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Ante el diagnóstico de una Infección de Vías Urinarias surge, en la mayoría de los casos, la
necesidad de un tratamiento que responda a los objetivos terapéuticos de conseguir
esterilizar la orina (rápida erradicación y eliminación de los uropatógenos presentes en
ella), aliviar la sintomatología que presenta el paciente, evitar posibles complicaciones y
prevenir que se produzcan recidivas de la infección.
Para alcanzar estos objetivos, la conducta terapéutica ante una Infección de Vías Urinarias
incluye, además de la utilización de fármacos, una serie de recomendaciones
complementarias que apoyan la acción antibiótica como: medidas higiénicas que
disminuyan el posible contacto de la flora entérica con el meato uretral, ingesta elevada de
líquidos que favorezca la eliminación de los uropatógenos, acidificación de la orina que
dificulta el desarrollo de las enterobacterias, etc.
A. La identificación del tipo de infección urinaria en función de la clínica del paciente (si
se trata de una Infección de Vías Urinarias Bajas simple o complicada, si es un primer
episodio o se trata de una Infección de Vías Urinarias Bajas recurrente, etc.).
D. Aplicar la pauta terapéutica más apropiada en función del tipo de Infección de Vías
Urinarias Bajas y de las características del paciente.
Así, una vez diagnosticada la Infección de Vías Urinarias Bajas, deberá hacerse una
valoración que permita la selección adecuada del antibiótico entre todos los disponibles.
Los criterios utilizados para la elección de un antibiótico son múltiples y variados. Tanto los
médicos de Atención Primaria como los especialistas coinciden en afirmar que el
antibiograma facilita la elección del agente antimicrobiano, ya que al conocer las
resistencias bacterianas a los antibióticos puede optarse por el más sensible. Pero
independientemente de que ésta elección se realice con o sin antibiograma, los criterios que
fueron más citados por los expertos son los siguientes: