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Hans-Johann Glock
1
Un punto terminológico: en la literatura “traducción radical” e “interpretación
radical” son a veces usados para denotar, respectivamente, los métodos
quineanos y davidsonianos de traducción. No sigo este uso, sino que más bien
empleo “traducción radical” para referirme a la traducción o interpretación
desde el inicio, con el objeto de resaltar los diferentes enfoques para esta tarea
adoptados por nuestros tres protagonistas.
2 “The Indispensability of Translation in Quine and Davidson”, Philosophical
11 Paul Wirz, Die Marind-anim von Holländisch Neu-Guinea, vol. I (L. Fehlgruber
& Co., Hamburg 1922), pp. 31-6.
12 Ver A. H. Wood, History and Geography of Tonga (Wilson & Horton,
Auckland, 1938), p. 24. Quine menciona un caso de mala traducción basada
no en un malentendido por parte del nativo, sino por parte del traductor
radical.
A esto uno podría objetar que Quine reconoce que su método es
“inconcluyente” y genera meramente una “hipótesis de trabajo” (PO 30).
Sin embargo, sin asumir una estructura de interacción, identificar
asentimiento/disentimiento no sería sólo una suposición hipotética,
razonable aunque inconcluyente: sería completamente arbitraria. No
habría razón para suponer que la reacción del nativo es en absoluto
relevante para el asentimiento o el disentimiento. Más aún, cualquier
concesión respecto a que la identificación del
asentimiento/disentimiento no carece de presuposición significa que
Quine está aquí aplicando estándares diferentes a aquellos que
funcionan cuando propone la inescrutabilidad de la referencia. Si no
hay hecho de la cuestión respecto de si “gavagai” refiere a conejos,
entonces, por paridad de razonamiento, no hay hecho de la cuestión
respecto de si el nativo asiente al o disiente del “gavagai” del traductor.
En el marco de Quine se eliminaría la posibilidad de traducir algo, y
llevaría por lo tanto a la conclusión nihilista que la comprensión es
imposible.
University Press, Oxford, 1984), ch. 9-10, 16, 18. (en adelante abreviado como
ITI); Hookway, op. cit., pp. 167ss.; Evnine, Donald Davidson, ed. LePore
(Blackwell, Oxford, 1986), p. 313.
adscribir significado a las proferencias de los nativos si conociéramos
sus creencias y deseos, y viceversa. Pero al comienzo de la traducción
radical no conocemos ni lo que los nativos quieren decir ni lo que creen
y desean. Este holismo de los significados, las creencias y los deseos
conduce a una diferencia final. Davidson trata a la caridad no
meramente como una máxima pragmática del teorizar interpretativo,
sino como un principio que es esencial para la corrección de una
interpretación. Una interpretación que no consiga hacer aparecer a las
creencias de los nativos como siendo mayormente verdaderas y a sus
deseos como siendo mayormente inteligibles, no sólo es menos probable
que sea adecuada: debe ser inadecuada. La razón por la cual Davidson
adopta esta postura es que nuestra única manera de ingresar al
holismo de los significados, las creencias y los deseos, es maximizar el
acuerdo con las de los intérpretes, asumiendo que la mayor parte de
sus creencias son verdaderas y por lo tanto armonizan bastante con
nuestras creencias. Si encontramos que la traducción es imposible
porque no podemos interpretar las creencias y los deseos de los nativos
como siendo mayormente racionales, terminaríamos no con una
traducción menos probable, sino con la conclusión que ellos no hablan
un lenguaje y no se comprometen en una acción intencional. De
acuerdo a esto, no podríamos nunca estar en una posición de juzgar
que los nativos tenían creencias y deseos radicalmente diferentes de los
nuestros (ITI 197). Esto introduce un elemento normativo en la
comprensión lingüística. Podemos dar sentido a los otros sólo en la
medida en que podemos tratarlos como agentes que respetan ciertos
estándares de racionalidad.
Vermazen and M. Hintikka (Oxford Universitiy Press, Oxford, 1985), p. 245; cf.
D. Lewis, Philosophical Papers (Oxford University Press, Oxford, 1983), vol. I,
p. 112.
en español, es caracterizada como una cuestión de derivar hipótesis
sobre esa proferencia a partir de la teoría general, la que a su turno es
modificada a la luz del éxito de esa hipótesis. A diferencia de Quine,
distingue entre construcción de la teoría en las ciencias naturales y la
psicología, puesto que ésta última inevitablemente depende de cánones
de racionalidad, especialmente del principio de caridad. Sin embargo, el
requerimiento de racionalidad es sobreimpuesto por el intérprete sobre
una diversidad de datos brutos. La evidencia de comprensión, tanto
doméstica como antropológica, no son “eventos no lingüísticos” como el
movimiento de los labios y la laringe19. Todo lo que realmente
percibimos son patrones sonoros y movimientos corporales20. Como
Quine, Davidson extiende el mito empirista de lo dado desde la
percepción al lenguaje y la acción. La comprensión lingüística es un
caso de construcción de la teoría sobre la base de observar condiciones
de la proferencia. Esta teorización no necesita conformarse a los
requerimientos del conductismo de Quine. Las condiciones
estimulativas pueden ser descriptas en términos de objetos y eventos
macroscópicos más que por referencia a estimulaciones neurales. Pero
deben no ser descriptos en términos semánticos o intensionales como
significado, creencias, deseos, intenciones. Una teoría “específicamente
semántica” que emplee tales conceptos tiene que emerger como el
resultado de teorizar sobre la base de “evidencia no semántica”21.
19 ITI 126.
20 Ibid., 161.
21 Ibid., 142-3.
22 Ver respectivamente WPEb 104-28; RTC 93-5, 138, 207-8 y ITI 171, 280; “A
23 Ver G.P. Baker y P.M.S. Hacker, Language, Sense and Nonsense (Blackwell,
Oxford, 1984), p. 292.
24 J. A. Fodor, The Language of Thought (Crowell, New York, 1975). P.M. S.
Hacker presenta una crítica potente de esta idea en Meaning and Mind
(Blackwell, Oxford, 1990), “Thinking the Soul of Language”.
Incluso si estamos autorizados a presumir posesión del lenguaje
de parte del oyente, la visión de Davidson es errada. Por una parte,
como Quine, insiste que la única evidencia empírica accesible a
cualquier empresa concierne a qué asiente la gente bajo qué
circunstancias25. En el caso de Davidson, esta suposición parece
principalmente motivada por su deseo de aplicar a la traducción radical
una teoría tarskiana de la verdad. Pero, como hemos visto, esta
suposición no tiene fundamentos. Un antropólogo a menudo confiará en
identificar preguntas y explicaciones. Y hay situaciones en las cuales
tendríamos más convicentemente que comenzar con órdenes,
exclamaciones y pedidos.
25 ITI 230.
26 EAE 50-2.
blanca” es verdadera si y solo si la nieve es blanca”. En respuesta me
gustaría preguntar qué es lo que el oyente tiene que ser capaz de
reproducir. O es el preciso fenómeno acústico –pero es incluso más
difícil que dar una descripción fonética, y ciertamente no se requiere
para entender; o es una instancia de la oración-tipo como “La nieve es
blanca”. Pero en ese caso, la evidencia no es pre-semántica, puesto que
caracterizar algo como una instancia de una oración-tipo del español es
caracterizarla como perteneciendo a un particular sistema lingüístico.
32 Ibid., xvii.
Sobre esa base, sin embargo, hay espacio para el desacuerdo
genuino, por ejemplo, acerca de creencias sobre las causas de
fenómenos físicos, o acerca de la aceptabilidad (moral o estética) de
ciertos deseos. Tal descuerdo a menudo incluirá aquellas creencias que
juegan un rol fundamental en las respectivas “figuras del mundo”, las
que Wittgenstein discutió en On Certainty, especialmente las
proposiciones concernientes a cuestiones científicas fundamentales.
Finalmente, una vez que excluimos la necesidad de maximizar el
acuerdo, no hay prima facie razones a favor de la tesis de Davidson que
no podría haber esquemas conceptuales genuinamente diferentes de la
clase imaginada por Wittgenstein. Pero esta cuestión compleja deberá
ser dejada para otra ocasión33.