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Sólo quien ha tenido la experiencia del perdón puede realmente perdonar (GEORGE SOARES-
PRABHU)
«Ante él tendremos la conciencia tranquila. Pues, aunque la conciencia nos acuse, Dios es más
grande que nuestro corazón y lo sabe todo» (1 Jn 3,19-20).
Perdonar no es olvidar. Por otro lado, si se llega a perdonar la ofensa, su recuerdo ya no nos
ocasionará sufrimiento; será un recuerdo que contribuirá a que adquiramos más sabiduría.
Perdonar no significa negar la ofensa. Perdonar no es sinónimo de excusar. El perdón no elimina el
deber de justicia. Perdonar no significa sentirse como antes de la ofensa. El perdón no puede ser
impuesto. El perdón requiere más que un acto de voluntad. La voluntad es necesaria, pero por sí
sola no es suficiente. Recursos como la inteligencia, el corazón, la sensibilidad y el juicio son
también indispensables.
1) La decisión de no vengarse: Hay dos tipos de venganza: La venganza activa (ojo por ojo) o la
venganza pasiva (la persona con su silencio, su alejamiento, su enojo o su depresión, carga en
exceso la atmósfera que la rodea y la hace irrespirable).
2) Que cesen los gestos ofensivos: Es del todo ilusorio esperar que una persona perdone mientras
se mantengan los gestos ofensivos contra ella.
La Curación Psicológica
La Curación Espiritual
"Dichosos los que reconocen su necesidad espiritual, pues el reino de Dios les
pertenece.
Dichosos los que están tristes, pues Dios les dará consuelo.
Dichosos los de corazón humilde, pues recibirán la tierra que Dios les ha
prometido.
Dichosos los que tienen hambre y sed de hacer lo que Dios exige, pues él hará
que se cumplan sus deseos.
Dichosos los que tienen compasión de otros, pues Dios tendrá compasión de
ellos.
Dichosos los que procuran la paz, pues Dios los llamará hijos suyos.
Dichosos los que sufren persecución por hacer lo que Dios exige, pues el reino
de Dios les pertenece.
Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por
causa mía los ataquen con toda clase de mentiras. Alégrense, estén
contentos, porque van a recibir un gran premio en el cielo; pues así también
persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes."
(Mt 5, 3-12)
CONTENIDO
Reconciliación y Perdón
Oración
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RECONCILIACIÓN Y PERDÓN
Los prejuicios que nos predisponen en contra de los demás los absorbemos en
el ambiente en que vivimos o a través de personas que tienen intereses
creados y los aplicamos aún en el seno de nuestra propia familia. Esto
provoca antagonismos, rivalidades y encontronazos, porque resulta que "yo
soy el que tengo la verdad y tú estás equivocado"; que "yo sí conozco la
realidad y tú no sabes nada". En algunas familias se crea un conflicto
permanente en el que unos se enfrentan a otros empeñados en convertirse en
dueños de toda la verdad y los demás son relegados porque solamente tienen
una verdad a medias o ninguna. Cuando permitimos que los prejuicios nos
dominen, nuestra visión de la realidad se empobrece y, protegidos en nuestro
castillo, nos preparamos para la batalla convirtiéndonos en únicos
depositarios de toda la verdad. En el fondo de todo está Satanás que quiere
vernos divididos.
Dios nos llama siempre a reconciliarnos con El, con los demás y con nosotros
mismos. El no quiere que las heridas permanezcan en nuestro corazón, sino
que las vayamos cerrando por medio de la medicina del perdón y la
reconciliación. Estas dos palabras tan importantes deben quedar grabadas
permanentemente en nuestro corazón.
LA GRAVEDAD DEL RESENTIMIENTO
Sabiendo, pues, el mal que hace el resentimiento, ¿no debería usted aprender
a evitarlo y especialmente a librarse del resentimiento que lo agobia?
Entonces, haga el esfuerzo de ignorar todo aquello que le hace daño
emocionalmente. Olvide y descarte todos los sucesos desagradables. Con la
ayuda de Dios, haga todos los esfuerzos posibles para no recordar los malos
momentos ni evocar los sentimientos negativos que le provocaron; no les
haga caso, enciérrelos y sepúltelos. Por otra parte, hágase más fuerte para no
estar tan sensible a todo lo que le digan o hagan. Trate de pensar en otras
cosas y manténgase ocupado en algún trabajo que le guste o en un juego
sano que le atraiga y lo mantenga activo.
Cuando Jesús fue interrogado por el sumo sacerdote en aquel juicio injusto, El
respondió, "si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he
dicho está bien, ¿por qué me pegas?" (Jn 18,23) Cristo se defendió de la
agresión porque en el fondo Dios no quiere que haya víctimas ni verdugos.
Entonces tenemos el derecho y la obligación de defendernos.
Hace poco celebramos el día internacional de la no violencia a la mujer.
Desgraciadamente, por la influencia machista que existe en nuestras
sociedades latinoamericanas, hay una costumbre generalizada y malsana de
maltratar a la mujer. Esto ocurre no solamente de manera verbal o psíquica,
sino física. ¡El Señor no quiere esto!
Todos los seres humanos son iguales en dignidad. Ninguna persona tiene
derecho a ofender o maltratar a nadie. Ningún varón tiene derecho, ni ante
Dios ni ante la ley, de maltratar, ofender o humillar a una mujer. El hombre no
es superior a ella para tenerla como esclava, sumisa y sirviéndole como si él
fuera un "Señor". El único Señor es DIOS.
Reconciliarse con uno mismo significa sentirse amado por Dios. El que se
reconcilia con Dios y con su propio ser es capaz de volver a amar con mucha
pasión, ternura y serenidad y siente que es parte de un todo, parte de la
historia y de la sociedad.
Cuando Jesús invitó a Zaqueo a reconciliarse con El, éste se bajó del árbol e
invitó a Jesús a su casa. Zaqueo, quien era un ladrón que cobraba impuestos
injustamente, se comprometió a devolver cuatro veces lo que había robado
porque su reconciliación con Cristo, el Maestro, así se lo exigía. Asimismo, los
que con espíritu reconciliado piden perdón por las cosas malas que hacen,
están obligados a devolver en bien cuatro veces el mal que ocasionan. Si
usted maltrató a su hijo, ahora debe darle cuatro veces más de cariño. Si
usted le hizo la vida imposible a su madre, déle cuatro veces más amor por el
sufrimiento que le hizo pasar.
Una persona con espíritu reconciliado se pregunta, ¿qué puedo hacer para
que disminuya en lo posible la delincuencia que hay en mi país? ¿Qué puedo
hacer para que haya menos pobreza? ¿Qué puedo hacer para que en Panamá
haya menos violencia? ¿QUE PUEDO HACER YO? No, ¿qué tienen que hacer los
demás?
Cuando uno está en gracia de Dios, en comunión con los demás, siente
profundamente la devastación del medio ambiente, la tala de los árboles, la
quema de los bosques, la sequía de los ríos y la contaminación del aire, así
como el caso de una niña de trece años que queda embarazada y está tentada
a abortar, o el niño huérfano que llama a un papá que no existe, o aquella
persona que pasa cinco años pudriéndose en una cárcel mientras espera un
juicio. Un cristiano de verdad, que está reconciliado con la humanidad, siente
estas cosas en carne propia y no puede dormir tranquilo ante el hambre o el
sufrimiento. Se siente tan compenetrado, llamado y golpeado por el
sufrimiento del prójimo que decide hacerse presente y aportar algo de sí
mismo para ayudar a remediar los males de la sociedad. Siente que es parte
de un todo que tiene sentido y que tiene una responsabilidad y un deber con
la humanidad; está obligado a ocupar su puesto en la historia. El que está
reconciliado se une de nuevo a la humanidad y es capaz de saltar las
trincheras de la batalla para combatir el mal con todas las armas que tiene a
su disposición. Si no siente así, no está reconciliado con Dios, con la sociedad,
la humanidad o la gente y vive en pecado de soledad e indiferencia.
A los doce o catorce días, cuando los mandos militares se enteraron del
asunto les ordenaron continuar la batalla. Cuenta un sobreviviente inglés que
cuando disparaba se le salían las lágrimas porque temía que un disparo podía
matar a uno con quien había estado jugando fútbol un día antes y muchos
disparos iban deliberadamente al aire.
Las guerras y las batallas son una estupidez y los intereses económicos son
los que muchas veces mueven a los gobiernos a enfrentarse unos con otros.
Los grandes y poderosos se entienden entre sí debajo cuerda, lo que prueba
que las peleas son realmente inútiles y frustrantes. La gente común se la pasa
combatiendo y los grandes se entienden después en las mesas directivas de
los bancos y de otras empresas anónimas. O sea que ellos comparten
negocios y acumulan riquezas, mientras los demás se destruyen.
Entonces, para poder vivir una existencia digna, tenemos que pagar por el
pecado que hemos cometido y el mal que hemos hecho a la humanidad. Todos
somos deudores y siempre debemos procurar devolver bien por mal, sin
complejo de culpa pero conscientes de que, como seres humanos, personal y
comunitariamente, hacemos daño y tenemos una deuda con la sociedad. En el
fondo, los que nos reconciliamos debemos pagar la deuda con amor y
ternura.
Saltemos las trincheras de esas batallas absurdas en las que nos hacen
enfrentarnos unos contra otros haciéndonos pensar de manera racista,
clasista, partidista o religiosa. Salgamos de esas zanjas donde otros nos
ponen a pelear y abracémonos como hermanos. Es mucho más lo que nos une
que lo que nos separa. Cristo Jesús vino a romper los muros que nos dividen
para hacer de los pueblos uno solo. Un solo Panamá, una sola nación aunque
haya diferentes razas y culturas, pero un pueblo que lucha junto, que ama a
Dios y donde todos se aman entre sí. Eso es lo que Dios quiere.
Es verdad que hemos recibido golpes de otras personas que nos han hecho
daño. Pero no podemos pasar toda la vida lamentándonos de esas heridas
porque eso enferma y contagia a los demás. Tenemos que pedir al Señor que
nos sane, para olvidar y seguir caminando, prometiéndonos no pensar más en
esos asuntos que son desagradables y no comentarlos con nadie. Hay que
dejar el juicio a Dios porque, si no lo hacemos, nuestra enfermedad emocional
se transmitirá a otros.
BUSQUEMOS LA RECONCILIACIÓN
"No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes. Pues Dios los
juzgará a ustedes de la misma manera que ustedes juzguen a otros; y con la
misma medida con que ustedes midan, Dios los medirá a ustedes." (Mt 7, 1-3)
"Porque Cristo es nuestra paz, él que de los dos pueblos ha hecho uno solo,
destruyendo en su propia carne el muro, el odio, que los separaba. Eliminó la
ley con sus preceptos y sus observancias. Hizo la paz al reunir los dos pueblos
en él, creando de los dos un solo hombre nuevo. Destruyó el odio y los
reconcilió con Dios, por medio de la cruz, haciendo de los dos un solo cuerpo."
(Ef 2, 14-16)
Cristo Jesús vino a derrumbar la muralla que nos divide dentro de nuestras
familias, a eliminar la división y la intriga que tanto daño nos hace. Cristo vino
a romper el muro que nos divide en castas sociales y en razas; que nos divide,
muchas veces de manera fanática, a nivel político dentro de la vida nacional.
Los que viven siempre en actitud agresiva y de pelea con los demás, que
pasan la vida golpeando, dando codazos y poniendo zancadillas, aniquilando,
destruyendo, echando a todos a un lado y buscando con su manera de ser
envenenar cualquier relación humana, no están reconciliados con el Señor.
Cristo dijo, "Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de
Dios." (Mt 5,9). Los pacíficos serán llamados hijos de Dios; los que no lo son
serán llamados hijos de Satanás. ¿Se considera usted hijo de Dios o hijo de
las tinieblas? Lo cierto es que, reconciliados con el Señor, en paz con El,
comenzamos a ver todo de una manera nueva y desaparece la actitud de
juez.
¿Quién puede vivir reconciliado con los demás si asume actitud de juez?
Tenemos que eliminar esa postura que nos han inculcado desde pequeños.
Dentro del ambiente en que vivimos y en cada situación que aparezca algo
negativo dejemos de buscar a quien juzgar, acusar y señalar como culpable.
En las relaciones familiares hay un tremendo termómetro por medio del cual
usted podrá ver qué clase de persona es. Analice su situación familiar y su
comportamiento en relación con otras personas. ¿Cómo se lleva con su
hermana o su hermano, con su padre o su madre, con su esposa o esposo, con
su hijo o su hija? ¿Qué clase de familia es? ¿Qué calidad hay en la relación
humana a nivel familiar? ¿Qué calidad hay en su relación con la gente que lo
rodea en su trabajo, la universidad, la calle, el grupo social, el club, el
movimiento de iglesia o el partido político en que milita? ¿Ve a la gente como
seres humanos que merecen respeto y tienen dignidad o los ve como seres
que puede utilizar y luego desechar o tirar a un lado cuando ya no le sirven?
Si quiere vivir en paz, mire a los demás con los ojos de Dios. Si quiere tener
un espíritu reconciliado y vivir feliz, en armonía, equilibrado, satisfecho y
realizado, haga un acto de reconciliación con los demás. Purifíquese mental y
espiritualmente, borre esa sombra tenebrosa que empaña su mirada y le hace
ver o pensar que todos los demás son malos. Para lograr esto, adquiera
confianza en los demás, vea su lado positivo y comprenda que todo ser
humano tiene un cúmulo de bondad y amor en su alma. Antes de emprender
cualquier relación humana, piense que esa persona es buena. Cambie su
visión de la vida y destruya los prejuicios, porque estamos muy contaminados
y necesitamos una purificación constante.
¿Se siente usted en paz con el Señor; se siente amigo de El, hijo de Dios,
amado por El? ¿Ama usted a Dios o se encuentra en soledad, sin la presencia
amorosa del Señor? ¿Cómo se encuentra usted ante ese Dios maravilloso y
bueno? Solamente usted puede responder.
"Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que
está en el cielo los perdonará también a ustedes, pero si no perdonan a otros,
tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados." (Mt 6, 14)
¿Qué hacer cuando en nuestro pasado ha sucedido algo así? Pues, debemos
hacer un acto de humildad y de sinceridad y aprender a pedir perdón. Usted
no puede volver al pasado y recuperar lo perdido, pero sí puede pedir perdón
y también perdonar.
Había un médico famoso, que era director de una clínica en los Estados
Unidos donde se hicieron miles de abortos. Cuando él comprendió que desde
que el óvulo es fecundado se crea un ser humano, se convirtió en un apóstol
defensor de la vida, dictando charlas y conferencias sobre el tema en muchas
universidades y clínicas norteamericanas. Su acción ha permitido detener
miles de abortos, que son crímenes contra la naturaleza, que hubieran
cometido personas desorientadas.
Si en su casa usted ha sido una persona de mal genio, sólo podrá compensar
su pasado negativo siendo amable y agradable. Si ha sido perezoso y
holgazán, sólo compensará ese pasado trabajando activamente en las cosas
que le son difíciles. Si ha sido egoísta, supere su pasado equivocado
realizando actos conscientes de generosidad.
Jesús le contestó:
--No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. (Mt 18,21)
La Palabra de Dios nos habla del perdón como la acción necesaria para poder
vencer el resentimiento, el rencor y hasta el odio para acercarnos más a las
demás personas y a Dios. Para experimentar el perdón, hay que perdonar a
los demás.
La persona que ama demuestra fortaleza. Significa que puede seguir amando,
queriendo y estimando a pesar de lo que le hagan. Amar significa acercarse e
identificarse más con Dios, nuestro Señor, quien tiene misericordia infinita.
1. Tenga una visión muy positiva de los demás. Si procura mantener una
imagen positiva de los demás, seguirá viendo a la otra persona con todo lo
bueno que tiene, aún cuando sobrevenga una discusión o desavenencia.
2. Acepte a las personas como son. Aunque no esté de acuerdo con ellas, mire
a cada persona como si estuviera en un proceso de cambio y superación y
acéptelas con sus fallas y debilidades. Esto le ayudará a comprenderlas mejor
cuando cometan una imprudencia con usted y podrá seguirlas queriendo y
amando. Esto es fundamental. Acepte y esté de acuerdo con la persona,
aunque no con el pecado. En la medida de sus posibilidades, acepte a la
persona y ayude para que cambie.
3. Cultive la fortaleza interior. Su fortaleza debe ser tan grande que le permita
tener la capacidad de resistir y seguir adelante a pesar de recibir ofensas y
maltratos. Evite la hipersensibilidad que es una enfermedad del alma. Sea
fuerte. Para eso, pida a Dios el don de la fortaleza para asimilar los golpes y
promover siempre la reconciliación.
4. Aprenda a ceder. Reconozca que usted no siempre tiene la razón; los demás
también la tienen. Pero aunque usted crea firmemente que tiene la razón,
ceda un poco y comprenda que los otros, por el solo hecho de ser personas,
merecen de nosotros todo el respeto. No se altere demasiado por cosas sin
importancia. Respete la opinión de los demás.
ORACIÓN
Para hacer las paces con Dios, con los demás, con nosotros mismos y con la
naturaleza
Señor, te pido perdón por las veces que me olvidé de Ti, que no te puse en el
primer lugar, que Te ofendí. También pido perdón espiritualmente a todas las
personas que he ofendido, desde que tengo uso de razón hasta el día de hoy.
Me pido perdón a mí mismo y me perdono a mí mismo por las veces que me
hice daño y me destruí. Pido perdón a los bosques, los ríos, las aves del cielo,
los animales y todo aquello que es naturaleza y que por mi indiferencia no he
defendido.