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LA GLOBALIZACIÓN

DEFINICIÓN, FACTORES, CAUSAS, AGENTES

La globalización es el nombre dado al proceso por el cual las diversas economías nacionales se van
transformando paulatinamente y de forma acelerada, desde el último cuarto del siglo XX, en una
sola economía mundial o global, ahora que prácticamente todas las economías de planificación
estatal han desaparecido y las que quedan se están integrando plenamente en ella.
El término globalización está sujeto a multitud de matices, de ahí su grado de ambigüedad, pero en
el fondo no es más que una nueva fase expansiva del capitalismo, sistema económico que no
puede permanecer sin crecer, so pena de entrar en crisis y desaparecer. Pero el capitalismo
siempre ha sido internacional o mundial, incluso desde sus orígenes, no en vano las metrópolis
coloniales financiaron en buena medida sus revoluciones industriales con los fondos provenientes
de la explotación de sus colonias y con los beneficios de un comercio desigual a partir de sus
producciones industriales. A la internacionalización del comercio siguió la de la producción, y con
ella la del capital, bien fuera como inversiones exteriores directas (multinacionales) o en calidad de
préstamos. Esta fue la fase del imperialismo económico.
Entonces, ¿dónde está la diferencia? Por un lado, en la fase imperialista, aunque suponía la
interpenetración de unas economías nacionales con otras, el capital estaba confinado en los
respectivos espacios nacionales o, en cualquier caso, sujeto a una serie de normas proteccionistas
de todo tipo que impedían su libre circulación y la de las mercancías; por otro lado, el espacio o la
distancia y el tiempo eran sinónimos de rozamiento para la movilidad del capital en el sentido en
que los mercados financieros operaban con cierta independencia, o más bien, con escasa
sincronización.
Cambiar todo esto, es decir, eliminar los límites a la movilidad de los capitales y al comercio ha sido
propiciado por dos factores cruciales:
· El renacimiento del liberalismo económico, el neoliberalismo, doctrina económica basada en el
“fundamentalismo de mercado” según la cual, las actividades económicas son más eficientes si no
encuentran trabas a su realización, lo que supone: liberalizar, sin controles ni condiciones, los flujos
de capitales y el comercio; flexibilizar los mercados de trabajo y eliminar las cargas sociales de las
empresas, haciendo de los trabajadores un recurso productivo más; en definitiva, la desregulación
de la vida económica y social. Esta ideología economicista, elaborada por prestigiosos economistas
y sociólogos, que ha sido impulsada por los mandatarios de los países más desarrollados y por los
organismos económicos internacionales, haciéndose eco de las demandas de los poderes
económicos, ha terminado por imponerse en la mentalidad de los gobernantes de la mayoría de los
países, incluso sobre sus ideales políticos, ya sea por oportunismo político o por realismo
económico.
· El desarrollo de la tecnologías de la información y de la comunicación y los avances técnicos en
materia de transporte, sobre todo las primeras, han supuesto el “acortamiento” de las distancias
para la movilidad de personas y bienes, y la práctica eliminación del tiempo para la movilidad de los
capitales, lo cual genera la falsa idea, como veremos más adelante, de una economía desligada de
los territorios.
Para M. Castells (1997) “la economía global es una economía que tiene la capacidad de funcionar
de forma unitaria en tiempo real, o en un tiempo establecido, a escala planetaria”, y es global
porque todas las economías del mundo “dependen del rendimiento de su núcleo
globalizado”constituido “por los mercados financieros, el comercio internacional, la producción
transnacional, y hasta cierto punto, la ciencia, la tecnología y el trabajo especializado”. Pero
también nos advierte que global no es sinónimo de planetario, aunque sí lo sea su alcance, pues la
globalización tiene efectos selectivos, de modo que no todos los procesos económicos ni todos los
territorios ni todas las personas se benefician de sus aspectos positivos, ni siquiera dentro de los
países más desarrollados e integrados en la economía global.
ELEMENTOS DE LA GLOBALIZACIÓN

La integración financiera

Hoy los mercados financieros son interdependientes e interactúan de forma integrada y global, a
pesar de los husos horarios, gracias a los nuevos sistemas de información y de comunicación, a su
desregulación y a la liberalización de los flujos financieros transnacionales que supone la pérdida
del control por parte de los bancos centrales estatales. Los movimientos especulativos del capital
tienen la vía despejada para entrar y salir de los mercados, los títulos y las monedas nacionales y
beneficiarse de las diferencias de cotización que ellos mismos provocan, generando una
inestabilidad global. En cierto modo el mundo financiero se “independiza” de la economía real y los
grandes agentes financieros internacionales pasan a dominar la economía mundial a través de sus
negocios especulativos. Los estados ya no pueden controlar ni lo esencial de sus economías: la
política monetaria y fiscal y los tipos de interés. La globalización se desarrolla bajo la hegemonía del
capital financiero. Además, los capitalistas de los distintos países se integran en la mundialización
financiera llevando sus capitales allí donde esperan obtener mayores beneficios desligando sus
intereses de los de sus respectivas naciones, y las oportunidades para la acumulación se equiparan
para los inversores, tanto de los países ricos como de los países pobres. Se produce la
“desnacionalización” del capital.

La transnacionalización de la producción

P. Veltz (1999) explica la globalización como “la adopción progresiva, y acelerada en la última
década, de una visión más amplia de la demanda y de la competencia, apoyada sobre un enfoque
más global de la diversidad de las situaciones nacionales o regionales, de las limitaciones que se
ejercen sobre los propios mercados y de las propias demandas”. Esto es, por supuesto, válido para
cualquier actividad económica, pero da las pistas precisas para entender el porqué y las nuevas
formas de la internacionalización de la producción actual. Para este autor, la diversificación de los
productos ha supuesto el paso de una economía dominada por la oferta, la de los productos
estandarizados; a otra economía dominada por la demanda, la de los productos específicos y
diferenciados, en la que la competitividad depende de la calidad, la variedad, la innovación y los
plazos de entrega de los productos y también en la reactividad o capacidad de reacción ante los
cambios que se van produciendo en la demanda. Así, este proceso actual
de transnacionalización de la producción toma formas geográficas muy variadas dependiendo de
las estrategias organizativas de las empresas ya sea “internalizando” (sucursales o filiales)
o “externalizando” (acuerdos dentro de una red de empresas), pero a veces “... también puede
basarse en concentraciones privilegiadas y en mecanismos de «regionalización» a diversas
escalas” (Veltz, 1999), lo cual viene a explicar porqué la mayor parte de las crecientes inversiones
exteriores directas se han dirigido hacia los países más desarrollados (2/3 en los años sesenta
y 3/4 en los noventa), a pesar de que el destino de éstas está cada vez más diversificado
geográficamente.
Las multinacionales son, y han sido históricamente, la principal fuente de estas inversiones de
capital extranjero, las cuales pueden obedecer a estrategias conducentes a la conquista de nuevos
mercados o fracciones de ellos, en lo que la innovación en los productos podría ser una
competencia concreta, o también pueden servir para expandir la actividad a áreas en las que
perduren medidas proteccionistas, siendo la presencia la llave para acceder a sus mercados. Otras
veces dominan las lógicas industriales relacionadas con los costes de los recursos productivos o con
la mejora de la productividad como sería aprovechar las ventajas de las características diferenciales
de los recursos humanos en los distintos espacios económicos.
Lo más trascendental de la transnacionalización de la producción actual es la transformación
organizativa de los procesos productivos de las grandes multinacionales, pero también de
pequeñas y medianas empresas que han formado redes externas de cooperación, más allá de las
fronteras, para ser competitivas en el sistema global de producción, entre ellas y a veces como
subcontratistas de grandes empresas multinacionales, llegando a acuerdos sobre cuotas de
mercado y sobre transferencias de tecnología. A su vez, las multinacionales se están
transformando, cada vez más, en redes internas descentralizadas con cierto grado de autonomía
para sus unidades productivas en función de los países, los mercados, los procesos o los
productos.(Castells, 1997) Los efectos más importantes de este tipo de organización, sobre todo
para las redes de pequeñas y medianas empresas, tienen que ver con la aceleración de los procesos
de aprendizaje como resultado de la diversidad de experiencias de los cooperantes, con un mejor
posicionamiento a la hora de negociar con proveedores y distribuidores, y con la posibilidad de
repartir las “cargas fijas” crecientes como son la publicidad y las inversiones o costes en I+D.(Veltz,
1999)

El comercio internacional

Las presiones económicas y políticas han llevado a una creciente liberalización del comercio
internacional a través de las sucesivas rondas del GATT-OMC, lo cual parece estar en discordancia
con los proyectos impulsados por algunos gobiernos para crear bloques de libre comercio,
proyectos que poco a poco han ido disipándose con la excepción de la Unión Europea que ha
devenido en la plena integración económica.
La evolución del comercio mundial se ha caracterizado en los últimos tiempos por una
transformación sectorial, donde del predominio de los intercambios de materias primas primero, y
de los productos manufacturados más tarde, se ha pasado a un incremento espectacular de los
servicios aprovechando las nuevas tecnologías e infraestructuras del transporte y de la
comunicación.
Por otro lado, la contabilidad de las balanzas comerciales de los distintos países dejan de
representar, ni que fuera mínimamente, la realidad, ya que gran parte de los intercambios
comerciales actuales están constituidos por componentes y productos intermedios en el seno de
las multinacionales y de las grandes redes de empresas organizadas a escala mundial, por lo que la
estructura del comercio internacional ya no puede entenderse utilizando como unidades de cálculo
a los países. A pesar de todo, el grueso del comercio sigue desarrollándose en los mercados
interiores y todavía existen sectores protegidos por sus respectivos gobiernos.
Para finalizar este apartado hay que apuntar que al histórico desequilibrio comercial entre países
ricos y países pobres, derivado de los intercambios de productos elaborados y materias primas, hay
que sumar el proveniente del componente de conocimiento y tecnología utilizado en los bienes y
servicios más especializados en relación con el valor añadido de éstos.
“Globalización” de la ciencia y de la tecnología

El conocimiento y la capacidad tecnológica están en la base de la competencia entre las empresas y


entre los países. Actualmente la difusión de la tecnología se produce rápidamente a escala
planetaria, pero la aplicación de las tecnologías más avanzadas requiere de entornos productivos
cada vez más aptos. Al mismo tiempo, los ciclos de vida de las innovaciones se acortan, ser el
primero es muy importante pero a la vez es una posición amenazada, inestable y en ocasiones
efímera; por ello, para sacar el mayor rendimiento de esa ventaja es mejor difundir que ser
imitado, de este modo el desarrollo científico y tecnológico se estructura en redes globales y se
concentra en un número limitado de territorios.
En principio, el sistema de investigación básico y público, el de las universidades y de los
organismos estatales, es abierto, accesible, y está bastante interrelacionado a escala global,
estructurado en redes temáticas sustentadas por la comunicación entre los investigadores de todo
el mundo, eso sí, con un mayor peso específico de los países más desarrollados. Sin embargo, el
desarrollo económico y la competitividad requieren la adaptación del conocimiento científico a la
práctica empresarial, el desarrollo de técnicas para su aplicación, lo cual sólo se puede conseguir a
través de la interconexión entre las instituciones públicas y privadas de investigación, en lo que las
políticas sectoriales y horizontales diseñadas por los gobiernos, en sus distintas escalas
administrativas, son determinantes. La idea de un progreso técnico al margen del universo
económico, como un bien casi público, no se ajusta a la realidad. De hecho, cuando se trata de
técnicas en las que la importancia reside sobre todo en su aplicación, su disponibilidad es además
muy limitada. Esta circunstancia se deriva, más que de la protección jurídica (patentes), de la
necesaria complementariedad entre ellas. Las técnicas son cada vez más anejas a las aptitudes de
las personas y menos a las máquinas, y esto redunda en menores posibilidades de transmisión. La
difusión tecnológica es muy selectiva, se limita a los territorios con infraestructuras intelectuales y
materiales (empresas e instituciones) desarrolladas en lo que el papel de los gobiernos es decisivo.
Las multinacionales son entes de dominio y de difusión tecnológicas en lo cual basan su
competitividad y el acceso a importantes contrapartidas gubernamentales. Colaboran con
universidades y otros organismos de investigación creando redes horizontales de I+D.(Castells,
1997)
Regionalización en la globalización

Con la globalización surgen espacios geográficos que tratan de reforzarse desarrollando sus
sinergias. De una división del mundo en dos bloques políticos y militares hemos pasado a otra
división en tres bloques económicos encabezados por los países más ricos (EE.UU., la Unión
Europea y Japón) que ha propiciado, bajo su impulso, un movimiento de regionalización que ha
tomado formas diversas: mercados comunes, zonas de libre cambio o uniones económicas como la
UE, que ha evolucionado hacia la plena integración económica y política; y que obedecen a
estrategias para afrontar problemas o cuestiones en los que la dimensión estatal no es eficaz. Esta
formación de regiones económicas supone la constitución de nuevas fronteras exteriores y la
eliminación, en diversos grados, de las fronteras interiores, así como normas orientadas a
establecer un ámbito espacial de actuación privilegiado a sus empresas y capitales de modo que se
refuercen para luchar con mayor competitividad en el proceso de globalización. Es un movimiento
aparentemente contradictorio con este proceso, pero si se analiza desde una óptica global, en
realidad es un fenómeno complementario dado que tiene como objetivo la expansión de los
capitales, los de cada región, al mundo entero. Una consecuencia directa es el aumento de las
rivalidades entre los grandes negocios, pero por otro lado las implicaciones y las inversiones
cruzadas entre los tres grandes bloques económicos son cada vez mayores y así se va tejiendo una
vasta red de relaciones que abarca todo el planeta y en la que se apoya la globalización.
La Unión Europea es el paradigma de la regionalización en la globalización y una “fuente de
innovación institucional” de la que surgen nuevas formas de gobierno y organismos que actúan en
diversos contextos territoriales, que van desde el europeo hasta el local pasando por el nacional y
el regional, lo que Castells (1997) califica como el “Estado Red”.
Es la reacción de los países europeos más ricos al proceso de globalización, pero no enfrentándolo,
sino adaptándose a él del mejor modo posible, y la prueba de ello es que pese a sus desventajas
tecnológicas y económicas con respecto a EE.UU. y Japón, por un lado; y a sus mayores costes de
producción, sobre todo salariales, respecto de los países de nueva industrialización por otro,
mantiene su competitividad global. Sin embargo, el proceso de integración europea se ha hecho a
través de una serie de normas que, en conjunto, tienen por objeto principal imponer en todo su
territorio una política económica dirigida a impulsar los beneficios empresariales y del capital
consistente en flexibilizar, desreglamentar y liberalizar al uso de la globalización, privatizando lo
público, tanto las empresas como las prestaciones y servicios, con lo que se facilitan enormes
negocios al sector privado; llevando a cabo políticas anti-inflacionistas, de austeridad y equilibrio
presupuestario, para que los capitales no pierdan valor, sacrificando empleos y el Estado de
¿Cultura global o multiculturalismo?

La economía ha irrumpido de lleno en la cultura, no solo transformándola, también haciéndola


objeto de su actividad. Hoy caminamos hacia la homogenización cultural gracias al poder de los
medios de comunicación globales -que no son sino los mensajeros del poder económico- y en
virtud de lo que hoy conocemos como el pensamiento único como resultado de una revolución
ideológica de gran calado, que desde hace dos décadas viene acondicionando las mentes al
proceso de globalización.
El contexto cultural en el que se está produciendo este proceso es el del relativismo de los grandes
ideales, el del post-modernismo, que acusa a éstos de ser un germen de la violencia y que está por
los ideales menores, los de menor alcance espiritual basados en la satisfacción material y en el
éxito personal. Esta simplificación de metas ha derivado en el individualismo y en un incremento de
las actitudes consumistas. La publicidad, uno de los instrumentos y, al mismo tiempo, una de las
actividades de más alto rango de la nueva economía, consigue que los individuos se identifiquen
con un estilo de vida que en el fondo no produce más que ansiedad, una insatisfacción constante y
ciertas adicciones sociales. Las multinacionales aprovechan esta nueva mentalidad e intentan
influir en los hábitos de consumo de todo el mundo adecuando sus productos a las exigencias y
gustos particulares, ahora que las tecnologías permiten hacerlo con menores costes, y ya ni
siquiera enseñan el producto sino las buenas sensaciones que produce su propiedad. El
individualismo y el afán de éxito va en detrimento de la solidaridad incluso dentro de las familias.
El sector del ocio y del entretenimiento (la televisión, el cine, los deportes de masas,
videojuegos...), que está fuertemente intervenido por grandes empresas mundiales, es crucial en el
promoción y el mantenimiento de estas tendencias culturales transmitiendo valores prácticos
excesivamente simples y superficiales como la división absoluta entre “buenos” y “malos”, o es
blanco o es negro, como el uso de la fuerza para la resolución de conflictos, como el simplismo en
las relaciones humanas o el éxito económico como principal motivación personal.
Algunos autores piensan que la homogeneización económica y política producirá la
homogeneización cultural, la cultura global. Y después... ¿qué?
Otros hablan de multiculturalismo en el sentido en que lo que se está produciendo no es una
aculturación absoluta por parte del mundo occidental, sino la interpenetración de unas culturas
con otras en un momento en que los contactos reales y virtuales se multiplican, a través de la
movilidad de las personas como turistas o emigrantes, las grandes ciudades son un crisol de
culturas; y a través de la red de redes, Internet, con la que se puede acceder a mucha información,
desde cualquier lugar del mundo y con temáticas muy diversas, y a redes de relación virtual de
alcance planetario.
El movimiento “antiglobalización” es un fenómeno, a lo mejor también un proceso, que abraza las
corrientes culturales, sociales y políticas que se enfrentan a las tendencias homogeneizadoras de la
globalización y ha hecho de Internet su principal instrumento de comunicación y coordinación de
sus actividades, pero a lo que verdaderamente se enfrentan es al capitalismo. Quizás la continuidad
de la Historia dependa de que la fuerza y la perseverancia de estos movimientos nos libren de las
“excelencias” de un mundo “feliz” (la línea o el carácter del pensamiento único, que actualmente
se está intentando imponer, y las posibilidades técnicas y científicas, en clara progresión
geométrica, puestos al servicio del capitalismo para el logro de objetivos estrictamente
económicos, de un modo exclusivo, nos lleva, a la humanidad, a ser un mero input de un sistema
definitivo y oscuro, en el sentido de que sin cambios no hay nada que contar. Eduardo Galeano lo
expresa muy bien con la frase: “Mañana es otro nombre de hoy”).
BIBLIOGRAFÍA
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