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Dinámica y balance de la materia orgánica del suelo: Fertilidad actual

o captura de carbono

Juan Galantini
Comisión Investigaciones Científicas (CIC) – CERZOS- Dpto. Agronomía, UNS, San
Andrés 800, 8000 Bahía Blanca. jgalanti@criba.edu.ar

Introducción

El carbono es el cuarto elemento más abundante del universo, luego del hidrogeno, el
helio y el oxígeno. En el ambiente se encuentra en el aire, en la materia orgánica del
suelo, en los combustibles fósiles, en las rocas carbonatadas, así como en los seres
vivos.
A partir del proceso bioquímico de la fotosíntesis, los vegetales obtienen un material
orgánico de alto valor energético del CO2 del aire, el agua, los nutrientes y la energía
radiante (Figura 1). De esta forma, las plantas actúan como biogeneradores de
compuestos energéticos los que serán en parte utilizados para cubrir sus necesidades.
Otra parte de esa energía es incorporada al suelo como restos vegetales y animales,
progresivamente procesados por organismos específicos y llegar a transformarse en
humus. En este sentido, la corteza terrestre actúa como una batería, en donde la energía
es almacenada en la materia orgánica (MO), o su equivalente el carbono orgánico (CO)
que representa aproximadamente el 50% de ella.
En un proceso inverso, esa energía almacenada se utiliza en los procesos relacionados
con la vida, sea durante el crecimiento de las plantas, los procesos de digestión de los
animales o por la descomposición (mineralización) del material orgánico del suelo.
El balance entre los flujos de entrada y salida, de energía o carbono, determinará el
contenido de MO del suelo. Cada ecosistema tiene su capacidad de generar, incorporar
y mantener esa energía en forma de MO, que va a depender de la disponibilidad de
agua, del aporte de nutrientes del suelo, el clima y características de la vegetación. El
hombre tiene la capacidad de alterar esos flujos en uno u otro sentido.

Agua
CO2

Cosecha

Sustancias Residuos
Agua
Húmicas
Biomasa
microbiana
Nutrientes Matriz
mineral

Figura 1: Esquema general de las transformaciones del carbono en el sistema


atmósfera – planta – suelo

Importancia de la MO para la agricultura

La importancia de la materia orgánica ha sido reconocida desde la antigüedad. Ella tiene


influencia sobre las propiedades químicas, físicas y biológicas del suelo, en forma

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directa o indirecta (Figura 2). En términos generales, mejora las condiciones edáficas
haciéndolas más favorables para el desarrollo de las plantas. Regula el pH, aumenta la
capacidad de retener iones, beneficia la estructura y estabilidad del suelo, modifica la
disponibilidad y la dinámica del agua, así como la interacción con los contaminantes,
etc.
La MO es una reserva importante de nutrientes en el suelo, especialmente en las
regiones semiáridas. Se encuentran asociados a ella el 95% del N, entre el 40 y 80% del
P y alrededor del 90% del S del suelo. Debido a su origen, ella contiene todos los
nutrientes necesarios para los vegetales, los que son liberados durante su
descomposición de los residuos o mineralización de la MO. Por consiguiente, su
variación tendrá un efecto directo sobre el almacenamiento, el reciclado y la provisión
de estos nutrientes, con consecuencias sobre el desarrollo de los cultivos.
Es evidente que la MO del suelo contribuye de varias maneras para mantener la
productividad. Sin embargo, solo en algunos casos se ha observado una relación
cuantitativa directa entre la MO y la productividad. Esto se refleja en su escaso uso en el
diagnóstico de fertilidad. ¿Por qué un elemento que es clave dentro del mantenimiento
de la fertilidad y productividad de los cultivos no se utiliza en el diagnóstico de las
necesidades de nutrientes? La respuesta puede ser parcialmente encontrada en los
siguientes puntos:
a. Existen umbrales a partir de los cuales se ven los efectos adversos de la perdida
de MO.
b. Generalmente el efecto es in directo.
c. Hay factores diferentes al manejo que tienen un efecto más importante sobre el
contenido de MO.
d. No toda la MO tiene la misma función.
La disminución de la MO inicialmente beneficia la producción de los cultivos, como
resultado de la liberación de grandes cantidades de nutrientes. Los efectos negativos se
producen cuando esta disminución cae por debajo de ciertos umbrales, de forma tal que
los nutrientes liberados no alcanzan a satisfacer las necesidades de los cultivos y/o las
propiedades físicas comienzan a ser adversamente afectadas. Por esto, el enfoque debe
ser integral y dinámico. Es decir, que se consideren las características del sitio que
modifican los equilibrios de la MO en el suelo, las particularidades de cada una de las
fracciones orgánicas, como varían los equilibrios en el tiempo y como se pueden
modificar.

Biologia

MO
Física

Químic
icaa

Figura 2: Relaciones directas e indirectas entre la materia orgánica y las


propiedades químicas, físicas y biológicas del suelo

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Las fracciones orgánicas

Si bien la MO es una mezcla heterogénea de material orgánico en donde no existen


límites definidos, desde el punto de vista funcional y conceptual es importante fijarlos.
Es posible definir varios compartimentos discretos con una relación inversa entre su
tamaño y su velocidad de descomposición, donde las fracciones más abundantes se
descomponen más lentamente. La disponibilidad para los microorganismos de cada uno
de estos compartimentos dependerá de su composición química, relación C:N, estado de
humificación y ubicación dentro de la matriz del suelo (Solins et al., 1999, Balesdent et
al., 2000).
La importancia funcional de la MO varía sistemáticamente con su edad. Los materiales
más jóvenes son los biológicamente más activos, aquellos de edad intermedia
contribuyen notablemente al estado físico edáfico, mientras que los más antiguos
presentan una marcada influencia sobre la reactividad físico-química del suelo.
Desde el punto de vista productivo y de la calidad del suelo, el contenido de MO total
aporta muy poco para el estudio de los efectos de las prácticas agronómicas de corto
plazo (Tan et al., 2007). Esto se debe a que las fracciones orgánicas más abundantes en
el suelo son las de ciclado más lento, por ello se necesitan muchos años para observar
esas diferencias. En cambio, las fracciones lábiles son más sensibles a los efectos del
uso de la tierra, motivo por el cual pueden utilizarse como indicadores tempranos del
efecto de la rotación de cultivos, de la fertilización o del sistema de labranza sobre la
calidad del suelo (Haynes, 2000; Six et al., 2002).
Los estudios de separación y caracterización química de las sustancias húmicas
permitieron conocer aspectos estructurales de la MO, su complejidad y su interacción
con el medio, tanto con la fracción mineral como con compuestos tóxicos. Por otro lado,
debido a su resistencia a la transformación fue difícil de relacionar esta información con
los cambios en el corto plazo y la fertilidad del suelo.
Los resultados del fraccionamiento físico sugieren tres niveles de complejidad
estructural y funcional del ciclado de la MO en el suelo:
• a nivel de complejos órgano-minerales, donde las características de los minerales y
la MO, así como su interacción regulan la velocidad de descomposición;
• a nivel de agregación de los complejos órgano-minerales, donde MO lábil puede ser
protegida físicamente dentro de los agregados;
• a nivel de la estructura del suelo, que incluye a los dos anteriores, y donde tienen
importancia los aspectos biológicos y de manejo que modifican el espacio poroso
influyendo sobre la velocidad de transformación de los compuestos orgánicos
lábiles.
La comprensión de las transformaciones y almacenamiento de la MO se puede alcanzar
integrando el conocimiento de los procesos de descomposición en los tres niveles
(Christensen 2001).
Surge de esta forma la importancia del contenido y balance entre las diferentes
fracciones de la MO como un indicador del “estado orgánico” o de la “calidad” del
suelo. Los métodos de fraccionamiento químico y físico en conjunto pueden aportar
información complementaria sobre aspectos estructurales y funcionales de las
fracciones orgánicas en el suelo (Galantini et al. 2002, 2004; Galantini y Suñer, 2008).

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Como se mencionó, el proceso de transformación desde los residuos a la formación del
humus es continuo y lleva siglos. Sin embargo, desde el punto de vista conceptual, para
entender mejor las transformaciones que se producen en el suelo y los efectos sobre el
sistema suelo:cultivo, es necesario definir compartimentos. En este sentido, es posible
diferenciar dos fracciones con características muy diferentes entre sí:
Asociada a la fracción mineral o humificada (MOM)
ƒ Más transformada y estable; tiene mayor asociación con los minerales del suelo;
es más resistente a la degradación y posee una mayor concentración de C y
menor C:N
Particulada o “Joven” (MOP)
ƒ Menos transformada y semejante a los residuos; escasa asociación con los
minerales del suelo; menos resistente a la degradación y menor concentración de
C y mayor C:N
Estas diferencias tan importantes entre ellas hacen que en el suelo cumplan funciones
distintas, principalmente vinculadas con la formación de los complejos órgano-
minerales y los agregados, en el primer caso, y en el ciclo de los nutrientes en el
segundo. Cualquier intento de conocer mejor el efecto de la MO sobre las propiedades
del suelo y el funcionamiento del sistema debe partir del análisis separado de las
mencionadas fracciones.

Factores naturales que influyen sobre los equilibrios de la MO

Naturalmente el contenido de MO del suelo está relacionados con los denominados


"factores formadores del suelo". Stevenson (1982) representa esta dependencia
mediante la siguiente expresión, similar a la propuesta por Jenny (1941) para relacionar
las propiedades edáficas con los factores formadores del suelo:
MO = f(tiempo, clima, vegetación, material original, topografía).
Esto significa que solo se pueden comparar los contenidos de MO entre aquellos lugares
que tengan todas las variables semejantes.
En los suelos de la región semiárida y subhúmeda Pampeana, la textura y la profundidad
tienen un efecto directo e importante sobre el nivel de MO (Buschiazzo et al., 1991,
Galantini, 1994, Quiroga et al., 1996). En particular, la textura del suelo influye
significativamente sobre la cantidad, la distribución y la calidad de las fracciones
orgánicas (Galantini et al., 2004). De esta forma, la textura define la capacidad de
almacenamiento de MO, la estabilidad de los equilibrios y la disponibilidad de
nutrientes.
La temperatura y la humedad son los dos factores climáticos más importantes que
afectan los niveles de CO en el suelo.
En la región Pampeana se observó una relación directa entre la precipitación y el
contenido y calidad de la MO (Crespo y Rosell, 1990), relación que puede variar con la
distribución de las lluvias (Galantini y Rosell, 2006).
El aumento de la precipitación favorece la mayor producción de materia seca con el
consiguiente aumento en el aporte de C al suelo. Por otro lado, el aumento de la
temperatura estimula el crecimiento vegetal como también la actividad microbiana y la
descomposición de la MO del suelo. El nivel de equilibrio dependerá de la importancia

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relativa de ambos factores, siendo la relación precipitación: temperatura un buen índice
para explicar el contenido de CO en suelos de las llanuras Pampeana y Chaqueña
(Alvarez y Lavado, 1998).

Prácticas de manejo que modifican la MO

Los factores naturales, como las características climáticas y tipo de suelo, condicionan
la cantidad, calidad y distribución de las fracciones orgánicas, mientras que las prácticas
agronómicas pueden alterar esos equilibrios. Las prácticas que mayor efecto tienen
sobre la dinámica de la MO en el suelo son: las labranzas, la secuencia de cultivos y la
fertilización.

Sistema de labranza
La frecuencia e intensidad de las labranzas altera las propiedades del suelo, la
distribución de la MO y de los nutrientes de la profundidad laboreada. Estos cambios en
el largo plazo pueden reflejarse en la disponibilidad de nutrientes, en la productividad
de cultivo y en la sustentabilidad del sistema. El cambio de un sistema con labranzas a
uno en SD produce una serie de modificaciones en el suelo que pueden ser
caracterizados por distintas etapas, llegando a estabilizarse luego de 20 años (Moraes
Sa, 2003).
Uno de los efectos más marcados de la SD es la redistribución de la MO dentro del
perfil. La no remoción del suelo produce la estratificación de la MO que puede
utilizarse como indicador de calidad y funcionamiento del sistema (Franzlembbers,
2002; Galantini et al., 2004). Numerosos estudios han puesto en evidencia la
acumulación superficial del material orgánico y de los nutrientes menos móviles como
el P (Papendick y Parr, 1997; Krüger, 1996; Galantini, 2001; Venanzi et al., 2002;
Galantini et al., 2004).
Esta estratificación comienza con la suspensión del laboreo y es afectada por las
condiciones naturales (tipo de suelo, condiciones climáticas, etc.) y por el manejo
(cantidad, calidad y distribución de los residuos de cultivos, aplicación de fertilizantes,
rotación, etc.).

Rotación de cultivos
La alternancia planificada de diferentes cultivos ha sido una práctica útil para controlar
plagas y enfermedades, evitar el empobrecimiento del suelo, diversificar la producción,
aumentar la disponibilidad de N con la inclusión de leguminosas, etc. El aumento la
biodiversidad permite hacer mejor uso de la diferente capacidad de las especies de
explorar el suelo y producir bioporos. La intensificación y tecnificación agrícola han
llevado paulatinamente al monocultivo, aumentando la dependencia de insumos, tales
como los fertilizantes y plaguicidas.
La rotación de cultivos permite alcanzar rendimientos más elevados y estables,
favoreciendo el ciclado y la exportación de nutrientes, es por este motivo debe
complementarse con una fertilización balanceada (Galantini et al., 2000). El sistema de
rotación debe ser evaluado en su totalidad, es decir, el resultado de todo el ciclo y no el
de alguno de sus componentes.

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En la región semiárida Pampeana se ha visto que la rotación de cultivos produce
cambios significativos en el CO del suelo a largo plazo (Miglierina et al., 2000). La
inclusión de pasturas o verdeos de invierno consociados dentro de la rotación favorecen
la acumulación del CO (Galantini, 1994; Miglierina et al., 2000). Posiblemente, como
consecuencia de la inclusión de las leguminosas, del mayor período vegetativo, del
ciclado de nutrientes acelerado por la intervención animal y/o reducción de las
labranzas.
Miglierina et al. (2000) compararon el monocultivo de trigo (TT), la alternancia de trigo
con campo natural pastoreado (TP) y la rotación con leguminosas (TL) en la EEA
Bordenave del INTA (Tabla 1). A los 15 años de iniciado los sistemas de producción se
observaron diferencias en los contenidos de CO en la profundidad 0-21 cm. El
monocultivo con trigo fue el tratamiento con menores contenidos de CO, el TP fue
conservador del CO pero de baja productividad, mientras que la rotación con
leguminosas fue el de mayor producción y niveles de CO más elevados. La fertilización
aumentó el CO del suelo, en mayor medida en el caso de la rotación con leguminosas.
Grant et al. (2001) también observaron que las prácticas de manejo que favorecen la
acumulación de MO en el suelo parecen interactuar positivamente entre ellas como en
este caso, de forma tal que la ganancia neta de MO será mayor cuando se aplican
combinadas.
Al comparar una rotación pastura – cultivos anuales (PaC) con una rotación girasol –
trigo (TG) se observó que las mayores pérdidas respecto del valor original se produjeron
en el COP (Tabla 2), pero con mayor intensidad de labranza las pérdidas también se
observaron en la fracción humificada, la más resistente (Galantini y Rosell, 1997).
Además, se observaron pérdidas significativas en la de N, P y S asociados a la fracción
más joven de la MO, poniendo en evidencia su importancia relativa.
En un estudio realizado en 115 suelos diferentes del S y SO bonaerense, se determinó
en promedio un contenido de 8 Mg ha-1 de MOP en la profundidad 0-20 cm (Galantini
et al., 2007). Además, cada Mg de MOP contenía 40 kg de N, 1 kg de P, 6 kg de K y 3
kg de S.
Estos resultados confirman la importancia del COP como indicador sensible al efecto
del sistema de producción, además de poner en evidencia su susceptibilidad a la
degradación y la disponibilidad de los nutrientes mineralizables.

Tabla 1: Contenido y cambio del carbono orgánico (CO, Ton ha-1) en un suelo del
SO de la provincia de Bs. As. bajo diferentes sistemas de producción
Profundidad TT TP TL
(cm) nf f nf f nf f
0 – 0,21 40,2 43,7 43,3 45,5 44 51,3
Efecto:
Fertilizante 2,16 Ton ha-1 (5,4%) 0,86 Ton ha-1 (2,0%) 5,96 Ton ha-1 (13,5%)
Rotación -3,1 -1,8 Sistema tradicional 0,7 5,8

TT, monocultivo de trigo; TP, trigo – pastoreo del campo natural; TL, trigo – verdeos de invierno
consociados (avena + vicia); f y nf, fertilizados y no fertilizados, respectivamente

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Tabla 2: Distribución del C en diferentes fracciones orgánicas luego de 9 años en
dos sistemas de producción diferentes.
Carbono Orgánico del suelo (Mg ha-1)
Rotación Humificado (COM) Particulado Total
AH AF Humina Total (COP) (COT)
Referencia 5.42 3.45 8.03 16.89 7.11 24.00

Pastura – Trigo 6.07 3.96 7.30 17.33 3.50 20.83

Girasol - Trigo 5.23 1.99 3.93 11.16 2.18 13.34

Dinámica de las fracciones orgánicas en la rotación trigo-leguminosa


La rotación de cultivos tiene un importante efecto sobre el estado orgánico del suelo. La
mayoría de los estudios concuerdan en los efectos benéficos de las pasturas sobre las
propiedades químicas, físicas y biológicas del suelo (Loewy y López, 1994; Wortmann
et al., 2000). Sin embargo, el período requerido para observar estos resultados, el costo
de implantación y la relación entre la superficie agrícola-ganadera requerida dificulta su
implementación, especialmente en establecimientos de pequeña a mediana superficie.
Una alternativa es la utilización de verdeos de invierno consociados (VIC),
generalmente utilizando avena (Avena sativa) o triticale como gramínea y vicia (Vicia
sativa) como leguminosa. Los VIC presentan la ventaja de ser anuales, fáciles de incluir
en establecimientos de pequeña superficie y con escasas dificultades para su manejo.
Desde el punto de vista de la fertilidad se han observado importantes efectos de los VIC
sobre las propiedades químicas del suelo (Miglierina et al., 2000) y la productividad del
cultivo de trigo implantado posteriormente (Galantini et al., 2000), la que puede ser
equivalente a la aplicación de 64 kg de N y 16 kg de P ha-1 (Galantini et al., 1993).
Galantini et al. (2002) estudiaron la dinámica de las fracciones orgánicas durante la
rotación 3 años trigo (Triticum aestivum) 3 años trébol (Trifolium pratense).
Encontraron que el COM del suelo, la fracción más estable de la MO y ligada a la
fracción mineral, fue poco variable en las diferentes fases del ciclo productivo,
presentando valores semejantes a los del suelo de referencia (pastura no cultivada) y
levemente superiores durante el período con leguminosas (Tabla 3).
El contenido de COP en el suelo cultivado resultó inferior al encontrado en el suelo de
referencia, y variable en el tiempo. Se observó un neto aumento del COP durante el
período de la rotación con trébol (0,28-0,30 %) y una disminución en el período con
trigo (0,19-0,21 %). La relación COP:COT marcó claramente las fases de la rotación,
con valores inferiores a 0,19 durante los años con la gramínea y mayores que 0,21 en
aquellos con leguminosa. Si bien el período con leguminosas aumentó el nivel de COT,
la distribución de las fracciones orgánicas se modificó respecto al suelo de referencia.
El contenido de N en la MOM fue semejante en las diferentes fechas de muestreo, con
una relación C:N entre 10-12, mientras que los contenidos de nitrógeno en la MOP
presentaron diferencias significativas entre las fechas de muestreo. Durante el período
con trigo los valores fueron menores que durante el período con leguminosa. En este
último, el contenido de N en la MOP fue significativamente mayor, incluso que en el
suelo de referencia. Es decir, existió un enriquecimiento en N en la MOP que se reflejó
en menores relaciones C:N, lo que influenciaría la dinámica de las transformaciones y la
disponibilidad.

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La variación en los contenidos de las fracciones orgánicas separadas químicamente
mostraron tendencias semejantes a las observadas en las fracciones aisladas físicamente
y las relaciones AH:AF resultaron semejantes o inferiores a aquéllas encontradas en el
suelo de referencia, predominando los valores más bajos durante el período con trébol.
El AH presentó un ligero incremento de los grupos alifáticos, amino y polisacáridos, así
como cambios en su composición elemental durante el período con trébol.

Tabla 3: CO y N asociado a la fracción mineral (COM y N-MOM), particulado


(COP y N-MOP) y total (COT) en las diferentes fases de la rotación
trigo – trébol
COM COP COT COP/COT N-MOM C:N N-MOP C:N
% % %
ns ** * ns
Ref. 0,93 0,37 1,26 0,29 0,081 11,5 0,014ns 26,4
do ab b b bc
2 T 0,93 0,21 1,14 0,18 0,090ª 10,3 0,014 14,8
er ab b b c
3 T 0,92 0,19 1,11 0,17 0,089ª 10,3 0,008 14,9
1er L 0,87b 0,25ab 1,12b 0,22 0,086ª 10,2 0,019ªb 13,1
2do L 0,97ab 0,30a 1,27ª 0,24 0,090ª 10,7 0,025ª 12,1
er a a
3 L 1,01 0,28 1,29ª 0,22 0,085ª 11,9 0,025ª 11,2

Ref., suelo natural no cultivado de referencia; 2T y 3T: segundo y tercer trigo consecutivo,
respectivamente; 1L, 2L y 3L: primer, segundo y tercer año de leguminosa, respectivamente; ns, * y **:
diferencia no significativa y significativa (P<0,05 y P<0,01) respectivamente, entre el suelo de referencia
y 2T; en cada columna letras diferentes indican diferencia significativas (P<0,05) entre los diferentes
años de muestreo.

Durante la rotación trigo-leguminosa se produjeron cambios en la cantidad, distribución


y calidad de los componentes orgánicos del suelo. Las fracciones lábiles de la MO, así
como su relación con la fracción resistente, reflejaron diferencias entre las dos fases de
la rotación.
La inclusión de ciclos cortos de leguminosas forrajeras dentro de la rotación con trigo
aumenta el contenido de las fracciones orgánicas lábiles y modifica las más resistentes.
Estos cambios pueden afectar positivamente la fertilidad química y física del suelo, así
como la productividad del sistema.

Fertilización
La fertilización produce cambios significativos sobre las diferentes fracciones
orgánicas, incrementando el contenido de la MOP y modificando tanto la cantidad como
la calidad de las sustancias húmicas.
Las diferencias en cantidad de MOP dependen del balance entre aporte y salidas del
sistema de producción. La cantidad y calidad de los residuos orgánicos son las dos
características que determinan el aporte y su velocidad de transformación. Por otro lado,
la descomposición dependerá del ambiente físico y las condiciones climáticas, en
especial temperatura y humedad. Aquellos factores que afecten estas condiciones, tales
como pisoteo, cobertura, riego, etc., tendrán efecto directo sobre el balance de carbono
en el suelo.

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Estudiando la dinámica de largo plazo de las fracciones orgánicas, Galantini y Rosell
(2006) observaron que las variaciones dependían del estado físico del suelo y del efecto
de la disponibilidad de agua sobre la actividad microbiana (descomposición) y sobre la
producción del cultivo (aporte). El efecto del N en estos casos puede ser variable, en el
caso que sea limitante de la descomposición puede acelerarla y en casos que sea
limitante de la producción puede aumentar los aportes (Galantini et al., 2004).

Balance de carbono

Los cambios en el contenido de MO del suelo en el mediano y largo plazo resultan del
balance entre la entrada y la pérdida de material orgánico. Como la calidad de los
diferentes materiales es variable, el balance se debe basar en sus contenidos de carbono.
La salida de carbono está dada por la oxidación permanente de todas las fracciones
orgánicas, cuya magnitud depende de las características del suelo (textura) y del clima
(temperatura y humedad), de la calidad de la MO (resistencia a la degradación y de la
protección física) y del manejo agronómico (barbecho, labores, rotación de cultivos,
etc.). Son estos factores los que definen la velocidad de descomposición o k2 del suelo,
cuyo valor es muy variable, pero que en la mayoría de los estudios la ubican entre 1 a
2% anual (Molina y Smith, 1998) o valores superiores cuando se incluyen fracciones
lábiles de la MO.
Por otro lado, los aportes al suelo serán los residuos de los cultivos y, eventualmente,
cualquier aporte de abonos orgánicos. La parte no cosechada de los diferentes cultivos
tiene una concentración aproximada de 40% de carbono. Es decir, que descontando la
humedad remanente en los residuos (10%), estimando el aporte de las raíces (entre 20 y
40%) y aplicando el factor 0,4 podemos estimar el aporte anual de carbono al suelo. La
mayor parte de este carbono se descompondrá en el lapso de un año, mientras que la
fracción restante, definida por el coeficiente de humificación o k1, lo hará mucho más
lentamente.
El valor de k1 también es variable y dependiente de las características del residuo en
cuestión. Su contenido de compuestos solubles, celulosa, hemicelulosa, lignina y
nitrógeno, define la velocidad de descomposición.
Paralelamente, otros factores como ubicación y tamaño de los residuos, así como
características del suelo, temperatura o humedad ayudarán a acelerar o retardar la
descomposición.

Factores reguladores de la descomposición


La descomposición es un proceso fundamental de los ecosistemas, que influencia
fuertemente la dinámica de los nutrientes a través de la liberación de los que están
orgánicamente retenidos. La descomposición es un fenómeno complejo, que puede ser
modificado por los cambios en las características del material que se descompone o en
las condiciones ambientales. A partir de estudios experimentales es posible obtener la
velocidad de descomposición de la MO del suelo, la que se define como k2. Este valor
puede tener dos significados diferentes.
En estudios a campo representa el valor promedio para las condiciones de ese sitio en
particular, mientras que en estudios en laboratorio se pueden obtener valores máximos o
potenciales.

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En el primer caso, el valor de la constante de descomposición obtenido es extrapolable
solo a situaciones en las que características de suelo, clima, manejo, etc. sean
semejantes.
Por el contrario, los estudios de laboratorio permiten extrapolar los resultados a un
amplio rango de situaciones, siempre que se conozcan los efectos de los factores
limitantes más importantes y utilizados más ampliamente en los modelos matemáticos
por ejemplo: temperatura, humedad y textura.
Por ejemplo, al aumentar la temperatura aumenta la velocidad de descomposición.
Comparando resultados obtenidos en Inglaterra, Australia y Nigeria (Jenkinson y
Ayanaba, 1977; Ladd et al., 1985; Ayanaba y Jenkinson, 1990) se observó que la
velocidad de descomposición se duplicaba cada 8-9°C de aumento de la temperatura
media anual.
Scott et al. (1996) encontraron que la textura del suelo no afectó la descomposición de
los residuos pero si el contenido de humedad. Sin embargo, observaron que el efecto de
la textura y la humedad podía combinarse en una variable que explicaba más que
cualquiera de las otras dos por separado: porcentaje de poros llenos con agua. Esta
variable no solo tiene efecto sobre la descomposición de la los residuos sino también
sobre la MO del suelo.
Si bien son muchos los factores que influyen sobre los coeficientes k1 y k2, conociendo
el contenido de MO del suelo, así como el aporte de carbono (pesando residuos o
estimando por el índice de cosecha) y su calidad (gramínea, leguminosa, etc.), es
posible realizar un balance de carbono mediante cálculos simples. Esto permite observar
la tendencia de la MO en el tiempo, la que se puede verificar con datos de análisis
previos; posibilita plantear escenarios hipotéticos que ayudan a conocer como
reaccionará el suelo ante diferentes alternativas de intervención. Estos ejercicios
permiten ensayar estrategias de manejo de la MO del suelo a mediano y largo plazo.
Como se planteó previamente, cada suelo tiene su propia capacidad de almacenar
carbono y susceptibilidad a perderlo. El hombre tiene la capacidad de modificar los
equilibrios naturales. Un mayor conocimiento del efecto de cada una de las alternativas
de manejo sobre las fracciones orgánicas y la productividad permitirá optimizar el
ciclado de los nutrientes. Sin embargo, saber cuál es nivel óptimo de materia orgánica
para cada caso tiene implicancias más profundas, donde se incluyen aspectos
productivos, económicos y sociales.

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1 Bibliografía consultada

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