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Encontrarme lesbiana orgullosa dentro del feminismo ha sido un camino duro.

El feminismo, que
me enseñó muchas cosas, entre ellas a confiar en el valor de mi palabra como cuestionadora de un sistema
político, jurídico, social, científico y representacional donde prima el androcentrismo, me propuso un
sacudón de felicidad, a través de la acción creativa colectiva e individual, potenció el placer como arma de
lucha frente a un sistema hetero capitalista , pero aun así ha llegado a amordazarme y expulsarme por estar
obligada a simplificar –estratégicamente- mi existencia en una generalidad que me lastima y deforma.
Ejemplo de esto fue lo sucedido en bsas este ultimo 7 de marzo, en que se adelantaron las actividades por
el dia de acción de las mujeres, desconociendo y desprestigiando el día de visibilidad lésbica en memoria
a la pepa gaitan.
Muy a pesar de ello me encuentro lesbiana feminista. En primera instancia porque necesito que mi
identidad “invisible” a los ojos heteronormalizadores logré tener una existencia, una palabra, una imagen,
un Yo hecho de tragedias y celebraciones, de errores y pruebas que hacen este cuerpo. Me presento, me
nombro, me digo, me escribo para que dejen de encasillarme y ubicarme en una identificación que me
borronea y no me nombra. Como diría Macky Corbalán “lesbiana, lesbiana, lesbiana, lesbiana decirlo
tantas veces como se lo callo. Decir lesbiana es iluminar una porción de realidad, velada por las gruesas
sombras de la dominación hetero, correr el cerrado horizonte de su normativa genocida”1. Como perra
que soy agregaría que “si no gritas, no vale”, asi que a viva voz LESBIANA. Esta identificación que tan
trabajosa ha sido, tan desgastante y benéfica, tan llena de amores y odios, este Yo lesbiana es el punto
personal y político de mi existencia que juega con la palabra lesbiana, a veces con la palabra femme y
muy poco con la palabra chonga, y otros artilugios, buscando la emergencia y la existencia de lo acallado,
de lo incorrecto y corrupto en este sistema representacional que solo me lee como mujer, por robarle unas
pocas alhajas oxidadas a la feminidad.
Y no solo me nombro lesbiana feminista, me vivo gorda y fem. Y no cito estas dos últimas
exuberantes cualidades -que son mas que visibles a los ojos- para que se proclamen las gordas en la sala
ni para generar un nuevo discurso sobre las normatividades que pretenden nuestra infelicidad. Sino porque
mi cuerpo, este territorio de luchas, decide y construye una corporalidad por fuera del disciplinamiento
médico y mediático que castiga la gordura y mas aun la osadía de sentirse hermosa y orgullosa por ello.
Pero además, porque habemos corporalidades y estéticas que incomodan al lesbianismo poniéndole un
poco de plataformas, encajes, un delineador a media asta y medias a rotas a las no mujeres. Pero sepan,
mis muy queridas lesbianas, que esto no nos hace victimas del patriarcado, ni niega las posibilidades de
fugar alegremente y haciendo harapos, del régimen de la heterosexualidad obligatoria.

1
Macky Corbalán. El silencio caníbal. Disponible en potenciatortillera.blogspot.com
https://docs.google.com/file/d/0BwhIfQse-ZpXYkR4Q1ppNmhuR2s/edit
No me considero femenina, por eso digo me vivo, transito, me vuelvo legible para códigos
socioculturales heterosexistas que suponen que usar pollera y andar despeinada te hace disponible al poder
sexista masculino. De la misma manera que a los ojos de las lesbianas me vuelvo fem, por sabotear y
reciclar la feminidad con mi magia tilinga y tortillera. Puedo ser fem, pero puedo ser chonga tambien, solo
que ahora ni me interesa.
Cuando hablo de fem, hablo de feminidades disidentes, hiperbolizadas, burlonas, no hablo de
feminidades mercantilizadas, tibias, distantes, malas copias alienadas del deseo patriarcal. Hablo de
feminidades, que mas allá del traje de motochorra que lleven, tengan la valentía de correr en plataformas a
viejos pedófilos, sin miedo de perder las ropas en la pelea contra quien normativice la feminidad en un
acto de reproducción heterocapitalista.
Hablo de feminidades empoderadas, que resignifican la violencia y saben devolverla, que
desconocen la categoría de víctima porque eso seria quedarse a disposición del maltrato. Cada respuesta a
medida de la intención, algo de defensa personal, un poco de violencia y otro poco de amor. Hablo de una
feminidad para burlar con un beso a una mirada lesbofóbica, que dé abrazos frotadores a quienes
violentan nuestras existencias de maneras “civilizadas”. Por que quizás, bien dosificada, la ternura sea una
política contra toda opresión.
Del mismo modo en que me resisto a la existencia de un feminismo que base su lucha en las
biomujeres, me resisto a un lesbianismo que -desidentificado de las políticas estatales que pretenden
normativizar nuestros cuerpos, vínculos, representaciones y deseos- descuide o no considere las
performatividades que hacen de la “feminidad mostri” una elocuencia, una provocacion, un acto de
perturbación al código binario heterosexista en que se leen los cuerpos.
Más aun, considero necesario evitar desde la disidencia sexual que se repliquen de manera
autómata estos imaginarios que ven en las fems la escoria del lesbianismo, sujetos pasivos, no violentos,
casi sin capacidad de decisión.
Considero que estos imaginarios replican los códigos de masculinidad y feminidad estáticos,
negando experiencias de resistencia, de lesbofeminidad disidente, de peleas por pagar el derecho de usar
privilegios femeninos sin ser una frígida de piernas estáticas, ni menos lesbiana que una futbolera.
Estallar los géneros, ganar la autonomía política es deformar la política desde los cuerpos múltiples
e ilegibles. Desde las lesbianas lesbianas lesbianas lesbianas lesbianas y lesbianas que somos, tengamos la
capacidad de utilizar todas las estrategias para romper los binarismos heternormativos que nos
deslegitiman entre nosotras.
Mis muy queridas, atrevámonos a descubrir la multiplicidad explosiva de nuestra potencia
tortillera.

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