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FACULTAD DE TEOLOGÍA SAN VICENTE FERRER

SEPARADOS PARA DIOS:

ESTUDIO FENOMENOLÓGICO DE LOS

ORÍGENES DEL CELIBATO ECLESIÁSTICO

LICENCIATURA EN TEOLOGÍA HISTÓRICA


SEMINARIO: “EL CELIBATO”

Ricardo Manuel SOUSA CARBALLO


Profesor: Dr. P. Luis GARCÍA MATAMORO, O.P.

VALENCIA
2007
ÍNDICE

Introducción ............................................................................................................ 2
1. El sacerdocio en la fenomenología de la religión ............................................... 3
2. Sacerdocio y sexualidad en la historia de las religiones ..................................... 5
3. Sacerdocio, culto y sexualidad en el judaísmo veterotestamentario ................... 7
4. Categorías antropológicas de la filosofía griega en el ambiente helenista ......... 9
Conclusiones ......................................................................................................... 11

SIGLAS Y ABREVIATURAS

AT Antiguo Testamento
ibid. ibidem
NDTB Nuevo Diccionario de Teología Bíblica
NT Nuevo Testamento
op. cit. obra citada
p. página
pp. páginas
t. tomo

1
INTRODUCCIÓN

La finalidad del presente trabajo no es tanto canónica cuanto filosófica e histórica.


Esta finalidad surge de una pregunta inicial. Ante el objeto de estudio de este seminario: “la
disciplina del celibato de los clérigos en la Iglesia Católica”, el primer interrogante que
deberíamos plantearnos, y al que deberíamos tratar de dar respuesta, es: ¿de dónde tomó la
Iglesia la idea del celibato sacerdotal? y aún más ¿por qué este tema se considera tan
importante desde época tan temprana, hasta el punto no sólo de hacerlo una ley sino de
dedicarle tanta atención?.
En efecto, los datos de la historia de la Iglesia, desde los Padres hasta Benedicto XVI,
partiendo de las epístolas paulinas y pasando por infinidad de sínodos ecuménicos y
particulares, nos muestran que el celibato de los clérigos ha sido y sigue siendo un tema
recurrente y candente. Por eso no podemos dejar de preguntarnos: ¿es el celibato un “invento”
de un concilio o unos obispos en concreto, o responde además a motivaciones más profundas,
más antiguas, más “universales”?. Al realizar este breve estudio partimos de una doble tesis:
que el celibato eclesiástico, tal como se ha desarrollado en la Iglesia, tiene unas características
propias; pero que también está en relación directa con unas concepciones del sacerdocio, de lo
sagrado y de lo humano muy anteriores. Es lo que intentaremos demostrar.
Nuestro método de trabajo será deductivo: de lo general a lo particular. Así pues,
comenzaremos estudiando lo que la fenomenología de la religión y la historia de las religiones
nos explican sobre el sacerdocio y sus características. Con esto no pretendemos comprobar si
en otras religiones también se da el celibato tal como se ha dado en la Iglesia (lo que sería
bastante ingenuo), sino si van unidos con cierta frecuencia el carácter sacerdotal y unas
condiciones concretas de vida en lo que se refiere a la sexualidad y el matrimonio.
A continuación, puesto que la Iglesia nace en el contexto del judaísmo, trataremos de
ver si hay en esta religión algún tipo de experiencia similar al celibato o relacionada con el
mismo. Pero como la expansión de la Iglesia se produjo en medio de un mundo helenístico,
tendremos que estudiar también si existe alguna relación entre ciertas categorías
antropológicas y teológicas de la filosofía helénica y helenística y la mentalidad de la iglesia
primitiva respecto al celibato.
Todo ello, puesto en relación con los datos del Nuevo Testamento, nos permitirá
finalmente establecer unas conclusiones sobre las categorías antropológicas y filosóficas, las
ideas y la mentalidad que dan origen al celibato en la Iglesia.

2
1.- EL SACERDOCIO EN LA FENOMENOLOGÍA DE LA RELIGIÓN

La religión es la relación del ser humano con lo totalmente otro, con el mysterium
tremendum et fascinans1. Esta relación da origen a verdaderos sistemas con unos elementos
comunes que se manifiestan en todas las religiones, incluso las más elementales o primitivas:
la existencia de un ser supremo y un conjunto de leyes morales y tradiciones teóricas2.
Pero como toda experiencia humana, esta relación no se queda en algo meramente
abstracto o teórico, sino que se manifiesta en unas expresiones concretas. Esto es una
exigencia de la condición corporal del ser humano, dado que dicha condición no es un
añadido externo a su condición espiritual sino la forma concreta de su realización. El ser
humano no “tiene” cuerpo, sino que “es” cuerpo, en cuanto que su condición corporal penetra
todas sus acciones y proyectos y hace que ninguno de sus actos pueda realizarse en la pura
interioridad de su espíritu. La fenomenología de la religión ha demostrado que el hombre
religioso se comporta en relación con el espacio y con el tiempo de forma diferente a como se
comporta el hombre profano.
Pues bien, los actos del hombre en cuanto a la experiencia religiosa, sus actitudes o
formas de relación con ese ser supremo se comprenden principalmente en dos grupos de
expresiones: el sacrificio (ofrecimiento de dones) y la oración, lo que podemos resumir en las
categoría del culto y el servicio a la divinidad 3. Estas expresiones establecen además lugares
y momentos que adquieren un carácter sagrado, es decir, que rompen la homogeneidad del
espacio y el tiempo y dicen una especial relación con la divinidad.
Y como estos sistemas teóricos, actos cúlticos, y lugares y tiempos sagrados exigen
una serie de funciones determinadas; la especialización en el ejercicio de las mismas ha
llevado en muchos casos a una diferenciación social de quienes las ejercen4. Así aparecen en
muchas religiones unas figuras a las que llamaremos genéricamente sacerdotes; es decir, unos
individuos (generalmente organizados como grupo o clase social5) especialmente
relacionados de una u otra forma con la divinidad6 .

1
Definición de R. Otto en “Lo Santo”, citado en: J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología de la
religión, Madrid, 1993, p. 109
2
ibid. p. 135
3
ibid., pp. 158-159
4
ibid., p. 170
5
M. ELIADE, Historia de las creencias y de las ideas religiosas, Madrid, 1978, t. I, p. 67
6
Con el término “sacerdote” nos referiremos, en este apartado y en el siguiente a todo individuo, hombre o
mujer, forme parte de una clase social especial o no, que 1/ mantenga una relación con la divinidad
esencialmente distinta al resto de miembros de su grupo y 2/ cuyo estatus diverso sea reconocido como tal por
dicho grupo.

3
Es ciertamente complicado asimilar en una sola palabra una realidad tan multiforme y
cambiante. Estamos hablando de funciones tan dispares como las de mago, chamán, exorcista,
augur, profeta, vidente, intérprete de oráculos, curandero, pregonero del mito, guardián de la
tradición, responsable del ritual, ejecutor de los sacrificios y maestro de ceremonias en las
fiestas. El sacerdote puede ser a la vez jefe espiritual y temporal, puede ser el que domina la
vida religiosa o puede tener una función de servicio. Su función puede ser aprendida, como
una profesión más, o puede responder a la posesión innata de ciertas facultades.
Pero en toda esta variedad de formas de sacerdocio hay un factor común: la
mediación. El sacerdote es mediador entre los mundos terreno y espiritual, entre el “más acá”
y el “más allá”, entre el hombre y la divinidad7.
Si, como acabamos de señalar más arriba, la relación con la divinidad implica al ser
humano tanto en su dimensión espiritual como en su dimensión corporal, es lógico concluir
que esto se cumple de manera especialmente notable en los individuos que ejercen de
mediadores entre la divinidad y el resto de hombres religiosos. Como individuo
estrechamente relacionado con lo divino, la persona del sacerdote tiene un cierto carácter
sagrado que lo distingue o separa del resto de los hombres, no sólo en su consideración
teórica y en su mentalidad sino en su forma de vivir.
No nos detendremos en un estudio detallado de esas formas características y diferentes
de la vida de los sacerdotes en las diferentes religiones. Baste dejar constancia de que el
sacerdocio puede afectar a aspectos físicos tan diversos como la alimentación, la vestimenta y
el adorno corporal, o las relaciones sociales. Por lo que se refiere a nuestro objeto de estudio,
lo que nos interesa es comprobar si el carácter sacerdotal de un individuo puede implicar
también diferencias en su forma de vivir y expresar la sexualidad. Esto es lo que trataremos
en el siguiente apartado.

7
M. ELIADE, op. cit. t. III/2, pp. 155-156.

4
2.- SACERDOCIO Y SEXUALIDAD EN LA HISTORIA DE LAS RELIGIONES.

Que lo sexual es una dimensión importante en la vida del ser humano, es algo que no
necesita demasiada explicación: La diferenciación de sexos masculino y femenino es una
condición orgánica común a animales y plantas y condiciona profundamente las relaciones
entre individuos de una misma especie. Y como hemos explicado ya, en el ser humano la
dimensión corporal es inseparable de su condición espiritual. Por tanto, lo sexual en cuanto
dimensión de lo corporal será también uno de los condicionantes en la vivencia humana de lo
espiritual
Esta relación de la sexualidad con la experiencia religiosa no es meramente teórica,
sino algo demostrado desde las religiones del paleolítico: A partir del descubrimiento de la
agricultura, las primitivas relaciones de carácter religioso con el mundo animal son
suplantadas por una “solidaridad mística entre el hombre y la vegetación” 8. Se solidarizan la
fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer; el trabajo agrícola se asimila al acto sexual;
en suma, la sexualidad -sobre todo la femenina- se conecta con el enigma milagroso de la
creación, con el misterio del nacimiento, de la muerte y del renacer. La sexualidad adquiere
así un carácter religioso y por tanto sagrado y relacionado con la divinidad
Este carácter religioso de la sexualidad ha influido también a menudo en la concepción
del sacerdocio en momentos y lugares muy diversos. A este respecto vemos a lo largo de la
historia de las religiones una serie de constantes que podemos clasificar en dos grandes
grupos:

1.- El ejercicio de la sexualidad como un acto de culto (hieros gamos), una forma
privilegiada de contacto con la divinidad o de actualización de mitos. En estos casos la unión
sexual se podría considerar una especie de “sacramento”.
Es el caso, por ejemplo, del hieros gamos de los chamanes en la antigua Irlanda9, o en
determinados ritos védicos10, o el que realizaban el rey y las hieródulas personificando la
unión de los dioses Marduk e Innana11 en la antigua Babilonia. También en Egipto se da este
hieros gamos entre el rey y la reina en la fiesta de Min12 (en el momento de la siega). En los
misterios de Eleusis, en Grecia, algunos rituales simbolizan este mismo tipo de unión

8
M. ELIADE, op. cit., t. I, pp. 56-57
9
ibid., t. II, p. 153
10
ibid., t. III/1, p. 253
11
ibid., t. I, pp. 90-92
12
ibid., t. I, p. 110.

5
sagrada13. También encontramos casos de prostitución sagrada desde las primitivas religiones
indonesias14 hasta la primitiva religión cananea, de donde la tomará incluso el pueblo de
Israel15.

2.- La abstinencia del ejercicio de la sexualidad por parte de los individuos


pertenecientes a la clase sacerdotal. Esta abstinencia se considera una forma de separación del
mundo terreno, una purificación, una ascesis, para posibilitar una adecuada unión con la
divinidad (mundo celeste) diversa (superior) a la del resto de hombres religiosos. Al propiciar
esta unión, la abstinencia sexual se convierte también en fuente de poder espiritual para el
sacerdote.
Estos casos los encontramos por ejemplo en el Shinto japonés, donde el sacerdote debe
guardar unos días de castidad antes de poder ejercer el culto16, lo mismo ocurre en las
antiguas fiestas chamánicas de los Calusari en Rumanía17. Un caso extremo lo encontramos
en la iniciación de los misterios de Attis-Cibeles, donde se llegaba en muchos casos a la
castración ritual18. También para las Vestales romanas, su virginidad era la fuente del poder
sagrado, hasta el punto de que en caso de quebrantarla eran inmediatamente ejecutadas, pues
se consideraba que con tal acto habían puesto en peligro la protección divina sobre el estado19.

Hay un caso especialmente representativo de ambas corrientes, el de los


brahmacharines del primitivo hinduismo. Para estos sacerdotes el primer y más importante
voto era el de castidad, y no obstante, se unían ritualmente con las prostitutas sagradas 20. Este
caso nos ilustra cómo el abstenerse de relaciones sexuales digamos “mundanas” no es por un
sentido de negatividad de la sexualidad, sino porque toda la vida del sacerdote, incluido el
ejercicio de su vida sexual, debe estar exclusivamente al servicio de la divinidad.

13
M. ELIADE, op. cit., t. I, pp. 313-314
14
ibid., t. III/2, p. 157
15
ibid., t. I, p.201
16
ibid., t. III/2, p. 393
17
ibid., t. III/1, p. 235
18
ibid., t. II, p. 281
19
ibid., t. II, p. 127
20
ibid., t. III/1, p. 252.

6
3.- SACERDOCIO, CULTO Y SEXUALIDAD EN EL JUDAÍSMO
VETEROTESTAMENTARIO

La organización del primitivo sacerdocio en Israel es difícil de definir. Los textos


bíblicos acerca del sacerdocio insisten en una característica, que como hemos visto es común
a la mayoría de las religiones: la relación privilegiada de los sacerdotes con Dios. El contexto
deja ver que tiene también una función social.
La participación en el culto requería la pureza ritual, definida en la ley. La presencia
de una persona impura en la asamblea litúrgica hubiera comprometido el buen éxito del culto
(Lev. 15, 13) Entre otras muchas normas sobre los contactos que vuelven impuros al
sacerdote, y los defectos y enfermedades de que deben estar libres, se establecían normas
especiales para el matrimonio21.
No obstante, en ningún momento podemos hablar de un aprecio veterotestamentario
de la virginidad o el celibato perpetuos (De hecho los eunucos estaban incapacitados para
ofrecer sacrificios, Lev 21, 10), pues la realidad matrimonial en sí misma tampoco es
considerada nunca en la Biblia como un acto de impureza.
Para buscar la motivación de ciertos casos de continencia sexual relacionada con el
culto hay que tener en cuenta, más que el concepto negativo de “pureza ritual”, el concepto
positivo de “santidad”. El sacerdocio y el culto en Israel están íntimamente relacionados con
este concepto: si Dios es santo, para entrar en relación con él hay que ser santo (Lev 19, 2), es
decir, pasar del nivel profano de la existencia ordinaria al nivel sagrado de la realidad divina.
Para alcanzar este fin, el culto antiguo proponía un sistema de elevación por medio de
separaciones rituales en varios niveles concéntricos (Tribu de Leví - Familia de Aarón - Sumo
Sacerdote).
Es en este sentido de santidad en el que hay que interpretar la abstinencia sexual
temporal requerida en 1Sam 21, 5 (banquete sagrado de David), en 2Sam 11, 8-13
(preparación para una batalla, lo cual se consideraba cuasi-liturgia), o en Ex 19,14
(preparación para la ratificación de la Alianza). En estos tres casos más que la mera pureza
ritual, se está aquí en la línea de la consagración y santificación. Es decir, la continencia
temporal es considerada como una especie de santificación y preparación activa al acto cultual
que se va a realizar, una ampliación de la esfera de lo divino. Y esto no es una consideración
negativa de la sexualidad. Simplemente, al sustraerse a lo que es común o profano (hol), el

21
“Sacerdocio”, NDTB, p. 1738.

7
hombre es ya en cierto modo sede de presencia divina (qadosh, que es el concepto opuesto a
hol), se hace partícipe de lo divino ya antes del culto22.
Entre los sacerdotes israelitas de la era inmediatamente precristiana merecen mención
aparte los esenios23. Su caso nos interesa particularmente porque no eran una mera
“comunidad religiosa” formada por varones de cualquier extracción, como podemos pensar
desde nuestra mentalidad actual. El movimiento esenio había surgido como un cisma en la
clase sacerdotal en tiempos de los Macabeos. Varios sacerdotes se separan del culto oficial y
fundan una comunidad (yahad). Para los esenios, los sacrificios materiales del AT ya no son
válidos. El auténtico sacrificio es una vida perfecta. Es por ello por lo que en su comunidad
seguirán una vida muy ascética que incluye el celibato. Y no sólo en la famosa comunidad
principal de Qumrán, sino en comunidades esenias menores tan lejanas como la de los
terapeutas egipcios.
No olvidemos que en el AT, como acabamos de ver, el concepto de sacerdocio está
íntimamente ligado al de santidad. Para los esenios culto sacerdotal y vida santa eran términos
casi intercambiables. El hecho de cómo su forma de vivir se consideraba auténtico culto
sacerdotal lo comprobamos en la cantidad de rituales que requiere la vida diaria (la comida, el
baño, el vestido…). Toda su regla de vida se inserta en ese contexto de “santificación”, que
posibilita el acceso desde lo profano a lo sagrado.

22
“Virginidad”, NDTB, p. 1946.
23
A. DÍEZ MACHO, Apócrifos del Antiguo Testamento, Madrid, 1984, t. I, pp. 67-77

8
4.- CATEGORÍAS ANTROPOLÓGICAS DE LA FILOSOFÍA GRIEGA EN EL
AMBIENTE HELENISTA.

Como dijimos en la introducción, el cristianismo no sólo es una religión nacida en el


contexto del judaísmo. En efecto, con la temprana expansión de la Iglesia a lo largo sobre
todo de la mitad oriental del Imperio Romano, su doctrina entró en el contexto del helenismo.
En este ambiente tienen gran importancia varias corrientes filosóficas nacidas en Grecia.
Por tanto, el primitivo cristianismo en contacto con el mundo helenístico no sólo hubo
de coexistir con algunas de las religiones que mencionábamos en el apartado 2, sino que
además tuvo que relacionarse con estas corrientes filosóficas, que determinaban en gran
medida las categorías mentales de los hombres a quienes se predicaba la nueva doctrina. Esta
relación, en consecuencia, fue especialmente relevante para la doctrina cristiana, pues para
hacerse inteligible a sus nuevos adeptos tuvo que imbuirse en gran medida de esas mismas
categorías.
Veamos, pues, qué concepciones abrigaban las más relevantes de estas escuelas
filosóficas respecto al tema que nos ocupa: las relaciones entre lo corporal y lo espiritual.

1.- Platonismo: Es la corriente más importante en lo que se refiere a la antropología.


Para Platón, Dios es lo suprasensible, y por tanto las “almas” del mundo y de los seres
humanos, también son divinas24. El amor es la tumba del alma, la raíz de todos los males. La
forma de ascender a lo absoluto, es el amor, pero dada la maldad del cuerpo, el amor físico es
el más bajo, que hay que superar en aras del amor trascendente a lo metaempírico25.

2.- Aristotelismo: En este aspecto sigue fundamentalmente a Platón. Para Aristóteles


el fin supremo del hombre es espiritual, no corporal26.

3.- Estoicismo: Para la escuela estoica, lo importante es el logos, al que sólo afectan el
bien y el mal morales. En este sentido, lo físico no es que sea malo, sino que es inútil, carente
de valor. Por este motivo las pasiones, que distraen al hombre de la búsqueda del logos, han
de arrancarse27.

24
G. REALE - D. ANTISERI, Historia del Pensamiento Filosófico y Científico, Barcelona, 1995, t. I, p. 135
25
ibid., pp. 140-142
26
ibid., p. 184
27
ibid., p. 235.

9
Notemos que la estas ideas no solo influyeron en la configuración del primer mensaje
cristiano, como pueden ser las epístolas de Pablo. No olvidemos que los Padres de la Iglesia
se han formado también en el estudio de esta misma filosofía, y que es asumida por ellos en
su afán por mostrar razonable el mensaje cristiano.
Esta afirmación se extiende no sólo a los Padres griegos, sino también a los latinos. El
filósofo ecléctico Cicerón, que bebe en su antropología de las fuentes de estoicismo, tendrá
gran importancia por su influencia, sobre todo en la figura de tremendo peso que será San
Agustín28.

28
G. REALE - D. ANTISERI, op. cit., t. 1, p. 375

10
CONCLUSIONES:

En la introducción nos hacíamos una serie de preguntas a las que hemos tratado de dar
respuesta en los diferentes apartados del trabajo. Dichas respuestas nos dan pie a una serie de
conclusiones acerca del sacerdocio y el celibato cristianos.
Hemos visto en primer lugar que los sacerdotes en todas las religiones son tomados de
la misma comunidad de hombres religiosos, pero que de alguna forma son separados de dicha
comunidad no tanto espacialmente sino en cuanto a su forma de vida, incluyendo algo tan
importante para el hombre como su forma de vivir la sexualidad o la vida matrimonial.
Hemos visto asimismo que dicho apartamiento o separación puede tener diversas
formas, ascéticas o no, pero tiene siempre la finalidad fundamental de poner al sacerdote en
relación con la esfera de la divinidad. Y en concreto en el judaísmo estaba relacionado con el
concepto de “santidad”.
Hay que decir, por tanto, que la Iglesia no inventó como por arte de magia el celibato
de los clérigos, sino que respondía consecuentemente a un aspecto fenomenológico del hecho
sacerdotal, y especialmente a una tradición anterior -fundamentalmente judía- acerca del tipo
de vida que debía ser propio de los consagrados a Dios, precisamente en orden a capacitarlos
para un sacerdocio eficaz. Ya que, como hemos visto, el sacerdote, tomado de entre el resto
de la comunidad, debe apartarse con su forma de vida de las realidades comunes del mundo
para poder acceder a las realidades trascendentes de Dios. Este sentido se puede ver en el NT,
por ejemplo en Jn. 17, o en 1Cor 7.
Visto desde este ángulo, el celibato sería originariamente, por tanto, una realidad
fundamentalmente positiva; no como una renuncia a algo pecaminoso, sino como un esfuerzo
para acercarse a la divinidad, prescindiendo de algo legítimo.
Pero es innegable que, en el pensamiento paulino y en de los Padres de la Iglesia
(especialmente San Agustín), ha tenido una inmensa influencia la filosofía griega, dado que
fue el instrumento que usaron en su esfuerzo por hacer racional el mensaje cristiano. Y así, en
la comprensión del celibato, pesaron tremendamente las concepciones antropológicas griegas
que veíamos en el último apartado (maldad del cuerpo y de las pasiones humanas y
preeminencia de lo espiritual y lo racional).
El efecto, respecto a la concepción del sacerdocio, de esta mezcla de las ideas
meramente religiosas con las filosóficas, ha sido doble: Por un lado fortaleció la idea de la
necesidad de la ascesis para alcanzar la santidad. Pero por otro lado añadió un aspecto

11
fuertemente negativo a la comprensión del celibato. Si Dios es espíritu, y el cuerpo es una
realidad totalmente negativa, no sólo será conveniente para el sacerdote, sino casi
imprescindible para su acceso a Dios, apartarse de lo corporal para potenciar lo espiritual. El
sacerdote, al adoptar el celibato, no renunciaba ya a algo legítimo, sino a algo considerado
pecaminoso, o por lo menos “inferior”. Y esta ascesis, además, no puede ser ya meramente
puntual sino perpetua.
En resumen, pues, habría que decir que la Iglesia naciente, como institución religiosa
que era, asumió para sus sacerdotes unas características de separación de lo mundano
comunes al sacerdocio en la mayoría de las religiones. Estas características, unidas a los
conceptos judíos de sacerdocio y santidad y a las concepciones antropológicas de la filosofía
griega, hicieron que se viera el celibato perpetuo de los clérigos como una manera
especialmente idónea de vivir esta separación. Así, lo primordial en el celibato sería su
eficacia para capacitar especialmente al sacerdote cristiano en el ejercicio de su función
mediadora, al separarle de las realidades terrenas, y asegurar la permanencia de su unión con
Dios. El hecho de que el sacerdote viviera como el resto de los hombres pondría en peligro la
eficacia, necesaria para la comunidad, de su ministerio sacerdotal
Que en la concepción eclesiástica del celibato tomen parte además otras
consideraciones propias del cristianismo, como la mayor disponibilidad del sacerdote para el
servicio de Dios y la tarea apostólica, o el ser ejemplo para la comunidad, o ser signo del
Reino de los Cielos, es innegable, y este estudio daría material también para otro largo
estudio29. No obstante, creemos, por todo lo visto, que no fueron estas consideraciones las
decisivas en el nacimiento del celibato sacerdotal, aunque sí lo fueran en su posterior
desarrollo y la teología al respecto.
El hecho de que Jesús fuera célibe, por ejemplo, tan citado actualmente, no debió tener
en la mentalidad cristiana primitiva el peso específico que se le da ahora, dado que en el NT el
ministerio terreno de Jesús se presenta más como profético que como sacerdotal30. Su
específica relación con Dios Padre estaba asegurada por su misma naturaleza, al contrario de
lo que ocurre con los sacerdotes humanos, que necesitarían potenciar esa relación mediante la
ascesis y el desarrollo de lo espiritual, para lo cual la práctica del celibato sería sin duda un
instrumento especialmente eficaz.

29
H. CROUZEL «El celibato en la Iglesia Primitiva», en J. COPPENS (dir.) Sacerdocio y celibato, Madrid, 1971,
pp. 269-278.
30
“Sacerdocio”, NDTB, p. 1741.

12
BIBLIOGRAFÍA

COPPENS, JOSEPH (dir.), Sacerdocio y celibato, Biblioteca de Autores Cristianos,


Madrid, 1971

DÍEZ MACHO, ALEJANDRO, Apócrifos del Antiguo Testamento, 4 vol., Cristiandad,


Madrid, 1984

ELIADE, MIRCEA, Historia de las creencias y de las ideas religiosas, 5 vol.,


Cristiandad, Madrid, 1978

MARTÍN VELASCO, JUAN, Introducción a la fenomenología de la religión, Cristiandad,


Madrid, 1993

REALE, GIOVANNI – ANTISERI, DARÍO, Historia del pensamiento filosófico y científico,


3 vol., Herder, Barcelona, 1995.

ROSSANO, P.; RAVASSI, G.; GHIRLANDA, A. (dirs.), Nuevo diccionario de Teología


Bíblica, San Pablo, Madrid, 1990

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