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Los animales utilizan la razón ahora recuperaran el sentimiento y la palabra podrían decirnos: ¡Oh, qué felices y

amados de los dioses sois vosotros, los que ahora vivís! ¡En qué tiempos de
abundancia nacisteis! ¡Cómo gozáis de toda clase de bienes! ¡Cuántos productos
os produce la tierra, qué copiosas son vuestras vendimias, cuántas riquezas os
Me preguntas por qué razón Pitágoras se abstenía de comer carne, pero yo me ofrecen los campos, qué cantidad de frutos os proporcionan árboles y plantas de
pregunto, más bien, cuál era el sentimiento, el estado mental o anímico del los que podéis coger lo que queréis cuando bien os parece! Vivís ahora
hombre que por vez primera se acercó a la boca una carne asesinada, del hombre rodeados de deleites, sin mancharos las manos, mientras que nosotros vivimos
que se atrevió a llevarse a los labios la carne de un animal muerto, y que hizo que en lo más duro y temible de la existencia humana, siendo forzoso que cayéramos,
se sirvieran en su mesa cadáveres en putrefacción, convirtiendo en alimento por la reciente creación del mundo, en una terrible y apremiante indigencia de
miembros que poco antes balaban, mugían, andaban y veían. ¿Cómo pudieron muchas cosas necesarias; la faz del cielo se encontraba todavía cubierta por la
sus ojos soportar la visión del asesinato? ¿Cómo fue capaz de ver morir, densidad del aire, las estrellas estaban mezcladas de un humor turbio e inestable
despellejar y descuartizar a un pobre animal? ¿Cómo su olfato soportó ese olor? con el fuego de las tormentas y los vientos. El sol aún no estaba bien establecido,
¿Cómo es que no sintió asco y horror cuando tuvo que entrar en contacto con el todavía no tenía un curso fijo, cierto y seguro:
cuerpo desmembrado, cuando se manchó con la sangre y los líquidos que salían
de las heridas mortales de otro ser? No separaba el día y la noche;
no conocía su ciclo de retorno,
Las pieles se arrastraban por tierra, coronado por estaciones
también las carnes mugían ensartadas, abundantes en frutos y en flores.
asadas y crudas, y era
semejante a la de los bueyes la voz que de allí salía.[Odisea XII, 395,96) La tierra era ultrajada por el curso de unos ríos que no tenían ni fondo ni riberas
definidas. Infestada en su mayor parte por profundos lagos y ciénagas, el resto se
Estas palabras corresponden a una ficción poética y una fábula, pero sin duda fue encontraba en estado salvaje, cubierta de bosques y selvas estériles; la tierra no
una cena extraña y monstruosa, como lo es el tener hambre de animales que aún producía frutos, ni había todavía herramientas con qué trabajarla, pues la
mugen, aprender a alimentarse de animales que todavía viven y gritan, dar inteligencia humana aún no había creado ingenio alguno para ello; el hambre no
instrucciones para su preparación, para hervirlos o asarlos, y presentarlos en la nos abandonaba nunca, y no se esperaba cada año como ahora, a la llegada de la
mesa. estación de la siembra, pues nada había que sembrar.
Es al primero que comenzó con tales prácticas a quien debería preguntarse, no a Nada tiene, pues, de asombroso que, contra los dictados de la naturaleza,
los que se sumaron más tarde a ellas; o quizá los primeros hombres que comiéramos carne de animales, habida cuenta que entonces se comía tanto el
comenzaron a comer carne lo hicieron empujados por el hambre y la necesidad, musgo como la corteza de los árboles, y era un hallazgo feliz encontrar algunas
tal vez no fue por un apetito desordenado por lo que adoptaron este hábito, ni raíces verdes de grama o de brezo. Y cuando los hombres tropezaban
fue la abundancia de cosas necesarias lo que les llevó a esta actitud insolente de casualmente con bellotas o castañas, bailaban de alegría en torno a un roble o un
codiciar voluptuosidades extrañas y contrarias a la naturaleza, de modo que si pino, al son de alguna canción primitiva, invocando a la "madre nutricia", a la
tierra que les daba la vida; no había en la vida de los hombre otra fiesta que ésa: el flujo del discurso] [...] (Se ha perdido el resto de este fragmento por lo que no
el resto de la existencia humana no era más que dolor, miseria y tristeza. es posible conocer el sentido último de lo que Plutarco quiere decir)
Pero ahora, ¿qué rabia y qué furor os incitan a cometer tanto crimen, cuando Pero nada nos conmueve de los desgraciados animales, ni su bello colorido, ni la
estáis saciados de tan gran afluencia de cosas necesarias para la vida? ¿Por qué dulzura de su voz melodiosa, ni la sutileza de su inteligencia, ni la limpieza de su
calumniáis ingratamente a la tierra, como si ella no os pudiera alimentar? ¿Por vida, ni la vivacidad de los sentidos y el entendimiento; y así, por un poco de
qué pecáis contra Demeter, creadora de leyes santas, y avergonzáis al dulce y carne, les privamos de la existencia, les arrebatamos el sol, la luz, y el curso de la
gracioso Dionisos, como si esas deidades no os dieran suficientemente para vivir? vida a la que la naturaleza les había destinado; y pensamos luego que las voces
¿No os da vergüenza mezclar en vuestras mesas los frutos dulces con el crimen y que lanzan movidos por el miedo no son articuladas, y que no significan nada,
la sangre? Llamáis "fieras" a leopardos y leones, y, sin embargo, derramáis su cuando en realidad son plegarias, súplicas y peticiones en las que esos pobres
sangre, no siendo vuestra crueldad en modo alguno menos que la de ellos, pues animales nos gritan: "Si estás obligado por la necesidad, no te pediré que me
si otros animales matan es por necesidad de alimento, mientras que vosotros lo salves la vida, pero déjame vivir si vas a darme muerte por un deseo de tu
hacéis por deleite; y no coméis leones ni lobos tras pelear con ellos y matarlos, voluntad desordenada; si lo necesitas para comer, mátame, pero si por
sino que elegís los que son inocentes, mansos y domesticados, los que no tienen glotonería, déjame vivir", ¡Oh, cuánta crueldad! Qué horror produce ver la mesa
ni dientes para morder, ni garras para defenderse: es a ésos a los que cogéis y de los ricos servida y cubierta por cocineros y salseros que revisten esos cuerpos
matáis, como si la naturaleza los hubiera creado tan sólo para vuestro placer. muertos; pero más horrible es todavía ver cómo la quitan, pues los restos que se
[Es como si alguien, viendo el Nilo desbordado, inundando todo el país con sus llevan suponen más de lo que se ha comido: para nada, pues, se ha dado muerte
aguas fertilizantes y generadoras, no alabara con admiración a este río que hace a esos pobres animales. Hay otros que evitan las carnes servidas a la mesa y no
nacer y crecer tantos frutos hermosos y benéficos, tan necesarios para la vida del quieren que se las toque, ni se las corte. Pero, aunque las respetan cuando no
hombre, sino que lo censurara al ver en él un cocodrilo nadando, un áspid son ya más que carne, no las respetaron cuando eran todavía animales vivos.
reptando, unas moscas malignas u otros animales maléficos y malvados. O como Pero para quien mantiene que la causa y el origen de comer carne está en la
si viendo estas tierras y estos campos cubiertos de frutos benéficos y hermosos, propia naturaleza, probémosles que ello no es acorde con la constitución del
repletos de espigas de trigo, percibiera entre los hermosos trigos unas espigas de hombre. En primer lugar, se puede demostrar, por la natural composición del
cizaña y algunas malas hierbas, y se lamentase por ello. O lo mismo, también, que cuerpo humano, que no guarda semejanza ninguna con la de aquellos animales a
sí, cuando se oye el alegato de un orador en alguna causa judicial, que con un los que la naturaleza ha destinado a alimentarse de carne, habida cuenta que no
torrente de elocuencia plena y vehemente pretende salvar a alguien cuya vida tiene ni pico ganchudo ni garras afiladas, ni dientes puntiagudos, ni un estómago
corre peligro, o probar y verificar las imputaciones y los cargos de algunos tan fuere, ni unos humores tan ardientes que puedan cocer y digerir la pesada
crímenes; como si de todo ese torrente de elocuencia, digo, que no discurre de masa de la carne cruda; y aunque no fuera por otra cosa, la naturaleza misma,
manera sencilla y escueta, sino con variados recursos de todo tipo que imprime con la igualdad de sus dientes planos y unidos, la boca pequeña, la lengua blanda
en los corazones y las mentes de auditores o jueces, a los que hace cambiar de y suave, y la debilidad del calor natural y de los humores que provocan la
opinión de diferentes formas, o a los que tranquiliza y apacigua para que sopesen digestión, muestra por sí misma que no aprueba la costumbre del hombre de
y consideren el tema principal de la causa, se entretuviera, sin embargo, en comer carne. Y si te obstinas en que la naturaleza lo ha destinado a comer carne,
recoger simplemente algunas expresiones retóricas que se han ido hilvanando en entonces mátala tú mismo por tus propios medios, sin usar maza, ni cuchillo hi
hacha, sino como lo hacen lobos, osos y leones, que comen y matan al animal al
mismo tiempo: así, trata de matar un buey a fuerza de dentelladas, acaba con un
jabalí con tu boca, desgarra un cordero o una liebre con las garras, y cómela viva
todavía, como hacen esos animales: pero si esperas que estén muertas para
poder comerlas, y sientes vergüenza de expulsar a dentelladas el alma presente
en la carne que comes, ¿por qué comes lo que tiene alma? Pero incluso privada
del alma y completamente muerta, no hay nadie que tenga el valor de comerla
como está, así que se la hace hervir, se la asa, se la transforma con el fuego y
varias drogas, alterando, disfrazando y sofocando el horror del asesinato, para
que el sentido del gusto, engañado y frustrado por tales disfraces, no rechace lo
que le es extraño.
Pensemos en aquel espartano que, habiendo comprado un pez, lo entregó al
posadero para que lo preparara; éste le pidió entonces vinagre, queso y aceita
para cocinarlo. "Si tuviese lo que me pides-respondió el espartano-, no hubiese
comprado el pescado." (...)

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