiera efectuado más que a
un 90% —es decir si se hubiese eliminado tan sólo un 10% de estos elementos— se habría conservado una
parte del salvado y del germen.
Así pues, la harina blanca no encierra más que almidón, gluten y una pequeña proporción de sales
minerales.
«Uno puede preguntarse —escribe Marcel Rouet (La Santé dans votre assiette)— por qué no se utiliza
la harina completa a un 100 %. Esto proviene del gusto de los consumidores, que exigen un pan blanco, y
de los inconvenientes que presenta el pan completo que, demasiado cargado de celulosa, se vuelve
impenetrable a los jugos gástricos, hace pesada la digestión, irrita el intestino y, según los últimos trabajos
científicos, se opone parcialmente a la asimilación de las proteínas.»
Aceptemos pues el pan blanco, ya que es imposible hacer otra cosa. Pero lo que resulta lamentable es
que, como para todos los productos industrializados o semi industrializados, sea necesario añadirle diversos
productos químicos para que pueda fermentar y conservarse.
En el procedimiento tradicional, el germen de la levadura —que, como su nombre indica, contiene todos
los principios nutritivos de la levadura, es decir, aumento de tamaño— tenía por finalidad desarrollar los
fermentos que, destruyendo la glucosa, desprendían anhídrido carbónico. Con la cocción, estas pequeñas
burbujas de gas se dilataban, dando así a la miga su aspecto aéreo, al mismo tiempo que hacían estallar los
granos de almidón. Se obtenía así un alimento ligero y digestivo, al tiempo que muy nutritivo.
El pan de hoy en día, atiborrado de ácido ascórbico, que se seca apenas es cortado, pierde toda
nobleza, de tal modo que parece normal que en los países industrializados —y por lo tanto ricos— se tenga
tendencia a dejarlo de lado en provecho de alimentos más sabrosos.
Las pastas alimenticias, que continúan siendo uno de los constituyentes básicos de los menús italianos,
tienen un valor nutritivo superior en aproximadamente un tercio al de este pan blanco desnaturalizado. Esto
se refiere esencialmente a la calidad de las harinas que son empleadas para su fabricación, ya que, incluso
cuando el envoltorio precisa que son «al huevo», estos últimos no entran más que en un muy pequeño
porcentaje en su preparación.
Finalmente, las papas, estos preciosos tubérculos gracias a los cuales el mundo occidental ha podido
escapar a las grandes hambrunas de los tiempos antiguos, contienen también una fuerte proporción de
almidón, pero tienen la ventaja de ser relativamente ricas en vitamina C. Según el doctor Guierre, la papa
contiene «quince veces más vitamina C en 100 gramos que la carne, la mitad de la de un zumo (jugo) de
limón y tanta como la de un jugo de tomate». He aquí pues un producto precioso, aunque, para que
conserve todas sus propiedades, debe ser cocido correctamente.
Sumergida en el aceite de freír o en el agua hirviendo, la papa pierde prácticamente todas sus vitaminas.
La mejor manera —y también la más sabrosa, además de no estropearla— de prepararla es asarla sobre
las cenizas o en el horno rodeándola con papel de aluminio. Si, de todos modos, uno no sabe pasarse sin
las papas fritas, hay que cuidar bien de escurrirlas antes de servirlas, incluso si es necesario secar el
excedente de aceite con un papel de seda y, siempre, utilizar un aceite puro que no se recaliente más de
cinco veces.
La cocción, en efecto, debe venir en ayuda de la digestión y no contrariarla. Lo cual hace escribir a
Marcel Rouet (op. cit.): «... Es perjudicial calentar a más de 90° los alimentos que contengan vitaminas y
sales minerales, a fortiori las diastasas, que no resisten temperaturas inferiores. Estos alimentos no se
hallan tan sólo representados por las verduras y las frutas; los cereales, la carne, la leche, etc., poseen
también preciosas sustancias cuya destrucción hay que evitar. Por supuesto, la cocción en las ollas a
presión, que se produce a una velocidad récord, disloca los principios nutritivos, destruye irremediablemente
las vitaminas; el ama de casa que las utiliza prepara para su familia y para sí misma, sin darse cuenta, el
camino de la enfermedad consumiendo alimentos sin vida».
He aquí pues reglado el problema de las ollas-minuto que, para ser prácticos, no son más que una
especie de hornos crematorios en cuyo seno perecen la mayor parte de los principios nutritivos de los
alimentos.
Queda el hervido. Un cierto número de vitaminas son hidrosolubles, es decir que se disuelven en el
agua. Este es el caso de la vitamina C, de las vitaminas B 1, B 2, B 3, B 4, B 5, B 6, B 9, B 12, H 1 e I.
Conviene pues evitar meter en ella las papas, la col (repollo), el perejil, la soja, las acelgas, las berenjenas,
los berros, el cardillo, la acedera, el apio, la lechuga y las lentejas, que las contienen.
De hecho, la mejor manera de cocer las verduras parece ser «estofadas», es decir en una olla cerrada,
sobre un fuego muy suave. Así los alimentos no se oxidan al contacto con el aire; no teniendo ningún
contacto con un agua hirviendo, no pierden sus jugos; puestos al fuego sin cuerpos grasos, no producen
sustancias tóxicas; finalmente, siendo el calor siempre inferior a 90°, las preciosas vitaminas no resultan
destruidas.
Para la carne, los dos mejores métodos de cocción son el asado y la parrilla. En efecto, las grasas
animales cocidas son extremadamente indigestas y pueden incluso convertirse en tóxicas. Varios médicos
sostienen además que el abuso de las frituras confeccionadas con estas grasas, que irritan las vías
digestivas, podrían ser el origen de algunos cánceres. La cocción al asador o sobre la parrilla, al permitir
que las grasas se viertan de la manera más natural posible, evita pues este riesgo.
Y volvemos así a los buenos viejos métodos de nuestras abuelas, que dejaban cocer a fuego lento sus
platos durante horas y más horas en un rincón de su cocina y empalaban sus piernas de cordero y sus
pollos entre los morillos de sus chimeneas.
Lo que en cambio no conocían es una leguminosa milagro, nacida en Extremo Oriente, pero cuyo
cultivo intensivo se efectúa hoy en día en los Estados Unidos: la soja.
Su introducción, bajo múltiples formas, en la alimentación humana podría constituir una especie de
revolución comparable a la que fue la vulgarización de la papa, y probablemente al precio de las mismas
dificultades. Por supuesto, no veremos a los productores de soja hacer proteger sus campos por el ejército,
como hizo Parmentier para picar la curiosidad de sus contemporáneos y hacerles comprender que el
tubérculo que estaba creciendo allí era de lo más precioso. Pero se puede apostar a que, siendo como son
nuestros hábitos alimentarios, costará hacerle admitir al consumidor que el «budín de soja», el «paté de
soja» o las «conchas de soja» tienen el mismo valor nutritivo y, lo que es más, el mismo sabor que el cerdo,
el conejo o el pescado.
Habrá que acudir a ella, sin embargo, debido a la multiplicación de los individuos a los que debe
alimentar el planeta. Hoy en día, teniendo en cuenta el hecho de que el aporte proteico en la alimentación
proviene casi exclusivamente de un origen animal, se ha calculado que el habitante de un país
industrializado consume aproximadamente 70 gramos diarios, mientras que el de un país llamado
subdesarrollado tiene que contentarse con 7 gramos. Gracias a la soja, de un precio claramente mucho
menos elevado que la carne, esta desproporción podrá ser absorbida, para el mayor bien de la humanidad.
De hecho, la soja no es la única leguminosa que contiene proteínas, pero sí es la que las contiene en
una mayor proporción fácilmente utilizable por el organismo. Se calcula que su grano contiene por término
medio un 18% de aceite y un 82% de proteínas y de ácidos aminados.
Debido a ello, se empezó a utilizar el orujo sobrante después de la producción de aceite de soja para la
alimentación animal. Luego se ha pensado que este «intermediario» no era obligatorio, que de hecho era
casi inútil, y que el hombre podía consumir directamente con mayor provecho las proteínas de la soja sin
hacerlas digerir y transformar previamente por los animales.
Los chinos, que conocen esta planta desde hace casi cuatro mil años, habían pensado ya en ello mucho
tiempo antes que nuestros químicos, puesto que desde tiempos inmemoriales saben fabricar una leche
gracias a la cual reemplazan a la leche materna cuando esta falla, quesos y galletas de soja.
Tres grandes laboratorios se han dedicado a la transformación de este verdadero concentrado de
proteínas que constituye el orujo de la soja. General Milis en los Estados Unidos, Courtaulds en Gran
Bretaña, y Rhóne-Poulenc en Francia, han puesto a punto dos procedimientos que permiten fabricar
prácticamente no importa qué a partir de este orujo.
El primer método, el más extendido, permite obtener un «extrudado» que se presenta ya sea bajo la
forma de una harina, ya sea bajo la de cubos esponjosos que se hinchan en el agua. Estos productos son
entregados tal cual a la industria alimentaria, que los transforma a su gusto y los aromatiza. Se ha
calculado que en los Estados Unidos los niños comen aproximadamente veinte mil toneladas de soja
extrudada. En Francia, una reciente ley precisa que no se puede añadir más de un 30 % de soja extrudada
a un producto y que, cuando se realiza esta aportación, el producto en cuestión debe llevar un nombre
nuevo, distinto del que llevaba en su origen.
Más interesante es el segundo método, que permite obtener un «hilado» de soja. Se construyen así
cubos que, mientras el extrudado conservaba algunos rastros de impurezas, contienen un 95% de
proteínas puras. Estos cubos, perfectamente neutros al gusto, son luego sazonados y preparados de tal
modo que constituyen un auténtico sucedáneo de producto animal, que posee su mismo sabor, su mismo
color y su mismo valor nutritivo.
En una entrevista concedida al semanario Le Point, Bernard Favre, un técnico de Rhóne-Poulenc, explica
cómo se produce esto: «En toda esta cadena de transformación, no entra ningún producto de síntesis,
ninguna de estas "químicas" corrientes en la charcutería (fiambrería) tradicional. Para colorear los cubos, se
emplean productos naturales como la remolacha. Para darles aroma, se utilizan concentrados de i residuos
consumibles de pescados o de carnes».
Y añade: «La soja ofrece muchas ventajas: se conserva, se congela, se cuece sin problemas, puesto
que no contiene ningún producto extraño. Pero el hilado debe someterse a todos los ensayos, todas las
experiencias. Lo que se halla en juego es otro tipo de alimentación calculado para todos los regímenes,
mejor equilibrada en ácidos aminados, en materias grasas, en azúcares».
Henos aquí pues, gracias a la soja, en vísperas de una auténtica revolución alimentaria que debería
permitir no tan sólo aportar una alimentación lo suficientemente rica a todos los habitantes del planeta, sino
también condicionar ésta de tal modo que sea rigurosamente equilibrada para amoldarse lo más
exactamente posible a nuestras necesidades. Y todo esto sin que la gastronomía deba sufrir por ello, lo cual
no es lo menos importante.
Mientras aguardamos, debemos de todos modos contentarnos con lo que poseemos y establecer
nosotros mismos nuestro régimen, puesto que los sabios no lo condicionan aún en sus cubos de soja hilada.
Puesto que, digámoslo inmediatamente, no existe ningún régimen-milagro, que pueda convenir a todo el
mundo, sin discriminaciones de medio, de ocupación o de constitución. La forma de alimentarse es tanto
función de los esfuerzos físicos que se deben soportar, como de la morfología y del país donde se vive,
según sea más o menos cálido. Aquí también, el mejor medio de sentirse en forma, si no se tiene la
paciencia de examinar minuciosamente las tablas dietéticas ni el valor de atenerse a sus prescripciones, es
siempre apelar a la experiencia de los hombres del pasado.
Nuestros antepasados, como hemos dicho, se levantaban temprano; luego, tras una rápida colación
destinada a llenar un poco el estómago durante la hora que ocupaban en dedicarse a los primeros trabajos
de la granja, se sentaban a la mesa ante un sólido desayuno. En la actualidad tenemos una tendencia
excesiva a no dar importancia a esta primera comida del día. La publicidad nos ha enseñado —¡y por una
vez no se equivoca!— que el famoso «desfallecimiento de las once» es debido a la pobreza de nuestro
desayuno.
Lo cierto es que una taza de té o de café es insuficiente por la mañana, y que es necesario darle a
nuestro organismo un combustible suplementario para que pueda aguantar hasta la comida del mediodía.
No hay pues que vacilar en acompañar nuestra bebida matinal con un panecillo de pan completo, untado
con mantequilla o mermelada según los gustos, así como algunos frutos, frescos o secos. Si añadimos un
vaso grande de jugo de frutas —de naranja o de pomelo—, podemos estar seguros de que nos hallamos
preparados para afrontar la mañana sin problemas.
Llega la hora de la comida, y empiezan las disputas. En efecto, no todos los médicos dietéticos están de
acuerdo sobre el lugar que debe ocupar la comida principal en el transcurso de la jornada. Para algunos, es
conveniente tomarla al mediodía, con riesgo de tener pesadez de estómago después; para otros, es
preferible hacerlo por la noche, incluso si esto puede perturbar ligeramente las primeras horas de sueño. Ahí
también, la sabiduría no nos llega de los resultados de las investigaciones científicas, por extensas que
sean, sino de la experiencia.
Para aquellos que nos han precedido, lo que nosotros llamamos almuerzo, y que ellos simplemente
denominaban comida, era un ágape copioso a pesar de la colación ya tomada, sobre todo en período de
esfuerzos intensos. Lo que no impedía de ningún modo que la cena fuera también relativamente
considerable.
Ni demasiado al mediodía, pues, ni demasiado poco por la noche, parece ser la regla que hay que
seguir para asegurarse la plena posesión de sus medios y un sueño apacible.
Una vez dicho esto, ¿cómo elaborar menús capaces de respetar este equilibrio? La presencia de carne,
como hemos visto, no es indispensable en todas las comidas. Sin embargo, nuestros hábitos de habitantes
de un país rico hacen que la consumamos al menos una vez por día. En estas condiciones, parece que el
momento preferible de servirla es al mediodía, y con la mayor frecuencia posible en forma de parrilladas o
de trozos asados. Lo cual permite además reservar para la noche platos más ligeros y más digestivos.
Si uno puede pasarse muy bien varios días sin carne, no ocurre lo mismo con las verduras crudas, que
deben estar presentes en todas las comidas. Al respecto es conveniente tomar partido en una controversia
que opone a los defensores de la ensalada al inicio de la comida, como se practica en algunas provincias
francesas como el Delfinado, o al final, como lo exige la tradición de la región parisiense. Son los habitantes
de la capital los que tienen razón. Hemos visto más arriba que la celulosa contenida en las verduras frescas
era difícilmente digerible, y que constituía un lastre intestinal —indispensable, por supuesto—que atraviesa
sin esfuerzo alguno las vías digestivas. Si comenzamos pues con algunas hojas verdes, que el estómago
tendrá problemas en asimilar y evacuar, bloqueamos la digestión del resto de la comida, que deberá
esperar, antes de proseguir su camino, a que esta molesta ensalada haya despejado el camino. De hecho,
todo ocurre como un domingo por la tarde en la autopista, donde algunos «tardones» provocan
embotellamientos de varios kilómetros. Se concibe, en estas condiciones, que sea mucho mejor consumir la
ensalada al final de la comida, a fin de que tenga tranquilamente tiempo de efectuar su trayecto, sin por ello
bloquear el de los demás alimentos.
Este razonamiento es válido para todos los alimentos crudos que, siendo indispensables en razón de su
contenido en vitaminas frescas, contienen igualmente una fuerte proporción de celulosa. Desgraciadamente,
y siempre en relación con nuestros hábitos alimenticios, es muy difícil servir unos pepinos o unos rábanos al
final de una comida, y entonces se hace necesario poner a la mala suerte... buen estómago.
No hay que olvidar tampoco que las plantas aromáticas son un precioso catalizador de la digestión, al
mismo tiempo que favorecen el trabajo de algunas glándulas, principalmente aquellas que condicionan la
actividad sexual.
Sin sobrecargar los platos de pimienta, tomillo, y otras hierbas, conviene no olvidarlas tampoco.
Una vez planteado todo esto, he aquí ahora, sin entrar en el detalle de las distintas preparaciones
culinarias, algunos ejemplos de menús típicos que pueden valer para toda la familia.

DOMINGO
Comida
— Ensalada
— Pierna de cordero al spiedo (al ast)
— Judías verdes (CHAUCHAS) cocidas al vapor
— Fruta
Cena
— Medio pomelo
— Gratinada delfinesa de leche y huevos
— Queso
— Huevos con leche
LUNES
Comida
• Fiambres (servir muy de tarde en tarde)
• Bistec (bife) a la brasa con hierbas
• papas cocidas en las cenizas Ensalada
Cena
Potaje de verduras (sopa de verduras) Tortilla con tomate Queso Fruta

MARTES
Comida
—Paté
— Pollo asado
— Ensalada de berros
— Queso

Cena
— Sopa de cebolla
— Endivias estofadas
— Queso
— Fruta

MIÉRCOLES
Comida
— Entremeses (entradas) de pescados
(con aceite, en escabeche, ahumados)
— Salteado de ternera
— Jardinera de verduras
— Ensalada
— Queso
Cena
— Sopa de soja
— Huevos al plato (con o sin tocino)
— Ensalada
— Queso
JUEVES
Comida
— Ensalada mixta
— Rustido de cerdo (cerdo al horno)
— Judías blancas (POROTOS) estofadas
— Crema helada
Cena
— Huevos al plato
— Berenjenas salteadas
— Ensalada
— Queso

VIERNES
Comida
— Mariscos
— Filetes de pescado con acedera
— Ensalada
— Fruta
Cena
— Sopa de pescados, con pan frito al ajo y roya
— Tomates a la provenzal
— Queso
— Huevos a punto de nieve
SÁBADO
Comida
— Huevos duros con mayonesa
— Rosbif con papas fritas
— Ensalada
— Sorbete (helado de agua)
Cena
— Arroz a la española
— Ensalada
— Mousse de chocolate a la corteza de naranja
Estos menús, naturalmente, no tienen más que un valor indicativo. Corresponde a cada ama de casa el
inspirarse, satisfaciendo el gusto particular de su «mesa» al tiempo que la sacia, para elaborar comidas que
respeten un cierto equilibrio y, sobre todo, aporten cada día a cada organismo todos los elementos —sales
minerales, lípidos, prótidos, vitaminas— que necesita.
Lo más importante es no servir comidas pantagruélicas, de las que se dejaría la mitad y cuyas excesivas
grasas serán mal asimiladas. Lo esencial es proporcionarle al cuerpo los «carburantes» que necesita para
que se desarrolle armoniosamente y permita al individuo hacer frente a todas sus tareas cotidianas.
«Hay que comer para vivir y no vivir para comer.» Quien escribió esto fue Moliere y, aunque en boca de
Harpagón esta sentencia tomó una entonación cómica, de tal modo revelaba la sórdida avaricia del
personaje, el precepto sigue siendo válido.
Los alimentos son indispensables para la vida. Consumámoslos razonablemente y viviremos bien, en
todos los sentidos de la expresión.

UNA FARMACIA EN LA COCINA


Acodado a la barandilla, el hombre contempla tristemente las pequeñas olas que chapotean al pie del
estrave. De tanto en tanto, levanta los ojos hacia las velas que cuelgan fláccidas al extremo de sus vergas.
Hace ya días y días que la nave se halla en plena calma chicha, prisionera de una mar de aceite. Y el
hombre sueña en su país, que tal vez no vuelva a ver. En Amsterdam la hermosa, en La Haya la industriosa
donde le aguardan su esposa y sus hijos. En esa Holanda donde el viento que viene del mar hace girar los
molinos y ondular los campos de tulipanes.
Es mejor esto, de todos modos, que pensar en su estómago que le tortura, en el hambre que va
corroyendo sus fuerzas, y sobre todo en el escorbuto que le acecha como a todos sus camaradas. Dos
marinos han sido alcanzados ya, y uno no puede hacer más que compade cerse por ellos, ya que todavía no
existe ningún remedio contra esta terrible enfermedad que ataca a los navegantes.
Dentro de poco, como la víspera, deberá contentarse con un trozo de galleta rancia, ya que el pañol está
vacío y el capitán ha racionado los víveres.
Entonces el hombre se revuelve. Aprovechándose de que nadie lo mira, se desliza en la bodega con la
esperanza de tener la suerte de capturar una rata. Sin hacer ruido, se desliza por entre los fardos de
tubérculos que la nave trae del Nuevo Mundo para mayor alegría de los horticulto res de la Frisia o del
Brabante. Son la debilidad de los roedores. Lo sabe, y se pone al acecho. Y, mientras aguarda, una idea se
abre camino en su mente. Puesto que a las ratas les gusta esta cosa extraña, que no se utiliza todavía más
que para producir unas flores muy decorativas, esto quiere decir que es comestible. Así pues, ¿por qué no
roer una para engañar un poco al hambre?
Entonces el hombre saca su gran cuchillo de marinero, revienta uno de los fardos, elige un tubérculo
bien firme y corta con un gesto rápido la nacarada carne. Cuando va a llevarse a los labios el pedazo tiene
un momento de duda. ¿Y si aquello va a envenenarle, puesto que todo el mundo sabe muy bien que la
propia planta es venenosa? Pero se tranquiliza. Si esta raíz no fuera comestible, las mismas ratas estarían
todas muertas.
Durante algunos minutos, mastica la jugosa carne, y finalmente se decide a engullirla. El primer trozo
cuesta que pase, pero el resto desciende mejor. Cuando vuelve al puente, se ha comido una papa entera.
Durante la noche siguiente no puede dormir. Crispado en su coy, aguarda los primeros síntomas del
envenenamiento. Cuando llega su turno de trabajo, todavía no se ha producido nada. Se tranquiliza.
Durante los siguientes días, realiza frecuentes visitas a la bodega, en compañía de sus mejores amigos, a
los cuales ha revelado su secreto. Cuando finalmente llega el viento, sólo los que han hecho como él se
hallan en condiciones de maniobrar la nave. Todo el resto de la tripulación está abatida por el escorbuto.
Al capitán, que quiere saber lo ocurrido, le explican su latrocinio. Toma buena nota y, de regreso a su
puerto de amarre, comunica el fruto de sus observaciones a las autoridades. Naturalmente, aún se ignora
que es la vitamina C contenida en la Solanum tuberosum —más vulgarmente conocida como papa— lo que
ha protegido a esos hombres, pero en esos tiempos se confía más en el valor de la experiencia, de modo
que se aprovisiona ampliamente con este tubérculo a todas las tripulaciones que efectúan trayectos largos.
¿Aventura romántica, relato puramente imaginario? Evidentemente. La historia no ha retenido el nombre
del primero que se dio cuenta de que la papa cruda era un potente antiescorbútico, ni las circunstancias de
su descubrimiento. Sin embargo, fue preciso que un día un hombre, un holandés, lo descubriera, dando así
a su país el medio de asegurarse la supremacía marítima de los viajes largos. Como fue necesario también,
casi un siglo más tarde, que un británico observara que la lima, una variedad de linón de las Indias, poseía
efectos aún más radicales, al tiempo que se conservaba de una forma mucho más cómoda.
Este descubrimiento fue considerado incluso tan importante que fue clasificado inmediatamente como
«secreto militar» por el Almirantazgo. Lo que le valió a la Navy destronar a la flota holandesa.
Los limones y las papas es algo que todas las amas de casa conservan hoy en día en su heladera o en
su despensa. Como almacenan también un cierto número de verduras de as que tan sólo conocen sus
cualidades alimenticias, sin sospechar en lo más mínimo que puedan poseer, además, virtudes curativas.
Así es, sin embargo, y vamos a examinarlas metódicamente, por orden alfabético, antes de pasar a las
propiedades de las plantas aromáticas, para terminar con las de las frutas.

VERDURAS

ACEDERA: Atención, esta verdura es peligrosa. En efecto, el ácido oxálico que contiene puede conducir, si
se abusa de él, a la formación de cálculos de oxalato de calcio, o dicho de otro modo a la formación de
arenilla. A evitar pues si uno padece de cólicos nefríticos e incluso de reumatismos.
Su consumo sin embargo, en infusión por ejemplo,
favorece la eliminación de residuos.
ALCAUCIL (ALCACHOFA): Este descendiente del cardo es reputado con toda justicia como un medio
eficaz para combatir las enfermedades del hígado. Lo que se sabe menos es que era utilizada en el siglo
XVII para «calentar y excitar a Venus y para engendrar el maslo», una vez cocida en vino.
Nuestros deplorables hábitos alimentarios hacen que hoy en día no se consuman más que las
cabezuelas y el fondo, mientras que sus principios más activos se hallan en el leñoso tallo y en las hojas,
que pueden ser utilizadas en decocción para combatir las insuficiencias hepáticas y renales, así como
algunos reumatismos. Además, el agua de cocción de los alcauciles, aunque menos activa, constituye un
excelente estimulante del hígado.
APIO: Su poderoso sabor no gusta a todos los paladares, y es una lástima, ya que, tomado como entrante,
constituye un excelente aperitivo. Además, por sus cualidades diuréticas, puede constituir la base de un
régimen adelgazante.
ARROZ: He aquí otro alimento completo cuyas propiedades bienhechoras para la sangre, propiedades que
nuestros modernos especialistas en dietética acaban de descubrir de huevo, eran ya conocidas en el siglo
XVIII. Actualmente, os médicos lo recomiendan en los casos de hipertensión y en algunas uremias, cuando
la sangre se carga de nitrógeno y de urea.
Desde siempre, el arroz —o mejor, el agua de arroz— la sido considerado como uno de los remedios
más eficaces contra la diarrea. Las personas de intestinos frágiles tienen mes la ventaja de prepararse, tres
o cuatro veces por semana, un plato de arroz, ya sea para acompañar a una carne, ya sea azucarado en
forma de postre.
Preparación del agua de arroz: hacer hervir durante aproximadamente una hora 30 gramos de arroz en
un litro de agua. Colar a través de un paño. Consumir natural o azucarada.
BERENJENA: Su mayor mérito es, sin ninguna duda, reforzar el lastre intestinal y, por lo tanto, favorecer la
eliminación natural de los residuos. Además, algunos autores le reconocen también propiedades
estimulantes del hígado y del páncreas.
BERRO: Hipócrates veía en él uno de los mejores estimulantes y expectorantes; Dioscórides le prestaba
virtudes afrodisíacas; Ambroise Paré lo recetaba para luchar contra a sarna de los niños; hoy en día, el
profesor León Binet, tras experimentarlo con ratas, ve en él un medio de retrasar la aparición de algunos
cánceres. Una vez más, pues, nos encontramos frente a lo que podríamos llamar una «verdu ra todo uso».
Con plenos méritos.
Contiene cantidades excepcionales de vitaminas A, B 1, B 2, C, E y PP, y es además más rica en hierro
que las espinacas y posee más cantidad de caroteno. En estas condiciones, se comprende que sea
preferible saborearlo crudo, en ensalada o como guarnición de carnes.
Añadamos a esto que su jugo, obtenido por presión, detiene la caída del cabello, y que se pretende
incluso que, mezclado con miel, constituye una pomada insuperable
contra las pecas.
Tiene, sin embargo, un defecto. Creciendo como lo hace en un medio acuático, es muy sensible a todo
tipo de contaminaciones y en particular a la duela, un temible parásito transmitido por los excrementos de
los animales. Es pues —una vez no hace costumbre— mucho más prudente preferir el berro cultivado que
el silvestre.
CALABAZA (ZAPALLO): Esta buena y gruesa dama, así como su primo el calabacín (zapallín), forma una
plácida familia que destila calma. Nada mejor, pues, para asegurarse una buena noche, que degustar un
plato de ellas para cenar, gratinadas por ejemplo. Sobre todo teniendo en cuenta que ambos tienen la
reputación de atenuar sensiblemente los ardores amorosos.
Nos equivocaríamos, sin embargo, con respecto a la calabaza, fiándonos demasiado ciegamente de
esta apariencia tranquila. También sabe mostrarse enérgica, sobre todo cuando se trata de expulsar a un
huésped tan indeseable como la tenia. Pero se trata entonces de una pasta preparada a partir de sus
semillas lo que conviene emplear, antes que tomar un purgante fuerte. En realidad, numerosas
especialidades farmacéuticas contra el parasitismo intestinal están preparadas a base de semillas de
calabaza.
CARDILLO: El nombre francés de esta planta, pissenlit, dice mucho más que el español acerca de la
principal de sus cualidades. Pero no es tan sólo un diurético potente: los científicos han observado que el
extracto de cardillo dobla, cuadruplica incluso, el volumen de la bilis excretada en media hora.
Además, el cardillo atempera el exceso de colesterol. No hay pues ninguna razón para privarse de esta
deliciosa ensalada, que puede acompañarse de huevos duros o de tocino, pero a condición de no
contentarse tan sólo con la porción blanca de la planta, la que crece bajo el suelo. La mayor parte de los
principios activos se hallan por el contrario en la hoja verde, un poco más dura quizás, un poco más amarga
también, pero mucho más eficaz.
CEBOLLA: Posee sus adoradores que se reúnen en el mayor secreto en algún bosque de los alrededores
de París, pero, y esto es mucho más serio, fue divinizada por los egipcios, que la hacían entrar en buen
número de sus preparaciones medicinales. Ya que, como la col (repollo) o el berro, constituye ella sola una
auténtica farmacia. Diurética, estimulante, antiescorbútica, afrodisíaca, tiene además la reputación de
secundar poderosamente las curas de adelgazamiento al tiempo que favorece la longevidad.
La mejor manera de comerla es, naturalmente, cruda. Algunas personas no consiguen sin embargo
soportar su poderoso aroma. Pueden sin embargo sacar provecho de todas sus cualidades regalándose con
una sopa muy reconstituyente.
CEREALES: Naturalmente, es bastante raro que uno tenga en su cocina un saco de trigo o de avena. Sin
embargo, quizá no resultara inútil proveerse de ellos, debido a los numerosos efectos bienhechores que
puede esperarse de su utilización. A condición, por supuesto, de que las plantas hayan sido cultivadas en
condiciones «biológicas», y que sus espigas no hayan sido manchadas por los insecticidas.
La avena, en primer lugar, cuya agua de maceración se revela como un poderoso diurético y depurativo.
El trigo a continuación, que, cuando está germinado, es un reconstituyente de primer orden, al mismo
tiempo que estimula las funciones sexuales.
Triturados juntos en un molinillo, el trigo y la avena permiten además preparar un caldo insuperable
contra la gastroenteritis de los niños de pecho y que ayuda poderosamente a los convalecientes a recuperar
sus fuerzas.
COL (REPOLLO): El doctor Blanc la llamaba el «médico de los pobres», y es exacto que la col, tanto la
normal como la lombarda, es una especie de panacea. Así, Alain Rollat escribe de ella que «fortifica, corta el
camino a los microbios, elimina los gusanos intestinales, purifica el conjunto del organismo, regulariza el
trabajo del estómago, del hígado, del intestino, equilibra el sistema nervioso, calma los dolores gástricos e
intestinales, favorece la regeneración celular,
etc.».
Añadamos que es insuperable contra los dolores, los reumatismos y la artrosis, al mismo tiempo que da
cuenta de las ronqueras más rebeldes.
¿Cómo aprovechar tales beneficios? Comiendo repollo, naturalmente, y a ser posible cruda. Cortada en
laminillas finas, se adapta muy bien a las sazones tipo vinagreta.
Cocida, esta preciosa verdura conserva aún una gran parte de sus cualidades, y se puede recuperar una
voz clara tomando algunas tazas grandes de su caldo. La «buena sopa de repollo» no es ninguna leyenda.
Si se trata de terminar con un reumatismo rebelde, se empleará una cataplasma de la cual Vincent
d'Auffray da la receta en su libro titulado Guide pratique des plantes medicinales (Productions de París):
«Retirar del repollo las grandes hojas exteriores, escaldarlas y aplanarlas con una botella o un rodillo de
pastelero. Colocar varias hojas una sobre otra para formar una cataplasma, tras haberlas empapado de
nuevo en agua muy caliente».
ESPÁRRAGO: Sus puntas son sabrosas, y su tallo leñoso constituye, en decocción, un excelente diurético.
Es conveniente sin embargo utilizarlo con moderación, sobre todo quien esté sujeto a cistitis o prostatitis. La
preparación, en efecto, resulta muy irritante para el epitelio, y abusar de ella podría provocar un accidente.
ESPINACA: Debemos las espinacas a los árabes, pero fue Popeye el Marino, el pequeño personaje
norteamericano de historietas, el que las hizo célebres. Imaginar que puedan proporcionar una fuerza
hercúlea, sobre todo cuando son consumidas en lata, es pura fantasía. Lo que sí es exacto, en cambio, es
que son ricas en hierro y en ácido fólico, lo cual hace de ellas un excelente reconstituyente.
GIRASOL: No se trata de una verdura propiamente dicha, sino de una flor que proporciona una semilla de
la que se extrae un aceite ligero, particularmente recomendado para todos aquellos que sufren del colesterol
o de arteriesclerosis.
HINOJO: Egipcios, griegos y romanos lo incorporaban ya a sus preparaciones culinarias, tanto por el sabor
que les proporciona como porque
Purga el estómago, aumenta la vista,
De la orina fácilmente provoca la salida.
Y del fondo de los intestinos hace salir los vientos,
como dirán más tarde los doctos médicos de la escuela de Salerno. Sus tallos a la brasa pueden servir para
confeccionar sabrosos gratinados, aunque pueden también presentarse simplemente como guarnición para
un pescado, como la famosa lubina al hinojo del Mediodía francés.
Sus semillas también son preciosas. Cocidas con leche, permiten confeccionar una tisana que resuelve
todos los empachos gástricos o intestinales. En decocción, eliminan las migrañas.
JUDÍA (POROTO): Verdes (chauchas), las judías secundan la acción del hígado y del páncreas; secas, no
sirven en principio más que para preparar excelentes fabadas. Sin embargo, en el campo, se cuidan mucho
de tirar las vainas tras haberlas desgranado. Secas y hervidas en agua, permiten obtener una bebida muy
diurética que soluciona todas las dolencias de los riñones.
LECHUGA: Levin Lemnius escribía de ella que «comerla mucho y a menudo apaga el ardor de la lujuria:
aquellos que son propensos a la vida fuera del matrimonio y que quieren guardar su castidad deben usarla a
fin de apagar el ardor del deseo carnal».
Eso, por supuesto, puede no convenir a todo el mundo.
Es bueno sin embargo saber también que esta ensalada ayuda a combatir el insomnio pero que, para
este uso, es infinitamente mucho más eficaz en decocción.
MAÍZ (CHOCLO): Demasiado a menudo se tiene tendencia a creer que no sirve más que para la
alimentación del ganado. En los Estados Unidos, por ejemplo, es considerado como un dulce, y se sirve
acaramelado, o frito para acompañar las famosas barbacoas (parrillas). Sin embargo, no es el grano
comestible del maíz lo que contiene los principios medicinales más eficaces, sino la barba que corona la
espiga. Conviene pues conservarla cuando se tiene la oportunidad de conseguir espigas enteras.
Desecada, esta barba sirve para hacer una decocción que es capaz de multiplicar por cuatro el volumen
de la orina excretada en veinticuatro horas.
NABO: Víctima de una mala reputación completamente injustificada, el nabo es un fortificante. En cuanto
al jugo, que por su color constituye el origen de su descrédito se obtiene ya sea vaciando el tubérculo y
echando en el hueco un poco de azúcar en polvo, ya sea aplastando el nabo crudo con azúcar. Este jugo,
además de constituir un jarabe de delicado sabor, calma las irritaciones pulmonares y las toses rebeldes.
ORTIGA: Podría parecer paradójico incluir la ortiga entre las verduras. Nada más lógico sin embargo, ya
que, si bien no se halla corrientemente a la venta en las verdulerías, las madres de familias campesinas la
utilizan aún para preparar sabrosas sopas, que presentan al mismo tiempo la ventaja de ser diuréticas y de
facilitar la digestión.
Además, no hay que temer el pincharse al cogerlas, teniendo en cuenta que su jugo es hemostático y
vasoconstrictor.
Finalmente, si creemos a Petronio, las sacerdotisas del culto priápico flagelaban con ellas «por encima
del ombligo, en los ríñones y en las nalgas a los viejos, en los cuales esta parte del cuerpo es más fría que
la nieve». Tratamiento utilizado también por otro lado por cierta dama citada por Marcel Rouet, que iba a
«recoger ortigas a fin de ofrecérselas a su amante, el cual, provisto de guantes, la flagelaba con ellas...»
Uno no sabe qué admirar más, si el valor de esta dama o la prudencia de su amigo, que to maba toda clase
de precauciones para no pincharse él las manos.
Sea como sea, el autor añade que este tratamiento es también muy eficaz contra la celulitis, lo que
podría empujar a algunas damas melindrosas a verificar sus virtudes.
PAPA (PATATA): Muy a menudo asociada al puerro en los potajes (sopas), hemos visto que contenía una
importante cantidad de vitamina C. Su fécula es además rica en potasio.
Cocidas en agua, las papas reemplazan con ventajas al pan en los regímenes adelgazantes. Es
conveniente, sin embargo, no conservar más de veinticuatro horas las papas hervidas, ya que entonces
resultan atacadas por un bacilo que es exactamente igual al que desencadena las putrefacciones animales.
PUERRO: Pierre Brasseur, tomando en ello ejemplo de Nerón, parece ser que realizaba con él curas
regulares a fin de aclarar su voz. Pero lo cierto es que no es tan sólo éste el beneficio que debía obtener, ya
que la sabiduría popular sostiene que «una cura de puerros vale lo que una cura en Vichy», debido a lo
poderosas que son las cualidades diuréticas de esta verdura.
De hecho, sus propiedades se acercan sensiblemente a las de la cebolla. Como ésta, es una «planta
para todo» que se puede consumir de muchas formas, con la diferencia de que tan sólo se come cocido,
pero sin olvidar beber el caldo.
RÁBANO Y RÁBANO BLANCO: El primero puede ser considerado como una verdura usual, y el segundo
como un condimento específico de las regiones del Este de Francia. Sus propiedades son sin embargo tan
parecidas que es difícil estudiarlos separadamente.
Ambos, pues, son poderosos expectorantes y tónicos respiratorios. Así, Jean Palaiseul (Nos grand-
méres sa-vaient, ediciones Robert Laffont) aconseja masticarlos varias veces al día para combatir la tos
ferina. Pero añade que, comidos poco a poco por la mañana, algunos rábanos rosas alivian también a
aquellos que se ven afectados de ictericia o urticaria.
REMOLACHA: Rica en azúcar, es particularmente recomendada para los adolescentes en pleno
crecimiento y para los deportistas. En cambio, y precisamente debido a esta riqueza, es desaconsejada
para los diabéticos.
SALSIFÍ: Potente diurético, el salsifí favorece la eliminación de los residuos y contribuye también a
combatir algunos trastornos sanguíneos, así como los reumatismos y la gota.
SOJA: No nos extenderemos sobre las cualidades de esta planta milagrosa, de la que hemos hablado ya
en el capítulo consagrado a la dietética. Recordemos simplemente que su riqueza en proteínas y en
vitaminas hace de ella un alimento muy completo y muy energético, particularmente recomendado para los
adolescentes, los deportistas, las mujeres encintas, así como a aquellos que efectúen trabajos pesados.
TOPINAMBUR: Trae muchos malos recuerdos a todos aquellos que, en Francia, han conocido la
Ocupación y las cartillas de racionamiento. Así, por una injusta inversión de las cosas, este tubérculo,
emparentado con el boniato, ha ido siendo abandonado cada vez más. Sin embargo, su valor nutritivo es
sensiblemente igual al de la papa y, como sea que favorece las secreciones lácteas, se muestra como un
alimento precioso para las madres que dan el pecho a sus hijos.
ZANAHORIA: El profesor Binet ha escrito de ella que «da sangre al organismo», y recientemente se ha
descubierto que participaba en el aumento de los glóbulos rojos, al tiempo que fortificaba el hígado. Pero la
acción benéfica de la zanahoria no se limita —si puede decirse— a esto. El viejo proverbio que sostenía que
proporcionaba «unos hermosos ojos y volvía rosados los muslos» es también perfectamente justificado. El
caroteno, ha sido constatado científicamente, es en efecto precioso para la vista. Finalmente, las virtudes
diuréticas de esta verdura, favoreciendo la eliminación, contribuyen a aclarar la tez.

Entre todas las verduras que acabamos de ver, hay un cierto número que poseen cualidades muy
parecidas. Lejos de nosotros el quejarnos por ello, al contrario, hay que considerar que se trata de un regalo
de la naturaleza, que nos permite así, al tiempo que variamos nuestros menús, continuar de algún modo
nuestro «tratamiento» para conseguir el resultado buscado.
Sobre todo teniendo en cuenta que los distintos condimentos y aromatizantes que se hallan a
disposición de los cocineros, además de permitir dar a los platos sabores especiales, vienen a reforzar, a
menudo de modo muy poderoso, la acción de las verduras.

CONDIMENTOS Y AROMATIZANTES

AJEDREA: Los alemanes la llaman Bohnenkraut, es decir la «hierba de las judías (porotos-chauchas)», lo
cual dice mucho sobre sus cualidades digestivas. Pero los antiguos le atribuían otras virtudes muy distintas,
y el hecho de que su nombre científico de Satureja halle su raíz en el latín satyrus indica bien cuáles eran.
Hoy, sin embargo, la mayor parte de los tratados de fitoterapia —excepto los de Maurice Mességué, el
cual le da el sobrenombre de «hierba de la felicidad»— desprecian esta cualidad, esencial sin embargo a
los ojos de algunos. Y es que la ajedrea, que estimula potentemente el estómago, apacigua los espasmos,
regulariza las contracciones intestinales, al tiempo que impide las fermentaciones favoreciendo la
evacuación de los gases, tiene un papel considerable en el buen desarrollo de la digestión.
El mejor modo de aprovechar sus efectos benéficos es consumirla cruda, acompañando a algunas
ensaladas (judías blancas - POROTOS- a la vinagreta, espolvoreadas con ajedrea y perejil, acompañadas
de algunas rodajas de cebolla, constituyen un auténtico regalo, digestivo y tonificante); o bebería en
infusión para decuplicar sus efectos.

AJO: Se dice que lo primero que hizo el abuelo de Enrique IV tras el nacimiento del futuro rey de Francia,
fue frotarle los labios con un diente de ajo antes de untárselos con algunas gotas de jurançon, un vino
blanco de Béarn fuerte y oloroso. El viejo cumplía así con una muy vieja costumbre destinada a proteger al
recién nacido contra los malos espíritus. Pero, al mismo tiempo, le hacía tomar su primer fortificante y su
primer vermífugo. Ya que éstas son dos de las más importantes propiedades de esta liliácea, que posee
también muchas otras.
Si hay que creer a Robert Landry, es a los chinos a quienes corresponde el mérito de su
descubrimiento, puesto que el ajo sería originario de Djungaria, en el Asia Central. Sea como sea, su uso
intensivo se ha extendido desde la más remota antigüedad por toda la cuenca mediterránea, que continúa,
observémoslo de paso, consumiéndolo abundantemente.
Los egipcios lo habían elevado al rango de una divinidad. Trenzaban con él collares, que suspendían
inmediatamente al cuello de sus hijos para protegerlos de las lombrices intestinales. Se dice que Keops
hizo distribuir abundantes raciones de él entre los esclavos que construían su pirámide, tanto para darles
fuerzas como para protegerlos de las epidemias.
Más curiosa era su utilización, revelada por el papiro de Kahun, para comprobar si una mujer era
definitivamente estéril o no. Tras haber pelado y limpiado cuidadosamente un diente de ajo de buen tamaño,
el médico lo introducía antes de la hora de acostarse por la parte más íntima de la anatomía de su paciente.
Le bastaba, a la mañana siguiente, verificar si los potentes efluvios del condimento habían aprovechado la
noche para alcanzar la boca de la consultante. Si éste era el caso, podía esperar aún a ser madre; si no,
debía renunciar para siempre a la descendencia, y corría así el riesgo de ser repudiada.
Pese a todas sus virtudes, el ajo tiene un defecto capital: impregna de tal modo las mucosas que es
difícil, tras haberlo consumido, librarse de su olor. Los antiguos se las arreglaban bastante bien masticando
una rama de perejil o comiéndose a mordiscos una manzana. Hoy en día, una pastilla de chicle permite
obtener el mismo resultado.
Es este aroma poderoso lo que le valió, entre los griegos, el sobrenombre de «rosa hedionda», lo que
no impidió en absoluto que los helenos, y en particular los atenienses, lo consumieran abundantemente,
sobre todo en el transcurso de los Juegos Olímpicos, a fin de darse fuerza y valor, de doparse en cierto
modo.
La misma actitud se halla entre los romanos, los cuales, además, mezclaban ajo picado en la comida
de sus gallos de pelea a fin de aumentar su agresividad.
Más cerca de nosotros, Carlomagno, en sus capitulares, recomienda su cultivo. Los monjes se
apresuraron a obedecer, y sus jardines estuvieron abundantemente provistos de él durante toda la Edad
Media, lo que redundaba en bien de su salud y de la de sus visitantes.
Sabiendo esto, y antes de ver los múltiples beneficios que pueden esperarse de él, veamos primero
sus contraindicaciones. Hay que evitar en efecto tomarlo si uno está afectado por una enfermedad de la
piel como el eccema, cuyas manifestaciones podría agravar. También hay que evitar dárselo a las mujeres
que alimentan a sus hijos, ya que altera su leche, con lo que podrían provocar cólicos a los bebés
lactantes.
Puestas aparte estas dos excepciones, el ajo conviene a todos y tiene efectos benéficos sobre casi
todo. Estimula el corazón, hace bajar la tensión arterial y activa la circulación de la sangre, facilita la
digestión, se opone a la proliferación de los microbios, hace caer la fiebre, ayuda a la eliminación de los
parásitos y facilita incluso la expectoración, lo cual le vale el ser considerado como un antídoto del tabaco.
La mejor forma de consumirlo —la más sabrosa además—, es por supuesto incorporándolo, preferente-
mente crudo, a las salsas. Se puede también espolvorear con él las carnes, las piernas de cordero o los
rosbifs. Para incorporarlo a los platos cocidos a fuego lento, Robert Landry aconseja «echar en la sartén los
dientes de ajo sin pelar, simplemente aplastados con un puñetazo sobre la mesa de la cocina».
Si se buscan unos efectos más rápidos y profundos, hay otras preparaciones más específicas que
resultan más recomendables. He aquí algunas de ellas, preconizadas por Jean Palaiseul (op. cit.):
«Para hacer bajar la tensión: un diente aplastado y puesto en maceración por la noche en un vaso de
agua, a beber por la mañana en ayunas».
«Para abortar un catarro nasal: respirar varias veces al día un diente de ajo aplastado o cortado a
trozos...»
«Para facilitar la digestión, suprimir las fermentaciones y los gases intestinales: una infusión ligera (5 a
10 gramos por litro de agua), añadiendo un poco de melisa o de angélica, una taza después de cada
comida.»
«Contra las lombrices intestinales y también la hidropesía: dos veces al día, una decocción de 25
gramos de ajo para un vaso de agua o de leche (dejar cocer a pequeños hervores durante 20 minutos.»
«Contra la tos ferina, la tos, el catarro bronquial y, en general, las afecciones pulmonares: echar 250
gramos de agua hirviendo sobre una cantidad variable de ajo picado (para los adultos, de 50 a 60 gramos;
para los niños hasta un año, 15 gramos; hasta cinco años, 25 gramos; hasta doce años, 40 gramos). Dejar
macerar durante doce horas; a tomar cada dos horas, con las dosis siguientes: una cucharada de café hasta
cinco años, una cucharada de postre hasta doce años, una cucharada sopera más allá de
los doce años...»
Y finalmente, esta última receta, también de Jean Palaiseul: «Contra la extinción de la voz: comer un
diente de ajo cuatro o cinco veces al día...»
ALBAHACA: Es el segundo componente de la sopa al pistou (Sopa típica provenzal, hecha a base de ajo y
de tomates asados), pero su papel culinario no se queda ahí. Se puede utilizar igualmente para aromatizar
los platos de ensalada. Además del delicado sabor que confiere a las distintas preparacio nes, permite
también digerirlas con toda quietud. Es quizá por esta razón que los hindúes, que habían divinizado esta
planta, le consagraban ofrendas de arroz, el alimento por excelencia.
ALCARAVEA: Robert Landry escribe que un «cordon-bleu, incluso principiante, deberá saber distinguir
siempre el comino de la alcaravea... El comino es un tono cálido de la cocinera... La alcaravea es más bien
un medio tono culinario». De hecho, este estimulante de las funciones digestivas se encuentra
principalmente en nuestras preparaciones europeas, tales como la choucroute o el Irish Stew, mientras que
el primero interviene en platos mucho más exóticos tales como el curry, el couscous, etc.

ANÍS: Los granos de esta planta de la familia de las umbelíferas son utilizados sobre todo en forma de
esencia para aromatizar los productos de pastelería. De todos modos, no puede olvidarse que jugaban un
papel preponderante en la preparación del ajenjo, el terrible «verde» que tanto daño hizo a finales del siglo
pasado, y por lo tanto no utilizarlo más que con precaución. Sin embargo, unas pocas gotas de esta esencia
tomadas sobre un terrón de azúcar terminan rápidamente con las náuseas y los vértigos.
APIO SILVESTRE: Las amas de casa del Mediodía francés utilizan esta planta de la familia de las
umbelíferas, prima del apio, para aromatizar su sopa al pistou. Las «comadres» italianas le dan el mismo
uso en su minestrone. Obtienen, gracias a él, unos caldos altamente diuréticos y, al parecer, afrodisíacos.
Pero esto permanece en el secreto de las propias familias, y es ahí donde hay que ir a buscar la clave de la
fuerte natalidad que caracteriza a esa zona.
CANELA: Los chinos utilizaban ya la corteza del canelero de Ceilán dos mil setecientos años antes del
nacimiento de Cristo, ya que se halla citada en el más antiguo tratado de botánica que existe en todo el
mundo, la recopilación de Shen-nung. Lo que no precisa la obra es si era utilizada entonces debido a sus
virtudes sudoríficas o antitúsicas. A menos que el refinamiento del Extremo Oriente la empleara ante todo
por sus virtudes afrodisíacas.
Sea como sea, todas estas propiedades hacen que, tomada con una bebida hirviendo (un caldo de
carne o un vino muy caliente), la canela permita luchar contra todos los ataques del invierno.

CLAVO: En el lenguaje popular, el botón de la flor del clavero es apodado el «clavo del amor», lo que no
deja ninguna duda acerca de la principal de sus virtudes. Sin olvidar, naturalmente, su delicado sabor, que
se comunica
tanto a las salsas como a las carnes.
Asociado con la canela y la nuez moscada, en la preparación del vino caliente, el clavo permite obtener
una bebida a la vez tónica y bienhechora.
ENEBRO: De él se extraen, o con él se aromatizan, algunos alcoholes, en particular en los países nórdicos.
Gracias a lo cual a los bebedores de ginebra, de aquavit o de schiedam se les supone que ignoran la gota y
los reumatismos. De todos modos, si se quieren evitar algunos otros pequeños fastidios, es preferible limitar
la cura a las bayas que condimentan algunos platos como la choucroute, algunos fiambres y otras
conservas. Se beneficiará uno también, sin peligro, de sus virtudes diuréticas y antisépticas.
ESTRAGÓN: El profesor Binet estimaba que él solo podía reemplazar a la vez la sal, la pimienta y el
vinagre. Recomendaba a los enfermos del estómago o aquellos que debían seguir un régimen sin sal que lo
utilizaran para sazonar sus platos y verduras crudas.
Esto no es todo. Esta planta, de origen mongol o tártaro, introducida en Europa por los moros cuando
conquistaron España, encierra igualmente un aceite esencial, el estragol, cuya acción aperitiva es
incontestable. No es pues por azar si, muy a menudo, sirve de acompañamiento a los entremeses
(entradas).
GENCIANA: Las decocciones extraídas de su imponente rizoma han hecho la fortuna de algunos
fabricantes de aperitivos ya que, aumentando las secreciones de las glándulas salivales y gástricas, abren
naturalmente el apetito. Como además se disipan los espasmos y tonifican los nervios, son un buen
preámbulo para una comida.
GUINDILLA: Es en cierto modo un revulsivo interno que ayuda a luchar contra la somnolencia.
JENGIBRE: «El hombre sin jengibre pierde a la vez sus Tuerzas y su mujer», pretende un viejo proverbio
chino que debe ser completamente cierto puesto que, pese al cambio de régimen —¡político!—, se continúa
consumiendo en grandes cantidades en las orillas del Yang-tse-kiang. Y es que los hijos del Celeste Imperio
conceden una muy gran importancia al ejercicio de su virilidad, el cual es poderosamente secundado por
esta planta. Pero esto no es todo. Se sabe que China es un país inmenso donde las comunicacio nes no son
siempre tan rápidas como se querría, en particular para los productos alimenticios. El jengibre tiene la
propiedad de neutralizar los nefastos efectos de una carne o de un pescado cuyo frescor deja que desear.
LAUREL: Las pitonisas del templo de Apolo, en Delfos, masticaban sus hojas frescas antes de pronunciar
sus oráculos. Los romanos, por su parte, coronaban a sus generales vencedores con ellas, y el emperador
Tiberio se hacía una toca para protegerse... del trueno. Algunos árabes del desierto las utilizan todavía para
aromatizar su té, y nuestros actuales bachilleres se sorprenderían si se les dijera que el nombre de su
diploma proviene del hecho de que, durante la Edad Media, se colocaba sobre la cabeza de los recién
graduados una corona trenzada de laurel con sus bayas... bacca laurea.
Todas estas funciones prestigiosas no deben hacer olvidar sin embargo el sabroso aroma que confiere a
las preparaciones culinarias, ni sus virtudes medicinales, que son numerosas.
En primer lugar, es precioso como ingrediente en preparaciones a veces muy pesadas, las cuales ayuda
a digerir. Luego, en infusión, ayuda a terminar con las bronquitis crónicas. Finalmente, el aceite que se
extrae de sus bayas constituye un bálsamo excelente contra los reumatismos.
MEJORANA: Esta flor toma su nombre de la desventura ocurrida a un príncipe de Chipre, gran experto en
perfumes, que había conseguido elaborar uno tan suave que los dioses se sintieron celosos. Para castigar
al imprudente que había tenido la audacia de realizar una obra tan perfecta como la de ellos, golpearon a
Amarcus con una borrachera mortal en el mismo momento en que respiraba los efluvios de su creación.
Atormentados por los remordimientos, hicieron luego que sobre su tumba creciera esta planta de suave
aroma.
Sea o no de origen divino, la mejorana posee muchos poderes, principalmente contra las afecciones
nerviosas. Así, termina con los insomnios más rebeldes y con los dolores de estómago o las afecciones de
hígado de origen
nervioso.
Tomada en infusión, permite igualmente calmar los tics, el asma, los catarros agudos o crónicos, las
bronquitis o los accesos de tos.
MENTA: Si se cree en la mitología, la menta habría nacido de una cólera de Proserpina que, no apreciando
en absoluto la relación que había unido al rey de los Infiernos, Plutón, su esposo, con la hermosa Minthes,
transformó a ésta, método habitual en aquella época, en flor.
Lo que sí es cierto en cambio es que tanto los griegos como los hebreos extraían de ella un perfume tan
embriagador que incluso los escribas llegaban a olvidar los deberes de su cargo en su afán de
procurárselo, cosa que desató las iras de Jesús.
Los romanos, por su parte, se contentaban con perfumar con él su vino; en cuanto a las matronas,
confeccionaban una especie de pasta —el chicle de la época—, que masticaban a fin de disimular el olor
del vino que iban a beber a escondidas.
En la actualidad, se la utiliza aún en Oriente para aromatizar el té, y los más potentes emires no salen
jamás sin llevarse un ramillete, que respiran tanto para luchar contra los olores nauseabundos como para
mantener su ardor viril.
En cocina, se la puede añadir a distintas salsas, entre ellas la bearnesa. Consumida así, permite paliar
las insuficiencias sexuales, la inapetencia, la fatiga intelectual, etc. Pero hay que hacer notar que su acción
resulta decuplicada cuando es tomada en infusión.
Tampoco hay que echar de lado el alcohol de menta, del que algunas gotas tomadas sobre un terrón de
azúcar permite sobreponerse a los desvanecimientos o las dificultades digestivas.
MOSTAZA: Parece que hace más de tres mil años que los chinos la conocen, pero en Francia se ha
hecho famosa la que se prepara en la región de Dijon. Mezclada con vinagre y algunos otros aromatizantes,
acompaña en todas las mesas del país a todo tipo de carnes y entra en la composición de un enorme
número de salsas.
Este empleo resulta perfectamente justificado en la medida en que, preparada así, facilita la digestión y
estimula el funcionamiento del páncreas, así como el de las glándulas suprarrenales. Sin embargo, hay que
ir con cuidado de no abusar de ella, puesto que entonces «se sube a la nariz» y echa a perder el estómago.
De todos modos, es tan sólo un daño relativo si se utiliza una mostaza perfectamente natural. Las cosas
empeoran cuando hay que enfrentarse con un producto de origen químico. En este caso los daños pueden
ser considerables. Así, algunos países del Mercado Común, Alemania en particular, obtienen un gran
negocio con estos sucedáneos que de mostaza no tienen más que el nombre. Hay que desconfiar de ellos.
Utilizada en sinapismo, la harina de mostaza es un remedio eficaz contra los enfriamientos y los dolores,
pero a condición de añadirle tres veces su peso de harina de lino para evitar quemarse gravemente la piel.
NUEZ MOSCADA: La nuez moscada, que hemos visto ya asociada con el clavo y con la canela en la
preparación del vino caliente, es un estimulante del estado general y de las funciones digestivas.
PAPRIKA: Se le llama también guindilla suave, y se le presta la facultad de devolver un poco de
memoria a los amnésicos, al tiempo que ayuda poderosamente a aquellos que, por exceso de trabajo o de
preocupaciones, llegan incluso a olvidar el nombre de sus interlocutores.
PEREJIL: Antes de brotar de la tierra, se dice, debe rendir siete veces visita al diablo, y no puede
escapar a su influencia más que a condición de que quien lo haya plantado sea un hombre bueno y justo.
Esto explica quizá las múltiples cualidades de esta planta de la familia de las umbelíferas que, en el
transcurso de sus diferentes periplos subterráneos, tiene ampliamente ocasión de cargarse de sales
minerales y vitaminas. Sea como sea, todo el mundo se pone de acuerdo en reconocer que, rico en hierro,
en calcio, en diversos oligoelementos, así como en vitamina C, es, para utilizar las palabras de Lucie
Randouin, «uno de los alimentos de seguridad más preciosos» que la naturaleza pone a nuestra
disposición.
Pero en cambio es muy frágil y se oxida muy rápidamente a la luz. Es por esto por lo que se aconseja
consumirlo en la hora siguiente a la recolección, o conservarlo envuelto en papel de aluminio. Con lo cual se
pueden aprovechar completamente sus propiedades diuréticas, tónicas y afrodisíacas.
PERIFOLLO: La cocción le hace perder todo su sabor; es por eso por lo que las amas de casa se cuidan
bien de escaldarlo antes de aromatizar sus salsas con él. Sin embargo, es en infusión o en decocción donde
se muestra más activo.
De treinta a cuarenta gramos de esta planta echados en un litro de agua hirviendo dan como resultado
una tisana excelente contra los trastornos de la circulación, las afecciones hepáticas, la ictericia, el catarro
crónico, las obstrucciones linfáticas, los trastornos urinarios, las obstrucciones viscerales.
En cuanto a la decocción, permite preparar compresas que alivian las oftalmias y la inflamación de los
párpados.
PIMIENTA: La mejor y la peor de todas las cosas, según el empleo que se haga de ella. Abusar de ella
amenaza no sólo con desgastar las papilas gustativas, sino también provocar lesiones estomacales. Aunque
es conveniente observar que las cocinas tropicales, que hacen un uso casi inmoderado de las especias, se
corresponden perfectamente con los climas bajo las cuales son consumidas.
En nuestros países templados, no hay ninguna necesidad de intensificar las raciones de pimienta para
empujar la digestión y luchar contra algunos parásitos. Sin embargo no hay que despreciar tampoco sus
efectos afrodisíacos, aunque sin olvidar que el hábito es el peor de los antídotos.
ROMERO: Para los cristianos, el arbusto ofreció un poco de sombra a la Virgen María cuando huía de
Egipto para evitar que su hijo sufriese la suerte reservada a todos los recién nacidos masculinos de Israel.
Incluso ésta se tomó un poco de tiempo para lavar algo de ropa y colgó los pañales del niño Jesús a secar
en sus ramas.
Los romanos, menos prosaicos, estimaban que la planta traía la felicidad a los vivos y permitía a los
muertos gozar de una apacible estancia en el más allá.
Para nuestro siglo XX, las virtudes de esta planta son esencialmente culinarias. Y es cierto que unas
ramitas de romero realzan agradablemente el aroma de cualquier salsa. En cambio, lo que menos se sabe
es que esta labiácea ayuda poderosamente a la digestión, y que aromatizar con ella una carne pesada —un
asado de cerdo, por ejemplo—, evita dificultades gástricas. Pero esta planta tiene también muchas otras
cualidades que hacen de ella, al igual que el perejil o la cebolla, una especie de panacea.
Antirreumática y vigorizante, favorece tanto la eliminación de los gases intestinales como la de la orina.
En las mujeres, ayuda a la regulación del ciclo menstrual. Paralelamente, empuja la sudación, combate la
infección y, por el mismo motivo, ayuda a la cicatrización de las heridas. Algunas investigaciones han
demostrado que modifica también el proceso de secreción de la bilis, aclarándola al tiempo que aumenta su
volumen.
Hay que convenir que todas estas ventajas no son de despreciar. Sobre todo teniendo en cuenta que,
para aprovecharse de ellas, ni siquiera es necesario dedicarse a realizar preparaciones especiales. Como
hacían nuestros antepasados de la alta Edad Media, podemos degustar algunas hojas —las más tiernas—
crudas, por la mañana en ayunas. Esto perfuma el aliento y, al parecer, aumenta la agudeza visual. Pero
sobre todo uno puede contentarse con adornar con él los platos y las salsas, a menos que se prefiera
preparar un vino (200 gramos de hojas frescas, 60 gramos de hojas secas, maceradas durante quince días
en un litro de vino) diurético y fortalecedor, o un elixir de belleza procediendo del mismo modo pero con
alcohol.
SALVIA: Puede parecer extraño situar la salvia en medio de los aromatizantes y los condimentos. Sin
embargo, es uno de ellos, y excelente, aunque las cocineras lo ignoran la mayor parte de las veces debido a
su difícil empleo.
En primer lugar, tomando una frase de Robert Landry, porque, «en esa gran ópera que es la cocina, la
salvia representa una diva susceptible y caprichosa. Exige permanecer sola, o casi, en escena...»
Luego, porque su grado de cocción tiene una extrema importancia. Sólo con rebasar el umbral, la salvia,
en lugar de aromatizar delicadamente el plato, le confiere un excecrable sabor amargo. Esto no impide sin
embargo que las amas de casa del Mediodía francés envuelvan con salvia sus asados de cerdo o de
ternera para hacerlos más digeribles, ni a algunos grandes chefs incluirla en sus preparaciones. Estos
últimos, sin embargo, no la mezclan a sus condimentos culinarios más que en el último minuto, evitándole
«el contacto con un fuego demasiado intenso y un aceite hirviendo».
Además, la salvia presenta otra ventaja que no deja de hacer recordar las propiedades del jengibre.
Combatiendo esta temible toxina que es la cadaverina, retrasa considerablemente la putrefacción de las
carnes y de los pescados, lo cual la convierte en algo precioso para quien no posee refrigerador.
No es sin embargo por esta razón por la que los romanos la habían bautizado la «hierba sagrada», sino
porque la antigüedad le atribuía la facultad de facilitar la concepción. Del mismo modo que los druidas galos
yendo a recoger el muérdago, los sacerdotes de la Roma antigua iban a recogerla vestidos de lino blanco,
tras proceder a una ceremonia especial, y no la cortaban más que con instrumentos de los cuales estaba
ausente todo rastro de hierro. No se sonrían. Recientes investigaciones han demostrado que las sales de
hierro son incompatibles con la salvia, ¡cuyas cualidades desnaturalizan!
Volvamos a nuestros romanos. «Están persuadidos —escribe Jean Palaiseul (op. cit.)—, de que no
solamente protege la vida, sino que también ayuda a darla; retiene lo que es concebido, dicen, por lo cual es
aconsejada a las mujeres encintas y a aquellas que desean concebir. Éstas últimas deben permanecer
cuatro días sin compartir el lecho conyugal, beber una buena ración de jugo de salvia, luego "habitar
carnalmente con el hombre", e, infaliblemente, concebirán.»
En apoyo de esta receta, el autor cita el caso —sin duda legendario— de una ciudad de Egipto «donde
las mujeres fueron obligadas "por aquellos que quedaron de una gran peste que sobrevino" a engullir la
misma poción y, gracias a ello, dicha ciudad fue repoblada de niños».
Actualmente, se le reconocen a la salvia una serie de virtudes más prosaicas y menos espectaculares,
como las de activar la circulación sanguínea y sostener el corazón, lo cual la hace muy indicada para las
mujeres con problemas menstruales y que están atravesando el delicado período de la menopausia. Pero
su acción más sorprendente es sin duda la inhibición de la transpiración, que se manifiesta
aproximadamente a las dos horas de su absorción. Este efecto es de todos modos muy efímero, lo cual
impide aconsejarla como antitranspirante o desodorante a las mujeres jóvenes. Explica sin embargo una
prescripción que relata Jean Palaiseul (op. cit.): «Cuando un bebé, desahuciado por el médico, está perdido
y nadie comprende la enfermedad que se lo está llevando, prepare una decocción de salvia y hágasela
tomar a cucharaditas cada cinco minutos: se asistirá a la resurrección del niño». Precisemos
inmediatamente que los médicos de los que se habla son los de la época de Moliere, que tendrían
problemas en aplicar a los recién nacidos sus sanguijuelas y sus lavativas habituales. En algunos casos
pues, la salvia, bloqueando la sudoración, conseguía hacer disminuir la fiebre —¿no se sumerge, aún hoy, a
un bebé con fiebre en un baño frío para obtener una rápida mejoría de su estado?— y salvar así al pequeño
paciente.
Queda por descubrir el mejor medio de obtener provecho de todas las virtudes de la salvia. Se puede por
supuesto emplear en la preparación de platos, con todas las precauciones que hemos enumerado. Pero se
puede también beber en infusión, ya que no hay que olvidar que esta planta lleva también el sobrenombre
de «té de Provenza». Algunos incluso consideran el aroma del brebaje así obtenido mucho más fino que el
del propio té, y estiman sus propiedades digestivas superiores a las del café. Además, los chinos, unos
auténticos expertos, llegaron incluso a dar dos fardos de su mejor té a cambio de un solo saco de salvia.
Otra manera de utilizar la salvia es fumar sus hojas secas a modo de tabaco para aliviar las crisis de asma.
SERPOL: Si la salvia es el «té de Provenza», el serpol es el «té campesino», como el tomillo es el
«antibiótico del pobre». De hecho, las propiedades de estas dos plantas aromáticas son sensiblemente
parecidas.
TOMILLO: Nació, dice la leyenda, de las lágrimas derramabas por la hermosa Helena tras la conquista
de Troya. Lo que sí es cierto es que crece naturalmente y de una forma abundante por todo el contorno de
la cuenca mediterránea, y que es utilizado desde la más lejana antigüedad. Egipcios y etruscos lo utilizaban
para preparar aceites con los que embalsamar a sus muertos. Griegos y romanos, además de aromatizar
con él sus platos, inciensaban el altar de sus dioses con su humo purificador. Una vez más, los antiguos
habían descubierto empíricamente propiedades que nuestros sabios modernos no han encontrado más que
después de innumerables análisis.
En efecto, ha quedado demostrado hoy en día que esta planta —y con ella el serpol— encierra un
aceite esencial, el timol, del cual Vincent d'Auffray (op. cit.) dice que es «un antiséptico veinte veces más
activo que el fenol, sin ninguno de sus inconvenientes». Además, hoy se ha demostrado que un bacilo no
resiste más de treinta y cinco a cuarenta minutos la acción de la esencia de tomillo.
Naturalmente, no es la pequeña rama del bouquet garni (Ramillete de hierbas aromáticas utilizado en
Francia como condimento y compuesto por perejil, tomillo y laurel) lo que remedia todas las afecciones
sobre las que triunfa el tomillo. Sería ilusorio creerlo, pero también sería vano despreciar el hecho de que
esta presencia ínfima, asociada a los otros componentes de este aromatizante, facilita la digestión de
algunas salsas un poco pesadas.
Es en infusión —una o dos ramas por cada taza de agua hirviendo— donde el tomillo es más eficaz.
Consumido de este modo, alivia, según Jean Palaiseul (op. cit.), «las digestiones penosas, las
fermentaciones intestinales, los gases, las hinchazones de vientre, la falta de apetito, las debilidades
cardíacas, la anemia, la fatiga física o intelectual, las angustias, la neurastenia, los accesos convulsivos de
tos, las afecciones de los bronquios (asma, bronquitis), la gripe, los enfriamientos, los insomnios, los
trastornos hepáticos o de la menstruación, y las infecciones de las vías urinarias».
Hundir una mano en un cesto de frutas es arriesgarse a desencadenar una grave polémica. Buen número
de personas, en efecto, no pueden comer una manzana, un melocotón (durazno) o una pera sin haberlo
previamente pelado. En cuanto a algunas otras, sostienen con tesón que las frutas crudas son
perfectamente indigestas, y que no deben ser consumidas más que cocidas o en forma de compota.
«Uno se pregunta —escribíamos en una obra precedente—, por qué un problema tan sencillo levanta
tales polémicas en las familias. Ya que es evidente que una fruta debe ser comida cruda si se quieren
aprovechar todas las vitaminas que la atiborran y que, salvo casos excepcionales, no debe ser pelada por la
misma razón. Hay, por supuesto, casos particulares. El de los bananas, las naranjas o... los cocos, pero
dejando aparte todos los productos cuya corteza no es comestible, se puede encontrar un comple mento
apreciable en la piel de las manzanas, de las peras o de los melocotones. A condición naturalmente de
haber tomado la precaución de limpiarlas o lavarlas bien, ya que es necesario, como con la uva, eliminar los
productos químicos depositados durante las distintas fases de su cultivo.»
Por supuesto, una cierta conveniencia heredada del siglo XVIII quiere que la fruta sea pelada y, siempre,
de una forma muy refinada que dista mucho de ser cómoda. Pero, aunque es conveniente respetar tales
costumbres en el restaurante o «en sociedad», se pueden de todos modos consentir algunas libertades
completamente compatibles con la simplicidad de una comida familiar.
Una vez reglado este «affaire Dreyfus del frutero», veamos ahora lo que podemos esperar de las
distintas frutas que se nos ofrecen en todas las estaciones.
FRUTAS

AGUACATE (PALTA, AVOCADO): Contiene, él solo, casi tantas calorías como una comida dietética. Es
pues un alimento particularmente nutritivo y energético, recomendable para los aquejados de exceso de
trabajo o las personas debilitadas.
DAMASCO (ALBARICOQUE): Pocos autores lo citan, y sin embargo su carne amarilla y firme se revela
como un excelente reconstituyente. Se puede pues recomendar a los niños en pleno crecimiento y a los
convalecientes que tienen necesidad de remontar su salud.
ALMENDRA: Hay dos clases de almendras, las dulces y las amargas, pero ambas son comestibles. Las
últimas, sin embargo, contienen un producto peligroso, el ácido cianhídrico, que se halla concentrado a
razón de aproximadamente un miligramo por fruto. Esto es lo que permitió a Schauenberg y Paris afirmar
que: «Si un niño que pesara veinte kilos se comiera veinte de una vez, se envenenaría».
Pero estos dos sabios reconocen por otro lado que la misma cantidad absorbida a lo largo de
veinticuatro horas no haría ningún daño al pequeño glotón.
La almendra dulce debe a su delicado aroma el ser utilizada en pastelería, así como también, y esto es
menos trivial, en cosmetología. Los vegetarianos integrales, a quienes no les faltan recetas precisamente, la
utilizan incluso para montar mayonesas sin huevo, utilizando así al máximo su principal cualidad, que es ser
laxante.
ANGÉLICA: Es un dulce que ha conseguido su reputación en la región de Niort y, si la asimilamos a las
frutas, es debido a que entra, con muchas otras frutas confitadas, en la preparación de numerosos pasteles.
Como muchas otras plantas, la angélica tuvo su época gloriosa en el Renacimiento, donde los médicos la
apodaron la «raíz del Espíritu Santo». Paracelso sostiene incluso que gracias a ella se pudo detener la
epidemia de peste que asoló Milán el año 1510.
No iremos tan lejos y nos contentaremos con reconocerle virtudes digestivas, ya sea bebida bajo forma de
infusión o, mezclada con otras plantas, en un vaso de chartreuse.

. CEREZA: En una obra precedente (op. cit.), recordábamos el caso de aquel periodista «muy célebre en la
inmediata postguerra, que fue apodado "rabo de cereza" por sus compañeros, que se burlaban así
amistosamente de las infusiones que consumía muy regularmente, con la finalidad de combatir los efectos
de una gula a toda prueba». Y es que, en efecto, la tisana de rabos de cereza es un poderoso diurético que,
ayudando a eliminar el agua de los tejidos, evita la celulitis y, arrojando los excesos de ácido úrico y de urea,
preserva de la gota, enfermedad que ataca esencialmente a los buenos vividores.
Pero los pedúnculos del delicioso fruto importado de Asia Menor por el célebre gastrónomo romano
Lúculo no son los únicos que poseen virtudes medicinales. Las pequeñas bolitas rojas que cuelgan de ellos,
jugosas y deliciosamente aromáticas, activan igualmente las secreciones renales. Son pues recomendables
para los pletóricos, los gotosos y los reumáticos.
CIRUELA: Fresco o seco, el fruto del ciruelo es renombrado por sus virtudes laxantes, reconocidas incluso
por Moliere, que hizo comer a su «Enfermo imaginario» algunas «ciruelas pequeñas para soltar el vientre».
Servida como guarnición con carnes un poco pesadas —asado de cerdo, pato, morcilla—, permite
ofrecer platos que no amenazan con lastrar el estómago de los invitados.
Preparadas con vino, constituyen un postre refinado que halaga el gusto conservando el conjunto de las
cualidades de la fruta.
FRAMBUESA: Como la fresa (frutilla), que sigue a continuación, no es en absoluto contraindicada para los
diabéticos, a quienes aporta la levulosa y la vitamina C.
FRESA (FRUTILLA): Esta pequeña fruta roja, de apariencia tan frágil, es en realidad muy rica en hierro y en
ácido salicílico, que tiene una acción bienhechora sobre el hígado, los ríñones y las articulaciones. Una cura
de fresas (frutillas) con azúcar —realzadas con un jugo de naranja— es pues particularmente recomendada
a los convalecientes y, sin azúcar, a los reumáticos y a los gotosos. Linneo, el célebre botánico, afirmaba
además haberse librado definitivamente de una gota tenaz sin usar ningún otro medicamento que éste. En
cuanto a Fontenelle, que, como todos saben, murió centenario, atribuía su longevidad a las fresas que
consumía en grandes cantidades.
Hay que añadir que las pequeñas pepitas que adornan el fruto, no siendo digeribles, irritan en cierto
modo el intestino, que intensifica sus contracciones a fin de expulsarlas. Contribuyen así a regularizar las
funciones de eliminación. Si se añade a esto sus propiedades diuréticas —reforzadas cuando se toma la
precaución, tras haber comido los frutos, de prepararse una decocción con las hojas— se puede decir que
la fresa es un verdadero bocado de salud.
GROSELLA NEGRA: Un autor del siglo XVIII escribía de ella que
es «un excelente elixir de vida, que mantiene la salud y que hace que las personas de edad parezcan más
jóvenes de lo que son». Es cierto que en aquella época los viejos eran siempre saludables por la simple
razón de que sólo los individuos más vigorosos triunfaban de una considerable mortalidad infantil, lo cual les
daba todas las posibilidades de terminar sus vidas en una saludable edad avanzada. Una constatación que,
de todos modos, no quita nada a las cualidades de la grosella negra, las cuales quedaron por otro lado
palpablemente demostradas de una forma incuestionable por el aspecto del canónigo Kir, el pintoresco
diputado-alcalde de Dijon, que dejó su nombre al vino blanco cassis (El nombre francés de la grosella negra
es precisamente cassis).
Iniciemos pues nuestro estudio de esta maravillosa planta por el principio, es decir por el fruto que todo
el mundo conoce. Esta pequeña baya está provista abundantemente de vitamina C y vitamina P.
Consumida al natural, constituye pues un excelente reconstituyente. Macerada en un peso igual de
aguardiente, permite también, tras añadirle azúcar, obtener un licor que se puede mezclar, como hacía
nuestro canónigo, con el vino blanco para obtener una bebida muy diurética.
Las hojas, tomadas en infusión, proporcionan una tisana excelente contra los reumatismos y la
retención de orina. En cambio, si se las deja macerar durante una quincena de días en un vino blanco
semiseco, permiten obtener un «vino de cassis» eminentemente aperitivo y diurético.
HIGO: ¿Le debía Platón a esta fruta su excepcional seguridad de juicio? Es posible, puesto que él mismo
apodó a los higos los «amigos del filósofo», atribuyéndoles la facultad de «reforzar la inteligencia». Un punto
de vista que comparten por otro lado nuestros modernos médicos dietéticos que los recomiendan en caso
de astenia nerviosa.
Sea como sea, algunos autores estiman que el primer vestido humano no fue la hoja de parra como se cree
generalmente, sino la hoja de higuera, gracias a la cual Adán y Eva ocultaron su desnudez.
Frescos o secos, los higos se revelan en cualquier caso como un alimento muy rico (100 calorías por
cada 100 gramos, en el primer caso; 250 calorías por cada 100 gramos, en el segundo), y facilitan la
eliminación de los desechos, luchando contra el estreñimiento.
LIMÓN: La costumbre de decorar los platos de pescado con rodajas de limón, o echarle un chorro de
limón a las ostras y a los mariscos, se remonta a una época en la que el frescor de los productos del mar
no podía ser siempre garantizado. Su poder desinfectante —confirmado por análisis que han establecido
que mataba irremediablemente, incluso en dosis mínimas, a los bacilos del cólera, de la difteria y de la
fiebre tifoidea, y que en un cuarto de hora eliminaba de las ostras el 92% de todas sus bacterias— evitaba
pues lamentables accidentes... y sigue evitándolos.
Hemos visto igualmente que sus propiedades antiescorbúticas, preservadas como un secreto militar por
los ingleses, le valieron el reemplazar a la papa cruda en la alimentación de los marinos en viajes largos.
Resulta sin embargo que los británicos, aunque hicieran alarde durante mucho tiempo de este
descubrimiento, no hacían más que volver a utilizar la muy antigua receta de los cruzados que, partiendo a
la reconquista de la Tierra Santa, chupaban rodajas de limón, tanto para apagar su sed como para
conservar todos sus dientes.
Esta propiedad, sabemos, es debida a la fuerte concentración de vitamina C que lo caracteriza. Es esta
misma concentración lo que hace de él un excelente preventivo contra la gripe. En la estación fría, dos
vasos grandes de limón exprimido por día son mejores que todas las vacunas. Cuando no se ha tomado
esta precaución y se experimentan los primeros síntomas del mal, una cura de jugo de limón acompañado
de agua hirviendo y azúcar corta inmediatamente la evolución de la enfermedad.
En cuanto a los elegantes que desean recuperar su línea, pueden seguir una cura de limón de veinte
días dividida en dos tiempos. Durante la primera mitad de la cura, aumentando cada día un fruto (primer día:
un limón; segundo día: dos limones; tercer día: tres limones, etc.). Al llegar al décimo día, se aplica un
método inverso y se disminuye un limón diario hasta el final de la cura.
MANZANA: Fue la causante, se dice, de la perdición de la humanidad, induciendo a la tentación a Adán y
Eva. Es quizá para rehabilitarse que contiene tantos principios benéficos, hasta tal punto que los ingleses no
vacilan en afirmar que una manzana al día permite prescindir del médico.
Sin ir tan lejos, anotemos que termina con las infecciones intestinales, que alivia los reumatismos y la
gota, combate el agotamiento físico e intelectual, la anemia y la desmineralización, el colesterol y el infarto.
El mejor medio de aprovechar al máximo sus virtudes consiste en consumirla cruda, por la mañana en
ayunas, y con su piel, tras haberla limpiado cuidadosamente, y tomando la precaución de masticarla bien
para evitar cualquier problema de digestión.
MELOCOTÓN (DURAZNO): El fruto en sí mismo, si es fino y delicado, no posee ninguna propiedad que no
posea cualquier otra fruta fresca. Las flores del melocotonero, en cambio, permiten fabricar una tisana que
calma a los niños coléricos, y un jarabe sedante.
MEMBRILLO: Su carne es excelente para combatir los vómitos y las diarreas, pero a condición de que el
fruto haya sido recogido después de las primeras heladas, si no, existe el peligro de que se produzca el
efecto inverso. En cuanto a sus pepitas, permiten preparar una emulsión que calma tanto las hemorroides
como las grietas del seno y las afecciones de la boca.
MIRTILO: Según el doctor Debuigne, fue «Dioscórides quien lo prescribió por primera vez para combatir la
disentería y apretar el vientre. Arnaldo de Vilanova, célebre médico de la Edad Media, le concede virtudes
antihemorróideas y, por su parte, Artault de Vevey, en el siglo XIX aprovechaba las propiedades astringentes
del mirtilo utilizándolo contra las estomatitis, las aftas, la estomatitis micósica de los niños».
En cocina, esta suculenta baya permite preparar tartas de una notable finura, que los canadienses se
empecinan en bautizar, no se sabe exactamente por qué, «tarta de acianos».
MORA: Originariamente, la morera negra fue introducida en Francia por Olivier de Serres para servir de
alimento al gusano de seda. Sin embargo, pronto se observó que su extracto fluido era excelente contra la
diabetes.
En cambio, bien nuestros son los frutos de la zarza silvestre que crece a lo largo de nuestros caminos.
Devorados allí mismo o, mejor, preparados en confitura, suavizan la garganta y las mucosas, aliviando las
ronqueras de todo tipo.
Tanto las moras como los jarabes extraídos de ellas son excelentes contra la diarrea o, peor, la
disentería.
NARANJA: He aquí la manzana de oro del jardín de las Hespérides, que el valeroso Hércules fue obligado
a ir a buscar más allá de las columnas a las cuales dio su nombre.
Sin embargo, no todos los autores están de acuerdo en la interpretación que conviene dar a esta
leyenda. Lo que sí es seguro es que el naranjo es originario de China y que, si hoy saboreamos sus frutos,
es gracias a los cruzados, puesto que fueron ellos quienes lo introdujeron en la cuenca mediterránea, al
mismo tiempo que el limón.
Sea como sea, su riqueza en vitaminas A y C 1 hacen de ella un excelente preventivo de la gripe, que
refuerza al mismo tiempo las encías.
Además, todo es utilizable en el naranjo. Las hojas en primer lugar, que proporcionan una tisana
excelente contra las palpitaciones y el insomnio. Las flores a continuación, doblemente preciosas, puesto
que son el símbolo de la pureza y permiten fabricar, por destilación, una esencia que detiene las
palpitaciones cardíacas y elimina los malestares de todo tipo. La corteza de las naranjas, finalmente,
macerada en aguardiente diluido con vino, proporciona un aperitivo eficaz y sano.
NUEZ: «Una nuez, ¿qué hay en el interior de una nuez?», se preguntaba Charles Trenet hace algunos
años. Para el fítoterapeuta, la respuesta es sencilla: hay elementos tónicos y reconstituyentes.
Pero, más que los frutos, son las hojas del nogal las que son utilizadas en la medicina por las plantas.
En decocción, combaten el estreñimiento y la infección, así como la inflamación de las mucosas, al
mismo tiempo que hacen descender la concentración de azúcar en la sangre.
OLIVA: Los latinos le daban el nombre de olea, del que hemos extraído la palabra oleaginoso, que significa
«capaz de dar aceite». Esto indica hasta qué punto es la oliva un fruto precioso. Su aceite, sabroso, es al
mismo tiempo un medicamento maravilloso con tal de que sea «virgen», es decir, que haya sido obtenido
por una primera presión en frío de los frutos y sea conservado sin aditivos químicos.
Una cucharada diaria de este aceite permite en efecto paliar las insuficiencias hepáticas, combatir el
estreñimiento, incluso retardar los efectos del alcohol cuando se prevé que habrá abundantes libaciones.
PIÑA (ANANÁ): Facilita también la digestión, y sus fibras leñosas pueden, llegado el caso, ayudar a la
evacuación de un pequeño cuerpo extraño tragado accidentalmente. Es también diurética, y ayuda
poderosamente al tratamiento de la arteriosclerosis, de la artritis y de la gota, a condición naturalmente de
consumirla fresca, lo cual afortunadamente es hoy en día posible gracias a la rapidez de los transportes.
UVA: Blanca o negra, contiene un azúcar directamente asimilable por el organismo, lo cual la hace preciosa
para los diabéticos, que pueden así comer una fruta que no presenta ningún peligro para ellos.
Se trate de aromatizantes, de frutas o de verduras, cada ama de casa posee pues en su cocina todos los
ingredientes necesarios para curar, al tiempo que prepara deliciosos platos a aquellos que acudan a
sentarse a su mesa. El resultado es tan sólo asunto de dosificación, de sensibilidad.
Alimentarse únicamente de pan o de papas, apartar sistemáticamente las carnes o los pescados del
menú, hacerse el delicado ante alimentos de una simplicidad demasiado evidente, es privarse de muchas
cosas y en primer lugar de una alimentación equilibrada, prueba esencial de una salud sin problemas, y
además de un buen número de placeres gastronómicos, ya que los mejores platos no son siempre los más
elaborados.
HERIDAS Y ERUPCIONES

Atareada alrededor de sus cazos y ollas o inclinada sobre el huerto en un rincón de su jardín, esta abuela
cuyo recuerdo evocaba un poco más arriba tenía siempre una amplia sonrisa para recibirme al regreso de
mis peligrosas expediciones, y sabía calmar con una palabra tierna mis lágrimas de aventurero arañado por
las zarzas o asaetado por los aguijones de las avispas.
Estas pequeñas heridas no me preocupaban, como tampoco me preocupaban las enfermedades
benignas de las que son víctimas a menudo los niños. Nunca la vi molestar al «señor doctor» para acudir en
mi ayuda. Poseía las recetas suficientes como para prescindir de él.
Vamos a mirar el «libro», decía ella, limpiándome los ojos con una esquina de su delantal. Y, tras hojear
su precioso cuaderno, preparaba enseguida una decocción o un emplasto, que me aliviaban casi
instantáneamente.
Aún es posible hacer como ella, y si las «recetas» que siguen no son las de mi abuela, podrían haberlo
sido, tan sencillas y eficaces son.

AMPOLLAS: Son el resultado de las largas caminatas y el tributo que hay que pagar muy a menudo por
unos zapatos
nuevos.
—Tomar algunas hojas hermosas de repollo, limpiarlas con agua fría y cocerlas en medio litro de leche.
Dejar enfriar y aplicar la pasta así obtenida sobre la parte afectada. La ampolla debe reabsorberse sin que la
epidermis caiga, dejando en vivo la dermis.
ANGINAS: Se curan esencialmente por medio de gargarismos, y hay que hacer notar que las preparaciones
que indicamos son recomendables también en casos de pérdida de la voz.
—Exprimir un limón entero en un vaso de agua tibia, azucarar ligeramente y utilizar como gargarismo.
Jean Palaiseul (op. cit.) aconseja también aplicar sobre la garganta compresas de jugo de limón salado.
—Hacer hervir durante una decena de minutos tres o cuatro higos secos en medio litro de leche. Utilizar
como gargarismo.
—Hacer hervir un buen pellizco de hojas de salvia secas en medio litro de agua. Filtrar y utilizar como
gargarismo.
ÁNTRAX, FURÚNCULOS Y PANADIZOS: Estos grandes botones deben madurar a fin de que el absceso
pueda vaciarse. Varias cataplasmas naturales pueden ayudar a ello.
—Tomar algunas hojas de repollo, lavarlas cuidadosamente; quitar la nervadura central, luego
aplastarlas con el rodillo de pastelero de modo que puedan soltar su jugo. Hacer un emplaste, que se
aplicará sobre el botón.
—Es Jean Palaiseul (op. cit.) quien da este medio de apresurar la maduración de estas grandes
erupciones extremadamente dolorosas: «Hacer cocer bajo las cenizas, durante quince a veinte minutos, un
blanco de puerro envuelto en papel mojado o en una hoja de repollo; aplastarlo con manteca de cerdo no
salada y aplicarlo como cataplasma, que deberá renovarse varias veces al día».
ASMA: Esta afección de las vías respiratorias debe, evidentemente, ser objeto de un tratamiento médico.
Sin embargo, puede obtenerse una sensible mejoría fumando, como si fuera tabaco, hojas de salvia secas y
ligeramente picadas.
CAÍDA DEL CABELLO: Es una de las preocupaciones principales de los hombres una vez pasada la
treintena. Algunos se lo toman a risa... falsa la mayor parte de las veces; otros se arruinan comprando
lociones de una eficacia que lo es todo menos efectiva. Las dos preparaciones que siguen tienen sobre todo
la ventaja de ser perfectamente naturales, de poder ser confeccionadas en casa y, finalmente, de poseer
una acción que, si bien no es espectacular, no deja de ser real a condición de que el tratamiento dure el
tiempo suficiente.
—Aplastar la carne de algunas nueces hasta obtener una especie de pasta con la cual se untará el
cuero cabelludo en el momento de acostarse, eliminándola por la mañana con un lavado del cabello. (Si se
desea no manchar la almohada, o no molestar a la persona que duerme con uno, es preferible envolverse la
cabeza tras la aplicación.)
—Hacer hervir un puñado de tomillo fresco en un litro de agua, filtrar, y utilizar como loción.

CALLOS: Son dolorosos y molestos. Todos aquellos que los sufren no piensan más que en una cosa:
librarse de ellos. Desgraciadamente, no siempre les resulta fácil acudir al pedicuro. Sin embargo, no deben
desesperarse por ello, ya que, una vez más, pueden hallar en la despensa algo con lo que aliviarse e
incluso curarse.
—Cortar una rodaja de ajo lo suficientemente gruesa pero del tamaño del callo. Aplicarla por la noche y
sujetarla con un pequeño vendaje. Quitarla en el momento de volver a colocarse los zapatos. La operación
debe repetirse hasta la caída del callo.
—Hacer macerar durante veinticuatro horas varias hojas de puerro en vinagre de vino, y aplicarlas sobre
el callo, que se extirpará luego muy delicadamente con un instrumento no cortante y cuidadosamente
desinfectado.
COMEZÓN: No hay nada más crispante que estas irritaciones cutáneas que sobrevienen sin razón aparente
y que impulsan irresistiblemente a rascarse, a veces hasta llegar a hacerse sangre. Pueden ser calmadas
rápidamente mediante la aplicación de compresas embebidas en una decocción de achicoria silvestre (10
gramos aproximadamente por cada litro de agua).
CONTUSIONES: ¿Qué niño, incluso el más juicioso, no vuelve algún día a casa luciendo un hermoso
chichón o una moradura de buen tamaño? El mejor medio de secar sus lágrimas sigue siendo el aliviarle
rápidamente. He aquí dos recetas tan sencillas como eficaces.
—Triturar unas hojas de almendro frescas y hacer con ellas una cataplasma.
—Hacer un emplasto con hojas frescas de angélica.

DOLOR DE MUELAS: Una higiene precaria, una nutrición mal equilibrada, el resultado es que la gran
mayoría de nuestros contemporáneos sufre de las muelas y, desgraciadamente. muy pocos de entre ellos
se animan a acudir al dentista. Por supuesto, es un error, ya que un diente que duele es obligatoriamente un
diente enfermo. Sea como sea, mientras se aguarda la intervención del especialista, algunos pequeños
trucos pueden permitir calmar el dolor sin tener que acudir a ciertos analgésicos químicos potentes que,
para conseguir el mismo resultado, atacan al sistema nervioso, lesionan las mucosas gástricas o perturban
el ritmo cardíaco.
—Tomar sin tragarlo un sorbo de aguardiente fuerte —50° como mínimo— y bañar con él el diente
enfermo. El efecto es rápido, pero muy limitado en el tiempo.
—Hacer hervir 5 ó 6 higos en medio litro de leche durante algunos minutos. Utilizar como baño bucal.
—Echar en medio litro de agua hirviendo un pellizco de hojas y de flores de morera secas. Utilizar como
baño bucal para combatir la infección.
—Empapar un algodón con jugo de perejil y colocarlo en el oído correspondiente al lado donde se
encuentra el diente que nos hace sufrir.
ESGUINCES: Este pequeño accidente, banal pero doloroso, no debe ser tomado nunca a la ligera, y
conviene en cada ocasión hacerlo verificar por un médico, a fin de comprobar que no haya una lesión más
grave ocultándose bajo su aparente benignidad. Cuando se haya constatado que no existe ningún
traumatismo profundo, las cataplasmas de perejil son tan eficaces como cualquier otro bálsamo, ungüento o
pomada vendidos en farmacia.
—Hacer cocer un manojo de perejil en medio litro de vino. Dejar enfriar, luego componer una cataplasma
con las hojas de la planta. Renovar tres a cuatro veces al día.
GRIPE: Lo esencial, desde las primeras manifestaciones del mal, es transpirar abundantemente a fin de
eliminar las toxinas lo más rápidamente posible para expulsar la fiebre, que de hecho es una reacción de
defensa del organismo. Es conveniente pues beber en abundancia preparaciones muy calientes,
generalmente a base de limón, que es reconocido como un poderoso febrífugo.
—Durante el día, limón exprimido caliente muy azucarado, o ponches compuestos del siguiente modo: el
jugo de un limón, una cucharada sopera de ron, agua hirviendo, azúcar o miel a voluntad.
—Por la noche, antes de meterse en la cama: un limón exprimido rebajado con una taza grande de café
hirviendo muy azucarado.
HEMATOMAS: Algunas personas tienen la piel muy frágil, y el menor golpe las señala con una moradura no
siempre de buen efecto. Otras no son sensibles más que a golpes más violentos, pero, en ambos casos, el
dolor es comparable y el resultado estético igual de desastroso. Una divertida tradición pretende que un
bistec (bife) de ternera aplicado inmediatamente sobre el «punto de impacto» calma el dolor e impide la
formación de un hematoma. El remedio quizá sea eficaz, pero no deja de ser caro, por lo que nosotros
preferimos dos cataplasmas preparadas a partir de una simple manzana.
—Rallar una manzana cruda con su piel; aplicar en el lugar del golpe, ya sea envolviéndola en una gasa
ligera, ya sea directamente sobre la epidermis.
—Hacer cocer una manzana al horno, pelarla, y aplicar la pulpa sobre el punto del choque.
HEMORRAGIAS NASALES: Se desencadenan sin el menor aviso y sin que se sepa exactamente por qué,
a menos por supuesto que sean consecuencia de un golpe, en cuyo caso es importante acudir a un médico
para que verifique que no hay ningún hueso fracturado. Se pueden parar de una forma casi radical por
varios procedimientos:
—Introducir en la fosa nasal correspondiente un pequeño tampón de algodón embebido en jugo de
limón;
—Proceder del mismo modo con jugo de ortiga;
—Aplastar algunas hojas de tomillo o de serpol secos y aspirarlas como si fueran rapé.
HERIDAS: No se trata de dar aquí los medios de cicatrizar las heridas importantes, que deben ser tratadas
obligatoriamente por un médico. Se trata de rozaduras o pequeños cortes, cuya curación puede apresurarse
al tiempo que se impide la infección sin tener que verse obligado por ello a abusar de algunos
desinfectantes.
—Lavar la herida con una decocción obtenida haciendo hervir 25 gramos de centaurea menor en un litro
de agua.
—Aplicar una cataplasma de hojas de repollo preparada del mismo modo que para los ántrax. «Atención
—escribe Alain Rollat (Cuide des médecines par alíeles, Calmann-Lévy, éditeur), recomendando este
tratamiento—, la acción de las hojas de repollo sobre una herida abierta, rápida, se manifiesta al principio
por una aparente agravación del mal; la herida "duele" más debido a que la cataplasma atrae más toxinas».
Última precaución: cambiar la hoja de repollo desde el momento mismo en que empiece a ennegrecerse.
—Hacer hervir un puñado de consuelda mayor en un litro de agua. Filtrar y aplicar en compresa sobre la
herida.
—Machacar algunas hojas frescas de zarza y frotar con ellas la rozadura para detener la hemorragia.
—Picar unas hojas grandes de salicaria fresca y hacer con ellas una cataplasma que facilitará la
cicatrización.
—Hacer hervir una treintena de gramos de tomillo en un litro de agua. Aplicar en compresa sobre las
heridas.
HERPES: Las preparaciones capaces de resolver esta desagradable afección son numerosas. Hemos
tenido pues que efectuar una selección, y las que indicamos, si bien no son las más fáciles de realizar —los
ingredientes necesarios obligan a visitar al herbolario—, sí se hallan entre las más eficaces.
—Aplicar una cataplasma de hojas frescas de bardana.
—Hacer hervir un puñado de hojas o de fragmentos de corteza de abedul en un litro de agua. Filtrar y
aplicar en compresa.
—Hacer hervir una veintena de gramos de dulcamara en un litro de agua. Colar y utilizar como una
loción.
—Hacer una decocción utilizando 100 gramos de plantaina para un litro de agua. Utilizar como una
loción.
—Preparar una infusión utilizando en cantidad igual las flores y las hojas frescas de la salvia (50 gramos
aproximadamente por litro de agua). Utilizar ya sea en loción, ya sea en compresa.
—Echar en un litro de agua hirviendo 50 gramos de corteza de saúco. Aplicar como una loción o sobre
compresas.
HÍGADO (CRISIS DE): La mayor parte de las veces son provocadas por excesos en la mesa o libaciones
inconsideradas. De modo que no deben ser confundidas con la ictericia y otras formas de hepatitis,
verdaderas enfermedades cuyo tratamiento es responsabilidad exclusiva del médico.
Siendo frecuentes estas indisposiciones, cada familia posee su o sus «recetas» para solucionarlas. No
vamos pues a enumerarlas todas aquí. Nos limitaremos en consecuencia a algunas preparaciones sencillas
cuyo efecto es innegable.
—Echar sobre un limón sin pelar, cortado a rodajas, un litro de agua hirviendo; dejar en infusión;
azucarar si es posible con miel. Beber tibio.
Este tratamiento puede ser seguido durante varios días sin inconvenientes a condición de que se tome
la precaución de preparar la infusión diariamente.
—Hacer una decocción con el tallo leñoso de un alcaucil y las primeras hojas que la protegen. Dejar
enfriar y beber a razón de un buen litro diario.
—Hacer macerar durante unos quince días el tallo, las hojas y las raíces de un alcaucil en medio litro de
aguardiente. Colar y conservar el líquido así obtenido en un lugar fresco al abrigo de la luz. A cada crisis,
administrar a razón de seis a diez gotas, varias veces al día, en una taza de té o de infusión de menta.
—Hacer una infusión con un puñado de boldo (de venta en todas las herboristerías) en un litro de agua.
Azucarar abundantemente la infusión con miel muy aromatizada o mezclarla con otras tisanas para combatir
el amargor de la planta.
Algunas tisanas a base de boldo, ya listas para usar, han sido lanzadas al comercio con gran aparato
publicitario. Podrían ser prácticas pero, desgraciadamente, su preparación industrial, así como su envasado
y almacenamiento, hacen perder sus principales cualidades a las plantas que las componen. De todos
modos, es cierto que el consumo regular de tales infusiones no puede hacer ningún daño y es incluso
preferible a la del café o del té. Sin embargo, no hay que esperar de ellas unos resultados espectaculares.
—Hacer una infusión con un pellizco de menta seca en una taza de agua hirviendo. Beber muy
azucarada tras cada comida.
—La infusión de flores de «pie de gato» (de venta en herboristerías) descongestiona la glándula hepática
y regulariza las secreciones biliares. Es pues recomendable, a razón de aproximadamente un litro diario, en
los casos de crisis agudas.
—Hacer hervir 100 gramos de cardillo fresco, con las raíces, en un litro de agua, durante 5 minutos;
dejar en infusión durante aproximadamente un cuarto de hora; colar, beber a razón de dos o tres tazas entre
las comidas.
HIPO: No hay nada más desagradable que hipar sin poder detenerse. En la mayor parte de los casos, el
vaso de agua bebido sin respirar o el taparse la nariz hasta casi la asfixia se muestran fastidiosamente
inútiles. Se puede entonces comer una almendra, cuidando de masticarla muy prolongadamente.
INFLAMACIÓN DEL OÍDO: Ocurre a veces que nos duele el oído, sin que por ello se trate de una otitis o de
una afección grave de este tipo. Se puede entonces calmar muy fácilmente el dolor aplastando algunas
hojas frescas de albahaca para recoger el jugo e introducir éste en el oído enfermo.
Sin embargo, hay que evitar el no dar importancia a esta advertencia de la naturaleza y, una vez pasada
la sensación de dolor, es conveniente verificar con un médico que no se trata del síntoma de una
enfermedad más importante si no tan sólo de un simple accidente.

INSOMNIO: Como con las crisis de hígado, las preparaciones que permiten combatir el insomnio son
impresionantes en número. Ello es debido a que la mayor parte de las plantas medicinales, así como un
gran número de verduras, poseen virtudes calmantes. Cada cual es pues libre de preferir tal o cual receta
de las que indicamos, o cualquier otra, en función de su gusto particular o de sus tradiciones familiares.
Dicho esto, el mejor medio de enfrentarse a este temible enemigo de nuestro reposo es, en primer lugar, no
alimentarlo, privándolo de algunos auxiliares tales como la mayor parte de los «excitantes».
Se evitará pues tomar café por la tarde, o té, o abusar de algunos alcoholes fuertes —en dosis masivas
«atontan», pero un vasito de coñac nunca ha ayudado a nadie a encontrar el sueño— o atiborrarse con
platos picantes. En cambio, hemos visto que una ensalada de lechuga ligeramente sazonada con limón
relajaba al tiempo que calmaba los ardores eróticos. Constituye pues un plato ideal para rematar una cena.
Quedan, por supuesto, los insomnios rebeldes, que es preferible tratar por medio de plantas más que
con todos los calmantes, tranquilizantes y somníferos de los que tienen tendencia a abusar muchos de
nuestros ciudadanos agobiados.
—Hacer una infusión, en las mismas proporciones que el té, con un pellizco de aspérula olorosa (en
herboristerías) en una taza grande de agua hirviendo; azucarar, con miel si es posible, y beber al acostarse.
—Hacer hervir una lechuga a fuego suave en medio litro de agua durante una veintena de minutos.
Tomar un gran bol de la decocción así obtenida en el momento de acostarse.
—Machacar una lechuga en un mortero para extraer su jugo; beberlo puro o mezclado con alguna otra
tisana antes de meterse en la cama.
—Echar de 40 a 50 gramos de flores de mejorana secas en medio litro de agua hirviendo; dejar en
infusión durante unos diez minutos. Beber una taza grande antes de irse a dormir.
—Hacer macerar una cincuentena de gramos de mejorana fresca en un litro de buen vino de Burdeos.
Tras esperar unos quince días, filtrar el líquido. Beber un vaso de jerez antes de irse a la cama.
—Pulverizar unas flores de mejorana secas hasta obtener un polvo fino. Mezclar con miel o confitura.
Tomar una cucharada sopera antes de acostarse.
—La pasionaria, según Leclerc, «presenta la gran ventaja de provocar un sueño parecido al normal y no
arrastrar consigo ningún efecto de depresión nerviosa, ninguna obnubilación de los sentidos ni de la
mente». Se utiliza en una decocción ligera obtenida haciendo calentar a fuego suave 50 gramos de hojas y
de flores secas en medio litro de agua. Dejar hervir la preparación, luego aguardar unos diez minutos antes
de bebería, preferentemente en el momento de acostarse.
—Un pellizco de flores de tila, frescas o secas, echado en una taza de agua hirviendo, relaja al tiempo
que ayuda a encontrar el sueño.
—Hacer macerar 10 gramos aproximadamente de raíz de valeriana en una taza de agua fría durante
medio día. Colar y beber, caliente o fría, una hora al menos antes de irse a la cama.
LUMBAGO: Lo dobla a uno en dos en el momento más inesperado, y hace sufrir horriblemente. He aquí
dos remedios sencillos para terminar de una manera efectiva con él.
—Hacer hervir dos hojas de repollo, previamente lavadas, en leche, y dejar reducir hasta que la
preparación tenga el aspecto de una compota. Utilizar la pasta así obtenida mientras aún quema y hacer
una cataplasma, que se aplicará a los ríñones. Meterse en la cama y conservar el emplasto durante unas
doce horas.
—Hacer cocer al horno un manojo de puerros enteros. Machacarlos y mezclarlos con manteca de cerdo.
Aplicar en cataplasma durante medio día.
MAL ALIENTO: El mal aliento no sólo es molesto para aquellos que se nos acercan. Es también signo de
un desarreglo más profundo que puede ser de origen gástrico, hepático o dental. No se puede pues, para
hacerlo desaparecer, contentarse con masticar efluvios, sino que, por el contrario, hay que buscar y curar,
una vez disimulado, el mal que lo provoca.
—Mal aliento provocado por algunos alimentos (ajo, cebolla, etc.): Maurice Mességué aconseja masticar
una ramita de perejil o algunos granos de café. Estos dos remedios pueden ser también útiles cuando el olor
desagradable es provocado por el mal funcionamiento de un órgano o una caries dental, pero su efecto es
muy limitado en el tiempo.
MAREOS EN LOS VIAJES: ¿Quién no se ha visto afectado por este famoso mal de los transportes, que se
manifiesta la mayor parte de las veces en coche, pero en algunas ocasiones también en avión? Para
evitarlos, la cantante Mick Micheyí, que es también una notable magnetizadora, recomienda sujetarse en la
piel del estómago, con ayuda de un trozo de tela adhesiva, un manojo pequeño de hojas de perejil.
MIGRAÑAS: Éste era el recurso de las hermosas marquesas, que lo utilizaban y abusaban de él para
librarse de los cortejadores inoportunos. Actualmente ya no es una excusa, puesto que todo el mundo sabe
que bastan algunos comprimidos para hacerlas desaparecer. Pero nuestro ritmo de vida hace que las
migrañas sean cada vez más frecuentes, y en consecuencia se necesitan más y más pastillas para
calmarlas. Lo cual nos conduce a envenenarnos poco a poco, mientras que algunas sencillas tisanas serían
muchas veces tanto o más eficaces.
—Preparar una infusión echando una cucharada de café de granos de anís en una taza de agua
hirviendo. Embeber con ello dos compresas. Tenderse de espaldas y relajarse aplicándose las compresas
sobre cada sien.
—Hacer una infusión, en una taza de agua hirviendo, con 5 gramos de hojas y flores de calaminta.
Beber tras las comidas.
—Machacar algunas cerezas hermosas y bien maduras. Hacer con ellas un emplasto, que se aplicará
sobre la frente, mientras se permanece tendido.
—Machacar una rodaja de limón bastante gruesa, y mezclarla con una taza de café. Beber el resultado.
—Preparar una compresa con el jugo de un limón ligeramente salado, y aplicarla sobre la frente.
—Cortar dos buenas rodajas de limón. Aplicarlas sobre las sienes y mantenerlas durante un cuarto de
hora.
—Hacer una infusión con un litro de agua y 30 gramos de hojas o de flores de melisa. Beber fresca.
Esta poción presenta además la ventaja de ayudar a las digestiones difíciles, que a veces pueden ser
causa de migrañas.
—Hacer una infusión con 10 gramos de hojas de naranjo y flores de azahar en medio litro de agua.
Beber caliente o fría.
—Tomar sobre un terrón de azúcar algunas gotas de agua de azahar.
—Cortar dos buenas rodajas de papa y aplicarlas sobre las sienes del mismo modo que las rodajas de
limón.
—Hacer una infusión con un pellizco de romero en una taza de agua. Beber caliente o tibia.
—Hacer una infusión con 15 gramos de tomillo en un litro de agua. Beber aromatizándola con un alcohol
ligero o, mejor, con algunas gotas de agua de azahar.
OBJETOS TRAGADOS: Es el terror de las madres cuyos niños se lo llevan todo a la boca. Por supuesto, si
el objeto en cuestión es de un cierto tamaño, es preferible prevenir inmediatamente al médico, como
también si es particularmente cortante o acerado. Si no, no hay de qué alarmarse. Basta simplemente con
proporcionarle al imprudente los medios de envolver el cuerpo extraño de modo que pueda atravesar todo el
organismo sin crear ninguna lesión y ser evacuado por las vías naturales. Éstos pueden ser:
—tallos de espárragos, cuyas fibras leñosas se enrollarán alrededor del intruso;
—pequeños copos de algodón embebidos en aceite;
—hojas de puerro.
PICADURAS DE INSECTOS: ¿Qué niño —o qué adulto—, recorriendo el campo durante un fin de semana,
no ha sido víctima de un pequeño animal volador o reptador que le ha dejado, a menudo durante varias
horas, el recuerdo de un agudo dolor? Sin embargo, estas pequeñas picaduras no deberían estropear
nunca un día de descanso, puesto que es muy fácil calmar rápidamente el dolor que provocan.
—Cortar un limón en dos y friccionar vigorosamente el enrojecimiento que señala el lugar de la picadura.
La sensación de ardor desaparece instantáneamente.
—Friccionar, como para las quemaduras, la región dolorida con una mezcla de clara de huevo y aceite
de oliva.
—Machacar algunas hojas de perejil y embadurnar con ellas la picadura. Se pueden emplear también
hojas machacadas como cataplasma.
—Cortar una cabeza de puerro en dos y frotar con ella el lugar donde ha penetrado el aguijón.
—Echar sobre el lugar dolorido algunas gotas de jugo de ajedrea.
—Se da por descontado que todos estos pequeños trucos son válidos tan sólo en el caso en que el
paciente ha sido víctima de una sola, o como máximo de unas pocas picaduras. No hay que olvidar que los
insectos son portadores de veneno, y que éste, inyectado en fuertes dosis, puede ser peligroso. En caso de
ataque por un enjambre, es absolutamente necesario acudir a un médico.
—Además, si se trata de picaduras de abeja, estos diferentes remedios no podrán aportar alivio más que
a condición de que antes de aplicarlos se haya tomado la precaución de retirar el aguijón, si es que se ha
quedado clavado en la capas superficiales de la piel.
PICOR EN LOS OJOS: Este picor puede ser debido al cansancio, al humo, incluso a la falta de humedad en
el aire. Puede calmarse muy rápidamente gracias a una loción, obtenida a base de hacer una infusión de
algunas hojas de aciano en medio vaso de agua; aplicar en compresas tibias.

QUEMADURAS: Son el tributo de todas las cocineras, y también de los jóvenes imprudentes.
Afortunadamente, a excepción de la azucena, que no se encuentra más que en las floristerías, cerca de la
cocina está todo lo necesario para calmar rápidamente el dolor.
—Hacer macerar unos pétalos de azucena en aceite de oliva o alcohol. Empapar un algodón con esta
preparación y untar con ella la quemadura.
—Partir en dos una papa y aplicarla sobre la parte dolorida.
—Mezclar dos cucharadas de aceite de oliva con una clara de huevo y aplicar sobre la piel.
REUMATISMOS: Las crisis agudas deben, por supuesto, ser objeto de un tratamiento médico a menudo de
larga duración. Pero los ataques más benignos pueden ser muy bien curados en casa, sin ayuda de nadie.
—Hacer una decocción de camomila. Empapar con ella unas compresas y aplicarlas tibias sobre la parte
dolorida.
—Tomar las hojas grandes de una repollo. Quitar el nervio central, luego machacarlas ligeramente con
ayuda de un rodillo de pastelero. Calentarlas sobre una fuente de calor —un radiador, por ejemplo—, y
aplicarlas, en varias capas, sobre la articulación afectada. Mantener en su sitio mediante un vendaje.
—Picar cinco puñados grandes de salvia fresca. Mezclar la pasta obtenida con 500 gramos de
mantequilla. Hacer hervir durante unos quince minutos a fuego suave. Colar. Dejar enfriar la preparación,
que puede conservarse luego en un tarro de cerámica. Apenas aparezcan los primeros dolores, masajear la
región afectada haciendo penetrar el ungüento.
SABAÑONES Y GRIETAS: Son provocados por el frío. La mayor parte de las veces son los labios los que
resultan más afectados, en primer lugar porque su piel es muy frágil, en segundo porque están húmedos
muy a menudo. Pero las grietas pueden atacar igualmente a los dedos de las manos y de los pies, los
cuales duelen entonces terriblemente.
—Tomar arcilla seca y reducida a polvo. Mojarla con aceite de oliva hasta que recupere la consistencia
de la pasta de modelar. Aplicar en cataplasma sobre las extremidades afectadas.
—Hacer hervir 20 gramos de brotes de álamo en 100 gramos de manteca de cerdo durante una media
hora. Dejar enfriar. Aplicar la pomada así obtenida sobre las partes enfermas.
Este bálsamo, que es particularmente adecuado para los labios y las comisuras de la boca, puede
también ser empleado como preventivo en lugar de otras preparaciones que se venden en farmacias. Su
eficacia, además, es claramente superior a la del lápiz labial.
—Tomar un buen pellizco de flores de caléndula secas, echarlas en agua hirviendo y dejarlas allí durante
un buen cuarto de hora. Filtrar y hacer un masaje con el líquido.
TOS (ACCESOS DE): Hay fumadores impenitentes que, mientras se ponen a toser encienden otro cigarrillo.
El milagro reside en que generalmente, después de algunas chupadas, su tos cesa. Se trata sin duda de lo
que se llama curar el mal por el mal, aunque tal ejemplo no sería recomendado por nadie. Es preferible
recurrir a la receta, además deliciosa, que indica Jean Palaiseul en Nos grand-méres savaient (op. cit.):
«Cortar en rodajas dos o tres manzanas grandes no peladas en un litro de agua fría; añadir algunos trozos
de regaliz, y hacer hervir durante un cuarto de hora; filtrar, beber a discreción, sin azucarar».
VERRUGAS: ¡Cuántos tratamientos costosos y más o menos dolorosos, cuando no se trata de auténticas
operaciones quirúrgicas, para librarse de estas pequeñas excrecencias carnosas indeseadas! ¿Pero por
qué ir a buscar tan lejos lo que la naturaleza nos pone al alcance de la mano?
—La celidonia, por ejemplo, que crece al borde de los caminos y en las viejas paredes, y cuyo
amarillento jugo que rezuma cuando se corta su tallo quema las verrugas en tan sólo unos días.
—Los guisantes (arvejas) también, cuyas vainas contienen en su interior un jugo que las ataca.
—Las papas, finalmente, que una vez ralladas y aplicadas en cataplasma dan el mismo resultado.
No hay ninguna erupción pequeña, ninguna heridita, que no pueda ser aliviada y curada utilizando
simplemente los remedios que la naturaleza pone cotidianamente al alcance de la mano del ama de casa.
Ya se trate de verduras, de aromatizantes, incluso de especias, todas estas plantas que hallamos cada día
en nuestro plato nos ayudan a vivir mejor, evitándonos el tener que atiborrarnos de medicamentos que, si
bien tienen un efecto benéfico al primer momento, pueden ser peligrosos a largo plazo.
Éste es, por ejemplo, el caso de la aspirina. Ciertamente, todos los médicos están de acuerdo en
reconocer que constituye un remedio precioso, sin duda uno de los mejores. Pero todos admiten también
que, consumida a fuertes dosis, llega a provocar ulceraciones gástricas que pueden ser graves. No deja de
ser tentador, cuando uno tiene dolor de cabeza o de muelas, cuando se siente venir la gripe, acudir al tubo
de comprimidos. No se piensa en ese momento en las consecuencias ulteriores de este gesto repetido
demasiado a menudo, ya que tan sólo se espera de él un resultado rápido y radical.
Es sin embargo casi tan sencillo curarse con una de las preparaciones a base de limón que hemos
indicado, o con cualquier otro «remedio casero», aunque haya que esperar un poco más de tiempo los
resultados y soportar el dolor unos pocos minutos más. Sin embargo, ¡qué garantías de futuro se hallan
disimuladas bajo este pequeño calvario suplementario!

EL ETERNO FEMENINO

Incontestablemente, la señora de Brézé, condesa de Maulévrier, era sin la menor duda la mujer más
hermosa de su tiempo. Pero, lo que es mejor, supo seguir siéndolo durante toda su vida, en una época en la
cual, las mujeres aún más que los hombres, envejecían aprisa y mal. Puesto que aquella mujer cuyo
recuerdo ha guardado la historia bajo el nombre de Diana de Poitiers no olvidaba ningún cuidado para
conservar intacta esta belleza que la suerte le había prodigado desde su nacimiento ni para protegerla del
deterioro de los años.
Sus recetas, desgraciadamente han permanecido secretas, y se sabe tan sólo que, como Cleopatra,
tomaba baños de leche que conservaban su piel tersa y aterciopelada. Por lo demás, debemos
contentarnos con conjeturas, puesto que sirvientes y doncellas no han desvelado nunca la misteriosa
alquimia que permitía a su dueña parecer gozar de una eterna juventud.
Lo que sí es cierto, en cambio, es que todas sus lociones, todos sus bálsamos, todos sus ungüentos
eran a base de plantas. Y de plantas muy comunes. Lo cual no le fue nada mal, puesto que, tras haber
llamado la atención de Francisco I —al cual se resistió victoriosamente, pese a las calumnias de Víctor
Hugo en El rey se divierte—, se convirtió en la amante de su hijo, el futuro Enrique II, en cuyo corazón reinó
hasta su muerte.
El flechazo se produjo un hermoso día de 1536. El joven príncipe acababa de cumplir los diecisiete
años. ¡Diana tenía veinte años más que él! Durante treinta años, iban a vivir un idilio fuera de lo común, en
medio de torbellinos e intrigas, sin que su amor resultara jamás marcado ni por la edad, que terminó
finalmente señalando a la hermosa duquesa, ni por las tortuosas intrigas de los grandes señores, que veían
con mal ojo el que aquella «vieja dama» condicionara la política de su país.
Cuando ella murió, a los sesenta y siete años, se hallaba aún en plena florescencia de su belleza.
Se trata por supuesto de un caso excepcional, y muy pocas mujeres, incluso en nuestros días, podrían
vanagloriarse de una tal longevidad de su seducción, ni siquiera tras haber utilizado todos los recursos y
todos los artificios de la cirugía o de la cosmetología moderna. De todos modos, no hay que preocuparse; si
una mujer de hoy en día no puede ofrecerse un «peeling», un «lifting» o un remodelaje del seno por medio
del poliestireno, no tiene tampoco por qué desesperarse. Sin llegar a ser una Diana de Poitiers, cualquier
mujer puede descubrir en su cocina, a fin de cuentas su reino particular, todos los ingredientes necesarios
para realizar eficaces mascarillas de belleza o para confeccionarse pequeños remedios que terminarán con
sus pequeños males.

ACNÉ: Esta enfermedad de la juventud hace muy desgraciadas a las mujercitas que se ven afectadas por
ella. He aquí, para consolarlas, un tratamiento que, al menos, tiene el mérito de no limpiar mucho sus
bolsillos al tiempo que hace desaparecer sus estigmas.
En primer lugar, no utilizar cualquier tipo de jabón para lavarse. Se elegirá preferentemente uno
azufrado, y no se vacilará en frotar vigorosamente.
En segundo lugar, vigilar el régimen alimenticio, aprovechando al máximo las propiedades diuréticas de
algunas verduras de las que ya hemos hablado.
Finalmente, en cada comida, es conveniente masticar un nabo crudo. Es excelente, sobre todo si se
toma la precaución, cada día, de aplicar sobre las espinillas del acné un tomate fresco cortado en dos.
Se pueden aplicar también sobre el rostro cataplasmas de harina de maíz.
ACNÉ ROSÁCEO: Es provocado por una inflamación de las glándulas cutáneas del rostro. Su aparición se
produce por otro lado de una forma muy insidiosa, puesto que empieza con pequeños puntos rojos
prácticamente invisibles que se transforman poco a poco en pústulas, las cuales se extienden, ganan
terreno y, finalmente, se reúnen para formar una red inextricable de manchas rojas.
De acuerdo, el acné rosáceo es una enfermedad que afecta esencialmente a los alcohólicos. Pero las
mujeres más sobrias pueden también ser sus víctimas, principalmente cuando superan la difícil etapa de la
menopausia. Es conveniente pues, desde la aparición de los primeros enrojecimientos, reaccionar sin
tardanza.
La decocción de hojas de lechuga, aplicada por la mañana y por la noche, es un excelente remedio, que
presenta además la ventaja de atenuar las quemaduras de las insolaciones. Pero, si se puede preparar una
decocción con las semillas de lechuga y no solamente con sus hojas, se obtendrá un agua aún más eficaz.
ARRUGAS: El limón, como sabemos, posee un efecto astringente sobre la piel. Es pues muy útil para
combatir las arrugas si se aplica en rodajas sobre las partes amenazadas, a menos que se utilice su jugo en
compresa, alrededor de los ojos en particular, para evitar los desagradables picores.
Una decocción de flores de romero (hacer hervir 50 gramos de estas flores en medio litro de agua o de
vino blanco; dejar en infusión un cuarto de hora, luego filtrar) tiene las mismas propiedades, sin presentar
los mismos inconvenientes.
CABELLOS: La calvicie es una afección típicamente masculina. Sin embargo, ocurre que algunas mujeres
pierden sus cabellos, y es comprensible que esto las desconsuele. En la mayor parte de los casos, es
simplemente porque no saben cuidarlos; ya sea que utilizan champús que no les convienen, ya sea que
abusan de las «permanentes» o de los rizos, que hacen que los cabellos se vuelvan frágiles y quebradizos.
Para aquellas que pierden sus cabellos —o que quieren evitar que su marido se vuelva completamente
calvo...—, he aquí una receta muy antigua y que al parecer es excelente.
Picar en un mortero un buen manojo de berros para exprimir su jugo. Colar y diluir el líquido obtenido
con alcohol de 90 °. Aromatizar con una esencia de flores. Realizar, por la mañana y por la noche, fricciones
con ayuda de esta loción.
En el siglo XVI, se obtenía el mismo resultado aplicando sobre el cráneo cataplasmas de nueces
trituradas. No iremos tan lejos como eso, pero no por ello debemos olvidar el nogal, cuyas hojas permiten
obtener una decocción que da a los cabellos un hermoso reflejo cobrizo.
Para reforzar los cabellos y devolverles su flexibilidad, se puede también untarlos, antes de lavarlos, con
una loción compuesta por aceite de oliva, jugo de limón y algunas gotas de alcohol... coñac, armagnac o
ron. Los cabellos secos ganarán con ello en volumen y flexibilidad; en cuanto a los otros, obtendrán un
nuevo vigor.
Siempre para luchar contra la calvicie, pero también para dar un nuevo brillo a los cabellos, las
decocciones de romero o las fricciones con la famosa «agua de la reina de Hungría» son muy
recomendadas por los fitoterapeutas.
El tomillo, finalmente, que en decocción tiene sensiblemente las mismas propiedades, presenta además
la ventaja de hacer brillar los cabellos y facilitar su desenredado.
CANSANCIO: Es el peor enemigo de la belleza, todas las mujeres lo saben bien. El mejor remedio para
apartar sus estigmas es, evidentemente descansar. Desgraciadamente, raras son las mujeres que pueden
decidir tomarse unas vacaciones en el momento en que lo desean, es decir cuando más necesidad tienen
de ellas.
Para apartar el cansancio, es conveniente pues adaptar los tiempos de descanso de que se dispone, de
modo que una pueda sacar el máximo provecho de ellos. Sabemos ya que el mejor sueño, el más profundo,
el más reparador, es aquel que se toma antes de la medianoche. Aunque no sea siempre muy fácil, las
mujeres de tez pálida conseguirán una buena ventaja acostándose lo más pronto posible, y levantándose
temprano.
No hay que olvidar también que el cansancio se ve agravado por el desequilibrio en el régimen
alimenticio. Se evitará pues abusar del alcohol, del tabaco, así como de algunas especias que, fomentando
un cierto nerviosismo, perjudican la calidad del reposo.
Finalmente, se intentará equilibrar los menús de la semana, aprovechando al máximo las propiedades
energéticas de los distintos alimentos que hemos enumerado ya. Se podrá también secundar útilmente esta
acción de los alimentos con algunas preparaciones como éstas:
— Exprimir una naranja y un limón; mezclar los jugos; azucarar con miel; beber por la mañana en
ayunas.
— Extraer el jugo de 500 gramos de espinacas y 500 gramos de berros; conservar el líquido obtenido en
el refrigerador; beber un vaso de licor del mismo por la mañana, antes del desayuno.
CASPA: Da miedo a los hombres, y enriquece a los peluqueros, que recomiendan siempre tratamientos
complicados, caros y la mayor parte de las veces completamente ineficaces. Una receta muy sencilla y
perfectamente económica consiste en preparar, tras cada lavado del cabello, una loción con el jugo de un
limón, que se completará con un enérgico masaje del cuero cabelludo a fin de desprender de él todas las
pieles muertas.
CICATRICES: Un grano rascado, un corte pequeño, un arañazo, dejan durante algunos días unas huellas
de un color rosado más o menos oscuro y nunca muy agradables. Podrán ser atenuadas si se les dan
aplicaciones diarias con una decocción obtenida a base de hacer hervir una mezcla a partes iguales de
salvia, de geranio y de lavanda.

COSMÉTICOS: En la actualidad las mujeres ya no preparan por sí mismas sus cosméticos. La


cosmetología moderna ha hecho progresos considerables, y todos los maquillajes que se encuentran hoy en
día en las perfumerías se hallan acondicionados de tal modo que cualquiera puede encontrar el que mejor
convenga a la textura de su piel.
Para las jovencitas que desean jugar a maquillarse y no se atreven a hurgar en el armario de mamá, he
aquí una receta que les permitirá colorear sus mejillas como los mayores: cortar en dos una remolacha
cocida: frotar y dejar secar: reanudar la operación tras haber cortado una rodaja de la remolacha en el lugar
donde se ha partido si el color rosa obtenido no es lo suficientemente vivo.
CULEBRILLA: Como el acné, la culebrilla es a menudo una enfermedad de juventud, pero esto no significa
en absoluto que los adultos no puedan verse afectados. Generalmente, su aparición es provocada por un
régimen alimenticio desequilibrado, demasiado rico en alcohol, en platos «pasados», como la caza, y en
especias. Para combatirla, es pues necesario volver en primer lugar a una alimentación más sana.
Paralelamente, se procederá a aplicaciones de compresas empapadas en una infusión de tomillo o,
simplemente, a fricciones con rodajas de pepinos frescos.
DIENTES: Una sonrisa deslumbrante es una de las primeras armas de la seducción. Desgraciadamente,
nuestros dientes son frágiles. Se cubren de sarro, se vuelven amarillentos y, bajo los efectos del tabaco, a
veces se rayan.
Para que sigan siendo blancos, se puede naturalmente acudir con regularidad al dentista, para que
proceda a una limpieza. Es además una excelente precaución, ya que el especialista aprovechará la
ocasión para verificar que no exista alguna pequeña caries en formación. Sin embargo, no se debe abusar
de estas limpiezas, que terminan por desgastar el esmalte. Entre dos visitas al dentista, se puede conservar
toda la blancura de los dientes cepillándolos una vez por semana con bicarbonato sódico, o, mejor, frotán-
dolos con un cuarto de limón. Este segundo método, además de eliminar el sarro y las manchas amarillas
que deslustran el esmalte, desinfecta y refuerza las encías.
EDAD: Diana de Poitiers no fue la única en combatir victoriosamente el desgaste de los años. Tuvo una
antecesora en la persona de la reina de Hungría que, gracias a un elixir cuya receta le fue comunicada por
un ángel, volvió a encontrar pasados los setenta años el vigor y el resplandor de su juventud, se libró de sus
reumatismos y estuvo a punto de conquistar finalmente un nuevo esposo.
He aquí la receta de esta agua, tal como la relaciona Jean Palaiseul (op. cit.), que la ha copiado a su
vez de una obra extremadamente antigua e inencontrable.
«Yo, Doña Isabela, reina de Hungría, de setenta y dos años de edad, inválida de los miembros y gotosa,
he utilizado durante todo un año la presente receta, la cual me fue entregada por un eremita al que jamás
había visto, y al que no he vuelto a ver después, y que hizo tanto efecto sobre mí, que, al mismo tiempo
curé y recuperé de mis fuerzas, y parecí de nuevo hermosa a todo el mundo, y el rey de Polonia quiso
casarse conmigo; lo cual rechacé por amor a Nuestro Señor Jesucristo, creyendo que esta receta me había
sido dada por un ángel: Tomad de espíritu de vino destilado cuatro veces (alcohol rectificado) 30 onzas
(aproximadamente 950 gramos), de flores de romero, 20 onzas (aproximadamente 600 gramos); colocadlo
todo en una jarra bien tapada por espacio de cincuenta horas, luego destiladlo en un alambique al baño
maría. Tomad una vez por semana, por la mañana, una dracma (aproximadamente 5 gramos) con algún
otro licor o bebida, o bien con carne, y lavaos con ella todas las mañanas, y frotad el mal de los miembros
inválidos».
El resultado, aunque «histórico», puede no ser tan espectacular.
Es dudoso por otro lado que la actual «agua de la reina de Hungría», tal como la fabrica un perfumista
inglés (Crabtree and Evelyn, 38, Saville Row, London Wl), sea elaborada según esta receta. El propio
fabricante aconseja además limitar al uso externo la utilización de su producto.
Alberto Magno, el célebre alquimista del siglo XIII da otra versión:
«Metéis en un alambique una libra y media de flores de romero bien frescas, media libra de flores de
poleo, media libra de flores de mejorana, media libra de flores de lavanda, y sobre todo esto tres buenas
pintas de aguardiente. Una vez bien tapado el alambique para impedir la evaporación, lo colocáis durante
veinticuatro horas en digestión en estiércol de caballo muy caliente. Luego lo destiláis al baño maría.
El uso de esta agua es tomar de una a dos veces a la semana, por la mañana en ayunas, la cantidad
aproximada de una dracma de ella, con algún otro licor o bebida, y lavarse el rostro y todos los miembros
allá donde se sienta algún dolor y debilidad.
Este remedio renueva las fuerzas, aclara el espíritu, disipa las fuliginosidades, conforta la vista y la
conserva hasta la vejez decrépita (sic.), haciendo parecer joven a la persona que lo usa. Es admirable para
el estómago y el pecho, frotándola sobre ellos.
Este remedio no quiere ser calentado, ya se sirva de él para pociones o para fricciones.
Esta receta es la auténtica que fue entregada a Isabel, reina de Hungría.»
ESPINILLAS: Estos parientes cercanos del acné pueden bastar para estropear una velada o el efecto de
una cuidada toilette. Desgraciadamente casi no hay medios que permitan hacerlas desaparecer
rápidamente. Lo más cómodo sigue siendo pues, disimularlas bajo el artificio de un maquillaje.
Pero las espinillas no son tan sólo irritantes desde el punto de vista estético. En muchos casos son
también dolorosas, producen ardores o picazón. Puede solucionarse fácilmente esta pequeña molestia
mojándolas con una compresa empapada en jugo de limón o en agua avinagrada.
HERPES: Demasiado a menudo se cree que no se trata más que de una «enfermedad psicosomática», que
desaparece cuando los problemas psicológicos que han provocado su aparición hayan desaparecido a su
vez. Es un error. En realidad, el herpes es debido a un virus que hay que destruir, y sólo el médico está
capacitado para prescribir los medicamentos necesarios.
Sabido esto, el virus del herpes pasa por períodos de actividad y de somnolencia, reapareciendo ante un
estado de debilitamiento físico o de trastornos psíquicos. La mayor parte de las veces, este despertar es
anunciado por un enrojecimiento, por una picazón y por un prurito generalizados. Las lesiones del herpes se
producen siempre en los mismos lugares —en las mucosas y en el rostro—, de modo que estos signos
anticipadores no pueden pasar inadvertidos, y puede detenerse la evolución de la enfermedad
desinfectando con alcohol yodado las regiones amenazadas.
LABIOS: Hemos encontrado varias recetas para suavizar los labios agrietados, pero tanto en belleza como
en medicina es preferible prevenir que curar. Para impedir pues que la piel de los labios se cuartee por la
acción del frío, hay que evitar en primer lugar humedecerlos o mordisquearlos cuando nos hallamos en el
exterior. Quienes no emplean lápiz de labios pueden protegerlos con barras protectoras preparadas que se
venden en las farmacias y que pueden ser incoloras o ligeramente teñidas. Pero hay que saber también que
una simple fricción con un algodón embebido en aceite de oliva posee exactamente el mismo efecto.
LÍNEA: Mantener la línea o recuperarla es la constante preocupación de gran número de mujeres. Para
conseguirlo, es muy difícil evitar el régimen alimenticio, incluso aunque esto plantee a veces problemas a los
glotones. Hemos visto, al estudiar las diversas verduras, que un cierto número de ellas permiten preparar
comidas energéticas sin sobrecargar el organismo en grasas superfluas. Sabemos igualmente que la sal,
fijando el agua en los tejidos, se muestra nefasta para el contorno del talle. Para evitar engordar, pues, es
necesario limitar su empleo, así como el de alimentos preparados como el pan, por ejemplo, que puede ser
reemplazado con ventaja por una papa hervida. Para disimular la ausencia de sal, se pueden utilizar
verduras y condimentos de aroma suficientemente poderoso, como el apio o el perejil. Un buen número de
verduras son también muy diuréticas. Facilitando la eliminación del agua y de los residuos, ayudan a
adelgazar, al tiempo que purifican la tez. La mayor parte de las frutas —la pina fresca o en conserva y en
particular las cerezas frescas— tienen las mismas propiedades.
Este régimen sin dolor podrá ser completado cada día con un vaso pequeño de vino de cebollas
preparado del siguiente modo:
—Picar muy finas cuatro o cinco cebollas grandes; ponerlas a macerar en un litro de vino blanco —
preferentemente tipo Aisacia—, en el cual se habrán disuelto 100 gramos de miel; aguardar dos días
agitando frecuentemente la mezcla; filtrar y conservar al fresco en una botella bien tapada.
MANCHAS ROJAS: No hay que confundirlas con el acné rosáceo, puesto que se eliminan mucho más
fácilmente. Una mascarilla de hielo picado, contrayendo los vasos sanguíneos, ayuda a hacerlas
desaparecer. Rodajas finas de pepino, aplicadas directamente sobre la piel, tienen el mismo efecto.
MANOS: Cuando se trabaja, cuando se cocina, se lavan los platos, la ropa, es difícil conservar unas manos
hermosas. Se pueden por supuesto «limitar los daños» no empleando más que detergentes reputados por
su «suavidad». Algunas casas han centrado por otro lado toda su publicidad en el hecho de que sus
productos eran tan suaves para las manos como para la ropa o los platos.
No hay que dejarse engañar por estos argumentos aparentes. Un detergente es un detergente y, para
terminar con la suciedad, debe llevar un cierto número de elementos que atacan la piel al mismo tiempo que
la mugre.
Siendo el mal inevitable, cada ama. de casa debe mentalizarse de que posee en su cocina —y por lo
tanto al alcance de la mano— el antídoto a todos los detergentes que atacan sus manos.
El limón en primer lugar, gracias al cual se puede preparar una loción que conservará toda su suavidad
pese a los trabajos más duros. Mezclar a cantidades iguales el jugo de limón, la glicerina y el agua de rosas.
Masajearse abundantemente las manos cada noche para hacerla penetrar en la piel.
El aceite de oliva, a continuación, con el cual se pueden bañar las manos cada quince días
aproximadamente. A notar que el efecto de este baño será aún más eficaz si se ha tomado la precaución de
entibiar antes el aceite.
MAQUILLAJE Y DESMAQUILLAJE: Los cosméticos, bases de color y otros productos de belleza fatigan la
piel. En consecuencia es necesario quitarlos muy cuidadosamente por la noche antes de acostarse e
hidratar la piel antes de cubrirla con los distintos productos de belleza. Evidentemente, se pueden encontrar
en todas las perfumerías productos específicos para cada una de estas operaciones pero, como nada
reemplazará nunca una preparación enteramente natural, he aquí una receta de una leche muy fácil de
realizar y que puede servir tanto como desmaquilladora que como base de maquillaje.
—Pelar un pepino grande muy maduro y vaciarlo, pero conservando las pepitas. Aplastar la pulpa
mezclándola con media botella de agua, algunas gotas de agua de rosas o de azahar, un buen vaso de
alcohol de 90° y dos claras de huevo batidas. Echar la preparación sobre las pepitas del pepino y dejar
reposar durante todo un día. Filtrar con una tela muy fina y conservar en un tarro bien tapado.
OJERAS: No siempre son el indicio de una velada demasiado agitada, sino que pueden ser provocadas
también por un estado intenso de fatiga general. En este caso, por supuesto, sería vano esperar que una
simple noche de sueño devolviera al rostro su frescor y su resplandor. Por el contrario, se debe atacar el mal
en profundidad, «restablecerse» gracias a menús equilibrados y descanso. Mientras se aguardan los
resultados de este tratamiento a largo plazo, las mujeres preocupadas por su belleza pueden atenuar estos
feos síntomas aplicándoles compresas de té muy fuerte.
Madame du Barry, la favorita de Luis XV, utilizaba otro remedio. Tras haber cocido algunas manzanas —
con agua o al horno—, aplastaba su pulpa hasta obtener una cataplasma que aplicaba bajo sus párpados.
Así conservó durante mucho tiempo los ojos más hermosos de la corte, evitando que las agitadas noches
que le imponía su real amante marcasen su encantador rostro.
PÁRPADOS: Acabamos de ver cómo hacer desaparecer las ojeras. He aquí ahora algunos métodos para
conseguir deshinchar los párpados cansados.
—Hacer una infusión con algunas ramas de romero en agua de rosas. Filtrar y aplicar como loción.
—Diluir el jugo de un limón en un poco de agua tibia. Aplicar en loción.
—Aplicar durante aproximadamente un cuarto de hora una compresa de tomillo tibia.
—Lavar cuidadosamente los párpados con una infusión de camomila.
PECAS: Desesperaban a Poil de Carotte, pero hicieron la fortuna de Marlene Jobert, hasta tal punto que las
mujeres que no tienen se las dibujan hoy en día con un lápiz de maquillaje. Pero, para que den este aire
juvenil y travieso que tan bien va a la actriz, es necesario que limiten su terreno al contorno de los ojos y a
las aletas de la nariz. En cualquier otro lado, son consideradas como muy molestas.
Para eliminarlas nada mejor que las lociones de jugo de limón; o bien lociones a base de decocción de
cardillo o de perejil.
PIEL: Tradicionalmente, se distinguen dos tipos de pieles que, naturalmente, reclaman cuidados distintos.
PIELES GRASAS: Los poros se hallan dilatados, y en general son propicias a la aparición de puntos
negros. Se puede cerrar la textura de una piel grasa aplicándole compresas de té muy fuerte. En cuanto a
los excesos de secreciones, que hacen que las mejillas, la nariz y los pómulos aparezcan relucientes,
pueden absorberse, como una mancha de grasa sobre un tejido, con un papel de seda.
PIELES SECAS: Tienen también sus inconvenientes, sobre todo el principal de arrugarse mucho más
aprisa que las otras. La leche de almendras dulces les devuelve su flexibilidad y evita que se formen
arrugas, a condición de que se tome la precaución de no agravar su desecamiento friccionándolas con
colonias demasiado alcoholizadas.
Numerosas hortalizas permiten preparar leches y lociones que sirven para todo tipo de pieles, incluso
aquellas que no tienen problemas, pero que de todos modos hay que cuidar si se quiere evitar que se
deterioren.
La leche de almendras es particularmente recomendada, como hemos visto, para el tratamiento de las
pieles secas. Se prepara machacando medio kilo de almendras dulces, luego mezclando el aceite así
obtenido con medio litro de leche. Esta preparación se conserva muy bien en un frasco cerrado, sin ninguna
otra precaución.
El jugo de alcaucil, obtenido machacando las cabezuelas de esta gran planta, es recomendable para las
pieles grasas, cuyas secreciones regulariza.
La pulpa de aguacate (PALTA), muy rica en aceite, puede en cambio ser aplicada con mucho éxito como
mascarilla sobre las pieles secas, a las cuales devuelve su flexibilidad.
Lo mismo cabe decir de la carne del plátano, que se utiliza en los mismos casos y de una forma idéntica.
La infusión de lavanda permite limpiar a fondo los poros dilatados de las pieles grasas y eliminar, al
mismo tiempo que el polvo que se acumula en ellos, los excesos de secreciones cutáneas.
Con el aceite de oliva se puede confeccionar el mejor y el más natural de los bronceadores. Basta para
ello con mezclar unos 250 gramos de aceite con el jugo de un limón y unas pocas gotas de tintura de yodo.
Unciones regulares de esta preparación, antes de cada exposición al sol, evitarán en primer lugar las
quemaduras, y ayudarán luego a la piel a tomar este color dorado tan apreciado por todas aquellas mujeres
que van de vacaciones a las playas.
Los masajes con coral de erizo de mar dan resultados sorprendentes. Cargado de yodo y de principios
minerales, esta «golosina» apreciada por todos los amantes de los mariscos restablece el pH de la piel y
facilita la renovación de las células. Gracias a la acción de este bálsamo viviente. puede verse cómo las
arrugas se atenúan y el grano de la epidermis se ablanda.
Mezclando la pulpa de algunas ciruelas machacadas con una cucharada de almendras dulces, se
obtiene una mascarilla de belleza que conviene perfectamente a las pieles grasas.
Una decocción de hojas de laurel es una excelente loción que suaviza las pieles secas.
La pulpa del membrillo se utiliza como mascarilla para revitalizar las pieles grasas.
El limón, el indispensable limón, está destinado evidentemente a las pieles grasas. Aplicado en
compresa, su acción astringente cierra los poros dilatados. Mezclado con claras de huevo batidas a punto
de nieve, permite componer una mascarilla que posee el mismo efecto.
Para todas las pieles, una mascarilla a base de pulpa de uva, blanca o negra, eso no importa, será un
tonificante excelente.
El tomate, finalmente, cuyo jugo, tan rico en vitamina C, constituye un excelente alimento para las
células de la epidermis. A fin de aprovecharlo completamente, basta con cortar en dos un fruto muy maduro
y muy rojo y friccionarse enérgicamente con él.
PUNTOS NEGROS: Sabemos que encuentran asilo la mayor parte de las veces en las pieles grasas.
Contrariamente a lo que imaginan algunas jóvenes que utilizan sus uñas como pinzas quirúrgicas, por no
decir como instrumentos de tortura, es muy peligroso extirpar los comedones —éste es su nombre científico
— de este modo. El resultado puede ser una infección, que no arreglará nada puesto que simplemente
amenaza con reemplazar un feo punto negro con una cicatriz que no será menos fea.
La primera precaución que hay que tomar es pues, cuando se tiene una piel grasa, tratarla del modo que
acabamos de indicar. Si, pese a las mascarillas y las lociones, aparecen puntos negros, no se extirparán
más que mediante una pinza especial —de venta en todas las farmacias— y tras haber tratado el rostro con
una loción hecha a base de una infusión de tomillo o de té muy caliente.
REGLAS: Numerosas mujeres sufren un verdadero martirio una vez al mes, y se quejan de hinchazones de
vientre que afean su silueta. Tisanas de salvia o de romero, regularizando la función menstrual, harán
desaparecer al mismo tiempo los dolores y las hinchazones.
SENOS: Un seno, incluso joven, necesita ser tonificado. La creciente moda actual entre las mujeres de
prescindir del sujetador, hay que decirlo, ha tenido efectos desastrosos. Arrastrados por el peso de la
glándula mamaria, los músculos tienen tendencia a aflojarse y el seno cae. Esto no significa de ningún
modo que haya que encorsetarlo de una manera excesivamente apretada, ya que entonces los mismos
músculos, no teniendo ya ningún trabajo que efectuar, tenderían a atrofiarse, y el resultado sería
estrictamente el mismo.
Para afirmar un seno, pues, que empieza a presentar un ligero aflojamiento, se puede recurrir a una
forma de ducha escocesa muy localizada, cuya acción se reforzará mediante compresas de jugo de limón.

TRANSPIRACIÓN: Es tan desagradable para una misma como para los demás. Desgraciadamente, es muy
difícil detenerla en los días de mucho calor. Las farmacias están hoy en día repletas de antitranspirantes y
antiperspirantes, pero uno no puede hacer más que desconfiar de estos productos que bloquean una
secreción natural cuyo papel depurador es extremadamente importante.
Para transpirar menos, no hay pues más que una solución, y es beber menos, incluso aunque esto
parezca difícil en verano. Una fricción de agua con adición de jugo de limón, cierra los poros, limita
igualmente el exceso de sudor al mismo tiempo que da a la piel un perfume acidulado que disimula el de la
transpiración.
UÑAS: Al igual que la piel de las manos, las uñas sufren con los pesados trabajos del ama de casa. Se
mellan, se rompen, se abren, y pueden incluso volverse tan frágiles que es imposible mantenerlas largas.
Cuando se llega a este estadio, sin duda es a causa de una carencia alimentaria que las priva de los
elementos necesarios para su crecimiento. Conviene pues, antes que nada, revisar el régimen. Tras lo cual
se puede buscar fortificarlas con los mismos productos que hemos encontrado un poco antes para el
cuidado de las manos.
—Meter durante una decena de minutos aproximadamente, mañana y noche, el extremo de los dedos en
un jugo de limón.
—Meter las uñas cada noche en un bol pequeño de aceite de oliva tibio para evitar que se abran.
La acetona pura, utilizada como disolvente para quitar el esmalte, seca las uñas y las vuelve
quebradizas. Para paliar este inconveniente, se puede mezclar con un volumen igual de aceite de oliva y la
mitad de este volumen de éter. Se obtiene entonces un disolvente graso particularmente eficaz y que
presenta la ventaja de secarse muy rápidamente.
Así, gracias a unas recetas sencillas —todas las que hemos indicado no son tan complicadas de preparar
como la famosa agua de la reina de Hungría—, y con productos que pueden encontrarse normalmente en la
cocina, cada mujer puede realizar por sí misma verdaderas mascarillas de belleza. Así que no es necesario
gastar fortunas en los institutos de belleza para seguir siendo hermosa. Diana de Poitiers, cuyo recuerdo
evocamos al principio de este capítulo, tal vez recorrería hoy en día los institutos de belleza y las clínicas
especializadas en cirugía estética. Sin embargo, no es muy seguro que lo hiciera, puesto que esta dama,
que sabía «guardar siempre razón», incluso en política, lo cual no es decir poco, probablemente no confiara
más que en estos pequeños trucos, estas recetas que acabamos de dar y que sin duda eran las suyas
propias.
COCINA PARA UNA PAREJA FELIZ

Las parejas felices, como los pueblos pacíficos, jamás deberían tener historia. Este no es sin embargo el
caso, ya que la búsqueda de la felicidad es menos fácil de lo que parece, y los hogares más unidos
atraviesan todos períodos agitados, por no decir dramáticos. Así ocurrió con aquel notario, cuya historia
cuenta Paúl Vincent en L'Amour et les guérisseurs (La Pensée moderne), que fue a consultar a León Vallat,
un magnetizador, a fin de que éste le ayudara a recuperar su potencia viril.
Casado desde hacía veinticinco años, padre de tres hijos, el notario constataba amargamente que ya le
era imposible proporcionar a su esposa esas pruebas de amor que otros se obstinan en llamar el «deber
conyugal». Pero el hombre era fiel, y ni por un momento pasó por su mente que una pequeña mancha en el
contrato matrimonial pudiera tal vez volver a poner las cosas en su sitio.
«Sigo queriendo a mi mujer, le confió al curandero, pero ya no la deseo y, como no deseo engañarla, me
he vuelto impotente. Tenemos tres hijos, añadió, el último de los cuales tiene once años. Los dos primeros
fueron deseados. El tercero fue, si puede decirse, "combinado". Tener niños es un pretexto para espaciar el
deber conyugal. Llega quizá un momento en que uno le hace hijos a su esposa con tal de deshacerse de
ella. Pero tan sólo tengo cuarenta y tres años; creo ser aún sólido, tener el cuerpo joven, y sin embargo
hace más de tres años que decepciono a Simone.»
«El caso de este enfermo —explica León Vallat—, es psíquico. Desgraciadamente, no es único. Tras un
cuarto de siglo —o menos— de existencia conyugal, más de la mitad de los hombres ya no sienten nada
hacia sus esposas y, en consecuencia, se vuelven incapaces de realizar lo que es peor que una carga: un
acto extraño a ellos mismos. Les queda entonces el recurso de la infidelidad —si se consigue— o de la
resignación —si les contenta—...»
De hecho, éste es el gran miedo de las parejas, el que vuelve a los hombres adúlteros y hace
desgraciadas a las mujeres, que hace, como escribe Paúl Vincent, «que dos esposos que se adoraban se
conviertan poco a poco en hermano y hermana y ya no se amen más».
Para vencer este desencanto, romper este hábito que arruina los años de felicidad, hombres y mujeres
han dispuesto, desde los tiempos más lejanos, de la ayuda de los brujos. En las misteriosas cabañas, los
iniciados preparaban bajo encargo filtros y pociones que por aquel entonces se juzgaban infalibles. He aquí
unas cuantas recetas extraídas de Alberto Magno.
«No le basta —escribe el filósofo—, al hombre el hacerse amar pasajeramente y por una vez tan sólo
por la mujer; es preciso que esto continúe y que el amor sea indisoluble. Y, para ello, debe conocer algunos
secretos para que la mujer no cambie ni disminuya su amor.
»Para ello tomaréis la médula que hallaréis en el pie izquierdo de un lobo, haréis con ella una especie de
pomada, y la haréis oler de tanto en tanto a la mujer, que os amará cada vez más».
Y añade: «Como sea que podría suceder que la mujer se cansara del hombre que no sea robusto en la
acción de Venus, este tal hombre debe cuidarse no sólo con buenos alimentos, sino también utilizando
algunos secretos que los antiguos y modernos buscadores de maravillas de la naturaleza han
experimentado.
»Es preciso, dicen éstos, componer un bálsamo con la ceniza del estelión, aceite de hipérico y de
algalia, y untarse con él el dedo gordo del pie izquierdo y los riñones, una hora antes de entrar al combate,
con lo que saldréis de él con honor y satisfacción».
Todavía otra «receta», para «protegerse de los cuernos»: «Tomad la punta del miembro genital de un
lobo, el pelo de sus ojos y el que se halla en su garganta en forma de barba, reducidlo todo a polvo por
calcinación y hacédselo tragar a vuestra mujer sin que ella lo sepa, y estaréis seguros de su fidelidad. La
médula de la espina dorsal del lobo posee el mismo efecto».
Hoy en día, y nadie se lamenta de ello, los brujos casi han cerrado sus tiendas. ¡Además, cada vez se
hace más difícil encontrar en libertad un lobo del que poder extraer todos los ingredientes necesarios para
tales preparaciones! Pero no por ello ha disminuido la laxitud conyugal o la infidelidad, y frecuentemente se
descubren anuncios publicitarios alabando las virtudes de tal o cual producto, generalmente exótico, gracias
al cual los maridos estarán protegidos contra los desfallecimientos y sus esposas, satisfechas de este modo,
protegidas de la tentación.
Sin embargo, no es necesario en absoluto ir tan lejos para buscar los medios de la felicidad amorosa.
Nuestros huertos están repletos de verduras tan afrodisíacas como el ginseng o el cuerno de rinoceronte
molido; los especieros están repletos de condimentos que tienen el mismo efecto y, a fin de cuentas, un
plato preparado con ternura tendrá siempre más éxito con el hombre al que se ama que no importa cuál
píldora.
Así pues, para evitar que la vida de la pareja se sumerja en la monotonía, que sufra la esclerosis del
tristemente famoso «metro-trabajo-cama», en medio del cual no debe olvidarse el intercalar la televisión,
basta con un pequeño esfuerzo. Un mantel blanco, dos velas, una botella de champán, hacen de la más
sencilla cena una auténtica fiesta, aunque no sea Navidad, aunque nada lo justifique. Mejor aún si nada lo
justifica, excepto el simple placer de hacer feliz al otro. La sorpresa será aún mejor y los resultados más
concluyentes, sobre todo si la esposa, como cocinera astuta, ha tomado cuidado en mezclar a sus
preparaciones culinarias algunas de estas verduras o aromatizantes de los que hemos hablado antes
indicando que aportaban un precioso estímulo al deseo amoroso.
«Se puede intentar—escribe Marcel Rouet (op. cit.)—, operar una especie de segregación entre las
plantas con propiedades estimulantes y aquellas que poseen una acción directamente afrodisíaca,
considerando que las primeras refuerzan los efectos de las segundas. Las primeras son demasiado
numerosas para poder enunciarlas todas, pero citemos la albahaca, el laurel, el perejil, el tomillo, el ro mero,
la salvia, de las que algunos principios, según el doctor Jean Valnet, tendrían un poder dinamizante sobre
las corticosuprarrenales. Las segundas, de efectos más específicos, son entre otras: el ajo, el apio, la
cebolleta, el cilantro, el jengibre, la menta, la ajedrea...»
Todos estos alimentos deliciosamente perfumados tienen por segunda ventaja mantener el
entendimiento conyugal. Pero atención: no hay que estropear su efecto benéfico regando demasiado
copiosamente estas cenas suaves, brindando demasiado por la felicidad reencontrada. Tomado en
pequeñas cantidades, el alcohol es también un estimulante de primer orden, pero más allá de una cierta
dosis, trae consigo resultados estrictamente inversos. Los buenos bebedores son raras veces unos grandes
amantes, demasiado ocupados, cuando finalmente se acuestan, en digerir sus excesos. Dos copas de
champán, unos vasos de vino o un pequeño cóctel hacen brillar los ojos, enrojecer las mejillas, y traen
consigo una cierta euforia. Pasado este límite, aparece el abatimiento, la triste fatiga, por no decir el
disgusto. Como en las inundaciones, hay un umbral, un punto de alerta que debe evitarse franquear si se
quieren evitar las decepciones.
De todos modos, desgraciadamente, no todas las cenas pueden ser cenas de fiesta. Ya que además
habría que temer, si éste fuera el caso, que estas cenas terminaran por tener consecuencias opuestas a las
buscadas.
Hemos visto, en el primer capítulo de esta obra, que una alimentación equilibrada era el testimonio de
una vida sana y feliz. Pero hemos visto también que el volumen de la ración alimenticia, así como su
composición, debían variar en función de la edad o de la actividad del comensal. De hecho, el régimen debe
evolucionar a medida que pasan los años, de modo que siempre tenga en cuenta la ineluctable reducción
de las actividades metabólicas. ¡Lo cual no facilita la tarea de un ama de casa que encuentra regularmente
alrededor de su mesa a un marido y unos niños, a los que se añaden a veces un abuelo o una abuela!
La solución, por supuesto, es componer menús equilibrados como los que citábamos en el primer
capítulo, y permitir que cada uno los complete en función de su organismo.
Los niños, sobre todo, tienen necesidad de estos complementos. El período del crecimiento es un
momento crucial en el cual la menor carencia alimentaria puede tener consecuencias catastróficas y
engendrar enfermedades, incluso deformaciones, irreversibles. Es pues indispensable secundar la comida
familiar con un desayuno copioso, rico en productos lácteos y en jugos de frutas, así como una merienda
sustanciosa, que satisfaga tanto la gula como el apetito.
Muchos adolescentes, en cambio, se niegan a tomar esta merienda, cuando en realidad la necesitan
más que nunca. De hecho se trata de una reacción normal que señala su voluntad de emancipación, su
deseo de mostrar que han salido de la infancia, de la cual es símbolo esa merienda. Por ello, más que
forzarles a tomar esta merienda de media tarde que no les gusta, es preferible tomar en cuenta sus
aspiraciones proponiéndoles, al final de la comida principal, los elementos nutritivos que les son necesarios.
«Los glúcidos deben dominar ampliamente la ración calórica en el período de la pubertad, que se
entiende de los doce a los catorce años para los niños, y de los diez a los doce años para las niñas, así
como durante todo el crecimiento», precisa Marcel Rouet (op. cit.).
«La asociación de frutos secos y oleaginosas: ciruelas, ciruelas pasas, damasco, uvas, nueces,
avellanas, almendras, olivas, puede constituir por su riqueza en azúcares, lípidos, proteínas y vitaminas un
completo fortificante que reemplace con ventaja al pastelito de mantequilla del glotón...»
He aquí pues los alimentos que, presentados bajo la forma de golosinas, pueden constituir excelentes
postres que aporten a los organismos jóvenes todos los elementos necesarios para un desarrollo
armonioso.
No volveremos a insistir en la alimentación de los adultos, cuyos principios de base hemos dado ya en
nuestro primer capítulo. Baste con recordar que debe ser armoniosamente equilibrada, ni exclusivamente
vegetariana ni exclusivamente carnívora, y que su volumen está condicionado por la actividad física y el
gasto energético más o menos importante que traiga consigo.
«Parece que la frugalidad es una condición primordial de la longevidad humana —escribe Marcel Rouet
(op. cit.)—; no se ven centenarios gordos».
Esto es totalmente exacto, pero la naturaleza es lo suficientemente sabia como para hacer que las
personas de edad limiten inconscientemente, y sin que ello les proporcione una sensación de privación, el
volumen de sus comidas. Su apetito se hace menos vivo. Las necesidades energéticas de su organismo se
ven limitadas por la falta de actividad, y debido a ello los alimentos demasiado ricos ya no les tientan, y
acuden así a un régimen reducido que les conviene perfectamente.
Por supuesto, algunas contingencias económicas pueden agravar esta tendencia natural y, entonces, las
consecuencias de la malnutrición se vuelven graves. Es también Marcel Rouet quien anota que «la
supresión de la carne le quitaría al viejo este estímulo necesario a su apetito, que a menudo se vuelve
perezoso. La carne, por su aroma, su sabor y las preparaciones que permite, influye por acción refleja en las
mucosas del estómago y favorece la secreción de los jugos digestivos. Convirtiéndose cada vez más en un
gourmet, el anciano llegará muy pronto a buscar la calidad de los alimentos en detrimento de la cantidad».
He aquí una sabia recomendación que permite a todas las madres de familia cuidar sin remordimientos y
sin temores acerca de su salud a los abuelos que viven bajo su mismo techo.
Pero la cocina de la felicidad no es tan sólo una cuestión de abundancia, es también toda una
atmósfera. Como decíamos más arriba, una cena sencilla a la luz de unas velas, una vez acostados los
niños, puede hacer olvidar buen número de malentendidos conyugales. Y lo que es cierto para estas cenas
excepcionales lo es también para todas las demás comidas que se toman dos veces al día. El nerviosismo,
los reproches, los enfurruñamientos, perjudican tanto la digestión como la armonía familiar. Y un hombre —
¡o una mujer!— que digiere mal se vuelve fácilmente irascible. Hay que tomarse pues su tiempo para comer,
al igual que el ama de casa se ha tomado su tiempo para preparar la comida. Además, sería ofenderla no
saborear sus platos y empujarla a la vía de la facilidad que consiste, en lugar de cocinar, en echar el
contenido de una lata de conservas en una cacerola con un poco de mantequilla derritiéndose al fondo.
De hecho, ya no le concedemos la importancia que se merecen a las comidas, o por el contrario les
concedemos demasiada.
Demasiada importancia a estas comidas de negocios, pretextos para desbordamientos casi bulímicos
que no justifican en absoluto las pretensiones gastronómicas de los chefs, que parecen ignorar que esta
gastronomía a la que dicen servir es un arte lleno de finura y de comedimiento.
Demasiada poca a las comidas familiares y, en particular, a la tradicional comida del domingo, que
reunía antiguamente a toda la familia en torno a la misma mesa.
Hoy, nos preocupamos de terminar rápidamente con esta formalidad para no perdernos la película de
televisión o los resultados de los partidos de fútbol. Y es una lástima.
El hombre tiene la ventaja sobre el animal de haber sabido transformar la necesidad de alimentarse en
un placer. Actualmente está perdiendo esta supremacía en provecho de unas diversiones que no
compensan, ni de lejos, con respecto a lo que uno se priva voluntariamente.
La cocina de la felicidad, la que condiciona la armonía de las parejas, no es tan sólo aquella que
contiene los alimentos que enumerábamos más arriba. Es también aquella que restablece las posibilidades
de comunicación entre personas que las han perdido por culpa de su forma de vida. Saborear un plato es
darle las gracias a aquella que se ha tomado su tiempo en prepararlo; felicitarla por él es decirle que se ha
comprendido que además de los ingredientes palpables, las verduras, las carnes, las especias, se ha sabido
encontrar allí la ternura, la voluntad de dar placer, el deseo de complacerle que se hallan subyacentes.
Comer, comer bien, es un placer sensual. Muy a menudo es el preludio de otras «satisfacciones», y los
grandes seductores no ignoran la ayuda preciosa que aporta una buena comida, en un marco agradable, a
su empresa. La gastrono mía es casi inseparable de los primeros encuentros, de los balbuceos amorosos.
¿Por qué, en estas condiciones, es inevitable que la mayor parte de los hombres —y también de las
mujeres— imaginen que se vuelve superflua una vez consumado el matrimonio? Como durante el noviazgo,
constituye al contrario un factor de entendimiento, un elemento de aproximación, en una palabra una de las
condiciones de la felicidad.
SE LAS LLAMA MEDICINALES

Se llamaba Francois Domenach y, a principios del siglo XX, enseñaba los rudimentos de la gramática y del
cálculo a los niños de Arles-du-Tech, en los Pirineos Orientales. Como todo maestro de aquella época,
François Domenach era un hombre curioso hacia las cosas de la naturaleza. Sus ratos de ocio, sus
vacaciones, los pasaba recorriendo el campo, recogiendo hierbas, observando los animales y los insectos,
completando cada día sus conocimientos a través de las lecciones de las cosas permanentes.
Sus alumnos, por supuesto, eran los primeros en beneficiarse de todas estas observaciones, aunque no
tomaran gran placer en ellas y pocos obtuvieran un auténtico provecho. Pero el azar quiso también que
François Domenach cayera enfermo. Fue algo que comenzó con una serie de dolores insidiosos en los
ríñones y luego, muy aprisa, el pobre maestro empezó a sufrir un auténtico martirio. Cuando experimentó
enormes dificultades en orinar, supo que tenía cálculos renales.
En aquella época no se conocía más que las curas en balnearios o la operación para acabar con una tal
enfermedad. Ninguna de estas soluciones convenía a nuestro hombre. La primera debido a que era
demasiado cara y la segunda simplemente porque atentaba a su integridad física. Ante la carencia de la
medicina oficial, François Domenach resolvió pues acudir en busca de ayuda a sus buenas viejas amigas
las plantas, que conocía tan bien desde hacía tanto tiempo. Tras algunas investigaciones, descubrió que se
consideraba a la albura del tilo como un excelente diurético, y pensó que bajo la corteza de este árbol quizá
se ocultara el remedio a sus sufrimientos.
Se llama albura a la madera tierna y blanquecina que se halla entre la corteza y el corazón de un árbol,
formando cada año un nuevo círculo en torno a este corazón.
Tras varios años de investigaciones, durante los cuales experimentó sobre sí mismo las diferentes
pociones que iba preparando, François Domenach consiguió finalmente determinar sobre qué árboles
convenía retirar la preciosa materia, en qué momento preciso del año había que hacerlo, cómo debía
conservarla y la mejor forma de prepararla.
Para resumir en algunas pocas palabras sus trabajos, podemos precisar que la mejor albura de tilo se
recoge en el Rosellón, en árboles que crecen entre los 900 y los 1000 metros de altura, cuando se produce
la subida de la savia. Las placas de albura deben ser secadas inmediatamente al aire libre antes de ser
cortadas en bastoncitos finos, que pueden ser entonces distribuidos a los herbolarios.
Habiendo pues descubierto empíricamente este método, y tras curar totalmente, nuestro maestro siguió
experimentando sobre sus amigos, sus conocidos e incluso los padres de sus alumnos. Cada vez los
resultados se mostraron concluyentes, y pudo conseguir que una mayoría de enfermos pudiera
aprovecharse de su descubrimiento. En 1916, pues, tras varios meses de trabajos, hacía llegar a la
Academia de Ciencias de París una memoria donde resumía sus observaciones y sus experiencias,
proponiendo poner gratuitamente su descubrimiento a disposición de los médicos.
No se le respondió nunca. Muchos años más tarde, cuando sus herederos, como era su derecho,
quisieron reclamar el documento, se les negó incluso su devolución, bajo los pretextos más falaces.
Pero, ante el silencio de las autoridades médicas François Domenach había tomado sus precauciones, y
explicado en detalle a su hermano todo lo que sabía sobre la albura del tilo del Rosellón. Este hermano
transmitió a su vez estas informaciones al nieto del maestro, y gracias a esta tradición familiar este último,
Paúl Domenach, puede hoy en día seguir recolectando estas laminillas de madera para alivio de las
personas que sufren cálculos de la vejiga.
Las desventuras de François Domenach frente a los detentadores de la ciencia oficial no son,
desgraciadamente, la excepción. En las altas esferas de la medicina, se olvida fácilmente que el arte de
curar comenzó con el conocimiento de las plantas, y que un producto químico, si bien puede parecer más
eficaz a corto plazo, no reemplazará jamás a una cura a base de ingredientes naturales, los cuales no
arrastran consigo efectos secundarios.
Ya que nadie puede negar que la medicina nació el día en el que uno de nuestros lejanos antepasados,
habiendo descubierto por casualidad que una planta aliviaba tal o cual mal, empezó a consumirla
regularmente y a aconsejarla a aquellos que sufrían de la misma enfermedad que él.
Hoy en día, se estima que el uso organizado de las hierbas con fines terapéuticos se remonta a los
prehomínidos, pitecantropos, sinantropos o africantropos. Estos seres, a medio camino aún entre el hombre
y el animal, eran esencialmente cazadores y recolectores. No cultivaban, pero en cambio sabían discernir
perfectamente en la naturaleza cuáles eran las plantas comestibles y cuáles no lo eran. Guiados por el
mismo instinto que empuja hoy en día a nuestros perros y gatos a purgarse con algunas hierbas en
particular, extraían de la naturaleza los vegetales que mejor les convenían. Poco a poco, aprendieron a
discernir aquellos que no podían ser utilizados más que con fines alimenticios y aquellos que contenían
virtudes medicinales. Pero lo más notable fue sin duda que comprendieron —¿tras cuántas infructuosas
experiencias?—- que si bien podían cultivar los primeros para aumentar el rendimiento y suprimir los azares
de la recolección, los segundos perdían casi todo su poder desde el instante mismo en que eran exilados de
su habitat natural.
Es sin duda debido a esto que los primeros médicos, es decir los primeros hombres que poseyeron un
conocimiento profundo de las plantas y de sus propiedades, fueron los brujos. En el secreto de las
iniciaciones se transmitían no solamente las fórmulas mágicas de encantamiento, sino también los
«mapas» de los lugares de recolección, así como el calendario de las mismas.
Haciendo que el medicamento sea independiente de estas contingencias geográficas y estacionales, la
ciencia ha hecho ciertamente mucho en pro del bienestar del.... médico, que ya no tiene que preocuparse
por las fechas
—salvo, por supuesto, para comprobar que el producto no está caducado— ni por los lugares de
fabricación. Pero, dicho esto, ¿qué son pues nuestros modernos terapeutas sino «iniciados» que han
recopilado, en el transcurso de largos años de estudios, el fruto del saber de sus predecesores?
Sea como sea, es evidente que hoy en día, en algunas regiones de África o de las Antillas, brujos y
«encantadores» siguen ejerciendo su oficio y, como herederos de esta ciencia milenaria, obtienen sin Codex
ni quimioterapia complicada notables resultados. Esto es tan cierto que, desde hace algunos años, varios
grandes laboratorios americanos y alemanes han enviado junto a ellos equipos de especialistas que se
esfuerzan, a duras penas, en penetrar sus secretos.
¿Qué ocurrirá con sus observaciones? ¿Servirán simplemente para poner a punto sus equivalentes
químicos o, por el contrario, representarán el golpe de timón hacia un verdadero regreso a las medicinas
naturales? Nadie puede decirlo, y lo único que se puede hacer es desear que la segunda hipótesis sea la
buena.
Pero volvamos a nuestros prehomínidos que, de cazadores y nómadas, se han convertido en
sedentarios y agricultores. Con su organización en comunidad aparecen los primeros medios de una
tradición escrita: signos cabalísticos destinados tanto a apaciguar los espíritus como a transmitir a las
futuras generaciones el fruto del saber. Y, muy lógicamente, tras las prescripciones culturales son las
indicaciones médicas de las plantas lo que se graba o pinta sobre la piedra, la madera o lo que hace las
veces de papel. Tanto en China como a orillas del Mediterráneo, hacen su aparición los primeros tratados de
medicina. Es por ejemplo el famoso papiro de Ebers, redactado bajo la XVIII dinastía faraónica, unos quince
siglos antes del nacimiento de Cristo.
Durante milenios, el arte médico permaneció profundamente ligado a la religión. Así, entre los antiguos
griegos, se consideraba a Chiron el centauro, hijo de Cronos, dios del Tiempo, y de una ninfa, «el primer
herbolario y boticario famoso por sus conocimientos de las plantas medicinales». La cita es de Plinio el
Viejo.
El mérito de haber codificado estos descubrimientos dispersos y haber transformado unos
conocimientos empíricos en una verdadera ciencia corresponde a Hipócrates y a Galeno, su sucesor.
El primero, que siempre ha sido considerado, y sigue siéndolo, como el «padre de la medicina» —
¿acaso los futuros doctores no pronuncian su juramento antes de poder ejercer?—, vivió en Grecia, en el
siglo IV antes de Jesucristo. La leyenda, siempre ella, afirma que era hijo de Esculapio, dios de los médicos,
y de una mortal. De origen divino o no, dejó tras él una obra importante, entre la que hay que destacar en
primer lugar el Corpus hippocratus, donde se hallan reunidas una cantidad enorme de observaciones sobre
el tratamiento de las enfermedades por los vegetales, así como sobre la alimentación de los convalecientes.
Galeno, por su parte, vivió seis siglos más tarde —es decir, en el siglo II de nuestra era— en Roma,
aunque también era de origen griego. No siempre estuvo de acuerdo con el gran maestro cuyos trabajos
emprendió la tarea de completar, y sus desacuerdos crearon incluso una expresión proverbial que sirve para
señalar las incertidumbres de la medicina: «¡Hipócrates dice sí y Galeno dice no!»
Una constante se mantiene sin embargo en las concepciones de los dos hombres: el papel
irreemplazable de las plantas en el tratamiento de las enfermedades. Esto es tan cierto que se siguen
llamando «preparaciones galénicas» a los medicamentos compuestos a base de plantas medicinales, por
oposición a los remedios químicos, que la Edad Media bautizó como «espagíricos» o «herméticos», debido
a su origen misterioso y a su preparación alquímica.
Las compilaciones de estos dos hombres iban a ser, durante siglos, la base de todos los tratamientos
médicos, y se puede decir incluso que constituyen el origen de la farmacia. Iban a beneficiarse sin embargo
(gracias a la conquista romana, lo cual prueba que a veces algunos males son buenos) de la inestimable
aportación que representaban los conocimientos de los druidas galos, considerados también como maestros
en el arte de utilizar las plantas.
En efecto, contrariamente a una leyenda difundida demasiado a menudo, nuestros lejanos antepasados
celtas eran excelentes médicos que habían sabido constituir una farmacopea muy completa y que
practicaban incluso algunas operaciones tan complicadas como la trepanación y el injerto. Una planta, en
particular, ocupaba un lugar preeminente en su arsenal terapéutico. Era el muérdago, la baya sagrada que
aún hoy en día entra en buen número de preparaciones estrictamente farmacéuticas.
Estos hombres, que el invasor romano se apresuró a presentar como unos salvajes impenetrables a
toda cultura, conocían también perfectamente las propiedades de las fuentes termales, y las utilizaban en
abundancia. De hecho, fueron los legionarios venidos del otro lado de los Alpes los que se iniciaron e,
imitándoles, aprendieron a su vez a beneficiarse de las cualidades de las aguas mineralizadas.
Luego, Europa va a sumergirse en lo que mucha gente se empecina en llamar «la noche de la Edad
Media», olvidando las catedrales y la organización político-administrativa que, en buena ley, puede ser
considerada como una de las más perfectas... y en consecuencia de las más complicadas.
La expansión de la fitofarmacia es entonces considerable. Los chinos y los egipcios nos enseñan las
propiedades del opio, de la granada, del ruibarbo.
Los griegos y los romanos han definido la utilización de las semillas del ricino, del eléboro, de la raíz de
tapsia, de la belladona y de la misteriosa mandrágora. Los galos han aportado el conocimiento del
muérdago, de la verbena, que era para ellos la «hierba maravillosa», así como la salvia, que era en su
lengua la «hierba sagrada». A ellos les corresponde también el mérito de haber reconocido las posibilidades
de la centaura menor, del corazoncillo y del beleño.
Esta ciencia es conservada por los clérigos, así como por los alquimistas, lo cual no resulta siempre
incompatible; como lo prueba el ejemplo más célebre de todos ellos, cuya reputación sigue aún manchada
por un relente de azufre. Alberto Magno, puesto que de él se trata, nació en 1193 en Lauingen, a orillas del
Danubio. Su padre era un alto funcionario de la Corte Imperial. Ordenado sacerdote, se consagra tanto al
estudio y a la filosofía como a su sacerdocio. Es él, por ejemplo, quien forma a santo Tomás de Aquino,
filósofo y prelado cuya piedad no puede ser negada.
Pero Alberto encuentra también tiempo para escribir, pese a los numerosos desplazamientos que se ve
obligado a efectuar para escapar a las cábalas desencadenadas por aquellos que le reprochan algunas
amistades con el «Maligno». Evidentemente, las dos recopilaciones que han llegado hasta nosotros —El
Gran y el Pequeño Alberto— evidencian un cierto entusiasmo hacia los procedimientos «herméticos» y, ¿por
qué no decirlo? por la brujería. Pero el segundo libro en particular demuestra un perfecto conocimiento de
las plantas. Para convencerse de ello basta con leer por ejemplo las primeras líneas del capítulo
consagrado al heliotropo:
«Los caldeos la denominaban hierba ireos, los griegos mutichiol y los latinos heliotropium. Esta
interpretación proviene de helios, que significa «sol», y de tropos, que quiere decir «cambio», porque esta
hierba se gira hacia el sol...»
O esta receta de «bolus purgante», que sigue siendo completamente actual: «Tomad casia nueva, regaliz
selecto medianamente picado, y cuatro granos de canela, y haced un bolus con azúcar. Lo administraréis
por la mañana, tres horas antes de comer...»
Un poco más tarde, en Salerno, cerca de Nápoles, una escuela de médicos —que publica en versos sus
observaciones— seguirá estudiando y poniendo a punto remedios a base de plantas. Muy pronto fue
imitada por la escuela de Montpellier, uno de cuyos más célebres alumnos fue François Rabelais, que,
antes de escribir las aventuras de Gargantúa y Pantagruel, sostuvo ante esta asamblea una tesis doctoral
que tenía por tema las plantas medicinales.
Luego vino inmediatamente Pedro Aureliano Teofrastro Bombastus von Hohenheim, más conocido con
el nombre de Paracelso, que iba a revolucionar la medicina con su teoría de los «idénticos».
El hombre nació en 1493, en Einsiedein, en el cantón de Schwyz, en Suiza, naturalmente. Muy
impresionado por el ocultismo, pensaba que el equilibrio físico está condicionado por una fuerza «magnal»,
en resonancia con todas las fuerzas magnales de la creación. Es ésta una de las ideas-fuerza del
ocultismo, según la cual todas las cosas, vivas o inertes, emiten radiaciones, que se encuentran entre sí en
un plano «astral» y se influencian mutuamente para bien o para mal.
Paracelso no vaciló en extraer de ello la conclusión de que formas semejantes debían, según toda
probabilidad, emitir radiaciones comparables y capaces pues de reforzarse en razón de su
complementariedad. De ahí su famosa teoría de los idénticos, fundada sobre el principio de que toda planta
parecida a un órgano era adecuada para tratar las enfermedades de este órgano.
Para él, pues, la nuez, imagen de la caja craneana que alberga el cerebro, era excelente contra los
dolores de cabeza, neuralgias y migrañas; la judía (poroto-chaucha) indispensable para curar las afecciones
de los riñones; ¡el cólquico soberbio contra los callos de los pies!
Algunos fitoterapeutas, y no de los menos importantes —Maurice Mességué forma parte de ellos—
siguen concediendo todavía un cierto crédito a esta teoría. Sin embargo, lo hacen de una forma más
mesurada que su creador, y si bien la admiten en algunos casos particulares, no la convierten en un dogma
intransgredible.
Deslizándonos así a lo largo de los siglos, llegamos ahora a lo que se ha convenido en denominar la
época moderna; dicho de otro modo aquella que, dejando a un lado las enseñanzas del pasado, no cree
más que en un progreso mal comprendido, lo cual muy a menudo no es más que una abdicación de la razón
frente a las fórmulas de los químicos. Desde principios del siglo XX, la fitoterapia perdió su supremacía en
beneficio de su rival, la quimioterapia. Por mucho que, en 1882, se instaló en el número 4 de la avenida del
Observatorio, en París, un museo medicinal que reagrupaba unas 22.000 muestras de plantas, el reinado de
los remedios naturales había pasado.
En un primer tiempo, sin embargo, se contentó con extraer el principio activo mayor de cada planta y
concentrarlo. Una hierba, en efecto, encierra entre treinta y ciento cincuenta componentes, de los cuales
cada uno posee una acción y una potencia específicas. Por diferentes procedimientos, se obtenían así
medicamentos, todavía naturales, pero claramente más potentes que las preparaciones clásicas.
El método presentaba sin embargo inconvenientes, el primero de los cuales, y no el menor, era la
necesidad, para la destilación de algunos gramos de esencia, de un volumen enorme de plantas. Además,
el medicamento así obtenido presentaba la desventaja, en relación con las decocciones antiguas, de no
ofrecer al paciente más que el beneficio de una sola virtud de la planta de la que había sido extraído, ya que
todas las demás habían sido eliminadas en el transcurso de la fase de concentración.
En estas condiciones, era evidentemente mucho más rentable ir en busca de productos de síntesis de
naturaleza exclusivamente química... lo cual no tardaron en hacer todos los grandes laboratorios. Lo único
en lo que aún no se había pensado era en que estas preparaciones antinaturales podían desencadenar en
el organismo series de fenómenos de rechazo, incluso envenenamientos. De hecho, los accidentes fueron
numerosos y, sin extendernos en el caso de la talidomida o del talco Morhange, se puede observar que
buen número de enfermos, curados por la química de una afección benigna, han debido ser tratados
inmediatamente después por afecciones llamadas «secundarias», pero sin embargo graves, ¡provocadas
por los medicamentos que les habían curado!
En 1930, pues, se puede considerar que todo estaba consumado, y que la quimioterapia había
suplantado definitivamente a la fitoterapia. Pero el golpe de gracia contra esta última iba a ser dado el 11 de
setiembre de 1941, cuando el gobierno de Vichy promulgó en Francia una ley suprimiendo el diploma de
herbolario y estipulando que esta especialidad paramédica desapareciera al mismo tiempo que el último
titular del último diploma expedido antes de esta fecha. Así, estos especialistas a los cuales miles de
pacientes debían el haber recuperado su salud no eran mejor tratados que... ¡los cosecheros destiladores!
Los pocos herbolarios que subsisten hoy en día son aquellos que han pasado su examen antes de esta
fecha fatídica, es decir hace más de treinta y cinco años. Son, si puede decirse, los últimos representantes
de una «especie en vías de extinción».
Otros hombres, sin embargo, han tomado el relevo. Desafiando al Consejo de la orden de médicos, y los
procesos que éste no deja de intentar contra ellos, fitoterapeutas no diplomados tales como Maurice
Mességué o Henri Errera siguen curando por medio de plantas. Algunos de ellos incluso comercializan sus
cosechas. Y no son los médicos quienes se quejan de ello.
Una nueva corriente, una especie de regreso a la naturaleza, está efectivamente apareciendo entre los
médicos jóvenes que, de modo perfectamente legal, prescriben cada vez más a menudo remedios a base
de plantas. Ya que, desde el instante mismo en que un estudiante ha sostenido con éxito su tesis y
pronunciado el juramento de Hipócrates, adquiere el derecho de elegir la terapéutica que mejor convenga al
paciente que está tratando. Puede así ordenar un medicamento o, por el contrario, prescribir una
«preparación magistral», es decir un remedio que, en lugar de existir ya listo en una farmacia, será
confeccionado sobre pedido; ya sea siguiendo las indicaciones del Codex, ya sea según una fórmula
indicada por el propio médico.
Es en este momento que los conocimientos del herbolario revisten una importancia capital. No se
prepara una poción a base de plantas del mismo modo que se condiciona un medicamento químico.
Ninguno de los métodos industriales empleados en los grandes laboratorios podría dar un resultado
satisfactorio. Hay que trabajar paso a paso y muy minuciosamente. Uno de los pocos herbolarios hoy aún
en ejercicio explica el porqué:
«Imaginemos, dice, que se quiere realizar una mezcla de 3 kilos de confeti de diferentes colores, y se
meten desordenadamente un kilo de papelillos amarillos, un kilo de papelillos azules y un kilo de papelillos
rojos. Tras haber agitado el conjunto tanto tiempo como se crea necesario, se divide el total en montones de
30 gramos. ¿Creen que será posible encontrar en estas porciones tantos confeti rojos como azules y
amarillos? Seguramente no, a menos que nos encontremos con una casualidad extraordinaria».
Así, en fitoterapia, la cuestión de las dosificaciones es esencial. Cada planta, como hemos dicho, tiene
una propiedad dominante muy particular, y es la combinación de estas propiedades dominantes lo que da a
una mezcla de plantas la eficacia buscada.
A esto hay que añadir el que la mayor parte de las plantas censadas como benéficas a dosis normales
pueden tener efectos desagradables, incluso volverse peligrosas, cuando se abusa de ellas. Así, la «gentil»
camomila, si bien facilita la digestión cuando es bebida moderadamente, se convierte en un potente vomitivo
cuando es tomada con exceso.
Las plantas, como muchas cosas, pueden ser las mejores amigas del hombre o sus peores enemigas.
Es por eso por lo que es conveniente, cuando uno se mete a herborizar, tomar algunas precauciones. La
poca cantidad de tiendas especializadas existentes empuja en efecto a buen número de personas a
recolectar y a conservar por sí mismas las flores y las hierbas necesarias para la confección de estas
tisanas cuyo secreto conocían nuestras abuelas y de las que todos hemos guardado la nostalgia. Pero esta
recolección no debe ser efectuada no importa cuándo ni importa de qué modo.
En primer lugar, hay que recordar siempre que la contaminación es un verdadero azote cuya insidiosa
acción hace perder a las «simples» una gran parte de sus benéficas propiedades. Es pues necesario, para
que la recolección sea buena, tanto en cantidad como en calidad, apartarse de los senderos batidos, huir de
las zonas de cultivos intensivos donde la tierra, regada con insecticidas y alimentada con abonos químicos,
ya no puede producir más que frutos semienvenenados. Es lejos de las carreteras y de los vapores de
gasolina donde se encuentran las mejores plantas, aquellas que han guardado intactos todos sus jugos.
A veces hay que andar largo tiempo antes de conseguir llegar a estos lugares privilegiados, pero ¿quién
se lamenta de ello? Al encanto de la recolección se une entonces el placer del paseo y los beneficiosos
efectos de una generosa oxigenación, lo cual es el mejor modo de comenzar una cura natural.
Los hombres civilizados que somos no deberíamos jamás desprendernos de una cierta humildad frente
a esta naturaleza. Hemos perdido el instinto que guiaba a nuestros lejanos antepasados y que les permitía
discernir, entre dos plantas, la comestible de la venenosa. En los campos, la mortal cicuta se codea con el
perejil silvestre, y se necesita un ojo ejercitado para diferenciarlas. Para toda expedición, pues, es prudente
proveerse de un catálogo botánico en el que se hallen descritas todas las plantas y cuyos grabados las
muestren tal como son. Poco a poco, a medida que se vaya adquiriendo la experiencia, se hará más raro el
tener que recurrir a este vademécum, pero sería estúpido creer que uno puede ser capaz, desde las
primeras tentativas, de distinguir el gordolobo o la bistorta en medio de todas las demás hierbas de un
prado.
Además, como toda «expedición», una campaña de recolección de medicinales se prepara con
anticipación. Se puede ciertamente partir a la aventura y recoger lo que se presente, al azar del paseo, pero
éste no es el mejor método. Cada planta, en efecto, sufre variaciones estacionales, y sus propiedades se
resienten de ello. Todas no deben ser pues recolectadas al mismo momento si se quieren aprovechar al
máximo sus posibilidades curativas. En su obra Guide pratique des plantes medicinales, Vincent d'Auffray
traza un cuadro de las distintas épocas en las cuales conviene recolectar las medicinales más corrientes. He
aquí lo que preconiza:
En primavera:
En planta entera, la fícaria; las raíces de gariofílea, de bistorta, de levístico; flores de berenjena, de retama,
de prímula, de endrino, de tusilago, de violeta; brotes de álamo.
En verano:
En plantas enteras, la endrina, el hinojo, el galega, el marrubio; en plantas florecidas, la anémona pulsatila,
la malva, el muguete, el pensamiento silvestre, la pimpinela, la pulmonaria, la santolina, la hierba cana, la
verónica de los Alpes; las hojas de fresno, de granza, de zarza, de ajedrea, de tomillo, de tusilago; en hojas
y en tallos, el ajenjo, el apio silvestre, el acónito, la balsamina, la bardana, la belladona, la gariofilea, la
borraja, la consuelda, el berro, la cinoglosa, el malvavisco, el hisopo, la hiedra terrestre, la melisa, el
meninanto, la parietaria, la vincapervinca, el cardillo; las flores de árnica, de borracha, de celidonia, de
madreselva, de ortiga muerta, de pie de gato, de reina de los prados, de salvia, de escabiosa, de saúco y de
tilo.

En otoño:
En plantas enteras la pequeña menor, la famuaria, la hierba de San Roberto, la lechuga nociva, la
saponaria; en flores, el gordolobo, la buglosa, la lavanda, la matricaria, el hipérico, el orégano; las hojas de
albahaca, de gordolobo, de digital, de hierba mora, de nogal, de romero, de tanaceto; los frutos de majuelo,
de escaramujo, de agracejo, de enebro, de mirtilo, de aladierna, de saúco; las semillas de cólquico.
En invierno:
Raíces, rizomas (se trata del tallo subterráneo de la planta que envía raíces hacia la tierra y tallos hacia el
exterior) o bulbos de acónito, de énula campana, de bardana, de consuelda, de fresera, de retama, de
genciana, de malvavisco, de brusco, de cardillo, de reonía, de rábano blanco, de saponaria, de sello de
Salomón, de valeriana; hojas de muérdago; cortezas de abedul, de arraclán, de roble, de fresno, de torvisco,
de sauce, de saúco; brotes de pino silvestre.

He aquí lo suficiente como para conseguir una amplia cosecha, pero conviene saber también cómo
recolectar y, sobre todo, saber conservar estas plantas, lo cual es menos sencillo de lo que parece.
En primer lugar, hay que elegir su día y su hora. Flores, tallos y hojas se recogen desde el momento en
que el rocío que se ha depositado por la mañana, y se ha evaporado bajo los efectos del sol. Las raíces y
los rizomas se recolectan al caer la noche. Además, se debe evitar absolutamente partir de recolección en
día de lluvia. Las razones son muy sencillas. En primer lugar, porque la lluvia diluye en cierto modo la fuerza
de las hierbas, a continuación porque las humedece y hace así su secado y su conservación mucho más
delicados.
Partir temprano, un día de buen tiempo, y regresar tarde, son los dos primeros principios del herbolario.
Tomarse su tiempo es el tercero. En efecto, no sirve de nada apresurarse y recoger indiscriminadamente.
Por el contrario, hay que elegir las plantas más verdes, las más vivaces, no tomar más que las flores que
acaban de abrirse y que los insectos aún no han tenido tiempo de deteriorar, y manipular todo ello, ya que
es muy frágil, con mucha delicadeza. Meterlas todas en una bolsa para poder llevarlas más cómodamente
es casi condenarlas al marchitamiento y al moho. Se deben por el contrario formar manojos, que se
colocarán, al regreso al coche, en el asiento de atrás o en el suelo del portamaletas. Pero, sobre todo, hay
que cuidarse de actuar vandálicamente, de recoger por recoger, sin medida y mucho más allá de las propias
necesidades, por el simple placer. Algunas plantas, como algunos animales, se hallan en vías de extinción, y
no se debe olvidar que cada tallo cortado no vuelve a reproducirse. Siempre con la misma preocupación de
salvaguardar el futuro, se debe evitar el arrancar la planta cuando la raíz no es de ninguna utilidad en las
preparaciones que se efectuarán a continuación. Éste sigue siendo el mejor método de asegurarse la
recolección del año siguiente.
Una vez terminada la recogida, viene la delicada operación del secado. De él dependerá en efecto la
buena conservación y, por consiguiente, la eficacia de las medicinales recogidas.
Este secado puede ser perfectamente natural y progresivo, o aprovechar la ayuda de radiadores o de
toda otra fuente de calor. Debe además ser efectuado a la sombra, en un local aireado sin rastros de
humedad, a una temperatura más o menos constante de 15°.
Las flores deben ser suspendidas en guirnaldas y las hojas en racimos. Las demás plantas deben ser
dispuestas sobre cañizos en capas lo suficientemente delgadas como para evitar que la humedad que
desprendan ocasione su putrefacción.
Las raíces, más robustas, pueden ser colocadas a secar al sol.
Una vez terminado el secado, las plantas deberán ser almacenadas al abrigo de la luz, en un lugar seco.
Los mejores recipientes siguen siendo aún los buenos viejos tarros de loza, que presentan además la
ventaja de ser muy decorativos. Desgraciadamente, cada vez son más raros y, por ello, más caros. Se
pueden encontrar sin embargo en el comercio tarros opacos que, aunque sean menos bonitos, sirven
también perfectamente para este cometido.
Los bocales de cristal pueden ser también utilizados, a condición de mantenerlos encerrados en un
armario, de modo que las plantas que contienen permanezcan en la sombra. En cuanto a los botes de
hojalata, no son más que algo para salir del paso, y no pueden ser recomendados.
Todas estas operaciones pueden parecer muy complicadas. No lo son en absoluto. Con un poco de
costumbre, se llega muy rápidamente a reconocer las buenas plantas de las malas, a distinguir las mejores
y a saber exactamente por qué lugar conviene cortar su tallo. Para aquellos que viven en el campo y que
disponen de suficiente lugar en su casa, el secado tampoco presenta ningún problema. Sólo los habitantes
de las ciudades, que aprovechan su fin de semana para ir a efectuar una recolección de plantas de salud,
pueden experimentar algunas dificultades. Pero los modernos apartamentos tienen casi todos un lugar
previsto para tender la ropa, cuya abertura se puede cubrir con tela de saco por ejemplo, obteniendo así un
secadero de plantas perfecto.
Así, eliminados todos los obstáculos, cada cual puede constituir este herbario que nuestras abuelas
utilizaban tan a menudo para mantener en buena salud a todos los habitantes de la casa.

INFUSIONES Y TISANAS

Estas plantas, recolectadas en el frescor matutino, secadas con mil precauciones o, más simplemente,
compradas en el herbolario, se hallan ahora en sus frascos, listas para ser utilizadas en confeccionar
bienhechores remedios. En verdad, no es necesario ser un gran fítoterapeuta para curar, con su ayuda, los
pequeños males de todos los días. Servirse bien de las simples es, ante todo, una cosa muy «simple».
Basta, para obtener buenos resultados, con respetar escrupulosamente las dosificaciones y conocer
perfectamente los diferentes modos de preparación en los cuales pueden entrar, y de los cuales
enumeramos a continuación los principales.
ACEITES: Pueden servir tanto para confeccionar deliciosas ensaladas como para masajes, fricciones, y a
veces incluso es recomendable beberlos a cucharaditas. Generalmente, un aceite de plantas se prepara con
el aceite de oliva virgen obtenido por primera presión en frío, pero la naturaleza del oleaginoso empleado
puede variar en función de las afecciones que debe tratar.
Para preparar este aceite, conviene emplear el mismo volumen de hierbas, raíces o cortezas que de
líquido. Se deja macerar todo aproximadamente un mes, luego se decanta, es decir se hace verter con
precaución el líquido, evitando que arrastre consigo las impurezas que se han depositado al fondo del
recipiente.
Esta preparación se conserva muy bien a condición de ser almacenada al abrigo de la luz en una
habitación que no esté ni sobrecalentada ni demasiado fría.
AGUARDIENTE DE PLANTAS: Contrariamente a los servidos en los cafés y otros establecimientos de
bebidas, este aguardiente no posee más que efectos benéficos para el cuerpo. A condición, naturalmente,
de no abusar de él, ya que como todas las preparaciones alcoholizadas puede emborrachar y tener
consecuencias desastrosas para el hígado.
Este aguardiente, pues, se prepara haciendo hervir en aproximadamente un litro de agua 250 gramos
de plantas frescas. Tras haber dejado que el líquido se reduzca a la ¿mitad y esperado a que se enfríe, se
completa lo que se ha ¡evaporado con medio litro de alcohol de 90° y se deja macerar algunos días. Luego
se pasa la mezcla a través de una tela que se apretará fuertemente a fin de que todo el jugo contenido en
las plantas sea recuperado. Como para la alcoholatura, se deja reposar y se filtra de nuevo, tantas veces
como sea necesario para que el líquido sea perfectamente claro y no contenga ya ningún fragmento de
planta en suspensión.
Luego se toma este delicioso alcohol como un aguardiente normal, un Chartreuse o un Bénédictine,
que de heCHO llegan incluso a confundirse con nuestra preparación.

ALCOHOLATURA: Es un medicamento que se toma a razón de unas pocas gotas mezcladas con un vaso
de agua azucarada, preferentemente con miel. Se prepara vertiendo sobre las plantas reducidas a
fragmentos menudos un peso equivalente de alcohol de 90°, que normalmente se llama alcohol puro. Se
conserva el conjunto al abrigo de la luz, en una botella bien tapada, aproximadamente una quincena de
días, removiendo diariamente.
Una vez transcurrido este plazo, se filtra la preparación a través de un paño, presionando bien el
«mosto» para exprimir la totalidad del jugo. Después se deja reposar el líquido, de forma que se decante.
Se deposita entonces una especie de sedimento y basta con volver a pasarla una segunda vez —utilizando
un filtro de papel de los que se usa para el café— para obtener la alcoholatura.
Esta preparación puede conservarse mucho tiempo, a condición de que el recipiente que la contiene
sea colocado al abrigo de la luz y lo suficientemente lejos de las fuentes de calor.
BAÑO DE HIERBAS: Tónico, relajante, delicadamente perfumado, el baño de hierbas une a los
beneficios de la cura el placer de la relajación. Se puede preparar de diferentes maneras, ya sea echando
en la bañera extractos, esencias o decocciones de plantas, ya sea componiendo una mezcla en un saquito
de gasa que se sumerge en el agua, del mismo modo en que se infusiona el té en una taza.
CALDO: Algunas buenas cocineras van a creer que las injuriamos explicándoles cómo preparar un
caldo, tanta es su costumbre de hacer cocer así sus verduras. De hecho, para que un caldo merezca
verdaderamente este nombre, es obligatorio que las plantas hayan sido echadas en agua fría y que ésta
haya sido colocada inmediatamente al fuego. Cuando llega al punto de ebullición, conviene dejarla hervir
unos dos a tres minutos, si se trata de un caldo de flores o de hojas, o un poco más si son las raíces o las
cortezas las que forman la base de la preparación.
CATAPLASMA: A menudo se la confunde con el sinapismo, cuando este último no es más que una
cataplasma revulsiva compuesta esencialmente por harina de mostaza. Una vez precisado esto, la
cataplasma en general se compone de una harina —de lino, de salvado o de plantas trituradas— diluida en
agua fría hasta la obtención de una pasta, luego encerrada en una muselina. La preparación debe ser
entonces ligeramente calentada antes de aplicarla sobre la piel. Una cucharadita de café de vinagre de sidra
añadido a la pasta refuerza considerablemente la acción de todas las cataplasmas.
COMPRESA: Aquí también tenemos una palabra cuyo sentido cree conocer todo el mundo. Sin embargo
es bueno precisar que una compresa debe ser siempre aplicada tibia, y que debe ser cambiada apenas se
ha enfriado.
DECOCCIÓN: Es, con la infusión, una de las formas más corrientes de confeccionar las tisanas. Para
prepararla, se echa la cantidad requerida de la mezcla en agua fría, que se lleva en seguida
progresivamente a la ebullición. Se deja luego hervir muy suavemente durante una decena de minutos,
hasta que aproximadamente una quinta parte del líquido se haya evaporado. Esta duración puede ser
aumentada para las plantas duras o leñosas, las raíces y las cortezas. Es igualmente posible preparar la
suficiente cantidad de decocción como para poder utilizarla varios días seguidos, ya que no plantea ningún
problema de conservación.
EMPLASTO: Entre los niños es casi una injuria, y uno se pregunta el porqué. De hecho, este sinónimo
de cataplasma designa más especialmente las aplicaciones hechas sin la ayuda de una tela para envolver
los ingredientes, tal como se hace por ejemplo con las aplicaciones de hojas de repollo.
ESENCIAS: Estos concentrados aromáticos, llamados también «aceites esenciales», son obtenidos por
destilación al vapor, incisión, etc., todos ellos procedimientos que no resulta demasiado cómodo realizar uno
mismo en casa. Es por eso por lo que creemos que es preferible dejar a los especialistas el cuidado de
realizarlos y comprar estas esencias ya preparadas en las tiendas especializadas. De todos modos hay que
tener cuidado y comprobar que se trata realmente de esencias naturales y no de productos de síntesis
realizados químicamente.
EXTRACTO: Como la esencia, es un concentrado, pero que es obtenido haciendo evaporar una solución
acuosa.
El extracto fluido se obtiene añadiéndole al extracto propiamente dicho una cierta cantidad de agua o de
alcohol, luego haciendo evaporar nuevamente el líquido hasta que la mezcla tenga el mismo peso que las
plantas que fueron incorporadas a ella al principio.
El extracto blando, en cambio, se obtiene deteniendo la ebullición en el momento en que la preparación
consigue una consistencia comparable a la de la confitura.
El extracto total, finalmente, es el obtenido utilizando no tan sólo las hojas o las flores, sino también la
planta entera. Como las esencias, creemos que es preferible obtener estas preparaciones en las tiendas
especializadas, verificando bien de todos modos que no contengan ningún aditivo químico.
GARGARISMOS: Consisten en bañar la garganta con ayuda de infusiones, maceraciones o
decocciones, pero lo suficientemente diluidas como para que no ataquen las frágiles mucosas del fondo de
la boca.
HIDROLATO: Se obtiene destilando las plantas en un alambique. Teniendo en cuenta el hecho de que
es bastante raro que uno posea en su casa dicho aparato, creemos que, como las esencias, es preferible
adquirir los hidrolatos en las tiendas especializadas, tomando siempre las mismas precauciones.
INFUSIONES: Son verdaderas tisanas, y se puede decir que en fítoterapia son las preparaciones más
corrientes. Sólo que la palabra tisana choca un poco; quizá porque recuerda demasiado a medicamento, por
lo que se prefiere hablar de una infusión de menta o de verbena. A menos que se diga simplemente un té o
un café, los cuales, a decir verdad, no son otra cosa que tisanas de uso corriente, por no decir viciado.
Una verdadera infusión no se prepara simplemente echando en una taza un pellizco de hierbas y
vertiendo encima agua a punto de hervor —nunca hirviendo—. Hay que cubrir además la taza y aguardar
una buena decena de minutos a que las plantas que se han colocado en ella hayan entregado al agua
todos sus jugos.
Se puede, por supuesto, preparar una ración familiar de infusión utilizando una tetera, pero si uno se
siente individualista basta con procurarse tazas especiales para infusiones, provistas de tapadera, que
pueden hallarse en el comercio.
INHALACIONES: La palabra expresa lo suficientemente claro lo que quiere decir. Pueden tomarse con
ayuda de un aparato especial, que forma como una especie de embudo por encima del recipiente que
contiene el agua hirviendo, en la cual las plantas desprenden sus vapores. Este conducto lleva directamente
a la nariz las emanaciones de la preparación.
Cuando no se posee este dispositivo, puede contentarse con inclinar la cabeza por encima de una
cacerola que contiene la preparación hirviendo, aislándose del exterior gracias a una toalla colocada sobre
la cabeza y que cuelgue a ambos lados de la cara.
Las inhalaciones secas, por su parte, se obtienen haciendo quemar sobre las brasas de una chimenea o
de una parrilla plantas aromáticas, cuyos efluvios se respiran así por toda la habitación.
Añadamos para terminar que el hecho de fumar algunas plantas, sobre todo para combatir el asma,
puede ser considerado como inhalaciones.
INTRACTO: Se prepara de una forma comparable a la que hemos indicado ya para el extracto. La
diferencia esencial entre los dos productos reside en la forma en que han sido conservadas las plantas
utilizadas. Una vez más, estimamos que, antes que lanzarse a complicadas operaciones, es mucho más
razonable procurarse este producto en un especialista.

JARABES: Básicamente, este nombre designa una solución de azúcar —o mejor de miel— en agua
destilada. Se le añaden luego maceraciones de plantas, a fin de proporcionarle sus propiedades
específicas.
LAVATIVAS: Es con mucho la forma más desagradable de hacer una cura, pero hay ocasiones en las
que uno debe doblegarse. No nos extenderemos en la forma de tomarlas ni en el aparato utilizado para ello.
Precisaremos simplemente que las lavativas son generalmente a base de infusiones o de decocciones y
que, según los casos, deben ser administradas calientes (aproximadamente 35°) o frías.
LINIMENTO: Todos los deportistas conocen bien este aceite de masaje que les permite calentar sus
músculos antes de la competición o calmar los dolores provocados por un esguince o una elongación. El
linimento se prepara como el aguardiente de plantas, con la única diferencia de que, puesto que no está
destinado a ser bebido, no tiene ninguna utilidad el proporcionarle un buen sabor.
LOCIONES: No son ni más ni menos que decocciones enfriadas y coladas para eliminar los fragmentos
de plantas que han servido para realizarlas. Las lociones son utilizadas para masajear el cuero cabelludo, el
rostro o el cuerpo, como productos de belleza principalmente.
MACERACIONES: Como indica su nombre, implican una larga permanencia de las plantas en el líquido
que será luego utilizado. De hecho, éstas pueden ser puestas a macerar entre un día y varios meses, según
el tipo de preparación. Generalmente, esta maceración se hace en un jarro de vidrio, al abrigo de la luz, en
un armario o alacena donde la temperatura, ni demasiado elevada ni demasiado baja, permanezca
constante.
POLVOS: Todas las hierbas, una vez secas, pueden ser reducidas a polvo y ser utilizadas como
condimento, tales como la pimienta, el curry o la paprika.
TINTURA ALCOHÓLICA: Es obtenida dejando macerar las plantas durante al menos tres semanas en
aproximadamente cinco veces su peso de alcohol de 90°.
UNGÜENTOS: Son parecidos al linimento, aunque se presentan casi siempre en forma sólida. Se
obtienen mezclando las esencias o las decocciones de plantas a mantequilla o a manteca no saladas.
VINOS DE PLANTAS: Pueden ser blancos o tintos, según se les exija tener virtudes diuréticas o
astringentes, y es posible atenuar su grado alcohólico rebajándolos con agua en el momento en que son
mezclados a las plantas que deben macerar.
Pese al delicioso aroma que les proporcionan las hierbas, siempre es preferible utilizar un buen vino —
pero no forzosamente un «gran» vino— para hacer esta preparación. Si se trata de vino blanco, se preferirá
un tipo alsacia, cuyas propiedades diuréticas no hace falta demostrar. En cambio, si se utiliza un tinto, la
elección deberá decantarse hacia un tipo burdeos, más tónico y más reconstituyente que el tipo borgoña.
Última recomendación a propósito de los vinos de plantas: al igual que con los aguardientes de plantas,
es importante no dejarse llevar por el placer del paladar y consumir más de lo conveniente, ya que entonces
se corre el riesgo de convertirse en alcohólico creyendo estarse curando.
JUGO DE HIERBAS: Son en todo punto comparables a los jugos de frutas frescas, tanto a causa de
sus propiedades como a causa de su forma de prepararlos. Tradicionalmente, se obtenían machacando las
plantas en un mortero antes de prensarlas en una tela para exprimir sus jugos. Hoy en día, los pequeños
robots de cocina son de una gran ayuda, sobre todo teniendo en cuenta que, siendo la operación lo
suficientemente rápida, las plantas trituradas, al no permanecer más que un tiempo muy breve en contacto
con el metal, no pierden ninguna de sus cualidades esenciales.
Ahora que dominamos mejor todos estos términos técnicos, es tiempo de pasar a los trabajos prácticos
propiamente dichos, confeccionando algunas de estas aguas, estas tisanas o estas tinturas que siempre es
bueno tener en la farmacia familiar. Empezaremos pues con las aguas, puesto que son las primeras dentro
del orden alfabético:
AGUA DE BROCHIERI: Los hombres que todavía utilizan navaja para afeitarse, con la cual les ocurre a
veces que pueden llegar a cortarse, apreciarán enormemente este hemostático indoloro y con un delicado
aroma a pino.
Hacer macerar durante tres o cuatro días un volumen de virutas de madera de pino en dos volúmenes
de agua, agitando de tanto en tanto. Dejar decantar y filtrar.
AGUA DE MELISA: Era un poco el remedio milagroso de nuestras abuelas, que lo utilizaban tanto
contra los vómitos como contra los espasmos cardíacos, cuando no era para desinfectar una herida. Su
eficacia es tan reconocida que aún hoy en día, en la época de los antibióticos y de las píldoras, se la
encuentra ya preparada en las farmacias. Uno puede utilizar esta cómoda solución, pero por supuesto es
mucho más preferible prepararse uno mismo este alcoholato, que de hecho no pide más que un poco de
cuidado para resultar completamente logrado.
Reducir a trozos pequeños 100 gramos de flores de melisa, 50 gramos de cortezas de limón frescas, 80
gramos de canela, 80 gramos de clavo, 80 gramos de nuez moscada, 50 gramos de cilantro y 50 gramos
de raíz de angélica. Dejar macerar el conjunto durante una semana en 5 litros de alcohol de 90°. Filtrar y
conservar en un lugar fresco.
El agua de melisa se consume mezclada con agua azucarada —siempre con miel, a ser posible—, o
puede ser empleada para apresurar la cicatrización de las heridas.
AGUA DE MENFIS: He aquí otro after-shave que presenta sobre el citado anteriormente la ventaja de
ser no sólo hemostático, es decir detener las pequeñas hemorragias sanguíneas, sino de ser también
antiséptico, es decir, desinfectar. Es cierto que su preparación es un poco más complicada, pero los
resultados compensan.
Hacer una infusión, en dos litros de agua como mínimo, de 50 gramos de hojas de nogal, 50 gramos de
agrimonia, la misma cantidad de centaurea, de eupatorio, de hojas de zarza, de corazoncillo, de menta, de
albahaca, de romero, de tomillo, de salvia y de calamento. Añadir 10 gramos de pétalos de rosa, de
caléndula y de árnica. Incluir también en la preparación 100 gramos de corteza de roble, lo mismo de
corteza de granada y el mismo peso de brotes de álamo. Terminar esta mezcla de plantas incorporando 50
gramos
de raíces de genciana. Filtrar y conservar en una botella bien tapada.
AGUA DE ZARCILLOS: Recomendada para los enjuagues bucales, se prepara haciendo macerar, en
700 gramos de alcohol de 90°, 120 gramos de hojas frescas trituradas de codearía, 120 gramos de hojas
frescas trituradas de berros, 30 gramos de canela, 10 gramos de clavos triturados, 30 gramos de cortezas
de limón picadas, y 15 gramos de pétalos de rosa. Tras una semana, filtrar el líquido para eliminar los
residuos de las plantas.
AGUA VULNERARIA ROJA: Debe su color —y por lo tanto su nombre— a las flores de corazoncillo
que entran en su composición, bastante complicada a fin de cuentas aunque las dosificaciones sean las
mismas para todas las plantas que entran en ella. Cicatriza las heridas.
Hacer macerar 30 gramos de cada una de las siguientes plantas en un litro de alcohol de 90°: flores de
lavanda y de corazoncillo, hojas de albahaca, de calamento, de hisopo, de mejorana, de melisa, de menta
picante, de orégano, de romero, de ajedrea, de salvia, de tomillo, de serpol, de ajenjo, de tanaceto, de
angélica, de ruda y de hinojo. Filtrarlo todo al cabo de una semana.
Es evidente que siendo la composición de este remedio bastante compleja, es interesante prepararlo en
gran cantidad; sobre todo teniendo en cuenta que se conserva perfectamente bien. Es suficiente entonces,
para hallar las proporciones exactas, multiplicar el peso de las plantas por la misma cifra que los litros de
alcohol utilizados (para 2 litros, multiplicar por dos, 3 litros por tres, etc.).

BÁLSAMO DEL SAMARITANO: El Buen Samaritano, nos dice el Evangelio, compartió su manto con
un pobre. Sin duda no se trata de la misma persona que dio su nombre a esta preparación; más bien el
autor fue un hombre de guerra, puesto que su principal propiedad es ayudar a la cicatrización de las
heridas.
Mezclar en una botella el mismo volumen de aceite y de vino. Mezclar el conjunto hasta obtener una
precipitación homogénea. Aplicar inmediatamente sobre la herida, que quedará desinfectada y protegida.
BÁLSAMO OPODELDOCH: Como el Bálsamo Tranquille, que sigue a continuación, es utilizado para
calmar los dolores reumáticos, y también para reducir los esguinces. He aquí la receta, tal como se la
encuentra en Les Bienfaits des plantes (Dargaud editor):
«Disolver al baño maría 300 gramos de jabón rallado en dos litros y medio de alcohol de 90°,
añadiéndole 240 gramos de alcanfor, así como 60 gramos de esencia de romero, 20 gramos de esencia de
tomillo y 100 gramos de amoníaco. Mezclar bien el líquido, luego filtrar en caliente y echar inmediatamente
en un recipiente de cuello ancho para ser conservado. Se solidifica parcialmente. Aplicarlo en fricciones
sobre los reumatismos, esguinces, etc.»
BÁLSAMO TRANQUILLE: Excelente contra los reumatismos, debe su nombre al buen abate que lo
puso a punto.
En un litro de aceite de oliva, cocer suavemente algunas hojas frescas de belladona, de beleño, de
hierba de mora, de tabaco, de dormidera y de estamonio. Al cabo de aproximadamente una hora, se
constata que el aceite ha tomado una hermosa tonalidad verde, y ya es tiempo de detener la cocción. Se
filtra entonces el líquido obtenido y se almacena, tras haberle añadido algunas gotas de esencia de ajenjo,
de hisopo, de mejorana, de menta, de ruda, de salvia y de tomillo.
ELIXIR DE GARUS: Precioso para la digestión, se obtiene haciendo macerar durante dos a tres días 5
gramos de áloe, 5 gramos de clavo, 5 gramos de azafrán, 5 gramos de mirra, 10 gramos de nuez moscada
y 50 gramos de canela en 5 litros de alcohol de 90° a los cuales se habrá incorporado 200 gramos de agua
de azahar. Tras filtrarlo, se añade al líquido obtenido una vaina de vainilla para darle mejor sabor, y 500
gramos de jarabe de culantrillo para suavizarlo.
JARABE DE ARTEMISA: Todas las mujeres que tienen reglas difíciles deberían tenerlo en su botiquín.
En efecto, este jarabe regulariza la función menstrual, al mismo tiempo que atenúa los dolores y devuelve el
vigor a aquellas que se sienten agotadas por estas indisposiciones periódicas.
Echar en un kilo de miel, al que se habrán mezclado 2,5 kilos de azúcar, unos 200 gramos de flores de
artemisa, la misma cantidad de menta poleo, de nepetacataria; añadir 100 gramos de mejorana, de
matricaria, de albahaca y de ruda; añadir también 20 gramos de raíces de énula campana, de hinojo, de
anís y de canela. Hacerlo calentar todo hasta obtener un líquido ligeramente espeso. Filtrar y conservar al
abrigo de la luz.
Una cucharada sopera de esta preparación por la mañana y otra por la noche ayudan a atravesar este
período difícil para muchas mujeres.

JARABE DE RUIBARBO: Ha ayudado a generaciones de niños a no tener problemas intestinales, y


podrá continuar aún durante mucho tiempo cumpliendo con este papel.
Hacer una infusión, en un litro de agua, con 200 gramos de ruibarbo y 20 gramos de canela. Filtrar y
añadir 1,5 kilos de azúcar.
Recuperar el ruibarbo y la canela y añadirles 20 gramos de raíces y 300 gramos de hojas de achicoria,
100 gramos de fumaria, 100 gramos de hojas de escolopendra y 50 gramos de bayas de alquequenje.
Echarlo todo en 5 litros de agua hirviendo. Dejar macerar durante medio día, pasar, y añadir 2 kilos de
azúcar al líquido. Mezclar los dos jarabes y filtrar de nuevo.
Una cucharada sopera de este jarabe tomada por la noche tendrá unos efectos incontestables a la
mañana siguiente.
JARABE DEPURATIVO: Se trata, de hecho, de un jugo de hierbas obtenido machacando, en cantidades
iguales, hojas frescas de achicoria, de fumaria, de berro y de lechuga.
Para mejorar su sabor y para que la preparación merezca verdaderamente su nombre de jarabe, se le
puede añadir tanta miel como se desee.
POCIÓN DE TODD: Los aficionados a las bebidas exóticas podrían pensar que se trata de un ponche.
De hecho, es un precioso estimulante para combatir las depresiones consecutivas a los estados gripales.
Echar 30 gramos de jarabe de azúcar en aproximadamente 50 gramos de ron. Aromatizar con 5 gramos
de tintura de canela y diluir ampliamente con agua.

POLVO IMPERIAL DE LÉMERY: Se halla perfectamente en su lugar en todas las preparaciones que
recomendábamos en el capítulo dedicado a la cocina de la felicidad, en la medida en que ayuda a la
digestión al tiempo que despierta los ardores amorosos. Para fabricarlo, la cocinera picará 40 gramos de
canela, 30 gramos de jengibre, la misma cantidad de clavo, 10 gramos de nuez moscada y, si puede
obtenerlo, 70 gramos de almizcle. Tras lo cual le bastará echar una pulgarada pequeña sobre el bistec (bife)
del hombre de su vida para que éste recuerde de pronto que siempre la ha encontrado muy deseable.
POLVO PARA FAVORECER LA EXPULSIÓN DE LOS GASES INTESTINALES:
Espolvoreado a pequeñas dosis sobre las carnes, a las cuales proporciona un muy buen sabor, este polvo
puede evitar tanto las hinchazones como los dolores de vientre. Se obtiene machacando 50 gramos de
granos de anís, la misma cantidad de cilantro y de hinojo, 10 gramos de canela, la misma cantidad de
cortezas de limón secas y de cortezas de naranja, 50 gramos de clavo y la misma cantidad de ruibarbo.
TÉ DE SAINT-GERMAIN: ¿Tenía el conde de Saint-Germain la edad que pretendía? Algunos lo siguen
creyendo, pero es dudoso que una longevidad tan excepcional como la suya pudiera ser debida a la tisana
que aún lleva su nombre y que era apodada igualmente «polvo de larga vida».
Hacer macerar durante algunos días 10 gramos de hojas de sena en alcohol de 90°. Luego hacer
evaporar este alcohol y recoger el polvo obtenido. Reducir igualmente a polvo 5 gramos de flores de saúco
secas, la misma cantidad de granos de anís, así como de hinojo. Componer con ello una infusión y preparar
como un auténtico té.

TINTURA DE ÁRNICA: Diluida en un vaso de agua, estimula poderosamente la vesícula biliar, y facilita
así la digestión y la asimilación de los alimentos.
Hacer macerar durante un mes un puñado de flores de árnica, canela, y granos de anís, en alcohol de
90°. Pasar y conservar al abrigo de la luz en una botella bien tapada.
TISANA REAL: Si, como se dice, los reyes hicieron Francia, también consiguieron la reputación de
hacer buenas comidas, lo cual no dejó de ocasionarles algunos empachos. Hasta tal punto que un
herbolario, cuyo nombre se ha perdido desgraciadamente, compuso para ayudarles una tisana que, aún
hoy en día, es llamada real.
Hacer macerar durante veinticuatro horas 20 gramos de sena, 20 gramos de hojas de perejil y 20
gramos de sulfato sódico en un litro de agua. Añadir a la preparación 5 gramos de cilantro y 5 gramos de
granos de anís, así como
un limón cortado a rodajas. Filtrar y beber antes de acostarse.
VINAGRE DE LOS CUATRO LADRONES: Eran, dice la leyenda, cuatro hombres sin escrúpulos que
aprovecharon una epidemia de peste para entrar a saco en Toulouse y robar sin ninguna vergüenza las
casas de los desgraciados enfermos. Lo más sorprendente es que nunca resultaron contamina dos, y que
luego pudieron gozar apaciblemente del producto de sus rapiñas.
La historia podría resultar inmoral hasta el final si nuestros cuatro ladrones, para evitar la horca, no
hubieran dado a conocer el secreto que les había preservado, para mayor provecho de la doliente
humanidad. Simplemente embadurnaban sus cuerpos, antes de cada expedición, con una preparación cuya
receta es la siguiente:
Hacer macerar en 4 litros de vino blanco, durante una semana, 50 gramos de flores de ajenjo mayor, 50
gramos de ajenjo póntico, 50 gramos de romero, 50 gramos de lavanda, 50 gramos de salvia, 50 gramos de
ruda, 10 gramos de canela, la misma cantidad de clavo, así como de rizoma de ácoro, de nuez moscada y
de ajo. Pasar luego todo ello y añadirle al líquido así obtenido medio litro de vinagre de alcohol en el cual se
habrán disuelto 20 gramos de alcanfor.
De acuerdo, las epidemias de peste son cada vez más raras. El vinagre de los cuatro ladrones,
excelente desinfectante, mantiene sin embargo toda su utilidad, ya que ayuda también a eliminar las
contusiones. Añadamos a ello que su poderoso olor lo hace a menudo preferible a las clásicas sales para
reanimar a una persona desvanecida.
Vinagre de los cuatro ladrones, tisana real, té de Saint-Germain, bálsamo del Samaritano, he aquí nombres
poéticos para preparaciones muy eficaces. Nombres además mucho más atractivos que los horribles
neologismos con que son etiquetadas nuestras modernas especialidades farmacéuticas.
Los médicos de Molière consideraban una cuestión de honor el utilizar un latín de cocina —¡en su caso
la expresión adquiría todo su sentido!— que les servía tanto para impresionar a sus pacientes como para
disimular su ignorancia. Sus sucesores, si bien son sin la menor duda más competentes, no por ello
emplean menos un lenguaje tan incomprensible como el suyo para el profano, como si fuera absolutamente
necesario que el arte médico se disimule tras una pantalla de fórmulas abstrusas para ser operacional.
¡Qué encanto podrían tener en cambio sus recetas si prescribieran algunas de las preparaciones que
acabamos de estudiar!

A CADA MAL SU REMEDIO

El divino Aquiles iba a morir. Tendido bajo su tienda, se masajeaba sin descanso el talón donde se había
clavado la flecha disparada por París, o más bien por el propio Apolo, el cual, para abatir al héroe, había
tomado la apariencia del troyano.
Pues no era fácil alcanzar al guerrero griego. A su nacimiento, Tetis, su madre, lo había sumergido en el
Estix, el río de los Infiernos, a fin de que ninguna herida pudiera serle nunca infligida. Pero, como había sido
necesario que lo sostuviera, lo había sujetado por ese famoso talón, el cual, no habiendo gozado de la
protección de las aguas malditas, era su único lugar vulnerable.
Era allí donde había disparado el dios del Sol, a fin de vengar a Héctor, cuyo cuerpo, sujeto detrás del
carro de su vencedor, había sido arrastrado por tres veces alrededor de las murallas de la orgullosa Ilion.
Ahora era el turno del griego sufrir, mientras aguardaba a que el veneno en que había sido untado el dardo
que lo había golpeado hiciera finalmente su efecto.
Fue entonces cuando el herido recordó una planta maravillosa cuyas virtudes le había enseñado
su maestro, el centauro Chiron. Envió a un esclavo, que hizo una gran recolección. A su regreso,
ordenó la confección de emplastos, que aplicó sobre la herida. Muy pronto la hemorragia cesó, y los
dolores desaparecieron.
Desgraciadamente, la aquilea —puesto que desde entonces esa hierba aromática lleva el
nombre del valeroso soldado— no podía servir de antídoto al veneno que ya se había extendido por
todo el cuerpo del moribundo, y Aquiles fue a reunirse con los dioses. Lo cual prueba que, si bien se
pueden pedir muchas cosas a la fítoterapia, no se le puede pedir lo imposible; es decir que, puesto
que cada planta tiene virtudes muy particulares, no se puede pedir de ellas que constituyan un
remedio universal.
Así, tras haber analizado las propiedades de las diferentes verduras, vamos a estudiar del
mismo modo las de las plantas medicinales propiamente dichas, tanto de todas aquellas que puede
recolectar uno mismo como de aquellas otras que únicamente pueden encontrarse en una
herboristería.
ABEDUL: La Edad Media lo había apodado el «árbol de la sabiduría», ya que eran sus flexibles ramas lo
que utilizaban los maestros para corregir a sus alumnos (tanto como sus deberes).
Pero las cualidades del abedul no se limitan ahí, sino que en la primavera proporciona una savia
diurética y excelente contra las enfermedades de la piel.
Las hojas, una vez secas, permiten preparar líquidos que tienen sensiblemente las mismas
propiedades.
Así, en decocción, proporcionan baños excelentes contra las enfermedades de la piel. En
infusión (de 30 a 50 gramos por litro de agua), combaten los cólicos nefríticos, la gota, los
reumatismos y la hidropesía.
La corteza, finalmente, permite preparar un vino febrífugo. Para obtenerlo, basta con dejar macerar de
50 a 60 gramos de esta corteza en un litro de vino durante ocho días, filtrarlo, y aromatizarlo al gusto.
ACEBO: Este arbusto siempre verde es un excelente febrífugo y, en las regiones pantanosas, se
inmuniza contra las fiebres intermitentes con el siguiente vino:
Hacer macerar 50 gramos de hojas de acebo frescas machacadas en medio litro de aguardiente;
añadirle un litro de vino blanco seco, dejar macerar de nuevo durante veinticuatro horas; filtrar.
ÁCORO: Fueron los tártaros quienes, en el siglo XIII hicieron descubrir a la Europa oriental las
propiedades de esta caña. Quizá fue él quien les ayudaba a lanzar su potente grito de guerra, tan terrible
para sus enemigos, ya que su principal virtud es la de aclarar la voz.
Se le encuentra en las zonas pantanosas, como todas las cañas, pero es su raíz la que hay que
recolectar para confeccionar con ella las decocciones utilizadas en gargarismos.
ACHICORIA SILVESTRE: No seguiremos a los «creativos» de las grandes agencias publicitarias
cuando afirman que la raíz de la achicoria torrefactada reemplaza ventajosamente al café, además de
eliminar sus propiedades perjudiciales. De hecho no consigue más que desnaturalizar su sabor sin aportar
nada nuevo a la salud, si no es hacer amarillear la tez hasta tal punto que aquellos que abusan de ella
llegan a dar la impresión de sufrir de ictericia.
Las hojas, en cambio, tienen notables virtudes tonificantes, depurativas y diuréticas. Su amargor, lejos
de ser desagradable, realza por el contrario las ensaladas un poco sosas como la lechuga, y un buen
medio de hacer una cura es mezclarlas con las comidas.
AGRACEJO: Este arbusto proporciona unas bayas comestibles gracias a las cuales puede
componerse una decocción, un jarabe, una jalea, una confitura y un vino. Todas estas preparaciones
permiten hacer bajar la fiebre y terminar con algunas afecciones pulmonares. Las personas que sufren
trastornos de la circulación sanguínea, así como aquellas cuyo hígado y vesícula biliar se hallan obstruidas,
pueden también conseguir un alivio seguro con esta cura.
El vino de agracejo se prepara poniendo a macerar durante varios días de 50 a 60 gramos de bayas
trituradas en un litro de vino. Tras haberlo filtrado, se aromatiza según el gusto y se toma un vaso antes de
cada comida.
La corteza de las raíces permite realizar una decocción (una cucharada sopera por cada taza de agua)
sin duda más eficaz que el vino cuya composición acabamos de indicar.
AGRIMONIA: Ya mencionada en el famoso papiro de Eberg, «publicado» en Egipto veintiséis siglos
antes de Jesucristo, fue considerada por todos los autores clásicos, de Galeno a
Matthiole, pasando por Dioscórides, como una especie de panacea.
En todo caso es indudable que se revela excelente contra todas las afecciones de la boca y de la
garganta, y que sus propiedades diuréticas la convierten en un remedio apreciado contra los cólicos
nefríticos y los trastornos del riñón.
Muy corriente en el sur de Europa, yergue sus tallos rojizos y velludos a lo largo de las laderas y en los
bosques. Sus flores amarillas con cinco pétalos se presentan dispuestas en espiga en lo alto de ese tallo.
Es utilizada en gargarismos haciendo hervir aproximadamente 50 gramos de la planta entera en un litro
de agua, o en infusión (de 15 a 20 gramos por litro de agua).
AJENJO: En la Biblia, simboliza las pruebas de la vida, tan grande es su amargor. Esto no impidió a
nuestro siglo XIX extraer de él una bebida, aperitiva, evidentemente, pero que causaba tales estragos —y
no solamente entre los poetas— que en 1915 tuvo que ser promulgada una ley prohibiendo su fabricación.
Crece al borde de los caminos y en el monte bajo, seco y guijarroso. Sus hojas son de un color gris
blanquecino, recubiertas de un vello sedoso. Las flores amarillas, pequeñas y globulosas, se reúnen en
racimos.
Galeno la tenía ya por un tónico poderoso. Los médicos de la escuela de Salerno la recomendaban
contra el mareo, añadiendo que tenía el poder de alejar a las serpientes —lo cual es posible— y también el
de atenuar los efectos del veneno, lo cual es menos cierto ya que no precisaban qué tipo de veneno. Aún
hoy en día se le atribuyen propiedades antifebriles, aperitivas —esto lo sabemos—, digestivas, hepáticas,
vermífugas y emenagogas, es decir que facilitan las reglas.
Puede prepararse de varias maneras, en infusión (5 gramos por litro de agua), en cerveza y finalmente en
vino. Preferimos este último método que, además de disimular el amargor de la planta, es tan conveniente
para curar el hígado como para expulsar las lombrices intestinales o ayudar a las mujeres a tener fácilmente
sus reglas.
En un litro de vino blanco, hacer macerar durante una semana 120 gramos de flores secas de ajenjo, 30
gramos de rosas de Provins secas y 5 gramos de canela. Filtrar a través de un paño apretando bien para
exprimir todos los jugos y aromatizar con 400 gramos de miel.
Tomar un vaso de licor antes de las comidas.
ALQUEQUENJE: Sus frutos en forma de farolillo veneciano le han valido numerosos sobrenombres y
también el ser considerada por los sostenedores de la teoría de los idénticos como uno de los mejores
remedios contra las afecciones de la vejiga. Es perfectamente exacto que se trata de un potente diurético
capaz de aliviar la gota, los dolores articulares, los reumatismos, y ayudar a evacuar los cálculos del riñón o
de la vejiga.
Se prepara en decocción (tomar veinte bayas frescas o cincuenta bayas secas y echarlas en un litro de
agua. Dejar hervir a fuego suave durante veinte minutos. Esta ración es conveniente para un tratamiento de
veinticuatro horas).
ALQUIMILLA: Se dice que debe su nombre a los alquimistas, que acudían con gran secreto a recoger el
rocío que cubría sus hojas. Pero la Antigüedad le atribuía otras virtudes, entre las cuales la más preciosa
era restituir su virginidad a las jóvenes imprudentes que se habían dejado galantear con demasiado
entusiasmo antes de su matrimonio. Es cierto que su fuerte contenido en tanino hace de ella un astringente
de primer orden... Sea como sea, si se sigue utilizando aún en ginecología no es precisamente con esta
finalidad.
La alquimilla crece en los prados húmedos y los bosques. Se reconoce por sus hojas en dientes de
sierra y por sus flores verdosas.
Una decocción realizada con 100 gramos de planta entera en un litro de agua permite realizar
inyecciones ginecológicas desinfectantes.
En infusión (20 gramos de planta seca por litro de agua), se revela tónica, depurativa y febrífuga, al
mismo tiempo que calma las inflamaciones del estómago y del intestino.
AMAPOLA: Pertenece a la familia de la adormidera y no hay que sorprenderse si su principal cualidad
es la de calmar, principalmente las toses rebeldes.
Son los pétalos de la amapola los que se utilizan para preparar tisanas sedantes que son perfectamente
adecuadas para los niños. Su recolección es delicada y, si se quiere evitar que se ennegrezcan, es
preferible ponerlos a secar cerca de una fuente de calor tras haberlos extendido sobre un papel de seda.
AQUILEA: No volveremos al alivio que aportó a Aquiles, excepto para precisar que esta leyenda es
invalidada por otros relatos mitológicos según los cuales el héroe griego la habría utilizado no para curarse,
sino para curar las heridas de sus compañeros.
Sea como sea, la aquilea, a la que se llama también milenrama, hierba de los carpinteros o hierba de los
soldados, crece un poco por todas partes en Francia, en los prados y en los bosques. Se reconoce por su
gran número de hojas, así como por sus pequeñas flores blancas agrupadas en racimos al extremo del tallo.
Además de su acción hemostática, es considerada como un remedio específico contra los trastornos de
la circulación sanguínea y de las mucosas.
Para detener una hemorragia benigna y activar la cicatrización, basta con aplicar sobre la herida un
emplasto de hojas trituradas. Compresas embebidas en infusión (20 gramos de aquilea para medio litro de
agua) alivian igualmente los dolores producidos por las hemorroides.
ÁRNICA: He aquí una planta que no hay que recomendar a las mujeres encintas, si es que desean
conservar su hijo. Ya que, contrariamente a la artemisa, la árnica, que tomada en dosis excesivas provoca
náuseas, convulsiones e incluso formas atenuadas de parálisis, es un auténtico abortivo. De todos modos,
su tintura, diluida en al menos tres veces su volumen de agua, alivia las contusiones y evita la formación de
hematomas.
ARO: Esta maravillosa flor puede ser utilizada para preparar emplastos excelentes contra los abscesos y
los forúnculos.
Hacer cocer al horno un peso igual de hojas de aro y de acedera envolviéndolas en hojas de repollo.
Machacarlo todo e incorporar el polvo así obtenido a un bloque de manteca de cerdo para obtener una
pasta maleable. Aplicar por la mañana y por la noche.
ARTEMISA: Fue Artemisa la cazadora, diosa de la Luna para los griegos y también protectora de las
mujeres, quien le dio su nombre. El hecho es que, como su primo el ajenjo, ayuda a regularizar las
funciones femeninas. Se sostenía incluso, en la Edad Media, que tomada a fuertes dosis podía tener efectos
abortivos. Es cierto que también se le atribuía la facultad de traer la fortuna, de alejar el rayo y de proteger a
los viajeros.
Se la encuentra en los barrancos, en las laderas y en el borde de los riachuelos, donde levanta su alto
tallo (más de un metro de alto) de flores muy recortadas.
Las mujeres que tienen algunos pequeños problemas menstruales notarán alivio realizando una vez al
mes, en el momento difícil, una cura de su infusión (30 gramos de flores secas para un litro de agua).
ARRACLÁN: Es la corteza de este arbusto lo que se utiliza, pero únicamente después de haber sido
secada, ya que, fresca, se muestra como un potente vomitivo. Desde hace varios años, en cambio, es
utilizada como purgante en decocción ligera (aproximadamente 100 gramos del producto para un litro de
agua, que se llevará a ebullición durante una decena de minutos para dejar reposar lue go durante varias
horas a fin de que los principios activos de la planta se disuelvan bien).
ASPÉRULA OLOROSA: ¡Curiosa florecilla, que debe su nombre a un perfume que no desprende más
que después de estar muerta y seca! Crece y florece en primavera en el interior de los bosques húmedos,
donde forma, según palabras de un botánico un poco poeta, «vías lácteas en miniatura».
Muy buscada antiguamente en Alsacia y en Alemania, donde era utilizada para fabricar el Maitrank, o
«vino de mayo», hoy en día no es utilizada más que en infusión como diurético y en decocción para
combatir las enfermedades de la mujer.
Para obtener este famoso vino de mayo, hacer macerar durante una semana un buen puñado de
aspérulas frescas en un litro de vino ligero, luego filtrar. Esta bebida perfumada es particularmente
refrescante, siendo además muy tónica.
Para una infusión, echar algunas briznas de la planta entera fresca, en el momento en que apenas
acaba de florecer, en una taza de agua. No dejar infusionar más de cinco minutos.
En decocción, utilizar 50 gramos de planta seca por un litro de agua. Administrar en inyecciones
vaginales para combatir la metritis.
AZUCENA: Todos los heráldicos están de acuerdo en que no es la azucena la que, estilizada, se halla
representada en los escudos de armas de la familia de Francia, sino el lirio amarillo. Esta usurpación de
nombre fue hecha en favor de una contracción que, de «flor de Louis» —fue el rey Luis VII el Joven quien
introdujo la planta en su blasón— dio «flor de lis».
El verdadero lirio blanco o azucena no pierde nada con esta precisión histórica, ya que sus propiedades
medicinales, en uso externo principalmente, han sido siempre reconocidas.
Para curar los abscesos y los furúnculos, hacer cocer al horno o bajo las cenizas un bulbo previamente
envuelto en papel mojado, luego en una hoja de papel de aluminio. Machacar e introducir en una tela fina
para confeccionar así una cataplasma. Se puede también cocer el bulbo en leche.
Los emplastos de pétalos de azucena macerados en aguardiente aceleran la cicatrización de las
pequeñas heridas.
BARDANA: Hace la delicia de los niños, que se bombardean con sus frutos, los cuales se enganchan
tanto en sus ropas como en sus cabellos. Pero es también un remedio muy apreciado desde que el rey
Enrique III se vio libre, gracias a ella, de una sífilis que le corroía. Buen número de autores han puesto en
duda esta curación, estimando que las virtudes antibióticas de la planta, por reales que sean, no eran lo
suficientemente potentes como para conseguir tal resultado. Parece sin embargo que se hallan en un error,
ya que Jean Palaiseul (op. cit.) indica que el doctor Cazin consiguió, únicamente con la ayuda de una cura
de bardana, resolver un caso de sífilis terciaria.
De todos modos, si uno se ve afectado por esta temible enfermedad, es con mucho preferible acudir al
médico antes que al herbolario.
En cambio, los emplastos de raíz fresca reducida a pulpa curan muy rápidamente los furúnculos. En
decocción, hace desaparecer las enfermedades de la piel; en alcoholatura, calma rápidamente las crisis de
gota.
BOJ: En las regiones donde no crece el olivo, son las ramas de este arbusto las que son utilizadas el día
de Ramos, y se descubren frecuentemente entre las familias creyentes hojas de boj bendito colgadas a la
cabecera de la cama. Como planta medicinal, es utilizada principalmente en decocción (de 20 a 30 gramos
de hojas frescas o secas para un litro de agua) a fin de reemplazar la quinina para hacer bajar los accesos
de fiebre, palúdica o no.
BOLDO: He aquí una planta que nadie podrá descubrir en las praderas de nuestra vieja Europa, ya que
crece exclusivamente en Chile, en la zona central del país. Pero todos los buenos herbolarios están
abundantemente provistos de él, con gran fortuna de aquellos que sufren del hígado.
En infusión (algunas hojas en medio litro de agua), combate las insuficiencias hepáticas, al tiempo que el
aparato genitourinario se beneficia de su poder antiséptico. A notar que el boldo, siendo relativamente
amargo, conviene mezclarlo con otras plantas para obtener una infusión que sea bebible, o al menos
endulzarla abundantemente con una miel muy aromatizada.
BORRAJA: Fueron los cruzados quienes introdujeron su uso en Occidente y, además, su nombre
original árabe significa «padre del sudor». Durante siglos ha sido utilizada como planta medicinal y también
como verdura, y su sabor recuerda, al parecer, el del pepino.
En infusión (una cucharadita de café de flores secas por taza), combate las inflamaciones de las vías
respiratorias, así como las nefritis.
BREZO: Proporciona la madera con la que se fabrican las pipas, y sus flores secas, tomadas en infusión
(de 30 a 40 gramos para un litro de agua) son un poderoso diurético al mismo tiempo que un excelente
desinfectante de las vías urinarias, a utilizar para eliminar las secuelas de algunas enfermedades venéreas
tales como la blenorragia.
CALÉNDULA: Esta planta, llamada también maravilla, «que mantiene sus flores hasta bien entrado el
invierno», como escribía Olivier de Serres, es adecuada tanto para el tratamiento interno como para la
aplicación externa.
En infusión (de 30 a 40 gramos de flores por un litro de agua), cura las obstrucciones del hígado, las
ictericias y los trastornos de la menstruación.
Machacadas, sus flores frescas constituyen una excelente cataplasma contra los sabañones o para
ayudar a las pequeñas heridas a cicatrizar.
CAMOMILA: Esta florecilla blanca o amarilla, según tenga derecho al calificativo de romana o de
alemana, es una verdadera panacea. Se puede, en efecto, contar con ella para aliviar los retortijones de
estómago, facilitar las digestiones penosas, atenuar los espasmos gástricos, devolver el apetito, recuperar
las fuerzas en caso de fatiga general, facilitar la aparición y el desarrollo de las reglas, calmar las neuralgias
y los accesos de fiebre periódicos. Cura también las ulceraciones de la piel, los panadizos, las cortaduras y
las aftas. Reabsorbe finalmente los esguinces, las torceduras, y combate la inflamación de los párpados.
El mejor medio de aprovechar todas estas virtudes sigue siendo aún tomarla en infusión a razón de diez
flores secas aproximadamente por cada taza de agua.
El aceite de camomila, utilizado en masajes en caso de contusión, se obtiene haciendo macerar en
caliente, al baño maría, 100 gramos aproximadamente de flores en medio litro de aceite de oliva. Pasar al
cabo de dos horas.
La decocción, finalmente, que se aplica en compresa sobre los párpados irritados, se prepara con 20 a
30 gramos de flores secas para un litro de agua.
CASTAÑO DE INDIAS: Fue un médico, el doctor Bachelier, quien lo aclimató en Francia, a principios del
siglo XVII. El intracto que se obtiene de sus frutos entra en la composición de más de cincuenta
especialidades farmacéuticas, todas ellas destinadas al sistema circulatorio. Su corteza, tónica, amarga y
astringente, posee, en un grado menor, las mismas propiedades que su fruto, del que es convenien te sin
embargo desconfiar, ya que se revela tóxico al morderlo.
Para reforzar la resistencia de los vasos sanguíneos y aliviar las hemorroides, tomar una decocción
compuesta con 10 gramos de castañas trituradas y 30 gramos de corteza para un litro de agua.

CAPUCHINA: Cuando los conquistadores la trajeron de los confínes de la cordillera de los Andes, se le
dio el nombre de berro de Indias, tanto para recordar su origen exótico como para indicar que era un
alimento apreciado en ensalada. Más tarde se observó que era un maravilloso antibiótico natural,
presentando sobre sus competidores químicos la ventaja de no destruir la flora intestinal. En infusión (doce
flores frescas para un cuarto de litro de agua), cura rápidamente las gripes y los enfriamientos.
CARRASPIQUE: Su fruto triangular y, sobre todo, muy aplastado, evocaba a nuestros antepasados las
bolsas que los campesinos llevaban a la cintura y que, desgraciadamente para ellos, raramente estaban
repletas. Pero este signo externo de pobreza no debe hacer dudar de las propiedades de esta pequeña
crucífera, muy abundante en las paredes viejas y las ruinas.
La primera, la más notable, es sin duda ser uno de los hemostáticos naturales más potentes que se
puedan encontrar. Su acción sobre la fibrina de la sangre, que favorece la coagulación, la hace pues
recomendable como cura regular para los hemofílicos, al igual que en tratamientos puntuales para detener
las hemorragias anormales, tales como las hemorragias nasales o las hemorroides.
El mejor modo de consumirla sigue siendo aún hacer macerar un centenar de gramos de plantas frescas
cortadas a trozos pequeños en un litro de vino tinto durante ocho días, luego pasarlo y beber a razón de una
cucharada sopera cada hora.
CELIDONIA: Es preferible desconfiar de esta planta, cuyo jugo puede matar a un perro de buen tamaño.
De modo que tan sólo la señalamos por su savia amarillenta que rezuma al romper el tallo y que corroe las
verrugas.
CENTAUREA (MENOR): Quirón el centauro, herido por Heracles, la utilizó para cicatrizar sus heridas, lo
cual le valió durante siglos la reputación de ser una hierba mágica. Hoy en día se tienen más en cuenta sus
propiedades antifebriles y tónicas.
La infusión se prepara con 30 gramos de plantas enteras para un litro de agua.
CENTINODIA: No todos los autores están de acuerdo sobre la forma de utilizar esta planta trepadora.
Algunos de ellos no consideran más que su rizoma, otros sus tallos, sus hojas y sus flores. Sin tomar partido
en la disputa, anotemos simplemente que, sea cual sea la solución elegida, las indicaciones son siempre las
mismas, es decir, la diarrea, las leucorreas, los esputos de sangre y las hematurias.
Para combatirlos, los sostenedores de la utilización de la raíz preconizan la maceración del rizoma. Los
de la planta prefieren una decocción obtenida con 30 gramos de tallos frescos o 50 gramos de tallos secos
para medio litro de agua.
COLA DE CABALLO: Es un verdadero almacén de sílice, puesto que sus cenizas lo contienen hasta en
un 80% y, examinando sus hojas con una lupa, pueden apreciarse pequeños fragmentos brillantes. Es pues
un notable remineralizador, superior incluso al calcio.
Para combatir el raquitismo o ayudar a la resoldadura de una fractura, beber, entre las comidas, una
decocción de 100 gramos de colas de caballo que hayan hervido durante una media hora en un litro de
agua.
Contra las incontinencias urinarias y las hematurias (orina sanguinolenta), tomar una decocción más
concentrada (150 gramos de colas de caballo para un litro de agua).
CONSUELDA (MAYOR): La historia ocurre en la Edad Media. Una sirvienta, un poco voluble, acababa
finalmente de encontrar marido, y deseaba que él no se enterara de sus aventuras pasadas. Decidió pues,
para recuperar una virginidad perdida hacía ya mucho tiempo, bañarse en una preparación a base de
consuelda. Permaneció un cierto tiempo en el baño, luego se fue a hacer los preparativos de su boda,
olvidando vaciar la tina.
Su dueña, viendo aquella agua tibia, se sintió tentada a su vez por las alegrías del baño y se metió en
ella. Se dice que su marido, cuando se reunió con ella por la noche en la cama, creyó verdaderamente en
un milagro al constatar que la madre de sus hijos se había vuelto de pronto «doncella»...
Ciertamente, el propio nombre de consuelda deja entender bien que se trata de una planta capaz de
«soldar», pero de ahí a creer que pueda poseer tales efectos hay un gran paso, que no pensamos
franquear.
Lo que sí es cierto, en cambio, es que su raíz, seca y diluida en agua, permite preparar compresas que
activan la cicatrización de quemaduras y pequeñas heridas. Igualmente, las maceraciones de esta raíz (150
gramos para un litro de agua dejados en maceración al menos durante tres horas), tomadas a razón de tres
o cuatro tazas al día, favorecen la regeneración de las mucosas gástricas atacadas por las úlceras.
CORAZONCILLO: Su perfume de incienso le había valido, en la Edad Media, el sobrenombre de
«arrojadiablos», pero su verdadero combate es contra la infección más que contra los malos espíritus. El
doctor Leclerc anota en efecto que «la esencia y la resina que albergan los remates floridos de la planta son
un antiséptico muy útil en el tratamiento de las heridas, de las úlceras y de las quemaduras». Y el autor da
la composición del aceite que es conveniente utilizar en estos distintos casos: «Hacer macerar durante tres
días 500 gramos de remates floridos recién cogidos y cortados en una mezcla de 1.000 gramos de aceite de
oliva y de 500 gramos de vino blanco; hacer hervir inmediatamente al baño maría hasta consumir el vino. Si
no pueden disponer de plantas frescas, añade, hagan macerar más tiempo —de 6 a 8 días— 200 gramos
de plantas secas y remuevan la mezcla dos veces al día. Filtren luego e introduzcan en varios frascos este
aceite, que tomará aún más rápidamente una hermosa tonalidad rojiza si entretanto lo han expuesto al sol».
DULCAMARA: En el campo, los niños mastican su tallo que, amargo al principio, se vuelve dulce como
el regaliz. Es una imprudencia, ya que esta planta contiene alcaloides que pueden ser tóxicos. Nos
limitaremos pues a recomendarla en aplicaciones externas para aliviar las hemorroides que no sangren.
Preparar una decocción utilizando 50 gramos de tallos secos para un litro de agua. Aplicar en compresa.
EGLANTINA: Esta hermosa flor silvestre del escaramujo, llamada también gavanza, recibe el
sobrenombre de «rosa perruna» debido a que, en la Antigüedad, se creía que podía curar a las personas
mordidas por un perro rabioso. Produce un fruto de nombre bárbaro: el cinorrodón. Está compuesto por una
cápsula roja que contiene como un plumón —utilizado como picapica por los niños— que rodea el auténtico
fruto o aquenio.
Según Jean Palaiseul (op. cit.), este plumón «es un vermífugo ideal contra los ascárides lombricoides,
parásitos que viven en el intestino delgado del hombre y del cerdo: administrado en ayunas en dosis de 15
centigramos, envuelto en miel, actúa inmediata y mecánicamente sobre las lombrices, a las que mata sin
provocar la menor irritación de la mucosa intestinal y sin ningún peligro para el sujeto».
Más agradable es la confitura realizada con la envoltura carnosa que rodea este plumón, y que se
revela como un excelente reconstituyente. Recientes análisis han demostrado en efecto que 100 gramos
de esta envoltura contienen tanta vitamina C como un kilo de limones.
Fabrice Bardeau, en La Pharmacie du Bon Dieu, da la receta de esta confitura, que ha descubierto en
una obra del siglo XVIII
«Tomar los frutos bien maduros y cuidadosamente desprovistos de su plumón y corazón interno. Se
cortan en trozos pequeños, luego se rocían con un poco de vino tinto. Se cubre el recipiente y se deja
macerar durante veinticuatro horas en un lugar fresco. Después se tritura todo en un mortero para obtener
la pulpa, que se pasa por el tamiz a fin de eliminar la corteza.
»Para 500 gramos de esta pulpa, convendrá prever 750 gramos de azúcar ,que se hará cocer sólo
hasta formar un jarabe. Se diluye luego en él la pulpa, dejando cocer unos breves instantes. Se dejará
enfriar un poco antes de meter en tarros».

ERYSIMUM: Es la providencia de los cantantes, de los actores, de los abogados y, en general, de todos
aquellos que necesitan tener una voz clara. Para aliviar las cuerdas vocales, pues, o hacer desaparecer una
ronquera, tomar de 4 a 5 tazas diarias de una tisana compuesta del siguiente modo: echar en un litro de
agua tibia una cincuentena de gramos de hojas secas; dejar macerar toda una noche, filtrar, y beber tibia
azucarando con miel.
ESPINO BLANCO: El «hermoso espino blanco» tan caro al poeta, tiene una larga carrera tras de sí.
¿No se dice acaso que la zarza ardiente junto a la cual Moisés se entrevistó por primera vez con su dios era
un espino blanco, y que la corona de espinas de Cristo estaba hecha con sus ramas?
Tanto en Grecia como en Roma, el arbusto era considerado como un amuleto. Los caballeros de la Edad
Media veían en él un testimonio de esperanza y, antes de tomar la ruta de las cruzadas, todos ellos ofrecían
una rama a la dama de sus pensamientos a fin de que ella recordara siempre a aquel que estaba
guerreando lejos.
Todo esto, por supuesto, no es más que anécdota y superstición. Lo que sí es cierto, en cambio, es que
los sabios norteamericanos acaban de descubrir que esta planta normaliza la tensión y combate la arritmia
cardíaca, así como la taquicardia. Hubieran podido ahorrarse largas investigaciones, ¡puesto que ya
Dioscórides decía lo mismo hace varios siglos, aunque formulándolo de otro modo!
De hecho, todo es bueno en el espino blanco: las flores, por supuesto, los frutos, las hojas, e incluso la
corteza de las ramillas.
Contra las variaciones de la tensión y los trastornos cardíacos, se preferirá la infusión de flores (una
cucharadita de café por cada taza de agua hirviendo).
Para hacer bajar la fiebre, se recurrirá a una decocción preparada con la corteza de las ramillas.
Finalmente, para parar una diarrea, algunas tazas de infusión de frutos secos serán excelentes.
EUCALIPTO: Importado de Australia, merece doblemente su sobrenombre de árbol de la fiebre puesto
que, siendo muy ávido de agua, contribuye a desecar las regiones en las cuales es plantado, evitando así la
proliferación de los mosquitos responsables de la transmisión de algunas enfermedades febriles, y además
se revela en algunos casos como un febrífugo más potente que la quinina.
Alivia también los catarros nasales, las bronquitis, las afecciones gripales, y destruye además las
bacterias. Fumado como cigarrillo, calma las crisis de asma.
La decocción de eucalipto se prepara haciendo hervir una veintena de gramos de hojas de este árbol
durante un minuto en un litro de agua, luego dejándolas durante un buen cuarto de hora.
FRESNO: Este gran árbol era considerado antiguamente como el enemigo jurado de las serpientes, las
cuales, fuera cual fuese la hora del día, huían de su sombra. Más serias son sus cualidades diuréticas, de
las que cualquiera puede aprovecharse plenamente gracias a una deliciosa bebida, que no deja de recordar
a la sidra espumosa, y que se fabrica aún en algunas zonas rurales.
Para obtener 5 litros de este brebaje, se necesitan 5 gramos de hojas de fresno secas, 5 gramos de
achicoria silvestre, 6 gramos de levadura de cerveza, 3 gramos de ácido tártrico (de venta en todas las
farmacias) y 250 gramos de azúcar cristalizado.
Echar las hojas de fresno en un litro y medio de agua hirviendo y dejar en infusión durante tres horas.
Disolver también el azúcar en un litro y medio de agua, pero fría. Echar otro litro y medio de agua hirviendo
sobre la achicoria y disolver el ácido tártrico en el medio litro de agua restante.
Echar a continuación en un barrilito primero el jarabe de azúcar, luego la infusión de fresno pasada por
el tamiz, el agua de achicoria, también pasada, la solución del ácido tártrico, y finalmente la levadura de
cerveza disuelta en un vaso de agua tibia. Durante once días, se deja fermentar la mezcla, tomando buen
cuidado de retirar la espuma que aparecerá por el canillero del barrilito, completando el volumen con un
poco de agua fresca cada vez que se proceda a esta operación. Pasado este lapso se mete el líquido en
botellas que se cierran muy herméticamente, almacenándolas de pie en una bodega que sea fresca. Quince
días más tarde, la bebida de fresno está lista para ser consumida.
FUMARIA: El origen de su nombre es discutido, pero importa poco el que sea debido al hecho de que
los antiguos imaginaban que esta planta nacía de los humos de la tierra o de que su jugo hacía brotar
lágrimas de los ojos como el humo. Lo que sí cuenta son sus propiedades, que le permiten curar la hepatitis
al tiempo que estimulan el apetito y ayudan a enriquecer la composición de la sangre. Es conveniente sin
embargo prestar mucha atención a su utilización ya que, si la cura de fumaria dura más de una decena de
días, sus consecuencias se invierten, y se convierte en calmante e hipnótica.
La decocción se prepara echando 50 gramos de plantas frescas —o el doble de plantas secas— en un
litro de vino o de agua. En este último caso, la tisana debe ser consumida en las veinticuatro horas
siguientes, mientras que, en el primero, un vaso de vino antes de cada comida es suficiente para que el
remedio produzca todos sus efectos.
GARIOFILEA: Los soldados del ejército del Rin, que debían conquistar Europa al mando de Napoleón
Bonaparte, le deben mucho. En el año IV de la República, en efecto, la quinina era rara, y los remedios para
hacer bajar la fiebre eran por aquel entonces prácticamente todos a base de esta planta. Fue entonces
cuando un médico, recordando sin duda las tisanas de su pueblo natal, tuvo la idea de utilizar la raíz de esta
pequeña rosácea. Los resultados fueron excelentes, y sus colegas le imitaron muy pronto, en beneficio de
gran número de soldados.
Además de sus propiedades febrífugas, la gariofílea es también un potente andidiarreico si es tomada
en infusión, y su decocción se revela excelente para el lavado de las úlceras varicosas.
GERANIO: No nos equivoquemos, no se trata en absoluto de las hermosas flores que decoran tantos
balcones, tanto en la ciudad como en el campo. Esas geraniáceas son de hecho pelargonios, parientes
próximos del geranio Robertianum que nos interesa aquí, pero que no tienen ninguna propiedad terapéutica.
Este geranio, llamado también hierba de San Roberto, crece en estado silvestre, en los viejos muros y
en los setos. Sus flores machacadas desprenden un perfume que recuerda en cierto modo el nauseabundo
olor que desprenden los chivos a su alrededor. Pero, pese a este fétido pelente, un emplasto de hojas
reducidas a pasta basta para detener las hemorragias pequeñas. Igualmente, las cataplasmas de hojas
frescas —esta vez no machacadas— ayudan a eliminar la obstrucción de los senos en las madres que dan
el pecho a sus hijos.
En decocción (50 gramos de planta entera seca para un litro de agua), el geranio Robertianum combate
eficazmente las úlceras gástricas, las hemorragias internas, la gastroenteritis y la diabetes.
GORDOLOBO: Conocido desde Hipócrates, el gordolobo es una planta de flores amarillas cuyas hojas
están cubiertas por un ligero vello blanquecino, que aún hoy es utilizada para calmar el catarro bronquial,
contra el cual sus propiedades ligeramente narcóticas hacen maravillas.
En Irlanda se sostiene que, hervido con leche, es capaz de curar la tuberculosis. La misma preparación
sirve además para hacer cataplasmas que activan la maduración de abscesos y de furúnculos. Resulta por
otra parte aconsejable no contentarse con aplicar las hojas sobre el absceso, sino beber también la leche en
la cual se han cocido, cuya acción depurativa ayudará a la eliminación de las toxinas y, por ello, acelerará el
proceso de curación.
GRAMA: Diurética, sedante y antiséptica a la vez, esta «mala» hierba es de hecho una de las mejores
amigas del hombre, que la ha utilizado durante mucho tiempo para combatir las consecuencias de algunos
encuentros amorosos que por aquel entonces se llamaban púdicamente «la patada de Venus». Hoy en día
se recurre a los antibióticos para cumplir este papel, que por otro lado realizan muy bien. La grama ya no es
pues utilizada más que como un diurético desinfectante.
La decocción de grama, debido al vigor de su raíz y al amargor que desprende, se prepara en dos
tiempos. En primer lugar, se remojan los rizomas durante algunas
horas, luego, una vez ablandados, se sacan del agua para aplastarlos ligeramente. Esta primera agua de
remojo, muy amarga, es desechada, y se vuelven a sumergir las raíces en un litro y medio de agua, que se
lleva a ebullición durante una veintena de minutos. Ya no queda más que dejar reposar la decocción y
pasarla antes de bebería tibia. Es sin embargo aconsejable aromatizarla, con miel por ejemplo, para atenuar
el amargor que persiste pese a estas precauciones.
HELECHO MACHO: Luis XVI pagó 1.800 francos a doña Nouffer, una curandera suiza, por la receta
siguiente, que es excelente para expulsar la solitaria: «Tomar 12 gramos de polvo de raíz de helecho macho
y disolverlos en 190 gramos de agua de tila. Hacer beber la preparación al paciente, el cual, la víspera, no
habrá comido más que una sopa de pan. Administrarle dos horas más tarde un purgante».
Tras haber hecho verificar por varios médicos la eficacia del remedio, el rey encargó a su ministro Turgot
hacerlo divulgar por entre el pueblo. Fue una sabia decisión, puesto que aún hoy en día se utiliza el extracto
de helecho macho, pero asociado con el éter en vez de con la tila, para expulsar a los huéspedes
indeseados.
HELENIO: Esta planta, según la leyenda, nació de las lágrimas derramadas por la hermosa Helena
cuando fue raptada por Paris. Hipócrates, Dioscórides y Galeno, más médicos que poetas, la estimaban
principalmente por su bienhechora acción sobre el útero, las vías urinarias y el aparato respiratorio. Hoy en
día se sigue utilizando por las mismas razones.
Es la raíz de esta gran flor amarilla la que se utiliza, una vez secada y triturada, y de 20 a 30 gramos de esta
preparación en un litro de agua permiten preparar una infusión capaz de calmar las toses y las bronquitis
más rebeldes.
El vino de helenio, por su parte, estimula la acción del hígado y de los riñones. Se prepara haciendo
macerar, durante ocho días, aproximadamente, 80 gramos de raíces trituradas en un litro de buen vino tinto.
En cuanto a la decocción (10 gramos en 100 gramos de agua), alivia las pequeñas enfermedades
estrictamente femeninas.
HIEDRA: El profesor Binet estima que posee «sobre el organismo humano un temible poder de
destrucción de los glóbulos rojos». En estas condiciones, es, pues, preferible reservarla a un uso externo,
aunque se puede servir de ella para hacer tisanas purgantes muy enérgicas.
En cambio, sus hojas, que presentan la inestimable ventaja de permanecer verdes todo el año, una vez
trituradas, constituyen excelentes emplastos para fundir la celulitis y calmar los dolores reumáticos.
Jean Palaiseul (op. cit.) las recomienda igualmente para hacer desaparecer los callos.
«Tras un baño caliente prolongado, escribe, aplicar una hoja previamente remojada durante dos o tres
horas en jugo de limón o macerada de uno a dos días en vinagre;
recubrir con un vendaje, esto cada día, hasta que el callo esté listo para desprenderse en un baño caliente.»
HIEDRA TERRESTRE: Llamada comúnmente así debido a sus largos tallos rampantes, no tiene sin
embargo ningún punto en común con la precedente, excepto una vaga semejanza. Excelente remedio
contra las afecciones pulmonares, durante mucho tiempo ha sido el medicamento específico de la tisis. Se
la sigue empleando para calmar los catarros bronquíticos y las toses «abundantes», tanto en infusión (5
gramos aproximadamente para una taza de agua) como en jarabe.
Para obtener este último, picar en un mortero diez buenos puñados de plantas frescas, rociándolas con
la infusión precedente. Dejar luego macerar durante media jornada en un recipiente cubierto. Pasar por una
tela fina apretando muy fuerte para exprimir todos los jugos, luego hacer hervir el líquido así obtenido.
Añadir el azúcar y hacer cocer hasta obtener la consistencia deseada. Conservar en una botella bien
tapada.
HIERBA CANA: Esta planta es un notable regulador de la circulación sanguínea, y es completamente
adecuada para las mujeres que sufren ausencia de menstruaciones o reglas dolorosas. Tres o cuatro tazas
diarias de una cocción realizada con 50 gramos de plantas frescas o secas por litro de agua pueden poner
fin a todos estos males. Conviene sin embargo no abusar de ella, ya que la hierba cana contiene un
alcaloide, la senecionina, que puede ser peligroso.
Aplicada en cataplasma tras haber sido cocida, alivia las hemorragias, así como la obstrucción mamaria
de las madres lactantes.
HISOPO: Tal como lo indica San Juan en su Evangelio, fue al extremo de una rama de hisopo que el
soldado tendió a Jesucristo la esponja empapada en vinagre. Hoy en día, esta planta, tomada en infusión,
es utilizada como expectorante para liberar los bronquios. El doctor H. Leclerc precisa sin embargo «que
hay que administrarla con una cierta prudencia, sobre todo a los sujetos cuyo sistema nervioso es
particularmente impresionable».
LAVANDA: Siempre ha sido utilizada como antiséptico. Los cazadores mediterráneos machacaban sus
hojas para dar unos toques a sus perros mordidos por una serpiente; los soldados romanos utilizaban su
aceite para desinfectar sus heridas; las matronas frotaban con ella la cabeza de sus hijos para despiojarlos.
«Una vez más, escribe Jean Palaiseul (op. cit.}, los análisis modernos han mostrado que el empirismo
había visto certeramente que el aceite esencial extraído de la lavanda es un poderoso antiséptico (en dosis
ínfimas —de 0,5 a 0,2%— mata al bacilo de la difteria, al de la tifoidea, al bacilo de Koch, así como al
estreptococo y al neumococo), al mismo tiempo que un notable neutralizador del veneno...»
Para eliminar la migraña, ayudar a las digestiones difíciles, curar la gripe, el asma o la bronquitis, tomar
tres o cuatro tazas diarias de una infusión obtenida con aproximadamente 5 gramos de flores secas para
una taza de agua.
Para las contusiones, los esguinces, las úlceras, algunas dermatosis y las grietas, aplicar la maceración
siguiente:
Hacer macerar durante quince días 100 gramos de flores secas en medio litro de alcohol de 30°,
removiendo bastante a menudo. Al cabo de este tiempo, filtrar a una botella bien tapada.
LINO: Los hombres del neolítico lo utilizaban ya para tejer sus telas. Los pintores, por su parte,
apreciaban su aceite, que daba a sus telas un agradable brillo.
Es su semilla lo que interesa a los fitoterapeutas, que la recomiendan, en maceración (de 15 a 20
gramos en un litro de agua fría), contra todas las afecciones de las vías digestivas y urinarias e incluso
contra la blenorragia. Pero son las cataplasmas realizadas a partir de la harina que se extrae de ella las que
son más conocidas. Por otro lado, lo mejor es que uno mismo machaque las semillas para obtener esta
harina, y no hacerlo más que a medida de las necesidades. Mal conservada, fermenta y produce ácido
cianhídrico, que provoca erupciones cutáneas.
Las cataplasmas, que deben ser aplicadas relativamente calientes, pero no quemando, son indicadas
para curar las bronquitis y los dolores musculares.
LÚPULO: Antiguamente a la cerveza no se le incorporaba lúpulo. Pero las cosas han ido cambiando, y
hoy en día esta bebida refrescante se ha convertido en un brebaje saludable, diurético, depurativo, y capaz
de calmar los ardores amorosos excesivos. A condición, por supuesto, de no abusar de ella...
El lúpulo puede ser preparado en infusión (20 gramos de planta seca por un litro de agua) para devolver
el apetito a aquellos que lo han perdido, hacer bajar la fiebre y calmar el nerviosismo. En dosis más fuerte,
ayuda igualmente a encontrar el sueño. A notar por otra parte que en algunos países nórdicos se tapan las
orejas con conos de lúpulo y que, dicen, ésta es la mejor forma de asegurarse una noche tranquila.
MALVA (MAYOR Y MENOR): Las hojas de esta planta bisanua recuerdan las de la hiedra, pero, así
como la malva mayor puede alcanzar hasta 50 centímetros de altura, la menor no crece más que tendida
sobre el suelo.
En infusión (15 gramos de flores secas por litro de agua) cura las bronquitis y calma las inflamaciones de
las vías urinarias. En decocción (30 gramos de hojas secas por litro de agua), proporciona un gargarismo
excelente contra la amigdalitis y una loción que hace desaparecer las pequeñas irritaciones de la piel.
MALVAVISCO: Muy curiosamente, no entra en absoluto en el famoso pastel de miel que hace las
delicias de los niños al mismo tiempo que calma su tos. En cambio, era muy utilizada en la Edad Media por
aquellos que debían sufrir el «juicio de Dios» y que, antes de prestarse a la prueba del fuego, se
embadurnaban las manos con un ungüento a base de ella a fin de no mostrar inmediatamente más que
quemaduras ligeras, insuficientes para establecer su culpabilidad.
Afortunadamente, ya no nos hallamos en esas circunstancias, y si hoy en día aún se utiliza es para suavizar
males más corrientes.
Contra los abscesos, furúnculos, irritaciones de la piel y de las mucosas, utilizar una maceración
obtenida echando en agua caliente la raíz triturada.
Algunas flores en infusión en esta maceración permiten obtener un calmante pectoral muy eficaz que
permite también curar, en gargarismos o en baños bucales, los males de la garganta y las aftas.
MANDRÁGORA: Es la raíz de los alquimistas, la que crecía al pie de las horcas, engendrada por el
semen de los ajusticiados. Los brujos acudían a recolectarla en las noches sin luna, escoltados por un perro
negro, para intentar inmediatamente insuflarle la vida y hacer de ella un homúnculo capaz de realizar todos
sus deseos.
En realidad, y puesto que hay que separar la realidad de la imaginación, la mandragora, si bien existe
realmente, no crece en nuestras latitudes. Necesita un clima más cálido. Lo que sí es cierto, en cambio, es
que su voluminosa raíz adopta vagamente la forma de un ser humano, y se comprende a raíz de ello todas
las malinterpretaciones que su apariencia ha podido inspirar.
Desde el punto de vista estrictamente médico, apenas posee ninguna cualidad, excepto una acción
vagamente narcótica y analgésica.
MARRUBIO BLANCO: Esta planta, que sirve tanto para los bronquíticos como para los asmáticos, a
los enfermos afectados por debilidad cardíaca que a los que son víctimas de un acceso de paludismo, a las
mujeres que sufren reglas dolorosas que a los hepáticos, se halla en abundancia al borde de los caminos,
en los pedregales y en los terrenos baldíos. Se puede preparar de diversas formas sin jamás quitarle
ninguna de sus propiedades, por lo que la elección no es de hecho más que una cuestión de gusto.
Jarabe: 3 gramos de extracto de marrubio para 200 gramos de azúcar.
Vino: hacer macerar durante una semana 50 gramos de plantas secas en un litro de vino blanco o tinto.
Azucarar ligeramente.
Infusión: 30 gramos de plantas enteras secas para un litro de agua.
MELILOTO: Su nombre proviene del griego meli, que significa miel. Ello es debido al aprecio que tienen
las abejas hacia sus flores blancas o de color amarillo vivo, que caen en racimos a lo largo de su alto tallo.
Su infusión (50 gramos de flores secas para un litro de agua) calma la excitación nerviosa y ayuda a
encontrar el sueño, al mismo tiempo que activa el trabajo de los riñones y desinfecta las vías urinarias.

MELISA: Si el nombre de la planta anterior tenía una raíz griega que significaba miel, ésta ha tomado el
suyo del griego melissa, que se traduce por «abeja». Ambas se hallan pues muy próximas.
De hecho, la melisa es famosa sobre todo por el agua que lleva su nombre, y cuya composición hemos
dado más arriba. Pero se puede fabricar también un vino de melisa haciendo hervir durante un cuarto de
hora 200 gramos de hojas en un litro de vino blanco suave. Tomado a pequeñas dosis, atenúa los vértigos y
los espasmos cardíacos.
MUÉRDAGO: Contrariamente a la leyenda, el muérdago no crece en los robles, a los que haría
reventar, sino sobre los manzanos y los álamos. Desde la más remota Antigüedad, esta planta ha sido
considerada como una panacea. Lo cual no es sorprendente, puesto que muy recientes investigaciones han
demostrado que constituye un excelente remedio contra la hipertensión y la arteriesclerosis. Un sabio suizo,
Rudolf Steiner, ha puesto incluso a punto una terapéutica contra el cáncer en la que el muérdago es un
elemento esencial.
Para obtener el mayor provecho de todas sus propiedades, hacer macerar 50 gramos de hojas de
muérdago finamente cortadas en un litro de vino blanco seco. Filtrar y beber antes de cada comida.
OLMO: Se emplea la segunda corteza de las ramas jóvenes para confeccionar una decocción (100
gramos de corteza seca por un litro de agua) que, aplicada en compresa sobre las herpes y las placas de
eccema, las hace desaparecer.
PARIETARIA: Se parece a la ortiga, crece como ella en las viejas paredes, pero no pica. Su infusión (30
gramos de planta fresca para un litro de agua) favorece la diuresis y permite pues curar la litiasis al tiempo
que calma los cólicos nefríticos que la acompañan.
PASIONARIA: Es originaria de las regiones cálidas de América y, si se la denomina así, es debido a que
su flor se parece —simbólicamente, se entiende— a todos los instrumentos de la Pasión de Cristo. Con un
poco de imaginación, en efecto, puede verse en su corola la corona de espinas, los clavos en su triple
pistilo, el martillo en sus estambres, las lanzas romanas en sus puntiagudas hojas y, finalmente, el látigo en
los pequeños zarcillos que surgen de su tallo.
Sus propiedades son esencialmente calmantes, y las personas ansiosas, nerviosas o simplemente
afectadas por el insomnio hallarán alivio bebiendo, antes de acostarse, una taza grande de agua en la cual
se habrá hecho infusionar durante un cuarto de hora 5 gramos de hojas secas.
PIE DE GATO: Crece en los pastos alpinos y florece en mayo. Una infusión de sus flores secas (una
pulgarada para una taza de agua) descongestiona la vesícula biliar.
PINO SILVESTRE: Es bien sabido lo conveniente que es el aire de las pinedas y de los abetales para
los asmáticos, que encuentran allí la alegría de respirar libremente. Las preparaciones a base de pino son
pues particularmente recomendadas a todos aquellos que sufren de los bronquios o de los pulmones.
Contra la gripe o la bronquitis, se utilizará una infusión de brotes (50 gramos aproximadamente para un
litro de agua), cuya acción será reforzada por inhalaciones de la siguiente mezcla: 1 gramo de esencia de
lavanda, 2 gramos de esencia de pino, 2 gramos de esencia de tomillo. 4 gramos de esencia de eucalipto,
todo ello diluido en 150 gramos de alcohol de 90°.
Se puede también confeccionar un jarabe que tendrá el mérito de suavizar la garganta al tiempo que calma
la tos: hacer macerar durante media hora 50 gramos de brotes de pino en el mismo peso de alcohol de 60°;
echar esta preparación en un litro de agua hirviendo; dejar macerar de nuevo durante seis horas; filtrar y
añadir un peso equivalente de azúcar en polvo. Colocarlo todo a reducir al baño maría hasta obtener la
consistencia deseada.
Para el baño, preparar una decocción haciendo hervir en 15 litros de agua y durante dos horas, 2 kilos
de agujas, de pinas y de ramitas de pino trituradas. Añadir esta decocción al agua del baño, cuyos vapores
liberarán las vías respiratorias, mientras que los principios activos calmarán los dolores reumáticos y
curarán las enfermedades de la piel.
PLANTAINA: Alimenta a los pájaros y cura al hombre de más de veinte enfermedades, si hay que creer
a Plinio. Sin ir tan lejos, se puede retener el que sus hojas frescas machacadas ayudan a las heridas
pequeñas a cicatrizar muy rápidamente.
Una infusión concentrada de sus hojas (100 gramos de hojas frescas o secas para un litro de agua
durante un cuarto de hora) detiene las diarreas. Aplicada en compresas, esta infusión calma igualmente la
inflamación de los párpados.
POTENTILLAS: Son tres hermanas, primas de la fresera. La primera, bautizada anserina, es trepadora.
La segunda, quinquefolio, igualmente trepadora, posee como su nombre indica cinco hojas. En cuanto a la
tercera, tormentilla, levanta diríamos que penosamente sus 40 centímetros de altura en medio de los
prados. Pero todas proporcionan un rizoma que se recolecta al final del verano y que sirve para fabricar una
decocción (30 gramos de raíces trituradas en un litro de agua) excelente contra la diarrea.
PRIMAVERA: Es la mensajera de la primavera, el cuclillo de color amarillo dorado que anuncia el
regreso de los buenos días. Santa Hildegarda la juzgaba capaz de curar las parálisis benignas. Parece que
fue demasiado optimista. Es exacto en cambio que esta planta posee virtudes antiespasmódicas, diuréticas,
laxantes y, sobre todo, expectorantes.
Para facilitar la eliminación de la orina, tomar una infusión de 20 gramos de flores para un litro de agua.
La decocción de raíces secas y trituradas (15 gramos para un litro de agua) ayuda, por su parte, a
despejar las vías respiratorias.
PULMONARIA: Este calificativo le viene del aspecto de sus hojas, ovaladas y ligeramente puntiagudas,
llenas de agujeros, como un pulmón enfermo. Los sostenedores de la teoría de los idénticos llegaron pues a
la conclusión de que estaba destinada a tratar la tuberculosis y las afecciones similares. No se equivocaron
mucho, puesto que ha quedado evidenciado que hace maravillas contra los abscesos del pulmón cuando se
la toma en infusión (50 gramos de hojas frescas para un litro de agua) a razón de varias tazas al día.
QUINQUINA: Originaria de América latina, esta planta, que no ha podido ser aclimatada a Europa,
proporciona la preciosa quinina. Pero su corteza permite también preparar un delicioso vino aperitivo y
reconstituyente aconsejable para las personas que sufren de falta de apetito, así como de astenia intelectual
o física.
Hacer macerar 15 gramos de corteza a trozos en 80 gramos de aguardiente durante treinta y seis horas.
Añadir un litro de vino de oporto o del rosellón y dejar macerar de nuevo durante una quincena de días.
Filtrar y beber un vaso de licor antes de cada comida.
REGALIZ: Los escitas, estos temibles caballeros de las estepas que aterrorizaron a las poblaciones
establecidas a las orillas del Mediterráneo, le debían, pretende la leyenda, el poder permanecer días enteros
en sus sillas de montar sin beber ni comer. Sin duda es más exacto pensar que la utilizaban para purificar su
aliento, emponzoñado por la carne cruda, «ahumada» entre su silla y el lomo del caballo, de la que se
alimentaban en el transcurso de sus
incursiones.
Sea como sea, esta raíz, que hace las delicias de los niños y que aromatiza agradablemente otras
preparaciones fítoterapéuticas muy amargas, posee un efecto saludable sobre los bronquios. Para
aprovecharla plenamente, pulverizar 300 gramos de raíz seca y hacer macerar en un litro de agua; filtrar y
añadir 300 gramos de azúcar, removiendo.
REINA DE LOS PRADOS: Si alguien les dice que esta gran flor que, desde lo alto de su metro y medio
de altura, domina la pradera, contiene salicilato de metilo, esto les podrá parecer que carece de importancia.
Si les añade que la oxidación del aldehido salicílico —presente en esta flor— da el ácido salicílico, no
habrán adelantado mucho. Y si les precisa además que partiendo de este ácido el médico estrasburgués
Charles-Frédéric Gerhardt descubrió, en 1853, el ácido acetilsalicílico, estarán ustedes en su derecho de
pensar que, esta vez, estamos exagerando. Sin embargo, este ácido acetílsalicílico es algo que utilizan
ustedes a menudo —y a veces incluso abusan de él— bajo el nombre de... ¡aspirina!
A partir de ahí, las indicaciones medicinales de la reina de los prados se hacen evidentes. Con el ligero
«detalle» de que, contrariamente a la aspirina, las preparaciones hechas a base de ella no atacan las
mucosas gástricas.
Contra la gripe, pues, contra los estados febriles, contra algunas neuralgias, una infusión de sus flores
(un pellizco por taza) será siempre bienvenida. Sobre todo teniendo en cuenta que esta planta es también
diurética, lo cual la hace preciosa en todas las afecciones del riñón o de la vejiga, en cuyo provecho puede
realizar su doble acción.
Para terminar con las retenciones de agua, la celulitis, los reumatismos, la uremia y la arteriosclerosis,
Vincent d'Auffray (op. cit.) recomienda además el siguiente jarabe:
«Hacer hervir dos litros de agua. Tras enfriarlos a aproximadamente 90°, echar encima 250 gramos de
remates floridos y dejar en contacto durante doce horas en un recipiente tapado; pasar exprimiendo, y hacer
disolver en la alcoholatura el doble de su peso en azúcar. Este jarabe debe ser tomado a razón de 100 a
200 gramos diarios».
RETAMA: Si es usted mordido por una víbora —o por una cobra, aunque esto es mucho menos
frecuente en nuestras latitudes—, y ha sido atacado por la serpiente en las proximidades de una mata de
retama, está usted salvado. «Basta» entonces con hacer una incisión en la mordedura de modo que brote la
sangre, y luego aplicar sobre la herida un emplasto de tallos machacados del arbusto, para que el efecto del
veneno quede neutralizado. Claro que siempre es más prudente acudir a continuación a consultar al médico
para hacerse administrar una buena dosis de suero...
Esta curiosa propiedad de una planta que pasaba por maldita fue descubierta por los campesinos, que
habían constatado que sus ovejas eran mucho menos sensibles al veneno de los reptiles cuando habían
ramoneado retama. Recientes investigaciones, que pusieron en evidencia la presencia de esparteína en
esta planta, vinieron a confirmar esta observación completamente empírica.
Pero la retama no es tan sólo un antiveneno. Es también tónica para el corazón, y poderosamente
diurética. Así, gracias a ella, la muy célebre Madame Fouquet consiguió, en el siglo XVII, curar al mariscal
de Saxe, rompecorazones de moda y accesoriamente vencedor en Fontenoy, de una hidropesía tan rebelde
que ningún remedio de la época había conseguido terminar con ella. La receta que esta conocida curandera
nos ha legado es la siguiente:
«Tomad un haz de retama verde y hacedla arder en un lugar limpio donde no haya más que las propias
cenizas de la retama; tomad estas cenizas y tamizadlas, metedlas en un paño, liadlo bien y remojadlo por
espacio de veinticuatro horas en dos pintas —aproximadamente dos litros— de buen vino blanco. Dádselo a
beber al enfermo tan pronto como lo pueda tomar; hacedle meter en su cama y cubridlo bien para hacerle
sudar; no lo habrá bebido tres veces que ya estará curado».
Hoy en día, Jean Palaiseul, que estima las dosis un poco fuertes, recomienda hacer una infusión en frío
de 60 gramos de cenizas de retama durante cuarenta y ocho horas en un litro de vino blanco y administrar
tan sólo de 60 a 90 gramos por día antes de las comidas.
Las flores de la retama pueden servir también para preparar una tisana excelente contra la celulitis, la
retención de agua, las nefritis, la artritis y los reumatismos crónicos. Sin embargo hay que tomar la
precaución, para que sean eficaces, de recolectarlas antes de que se hayan abierto completamente. La
infusión se hace a razón de 25 gramos de flores secas por cada litro de agua.
ROBLE: Los druidas le deben su nombre, que es un derivado de la palabra celta deru, los romanos
trenzaban con él coronas para honrar a los generales vencedores, y San Luis se instala a su sombra para
impartir justicia. En medicina, es su corteza la que se utiliza, debido a su fuerte contenido en tanino que lo
convierte en un notable astringente.
ROMAZA: Se trata de un fortificante. Su raíz tiene la propiedad de asimilar el hierro del suelo, fijarlo y
transformarlo en hierro orgánico. Resulta pues muy utilizada, sobre todo para la preparación de un vino
tónico y reconstituyente cuya receta es la siguiente:
Tomar 200 gramos de raíces secas trituradas, un poco de regaliz y de enebro, y hacerlo macerar todo en
2 litros de vino tinto azucarado. Hacer hervir al cabo de veinticuatro horas hasta la reducción de un tercio
aproximadamente. Filtrar, luego conservar en un frasco bien tapado.
RUDA: Las hermosas romanas la utilizaban —no siempre con éxito— como abortivo. Luego se ha
confirmado que esta hierba produce una congestión sanguínea y una estimulación de las fibras musculares
del útero que pueden, a veces, provocar la expulsión del feto. Es pues desaconsejable para las mujeres
encintas. Una vez indicada esta precaución esencial, hagamos notar que en infusión da excelentes
resultados en los casos de amenorrea, es decir cuando las reglas son raras o inexistentes, lo cual,
naturalmente, puede darle a una mujer la impresión de que está esperando un niño.
RUIBARBO: Todo el mundo conoce las deliciosas compotas que se hacen con sus venillas, puesto que
las hojas en sí son tóxicas. Se cita menos a menudo, en cambio, el vino de ruibarbo, del que Jean Palaiseul
(op. cit.) da la receta:
«Hacer macerar durante cuarenta y ocho horas en un litro de buen vino tinto o blanco, de 60 a 80
gramos de raíz de ruibarbo triturada, de 10 a 15 gramos de raíz de genciana, de 8 a 10 gramos de raíz de
angélica; pasar exprimiendo a través de un paño».
Tomada a pequeñas dosis, esta bebida es tónica. Se vuelve purgante cuando se aumenta la cantidad, y
no conviene hacerlo más que con prudencia, si se desean evitar algunos desarreglos.
SALICARIA: Son los sauces, a cuya sombra medra, quienes le han dado su nombre. Astringente y
hemostática, sirve, en decocción, (50 gramos de plantas secas para un litro de agua), para tratar las
inflamaciones de la mucosa gastrointestinal y las diarreas.
SAPONARIA: Esta «hierba jabón» lo limpia todo, desde la ropa hasta el organismo. Los médicos árabes
la recomendaban contra la lepra. Hoy en día se han encontrado otros remedios mejores, lo cual es de
agradecer. Queda el hecho de que sus hojas, y más aún sus raíces, poseen propiedades depurativas y
diuréticas innegables, que hacen de ella un remedio contra los reumatismos y las enfermedades de la piel
tales como el acné. Se prepara en infusión utilizando 25 gramos de hojas o de raíces secas para un litro de
agua.
SAÚCO: He aquí otro arbusto del que todas sus partes, las hojas, las flores, los frutos e incluso la
corteza, pueden ser utilizados.
Los frutos, en primer lugar, cuyas propiedades laxantes son conocidas desde la edad de las cavernas.
Las hojas a continuación, diuréticas y depurativas, que permiten fabricar un «té» caro al abate Kneipp.
«Tomad de seis a ocho hojas de saúco, escribía el siglo pasado, cortadlas a trozos pequeños, como se hace
con el tabaco, y hacedlas hervir durante aproximadamente diez minutos. Todas las mañanas, una hora
antes de vuestro desayuno, tomaréis una taza de este té durante toda la duración de vuestra cura
primaveral. Este simple té depurativo limpia la máquina del cuerpo humano de una forma excelente...»
Las flores, después, que una vez secas proporcionan en infusión un remedio contra la gripe y las
fiebres infantiles.
La corteza, finalmente, de la que se extrae una decocción excelente en caso de hidropesía.
TANACETO: De la misma familia que el ajenjo, es utilizado principalmente como vermífugo. Beber por
las mañanas en ayunas una infusión de flores (5 gramos aproximadamente para una taza de agua), o
administrar en lavativa (30 gramos de flores en infusión en un litro de agua hirviendo salada).
TILO: Conocemos ya las propiedades de la albura del tilo, pero sus flores poseen cualidades que
tampoco son de despreciar. Frescas o secas, permiten preparar infusiones calmantes particularmente
recomendadas en casos de insomnios, de dolores de cabeza, de palpitaciones y de angustias.
TUSÍLAGO: Es una planta extraña, cuyas flores se abren antes de que hayan aparecido las hojas, lo
que no impide de ningún modo el que se puedan utilizar indiferentemente las unas y las otras, puesto que
sus propiedades son idénticas.
En infusión (de 30 a 40 gramos para un litro de agua), curan las bronquitis crónicas, los resfriados y la
sinusitis. En decocción (las proporciones son idénticas), proporcionan un gargarismo desinfectante, notable
contra las anginas.
VALERIANA: Es un poderoso calmante que es adecuado tanto en los casos de histeria, de epilepsia, de
depresión nerviosa, de convulsiones, como para curar las migrañas y
los calambres.
De hecho, es el rizoma lo que se utiliza, ya sea para preparar infusiones (100 gramos para un litro de
agua), ya sea para confeccionar decocciones que se añaden al agua del baño.
VERBENA: Era la hierba mágica por excelencia, utilizada por los druidas para perfumar el agua con la
cual lavaban sus altares. Hoy en día, se consume en infusión, y se revela particularmente benéfica para las
mujeres encintas, a las que tonifica el útero, y para las madres lactantes, a las que aumenta las secreciones
lácteas.
Contra los lumbagos y las ciáticas, permite realizar cataplasmas que calman muy rápidamente el dolor.
VIOLETA: A los habitantes de la ciudad les cuesta imaginar que esta hermosa florecilla, delicadamente
perfumada, sea la base de unas tisanas expectorantes particularmente eficaces. 5 ó 6 gramos de violetas
secas en un litro de agua hacen más para curar los resfriados y las bronquitis que muchos otros remedios
complicados.
VULNERARIA: Una planta vulneraria, en el lenguaje de los fitoterapeutas, es una planta que ayuda a la
cicatrización de las heridas, y ésta hace honor a su nombre. Pero permite también preparar un vino
recomendado para las mujeres que tienen problemas menstruales.
Hacer macerar 50 gramos de flores secas en un litro de vino blanco seco. Filtrar y conservar en una
botella bien tapada. Tomar un vaso de vino antes de cada comida.
ZARZAPARRILLA: Los «Pitufos», estos encantadores personajillos de historieta, la encuentran
deliciosa. De hecho, durante mucho tiempo se ha creído que esta planta, originaria de México y pariente
próxima de la enredadera picante de Europa, curaba las enfermedades venéreas y, en particular, la
blenorragia y la sífilis. Eso no es en absoluto cierto, pero sus cualidades, al mismo tiempo diuréticas y
desinfectantes, hacen de ella un excelente auxiliar de los tratamientos químicos de estas enfermedades.

Y SIEMPRE LA BELLEZA

—Dime, primo, si te lo pidiera con insistencia, ¿harías el amor con la persona que hay aquí? —preguntó
Erzsebeth, con un estallido de risa.
—¡Por supuesto que no! —respondió el agraciado caballero—. Ni que me fuera en ello la cabeza. Es
demasiado fea y vieja.
Respuesta que no podía ser más funesta, ya que la vieja mujer la oyó. Irguiendo penosamente su
arqueada espalda, miró fijamente a Erzsebeth Bathory a los ojos y le lanzó:
—No te burles, condesa, porque un día tú también serás como yo, y entonces notarás mucho más que
yo la ausencia de los hombres.
La joven, sin embargo, estaba todavía en lo más esplendoroso de su belleza. Descendiente de una de
las más antiguas familias de Hungría, emparentada con los Habsburgo de Austria, se había casado hacía
algunos años con Ferenc Nadasky, cinco años mayor que ella y, además, inmensamente rico. Tras los
primeros días, ella había empezado a engañarle, principalmente con Ladislas Bende, que cabalgaba cerca
de ella. Todo aquello debería haberla tranquilizado. Sin embargo, la aterró. Regresó con las bridas sueltas a
su castillo de Csejthe, una impresionante y siniestra fortaleza erigida sobre un espolón rocoso de los
Cárpatos. Con un gesto, rechazó a su atractivo amante y corrió a refugiarse en una habitación extraña,
cubierta de espejos, que había hecho instalar hacía unos meses. Allí, completamente desnuda, espió
durante varias horas las acechanzas de la edad sobre su magnífico cuerpo.
La hermosa condesa tenía pánico a envejecer. Desde hacía ya mucho tiempo utilizaba todos los elixires
y todas las pomadas que le preparaban con gran secreto médicos y alquimistas. Desde hacía tiempo, tenía
el convencimiento de que la sangre fresca de alguna joven virgen sería sin duda mucho más eficaz. La
réplica de la vieja mujer la hizo penetrar en la locura. Ayudada por Dorko, un enano monstruoso, y de Jo
liona, su nodriza, hizo, en una decena de años, matar en las más horribles condiciones a más de
novecientas jóvenes.
Para recoger su sangre, inventó los más abominables instrumentos de tortura, entre los cuales, una
jaula erizada de púas. Encerraba allí a sus víctimas, completamente desnudas, y luego hacía izar la jaula
hasta el techo. Tras lo cual Jo liona y Dorko, armados con un largo atizador calentado al rojo, obligaban a
las desgraciadas a debatirse para que se hirieran con los hierros. Muy pronto, era una auténtica ducha de
sangre lo que caía sobre su dueña.
El segundo invento de la condesa maldita era una especie de autómata que tenía la apariencia de una
mujer joven. Nada faltaba en él, ni los cabellos ni los ojos de porcelana. Pero esta virgen de hierro estaba
hueca y, cuando se encerraba en ella a una mujer, largos puñales entraban en movimiento, lacerando su
carne hasta que la sangre empezaba a fluir y, siguiendo un canal practicado en el suelo, iba a llenar la
bañera donde aguardaba Erzsebeth.
Y esto duró diez años, hasta la llegada al castillo de liona Harczy, una joven cantante vienesa de
dieciséis años. Erzsebeth la había invitado a Csejthe a fin de que pudiera reposar su voz en el aire puro de
las montañas. La noche de su llegada, tras haberle cosido los labios para impedirle gritar, trababa
conocimiento con la virgen de hierro. A la mañana siguiente, su anfitriona anunciaba que había muerto
súbitamente durante la noche, y ordenaba que se celebraran unos magníficos funerales.
La desaparición de una joven de la buena sociedad pasó menos desapercibida que la de las pequeñas
campesinas. El pastor Ponikenus, que al principio se había negado a celebrar el servicio fúnebre, para
terminar luego accediendo a condición de que se desarrollara de la manera más sencilla, no dejaba de
pensar que, el día de su llegada, la cantante no parecía en absoluto enferma. Expuso sus temores a György
Thurzo, gran paladín de la alta
Hungría.
Este último tenía ya sus dudas. Decidió intervenir y ordenó la entrada de la policía en el castillo. El 2 de
enero de 1611, descubría en él los instrumentos de tortura puestos a punto por Erzsebeth. Inmediatamente,
ordenó el arresto de Dorko y de Jo liona, así como de una decena de otros servidores, que no tardaron en
confesar las horribles cosas de las que habían sido cómplices. Fueron condenados a muerte y, el mismo
día de su ejecución, los albañiles emparedaron todas las salidas de Csejthe, donde permanecía encerrada
la condesa. Iba a sobrevivir todavía tres años, pese a la soledad, pese a la falta de alimentos. ¿De qué
modo consiguió resistir? Nadie lo sabe.
Lo que Erzsebeth Bathory había pedido a la sangre humana hubiera hecho mucho mejor buscándolo en
la de las plantas, en su savia, en sus jugos, que contienen todos los principios vitales capaces de preservar
la belleza y de impedir, en la medida de lo posible, por supuesto, que la piel envejezca. Éste es
principalmente el caso de todas las aguas de Smith, de Colonia o de miel.
AGUA DE BOTOT: Esta agua dentífrica se obtiene haciendo macerar en alcohol de 60° caliente
algunos gramos de canela, de clavo y granos de anís. Aromatizar tras el filtrado con algunas gotas de
esencia de menta.
AGUA DE COLONIA: Es sin duda la más célebre de las aguas de belleza. Se fabrica mezclando 10
gramos de esencia de bergamota con 10 gramos de esencia de limón, 10 gramos de esencia de sidra, 5
gramos de esencia de romero, 5 gramos de esencia de azahar, 5 gramos de esencia de lavanda, 2,5
gramos de canela y 1 litro de alcohol de 90°. Añadir al conjunto 150 gramos de agua de melisa y 100
gramos de alcohólate de romero. Dejar macerar una semana y filtrar.
AGUA DE MIEL: Esta agua muy suave —como la miel— es particularmente conveniente para limpiar las
pieles sensibles y los párpados.
Hacer una primera mezcla de agua de rosas y agua de azahar. Añadir en seguida a este líquido miel
(muy poca), algunos clavos, cilantro, cortezas de limón ralladas, nuez moscada en polvo y una vaina de
vainilla. Las proporciones en las cuales conviene mezclar estos distintos ingredientes son variables y
dependen del gusto de cada uno. Dejar macerar una semana y filtrar.

AGUA DE RAMILLETE: Esta agua de belleza delicadamente perfumada limpia la piel en profundidad,
pero exige una preparación minuciosa, debido a lo complejo de los
ingredientes que la componen.
Mezclar 65 gramos de agua de miel {ver más arriba), 30 gramos de alcoholato de clavo, 125 gramos de
agua sin par {ver más abajo), 35 gramos de alcoholato de jazmín, 30 gramos de alcoholato de lirio y veinte
gotas de esencia de azahar.
AGUA SIN PAR: También limpia la piel en profundidad, desinfectándola al mismo tiempo.
Puede ser fabricada fácilmente en casa mezclando 5 gramos de esencia de limón, 4 gramos de esencia
de cidra, 4 gramos de esencia de bergamota y 100 gramos de alcoholato de romero en un litro de alcohol de
90°.
AGUA DE SMITH: También desinfectante, al mismo tiempo que agradablemente perfumada, se obtiene
mezclando, en un litro de alcohol de 90°, 60 gramos de esencia de lavanda, 30 gramos de tintura de ámbar
y 500 gramos de agua de
Colonia.
Y, puesto que estamos con las aguas, he aquí una, la más natural que se pueda encontrar tras la de los
manantiales. Es, simplemente, la savia de abedul.
«En todo el norte de Europa, escribía el doctor Percy, cirujano de los ejércitos de Napoleón,
comenzando en nuestros departamentos del Rin y hasta los confines de Rusia, el agua de abedul es la
esperanza, la felicidad y la panacea de los habitantes, ricos y pobres, grandes y pequeños, señores y
siervos. Las enfermedades de la piel, las espinillas, los herpes, el acné rosáceo, etc., raramente le
resisten...»
Esta agua se recolecciona en la primavera, antes de que las primeras hojas hayan tenido tiempo de
agotar la savia que sube. De acuerdo, no resulta muy fácil, sobre todo hoy en día, conseguirla, pero se
puede reemplazar por una decocción de hojas de abedul secas (50 gramos para un litro de agua) que tiene,
sensiblemente, las mismas propiedades.
Más «fuerte» es esta preparación, excelente para limitar la transpiración de los pies y, en todo caso,
para eliminar su olor: hacer macerar 500 gramos de cola de caballo en medio litro de alcohol de 60° durante
quince días, removiendo el frasco de tanto en tanto, luego filtrar.
Tras la piel, los cabellos. He aquí algunas recetas de champús y lociones capilares que podrán realizar muy
económicamente en su casa y de las que pueden estar seguros de que son enteramente naturales.
CHAMPÚS:

—Anticaspa: Hacer macerar un buen pellizco de saponaria en medio litro de infusión de capuchinas.
—Cabellos secos: Echar algunas gotas de aceite de oliva sobre una yema de huevo y remover como
para hacer una mayonesa, incorporando al mismo tiempo el contenido de un vaso de licor de ron.
—Cabellos grasos: Echar un buen pellizco de saponaria en medio litro de decocción de hojas de
repollo.
—Cabellos normales: Preparar medio litro de infusión de camomila y añadirle una pulgarada de
saponaria. Esta preparación es conveniente para los cabellos rubios. Para los cabellos castaños o negros,
reemplazar la infusión de camomila por una decocción de hojas de nogal.
LOCIONES:

—Contra la caída del cabello: Tomar 100 gramos de hojas, de flores y de semillas frescas de
capuchina, 100 gramos de hojas de ortiga igualmente frescas, 100 gramos de hojas de boj también frescas.
Picar todas estas plantas y hacerlas macerar en 500 gramos de alcohol de 90° durante una quincena de
días. Filtrar y perfumar con una esencia a elegir.
—También contra la caída del cabello: Mezclar 25 gramos de alcohol de lavanda, 25 gramos de éter, y
un vaso de agua destilada.
—Contra la caspa: Frotar el cuero cabelludo con el interior de una corteza de limón a fin de arrancar las
pieles
muertas.
—Contra la seborrea: Hacer hervir juntos en medio litro de agua una lechuga y un puñado de perejil.
Filtrar y utilizar tibio.
El baño ahora, que es también un precioso auxiliar de la belleza... y no es Diana de Poitiers quien hubiera
dicho lo contrario, ella que, a semejanza de Cleopatra, se bañaba en leche de burra. Hoy en día, por
supuesto, resulta muy difícil hacer como ella, a menos que se sea millonario. ¿Quiere esto decir que los
baños de leche son prohibitivos para las mujeres? Por supuesto que no, puesto que existe... la leche en
polvo, que no es más cara que cualquier otra sal o aceite de baño vendidos habitualmente en los comercios.
Para todos los demás baños, se tomará en primer lugar la precaución de preparar una decocción muy
concentrada de la planta —o plantas— elegida, que se echará en la bañera al mismo tiempo que un
puñadito de saponaria.
Estas pocas recetas de belleza, estos trucos, son tan viejos como la femineidad. Desde el día en que
Eva, arrancando una hoja —¿de parra?— para ocultar su desnudez, se dio cuenta de que la naturaleza
podía proporcionarle todas las armas de la seducción, las mujeres no han dejado de aprovecharse de esta
enorme despensa, cada una a su manera y en función de las necesidades de su piel.
Las plantas no han cambiado, son las mujeres quienes ya no confían en ellas. Sin embargo, cocinan con
ellas, beben tisanas de ellas, aunque la simple idea de confiar su belleza a estas hierbas que tan a menudo
consumen les hace estremecerse. Es como para dudar de la lógica femenina...

PEQUEÑO LÉXICO BOTÁNICO

BAYA: Pequeño fruto carnoso con pepitas que es, en realidad, la semilla de la planta.
BROTE: Llamado también yema, aparece en primavera, principalmente sobre los árboles y los arbustos, y
puede estar recubierto de escamas o guarnecido por una pelusilla. En el interior de su caparazón se
hallan los embriones de las hojas y, algunas veces, de los tallos.
BULBO: Se le llama más comúnmente la «cebolla» y, de hecho, la propia cebolla es un bulbo. No hay que
confundirlo con el rizoma ni con las raíces que brotan del bulbo para hundirse en la tierra.
CABEZUELA: El Larousse en dos volúmenes la define como un «tipo de inflorescencia de varias flores sin
pedúnculo e insertadas las unas al lado de las otras sobre el receptáculo».
CORTEZA: Es la piel, la envoltura de los árboles y de algunos
frutos.
FOLÍCULO: Fruto seco en forma de saquito que se abre en su madurez por una hendidura única que pasa
exactamente entre las dos hileras de semillas que contiene.
PÉTALOS: Laminillas blancas o coloreadas que forman la corola de las flores.
REMATE: Parte de una planta, que comprende lo alto del tallo y la flor.
RIZOMA: Es un tallo subterráneo de donde parten las raíces que se hunden en el suelo y el tallo que
asciende hacia la luz.
SEMILLA: Es ella la que asegura la reproducción de la especie. Es pues, la parte activa del fruto —granos,
pepitas o núcleo—, mientras que la pulpa no es más que la parte inerte, destinada ya sea a proteger, ya
sea a alimentar la semilla.
TALLO: Corresponde al tronco de los árboles. Tubérculo: No hay que confundirlo ni con el bulbo ni con el
rizoma. El tubérculo no desprende raíces, sino que se forma sobre las raíces o las partes aéreas de la
planta. De hecho, contiene las reservas nutritivas de esta planta. Umbela: «Tipo de inflorescencia», para
tomar las palabras del Larousse, en la cual los pedúnculos de cada flor se hallan insertados en un mismo
punto. Vaina: Fruto seco como el folículo, pero que se abre por dos hendiduras opuestas.
LÉXICO FITOTERAPÉUTICO

La acción de las plantas se define por palabras muy particulares. He aquí, comunicadas por Henri
Errera, los principales términos de este lenguaje técnico.

ABORTIVO: Que amenaza con provocar el aborto.


AFRODISÍACO: Que favorece la actividad sexual.
AMARGAS: Dícese de las plantas como la achicoria o la genciana, cuya principal característica es el
amargor.
ANAFRODISÍACO: Que atenúa el deseo carnal.
ANALÉPTICO: Que posee propiedades fortificantes, que estimula y da nuevas fuerzas.
ANALGÉSICO: Que atenúa el dolor.
ANTÁLGICO: Sinónimo de analgésico.
ANTIASTÉNICO: Que combate la astenia, que estimula las fuerzas en caso de deficiencia nerviosa o
psíquica.
ANTIBIÓTICO: Sustancia, producida por un ser vivo, que combate la infección.
ANTIDIARREICO: Que elimina la diarrea.
ANTÍDOTO: Que combate los efectos del veneno.
ANTIESCORBÚTICO: (Es decir la vitamina C). Que impide o cura el escorbuto.
ANTIESPASMÓDICO: Que calma los espasmos y calambres.
ANTILECHOSO: Que detiene la subida de la leche.
ANTIPIRÉTICO: Que elimina la fiebre.
ANTIPÚTRIDO: Que detiene la putrefacción.
ANTISÉPTICO: Que destruye los microbios o impide que se desarrollen.
ANTITÉRMICO: Que baja la temperatura.
ANTITÚSICO: Que calma la tos.
APERITIVO: Que abre el apetito.
AROMÁTICO: Que desprende un perfume agradable gracias al cual se puede enmascarar el gusto
amargo de algunas preparaciones.
ASTRINGENTE: Que contrae y afirma los tejidos, ayuda a las heridas a cerrarse y detiene las
hemorragias sanguíneas.
BACTERICIDA: Que mata las bacterias.
BACTERIOSTÁTICO: Que detiene la multiplicación de las bacterias.
BALSÁMICO: Que desprende un olor a resina y calma la tos o despeja las vías respiratorias.
BÉQUICO: Que calma la tos, pero no huele obligatoriamente tan bien como el precedente.
CARDIOTÓNICO: Que tonifica el corazón.
CARMINATIVO: Que reabsorbe o facilita las fermentaciones intestinales.
CÁUSTICO: Que tiene poder corrosivo y quema la piel.
COLAGOGO: Que aumenta las secreciones biliares.
COLERÉTICO: Sinónimo del precedente.
CORDIAL: Que fortifica o que estimula.
CUTÁNEO: Que tiene una acción sobre la piel.
DEPURATIVO: Que purifica la sangre.
DETERSIVO: Que limpia la epidermis o las heridas.
DIAFORÉTICO: Que hace transpirar abundantemente.
DIGESTIVO: Que facilita la digestión.
DIURÉTICO: Que estimula la diuresis, es decir la producción de orina por los riñones.
DRÁSTICO: Que purga enérgicamente.
EDULCORANTE: Que endulza un producto demasiado alcoholizado o amargo.
EMENAGOGO: Que provoca y regulariza el volumen de las menstruaciones.
EMÉTICO: Que hace vomitar.
EMOLIENTE: Que disminuye las inflamaciones locales.
ESTIMULANTE: Que provoca una excitación general.
ESTOMACAL: Que estimula el estómago y facilita la digestión.
ESTORNUTATORIO: Que hace estornudar.
ESTUPEFACIENTE: Que adormece los centros nerviosos y provoca una sensación de euforia que crea
hábito.
ESTROGÉNICO: Que estimula la función ovárica.
EUPÉPTICO: Sinónimo de digestivo.
EXCITANTE: Que tiene un efecto estimulador sobre las glándulas y el sistema nervioso.
EXPECTORANTE: Que ayuda a evacuar las mucosidades de los bronquios o de los pulmones, es decir a
expectorar.
FEBRÍFUGO: Que hace bajar la fiebre.
GALACTÓGENO: Que favorece e incrementa las secreciones lácteas.
HEMOLÍTICO: Que destruye los glóbulos rojos.
HEMOSTÁTICO: Que detiene las hemorragias sanguíneas.
HEPÁTICO: Que cura el hígado.
HIPERTENSOR: Que aumenta la tensión arterial.
HIPNÓTICO: Que favorece o produce el sueño.
HIPOGLICÉMICO: Que hace bajar el índice de azúcar en la sangre.
HIPOTENSOR: Que disminuye la tensión arterial.
LAXANTE: Que activa la evacuación intestinal.
LENITIVO: Que ablanda.
MUCÍLAGO: Sustancia viscosa de origen vegetal que disminuye las irritaciones de los tejidos.
NARCÓTICO: Que provoca el sueño.
NECROSANTE: Que provoca una necrosis, es decir la muerte de los tejidos.
NEFRÍTICO: Relativo a los riñones.
PECTORAL: Que actúa sobre la función respiratoria.
PERISTÁLTICO: Que favorece las contracciones del intestino.
PURGANTE: Que libera el intestino.
REFRESCANTE: Que posee efectos laxantes y depurativos.
RESOLUTIVO: Que disipa las inflamaciones y hace desaparecer las obstrucciones.
REVULSIVO: Que provoca una congestión local para curar otra.
RUBEFACIENTE: Que hace enrojecer la piel y activa la circulación en los pequeños vasos sanguíneos.
SEDATIVO: Que calma.
SINÉRGICO: Que asocia la acción de dos o más plantas.
SOPORÍFICO: Que hacer dormir.
SUDORÍFICO: Que hace transpirar.
TENÍFUGO: Que expulsa la tenia.
TÓNICO: Que hace desaparecer la fatiga y reconstituye las fuerzas.
TÓPICO: Que atrae la sangre a flor de piel.
VASOCONSTRICTOR: Que constriñe los vasos sanguíneos.
VASODILATADOR: Que dilata los vasos sanguíneos.
VENENOSO: Que contiene veneno.
VERMÍFUGO: Que expulsa las lombrices.
VESICANTE: Que provoca hinchazones en la piel.
VULNERARIO: Que favorece la cicatrización de las heridas.

TABLA DE EQUIVALENCIAS

Algunos de los productos indicados en el presente texto tienen diversa denominación en varios países de
habla hispana. Para los lectores de dichos países, damos a continuación las equivalencias, así como las de
algunas expresiones.
Aguacate: palta, avocado
Albaricoque: damasco, chabacano
Alcachofa: alcaucil
Al ast: al spiedo
Aliñar: condimentar, aderezar
Barbacoa: parrilla
Bistec: bife
Brioche: pan de Viena
Calabaza: zapallo
Calabacín: zapallito, zapallito italiano
Charcutería: fiambrería
Col: repollo, berza
Despojos: achuras, chunchules
Embutidos: fiambres
Entremeses: entradas
Fresa: frutilla
Guisantes: arvejas, chicharros
Judías blancas: porotos, frijoles
Judías verdes: chauchas, ejotes, bajocas, porotos verdes,
vainas
Mahonesa: mayonesa
Maíz: choclo, abatí
Melocotón: durazno
Nabo: cayocho
Nevera: heladera, refrigerador
Patata: papa
Plátano: banana
Piña: ananá
Potaje: sopa de verdura
Rustido de cerdo: cerdo al horno
Sorbete: helado de agua
Tomate: jitomate
Zumo: jugo

Este es el cuaderno secreto de la abuela del autor, donde la buena mujer consignaba las recetas
largamente experimentadas que le habían sido legadas por la tradición y que eran elaboradas con
autenticidad.
La abuela conocía un gran número de remedios naturales y caseros que precisamente constituyen la base
de este libro. Tenía recetas para todo: dolores de barriga, migrañas, verrugas, heridas, indisposiciones,
resfriados, que con sus recetas y tisanas se desvanecían en un abrir y cerrar de ojos.
¿Desdeñar los remedios caseros? Gracias a este cuaderno y a otras investigaciones, todo el tesoro y las
virtudes de las plantas, de las verduras, de las frutas, de las pociones ya no tienen secretos para Jean
Michel Pedrazzani ni, leyendo este libro, para ninguno de nosotros.

LA CURA DE SAVIA Y ZUMO DE LIMÓN


K. A. Beyer
Editorial Obelisco
ISBN 84-7720-281-8
Depósito Legal: B. 23.243 - 1998

© 1988 K. A. Beyer (Reservados todos los derechos)


© by Ediciones Obelisco, S. L. 1994 (Reservados todos los derechos para
lengua española)
Edita: Ediciones Obelisco, S. L.
Pedro IV, 78 (Edif. Pedro IV) 4ª planta 5ª puerta 2ª Fase
08005 Barcelona - España
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Castillo, 540, Tel. y Fax 771 43 82
1414 Buenos Aires (Argentina)
Printed in Spain
(no tiene índice)

SOLAPA:
La cura de zumo de limón es ideal para desintoxicar el organismo: le proporciona al cuerpo la
posibilidad de reponerse, de regenerarse, de renovarse y de crear anticuerpos propios. Por el mismo
motivo, es una excelente cura adelgazante que permite eliminar grasas sin efectos secundarios en
tanto en cuando el cuerpo no experimenta ninguna carencia, obteniéndose además una piel fina y un
creciente sentimiento de bienestar y equilibrio.
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PREFACIO

La cura de savia y zumo de limón, según Stanley Burroughs, su creador, constituye para una persona
sana un medio razonable y natural de liberar el cuerpo de toxinas y depósitos grasos, conservando el
bienestar
general y la plena capacidad de rendimiento.
No puede sobrevenir ningún daño a la salud mientras se efectúa la cura, porque el cuerpo es abastecido
de todos los nutrientes necesarios y el metabolismo es reforzado.
Bajo el control de un médico naturista o un práctico de salud es en muchos casos muy recomendable
incluso para gente enferma y debilitada. A través de la purificación profunda y de la eliminación de tejido
adiposo superfluo se incrementa el bienestar general y se obtiene una buena base para un tratamiento ulterior.
En respuesta a quienes han afirmado que la cura de zumo de limón no constituye una alimentación
equilibrada, hay que aclarar lo siguiente:
Esta cura no es una forma de alimentación, sino una cura de ayuno a base de zumo, que se lleva a cabo
por un tiempo limitado. Se trata de ayudar al cuerpo a purificarse y liberarse de todos los depósitos y
grasas
superfluas y abrumantes.
Muchas veces, estos depósitos se han acumulado a través de años de alimentación incorrecta y un modo
de vivir erróneo. Cuando el cuerpo no los elimina espontáneamente, hay que incitarlo a hacerlo por
medio
de un ayuno racional (una o dos veces al año). Por su composición, la cura es especiulmente apropiada
para
esto, sin considerar que durante el tiempo de la cura se renuncia a tóxicos estimulantes como alcohol,
azúcar,
etcétera. En la naturaleza el ayuno es un proceso totalmente natural y en todas las grandes religiones del
mundo forma parte e sencial de la purificación física y espiritual. Sólo en nuestros tiempos se cree que
todas
las cosas deben ser esquematizadas y que el hombre debe ser programado de acuerdo a los conocimientos
científicos vigentes.
Pero aun la ciencia más avunzada (y esto vale también para la nutrición) puede abarcar sólo una parte
del
todo y por esta razón no se deberían desacatar las leyes vigentes de la naturaleza.
Espero que aún más gente lleve a cabo la cura de savia y limón, y a este libro le deseo éxito en el interés
de sus lectores.

BRUNHILD ZECHELIUS
Naturópata diplomada.
Edewecht-Westerscheps,
Alemania.
INTRODUCCIÓN

Con esta obra quiero presentarles un tratamiento que en los países europeos es aún muy poco
conocido. Es sencillo, económico y muy eficaz. Stanley Burroughs, un naturópata de Hawaii, fue
quien lo concibió y quien ha tenido más experiencias con él.
En este librito encontrará las instrucciones precisas para realizar la cura de savia y limón, junto con algunas ideas
principales de Stanley Burroughs, tal como las expuso en su libro Curación para una nueva era. -Nosotros veremos
este proceso sobre todo como una cura de purificación. De los éxitos obtenidos sólo citaremos algunos, porque los
muchos testimonios sobrepasarían el límite de este tratado. Pero quien ha tenido la oportunidad de hablar con Stanley
Burroughs sabe que hay suficientes comprobantes. Stanley puede pasarse horas enteras exponiendo y explicando cada
caso.
A quien quiera conocer la cura de savia y limón como método naturista, se recomienda el libro antes mencionado.
Stanley Burroughs usa esta cura junto con Vitaflex (un método especial de masaje) y una terapia de colores,
desarrollada también por él mismo. Según Stanley Burroughs y sus colaboradores, esta triple combinación es tan eficaz
como casi ningún otro método naturista.
Esta cura es ideal para un tratamiento de reducción de peso y desintoxicación. Como puede leer al final de este
libro, hay muchas cartas de agradecimiento que dan testimonio de su eficacia. Pero sólo su experiencia personal podrá
mostrarle lo que la cura es capaz de hacer en su caso particular. Es muy probable que, al igual que mucha otra gente,
usted se interese, ya sea por perder peso o liberarse de una molestia desagradable.
La parte que sigue tratará primero de los aspectos prácticos de la cura.
Después siguen las instrucciones precisas para su realización. En los capítulos siete a once presentamos brevemente
las opiniones principales del creador de este método, Stanley Burroughs, sobre salud y enfermedad, medicina
convencional y naturista, y al final una pequeña selección de reacciones de personas que han hecho la cura completa.
2

Un caso típico
Como toda cura, la de savia y limón tiene no tan sólo amigos entusiastas, sino también críticos. Los adversarios de
la cura se basan casi exclusivamente en teorías: equis persona dijo que el zumo de limón daña al organismo; demasiado
limón causa acidez en el estómago; los cítricos no son saludables, etcétera. Un caso típico es el siguiente: una conocida
maestra de yoga que vive en los alrededores de Zurich mandó pedir diez ejemplares del libro La cura del zumo de
limón, porque sus amigos estaban entusiasmados. Después de una semana nos llegó una carta en la cual escribió que
después de la lectura del libro no pudo quedar de acuerdo con su contenido y nos pidió poder cambiar nueve de los diez
libritos. Después de haber hablado con ella, hizo de todos modos la prueba por ella misma y diez días después se quedó
no solamente con los libritos que había pedido sino que pidió diez más, para recomendarlos a sus alumnos. «No puedo
creerlo», dijo, «¡pero esta cura hace milagros!»

La cura se expande
Poco a poco, el éxito de la cura convence también a médicos y técnicos de la salud. Aparte de sus importantes
efectos desintoxicantes y adelgazantes, la cura de savia y limón es también de gran provecho para el cabello y para
cualquier tratamiento estético en general. Un instituto capilar de Suiza hace de ella una parte obligatoria del tratamiento.
«Las impurezas del cuerpo son llevadas hacia los vasos más periféricos y llegan también al cabello», opina el director
del instituto. «Para un cabello sano la desintoxicación del cuerpo es absolutamente necesaria y nada se presta mejor para
ello que esta cura.»
En las clínicas francesas de la famosa médica naturista y autora de varios libros -Kousmine-, «la cura vital». Como
allí llaman a la cura de savia y limón, se utiliza en numerosos casos como tratamiento preparatorio básico para
introducir a continuación nuevos hábitos alimenticios más saludables.
Un cuerpo sano y purificado responde sin duda más favorablemente a cualquier cambio positivo, y produce el
renacimiento de la inteligencia innata de nuestro organismo, nuestro médico interior.
Con esta edición revisada y completada a base de experiencias obtenidas en España, espero poder hacer desaparecer
prejuicios y facilitarle el acceso a una cura de la cual usted también quedará entusiasmado.

CAPÍTULO 2
PIERDA 5-10 KILOS EN 10 DIAS
¿Un simple eslogan de publicidad?
Este titular causa recelos. ¿Será posible esto? ¿Y si será saludable? ¿No es una promesa
exagerada, un simple eslogan de publicidad? ¿O se podrá realmente perder tanto peso con una
simple cura de savia y de limón?
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Perder 5-10 kilos en diez días es mucho, casi increíble. Y aún más increíble si se afirma que uno no
aumentará de nuevo después. Pero la experiencia lo muestra: el setenta por ciento de todas las
personas que siguen la cura los diez días completos, siendo fieles a las instrucciones, pierden 5 kilos
o más. Esto sorprende más si se tiene en cuenta que no todos los que la cura pesan demasiado. La
mayoría de los que no tienen un exceso de peso pierde de 3 a 4 kilos, pero también sucede que
personas muy delgadas restablecen todo el equilibrio del metabolismo corporal, porque tanto un
peso demasiado alto como un peso demasiado bajo son simplemente indicios de que algo no va
bien.

La grasa se disuelve literalmente


Muchas veces el peso logrado se mantiene después de la cura. Esto muestra que la pérdida de peso no se explica
únicamente con una pérdida de líquidos, sino que los depósitos de grasa desaparecen realmente. «La grasa se disuelve
literalmente», escribe Stanley Burroughs. Quien hace la cura puede experimentarlo en sí mismo. Sólo así se puede
explicar la gran pérdida de peso. Si el cuerpo tuviera que quemar toda la grasa excesiva, el proceso tardaría mucho más
tiempo.
Así se entiende también por qué esta cura de reducción carece totalmente de peligro. La pérdida de peso no es más
que un efecto secundario. El fin principal consiste en la desintoxicación del organismo. Al mismo tiempo, el cuerpo
consume también los depósitos superfluos de grasa. Así que la pérdida de peso es un efecto de esta purificación en el
transcurso de la cual también se embellece la piel y el cabello, se normaliza la digestión y el nivel de colesterol, y
desaparecen diversas irregularidades corporales. La purificación afecta incluso al estado psíquico de manera positiva,
como veremos en el capítulo 6.

Lo que cuenta es la experiencia práctica


Más importante que todas las teorías es la experiencia práctica. Miles y miles de testimonios de éxito pesan más
que todos los prejuicios que alguien pueda tener en contra de esta cura. Expertos de nutrición quieren muchas
explicarme que no es posible perder tanto peso en tan poco tiempo. Sólo puedo responder que respeto sus teorías, pero
que les recomiendo hacer la prueba. Y hay bastantes que se han convencido de ello.

Mantener el peso con la cura de polen


Claro que toda pérdida de peso puede ser recobrada posteriormente por malos hábitos de alimentación, de ahí que
se recomiendo cambiar estos hábitos. Muchas veces alguien tiene apetencias irracionales por una carencia de minerales
que sobrevino por no prestar atención a una alimentación integral. La cura reconstituyente de polen provee al cuerpo de
todos los minerales y oligoelementos. Contribuye a mantener el peso logrado con la cura de savia y zumo de limón, no
permitiendo que se produzcan sensaciones de hambre.
Para muchas personas se ha comprobado de gran ayuda llevar un diario durante la cura, apuntando cada día los
cambios que se están produciendo, cómo se sienten, sueños y, sobre todo, los nuevos y mejores hábitos alimenticios que
se quieren introducir en la vida después de la cura.
Mucha gente afirma que no se siente capaz de cambiar sus malos hábitos. Aquí la cura se presta como ayuda casi
revolucionaria, ya que rompe prácticamente de golpe con todos nuestros hábitos.
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Esta auto confianza de poder cambiar y renunciar voluntariamente es una base importante para seguir una vida más
sana después.
En muchos casos el problema de sobre peso tiene su origen en un exceso de apetencias anémicas, o
sea, «como porque siento un vacío interior», frustración debido a la falta de afecto, de valores de
reconocimiento por los demás, de inseguridad, nerviosismo, etcétera. «Comiendo, intento rellenar
este vacío.»
La cura no funciona solamente a nivel físico sino que también purifica, eleva y refuerza a nivel mental y emocional;
ya sabemos que todo nuestro ser va interrelacionado.
Por lo tanto, para solucionar el problema de sobrepeso en sí, convendría decidirse firme y conscientemente, ya
durante la cura, de ir introduciendo formas de alimentación y vida más sana, integrales y satisfactorias; hacer algo de
deporte, andar a pie cada día; y procurar no reaccionar con cualquier frustración, enfado o malestar, llevándose algo de
comida o bebida a la boca. Es entonces que podremos comprobar si sólo se han ensanchado nuestros pantalones o
también nuestra conciencia.

La experiencia es la madre de la ciencia


Lo mejor es que usted lea primero este libro. Debería poner atención especial en los capítulos 3, 4 y 5. Después hay
que hacer la prueba. Y aunque no lo crea: ¡en 10 días estará bastante más ligero, más sano, y se sentirá al mismo tiempo
de maravilla!
Durante la cura aumenta la sensibilidad hacia nuestro entorno y de manera considerable las capacidades creativas e
intuitivas.
Disfrute de estos nuevos horizontes que se le están abriendo. Muchas personas empiezan en estos días de la cura a
abrirse y gozar de la música clásica o religiosa; descubren de manera espontánea las bellezas de la naturaleza, del mar, o
perciben por primera vez un estado interior de armonía, de paz consigo mismo y con el resto del universo, de auto
confianza y gozo de estar vivo. Es en estos momentos cuando los problemas suelen perder su pesadez y la nueva
percepción intuitiva puede ser un camino hacia la libertad interior.
Por lo tanto, conviene llevar a cabo la cura en una época en que usted no vaya sobrecargado de trabajo y
compromisos sociales, desligándose de las presiones y obligaciones de la vida cotidiana que le fatigan demasiado.
La cura le invita a la reflexión, a momentos de silencio, al encuentro consigo mismo, a actividades recreativas.
Tras la jornada, si puede, recójase conscientemente en su atmósfera personal, haga cosas que le apetezcan, descanse
siempre cuando el cuerpo se lo pida, y disfrute conscientemente y sin prisa de las nuevas experiencias que la cura le
proporcione.

CAPÍTULO 3
EL SIROPE DE SAVIA
¿Qué es el sirope de savia?
La cura de savia y limón solía hacerse antes con sirope de arce. Sin embargo, varios análisis mostraron que el
contenido de minerales en el zumo de arce está sujeto a variaciones naturales. Se sospecha que además de causas
naturales, como la calidad de la tierra, también desempeñan un papel las influencias climáticas.
Puesto que la cura de savia y limón exige un alto y equilibrado contenido de minerales, había, que buscar una mejor
solución. Después del descubrimiento del sabroso y precioso sirope de palma se ha combinado el sirope de arce con
varios -a veces raros- tipos de sirope de palma.
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Así se creó un sirope de savia que responde plenamente a las exigencias de la cura.
Para el funcionamiento de nuestro organismo no importa solamente la cantidad de los minerales que ingerimos, sino
también la relación de éstos entre sí, tal como se da en su ambiente natural. Eso vale también en cuanto al contenido de
azúcar. El sirope de savia no contiene ningún azúcar artificial. La presencia de glucosa proviene en un 100% de la
propia savia, conteniendo además los oligoelementos naturales que se precisan para la asimilación orgánica.
El sirope de savia es uno de los más sabrosos productos alimenticios que la madre tierra nos ofrece. Se compone
únicamente de los zumos alimenticios concentrados de los árboles de arce y palmera tal como existen en la naturaleza.

La importancia del limón


Los dos ingredientes principales de la cura de savia y limón son limones frescos y sirope de savia. El limón es un
fruto bien conocido de uso variado, que constituye una de las fuentes de minerales y vitaminas más ricas de nuestros
alimentos.
Su benéfico efecto era ya conocido de los médicos árabes, griegos y romanos como remedio eficaz y preventivo
contra las enfermedades. También en nuestros días tiene un lugar muy importante en los tratamientos naturales y como
antibiótico natural.
Tienen una particular significación en el zumo de limón los siguientes elementos: el ácido cítrico básico (ácido
oxidante carbónico tribásico) que, de gusto agradable, desempeña importantes funciones en el organismo. Su función es
antirraquítica, pues favorece la fijación del calcio.
El ciclo del ácido cítrico es una cadena de reacciones bioquímicas muy importante, en el transcurso de las cuales se
efectúa, por intermedio del metabolismo de las células, la reacción exotérmica del producto intermediario, co-enzima
acetílico A, resultante del metabolismo de las proteínas, lípidos e hidratos de carbono. Todo ello se condensa en la
primera fase en ácido cítrico gracias al ácido oxalo-acético.
La acción del ácido cítrico permite entonces, con el metabolismo de las proteínas' de los lípidos y de los hidratos de
carbono, la eliminación de los depósitos de grasa de los tejidos de lo que se deriva una disminución del peso.
A la falta de vitamina C (ácido ascórbico), se la conoce con el nombre de escorbuto, enfermedad identificada desde
el tiempo de las Cruzadas. El tratamiento curativo, por el limón era ya conocido en el siglo XVIII.
La vitamina C es indispensable para la buena salud de los huesos, de la dentadura y de los vasos sanguíneos. Esta
vitamina mejora la resistencia del cuerpo y es muy importante para un metabolismo sano. Es necesaria para el buen
funcionamiento del antioxidante (sustancia que impide la descomposición por oxígeno de las células). Durante el
período de la cura la absorción diaria de zumo de limón es de más de 80 mg (cantidad sugerida: 75mg/día para un
adulto) lo que repone la eventual carencia de vitamina C, y el cuerpo es activado por un metabolismo mejorado. Cada
célula puede así desembarazarse de los desechos y residuos, razón por la cual el paciente se siente perfectamente bien y
en buena condición física durante la cura de savia y limón.
Un papel casi más importante lo tiene en la cura el sirope de savia, que proviene de las sustanciosas savias del árbol
de arce de las regiones nórdicas y de la palma de áren que crece en el trópico. En este capítulo queremos darle a conocer
este sirope de savia, considerándole más en detalle.
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El sirope de arce
El sirope de arce proviene de los vastos bosques de arce del norte de América, donde los indios ya conocían el arte
de extraer de este árbol su dulce savia y preparar con ella un sirope que se conserva. Como en aquellas latitudes el
azúcar fue antes una rareza, el sirope de arce tomó el papel de un alimento básico importante.
También sirvió a los indios como tónico energético, y durante períodos de enfermedades era muy frecuente que se
alimentaran sólo a base de agua y extractos de plantas medicinales combinado con sirope de arce, que potenciaba aún
más los efectos curativos de la plantas.
Actualmente se encuentra con frecuencia en el mercado norteamericano un nuevo producto, llamado sirope de arce,
que no tiene nada que ver con el auténtico extracto del árbol de arce, siendo sólo una imitación industrial a bajo costo,
que carece por completo del alto valor nutricional y depurativo del auténtico sirope.
El árbol de arce produce la dulce savia sólo durante Cuatro a seis semanas en marzo/abril, cuando en Canadá
comienza la primavera templada.
En esta época del año los árboles están todavía cubiertos de más de un metro de nieve, lo cual convierte la cosecha
de la savia en una tarea ardua y fría.
Cada mañana se recoge la savia mediante cubos colgados de los árboles. Con el fin de poder conservar la dulce
savia se obtiene un concentrado mediante la evaporación del agua.
Para conseguir un solo litro de sirope concentrado se precisan de cuarenta a cincuenta litros de la savia cosechada.
Esto equivale a la cantidad que un gran arce puede producir al año. Por otro lado, los arces deben tener un mínimo de
cuarenta años de edad antes de que se pueda cortar la corteza y recoger la savia, ya que de otro modo se dañaría el
árbol. En el sirope de arce se distinguen tres categorías, que se pueden reconocer por su color, denominadas de grado A,
B y C.
El grado A se obtiene de la primera fase de la cosecha, es la más copiosa, conteniendo más azúcares y menos sales
minerales. Su color es ámbar claro. Es un edulcorante de amplísimas aplicaciones.
El grado C, por contra, se obtiene de la última fase de la cosecha, cuando la savia ya es más densa. Este grado, de
superior calidad, no es tan abundante en cantidad y resulta algo menos dulce, pero tiene un nivel de sales minerales
bastante superior al grado A. Su color es ámbar oscuro.
Dada la necesidad de un alto y equilibrado nivel de minerales, se utiliza únicamente el grado C en la mezcla del
sirope de savia para prevenir problemas carenciales. El sirope de arce grado C contiene un alto nivel de calcio, zinc,
manganeso y hierro (más del doble que el del grado A).

Calcio
El calcio contribuye al crecimiento normal de los huesos y la dentadura; ayuda al funcionamiento de los músculos
y de los nervios así como a la circulación de la sangre. La asociación de ácido cítrico y calcio es muy positiva.
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Hierro
Indispensable para todos los seres vivos. Es el elemento que constituye la hemoglobina (glóbulos rojos) y se
necesita para el transporte del oxígeno. Está en importante relación con el ciclo del ácido cítrico (limón). Las mujeres y
las jóvenes con déficit de hierro presentan palidez, mala circulación de la sangre, vértigos, melancolía, dificultad de
concentración, etcétera.

Manganeso
Es un elemento indispensable y regenerador de los hidratos de carbono, del colesterol, del hierro y del cobre. Juega
un papel importante en el desarrollo del esqueleto y de las glándulas genitales.

Zinc
Favorece el crecimiento del cuerpo y del esqueleto, la regeneración de la piel y de las células capilares y activa la
cicatrización. Juega asimismo un papel importante en el metabolismo de la albúmina y cuida de la secreción normal de
la insulina. Generalmente la cantidad de zinc en el cuerpo está en el límite bajo, lo que puede ser equilibrado con el
sirope de arce, de grado C.

El sirope de palma
La palma es una de las plantas más antiguas de la Tierra.

En el trópico hay tres tipos principales de palma: la palma de coco, la de aceite y la de áren. Así como en el
hemisferio nórdico hay sólo un tipo de arce que produce la dulce savia alimenticia, hay también en el trópico una sola
clase de palma de cuya savia se obtiene este sirope. Esta savia se obtiene cortando la punta de la palma cuando
comienza a estar en flor. Del tallo cortado, la savia cae gota a gota a un recipiente de bambú. Muchachos ágiles suben y
bajan rápidamente dos veces al día para vaciar los recipientes y colocarlos de nuevo.
Después, la savia se cuece en grandes recipientes sobre una fogata, hasta que espeso, y tome consistencia de sirope.
Normalmente el sirope de palma se usa sólo en el lugar de su producción y no se exporta, porque es difícil almacenarlo
sin que empiece a fermentar. Después se filtra y se pule para evitar posibles impurezas debidas a la producción
únicamente artesanal y sin añadirle ningún aditivo, conservante u otra de las «químicas» modernas de conservación.
El sirope de palma se distingue por su elevado nivel de potasio, que además se encuentra en perfecto equilibrio con
su contrapartida, el sodio.
El mantenimiento de estas proporciones es de vital importancia, ya que el potasio interviene en multitud de
procesos celulares que serían inhibidos por altas concentraciones de sodio.
Por otro lado, una falta total de sodio deshidrataría el organismo, lo cual hay que tener en cuenta durante la cura, ya
que no se toma ningún otro tipo de alimento.
Debido a las necesidades de las células debería haber alrededor de diez veces más potasio que calcio, lo cual es
exactamente la proporción conseguida con la mezcla de los siropes de arce y de palma.
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El sirope de savia: una combinación ideal

El sirope de arce y el sirope de palma son, ambos, Zumos alimenticios muy ricos en minerales, que se
complementan entre sí.

Resultados de análisis

Hierro (Fe) mg/kg 12,1


Manganeso (Mn) dmg/Kg. 18,9
Zinc (Zn) mg/kg 49,5
Calcio (Ca) mg/Kg. 358
Magnesio (Mg) mg/kg 144
Potasio (K) mg/Kg. 3963
Sodio (Na) mg/kg 457

A partir de su elevada y preciosa aportación de sales minerales, vitaminas y enzimas, el sirope de savia suministra al
organismo un alto grado de hidratos de carbono, fácilmente asimilables.

Hidratos de carbono (fructosa y glucosa)


Son una fuente de energía inmediata para el cuerpo. El alto contenido de fructosa y de glucosa en el sirope de savia
asegura el aporte necesario al organismo, en particular al sistema nervioso y a las células cerebrales, que dependen
esencialmente de la glucosa como fuente de energía.
La cura de savia y limón no provoca ningún efecto negativo, tales como fatiga, nerviosismo, desvitalización,
desmineralización, etcétera, lo que, sin embargo, ocurre a menudo en otras curas de adelgazamiento pobres en hidratos
de carbono y oligoelementos. Las personas con buena salud no experimentan ninguna fatiga, ningún nerviosismo
durante la cura, y conservan una buena capacidad física y un perfecto bienestar. La energía suplementaria proviene de la
reducción de los depósitos de grasa, efecto, además, deseado a menudo. Por otra parte, el contenido de glucosa del
sirope de savia y la vitamina C del limón protegen el hígado. En el hígado se efectúan numerosas reacciones vitales del
metabolismo. La desintoxicación del hígado queda acelerada por la cura. La correlación del intestino y el hígado juega
un papel importante (razón por la cual la limpieza diaria del intestino es absolutamente necesaria).
Pero el sirope de savia no solamente es ideal para esta cura sino que se presta también como exquisito dulcificante
para el ama de casa, consciente de una alimentación sana para los niños y los amantes de golosinas, porque la calidad de
su azúcar natural es muy superior a la de los azúcares refinados. Es especialmente sabroso con frutas, crépes, flanes y
bebidas, dándoles un matiz al mismo tiempo boreal y tropical (véase capítulo 15, recetas).
Las savias de arce y de palma son prácticamente los únicos edulcorantes cien por cien naturales, ya que sus árboles
no son cultivados por el hombre sino que crecen sin intervención humana, sin fertilizantes u otros métodos de cultivo
modernos. Son los únicos árboles en el mundo que permiten la cosecha de su preciosa savia, sin ser perjudicados por
ello.
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Reflexión sobre el azúcar blanco


El azúcar blanco, refinado e industrializado, está totalmente exento de vitalidad cuando llega a nuestra mesa. Con
un 0 % de vitaminas y minerales, el organismo necesita para su absorción sustancias esenciales, como calcio, vitaminas
del grupo B, proteínas, etcétera.
Por tanto, es muy recomendable para la salud sustituir el azúcar refinado por edulcorantes naturales, que no sólo no
«chupan» del cuerpo sustancias elementales, sino que le aportan minerales, vitaminas y enzimas,
Muchas enfermedades dentales, intestinales, de los huesos, y otras más se originan por un exceso de alimentos
refinados y desnaturalizados que podrían fácilmente ser evitados con una alimentación más consciente y sana.

CAPÍTULO 4
LA CURA DE SAVIA Y ZUMO DE LIMON

Regenerar el cuerpo

Ahora hablaremos de la cura propiamente dicha. Como ya se ha comentado, su fin principal es desintoxicar el
cuerpo, disolviendo y eliminando impurezas acumuladas. En primer lugar se limpia y descongestiona el tracto
digestivo, posteriormente los otros órganos de eliminación, como el hígado y los riñones. La presión en los vasos
sanguíneos se regulariza, y esto ayuda a establecer una buena circulación. De esta manera se puede lograr un aspecto
juvenil y la mayor elasticidad del cuerpo, independientemente de la edad.
Todas las enfermedades catarrales, tales como resfriados, gripes, estados febriles, sinusitis y bronquitis, son
rápidamente eliminadas, liberando al individuo de diversas alergias que forman la base de posteriores dificultades
respiratorias y obstrucciones de sinus. Las alergias son a menudo el resultado de acumulaciones de toxinas, que
desaparecen con la depuración del organismo.
Los tipos de enfermedades resultantes de depósitos calcáreos en las articulaciones, los músculos, las células y las
glándulas son fácilmente resueltos y eliminados del cuerpo. Los depósitos de colesterol en las arterias y en las venas son
igualmente eliminados por la depuración milagrosa de la cura de savia.
Las, enfermedades de la piel desaparecen a medida que el resto del cuerpo es limpiado. Forúnculos, abscesos,
granos... Siendo estas erupciones obra de la naturaleza, que elimina rápidamente los venenos del cuerpo.
Todos los tipos de infección son el resultado de enormes acumulaciones de venenos que son disueltos y quemados u
oxidados para depurar el cuerpo. Por esta razón una rápida eliminación de las toxinas da lugar a fiebres infecciosas de
todo género. Las infecciones no se «atrapan», son creadas por la naturaleza para favorecer la combustión de los
sobrantes de desechos.
Sin embargo, la cura no se dirige contra una forma particular de enfermedad, sino que da al cuerpo la ocasión de
recuperarse, purificarse, regenerarse y aumentar sus defensas. Así que se trata de una cura depurativo de usos diversos
que se puede aplicar también como medida preventiva, como por ejemplo ante una ola de resfriados, una epidemia de
gripe (vea capítulo 8) u otros de carácter más grave.
La mayoría de las enfermedades tienen su origen en el sistema digestivo, que es muchas veces sobrecargado; la
comida no es bien digerida y productos de desecho y toxinas se acumulan. Por medio de la cura de savia y zumo de
limón se aligera esta carga y a -través de una alimentación sana y ligera podemos conservar la salud del tracto digestivo
aún después de la cura.
El exceso de peso es probablemente la razón más frecuente por la cual se hace la cura.
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Mucha gente con exceso de peso pierde hasta un kilo diario, sin ningún efecto secundario perjudicial, porque el
cuerpo recibe .todos los elementos esenciales y no sufre de ninguna carencia real. Pero no se pierde solamente peso. La
piel se ve más limpia, todo el organismo se regenera, y uno se siente generalmente mucho mejor, como cuando se
recobra un equilibrio que se había perdido desde mucho antes.
Además, ayuda a liberarse de la dependencia de medicamentos y estimulantes, como café, alcohol, tabaco, etcétera,
y previene el envejecimiento prematuro debido a enfermedades del metabolismo.

Duración del régimen


Se debería hacer la cura por un mínimo de siete a diez días, pero en casos muy graves y bajo supervisión médica se
puede prolongar hasta cuarenta días (Stanley Burroughs menciona el caso de una persona muy gorda, en el cual se hizo
durante ciento veinte días).
Los tres primeros días el cuerpo se alimenta a base de las reservas, almacenadas en forma de glucógeno (azúcar
simple) sobre todo en la sangre y en el hígado, que es fácilmente digerible. Por lo tanto, una cura debería durar más de
tres días. Después, el organismo empieza a eliminar toxinas y a reducir sus demás reservas de grasas depositadas por
todo el cuerpo. Mientras dura este proceso, no sentimos hambre. Sólo cuan los depósitos están agotados, vuelve el
hambre y nos señala que ya es tiempo de volver a comer.
El régimen contiene todos los nutrientes vitales que uno necesita durante este tiempo. Hacer la cura dos tres veces
al año tiene un efecto muy positivo sobre la salud del cuerpo.
Un buen indicador del progreso de la purificación es la lengua, la cual se cubre a veces de una
capa blanca durante la desintoxicación. Cuando ya no se ve cubierta, sino limpia y de color rosa,
el proceso de purificación puede darse por terminado. (Las experiencias han mostrado que en la
mayoría de casos la lengua está aún sucia, después de diez días y a veces hasta después de catorce
o veinte días. Esto indica que el proceso de purificación aún no está terminado y que conviene
repetir la cura en otra ocasión.)
El organismo se deshace, durante la cura, de sus restos e impurezas metabólicas acumuladas
durante años a través de todos los poros y aberturas:

- el intestino
- la orina (más oscura, tienes a veces un olor penetrable)
- la piel
- los pulmones
- la vagina (flujo aumentado)
- la boca (mal sabor, ayuda una cucharadita de arcilla medicinal con un poco de agua)

La preparación

Para un vaso grande de la bebida dietética se necesita:


2 cucharadas soperas de zumo de limón fresco (aproximadamente 1/2 limón)
2 cucharadas de sirope de savia
Una pizca de pimentón picante en polvo (cayena)
Un vaso de agua (aprox. 1/4 de litro)
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El zumo de limón, el sirope de savia y el pimentón picante se mezclan en un vaso que se llena con agua tibia (o fría,
si se prefiere).
La cayena es necesaria porque disuelve flemas y regenera la sangre, lo que produce más calor en el cuerpo.
Además, contiene muchas vitaminas de] complejo B, que complementan el valor nutritivo del sirope de savia y
de los limones.
Para variar un poco, se puede también tomar agua o infusiones de hierbas, sobre todo de menta. Esto
favorece el proceso de purificación y ayuda a neutralizar muchos olores de la boca y del cuerpo que pueden
aparecer en el período de desintoxicación.

¿Cuánto zumo al día?


Cada día hay que tomar un mínimo de ocho a doce vasos de la preparación.
Para mayor comodidad se puede preparar la bebida para el día en una botella de un litro y medio o dos

litros y poner:
De 14 a 20 cucharadas soperas de sirope de savia
De 14 a 20 cucharadas soperas de zumo de limón
1/4 de cucharadita de pimentón picante
Acabar de llenar la botella con agua mineral.

Las Personas que desarrollan gran actividad física pueden aumentar la dosis.
En muchos casos es imprescindible que los pacientes tengan la Preparación ya lista. En cuanto sientan hambre o
cansancio, deberán tomar un poco de la preparación.
Importante: ¡Durante todo el régimen no debe ingerirse ningún otro alimento!
Como el limón y el sirope de savia condenen todos los oligoelementos, vitaminas y la glucosa necesarios Para diez
días, no hay temor a sufrir hambre, una vez que el cuerpo se haya adaptado a la cura.
Use solamente limones frescos, si es posible de cultivo biológico, cuya cáscara puede ser consumida. Pero si no
encuentra limones biológicos, puede también usar otros. Mas no use nunca concentrado de zumo de limón, zumo de
limón congelado o limonadas de preparación química.
Puede obtener el sirope de savia y todo lo que necesita para la cura en cualquier establecimiento especializado en la
nutrición sana.
Para una cura completa de diez días se necesitan aproximadamente dos litros de sirope.
Existe una contraindicación importante, en el caso de las personas que tengan diabetes insulino dependiente y
estado depresivo avanzado.

La función eliminatoria es esencial


Como la cura de savia y zumo de limón es una cura de desintoxicación, conviene ayudar a la naturaleza con la
eliminación. El cuerpo falla cuando la eliminación es insuficiente; el resultado será mejor mientras más se elimina. A la
mayoría de personas les sirve tomar una infusión laxante de plantas. Tome un vaso como primera cosa por la mañana y
otro por la noche antes de acostarse.
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Otro buen método consiste en tomar agua con sal. Se prepara un litro de agua con dos cucharaditas de sal marina
(no se debe usar sal común de cocina). Tome todo el litro por la mañana, con el estómago vacío. En media hora este
agua salada limpia muy bien todo el tracto digestivo. Puede repetirse el procedimiento otras veces, hasta purgar el tubo
digestivo. Esta modalidad no se recomienda a personas que padezcan hipertensión arterial.
Si al principio el agua con sal no produce el efecto deseado, hay que tomar un poco más o un poco menos de sal,
hasta encontrar la concentración apropiada. Es bueno tomar por la noche una infusión laxante, para disolver, y por la
mañana el agua con sal para limpiar. Si por alguna razón no se puede o no se quiere tomar el agua con sal (para mucha
gente es bastante desagradable), se puede en su lugar tomar la infusión laxante por la mañana y por la noche.
Otra forma muy eficaz de lavar el intestino es mediante un enema de uno a dos litros. Esto es también un método
muy eficaz para contrarrestar la sensación de hambre aguda, que puede presentarse al primer día de la cura.
La purgación es un punto principal de esta cura, porque las impurezas que el cuerpo desecha deben realmente ser
evacuadas para no depositarse en otra parte del organismo.

Ni alimentos adicionales, ni píldoras


Algunas personas quieren tomar píldoras vitamínicas u otros complementos dietéticos durante la cura Pero muchas
veces esto es la causa de su fracaso. En el transcurso del proceso desintoxicativo las células se liberan de impurezas,
que se acumulan primero en los ganglios linfáticos. Muchas veces éstos se congestionan. Sólo cuando todas las
impurezas son eliminadas, el cuerpo puede de nuevo asimilar correctamente. Así que tomar alimentos adicionales no es
aconsejable y puede poner en peligro el éxito de la cura, aunque sí que se han obtenido muy buenos resultados con la
homeopatía. Parece que durante la cura el cuerpo responde más favorablemente hacia el tratamiento con homeopatía.
Un contexto especial es si usted debe, por razones de salud, tomar medicamentos que el médico le haya recetado.
Por principio, también éstos estorban la purificación y no se recomiendan durante la cura. Pero siempre conviene
consultar al médico sobre la posible interrupción de la medicación. Vaya a un médico que muestre comprensión para
métodos curativos naturistas como éste. (No siempre es fácil encontrar tales médicos, pero en revistas de medicina
naturista y a través de ciertas asociaciones pueden hallarse referencias.)
Aunque el éxito de la cura no se pueda garantizar si se toman medicamentos al mismo tiempo, la experiencia ha
demostrado que aun en estos casos la purificación del cuerpo tiene un efecto benéfico sobre el estado general del
organismo. Tampoco se recomienda tomar café, beber alcohol o fumar, porque estorba al proceso depurativo.
La mayoría de personas se sorprende de lo bien que les va durante y después de la cura. La capacidad de
rendimiento aumenta notablemente, sobre todo en la segunda parte de la cura. La mayoría de la gente puede
desempeñar sin problemas su profesión o su trabajo diario normal. Muchos notaron que su estado de ánimo mejora y
que su dinamismo y vitalidad aumentan hacia el final.
Otro efecto secundario es que analgésicos, barbitúricos, laxantes y otros medicamentos que se habían tomado
regularmente pueden ser totalmente o casi suprimidos.
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Sensaciones de debilidad durante la cura


Durante la cura algunas personas pueden sentirse alteradas. La causa no está en la cura de savia y limón misma,
sino en lo que ella mueve y trae a la superficie. Puede que uno tenga que vomitar o que aparezcan dolores en diferentes
partes del cuerpo o que uno se sienta débil y con sueño. Estos accesos de debilidad son el resultado de las toxinas que el
cuerpo está soltando, que circulan en el torrente sanguíneo antes de ser eliminadas, y no indican ninguna carencia de
alimentos o vitaminas. Normalmente desaparecen al cabo de dos o tres días de la cura. El régimen contiene todo lo que
el cuerpo necesita, para diez días o más, en forma líquida. Descanse y hágase la vida un poco más cómoda si es
necesario pero la mayoría de la gente puede desempeñar su trabajo normal. Persevere durante el tiempo completo, no se
dé por vencido y no se engañe a sí mismo, comiendo golosinas, porque de esta manera solamente comprometerá el
éxito.

Los síntomas pueden acentuarse


Si se sufre de un padecimiento crónico, como por ejemplo una erupción de la piel, puede ser que durante la cura los
síntomas se agraven. ¡No tenga miedo! Esto significa sencillamente que el cuerpo quiere deshacerse de todas las toxinas
(la piel es precisamente un órgano importante de eliminación). Tan pronto como las toxinas hayan salido del cuerpo, el
equilibrio se restablecerá y la piel quedará más sana que antes.
Durante este día o dos de «crisis curativa» de purificación, se puede producir una parada en la reducción de peso; la
increíble inteligencia del organismo se carga primero lo que más le estorba; pasada esta crisis suele ocurrir una caída de
peso importante.
Otras afecciones o síndromes ocultos o antiguos pueden aparecer: cefaleas, jaquecas, náuseas, vómitos, mal aliento,
esputos, orines cargados, secreciones vaginales, diarreas, urticaria, herpes, eczemas... No abandonar el tratamiento, es la
auto limpieza interna que se lo está llevando todo.
A partir del quinto día, todos los efectos benéficos del tratamiento se hacen notar.

La cura de savia y limón para alcohólicos y fumadores


Este tratamiento es un buen procedimiento para aquellos que quieren dejar de beber o fumar. Los cambios
químicos y la purificación que resultan de esta cura son capaces de reducir y hasta eliminar la sensación de adicción y
los múltiples síntomas de carencia que suelen aparecer. EI deseo de tomar estimulantes artificiales y agentes
antidepresivos disminuye y desaparece con el tiempo totalmente. Las dificultades que aparecen normalmente cuando
alguien quiere liberarse del alcohol, del tabaco y de otras drogas, son considerablemente atenuadas por medio de esta
cura. Si usted quiere dejar de fumar, pero es un gran fumador, no lo haga repentinamente. Reduzca, más bien, la
cantidad diaria desde antes de la cura, de manera que deje de fumar completamente al cuarto o quinto día. Después el
cuerpo tiene aún tiempo de eliminar las toxinas acumuladas, de manera que muchas veces el deseo de fumar de origen
físico desaparece solo, después de haber terminado la cura. Pero claro está que la cura de savia y zumo de limón puede
solamente remediar desequilibraos que tienen su origen en el cuerpo. Si su deseo de fumar es también (o solamente) de
origen psíquico, una cura de savia y zumo de limón no podrá ayudarle. En este caso habrá que recurrir a métodos
psicológicos o meditativos que consolidan la seguridad interior. Esto es muy importante, porque el fumar es muchas
veces sólo un gesto que se usa para encubrir timidez e inseguridad.
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Cómo terminar la cura


La transición de la cura de savia y zumo de limón a la alimentación normal es muy importante, igual que después de
un ayuno prolongado, la tentación de comer inmediatamente después de la cura y en cantidad excesiva es fuerte.
Después de que hemos dado al aparato digestivo diez días para descansar, debemos darle tiempo de acostumbrarse de
nuevo a su régimen habitual. Esto toma dos o tres días adicionales y sólo entonces el cuerpo estará dispuesto a asimilar
de nuevo una alimentación normal.
Las recetas que siguen fueron concebidas especialmente para los días de transición después de la cura y los días de
reconstitución y pueden servir de referencia.

Días de reconstitución

Primer día

Por la mañana:
1/4 de litro de bebida de limón y sirope de savia
1 naranja

Antes del mediodía:


1/4 de litro de zumo de naranja (fresco)

Al mediodía:
1/4 de litro de la bebida de limón y sirope de savia

Por la tarde:
1/4 de litro de zumo de naranja (fresco)

Por la noche:
1/4 de litro de la bebida de limón y sirope de savia
Una naranja

Más tarde por la noche:


1/4 de litro de zumo de naranja (fresco)

Entre comidas:
Infusión de menta (hierbabuena)
Infusión para purificar la sangre

Segundo día

Por la mañana:
1/4 de litro de zumo de naranja (fresco)
Una manzana / 1 plátano

Antes del mediodía:


Una mandarina.
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Al mediodía:
Comida cruda de manzana
Con zumo de limón y sirope de savia

Por la tarde:
1/4 de litro de zumo de naranja (fresco)

Por la noche:

Ensalada de frutas (al gusto) con zumo de limón


y sirope de savia

Más tarde por la noche:


1/4 de litro de zumo de naranja (fresco)

Entre comidas:
Infusión de menta (hierbabuena)
Infusión para purificar la sangre

Tercer día

Por la mañana:
Una rebanada de pan integral
Una naranja

Antes del mediodía:


1/4 de litro de zumo de naranja (fresco)

Al mediodía:
Un caldo de verduras ligero hecho con
verduras para caldo frescas o congeladas
en caldo de verduras con arroz integral

Por la tarde:

1/4 de litro de zumo de naranja (fresco)

Por la noche:
Caldo de verduras con arroz integral

Más tarde por la noche:


Fruta al gusto
No coma carne, pescado o huevo, ni pan, repostería, té, café o leche durante los primeros tres días después de la
cura. A partir del cuarto día puede usted comer de nuevo normalmente, pero, a grandes rasgos, es muy recomendable
durante los dos primeros meses después del tratamiento evitar las comidas copiosas, hechas de mezclas alimentarlas
contradictorias, ricas en productos animales (acción nefasta de las grasas saturadas), y ricas en alimentos refinados
(acción desastrosa de los azúcares simples entre otros) y todo esto cargado de aditivos químicos por centenares.
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Mejor es adoptar una alimentación biológica, utilizando nutrientes integrales surgidos de la agricultura biológica,
dando preferencia a los cereales, las legumbres, las frutas, las proteínas vegetales. Esta alimentación deberá ser rica en
fibra para asegurar un buen drenaje intestinal.
La acción de la cura es un poco la de escurrir una esponja sucia: el agua sucia sale. Pero si después de la cura
volvemos a meter la esponja en un cubo de agua sucia, ya nada funciona. Hay que sumergirla en agua fresca de
manantial...

Antes de que empiece con el régimen, recuerde otra vez todos los puntos:
1. Lea otra vez cuidadosamente las instrucciones.
2. Prepárese interiormente para la cura y persevere
hasta sentir que los cambios necesarios se han efectuado.
3. Tome un poco de infusión laxante la noche antes de empezar la cura o, mejor aún, hágase un enema.
4. Tome por la mañana un poco de agua salada o una infusión laxante. Haga esto cada mañana y cada noche
durante toda la cura.
5. Siga las instrucciones para la cura al pie de la letra.
6. Después de la cura procure darle al cuerpo el tiempo necesario para prepararse a comer de nuevo normalmente.
Dedique dos o tres días para la transición.
7. Procure aprovechar la oportunidad para romper el círculo vicioso de los malos hábitos alimenticios, coma con
mesura y alimentos más saludables.

CAPÍTULO 5

RECONSTITUCION POR MEDIO DEL POLEN

Tres reglas básicas

Según Stanley Burroughs, hay tres reglas básicas para una alimentación que mantenga el cuerpo en condiciones
óptimas de purificación, reconstitución y conservación. Un cuerpo enfermo debe primero ser purificado, sólo entonces
puede recobrarse y conservar la salud.

Purificar
El factor de la purificación también es el centro de otros sistemas curativos, como por ejemplo la cura de ayuno a
base de zumos del austriaco Breuss. También las curas de ayuno total sólo con agua tienen como fin la purificación del
cuerpo. La desventaja de un ayuno total está en que el cuerpo se desmineraliza y desvitaliza. Un ayuno total se
recomienda solamente cuando el cuerpo ha sido alimentado de manera integral por un tiempo prolongado. El ayuno a
base de zumos da al cuerpo la oportunidad de descansar y desintoxicarse al mismo tiempo, suministrándole sólo los
elementos más esenciales.

La siguiente tabla permite apreciar los numerosos componentes del polen:


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Vitaminas
Minerales
Enzimas y coenzimas

Pro vitamina A - B1 Tiamina - B2 Riboflavina – B3 Niacina - Grupo B6 - Ácido Pantoténico -Biotina - Ácido fólico -Vitamina C
- Vitamina D - Vitamina E - Vitamina K - Aminoácidos - Leucina - Isoleucina - Lisina – Metionina – Fenilalanina – Treonina – Valina
-
Histidina – Colina - Inositol -Arginina.

Calcio- Fósforo- Potasio- Azufre – Cloro – Magnesio – Hierro – Sodio - Manganeso – Cobre –Yodo – Zinc – Silicio –
Molibdeno – Boro - Titanio - Ácidos nucleicos – Flavonoides - Ácido fenólico – Terpenos – Nucleósidos – Auxinas – Fructosa –
Glucosa - Cistina –Tirosina - Alanina - Acido aspártico - Acido glutámico – Hidroxiprolina – Prolina – Serina.

Amilasa pepsina - Diastasa tripsina – Sacarasa – Pectasa – Fosfatasa – Catalasa – Cacimasa – Disforasa – Sistemas citocrómicos
- Dehidrogenasas – Lactosa - Debidrogenasas de ácido ambárico - 24 oxidoreductasas - 21 transferasas - 33 hidrolasas - 11 Lipasas -
5 isomerasas – Crosetina – Zeaxantina - Lisopén - Hexodecanal - Ácido alfaaminobutírico – Monoglicéridos – Diglicéridos -
Triglicéridos - Triptófano – Brasita – Pentosán – Gibberelina – Quinina - Bernina - Guanina – Xantina – Hipoxantina – Nucleína -
Aminas – Lecitina – Xantofilina.

Reconstitución
Después del período de purificación sigue el de la reconstitución el cuerpo debe obtener todos los elementos que
necesita para su buen funcionamiento. Para esto, el factor central es una alimentación integral. Si usted quiere sacar el
máximo provecho de la cura de savia y limón, se recomienda tomar después durante un cierto tiempo algún
complemento alimenticio natural. Para esto se presta el polen de modo especial.

Polen: el pequeño milagro de la naturaleza


El polen son las células germinativas de las plantas. Para cumplir con su misión, que es la de propagar su especie,
están provistas de todos los elementos biológicos básicos necesarios para la transmisión y formación de nueva vida.
Diversos análisis han mostrado que el polen de flores contiene más de cien diferentes oligoelementos en un equilibrio y
en una cantidad como no se encuentran en ningún otro alimento.
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Aún con una alimentación incompleta -la cual es un mal básico en nuestra sociedad moderna- el polen procura que
el cuerpo reciba todos los oligoelementos en la dosificación correcta.
Los principales recolectores de polen son las abejas, las cuales lo tienen, junto con el néctar de las flores, como su
alimento primordial. Las abejas juntan las Partículas microscópicas de polen y forman con ellas pelotitas que fijan en
sus Patitas para transportarlas a la colmena. Allí las almacenan en panales, al igual que la miel, para ser consumidas
cuando se necesite.

¿Cómo se toma el polen?


El polen se consigue en diferentes formas. Pero la principal consideración que hay que tomar es que los minúsculos
granos están cubiertos de una «cáscara dura». Esta corteza está constituida de una de las sustancias más resistentes que
existen en la naturaleza. Para poder aprovechar los múltiples principios activos de] polen es necesario abrir esta cáscara.
La digestión humana no puede procesar más del 10 al 20% de estos gránulos de polen, si se ingieren en la forma en
que las abejas los juntaron. La mayoría de estos granos de polen abandonarán el cuerpo aún intactos y con su contenido
valioso. Para obtener algún provecho, se necesita por lo tanto tomar cantidades relativamente altas. Normalmente se
recomienda tomar de dos a tres cucharadas diarias.
Muchas tabletas de polen son fabricadas hasta la fecha prensando estos granos herméticamente cerrados. Como las
cáscaras quedan intactas en su mayoría, la cantidad no alcanza ni remotamente para lograr los efectos deseados. Tales
tabletas son prácticamente inútiles.
Las abejas mismas fermentan el polen antes de usarlo como alimento. De esta manera, las cáscaras se rompen y las
sustancias contenidas se vuelven utilizables. Mientras el polen normal es relativamente fácil de cosechar utilizando unos
dispositivos especiales llamados trampas de polen, el polen fermentado por las abejas mismas debe ser extraído a mano
de los panales, lo cual es imposible de hacer a gran escala.

El procedimiento de nitrogenización
Se han hecho desde hace algún tiempo experimentos para abrir los granos de polen. Inicialmente se intentó moler
las cáscaras, pero éstas son tan resistentes que aun así quedaron intactas. Además, el calor que se produce en este
proceso hace que los ingredientes naturales se alteren y pierdan su efecto.
Actualmente una compañía alemana ha desarrollado una técnica que permite abrir cuidadosamente casi el cien por
cien de las cáscaras, de manera que el organismo pueda procesar el polen. Con esta técnica el polen se somete a
temperaturas muy bajas, hasta que las cáscaras se vuelven quebradizas y pueden ser trituradas fácilmente. De esta
manera las sustancias quedan libres, pero no pueden desvanecerse debido a las temperaturas tan bajas. Después este
polen es deshidratado y produce efectos óptimos aun en cantidades muy pequeñas.
Las cápsulas de «Apibal activo» que han sido producidas de esta manera han sido probadas con gran éxito en
grupos de diferente edad. Deportistas de alta competición, atletas, corredores y otros, toman regularmente Apibal activo
para aumentar su capacidad de rendimiento.
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Otros experimentos con escolares y estudiantes mostraron que el uso de Apibal incremento el estado de salud
general y aumenta la capacidad de concentración y aprendizaje. Profesionales aquejados de stress y personas de
avanzada edad han aprendido igualmente a apreciar el efecto vitalizante de estas cápsulas. Casi siempre que el cuerpo
está expuesto a situaciones excepcionalmente duras se recomiendan estas excelentes cápsulas.

¿Durante cuánto tiempo se debería tomar el polen?


La experiencia ha mostrado que el polen debería tomarse por un tiempo mínimo de dos meses. Su organismo,
purificado por la cura de savia y limón, tiene de esta manera tiempo de reconstituirse y abastecerse con los
oligoelementos necesarios. Una cura de savia y limón hace siempre bien al cuerpo, aun si no se toma polen después.
Pero el polen complementa la cura y puede fortalecer el cuerpo a largo plazo.

El polen ayuda a mantener la línea


La sensación de hambre se produce muchas veces cuando el cuerpo carece de ciertos oligoelementos. Si comemos
entonces algo que no contiene estas sustancias (como por ejemplo dulces u otros productos refinados) esta sensación de
hambre reaparece muy pronto. Pero para la digestión de los azúcares el cuerpo necesita precisamente estos elementos. Y
si no los tiene, los toma de donde están depositados, por ejemplo de los dientes, huesos, etcétera.
Los dientes se debilitan y la carencia de oligoelementos causa nueva sensación de hambre. Con el polen damos al
cuerpo prácticamente todo lo que necesita. Las apetencias disminuyen y de esta manera el polen contribuye
sustancialmente a mantener el peso después de una cura de savia y limón.

CAPÍTULO 6

LA PURIFICACION ESPIRITUAL

Hasta ahora hemos visto la cura de savia y limón casi exclusivamente desde el punto de vista de la purificación del
cuerpo. Pero la experiencia muestra que esta cura tiene también un efecto depurativo en la parte psíquica del hombre e
influye de manera positiva al bienestar general.
Ya los romanos utilizaban la expresión: mens sana in corpore sano - mente sana en cuerpo sano-, y otro proverbio
muy conocido dice que el hombre es lo que come. En el concepto de la macrobiótica la alimentación es decisiva para el
carácter de la persona. Un día un japonés me preguntó si aquí en el occidente la gente es tan fría y agresiva porque
come tanta carne. Está muy claro que la comida tiene algo que ver con la conciencia. Desde siempre hombres santos y
monjes han observado períodos de ayuno, no para perder peso, desde luego, sino para purificarse mental, emocional y
espiritualmente.
Dicen por ejemplo:
Mahoma: «La oración nos conduce a medio camino hacia Dios, el ayuno nos lleva al umbral del
cielo». O Buddha: «A medida que desaparezca mi carne superflua, más luminoso se vuelve el
ser, más claro y firme el espíritu de la conciencia». También Jesús habló del ayuno y lo
practicó durante aquellos cuarenta días y noches que pasó en el desierto.
20

La cura de savia y zumo de limón constituye una oportunidad excelente de purificar no solamente el
cuerpo sino también la mente. Como numerosas cartas testifican, el efecto depurativo de la cura de savia y
limón aumenta muchas veces la capacidad de concentración: esto hace más que compensar una posible
debilidad física menor, sobre todo en personas que desempeñan un trabajo intelectual.
Al mismo tiempo podemos observar que la mente se vuelve más receptiva y más positiva. La cura activa
el hemisferio derecho de nuestro cerebro, la creatividad y la percepción intuitiva. Otros efectos son una
tranquilidad y ligereza en todo el ser. Mucha gente dice que se siente como nuevo. Algunos que se han
identificado demasiado con la realidad exterior descubren el regreso hacia una vida interior.
Perder peso excesivo, desintoxicar el organismo y restablecer un equilibrio sano son ciertamente
resultados importantes de la cura. Pero para muchos los efectos psíquicos son casi más importantes.
Precisamente cuando a través de la cura se inicia una nueva manera de alimentarse, no se debe subestimar su
valor, porque desde siempre y en todas partes este paso ha ido a la par con el comienzo de una nueva vida
que se preocupa con más profundidad y conciencia del ser interior del hombre.
Afortunadamente, esta tendencia está aumentando hoy en día. Más y más gente elimina el prejuicio de que la
realidad exterior significa todo y buscan maneras y caminos de explorar consecuentemente el mundo interior. Para esto
el arte de meditar constituye una ayuda de valor inestimable. Aunque la mayoría de las técnicas que se usan hoy en día
provienen del Oriente, estos caminos son igualmente practicables y de gran provecho para el hombre occidental. Hay
caminos de meditación que unen este arte antiguo con todas las exigencias de una vida dentro de la sociedad occidental
moderna.' Con su ayuda, más personas han llegado a la conclusión de que la felicidad en la vida y una satisfacción
profunda no son sólo deseables, sino que se pueden obtener realmente, sin necesidad de huir del mundo. Un fin central
de la meditación es el equilibrio interior y la purificación espiritual del hombre. La pureza por sí sola puede resolver el
99% de los problemas humanos, dice por ejemplo el maestro espiritual Sri Chinmoy. Experiencias profundas empiezan
a ser posibles sólo cuando el ser humano ha sido purificado.
Así que la purificación interior es sumamente importante para una vida más profunda y satisfecha. Mientras que la
meditación constituye un camino directo de purificación espiritual, una cura como la de savia y zumo de limón empieza
con el cuerpo. Uno complementa al otro y muchas veces uno lleva al otro. ¡Ya ve usted que esta cura puede
posiblemente darle más de lo que había esperado!

CAPÍTULO 7

LA CURA DE ZUMO DE LIMON OFRECE MAS

Hasta ahora hemos considerado la cura sobre todo en su aspecto de reducción y purificación de todo el
cuerpo. Pero para su creador, Stanley Burroughs, constituye en primer lugar una parte de un método curativo
naturista más extenso. Antes de entrar en detalles, queremos, para mayor comprensión, echar una mirada a
las ideas de este hombre sobre la capacidad e incapacidad de la medicina tradicional y el origen de las
enfermedades.
Exponemos brevemente la opinión de Stanley Burroughs: todos los sistemas curativos generalmente
aceptados están limitados en su grado de eficacia. Esto proviene de la falta de una comprensión global de las
funciones interdependientes del cuerpo que muchas veces no permite ver la causa real de la enfermedad.
Hay muchos factores que influyen en la curación del cuerpo. Están, por ejemplo, los ejercicios físicos,
deporte, trabajo físico y también Hatha Yoga que ayudan al cuerpo a mantenerse en buenas condiciones y se
recomiendan particularmente durante la cura. Sobre todo en nuestros tiempos de mucha inercia un entrenamiento
consciente de este tipo se ha vuelto necesario.
21

Muchas veces un buen masajista puede contribuir positivamente, dando masaje en partes dolorosas
y tensas. Un masaje relaja, favorece la circulación, disuelve coágulos de sangre y estimula los
órganos y las células de] cuerpo. Este sistema es el más antiguo de los métodos curativos y uno de
los más eficaces.
También los baños de vapor son benéficos, sobre todo si se aplican junto con masaje y ejercicios físicos. Otra forma
de curación es el uso de plantas medicinales que abastecen al cuerpo de elementos que le faltan y pueden de esta manera
compensar carencias que proceden de una alimentación incompleta.
Todos estos tipos de «medicina alternativa» se complementan muy favorablemente con la cura y a menudo
aumentan su efecto.

El origen de los medicamentos químicos


En el pasado reciente se han empezado a aislar varios componentes de las plantas medicinales, para hacerlos más
eficaces. Paralelamente a este proceso se perdieron muchos elementos equilibrantes de las plantas y surgieron efectos
secundarios. Con el apogeo de la química las drogas se han vuelto más fuertes y los efectos secundarios indeseables son
ahora más peligrosos.
Cuando las drogas no dan el efecto deseado, se agrega la psicología para superar las limitaciones. Constantemente
se incluyen nuevas prácticas, muchas veces en oposición a la medicina tradicional, pero hasta hoy en día muchas
enfermedades son incurables.
Otras veces se intenta forzar por medio de operaciones quirúrgicas lo que no se ha podido lograr con
medicamentos. El éxito es dudoso, sobre todo en el caso de enfermedades crónicas. A pesar de que se han
invertido muchos millones de pesetas, la ciencia no ha avanzado mucho en este sector. En tiempos actuales
aumenta el número de prácticos de la salud que empiezan a acordarse de las simples reglas de la naturaleza y
de esta manera nacen nuevos métodos naturales que superan en algunos aspectos a la medicina tradicional.

Se necesita una comprensión global


Todos los sistemas que carecen de una comprensión global del hombre - y no sólo del hombre físico sino
también del hombre como ser espiritual- están condenados al fracaso. Las limitaciones durarán el mismo
tiempo que la comprensión parcial. Efectos secundarios negativos y fracasos terminan solamente cuando
aplicamos las leyes perfectas de la naturaleza. Sólo cuando existe la completa seguridad de que una medicina
sirva realmente, se debería llamar «verdadera» y «correcta».
Tan pronto como el hombre conoce y aplica las leyes de la salud y su fuerza curativa, las complicaciones
y enfermedades suelen desaparecer. Las formas de las enfermedades se distinguen, como las hojas de un
árbol; pero todas son hojas del mismo árbol. No necesitamos conocer todas las leyes de curación y de salud
perfecta; sólo debemos saber cómo aplicar estas leyes y nuestro creador hará lo demás.
La sencillez, integridad y eficiencia de los métodos curativos naturistas que se están difundiendo poco a poco
fascinan. Muchas veces es difícil para alguien de «sentido común» reconocer que estos métodos funcionen realmente,
sin importar si uno los entiende o no, pero lo esencial es que así sea.
Aunque este conocimiento de curar con la ayuda de la naturaleza parezca nuevo y revolucionario, en realidad ha
existido desde hace mucho y sólo se necesitaban personas competentes para traerlo a la luz nuevamente. No se trata de
intentar traer algo nuevo al mundo, sino de despertar de nuevo a la vida lo que vale en todos los tiempos y permitir a
estas leyes sencillas actuar a nuestro favor.
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Puede que los principios de la cura de savia y limón sean contrarios a todo lo que hemos creído y aprendido. Pero
esto no impide que actúen y sean ciertos. Antes de tratar de negar estos hechos, usted puede probar la cura, tal como se
ha descrito, hasta obtener la prueba y saber por experiencia propia si sirve o no.
Stanley Burroughs tiene siempre por finalidad que el cuerpo se cure por sí mismo, porque según él «la capacidad
del organismo humano de curarse a sí mismo es ilimitada». Sólo necesitamos darle al cuerpo la oportunidad de hacerlo;
la cura de savia y limón junto con «vitaflex», la terapia de colores y otros tratamientos naturales, proporcionan esta
oportunidad.

CAPÍTULO 8

REFLEXIONES SOBRE LAS EPIDEMIAS Y LOS VIRUS

¿De dónde vienen las epidemias?


Stanley Burroughs se pregunta de dónde vienen las epidemias. Su explicación es sumamente reveladora.
Desde tiempos inmemoriales han surgido diferentes epidemias. La razón de esto es aún poco conocida. Antaño se
creyó en un acto del diablo o un castigo de Dios. Hoy en día se cree que se trata de enfermedades contagiosas
propagadas por agentes patógenos. Esta creencia ha venido a ser un monstruo dentro de la medicina.
Siempre se han encontrado drogas, venenos y antibióticos nuevos para destruir lo que se ha tenido como causa de la
enfermedad. Pero a pesar de investigaciones masivas la humanidad sigue sufriendo de estas enfermedades.
Enfermedad, vejez y muerte prematura, según Stanley Burroughs, son el resultado de toxinas acumuladas, coágulos
de sangre en diferentes partes del cuerpo y como consecuencia un sistema inmunológico debilitado. Estas toxinas se
cristalizan y se depositan en las articulaciones, en los músculos y en las innumerables células del cuerpo.
La medicina ortodoxa supone que nuestro cuerpo está sano hasta que agentes patógenos o virus vienen a atacarlo.
Pero en realidad la materia que constituye las células y los órganos no está sana y es por esto que las enfermedades
pueden atacar. Diferentes puntos del cuerpo son lugares de depósito para productos de desecho inutilizables. Muchas
veces aparecen en los ganglios linfáticos, o en el hígado, el páncreas, el estómago, los intestinos y el corazón,
estorbando la función de estos órganos.
Estos tumores aparecen en forma de hongos. Su crecimiento y propagación depende de la cantidad de desechos
inutilizables que haya en el cuerpo. Si el deterioro prosigue, los tumores crecen y controlan la situación. Los hongos
absorben las toxinas y tratan de eliminar los desechos de los órganos. Esto forma parte de un plan natural para liberar al
cuerpo de enfermedades. Cuando dejemos de alimentar a estos hongos y empecemos a depurar nuestro sistema,
impedimos su crecimiento y propagación; el cuerpo los disuelve y los expulsa, porque ellos no se alimentan de tejido
sano.
Existe una serie simple de leyes que lo explican. La naturaleza no produce nunca nada que no precise y no guarda
jamás nada que no deba utilizar. Todas las materias inutilizables o los desechos son disueltos por bacterias bajo una
forma de nuevo utilizable, o eliminadas del cuerpo. Todas las células débiles y deficientes por culpa de una mala
alimentación son igualmente descompuestas y eliminadas.
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Pasamos una gran parte de nuestras vidas creando enfermedades y el tiempo restante lo pasamos deshaciéndonos de
ellas o muriéndonos en el proceso. La mala comprensión de estas «verdades» conduce a las naciones civilizadas a
buscar una «cura» mágica en toda suerte de hechizos, remedios de brujería y en innumerables venenos y drogas
repulsivas. Generalmente son peores que ineficaces, porque no pueden en absoluto eliminar la causa de las
enfermedades. Sólo pueden añadir la miseria al sufrimiento y acortar un poco más la vida. Ciertos artículos de
periódicos y libros demuestran que numerosas nuevas enfermedades y nuevos trastornos se desarrollan con los métodos
ortodoxos y clínicos. Mientras más buscamos medicamentos maravillosos, más nos enredamos en la diversidad
compleja de tipos de enfermedad. Pero desde siempre la comprensión y una respuesta sencilla han sido el mejor camino
para eliminar la enfermedad. Si aprendemos a tomar los alimentos correctos y evitamos los que son tóxicos podemos
desintoxicamos, edificar un cuerpo sano y liberarnos de una vez de gran parte de las enfermedades.
Hasta aquí está resumida la teoría de Stanley Burroughs. Como la cura de savia y zumo de limón es para él sobre
todo una parte -aunque la parte esencial- de un triple método curativo, daremos a continuación una breve síntesis de
éste.

CAPÍTULO 9

VITAFLEX Y LA CROMOTERAPIA

La cura de savia y limón, el masaje vitaflex y la cromoterapia son para Stanley Burroughs tres métodos de curación
que se refuerzan y complementan. Aunque cada uno da buenos resultados si se usa solo, la combinación tiene la ventaja
de acelerar la curación. Los tres sistemas son descritos en detalle en su libro Curación para una nueva era. Aquí damos
sólo una breve síntesis de las otras dos partes del método de curación de Stanley.

Vitaflex
Vitaflex es una forma de masaje que se aplica a especiales puntos reflejos en la cabeza, las manos, los pies y
también en los hombros, los brazos y las piernas. Los puntos reflejos no son solamente presionados, como por ejemplo
en la dígito puntura, sino que se les aplica un masa e profundo, un movimiento circular con la punta de los dedos. Los
reflejos resultantes deshacen crispaciones y tensiones y estimulan la función de los órganos correspondientes. El
principio básico en esto es que nunca se da masaje directo al órgano enfermo, sino siempre a los puntos reflejos que le
corresponden. Si existe, por ejemplo, un dolor en la rodilla izquierda, no se da masaje en ésta, sino en el codo derecho y
en la rodilla derecha, para mandar de esa manera los reflejos correspondientes a la rodilla izquierda. Cada órgano tiene
sus puntos reflejos. Yo mismo sufrí una vez de un dolor de cabeza cuando estaba de visita con Stanley. El aplicó presión
en tres puntos en las sienes, en el codo y en la muñeca y el dolor desapareció. Desde entonces sé que este método
funciona...
Vitaflex es un tipo sencillo de masaje de reflexología que cualquiera puede aprender. Sólo se necesita ejercer de
manera correcta la presión con los dedos y conocer los puntos exactos donde se localizan los reflejos.
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La terapia de colores o cromoterapia


En la terapia de colores de Stanley Burroughs las partes enfermas del cuerpo son irradiadas por un tiempo
prolongado con ciertos colores. Cada color tiene un efecto particular y para cada caso los colores son combinados de
acuerdo a la enfermedad. Los colores estimulan también el poder autocurativo del cuerpo. Stanley Burroughs obtuvo
grandes éxitos con este método, sobre todo en problemas de la piel, abscesos, úlceras y enfermedades cancerosas.
También la terapia de colores es explicada en detalle en el libro de Stanley Burroughs, de manera que uno puede
aprenderla por sí mismo. Nosotros nos limitamos, por esta razón, en este tratado, a unas pocas referencias.
Para nosotros sólo es importante saber que estos y otros métodos complementarios existen y que complementan a la
cura de savia y limón e incrementan su efecto.
Naturalmente, cada médico naturista o profesional de la salud aplicará junto con la cura los métodos que a base de
sus propias experiencias más le han convencido.
CAPÍTULO 10

UNA ENCUESTA

Actualmente se están haciendo diversas investigaciones científicas sobre los efectos de la cura de savia y zumo de
limón. La pequeña estadística que sigue proviene de un grupo de doscientas cincuenta personas que han hecho la cura.
Cuando la cura se ha hecho durante diez días, la pérdida de peso es de un promedio de 5,14 kilos con el 45% de
personas que perdieron aún más; o sea que el 23% bajó más de 6 kilos, el 15% más de 7 kilos y el 7% más de 8 kilos.
Se preguntó a las personas cuánto peso habían perdido y las respuestas fueron las siguientes:

Duración de la Número de Pérdida de peso


cura en días personas por persona (en Kg.)

1-5 17 2,76
6-9 72 4,36
10 108 5,14
11-20 44 6,27
21-60 9 11,11

De estas doscientas cincuenta personas, ciento ocho hicieron la cura por diez días, como se recomienda en las
instrucciones; ochenta y nueve personas la hicieron por menos tiempo y cincuenta y tres por más tiempo.
En el 80% de los casos la sensación de hambre desapareció después del primer o segundo día; en el caso de las
personas que ya habían hecho la cura una o más veces anteriormente, el hambre desapareció bastante más rápidamente,
ya que el cuerpo se adapta cada vez con más facilidad a la alimentación a base de sus propios depósitos; tan pronto
como no le llegue el alimento, el hambre desaparece. Renunciar de vez en cuando a una comida no constituye ningún
problema para un organismo con experiencia en la cura de savia y limón.
Una purga intestinal suprime también la sensación de hambre.

Pérdida de peso en Kg. - Número de personas en %

2/3 10%
4 20%
5 25%
6 23%
7 15%
8 7%

Hay que tener en cuenta que un 18% no siguieron las indicaciones al pie de la letra y tomaron durante la cura, entre
otras cosas, también comida sólida: ¡de otra manera el promedio de pérdida de peso sería aún mayor!
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Curas más largas y curas más cortas


Más del 20% de la gente hizo la cura por más de diez días, en un caso extremo hasta sesenta y un días. La señora
que perseveró por sesenta y un días se expresó de manera muy positiva, lo cual demuestra el carácter inofensivo de este
tratamiento, aun por tiempo prolongado. De todos modos, recomendamos la supervisión de un médico si alguien quiere
hacer la cura por más de dos semanas o padece de enfermedades serias.
También las personas que hicieron la cura por menos de diez días obtuvieron resultados positivos, pero un efecto
duradero se puede esperar sólo a partir de seis-siete días. La pérdida de peso del grupo que hizo la cura de seis a nueve
días estaba solamente un poco por debajo de la del grupo de diez días.

El 90% quedó entusiasmado


Ciento setenta y cuatro personas dieron a la cura la mejor evaluación posible de «muy bien», cuarenta y nueve
personas la tenían por «bien». Estas cifras muestran que el 88% quedó totalmente satisfecho -un resultado que no
obtienen muchas curas.
La absoluta mayoría quiere seguirlo de nuevo, entre otras cosas por el bienestar experimentado durante el
tratamiento.

Pregunta: ¿Cómo considera usted la cura?


Muy bien 69,6%
Bien 19,6%
Regular 4,0%
Miserable 2,0%
Sin contestación 2,4%

Más del 80% de las personas no se alegraron solamente por la pérdida de peso sino que mencionaron otros cambios
positivos. Muchos informan que su piel embelleció, que su capacidad de rendimiento aumentó y que su estado de ánimo
mejoró. También se mencionaron cabello más hermoso, mejor sueño, mejor circulación, uñas más bellas y menos
dolencias crónicas. Muchos lamentaron que la cura no sea más conocida y casi todos la quieren repetir en otra ocasión.
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Problemas con la cura


Aproximadamente la mitad de las personas no tuvieron ningún problema y la mayoría de las otras tuvieron
solamente dificultades menores que están en relación directa con la purificación interna del organismo. El 15%
menciona ligeros dolores de cabeza al principio, el 12% fatiga ligera o temporal, aproximadamente el 11 % debilidad
ligera, y aproximadamente el 6% hambre o deseos de comer golosinas. Otros problemas aparecieron sólo en casos
individuales y se limitaron esencialmente a dolores en diferentes partes del cuerpo -una disminución de agudeza visual
durante los primeros días; sensación de frío al no «quemar» alimentos-. Así que la inmensa mayoría de los que hicieron
la cura la respaldan totalmente. Más del 80% de personas notaron cambios positivos durante y después de la cura.
Además de la pérdida de peso se menciona sobre todo un mayor bienestar general lo que se puede traducir como
resultado de la depuración interior que se llevó a cabo.
Al bajar la tensión arterial durante la cura, personas que la tienen baja deberían activar la circulación mediante
breve gimnasia, estiramientos, agua fría después de una ducha caliente, masaje con un cepillo para la piel, algunos
ejercicios de yoga o un vaso de té.
Muy saludables durante la cura resultan las caminatas al aire libre -pueden caminar sin problema diez kilómetros
cuando están en forma y se sienten inclinados a hacerlo-. Muchas personas viven el contacto con la naturaleza ahora
con más intensidad y están más abiertos a su belleza y sus secretos.

CAPÍTULO 11

EXPERIENCIAS PRÁCTICAS

A continuación Presentamos algunas experiencias que se han obtenido con la cura de savia Y zumo de limón en un
centro de nutrición. También daremos la respuesta a algunas Preguntas que se nos han planteado frecuentemente, y
algunos consejos Y recetas para los días después de la cura.

El transcurso normal de la cura de savia y zumo de limón


Para obtener el mayor beneficio de la cura de savia y zumo de limón se necesita, según los expertos, observar las
instrucciones al pie de la letra. La ingestión suficiente de líquidos (total tres litros 0 más) y la buena digestión son
especialmente importantes. Cualquier error redundará en una sensación de malestar general y la retención de peso.

Normalmente el curso de la cura es el siguiente:

1-2 día Bienestar general, posiblemente ligera sensación de hambre. El 50% padece ligeros dolores de cabeza
o mareo, que no duran más de un día. A veces ligera sensación de frío.

3-5 día En la mayoría de casos, bienestar general; en personas sanas ninguna molestia. En personas con
debilidades o enfermedades los síntomas se agravan de poco a mucho y pueden causar molestias por un día o
dos como máximo; después desaparecen y no vuelven a aparecer. Cuanto más grave sea el trastorno, más
fuertes serán las molestias. A medida que las molestias desaparecen, se presenta una mejoría general notable.

6-10 día Gran bienestar general, raras veces sensación de hambre, solamente en algunos casos persisten
ligeras molestias, plena capacidad de rendimiento, incremento del estado general de salud.
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La mayoría de personas se sorprende de lo bien que les va durante y sobre todo después de la cura. La
capacidad de rendimiento aumenta notablemente, sobre todo en la segunda parte de la cura. La mayoría de la
gente puede sin problemas desempeñar su profesión o su traba o diario normal. Muchos notaron que su
estado de ánimo mejoraba y que su dinamismo y vitalidad aumentaban hacia el final.
Muchas veces otro efecto secundario es que anal gésicos, barbitúricos, laxantes y otros medicamentos que se
habían tomado regularmente pueden ser totalmente o casi suprimidos.

Error n. º 1: evacuación insuficiente


La evacuación deficiente constituye, junto con la falta de líquidos, el error principal en la ejecución de la cura de
savia y limón. Hasta donde sea posible, se debería renunciar a laxantes, preparados vitamínicos y otros medicamentos
durante la cura. La evacuación es uno de los puntos más importantes de la cura, pero hay que usar estimulantes
naturales, como sal marina, sales de epson o infusión laxante y no medicamentos químicos.
Si la evacuación es buena, la digestión no es un problema. Aun en casos de fuerte estreñimiento hay que procurar
una suficiente evacuación para limpiar todo el intestino. Esta cura es de ayuda para personas que sufren de
estreñimiento, porque después de la depuración el intestino se regenera muy bien.

Error n. º 2: insuficiente ingestión de líquidos


Muchos problemas surgen porque el cuerpo no recibe la cantidad suficiente de líquidos. Durante la cura de savia y
limón se deberían tomar por lo menos 3 litros de líquidos al día. De esta manera se garantiza que los riñones no tengan
que trabajar demasiado a causa de la concentración alta de toxinas en la circulación de la sangre. Una mayor secreción
de orina es deseable por algunos días, para limpiar los riñones y el aparato urinario.

Error n. º 3: impaciencia
Si durante la cura aparecen síntomas o reacciones que usted no esperó, no la interrumpa simplemente. ¡Consulte a
un profesional de la salud con experiencia! Con su ayuda tendrá éxito. Casi todas las personas que tenían una
experiencia negativa con la cura la interrumpieron antes del tiempo, de manera que el cuerpo no pudo purificarse bien.
Si la cura se hace correctamente, hay muy pocos fracasos.

Otras experiencias
Como las otras reacciones, también la sensación de hambre aparece normalmente sólo en los primeros días. Al
terminar la cura no es el hambre lo que causa el deseo de comer de nuevo, sino más bien el deseo de tener algo sólido
entre los dientes. Y casi a todos les gusta la bebida de zumo de limón y sirope de savia.
En la mayoría de personas la pérdida de peso es gradual, pero a veces se detiene en el, día en que aparecen
molestias (si las hay) o un día después.
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La saburra de la lengua es al principio blanca y se vuelve amarilla después de algunos días. La experiencia muestra
que aumenta por cuatro o cinco días y disminuye después lentamente. Como la lengua no se vuelve limpia y blanca
hasta no haber terminado el proceso de purificación, sirve de medida para la desintoxicación.
Frecuentemente diez días son suficientes para la purificación del cuerpo, pero también hay mucha gente que
necesita más tiempo. Si después de la cura la lengua está todavía cubierta de una capa blanca o amarilla, conviene
repetir el tratamiento después de algún tiempo. En esta ocasión la saburra desaparece normalmente más rápidamente
porque el cuerpo ya se había purificado hasta cierto grado.
Sólo raramente aparecen problemas circulatorios, pero personas que tienen la presión muy baja necesitan a veces
ayuda en los primeros días, como previamente ya mencionamos. En hipertensos la presión baja desde los primeros días
y sigue siendo normal después de la cura. Por lo general, la circulación se normaliza en los primeros días.

Preguntas que se plantean frecuentemente

¿Cuántas calorías tiene el sirope de savia?


El contenido energético del sirope de savia es de 269 Kcal. por 100 g.

¿Cuántas veces al año se puede repetir la cura?


Se recomienda hacer la cura con regularidad dos veces al año, pero se puede hacer tres o cuatro veces sin ningún
daño. Si la cura se hace con frecuencia, se recomienda no hacerla más larga de diez días.

¿Puede uno conservar los efectos de la cura observando un día de zumo de limón con sirope de savia
cada mes?
Al cuerpo le hace bien pasar a veces un día sin comida sólida, pero para lograr algún efecto de
purificación un día es demasiado poco. Tampoco ayuda mucho para mantener el peso -una alimentación
sensata tiene un papel más importante-. Minicuras de tres o cuatro días sirven un poco más, pero también con
ellas se interrumpe un proceso que apenas se ha iniciado. Así que hace bien en dar al cuerpo de vez en
cuando unos días de vacaciones, pero esto no puede sustituir a una cura completa.

¿El peso aumenta de nuevo inmediatamente después de la cura?


Un aumento de peso de 1 Kg. es normal después de la cura, aun si la alimentación es correcta. Pero si se
come con moderación, el peso se mantiene en la mayoría de los casos. En esto los productos reconstituyentes
a base de polen pueden ayudar mucho, porque abastecen al cuerpo de todos los oligoelementos y ayudan de
esta manera a mantener el deseo de comer dentro de los límites normales.

¿Cómo debería uno alimentarse después de la cura?


Después de la cura y los tres días de transición se recomienda cambiar a una alimentación integral. Hay
muchas variantes de ésta, pero básicamente se trata de evitar alimentos desnaturalizados y refinados, como
harina blanca y azúcar blanco y dar la preferencia a alimentos integrales, como cereales, pan integral,
ensaladas y verduras crudas o cocidas al vapor. No es absolutamente necesario seguir una alimentación estrictamente
vegetariana, pero la reducción del consumo de carne es siempre ventajosa. No se juegue frívolamente lo ganado. Lo
más importante es la moderación; use su sentido común -igual que en otras áreas, el extremismo y el fanatismo están
fuera de lugar.
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¿Puede hacerse la cura teniendo úlceras?


Originalmente la cura de savia y limón se concibió especialmente para úlceras. Pero como éstas pueden tener
diferentes causas, recomendamos, igual que para otras enfermedades serias, hacer la cura bajo la supervisión de un
médico o un práctico de salud con experiencia.

¿Pueden también niños hacer la cura de savia y limón?


Claro que esta cura es también apropiada para niños a partir de doce años, pero en el caso normal no se
recomiendan curas más largas de dos o tres semanas. Es importante también que un niño efectúe la cura por voluntad
propia y con plena comprensión de cómo funciona el organismo durante la cura.

CAPÍTULO 12

EXPERIENCIAS PERSONALES

A continuación damos a conocer algunas reacciones espontáneas de personas que hicieron la cura. Hemos
seleccionado testimonios típicos que se repiten en diferentes versiones.

Mi ginecólogo quedó asombrado


«Quisiera expresar mi alegría sobre esta cura extraordinaria de savia y limón. Decidí hacer la cura porque sufría de
diferentes molestias, de calambres en el estómago y en los intestinos y de problemas en la espalda. Estoy entusiasmada.
Durante los diez días no me sentí cansada, no sufrí de depresiones ni de dolores de cabeza o mareos como en ayunos
anteriores. Sentí cómo la energía se liberaba y que sanaba realmente. Trabajé profesionalmente todos los días a tiempo
completo. Estaba alegre y nunca triste -sin que nadie se diera cuenta de que estaba haciendo la cura-. Me sentí muy
ligera y ágil (después de dos operaciones en la rodilla había tenido siempre problemas con las articulaciones). El
aspecto claro y fresco de mi piel causó admiración. Mi agilidad aumentó mucho y ya no tengo dolor, ¡qué sensación tan
fantástica!, y también fue agradable perder algo de estos «michelines» de grasa. No perdí más de cuatro kilos (soy
pequeña y peso cincuenta kilos), pero no estaba gorda y ya había puesto atención de comer relativamente bien. También
el cambio aparentemente brusco de la comida acostumbrada a la bebida de ayuno no se me hizo difícil. También es
cierto que antojos de golosinas desaparecen. Siempre dormí muy bien y me acosté más temprano que antes.
Una dificultad apareció en el quinto o sexto día: no pude evacuar más que líquidos. ¿Estreñimiento a pesar de haber
seguido las instrucciones con exactitud? Mezclando un poco de cáscara de limón y un poco de pulpa obtuve después de
casi dos días un resultado minúsculo. En este tiempo la piel de la cara mostró algunas impurezas, que desaparecieron
después. Claro que con el cambio de alimentación también el ser interior cambia de polaridad. El resultado es
sorprendente. ¡A cuánta gente me gustaría recomendar esta cura!
Yo, ciertamente, repetiré esta depuración. Actualmente estoy haciendo la transición a la «comida normal»,
siguiendo las recomendaciones que se dan. Anticipo con gusto tener después de diez días algo masticable entre los
dientes. ¡Ahora mi salud está tan bien que siento que puedo arrancar árboles! Quiero aún mencionar que tenía durante la
cura una cita con el ginecólogo y que éste se quedó asombrado de lo bien que me veía. La presión fue ideal (lo que
jamás había sido), el cuadro hemático estaba totalmente en orden (ya no mostró anemia). Aunque como médico él no
estaba totalmente convencido de la cura, me aconsejó seguirla Porque me sentía tan bien. Su asistente se interesó de
inmediato en la cura.
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Ahora voy a seguir el programa de reconstitución con polen -¿por qué no supe antes de esto?-. Espero y pido que
con eso también mi fiebre del heno, que es una alergia muy molesta, desaparezca.»
E. H., 10 días de cura

La cura de savia y limón es simplemente fantástica


«Durante años traté de liberarme de quince libras (aprox. 7 kilos) de grasa superflua, en vano. Mas con esta cura
perdí en poco tiempo diecisiete libras. En los primeros cuatro días reduje mi exceso de peso en cuatro libras, o sea del
9% al 3,5% de mi peso. En los siguientes cuatro días me deshice de otras ocho libras de grasa engorrosa. Ahora estoy
sólo un 2% por encima de mi peso normal y me acerco con gusto y alegría a mi peso ideal.
Yo no tuve ningún problema. Me sentí por el contrario mejor y con mayor capacidad de rendimiento. En los
primeros cuatro días recorrí con mi mujer a pie más de cien kilómetros. Lo sorprendente era que en la noche no estaba
cansado (como antes después de tales excursiones) sino que me sentí igual de despierto y ágil que por la mañana al salir.
No sentí hambre. Estoy sencillamente entusiasmado -antes de empezar la cura estaba muy escéptico, pero ahora la
recomiendo a todo el mundo. ¡Hay que probar por sí mismo, sin tener prejuicios! También mi estado de salud general ha
mejorado mucho y me he vuelto un hombre equilibrado. Además, la cura tenía para mí un efecto secundario valioso.
Agudizó mi conciencia en lo que se refiere a la alimentación y me motivó a cambiarla. Ahora tomo más productos
naturales y menos carne y salchichas y también menos cigarrillos y cerveza. Siento que mi cuerpo se ha desintoxicado y
purificado y no quiero envenenarle de nuevo.»
E. V, 45 años, Munich

Estoy muy contento

«Hace aproximadamente año y medio que encontré su librito La cura de savia y zumo de limón. Estoy entusiasmada
de esta cura y repito este tratamiento de desintoxicación cada seis meses. Varios amigos y amigas quedaron también
muy contentos.»
E.H., Zurich

Yo pude mantener el peso después

«Perdí cinco kilos. Hacia el fin de la cura tenía algunos antojos culinarios pero pude mantener el peso después de la
cura.»
Señor J. K., 56 años, 1 0 días.

Mi cabello y mi piel nunca habían sido tan bellos

«Me sentí generalmente muy bien... ¡Normalmente estoy pálida, pero durante la cura tenía las mejillas sonrosadas a
pesar de que estaba perdiendo peso, y mi cabello y mi piel nunca habían sido tan bellos! Perdí siete kilos, aunque no
seguía las instrucciones muy estrictamente.»
Señora A., 29 años, 1 0 días.
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¡Bravo, ya no tengo ningún dolor reumático!


«Desde mucho atrás me trataba de dolores reumáticos que me daban fuertes jaquecas. Gracias a esta cura ya no
tengo dolor de cabeza. He perdido peso y me siento estupendamente. ¡Es una lástima que no sea más conocida!»
A. C. 40 años, Marsella

Cura ideal contra el colesterol

«Antes de la cura tenía el 4,2 de colesterol, ahora diez días después, mi colesterol era de 1,7. Es fabuloso y encima
perdí casi siete kilos de peso.»
Enrique B, 52 años, Madrid.

Yo iba a diario al gimnasio


Estoy totalmente entusiasmado y me siento muy bien. Los dolores que había tenido en el bajo vientre
desaparecieron. Durante toda la cura iba a diario al gimnasio e hice también mi trabajo normal. Me sentí tal vez un poco
más cansado, pero pude dormir mejor.»
Señor G, 39 años, 11 días.

¡Perdí 10 kilos en 10 días!


Soy pensionista, bastante gordo, e hice la cura durante diez días con ocho vasos al día. ¡Perdí diez kilos en diez
días! Para mí, esto es un éxito increíble. Una cura que puedo recomendar a todo el mundo.» Señor S, 67 años, 10 días.

Es increíble todo lo que se puede hacer cuando se suprime la comida


«Observé la vida y el cuerpo humano desde otro punto de vista. Mi sensibilidad y mi receptividad aumentaron
mucho y espiritualmente es una ayuda casi imprescindible. La respiración, el movimiento, las sensaciones y las partes
del cuerpo pueden apreciarse a veces como una cosa única. Para mí la cura fue muy satisfactoria y seguramente la haré
pronto de nuevo.»
Señor I, 29 años, 1 0 días.

Mi úlcera de estómago, ya no sé lo qué es


Llevaba seis años tratándome una úlcera de estómago que me hacía sufrir mucho. Después de esta cura, ya no sé lo
qué es esto. Me siento en plena forma. Muchas gracias por habérmela hecho descubrir; hablaré de ella a mis amigos.»
S.B., 32 años, Barcelona.
32

CAPÍTULO 13

EL SEMIAYUNO

Este tratamiento de, desintoxicación que proponemos , es más suave que la cura completa Pues le permite al
organismo ir depurándose un poco más lentamente; por lo tanto, para asegurar un buen efecto depurativo debería
hacerse durante un periodo más prolongado que la cura completa de savia y limón, y tomando en cuenta que el
semiayuno naturalmente no puede conseguir los mismos niveles de desintoxicación Profundos de la cura completa.
Cada noche, mientras dormimos, ayunamos, o sea que no ingerimos alimentos y dejarnos que el organismo se ocupe
de sí mismo, que se regenere, Purifique y recupere Sus energías gastadas en gran parte en la digestión Y asimilación de
la comida.
Con el desayuno rompemos, este proceso de recuperación y auto limpieza de] ayuno nocturno.
El Propósito de este semiayuno es el de Prolongar este período de ayuno nocturno, sustituyendo el desayuno y/o la
cena por dos o tres vasos de sirope de savia, limón y agua y así ofrecer al organismo mayor tiempo para su
regeneración. Para que el tratamiento sea más eficaz, convendría en lo posible suprimir los alimentos -que por su
contenido en toxinas retrasarían la acción depurativo-, siguientes:
Sal, embutidos
Carnes rojas (cerdo, ternera, buey, etcétera) fritos: patatas fritas, huevos (en general todo lo que se puede freír)
Pan blanco, harinas refinadas, etcétera lácteos, quesos, yogures, etcétera café, alcohol, bebidas carbónicas, etcétera
Este semiayuno se recomienda también como preparación para personas cuyo organismo esté muy intoxicado y
quieran llevar a cabo una cura completa; para quienes no se sientan dispuestos o preparados para hacer «la cura», pero
tienen necesidad de depurar su cuerpo.
Muchas personas continúan una o más semanas con el semiayuno después de los diez días de la cura, porque
todavía no se ha acabado por completo el proceso de desintoxicación, porque necesitan adelgazar más, o simplemente
porque quieren contrarrestar una posible ansiedad de comer demasiado después de la cura de savia y limón, ya que
ahora les está permitido otra vez comer.
Durante la cura el estómago ha reducido su tamaño y necesita y pide poca comida; nunca es el hambre después de la
cura lo que nos hace comer más de lo necesario, sino en muchos casos las ganas de golosinas, de celebrar el éxito de la
cura y la pérdida de peso comiendo otra vez mal y demasiado.
Las consecuencias de la falta de moderación en las dos semanas siguientes de la cura pueden ser turbulencias
bastante desagradables, como cefaleas, calambres, flatulencias, una gran fatiga y la vuelta de algunos kilos perdidos.
El semiayuno durante una o más semanas ofrece aquí un método óptimo para evitar estos efectos: ir introduciendo
suavemente métodos de una alimentación más sana y equilibrada y en muchos casos para volver a aprender a escuchar
la sabiduría innata de nuestro cuerpo -comer cuando él nos lo pide, dejar de comer cuando se siente saciado, no cuando
esté «lleno», y sobre todo comer lo que nos hace sentir bien.
33

Un propósito importante tanto de la cura completa como del semiayuno consiste en volver a hacer más consciente a
la gente en cuanto a una alimentación más sana, sus verdaderas necesidades, sus múltiples errores cometidos en el
pasado, y los efectos que tienen los alimentos sobre nuestra salud y nuestro equilibrio mental y emocional.

CAPÍTULO 14

COMENTARIOS Y REFLEXIONES
DE PROFESIONALES

Tras varios años utilizando el Sirope de Savia como elemento indispensable para la depuración en la mayoría de los
pacientes, siempre antes de realizar un posterior tratamiento, los resultados son absoluta e indiscutiblemente
extraordinarios, manifestando éstos una reacción en los mismos mucho más eficaz que en los casos en los que no se ha
incorporado el Sirope de Savia como elemento depurativo.
Por otra parte, cabría destacar los importantes resultados obtenidos en patologías muy determinadas, como quistes y
tumores que desaparecieron con prolongados tratamientos con la cura de savia y limón combinada con otras terapias.
José Ramón Llorente Médico naturópata, Valencia

Desde mi punto de vista, como profesional de la estética, no considero «La cura de savia y limón» simplemente
como un tratamiento adelgazante. Aunque su eficacia como tal está probada en los casos de sobrepaso más habituales,
considero que esta cura es sobre todo un excelente procedimiento de desintoxicación altamente beneficioso.
Hace miles de años que las más avanzadas civilizaciones incluían en sus esquemas y hábitos culturales la práctica
habitual y periódica del ayuno, bien como prescripción religiosa o como método de trascendencia filosófico-espiritual.
Por ello no es ninguna moda esnob el incorporarlo a nuestra actual forma de vida mucho más sometida a la ingesta y
acumulación de toxinas tanto exógenas como endógenas.
Su práctica con la ayuda del sirope de savia y el limón natural es especialmente atractiva y recomendable porque
suprime el traumatismo de la ansiedad provocada por el apetito insatisfecho, mejora de forma evidente el equilibrio
psicosomático y mantiene la aportación imprescindible de oligoelementos y vitaminas que el organismo humano precisa
para su correcto funcionamiento.
Personalmente lo he practicado y además de perder 6 kilos, reduje notoriamente los volúmenes inadecuados de mi
cuerpo y sorprendentemente mi estado físico y de ánimo mejoró tanto que durante el período de ayuno trabajé más y
mejor que antes de iniciarlo. También he podido constatar que si se apoya la cura con un tratamiento de masajes
específicos se acentúa el drenaje y se mejoran mucho los resultados.
Pilar Mozas Centro de Estética y Medicinas alternativas, Barcelona

Caso de psoriasis desde la edad de doce años en piernas, rodillas, brazos y codos, también en el cuero cabelludo,
depresión y estrés.
Cura de savia y limón de diez días: del tercero al quinto día la psoriasis estaba peor, a partir del quinto día mejora y
a los diez días quedaba muy poca psoriasis.
Con una dieta natural, a los dos meses estaba bien curada con ganas de hacer proyectos, alegre y dinámica.
M. C. D.
34

Naturópata, San Feliu de Llobregat

Me costó un poco decidirme a hacer la cura yo misma porque mi peso era de 42 Kg., adelgacé 4 Kg. en los quince
días de cura. Quince días después de la cura había recuperado los 4 kilos, durante el año siguiente había engordado 3
Kg. más.
Mi aparato digestivo funciona mucho mejor, pues también las migrañas han desaparecido.
Durante la cura trabajaba duro en mi profesión, compraba, cocinaba para mi familia y hacía todo el trabajo de casa.
Las personas que me conocían se asombraban de mi buen aspecto.
A una de mis pacientes le decía que su hígado estaba inflamado y muy intoxicado, y ella me contestó: «Mi hígado
está bien, no me duele». Quiso hacer la cura para adelgazar; al segundo día me llamó diciendo que se sentía muy mal
con vómitos de bilis; cuando terminó la cura de diez días y siguió el tratamiento natural que le prescribí se encontraba
muy bien, con el hígado curado.
La cura de savia y limón expulsa la enfermedad fuera, pero en el momento de la expulsión produce molestias.
Ana V. E. Terapeuta de Terapias Alternativas Naturales, Barcelona

Personalmente he mandado tomar exclusivamente en ayunas: 2 limones, 2 cucharadas soperas de sirope de savia y
1/4 de litro de agua templada e imantada a unos cien pacientes durante tres meses (siguiendo yo el mismo tratamiento)
sin quitarles nada más de comida, sólo recomendándoles una alimentación más rica en fruta y verdura y menos grasas
animales.
Al cabo de tres meses, yo y el 80% de mis pacientes habíamos reducido nuestro peso de 5 kilos y más -Un resultado
extraordinario, sin haber pasado ningún hambre ni otro malestar.
Todavía me queda por explorar personalmente los efectos de la «cura completa», pero el sirope de savia se
encontrará siempre en mi casa.
Doctor Manuel Fernández Díez Médico naturópata Clínica de tratamientos
naturales, Arganza (León)

El Sirope de Savia es uno de los mejores productos totalmente naturales y que siendo un alimento completo a su vez
es un poderoso depurativo de las toxinas del organismo.
Este preparado combinado alimenticio es utilizado en casi todos los tratamientos que prescribo.
Néstor Rodrigo Sánchez Naturópata, Tudela.

Comentarios de clientes del Centro Dietético Hierbabuena sobre el sirope de savia:


Este producto es un adelgazante excelente, porque durante la cura, no siento hambre, no siento fatiga, antes tenía
insomnio y durante la cura no todos los dolores de las articulaciones me han desaparecido, es muy depurativo y
desintoxicante pesaba 100 y bajé 10 Kg. el producto es muy bueno y rico de sabor.
Rosa-Abel Centro Dietético Hierbabuena Santa Cruz de la Palma (Tenerife).
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Mi experiencia en el deporte en general y en el Tae-kwondo en particular, me ha llevado a la utilización del sirope


de savia satisfactoriamente para: entrenos prolongados (pesas, ciclismo, Tae-kwondo) y competiciones de Tae-kwondo
(varios combates en un día) consiguiendo un pleno aporte energético sin los inconvenientes de digerir alimentos
tradicionales; control del peso sustituyendo una o varias comidas por algunos vasos de sirope de savia, limón y agua...
Javier Sánchez entrenador de Tae-kwondo El Prat (Barcelona)

Mi interés por el extracto de la savia del arce se remonta a la década de los setenta. En aquella época investigaba,
junto con otros terapeutas, médicos, macrobióticos y naturistas, edulcorantes de asimilación no pancreática.
De todos los productos experimentados el que mejor resultado nos aportaba, junto con las maltosas de cereal, era
este extraordinario «sirope canadiense».
Hoy en día, tras la aplicación prolongada de la excelente mezcla de los siropes de arce y de palma, aparte de su
aplicación como edulcorante, he podido apreciar sus cualidades como depurativo y complemento vitamínico y mineras
de un potencial energético excepcional.
Es por este motivo que prescribo el sirope de savia con frecuencia, con resultados exitosos, en casos de anemia y en
general en estados depresivos del organismo. También como revitalizante y complemento en la alimentación infantil y
juvenil.
Otra de las aplicaciones importantes del sirope de savia, estriba en su capacidad de prevenir enfermedades,
asociado a extractos de plantas específicas como la echinacea, o el tomillo. En este punto se podrá conceptuar como
importante activador del sistema inmunológico.

En los casos en que por razones de voluntad o rechazo, una persona no es capaz de realizar una dieta
depurativo, como la «cura de savia y limón», se consiguen también buenos resultados, que aunque más lentos no
por ello son menos efectivos, sustituyendo durante un mes una o dos comidas principales (desayuno-comida-cena) por
una o dos tomas de sirope con limón y una pequeña cantidad de cayena o raíz de jengibre.
Por todo lo expuesto, considero el sirope de savia como un verdadero aliado de todos los amigos de la salud.
José María Villagrasa Naturópata, Barcelona

Como profesional naturópata llevo tratados muchísimos casos con sirope de savia con experiencias positivas muy
variadas.
Lo prescribo más como desintoxicante que como adelgazante, pero consigo las dos cosas. En desintoxicaciones es
del 99% efectivo, y como pérdida de peso, está entre 1 y 8 Kg. en tratamientos de diez días de cura o de semiayuno con
sirope de savia.
Primer ejemplo: persona de 56 años, oficio albañil, con exceso de peso, que tenía problemas de ahogo y a los diez
días de tratamiento había bajado su peso en 8 Kg., habiéndole desaparecido todo el problema de ahogo y encontrándose
mucho más ágil para su trabajo, y sorprendido por no haber pasado hambre durante el tratamiento.
Segundo ejemplo: persona de 20 años, acude a mi consulta; lleva dos años recibiendo tratamientos por un problema
de urología, padeciendo infecciones y fiebre, sin haber resultados positivos. Le empiezo a tratar con una pequeña
terapia natural, junto con la cura de savia y limón. En los cuatro a seis días primeros de tratamiento fue eliminando
todas las toxinas, creándole todo esto una sintomatología aparentemente adversa, con dolores y molestias generalizados.
36

Fue a partir del octavo día cuando empezó a encontrar una progresiva mejoría. Al llegar al décimo día le prescribo
continuar con otro tratamiento de veinte días más y el semiayuno con sirope de savia. El resultado ha sido plenamente
satisfactorio, le han desaparecido todo tipo de infecciones y dolores.
También he conseguido muy buenos resultados en el caso de fumadores que querían dejar de fumar. Aparte del
importante papel desintoxicante, la cura ayuda psicológicamente en gran medida para desengancharse del tabaco o del
alcohol, proporcionando a la persona, sobre todo en la segunda parte de la cura, un nuevo bienestar y libertad hacia los
excitantes tóxicos.
Remedios Domínguez Abril Naturópata, Almacillas, Lleida.

Como pediatra recomiendo el sirope de savia para la alimentación infantil, ya que no existe prácticamente ningún
niño al que no le gusten los dulces, y por otro lado no he conocido ningún otro edulcorante que aporte al organismo un
nivel tan elevado de vitaminas y minerales -imprescindibles para la salud y el crecimiento infantil- como el sirope de
savia.
En el caso de sobrepaso recomiendo sustituir las bebidas, la leche y los dulces que suelen tomar los niños por la
mañana, por dos o tres vasos de sirope de savia con limón y agua, preparando una parte en una botellita o termo para
llevárselo a la escuela. No he conocido a ningún niño al que no le guste su «limonada de savia».
En el caso de una niña de 2 años que tenía una fuerte alergia contra cualquier dulce -incluso la más pura miel le
causaba erupciones de piel-, el sirope de savia fue el único edulcorante cuya ingestión no le causó ninguna molestia.
P. Sch. pediatra, Alemania.

La cura por el ayuno con el sirope de savia y limón, ideada por el profesor naturópata Stanley Burroughs, puede
considerarse verdaderamente revolucionaria, sobre todo si lo contemplamos desde una perspectiva auténticamente
naturista.
Lo novedoso del método no está en el ayuno en sí, ya conocido desde antiguo, sino en la introducción de este
extraordinario producto que es el sirope de savia combinado con el limón.
Los naturistas siempre hemos tenido en gran estima y valoración la cura por el ayuno, considerándolo una
depuración y regeneración a nivel intracelular de todo el organismo. Mas para que cumpla este propósito y sea por tanto
verdaderamente eficaz, tiene que llevarse a cabo por lo menos durante un período de tiempo no inferior a diez días. En
los casi veinticinco años que llevo ejerciendo la naturopatía, no he conseguido que ninguno de mis pacientes lleve a
cabo un ayuno más allá de tres días.
Y es que, realmente, no es fácil para una persona no introducida en este tema que esté dispuesta a semejante
aventura. Naturalmente que me estoy refiriendo al ayuno absoluto. Porque ayunar en su sentido más estricto, significa la
total abstinencia de alimento; y es aquí precisamente donde radica la gran dificultad. Es por esto que no he dudado en
afirmar que el ayuno realizado con ayuda del sirope de savia y limón constituye un método revolucionario.
Teniendo en cuenta mi experiencia personal y la de mis pacientes, la cura del ayuno con el sirope de savia y limón
puede constituir una aventura muy interesante e incluso placentera.
El hecho de que una persona después de diez, catorce o más días pueda sentirse llena de vitalidad y sin haber dejado
sus ocupaciones habituales, demuestra que, verdaderamente, el sirope de savia contiene todos los principios nutrientes.
Es precisamente por esto que podemos, ahora, llevar a cabo ayunos muy prolongados sin que ni el cuerpo ni la mente
sufran lo más mínimo, obteniéndose así los extraordinarios efectos depurativos de cuerpo y mente, así como la
consiguiente pérdida de los depósitos grasos y otras sustancias de desasimilación
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La importancia del ayuno se comprende por el hecho de que actúa en la raíz misma de toda patología funcional y
orgánica. Pues ya el padre de la medicina, Hipócrates (siglo v a. de C.) dice en uno de sus aforismos que «la
impurificación humoral es la causa de todas las enfermedades». Así pues, no debemos extrañamos que con un ayuno
suficientemente prolongado, gracias al sirope de savia y limón se consigan resultados tan extraordinarios, sobre todo en
enfermedades degenerativas, incluido el cáncer.
Sin una sana alimentación no puede haber salud.
Debido a malos hábitos alimentarlos, la mayoría de la gente sobrecarga su cuerpo produciéndose gran cantidad de
sustancias residuales (toxinas) que los órganos amuntorios no son capaces de eliminar.

Volviendo a Hipócrates, en otro de sus aforismos dice: «En los acrecentamientos mórbidos, debe suprimirse la
alimentación; se provoca un gran mal si se sigue comiendo. Cuanto más se nutra un cuerpo cargado de humores, más
aumenta el mal».
Los beneficios de un ayuno suficientemente prolongado son incalculables, habida cuenta que afecta .favorablemente
a todos los mecanismos que integran el ser humano, es decir: el plano físico-energético, emocional, mental y espiritual.
Desde muy antiguo la ayuno terapia ha sido practicada por todas las culturas. «La oración y el ayuno» son
recomendados por todas las religiones como medio de autocontrol, autodisciplina y purificación física y mental.
En la cura por el ayuno con el sirope de savia y limón, se cumple uno de los preceptos hipocráticos más importante.
Dice: Primum non nocere (lo primero es no perjudicar). En la cura con el sirope de savia y limón no se producen
efectos secundarios como ocurre inevitablemente con el uso de fármacos produciéndose en muchos casos las llamadas
enfermedades iatrogénicas.
El ayuno produce una exaltación de las defensas orgánicas -«vis medicatrix» o poder autocurativo potenciando el
sistema inmunológico, quedando el cuerpo, por consiguiente, mejor protegido contra las infecciones. Al quedar en
reposo todos los mecanismos propios de la digestión y asimilación (anabolismo), la energía fluye en sentido centrífugo
(catabolismo), favoreciéndose de esta manera el proceso de eliminación de los residuos.

El limón, la fruta más pura y con mayor poder purificador, contribuye decisivamente a disolver y eliminar toda
clase de flemas, humores viscosos, grasa superflua y cualquier otra sustancia morbosa. Aparte del poder de disolver y
eliminar toda clase de materias de desecho, el limón tiene otras muchas propiedades, tales como: cicatrizantes,
desinfectantes, hemostáticas, bactericidas, alcalinizantes, antiinfecciosas, etcétera.
Dice Héctor Durville: el intoxicado piensa y siente a través de sus toxinas. Así se comprende el porqué después de
una cura de purificación a nivel intracelular, así como de las neuronas cerebrales, la persona se siente más lúcida,
tranquila y armonizada en su conjunto. Y es este equilibrio psicofisiológico y mental que conduce al estado natural de
armonía, la cual caracteriza y es expresión de un estado de perfecta salud.
Después de una cura de sirope de savia y limón se produce una predisposición natural a un cambio favorable en los
hábitos alimentarlos. Había que aprovechar esta circunstancia para erradicar definitivamente los viejos hábitos erróneos
que llevaron a perturbar el estado natural de salud con el firme propósito de no continuar con esos mismos errores. Si a
esto añadimos una actitud mental positiva, la cura de sirope y limón (llamada también la «Terapia Vital») tendrá las
mejores garantías de éxito.

Luis Juan Mompó Naturópata Sant Boi (Barcelona)


38

CAPÍTULO 15

RECETAS CON EL SIROPE DE SAVIA

Crêpes rellenos (para 10 crêpes)


3 huevos, 3 cucharadas soperas de harina, 1/2 cucharadita de sal marina, 3 dl de leche de vaca o soja, una
cucharada sopera de mantequilla derretida, 1-2 cucharadas soperas de sirope de savia bien bandas en batidora, aceite
para freír.

Se deja reposar la pasta durante una hora, luego freír los crêpes muy finos (5 cucharadas de pasta por crêpe)

Relleno: 2 cucharadas de zumo de naranja, 1-2 cucharadas de pasas, 150 gr. de Quarte o Tofu, 2 cucharadas de
yogur con nata, una cucharada de zumo de limón, 4 cucharadas de sirope de savia, 100 gr. de almendras ralladas
ligeramente tostadas.
Mezclar todo en la batidora y rellenar los crêpes con la mezcla. Servir con un poco de nata montada.

Crema de savia y plátano (para 3-4 raciones)


3 plátanos maduros, el zumo de 112 limón y piel rallada, 3 cucharadas soperas de sirope de savia, 2 yogures, 150
gr. de Quark o queso fresco, nata.
Mezclar todo con batidora.

Batido de fruta y savia (para 2 raciones)

200 gr. de fruta madura, un poco de zumo de limón, 2-3 dl de leche, 2 cucharadas de sirope de savia, 2 solitas de
helado de vainilla o fruta.
Mezclar en batidora hasta que se vuelva espumoso.

Tapia de zanahoria y savia (para 8 raciones)


4 yemas de huevo, 1 dl y medio de sirope de savia, 200 gr. de zanahoria rallada, zumo de 1 limón y piel rallada,
una pizca de canela, 200 gr. de almendras ralladas, 80 gr. de harina de trigo integral, una cucharadita de levadura en
polvo, 4 claras de huevo, una pizca de sal marina.
Se mezclan bien en batidora las yemas y el sirope. Poco a poco se va añadiendo el resto de ingredientes, excepto las
claras y la sal marina, que se baten aparte, agregándolo al final a la pasta. Se cuece en el horno precalentado durante 45
minutos a 180º.
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Tofu Oriental con savia y salsa de curry (para 4 raciones)
3 cucharadas de aceite, una cebolla, 500 gr. de Tofu. una manzana pequeña, 1 plátano, 1/2 cucharadita de sal
marina, 1 ajo picado, 3-4 cucharaditas de curry, 2-3 cucharadas de salsa de soja, 2 cucharadas de sirope de savia, 2
cucharadas de sidra de manzana, un puñado de pasas, un puñado de almendras picadas, 100 ml de nata ligera, un
poco de agua.
Se sofríe en el aceite la cebolla y el Tofu, cortado en cuadraditos. Se corta fina la manzana y el plátano y se añade a
la sartén. Se agregan los restantes ingredientes a la sartén, removiendo hasta obtener una salsa deliciosa. Se sirve
caliente con arroz.

-Delicioso también encima de flanes o natillas, y como edulcorante en infusiones o cualquier otra bebida.

Fin del libro.


CINCUENTA RECETAS A BASE DE SOJA
ANÓNIMO
PROTEINA DE SOJA

La Soja es potencia proteínica. De esta semilla portadora de


aceite se obtiene la más variada y económica fuente de proteínas
de todo el mundo.

Hoy, los científicos están planificando obtener de este


cultivo, una amplia fuente de fabulosos ingredientes, para
productos alimenticios de las décadas futuras.

Se estima que cada día trae 180.000 bocas nuevas para


alimentar. Dentro de 30 años, casi siente (7) billones de personas
habitarán este mundo. Pocos expertos creen que será posible
alimentarlos sin la ayuda de la proteína de soja.

La promesa de la “proteína de soja” estriba en su


versatilidad. Puede ser concentrada, tejida, hilada en fibras,
aromatizada y coloreada, formala en tajada, trozos y pedacitos y
confeccionarla virtualmente en cualesquiera de las formas que
requieran los diversos procesos de la industria alimentaria.

Los porotos de soja contienen casi el doble de proteínas que


contiene el queso, el doble de proteínas de la carne roja y 10 veces
las proteínas de la leche.

Los tecnólogos en alimentos tendrán facilidad en ajustar el


contenido proteínico de productos alimenticios que contengan soja,
ajustando al mismo tiempo el contenido en vitaminas, minerales,
calorías y grasas. Podrán así producir comidas altamente nutritivas
sin colesterol y con alto contenido en ácido grasos no saturados.

Docenas de tradicionales alimentos contienen “proteína de


soja”. Esta asegura el mantenimiento fresco de la pasta refrigerada
para bizcochos, ayuda a darle un dorado crocante al hornearlos,

aumenta los contenidos de proteínas en el pan, y el aroma y


esponjosidad de las masas.

La “proteína de soja” es un importante ingrediente en la


preparación de carnes. Los budines de carne, hamburguesas y
albóndigas pueden ser más uniformes y jugosas con un
enriquecimiento nutritivo de “proteína de soja”.
En las salchichas la “proteína de soja” es usada como
emulsionante. Promueve una distribución pareja de la carne y la
grasa, asegurando un producto alimenticio firme y tierno.

La industria puede preparar mezclas para sopas, ravioles,


bifes, helados, hamburguesas, trozos de panceta y leche de soja.
La panceta tiene un alto tenor en proteínas y baja cantidad de
grasas y calorías. También puede prepararse una ilimitada cantidad
de comidas, reforzadas con soja.

• La Importancia de la Soja
Desde hace tiempo el poroto soja se conoce y se usa
extensamente como alimento en los países del Lejano Oriente,
como Japón y la China. Es asimismo, el principal alimento de
populosas zonas donde los habitantes casi no consumen leche,
carne o huevos. Efectivamente, esta leguminosa parece ser el
alimento ideal, pues es un producto barato, se puede cultivar en
casi cualquier clima y es una óptima fuente de proteínas, minerales
y grasas. Contiene también vitaminas.

Sobre el uso de esta leguminosa, escribe el Dr. Howarth,


antiguo profesor de la Facultad de Medicina de Pekín “Si bien hace
mucho tiempo que la china venía apreciando las virtudes peculiares
del poroto Soja, tan sólo ahora el mundo occidental está
comenzando a emplear la riqueza nutritiva de esta leguminosa sin
par. El chino de la clase media gasta apenas unas monedas por día
para su alimentación. Esto no es un mito, ni tampoco un índice de
pobreza: es simplemente la expresión de una realidad económica,
de la cual la China bien puede enorgulleserse con justa razón”

(Esther L. Gardner, Homemarker’s Cook book (El Libro de Cocina


del Ama de Casa), pág. 67.

• Magnífica fuente de Proteína Vegetal


La cantidad de proteínas que esta leguminosa contiene
oscila entre el 30 y el 45%. Por lo tanto, tiene casi dos veces más
proteínas que la carne, una vez y media más que el poroto común,
las lentejas, las arvejas o el maní; tres veces más que el trigo
integral, los demás cereales y el huevo; diez veces más que la
leche.

• Rico en grasas
En general las leguminosas, con excepción del maní, son
pobres en grasas. Sin embargo el poroto soja está en segundo
lugar como fuente de esta sustancia alimenticia.

La grasa del poroto soja es de muy buena calidad. Entran


en su constitución ácidos grasos no saturados, esenciales en una
alimentación equilibrada.

Es rica en ácidos linoléico, linolénico y araquidónico.


Contiene además cerca del 3% de lecitinas, que son grasas
fosforadas de alto valor como alimento, no solamente para el
organismo sino también para el sistema nervioso.

• Pueden comerlo los diabéticos


Los hidratos de carbono del poroto varían entre el 10 y el
17%. Una cantidad mucho menos que ésta, apenas del 2% está
bajo la forma de almidón absorbible para ser utilizado por el
organismo humano. Por ser pobre en hidratos de carbono, esta

leguminosa puede ser empleadas sin restricciones y con éxito en la


alimentación de los diabéticos.

• Dos veces más calcio que la leche


En cien gramos de poroto soja, seco y crudo, se hallan cinco
gramos de minerales, representados principalmente por el sodio, el
potasio, el calcio y el fósforo.

La harina del poroto soja contiene calcio y fósforo en


proporción más elevada que la leche y que el trigo integral.

Contiene dos veces más calcio y cinco veces más fósforo


que la leche de vaca. Cien gramos de harina de poroto soja tienen
casi un cuarto de gramo de calcio y un poco más de medio gramo
de fósforo.

• Las Vitaminas
Tiene carotina, tiamina, riboflavina, ácido nicotínico y ácido
ascórbico.

En cien gramos de poroto soja se encuentran las siguientes


cantidades de estas vitaminas:

1. Carotina: 120 microgramos, que en el organismo se transforma


en vitamina A. Cuando está verde el poroto soja puede
contener hasta cinco veces más carotina.
2. Tiamina: La misma porción de poroto soja proporciona al
organismo cerca de medio miligramo. Esto es, más o menos un
cuarto de lo que se necesita diariamente.
3. Riboflavina: De los 2,500 microgramos que el organismo exige
por día dicha cantidad de poroto soja proporciona 300
microgramos.
4. Niacina: Cien gramos de poroto soja proporcionan al organismo
un cuarto de la cantidad que éste necesita.
5. Acido ascórbico: De veinte a cuarenta miligramos es la cantidad
de esta vitamina que cien gramos de poroto soja proporciona al
organismo. La necesidad diaria es de unos 75 miligramos o
más. Cuando está verde el poroto soja es una rica fuente de
esta vitamina.
• Fuente económica de calorías
El poroto soja es uno de los productos más baratos que se
puede disponer para obtener calorías. Esta queda demostrado en
el cuadro siguiente:

1 lts. de leche completa proporciona 700 calorías

1 docena de huevos “
843

1 kilo de carne de vaca “ 1.864 “

1 “ “ pan integral “ 2.466 “

1 “ “ pan blanco “ 2.512 “

1 “ “ queso magro “ 2.525 “

1 “ “ porotos “ 3.220 “

1 “ “ arvejas “ 3.220 “

1 “ “ lentejas “ 3.340 “

1 “ “ poroto soja “ 3.500 “

1 “ “ queso cremoso “ 3.700 “

1 “ “ maní “ 5.510 “

Solamente el maní y el queso cremoso, por la riqueza de


grasas que contienen, pueden proporcionar más calorías que el
poroto soja. Este está en tercer lugar. Es superior a la leche, los
huevos y la carne. En cuanto al precio, un kilo de poroto soja
cuesta menos que igual cantidad de carne o que una docena de
huevos. Y además su proteína es tan buena como la de estos
alimentos.
1. ALBONDIGAS DE SOJA
.. Preparación: Se cuecen los porotos de soja previamente
remojados en agua con sal, hasta que se deshagan y se
consuma casi toda el agua. Dejar enfriar y agregar ajo y perejil
picados y huevos batidos a razón de uno por persona. Para que
la mezcla adquiera consistencia se añaden panes rayados.
Mezclar bien y formar las albóndigas, revolviéndolas en pan
rayado o sémola. Freírlas en aceite o estofarlas en una salsa de
tomates.

2. ALFAJORCITOS DE SOJA
.. Ingredientes:
2 tazas de harina de soja cernada
¾ de cucharadita de sal
¾ de taza de leche
½ taza de miel
2 cucharadita de polvo de hornear
4 cucharadas de manteca para el relleno

.. Preparación: Se tamizan los ingredientes secos. Se agrega el


aceite y con un tenedor o con la punta de los dedos se mezcla
con la harina. Se añade la leche poco a poco en pequeñas
porciones y se mezcla con el tenedor hasta formar una masa
suave. Colóquese la masa sobre una tabla enharinada y
mezclará en pocos segundos. Extiéndase la masa con el grosor
de ½ pulgada y córtese los alfajorcitos con una copa. Se
cocinan en una asadera sin engrasar en horno caliente durante
15 minutos.
Cuando están listos se retiran del horno, se cortan por la mitad
y se esparce en una parte manteca y en la otra miel, se junta y
se sirven.
3. AMBROSIA
.. Ingredientes:
1 litro de leche de soja.
4 a 6 huevos.
Jugo de limón
800 gramos de azúcar
Canela en polvo, 1 cucharadita
Clavo de olor.
1 taza de agua.

.. Preparación: Hacer un almíbar con el azúcar y el agua. Batir


bien los huevos y agregarlos a la leche de soja, el jugo de
limón, la canela y el clavo de olor. Mezclar esto muy bien.
Agregar esta mezcla al almíbar. Llevar al fuego, dejar hervir,
revolviendo siempre hasta que espese.

4. ASADO DE POROTO SOJA Y MANTECA


DE MANI
1 ½ taza de poroto soja
½ cucharada de harina
1 taza de arroz cocido
1 cucharada de manteca de maní

sal y condimentos.

.. Preparación: Se deja el poroto soja durante una noche y


después se pone a cocinar hasta que esté blando. Entonces se
pasa por un colador procurando que la masa quede seca como
sea posible. Se mezcla a esta masa la harina tostada, la
manteca de maní, 3 cucharadas de caldo de poroto soja y se
revuelve todo sobre el fuego hasta que la mezcla quede bien
uniforme. Se añade a esta salsa una taza de arroz cocido,
revolviendo bien todo. Se sazona con sal y se le agrega
cualquier condimento que se desee. Se lleva la mezcla, una vez

puesta en un molde alargado y hondo. Se deja cocinar hasta


que quede bien dorada.

5. ASADO DE POROTOS CON SOJA


.. Ingredientes:
1 taza de porotos soja molidos
½ taza de nueces molidas ó 1/3 de taza de maní
sal, cebolla, perejil
1 taza de avena
½ taza de leche de soja o de leche de vaca

.. Preparación: Se mezcla todo y se pone dentro de un molde de


pan, o si no, en una olla aceitada y se deja cocinar a baño maní
durante 3 horas. Se desmolda, se deja enfriar. Se corta en
tajadas y se puede servir acompañado con una salsa.

6. ARROZ CON LECHE DE SOJA (1)


.. Ingredientes:
1 litro de leche de soja
1 taza de arroz
2 yemas de huevo
100 gramos de azúcar

cáscara de naranja; canela en polvo

.. Preparación: Llevar la leche al fuego. Cuando hierva, agregar el


arroz, el azúcar y la cáscara de naranja. Dejar hervir a fuego
lento. Cuando el arroz está cocido, retirar del fuego para que se
enfríe. Batir las yemas con 3 cucharadas de azúcar. Agregarlas
al arroz con leche mezclando bien. Llevar nuevamente al fuego,
hasta que se cocinen las yemas, revolviendo continuamente. Al
servirlo, agregue canela en polvo.
7. ARROZ CON LECHE DE SOJA (2)
.. Ingredientes:
Arroz crudo, ½ taza
Leche de soja, ¾ litro (ver recetas auxil.)
Agua, ¼ litro
Azúcar, ½ taza
Pasas de uva, 1 cucharada
Sal, ½ cucharadita
Canela, cantidad necesaria.

.. Preparación: Lavar bien el arroz. Colocar y hervir en una


cacerola junto con ¼ litro de leche de soja. Cuando el arroz está
más o menos cocido agregar la leche de soja restante, el
azúcar, la sal y las pasas. Una vez que la preparación está bien
cocida retirar del fuego, colocar en una fuente que pueda ir a la
mesa y cubrir con canela. Servir frío.

8. BOCADITOS DE SOJA
.. Preparación: Acelga o espinaca, cocinadas, se pican fino y se le
entrevera queso rayado, huevo batido, además se le puede
agregar pan rayado y nueces machacadas, aceitunas picadas y
soja molida (previamente puesta en remojo y hervida). Además
se le puede agregar orégano y sal a gusto.
Se une todo para que quede regularmente consistente y jugoso
a la vez, luego se va cortando en trozos y dando la forma que
se desee. Se fríen en aceite.

9. CARBONADA DE SOJA
.. Ingredientes:
3 cebollas
3 ajíes
3 berenjenas chicas

ajo, perejil, albahaca, orégano, tomillo


3 tazas de soja molida

.. Preparación: Todo picado, se mezcla en aceite o en manteca y


en cacerola tapada, con sal y a gusto, moviéndolo para evitar
que se queme. Cuando está dorado, se deja en reposo unos
minutos.

10. CROQUETAS DE POROTOS SOJA (1)


Se toma la masa que queda después que se ha extraído la
leche del poroto soja, se mezcla con huevos, cebolla, ajo, harina de
trigo y sal. Se fríen lentamente o se asan en horno suave. Con esta
masa también se puede hacer asado en lugar de croquetas.

11. CROQUETAS DE POROTOS SOJA (2)


9 Pueden usarse sojas secas o verdes. Si se usan secas deben
dejarse en agua la noche anterior.
9 Ponga las sojas a hervir, pero con muy poco agua. Hiérvalas

durante 1 hora o menos.


9 Páselas por una máquina de moler carne lo más fina posible.
9 Por cada dos tazas de habichuelas sojas añádale un huevo o

dos, sal y pimienta a gusto. Fríalas en mucha manteca hasta


dorarlas.
12. CROQUETAS DE QUESO DE SOJA
.. Ingredientes:
1 taza de queso de soja

perejil, cebolla, sal y aceite


2 huevos duros picados
1 huevo batido

.. Preparación: Se mezclan todos los ingredientes, formando una


masa con la que se hacen las croquetas, la cual se pasa por
harina. Cocínese al horno.

13. CROQUETAS DE RESIDUO DE SOJA


.. Ingredientes:
10 cucharadas de residuo de leche de soja
2 huevos
1 cebolla picada
1 diente de ajo
3 cucharadas de harina
1 cucharadita de polvo de hornear

sal, pimienta o ají molido

.. Preparación: Mezclar el residuo de leche de soja con los


huevos batidos. Agregar la cebolla y ajo bien picados. Sazonar
con sal y pimienta. Agregar la harina tamizada con el polvo de
hornear. Formar las croquetas y freír en abundante aceite o
grasa bien calientes. Servir con ensalada.

14. DULCE DE LECHE DE SOJA


Leche de soja, 1 litro – Azúcar 340 gramos – Cáscara de 1
limón.

.. Preparación: Llevar la leche al fuego hasta que quede reducida


a la mitad. Agregar el azúcar y la cáscara de limón, revolviendo
siempre para evitar que se peque a la cacerola. Dejar hervir
lentamente hasta que tome consistencia espesa. Retirar del
fuego. Servir frío.

15. ENSALADA DE POROTO DE SOJA (1)


9 Siga las instrucciones para desgranar las sojas.
9 Cuézalas por 30 ó 40 minutos.
9 Combínelas con chayotes hervidos y picados, pimientos verdes
o zanahorias.
9 Añádales aceite, vinagre y sal a gusto.
9 Sírvalas sobre hojas de lechuga. Si desea, puede añadir
pedacitos de queso del país, a la ensalada.

16. ENSALADA DE POROTO DE SOJA (2)


.. Ingredientes:
2 tazas de porotos cocidos
¼ taza de cebolla picada
¼ taza aceitunas picadas
¼ taza apio o perejil
¼ taza salda francesa

sal
-lechuga

.. Preparación: Se mezclan los ingredientes en el orden dado y se


sirven sobre hojas de lechuga.

17. ENSALADA DE QUESO DE SOJA


Se toma cierta cantidad de queso de porto soja, se mezcla
con tomate, cebolla y perejil picados, se agrega un poco de
mayonesa, hasta que tenga una consistencia como para formar una
especie de albondiguillas que se sirven sobre hojas de lechuga y se
rocían con mayonesa.
18. ENSALADA DE SOJA CON MANZANA
.. Ingredientes
1 taza de soja cocida
1 taza de apio picado
1 taza de manzanas en datos
1 taza de mayonesa
1 cucharada de jugo de limón

.. Preparación: Cortar las manzanas en daditos, rociar con limón,


mezclar con los demás ingredientes. Servir sobre hojas de
lechuga.

19. FLAN DE SOJA


.. Preparación: Sustituya la leche de vaca por leche de soja en
cualquier receta de flan o prepare la siguiente receta:

1 litro de leche de soja


8 huevos

vainilla y sal a gusto


3 cucharaditas de maicena
1 taza de azúcar

Mezclar bien la soja y clara de los huevos. Añádale la maicena


disuelta en un poco de leche de soja. Añádale el azúcar, sal y
vainilla a gusto y el litro de leche de soja. Páselo por un colador
y viértalo en un molde cubierto de caramelo. Cuézalo a baño
maría hasta que al introducir un palillo, éste salga limpio. Déjelo
enfriar antes de sacarlo del molde.

20. GERMEN DE POROTO SOJA (Para


ensaladas o combinar con otras
verduras)
.. Preparación: Se pone en remojo una cantidad de poroto soja de
la variedad que germine con facilidad. Algunas horas después
se lo coloca en un recipiente poroso para que el agua puede
escurrirse con facilidad. Se cubre el recipiente y se guarda en
un lugar oscuro y tibio. Cuatro a cinco veces por día se riegan
con agua tibia. Al fin del 4º ó 6º día el poroto habrá germinado,
llegando los brotes de 5 a 7 centímetros, estando listos para ser
preparados en ensaladas, después de hervirlos. Se sazonan
con sal, perejil, cebolla, etc. Se pueden servir como ensaladas y
combinarse con otras verduras. El poroto soja germinado es
rico en vitamina C.

21. GUISADAS
9 Ponga las sojas secas en agua la noche anterior.

9 Póngalas a fuego lento por una hora.

9 Prepare un sofrito. Añádale a las sojas hervidas y póngalas otra


vez al fuego otra hora más.

9 Desbarate un poco de calabaza o yautía en el caldo para que


espese.

9 Sírvalas calientes como los demás granos.

NOTA: Debido a la poca cantidad de almidón que contienen las


sojas, el caldo del guisado no espesa como en los demás granos.
Las sojas tampoco se desbaratarán fácilmente como las
habichuelas, y dan la apariencia de estar duras. No se deje guiar
por la vista. Pruebe las sojas y no las hierva demasiado. Una vez
que estén blandas, se endurecen mientras más se cuecen.
22. HABICHUELAS SOJAS FRESCAS O
VERDES
9 Para desgranar las sojas con facilidad póngalas en agua

caliente 2 ó 3 minutos.
9 Prepare un sofrito y póngalo a hervir con las sojas.
9 Desbarate un pedazo de calabaza o yautía para espesarlas.
9 Hiérvalas por no más de hora y media. En hora y media las

sojas estarán listas para comerse. Hervir demasiado las sojas


las pondrá más duras en vez de ablandarlas.

23. HARINA DE SOJA


Una buena harina puede prepararse moliendo las sojas
secas. Puede sustituirse en una receta hasta una cuarta parte de la
harina de trigo por harina de soja y obtendrá magníficos resultados.

24. LECHE DE SOJA


Poroto de soja 700 grs., aceite de soja, 1 taza de glucosa,
miel o melaza 1 ¾ taza; sal 3 cucharadas.

9 Ponga las sojas en el agua la noche anterior.


9 Remueva el pellejo o cascarita dura.
9 Páselas por una máquina de moler carne, lo más fina posible.
9 La cantidad de soja molida debe agregarse agua y ponerlas a

calentar durante 15 ó 30 minutos. Téngalas a fuego lento,


moviéndolas para evitar que se peguen o que hiervan y se
derramen.

9 Cuele el líquido por un paño, o sea, la leche de soja.

Observaciones: La leche de soja exige igual atención que la leche


de vaca, por lo que debe conservarse en un sitio fresco,
preferiblemente en la heladera.

25. LECHE DE SOJA (2)


La leche de soja presenta el mismo aspecto que la vaca,
siendo su valor nutritivo inferior, y es utilizada en los países del
extremo oriente como sustituto de la segundo en razón de su
carencia.

Posee un sabor característico que puede ser quitado


mediante el uso de aromáticos, como vainilla, chocolate, etc. Antes
de proceder a su consumo debe hervirse. Durante el hervor forma
una nota de apariencia semejante a la de la leche animal. Hay
distintos métodos para su obtención; a continuación se explican dos
de los métodos más sencillos.

Utilizando granos enteros y crudos

9 Lavar y secar perfectamente los granos de soja. Molerlos bien


en un pilón.
9 Colocar esta masa en agua (su proporción es de 1 litro de agua
por cada 500 gramos de soja) durante dos horas.
9 Hervir la mezcla durante 20 minutos, cuidando de revolver
frecuentemente la preparación.
9 Filtrar a través de un lienzo fino, y se obtendrá así la leche, que
deberá ser conservada en heladera o lugar fresco.

Utilizando harina de soja

9 Harina de soja integral, 1 taza, Agua 1 ½ litros, Azúcar 1


cucharadita, Sal ½ cucharadita.
9 Colocar juntos los ingredientes y cocinarlos a baño maría

durante 35 a 40 minutos, revolviendo constantemente.


9 Filtrar a través de un lienzo fino.
9 Conservar la leche en heladera.
26. MACARRONES CON QUESO DE SOJA
.. Ingredientes:
3 tazas de macarrones cocidos.
1 huevo duro picado

cebolla
1 taza de queso de soja
1 taza de leche

.. Preparación: Se mezcla el queso de soja con el huevo picado,


la cebolla y la leche. Se sazona con sal. Se coloca
alternadamente una camada de macarrones y una mezcla de
queso de soja en una asadera que se lleva al horno.

27. PANECILLOS DE HARINA DE SOJA


.. Ingredientes:
2 tazas de leche
1 cucharadita de sal
1 ½ taza harina de soja cernida
¼ taza de aceite
2 cucharadas de azúcar
1 taza de germen de trigo
3 huevos

.. Preparación: Se separan las claras de las yemas, se juntas las


yemas con la sal, el azúcar y el aceite. Se bate todo junto y se
añade la leche. Se mezclan la harina de soja y el germen de
trigo. Se baten las claras a punto de nieve. Se mezclan los otros
ingredientes cuidadosamente revolviendo siempre para el
mismo lado. Se aceitan los moldecitos. Se llenan con la mezcla
y se cocinan al horno durante 40 ó 45 minutos hasta que se
doren.

28. PANQUEQUES DE SOJA (Para 12


porciones)
Harina de soja ½ taza, Harina de trigo 1 taza, Azúcar 2
cucharadas, Polvo de hornear 3 cucharaditas, Sal ¾
cucharadita, Huevos 1, Leche 330 gramos, Manteca
derretida 3 cucharadas.

9 Tamizar juntas las harinas de trigo y soja

9 Agregar el azúcar, el polvo de hornear y la sal.


9 Batir el huevo junto con la leche y la manteca derretida.

9 Ir agregando lentamente a esta mezcla los ingredientes secos,


revolviendo bien para evitar que se formen grumos.

9 Llevar al fuego una sartén y untar su superficie con manteca

9 Dejar caer la mezcla, a cucharadas, sobre la sartén, haciéndola


correr enseguida sobre la superficie para igualar el espesor.

9 Dejar cocer hasta que comience a formar burbujas y los bordes


estén secos; darlos vuelta y cocer del otro lado. Servir con
mermelada, miel o dulce de leche.

29. PIZZA A LA NAPOLITANA CON


HARINA DE SOJA
.. Masa: Harina de trigo, 3 tazas; Harina de soja 1/3 taza;
Manteca, 2 cucharadas; Polvo de hornear, 1 cucharadita al ras;
Leche, 1 taza; Sal a gusto.

.. Relleno: Ajo picado, 2 dientes; Aceite, 2 cucharadas; Sal a


gusto; Tomates, 300 gramos; Queso fresco o mozzarella ½ kilo.

Masa:

9 Disponer sobre la mesa las harinas de trigo y soja formando


una montañita.

9 Hacer un orificio en el centro y colocar en éste la manteca, el


polvo de hornear, parte de la leche y sal.
9 Revolver bien los ingredientes e ir amasándolos lentamente;
agregar la leche poco a poco hasta que la masa quede blanda y
pueda ser estirada fácilmente.

9 Extender la masa a mano sobre una asadera aceitada.

Relleno
9 Saltar el ajo en el aceite y aderezar con sal
9 Incorporar los tomates y dejarlos cocinar bien
9 Cuando esta salsa se haya reducido retirar del fuego

30. POROTO SOJA AL ACEITE


.. Preparación: Después de remojados los porotos durante la
noche, se cocinan bien durante una hora o más, con aceite o
manteca, brócolis, cebollas chicas enteras y zanahorias chicas
enteras. Cuando ya todo ha hervido más de media hora y esté
casi cocinado, se le puede agregar un pedazo de zapallo.

31. POROTO SOJA A LA CREMA


.. Preparación: Se ponen a remojar los porotos durante una
noche. Se ponen a cocinar hasta que estén blandos. Se dora
una cebolla en el aceite, se le agrega la crema o leche gorda y
se añaden los porotos soja. Se sazona y se sirven.

32. POROTO SOJA ESTOFADO


.. Preparación: Se deja el poroto soja en remojo durante toda la
noche anterior y por la mañana puede cocinarse durante varias
horas hasta que esté blando. Se sazona con sal y se deja
cocinar a fuego bajo hasta que el líquido se vuelva espeso. Así
se sirve.

33. POROTOS SOJA FRITOS


.. Preparación: Porotos soja bien cocinados, se saltan ligeramente
en la sartén, con aceite o con manteca y se sirven
conjuntamente con acelgas saltadas con ajo.

34. POROTO SOJA GUISADO


.. Preparación: Se prepara una salsa con aceite dos cebollas
picadas, pimentón, tres tomates, dos dientes de ajo, nuez
moscada, sal, perejil y laurel. Se agrega a esta salsa tres tazas
de papas y zapallo cortados en pedacitos y un kilo de poroto
soja remojado y blando. Se deja cocinar todo hasta reducirse a
puré y se sirve.
35. POROTO SOJA AL HORNO
.. Preparación: Se toman 2 tazas de porotos que se dejan en
remojo durante la noche. A la mañana siguiente se ponen a
cocinar añadiéndoles una cebolla y dos zanahorias. Después se
le añade una cucharada de manteca y otra de aceite, sal y dos
cucharadas de azúcar negra. Se pone todo en una olla (es
preferible que sea de barro y se lleva al horno agregándole de
vez en cuando caldo de verdura o agua caliente para que no se
seque mucho.

36. POROTO DE SOJA CON SALSA


VERDE
1 taza de poroto soja
½ taza de perejil picado
3 cucharadas de aceite
2 cucharadas de harina
1 cebolla

sal a gusto
.. Preparación: Se cocinan los porotos remojados previamente la
noche anterior hasta que estén tiernos. Se prepara una salsa
con el aceite, la harina, la cebolla, el perejil y un poco de agua.
A esta salsa se le agregan los porotos y se dejan cocinar unos
15 minutos.

37. POROTOS SOJA SALTADOS


.. Preparación: Los porotos soja bien cocidos, se fríen en buen
aceite o manteca, junto con aceitunas y ensaladas crudas.
También se pueden saltar porotos soja ya cocidos con brócoli,
espinaca y zapallitos.

38. PUCHERO DE POROTOS SOJA


.. Preparación: Se ponen a cocinar los porotos soja ya remojados,
agregándoles un poco de aceite o manteca y además: acelgas
picadas, zanahorias cortadas en rodajas, cebollas chicas
enteras, un poquito de zapallo picado, perejil y unas hojas de
laurel. Cuando ya están cocinados los porotos soja, se le
agrega lo siguiente: en una cacerola picada, un ají dulce y
cuando todo está dorado, se le añade tomates picados sin
cáscara y se deja rehogar todo bien. Cuando está pronto, se le
agrega a los porotos soja, se mezcla bien y queda un rico
puchero muy sabroso.

39. PURE DE POROTO SOJA


.. Preparación: Una vez bien cocinados los porotos soja se pasan
por un colador y entonces el puré que queda se condimenta,
poniéndole por encima un poco de salsa y un poquito de
manteca. Este puré se puede también comer conjuntamente
con acelgas o espinacas saltadas con unos ajos o con
zanahorias hervidas y fritas o con zapallitos salteados.
Conviene acompañar la soja con ensalada cruda abundante.

40. QUESO DE SOJA


El queso de soja se prepara mediante la coagulación de la
leche de soja, la cual se habrá puesto a agriar, siendo entonces
sometida a cocción y luego colada. También se puede usar una
solución de clorato de magnesio o ácido cítrico (o el jugo de un
limón para cada litro de leche de soja). Después de colado se
deja escurrir en un colador o en un lienzo. El queso debe ser
puesto en moldes que lo ajusten y le den forma adecuada.
Debe ser guardado sumergido en agua fría salada, porque
puede descomponerse fácilmente si queda en contacto con el
aire. Mezclado con crema de leche de vaca y sal, entra en la
composición de diferentes platos, de la misma manera que el
quesillo.

41. SOPA CAMPESINA A LA CREMA


.. Ingredientes:
250 gramos de zapallo
1 litro de leche 2 cucharadas de manteca
1 cucharadita de azúcar
2 tazas de porotos soja
sal a gusto – agua

.. Preparación: Se cocina el zapallo en agua suficiente hasta que


esté blando. Aparte se cocinan los porotos soja (que la noche
anterior quedaron en remojo). El zapallo, se pasa por un
colador y se le agregan los demás ingredientes. Se pone al
fuego y se deja hervir unos diez minutos revolviendo siempre.
Luego se sirve. El zapallo se puede sustituir por calabaza.
42. SOJA CON CARNE
a) A cada dos tazas de sojas guisadas, añádale 1 taza de
tomate bien picado o una lata de salsa de tomate y media
libra de carne picada.

b) Póngalo al fuego 10 a 15 minutos. Sírvase caliente con


polenta o con “vianda”.

43. REFRESCO DE SOJA


A la leche de soja añádale azúcar a gusto y cualquiera de los
siguientes ingredientes para darle sabor: almendra, canela,
jengibre, limón, cocoa o yerba buena.

44. SALSA IRIS A LA SOJA


.. Preparación: Se pisan unas 15 nueces peladas con cinco o
siete dientes de ajo, huevo duro y porotos soja hervidos y
reducidos a puré. Agregar manteca o crema en cantidad
suficiente para obtener una pasta cremosa.

45. SALSA DE MANI Y SOJA


.. Preparación: Tomar 50 gramos de maní pelados y apenas
tostados, pasarlos por la máquina de rayar o pisarlos en el
mortero. Agregar de a poco 150 gramos de aceite, una yema de
huevo y el jugo de medio limón, con una taza de porotos soja
previamente hervidos y reducidos a puré. Batir un buen rato
hasta que tome consistencia.

46. SOJAS SALADAS


9 Ponga las sojas en agua la noche anterior. Escúrralas antes de
usarlas.

9 Remueva la cascarita si desea.

9 Fríalas poco a poco en bastante manteca caliente (8 ó 10


minutos).

9 Escúrralas en papel absorbente y espolvoréelas con sal


mientras estén calientes.

47. SOPA DE HARINA DE SOJA CON


SALSA DE TOMATES
.. Ingredientes:
1 taza de harina de soja – 50 gramos de hongos secos (hongos
comestibles) – 4 tomates picados – 2 cucharadas de aceite – 1
diente de ajo – 1 litro de caldo o de agua – queso rayado –
cebollín.

.. Preparación: Se aplastan el ajo y el cebollín y de doran en


aceite con una cacerola. Se les añaden los tomates y cuando
todo está bien frito se agrega una taza de caldo o de agua y se
deja hervir. Se disuelve la harina de soja en el resto del caldo o
en agua fría, se agrega a lo anterior y se deja hervir hasta que
esté cocido. Se sirve con el queso rallado.

48. SOPA DE POROTO A LA CREMA


.. Ingredientes:
½ taza de porotos soja
1 cebolla chica
1 taza de crema agria
5 papas
1 diente de ajo
sal a gusto
.. Preparación: Los porotos, ya en remojo unas 12 horas antes, se
ponen a cocinar en 1 litro de la misma agua en que estuvieron
en remojo. Cuando han hervido lo suficiente y comienzan a
ablandarse, se agregan papas peladas y cortadas, la cebolla y
el ajo. Cuando todo está bien cocido se le agrega sal y una taza
de crema agria.

49. SOPA DE POROTO SOJA


.. Ingredientes:
2 tazas de porotos soja cocidos
1 cebolla
1 ½ taza de agua
1 taza de papas picadas
1 cucharada de manteca o de aceite perejil

.. Preparación: Se pasan los porotos por un colador, se le


agregan todos los ingredientes y se dejan hervir hasta que las
papas estén cocidas. Se sazona y se sirve en cubitos de pan
tostado.

50. TORTILLA DE POROTO SOJA


.. Ingredientes:
2 tazas de porotos soja cocido
sal 4 huevos

.. Preparación: Se pasan por un colador las dos tazas de porotos


soja, se le agregan 4 yemas, se bate todo muy bien y se sazona
con sal. Al fin se le añaden las claras batidas a punto de nieve.
Se vuelca en una sartén con aceite caliente y se deja freír por
los dos lados. También se puede dorar en el horno.

INDICE

1.- Albóndigas de soja


2.- Alfajorcitos de soja
3.- Ambrosia
4.- Asado de poroto soja y manteca de maní
5.- Asado de poroto soja
6.- Arroz con leche de soja (1)
7.- Arroz con leche de soja (2)
8.- Bocaditos de soja
9.- Carbonada de soja
10.- Croquetas de poroto soja (1)
11.- Croquetas de poroto soja (2)
12.- Croquetas de queso de soja
13.- Croquetas de residuo de soja
14.- Dulce de leche de soja
15.- Ensalada de poroto soja (1)
16.- Ensalada de poroto soja (2)
17.- Ensalada de queso de soja
18.- Ensalada de soja con manzana
19.- Flan de soja
20.- Germen de poroto soja
21.- Guisadas
22.- Habichuelas sojas frescas o verdes
23.- Harina de soja
24.- Leche de soja (1)
25.- Leche de soja (2)
26.- Macarrones con queso de soja
27.- Panecillos de harina de soja
28.- Panqueques de soja
29.- Pizza a la napolitana con harina de soja
30.- Poroto soja al aceite
31.- Poroto soja a la crema
32.- Poroto soja estofado
33.- Porotos soja fritos
34.- Poroto soja guisado
35.- Poroto soja al horno
36.- Poroto soja con salsa verde
37.- Poroto soja saltado

38.- Puchero de porotos soja


39.- Puré de poroto soja
40.- Queso de soja
41.- Sopa campesina a la crema
42.- Sojas con carne
43.- Refresco de sojas
44.- Salsa iris a la soja
45.- Salsa de maní y sojas
46.- Sojas saladas
47.- Sopa de harina de soja c/salsa de tomates
48.- Sopa de poroto soja a la crema
49.- Sopa de poroto soja
50.- Tortilla de poroto soja

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