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TEXTO E IDEOLOGÍA:

PARA UNA POÉTICA DE LA NORMA*

Philippe HAMON

No se trata aquí, dentro de los límites de un breve ensayo, de renovar


una problemática y una reflexión que tienen su tradición, sus investiga-
ciones concluidas o en curso, su historia y sus especialistas acreditados y
competentes, y que, bajo diversos títulos (sociología de la literatura, sociolo-
gía textual, sociolingüística de contenidos, pragmática de los discursos, so-
ciocrítica, análisis del discurso...), ha explorado y continúa activamente ex-
plorando un campo importante de la teoría de la literatura, el de las relacio-
nes de los textos con la ideología (o las ideologías)1; cuestión fundamental,
formulable de diversas maneras (las ideologías en el texto, el texto en la
ideología, la ideología como texto, la ideología del texto, etc.), cuestión multi-
disciplinaria por excelencia, que se confunde con la de los modos de inscrip-
ción de la historia en el texto y del texto en la historia. Sin embargo, debe-
mos constatar -y, sin caer en la polémica, numerosos son los investigadores
que llegan a hacer esta constatación- que la investigación en este dominio
casi no ha progresado de manera decisiva y espectacular desde hace veinte
años y que a menudo estamos aún en la reiteración de grandes peticiones
de principios y en la formulación de postulados y programas. Sobre los prin-
cipios (que un texto, enunciado y enunciación confundidos, es un producto
anclado en lo ideológico; que no se limita a ser, sino que sirve para algo, que
produce -y es producido por- la ideología), todo el mundo está de acuerdo.
Pero un acuerdo no inaugura ni fundamenta un método, y ni los instru-
mentos, ni los conceptos descriptivos, ni los protocolos de análisis, ni las

*.Tomado de Texte et idéologie. Paris: PUF, 1984, pp. 5-41. Traducción: Emma Rodríguez y Eliza-
beth Lager; revisión: Eduardo Serrano Orejuela.
1. Algunos momentos importantes: L. Goldmann, Pour une sociologie du roman, Paris, Gallimard,
1965 [Para una sociología de la novela. Madrid: Ciencia Nueva, 1967]; Littérature et Société, Etudes
de sociologie de la littérature, Bruselas, 1967 (obra colectiva); P. Macherey, Pour une théorie de la
production littéraire, Paris, Maspero, 1966; «La Censure et le censurable», número especial de la re-
vista Comunicaciones, (Paris, Seuil, 1967, n° 9); Th. Herbert, «Remarques pour une théorie générale
des idéologies», Cahiers pour l'analyse n° 9, verano 1968 [«Notas para una teoría general de las ideo-
logías», en Eliseo Verón (comp.): El proceso ideológico. Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1971];
U. Ricken, «La description littéraire des structures sociales», Littérature n° 4, 1971; «Littérature et
idéologies», Coloquio de Cluny II, núm. especial de La Nouvelle Critique, s.f.[Literatura e ideologías.
Madrid: Alberto Corazón, 1972]; núm. especial de la Revue des Sciences Humaines, «Le social, l'i-
maginaire, le théorique, ou la scène de l'idéologie», n° 165, 1977; Sociocritique, obra colectiva bajo la
dirección de Cl. Duchet (Paris, Nathan, 1979); L. Panier, «De l'idéologie dans le discours», Sémioti-
que et Bible, n° 19, Lyon, CADIR, 1980; H. Mitterand, Le Discours du roman, Paris, PUF, 1980.
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
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construcciones y modelos teóricos parecen haberse afinado y sofisticado
desde, digamos, los trabajos de Goldmann y de Macherey. Tal vez solamente
los trabajos de la actual sociocrítica darían testimonio de un continuo e in-
teresante esfuerzo de reelaboración y de rigor en la materia. Las observacio-
nes que siguen podrían, por consiguiente, integrarse a esta aproximación
sociocrítica o a lo que igualmente podríamos llamar una sociopoética gene-
ral de los textos, observaciones introductorias al estudio de una poética del
«efecto-ideología» de los textos, una poética de lo deóntico o de lo normativo
textual.
Constatemos en primer lugar que las diversas sociologías o sociocrí-
ticas del texto, han tenido con frecuencia tendencia a anexarse esta proble-
mática de las relaciones texto-ideología, excluyendo la poética o el enfoque
poético, y a provocar en el poético [poeticien] un vivo sentimiento de impo-
tencia o de culpabilidad; especialista de las formas (?), este último no podía
sino dejar escapar esas entidades prestigiosas que son lo real, lo verdadero,
el sujeto, el sentido, el contenido, la ideología, la historia. Simétricamente, el
poético (o semiótico) que sin embargo se esfuerza por mantener a la vez co-
mo marco global y horizonte de búsqueda de su trabajo este concepto de
ideología, experimenta a veces algunas dificultades para manipularlo y a
menudo tiende a encontrarlo un poco «masivo», bien sea en sus acepciones
más generales y devaluadas (la ideología tiende entonces, para algunos, a
confundirse con los «mitos» de una sociedad o de una clase social, o senci-
llamente con los «prejuicios» del otro), o bien en sus acepciones mejor espe-
cificadas (por ejemplo, trabajos de Althusser y de la investigación marxista).
Con frecuencia ocurre también que el planteamiento de los problemas pare-
ce depender demasiado de la elección empírica de corpus más dados (textos
y discursos políticos, que tratan explícitamente de temas políticos) que cons-
truidos, y de definiciones de la ideología elaboradas para y por otras disci-
plinas dotadas igualmente de finalidades específicas.
De hecho, para una investigación que se consagrara específicamente
al estudio de las relaciones existentes entre lo textual y lo ideológico, reunir
las definiciones de la ideología más generales y más comúnmente acepta-
das2, no proporciona, de entrada, instrumentos eficaces ni pistas seguras
para desarrollar dicha investigación. Definir la ideología como «discurso
desprofesionalizado» (discurso sin especialista, doxa, discurso del se dice di-
fuso), llevaría incluso a excluir del campo de análisis el texto escrito firmado
o el texto no colectivo, y por consiguiente a privilegiar más bien el estudio de

2.Para una buena recopilación de textos y definiciones, se podrá utilizar el pequeño manual de M.
Vadée, L'Idéologie, Paris, PUF, 1973.
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lo no-literario y de lo no-textual (los «rumores»); definirla como «discurso to-
talitario, generalizante y atópico», que no ocupa ningún lugar privilegiado,
llevaría a descuidar el estudio de pactos, puestos y posturas concretas de
enunciación privilegiadas y a descuidar también el estudio de figuras y luga-
res textuales privilegiados y particulares inmanentes al texto y construidos
por él mismo (lo cual puede ser considerado, como lo veremos más adelan-
te); definirla como «discurso serio, asertivo y monológico», que «produce sen-
tido», dicotómico y maniqueo (que zanja perpetuamente entre lo bueno y lo
malo) llevaría quizás a excluir ciertas formas textuales (textos irónicos, tex-
tos ambiguos, textos en intertextualidad, textos polifónicos, textos poéticos
parcialmente desemantizados y altamente formalizados) que también son in-
teresantes de estudiar como monumentos y documentos ideológicos; definir-
la como «desconocimiento», o como «discurso inconsciente», tiende a privile-
giar tanto en el estudio de los textos como en el estudio de las relaciones
texto-no texto, las lagunas, las ausencias, lo no-dicho, los disfuncionamien-
tos del texto en lugar de su explícito, lo cual significaría privilegiar el estudio
de las inversiones, de las transformaciones y de las distorsiones con relación
al de las construcciones observables, y por consiguiente tiende a ratificar la
problemática del desvío y de la norma, mezclándola inextricablemente a la
de lo verdadero y lo falso (lo verdadero, por supuesto, es lo oculto); definir la
ideología como «interpelación del sujeto como sujeto libre», como «discurso
sujetante», tiende tal vez a privilegiar demasiado automática y exclusiva-
mente, en la selección de los textos estudiados, los textos explícitamente an-
tropomorfos y figurativos centrados en un sujeto construido o desconstruido
(textos líricos y autobiográficos por ejemplo ùy que sin embargo curiosamen-
te parecen no interesar a la crítica sociológica), pero no informa acerca del
juego de las diversas constricciones (semiológicas, estéticas, económicas)
que a priori condicionan el texto, ni sobre su jerarquía; definirla como «sis-
tema semiológico» (discurso auto-regulable que depende de una combinato-
ria, competencia, y generatividad general, que contiene un léxico de unida-
des y una sintaxis, definición de la ideología que tiene la ventaja, en el estu-
dio de las relaciones texto-ideología, de permitir la homologación de lo
homologable (se comparan entonces dos objetos semiológicos) no informa,
sin embargo, sobre el problema de saber cuál es el nivel semiótico de organi-
zación que debe privilegiarse en el análisis: ¿el enunciado o la enunciación?
¿las estructuras globales -narrativas, descriptivas, argumentativas- o las es-
tructuras locales -léxicas, tropos? ¿el significado o el significante? ¿la cons-
trucción de valores semánticos —condición de la comunicación— o la cons-
trucción de valores axiológicos -condición de la manipulación? Definir la
ideología como «relación imaginaria con un mundo real» puede llevar igual-
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mente al analista a privilegiar en sus análisis los textos que se dan como ya
centrados en lo real (textos políticos, realistas, científicos, técnicos) donde el
componente «real» se supone conocido, o accesible, (pero ¿qué es lo «real» en
sociedades sometidas, como lo demostró J. Baudrillard, al juego de los si-
mulacros y los funcionamientos «hiperrealistas»?) de preferencia a textos
desprovistos de forma, de autor, de fecha y de referente (por ejemplo, el texto
maravilloso, popular, oral, antiguo, no fechado, con múltiples variantes); el
análisis de instituciones, de lugares de poder, de momentos históricos de
crisis, tiende entonces a hacer poco interesante el de los lugares textuales
(más vale entonces estudiar el Caso Dreyfus que la literatura de la época, o
estudiar el funcionamiento de algunas instituciones reales, localizadas y
concretas —lo que Valéry llama las «señales geodésicas del orden»—, más
que el funcionamiento de sistemas textuales); en fin, definir la ideología co-
mo «consenso implícito», tiende a privilegiar en la constitución de los corpus
dos tipos de textos diametralmente opuestos: por una parte los textos defi-
nidos por su «mala» recepción o interpretación (fracasos literarios; textos
que, como La obra o La tierra de Zola, por ejemplo, provocaron disgustos o
divisiones entre el autor y una parte de su público) y por otra parte, los
«best-sellers» definidos por una «buena» recepción inmediata y general (éxi-
tos literarios, literatura de masas, etc.).
Tal como ha sido elaborada (en otros campos) la noción de ideología
tiende a restringir la selección de los corpus y sólo aporta a la poética un
instrumental muy somero, un número reducido de conceptos operatorios,
ya inconexos, ya muy generales, y un marco finalmente muy borroso («todo
es ideología») para el análisis y la teoría de las relaciones entre lo ideológico y
lo textual. Y, en este binomio, el término «texto» parece por ahora definido de
manera más satisfactoria, más homogénea, menos «masiva» que el término
«ideología», lo cual convierte a esta pareja en algo desigual. Las primeras de-
cisiones -precauciones- serían sin duda, para quedarnos en generalidades
prudentes y conservar una dimensión y un punto de vista propiamente se-
mióticos o poéticos de los fenómenos tratados, las siguientes:
a / estudiar no tanto la ideología «del» texto («en» el texto, en sus «re-
laciones» con el texto), como el «efecto-ideología» del texto como efecto-afecto
inscrito en el texto y construido/desconstruido por él, lo que equivale a vol-
ver a centrar la problemática en términos textuales, y al mantenimiento de
cierta prioridad (que no primacía) del punto de vista textual;
b / tener en cuenta a la vez la dimensión paradigmática del efecto-
ideología (la ideología, según el modelo binario: + vs -, o según modelos es-
calares: en exceso → en defecto [véase el importante papel de estas categorí-
as en el metalenguaje de Cl. Lévi-Strauss], distribuye marcas y valores dis-
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criminantes estables que forman sistema, constituye y ratifica listas jerar-
quizadas, escalas, historiales [palmarès], axiologías), y a la vez, su dimen-
sión sintagmática o «praxiológica» (Piaget), (la ideología es producción y ma-
nipulación dinámica de programas y de medios orientados hacia unos fines,
construcción de simulaciones narrativas que integran, solicitan y constitu-
yen actantes, sujetos comprometidos («interesados») en «contratos» o «sin-
taxis» narrativas reglamentados)3;
c / no restringir el análisis de las relaciones texto(s)-ideología(s) al
análisis de corpus o de géneros ya circunscritos a priori en sus referentes,
sus temas, sus pliegos de condiciones [cahiers des charges], sus públicos y
sus momentos históricos (discursos realistas-figurativos, discursos políticos
o polémicos...);
d / no restringir el análisis a la puesta en marcha de un método, ya
sea de inspiración histórica y sociológica, o de inspiración estadística o dis-
tribucional, polarizado sobre el estudio de las frecuencias de empleo de pa-
labras-claves, aún si estas últimas son estudiadas en sus entornos contex-
tuales;
e / no restringir el análisis al estudio de un solo nivel, muy particu-
lar, de la organización de los textos, el nivel léxico (el «vocabulario») por
ejemplo, concebido con frecuencia como prioritario, el único pertinente en
tanto que único accesible a manipulaciones cuantitativas, y único «portador
de sentido» en el enunciado; o no privilegiar la enunciación, concebida a
priori como más «importante» que el enunciado; o no restringir el análisis a
tal o cual efecto de sentido particular de los enunciados: la ideología inter-
viene tanto en la definición semántica diferencial de los actantes del enun-
ciado, como en el conocimiento que tienen de las cosas, en sus programas
de manipulación y de persuasión recíproca, en las evaluaciones que hacen
de los estados o de los programas narrativos. El análisis, entonces, podría
volver a centrarse en una semiótica del saber (estrategias de la manipula-
ción, de la evaluación, de la fijación de contratos, de la persuasión y de la

3. T. Herbert (art. cit.) le reconoce a la vez una dominante semántica y una dominante sintáctica al
efecto-ideología. A.J. Greimas, en su obra, Sémiotique: Dictionnaire raisonné de la théorie du langage
(Paris, Hachette, 1979) [Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Madrid: Gredos,
1981], en el artículo «Idéologie», postula la necesidad de «distinguir dos formas fundamentales de
organización del universo de valores: sus articulaciones paradigmática y sintagmática. En el primer
caso, los valores están organizados en sistema y se presentan como taxonomías valorizadas que
podemos distinguir con el nombre de axiologías; en el segundo caso, su modo de articulación es
sintáctico y están investidos en modelos que aparecen como potencialidades de procesos semióti-
cos» (p. 179) [En este último caso, los valores reciben del nombre de ideología: «En semiótica, se de-
signa con el nombre de axiología el modo de existencia paradigmático de los valores, por oposición a
la ideología, que toma la forma de su disposición sintagmática y actancial» (ob. cit., p. 26)].
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creencia, del conocimiento y del desconocimiento, etc.) integrado a una teo-
ría general de las modalidades4.
Una observación, a manera de digresión, referente a la recurrencia
particularmente insistente de un concepto cuyo uso he señalado más arriba,
y que parece funcionar como concepto clave en el discurso teórico sobre las
relaciones entre texto e ideología, el de ausencia. Significar, lo sabemos, es
excluir, y viceversa. Toda producción de sentido es exclusión, selección, dife-
rencia, oposición; toda marca es supresión de marca [démarquage], y vice-
versa; toda figura es presencia y ausencia; todo supuesto supone presu-
puestos. En este punto el lingüista, el psicoanalista, el antropólogo, el retó-
rico, el poético y el sociólogo parecen estar completamente de acuerdo. Este
último parece actualmente preferir a la postulación: «Todo el texto (el todo
del texto) es ideología», la postulación simétrica: «Es la ausencia la que es (la
que señala) ideología». Y es este mismo concepto de ausencia (de «laguna»,
de «grado cero», de «hueco», de «elipsis», de «no-dicho», de «implícito», de
«blanco»...) el que parece haber sido promovido al rango de concepto funda-
mental, pluridisciplinario y ecuménico por excelencia, llave maestra explica-
tiva para todos los análisis y universal metodológico para todos los metalen-
guajes, que abre todas las cerraduras textuales. Algunas citas, casi al azar:

«Leer con la lente de Freud, es leer en una obra literaria co-


mo actividad de un ser humano y como resultado de esta
actividad, lo que ella dice sin revelarlo, porque lo ignora; leer
lo que calla a través de lo que muestra»5.

«La sociocrítica interroga lo implícito, los presupuestos, lo


no-dicho o lo impensado, los silencios, y formula la hipóte-
sis del inconsciente social del texto»6.

4.Para una puntualización, en términos greimaseanos, de esta problemática (en la cual me inscribi-
ré aquí globalmente), ver el artículo de L. Panier citado más arriba (n. 1). Ver igualmente Ph.
Hamon, «Du savoir dans le texte», Revue des Sciences Humaines, n° 4, 1975.
5. Subrayado por J. Bellemin-Noël en su excelente obrita Psychanalyse et littérature, Paris, PUF,

«Que sais-je?», 1978, p. 16. Ver igualmente, D. Sibony, L'Autre incastrable (Paris, Seuil, 1978), espe-
cialmente p. 18 y sig.: "El analista no es un pirata [écumeur] de significantes. Al filo de los encade-
namientos significantes, debe poder encontrar puntos de unión que sostengan, hacer el hueco,
hacer ciclos que produzcan el espacio de la demanda, que apuntalen el hueco del inconsciente,(..)
hueco rodeado de gérmenes de escritura; hueco cercado de escrituras», (subrayado por D. S., p. 20).
6. Cl. Duchet, «Introduction: positions y perspective», en Sociocritique (ob. cit.), p. 4.
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«Conocer una obra literaria [...] sería decir aquello de lo que
habla sin decirlo. En efecto, un verdadero análisis [...] debe
encontrar un nunca dicho, un no-dicho inicial. Apunta a [...]
la ausencia de obra que existe detrás de toda obra y la cons-
tituye. Si el término estructura tiene un sentido, es en la
medida en que designa esta ausencia [...]. La obra existe so-
bretodo por sus ausencias determinadas, por aquello que no
dice, por su relación con aquello que no es ella [...]. Es sobre
el fondo de la ideología, lenguaje originario y tácito, que la
obra se hace [...]. Esta distancia que separa la obra de la
ideología que transforma se halla en su letra misma: la se-
para de sí misma, deshaciéndola al mismo tiempo que la
hace. Podemos definir un nuevo tipo de necesidad: por la
ausencia, por la carencia»7.

«Al constituir el cuadro de las variantes del cuento habría


por supuesto en ciertos lugares, saltos, huecos. El pueblo
no ha producido todas las formas matemáticamente posi-
bles»8.

«La sintaxis mítica nunca es completamente libre en el sólo


límite de sus reglas [...]. Entre todas las operaciones teóri-
camente posibles cuando se las considera únicamente desde
el punto de vista formal, algunas son eliminadas irremedia-
blemente, y estos huecos —abiertos como con sacabocados
en un cuadro que sin eso hubiera sido regular— trazan en
negativo los contornos de una estructura dentro de una es-
tructura, que es necesario integrar a la otra para obtener el
sistema real de las operaciones»9.

«Tal es el arte de la trampa: la trivialidad. Tal debe ser [...] el


arte de desbaratar este arte: descubrir lo extraño en lo tri-
vial, quiero decir descubrir en la superficie continua el mi-
núsculo hueco donde, sin darme cuenta, yo, lector, voy a

7.Subrayado por P. Macherey en su libro, Pour une théorie de la production littéraire (ob. cit.), p. 174
y sig.
8. V. Propp, Morphologie du conte, Paris, Seuil, 1970, p. 142 [Morfología del cuento. Madrid: Funda-

mentos, 1971].
9. Cl. Lévi-Strauss, Mythologiques, I («Le cru et le cuit»), Paris, Plon, 1964, p. 251.
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caer, consistiendo la trampa en que caiga sin saber que cai-
go, que me precipito en el hueco mientras continúo cami-
nando en la superficie; que caigo preso en la fosa de un sen-
tido mientras sigo leyendo, produciendo sentido continua-
mente»10.

Deberíamos poder suponer que estas «ausencias» son todas ausencias


particulares, definidas por sus usuarios en el seno de un cierto tipo de rela-
ciones y de problemáticas particulares: ausencias definidas sobre fondo de
existencia, o de presencia, o con relación a una verdad o a una realidad, o
con relación a algo dado, o construido, o reconstruido, o previsible, o corre-
lacionado. Pero los múltiples sentidos y estatutos metodológicos de este
concepto parecen producir interferencias rápidamente entre numerosos in-
vestigadores en todo acercamiento a las relaciones texto(s)-ideología(s), y a
veces de manera heteróclita y no siempre compatible; podemos reclasificar
rápidamente como sigue sus principales aceptaciones [acceptations], que a
menudo son muy mal distinguidas:
1. La ausencia es la de una observación que hubiera debido permitir
registrar un sistema combinatorio construido, abstracto; la ausencia de
ocurrencia es localizada entonces como tal respecto a la capacidad generati-
va de un modelo teórico a priori. Así, por ejemplo, para el cuento maravi-
lloso, la ausencia de tal variable, de tal unidad, o de tal combinación posible
de unidades (hecha posible por el modelo canónico del cuento) y no obser-
vada por el analista en su corpus. Ese es el sentido de las citas de Propp y
de Lévi-Strauss que hemos recordado antes11. La ideología y su trabajo de
filtro se dejan, pues, aprehender en la distancia que existe entre un modelo
construido que hace oficio de norma y algo dado. Esta relación de un posible
y un observable, de algo permitido (por la teoría) y de una ausencia, es,
pues, una relación doblemente problemática, en la medida en que el analis-
ta no sabrá nunca si esta laguna así circunscrita proviene de una malfor-
mación del modelo (poco «potente») o de una laguna (provisional) en la do-
cumentación reunida. Además, son raros los analistas que tienen el cuida-
do, con frecuencia, de precisar la naturaleza exacta de su modelo (¿estruc-
tural? ¿estadístico? ¿generativo?...).

10. L. Marin, Le récit est un piège. Paris, Ed. de Minuit, 1978, p. 75 (subrayado por L. Marin).
11.A relacionar igualmente con A.J. Greimas: «Los enunciados narrativos lógicamente implicados en
el marco de una performancia [performance] pueden ser elípticos en la manifestación; la presencia
del último eslabón de la cadena de implicaciones [...] basta para proceder, con miras a la reconsti-
tución de la unidad narrativa, a una catálisis que la restablece en su integridad» (Du sens, Paris,
Seuil, 1970, p. 174).
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2. La ausencia puede definirse respecto a un modelo lógico, retórico o
estilístico construido por el texto, propuesto, explotado y realizado en y por
el texto, incorporado a éste, y parcialmente eludido por el texto; la ausencia
es aquí elipsis, programada por el texto y colmada (llenada) por el lector, que
colabora así en la completud del enunciado. Presencia en hueco de un im-
plícito cuyo lugar se indica, es también la presencia en hueco del lector,
quien de esta manera, en un lugar preciso del texto, es instalado y solicitado
como interlocutor [partenaire] activo de la comunicación. Así, por ejemplo, la
ausencia de uno de los términos o de uno de los puestos (A, B, C o D) de
una analogía (A : B :: C : D; A es a B lo que C es a D, sistema de relaciones
jerarquizadas tal como lo define por ejemplo Aristóteles en el capítulo 21 de
su Poética), o, para tomar otro ejemplo, el de la ausencia de uno de los tér-
minos en un silogismo, convertido en entimema, y cuyo tercer término fal-
tante restablece el lector. La ausencia es aquí ausencia respecto a un mode-
lo in praesentia, perturbación de un esquema y de un horizonte de expectati-
va [horizon d'attente] elaborado por el texto. Pero nada dice, a priori, que la
ausencia de un término o de un puesto en una estructura textual sea el
afloramiento de un trabajo de manipulación o de censura, que tal figura
abreviada de la analogía, como por ejemplo una metáfora (ej.: «El sapo, rui-
señor del lodo», T. Corbière) sea menos o más, o de otra manera «ideológica»
que su forma expandida de cuatro términos (del tipo: «El sapo es al lodo lo
que el ruiseñor es al árbol»); las razones rítmicas de construcción de un ob-
jeto estilístico (aceleraciones y disminuciones, condensaciones y expansio-
nes) no deben ser confundidas con razones ideológicas de obliteración de un
censurable.
3. La ausencia puede ser ausencia respecto de un elemento o de un
acontecimiento exterior al texto, respecto de una «realidad» histórica o bio-
gráfica verificable, es decir, respecto de un «saber» ya escrito e inscrito: tal
relato de Maupassant, por ejemplo, cuya acción fuera contemporánea de la
Comuna de Paris, y que no hablara de la Comuna, o tal otro texto, por
ejemplo, de un autor que acabara de perder a un ser querido, o de sufrir un
fracaso profesional grave, y que no lo mencionara. Además de que esta au-
sencia puede ser impuesta por el pliego de condiciones de determinado pac-
to retórico, por la selección previa de determinado género literario (cada gé-
nero prescribe o proscribe tal o cual modo de ajuste a lo real), siempre es di-
fícil identificar, cuantificar, clasificar y sobretodo interpretar las ausencias
de las realia de la obra, las distancias [écarts] entre estructura y coyuntura.
Además, a veces será difícil hacer un desvío por la historia contemporánea
del texto en el caso de textos desubicados histórica y geográficamente y des-

Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon


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provistos de archivos de referencias (historias divertidas, canciones infanti-
les, cuentos con múltiples variantes, textos antiguos, etc.).
Por otra parte, sin duda será igualmente difícil separar en ciertos tex-
tos la diferencia de estatuto y de función que puede existir entre la notación
explícita de una ausencia («X carecía de Y»; «allí no había Y»; «Y no existe»;
«no hablaré de Y» —Cf. las innumerables variantes de la preterición)12, la
ausencia implícita de notación (tal descripción realista de ciudad que no
menciona la existencia de tal monumento) y la notación explícita de una no-
ausencia («X no carecía de Y»), y captar la diferencia que pueda existir entre
la censura (por esencia lo que «tacha» o «elimina» cierto lugar del texto) ejer-
cida por lo real, por el texto mismo, por el autor, o por el lector. Lo no-dicho
de un texto no depende necesariamente de algo prohibido consciente o in-
conscientemente observado; todo corte no depende necesariamente de una
censura ni toda supresión de una presión. El extremado refinamiento de las
baterías de reglas retóricas que codifican la inserción y la manipulación de
las «ausencias» en un texto (ironía, elipsis, eufemismo, lítote, perífrasis, reti-
cencia, preterición, digresión) demuestra bien que con frecuencia la ausen-
cia es un efecto como cualquier otro, un procedimiento tan construido como
padecido, que depende tanto de la maestría del escritor como de un error.
Como lo señala precisamente G. Dumézil: «No hay que inferir exclusiones de
los silencios»13. Y el «hueco» del texto no remite necesariamente a lo real,
«no» es necesariamente lo real ausente; puede ser lo real mismo que por su
presencia hace «hueco» en la homogeneidad de la ficción, tal como bien lo
había visto Zola, quien a menudo se planteaba el problema del «injerto» de lo
real en lo textual14.
4. La ausencia se deja ver en el juego intertextual de un intervalo, en
la comparación de un texto original y de su reescritura. Así, entre esta frase
de Zola tomada de Germinal: «(...) Arderían incendios, no quedaría una sola
piedra en las ciudades, habría un retorno a la vida salvaje en los bosques
después del gran celo, la gran francachela en la que los pobres en una no-

12. Un ejemplo de notación explícita de una ausencia, tomado de Julio Verne (Veinte mil leguas de
viaje submarino, cap. XI): «Me acerqué a los estantes de la biblioteca. Allí abundaban libros de cien-
cia, de moral, y de literatura, escritos en todas las lenguas; pero no vi una sola obra de economía
política; parecían haber sido severamente proscritas».
13. Apollon Sonore, et autres essais. Esquisses de mythologie, Paris, Gallimard, 1982, p. 20.
14. Zola escribe en Le Naturalisme au théâtre (Oeuvres complètes, Cercle du Livre précieux , t. XI, p.

427): «En un drama histórico, igual que en una novela histórica, se debe crear, o más bien recrear
los personajes y el medio: no basta con insertar en ellos frases copiadas de documentos: si se inclu-
ye estas frases, exigen estar precedidas y seguidas por frases que tengan el mismo sonido. De lo
contrario, ocurre en efecto que la verdad parece hacer huecos en la trama inventada de una obra».
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
10
che extenuarían a las mujeres y desocuparían las cavas de los ricos [...]», y
su reescritura en una antología escolar (Lagarde et Michard, XIXè siècle, les
grands auteurs français du programme, V, Paris, Bordas, 1962, p. 492): «[...]
Arderían incendios, no quedaría una sola piedra en las ciudades, habría un
retorno a la vida salvaje en los bosques, después de la gran francachela en
la que los pobres, en una noche, desocuparían las cavas de los ricos [...]»,
podemos observar la ausencia de los grupos «después del gran celo» y «exte-
nuarían a las mujeres». Esta ausencia por supuesto no tiene sentido sino en
un acto de lectura de especialista, a su vez tributaria de una concepción del
texto como objeto acabado, atribuido, fijado, protegido y propiedad privada
de un autor. Interpretada aquí como «censura», una ausencia de este tipo
por el contrario será interpretada como «»variante» en el sistema del cuento
popular oral.
Cualquiera que sea el discurso que se haga sobre el problema y las fi-
nalidades del análisis de las relaciones texto-ideología, en la mayoría de los
casos el analista se queda corto en cuanto a informaciones sobre las moda-
lidades de la localización de estas famosas ausencias (¿cómo las encontró?),
sobre su estatuto (¿aceptación 1, 2, 3, o 4 de los cuatro tipos que acabamos
de ver?), sobre su origen y sobre su función. Ciertamente, podemos concor-
dar en el hecho de que el grado de vulnerabilidad de una ideología (en algu-
na parte, en cualquier forma) es sin duda inversamente proporcional a la
explicación de sus postulados, de sus medios, de sus tácticas y de sus fines,
y que el poder (como el capital en Germinal de Zola, representado en la nove-
la como un dios anónimo e invisible, agazapado en el fondo de tabernáculos
desconocidos) tiene más fuerza entre más escondido esté, y que tiende a bo-
rrar en sus enunciados las fuentes y las marcas mismas de su enunciación.
Pero este acuerdo de principio no fundamenta ningún protocolo preciso de
análisis de textos.
No se trata, ciertamente, de subestimar el poder heurístico y estimu-
lante de este concepto de ausencia. Pero su estatuto metalingüístico sigue
siendo de todas maneras borroso, y no siempre es fácil manipularlo en el
seno de una teoría homogénea. También resulta claro cuál puede ser el «be-
neficio» de su utilización y qué (triple) provecho aporta su puesta en circula-
ción: por una parte ratificar y reafirmar la sagacidad y el prestigio del intér-
prete-descriptor-analista (el crítico, el hermeneuta de lo social, policía de las
letras ausentes, muertas, robadas o diseminadas —véase el problema de los
anagramas— del texto), quien ha sabido localizar lo no-dicho y señalar las
ausencias y cuya inteligencia es por consiguiente proporcional al número de
lagunas descubiertas y de implícitos restablecidos; por otra parte sirve para
ratificar el mito de la «profundidad» de los textos, textos-criptogramas escin-
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
11
didos en significaciones jerarquizadas. Por esto se justifican al revalorizarse
y reafirmarse mutuamente los dos términos prestigiosos de la pareja inter-
pretante-interpretado; por la ausencia se institucionaliza de nuevo la pre-
sencia de la literatura como diferencia. La teoría aquí no haría más que afi-
liarse, por mimetismo, a una cierta literatura (digamos de tipo Mallarmé-
Blanchot), que ha hecho de este concepto de ausencia la bandera de una
cierta modernidad, literatura que sin duda se origina en el sueño realista-
naturalista del «libro sobre nada»15. Y finalmente, sirve para reactivar la
problemática eterna y facilista de la norma y el desvío, tan práctica para
pensar cualquier cosa. Hay que cuidarse, es evidente, de que tal concepto de
ausencia, utilizado indiscriminadamente, incite a promover cualquier opera-
ción de suplencia en el análisis de los textos y de sus modos de producción
y de consumo, de que el agujero exija el tapa-agujeros incontrolable, el saca-
bocados el bocado, la deflación del texto la inflación de la prótesis y de la pa-
ráfrasis. Como escribe Beauzée en el artículo «Suplemento» de la Enciclope-
dia: «Entre más convencido está uno de la realidad de la Elipsis, por la natu-
raleza de las relaciones cuyos signos subsisten todavía en las palabras que
conserva la frase usual, más debe confesar la necesidad del Suplemento para
profundizar el sentido de la frase elíptica». El problema es entonces el de
construir una teoría de este «suplemento», pasar de una «realidad de la elip-
sis» a una teoría de la Elipsis como signo de un real por suplir16. Concepto
ecuménico por concepto ecuménico, el de valor (Cf.. sus empleos en Saussu-
re y los lingüistas estructuralistas, entre los economistas, los antropólogos,
o en estética) parece, después de todo, preferible al de ausencia17.

15. Ver J. Rousset, «Madame Bovary, ou le livre sur rien», en Forme et Signification, Paris, Corti,
1964 et G. Genette, «Silences de Flaubert», en Figures, Paris, Seuil, 1966. Ver igualmente J. Pelle-
rin, «Les ineffables», Poétique, n° 37, 1979.
16. En su artículo: «Les rapports entre la structure profonde et l'énoncé au XVIII siècle» (revista Lan-

gue Française, n° 48, Paris, Larousse, 1980), B.E. Bartlett enumera cinco condiciones que permiti-
rían comenzar a construir una teoría general de la elipsis, teoría para la que encuentra los primeros
elementos en Beauzée: «1) traducir una relación entre el enunciado y una formulación subyacente
cualquiera; 2) ligar una o varias variantes facultativas a una sola formulación subyacente; 3) permi-
tir distinguir las borraduras obligatorias y facultativas; 4) desde el punto de vista de sus suplemen-
tos, depender de una estructura y de elementos que son de una naturaleza abstracta, y 5) incorpo-
rar, en el marco de una teoría lingüística plenamente elaborada, medios formales para suministrar
estos suplementos». Sobre este punto (estatuto histórico y metodológico de la elipsis en gramática)
ver igualmente el artículo de Th. Ligot: «Elipse et présupposition», Poétique, n° 44, 1980.
17. Ver A.J. Greimas, «Un problème de sémiotique narrative: les objets de valeur», Langages n° 31,
1973 [«Un problema de semiótica narrativa: los objetos de valor», en Del sentido II. Madrid: Gredos,
1989], y L. Dumont: «La valeur chez les modernes et chez les autres», Esprit, julio de 1983. Bajtín
fue ciertamente uno de los primeros teóricos que comenzaron a explorar esta poética de lo normati-
vo y lo axiológico. Ver la presentación de sus trabajos por T. Todorov, Mikhail Bakhtine, le principe
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
12
Coloquemos entre paréntesis estos problemas —reales— para volver
al punto de vista que nos interesa aquí y comencemos por una hipótesis:
que el efecto-ideología, en un texto (y no: la ideología) pasa por la construc-
ción y puesta en escena estilística de aparatos normativos textuales incor-
porados al enunciado. Sus modos de construcción, su frecuencia de apari-
ción, su densidad, varían ciertamente en los enunciados según constriccio-
nes sociolingüísticas diversas, pero observables18. Además, a priori, estos
aparatos normativos-evaluativos pueden ser distribuidos de manera aleato-
ria en los textos, ya sea que la evaluación (en enunciado) recaiga sobre las
condiciones mismas de la enunciación (sobre los grados, los soportes, o los
modos de competencia y de éxito en la evaluación de la enunciación del na-
rrador, y sobre los modos de justificación del hecho mismo de hacer un
enunciado), o que recaiga sobre las diferentes fases, personajes o soportes
de los procesos del enunciado. Sin embargo podemos plantear como hipóte-
sis afinada, que estos aparatos evaluativos pueden aparecer y localizarse en
puntos textuales particulares, privilegiados, y que la teoría general de estos
puntos puede ser elaborada independientemente de los tipos de corpus ma-
nipulados: puntos neurálgicos, puntos deónticos, puntos cruciales o focos
normativos del texto. Por consiguiente se presentan dos problemas funda-
mentales: la estructura de estos focos normativos y sus modos preferencia-
les de afloramiento y manifestación.
Estos lugares pueden ser definidos como lugares de una evaluación e
incluso como modalizaciones, es decir como focos relacionales complejos;
Benveniste: «Entendemos por modalidad una aserción complementaria que
recae sobre el enunciado de una relación19. Se la puede descomponer así:

dialogique, Paris, Seuil, 1981, p. 73 y sig. Sobre las relaciones entre norma, valor, estructura y sig-
nificación, ver J. Piaget, Epistémologie des sciences de l'homme, Paris, Gallimard, 1972, p. 253 y sig.
18. En Language in the Inner City (Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1972, chap. 9), W.

Labov destaca que las estructuras evaluadoras varían según las clases sociales y aumentan con la
edad, y que, en los relatos de experiencia, tienen tendencia a concentrarse en lugares particulares
de los enunciados (en la cuarta parte del esquema tipo de 5 fases que él propone) pudiendo distri-
buirse en cualquier lugar del enunciado. Enseguida esboza una tipología de las evaluaciones, basa-
da esencialmente en los grados de implicación del narrador en su narración, y llega a cuatro gran-
des clases de evaluación: las intensificaciones, las comparaciones, los paralelismos, las explicacio-
nes, presentando cada clase subclases de procedimientos.
19.Problèmes de linguistique générale, II, Paris, Gallimard, 1974, p. 187 [Problemas de lingüística
general, II. México: Siglo XXI].
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
13
Como «aserción complementaria», la evaluación es un acto de puesta
en relación, la relación (R1), es decir, la comparación que un actor, un na-
rrador o cualquiera otra instancia evaluante, en enunciado, instaura entre
un proceso (evaluado) y una norma (evaluante, programa prohibitivo o pres-
criptivo, a la vez referente y término de la evaluación); al funcionar como
programa-patrón, guión o modelo ideal dotado de un valor estable, esta
norma es en sí una relación, simulación ideal, virtual o actualizada, de una
relación (R2) entre dos —por lo menos— actantes A'1 y A'2; finalmente, el
proceso evaluado también es, en sí mismo, una relación (R3) entre (por lo
menos) dos actantes (A1 y A2, singulares o plurales, reales o virtuales, an-
tropomorfos o no antropomorfos, etc.); por consiguiente, el «punto ideológi-
co» de un texto puede ser considerado como punto de afloramiento de este
sistema relacional complejo, como una evaluación, como una puesta en re-
lación, es decir, como «paralelo» (y conocemos, desde la Antigüedad, los vín-
culos privilegiados de esta forma retórica con la moral y el discurso evalua-
tivo en general), como puesta en relación, puesta en conjunción (R1) de dos
relaciones (R2 y R3). Esta evaluación puede estar más o menos subrayada
como tal en el enunciado, puede ser más o menos delegada a unos persona-
jes, o tomada a cuenta por el narrador, puede ser más o menos elíptica (el
texto parece comparar simplemente «cosas»), o compleja (el texto parece en-
tonces comparar haces o «paquetes» de relaciones).
Un ejemplo tomado de Perrault, en la primera «Moraleja» del «Maestro
Gato» o «El gato con botas», en la cual el narrador evalúa la adquisición de
bienes por astucia y destreza (cualidades innatas o adquiridas), con relación
y en comparación a la adquisición de riqueza por vía (legal) de herencia:

Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon


14
[1] Industria y destreza
valen más que bienes adquiridos20.

Y aún más, en otros términos, la evaluación puede ser considerada


como la intrusión o el afloramiento, en un texto, de un saber, de una com-
petencia normativa del narrador (o de un personaje evaluador) que en esta
intersección distribuye positividades o negatividades, éxitos o fracasos, con-
formidades o desvíos, excesos o defectos, dominantes o subordinaciones je-
rárquicas, un aceptable o un inaceptable, un conveniente o un inconve-
niente, etc. Algunos ejemplos, tomados del cuento de Maupassant «Dos ami-
gos» (subrayamos las principales lexicalizaciones del discurso evaluativo)21:

[2] Esto es mejor que el bulevar, ¿no?

[3] Continuaron caminando por el bulevar [...] soñadores y


tristes [...]: «¿Y la pesca? ¡Ah, qué buen recuerdo!»

[4] A cada momento levantaban su caña con un pequeño


animal plateado agitándose en la punta; una verdadera pes-
ca milagrosa.

[5] El oficial [...] una especie de gigante velludo [...] les pre-
guntó, en excelente francés: «Y bien, señores, ¿tuvieron una
buena pesca?»

En los ejemplos [2] y [3], dos personajes del relato, Morissot y Sauvage
(y el narrador, en el ejemplo [3]: «tristes») evalúan estados y procesos que les
conciernen, es decir, comparan, ya (ejemplo [2], mediante un recuerdo) su
situación actual (la pesca) con su situación disjunta (la vida en la ciudad, el
bulevar), ya (ejemplo [3]) su situación presente (el bulevar por donde pasean,
el estómago vacío en un París sitiado, es decir, su relación disyuntiva con la
comida y la libertad) con su situación pasada (pesca y estómago lleno, con-
junción con la comida y la libertad); en los dos casos, esta comparación to-
ma la forma de la puesta en correlación de un programa actual con un pro-
grama no actualizado, disjunto en el tiempo y en el espacio, siendo cada uno

20. Perrault, Contes, Paris, Garnier, 1967, p. 142


21. Para el análisis narratológico de este relato, remitimos al libro de A.J. Greimas, Maupassant, la

sémiotique du texte, exercices pratiques, Paris, Seuil, 1976 [Maupassant. La semiótica del texto: ejer-
cicios prácticos. Barcelona: Paidós].
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
15
de estos programas la relación (conjuntiva o disyuntiva) de un sujeto con un
objeto dotado de un valor, positivo o negativo; en los dos casos la pesca
cumple el papel de programa-norma dotado de un valor positivo respecto al
bulevar, a la guerra y a sus programas. En el tercer ejemplo [4] de Maupas-
sant, el narrador evalúa positivamente una performancia de los personajes,
es decir, una relación de éstos con los instrumentos, con una técnica y con
una finalidad (la pesca), evaluación que se hace aquí igualmente con rela-
ción a una norma intertextual (la pesca milagrosa). En el cuarto ejemplo de
Maupassant [5], el narrador evalúa («excelente») la competencia y la perfor-
mancia lingüísticas de un personaje (su relación con los demás mediante la
palabra), es decir que las compara con una norma implícita, (el «buen» fran-
cés, el francés «correcto»). En este mismo ejemplo, el narrador evalúa igual-
mente el aspecto estético («gigante velludo») de un personaje (el oficial pru-
siano), personaje a quien su grado de oficial ubica igualmente en una jerar-
quía, y que además se convierte en evaluador, que propone una evaluación
(«buena pesca») bajo forma de pregunta, es decir, que propone una compa-
ración de la performancia (real) de los dos amigos con una norma virtual
técnica (la «buena pesca»).
Las nociones de norma, de valor, de relación actancial —que implican
por lo menos un sujeto, y de mediación (el instrumento y el lenguaje, por
ejemplo, hacen oficio de mediadores entre sujetos, entre sujetos y objetos),
son entonces los elementos indispensables y necesarios para construir estos
«focos normativos» del texto; estos elementos se implican mutuamente: sólo
hay evaluación y norma allí donde hay un sujeto en relación mediatizada
con otro actante. Y estas nociones, subrayémoslo, tienen la ventaja de poder
depender de un metalenguaje semiótico homogéneo, pueden ser manipula-
das en los términos y en el seno de una problemática estrictamente textual.
En un texto, una evaluación normativa puede recibir formas e inves-
tiduras temáticas a priori, diversas y múltiples, puede tener localizaciones a
priori igualmente diversas. A primera vista cualquier cosa puede ser, en un
enunciado, objeto de una evaluación; puede ser investida de un valor positi-
vo o negativo, puede convertirse en término de una comparación, puede es-
tar bajo el efecto de una prescripción o de una proscripción. Sin embargo,
parece que, a posteriori, podemos destacar cuatro relaciones privilegiadas:
las que ponen en escena relaciones mediatizadas entre sujetos y objetos, en-
tre sujetos y sujetos (recordemos que hay valor allí donde hay norma y que
hay norma allí donde hay relación mediatizada entre actantes), es decir, las
que consisten en manipulaciones de instrumentos (el instrumento es un me-
diador entre un sujeto individual y un objeto o material utilitario), en mani-
pulaciones de signos lingüísticos (el lenguaje es mediador entre un sujeto
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
16
individual y otro sujeto individual o plural), en manipulaciones de leyes (la
ley es un mediador entre el sujeto individual y sujetos colectivos), y en ma-
nipulaciones de cánones estéticos (el marco estético es mediador entre un
sujeto individual sensorial y colecciones de sujetos o de objetos no utilita-
rios). Esta noción de mediación implica entonces no sólo relación entre ac-
tantes, sino análisis «discreto» (segmentación en unidades diferenciadas) de
esta relación. Volveremos sobre ello.
La relación objeto y punto de aplicación de la evaluación tendrá pues
tendencia a presentarse en el texto como saber-hacer, saber-decir, saber-
vivir y saber-gozar de los actantes semióticos, y los puntos privilegiados de
afloramiento del efecto ideología se definirán en el texto como puntos de dis-
curso, puntualizaciones (técnicas), puntos de vista y puntos de honor; estos
puntos neurálgicos o puntos deónticos del texto, pueden eventualmente (es
la dimensión sintagmática o «praxiológica» del efecto) desplegarse y articu-
larse en «líneas», líneas de discurso, líneas de acción, líneas de mira y líneas
de conducta. En efecto, cada vez que, por ejemplo, un personaje abra la bo-
ca para leer o decir algo (Cf. ejemplo [5]: «El oficial [...] les preguntó, en un
excelente francés»), un discurso evaluativo de escolta («excelente») puede
apreciar su palabra de acuerdo a normas gramaticales (correcto/incorrecto;
legible/ilegible; gramatical/no gramatical; comprensible/incomprensible...);
este discurso de escolta puede ser asumido indistintamente (y por lo tanto
depender de una competencia superior) tanto por un narrador como por un
personaje del enunciado. Algunos ejemplos:

[6] El señor Homais hablaba de aromas, zumos, esencias y


gelatinas de manera deslumbrante.
Gustavo FLAUBERT, Madame Bovary

[7] Las palabras de Morel no lo eran menos [extrañas], in-


correctas desde el punto de vista del francés.
Marcel PROUST, La prisionera

[8] Mi madre era [...] una lectora admirable por el respeto y


la sencillez de la interpretación, por la belleza y la suavidad
del sonido.
Marcel PROUST, Del lado de Swann

[9] A estas nuevas observaciones Julien respondió muy


bien, en cuanto a las palabras: empleaba las que hubiera
utilizado un fervoroso seminarista joven [...]. Inventaba co-
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
17
rrectamente palabras de una hipocresía cautelosa y pruden-
te.
STENDHAL, Rojo y negro

[10] Con frecuencia le faltaban las palabras, debía torturar


su frase, lo lograba con un esfuerzo que expresaba con un
movimiento de hombro. Solamente con estos continuos tro-
piezos encontraba imágenes de una energía familiar, que
atrapaban a su auditorio.
Émile ZOLA, Germinal

Así mismo, cada vez que un personaje toma un instrumento, una eva-
luación de su competencia o performancia técnica (bien/mal, exito-
so/fracasado, cuidadoso/chambón, creativo/chapucero, termina-
do/inconcluso, conforme al programa/no conforme al programa, etc.) puede
hacer intrusión en el texto. Algunos ejemplos:

[11] Estaba Ned Land, el rey de los arponeros. Ned Land era
un canadiense, de una habilidad manual poco común y que
no conocía rival en su peligroso oficio [...]; se necesitaría ser
una perversa ballena, o un cachalote singularmente astuto
para escapar a su arponazo.
Julio VERNE, Veinte mil leguas de viaje submarino

[12] La cabeza del perno era linda, limpia, sin rebaba, un


verdadero trabajo de joyería, tan redonda como un balín fa-
bricado en molde [...] No había nada que decir, era como pa-
ra reverenciarla. Émile ZOLA, La
taberna

[13] Homais destacaba por fabricar cantidad de merme-


ladas, encurtidos y licores dulces [...] [y conocía] el arte de
conservar los quesos y de cuidar los vinos enfermos.
Gustavo FLAUBERT, Madame Bovary

[14] Por lo demás, todo estuvo bien; la curación se hizo se-


gún las reglas y cuando al cabo de cuarenta y seis días vie-
ron al padre Rouault tratando de caminar solo [...] empeza-
ron a considerar al señor Bovary como un hombre de mu-
cha capacidad.
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
18
Gustavo FLAUBERT, Madame Bovary

[15] Se dedicó a los injertos [...] ¡Con qué cuidado ajustaba


los dos líberes!
Gustavo FLAUBERT, Bouvard y Pecuchet

Así mismo, cada vez que un personaje es confrontado por sus senti-
dos a una colección de objetos o de sujetos, sin finalidad técnica, su percep-
ción del mundo puede pasar por patrones estéticos que vienen a priori a fil-
trar y codificar su sensación, ya sea que el mundo afecte como espectáculo a
la mirada (bello/feo, agradable/desagradable, sublime/sin interés, admira-
ble/detestable), como música al oído (eufónico/cacofónico...), como cocina al
gusto (bueno/malo, consistente/insípido...), como objeto al tacto (li-
so/rugoso, agradable/desagradable...), o como perfume al olfato (agrada-
ble/desagradable; suave/asqueroso, etc.); entre estos patrones estéticos, los
que rigen la mirada son sin duda privilegiados, pues reticulan el mundo en
líneas de mira y espectáculos organizados (el templum de los contemplado-
res). Algunos ejemplos:

[16] La joven del mostrador [...], originaria del Franco Con-


dado, con muy buen cuerpo y puesta como se debe para
hacer valer un café [...] se inclinó [...], lo cual le permitió lu-
cir una magnífica cintura. Julien la observó.
Stendhal, Rojo y negro

[17] Nada es comparable por su belleza a las líneas del


horizonte romano, a la suave inclinación de los planos, a los
contornos suaves y fugaces de las montañas que lo limitan.
Chateaubriand, Cartas sobre el campo romano

[18] Huele mejor en su casa que en la de su tía, dijo la vieja.


Hace un momento tenía náuseas.
Émile Zola, El vientre de París

[19] Y cuando se ponía de lado, en su cara (tan bondadosa


y bella de frente) había, como en algunas caricaturas de
Leonardo, un cierto aspecto ganchudo, que yo no podía so-
portar.
Marcel Proust, La prisionera
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
19
Finalmente, cada vez que un personaje actúa en colectividad, su rela-
ción con los otros puede encontrarse regulada por etiquetas, leyes, un códi-
go civil, jerarquías, prelaciones, rituales, tabúes y modales alimenticios, có-
digos de cortesía (conveniente/inconveniente, correcto/incorrecto; priva-
do/público, distinguido/vulgar, culpable/ inocente, etc.), que al ser asumi-
dos por tal o cual evaluador, llegan a discriminar sus actos y su competen-
cia para actuar en sociedad, su saber-vivir. Ejemplos:

[20] Cumplía sus deberes de ama de casa con una sonrisa


maquinal.
Émile Zola, La rebatiña

[21] Su Excelencia Eugenio Rougon / La falta del Abate Mou-


ret.
Títulos de novelas de Émile Zola

[22] El boticario se mostró como el mejor vecino.


Gustavo Flaubert, Madame Bovary

[23] ¡Qué hombre exquisito [Swann]! ¡Qué desgracia que


haya realizado un matrimonio completamente desatinado!
Marcel Proust, Del lado de Swann

[24] ¿Una gota de casís, una copa de vino? El eclesiástico


rehusó muy amablemente [...]. Al farmaceuta [...] le pareció
demasiado inconveniente su conducta [...] Este rechazo a
aceptar un refresco le parecía una hipocresía de las más de-
testables.
Gustavo Flaubert, Madame Bovary

Los cuatro sistemas normativos que acabamos de registrar, diferen-


ciados por razones pedagógicas, pueden presentarse bajo formas, con con-
tenidos temáticos y en puntos del texto variados y diversificados. Ninguno es
incompatible con los otros, cada texto tiende más o menos a entrelazarlos y
a hacerlos colaborar permanentemente y a construir su propia dominante
normativa. En fin, pueden concentrarse en un mismo punto del texto o so-
bredeterminarse el uno al otro, o concentrarse para neutralizarse mutua-
mente. Varios procedimientos de variación pueden entonces actuar separa-
da o simultáneamente en lo tocante a:
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
20
1. la forma de la evaluación, que puede ser positiva (de conformidad a
un modelo) o negativa (no conformidad al modelo), ser prescriptiva, proscrip-
tiva o permisiva (tolerante o neutra), entrar en un sistema binario (+ vs -) o
en un sistema escalar (del exceso al defecto);
2. el punto de evaluación sobre el cual se aplica la norma, que puede
recaer sobre un estado, o sobre un acto de un personaje, sobre el estado
previo a una acción, o sobre el estado resultante de una acción;
3. el origen de las evaluaciones que puede ser diversificado (varios
personajes como evaluadores, narrador(es), y/o actor(es)), o monopolizado
(un narrador, un solo personaje como evaluador); el grado de redundancia o
de desmultiplicación de las evaluaciones puede variar entonces: evaluado-
res, evaluados y norma pueden ser actores distintos, o pueden acumularse
sincréticamente en el mismo personaje (tal personaje que se autoevalúa);
4. el número de normas convocadas en un mismo punto del texto (y
por consiguiente su eventual concordancia o discordancia). Sólo abordaré
aquí, rápidamente, a través de algunos ejemplos, ciertos aspectos someros
de los problemas que plantea la elaboración, a proseguir, de esta tipología
de las dominantes normativas textuales: sobredeterminación y sincretismo
normativos, cuando por ejemplo tal acto técnico es igualmente un acto de
lenguaje, y un acto jurídico (puntos textuales privilegiados: los performati-
vos); polarización internormativa, cuando varias normas, concordantes o
discordantes, son convocadas simultáneamente sobre un mismo objeto de
evaluación (tal cuadro «cuidadosamente» pintado —norma técnica— es al
mismo tiempo «hermoso» —norma estética— y representa un tema «conve-
niente» —norma ética); desmultiplicación intranormativa, cuando unas eva-
luaciones (contradictorias o concordantes) que se refieren a una sola y mis-
ma norma (tecnológica, lingüística, ética o estética) están distribuidas sobre
los puntos diferenciados de un mismo sintagma textual (por ejemplo narra-
tivo).
El punto de aplicación de una evaluación puede recaer tanto sobre es-
tados (la conjunción o la disjunción de un actante-sujeto con otro actante),
estados de «personajes» o «estados de cosas», estados previos a una trans-
formación o acción (es entonces una eventual competencia o habilidad para
actuar la que es evaluada), o estados consecutivos a una acción o transfor-
mación (son más bien los resultados los que son evaluados), como sobre
transformaciones, sobre las performancias mismas de los actantes, de quie-
nes se evalúa entonces las conformidades o no-conformidades en el desarro-
llo con el programa-norma ideal que hace de modelo, o como sobre la rela-
ción entre estados y performancias. Por ejemplo, para retomar el n° [11] de
Julio Verne, definir a Ned Land como el «rey de los arponeros [..] con una
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
21
habilidad manual poco común», es una evaluación que versa más bien sobre
una competencia y unas cualidades técnicas ya adquiridas, estado que, se-
gún su lugar en la novela, inaugural o terminal, (aquí inaugural) puede ser
considerado como una evaluación que hace suponer una buena performan-
cia ulterior (es entonces un horizonte de expectativa técnico ), o como la eva-
luación de un estado que resulta de performancias anteriores reiteradas
(una «experiencia»). Aquí la Norma no sólo remite a un modelo exterior sino
que posee una función anafórica intratextual (la «coherencia» de un efecto-
personaje y, más allá, del texto).
Por el contrario, como veremos en los ejemplos siguientes, la evalua-
ción puede recaer sobre el conjunto y la globalidad de una secuencia, sobre
el acto técnico mismo evaluado entonces en su desarrollo según un doble
criterio: por una parte, conformidad del resultado obtenido con el proyecto
anterior de su actor (el acto técnico no «falla»); por otra, conformidad del
conjunto del acto técnico con la norma ideal global, más o menos implícita:

[25] El capitán habría muerto si Ned Land, veloz como el


pensamiento, precipitándose sobre el tiburón, arpón en ma-
no, no lo hubiera golpeado con su terrible punta. El agua se
impregnó de una masa de sangre [...], Ned Land no había
errado su meta. Era el estertor del monstruo.
Julio Verne, 20.000 leguas de viaje submarino

[26] Dick Sand [...] dio pruebas de su maravillosa destreza


con el fusil y la pistola al abatir a algunos de estos veloces
voladores.
Julio Verne, Un capitán de quince años

Subrayemos, en estos dos ejemplos, las palabras «prueba» y «meta».


Aquí opera un esquema argumentativo, a la vez articulado y orientado, que
compara los momentos disjuntos y diferenciados (discretos) de un mismo
programa técnico, la competencia y la performancia, sirviendo el positivo de
uno de «prueba» (retrospectiva) o de horizonte de expectativa (prospectiva) al
del otro. La evaluación que «abre» y embraga el texto sobre el ante-texto
normativo, cumple igualmente el papel de un operador de legibilidad al po-
ner en correlación puntos narrativos diferenciados de un mismo texto. Así
pues, si «desplegamos» el «punto» normativo en la «línea» normativa corres-
pondiente (el punto de honor se despliega en línea de conducta, el punto de
vista en línea de mira, la puntualización técnica en «cadena» de fabricación,
el punto de gramática en línea de discurso) vemos que el signo positivo o
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
22
negativo puede desplazarse, puede recaer sobre puntos diferenciados de es-
tas líneas, convertirse así en elemento fundador de una coherencia narrati-
va.
O, eventualmente, de una discordancia, o de una incoherencia, si el
texto decide jugar a la positividad de una competencia contra la negatividad
de una performancia y de un resultado, o a la inversa, si el texto juega a la
negatividad de un proyecto contra la positividad de una performancia y de
un resultado (X es incompetente y triunfa; X es competente pero fracasa; X
es incompetente y fracasa; X es incompetente pero triunfa; X es competente
y actúa con competencia pero fracasa; X es incompetente y actúa con in-
competencia pero triunfa, etc.). Así, en La obra de Zola, esta evaluación de
un crítico de arte sobre un cuadro expuesto en el Salón y realizado por un
«viejo veterinario», que representa a unos caballos:

[27] ¡Está lleno de cualidades! ¡Conoce perfectamente a su


caballo, el buen hombre! ¡Sin duda, pinta como un asquero-
so!

Igualmente, en el ejemplo [15], que hemos visto, Bouvard y Pécuchet


fracasan (el fracaso además está programado y anagramatizado en el nom-
bre mismo de uno de los héroes) a pesar de todo el «cuidado» con que reali-
zan la aplicación de la técnica del jardineo.
Las puestas en escena textuales de tales concordancias evaluativas
que actúan sobre lo sintagmático del texto (la consecuencia es conforme al
proyecto anterior; el subsecuente al antecedente; la performancia a la com-
petencia), o de discordancias (el resultado no es conforme al proyecto o a la
conformidad de la aplicación; fallas, fracasos, enredos técnicos, discursos
persuasivos no convincentes, etc.), ciertamente son favorecidas debido al la-
do «discreto» y lineal de los programas mediatizados que dan lugar a la eva-
luación. La evaluación que introduce «distinciones» entre positividades y ne-
gatividades, o grados en una escala, recae sobre una relación ya «articu-
lada», sobre una mediación que es en sí misma (el signo; el instrumento; la
ley; el canon estético) «análisis» de lo real; líneas de mira, líneas de conduc-
tas, líneas de discursos y programas tecnológicos son, en efecto, modos de
organización discretos del tiempo y del espacio: división del tiempo de traba-
jo en horarios, cadencias, guiones y praxemas seriados, y del espacio de
trabajo en «puestos» diferenciados (la «cadena» de un trabajo más o menos
«desmenuzado»; división de la línea articulada del discurso oral o escrito en
períodos, diálogos, oraciones, palabras, morfemas, páginas, capítulos, figu-
ras; y del espacio de comunicación en puestos, posturas y pactos dife-
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
23
renciados; división del tiempo de la vida en sociedad en momentos legalmen-
te concatenados y del espacio social en zonas, territorios (Cf. Goffman: La
puesta en escena de la vida cotidiana) y clases diferenciadas; división del es-
pacio estético en líneas de mira, reticulaciones perspectivas, «buenos» y «ma-
los» formas y fondos, sitios, templa y cuadros de contemplaciones, géneros y
categorías literarios y artísticos diferenciados22, y del tiempo estético en rit-
mos, escuelas históricas, cadencias y momentos igualmente diferenciados.
De allí, en el interior de una misma línea así «articulada», la posibili-
dad de un montaje y una combinatoria normativa, la posibilidad de hacer
actuar tal momento del discurso contra tal otro, tal clase contra tal otra, tal
puesto contra tal otro, tal acto de una «línea» contra tal otro acto disjunto de
la misma línea, o de otra línea dependiente de otro sistema normativo. So-
bredeterminación y sincretismo normativo (una evaluación sobre un plano
de mediación es al mismo tiempo evaluación sobre otro plano de mediación),
polarización internormativa (varias normas diferenciadas se concentran en
un mismo punto textual) y desmultiplicación intranormativa (una misma
norma está distribuida, contradictoriamente o no, sobre puntos diferen-
ciados del texto), con mucha frecuencia van juntas. El procedimiento de la
polarización internormativa, que tiende a concentrar y a convocar simultá-
neamente en un mismo punto del texto (un estado de un personaje o un ac-
to de un personaje) varios sistemas normativos diferentes, los cuales pue-
den, eventualmente, ser concordantes (en lo negativo o lo positivo) o discor-
dantes entre ellos, y ser delegados a instancias textuales (narrador(es) y/o
personaje(s) diferenciados), sirve a menudo de «señal de alerta», de inten-
sificador estilístico, para subrayar esta intrusión de lo ideológico en el texto,
y señalar al lector un «foco normativo» importante del texto. Así, para reto-
mar, bajo su forma textual más desarrollada, el ejemplo [5] de Maupassant:

Una especie de gigante velludo, que fumaba, a caballo sobre


una silla, una gran pipa de porcelana, les preguntó, en exce-
lente francés: «Y bien, señores, [...]»

Podemos registrar, concentradas en un mismo personaje, varias nor-


mas, una norma estética que establece una negatividad («gigante velludo»),
una norma tecnológica que establece una negatividad («a caballo sobre una
silla»; uso no conforme de un objeto técnico), una norma lingüística que es-
tablece una positividad («excelente francés») y una norma ética (código de

22. Para un inicio de tipología de las reticulaciones descriptivas textuales, ver P. Hamon, Introduction
à l'analyse du descriptif, Paris: Hachette, 1981.
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
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cortesía: la forma «conveniente»: «señores») que establece una positividad.
Una «encrucijada normativa», un «personaje heteróclito» (expresión de
Stendhal a propósito de Du Poirier en Lucien Leuwen), de esta manera el
texto construye y establece una polifonía normativa, que propone por consi-
guiente al lector al mismo tiempo y en un mismo lugar textual un horizonte
de expectativa problemático: así presentado ¿el personaje será, a continua-
ción, más bien positivo o más bien negativo? Encontramos aquí este papel
importante de lo normativo en un texto para construir o desconstruir la co-
herencia y la legibilidad endógena de un relato, y por consiguiente para ase-
gurar y ordenar intratextualmente el interés novelesco, independientemente
de los modos (reales) de anclaje extratextual de este mismo normativo en la
historia exterior.
El mismo procedimiento se encuentra en Germinal de Zola, para pre-
sentar la turba de mineros en huelga:

[28] Los ojos ardían, se veía solamente los huecos de las


bocas negras cantando La Marsellesa, cuyas estrofas se
perdían en un bramido confuso, acompañado por el chapo-
teo de los zuecos sobre la tierra dura [...] «¡Qué rostros atro-
ces!», balbuceó la señora Hennebeau [...] Négrel dijo entre
dientes: «¡Que me lleve el diablo si reconozco a uno solo! ¿De
dónde salen, pues, esos bandidos?» La cólera, el hambre,
esos dos meses de sufrimiento y esta desbandada rabiosa a
través de las fosas, habían alargado en mandíbulas de fieras
bestias las caras plácidas de los hulleros de Montsou [...]
Entonces, la ruta pareció arrastrar sangre [...] «¡Oh! ¡Magní-
fico!» dijeron a media voz Lucie y Jeanne conmovidas en su
gusto de artistas por este bello horror.

Constituido en «espectáculo» por evaluadores-observadores (Négrel, la


señora Hennebeau, Lucie, Jeanne) quienes lo juzgan a la vez según normas
estéticas (Jeanne es pintora aficionada, Lucía canta) y éticas («bandidos»),
golpeado por un oxímoron evaluativo (bello horror) por el mismo narrador,
quien comenta igualmente («bramido confuso», «balbuceó», «entre dientes», «a
media voz») el saber-decir de sus personajes, la huelga de los mineros es, en
sí misma, una infracción a la legislación del trabajo y al código (burgués)
que lo reglamenta y cuyo representante es aquí el ingeniero Négrel. Las
normas ética, estética, técnica, lingüística, interfieren aquí, y el calificativo
«bello» puede incluso ser interpretado como remitiendo indirectamente a la
«bella» descripción que ha precedido, es decir, al «decir» mismo del narrador
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
25
(su competencia estilística y retórica), y constituyendo por consiguiente una
especie de meta-evaluación, incorporada al texto, sobre la enunciación mis-
ma del texto.
Dos puntos neurálgicos, encrucijadas ideológicas privilegiadas del tex-
to, pueden entonces, tal vez, dejarse identificar: en primer lugar, aquel don-
de es puesto en escena un objeto sobredeterminado por esencia y por exce-
lencia, un objeto semiótico: texto, libro, obra de arte, objeto simbólico o se-
mántico figurativo cualquiera, donde se entrecruzan la mayor parte o la to-
talidad de los cuatro planos de mediaciones que hemos retenido: el lingüís-
tico (el libro es un ejemplar correcto o incorrecto de lenguaje), el tecnológico
(el libro está bien o mal empastado, impreso, escrito), el ético (los asuntos y
temas del libro pueden ser convenientes o inconvenientes) y el estético (el li-
bro es también obra, objeto estilístico y retórico) son, como en el enunciado
performativo, a la vez convocados y confundidos. Dos ejemplos, tomados a
Zola (de Pot-Bouille el primero, de La obra el segundo):

[29] Mi hija no había leído todavía una sola novela pasados


los 18 años [...] ¿no es verdad, María? Sí papá. Tengo, con-
tinuó el señor Vuillaume, un George Sand bien empastado,
y a pesar de los temores de la madre, me decidí permitirle,
algunos meses antes de su matrimonio, la lectura de André,
una obra sin peligro, toda imaginación, y que eleva el alma
[...] ¡Es tan bella! murmuró la joven, cuyos ojos brillaban.
Pero cuando Pichon hubo expuesto esta teoría: nada de no-
velas antes del matrimonio, todas después del matrimonio,
la señora Vuillaume sacudió la cabeza. Ella no leía nunca, y
se encontraba muy bien.

[30] Fagerolles fingió entusiasmo. «¡Cómo! ¡Pero está lleno


de cualidades!» [...] Era un paisaje de un gris perla, una ori-
lla del Sena cuidadosamente pintada, bonito de tono aun
cuando un poco pesado, y de un perfecto equilibrio, sin nin-
guna brutalidad revolucionaria. «¡Son bastantes estúpidos
por haber rechazado eso! dijo Claudio que se había aproxi-
mado con interés. Pero ¿por qué?, por qué? le pregunto». En
efecto, ninguna razón explicaba el rechazo del jurado. «Por-
que es realista», dijo Fagerolles, con una voz tan tajante que
no se podía saber si se burlaba del jurado o del cuadro.

Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon


26
La pluralidad de evaluadores (Pichon, Vuillaume, la Sra. Pichon, Ma-
ría, en el ejemplo de Pot-Bouille; Fagerolles, Claudio, el jurado, en el ejemplo
de La obra), juzgando contradictoriamente un mismo objeto, y por otra parte
descalificados en otros niveles de mediación a lo largo de la novela, facilita la
identificación de este foco normativo del texto, pero puede volver problemá-
tica la interpretación (¿dónde está Zola?) de esta encrucijada normativa23. El
personaje del crítico, especialista profesional de la evaluación, es una fun-
ción sincrética particularmente interesante: su ver (norma estética), que es
también un decir (artículos de prensa: norma lingüística), es también una
profesión (un hacer) que recae sobre el ver (pinturas) o el decir (libros) de
creadores que son también técnicos (código técnico) y cuyos decir o hacer
dependen de códigos igualmente estéticos y éticos («temas» de libros o de
cuadros convenientes o inconvenientes).
La intertextualidad, como reservorio de auctores, de objetos de pro-
gramas y de valores ya legitimados (Cf. la referencia a la «pesca milagrosa»,
en el ejemplo [4] de Maupassant), desempeña ciertamente un papel impor-
tante para la inscripción concreta en el texto, y para la fijación en la con-
ciencia colectiva, de los cañamazos proscriptivos y prescriptivos de las ideo-
logías. Ella es a la vez depósito de modelos, de historiales ya establecidos,
fuente, blanco y medio de interpretaciones normativas. Foco de acomoda-
ción ideológica del texto, la cita intertextual focaliza y solicita la competencia
ideológica del lector. Toda aparición en un texto no solamente de un código,
sino también de una canción (La Marsellesa, en el ejemplo [28] de Germinal),
de un libro, de una biblioteca (la biblioteca de Saint-Victor, en Rabelais; la
de Nemo en Veinte mil leguas de viaje submarino, de donde las obras políti-
cas han sido desterradas), de una «teoría» (aquella sobre la educación de las
hijas, de Vuillaume, en el ejemplo [29]), o de cualquier mención de nombre
de autor o de objeto estilístico («Leonardo» en el ejemplo [20] de Proust),
puede ser pues la señal de una «puesta en relación», de una remisión, legi-
timante o contestataria, seria o paródica, a un valor y al sistema normativo
que lo subtiende. Hay una tendencia, en todo texto diferido escrito (como lo
es el texto literario, particularmente), a la incorporación de normas bajo
forma citacional, a que las normas se inscriban literalmente en alguna par-

23.No es solamente la localización de la fuente de la evaluación última, lo que puede ser indecidible

(dónde está Zola, en última instancia), sino el objeto de la evaluación lo que es problemático: ¿de
qué habla Zola (y sus personajes)? ¿A quién se apunta? ¿Es a André (y solamente a esta novela) de
G. Sand? ¿Es a toda la obra novelesca de G. Sand? ¿Es a G. Sand como persona, a través del escri-
tor? ¿Es a la novela idealista contemporánea, a través de G. Sand? ¿Es a la novela como género, en
general? ¿Es a Zola mismo (o a un cierto Zola: el joven Zola, gran lector y admirador de G. Sand en
su juventud) a quien apunta Zola?.
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
27
te, una tendencia a la ekphrasis de lo normativo (delegación a evaluadores
oficiales u ocasionales —el jurado en el ejemplo [30]; inscripción sobre so-
portes concretos —libros, páginas, superficies, golas de exposición, bibliote-
cas; puesta en relieve y posición destacada, citas, etc.); lo cual no quiere de-
cir, acabamos de verlo hace poco, que la fuente, la jerarquía, el origen y la
interpretación última de las normas que interfieren y se concentran en tales
puntos del enunciado, sean siempre fáciles de establecer.
Además del objeto semiótico-simbólico (libros, textos, cuadros...) el
cuerpo constituye ciertamente un embragador ideológico importante: la ma-
no pone en juego lo tecnológico; la mirada, lo estético; la voz, lo lingüístico;
el desplazamiento, lo ético; y la relación del cuerpo con el traje constituirá en
verdad, más particularmente, una encrucijada normativa privilegiada. Ver,
en el ejemplo [16] de Stendhal, esta «mujer originaria del Franco Condado,
con buen cuerpo, puesta como debe ser para hacer valer un café [...], con
una cintura extraordinaria», personaje descrito teleológicamente (puesta
como debe ser para) y con relación a cánones estéticos. Traje [habit], habitá-
culo [habitacle], habitus [habitus], hábitos [habitudes], hábitat [habitat] son
aquí inseparables. En el cuerpo, la ética (la conducta, la apariencia en socie-
dad, el parecer), la estética (lo bello y lo feo, los cánones de la moda, del
«gusto»), lo tecnológico (la «confección» y la fabricación) y lo comunicacional
(las señales fisonomónicas, las del código vestimentario, de la «ostentación»
sexual) se sobredeterminan siempre, no sólo paradigmática sino también
sintagmáticamente (estrategia de los «medios desplegados» y de las «metas»
en la conquista erótica); y el lado «discreto» y articulado de los procesos que
lo ponen en juego (el «artículo» de moda ajustado a las «articulaciones» del
cuerpo y a los «momentos» diferenciados del ritual mundano) permite «mon-
tajes» de toda clase24. Un ejemplo, tomado de La solterona de Balzac:

[31] Algunas personas podrían creer que la señorita Cor-


mon buscaba todos los medios para alcanzar su objetivo;
que entre los legítimos artificios permitidos a las mujeres,
ella recurría a su traje, se descotaba y desplegaba las coque-
terías negativas de un magnífico porte de armas. ¡Pero nada!
Ella permanecía heroica e inmóvil en sus atuendos como un
soldado en su garita. Sus trajes, sus sombreros, sus ador-
nos, todo era confeccionado por modistas de Alençon, dos

24.Verpor ejemplo, en Proust, el retrato de Odette de Crécy quien, «aunque era una de las mujeres
mejor vestidas de Paris», tenía la apariencia «de estar compuesta de piezas diferentes mal encajadas
unas en otras».
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
28
hermanas jorobadas que no carecían de gusto. Pese a las
instancias de estas dos artistas, la señorita Cormon se ne-
gaba a los engaños de la elegancia.

No obstante los «medios» desplegados en intrigas y estrategias, sabe-


mos que la señorita Cormon fracasará en sus objetivos. Y observemos en es-
te texto el oxímoron siñalético (moda + Alençon), la invasión neutralizante de
esquemas normativos (las «hermanas jorobadas»: los productores de estética
son personajes descalificados estéticamente), la concentración de los niveles
de mediación (la técnica, la estética, la ética) y su cacofonía semántica seña-
lada por el «corto-circuito» analógico: falda : mujer :: garita : soldado. De es-
ta forma se construye un discurso irónico que puede, a partir de un cierto
umbral, plantear problemas de legibilidad: ¿quién habla? ¿Cuál es el origen
y el blanco de las normas? ¿Qué norma domina a la otra? (Cf. el «creer» pro-
blemático del lector, al comienzo de la cita, que debemos comparar con la
indecidibilidad que provoca la «broma» del personaje evaluador —el crítico
de arte— en el ejemplo [30] de La obra citado más arriba, y de la puesta en
polifonía enunciativa que provoca la cita intertextual).
Los focos ideológicos del texto son señalados por consiguiente como
tales a la atención del lector mediante procedimientos diversos de énfasis;
además de los procedimientos de la concentración y de la intrincación de los
cuatro planos de mediación (siendo indudablemente el cuerpo y el objeto
semiótico los dos soportes temáticos de esta intrincación), tienden a seña-
larse ya sea por la inflación, en el léxico mismo del texto, del vocabulario de
la modalización (creer, querer, poder, saber, deber, ser necesario) o de la ley
(el término «revolucionario» en el ejemplo [30]; el verbo «permitir» en el ejem-
plo [29]; la expresión «según las reglas» en el ejemplo [14]), ya sea por el aflo-
ramiento del vocabulario de algunos sentimientos y pasiones: en el ejemplo
[29] de Zola, hemos visto invocar el «temor», el «peligro»; en el ejemplo [28]
extraído de Germinal, el «miedo» de la señora Hennebeau, la «cólera» y la «ra-
bia» de los mineros. En el ejemplo [30], el «entusiasmo» y el «interés»; en el
ejemplo [18] el «malestar»; en el ejemplo [19] de Proust, el «sufrimiento» del
narrador. Allí donde hay «interés» de un sujeto implicado en una relación
mediatizada con el mundo, en los dos sentidos de la palabra «interés» (deseo
orientado hacia un objeto dotado de valor atractivo o repulsivo; provecho
cuantificable, beneficio), habrá norma implícitamente convocada, y reintro-
ducción del cuerpo (aquí emotivo). En numerosos textos, en efecto, el terror,
la alegría, los celos, la referencia a una crisis o a un paroxismo sicológico,
etc., quizás no sean más que los signos indirectos, oblicuos, a menudo te-
matizados corporalmente, de la confrontación del personaje con normas, ta-
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
29
búes o prohibiciones y por consiguiente, según la expresión de Tomachevs-
ki, especies de «directivas emocionales» dirigidas al lector y destinadas a se-
ñalarle el afloramiento de lo normativo. Se plantea entonces el problema del
«héroe», de su estatuto y de su identificación por parte del lector (volveremos
sobre esto). La «búsqueda del miedo», que hace parte del folclor europeo (de
la Bretaña a Lituania), sería el motivo narrativo privilegiado de esta puesta
en escena de la ideología como constricción: «no tener miedo» define enton-
ces a un héroe ambiguo, asocial, culpable de no respetar sea el poder espiri-
tual (Dios), sea el poder temporal (padres, ancestros, rey), y cuya legitima-
ción final tiene que pasar por ciertos fracasos (tendrá miedo, lo cual es un
factor igualmente negativo sobre el plano del «éxito» narrativo)25. Sería nece-
sario entonces construir una poética de las pasiones, que dependería de una
poética de lo ideológico.
Tres problemas quedan en suspenso:
a) el problema de la jerarquía de los cuatro planos de mediación don-
de se concentran preferencialmente los aparatos y focos normativos de los
textos. Jerarquías y dominantes pueden variar en el interior de un mismo
texto, o de un texto a otro. Una jerarquía cuantitativa no equivale forzosa-
mente a una jerarquía cualitativa. En la medida en que el lenguaje es el «in-
terpretante» (Benveniste) de los otros sistemas, ¿en qué medida los valores y
evaluaciones lingüísticas [langagières] (el saber-decir de los personajes, o el
del narrador, que es también su saber-hacer específico) no «dominan» sobre
los otros? Pero es, también, una astucia de la ideología valorizar a menudo
oblicuamente por sistema interpuesto, manipular valorizaciones indirectas
(la ética por la estética, o a la inversa, etc.) De ahí, por juego metafórico, la
interferencia normativa: Cf. en el ejemplo [20], el ama de casa que cumple
sus «deberes» (norma ética) «maquinalmente» (norma tecnológica); intersec-
ción, corto-circuito semántico, la analogía y la metáfora subrayan la encru-
cijada normativa.
b) El esbozo teórico de construcción de los puntos neurálgicos del
efecto-ideología de los textos tiene la desventaja de privilegiar, a priori, una
cartografía de los «puntos fuertes» de este efecto (puntos de sobredetermi-
nación, focos de concentración y de neutralización), en detrimento de la de
sus «puntos débiles» (censuras, borrones, lagunas, implícito, ausencias,
etc.), puntos débiles negativos, puntos de deflación, que ciertamente son tan
«fuertes» como los otros. Volvemos aquí a esta problemática de la «ausencia»
cuyas dificultades señalaba al comienzo de este capítulo.

25.Sobre este tema narrativo, ver A.J. Greimas, «La quête de la peur, réflexions sur un groupe de
contes populaires», en Du Sens, Paris, Seuil, 1970.
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
30
c) El problema de la verificación de estas hipótesis de trabajo, por
homologación (Goldmann) de las estructuras textuales con las estructuras
extra-textuales, sociales, económicas, sicológicas, etc., no se plantea ni se
resuelve en su doble movimiento: influencia de las normas exteriores sobre
la constitución del aparato normativo de los textos, por una parte, y consti-
tución, legitimación, formación, restauración, del aparato normativo exterior
no textual, por otra26. El intertexto, como instancia de relevo a la vez legiti-
mada y legitimante (los auctores), como historial [palmarès] incorporado al
texto, desempeña ciertamente un papel de intermediario importante27. Pero
identificar, en un texto, puntos de anclaje de sistemas de valores no informa,
de entrada, sobre su localización y origen enunciativo, sobre su atribución
(quién los profiere, los habla), ni sobre su interpretación (quién los asume,
cuál se asume de preferencia). Todo lo que se capta allí, quizás, es un «ru-
mor» difuso de la ideología (de la Historia).
d) Finalmente el costo de estas hipótesis de trabajo puede parecer
demasiado elevado, pues ellas sitúan una eventual poética de la norma, o
una «deontología general» (O. Ducrot), bajo la dependencia de una previa y
más general teoría de la mediación, teoría general y totalizante de los modos
de relación (el instrumento, el lenguaje, la ley...) del hombre con el mundo,
teoría de la que lo menos que puede decirse es que es de elaboración difícil y
problemática.
Las modestas dimensiones del presente ensayo no permiten empren-
der o siquiera esbozar la solución de todos estos problemas. Sencillamente
nos contentaremos con abordar algunos.

26.H.R. Jauss define así uno de los papeles de la literatura, su papel para constituir la realidad so-
cial: «Hacer hablar las instituciones mudas que rigen la sociedad, llevar a nivel de la formulación
temática las normas que dan prueba de su valor, transmitir y justificar las que ya son tradicionales
—pero también hacer aparecer el carácter problemático de la constricción ejercida por el mundo
institucional, aclarar los papeles que desempeñan los actores sociales, suscitar el consenso sobre
las nuevas normas en formación, y luchar así contra los riesgos de la reificación y de la alienación
por la ideología» (en Pour une esthétique de la réception, trad. franc., Paris: Gallimard, 1978, p. 269).
27.Una solución, que consistiría en confiar sistemáticamente al inter-texto del saber (el conjunto de

los discursos científicos de una época), el papel de instancia de mediatización entre el texto, de una
parte, el extratexto ideológico, de otra, debería explotarse, tal como lo hace Michel Serres en su libro
—ejemplar desde todo punto de vista— sobre Zola (Feux et signaux de brume, Zola), libro mimético
en el que el discurso crítico (una reescritura del texto de Zola por el de Serres) redobla el estatuto
del discurso analizado (Zola rescribiendo el saber de su época, especialmente el de la termodinámi-
ca). La ideología, igual que su estudio crítico, dependería entonces con una gramática de la intertex-
tualidad y de la reescritura generalizada, por construir, con la cual se confundiría.
Texto e ideología: para una poética de la norma - Philippe Hamon
31

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