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La propuesta de Carlos García-Bedoya está orientada a atender una necesidad

que el autor halla olvidada y que merece según su juicio atención por considerarla

importante para el desarrollo de la literatura peruana: la historia literaria.

Esta falencia que el autor recoge y que antes también Antonio Cornejo Polar

había señalado ubica una desatención de parte de los intelectuales por el trabajo de esta

disciplina que antes había gozado de aceptación en los círculos académicos otrora y que

en la actualidad es observada con recelo por el prejuicio que sugiere su biografismo:

desacreditándola y dando lugar a un, cada vez más influyente, enfoque inmanentista de

la obra literaria y, en consecuencia, de los juicios literarios en general.

El enfoque del autor, en este sentido, es integrador en tanto que asume la obra

literaria en su condición dialogante: producto de una interrelación con la sociedad y la

cultura con la que interactúa y de la cual es parte. Es decir, halla una complejidad que

dota de vasos comunicantes a la literatura en general pero, y sobre todo, a la literatura

peruana por su condición especial de ser producto de una colisión de culturas y procesos

de aculturación y transculturación a lo largo del tiempo. Además atribuye a la historia

literaria un rol de conjunto al lado de la crítica y las teorías literarias por considerarlas

interdependientes y básicas para la disciplinariedad de la literatura.

Así, el autor emprende la tarea de acotar con su propuesta a la historia literaria

no sin antes traer a consideración la categoría de “periodo” que le servirá de hilo

conductor junto con la exposición de sus bases epistemológicas para fundamentar su

propuesta.

En el primer capítulo se hace un recuento de las definiciones y las maneras de

periodizar la literatura en general a través del tiempo. Halla desde los más arbitrarios

como los naturalistas que relacionaban los períodos con las estaciones y etapas de la
vida humana: niñez, adultez y senectud; seguidos de los que consideraban que “toda

obra y todo autor constituyen la expresión del espíritu de una época”. Más tarde se

enumera la tesis metafísica según la cual la idea aglutinadora de un período es

irrelevante y se asume arbitrariamente que cualquier evento histórico o efemérides

puede servir bien para organizar las obras y los “períodos” literarios con la justificación

del carácter único de una obra literaria. Asimismo, se trae a colación la organización en

períodos tomando en cuenta las épocas culturales (Renacimiento, Barroco, etc.) en la

que se asume la homogeneidad de las series literarias y la posibilidad de versatilizar un

modelo periódico. Finalmente se aborda el tema de las generaciones pero se abandona

rápidamente por considerar que la “generación no constituye…ningún tipo de unidad

orgánica” y sí una categoría descriptiva para reunir a un grupo de escritores que

nacieron el mismo año.

De esta revisión se concluyen algunas cosas: “No es posible formular “leyes”

periodológicas que instauren forzadas regularidades en el proceso literario” (García-

Bedoya 1990, 21). Es decir, que la idea de período para el autor no ubica

homogeneidades que doten de organicidad los periodos literarios sino que por el

contrario halla en ellos un corpus heterogéneo y busca formas de organizarlo a partir de

criterios literarios pero también sociales y culturales.

Así, en última instancia se toma el postulado de Rene Wellek para un análisis

más profundo por considerarse más coherente en tanto que basa su delimitación

periodológica tomando en cuenta criterios exclusivamente literarios, a este respecto el

autor halla algunas objeciones en cuanto a la homogeneidad pre-asumida a esta

organización en tanto a estilos.

En este punto se toman a consideración motores en el cambio de orden literario a través

del tiempo (literarios y extra-literarios).


Es así que se trae a colación la perspectiva de Yuri Tinianov para dar una visión

histórica de la literatura considerando no la “génesis de los fenómenos literarios, sino

por la evolución literaria” y así “entendiendo a la obra literaria como a la literatura

como sistemas literarios, es decir la evolución resulta ser una sustitución de sistemas

literarios.

Se considera para este planteamiento que toda obra, en tanto elemento de un

sistema literario, cumple dos tipos de funciones: una función literaria y otra función

verbal y para establecer la relación de una obra con el aspecto social es necesario

determinar previamente su puesto en la serie literaria.

Así también se atribuye a esta perspectiva virtudes en tanto que descarta la

visión autónoma de la literatura y enfatiza la relación “no mecánica” entre literatura y

sociedad, sin embargo, se considera que adolece de no esclarecer la el vaso comunicante

entre literatura y sociedad.

Más tarde se toma en cuenta la categoría de totalidad según la perspectiva

marxista en la que se contraponen “dos niveles en la totalidad: la infraestructura y la

superestructura.” A las que el autor les atribuye una relación mecánica. Más bien

considera la totalidad de una complejidad mayor. Es en este sentido las halla como la

relación de las diversas dimensiones o niveles de un movimiento dialéctico, es decir que

las partes y el todo (obras y literatura) tienen una relación dinámica y no solamente

vertical o “unidireccional”.

De esta manera el autor trata de relacionar la literatura y la sociedad de una

manera no mecánica a través del entendimiento de las relaciones “como un sistema de

sistemas que integra en su estructura lengua, imaginario social (o si se prefiere,

ideología, o visión de mundo), y además sus propios códigos de organización de esos


materiales y de representación de la realidad, o sea de la experiencia humana,

comprenderemos que la literatura es creación y no reproducción…” (Garcia-

Bedoya.1990, 28).

Es así que el autor erige la característica autónoma antes que autárquica de la

literatura y sus vínculos con la sociedad como producto de la creación o la praxis

humana y parangona la economía a nivel de esta.

La categoría de período según el planteamiento del autor establece, en

conclusión, una idea no inmanentista de la evolución literaria, destaca que existe una

relación no mecánica entre la literatura y la sociedad que es natural en tanto que

producto humanístico y lo enfoca desde el acto creativo. Encontramos que esto último

se logra esclarecer enfocando la literatura en el “estudio del lenguaje artístico” aun

cuando esto se crea desvinculado del eco social y cultural el autor logra con su

metodología histórica y sirviéndose de la categoría de período deslindar con la idea del

nexo mecánico entre literatura y sociedad y esclarecer la relación natural entre estas a

través del tiempo.

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