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VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

MINISTERIO DE SALUD

DESIGUALDAD SOCIAL
SALUD PÚBLICA

PROFAMILIA

Por: Redacción EL TIEMPO

18 de diciembre 2016 , 01:59 p.m.

Si en Colombia el 64,1 por ciento de las mujeres y el 74,4 por ciento de los hombres han sufrido algún tipo
de agresión por parte de sus parejas, queda claro que la violencia de género en el país es una verdadera
epidemia, sobre la base de que es un fenómeno prevalente en la mayor parte de la población.
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Esta situación se agrava al evidenciarse que en el caso de las mujeres, solo dos de cada 10 se atreven a
denunciar, y otro tanto de ellas apenas solicitan algún tipo de ayuda.

Estos datos, por primera vez extraídos de las propias víctimas y no de las estadísticas de las autoridades
judiciales, son parte de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (Ends 2015), presentada esta
semana por el Ministerio de Salud y Profamilia, y la cual analizó 44.614 hogares y más de 80.000 personas
en el territorio nacional.
La Ends, que, en armonía con la Ley 1257 del 2008, estudió los niveles de presencia de los cuatro tipos de
agresiones (física, psicológica, económica y sexual) que configuran conceptualmente la violencia de género,
permite inferir que este fenómeno tiene una dispersión estadística muy baja, por lo que se presenta con
igual intensidad en todas las regiones y estratos de la sociedad; condición que, en opinión de los
expertos, lo erige como un problema de salud pública.

Es de anotar que si bien la violencia psicológica es la menos reconocida en el imaginario general, en el


informe es la más reportada tanto por hombres como por mujeres, seguida por la violencia física, la
económica y, por último, la sexual.

De hecho, las descalificaciones permanentes, la subvaloración, las amenazas de abandono, los celos y
hasta la intimidación con armas de fuego, entre otras, son quejas casi permanentes en las dos terceras
partes de la población, sin que se desencadenen acciones proporcionales orientadas a atenuarlas. En otras
palabras, la violencia psicológica es algo que, al parecer, la gente acepta y tolera en silencio.
(También: ¿En qué temas se lograron avances en los últimos cinco años?)
Ellas, las más golpeadas
Una mirada a los reportes de violencia física en la Ends ratifica que las mujeres son las más afectadas; tanto
que una de cada tres ha sido víctima de golpes por parte de su pareja o expareja, tendencia que
aumenta con la edad y con la baja escolaridad, y que en el 4 por ciento de los casos llega a configurar
el franco intento de homicidio.

Llama la atención que, al lado de estos reportes de golpes en su contra, las mujeres reconocen que utilizan la
violencia física para castigar a sus hijos e hijastros. El informe dice que una de cada cuatro los golpea con
objetos y el 14 por ciento recurre a las palmadas, a lo que hay que sumar que en el ámbito familiar, sus
parejas (hombres) también les pegan a los niños con objetos y les dan palmadas (un 18 por ciento y un 10
por ciento, respectivamente), con lo que se cierra un peligroso círculo de violencia intrafamiliar.

Al detenerse en los hallazgos, en los que 3 de cada 10 hombres manifiestan haber vivido algún tipo de
violencia física, el psiquiatra Luis Jaramillo, profesor de la Universidad Nacional y experto en el tema,
indica que aunque esta conducta dentro de la familia podría reproducirse por imitación de lo visto en casa
(modelamiento), este mecanismo no es tan simple y directo.

“Los factores que modulan este modelo violento son múltiples y complejos. Van desde el tipo de
autoridad que se ejerce entre los miembros de la familia, la escuela, el trabajo, los vecinos y la misma
calle; son conflictos que se pueden trasladar a las casas”, explica Jaramillo.
(Además: 'Este sigue siendo un grave problema de salud pública')
Dependencia económica

En este contexto de múltiples causas de la violencia de género, Rodrigo Córdoba, presidente de la


Asociación de Siquiatras de América Latina, señala que “la dependencia o independencia económica en una
relación de pareja puede generar tensiones que desembocan en agresiones de todo tipo”. Y agrega que, al
analizar los datos de la Ends, encuentra que la tercera parte de las mujeres y la cuarta de los hombres se
quejan de recibir maltratos por esta causa.

“Para muchos hombres, la independencia económica de las mujeres es una amenaza a su autoridad;
de ahí que tiendan a oponerse a que ellas trabajen, estudien y que de paso se relacionen con otras
personas”, insiste Jaramillo.
Sin embargo, sostiene el especialista, cuando las mujeres dependen completamente de sus parejas son
subvaloradas y humilladas en permanente sumisión y silencio, sobre todo en los estratos bajos, una
estadística que coincide plenamente con lo hallado en la Ends.

En ese capítulo se encontró que tanto mujeres como hombres reportaron haber sido víctimas de violencia
económica, expresada en agresiones como vigilar el dinero que gasta la pareja, amenazar con quitarle apoyo,
prohibirle trabajar, aprovecharse de la plata o adueñarse de los bienes y propiedades ajenas.

Pero donde se aprecia el mayor desequilibrio en el ejercicio del poder entre hombres y mujeres es en
la violencia sexual. Aunque ha disminuido un poco con respecto a los hallazgos de la encuesta del 2010, sus
efectos fatales hacen que el 7,6 por ciento de mujeres víctimas de este tipo de constreñimientos y el 20 por
ciento que han sufrido algún tipo de acoso sexual registrados por la Ends sean vistos con preocupación.
Para Córdoba, estas actuaciones son una muestra lamentable de ese machismo que cosifica a la mujer, con
unos peligrosos visos de tolerancia. Este argumento se confirma al comprobarse que el 80 por ciento de
este y los otros tipos de violencia de género no se denuncian y que cuando se hace, solo uno de cada
cinco agresores es sancionado y el 30 por ciento de los victimarios ni siquiera se presentan a responder las
denuncias.
Creencias que reproducen violencia
El preocupante panorama se refuerza con imaginarios que legitiman y perpetúan la violencia contra las
mujeres. En la Ends se encontró que el 39,4 por ciento de las mujeres y el 41,3 por ciento de los hombres
están de acuerdo con que “los hombres de verdad son capaces de controlar a sus parejas” y que el
36,5 por ciento de ellas y más de la mitad de los hombres piensan que “una buena esposa obedece a su
esposo siempre”.

Eso se confirma cuando la mitad de los hombres y la tercera parte de las mujeres coinciden en que ellos
deben ser siempre la cabeza del hogar; y cuando las dos terceras partes de hombres y mujeres en la muestra
manifiestan que ellos necesitan una mujer en casa porque así garantizan que en los núcleos familiares se
reduzcan los problemas.

El apoyo mayoritario a frases como que los hombres siempre están listos para tener sexo y que ellos
necesitan más sexo que ellas refuerza los imaginarios de subvaloración de las mujeres, según la Ends.
Pero quizás lo más dramático es que el 60 por ciento de hombres y mujeres creen que “las mujeres que
siguen con sus parejas después de ser golpeadas es porque les gusta”.

En ese sentido, dice Córdoba, es hora de que la sociedad en general tome en serio estos resultados y los
analice como causa y consecuencia de muchos problemas que enfrenta el país, para que de manera urgente
se empiecen a proyectar procesos de intervención bajo una visión de futuro. “Solamente ahí empieza la
verdadera paz del país”, remata.

‘El conflicto ha enmascarado esta violencia’


El antropólogo e investigador Carlos Alberto Uribe, profesor titular de la Universidad de los Andes, dice que
el conflicto armado, la violencia política y el terrorismo de todos los pelambres, entre otros tipos de
violencia, han ocultado estas formas de antagonismo contra el tejido social, entre las que la violencia
de género se presenta como un problema grave.

Asegura que las familias con ejes verticales y unidireccionales de autoridad paterna o materna –que
promueven la subvaloración de sus integrantes, principalmente de la mujer, y en donde los golpes, el
chantaje y las agresiones sexuales son frecuentes– se convierten en núcleos de aprobación velada de todos
los tipos de violencia.

El problema, dice Uribe, es que estas características son las que se presentan, muchas veces, en las familias
que la sociedad proyecta como ideales y amparadas en valores de corte moral y religioso; a lo que se suma
una sociedad con precarios vínculos de solidaridad, con afianzados conceptos sobre “valores” como
hombría, honor y orgullo, que en ocasiones son reforzados por los sistemas formales de educación.

Como experto considera necesario proveer de elementos a toda la comunidad en un proceso de


transformación de valores (transvaloración) en el que desde las familias se promueva la no tolerancia
a todas las formas de agresión, y que en la calle se eliminen las formas de discriminación y se diluyan del
imaginario colectivo las “víctimas propiciatorias”.

Insiste en que hay que entender que la rabia, el resentimiento, la inequidad social y los abusos del poder se
expresan de manera violenta, por lo que hay que ir a sus determinantes y atenuarlos.
“Urge moderar el lenguaje del debate político y valorar que la sociedad está cambiando, para procurar
atenuar estos tipos de violencia, sin desconocer que esto puede tardar varias generaciones”, dice, mientras
asegura que “no todo está perdido”.

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