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Historia de Roma Imperial

Curso 2014/2015

TEMA 3:
LAS DINASTÍAS JULIO-CLAUDIA Y FLAVIA

ÍNDICE

I. DINASTÍA JULIO-CLAUDIA
1. El Imperio romano bajo la dinastía Julio-Claudia: consideraciones previas.
2. El gobierno de Tiberio (14-37).
3. El reinado de Calígula (37-41).
4. El Imperio en tiempos de Claudio (41-54).
5. El gobierno de Nerón (54-68).
6. Romanización e identidades en el Imperio romano: reflexiones conceptuales.

II. DINASTÍA FLAVIA


7. El Año de los Cuatro Emperadores (68-69).
8. Los inicios de la Dinastía Flavia: Vespasiano (69-79).
9. El Imperio bajo Tito (79-81).
10. El gobierno de Domiciano (81-96).
11. Sociedad e identidades sociales en el Alto Imperio.
11.1. Características generales.
11.2. Los privilegiados.
11.2.1. Ordo Senatorial.
11.2.2. Ordo Ecuestre.
11.2.3. Ordo Decurional.
11.3. La plebe rural y urbana.
11.4. Los libertos.
11.5. Los esclavos.

I. DINASTÍA JULIO-CLAUDIA

1. El Imperio romano bajo la dinastía Julio-Claudia: consideraciones previas.


La historiografía imperial surge y se desarrolla frecuentemente en el contexto de los
círculos senatoriales y, por tanto, la imagen que se nos transmite de los diversos
emperadores va a estar en estrecha relación con la propia actitud que dicho gobernante
haya mostrado hacia el ordo senatorial. De esta manera, va a ir dibujándose una historia
de buenos y malos emperadores. Aunque la historiografía moderna ha tratado de superar
esta imagen, lo cierto es que supone un problema más para la interpretación del período.
Algunos autores van a dividir los reinados de los diversos emperadores en dos etapas
diferencias: una primera buena, en la que las relaciones del princeps con el senado son
positivas, y otra en la que, a medida que avanza el reinado, se deterioran enormemente.
Esta situación va a dar lugar a conjuraciones por parte de los senadores opositores y

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persecuciones, apertura de procesos judiciales y ejecuciones de aquellos senadores más


activos en su oposición.
En general, el período de la llamada dinastía Julio-Claudia se caracteriza por la
consolidación del poder imperial. La obra de Augusto se plasma en la creación del
Imperio romano como realidad constitucional, que a lo largo de más de dos siglos
seguirá conservando prácticamente las líneas trazadas por Augusto. La evolución del
Imperio romano, es, en gran medida, producto de las bases sobre las que se apoya, y, por
tanto, va a ser, hasta cierto punto, independiente de las vicisitudes personales de los
sucesores de Augusto.
2. El gobierno de Tiberio (14-37 d.C.)
Tras la muerte de Augusto, sube al poder Tiberio. Negándose a aceptar títulos
excepcionales como el de Pater Patriae, prefirió ser llamado princeps antes que imperator
para subrayar los poderes civiles y su intención de gobernar con el senado. De hecho,
devuelve a la asamblea ciertas competencias como la de nombrar magistrados y juzgar
crímenes de lesa majestad. En este sentido, va a desempolvar una Lex de Maiestate que,
actualizada por Augusto, condenaba los delitos de conspiración contra el emperador,
como delitos de alta traición al Estado. Esta política positiva hacia el senado se va a ir
deteriorando con el tiempo.
En el ámbito de la política interior, el principado de Tiberio supone la consolidación y
desarrollo de las estructuras de poder e instituciones creadas por Augusto, sobre todo,
en el ámbito de la burocracia, la organización provincial y el sistema financiero. Los
problemas financieros derivados del mantenimiento de los ejércitos le llevaron a
practicar una política de ahorro que le atrajo la impopularidad de Roma.
Los problemas de popularidad Tiberio se agravaron con la muerte de su sobrino
Germánico. Tiberio lo había adoptado al poco tiempo de subir al poder y gozaba de un
enorme apoyo entre el ejército y el ordo senatorial. Había llevado a cabo varias campañas
en Germania para ampliar la frontera hasta el Elba. Con algunos pequeños éxitos, Tiberio
lo hizo regresar a Roma y le confió una misión diplomática en Oriente. Allí, entró en
conflicto con el gobernador de Siria, Pisón, y murió poco después de fiebres. La oscura
muerte de Germánico, por la que fue condenado el propio Pisón, llevaron a la viuda de
Germánico, Agripina, a formar una factio opositora al emperador, a quien acusaba de
cómplice.
En este contexto, va a surgir la figura de Elio Sejano, prefecto del pretorio. Poniendo el
enorme poder que le confería el título de prefecto del pretorio y el mando de las nueve
cohortes pretorianas a su servicio, trató de conseguir el trono y convertirse en el sucesor
del emperador. El prefecto va a servirse de la Lex de Maiestate para enfrentarse al partido
opositor que se había formado en torno a Agripina y sus hijos, involucrando en procesos
de alta traición a los principales sostenedores del partido. Tiberio se había retirado para
entonces a Capri donde seguía gobernando en la distancia. Sejano logró incluso que se
mandase al exilio a Agripina y a su hijo Nerón, donde murieron y al otro hijo de
Germánico lo recluyó como prisionero en el palacio. De esta manera, acababa con dos
obstáculos más en su ascenso al poder, ya que Tiberio los había recomendado ante el
senado como posibles sucesores tras la muerte de Germánico y de su propio hijo Druso.

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En el año 31, se produce la caída de Sejano cuando Tiberio descubra sus tejemanejes y el
Senado lo condene a muerte. Tiberio va a seguir gobernando hasta su muerte en el 37.
Si bien no nombra un sucesor, dividía su fortuna privada a partes iguales entre su hijo,
Tiberio Gemelo, y Cayo, hijo de Germánico.
En el ámbito de la política exterior, el reinado de Tiberio no va a presentar problemas
significativos. Algunas campañas iniciales en Germania, lideradas por Germánico,
dieron paso pronto a la diplomacia como instrumento esencial de la política fronteriza
romana, tanto en el ámbito renano-danubiano como en la frontera oriental frente a los
partos. Sólo algunas sublevaciones puntuales en el Bajo Danubio, Galia o África
requirieron de la intervención de las fuerzas armadas.
3. El reinado de Calígula (37-41).
El sucesor de Tiberio va a ser finalmente Cayo, hijo menor de Germánico. Con el apoyo
del prefecto del pretorio, Macrón, que había sido nombrado por Tiberio tras la caída de
Elio Sejano, accede al trono con el nombre de Cayo Julio César Augusto Germánico.
Cuando sube al trono, Calígula expresa su intención de gobernar con el Senado y
comienza a acumular honores para su familia, distribuye donativos entre el ejército y la
plebe y adopta a Gemelo, nieto de Tiberio. Poco después empieza a mostrar tendencias
despóticas que la historiografía tradicional achaca a una enfermedad mental. Tras
deshacerse de Gemelo y de Macrón, se vuelve contra el senado contra quien emplea la
Lex de Maiestate. De las confiscaciones a los senadores condenados, obtiene la fortuna
necesaria para sufragar los espectáculos, donativos y construcciones. Estos excesos
agotaron los recursos del Estado y rompieron con el equilibrio financiero de Tiberio.
En el ámbito religioso, rompió con la política tradicional y prudente de su predecesor y
procuró implantar un culto imperial que no sólo tenía que ver con la apoteosis del
soberano difunto, sino también con la divinización del príncipe reinante. Su manera de
concebir la monarquía, más próxima a la de las monarquías orientales absolutas, que a
la monarquía augústea, más austera y que entendía al emperador como primus inter
pares, choca con la concepción senatorial occidental.
Sus ofensas a la clase senatorial, su política fiscal abusiva, y el desprecio a sus
colaboradores más cercanos le va a granjear una creciente oposición que se va a plasmar
en varias conjuras contra su persona. Será finalmente en el año 41 cuando Calígula sea
asesinado en una conspiración amplia en la que participaron senadores, ecuestres,
colaboradores íntimos y el propio prefecto del pretorio.
4. El gobierno de Claudio (41-54).
Las dudas del Senado en la elección de un sucesor quedaron resueltas por la guardia
pretoriana con la aclamación como imperator de Claudio, el hermano de Germánico.
Tratado por las fuentes como inválido y excluido de los asuntos públicos, había vivido
en el palacio imperial dedicado al estudio, hasta convertirse en uno de los hombres más
eruditos de su tiempo. Pero su falta de experiencia en la administración no significaba
que el nuevo príncipe desconociera los deberes de un hombre de Estado.
Política interior
En el gobierno y en la administración, Claudio, se define como conservador e innovador
al mismo tiempo ya que desplegó durante su gobierno una actividad múltiple en los

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distintos ámbitos de gobierno y administración. Entre sus principales innovaciones en


la administración central fue la creación de una administración estatal, independiente
de la autoridad tradicional del Senado; en manos de una burocracia centralizada y con
departamentos especializados.
En materia de organización financiera lo fundamental fue la centralización del poder
financiero. El emperador cumplió el paso decisivo para la organización de la tesorería
imperial, el fiscus Caesaris, independiente de su patrimonio particular, controlado por
un procurator a patrimonio. A su vez, aumentó su intervención en el tesoro dirigido por
el Senado el aerarium Saturni, con el nombramiento de dos cuestores encargados de su
custodia. La centralización administrativa exigió el aumento de funcionarios imperiales,
los procuratores, extraídos del orden ecuestre. Así se propició el lento surgimiento de
una nueva nobleza destinada a llevar en sus manos el peso de la administración imperial.
La administración de justicia también recibió la atención del emperador. Se les otorgó
poder jurisdiccional a los procuratores y se promovió una mejor organización de los
tribunales. El resultado fue la elaboración de un considerable cuerpo de legislación que
se convertirá en parte integrante del derecho romano.
Esta tendencia a una administración más burocratizada repercute en las relaciones entre
Claudio y el Senado. En este ambiente de crítica y abierta oposición, otros grupos de
intereses, en el entorno íntimo del emperador, aprovecharán el malestar para llevar a la
ruina a buen número de senadores y caballeros. El reinado de Claudio está así
ensombrecido por procesos y condenas que causaron la muerte de un gran número de
personajes relevantes.
La política religiosa de Claudio se puede definir conservadora lo que le empujó a
rechazar, como Tiberio, los honores divinos y a dedicar un interés fundamental a la
restauración de la tradición. Aunque, en general, la posición del emperador hacia las
religiones extranjeras fue tolerante siempre que no afectasen a los intereses de Roma,
hubo casos en los que se llevaron a cabo medidas represivas como la expulsión de los
judíos de Roma en el 49.
Política provincial y fronteriza
La política provincial de Claudio trató de incorporar al ámbito provincial y al dominio
directo de Roma algunos de los viejos estados clientes. En vistas de esto Mauritania se
transformó en dos provincias y Licia, Tracia y Judea corrieron la misma suerte. La
decisión de transformar Judea en provincia romana fue desafortunada ya que la
dependencia directa de Roma desarrolló en la población judía un gran odio hacia sus
dominadores los romanos. En la frontera oriental, el Imperio parto continuaba siendo
un peligro. Durante la mayor parte de su reinado, el emperador logró aplicar con éxito
la política diplomática de suscitar discordias dinásticas en Partia para mantener bajo su
control a Armenia. Pero la subida en el trono parto de Vologeses I significó el
desequilibrio de estas relaciones ya que el rey de los partos consiguió que su hermano se
hiciera con el trono armenio.
El aspecto más destacado de la política exterior de Claudio es, no obstante, la conquista
de Britania. El emperador personalmente se hizo cargo de la dirección de las operaciones
militares; el territorio conquistado en la mitad sur de la isla fue convertido en provincia

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y protegida con un sistema permanente de fortificaciones. En conjunto, fueron seis las


nuevas provincias que se unieron al Imperio.
El interés de Claudio por la cohesión del Imperio se manifestó en sus medidas en materia
de derecho de ciudadanía. Así, los veteranos de las unidades auxiliares del ejército
romano fueron provistos con carácter general de la plena ciudadanía y promovió la
admisión en el Senado de algunos miembros de la aristocracia gala. De igual manera,
Claudio fomentó el otorgamiento del estatuto municipal a centros provinciales con una
larga tradición urbana y la extensión del derecho de ciudadanía plena o su eslabón
previo, el ius latii, a un buen número de ciudades del Imperio.
Fin del reinado
El fin del reinado de Claudio se vio ensombrecido por las intrigas en su entorno más
cercano. Su última esposa, Agripina, logró que su hijo Nerón, fruto de un matrimonio
anterior, fuese adoptado por Claudio. Preocupada por el asunto sucesorio forzó la
situación y de acuerdo con el prefecto del pretorio, Afranio Burro, envenenó a su marido
y precipitó la proclamación de Nerón como nuevo princeps por vía militar; al año
siguiente Británico, hijo de Claudio y de su anterior esposa, Mesalina, sería eliminado.
El destino personal de Claudio y las intrigas de corte serían un aditivo más a su mala
imagen que la tradición nos ha transmitido; pero lo que también debemos de tener en
cuenta y separar de esta mala imagen es su labor en la organización administrativa del
Imperio. El desarrollo de los principios implícitos en el régimen de Augusto, que
obligaban a una mayor centralización del poder en manos del princeps y a un paralelo
debilitamiento de las tareas de la tradición de la clase gobernante, le granjearon a
Claudio el rencor de la aristocracia senatorial.
5. El gobierno de Nerón (54-68)
El acceso al trono imperial de Nerón se produjo de manera rápida: los pretorianos lo
proclamaron emperador en su cuartel y después, el Senado le confirió todos los títulos
imperiales.
La educación de Nerón había sido orientada, desde el principio, a prepararlo para las
tareas de gobierno. Su educación política recayó en manos de dos hombres de confianza
de Agripina, Séneca y Burro (prefecto del pretorio). Ambos políticos eran defensores del
despotismo como forma de gobierno necesaria para la administración del Imperio,
aunque dentro del respeto a la legalidad y garantizando a la élite senatorial cargos,
privilegios y fuentes de financiación.
Tradicionalmente, como aparece ya en la obra de Aurelio Victor en el s. IV, se distinguen
dos etapas en el reinado de Nerón: una primera, que Aurelio Victor denomina
Quinquennium Aureum, para definir los primeros años de gobierno bajo la influencia de
sus mentores y consejeros en contraposición a una segunda etapa, de despotismo y
violencia donde va a ir desplegando su control personal del gobierno.
Quinquennium Aureum
Cuando Nerón llega al gobierno, pronuncia un primer discurso ante el Senado en el que,
además de rechazar el título de Pater Patriae y la erección de estatuas en su honor, se
comprometía a gobernar en consenso con el senado y el ejército, acabar con la

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corrupción en el círculo del emperador, garantizar los privilegios de los senadores y


mantener la división entre el ámbito privado y el Estado.
Sin embargo, pronto empiezan a desarrollarse intrigas palaciegas y conflictos internos
en el círculo del emperador que van a terminar con la influencia política de Agripina.
Agripina va a intentar mantener la dirección política seguida por Claudio frente a las
posiciones políticas de Séneca y Burro, quienes son partidarios de afirmar el absolutismo
monárquico, y va a ser, finalmente, apartada del poder y del palacio imperial.
Con Agripina al margen, Séneca y Burro van a poner en marcha su política de despotismo
filosófico, asentado sobre ideales de justicia y clemencia, tal y como describía Séneca en
su obra De Clementia. Este absolutismo monárquico iba en detrimento de la autoridad
del Senado y, en la práctica, el gobierno quedó fuertemente en manos del emperador y
sus consejeros.
En el año 58 d.C., Nerón va a poner en marcha un proyecto de reforma fiscal que va a
chocar con el ordo senatorial. Aunque se desconoce quién es en realidad el impulsor de
la reforma, ésta contemplaba la abolición de los impuestos indirectos, con el pretexto de
los abusos protagonizados por los publicanos que se encargaban de su recaudación. Esto
significaba una profunda transformación del sistema económico romano y afectaba, no
sólo a los intereses de las sociedades comerciales, sino también al propio tesoro del
Estado. El proyecto va a fracasar finalmente debido a la fuerte oposición del ordo
senatorial y ecuestre. Sólo unas cuantas medidas parciales salieron adelante, sobre todo,
aquellas relacionadas con el control de la actividad de los publicanos y mejoras en la
percepción de los impuestos.
Esta fricción con el ordo senatorial dio lugar al surgimiento de una factio opositora. En
este contexto, aparece una nueva influencia sobre el emperador, su amante, Popea
Sabina (mujer de Otón). A ella, se va a oponer Agripina que va a ser, finalmente,
ejecutada por orden del emperador.
El Neronismo
Tras la muerte de Agripina, se va a ir imponiendo el gobierno de carácter despótico de
Nerón. Aunque Séneca y Burro van a seguir ejerciendo cierta influencia sobre el
emperador, éste va a comenzar a desarrollar un programa cultural con el que pretendía
transformar las bases del gobierno y de la sociedad romana. Quería fundamentar su
monarquía sobre las bases de las monarquías helenísticas y, al mismo tiempo, fomentar
una estética de origen griego que rompía con el clasicismo tradicional romano de
tiempos de Augusto.
Este programa cultural contemplaba así mismo una reforma de la educación de los
jóvenes romanos adaptándola a los modelos griegos con el fin de convertir a la élite
social en un grupo social privilegiado y dócil. Esto incluye también cambios en los juegos
públicos, para acercarlos a modelos helénicos; así, instituyó juegos músico-teatrales en
Roma, los Iuvenalia, y fundó un cuerpo de 500 jóvenes, los llamados Augustani, para
asegurarle su victoria en los concursos de lectura pública y música en los que participaba.
En el año 60, creó también unos juegos al estilo de los panhelénicos, cada 5 años, a los
que llamó Neronia y que incluían pruebas atléticas, musicales, hípicas, poéticas…
La plebe y un sector del ordo ecuestre aceptaron la nueva política cultural, si bien, en el
ámbito senatorial, surgió un grupo decididamente contrario a esta política. El programa

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chocaba con dos obstáculos importantes: en primer lugar, era contrario a la tradición
romana y, por otra parte, la forma despótica de imposición con la que se desarrolló.
Nerón va a tratar de contrarrestar la oposición senatorial reforzando el entorno
intelectual con un círculo literario-filosófico concebido como un grupo ideológico y
político que le serviría de apoyo en su empresa de fundar una monarquía al estilo
helenístico.
Así, la corte se va a llenar de nuevos hombres, en detrimentos de los antiguos consejeros.
Tras la muerte de Burro, la prefectura del pretorio le será dada a Tigelino, que se
convertirá en la mano derecha del emperador. Tras la retirada de Séneca, en el año 62,
se va a poner en marcha de nuevo la Lex de Maiestate y los procesos de alta traición,
comenzando una represión contra la aristocracia senatorial. También afectaría a la
esposa de Nerón, Octavia, que será desterrada y asesinada, mientras Popea ocupa su
lugar como esposa del emperador. Estos procesos de lesa majestad iban acompañados
de confiscaciones de las fortunas de las familias senatoriales, que nos dan cuenta
también de los problemas financieros del imperio.
Ante la oposición de las élites sociales, Nerón va a buscar un mayor reconocimiento
popular financiando juegos, donaciones y espectáculos. En el verano del año 64, estalló
un incendio en Roma que causó numerosas víctimas y quemó un tercio de la ciudad.
Nerón procedió a la rápida reconstrucción de la capital con un plan urbanístico moderno
para embellecer a Roa. Este proyecto incluía un enorme palacio, la llamada domus aurea,
con una estatua del emperador representado como Helios de cuatro metros de altura,
que daba buena cuenta del filohelenismo neroniano.
Los enormes gastos derivados de tan ambicioso proyecto constructivo dieron lugar a una
creciente impopularidad y hostilidad hacia el emperador, a quien se acusó incluso de
provocar el incendio. Nerón, quizás buscando un chivo expiatorio, inició una
persecución contra un buen grupo de cristianos, que era odiado por sus prácticas
secretas y malinterpretadas. La persecución, limitada a Roma, perdió pronto su vigor
pero le dio a Nerón una imagen pésima en la tradición cristiana.
Los problemas financieros derivados, entre otras cosas, de los enormes gastos que se
generaban al imponer el programa cultural neroniano y de las dificultades en política
exterior, llevaron al emperador a recurrir a medidas impopulares como subir los
impuestos, aumentar las condenas por lesa majestad y llevar a cabo una reforma
monetaria que consistió en devaluar la moneda de plata (reduciendo su peso), lo que
llevó a un aumento de la inflación y subida de precios.
Esto va a acrecentar el malestar y la respuesta senatorial no se va a hacer esperar. En el
año 65, una conspiración al mando de Pisón fracasará y será reprimida violentamente.
El malestar se extendió también más allá de la ciudad de Roma y alcanzó a los ejércitos
en cuyo seno surgirán también complots en contra el emperador que serán reprimidos,
pero con la consiguiente brecha entre el emperador y sus tropas.
En este contexto, viajó a Grecia en el año 66 y se presentó como un nuevo Flaminio,
otorgando la libertad de los griegos y concediéndoles la ciudadanía a muchos miembros
de las élites locales; concedió la exención fiscal a los provinciales y llevó a cabo una serie
de medidas demagógicas que pronto serían abandonadas. Sin embargo, al poco tiempo,
tuvo que interrumpir su viaje por las alarmantes noticias que le llegaban de Roma.

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Política exterior
La política exterior de Nerón se asentó sobre las firmes bases de la administración
provincial impuestas en tiempos de Claudio. Hubo de hacer frente, no obstante, a
problemas fronterizos y revueltas internas. Así, en Britania, la pésima administración y
la decisión de imponer un gobierno directo, sin reinos clientes, desató un levantamiento
dirigido por Boudica, reina de los icenos, con la participación de otras tribus hostiles a
los romanos. El levantamiento sería apagado por Suetonio Paulino.
En Oriente, el problema parto continuaba coleando. Al final del reinado de Claudio, el
rey parto Vologeses I había conseguido situar a su hermano en el trono de Armenia.
Nerón va a iniciar una ofensiva contra Armenia y consigue conquistarla. Pero, en lugar
de convertirla en provincia, decide volver al sistema de reinos clientelares y dejar el reino
en manos de un príncipe vasallo. Esto permite a Vologeses intervenir enviando a su
hermano contra Armenia, donde las tropas romanas serán derrotadas. Finalmente, se
llegará a un acuerdo diplomático por el cual el hermano de Vologeses sería coronado rey
de Armenia por Nerón en la ciudad de Roma en el año 66.
También a finales de su reinado estalló otra rebelión en Judea que será reprimida por el
futuro emperador, Tito Flavio Vespasiano.
Los problemas provinciales generaron malestar entre las filas del ejército, ampliando
aún más el círculo de descontentos. Nerón había ignorado la importancia de los ejércitos
imperiales y los soldados, aunque fieles a la concepción del imperio, sentían lazos de
solidaridad más fuertes con sus generales que con el emperador, algo que se extendía
también a los provinciales.
El legado de la Galia Lugdunense, Julio Vindex, en contacto con Galba, gobernador de la
Hispania Citerior, va a acaudillar la rebelión contra el emperador. Sin embargo, las
legiones del Rin permanecieron leales al príncipe. Galba sería el siguiente en rebelarse y
arrastró a su causa a Otón, gobernador de Lusitania. Sin embargo, el golpe decisivo tuvo
lugar en Roma cuando Verginio Rufo, que había sofocado la revuelta de Julio Vindex, se
pone de parte del senado y deja a Nerón desprotegido al sustraerle la guardia del
pretorio. Entonces, el senado declara al emperador enemigo público y este, tras huir de
Roma, acaba suicidándose en el año 68.
Se inicia entonces un año de guerras, la crisis del 69, en el que se van a suceder hasta
cuatro emperadores en el cargo.

6. Romanización: de la evolución de un concepto al auge de las identidades


étnicas.
El estudio de los procesos de integración de los pueblos conquistados en el Imperio
romano dio lugar, en el s. XIX, a la acuñación de un término, el de romanización, que ha
sido objeto de un creciente debate en los últimos años y que merece aquí nuestra
atención. ¿Pero qué entendemos por romanización? La cuestión resulta compleja en sí
por la evolución del concepto y los cambios de significado que se le han ido dando a lo
largo del tiempo.
Cuando surge el término, a mediados del s. XIX, se entendía como una tarea de alcance
universal, como la misión que tenía Roma de propagar la civilización y el progreso para

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librar a los pueblos sometidos de su atraso e incultura. Se trataba, en realidad, de un


término enormemente complejo en el que subyacían también rastros del nacionalismo
decimonónico de corte esencialista. Esto se observa bien, por ejemplo, en el propio
Mommsen. El autor alemán, quien realiza una defensa a ultranza de la romanización,
defiende, sin embargo, que los germanos, permanecieron ajenos y dieron lugar a la
nación alemana que se mantenía pura desde sus orígenes.
En el caso francés, por ejemplo, la nación será fruto de una síntesis, lo galo-romano. De
esta manera, se sustituye la idea de una civilización hegemónica que conquista y civiliza
a pueblos pasivos por otra en la que los pueblos locales aceptan gustosos la romanización
por considerarla beneficiosa para ellos. Aparece así la romanización entendida como
diálogo intercultural.
El fin de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, el desarrollo de los procesos de
descolonización van a dar lugar a un período historiográfico complejo en el que el
paradigma de la romanización va a experimentar un enorme desarrollo y a ser objeto de
transformaciones teóricas muy importantes. En primer lugar, se van a abandonar las
teorías raciales que habían sido enormemente fructíferas en el contexto bélico.
Se va a dar en esta época un progresivo acercamiento a otras disciplinas como las ciencias
sociales y la antropología que va a derivar en la emergencia de nuevos modelos teórico-
metodológicos para entender los procesos de “romanización”. Así, por ejemplo, en los
años 80 va a primar una interpretación que trata de explicar las dinámicas de
transformación entre romanos e indígenas dentro de un marco estructuralista, y que se
plasma en estudios de las relaciones entre núcleo y periferias.
Sin embargo, una de las contribuciones más importantes al estudio de la llamada
romanización proviene, no directamente de la investigación histórico-arqueológica, sino
de la antropología. Se trata de las teorías que giran en torno a la construcción,
reformulación y manifestación de las identidades étnicas, en las que profundizaremos
después.
Desde los años 90, van a darse esfuerzos por superar la tendenciosidad y parcialidad de
los estudios sobre romanización acudiendo a la ya célebre obra de Said, Orientalism.
Estas nuevas perspectivas se encuadran dentro de una nueva tendencia de la arqueología
llamada arqueología postcolonial. Estas nuevas tendencias buscan descentrar y
relativizar las categorías de conocimiento occidentales, articulando historias activas de
los pueblos colonizados, deconstruyendo modelos binarios de categorización y
cuestionando las representaciones imperiales del Otro.
Importante también en esta época son los estudios centrados en el análisis del papel de
las élites locales en los procesos de adopción de la legua latina, estilos y cultura material
romana como agentes activos y no como simples receptores pasivos.
En los últimos años, por tanto, la palabra romanización ha caído en un creciente desuso
y, cuando se utiliza, se procura definir bien a qué se hace referencia pues las
connotaciones que tiene desde sus inicios siguen pesando bastante. De hecho, hay quien
ha propuesto directamente abandonar la palabra, sobre todo desde el mundo
anglosajón, donde han ido surgiendo otras teorías al respecto tales como la de aplicar al
estudio del imperio romano teorías como la de la globalización, no exenta de críticas
que supone, hasta cierto punto un anacronismo y no resulta del todo efectivo a la hora

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de dibujar el complejo panorama que se ha planteado en los últimos años. En definitiva,


el paradigma de la Romanización es un ejemplo de la tendencia a simplificar la
explicación etiquetando realidades complejas con términos que exageran el grado de
homogeneidad. Los estudios clásicos han estado llenos de este tipo de términos tales
como helenización o romanización. Una de las repercusiones más obvias de es que estos
viejos paradigmas son, como hemos visto, cada vez más difíciles de mantener. Mattingly
ha señalado que lo que hace más inútiles los conceptos de helenización y romanización
es, precisamente, que designan al mismo tiempo un proceso y un resultado, de modo
que se convierten en su propia explicación.
Así, la romanización entendida como un proceso de aculturación de los pueblos locales
por parte de Roma ha dado paso, de manera creciente, a la emergencia de una
concepción del proceso que recae más sobre la idea de identidad social y étnica que
sobre la de aculturación.
Sabemos que, en el mundo grecorromano, los discursos sobre la etnicidad jugaron un
papel significativo en la definición del otro y del nosotros. Se trataba de un proceso
multilateral que creaba no sólo un entendimiento de oposición entre romano y bárbaro,
sino que abría oportunidades para encuentros a medio cambio. Está claro, por ejemplo,
que las situaciones de contacto cultural generadas por el imperialismo romano
produjeron cambios profundos y variados en el comportamiento, cultura material y
organización social del centro, las provincias y más allá de las fronteras. El problema
reside en determinar si esos cambios se deben a procesos de etnogénesis o de
identificación étnica o si, por el contrario, se explican como manifestaciones de otros
tipos de identidad.
Mattingly propone un nuevo modelo centrado en el estudio de la heterogeneidad de las
respuestas a Roma, al cambio cultural y a la reformulación de la identidad. En definitiva,
analiza cómo las sociedades provinciales romanas pudieron, a menudo, exhibir
discordancias culturales tanto como similitudes. Las identidades individuales y grupales
en el período romano fueron polifacéticas y dinámicas. Lo que antes se definía como
romanización representaría los múltiples intentos de definir y redefinir dichas
identidades. Hay que dejar claro que las identidades étnicas no son exclusivas, sino que
se mueven a varios niveles. Sin embargo, muchas veces la capacidad de agencia de los
pueblos locales está restringida por las redes de poder coloniales que imponen límites a
su habilidad para escoger la identidad. Mientras el proceso de conquista y asimilación al
Imperio romano promovió, probablemente, la delimitación de identidades étnicas
preexistentes, varios factores van a influir contra el mantenimiento de fuertes
identidades étnicas dentro de la estructura imperial.

II. LA DINASTÍA FLAVIA.

7. El Año de los Cuatro Emperadores: la crisis del año 68-69.


Tras la muerte de Nerón, el Senado y la guardia pretoriana van a alzar al poder a Galba
(junio 68-enero 69). Intentó durante su breve gobierno volver a instaurar el principado
de inspiración senatorial pero pronto se va a desatar la oposición de los pretorianos y
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del pueblo por la persecución y represión contra los colaboradores de Nerón. Así mismo,
su decisión de deponer al legado Verginio Rufo al mando de las legiones del Rin, va a
provocar que se rebelen y proclamen a Vitelio, su nuevo legado, como emperador.
Aunque había contado en un principio con el apoyo de Otón, al no adoptarlo como
sucesor, se granjeó su enemistad. Galba va a ser asesinado por los pretorianos y Otón,
proclamado emperador por la guardia pretoriana. Aunque cuenta con el apoyo del
Senado, las legiones del Rin no lo reconocen como princeps, lo que dará lugar a una
guerra civil entre sus partidarios y los de Vitelio.
Otón va a intentar una política de conciliación en Roma, presentándose como el
restaurador del neronismo ante el pueblo y proclamando ante el senado la restauración
del orden y el equilibrio. Vitelio ya había enviado parte de su ejército a Italia,
consiguiendo también el apoyo de las legiones de occidente que veían a Otón como
heredero de Nerón. Otón será derrotado en el valle del Po y Roma ocupada por los
ejércitos de Vitelio.
Vitelio, presentándose ante el Senado como vengador de Galba, va a reemplazar a la
guardia pretoriana por soldados de su ejército del Rin y a llevar a cabo una política
populista, reprimiendo a sus oponentes y dispensando favores a las tropas del Rin que
lo habían alzado al trono. Todo ello va a provocar malestar entre los ejércitos de Oriente
y el Danubio. Allí, en Oriente, se va a proclamar un nuevo emperador, Tito Flavio
Vespasiano, que va a aglutinar los apoyos de las diversas provincias y estados clientes
orientales así como de los ejércitos del Danubio.
Estos van a marchar sobre Italia, derrotando a las tropas de Vitelio y tomando finalmente
la ciudad de Roma, donde, tras el asesinato de Vitelio, el Senado va a reconocer a
Vespasiano como emperador.
Esta crisis del año 69 había puesto, por primera vez, en riesgo el sistema augústeo. Si
hasta entonces las bases del Principado se encontraban en el equilibrio de poderes entre
el emperador y el senado, la crisis puso de manifiesto que las fuerzas del régimen no
estaban sólo en Roma, sino también en los ejércitos provinciales. Es lo que Tácito llama
el “secreto del Imperio”: no sólo podían nombrarse emperadores fuera de Roma, sino
también ajenos a la dinastía julio-claudia.
8. El gobierno de Vespasiano (69-79).
A su llegada al poder, Vespasiano va a emprender un complejo programa de reformas
que constituye un auténtico proceso de restauración que va a incluir la intervención del
emperador en la política, administración, ejército y finanzas.
En primer lugar, va a redefinir el poder imperial para garantizar la autoridad del príncipe
sobre Roma y el resto del Imperio. En este sentido, va a ser fundamental la Lex de Imperio
Vespasianii, que delimita claramente los poderes del emperador. Por la voluntad del
pueblo, se le confieren el imperius maius y la tribunicia potestas con otras prerrogativas
destinadas a convertirlo, en la práctica, en un poder absoluto. Se fijan ahora también los
títulos oficiales del emperador como Imperator Caesar Augustus.
Vespasiano va a tratar de resolver también el problema de la transmisión del poder al
que se habían enfrentado los emperadores de la dinastía julio-claudia. Así, con el fin de
fundar una dinastía, nombra herederos del principado a sus dos hijos. El mayor, Tito, va
a ser asociado al trono con plenos poderes, mientras que Domiciano, el menor, va a
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recibir los títulos de César y princeps iuventutis, como sucesor designado. Esta voluntad
de fundar una dinastía fue subrayada por una tendencia a exaltar el carácter divino de la
casa imperial (denominada ahora domus divina) y a los miembros difuntos de la familia
imperial que pasan ahora a ser divi.
En este proceso de restauración política, Vespasiano va a prestar atención también a los
órdenes privilegiados de la sociedad romana: ecuestres y senatoriales. Como censor, va
a intervenir en el Senado expulsando a antiguos miembros y nombrando un buen
número de nuevos senadores procedentes de la burguesía urbana itálica y de las élites
coloniales de las provincias más romanizadas. El orden ecuestre se va a convertir ahora
en la pieza clave de la administración imperial. Los equites van a sustituir a los libertos
imperiales en los cargos directivos de la administración central y provincial. El reinado
de Vespasiano no va a estar libre, sin embargo, de oposición senatorial, que será
reprimida por el emperador.
La reforma de la administración
Tras la guerra civil y el desorden financiero del reinado de Nerón, se hacía necesario
aplicar reformas también en el ámbito administrativo y financiero. Así, Vespasiano va a
proceder a reorganizar la administración financiera con una especialización de los
diferentes tesoros existentes en Roma y con una política fiscal más estricta y controlada.
Se suprimió la inmunidad fiscal de las ciudades griegas que había concedido Nerón, se
aumentaron los impuestos directos y se hizo más efectivo el control sobre el cobro de
los derechos de aduanas.
En tiempos de Vespasiano, la eficaz gestión de los recursos del estado le va a permitir
emprender una política constructiva de gran alcance que, además de aumentar el
esplendor y monumentalidad de la ciudad, proporcionó trabajo a las masas ciudadanas.
La administración de las provincias
En el ámbito provincial, la política de Vespasiano irá orientada a aumentar la integración
en el Imperio y a favorecer una participación más activa de las provincias. En la línea de
las políticas llevadas a cabo por Augusto y Claudio, Vespasiano va a tratar de promover
la urbanización y la promoción jurídica de las ciudades del Imperio, sobre todo en
Occidente. En Hispania, una de las provincias mejor integradas en el conjunto imperial,
va a extender el ius Latii, el derecho latino, lo que significaba que las comunidades
urbanas de la Península Ibérica podían organizarse como municipios siguiendo el
modelo itálico disfrutando sus habitantes de los derechos y privilegios latinos y
favoreciendo al mismo tiempo la promoción social de las élites urbanas locales que, tras
cumplir con las funciones de sus cargos en la administración local, recibían la ciudadanía
romana.
Otras provincias occidentales se van a beneficiar de esta política de integración imperial
a través de la creación de colonias y la construcción de calzadas y vías. En Oriente, los
flavios van a extender los derechos de ciudadanía y a favorecer la inclusión de elementos
orientales en el senado como forma de promoción social. En esta política de integración
del Imperio, va a desempeñar un papel destacado el desarrollo del culto imperial que
actuará como un elemento de cohesión ideológica en torno a la figura del emperador y
que estará organizado a nivel local y provincial, con un sacerdocio especializado, el de
los flamines.

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El ejército
Tras la guerra civil, en la que los ejércitos provinciales habían desempeñado un papel
crucial, la política de Vespasiano va a ir orientada a garantizar la adhesión de estos al
emperador y convertirlos en un instrumento fundamental para la defensa del Imperio.
En el ámbito del reclutamiento, Vespasiano continuó manteniendo el origen itálico para
los cuerpos de élite de la ciudad de Roma, pero los cuadros de las legiones fueron
cubiertos, en general, por tropas procedentes de las provincias con derecho de
ciudadanía. Los auxilia continuaron estando formados por peregrini que, tras veinticinco
años, podían licenciarse y obtener el derecho de ciudanía.
La reforma del ejército se plasmó también en cambios en las propias legiones.
Vespasiano suprime cuatro y crea otras cinco, por lo que el número asciende a 29. A
excepción de dos unidades acantonadas en provincias interiores (Hispania y Judea), el
resto se distribuyó por las provincias fronterizas con la misión de vigilarlas y constituir
los primeros limites en las diferentes fronteras del Imperio.

Política exterior
Cuando Vespasiano llega al poder, se encontraba dirigiendo la guerra de Judea y dejó al
mando a su hijo Tito que logrará tomar la ciudad de Jerusalén, refugio de los rebeldes,
en el año 70. La ciudad va a ser destruida y se incendiará el templo. Sólo resistirán
algunos reductos en torno al Mar Muerto, como el de Masada, donde sus defensores
prefirieron suicidarse antes que caer en poder de los romanos.
En Britania, tras la revuelta de Boudica, se emprenderán campañas contra algunos
pueblos para ampliar poco después el territorio hasta el sur de Escocia.
En Occidente, la frontera más problemática era la del Rin y el Danubio. En el Rin, se va
a crear un limes fortificado en manos de ocho legiones. En la zona situada entre los
cursos altos del Rin y el Danubio, se va a proceder a la repoblación del territorio con
poblaciones locales que debían pagar un diezmo a Roma. Son los llamados agri
decumates de enorme valor estratégico y también económico, al permitir la
comunicación entre las ciudades de ambos ríos.
En la larga frontera del Danubio, ciertos pueblos, entre ellos sármatas y suevos,
constituían una amenaza permanente para el Imperio. Allí, Vespasiano establecerá otras
8 legiones.
En la frontera oriental, se mantenía un precario equilibrio tras la solución de
compromiso que había logrado Nerón. A partir del año 75, las relaciones con el reino
parto se irán deteriorando y Vologeses llegará a invadir la provincia de Siria sin
consecuencias permanentes. Con la muerte de Vologeses, poco después, se restaurará la
paz. En esta zona, Vespasiano va a preferir establecer un territorio provincial compacto,
integrando en el Imperio como provincias o parte de ellas los reinos vasallos de
Comagene, Anatolia y Armenia menor.
9. El Imperio bajo Tito (79-81).
Vespasiano había dejado bien atada la sucesión. A su muerte, su hijo Tito ocupó el trono.
Su breve reinado de apenas dos años estuvo marcado por las catástrofes: en el año 79, se

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produjo la erupción del Vesubio que arrasó Pompeya, Herculano y Estabia; en el año 80,
un incendio de tres días en Roma arrasó parte de la ciudad y, ese mismo año, una
epidemia de peste causó miles de muertos. Según las fuentes, el emperador atendió con
dedicación todas estas desgracias, lo que le sirvió también para atraerse el favor del
pueblo romano.
La política de Tito siguió las directrices marcadas por Vespasiano, continuando también
con las obras públicas iniciadas por su padre, entre las que se encontraban el arco del
triunfo y unas termas en Roma, además del Anfiteatro Flavio y la extensión de la red de
calzadas en las provincias.
10. El gobierno de Domiciano (81-96)
En el reinado de Domiciano vamos a observar de nuevo esa tendencia de los
historiadores prosenatoriales a distinguir etapas según cómo sea la relación del
emperador con el Senado. Domiciano accede al poder tras la muerte de Tito.
La administración del Imperio
En el ámbito de la administración central, Domiciano continuó el proceso iniciado por
su padre. Así, el servicio doméstico de la casa imperial fue convirtiéndose en un ente
público y de carácter oficial con la participación activa del orden ecuestre. Con
Domiciano, los caballeros pasan también a formar parte del consejo imperial.
En cuanto a la administración de las provincias, continuó con la política de integración
de Vespasiano. Es ahora cuando se van a desarrollar buena parte de los estatutos
jurídicos municipales que derivan de la concesión del ius latii a las ciudades hispanas.
Política exterior
En la línea de la de su padre, la política de Domiciano en el ámbito fronterizo va a tratar
de mantener los resultados de los años anteriores interviniendo en los asuntos más
urgentes con resultados positivos.
En el limes del Rin, Domiciano continuó con el establecimiento de un sistema defensivo
potente entre el Rin y el Main, propiciando también la consolidación de los Agri
decumates e impulsando la construcción de vías de comunicación con importancia
estratégica para la región. Entre los años 85 y 89, los dos distritos militares fundados en
tiempos de Augusto pasan a convertirse en provincias imperiales: Germania Inferior y
Germania Superior.
La frontera más problemática en este momento va a ser la del Danubio. Allí, en tiempos
de los Julio-Claudios, se habían ido estableciendo relaciones clientelares con tribus de la
otra orilla del río. Sin embargo, en el curso medio del río, los dacios resultaban
problemáticos por las frecuentes incursiones que realizaban en la provincia de Mesia.
En el año 86, una primera campaña en territorio dacio resultó en una importante derrota
para los ejércitos romanos. Aunque dos años después, las tropas consiguieron acorralar
a los dacios, una serie de complicaciones en la zona llevaron a Domiciano a pactar la
paz.
En el año 92, el propio emperador va a dirigir una expedición contra suevos y sármatas
que amenazaban la provincia de Panonia. Tras esta victoria, se procederá a reorganizar
la frontera dividiendo Mesia en dos provincias y estableciendo un fuerte limes defensivo
con varios campamentos legionarios.

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Oposición senatorial
Domiciano va a contar con el beneplácito de ejércitos provinciales y fuerzas pretorianas.
Esta popularidad era compartida también por el pueblo de Roma e Italia, dada su activa
política propagandística y edilicia. Sin embargo, en la ciudad de Roma, la oposición del
Senado va a ser encarnizada.
Domiciano, como continuador de la obra iniciada por su padre, va a tratar de dar un
paso más para imponer el absolutismo imperial. Esta concepción del poder va a chocar
frontalmente con la aristocracia senatorial. Cuando sube al trono, Domiciano se
presenta ante el Senado con una actitud de autoritarismo paternalista pero algunas de
sus actuaciones comenzaron a mostrar pronto las tendencias absolutistas del princeps:
así, desempeñó el consulado de manera ininterrumpida por más de 6 años y se hizo
nombrar también censor perpetuo para imponer una renovación del Estado y de las
sociedad romana siguiendo los principios morales de la legislación promulgada en su
tiempo por el propio Augusto.
Sus pretensiones despóticas se mostraron también cuando adoptó oficialmente el título
de dominus et deus. La oposición senatorial no va a hacerse esperar y, contra ella,
Domiciano va a desenterrar de nuevo la Lex de Maiestate, iniciando una serie de procesos
contra los opositores.
Finalmente, en el año 96, triunfará una conspiración contra el emperador en la que
participaban senadores, libertos de la casa imperial, los prefectos del pretorio y hasta la
propia emperatriz. Asesinado Domiciano, los conjurados le ofrecen el trono a Nerva, un
senador.

11. Sociedad e identidades sociales durante el Alto Imperio.


11.1. Características generales.
Aunque la sociedad romana no va a experimentar cambios radicales con respecto a la de
finales de la República, lo cierto es que la llegada de un nuevo marco político y de
gobierno y la creciente integración de las provincias en el sistema económico y social del
Imperio romano van a dejar sus huellas.
El desarrollo de un régimen autocrático con el emperador al frente del gobierno y de la
jerarquía social va a tener su impacto sobre las élites de la sociedad romana, senatorial
y ecuestre. El emperador se va a convertir en un elemento crucial para la movilidad social
porque, a través de la concesión de su favor personal, puede integrar en estas élites a
homini novi en reconocimiento a servicios o méritos personales.
La agricultura va a continuar siendo, durante este período, la principal actividad
económica del Imperio. La relativa estabilidad de la agricultura como fuente de riqueza,
pese a la emergencia de otras actividades económicas, va a hacer que durante este
período de los ss. I y II, la sociedad no sufra cambios bruscos, aunque sí una lenta
evolución que creará las bases para la sociedad del Bajo Imperio.
La estructura social romana no dependía únicamente de la economía. Los factores
jurídicos y sociales eran también fundamentales. Existían dos grandes grupos:
privilegiados y no privilegiados. Los grupos privilegiados se organizaban en órdenes, que

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eran unidades sociales cerradas y corporativas, ordenadas por criterios jerárquicos y con
funciones y prestigio específico.
Entre los estratos más bajos, estaba un grupo de masas de población urbana y rural que
se organizaba en función de diferentes criterios: económico, jurídico (ingenui, libertos y
esclavos) y jurídico-política (ciudadanos y peregrini).

11.2. Los privilegiados


Los emperadores romanos van a formalizar el viejo sistema republicano de los ordines,
adaptándolo para cubrir sus propios intereses. Así, en esta época, se van a ir
introduciendo hombres nuevos que, de una forma u otra, van a ir sustituyendo a la
antigua nobilitas que se había visto desaparecida casi completamente a raíz de las
guerras civiles. Estos nuevos hombres van a proceder de las altas capas de la sociedad
municipal, tanto de Italia como de las provincias. En concreto, el orden ecuestre va a
verse invadido por este grupo de amigos de los emperadores que han conseguido
elevarse gracias a su riqueza y los servicios prestados.
11.2.1. Ordo senatorial
El estrato más alto de la sociedad romana era el ordo senatorial. Augusto fijó su número
en 600, lo que apenas suponía, sumando las familias, un 2 por mil de la población del
imperio. Se exigía a sus miembros un censo mínimo de un millón de sestercios. La mayor
parte de ellos, grandes latifundistas del imperio, superaban con creces esa cifra.
Sin embargo, en el caso de los senadores, no era tanto la riqueza como otros factores
sociales, políticos e ideológicos los que le daban cohesión y exclusividad al ordo. Los
miembros del ordo senatorial recibían una cuidada educación tradicional, que inculcaba
un modo de pensamiento propio del ordo. Los matrimonios internos, las relaciones
familiares, las adopciones y los vínculos de amistad contribuían a hacer de este ordo un
círculo cerrado.
Pese a la exclusividad que lo caracteriza, el ordo senatorial va a sufrir cambios en su
composición a lo largo del Alto Imperio. Hombres nuevos procedentes de las altas capas
de las ciudades de Italia y las provincias van a ser promovidos al rango de senatoriales
por sus servicios a la casa imperial. La Galia meridional y la Bética proporcionaron los
primeros senadores no itálicos en tiempos de Claudio y Nerón y, sobre todo, con los
Flavios. En época de los Antoninos, accederán al senado hombres procedentes de las
provincias orientales y, más tarde, también africanos. Esto marcaba un elemento de
diferenciación dentro del propio ordo respecto a los senadores descendientes de la vieja
aristocracia republicana.
Los miembros del orden senatorial llevaban distintivos que los diferenciaban de otros
ordines como el latus clavus (una franja ancha de púrpura en la toga) y el anillo de oro
y gozaban de una posición privilegiada en el teatro, anfiteatro y circo.
El régimen instaurado por Augusto, al respetar las magistraturas tradicionales de la
república, mantuvo el ideal de vida del ordo y aumentó sus funciones y prestigio. Se
instituyó un cursus honorum en el que los senadores iban alternando el cumplimiento
de las viejas magistraturas con nuevos cargos de la administración imperial.

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11.2.2. Ordo ecuestre


Los caballeros romanos constituían el segundo grupo privilegiado del Imperio. La
condición de eques romano se alcanzaba por concesión del emperador a título
individual. Aunque no era hereditario, en la práctica los hijos de los caballeros solían ser
incluidos en el orden ecuestre. En tiempos de Augusto, el ordo contaba con unos 20000
miembros aunque la cifra va a ir aumentando a lo largo del Imperio por la admisión de
provinciales.
El ordo ecuestre era la fuente más importante de reclutamiento del ordo senatorial y
mantenían relaciones de parentesco y amistad con sus miembros, gracias también a
matrimonios mixtos. El acceso al ordo era muy variado. Muchos, de baja extracción, eran
promocionados por su habilidad en el mundo de los negocios o por sus buenas relaciones
sociales. En el ámbito de las aristocracias provinciales, la promoción se obtenía tras el
ejercicio de magistraturas locales en sus lugares de origen. También era frecuente el
acceso al rango ecuestre tras la carrera militar.
Los integrantes de este ordo poseían un censo mínimo de 400000 sestercios. Durante el
Alto Imperio, los ecuestres eran propietarios de tierras, individuos dedicados a la
industria y el comercio, prestamistas de dinero… Desde tiempos de Augusto, fue
creándose un cursus honorum ecuestre, siendo el empleo más ambicionado el de
prefecto del pretorio.
Los símbolos externos del ordo ecuestre eran la túnica angusticlavia (con una franja
estrecha de púrpura) y el anillo de oro y ocupaban un lugar especial en los espectáculos
públicos, aunque siempre detrás de los senadores.
No todos los caballeros aprovechaban las oportunidades de promoción social que ofrecía
el ordo. Una gran mayoría se limitó a disfrutar del prestigio social que le otorgaba el
rango en su localidad. Estos miembros del sector ecuestre, ligados a sus comunidades de
origen, constituían junto con el ordo decurional las oligarquías municipales del Imperio.
11.2.3. Ordo decurionum.
El tercer lugar en el conjunto de los grupos privilegiados de la sociedad romana lo ocupa
el ordo decurionum, como organismo de control de las administración de las ciudades
organizadas según el modelo romano y como conjunto de familias elevadas del resto de
la población por prestigio social y capacidad económica, es decir, la oligarquía municipal
de terratenientes.
El ordo de los decuriones no era una institución unitaria de todos los miembros del
Imperio, sino corporaciones autónomas e independientes con rasgos y composiciones
distintas según la categoría y condiciones económicas de cada ciudad. Estaba formado
por cualquier ciudadano acaudalado que, por desempeñar magistraturas municipales,
era integrado en el consejo local o curia que, en cada ciudad, contaba con unos cien
miembros. Para ello, debía contar con un censo mínimo elevado que era de unos cien
mil sestercios aunque variaba dependiendo de las ciudades.
Entre sus funciones, se encontraba la responsabilidad de garantizar el funcionamiento
autónomo de las ciudades en la administración financiera, abastecimiento de trigo,
construcciones, juegos y espectáculos públicos…

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A lo largo del s. II, muchos de los decuriones van a experimentar dificultades financieras
que les impedirán correr con los gastos que exigían las magistraturas locales. Así, cada
vez se hizo más difícil encontrar a candidatos voluntarios para la curia y dio comienzo
un proceso de reglamentación por parte del Estado que hizo a los decuriones
responsables de la recaudación de impuestos. Las cargas económicas van a pesar más
que los privilegios y honores sociales y se va a ir dando una decadencia de las oligarquías
municipales, lo que, dado su papel director al frente de las ciudades, va a acelerar los
cambios en los que se fundamenta la sociedad del Bajo Imperio.

11.3. La plebe urbana y rural.


En una situación de inferioridad legal con respecto a los órdenes se encontraba el resto
de la población libre, la plebs, la masa, aunque poseyeran ciudadanía. Dentro de ella,
había una barrera importante entre ciudadano y no ciudadanos (peregrini). Se trataba
de un grupo muy numeroso y enormemente heterogéneo, que aglutinaba a elementos
con intereses diversos (pequeños propietarios de tierra, artesanos, comerciantes…).
Conocemos muy mal las particularidades de este sector social porque contamos con
escasa documentación.
Un número elevado de miembros de la plebe formaban el sector rural que vivía de los
ingresos derivados de las actividades del campo, como pequeños propietarios, colonos,
jornaleros… La evolución del sector agrícola a lo largo del Imperio, con una
concentración creciente de la propiedad agrícola, afectó de manera negativa a estas
capas de población que, al perder las tierras, o bien emigraron a la ciudad o
permanecieron en el campo como colonos o jornaleros. Eran el estrato social más pobre
del Estado romano y, aunque nominalmente libres, su situación, sin tierras ni recursos,
apenas se diferenciaba de la de los siervos.
En el ámbito urbano, la producción artesanal era la principal actividad de la plebe
urbana. Generalmente, giraba en torno a pequeños talleres de carácter familiar. Su
posición social era, en general, más favorable que la de la plebe rural ya que las
condiciones de trabajo en la ciudad eran mejores y ofrecían más posibilidades de
promoción social, así como espectáculos y repartos de trigo.
Uno de los medios de promoción social de la plebe era la contratación de libres como
funcionarios subalternos de la administración y el servicio en los cuadros de las legiones
o como auxiliares del ejército, abierto tanto para ciudadanos como para libres sin
estatuto jurídico privilegiado.
Las capas bajas urbanas podían organizarse en collegia o asociaciones de diferente
carácter controladas por el Estado o por la administración local que permitían a sus
miembros cumplir una serie de funciones y disfrutar de beneficios. En su mayoría, los
collegia eran de carácter religioso y funerario aunque también existían collegia
profesionales. Los collegia religiosos reunían a los devotos de una divinidad particular o
se dedicaban a rendir culto al emperador. Disponían, por lo general, de templo propio y
llevaban a cabo los ritos mediante magistrados y sacerdotes ordenados jerárquicamente.
Otro tipo de collegia se encargaban de cubrir las necesidades de funerales y
enterramientos de sus miembros. Para ello, los asociados pagaban una cuota mensual.

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Las asociaciones profesionales reunían a integrantes con una misma profesión y


tomaban su nombre del oficio. Su finalidad era la defensa de los intereses comunes y,
aunque eran de carácter privado, tenían también funciones públicas.
11.4. Los libertos
Por medio de la manumisión, el antiguo esclavo se convertía en liberto de su amo, que
pasaba a ser su patrono. A diferencia de los ingenui o nacidos libres, los libertos
formaban un grupo social particular, los libertini. Aun siendo jurídicamente libres y
ciudadanos, los libertos se hallaban en una situación de inferioridad con respecto a los
ingenui, circunstancia que podía cambiar el emperador. No podían acceder a las
magistraturas y la curia de las ciudades, pero sí participaban en el culto imperial. Las
limitaciones de que eran objeto los libertos no las compartían sus descendientes.
Se trata de un grupo muy variado. No era infrecuente el caso de libertos que permanecen
en una situación económica similar a la que tenían cuando eran siervos, pero también
hubo libertos que se enriquecieron a través del comercio y las finanzas.
Un grupo especial lo constituía el de los libertos imperiales, que, con la extensión de la
burocracia, cumplieron una amplia gama de funciones, con una posición privilegiada y
recursos económicos considerables. También en las ciudades llegó a formarse un grupo
de libertos ricos que formaban, en palabras de Roldán, una “pseudoaristrocracia de
dinero”. Estos solían constituir un colegio propio, el de los Augustales, dedicado al culto
al emperador y que suponía cuantiosos gastos para sus miembros.
11.5.Los esclavos
El fin de las guerras de conquista a comienzos del Imperio y la limpieza de los mares
hicieron disminuir las fuentes tradicionales de aprovisionamiento de esclavos: la
esclavización de prisioneros y el comercio pirático. Otras fuentes continuaron existiendo
como la venta de hijos por sus padres, la condena o la reproducción puesto que los hijos
de madre esclava heredaban la condición materna. No obstante, los esclavos agrícolas
fueron sustituidos progresivamente por colonos, agricultores libres que arrendaban una
parcela de terreno a cambio del pago de una determinada renta en productos de cultivo.
El esclavo era considerado al mismo tiempo como ser humano y cosa, propiedad del
dominus. El esclavo carecía de personalidad jurídica y estaba sometido a la potestad del
dueño; carecía de propiedad pero podía beneficiarse del peculium, un patrimonio
concedido por su dueño que podía administrar hasta llegar a comprar, incluso, su propia
libertad.
La situación real de los esclavos era diferente, dependiendo del tipo de ocupación y de
la posición del dueño. En época imperial aparecen empleados en distintas actividades y
sectores económicos. Dentro del conjunto, los esclavos utilizados en minas y canteras se
hallaban sometidos a los rigores más extremos. Los esclavos imperiales, en el otro lado
de la balanza, recibían una formación y cumplían con tareas importantes de tipo
administrativo.
A lo largo del Alto Imperio, la legislación va a ir dirigida a proteger la vida del esclavo,
restringiendo los abusos de los domini sobre sus esclavos.

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