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El estudio, publicado este jueves en la revista Science, ha sido liderado por Jonathan Sebat, del
Departamento de Psiquiatría de la Universidad de California San Diego, y cuenta con la participación,
entre otros, de Craig Venter -pionero de la secuenciación del genoma humano- y cuatro centros
españoles: la Universidad Pompeu Fabra, la Universidad de Barcelona, y los hospitales San Joan de
Déu, y el hospital Universitario Mútua de Terrassa, ambos de Barcelona.
El trabajo, resultado de una compleja colaboración internacional multidisciplinar, parte del análisis
del genoma completo de unas 3.000 personas de cerca de un millar de familias con al menos un
miembro afectado por el Trastorno del Espectro Autista (TEA), junto a sus padres y hermanos, y sus
resultados se han validado con unas 1.700 familias adicionales.
"El objetivo del trabajo es contribuir a completar el paisaje genético del autismo", porque este
trastorno, con un componente genético superior al 70 %, es de "gran complejidad", ha explicado Bru
Cormand, investigador de la Universidad de Barcelona, del Centro de Investigación Biomédica en
Red de Enfermedades Raras (CIBERER) y coautor del estudio.
Uno de los aspectos más relevantes del trabajo es precisamente cómo se ha hecho la investigación.
Hasta hace poco, las técnicas de secuenciación masiva no ofrecían un mapa detallado de todo el
genoma: solo permitían ver el exoma, esto es, la fracción del genoma que codifica para proteínas,
que son una mínima parte del mismo, apenas el 1 % del ADN.
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Sin embargo, este trabajo se ha llevado a cabo con la técnica de Whole-Genome Sequencing (WGS),
que permite explorar el resto del genoma, la parte más desconocida, el mal llamado genoma
basura que "sabemos que está ahí, pero del que no conocemos bien su función", detalla Roser
Corominas, científica de la Pompeu Fabra y también coautora del estudio.
Hasta ahora, casi todas las investigaciones se han centrado en mutaciones puntuales del exoma pero
este trabajo ha analizado alteraciones producidas en otras regiones del genoma y en las que
cambios en regiones intergénicas (como algunas pequeñas duplicaciones o pérdidas de material
genético) tienen repercusiones en muchos otros segmentos del genoma, porque afectan a
elementos que regulan la expresión de los genes, detallan los investigadores.
El hallazgo ha sido toda una "sorpresa" porque hasta el momento se pensaba que las variantes que
se heredaban y conferían susceptibilidad al autismo procedían principalmente de la vía materna
pero "ahora hemos visto que no siempre es así y que la transmisión de estas variantes estructurales
en estas regiones reguladoras vienen del padre", agrega Corominas.
"El trabajo es relevante porque nos ha permitido analizar la parte más desconocida del genoma e
identificar variantes que hasta ahora no se habían visto y descubrir además que hay una parte del
riesgo genético de padecer TEA que se hereda y que viene predominantemente del padre, lo que
nos demuestra que la herencia del autismo es más compleja de lo que se pensaba", concluye
Corominas.