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Generalmente los biopics de sucesos extraordinarios, como la creación

de Facebook en la cinta La Red Social (David Fincher, 2011), suelen ser filmes
interesantes que incitan cierto nivel de morbo. En el caso particular de aquella
película de David Fincher, sin duda se trató de una agradable sorpresa, pues
nadie auguraba un relato tan apasionado y bien orquestado como el que resultó.
En gran medida eso se debió al estupendo guión firmado por Aaron Sorkin, el cual
basó su historia en los entretelones de las traiciones y golpes bajos de un grupo
de estudiantes y amigos que se enfrascaron en una encarnizada pelea legal para
delimitar la poderosa creación.
La nueva cinta de John Lee Hancock, Hambre de Poder (2016), bebe un poco
del citado film de Fincher (guard ando todas las proporciones), ya que ambas son
relatos basados en hechos reales sobre el nacimiento de un emporio, que a su vez
se sostienen por personajes taimados y ventajosos. En la historia detrás de la
creación de Facebook, es el Mark Zuckerberg interpretado por Jesse
Eisenberg mientras que, en la que nos ocupa, es Ray Kroc el personaje titular,
interpretado con maestría por Michael Keaton. Así, es justo enfatizar que
ambas historias giran en torno a traiciones, robos y ambición infinita, reflejando un
poco de lo que el “sueño americano” y sus costos provocan.
Hambre de Poder nos sitúa en los años 50s, al sur de California, en la comunidad
de San Bernardino. Los hermanos Dick ( Nick Offerman) y Mac McDonald (John
Carroll Lynch) llevan con éxito una hambu rguesería que se caracteriza por la
velocidad de su servicio: McDonald’s. Por su parte, Ray Kroc (Michael Keaton)
es un vendedor de capa caída de Illinois que siempre está en busca del negocio
perfecto, es así que da con los hermanos y su negocio de comida rápida. Gracias
a su habilidad como vendedor y aprovechando la ventana que se le abre con ese
negocio, Kroc echa a andar un plan para crecer y hacer múltiples franquicias del
negocio, buscando convertirlo en todo un emporio a nivel mundial, aunque en el
proceso se vea tentado con traicionar a los hermanos McDonald y, eventualmente,
orillado a arrebatarles su sueño en pos del suyo.
John Lee Hancock no es un desconocido en el terreno de las biopics. En realidad
la mayoría de su filmografía se sustenta en est e tipo de cintas, siendo las más
conocidas sus dos anteriores proyectos; Un Sueño Posible (2009), por la
que Sandra Bullock ganó su Oscar como mejor actriz, así como El Sueño de
Walt (2013) con Emma Thompson y Tom Hanks, donde cuenta la historia del
génesis de Mary Poppins. Con estos antecedentes se demuestra que para Hambre
de Poder era un realizador apto, aunque, al igual que en sus anteriores trabajos,
el resultado carezca de garra y sea más bien otra de sus adaptaciones muy
amables sobre los hechos en cuestión, aún cuando el personaje principal,
interpretado por Keaton, recurra a prácticas y decisiones que se antojan para un
relato con más acidez y mordacidad.
Es por estas carencias, así como por un lánguido guión, que la película sufre,
optando por tomar un camino fácil y mostrando solamente el ascenso del emporio
McDonald´s en manos de Ray Krock, dejando a un lado su parte más personal, en
la que sin duda explorar sus vaivenes románticos y las relaciones con sus socios,
a los cuales incluso en la explic ación de los créditos finales seguimos viendo que
fueron poco menos que polémicas, estaba la verdadera y más turbulenta historia.
A pesar de esto, la cinta es interesante y sin duda es entretenido ver cómo ese
negocio a primera vista insípido (sí, así como la comida que sirve) se convertiría
en todo un referente de la cultura popular de finales del siglo pasado.

La cinta funciona en gran medida gracias a Michael Keaton, que pone todo su
carisma y oficio interpretando un personaje que debería caer mal en det erminado
momento, pero gracias a su estupenda interpretación esto nunca ocurre,
convirtiendo entonces la película en un espectáculo para su lucimiento,
aun teniendo alrededor a buenos compañeros que le cubren las espaldas,
sobresaliendo John Carroll Lynch como Mac McDonald, uno de esos actores que
hemos visto en muchísimos papeles pero que jamás ha sido del todo reconocido.
Sin duda Keaton se merecía cuando menos la nominación al Oscar y demás
premios de la temporada recién terminada, pero todo se diluyó tras una demanda
de algunos de los co-productores a Harvey Wenstein (productor), ya que
consideraron que no supo vender la película y no hizo la campaña adecuada, razón
por la que paso sin pena ni gloria en los Estados Unidos.
Hambre de Poder es un film que vale mucho la pena a pesar de la falta de conflicto
y mordacidad en la historia ya que es entretenido e interesante, aunado a eso está
la magistral interpretación de Keaton, que sin duda hacen de sus dos horas de
duración algo digno de invertir nuestro tie mpo, permitiéndonos conocer cómo
muchas de las grandes empresas del mundo se construyen a base de mentiras,
traiciones y golpes bajos. El sueño americano en todo su esplendor.

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