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Maqueta: RAG

.IUI.IÁN GALLEGO

EL MUNDO RURAL
EN LA GRECIA
Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en
el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con pena'
ANTIGUA
de multa y privación de libertad quienes reproduzcan o plagien.
en todo o en parte, una obra literaria. artística o científica, fijada
en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización. Traducciones:
Gabriela Duchini

Caps. 1 y 10, lD Julián Gallego. Cap. 2, lD Michael H. Jameson.


por permiso de la lnstituionen fiir Arkeologi och Ami k Historia, Uppsala.
Cap. 3, © Peter Garnsey, por permiso de Cambridge Uni versity Press.
Cap. 4, ([) Thomas W. Gallant. Cap. 5, © Stephen Hoclkinson,
por permiso del Trinity Hall, Cambridge, Cambridge Philological Society.
Cap. 6, lD Robin Osborne. por permiso de Taylor and FrancisBook Lld.
Cap. 7. lD Lin Foxhall. por permiso de Taylor and FrancisBook Lld.
Cap. 8, © Victor Davis Hanson. por permiso ele Simon and Schuster. lnc.
Cap. 9. ([) Ellen Meiksins Wood, por permiso de Verso Lld.

([)de la presente recopilación. Julián Gallego. 2003


([) Ediciones Akal, S.A., 2003
para todos los países de habla hispana
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 91 806 19 96
Fax: 91 804 40 28
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Impreso en Cofás. S.A.
Móstoles, (Madrid)
ciudad-estado surgieron como partl.! del lllov i111Ícnto in id u 1 hur 111In 9
propiedad de lotes de cultivo pequeños, privados y equitativo-.: hl ,¡
hecho de que la mayoría ele los habitantes de la polis estaban L'lliiCI ELLEN MEIKSINS Wooo
tados directamente al crecimiento de la comida y sintieron t¡lll' l'llt
esencial la autosuficiencia local en la producción de comida (o11tr11
LA POLIS Y EL CIUDADANO-CAMPESINO*
keia), aun cuando en algunos casos no conservara un estricto scnl uln
económico; y e) el temor debido a que en el siglo IV algunas COIIllllll
dades, más notablemente Atenas, habían desarrollado prácticas soc1.1
les y políticas enemigas del agrarismo de la polis tradicional.
El ao-rari
o mo no era meramente un ethos limitado al chauvini!lllllt
campestre de la polis. sino el ethos a partir del cual puede rastrea'''
la mayoría de los demás valores agrarios griegos. A causa de que lanltt
Aristóteles como Platón (y la mayoría de todos los pensadores polltt
cos griegos) creían, a diferencia de los teóricos modernos, que el pa¡wl
l. La liberación del trabajo: del reino «redistributivo» a la polis libre
real del gobierno era mejorar la naturaleza de la humanid�l{l. la oc11
de tributo
pación y el estilo de vida de la ciudadanía llegaron a tener suntu
importancia. Siempre que un amplio segmento de la población trahu
jara y poseyera sus propias granjas, el agrarismo, la polis y la cultu1,t
Hay un sentido en el que Burckhardt y los demás tenían razón
cuando e�cogier?n como una de las característica�s�n�iales de I a
\
arieoa
o o misma estarían todos en buenas manos. La paciencia, la frug¡t _
. . democracta aten1ense el hecho de q!;te lo�pobres e1an hbres, o _!_elatt-

/ ��
,

lidad, la practicidad y la comunaltdad entre la Cllldadama eran 11"


vamente libres, de la obligación de «hacer el trabajQ que los�QS 1
cosechas naturales del credo rural. Eso explica por qué los filósofo,
vieron que cualquier cosa que socavara el agrarismo -grandes granja'

n�cesi aban g_ue se hiciera». Esta afirmación debe ser disting ti�a del �
_
nuto s1mple de la masa oc1osa, de acuerdo con el cual Jos pobt es esta-
vida en la ciudad, trabajo asalariado, servicio mercenario, poder matl
ban excesivamente libres del trabajo como tal, dejando que los escla-
timo y participación de todos los ciudadanos en política sin import:�t
vos llevaran a cabo las labores de la vida cotidiana mientras que los
la posesión de propiedad- erosionaría prontamente el concepto ongt
ciudadanos se divertían en la asamblea, el teatro y especialmente en
nal de una polis. Tal anti-agrarismo puede haber llevado a la forma
los tribunales, donde los pobres estaban constantemente ocupados en
ción ele capital, una mayor democratización y un rápido crecimientP
perseguir y expropiar a los ricos. Si la masa ociosa guarda poca seme­

1
urbano, pero también cambió el carácter griego en formas que noso
janza con la realidad histórica, hay una pizca importan e de v�rclad en
tros, modernos, podríamos apreciar singularmente. Los críticos dt•
la proposición más sutil con la que a menudo se asocw el m1to, esto
Platón y Aristóteles encuentran su pensamiento no liberal, reacciona
rio y retrógrado. Pero no han refutado la conexión básica ele los fi l(t
es que, mientras la multitud sí trabajab � para la subsistencia, los laz�s �
J entre ricos y pobres en Atenas eran débiles al punto de que las dos cla-
sofos entre el agrarismo y el estado griego estable. Y no han mostt·a
ses no estaban lirmemente obligadas una con la otra por los lazos de
do que el carácter y el ethos helénicos fueran los productos únicos til'
dependencia que unen al amo y el sirviente.
una Atenas urbana, democrática e imperialista, más que la temprana .
La independencia de los trabajadores pobres, que para Mttford y
liberalidad del granjero con diez acres, hoplita y miembro del consc
Burckhardt era la fuente principal de las enfermedades de Atenas,
jo. Por ende, si ahora objetamos la visión de Platón y Aristóteles, ello
puede de hecho proveer la clave de la democracia ateniense'. Ponerlo
puede deber e a que hemos perdido empatía con el granjero mismo til'
mano callosa y su carga de confianza en sí mismo, trabajo duro y una
peculiar desconfianza hacia ricos y pobres por igual. * El presente trabajo constituye el capítulo 3 del libro de Ellen Meiksins Wood. Pea­
sam-citizen and slal'e. Tirefoundatiom of tire Atlrenian democracy. Verso Books. Londres,
1988, 81-125 y notas en 195-200.
t La autora analiza las posturas de W. Mitford y J. Burckhardt en el capítulo 1 de Pea­
srmt-citizen mul slc11•e. 5-41 y notas en 185-7, especialmente en 10-6, para el primero, y en
22-8. para el segundo; en este capítulo se estudian asimismo las posiciones de los demás
autores aludidos en el párrafo anterior [nota del editor].

268 269
de e�tc 111<1do e-, ya rccollo�·l
'J t¡lll', .lllll '' IIHIUdiihl
t·illl'lll\' l'\1\lll• '"
conexión íntima entre la libcl'lad del ll' la dL'IIHH.:racw atcnicn:-.e había implantado sus raíces antes de q�e
C1udada11o y la dcpL'IIdl'llll. J
esclavo, es� conexión no tuvo la form l , l'�clavitud :-.e convirtiera en un factor significativo en la econom1a
a simple sugerida por el lllll11 1 _ Y
la ma�a OCIOSa o po su inversión mar c a. La explicación alternativa de la conexió� entre dem?�rac1a
:, xista, el modo de prod111, 11 ·lavitud es que el crecimiento de la democracia y la condtc1�n que
esclavJsta. La con�n entre democr�
cia y_ esclavitud no e� "'"'PI
�nt� que eft�baJO de los esclavos hici concedió a los ciudadanos más pobres de Atenas, campesmos Y
era posible el tiempo lihll'I I
los cmdadanos podían dedicar a la J csanos, los hizo indisponibles como trabajo dependiente, creando
actividad política . La colil'"'
debe encontrarse en la independencia ·í un incentivo para que sus compatriotas más ricos buscara � modos
de los ciudadanos no en su IHIII � - do que
Q9 libre ni en la relegación del alternativos de explotación. M.I. Finley, por ejemplo, ha argUJ
1 trabajo grock;'ctivo en los esclavo'
Para ponerlo de otra manera -y esto pue
de ser tomado como la 11· 1
«el campesinado había ganado su libertad p �1sonal � su t�nencta ?e la

.
central del presente estudio- la cara tierra por medio de la lucha, en la que tambten gano la Cl�dadama, la
cterística distintiva de la dl'llll• _
cracia ateniense no era el grado en calidad de miembro de la comunidad, la polis. Esto en s1 m1smo fue
el que se basaba en el trah11
dependiente, el trabajo de los esclavos 1, ulgo radicalmente nuevo en el mundo, y condujo a su vez a una segun-
, sino por el contrario, In n,,.,lf
da en que excluía la dependencia de
1 da innovación destacable, una sociedad esclavista»3.
la esfera de la producción. '''1" .
�s, la me� ida en que la producción descansaba sobre el Esta parece ser 1 � líne� más fructífera a seguir, � L nque reqUiere u aj
)
mdepend1ente con la exclusión del trab trabajo lih11 ,
ajo en formas y grados va1 " '
.
elaboración y especrficac1ón constderables. NecesttaJ�os
.
� cono�er pte-

j
bies de dependencia jurídica o sujeción cisamen�primero, para ejec.utar 9ué func10�es SJ2klales eLc.i.�dada­
politica. Entonces, la escl:l\1 _ _
tud ateniense debe explicarse en rela no-campesino ya no estaba d1spomble por mas t1empo y qué llm1tes
. ción con otras formas de trah¡qn _ ,
que fueron excluidas por la democra puso su existencia a las formas po�bles en que el trabaJO pod�a org�­
cia. Ella debería tratarse no COIIH•
la base productiva de la democracia sino ñ!Zafse en la polis. Si no era el trabajo como tal el que estaba 1mpos1- \
más bien como una forma 1h _
depende
_ ncia permitida y fomentada por un sistema de produccio11 bilitado por la condición de la ciudadanía, � Ciertamente �o lo era el \
dommado por productores libres e inde trabajo agrícola que constituía la base mat�nal de �sta soc1edad ag1a­ _
\h�cía, _en los in�ersticios de ese sist ma.
pendientes y que crecía, como h• ria, entonces ¿qué posibil�dades 01;utó 1� cmdadanw,_y dónd��staQa 1 ¡Y
1 �
,
esclav�tud aten1ens sena, pues, que� nece �
L pregunta central acerca ck
sidades soc�. ale�persistíanp:u"
¡,, los espacios que la esclav1tud pod1a vemr a ll�nar? Debe decus� tam

ser sat1sf�chas med1ante alg�na clase bién, Sín embargo, que los esclavos no se ubtcaron en forma Simple.
e trabajo dependiente QJJ.e..l.U�Jm _
mas donunantes de traba,¡o !Jbre eran � directamente en los lugares que dejaron vacantes los CIUdadanos-cam­
mcapaces de complacer.
Hay dos maneras comunes de formular pesinos. La propia existencia de esa formación soci�l única, �a­
la conexión histórica en11 r _
el surgimiento de la democracia y el ciones distintivas entre terratenientes y '2?mpes1nos mcorporadas a l.a
crecimiento de la esclavitud. L.t
primera sugiere que un incremento en polis y en particular la democra�ia no s�lo �rearan nue�a� ? portum­
_ el aprovisionamiento de escla
vos, por no i1npo rt� qué medios, hizo que la democra dades económicas sino que tambtén restnngte�on las postbll1da � es de
med1ante la l!berac1ón del cuerpo ciud cia fuera posibll' producción y apropiación -por ejemplo,!imita�?o 1� concentrac19n.9e 1
adano para la participación cív1
ca. Esta «explicación» da por sentado la propiedad y limitando así el alcance de la utll1zac1ón de e..§_cla�
todas las cuestiones importan
STfñísma4. Por ende, necesitamos conocer mucho más acerca de l�s 1
.}
tes y es, en cualquier caso, cronológ
icamente defectuosa. En nin oú11
lugar de Grecia la esclavit
ud parece haber sido económicam necesidades, posibilidades y límites creados por este fenómeno «radi­
importante hasta el siglo VI a.C., y en e"'ntv calmente nuevo», el ciudadano-campesino, si querem?s entender tanto
Atenas llegó a su pico bastantr J
más tarde que en otras ciudades prós las funciones de la democracia como las de la esclavitud.
peras2. Incluso si vacilamos en .
aceptar la convención que identifica Un modo de definir la significación del ciudadano-campesmo (y
a las reformas solonianas (¿594/3
a.C.?) como el momento fundante de progresivamente también del ciudadano-artesano) podría ser con�ide­
la democracia ateniense, ella:-.
representan por cierto un punto de quie rar este fenómeno contra el fondo de otras sociedades campesmas,
bre crítico en la liberación del
campesinado; y en ese sentido, puede comenzando con las comunidades de la Grecia arcaica antes del adve-
decirse con confianza razonable

J M.l. Finley, Anciem slavery and modem ideology, Londres l980, 89-90.
2

Para una breve discusión de este
punto, véase O. Murray Earlr • La autora alude aquí al análisis del capítulo 2 de Peasmrt-c111zen curd sla �e, 42-80 Y
1980, 226-8. •
.
Greece Glasg
' •ow • notas en 187-95, referido a la relación entre la esclavitud y el ciudadano-campesmo, donde
discute ciertas evidencias e interpretaciones contemporáneas [nota del edttor].
270
271
hrt·go, lodo' "" lt'lllm llll'ólll'll\ llll'll'll
lll ll\11 tk IIHIIlCtl:t\ rncralu.:a�
nimiento de la polis, y aquellos estados griego� que nunca , ll'l, ttl
\IO\ y salario ,, pero para el re�to confiaron en
desarrollo pleno ya sea del ciudadano-campesino ya sea de la csd,l\ rlul pam el pago tk llllJlUC
ros y los almacenes de cada
mercancía a gran escala, notablemente Espruta, Tesalia y la� ciud.ul1 los pago� en c� pccic a partir tle los grane
1 estado de Cre�a. En todo� estos casos, la agricultura y la product·ro11 1 1 género, tlcstlc los cuales se distribuían los
bienes más variados para
no productora de la pobla­
ge�eral estuvreron dominadas por gentes que estaban política1111 rrt uso y consumo principalmente de la prute
res y la clase ociosa.
1 S�jetas a o que er�n jurídicamente dependientes de las clases P'" rl ción, es decir, para los funcionarios, los milita
a China , en el imperio de
Éste era el sistema practicado en la antigu
1 gradas o una autondad central a las que estaban obligadas a rcndrr Ir 1 nia. En estas
de la India y tambié n en Babilo
' buto y/o servicios laborales de una u otra forma. De hecho, ésta L'� "" los Incas, en los reinos
1 característica que est�s estados tenían en común con las civilizad"''' civilizaciones, y en mucha s otras de vastos logros econó micos, se
medio del mecanismo de
-7 avanzadas más conocrdas del mundo antiguo. La generalidad de 11111 f01jó una elaborada división del trabajo por
1 �rdenes sociales es lo que hace útil caracterizar la situación conlr.r
tan!e_ de la democracia ateniense en términos de su exclusión dl' ¡,1
la redistribución6.

formas
1 �ependencia de la esfera de la producción, en vez de enfatizar, corrrn Tales sistemas «redistributivos» podían asociarse a varias
ión impon dría neces ariam en­
1 má� comúnmente �e hace, el predominio del trabajo dependiente hu¡n tenencia de la tierra, aunque la poses
dad centra l a la que a menu do per­
la forma de esclavitud-mercancía. En comparación con las condit'll• ciertas obligaciones con la autori
clases
nes de otras civilizaciones avanzadas del mundo antiguo -y por ci1·r a toda la tierra, al menos en principio. En el caso de las
era proba ble que el derec ho a la tierra se asoci a-
to de muchas sociedades posteriores- la ausencia de un campesinadr• y privilegiadas,
esino , la pose-
dependiente y el e�tablecimiento de un régimen de pequeños posn a alguna función oficial o cargo público. Para el camp �1
. . ción hacia
dores libres se drstrnguen en un relieve claros. de tierras, en cualquier forma, significru-ía una obliga
s o servic ios labo-
La descripción que sigue de los reinos «redistributivos» del mundn n señor supremo, en la forma de impuestos, tributo
local o a la autori dad central.
antiguo puede servir como punto de partida: rales, rendida directamente al terrateniente ena­
iación , transf erenc ia y almac
La cadena de redistribución, aprop pro­
el traba jo de los camp esino s, cuyo
Todas las economías en especie a gran escala fueron conducidas cn11 miento, comenzaba aquí con
terrate niente s, funcio narios y reyes, y cuyas
la ayuda del principio de la redistribución. El reino de Hamurabi l''' ducto alimentaba a los
os y pirámi-
Babilonia y, en particular, el Reino Nuevo de Egipto fueron despoli� prestaciones personales de trabajo construían los palaci
de dependen-
mos centralizados de tipo burocrático basados en dicha economía. 1 1 des. La condición del campesino era por definición una
bogar de la familia patriarcal se reproducía aquí a una escala enor cia jurídica o sujeción política.
memente ampliada, mientras que su distribución «Comunista» se gru En Ia actualidad se está generalmente
de acuerdo en que un siste­
duaba, implicando raciones claramente diferenciadas. Un vas111 ma redistributivo tal prevaleció en la Greci a de la Edad de Bronce, al
número de depósitos estaba listo para recibir el producto de la activi menos en los reinos minoico tardío y micén ico, aunque generalmente
en una escala menor que en los demá s reinos e imperios mayores del
dad del campesino, ya sea que fuera criador de ganado, cazador,
Minos, por ejemplo, es
panadero, cervecero, alfarero, tejedor o cualquiera otra. El producto �t· mundo antiou "' o. El mítico laberinto del rey
los vestigios de
registraba minuciosamente y, en tanto que no se consumía localmen reconocible en las ruinas del palacio de Cnosos como
tan expresiva del
te, se transfería de los depósitos más pequeños a otros más grande� la miríada de habitaciones de almacenamiento
ento de la lineal B, no im­
hasta que llegaban a la administración central ubicada en la corte del mecanismo redistributivo; y el desciframi
onar, testifi ca sin much a am­
faraón. Había casas de tesoro separadas para vestimenta, obras de arte, porta que controversias aún pueda ocasi
ro de archiv os, los inven tarios y las
objetos ornamentales, cosméticos, platería, el guardarropa real; había bigüedad un vasto istema de regist
mía redist ributi va. Aun cuand o poco se sepa
enormes almacenes de granos, arsenales y bodegas de vino. obligaciones de una econo ó­
s de la Greci a de la Edad de Bronc e, los arque
Pero la redistribución a escala practicada por los constructores de pirá­ sobre los campesino rei­
estos antig uos
mides no se restringía a economías que no conocían el dinero. Desde logos e historiadores han reconstruido un cuadro de
que el palac io en el centr o es el térmi no de una cadena de
nos en el

� Para una caracterización de Atenas como <<régimen de pequeños poseedores», ver


A. Snodgrass, Archatc Greece. The age r!f e.rperime111, Berkeley, 1980, 37. 6 K. Polanyi. The grau trwiformatirm. Boston, 1957, 51-2.

273
272
apropiación que comienza en las aldeas circundantes con la labor de posibilidades sociales crearan nuevas formas literarias e i ntd�l:tlluk�.
los campesinos, obligados hacia los terratenientes locales, los funcio­ unto con un sistema de escritura nuevo y más versátil, el alfabeto gri�go.
narios y la autoridad central a través de un sistema de tributos y pro­ Se sabe demasiado poco acerca del periodo intermedio entre lo�
bablemente prestaciones personales en trabajo. Esta red burocrática de antiguos y la polis para permitir alguna hipótesis confiable
obligaciones parece haber sido organizada por medio de un sistema de acerca de los procesos históricos que llevan de uno al otro. Por el
tenencia de la tierra en el cual momento la evidencia sólo resulta suficiente para construir un cuadro
coherente de la sociedad griega en la así llamada era arcaica; ya habí­
mucha (y tal vez toda) la tierra era poseída con un cargo, condición an surgido formas de organización política y social radicalmente dife­
u ocupación y ... las obligaciones hacia y desde el centro se calcula­ rentes de aquellas de los estados micénicos, que mostraban poca
ban y satisfacían por medio de repartos y cuotas de tien·a y produc­ semejanza con los reinos «burocráticos» altamente estratificados y sus
tos (agrícolas, industriales e intelectuales). Debemos imaginar una sistemas de propiedad y distribución. Seguramente sea correcto, como
situación en la que funcionarios, soldados, artesanos, pastores y gran­ Anthony Snodgrass ha defendido, tratar a la era arcaica como un
jeros, todos poseían tierra (o trabajaban la tierra) bajo condición de periodo ele importancia mayor, en vez de como un preludio simple­
que rindieran ya sea los servicios apropiados ya sea las cuotas de pro­ mente de la grandeza de la Grecia clásica; y seguramente tenga razón
ductos indu triales o agrícolas según fuera el caso7. en insistir en la «revolución estructural» que establece en una sucesión
los desarrollos que constituyeron la singularidad de las formas socia­
Este cuadro es confirmado, como destaca Finley, por «la ausencia les, políticas y culturales griegas. Éste es el período que, tal como
de cualquier indicación de renta (en 'dinero' o especie)». Aunque Fin­ Snodgrass demuestra, vio la emergencia del pequeño estado indepen­
ley falla al buscar las implicancias de esta observación, la ausencia de diente, la polis autónoma consistente en una ciudad y el territorio cir­
renta sugiere que, mientras que la propiedad era poseída por indivi­ cundante, con su principio de ciudadanía, la comunidad de ciudadanos
duos y existía allí un derecho de apropiación individual, sería enga­ libres y las ideas concomitantes de individualidad y libertad que de
ñoso pensar en términos de propiedad privada, lo que oscurece el manera única penetraron la cultura griega y explican mucho de lo que es
carácter público o político de la apropiación y los derechos de propie­ específico en el arte, la filosofía y la literatura griegas. Pero aún tenemos
dad. Esta distinción entre apropiación individual y propiedadprivc !Jla poca base para especular acerca de cómo estos desarrollos revoluciona­
(uru.l distinción que Finle�hace) deberíafecordarse en lo que sigue. rios emergieron de las ruinas de las muy diferentes formaciones sociales
La desaparición de esta forma de estado sigue siendo uno de los que predominaron en Grecia en los siglos precedentes.
misterios más exasperantes de la historia antigua. Pocas transforma­ Sin embargo, Quede ser posib�jeturar_s� ....._
ciones históricas han sido más dramáticas que el cambio inexplicable � entre los reinos antiguos Y. la polis posterior buscando en lo que
que llevó de los reinos redistributivos de la Grecia de la Edad de Bron­ podnamos llamar -con gran precaución- alg_unos casos de desarrollo
ce a la forma polis, la pequeña «Ciudad-estado» independiente, con �1mpido en Grecia. Sin que necesariamente se desCubran causas
sus raíces en la llamada Edad Oscura después del misterioso cataclis­ o se sugiera incluso un proceso de evolución sin rupturas, podemos al
mo. La civilización del palacio, su aparato administrativo y su sistema menos hallar formas sociales y políticas que en principio llenen el vacío
de apropiación, almacenamiento y redistribución, simplemente se des­ entre el reino redistributivo y el régimen del ciudadano-campesino. En
vanecieron . Tal vez la marca más notable y conspicua de esta trans­ particulm·,.Qodemos encontrar en los penestai, hilotas o siervos de Tesa­


formación es la desaparición aparente de la escritura en Grecia por l� rta y Creta varias formas de relación tributaria que representan
varios siglos. Una vez que la necesidad tan característica de la econo­ púntos a lo largo de un contúzuum entre el sistema tributario centrado en
mía de palacio de registrar en archivos compulsivos se había evapora­ el palacio y la comunidad ciudadana de campesinos independientes
do, pasaría un largo tiempo antes de que las nuevas necesidades y cuya ciudadanía queda denotada en su libertad respecto del tributo. La
desaparición de las relaciones tributarias, fluctuando desde la se"ñti­
dumbre política del reino redistributivo a través de la dependencia
7 M.l. Finley, Economy and society in ancient Greece, Londres, 1981, 210. Sobre la comunal ya individualizada de los hilotas hasta los vínculos más difu-
organización de los estados micénicos, ver también J. Chadwick. The Mycenaecm ¡•·01"/c/.
sos y altamente personales de clientela, fue acompañada por el creci­
Cambridge, 1976, 69-83; M.l. Finley. Early Greece. The Bron:e and Archaic ages, Lon
dres, 1 970, 38-9, 54-6; E. Vermeule, Greece in the Bronze age, Chicago, 1972, caps. 6 y H; miento sólido de la esclavitud-mercancía en aquellas zonas de Grecia
R.F. Willetts, Ancient Crete. A social history, Londres, 1965, 42-7. donde la liberación del campesino fue más completa.

274 275
Tesalia, Esparta y Creta, a pesar de las diferencias sustanci:il1 altamente exclusiva dominando sobre una población cuyas tierras
entre sí, tuvieron ciertas similitudes mayores que pueden, como Sll111l ocupado pero terminó con un cuerpo ciudadano más extendido
grass ha argüido, autorizarnos a agruparlas juntas como una catcgo11>1 vez de las servidumbres de Esparta o Creta. El contraste más dra­
distintiva «que ofrece un modelo de desarrollo político conservado! Mico, por supuesto, es provisto por Atenas, donde las reformas de
contra el que pueden medirse los logros de una polis democrát 11 1 consolidadas y extendidas por la evolución de la democracia,
como AtenasS. En todos estos casos, el campesinado estaba en vann un final a todas las condiciones y relaciones tributarias de
estados de dependencia jurídica o sujeción política, y las tierras ck l1 servil en el momento en que Atenas parecía estar «regresando al
comunidad ciudadana eran trabajadas por siervos de una u otra cla 1 de los estados basados en siervos)) 10.
En Tesalia, los penestai («trabajadores» u «hombres pobres») prohu Las condiciones especiales de los «estados conquistadores» pue­
blemente fueran campesinos dependientes que estaban obligado-. 1 hacer peligroso generalizar a partir de sus circunstancias en favor
entregar parte de su producto a sus señores supremos a cambio ¡[, un modelo universal de dependencia jurídica y política a mitad de
ciertos derechos. Los hilotas de Esparta, sobre quienes se sabe mut "" mino entre los estados redistributivos de l a Grecia de la Edad
más, eran una población dependiente sujeta de manera colectiva ,,1 Bronce y la polis del ciudadano-campesino. No podemos tan solo
estado espartano pero repartidos individualmente a los miembros ind1 ferir un proceso simple de evolución de los reinos micénicos hacia
viduales de la comunidad espartiata. Trabajaban la tierra, de nuevo 1 formas menos centralizadas y más fragmentadas ele relación tribu­
cambio de ciertos derechos, entregando parte de su producto a \11 en especial dada la escala de destrucción y despoblación que
señores supremos. En las ciudades de Creta, existían dos categoría� d• ino -aunque en el caso de Creta, como veremos en un mamen­
siervos, privados y públicos. En todos los casos existía también ot1 1 es sugestivo-. Pero algunas continuidades no están excluidas, y es
categoría en algún punto entre los siervos dependientes y sus amo ifícil imaginar que el legado micénico no tuvo relación con lo que
los periokoi, campesinos que vivían en los campos circundantes que ino después. f2Llo menos, nos podemos permitir constrgir una clase
aunque jurídicamente libres, no tenían derechos de ciudadanía y c�t11 continuum analítico que puede ayudar a iluminar la particul
aridad
ban políticamente sujetos al estado. Estos estados, junto con algu1H' la polis democrática -o incluso de 1�polis en general, CU)'as carac­
otros como Argos y Lócride, acerca de los cuales se sabe menos PL''" ticas distintivas fueron másplenamente desarrolladas en la demo-
que parecen haber tenido varias categorías de poblaciones dependieu
')tes o no privilegiadas, también tendían a ser aristocráticos y mili111 R.F. Willetts ha resumido la transformación de la econom
ía creten­
ristas ' y al oo-una forma de monarquía puede
'
haber sobrevivido aquí 111,1 después ele la caída de los reinos micénicos de un modo que puede
tiempo que en otros estados griegos. Estos parecen haber sido «est.l ar luz a la cuestión mayor de la polis, no sólo como una formación
·

dos conquistadores» en los que los grupos sujetos eran poblaciom política única sino también como una forma distintiva de relaciones de
indígenas gobernadas por ocupantes extranjeros. Este modelo «con propiedad, y a la cuestión de la organización del trabajo:
servador», argumenta Snodgrass, puede mostrar
La forma política de la nueva economía era la ciudad-estado. Por el desa­
lo que podría haber sido el resultado general si nunca hubieran suu
rrollo de la ciudad-estado en su forma clásica, la vieja comuna aldeana,
dicto los desarrollos más radicales en los otros estados arcaico
con sus tradiciones de propiedad común, iba a ser cambiada por una
Pudieron haber existido logros políticos y militares considerabk
comunidad de propietarios campesinos, comprometidos con la produc­
sobre esta hipótesis, pero no muchos culturales ... El logro total pod1l11
ción independiente para el mercado. Sin embargo, este proceso estaba
haberse comparado con aquel de las ciudades etruscas o fenicias''.
lejos de ser uniforme. Los propietarios campesinos de Atenas lograron
su condición después de luchas de clase extensas que culminaron en una
Hubo otros casos, tales como Beocia -donde aparentemente la revolución democrática. Los campesinos de la Creta histórica nunca
calificaciones censales altas para la ciudadanía activa produjeron llll lograron su independencia. En Creta, las tradiciones de la propiedad
tipo de grupo «perieco))- o Corinto, que comenzó con una aristocra común basadas en la comuna aldeana se unieron con un sistema de exac­
ción tributaria que las aristocracias dorias consolidaron durable mente ...

8 A. Snodgrass, Arclraic Greece (op. cir. n. 5), 90.


9 Jbid. lO /bid., 93.

276 }//-------
Una 1OJllla d� lcn�ncia d� la 1 1 1' 1 1 . 1 dl'\,11 1 ! lllilda <k l'\ll' tnndu JI s: de la caída de los
· N1'\'t'.l y rc•rmrenienres, so111eridos y ciudadano
basaba en e1 In· ba¡ 1s111o
· 111moico-mi<:�ni<:o h�r"tl't(l<l ... ( . 1 • ti 1 1 11111
reinos 111icénicos a las reformas de Salón
·

• � cado por Jos dorios . . . Los cultivadores se conv in t l' l l lll 111
1110d'fi
t ervos. La supremacía doria fue lograda a través dl' 1 ,1 es demasiado fuer­
Esta conexión estructural (si expresarlo así no
l l os, S

c .� ones de un
.
Ststema tributario impuesto sobre las fornHI\ ''1 esina y el tributo,
1 ) entre las diferentes formas de dependencia camp
vtentes de la comuna aldeana pr imitiva " . proce so histórico de
1r supuesto, no debe implicar que un difundido
de uno al otro tuviera lugar a lo largo de Greci a. Sin embar-
S i n tener que involucrarnos en la molesta cuestio'n de las « '. ' " ·' de que exisit iera algún tipo
·
vale la pena considerar la posibilidad
nes dOt·�·as» (�· en cuanto a eso, en otras controversias histórk:�' icos y los sistem as poste riores de
continuidad entre los reinos micén
no son tnmedtat �mente relevantes para la presente cuestión, tal 1 1 inclus o en aquel las polei s que iban a
· , j!l o y tenencia de la tierra
los debates relattvos a la naturaleza y extenst'ón de la p!O . dliCCIOII rtante entre
medidas sociales muy diferentes. El caso m<ís impo
ga p ata e1 mercado), t�! vez podamos extraer del resumen de W l l l ción continua
manojo de sitios para los que hay evidencia de ocupa
·

un tnfoune . d� l a relacton entre la economía redistributiva de Cn·t,t muy pocos casos


lo largo de la edad oscura, y desde luego uno de los
��. E dad de B, once y el SIStema posterior de servidumbre. La su��·•, 1 icar la espec ulación,
. _ es que, stn l�ac r caso a las .E_ondiciones especiales ele 1 1 ,1 del cual se conoce lo suficiente para justif
ct,� aqut incie rto del regis tro arqueo­
q�, � ubo
� Atenas. Teniendo siempre presente lo tales
. una contmutdad entre la �ropiación estatal de los n•rtu preci same nte en cuest iones
·co, que es particularmente inútil os a
d� la Edad d� Bronce y las relaciones tdbutarias de la servidlllnltt pode mos sin emba rgo autor izarn
como las relaciones sociales,
�eten�. El !1tlo común que une a las dos es la comuna aldeana ,11 1 huella, no sólo en
ta, la comunJdad de campes! nos, ligada colectivamente con la «Ca\! • suponer que las instituciones micénicas dejaron su
ién en aquellas
1 . . esa parte del Ática habitada sin interrupción sino tamb
gobernan �e cuya dommacwn política también impone el de . 1 sido gradualmente
partes del campo despobladas que pueden haber
extraer tnbut�s. En l�s formas arcaicas, el tributo podía cons � , :�� :: ' repobladas en un proceso de «colonización intern
a» por parte de los
com� �lgo aftn a un tmpu�sto en especie, el tributo debido al est.ul• partir de un centro ocupado.
cent.tahzado . En el caso mas tardío, el tributo' tal como fue se ha t' aristócratas y sus seguidores moviéndose a
negar las treme ndas diferencias
Hablar de continuidades no significa
verttd� en �� ás individualizado, un tipo de renta. El ree :np la�o
. . . :'1:', entre los reinos arcaicos y los estad os que surgie ron de sus ruinas. Pero es
�111o 1 edtstt. tbutlvo por la forma municinal � de la · en este caso Sl f
' po 11s upado s con la ia que el proceso his­
. posible llegar a estar tan preoc dif erenc
nt'f· �a que el l nstrument de agropiación no es más el estado «btrr ! l bable que surgiera en
. �
<::�átJC?» St no una comunidad d e ciudadanos, una comunidad de )J P tótico desaparece del todo. Parece en extremo impro
a sus predecesores y
Grecia un nuevo orden social que no debiera nada
Pl�tanos con �erechos individuales de apropiación, aunque e l t t � que siguiera un curso de desarrollo no diferente del
que podía haber ocu­
det echos todavta se hallan determinados por la condición ele miemb¡, hubie ran existido, y si la
del estado. Para �� can�pe�.t ? o dependiente, la descentralización (h 1 nido si los poderosos reinos micénicos jamás
una comu nidad «triba l» pura. �
. polis griega hubiera evolucionado desde
g?bJerno Y 1� c1e�1ent� tndtvtdualización de la propiedad también si , un punto en partic ular. Cuan do la
Este cuadro es insatisfactorio en
nt 0 can una t� d l: v tduahzaci ón de la dependencia: la aldea campesit .�
. �ttvamente da forma
� sociedad griega resurge de la oscur idad de la edad oscur a, una caracte­
an­
SUJeta cole . paulatinamente a la relación 1'nd·1 " nte: la prese ncia de una clase gobern
rística es en especial impresiona
dual entre stervo Y amo, y pro bablemente también aumentando la alil basada en la propiedad
. al suelo, en la medtda . te claramente detinida, una nobleza privilegiada
d llla en que el campesino llega a estar atado ·ti Finley, «el régimen
individual. «En los poemas homéricos», escribe
estabilizado . Es
'

hogar del señor su�temo, en vez de al «hogar» patriarcal extendid1,


de 1 1.etno
· . . ·

de propiedad, en particular, estaba ya plenamente


redtstnbuttvo. y los asent amientos ori­
apenas visible cómo se hicieron las divisiones
o lugar en el pasad o y pertenecen
ginales, dado que todos habían tenid
El régim en que vemo s en los poemas
a la prehistoria de la sociedad. 1
era, sobre todo, uno de propiedad privada» 2.

12 M . I . Finley, Ecrmomy and society (op. cit. n. 7), 217. No reiteraré los argumentos
11 R.F. Willctts, AIICÍeJII Cme (op. cit. n. 7), S I . expuestos repetidamente por Fin ley y otros concernientes a la épica como fuente histórica.

278 279
Ninguna evidencia antropol<igica dt,pouthk tle olta' '"l tnl t l Sut l'tllhill!'ll, h.1� lltt n·qu1�tlo l lli JlO it a n te qu� 1 - inl ey no toma en
ha provisto casos análogos que pudieran ayudar a dar cut:nl.t d. 1 'lila, y ,:..,e e� la t:xlensión en la que los derechos de apropiación
desarrollo a partir de un orden social «primitivo» puro. La anlto u 1l n aún haber reposado en poderes «extra-económicos», jurídicos,
l
gía no ofrece ejemplos comparables de un régimen de propiedad ¡ol 1lítico� y mil itares, es decir, la extensión en la que la propiedad en l a
namente estabilizado», con este grado de individualización, t:n l l ltl ·edad «homérica» mantuvo todavía el carácter d e apropiación polí­
1 binación con una organización política tan rudiment aria que i n v i t . t lt 1 aunque individual, a pesar de la desaparición del aparato del esta­

1
• comparación con la jefatura tribal. De hecho, las espcculnl tllll '· Nuevamente, podemos necesitar aplicar la distinción entre propie­
1 antropológicas tempranas sobre los orígenes de la propiedad pm . u l privada e individual, a fin de reconocer la especificidad de lo que
en general tendían a estar profundamente coloreadas por el ( l 11l , ha llamado apropiación <<política» . Las tenencias condicionales del
ejempl� de Grecia, antes �e que los d�s�ubrit ientos arqueolo�' " ' po asociado al estado micénico ya no existían más, por supuesto; y
� .
revoluciOnaran las percepciOnes d e la ctvdtzactón gnega .
arcatca 1 ente sea cierto, tal como Finley arguye, que no ocurrió nada
imagen de un orden tribal que, por medio de un proceso de dik t • ll
\ ciación interna, produce las divisiones de clase y la propiedad pri\ ""
.
milar a las relaciones feudales en la sociedad «homérica». Pero no
haber muchas dudas de que los señores de la épica representan
ha estado stempre atormentada por este ejemplo engañoso, origtu.li clase dominante cuyos poderes de apropiación no descansaban
mente construido en una completa, e inevitable, ignorancia tk u emente sobre l a propiedad superior sino sobre poderes «extra­
«prehistoria». ""'
micos» exclusivos, jurídicos, militares y políticos. Puede haber
Pero la sociedad homérica sí tuvo, después de todo, una «prehi-.1•• quedado poco de lo que podría denominarse el aparato estatal, pero lo
ria» larga y compleja, y eso incluía a los reinos micénicos, con sus l l.t que quedó permaneció encarnado en esta nobleza hereditaria. Podría
borados aparatos de estado y sus sistemas de tenencia burocrática d, ser menos engañoso, entonces, reservarse al menos la opinión so�_re e l
la tierra. No existe, entonces, necesidad de imaginar la anomalía dl' '"' gracro de privacidad en la propiedl!_d privada homérica y_ en su lug_au
«régimen de propiedad estable» que evoluciona en el contexto de llll l hablar de un régimen estable de apr�iación individu�.
sociedad virtualmente sin estado. Sin embargo, aquí puede ser ncn ----rodría ser posible comprender el sentido de la «propiedad priva­
sario introducir una modificación en la caracterización de Finley l h 1 da» homérica si asumimos que l a distribución administrativa de la
régimen de propiedad homérico. E_ l reconoce las dificultades asoct,t propiedad originalmente ligada a la «función, condición u ocupación»
das al concepto de «propiedad privada»: en el estado redistributivo-burocrático se convirtió claramente en pro­
piedad individual en cuanto el aparato administrativo desapareció. Tal
No propongo entrar en controversias ampliamente estériles sobn.· l 1 vez lo que vemos en el régimen de propiedad homérico son los vesti­
aplicabili dad de palabras como <<privada» y <<propiedad» para p0\1 gios decapitados de aquel sistema burocrático. Al menos, no debería­
siones primitivas y arcaicas. Es suficiente indicar que había un dc11 mos permitirnos ser engañados por las diferencias aparentemente anti­
cho l ibre y sin trabas a disponer de todos los bienes muebles 1111 téticas entre los dos sistemas de propiedad -uno colectivo y público
derecho concedido tanto a un jilius familias como a un pater jm111 (en principio) en el sentido de que derivaba condicionalmente del
lias-; que la circulación continua de riqueza, ante todo por regalo, l't , t estado, el otro individual (si no, tal vez, completamente «privado»)-. 1
uno de los temas mayores de la sociedad; y que la transmisión de 111
hacienda de un hombre mediante la herencia, los bienes muebles 1
Sin importar mucho que podamos tener que llegar a pensar en el esta­
do y el individuo como en principios antitéticos, no podemos pasar
1
inmuebles en conjunto, se daba por descontado como el proccdt por alto la posibilidad de que la emergencia de un régimen de propie­
miento normal después de su muertc 1 3. dad estable en Grecia presupondría un sistema anterior de propiedad
«burocrática» y no podría haber existido sin él.
La especificidad del desarrollo griego -y quizá de la propiedad pri­
vada occidental en general- puede rastrearse hasta las circunstancias
Acepto que, mientras que los poemas representan una amalgama
de leyendas, memori;" especrare"Simisteriosas en las ue de algún modo se l i beró la a ro­
culturales y la propia experiencia contemporánea del (de los) autor(
sociales y políticas que describen no guardan ninguna semejanza con
es), las estruct111 "' p�aci n m 1 v 1 ua l media�! despoj_o del sistema burocrático-redis­
la civilización mil'�
nica que pretende ser su ambiente, diciéndonos más acerca de la
sociedad «homérica». o
tributivo del estado que permanecía a su cabeza. Una transformación
algo más cercana a la propia época del bardo. profunda, ciertamente, pero no obstante una continuidad histórica. De
1•1 /bid.
hecho, puede ser más fácil aceptar este tipo de continuidad que ima-
280 281
ginar el c:-.tablel' i m il'lllll dl' un Il'gll lll'll tk p1 op1rd.ul l''tiihk r 1 1 1 1 ,m, señores de la épica a menudo son descritos como algo seme­
ausencia virtual de un estado. como una ruptura completa l' llt l t' lt ltc a los jefes tribales, aunque ya en camino hacia la condición pri­
órdenes micénico y homérico nos requeriría hacer. Más gcnna l l l ll l l kgiada de una aristocracia propietaria; pero esta analogía fal la no
te, u n proceso d e este tipo podría ayudar a dar cuenta d e l a cvolut 11111 o en dar cuenta de la existencia del régimen de propiedad sino en
distintiva de la propiedad privada en occidente, en la que el punln 1 1 1 rar el carácter separado de este grupo dominante. Ellos en con­
lico de quiebre puede haber sido precisamente la individ11ali,ur ,,, nto no dan la impresión de una jerarquía que crece orgánicamente a
singular de la apropiación política que resultó ele la destruccicín d, 1 rtir de una comunidad singular; soportan, en cambio, las marcas del
aparato de estado micénico. rtheid» que dividió a las comunidades gobernante y sometida en
E n cualquier caso, ha existido alguna especulación respecto de q111 tiempos micénicos. El abismo social entre estas dos comunidades
los señores «homéricos» pueden ser los descendientes de un tipo dt incluyendo posiblemeilfe: a m1smo tiempo, la separación dc�!__l uKar
nobleza provincial, funcionarios locales con derechos de propinl.11l de res1Ciencia- parece fñas grande que cualquier diferenci�e riqueza
que servían como conductos administrativos para la autoridad CCilll •l ue pudiera haber sido soportadapüfla socleaao materialmente �n­
de los estados micénicos. Esta visión obtiene algún apoyo del hl'l "" pübrecida que sucedió a la caída de los prósperos estados micénicos;
curioso de que los «reyes» de la épica no son normalmente llamad" perosi eSto es así, puede simplemente confirmar que el privilegio eco­
wanax, como lo son 1� verdaderos reyes registrados en las inst' I I J > nómico-de esta aristocracia se originó en los poderes «extra-econó­
ciones e n lineal B, sino más bien basileis, el título de un funcion:u 11• n:UCos» del estado burocrático-redistributivo .
local de rango más bajo14. Tales especulaciones etimológicas pucdt·n Por supuesto, es posible que la división entre señores y gente
ser peligrosas, especialmente dada la extensión de la destruccio11 común represente no una continuidad directa de los días de la econo­
sufrida por el orden social micéncio y su economía de palacio; p1· 1 " mía de palacio, de los estados apropiadores y las aldeas campesinas
esta noción tiene ciertos atractivos como medio para informar po1 1 " sometidas, sino una nueva polarización interna, en la que una oposi­
menos algunos rasgos notables d e la sociedad «homérica» y d e \11 ción creciente entre aristócratas y plebeyos comienza a parecerse a la
clase de nobles-héroes, no sólo su propia existencia como clase p1 u división entre comunidades gobernante y sometida, como las dos so­
pietaria sino tal vez también su separación de la comunidad de j c l 1 ciedades de Grecia en la Edad de Bronce. Muy probablemente la ver­
de familia campesina que apenas aparece en la épica, como si pcrlr dad se halle en algún lugar entre estas dos posibilidades. La nueva
neciera a otro mundo 1 5. aristocracia puede haber debido sus orígenes al régimen burocrático
de los reinos antiguos; pero con su riqueza y poder considerablemen­
te agotados por el cataclismo y sin el soporte del estado del cual surgen, .
1" Véase, por ejemplo O. Murray, Early Greece (op. cil. n. 2). 40- 1 . Mi argumcnlt•
incidentalmente. está de acuerdo con la visión de que el reino no era una característica tfp1
ca de la polis griega arcaica y que no hubo una transición general de la monarquía a la lll l '
tocracia e n el siglo VIII a.C. del tipo que s e da por descontado tradicionalmente e n la> h 1 • demás. pllra quienes no existía un término técnico colectivo. la multitud. La brecha entre
torias d e l a Grecia arcaica. Es posible, hasta probable. que con l a destrucción d e los esta<in los dos raramente era traspasada, excepto por los a�ddentes inevitables de las guerras e
micénicos. la monarquía fuera efectivamente destruida en las poleis emergentes y rec111 invasiones». O. Murray, Early Greece (op. cit. n. 2), 48, sugiere que puede haber habido un
pi azada por las aristocracias constituidas por los basi/eis. líderes locales que habían comc11 tiempo en el que la aristocracia estuvo físicamente separada de la multitud. Una discusión
<:ado como funcionarios menores o magistrados locales en los estados micénicos y 4111 particularmente útil sobre la relación entre aristocracia y multitud, que ilumina las posibles
eventualmente se convirtieron en una aristocracia terrateniente. Un persuasivo amíli." continuidades entre las sociedades micénica y homérica. se encuentra en W. Beringer, «Fre­
(¿aunque un tanto exagerado?) de este tipo de desarrollo es hecho por R. Drews, Basile111 .:dom, family, and citizenship in early Greece>>, en J.W. Eadie y J. Ober (ecls.), The crafl of
The el'idence for kingship in geomen'ic Greece, New Haven, 1983. No es necesario asumil 1he m1cient hislorian. Es.mys in honor of Chesrer G. Srarr, Nueva York, 1985, 48-52. Be­
una continuidad simple de personal o de dinastías en el sentido de que las familias ari;.to ringer. que habla de <((/parrheid» en las relaciones entre el grupo dominante y la multitud
cráticas de la Grecia arcaica fueran todas descendientes directas de los basileis micénico' (pp. 48 y 52), se aparta tanto de Murray como de Finley al sugerir que de hecho puede
Si hubo una continuidad del tipo que aquí se sugiere, es concebible que, en tanto lo• haber habido un tipo de campesinado dependiente, sometido a las «familias propietarias ele
demandantes originales de la condición aristocrática debían su posición y su propiedad ,, tierras o administradoras de tierras» que constituían «una instauración suprarregional que
tal descendencia directa, la continuidad importante esté en el régimen de propiedad mi;.mo. proveía el personal para todas las funciones púb l icas ya fueran sacerdotales y militares, ya
,

que permite cambios y aumentos en el personal. _


fueran político-administrativas y legislativo-judicales>> (p. 5 1 ). Así fuera o no el campeSI­
'5 M . l . Finley. The world of Odysseus, ed. rev. Nueva York. 1 965, 49, escribe: <<Unn
nado ático un <<dependiente» en el sentido de la servidumbre o el hilotismo, es engañoso
profunda división horizontal marcó el mundo de los poemas homéricos. Sobre la línea esta hablar -como lo hacen tanto Fin ley como Murray- de un «campesinado libre», sin prestar
han los arisloi, literalmente la 'mejor gente'. los nobles hereditarios que poseían la mayo1 la suficiente atención a las implicancias de la relación entre las comunidades dominante y
o
parte de la riqueza y t do el poder. en la paz como en la guerra. Abajo estaban todos lo' sometida que está al menos implícita en sus propios informes.

282
los aristócratas confiaron en sus ven taja-. rL' I l ll l l ll' lliL'\ t k In pr nplt'd r l 1, l·n d p.t�.ul11. \l' , t\ l l l l l l a l llt: l '> ta <.:omlrt:lllll t:nr t:l
¡..' t'lll'l,t l l l ll'llll' l '

superior y en un monopolio de J a jurisdicci6n para n:<.: on�trui r -.u l r 11 1 ultado dt:l illt: u r r rp l n n rcnto en una hipoteca o pn.!�tamo, cuya con­
za y ensanchar el abismo entre gobernantes y gobernado�. Cualq1111 1 ucncia era que la tierra del deudor quedara en dependencia y con
sea l a explicación, lo que vemos en cuanto Grecia emerge de la L·d.ul o alguna porción de su trabajo. Sin embargo, no hay ninguna men-
oscura e s aún -o de nuevo- una relación dicotómica en tre tlo� -.m11 ión de l a deuda en el propio informe de Salón de las reformas con­
dades «Separadas por ese abismo social creado y mantenido ror l 1 ientes a esta tierra «esclavizada». Asimismo, puede ser significa­
falta de leyes, costumbres y un modo de vida en común» 1 6. Y au nq u• va que en los tiempos de Solón Atenas difíc i l mente podía ser
Homero sólo relate l a historia de l a sociedad gobernante, podc r n 1 1 ''"'-'"'"ua una economía dineraria, y que l a moneda fue un i nven­
ver, también, u n a comunidad dominante c o n un monopolio d e l 1 1 ión más tardía de l o que tradicionalmente se asume. Esto es impar­
poderes jurídico, político, m i l itar y religioso, que, aunque débib \ en la medida en que arroj a dudas sobre el rango de posibilidades
precarios en comparación con l a fuerza centralizada del estado bun• incuJTir en deudas de la clase y la magnitud sugeridas por la can-
crático, aún pueden funcionar como medios de extracción de excr ción del hectemorado 1 7. En general, es difícil imaginar cómo la
dentes de las comunidades campesinas subordinadas, a la manera dr en el sentido en que es comúnmente entendida podría haber
los «basi/eis tle)I.Qradores de regalos» de Hesíodo que utilizan �"' cuenta de l a vasta cantidad de gente que estuvo aparentemente
poderes judiciales como medios de apropiación. involucrada, aun s i Aristóteles está exagerando cuando sugiere que

1
A l o l argo de esta discusión, especulación es, por supuesto, la pala todos los pobres en Atenas en vísperas de las reformas de Solón eran
bra operativa, dado que l a evidencia concerniente a las medidas socia siervos (pelatai y hektemoroi) de los pocos ricos ( Constitucion de Ate-
les de la Grecia arcaica es más débil, precisamente, sobre aquello' nas, I I y Y). Además, tal como Anthony Andrewes señala, la palabra
puntos que son más importantes para nuestra cuestión. Cuando la que se traduce como «deuda» es khreos (como en ibid. , VI), un térmi-
épica de Homero rompe el silencio de la edad oscura, no aprendemo' no que «comprende otros tipos de obligaciones además de aquellas
virtualmente nada acerca de las vidas y condiciones de las clase' que surgen de tomar préstamos; incluiría rentas o impuestos u otros
menos exaltadas más a l l á de los hogares de los nobles-héroes. Hesío tipos de pagos»'s.
do nos relata algo acerca de los campesinos más prósperos al meno� Con todas estas consideraciones en mente, se ha convertido en
en Beocia, pero incluso aquí difíc i lmente haya lo suficiente para avanzar algO' cada vez más común considerar a l h�temQrado como algo dife­
con nuestras especulaciones muy lejos. Hasta las reformas de Solón rente de una condición en la que algunos campesinos l i bres han caído
seguimos ampliamente en l a oscuridad acerca de las formas de la tie­ por incumplimiento en las deudas. Parece probable que, como sugie­
rra y el trabajo que producen la riqueza de los ricos. Aun cuando sepa­ re Andrewes, el hectemorado represente u n «Sistema establecido anti­
mos algo acerca de Solón e incl uso más acerca de los subsiguiente� guamente para cultivar lo que podría denominarse las tierras de los
efectos de sus reformas, no podemos estar seguros de su significación ricos», ya sea en l a forma de «Un estado feudal de servidumbre here­
porque sabemos muy poco acerca de las condiciones previas a las cuale� ditaria», como propone Rhodes, ya sea en una relación de clientela
esas reformas estaban destinadas a responder. Todavía, hay al menos eI!tre campesinos y aristócratas, como argumenta M u rray siguiendo a
_
lo suficiente para permitir alguna especulación informada.
Mucho depende del significado de la seisakhtheia de Solón, e l
«sacudimiento d e l a s cargas» famoso. S e sabe q u e Solón abolió l a 1' Parece haber un amplio acuerdo sobre la llegada tardía de la moneda, en Atenas
especialmente; sobre la imposibilidad de atribuir a Solón una reforma del sistema monera­
dependencia por deudas, y q u e prohibió los préstamo con garantía de
rio y sobre las limitaciones que esto habría establecido sobre las posibilidades de la «deuda>>,
l a persona que podría resultar esclava en caso de incumpli miento. Sin véase A. Andrewes. Greek society, Harmondsworth. 1971, 1 1 6: O. Murray, Early Greece
embargo, l a seisakhtheia misma es más problemática y permanece en (op. cit. n. 2), 1 8 1-3; A. Snodgrass. A1rlraic Greece (op. cit. n. 5), 134; C.G. Starr, Tire eco­
discusión entre los historiadores. Se entiende comúnmente que esta nomic and social giVwtir ojear/y Greece, 800-500 BC, Nueva York, 1977, 108-17; P.J. Rho­
des. A comme/1/ar y 011 tire Arisrotelian Atlrenaion Politeia, Oxford. 1 9 8 1 . 126. Esto no sig­
reforma se refiere ante todo a los hektemoroi, aquellos que estaban
nifica que no existiera alguna forma previa de moneda en algunas partes de Grecia para
obl igados a pagar una porci ó n especificada de su producto a otra per­ usarse con propósitos limiwdos. El punto es que. tal como enfatiza Snodgrass, debemos ser
sona; pero la condición de estos hektenzoroi es un asunto controvertí- cuidadosos en no exagerar las aplicaciones económicas o sobreestimar sus usos comercia­
les inspirados en analogías modernas. (La autora utiliza aquí una palabra derivada del tér­
mino griego hektemoro.1·. «hektemorage», que ha sido traducida como «hectemorado>> [nota
del editor].)
1� W. Bcringcr, «Frcedom>> (op. cit. n. 15), 53. l8 A. Andrewes, Greek society (op. cit. n. 17), 1 1 5.

284 285
Fuste! de Coulangl'''''. 1 11 t lt l . l " pal,llll""· 1."' ""''IHI.I, .. qllt' Sulun , 111 111111/t' ' hu¡cl.l ,, 111111 tlt,tr lhllt:IOll, una ntortc), en adt:lanlc 110 tend1 t a
cel� fueron las obligacio11c � tic rclllíl' o 1 1 1 hulm d d m lo ' pw 1 1 1 1 , ,111¡ �:ah i d a en el 01 d e 1 1 ..,m: 1 a l ateniense.
.
�sm2._ dependtente a un señor. La práctica de la c..,clavl!at·u •ll pt La at r i b uc i ón a Solón de una reforma más revolucionaria que sim­
deudas, que ciertamente sí existió, debe ser reinterprctada en :-.1 " " " " plemente la cancelación de deudas, no necesita contradecir su propio
como parte de un sistema de dependencia más general. Tal l'PIIIt reclamo de haber resistido la demanda de redistribución, en la medi­
escribe Oswyn Murray: da en que recordemos que el concepto de propiedad era mucho más
indeterminado y fluido en la Grecia antigua que en los tiempos mo­
Es característico de dichas formas de servidumbre que no sean 1 11111 dernos e incluso en la antigua Roma. En ausencia de conceptos legales
cipalmente respuestas a presiones económicas, sino que sean 1 1 1 claramente definidos sobre la propiedad, y con el continuum de pro­
bien una extensión del sistema social en general, y más partit·ul.u piedad condicional que, como hemos visto, es típico de las economías
mente del sistema de tenencia de la tierra; es decir, usualmente d i t "" pre-capitalistas, es posible, de hecho probable, que aun los campesi­
esclavos no son creados por una forma de «bancarrota», sino qul' "'" nos dependientes como los hektemoroi gozaran de ciertos derechos de
bien existen en una sociedad estratificada en la cual los infcJ Hll• posesión que permanecieron en principio a salvo en tanto que conti­
pueden ser '!.;�ponsables de ejecutar servicios para sus superi01 ,. nuaran pagando sus deudas2 1 • De este modo, Solón habría hecho algo
donde l a «esélavitud por deudas» es el nivel más bajo en el qur 1111 menos que redistribuir la tierra transfiriendo la propiedad anterior­
hombre puede nacer o caer por una variedad ele razones a menudo "'' mente poseída por grandes terratenientes a nuevos propietarios entre
económicas: «los hombres no están muy acostumbrados en nin�·JJn t los campesinos pobres. Al mismo tiempo, si la cancelación de las deu­
sociedad a prestar a los pobres». La ley está en manos de los ricm das, inclusive en el sentido más amplio, puede haber sido menor que
por lo tanto pone en vigencia obligaciones privando al pobre dt· 1" lo que los pobres hubieran querido, su importancia no debería subes­
derechos existentes; los pobres pueden querer protección (o que l'il" timarse.
hayan sido forzados a esto); los ricos están más preocupados po1 l o Oswyn M u rray, quien considera el «sacudimiento de las cargas»
mano de obra para propósitos militares o civiles que por el capital ,. como «una revolución primordialmente social, la abolición de la rela­
los intereses de un préstamo, ya que el trabajo es más valioso qul' 111 ción de clientelismo entre campesinos y aristócratas», ofrece algunas
bienes excedentes en una economía pre-monetaria; y la esclavit11tl sugerencias tentadoras con respecto al origen de este sistema de clien­
por deudas está a menudo estrechamente conectada a las forma� do telismo (un siste ma que, inspeccionado más de cerca, no parece muy
tenencia de la tierra, porque usualmente su principal función es pito diferente de las relaciones «feudales» de Rhodes):
veer trabajo agrícola2o.
Podría ser tal vez un vestigio del viejo sistema micénico de tenencia
Estasinterpretaciones serían ciertamente más consistentes con 1,1 de las tierras, en el que el campesinado estaba subordinado a los basi­
información de Aristóteles sobre la extendida división del Ática entl t leis locales y en última instancia al palacio real, que era esencialmente
terratenientes ricos y sus siervos pobres. S i esto e s así, la seisakhtlit'lll un despacho ele administración y un depósito para las contribuciones
de Solón constituiría un cambio estructural más sustancial que el q w
la cancelación de deudas en sentido estricto sugeriría, aboliendo In
últimas formas de dependencia y tributo remanentes a las que estahu11
21 Cf. P.J. Rhodes, Comme/1/ar
sujetos los campesinos atenienses . De hecho, aun u n a elaboración m1" y (op. cit. n. 1 7), 95: <<La pregunta, quién poseía la tie­
rra trabajada por el hektemo1vi. es apta para ser discutida en términos anacrónicos. En una
estricta sobre las «deudas» canceladas nos permitiría interpretar In comunidad que no tiene leyes escritas, y con poca o ninguna escritura ele alg(m tipo, la pro­
reformas de Solón como poniendo fin de una vez y para siempre a 111 piedad como un concepto legal podía difícilmente existir. X labra la tierra limitada por el
dependencia campesina en el Ática. En cualquier caso, la condición dt arroyo, el bosque y la tierra labrada por Y, y sus antepasados la labraron antes que él: esto.
junto con el conocimiento de sus vecino:., es su título de la tierra. Habrá sido un hecho simi­
los hektemoroi y los pe/atai, junto con la tierra designada como e¡n
lar de conocimiento común el que un sexto del producto de la tierra de X se debiera al señor
local. y que si X no cumplía. el señor dispondría de X y su tierra según lo creyera conve­
niente. La tierra ·pertenecía' a X en el sentido de que en la medida en que el pagara su
morre nadie podía poner en tela de juicio su derecho a ésta; 'pertenecía' a Joda la familia
19 /bid., 1 1 7 ; P.J. Rhodes, Comme/1/ar
y (op. cit. n. 17), 94: O. Murray. Earlr Gret'1 1
·
de X en el sentido de que si X moría ocupándola, la tierra pasaría a sus hijos; pero también
(op. cit. n. 2), 183. 'pertenecía' al señor en el sentido de que la mone se le debía a él y si no se le pagaba podía
20 /bid., 1 8 1-2.
esclavizar a X y tomar su tierra>>.

286 287
en especie; o el origen del ,i,tl'lllll J ll ll't k w1 pmtl'lllll. 1111 • 111111 l'llllhk " pm ,,, llltdadc� gncga,, qu11a 1 1 1 nguna en ah,oluto. llegaron
«feudal» voluntario de ayuda mutua i n t roduddo du1 illlll' l'l dl 111 a tran!>fornuusc suficientemente en una economía dineraria que
nado periodo de emigración; o puede reflejar las con d ie i om' ' hu¡11 1 reemplazara estos lazos con los lazos de dependencia más extensos
que el Ática fue repoblada a mediados del siglo VIII. El caráctl'l l''·• 11 que hacen posible los préstamos en dinero. Mientras que los préstamos
del sistema desruTollado es que se trata de una «tenencia condlllllll 1 en dinero sí se convirtieron en medios muy importantes mediante los
en el cual el campesino posee la tieJTa, sujeto a un pago tradicio1111l cuales los ricos podían cumplir con las obligaciones financieras sin
servicio o especie: dicho sistema, incluso después de su abo l 11 11 vender los bienes raíces, parecen en cambio no haber tenido un rol
bien podría explicar las feroces lealtades locales y los feudo' ¡ u t significativo en la lucha del campesino por su supervivencia23.
dos d e l a aristocracia ateniense que persistieron durante la' 1 " '
generaciones siguientes22. En tanto entendamos el tomar prestado y el prestar en términos que
o implican transacciones dinerarias, es posible imaginar una varie­
La sugerencia de que las relaciones de clientelismo u obli g i ll 1111 ad de arreglos por medio de los cuales los pobres pudieron haber
«feudal» tienen sus raíces en el sistema micénico de tenencia de In 1 1 ..v·.·�--·6..,,· ...•v el acceso -a u n precio si no en dinero en servicios o en
rra e s atractiva a coosa d e las afinidades estructurales entre l as ' .1 1 1 a la riqueza de los ricos, que incluye (y quizá especialmen­
formas del tributo campesino; y s i aceptamos esta sugerencin, , su tierra en la forma de tenencias. Las relaciones así establecidas
incluso más fácil postular un proceso evolutivo de uno al otro p.u tre el terrateniente y el arrendatario no serían el resultado secunda-
Atenas que para el caso de los «estados conquistadores» donde inlo 1 o de alguna multa por incumplimiento en una hipoteca o préstamo
vienen factores extraños. Pero incluso si asumimos u n desarrollo p11 ino que sería el objeto i n mediato de la transacción entre ellos, u n
terior de estas relaciones de dependencia en el Ática, con no mut h tercambio n o monetario de trabajo por acceso a l a propiedad. La
relación con los sistemas anteriores de tributo centralizado, podc n u • n no sería jurídica o política, en el sentido de que no se basaría
a l menos aplicar nuestro continuum analítico para i l uminar la singul,, la posición jurídica privilegiada o la superioridad política del «presta­
ridad del campesinado libre de tributo que domjnó la escena ag• . n l t mista», ni en la dependencia j urídica o la sujeción polílica del «pres­
después d e las reformas d e Solón. . Sería una relación «económica», basada en la propiedad
Sin embargo, debería decirse que si la «deuda» en el sentido cou uperior del «prestamista», pero aún así derivando su carácter especí-
vencional parece una explicación poco probable del hectemorado, y l cle la ausencia de un «nexo dinerario». Es incluso posible que
la misma noción de deuda en el Ática antigua debe reconsiderarsc ; , l 1 es arreglos ya existieran en los tiempos pre-solonianos junto a for­
luz de su economía dineraria débil o inexistente, puede haber 01111 as de dependencia más tradicionales en las que los campesinos esta­
sentidos para «tomar prestado» y «prestar» que sí tengan sentido en ' 1 sujetos a una clase dominante con derechos sobre su trabajo que
contexto de una sociedad no monetaria y que puedan indicar los tipo descansaban sobre un monopolio del poder público. Tal solución del
de relaciones que existieron entre terratenientes y campesinos despur «tomar prestado» sería enteramente consistente con, por ejemplo, la
de las reformas de Solón. Osborne, por ejemplo, enfatiza la continu., explicación de Antony Andrewes de la «deuda» pre-soloniana, ya que
importancia de tomar prestado y prestar incluso en ausencia de tlllll las obligaciones de las «rentas» mismas «surgirían del tomar presta­
desarrollada economía en dineraria: do». En la era post-soloniana, los arreglos económicos más «informa­
les» habrían reemplazado enteramente a las formas tradicionales de
La concentración en la manera en que Solón volvió ilegal para un al• dependencia jurídica.
niense el esclavizar a otro ha oscurecido el hecho de que la natural' Que los griegos pensaban en tales atTeglos de tenencia como com­
za de la sociedad agraria hacía inevitable que continuaran existientloo parables a los préstamos está sugerido por la tendencia a hablar acer­
estructuras de dependencia menos formales. A lo largo de toda 1,, ca de las propiedades que producen rentas en los mismos términos que
antigüedad clásica. el tomar prestado y el prestar eran formas impot los préstamos que rinden interés, como fuentes de ingresos o modos
tantes en las cuales las comunidades locales adquirían una clara, aun de hacer que la propiedad produzca retornos (por ejemplo, en Demás-
que flexible. estructura de grupos de distinta condición. Resulta di'

23 R. Osborne, C/assicol londscope withfigures. The 011cie11t Greek ciry and irs coull-
�� O. Murray, Early Greece (op. cit. n. 2), 1 83-4. 1/:l'side, Londres, 1 987, 94.

288 289
tenes, X X IX, (¡(), dondl' 1 1 1 111 palah101 t'll ¡.!l'llt'lid aplicada al t l l l <' l l l . li'rmrenientes y campesinos de Solón a Clístenes
tokos -una extension metaloncu t k la paluhra para a l u mh�;ulltt·nh•
parto o progenie- se aplica a la renta de la propiedad ) . U n pasajt: p.u Pcnnítasenos, entonces, reconstruir e l desarrollo de las relaciones
ticularmente sugestivo aparece en el Areopagítico de Isócratcs (L''I'' iules en el campo ático. Cuando la sociedad gobernante de la Ore­
cialmente 3 1 -6), que describe una supuesta edad dorada en la que 1,, u de la Edad de Bronce se hizo añicos -por los medios m isteriosos
relaciones entre ricos y pobres eran armoniosas debido a que los d t u e fuera- dejó atrás a las comunidades campesinas sujetas sobre las
«compartían» s u riqueza con los pobres. E n contraste con s u prnptu es se había superpuesto. Tal vez también perduraran los fragmen­
tiempo infeliz, en el que supuestamente los ricos viven con miedo 1'"1 de su aparato gobernante en la forma de aristocracias locales. Pero
los reclamos confiscatorios sobre su riqueza, en los buenos vil'lll ue la épica todavía contenga las trazas de esta división tradicio­
tiempos «el resultado de su trato honorable con los otros era qul' 1,, entre las comunidades gobernante y sujeta, existe, naturalmente,
posesión de la propiedad estaba asegurada para aquellos a quic111 diferencia crítica. Los señores homéricos no están firmemente
pertenecía legítimamente, mientras que e l goce de la propiedad t'lit lazados por un estado fuertemente centralizado. De hecho, difíci l ­
compartido por todos los c iudadanos que la necesitaban». Uno de 11 1 s e pueda hablar aquí d e ninguna forma de estado. N o fue tan
métodos principales para'"'<compartir»
: o «prestar» era «entregar tien.t la economía de palacio l a que desapareció junto con los estados
[a los pobres] a rentas moderadas», lo que no necesitamos ententh 1 cénicos, sino también los vínculos institucionales de unidad dentro
como que ocasionaba rentas en d inero. Este pasaje es generalmcnh la sociedad gobernante, así como la poderosa fuerza coercitiva que
desestimado como una hermosa fantasía, fabricada por Lsócrates co111tt aseguraba la sujeción de las comunidades subordinadas.
un medio de denunciar lo que él considera como l a conupción dl' l t Así, señores y campesinos confrontaban crecientemente unos con
democracia «radical», en la que los ricos dudan en «prestar» a ltt no como dos comunidades opuestas sino como individuos y
pobres y tratan de esconder su riqueza por temor a l a codicia desr11 clases. El equilibrio de fuerzas resultante fue inevitablemente
frenada de la multitud y la tendencia de los tribunales de mostrar extr inestable: por un lado, una clase propietaria con una superioridad eco­
siva solicitud para los pobres, en lugar de adherir estrictamente a l t nómica y j urídica suficiente para acosar al campesinado pero falta de
ley. Pero tal vez Isócrates, debido a todas las l i m itaciones de su infw la fuerza uni ficadora, el control sobre la competencia y el conflicto
me como registro h istórico, pueda estar diciéndonos algo importauh intra-clase y el apoyo coercitivo provisto por un estado fuertemente
que echa luz tanto en la molesta cuestión de la «deuda» en los inicin centralizado; por otro lado, un campesinado crecientemente inquieto
de Grecia como en la manera en que los letntenientes atenienses puedru irritándose con los lazos de dependencia personal, la vulnerabilidad
haberse apropiado de la riqueza después de las reformas soloniana' económica del pequeño poseedor agravada por las restricciones jurí­
En cualquier caso, la agricultura ateniense -y en consecuencia lot dicas. Difíc i l mente sea necesario agregar que la dependencia crecien­
base material de la sociedad ateniense- después de Solón fue douu te de la clase dominante de la asistencia m i l i tar de sus subordinados,
nada por pequeños poseedores independientes. Es probable qw la infantería hoplita del campesinado más próspero, sólo puede haber­
muchos de ellos estuvieran sujetos a varios tipos de renta, o quizás ni se agregado a la inestabilidad de este régimen y a la presión para alte­
tipo de obligación contraída por «compartir» la riqueza de los rico• rar el equilibrio del poder de la clase rural.
pero las relaciones de dependencia jurídica fueron desterradas pw,, Ésta fue, entonces, la situación enfrentada por Solón, que se pro­
toda la vida de Atenas como polis independiente. El crecimiento de la puso ocuparse tanto del faccionalismo aristocrático como del descon­
instituciones democráticas quitó los últimos vestigios de sujeci1111 tento campesino24. En alguna medida, sus reformas simplemente reco-
política que pudieron haber servido como medios para que las claM
privilegiadas extrajeran tributo del campesinado. La situación de ¡,,
tributación en Atenas que ya hemos notado -la visión de que la tribu 24 Sobre el lema del faccionalismo aristocrático como objeto principal de las reformas
de Solón. ver C. Starr, l11divuidua/ a11d comnnmi� ) '. Tite rise oftlte palis 800-500 BC, Nueva
ración directa es tiránica, y la notoria ausencia de tributación como 1111
York, 1986, 77-80: <<Si uno se vuelve ... hacia el propio poema de Solón, l a única evidencia
objeto de queja entre los pobres, en contraste con otras sociedades t'lt que puede guiar al historiador a hablar con confianza, uno encuemra principalmente un tes­
las cuales los campesinos han soportado la carga de un estado han• timonio de los peligros del faccionalismo aristocrático. En un punto él comenta que 'una
polis es destruida por grandes hombres', y en un largo fragmento (3 ) se lamenta de las men­
briento de impuestos- da testimonio de la firme implantación de c�h
tes perversas de los líderes del demos que produjeron el conflicto civil. La división aristo­
régimen de pequeños poseedores. crática pudo haber tenido un peso considerable en llevar a los miembros más sensatos de
la comunidad a sentir que la reforma era necesaria» (pp. 77-8). Starr sigue comentando que

290 )0 1
IIOl: IL' I Oil lo que ya habla tenitlo lugar. La aristocracia, ahora por �� l l'l lllllll l d rl 1 l l l l l llh l l l l l 1k llll<l « !)ll � ¡,! lii.!�IU» h; �S �tda 1.!11 . L' l t'UIIIL'Il:IO
,
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mi�ma sin el estado burocrático y sin sustituto político seguro, no (tal como aun iiJl.ll l'l'l.! l!l l alguno!> mlornw � h 1storu.:os) �111o C(� m(.> un
. l
podía confiar por más tiempo en su monopol i o del poder extra-econó nunhio en la naturaleza del poder terratemente, de una supenonda d 1
mico. Sus capacidades de apropiación dependían cada vez más de la ¡'>.Ira-económica crecientemente incierta a la dominación económica 1
-.¡
ventaja «económica» de la propiedad de la tierra rica. Sin embargo. de la riqueza en tierras.
incluso sin relaciones j urídicas de dependencia, l a propiedad superior L a solución de Solón para l a inestabilida d inherente a este orden
podía permitir a los terratenientes beneficiarse de la vulnerabilidad del social dividido en clases pero virtualmen te acéfalo -una solución cuya
pequeño poseedor, en tanto que los propietarios campesinos margina­ lógica sería perseguida por los reformadores atenienses subsiguien -
les estaban obligados por la necesidad económica a confiar en sus tes- fue, efectivamente, fortalecer la comunidad cívica, la comunidad
compatriotas más ricos para suplementar sus medios de vida preca­ de ciudadanos, como opuesta a otros principios tradicionales de orga­
rios, como arrendatarios, aparceros o trabaj adores eventuales25. Al nización social. Probablemente, ninguna otra solución fuera posible.
mismo tiempo, los beneficios de l a propiedad superior se resaltaron a Ciertamente, el tipo de concesión que muchos siglos después iba a
medida que creció l a prosperidad general y su1ft ieron nuevas oportu­ poner fin a las inestabilidades del feudalismo europeo -el proceso de
nidades para el uso fructífero de la riqueza en el comercio y en una «centralización feudal» que creó las primeras monarquías modernas-
economía urbana creciente. en este caso no estaba disponible , aunque sólo debido a que el equili-
Pero, a fin de estabilizar la situación y proteger las ventajas eco­ brio de poder entre terratenientes y campesino s no era en Grecia tan
nómicas de los terratenientes, se requirió algún tipo de reorganización desigual y simplemen te porque la aristocracia no era lo suficiente­
política, algunos aparatos políticos y jurídicos para sostener y repro­ mente fuerte tanto para mantener un poder monárquic o como, al
ducir las nuevas relaciones con la tierra. Solón se negó a redistribuir mismo tiempo, para proteger su propio poder ante una monarquía cen­
tierra y dejó intacta la vulnerabilidad económica de los campesinos; tralizada. La solución griega tenía la ventaja de someter a la aristo­
pero removió los gravámenes extra-económicos que cargaban la tierra cracia a la jurisdicció n de la comunidad cívica y de disponer de un ele­
del campesino y de este modo dio reconocimiento j urídico a las rela­ mento significativo para los reclamos campesino s. Sin embargo,
ciones cambiantes entre e l terrateniente y el campesino. Los reclamos también creó su propia lógica de proceso y sus propias inestabilid ades
populares fueron también satisfechos erosionando otros poderes extra­ -ya no más la vieja oposición entre las comunidad es gobernante y
económicos señoriales por medio de reformas políticas que resaltaban sujeta sino una nueva dinámica de conflictos ínter e i ntra-clases-. En <::
los derechos de ciudadanía del demos, y especialmente la reforma de la polis, en tanto que comunidad de ciudadano s auto-gobernada en l a
los tribunales. Estas reformas hicieron mella en el monopolio de la que los terratenientes y los campesino s s e reunían como individuos y
jurisdicción de los señores «devoradores de dones», en particular al clases en una única comunidad más que como dos sociedades opues-
inslituir procedimientos que permitían a cualquier ciudadano iniciar tas, una vez comenzada, podría ser difícil detener la distribució n de los
un proceso en nombre de cualquier otra parte injuriada y al propor­ poderes extra-económicos. Los nuevos poderes políticos enc�rnad�s
cionar el derecho de apelar ante los tribunales populares. ellos mismos en la polis se convirtieron en la manzana de la d 1 scordta
La famosa clasificación de Solón del cuerpo ciudadano ateniense tanto entre los miembros de la clase dominante como entre éstos y las
..-..
en categorías económicas, basada en los rendimientos de la tierra en clases subordinadas.
vez de en distinciones de nacimiento, puede ser i nterpretada a la lu7 El fenómeno _:le la ti_J_·anía
puede explicarse a la luz de estas nueva �
-de esto. Aunque el nuevo criterio económico ciertamente tuvo el efec­ r� s26. Este marca un punto de qllleQ!c en la evoluc t óñC íel �
to de adinitir dentro de la clase más alta, y por ende en ciertas funcio­
nes exclusivas, a hombres prósperos sin la distinción del"Meimiento
v¡ �oble, el sistema de Solón debería ser interpretado como uno que no
2r. Las tiranías han sido duranle mucho tiempo un lema de disputn, desde que Arisló­
leles por primera vez creó la impresión de que ella> representan un conOie1o entre el demos
(conducido por liranos) y la aris10cracia. Aunque es1a interpretación no es incompatible con
Solón no tuvo éxito a este respecto y que <<en una década los aristócralas alenienses esla­ una visión de los tiranos mismos como arislócraws. puede haber conlribuido a cierlas con­
ban nuevamente disputándose sobre la tenencia del arcontado y el poder en el estado. El cepciones erróneas acerca de ellos. lales como aquellns asociadas a menudo con el milo de
resuhado fue la tiranía de Pisfslrato ...» (p. 80). «i'Arhenes bourgeoise». donde es probable que ellos se parezcan a alguna cla�e de bur­
25 Es en conexión con eslo que podríamos inclinarnos a recordar el hermoso relato d� gueses 11011veaux riches. Aunque se sepa poco acerca de los orígenes sociales de algunos
Tsócrates acerca del <<compartir>> la propiedad en los buenos viejos tiempos. tiranos, es más común en e>�os días considerarlos como típicamente arislócratas, que sur-

292 293
·" 1'-llll 1 "� 1.1 '·' 1 11 1 111.1'- ' 1111111 ' " ''' "' ll" 111 '" 11 "' 1 11111 1 1111111 1 1 1 1 1 ' '·' 1 ' ''f'" l " .11 1 1 1 1 ' 1 " , ¡ " " " ' " J ll l l l l lpill " 1 1 . 1\l'' dl'l t ua l l l .lll\1111
Jo111inanle d�· una l.'lllll llllltl.ul � 1 \ H . 1 . plll l l' tl1· 1 1 1 1 ' " '' I JH l l l lltl.ltl.illll d1 1.1 /ltl /t , l ul' . co111o Vl'll'IIIO� en la pníxinw �ce
11111 1.1 l'llll\l l l llt l l l l l
sujeta a �u juri�dicdon. E n e'L' '-L' I I I I d l t, lu l l ii l l l l i l l'\lllt' " ' 1.111111 1 . 1 lut la vieja arena de la actividad campesina,
no11, t':-- l abkccr a 111 ctltll'll.
taleza como la debilidad de la aristocracia. Po1 tlll lado. la' 1 1 1 .1111 1 l'O i l H l la
unidad constituyente básica del estado y el lugar de la identi­
pueden ser vistas como esfuerzos aristocrático:-- para conlrol;u L' l t H h " dad dvica. Los dramas personales de la sucesión de Solón a los tiranos
orden político para su propia ventaja -y en alguna medida 1 1 1 \ H''"" y a Clístenes no deberían ocultarnos el hecho de que incluso si Clíste­
éxito-; Q.0.!_2!!Q. Iad..2,,J!\ tiranía también expresaba la nece�idad di' In nes estaba persiguiendo ambiciones personales o dinásticas cuando él
aristócratas de apoyo por Qarte del demos y su inclinación a la �''"' «politizó el campo ático»28 (y no podremos nunca estar seguros de cuá­
pete'ñela n
i tra-Cla-sé,"'en tanto que una u otra familia aristocrática bu les eran sus motivos), lo estaba haciendo (con éxito) de un modo que
caba su_ pred�minio sobre el rest�._su métodq_ para consofular u po1h 1 se ajustaba a las nuevas realidades de las relaciones de clase sobre la
pe1sonal fue reforzar la comunidad de la polis mucho más s.ust.am:•.tl tierra.
mente qüe' lo que las reformas solonianas lo habían hecho, con nll'lli
das para unificar el estado, crear alguna forma de finanzas públit.t
establecer cultos del estado y ceremonias públicas, �n_tinuar las rl' l l ll IV. Aldea y estado en la Atenas democrárica
mas de So Ión de los tribunales en dirección a un sistema de jusi itLI
público, y aí de seguido. No importa 1as intenciones y los éxitos de l.1 Una expresión especialmente importante de la condición política
dinastías aristocráticas individuales, la incorporaCión de la aristm·• ·• singular de que gozaba el campesinado ateniense es el rol político de
cia dentro la comunidad cívica tuvo también el efecto de diluir 1'1 la aldea. A este respecto, A lenas parece haber sido única incluso entre
poder aristocrático. No hay necesidad de atribuir motivos democráll las democracias griegas29, y lo que hace mucho más distintiva a la
cos a los tiranos que introdujeron medidas diseñadas para ayudar a lo· polis ateniense y su cultura es, de modo argumentable, lo rastreable de
pequeños granjeros -tales como los préstamos estatales de la tira111.1 esta característica de la democracia, tal vez la más literalmente demo­
pisistrátida27- a fin de reconocer que una consecuencia del fortalcu crática. A lo largo de la historia, típicamente, el campesino ha sido
miento de la comunidad de la po/is fue invitar a o consolidar los de�n también el «aldeano», no sólo un habitante de la aldea sino uno para
fíos al poder aristocrático exclusivo por parte de los miembros meno' quien la aldea constituye la comunidad primaria más a l l á del hogar. Es
privilegiados de la comunidad cívica. la unidad política primaria a través de la cual se lo administra y se le
La lógica paradoja( de este proceso está resumida en las reformu� cobra impuestos, pero también es a menudo la única unidad en la que
de Clístenes, cuyos motivos pueden no haber sido diferentes de los d1• ejerce algún grado de auto-gobierno, y el instrumento principal de
cualquier otro aspirante al poder tiránico en nombre de su propia auto-defensa contra las depredaciones del estado y los terratenientes.
dinastía aristocrática pero que construyó su base de apoyo de un modo El asentamiento «nucleado», un grupo de residencias rodeado por las
que se vio obligado a debilitar a su clase. Siguiendo un nuevo camino tierras agrícolas trabajadas por los aldeanos, probablemente ha sido
abierto por la misma polis -o tal vez llevando a su conclusión lógicu siempre más común en las sociedades campesinas que las granjas
el método de los tiranos- él consiguió el apoyo no de otros miembro� esparcidas a lo largo del campo tan típicas de la labranza comercial de
de su clase, al modo aristocrático tradicional, sino del demos qul' la edad moderna. Es un patrón que aún persiste, por ejemplo, en el
constituía la mayoría de la comunidad de la polis. De este modo, se Mediterráneo de hoy, y que ha existido en todas partes del mundo
convirtió -¿inadvertidamente?- en el arquitecto de la constitución extendiéndose tanto tiempo hacia atrás como los registros arqueológi­
democrática y para muchos en el verdadero fundador de la democra- cos nos permiten retroceder. Tal como Robin Osborne ha argumenta-

gen en una época de cambio en la naturaleza del poder aristocrático. Para un informe par­
ticularmcnle juicioso de este fenómeno. que conecta el surgimiento de los tiranos con la' 28 R. Osborne. Demos. Tire discm·ery 1>( classiml Allika. Cambridge. 1985, 189.
«alteraciones runiles». ver C. Starr. ludi••idial (op. cit. n. 24), 80-6. 2" Ver idem, Cla.uica/ laudscape (op. cit. n. 23}, 1 28-32. para una comparación de
n C. Stnrr, Ear/y Greece (op. cit.. n. 17). sugiere que estos préstamos pueden haber>c Atenas, con sus relaciones únicas entre ciudad y campo. aldea y estado. y otras democra­
vuelto necesarios por las limitaciones impuestas al préstamo privado por las reformas de cias griegas con diferentes palrones de asentamiento y diferentes relaciones entre el campo
Solón. De todos modos. esos préstamos estatales eran compensados por un impuesto sobre y el centro político -notablemenle Tasos. donde <da ciudad democrática virtualmellle igno­
la producción agrícola del 5 ó 1 O por ciento (p. 186). ró a la gente del campo» (p. 132).

294 295
do conviiH.:I.! Illl'llll:llll' l'l l '" l l l f lll lllt' \11h11· In' p.i l l l llll'' tk .twnt,nut 11 Otro t n l ormc similar sobre la vida del campo medieval, específi­
to en e l Ática antigua (un arguniL'Ilto t ¡ lll', llll:ldcntalntl'lltt', 'nln pnd t l l camente en 1 nglaterra, explica las funciones sociales y administrativas
haberse forta lecido por medio de un rcconm:imicnto de qul' d t t l tn que la aldea p od ía rea l i zar :
patrones probablemente hayan sido más una regla que una L'>.l't'pt 11111
a Jo largo de la historia), éste también fue e l pa t ró n dominante .tqut La hacienda señorial no era la única institución que organizaba y
donde l a evidencia abrumadoramente testimonia la rareza de la-, r1 .111 regulaba las actividades agrícolas y la vida de la gente del campo
jas aisladas trabajadas por granjeros residiendo en su ti erra , lcjo' dt medieval. La aldea y la comunidad ele los hombres que la habitaban
un asentamiento nucleado3o. La ubicuidad de este patrón de asefloktllllt'll proveían un sistema colateral o alternativo ele vínculos, derechos y
to sirve para confirmar l a visión de Osborne de que no h a sido imput'''ll obligaciones. La aldea, como el señorío, era ubicua, puesto que la
por la geografía, sino que «debe haber sido el producto de la elecc11111 abrumadora mayoría de la gente del campo medieval vivfa en asen­
humana», una elección que ha tenido que ver tanto con las necesidad, tamientos grupales de una clase u otra ... La característica más obvia
sociales y políticas como con la «racionalidad económka»31. de la aldea era su topografía. Era un asentamiento colectivo, i.e. agru­
La Europa medieval provee a lgunos ejemplos particularmcllh pado; y la forma de agrupamiento más característica del campo
informativos de tales asentimientos de aldea y s u s funciones «exlm medieval era una aldea «nucleada» que consistía en un grupo de
económicas». Aquí vemos cómo un hi storiador prominente ha carat hogares alrededor de un centro natural, topográfico o económico
terizado e l Occidente medieval: -una fuente, una laguna, una pradera ele la aldea- que incluiría tam­
bién o estaría contigua al sitio de la iglesia aldeana. Su otra caracte­
Un hecho es sobresaliente: en la civilización de los siglos IX y X t 1 rística era, por así decirlo, constitucional o posesional. Una aldea típi­
modo de vida rural era universal. .. ca estaba ligada a un señorío con un lazo exclusivo, lo cual puede
Otra cosa también es cierta. Era u n campo creado por el hombre ah 1 expresarse mejor por la fórmula de «un sei'iorío, una aldea». La ter­
dedor de unos pocos puntos fijos de asentamiento ... Ellos [los ca111 cera característica era social y administrativa. Los habitantes de una
pesinosj dan la impresión de pertenecer a las aldeas. aldea tfpica formaban una comunidad aldeana administrada en forma
De hecho, la vida del hombre de campo muy raramente se conduc1.1 colectiva, que poseía cuerpos formales e informales, tribunales,
en soledad. Las casas de residencia parecen haber estado bastantt asambleas, «cajas chicas» y guilclas, y que dictaba y administraba las
juntas y muy pocas veces aisladas . . . lE]n el presente estado ele lm reglas de las labores agrícolas. vigilaba las costumbres locales sobre
investigaciones meramente parece que la aldea, cualquiera que fuct 11 tenencia y herencia e imponía la paz y el orden locales. Como
su tamaño o forma, proveyó el fundamento normal de la existenctil muchas de estas funciones también pertenecían al señor y a su seño­
humana. En la Inglaterra sajona, por ejemplo, la aldea servía como la río, frecuentemente eran ejercidas por los tribunales aldeanos funcio­
base para la imposición y recolección ele ·i mpuestos. Alrededor tk nando también como órganos de la administración señorial y ele
estos puntos fijos se disponía el patrón de las tierras cultivadas, y pa1 hecho presididos por funcionarios señoriales3'.
ticularmente la red de caminos y senderos que aparece en el paisajr
ele hoy como la reliquia más tenaz de nuestra herencia antigua, la rea La aldea medieval, entonces, era u n lugar de residencia, un a comu­
lidad que provee un punto de partida para el estudio arqueológico del nidad de campesinos, e l escenario en e l que colectivamente regulaban
territorio alcleano·11. la mayor parte de su vida diaria y su actividad productiva, pero tam­
bién una un id a d a través de l a cual sus señores los dominaban y extra­
ían sus excedentes. A l respecto, la aldea medieval comparte muchas
JO ldem, Demos (op. cit. n. 28), esp. cap. 2. Otro estudio reciente y exhaustivo de lm características con otras comunidades campe s i nas a lo largo del
demos áticos es D. Whitehead, Tire demes of Attica 50817- ca. 250 BC. A political and mundo en varios momentos a lo l argo de la historia. Aunque su pecu­
social .�tudr. Princeton. 1986. que si bien entra en discusión con Osborne sobre ciertos pun
liar relación con el señorío es, por supuesto, un rasgo distintivo del
tos. está de acuerdo sobre aquellos que son nuestra mayor preocupación aquí: el patrón de
asentamiento (D. Whitehead. op. cit. , 9, n. 27): la asociación de los demos con las aldea' feudal i smo occidental, no hay nada inusual acerca de l a dependencia
existentes (sobre lo cual diremos más en un momento): y en las propias palabras de D. Whi
tehead . en <da mayoría de Jos aspectos más amp l ios de l a relación demolpolis>> (p. xv).
·' ' R. Osborne, Demos (op. cit. n. 28). 4 1 .
J1 G . Duby. Rural economr wrd coLmtn• liJe in tire mediei'CII West, tr. ingl . Columbia, .l.l M.M. Postan, Tire medie¡•¡¡/ economy oml society. An economic histor
y of Britain in
1976. 5-6. tire Midd/e Ages, Hannondswo11h, 1975, 1 23-4.

296 297
de l a aldea de, y �u 'lillu t d lllill lllll .1. 1 1 1 1 pudv1 .ul r t l l l l l�lt.ilt\11 ''I P< I IPI . • dl·� y de l a l'unci6n dt.: l a comunidad
n a t.:tt l' l A l tl·a de lo-. v l t tl' U i o:- lt H
o su funci6n como medio de l''<tralT ton de l' \ll'tk'llll.' '> 1 1 1 aldeana para dctcnninar patrone!> de posesión de la tierra y organizar
11 1 ,h l t •

aldea como base para la imposic i6n y ret:olecci<Ín de i n tplll'�lm la vida social de los granjeros atenienses36 La diferencia crucial entre
11 1 1 1
butos, por ejemplo, es un tema recurrente en la hi�loria de la' la aldea áLica y la comunidad campesina <<típica>> radica en la relación
� t H ,,
dades campesi nas. En efecto, la dominac ión y explotac i6n entre la aldea y la organización política más grande en la que estaba
de la ,tlclr 1
por <�erarquías políticas externas » es a menudo tratada co111o i ncrustada. Shanin describe la comuna campesina tanto como social­
lllt.c
característica definitoria de la sociedad campesin a, un corolario mente autosuficiente cuanto políticamente dependiente; es completa
dl· l" ..c
definició n conforme a la cual e l campesi no es un cultivado en sí misma tanto en el sentido de que ella constituye virtualmente la
¡;. lltt.cl
caracterizado por la «produc ción de un fondo de renta» o la totalidad del mundo de los campesinos como en el sentido de que el
tran�lt
rencia de sus excedentes a un grupo dominan te de opresores34. mundo de sus gobernantes es ajeno. En otras palabras, la comuna
El carácter dual de la aldea campesina como una CQmunidad collt campesina está por definición dominada y explotada por <�erarquías
pleta en sí misma y en alguna medida auto-regulada, y al mismo políticas externas», entidades políticas a las cuales el campesino de
ti c t l l pc •
como u n medio d e dominación y explotación -así como l a universa ninguna manera pertenece salvo como sometido. La relación entre
lidad
de esta forma social- es suscitamente expuesto por Teodor S han estado y aldea es la relación dicotómica entre gobernante y sometido,
in en ,u
explicación general del campesinado como «factor político»: así como entre productor y apropiador, ya sea en el nexo entre señor
feudal y siervo, señorío y aldea, ya sea entre estado redistributivo y
En el marco de la comunidad aldeana o comuna campesina, el campt campesinado que paga tributos. Esta relación dicotómica estaba en
sino llega a un nivel cercano a la total autosuficiencia social. La apro cierta medida extendida a lo largo del mundo grecorromano donde­
piación y la división de la tierra, el matrimonio, las necesidades soci11 quiera que al campesino se le otorgaba la condición de ciudadano, aun
les y religiosas generalmente son atendidas al nivel de la aldea. U11 cuando, como en Roma, la condición cívica del campesino ruera l i m i -
interés común en los derechos de la comuna así como en la provision tada. Pero e n n i ngún lado el patrón típico s e h a quebrado tan comple- �
para la actividad productiva que requiere la pruticipación de más de u1111 tamente como sucedió en la poli:; democrática de Atenas. El agota­
familia genera la cooperación, generalmente ensamblada con algún tipu miento de la oposición entre aldea y estado rue la fundación misma de
de democracia de raíces agrarias. Las características de la aldea campc la democracia ateniense, en tanto la comunidad aldeana se convirtió
sina -sus miembros que nacen en una comunidad singular, que pasan en la unidad constituyente básica de la polis.
por experiencias de vida similares y que se involucran necesariamentt' Las reformas de Clístenes son consideradas comúnmente como las
en interacciones personales cercanas, con una consecuente ausencia dt· que han establecido la base organizativa de la democracia ateniense.
anonimato- contribuyen a la cultura altamente tradicional y conformi � Aunque la intenci6n y la significación de sus reformas siguen en dis­
ta peculiar de una comunidad rural. Todo esto hace de la palabra mi1 cusión, casi no hay dudas de que su sistema de demos -las unidades
(que significa <<el mundo» o <<paz>>), usada por los campesinos ruso� constituyentes más pequeñas del nuevo orden político- tenían el efec­
para referirse a su comuna, una descripción significativa de su función. to de confiar el poder político a la población común de Atenas, e l
La aldea es el mundo del campesino. Una sociedad de pequeños pro demos, en un grado sin precedentes en el mundo antiguo conocido.
ductores consiste generalmente ele innumerables segmentos aldeano¡,, Estos demos, que parecen haber variado mucho en tamaño, desde
dominados y explotados por jerarquías políticas externasJ5. caseríos al equivalente de pueblos mercantiles medievales ingleses, en
gran parte se basaban en aldeas existentes (demoi), correspondiéndo­
El persuasivo cuadro de Osborne de la vida campesina ática sugie­ se la mayor parte con aldeas singulares, aunque en algunos casos pue­
re que la aldea puede haber ejercido muchas de las mismas funcione� den haberse originado unidades nuevas y artificiales:17. Por este medio,
sociales que las que han ejercido las comunidades campesinas en otra�
partes. Ciertamente existe una evidencia considerable de la i mportan-
·16
Ver R . Osborne, Demos (op. cit. n . 28). esp. caps. 2-4, 7 y 9.
-'7 Sobre la relación e ntre los demos y las aldeas preex i ste ntes. el tamai'ío de los demos,
etc. . ver ibid., 42-5. Tanto Osborne como D. Whitehead, Demes (op. C'it. n. 30). 23-30. enfa­
-'• La autora remite aquí al capíllllo 2 de Peaswu·cili:en and s/{ll•e, 55 [nota del editor t. tizan el carácter <<natural» del sistema de demos. su crecimienco <<orgán ico» a partir de l a
1� T. Shanin. «Peasamry as a political factor>>, en idem (ed.). Peasants and peasa/11 vida tradicional e n l a aldea, cueslionando la medida e n que fueron artificialmente creados
societies, Harmondswonh, 1 97 1 , 238-63 , en 244. aun los demos de la ciudad y subrayando que el mn· mismo creció a pareir de un conjunto

298 299
CJ J �Ie ne� . L'll palu iHu� 1k C hluu
JJ¡', J ll l l i l l l l l l'l t . J I I I JIII . i l l t o \ .11
1 11 1
·

la iden tida d polí tica a i J ¡ , 1H. Auuque lao, t.:-'Jgencias de trabajo, la distancia de Atenas y ciertos
Era a través de su demo que ,;argo� exclusivos continuaron dando ventajas a los ciudadanos más
un hom hrc �e convei'I Ja l'll nud
reteniendo la identidad de .ul,Jt lll rico� en la asamblea de Atenas, y aunque los políticos más activos en
su cierno -la marca de �u
ciud adw 11a ,J h• el centro siempre tendían a provenir de fam i lias prósperas, permanen­
largo de los cambios de resi
den cia. La asociación de la
ciud ada ura llllt l'C el hecho de que la democracia era única tanto en los principios
l a iden tida d loca l del demo,
entre otras cosas, l i beró el
derecho tk l t l l l'Omo en la práctica. En los principios, garantizaba la condición cívi-
dadanía d e l control aristocrá
tico. Fue tam bién e n la dem
ocracia Jt,¡ . 1 1
d e l demo donde l o s cam pesi ca plena a los campesinos y artesanos comunes, y en la práctica dicha
nos probable men te j ugaron
co más acti vo. S i fuera cier s u rol...¡1o l 1 1 1
to que la asamblea central gente realmente sí participaba no sólo en el auto-gobierno local


de Ate nas L'�l.1
ba generalmente dom inad mediante las asambleas del demo, sino también -aunque no tan regu­
a por Jos ciudadanos más

men e aqu ell s que mantení
? an una residencia en la ciud
ricos, espcn:d
larmente como sus compatriotas más ricos- en la administración de l a
ad a la ve; qfl¡·
pose1an proptedacles en el polis en s u totalidad. S i n duda l a democracia funcionaba d e m �n�ra
campo y especialmente en
los demos en l e "
q u e e l l o s estaban inscripto
s como c i udadanos, n o habr i mperfecta; pero al otorgar (en palabras de Osborne42) la condJCJÓn .q-­
ía discont i n J J J
dad entre la pofi.1· y e l dem política a las aldeas, quebrando l a discontinuidad entre la aldea y e l
o39. El dem o era la unid ad
bási ca de la polis y no simp con stitu yen lc·
lem ente su som etid o. Tod estado, entre l a comunidad campesina y e l orden político, esto trans-
os los hom hn·\
del demo tenían los mism formó radicalmente el carácter de ambos.
os derechos cívi cos y esta
ban habi l i tado•.
para asis tir a la asamblea Tiene sentido que inclusive las c i udades-estado no democráticas
central y servir en los jura
dos mediante Jo�
cuales se hacía muc ho de lo del mundo grecorromano otorgaran una condición política distintiva
que consi deraríamos el trab
ajo político: .1
este respecto, no había dist
inci ón entre aldeano y hom al campo. Como M . l. Finley ha señalado, «las c i udades antiguas en su
bre de la ciudad
o entre campesino y terra crran mayoría contaban con granjeros. ya fueran granjeros trabajado­
teni ente . Cada ciudadano
en demarco, el funcionario
prin cipa l del demo a trav
podía convcrtirw
;es o caballeros, hombres cuyos i ntereses económicos se hallaban
és del cual \l'
mediaba la adm ini stración principal y a menudo exclusivamente en la tierra, como el núcleo de
loca l de la pofis -y, de hech
o, la evid enc io�
es que los demarcas eran gen su ciudadanía»43. Esto explica en gran medida l a relación particular
eralmente hombres de med
ios moderadm
y el� una condición relativam entre ciudad y campo que muchos comentaristas, con e l modelo de la
ente hum ilde�0-. Cada ciud
adano podí:1
servtr en la boule, el consejo ciudad medieval en mente, han escogido como una característica d i s­
que establecía la agenda de
central -de hecho, es prob la asamblcii
able que la mayoría de los tintiva de l a antigüedad clásica. En primer l u gar, puede parecer desta­
ciudadanos deba
haber sido mie m bro de la cable que tal civi l i zación altamente urbanizada, donde tanla gente
boule una vez como mín imo 4'-.
vivía en ciudades y donde una c u l tura urbana altamente desarrollada
fue capaz de florecer, pudiera coexistir con una economía urbana rel � ­
ele alcleas (D. � hilt:hcacl. op. cit. . 25-7 ). Whit
ehead (siguiendo a W. Thom
tivamente no desarrollada. Para los griegos y los romanos, fue la agn­
tambtt!n _ que pson) sugiere:
la t n>taurac t ón de la red de ciemo cul tura y no el comercio o la manufactura la que constituyó l a base de
s por Ciístenes no puede haber
tado ele un examen cartográfic sido el resul­
o reali/ada para fijar los lín1i1e la vida civil izada, esto es, una vida en ciudades44. La asociación entre

ha er .> _tdo snnp
:
lemente el resultado «natural»
s territoriales. sino que pueck
de una ordt!nanLa para que cada
reg1s1rara en la aldea donde vivía hombre �e el urbanismo y la agricultura, que desde la perspectiva de la Europa
. dejando a la gente interesada
el apropiado (pp. 29-30). Véase determinar qué centro era
también A. Andrewes. «Cleisthcn medieval, por un lado, y el capitalismo industrial, por el otro, parece
( 1977). 2-1 1-8. No se puede es refon n bill», CQ, 27
menos que señalar aquí el contr
aste entre el sistema ático de una contradicción en los términos, tenía perfecto sentido para los anti­
regi�tro en una aldea con el
objeto de reclamar los derec
la aldea en otms soct. dade, dond hos de ciudadanía y el registro
en guos cuya cultura urbana vi brante se apoyaba en economías predomi­
� e la recompensa del registro
tmpuestos a una mn�ndad centr era la obligación de pagar nantemente agrarias; y tenía sentido precisamente porque el rol de l a
al. Whitehead también concluye
es escasa. la probabtltdacl e� que que, aunque la evidencia
la gente tendiera generalmente ciudad era e n primera instancia político tanto como, o a ú n más que,
ancestrales (pp. 353-7). Tambi a permanecer en sus demo�
én R. Osborne. op. cit. . cap. económico -aunque esta distinción puede ser confusa en e l caso de
a que los CIUdadanos generalme 3, y 225, n. 90, da importanc
nte mantenían fuertes vínculos ia
'" R. Osborne. Demos (op. cit. con sus demos ancesJrales. sociedades precapitalistas en las que el poder «económico» de la apro-
n. 28). 189.
·19 Osborne sugiere que
los ricos. que podían ser dueñ
como en el campo, «veían la os de propiedades en el astr
totalidad de la polis corno su así
que lo� menos acomodados eran campo ele actividad, mie�tras
también menos móviles» (ibid.
411 , 87).
/bid., 84-5. 42 /bid., 184.
., /bid.. 9 1 . 4J M.l. Finley, The Anciem Eco11omy, Berkeley, 1 973, 1 3 1 .
44 Ver ibid. , 1 23.
300
10 1
piat:iún dcpcnth: tan dit t•t·tallll'lllt' dt• la t l ttuhnon l l l l l d t l . t } 1'1 ptultl ptl'cisanwntc porque «no existía ninguna línea divisoria clara entre
político-. c i u dady campo (khora) ya sea en la condición política ya sea en la
En contraste con otras civilizaciones avanzada� en la:-, que d P"d' ' re! igiosa»46, la distinción conceptual entre ciudad y campo, o habitan­
político encontraba su punto de concentración en los palacio� rcall'' o tes de la ciudad y hombres de campo, permanecía mal definida y
en los templos teocráticos, las sedes de reyes y sacerdotes, el podct l''ta ambigua. Aun la tendencia a comparar al hombre de la ciudad urbano
tal de la polis era como si estuviera difundido a lo largo de la ciudad. , 1 y sofisticado con el hombre de campo tosco y rústico, que aparece
escenario de la actividad para una comunidad de ciudadanos. Es qu11.1 especialmente en la comedia ática, no dejaba de tener ambigüedades.
en este sentido más que en cualquier otro que la noción problemátk:� e h «Los atenienses», arguye Humphreys, «distinguieron al tipo de ciu­
«ciudad-estado» transmite u n significado útil. L a ciudad era tat;; bic11 d dad, el asteios -sofisticado, ingenioso, hábil- del rústico, agroikos.. . ;
estado tanto en el sentido de que se desanollaba como el sitio de la m i l pero existen pocos indicios de la existencia de un agrupamiento de
vidad política (aún más que hacerlo, por ejemplo, como plaza de mcn a intereses, de una solidaridad consciente, conespondiente a la división
do), como en el sentido de que el territorio que gobernaba estaba unulc• de la actividad económica y los modales»47. De hecho, la distinción
a ella en un todo único sin fronteras rígidas entre ciudad y campo, cntt1 puede haber estado aún menos claramente definida de lo que Humph­
el estado apropiador gobernante y las aldeas productoras sometidas. reys sugiere, y más profundamente coloreada por la unidad política
Si todo esto fue en mayor o menor medida cierto para la «ciudad que unía ciudad y campo. Osborne, por ejemplo, interpreta la distin­
estado» antigua en general, fue especialmente cierto, por supuesto, plllll ción entre el asteios y el agroikos de una manera particularmente
la polis democrática. Si el «núcleo» de la ciudadanía en otras ciudadt•s sugestiva:
estado consistió, en gran parte, de granjeros, fue sólo en la democract;t
donde «los granjeros que trabajaban», y no simplemente los «granjem' No se trata de una distinción entre el hombre que vive dentro de las
caballeros», se contaron entre los ciudadanos con condición cívica plena paredes de la ciudad y el hombre que vive fuera, se trata de una dis­
Fue aquí donde la oposición típica entre apropiadores en el centro polftt tinción basada en el comportamiento, y en particular en el comporta­
co y campesinos en una región interior sometida había sido más efectiv;¡ miento político . . . Vivir en el campo, ciertamente, puede resultar más
mente aniquilada; y fue aquí donde la frontera entre la aldea y el esta difícil que ser urbano . . . pero no produce al patán48.
do fue más completamente quebrada.

V. La ciudad y el campo en el Á tica 46 S.C. Humphreys, Alllilropvlogy and tile Greeks, Londres, 1978, 1 3 1 .
41 /bid., 133. E l argumento de que no existía ninguna clara división de intereses entre
el pueblo de campo y los habitantes de la ciudad va contra la visión de que una oposición
Atenas estaba entre las más urbanizadas de las ciudades antiguas, entre los intereses de Atenas y el Pi reo, por un lado, y de la kilora ática, por el otro, se rene­
«la ciudad más poblada del mundo grecorromano en su tiempo»4s. La jaba en las diferentes actitudes hacia la guerra durante la guerra del Peloponeso, cuando se
polis más a menudo citada como su contramodelo, Esparta, con su supone que la población de la ciudad estuvo más inclinada a la guerra. Esta oposición, sin
embargo, debe ponerse en perspectiva. Tal como ha argumentado R.J. Hopper, Trae/e and
población campesina sometida, difícilmente desarrollara de algunn indu.w:\' i11 cla�:iic:al Greece, Londres, 1979, 1 48 : «Tal división entre los intereses del Á tica
manera una ciudad o una cultura urbana . Ciertamente, es un hecho lla­ y los intereses de Atenas y el Pirco sí surge cuando, al comienzo de la guerra del Pelopo­
mativo que, mientras la polis con la división política más grande entre neso, los habitantes de Ática se refugiaron dentro de los muros como una cuestión estraté­
gica, y una actitud dividida hacia la guerra pareció surgir... Probablemente sería erróneo
el centro gobernante y la periferia sometida tenía la división física aceptar demasiado ligeramente la idea de tan clara división, basada en una medida consi­
menos significativa entre ciudad y estado, la cultura urbana más avan­ derable en ideas políticaS>>. Hopper sigue enfatizando la diticultad de trazar una línea entre
zada del mundo grecon·omano fuera también aquella en la cual la fron­ ciudad y campo, especialmente cuando los granjeros parecen haber vivido en pueblos y
tera institucional entre ciudad y estado estuviera en su mayor debilidad . aldeas del campo, o en la ciudad misma y sus alrededores inmediatos, más que estar espar­
cidos a todo lo largo del campo. «Hay que recordar», concluye, «a aquellos fragmentos
Esta paradoja sirve para enfatizar la función política de la ciudad. curiosos de rus in urbe que en la Atenas de hoy existen mezclados con los suburbios, e
La distinción conceptual entre ciudad y campo era correspondien­ incluso los suburbios industriales (se encuentran, por ejemplo, en la línea de los antiguos
temente débil en Atenas. Como muchos comentaristas han señalado, Muros Largos, entre Atenas y el Pireo, no muy lejos del tren eléctrico y de la ruta prin­
cipal hacia el Pireo). No había una línea divisoria clara o profunda entre el hombre de
la ciudad y el hombre de campo, no cultivador y cultivador, inclusive en espíritu e interés»
(p. 152).
45 /bid., L33. •s R. Osborne, Demos (op. cit. n . 28), 185.

302 303
La di le n: 1 1 ci a l' l 1 1 fl' l'�tm l l pm . l'l111ll ll'l'�. r : u l t l a �ohn· tndo 1'11 I r p redo m i n io en Roma� 1 . La paradoja e� enton
l'll claro t l lltllu,lt Ulll � � � A
medida en que ellos ejercen MI derecho a 1w rt i c r p : u l' l l poll l ll'il \' 1 1 r 1 ces completa: la elevación política de la aldea, señalando la ruptura de j
centro de la polis, un derecho que. en principio al menos, est<i ahrl'r 11 • la vicjª- divisi6n entre ef centro gobernante y el campo sometido,
al hombre de campo y al habitante de la ci udad en forma similar 1 , , impulsó el crecimiento de la ciudad, mientras que al mismo t i empo y
idea de Atenas, la ciudad, en contraste con la khora del Ática es l' l 1 ' 1 por los mismos medios ponía límites al desanollo de la economia
misma u n concepto político más q u e u n a notación geográfica: p111 urbana.
ejemplo, mientras que los hombres de campo son Athenaioi, las mujl­ S i la función política de la ciudad contribuye a explicar un nivel de
res, dondequiera que residan, dado que carecen de derechos político' urbanización no equiparado con el desanollo de la economía urbana,
y «por ende no tienen ninguna conexión especial con la c iudad. ) resta aún preguntarse cómo fue posible sostener esta función política
desde luego. . . están excluidas de todas aquellas áreas que distingul'l1 y este grado de urbanización sobre una base material que era más rural
la vida de la ciudad», nunca son Athenaiai sino Attikai gunaikes, n" que urbana. Más particularmente, ¿cómo fue posible para l a gente
atenienses sino mujeres áticas49. Puede decirse largamente lo mismn cuya subsistencia y riqueza se derivaban tan abrumadoramente de la
como Osborne sugiere, sobre l a identidad del demo. En vista de t¡ lll' tierra el ser tan activa e n la ciudad, especialmente en e l caso de los
un aldeano varón, como ciudadano, se identi ficaría por su demotikon ciudadanos más activos cuyo rol prominente en la vida política en el
su nombre de demo, la mujer de campo podría ser identificada por el centro fue fac i litado por una residencia más o menos permanente e n
demo de su esposo 6 de su padre, pero en su propio derecho era sin1 la ciudad? Hay u n a tentación aquí d e volver a l a visión tradicional de
plemente alguien que vivía en una aldea particular. que la vida de la ciudadanía dependía de la esclavitud, en el sentido
Humphreys ha sugerido que el factor crítico para determinar la directo de que el tiempo l i bre de uno dependía del trabajo del otro52.
diferencia entre el continuum urbano-rural que caracterizó a la antigua En el caso del granjero trabajador, el campesino -teniendo en
Atenas, y la dicotomía urbano-rural de, por ejemplo, la Alejandría mente que en la práctica tendía a ser más activo en la política local de
helenística o las c iudades de l a Europa medieval, no es el nivel dl' su demo que en el centro de la ciudad, que el trabajo agrícola estaba
especialización económica n i el tamaño o la densidad de la población
urbana, sino más bien la presencia o ausencia de «hombres intenne­
diarios» -señores feudales, patrones o empresarios económicos- cuya SI R. Osborne, C/assical /andscape (op. cit. n. 23), señala que <<la arqueología no
posición de alguna manera dependía de mantener dicha dicotomía. En conoce ningún mercado en todo el territorio de Atenas exceptuando a la propia Atenas, el
Atenas, argumenta, la relación del hombre de campo con la ciudad y pueno del Pirco y Sunion» (p. 108). <<A medida que la organización política volvió ina­
sus instituciones era directa, no mediada a través de hombres inter­ tracrivo dejar Jns aldeas, la estructura agraria permaneció arada a las esrrategias de subsis­
rencia. Aunque el Pireo ofrecía un nuevo concepto del intercambio, es notable que los mer­
mediarios: «El hombre de campo ateniense tenía una relación cercana
cados fueran una facilidad que las grandes aldeas del Ática no estaban orgullosas en sí
y directa con l a ciudad; votaba en su asamblea, compraba y vendía en mismas de poseer... Las aldeas tenían 'agoras pero ésros raramente parecen haber sido
·,

sus mercados, tomaba parte en sus festivales religiosos, l i tigaba en su� más que lugares de reunión política ... Los servicios desarrollados en el campo son más
tribunales, tenía los mismos derechos políticos y obligaciones -inclu­ manifestaciones de la independencia de la comunidad local que medios para inregrar a esa
comunidad a una red de intercambio más amplia. Teatros. gimnasios, construcciones reli­
yendo la del servicio m i l i tar- que la población urbana»50. Quizás ésta giosas y fuertes son los agregados monumentales a las aldeas durante el periodo clásico,
sea sólo otra manera de decir que la unidad de ciudad y campo, que desplegando conspicuamenlc el orgullo cívico y la auwsuficiencia» (p. 130). <<Lo distinti­
alcanzaba su pico en la democracia ateniense, así como la «despro­ vo de la sociedad griega se revela mejor por el contraslc entre esa ciudad y las ciudades de
-1 porción» entre el grado de urbanización y el tamaño de l a economía
los periodos romano, medieval y comienzos del moderno. La ciudad griega no es sólo un
poblado, no puede divorciarse de su campo. Para la era romana. esro ya no era verdad inclu­
urbana puede atribuirse en gran parte a la condición política del cam­ so en la misma Grecia. Para la era romana tardía el campo mismo funcionaba casi inde­
pesinado. pendientemente de la ciudad: los mercados aldeanos volvían obviable la necesidad de via­
De hecho, la importancia eolítica de la aldea parece haber reforza­ jar a la ciudad para intercambiar bienes; los hombres se pensaban a sí mismos como
provenientes de una aldea más que de una ciudad y registraban a las aldeas como sus luga­
do la adhesión a estratégias de subsistencia en la agricultura; y existe
res de origen; la política de la aldea y la de la ciudad tenían poco o nada que ver la una con
uña llamativa auseñeiade evidencias de mercados locales en el Ática, la otra. La ciudad romana tardía presagia la ciudad medieval cerrada sobre la que Pirenne
ha escrito, 'Una vez fuera de las puertas y el foso estamos en otro mundo, o más exacta­
mente. en el dominio de otra ley'» (pp. 193-4).
s2 Los defectos de esta ecuación ya han sido examinados en nuestra discusión sobre la
49 !bid. 183.
. esclavitud en la agricultura ateniense. (La autora se refiere a los análisis ya citados del capí­
so S.C. Humphreys, Anthropology (op. cit. n. 46). 134. tulo 2 de Pea.sa11t-citize11 and slal'e [nota del editorl.)

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marcado por dara:-. l l tu.:tu:tl'1tl1 1l'� ,.,t,tl louak-. ljll\' ' k l ah;ul .d �· 1 · 11111 1 1 l l l ll'lllra' -.u 1 H l lll'/11 w derivaba principalmen te del campo no nos dicc
«Subempleado» varias veces al auo, y qul' alguuo-. c :u n pc '> l l l l >'- ' 1 \ 1 111 Jllll � � mi�n1o nada �obre la importancia de la esclavitud agrícola. La
e n o cerca de la ciudad mientras labraban las tierras en \U\ a l 1 l'dnlnll hi-.toria provee una amplia evidencia de terratenientes absentistas sin
inmediatos-, necesitamos recordar las formas en las que la dl l l 1m 1 u ' r'clavos mercancía. De hecho, dadas especialmente las posesiones de
cia limitaba las demandas sobre l a producción de excedentes, yn l u1 t 1 l iérras normalmente fragmentadas en Atenas, la ausencia prolongada
por pat1e de los campesinos ya fuera incluso por parte de los esda\11 del terrateniente podría por sí misma haber actuado como prueba en
En un sentido, aun hacer la pregunta sobre la base materia e la l 1 1 1 l� l'Ontra de la consignación de la labranza a Jos esclavos.
dad de la manera en que la hemos hecho es hacer supos1ctonc:-. � 1 1 1
garantías en cuanto al n i v e l d e producción d e excedentes requl.'1tdn
para sostener la democracia. Si e l papel político del campesino p1•• VI. El nexo entre libertad y esclavitud en la Atenas democrática
vocó demandas únicas en su tiempo, también debemos recordar lu
demandas que no se provocaron sobre su trabajo. No había un ap;u,, Y sin embargo, después de todo esto se dice todavía que debe reco­
to estatal desanollado que sostener, ni una burocracia real, ni un �:-.1.1 nocerse que la democracia ateniense estaba inextricablem ente ligada
blecimiento eclesiástico sólido y rico, ni grandes disparidades de riqut a la esclavitud a una escala sin precedentes en el mundo antiguo. Lo
za marcadas por el lujo conspicuo, la magnificencia aristocrática ni 1111 mínimo que puede decirse es que la libertad del campesinado impul­
mercado floreciente de artículos de lujo manufacturados53; y las obli�·a só de varias maneras e l crecimiento de una forma alternativa de traba­
ciones militares estaban circunscriptas por las capacidades, los objl"l1 jo dependiente, la esclavitud mercancía, y que de una manera u otra la
vos y los ritmos del pequeño propietario. En forma breve, las demand.1 libertad del ciudadano y la degradación del esclavo no eran sino las
sociales, políticas y económicas sobre los impuestos y los fondos d, dos caras de la misma moneda. Entonces, puede parecer indiferente si
renta -en forma de rentas, aranceles, derechos, diezmos, tributos, i n 1 consideramos a la esclavitud como causa o efecto, si tratamos a la
puestos y servicios e n trabajo- normalmente producidos por campc'>1 esclavitud como la condición que hizo posible la libertad del campe­
nos en todas partes estuvieron relativamente limitados. Aun si, COIIIP sino o si, por el contrario, contemplamos a la libertad del campesino
parece probable, los campesinos atenienses produjeron más de lo� como la condición para el crecimiento de la esclavitud. Y puede pare- {
riqueza de sus compatriotas más ricos, mediante rentas de una clase 11 cer especialment e perverso argumentar que en primera instancia la �
otra, que lo que suponen los que insisten en la importancia de la escla característica esencial de la democracia es el grado en que la depen- '
vitud en la agricultura, las demandas sobre el excedente producido p111 dencia fue excluida de la esfera de la producción.
el campesino -y desde luego, sobre la producción de excedentes l'll No obstante, sigue siendo la premisa básica de este estudio que
general- estuvieron restringidas e n Atenas. Por supuesto, esto hab1.1 sólOVIendo a la democracia desde esta perspectiva puede entenderse
sido cierto en especial durante el periodo del siglo v a.C. (sobre el cual esa formación política única y el rol de la esclavitud dentro de ella.
diremos luego algo más) cuando la mayor parte de los ingresos dl' Nli.rado aesde
-este ángulo se hace posible apreciar la significación no
Atenas se derivaba de los réditos del imperio. sólo de ciertas instituciones políticas sino también de ciertas formas y
En cuanto a los terratenientes más ricos que pueden haber residido actitudes culturales que son específicas de la democracia54. Y también
en la ciudad a cierta distancia de sus propiedades rurales dispersas, no podemos comenzar a respondernos. la pregunta planteada al principio
hay duda de que ellos contaban, al menos en parte, con el trabajn de este capítulo: si la consolidación de un campesinado libre dejó o
esclavo; pero el hecho de que su residencia estuviera en la ciudad creó ciertas necesidades sociales que fueron satisfechas por el creci­
miento de la esclavitud, ¿cuáles fueron esas necesidades y cómo las
llenó la esclavitud? La formulación de esta pregunta puede también
proveernos de un control a partir del cual j uzgar la evidencia positiva
53 Ver R. Osborne, Classical londscape (op. cit. n. 23), 22 y 108-10. Osborne desta�n
el <<lugar limitado» de los bienes de lujo incluso en las propiedades de los terrateniente' inadecuada concerniente a la ubicación de los esclavos en la economía
ricos, a pesar de su rol como artículos de prestigio para los ricos urbanos. Sería probable ateniense al darnos algunas indicaciones de dónde podríamos esperar
mente seguro asumir, también, que artículos tales como la vestimenta (que sí parecen figu
rar preponderantemente en la riqueza de los ricos atenienses como Alcibíades) eran común
mente producidos por los servidores domésticos. La alfarería fina, un artículo de lujo
producido para el mercado del que hay amplia evidencia, parece, de acuerdo con Osbornc, 54 La autora remite aquí al capítulo 4 de Peasam-citi�en wrd slave, 126-72 y notas en
haber sido de una 'importancia económica uivial'>> (p. 109). 200-4, que versa sobre la existencia de una cultura campesina [nota del editor].

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enl:ontrurlw.. . por �upuc''"· 1 1 1 1 1 t.rl q t w 1 1 1 1 pt'l l l l l l.utu" qu•· 11111 1 1 1 l'l ak;lllL'C dt• J.¡ t l l.lllttl lll l l l l .l ,, ¡!l al l cst'ala. 110 lkhcrlall L'\agcl ar'>c: y
expectativa� �e convienan cn pr okt·t;" ;ruto l'lllt'lllllada ... . debe tener�c en cuenta que cualquier estímulo que la democraci a
E l primer punto que necesita enfa1i1arse e� que si la dcnHJL'Iill t.t pudiera haber dado a l crecimiento de l a economía urbana habría sido
la condición de las clases productoras l ibres dentro ue ella impul,atPtl ul menos parcialmente compensado por las l i m itaciones i mpuestas a
e l crecimiento de l a esclavitud, también dieron forma y l i m i tamn l11 la expansión del mercado por la democracia, en tanto que la polis
modos en que el trabajo esclavo podía u ti l i zarse. La esclavitud 1 1 1 1 uemocrática representaba la consolidación del régimen de los peque­
menos que cualquier otra institución ateniense existió dentro dcl l'l l l l ños poseedores. Ya se ha señalado el reforzam iento de las estrategias
texto de l a s relaciones sociales y políticas q u e restringió e l afc ancl' dt de subsistencia por l a i mportancia política de la aldea. En cualquier
¡ l a apropiación y l a concentración de la propiedad. L a dominacion dt caso, los pequeños pooseedores mismos constituyen u n mercado
la producción agrícola por parte de pequeños poseedores libres si�• 1 1 1 notoriamente «inelástico»: y las restricciones sobre l a concentración
ficó que las posibil idades de utilización de esclavos quedaran lillli t.t de l a riqueza habrían reducido el consumo de bienes manufacturados
das en algunas áreas y fueran i ncentivadas en otras55. por parte de Jos terratenientes más ricos, que en otras épocas y Juga­
...
Por otro lado, como hemos visto, la explotación de esclavos en In res -particularmente en la Europa medieval- han constituido general­
producción agrícola estuvo restringida por e l régimen de pequcn11 mente e l mayor mercado de bienes de lujo producidos por artesanos
poseedores y por l a fragmentación de la propiedad que l o acompano en las sociedades precapitalistas56.
Otros tipos de producción, en cuanto caían fuera del dominio trad1 Por otro lado, la independencia del campesinado significó que
cional del campesino, en principio dieron más lugara la eSClavitud . \ ciertas clases de servicios laborales, aparte de la producción agrícola,
cualquier crecimiento en la economía urbana creaba nuevo espac111 que en otras sociedades campesinas se han obtenido de la fami l i a cam­
para l a producción esclavista. No hay dudas de que la democrat'lil pesina -notablemente, varios tipos de servicio doméstico para los
impulsó el desarrollo de l a economía urbana de varias maneras -por ricos, así como prestaciones personales de trabajo tanto público como
ejemplo, al hacer de la ciudad un centro tan i mportante de actividad privado-, en cuanto ellos continuaron existiendo, de ningún modo
social, al aumentar la importancia del comercio exterior, y quiza, tuvieron que ser ejecutados por otro tipo de fuerza laboral dependien­
incluso al forzar a los ricos a buscar fuentes alternativas de riqueza en te no asociada con la familia campesina. Como regla general, podría
la medida en que las tenencias campesinas seguras y la independencia esperarse que la esclavitud creciera más dramáticamente en aquellas
del pequeño poseedor l i m itaron la apropiación de la tierra-. Pero a su áreas dej adas vacantes por l a transformación de l a relación del cam­
vez el crecimiento del sector no agrícola ciertamente expandió Ju, pesino con el terrateniente y el estado: la separación de su hogar de l a
posibil idades de explotación de esclavos, siendo las minas de plata el dependencia del señor y s u conversión de sometido a c i udadano. Una
único caso inequívoco de crecimiento sustancial, produciendo la l i m itaba las formas en las que se hacía trabajar al campesino para el
exportación de Atenas más i mportante en gran parte por medio del tra señor, excluyendo a aquellos que entablan una dependencia personal
bajo esclavo. La importancia del mercado y e l comercio en general, o con e l terrateniente o l a tierra; la otra l i mi taba las formas en las que
podía hacérsele trabajar para e l estado, reduciendo el alcance de l a tri­
butación y las prestaciones personales ele trabajo.
s�Se ha sugerido que la civilización griega fue la primera en la que los esclavos pudil' Lo que estas l i m i taciones pudieron significar puede ilustrarse con­
ron ser usados en la producción primaria, porque a diferencia de otras civilizaciones ami trastando este caso con otros en los que tales restricciones no se apli­
guas no requiría el tipo de cooperación cercana y solidaridad comunal demandadas por lo,
caban. Ya hemos señalado la diferencias entre el campesinado ate­
proyectos de trabajo público, de manera notable el control del suministro de agua y los sis­
temas de irrigación, que fueron la base de la agricultura en las sociedades «Orientales». Ve1 niense y otros a lo largo de la historia con respecto a la tributación y
A.D. Winspear, The genesis of Plato's rhought, Montreal. 1974, 14 ss. Wispear arguye que
en dichas sociedades «todo el que toma parte en el proceso de producción primaria, en
especial en la agricultura, debe ser miembro de la sociedad comunal, alerta y responsable
ante sus sanciones. El conjunto del sistema de control del suministro de agua. su uso según �6 Ver Fin ley, Ancient economy (op. cit. n. 43), cap. S, esp. 138-4 1 . para una discusión
las necesidades del cultivo, era demasiado delicado como para ser confiado al trabajo escla­ sobre los límites de la producción para el mercado, la <<inelasticidad» de los ciudadanos­
vo» (p. 14). No importa los méritos que pueda tener este argumento. fracasa al tomar en campesinos como un mercado para la producción urbana y la contribución generalmente
cuenta la otra cara de la moneda. Un corolario de la singularidad del patrón griego de pro­ <<desechable» de las manuf¡¡cturas para la «economía antigua>>, incluso en aquellas ciuda­
piedad y producción agrfcolas sin los proyectos comunales elaborados o la producción a gran des, corno Atenas, donde el comercio externo jugó un rol relativamente significativo (aun­
escala de los valles de ríos, fue el desarrollo eventual del régimen de pequeños poseedores que no tan ampliamente significativo como los exponentes de una <<Atenas burguesa» han
que colocó sus propios límites en la naturaleza y la escala de la explotación agJícola. sido propensos a sugerir).

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la� prc,lat'IUIIL'� pl'l �llllillt·� t'l l l l .th.qt, 1 't'l l l l l l.t'>l'l l t " l t lll\llh-1.11 1 1 1 l.a'> I I I IJllll .tt llllll'' t k la aladura a una hacienda de u n �eñor suprc­
d e cerca l a posicion del Glll lJlt''IIIO l'll ldlll' l l l l l t'l lll l l ll 'l't\lll 'IIJII t l l l l l lO son mucho m ás claras, naturalmente, en el caso mucho mejor

individual. La antigua Creta y E'parta puedl'll l lllt'\':t l l ll' l llt' " 1 documentado de la Europa medieval. Una ilustración particularmente
como contra-ejemplos. útil es lafamilia de los siglos XI y x u :
Las leyes de Gortina brindan testimonio de una forma <k "' ' \1
dumbre en Creta claramente distinguible de la esclavitud mct\ :tm l La cantidad de terratenientes era grande y ellos pertenecían a
aunque esta última también existía en una escala limitada. Lo' �ll' l ' t todos los rangos de la sociedad. Los documentos del siglo x n
tenían una condición legal y social que les permitía la tcnct�t'l.t ti registran campesinos que poseían más tierra que la que por sí mis­
casas y bienes muebles, incluyendo ganado, así como los derccht P. d mos podían cultivar, que arrendaban lotes a otros aldeanos no tan
matrimonio y divorcio57. De manera breve, el siervo, como cualqli H t bien provistos, y que adquirían de esta manera poder económico
otro campesino, tenía derecho a l a familia y el hogar, y la fami l i : 1 t h 1 sobre sus arrendatarios. Es cierto que tener poder sobre los hom­
campesino era indudablemente la unidad básica de producción. •11 1 111 bres tanto como sobre la tierra era un privilegio poco común, pero
como en otras partes, de las sociedades campesinas, que prohallh podemos asumir que cada familia noble, monasterio o cabildo que
mente trabajaba la t ierra que la fami l i a misma ocupaba. Al 11ll'illt controlaba y explotaba a una familia, un grupo de campesinos
tiempo, el hogar, la casa y la tierra que ocupaban y trabajaban, l'l tlll dependientes, en su vecindario constituía el centro de un señorío
parte de la hacienda ancestral asignada a uno de los dominadorc� 1 1 1 doméstico. La importancia de esta clase de dominación económi­
tenses. Como l a palabra cretense woikeus sugiere, e l siervo c�l.th 1 ca era indiscutible, puesto que, ciertamente, estaba valorada muy
atado al hogar de un señor, y era en virtud de esta atadura co11 1,, altamente por los señores del siglo X I I . . . Lo más altamente apre­
hacienda del señor supremo que el siervo estaba obligado a paga1 1 1 1 ciado de las posesiones de un señor no eran ni sus campos ni la
buto. E s razonable suponer que aquí, como e n otros casos en los lJih cantidad de oro y joyas guardadas bajo llave en su recámara
las familias campesinas han estado jurídicamente ligadas al hogar dt secreta, ni eran estos objetos la envidia de otros. La verdadera
un señor supremo, tal atadura imponía servicios por encima y más all.t riqueza de ese periodo sólo iba a hallarse en la «familia».
del trabajo agrícola, especialmente el servicio doméstico de va111' El grupo social complejo conocido como la «familia» incluía ante
tipos l levado a cabo por miembros de la familia campesina. Tambit·u todo a los domésticos. Contenía igualmente a los campesinos es­
existían categorías de dependencia por deudas, en las que una peN• tablecidos en sus propias casas; algunos, aunque no todos, de los
na anteriormente libre podía ser reducida a una condición comparahh arrendatarios del señor; los poseedores libres que se habían con­
a la de los siervos. vertido en clientes; y ocasionalmente los arrendatarios de otros
Condiciones aproximadamente similares existieron en Espal lit señores ... Entonces ¿qué esperaba él !el señor] de ellos?
donde los hilotas poseían ciertos derechos, manteniendo a sus propio' Esperaba sobre todo que trabajaran. La «familia» de los siglos XI y XII
familias y ocupando la tierra, a la vez que seguían atados a sus sello consti tu ía ante todo un reservorio de mano de obra al que el amo podía
res supremos espartanos a quienes debían el tributo y muy probabk recurrir libremente por ayuda para el cultivo de su reserva . La prime­
mente una variedad de servicios laborales. En ambos casos, el derecho ra obligación de un dependiente cons istía en el «servicio», por e l que
de los amos de extraer tributos o servicios en trabajo estaba mediado se entendía que estaba obligado a cumplir todas las órdenes de su
por el estado y su calidad de miembros de éste como una comunidad señor... Un diploma dado en 1 035 por el rey ele Alemania, Conrado n,
ciudadana gobernando sobre una población sometida. En este sentido estableció las facultades del abad de Li mbu rgo sobre «los hijos no
el u·abajo excedente apropiado por el señor supremo cretense o espar casados (de los hombres de su familia); puede colocar a quienquiera que
tano quizás fuera, de nuevo, un descendiente directo del tributo extra desee en la cocina, a quienquiera que desee en la panadería, a quien­
ído por el estado redistributivo; y esta unidad i nextricable de pode1 quiera que desee para hacer el lavado, a qu ienq u iera que desee para
económico y político, en la cual el derecho a la apropiación privada st' cuidar del establo, y puede asignar a q ui e nq ui era que desee para hacer
basaba en la posesión del estado, tenía como su corolario una privati cada tarea. En cuanto a aquellos que están casados, el abad puede
zación de la propiedad relativamente no desarrollada. nombrarlos según su voluntad para ser cillereros, sembradores, co­
bradores de i mpuestos, o gua rdabosques . . . >> .
Bien podemos pensar que en el siglo XI el valor económico esencial
57 R.F. Willetts, Ancient Crere (op. cit. n. 7). 99-1 O l . de la familia se centraba en este grupo de sirvientes domésticos. Los

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hombre� a Jo� que d amo hilhlil ¡¡)o¡ado l' ll �u-. proplól'> l'.lhiiil;r' (r r11r , 1 tm de net:e!<.idad especial, no l'l a crertamente no con�iderablc o impro­
estaban aún obligados, e� cierto, a rcnl11ar sl'rvicio' pcro,onall'-., rt'"'" ductivo; pero estuvo más lim itado en su alcance que varias formas de
disti n tos de las cargas y serv i c i os en trabajo inherente� a su tcnL'IlL , ,, dependencia campesina, y dejó abierta áreas enteras de servicio per­
Iban a trabajar al hogar en ciertos días; sus esposa� tej ían el l in o ) l • lilll1al que los campesinos dependientes, los siervos, y los c lientes han
lana del señor en casa o en los talleres de los «vestíbulos», moldr.t reali zado a lo largo de l a h i storia.
ban en casa varios objetos de madera para su uso en la reserva . Pv1" Ser un c i udadano, pertenecer a la polis, no era precisamente perte­
este suministro de trabajo resultaba insuficiente. Su am� espemh., necer a otro oikos que e l suyo propio. No sería sorprendente encontrar
princ ipalmen te de ellos lo que más tarde se denominó en Al emanr .t estos espacios vacíos l lenados por l a única forma restante de atadura
Gesindedienst: quería que ellos criaran a sus hijos y los pu si eran a ��� al hogar del amo -la esclavitud mercanc ía-. En sus relaciones con los
disposición cuando tuvieran la edad suficiente para servir. Como Jo campesinos libres, l a dominación del terrateniente ateniense sobre sus
maiiSes serviles de los tiempos carol i ngi os, las cabañas habitadas po1 conciudadanos no descansaba en la posesión exclusiva del estado y su
los hombres de la familia eran guarderías de los jóvenes trabajadorL sistema tributario, ni en una privilegiada condición jurídica, sino en l a
domésticos5H. posesión d e más y mejores propiedades. Y l a condición jurídica del
esclavo estaba en sí misma determinada por e l reemplazo de las rela­
Puede establecerse como regla general que el «poder sobre lo· ciones tributarias tradicionales con las relaciones de l a propiedad pri­
hombres» en el sentido entendido aquí -es decir, el poder de dirigir l'l vada, en tanto que la servidumbre personal se convirtió en sinónimo
servicio ele trabajadores dependientes que estaban obligados a sen 1 1 de la reducción de los seres humanos a bienes muebles.
en virtud de su condición legal o polftica- es comúnmente l a posesion En una sociedad donde l a producción agrícola estaba dominada por
más altamente apreciada ele las clases propietarias en las sociedadl'' los pequeños poseedores cuya disponibilidad para e l servicio personal
precapitalistas. Y aunque en dichas sociedades, y espec ialmente cuan de los ricos y el servicio público al estado, salvo como c i udadanos y
do l a economía monetaria no está desarro l l ada, la atadura del no soldados, estaba l i mitada; en la que un grado de libertad respecto de l a
pariente con el hogar a través de varios medios jurídicos ha sido urr dependencia personal inigua lado e n cualquier otra civil ización avan-
método común d e procurarse servicio personal regular más allá dl'i zada en el tiempo había producido una cultura en la cual la inclepen-
trabajo de l a fam i l i a o las obl igaciones del parentesco, l a esclavitud
mercancía no h a sido la forma predominante o incluso l a preferida en
la cual dicho poder ha sido ej ercido. De hecho, una de las desventaja-.
de la esclavitud mercancía puede ser que e l esclavo, a d i ferencia del
dencia y la autosuficiencia estaban entre los valores más apreciados y
profundamente arraigados, ¿dónde se podría esperar encontrar un
lugar para el trabajo de esclavos? ¿Es demasi ado decir que podríamos
esperar encontrar el espacio más grande para la esclavitud precisa-

campesino dependiente, es menos probable que sea acompañado por mente donde la evidencia sugiere que estaba: en el servicio domésti-
un hogar sometido, disponible como fuente de trabajo y como «guar co; en el empleo a largo plazo, público y privado, ya sea en las ocu­
dería» de trabajadores. Un amplio espectro de dependencia campesi paciones más degradadas y serviles tales como la mi nería, ya sea en
na, que iba de la servidumbre a la clientela, ha sido una manera mucho las posiciones administrativas; y en aquellas áreas de producción fuera
más amplia de dirigir una variedad de servicios laborales. del dominio tradicional del ciudadano campesino; en otras palabras,
Es este espectro de dependencia e l que fue excluido por la dcmo en los intersticios del régimen campesino, y no en la base material
cracia en Atenas; y puede argumentarse que el tipo de poder econó agraria de l a sociedad?
mico entonces ejercido por los terratenientes atenienses sobre sus
compatriotas más pobres no se extendió mucho más allá de las forma�'�
descriptas por Duby como perteneciendo a aquellos campesinos prós­ VII. El régimen de los pequeíios poseedores y la subordinación de las
peros del siglo XII «que poseían más tierra que l a que ellos podían cul­ mujeres
tivar por sí mismos» y arrendaban el excedente a arrendatarios. Este
tipo de poder económico, o el d e l terrateniente sobre los trabajadore!. La otra forma principal de dependencia en l a democracia, l a subor­
asalariados ocasionales que suplementaban su fuerza laboral en momen- dinación de las mujeres, quizás pueda también iluminarse al conside­
rarla en e l contexto del régimen campesino. Por supuesto, no hay nada
en especial en l a exclusión de las mujeres de la esfera política de
�8 G. Duby, Rural economy (op. cit. n. 32}, 220-t . la democracia, ni l a subordinación de las mujeres se originó con l a

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democracia. No oh�lan ll', l'Oi l l l llllil ' ' t· r r do '"'" t ; l l .rt l t' r l \l l t . l e h 1 1 Puede �e1 lll'l'l''-ilr l o modi lic.:ar la suposición de que la condición de
ble de la historia griega que la po�icion de la' r l lli.JC il''- part·u· I r rl lu-. mujeres en general declinó con el advenimiento de la democracia,
declinado a medida que la democracia evolucion aha, y que en lo' , 1 !-�pccialmente porque conocemos muy poco sobre la condición de las
dos no democráticos -notablemente Esparta y po�ihlemcntc ' " " 1 1 1 1 mujeres de clases subordinadas en tiempos arcaicos, y no mucho acer­
dades cretenses (si las leyes de Gortina son una indiciación d�.: un.r dr L'a de ellas incluso en la era democrática. Podemos aceptar que el dete­
posición más general en Creta)- ellas gozaban de una condic.:ion r 1 1 rioro en la condición de las mujeres aristocráticas tenía consecuencias
privilegiada, especialmente en sus derechos de propiedad. Po�t'll 1 1 1 ideológicas en la disminución cultural de las mujeres en general60: Pero
plo, mientras que las herederas atenienses (epikleroi) estaban ohlr¡.' 1 no podemos hacer suposiciones certeras acerca del hogar campesmo, o
das a contraer matrimonio con el pariente más próximo con el 1 1 1 1 1 l sobre los efectos de la democracia sobre su estructura patriarcal.
preservar l a propiedad de l a familia, las mujeres espartanas podran 1 11 A pesar de tales limitaciones, queda algo por ser explicado, aun si
cambio, heredar por derecho propio. Y mientras que las mujerc:- 1 1 1 r nos limitamos al único hecho bien documentado que es el más común­
tocráticas en Atenas estaban cada vez más confinadas a sus cuarto' 1 11 mente aceptado como testimonio de una declinación en la condición
la casa en tanto que la economía del hogar aristocrático daba paso .r 1 1 de las mujeres en general, es decir, su privación efectiva de los dere­
«ciudad-estado» y de hecho a una declinación en l a superior ul.ul chos de propiedad. Está muy lejos del alcance de este estudio especu­
indisputada de la aristocracia en general, sus contrapartes espartau.r lar acerca de los orígenes de la subordinación de las mujeres o las
experimentaron un grado de libertad que ofendía a los griego' 1111 divisiones sexuales del trabajo; pero tomando como punto de partida
espartanos profundamente. a una sociedad en la que dominación masculina, familia patriarcal,
Aquí deben introducirse algunas advertencias. La posición pri'vrlt descendencia patrilineal y matrimonio patrilocal estaban ya bien esta­
giada de las mujeres espartanas, por ejemplo, probablemente no 1 1 1 • blecidos, como lo estaban en la mayor parte de Grecia, aún puede
diga mucho acerca de sus subordinadas hilotas; a la inversa, la lilwr haber algo que agregar a la ya importante literatura sobre la condición
tad y la movilidad limitadas de las mujeres aristocráticas en Atena' "" de las mujeres en la Grecia antigua concerniente a la tendencia ele la
se equiparaban a restricciones comparables para las mujeres poblt'. democracia a reforzar y agravar algunos de estos patrones. En parti­
que en la práctica tenían una libertad considerable de movimiento par.r cular, vale la pena considerar cómo la liberación del campesinado y
atender sus necesarios asuntos, quizás a veces para trabajar como ar h la emergencia del ciudadano-campesino pueden haber contribuido a la
sanas y tenderas. En otras palabras, deben hacerse distinciones dr restricción de los derechos de propiedad de las mujeres.
clase. Y debe tenerse cuidado de no malinterpretar el significado dll
privilegio femenino en un caso como Esparta, donde la libertad inusu.rl
de las mujeres era el anverso de un ethos masculino exclusivamentr
dominante, el producto de una proverbial militarización espartana d1· tumbres de matrimonio: por ejemplo, un hombre podía <<preslar>> su esposa � otro basado
en la sugerencia de cualquier otro hombre involucrado, <<mostrando la dominación en la
toda la vida so¡::ial que condujo a la ocupación militar permanente por relación entre los dos hombres»: la ceremonia del matrimonio implicaba el secuestro ritual
parte de la comunidad espartiata de un pueblo explotado sometido, lm de la mujer. que tenía su cabeza afeitada y a quien se le requería que se vistiera como un
hilotas, y en menor grado de los perioikoi. El resultado de este estado hombre miemras esperaba al novio; y así de seguido.

1
60 Ver. por ejemplo. M. Saliou, <<The processes of women 's subordination in primitive
de guarnición fue la subordinación de la vida de la familia a la comu
and archaic Greece», en S. Coontz y P. Henderson (eds.), Wome11 's li'Ork. men's property.
nidad masculina de las mesas en común, el agrupamiento por edadí.!, The origins ojgender and c/ass, Londres, 1 986, 1 69-206. Aun cuando se trate de una dis­
y la solidaridad del soldado. Si las mujeres esparti tas fueron inusual cusión esclarecedora de los desarrollos culturales e ideológicos, la explicación subyacente
. . �
mente libres, lo fueron como una Imagen en espeJO de la comunidad de la historia griega debe abordarse con cierta cautela -entre otras cosas, porque puede

1 masculin a dominante, que imitaba a y se subordina.Qa sieñijJfe' a éstn haber un poco demasiado de <<I'Athene.1· bourgeoise» en la cronología. describiendo a la
Grecia arcaica como un periodo durante el que el desarrollo del comercio y la urbanización
-t l -aun cuandr las preocupaciones militares de los hombres tuvieran
el produjeron una clase de comerciantes que rivalizó con la aristocracia. dando nacimiento a
efecto de transferir a las mujeres un grado único de particjmlción en la tiranfa, etc.- (p. 173). Ver también J.P. Gould, <<Law, custom, and myth: aspects of the
el control de la propiedad de la tierra59_. social position of women in classical Athens», JHS. 100 ( 1980), 38-59. La posición de las
mujeres en la sociedad ateniense, según se expresa en las leyes. la mitologfa y las actitudes
de los hombres. se describe aquí como ambigua, sometiéndolas a una dependencia com­
pleta a la vez que considerándolas con <<temor obsesivo y aversión» (p. 55), tal vez en reco­
nocimiento de su poder, especialmente en la transmisión de la herencia. Un tratamiento
59 Cf. O. MtllTay, Early Greece (op. cit. n. 2). 169. Murray indica que la subordinacic'>n
general de la condición de la mujer griega puede encontrarse en S. Pomeroy, Goddesses,
de las mujeres espartanas al etilos masculino está dramálicamente i lustrada por las co'- ll'hores, u:il'es, a11d shrl'es. Wome11 i11 classical amiquiry, Nueva York, 1975.

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Un punto general nel'l'!->lla wt e u l ; t l l l ado dl'�d�· l'l pt tttl t p u • 1 11 1 1 :-.e aligerabau en la democracia por la condición política del granjero
sociedades prccapitalistas donde lo� poderes de apwlll:tl'IWI w h11 11 que trabajaba, algunas de las presiones para u n régimen del hogar
normalmente en el privilegio jurídico y la autoridad políl ieu t•l " J l"d jerárquico y coercitivo pueden haberse alivianado. Por otro lado, la
sobre los hombres» que comanda los servicios de !m . trabajado1c condición política privilegiada del varón aumentaba la brecha entre
varias condiciones de dependencia jurídica o sujeción poi íti �·a ""' 111 los hombres y las mujeres, y quizá se reforzaran las presiones para la
primado de los derechos políticos sin paralelos en las socicdatb. 1 ·'JI' devaluación cultural de las mujeres en tanto que la extensión de la
talistas. En el capitalismo, los reclamos sobre el trabajo de ot¿o·. ciudadanía traía consigo un impulso ideológico concomitante a endu­
basan en la propiedad del capitalista y en la falta de propiedad del 1 1 , recer los principios de exclusión que permanecían. Desafortunada­
bajador, y puede coexistir con la libertad jurídica/política formal , l t mente, no podemos conocer cuáles de estas fuerzas prevalecieron en
igualdad -incluso en la extensión del sufragio universal-. En Lt la vida cotidiana de la fami l i a campesina, pero quizás podamos refor­
sociedades precapitalistas, los derechos políticos son, como lo fut' l l ll l mular la pregunta para averiguar cómo la transformación en la función
un recurso escaso, y existe un límite absoluto sobre su distribucicín. 1111 del hogar campesino -el cambio en su papel económico cuando los
límite muy restrictivo más allá del cual l a extensión de la ci udada 1 1 1 1 campesinos se li beraron de las relaciones tributarias tradicionales­
pone en peligro las fundamentos mismos del orden social y su s i s l l l l l 1 '
afectaba los derechos de propiedad de las mujeres en general.
de apropiación. Los derechos políticos en las sociedades precapitali�1.1 Permítasenos comenzar con el hogar campesino como la unidad
divididas en clases son por definición exclusivos. La exclusión dL' ¡ . , principal de producción, centrándonos no sólo en el trabajo del jefe
productores campesinos precapitalistas de la totalidad de los derct'lh• del hogar sino en el de su familia. Es lógico pensar que la condición
pC' 1 íticos plenos, si no tan universal y completa como la exclusión tlr del hogar y los roles de sus diferentes miembros variarán según las
las mujeres, ciertamente se considera una regla general -una regla rol.t demandas establecidas sobre sus capacidades de trabajo. El hogar
de manera espectacular por la democracia ateniense-. campesino dependiente que debe producir no sólo para su propio con­
Pero si la exclusión de las mujeres de la política pertenece a e'" sumo sino para crear la riqueza de los terratenientes y los estados
cuadro general de exclusividad política, queda por decirse que lo· enfrentará demandas más onerosas sobre las capacidades laborales de
derechos políticos han tendido a ser prerrogativas masculinas a J t , todos sus m iembros que el hogar campesino libre sujeto a reclamos
largo de la mayor parte de la historia humana -por la razón que fuere l i m itados sobre su trabajo por parte de los tetTatenientes y los estados
El prestigio relacionado con el rol político, a su vez, ha reforzado l,¡ -o por lo menos esto es así salvo y hasta que el granjero libre esté
dominación del varón en el hogar, aun aquel cuyos propios derecho' sujeto a una nueva clase de demanda, las presiones competitivas de un
políticos han sido severamente restringidos o limitados a su comunt mercado capitalista-. El hogar campesino ático estuvo sujeto a de­
dad aldeana. En la familia campesina, la elevación política del varo11 mandas externas limitadas, con reclamos restringidos sobre su trabajo
se ha entrecruzado con otros factores disponiendo al hogar a una fuc1 por parte de Jos terratenientes y los estados y con un mercado no com­
te estructura jerárquica y quizás coercitiva, de la cual no es lo meno� petitivo. Es posible que a este respecto no haya tenido ningún parale­
la función dual del hogar como una «casa» y, al mismo tiempo, la uni lo histórico preciso.
dad principal de producción -más particularmente, la unidad productiva Sin embargo, aunque en Atenas las demandas externas sobre las
que debe responder a las demandas de explotación de los terrateniente.� capacidades productivas del hogar campesino estuvieran limitadas, la
y los estados6 1 -. Los requerimientos organizativos de la producció11 fami l i a campesina enfrentaba otra presión rigurosa: la necesidad de
explotativa, que tienden hacia una jerarquía coercitiva, pueden ayudat proteger la propiedad de la familia. La actitud del pequeño poseedor
a explicar la estrucLUra patriarcal especialmente pronunciada tan a hacia su propiedad debe ser siempre principalmente protectora -lite­
menudo observada en los hogares campesinos. ralmente conservadora, ni liberal (en «consumo conspicuo») ni adqui­
En la Atenas democrática, pues, es posible que dos presiones com sitiva como el poseedor más grande de tierras puede l legar a serlo-.
pensadas estén en funcionamiento para determinar la condición de la� En un sentido, la carga de la conservación cae aún más fuertemente
mujeres. Por un lado, en la medida en que las cargas de la explotación sobre el pequeño poseedor libre que sobre el campesino dependiente
que deriva cierta seguridad para la posesión a partir del hecho de que
su propiedad de la tierra es l a condición de su trabajo para el sci'ior
61 supremo. Precisamente es en este sentido que «el poder sobre los hom­
Sobre el hogar cnmpesino <<lanlo como una unidad económica cuamo como una
casm>, ver E. Wolf, Peaswus. Nueva Jersey, 1 966, 13. bres» era la posesión más altamente apreciada del señor precapitalis-

3 16 317
ta. La tierra �in lrahajHdorl'� dqll·ndll'llll'\ \ l lll'IIIHdo� il l'l lil lll t''t'lll.l que haya S l llo uno de los factores que contribuyeron a l a f'ortalc1.a y
ba un problema diferente para d tc rra l cn i l' l l l c una rcsolut'loll dl· lu
, la estabilidad excepcionales de la democracia ateniense62•
cual era l a explotación de su relativa debilidad y v u l nerabi l idad l't'lllll•
mica a l punto de l a desposesión, ya sea a través de la deuda, la anul.1 En otras palabras, nuevamente, la democracia ateniense, en su dis­
ción del derecho de redim i r una hipoteca, la compra o la expropiHunn posición de los derechos de propiedad como en sus instituciones polí­
abierta. Entonces, el campesino libre debe conservar su prorkd.lll ticas o sus preparativos militares, estaba singularmente determinada
contra la amenaza de desposesión y también contra la excesiva �l':lp por la lógica del régimen de los pequeños poseedores. Las formas par­
mentación -o al menos debe hallar alguna clase de equilibrio enlrl' L1 ticulares en las que estuvo así determinada deben, no obstante, ser más
necesidad de a l imentar a sus hijos (una constricción que, aunqul' " específicas, ya que es difíci l pensar en cualquier otro ejemplo h i stóri­
aplique también a los terratenientes ricos, opera de manera difcn:nh co de este tipo puntual de régimen, con este equilibrio puntual de fuer­
para el pequeño poseedor sin ninguna reserva para asegurar la su1W1 zas contradictorias en funcionamiento . Por u n lado, como otros cam­
vivencia de la descendencia desheredada) y la necesidad de manlcnt·l pesinos, el pequeño poseedor ateniense estaba sujeto a las presiones
suficientemente intacta la propiedad para preservar su viabilidad, llllil de la pobreza y la propiedad marginal; no era el amo indiscutido del
constricción particularmente severa cuando las posesiones ya cslílll campo ático pero, como otros campesinos antes y después de él, coe­
cerca de los márgenes de supervivencia. xistía con los terratenientes y con las amenazas que representaba su
Aquí puede estar pa1te de la respuesta a nuestra pregunta conct'J riqueza superior. Por otro lado, estaba situado de manera singular para
niente a los derechos propietarios en l a democracia. No resulta posiblr imponer su lógica de autoconservación al conjunto de la comunidad;
determinar las razones históricas para la disposición particularmente res tenía la fuerza, tal como ocurrió, para convertir su debilidad en ley. Por
trictiva de los derechos de propiedad de las mujeres, pero sus con11· un lado, estaba singularmente libre de incapacidades jurídicas o la suje­
cuencias son al menos sugestivas. Las restricciones sobre los derechm ción política, en contraste con sus contrapartes de otros lugares. Por otro
propietarios de las mujeres parecen haber tenido «un buen resultado»: lado, conu·ariamente al productor jurfdicamente libre y sin propiedad
en el orden capitalista, continuaba viviendo en una sociedad donde l a
S i la propiedad está bastante ampliamente distribuida en primt'l apropiación, y las relaciones entre apropiadores y productores, esta­
lugar, y si (como en todos o casi todos los estados griegos) el matri ban inextricablem ente ligadas a derechos políticos y privilegios jurí­
monio es patrilocal, de manera que la muchacha deja el clan de su dicos y no determinadas aún por el poder puramente «económico» y
padre y, l levando consigo todo lo que posee ya sea como dote ya sea las leyes del mercado. En este contexto, la posesión de la ciudadanía
por derecho propio, se va para unirse a la familia de su esposo . tenía un rasgo sobresaliente y una exclusividad particulares.
entonces el mantener a las mujeres sin propiedades bien puede ayu Éste es el contexto en el que debe situarse la condición de la mujer
dar a prevenir que la propiedad se acumule rápidamente en manos de ática. Las mujeres siempre han tenido una función múltiple en la eco­
las familias más ricas ... En Esparta, el hecho de que las hijas pudic nomía campesina, como productoras, reproductoras y conservadoras
ran heredar por derecho propio y que la parroukhos (equivalente de la propiedad de la familia; pero el equilibrio y la forma de estos
espartano ele la epik/eros ateniense) no tuviera que contraer matri­ roles diferentes han variado de acuerdo con los modos prevalecientes
monio con el pariente más cercano debe haber tenido una parte de apropiación, las demandas sobre la producción campesina y las
importante en causar la concentración de la propiedad en pocas relaciones específicas entre apropiadores y productores. La condición
manos, lo cual redujo el número de ciudadanos espartanos varones de la mujer ateniense, en un ambiente ya patriarcal, estaba sin duda
adultos (homoioi) de ocho o nueve mil a apenas más de mil en el moldeada por el equilibrio peculiar de sus funciones en el hogar cam­
momento de la batalla de Leuctra en el 371 a.C. ( ... ) En Atenas ... no pesino, la subordinación de su rol continuo como productora a sus
podía darse una hecho tal como una hija que heredara por derecho roles como reproductora de ciudadanos, y sobre todo como conserva­
propio, y la epikleros te nía que contraer matrimonio con el pariente dora de la propiedad familiar, en una sociedad en la que las estrategias
más cercano y conservar asf la propiedad en la familia. Esto ayuda­ campesinas de autoconservación se destacaban inusualmente en la
ría a preservar la propiedad familiar, y funcionaría contra la acumu­ costumbre, l a política y la ley.
lación automática por parte de los ya ricos mediante los procedi­
mientos del matrimonio y la herencia; y la mayor igualdad de las
propiedades que resultaba entre las familias ciudadanas es probable 62 G.E.M. de Ste. Croix, Tile c/ass struggle in the ancient Greek world, Londres, 1 9 8 1 , 102.

318 3 19
Y ! J I . Las cmllracltn 10111'\ dllll/11/f!'tll tft•l Ir gtlllr 11 t t / 111/'t 111/P Y las mismas tensiones deben i nvocarse para explicar la vitalidad cul­
tural de Atenas65 -no menos la cultura de oposición que produjo algu­
La evolución de la polis democnítica rcpn.::-.cnta. pue�. u n t t t u n l 1 1 '' nos de los logros más notables de la civilización griega, tal como la
n ificativo para el campesinado ático, pero también cxprc�u lo inrontplt filosofía de P latón-.
to de ese triunfo. Por un lado, la aristocracia ateniense nunca lur t il(l 1 Si la victoria política d� régimen de pequeños poseedores es un 1
de lograr lo que fueron capaces de cumplir los romanos, en un �1\ll'l ll ' hecfíOCeñtral de la historia ateniense, entonces, así lo es su rasgo
de ciudad-estado bastante similar. Los terratenientes ateniense:- tijllll 1 ínéoiñ.Qléto y fragilidad. Y aquí hay otra p<_!:radoja. Por un lado, el rasgo
fueron capaces de mantener una constitución aristocrática dentro d�o.· uu.t Incompleto del régimen campesino limitó la democracia, no sólo �er- <.
­

comunidad cívica que uniera a terratenientes y campesinos (lo qur 1 1 1 :nitit� supervivencia de una aristocracja smo también, aun cuando �s­
conservadores griegos podrían haber considerado como un modelo d1 tringiera los medios d'e apropiación, al impulsar eJ crecimiento de la
«constitución mixta», perfectamente resumida en la fórmula ron t:ut., esclavitud como una fuente alternativa de riqueza y _?1 reforzar la subor­
SPQR63). Por lo tanto, nunca lograron acumular concentraciones dt' ' ' d inacíón de las mujeres. Por otro lado, la democraci a resultó de muchas
queza como Jos de la clase senatorial romana. Las disparidades de riqw maneras más dinámica que lo que podda haber sido el régimen campe-
za en Atenas resultan en comparación muy modestas, y esto l leva por 1111 sino que haya sido más fuene. La tensión entre las clases era política y
largo camino hacia la explicación de l a ausencia de un desorden maynr culturalmente útil; y la misma i mperfección del triunfo de Jos pequeños
1 del tipo enfrentado por Salón. Por otro lado, la polis tampoco se com 1 1 poseedores elevó el rango de aquellos ubicados en los márgenes de la
tió jamás en una democraci a pura d e pequeños productores (si tal co'•' comunidad campesina. El demos se compuso crecientemente no sólo de
puede imaginarse) -aun cuando pueda haber llegado tan cerca de 6,¡,, campesinos sino también de artesanos de la economía urbana en creci­
como ninguna otra sociedad conocida en la historia-. No sólo la poht r miento y de los thetes pobres en tierras que tripularon las flotas y se con­
za estaba expandida, sino que la vida política de Atenas estaba hasta In virtieron en la columna vertebral del poder naval ateniense en el apogeo
último i mpulsada por las tensiones entre Jos ciudadanos que tenían '"' de la democracia. Muchos de estos ciudadanos aún tenían un pie en la
interés en restablecer un monopolio aristocrático de poderes extra-ec11 comunidad campesina -especialmente los thetes que trabajaban en los
nómicos y los que tenían un i nterés en resistirlo. campos como trabajadores estacionales u ocasionales, o que pueden in-
Si la comunidad de ci udadanos actuaba también como una «a�o cluso haber sido propietarios pobres necesitados de ingresos suplemen­
ciación contra la clase productora sometida>> de esclavos, como Mar' tarios- pero también vivían fuera de ella. Si la democracia fue fundada
y Engels sugieren, esto es a lo sumo sólo la mitad de la historia. Estu en respuesta a las aspiraciones de los campesinos, fueron estos otros
fórmula disimula el conflicto dentro del cuerpo ciudadano -del cual lo elementos los que formaron el núcleo de la democracia «radical» de
democracia derivaba su dinamismo político y cultural- entre ciudada fines del si.glo v a.C. y que de modo más predominante figuraron en las
nos para los que el estado serviría principalmente como un medio dr pesadillas de los pensadores aristocráticos, quienes ahora, lejos del
apropiación y aquellos para quienes servía como una protección de 1,, desorden rural de los tiempos solonianos, m iraban con nostalgia al cam­
explotación. Aunque los conflictos políticos entre las facciones demo pesino ático resuelto pero tranquiJo66.
crática y oligárquica nunca coincidieron francamente con las divisio
nes de clase, estas tensiones políticas no pueden entenderse haciendo
abstracción de la divergencia de intereses que separaban a los qu�· cesos históricos espec ífi cos y los desarrollos poiÍ\i cos, momemo en que la esclavitud retro­

tenían mucho que ganar a partir de una reinstalación de l a división cede y las divisiones de clase en\re ciudadanos apropiadores y productores. o clases <<pro­
piet arias» y <<no propie\arias», toman la escena cen\ral.
entre dominadores y productores y los que tenían mucho que perder<>1• 65 La autora se explaya sobre esto en el ya citado capíllllo 4 ele Peasant-ciri:en a11d
slave [nota del editor].
66 Arislóteles, por ejemplo. aun cuando excluya de la ciudadanía de su es\ado ideal
incluso a l os granjeros que trabajan, en l a Política hace de los granjeros medianos la colum­
63 Sigla de Senat11s Populusque Romanus, que sign i fica : el senado y el pueblo rom¡¡ na vertebral de su <<mejor polis faclible» -aunque la virtud principal ele tales granjeros pare­
nos [nota del editor]. ce ser su capacidad limitada para participar en la política-. Su preocupación en ganarse el
6J lncidentalmeme, es significativo que en los dos es\udios trascendemales marxistn' sustento les deja poco liempo libre para las asambleas regul ares, y las asambl eas infre­
contemporáneos de la historia an\igua. P. Anderson, Passagesfrom antiquity to feudalism, cuentes son \odas bene fici osas para Aristóteles, como para otros persuadidos por la oligar­
Londres , 1 974, y G.E.M. de Ste. Croix, Class struggle (op. cir. n. 62), haya una clara di� quía. Cf. L. B. Ca11er. The quiet Arheuiau. Oxford, 1 986. esp. cap. 4. Carter, en su i lustrat i ­
yunción en el momento en que el análisis pasa de una definición general y teórica del va discusión de las variedades de <<quie lismo» que afectaron la vida política ateniense, es
«modo de producción esclavista» o la «economía esclavista» a una explicación de los pro· tal vez demasiado negligen\e con la aldea y su imponancia en la política ateniense, parti·

320 321
I X . Democracia e imperio como L'llll'ol'Llll'lll' l a 1.lc l:\la lllll'Va nqucta, no ... olo tale' pagm sobrev1
vieron en el l>iglo IV cuando las fuentes del imperio se acabaron sino
Podría argumentarse, naturalmente, que toda l a l: � l t l ll l t l l a nllll t .l que pagos nuevos y aún más radicalmente democráticos -por la asis­
dictoria de la democracia ateniense, con todas sus anomalía� y d\' 1 1 1 ol tencia a las asambleas- sólo fueron introducidos más tarde y luego
dos equilibrios -entre terratenientes y campesinos, ciudad y campn aumentados, en un momento en que las finanzas públicas, siempre
granjeros y artesanos- dependía para su coherencia, e incluso •,11 en un estado p�l i �roso, estaban sensiblemente forzadas. Debemos ser
.
cuidadosos, asimismo, en no exagerar los efectos de los ingresos
\
supervivencia, de un aparato de soporte externo a la polis: el «inlpr
rio» cuyos ingresos permitían que la democracia viviera más all¡¡
sus medios productivos y, en el límite, sin imponer tributos sobre l.t
dt imperiales, ni por cierto de los granos importados, en la transforma-
ción de la estructura de la producción ateniense. Tampoco estos facto-
�\
..

capacidades laborales de sus ciudadanos. Es indudablemente cil' t l " res pem1itieron a Atenas renunciar a las estrategias de subsistencia en
que e l imperio, al menos por u n tiempo, sostuvo a la democraciil d1 la producción agrícola o abandonar el objetivo de la autosuficiencia.
varias maneras, directas e indirectas. Los tributos imperiales y otm· Puede ser tan completamente infructuoso aquí como en el caso de la
beneficios menos directos de la hegemonía componían una port:iott esclavitud proceder preguntándose si el «imperialismo» era el o inclu-
sustancial, incluso l a mayor parte, de los ingresos públicos duranh sive un elemento «básico» de la democraci a ateniense, y si «causaba
una parte crítica del siglo v. El imperio proveyó tierra confiscada pat., esto o aquello». Lo que podría ser más instructivo en el presente con­
algunos atenienses pobres y trabajo para otros miles que remaban Mt texto es simplemente considerar cómo el carácter específico del impe-
naves o los muchos que trabajaban en las dársenas. El ingreso impr rio estaba determinado por su imbricación con el régimen campesino.
rial, al menos en el siglo v, ayudó a mantener no sólo los sólidos pro Los historiadores antiguos han destacado a menudo la normalidad
yectos de edificación con atenienses empleados (así como esclavos 1 de l a guerra en l a Grecia y Roma antiguas. La guerra, podría decirse,
en la construcción de monumentos para gloria y orgullo de la demo era simplemente una continuación de la economía por otros medios; y
cracia, sino también los pagos sin precedentes por el servicio públil'n en ambos casos el «i mperio» era el resultado de la guerra. Pero si los
que tanto admiradores como críticos de la democracia ateniense cou imperios ateniense y romano fueron, en sus respectivas y muy dife­
sideraron como su característica más radicalmente democrática. 1 , , rentes formas, únicos, no puede decirse lo mismo de la tendencia
fuerza naval mantenida ampliamente por el tributo imperial (mientras general a suplementar sus capacidades de producción y apropiación
el imperio perduró) garantizó, sobre todo, el aprovisionamiento dt• por medios militares. Tanto Atenas como Roma pueden haber sido
granos, que ayudó a sostener por lo menos a una importante poblacion destacables (aunque seguramente no únicas) en la frecuencia de su
no dedicada a la producción agrícola sin hacer demandas imposiblt's recurrencia a la guerra; pero en todas las sociedades precapitalistas
o inaceptables sobre el trabajo excedente de los granjeros atenienscl>, donde la apropiación está en forma inextricablemente atada a poderes
y al hacerlo así contribuyó mucho a la vitalidad y la estabilidad polí «extra-económicos» -jurídicos, políticos y militares- y donde la rique­
tica de la democracia. za normalmente se expande por medio de la extracción coercitiva de
Sin embargo, existen límites estrictos al poder explicativo del excedentes más que por el acrecentamiento de la productividad del tra­
i mperio ateniense. El límite más obvio es el temporal . El periodo del bajo, la actividad militar es siempre una extensión más o menos natural
«imperio», aun si incluimos los tempranos días de la liga antipcrsa de la apropiación, ya sea en la forma de asaltos por botín, la expropia­
establecida en el 478 a.C., abarcó menos de la mitad de la duración dl' ción coercitiva de los campesinos en casa, o la exacción de tributos y l a
la era democrática desde Clístenes (sin contar a Solón) hasta la con expansión territorial e n e l extranjero. L a apropiación militar puede, sin
quista macedonia. Incluso la armada precedió y sobrevivió al imperio embargo, tomar una variedad de formas -y aquí, tanto las similitudes
y sus fuentes de ingreso (aunque con considerable dificultad); y aun como las diferencias entre Atenas y Roma son reveladoras-.

que pueda haberse introducido (como sostiene M . I . Finley) el pago Atenas y Roma (al menos al principio) tenían en común la forma

por algunas obligaciones públicas, notablemente el servicio de j urado, de la «ciudad-estado» que unía a terratenientes y campesinos en una
comunidad cívica y en un ejército de ciudadanos único. En ambos
casos, los campesinos formaban la columna vertebral original del ejér­
cito y, de nuevo en ambos casos, las acciones m i l i tares eran en mayor
cularmente para el granjero campesino. que Robín Osborne ha demostrado tan persuasiv;t o menor medida respuestas no sólo a los requerimientos de los jefes
mente en sus dos imponantes libros. Ninguno de estos libros había aparecido cuando Car
m i litares, los nobles héroes o las aristocracias militares, como en
ter presellló la disertación doctoral ( 1982) en la que se basa su libro.

322 323
muchos otro� e�tatfo� qlll' han r l'l'ur r rdo a l . r .rpropranon 1111111.11. "rH• La notable observación de Robin Osborne de que la guerra griega
también a las demandas y capacidade� d e lo-, -.oldados callrpl'' lllO\, h era un anexo de la agricultura puede adaptarse para iluminar el impe­
argumentable. asimism'o. que en ambos ca�o� la conduccrón militar rio ateniense. No i mporta cuánto puedan haber logrado los atenienses
más allá de sus propias fronteras territoriales estuvo condicionada por con la superioridad naval sobre la cual descansaba su hegemonía, s u
las restricciones a la apropiación coercitiva en casa. impuesta por la objetivo principal era garantizar la provisión d e alimentos asegurando
condición cívica del campesinado. las rutas marítimas para la importación de granos. A este respecto, la
Sin embargo, en Atenas el régimen campesino (como hemos visto) extensión del poder militar hacia el mar siguió la misma lógica de los '
fue por lejos más restrictivo de lo que lo fue en Roma, donde la regla �
ataques a las fronteras que, como Osborne señala, eran el típico modo 1
aristocrática prevaleció. Cada uno de estos diferentes regímenes impuso griego de suplir las deficiencias agrícolas. Pero una extensión de esta
su propia lógica sobre la guena y sobre el alcance y los objetivos de la lógica a tal escala y en este nuevo dominio creó imperativos econó­
expansión imperial. Las diferencias de los medios y fines pueden ser cla­ micos y políticos propios. La autoridad sobre los mares, por muy
ramente contrapuestas con unos pocos contrastes simples -aparte de la� modestos que fueran sus objetivos, era un negocio caro, y los ingresos
diferencias obvias en tamaño, duración y grados de control entre el vasto imperiales se dedicaban de manera sustancial a la construcción y el
imperio territorial de larga duración gobernado por Roma y l a colección mantenimiento de las naves. En vez de asumir que la flota ateniense
relativamente pequeña, de corta duración y difusa de estados tributarios creció con el fin de satisfacer un impulso imperial, podríamos llegar 1
sobre los cuales Atenas ejerció su hegemonía-. La milicia de ciudadanos más cerca de una comprensión del imperio si invertimos el orden de J
de Roma se transformó en un ejército permanente de soldados profesio­ causalidad: el imperio creció con el fin de mantener la fuerza naval.
nales de servicio prolongado, que llegó a ser «la fuerza militar más gran­ Los contrastes con Roma son i mpresionantes. Allí, el impulso
de y más costosa que el mundo alguna vez haya vistoé7. La proposición territorial sí tenía, por cierto, prioridad. La expansión era el objetivo
de que el imperio fue construido y mantenido por un ejército campesino del ejercicio imperial; y no sólo la organización del ejército sino tam­
debe ser con·egida de manera sustancial por el requisito de que la profe­ bién la estructura de la agricultura misma se ajustaron a las demandas
sionalización del ejército que acompañó el crecimiento del imperio ten­ de la expansión territorial. El ejército constituía el costo principal del
dió a separar al granjero del soldado, por lo menos para largos lapsos de imperio, y el suministro del ejército -ya sea directa o indirectamente
tiempo (o aun absolutamente, en tanto que se desauolló allí «una ten­ a través de la tributación- se convirtió en el factor mayor en la deter­
dencia creciente en el ejército a reclutar a partir de familias de soldados minación del uso de la tierra. «Ésta fue la explotación, y en total exce­
'en el campamento ' , y a formar una orden cerrado separado tanto de la dió cualquier otra cosa atestiguada previamente en el mundo medite­
población local como del resto de la sociedad provincial»68). La Atenas rráneo»69. Es cierto que los soldados comunes podían beneficiarse de
«imperial» no tuvo un ejército permanente en absoluto y ganó la hege­ las ganancias territoriales por las que ellos luchaban para adquirirlas y
monía en Grecia con una fuerza militar de ciudadanos que permanecían protegerlas, cuando se les otorgaba tierra como recompensa por su
fuertemente enlazados a sus raíces comunales y cuyas condiciones de servicio; pero los imperativos principales a los que respondió la ex­
servicio se ajustaban al calendario agrícola en campañas estacionales. El pansión imperial fueron los de los aristócratas romanos. Fueron ellos
ejército romano luchó por territorios y estableció un imperio territorial quienes amasaron inmensas fortunas a partir de las exacciones del
inmenso; Atenas nunca tuvo en este sentido un imperio en absoluto, pero Imperio -y fueron ellos quienes sacaron provecho en casa a partir de
(una vez que los objetivos puramente defensivos de la alianza conducida l a vulnerabilidad de los soldados-campesinos ausentes-.
por Atenas se habían cumplido con la eliminación final de la amenaza El mismo régimen aristocrático hizo posible el modo característi­
persa) desplegó su fuerza militar principalmente para adquirir tributos camente romano de administración imperial, sin una burocracia ela­
más que territorios, a menudo (aunque no siempre) sosteniendo su hege­ borada, a través de una vasta confederación de aristocracias locales
monía por medio de fuerzas democráticas de apoyo en los estados «alia­ unidas por la «ciudadanía» romana. Este expediente -o de hecho cual­
dos» contra las oligarquías locales. quier medio de poseer en común un imperio territorial sólido- sim­
plemente no estuvo disponible para los atenienses. La ciudadanía, así
como el servicio m i l itar, permaneció estrechamente l i gada a la comu-
67 C. Starr. The Roman empire, 27 BC-AD 476. A study in sunoiml, Oxford, 1 982, 4.
68 P. Garnsey y R. Saller. The Romau empire. Economy, society ami cu/11/re, Londres,
1 987, 1 94. M .
/bid. 56.

324
nidad local; y la integritlad tlc Aten a.., coJno llllllllllld.ul l l\ ll a, 1 1 11.1 10
comunidad especialmente basada en la ciutladwlla dcntocratll'a, ho�h1 1 1
quedado fatalmente amenazada por una violación de su partJc ul:u '""" JUUÁN GALLEGO
político o una enorme extensión territorial de la c i udatlanía. A l l i
donde e l Imperio romano absorbió y subvirtió l a s formas de l a <<l l l l
COMUNIDAD ALDEANA Y SOCIABILIDAD
dad-estado», el ateniense e n cambio permaneció siempre subordinadn
a la polis. Si ambos «imperialismos», el ateniense y el romano, repH· CAMPESINA EN LA GRECIA ANTIGUA''
sentaron, pues, continuaciones de la producción y la apropiación pot
otros medios, lo fueron de modos significativamente diferentes, que "l'

correspondieron con sus disposiciones divergentes de las relacionl'..,


entre productores y apropiadores, terratenientes y campesinos.

l . Introducción

De acuerdo con el testimonio de los Trabajos y días de Hesíodo, l a


agricultura campesina s e muestra e n l a Grecia antigua como una prác­
tica religiosa 1 • Una formulación de Eurípides, que presenta como algo
enteramente probable que «una tierra estéril, si consigue una oportu­
nidad favorable de parte de un dios, produzca perfectamente espiga, y
una fértil, si se ve privada de lo que le es necesario obtener, dé mal
fruto» (Hécuba, 593-6; cf. Isócrates, VII, 30), nos lleva por el mismo
camino que Hesíodo. A comienzos del siglo IV, la oposición esbozada
en el Económico de Jenofonte entre oficio artesanal y trabajo agríco­
la seguirá mostrándonos u n a situación similar. En efecto, mientras que
«la actividad del artesano pertenece a un dominio en el que ya se ejer­
ce en Grecia un pensamiento positivo», la labranza, en cambio, «per­
siste integrada en un sistema de representación religiosa»2. Todo esto
contiene una concepción evidente: los dioses eran los soberanos de l a
existencia, siendo ellos por ende los responsables últimos por e l creci­
miento de las plantas. Consecuentemente, tanto los campesinos en forma
individual como la colectividad aldeana que los nucleaba en una comu-

* Este a11ículo conslituye una versión abreviada y revisada de una publicación apare­
cida con el lítulo de <<Costumbres en común' de Hesíodo a Aristófanes. Las práctica; de
sociabilidad campesina en la Grecia antigua». en Anales de Historia Antigua y Medie1•al.
30 ( 1 997). 7-70.
1 M. Detienne. Crise a¡;milt' et allitude religieuse che� Hésiode, Bruselas. 1 963, 32-51 .
� J.-P. Vernant. Mito y penwmiento en /a Grecia antigua. 2' ed. Barcelona, 1985, 260.
Siguiendo los análisis de Vernant, M. Godelier ha conceptualizado esta integración como
<da parte ideal de lo real>> (Lo ideal y lo material, Madrid, 1989. 1 6 1 - 3 ) .

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