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o captura de carbono
Juan Galantini
Comisión Investigaciones Científicas (CIC) – CERZOS- Dpto. Agronomía, UNS, San
Andrés 800, 8000 Bahía Blanca. jgalanti@criba.edu.ar
Introducción
El carbono es el cuarto elemento más abundante del universo, luego del hidrogeno, el
helio y el oxígeno. En el ambiente se encuentra en el aire, en la materia orgánica del
suelo, en los combustibles fósiles, en las rocas carbonatadas, así como en los seres
vivos.
A partir del proceso bioquímico de la fotosíntesis, los vegetales obtienen un material
orgánico de alto valor energético del CO2 del aire, el agua, los nutrientes y la energía
radiante (Figura 1). De esta forma, las plantas actúan como biogeneradores de
compuestos energéticos los que serán en parte utilizados para cubrir sus necesidades.
Otra parte de esa energía es incorporada al suelo como restos vegetales y animales,
progresivamente procesados por organismos específicos y llegar a transformarse en
humus. En este sentido, la corteza terrestre actúa como una batería, en donde la energía
es almacenada en la materia orgánica (MO), o su equivalente el carbono orgánico (CO)
que representa aproximadamente el 50% de ella.
En un proceso inverso, esa energía almacenada se utiliza en los procesos relacionados
con la vida, sea durante el crecimiento de las plantas, los procesos de digestión de los
animales o por la descomposición (mineralización) del material orgánico del suelo.
El balance entre los flujos de entrada y salida, de energía o carbono, determinará el
contenido de MO del suelo. Cada ecosistema tiene su capacidad de generar, incorporar
y mantener esa energía en forma de MO, que va a depender de la disponibilidad de
agua, del aporte de nutrientes del suelo, el clima y características de la vegetación. El
hombre tiene la capacidad de alterar esos flujos en uno u otro sentido.
Agua
CO2
Cosecha
Sustancias Residuos
Agua
Húmicas
Biomasa
microbiana
Nutrientes Matriz
mineral
Biologia
MO
Física
Químic
icaa
Los factores naturales, como las características climáticas y tipo de suelo, condicionan
la cantidad, calidad y distribución de las fracciones orgánicas, mientras que las prácticas
agronómicas pueden alterar esos equilibrios. Las prácticas que mayor efecto tienen
sobre la dinámica de la MO en el suelo son: las labranzas, la secuencia de cultivos y la
fertilización.
Sistema de labranza
La frecuencia e intensidad de las labranzas altera las propiedades del suelo, la
distribución de la MO y de los nutrientes de la profundidad laboreada. Estos cambios en
el largo plazo pueden reflejarse en la disponibilidad de nutrientes, en la productividad
de cultivo y en la sustentabilidad del sistema. El cambio de un sistema con labranzas a
uno en SD produce una serie de modificaciones en el suelo que pueden ser
caracterizados por distintas etapas, llegando a estabilizarse luego de 20 años (Moraes
Sa, 2003).
Uno de los efectos más marcados de la SD es la redistribución de la MO dentro del
perfil. La no remoción del suelo produce la estratificación de la MO que puede
utilizarse como indicador de calidad y funcionamiento del sistema (Franzlembbers,
2002; Galantini et al., 2004). Numerosos estudios han puesto en evidencia la
acumulación superficial del material orgánico y de los nutrientes menos móviles como
el P (Papendick y Parr, 1997; Krüger, 1996; Galantini, 2001; Venanzi et al., 2002;
Galantini et al., 2004).
Esta estratificación comienza con la suspensión del laboreo y es afectada por las
condiciones naturales (tipo de suelo, condiciones climáticas, etc.) y por el manejo
(cantidad, calidad y distribución de los residuos de cultivos, aplicación de fertilizantes,
rotación, etc.).
Rotación de cultivos
La alternancia planificada de diferentes cultivos ha sido una práctica útil para controlar
plagas y enfermedades, evitar el empobrecimiento del suelo, diversificar la producción,
aumentar la disponibilidad de N con la inclusión de leguminosas, etc. El aumento la
biodiversidad permite hacer mejor uso de la diferente capacidad de las especies de
explorar el suelo y producir bioporos. La intensificación y tecnificación agrícola han
llevado paulatinamente al monocultivo, aumentando la dependencia de insumos, tales
como los fertilizantes y plaguicidas.
La rotación de cultivos permite alcanzar rendimientos más elevados y estables,
favoreciendo el ciclado y la exportación de nutrientes, es por este motivo debe
complementarse con una fertilización balanceada (Galantini et al., 2000). El sistema de
rotación debe ser evaluado en su totalidad, es decir, el resultado de todo el ciclo y no el
de alguno de sus componentes.
Tabla 1: Contenido y cambio del carbono orgánico (CO, Ton ha-1) en un suelo del
SO de la provincia de Bs. As. bajo diferentes sistemas de producción
Profundidad TT TP TL
(cm) nf f nf f nf f
0 – 0,21 40,2 43,7 43,3 45,5 44 51,3
Efecto:
Fertilizante 2,16 Ton ha-1 (5,4%) 0,86 Ton ha-1 (2,0%) 5,96 Ton ha-1 (13,5%)
Rotación -3,1 -1,8 Sistema tradicional 0,7 5,8
TT, monocultivo de trigo; TP, trigo – pastoreo del campo natural; TL, trigo – verdeos de invierno
consociados (avena + vicia); f y nf, fertilizados y no fertilizados, respectivamente
Ref., suelo natural no cultivado de referencia; 2T y 3T: segundo y tercer trigo consecutivo,
respectivamente; 1L, 2L y 3L: primer, segundo y tercer año de leguminosa, respectivamente; ns, * y **:
diferencia no significativa y significativa (P<0,05 y P<0,01) respectivamente, entre el suelo de referencia
y 2T; en cada columna letras diferentes indican diferencia significativas (P<0,05) entre los diferentes
años de muestreo.
Fertilización
La fertilización produce cambios significativos sobre las diferentes fracciones
orgánicas, incrementando el contenido de la MOP y modificando tanto la cantidad como
la calidad de las sustancias húmicas.
Las diferencias en cantidad de MOP dependen del balance entre aporte y salidas del
sistema de producción. La cantidad y calidad de los residuos orgánicos son las dos
características que determinan el aporte y su velocidad de transformación. Por otro lado,
la descomposición dependerá del ambiente físico y las condiciones climáticas, en
especial temperatura y humedad. Aquellos factores que afecten estas condiciones, tales
como pisoteo, cobertura, riego, etc., tendrán efecto directo sobre el balance de carbono
en el suelo.
Balance de carbono
Los cambios en el contenido de MO del suelo en el mediano y largo plazo resultan del
balance entre la entrada y la pérdida de material orgánico. Como la calidad de los
diferentes materiales es variable, el balance se debe basar en sus contenidos de carbono.
La salida de carbono está dada por la oxidación permanente de todas las fracciones
orgánicas, cuya magnitud depende de las características del suelo (textura) y del clima
(temperatura y humedad), de la calidad de la MO (resistencia a la degradación y de la
protección física) y del manejo agronómico (barbecho, labores, rotación de cultivos,
etc.). Son estos factores los que definen la velocidad de descomposición o k2 del suelo,
cuyo valor es muy variable, pero que en la mayoría de los estudios la ubican entre 1 a
2% anual (Molina y Smith, 1998) o valores superiores cuando se incluyen fracciones
lábiles de la MO.
Por otro lado, los aportes al suelo serán los residuos de los cultivos y, eventualmente,
cualquier aporte de abonos orgánicos. La parte no cosechada de los diferentes cultivos
tiene una concentración aproximada de 40% de carbono. Es decir, que descontando la
humedad remanente en los residuos (10%), estimando el aporte de las raíces (entre 20 y
40%) y aplicando el factor 0,4 podemos estimar el aporte anual de carbono al suelo. La
mayor parte de este carbono se descompondrá en el lapso de un año, mientras que la
fracción restante, definida por el coeficiente de humificación o k1, lo hará mucho más
lentamente.
El valor de k1 también es variable y dependiente de las características del residuo en
cuestión. Su contenido de compuestos solubles, celulosa, hemicelulosa, lignina y
nitrógeno, define la velocidad de descomposición.
Paralelamente, otros factores como ubicación y tamaño de los residuos, así como
características del suelo, temperatura o humedad ayudarán a acelerar o retardar la
descomposición.
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