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Nadie puede ser despreciado por mucho que haya

caído. Démosle la mano por que esa persona no ha


perdido la calidad de ser humano.

Cuando el más encomiable valor nos limpia el


alma de todo rencor que nos marca, finalmente, a
quienes estuvimos alejados.

El día 2 de enero de 1884, un anciano desconocido


se presentó al señor cura, párroco de una
población de Francia, pidiéndole por favor, que
fuese a ver a una enferma que iba a morir. No
solo el anciano indica la calle, la casa y el
número, sino que también se ofrece acompañar al
sacerdote hasta la puerta de la casa.

La calle nombrada tiene mala reputación el


anciano es desconocido. Y la oscuridad de la
noche hace que el ministro de dios ponga algún
reparo a la invitación del visitante, mas este le
dice:

Es preciso que usted venga y sin tardar, porque


es cuestión de administrar los santos
sacramentos a una pobre mujer que está a punto
de agonizar.

El sacerdote no vacila un momento que


acompañado en camino para cumplir su deber.+

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